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Mensaje por Tristán Evans Lun Abr 18, 2011 5:50 pm

Pisoteé la colilla, con los ojos aún en nebulosa. Las semanas que se habían sucedido desde aquella trágica noche pasaron lentas, pesadas. Creí que no podría soportarlo más. Muchas veces tuve que retener mis deseos de volver por ella, por pensar que era demasiado pronto, pero ya no podía más.
Ahora, había regresado a Londres, pensando que ella estaría allí, esperándome, o aún en las malas para seguir su rastro. Tenía esa vaga esperanza. Ni se me pasó por la cabeza avisar de mi ausencia a la señorita Johnson, lo más probable era que ya se hubiese olvidado de mí y de las clases, es lógico. En los meses que pasaron había tenido que cuidar mis pasos, los hoteles donde me hospedaba, recelar de las miradas de los transeúntes y de cualquiera. Asegurándome de que nadie se quedase con mi cara, había barrido todos los puertos de Noruega, como si eso me hiciese estar más cerca de ella. Ni si quiera firmaba con mi nombre verdadero. Ya no me carteaba con nadie de mi grupo, por miedo a que fuera interceptada. Todo había que cuidarlo hasta el mínimo detalle. Ya no sabía si me estaba excediendo, o tal vez exagerando.
Como es obvio siempre viajaba armado, no había que abusar de la buena suerte, aunque dudé de mi propia estrella. No recordaba la última vez que había cogido el saxo, las partituras habían quedado apelotonadas en un viejo baúl. Estaba más distante de lo habitual, no hablaba con nadie, solo maquinaba y maquinaba, buscando posibilidades.

Me abroché la gabardina gris que me había comprado por cambiar de aires, incluso ¡me dejé bigote! Sí, todo un gentleman. Pensaba que así nadie me reconocería, nada astuto por mi parte. Caminé por la calle que antaño había dejado, recordando las puntiagudas verjas que vallaban las lujosas casitas. Tuve que tomar gran cantidad de aire cuando vi la mansión de Alma, pero seguí caminando, y volví como cinco veces, recorriendo toda la calle de arriba abajo, “no, de ahí no se va a mover” Suspiré con fuerza, parándome ya sí, ante la verja. No había luz en las ventanas. Me quedé blanco cuando me di cuenta de mi despiste no había inspeccionado el lugar antes, miré discretamente todos mis flancos, palpando el revólver que escondía en el bolsillo. No te puedes fiar de nadie. Y vaya que si lo había aprendido…
Me crucé de brazos, dando la espalda a la casa, pensando. Me olía que allí no quedaba nadie. Di media vuelta, y marché por la calle trasera, sin saber qué hacer. No había pista de algún tipo.

………………….----------------…………………….-------------------…………………..
Mientras tanto, los matones de aquel magnate empresario no me perdían el rastro, sabían perfectamente dónde iba, lo que tomaba, qué tipo de jabón usaba. ¡Encima! el viaje en barco lo habíamos compartido ¡fue un lujo! ¿Pero qué iba a saber yo? A ellos no les compensaba acabar conmigo tan pronto, estaban seguros de que darían con Alma, siguiéndome a mí. Ellos estaban convencidos de que iba a llegar el día en el que nuestros caminos convergieran de nuevo. Pero yo lo veía imposible.
………………….----------------…………………….-------------------…………………..

Me quedé parado, delante del teatro aquel, donde una noche ¡fui grande! Qué lejos quedaba.
Lo había perdido todo.

[Off: Has visto?? xD ahora te toca a tí!!! Me acojoné, pensaba que lo tenía que escribir de nuevo xDDD]
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Mensaje por Alma Dupont Lun Abr 18, 2011 7:37 pm

La ropa planeaba desde el armario hasta caer en la maleta, con gran desorden. Huía de tantas cosas, que resultaba imposible decantarse por cual de ellas se alzaba con el premio a la mayor cagada. Sin embargo, todas las problemáticas a resolver, podían zanjarse de una sola forma. La más inteligente, la más rápida; la marcha.
Esos polizontes de pacotilla estuvieron siguiéndome la pista durante varios meses. Por no hablar de aquel tipo del local, al cual Tristán y yo le dejamos huérfano, tras acabar con dos de sus lacayos. Dos idiotas igual de torpes que el comisario al que maté. ¿Quién dice que no puedes librarte de los problemas, quitándote a la gente de en medio? Una filosofía muy apropiada para este momento.
Me costó cerrar la maleta. Demasiada ropa y prisa.

Cundía el pánico dentro de mí, en cada intento. Y eso no era lo peor de todo. Porque le echaba tanto de menos... Pero ahora debía calibrar las posibilidades de fuga. El cochero me esperaba en la calle contigua No pensaba ir a pie hasta el barco ¿Y dónde ir? Allí ya lo pensaría. Me subí encima de la maleta para hacer presión, cuando por fin sentí el primer alivio al escuchar el cierre. Luego me cubrí con la capa, poniéndome la capucha por encima de la cabeza y llamando a Charles, para que bajara el equipaje. Él insistía en que era una locura marcharse. Pero nunca me consideré una persona precisamente cuerda. Caso omiso y allá vamos.
-Lady Dupont... - escuché a mi mayordomo entre aspavientos, como si la maleta pesara un quintal.
-Cállate - le ordené antes de que intentara convencerme de lo contrario. A mí me dolía más que a él.

Todo era una auténtica mierda. Prometí extinguirme y supuse, que el bandido hizo lo mismo, porque no volvió a aparecer por mi casa. -Mejor que mejor... - observé mi rostro en el espejo de la entrada. Intenté controlar el llanto. Pero nada... -¿Estáis llorando? - Llorando yo... me limpié las lágrimas con discreción para darme la vuelta y mirar a Charles, dura como el mismo suelo que estaba pisando -Saca la maleta por la puerta de atrás. Rápido - este me hizo caso sin rechistar. Yo esperé dentro, plegando un pequeño extremo de las cortinas, para ver la calle. Y lo que vi me impactó. Identifiqué a un hombre, con gabardina ¿Bigote? no veía con nitidez -Otro poli... - ¿Qué si no, así vestido? -¡Señora! - apareció Charles como de la nada, matándome casi de un infarto. Corrí las cortinas con rapidez, intentando tranquilizar la respiración ¿Qué pasaba ahora? -¡El cochero no está! - ¿Qué no estaba? tenía que hablar en broma... -¿Quiere decir que ha desaparecido? - mutis expresó, alzando los brazos, sin saber más del asunto. Esperé que ese cabrón de la puerta no tuviera que ver en esto. Creí que me había librado ya de ellos -Hay que joderse... - sin más dilaciones y teniendo en cuenta que se me había ido todo de las manos, cogí el revolver que guardaba tras un par de libros y me aseguré de que el extraño aún estaba allí. Mis tacones repiqueteaban por toda la casa, nerviosa siendo en sí una mujer a la que mucho le cuesta quedarse quieta. No supe si sentir alivio o temor. Porque el tipo ya no estaba frente a la puerta. Así que salí por la parte de atrás de la casa sin la maleta. ¿Cargada hasta el barco? ¡Ni hablar! ya me compraría allí ropa, donde fuera que fuese. Caminé despacio, ocultándome entre las paredes de los edificios, para no ser vista. Y entonces el tiempo se paró. Porque vi al tipo de la gabardina. Era él... estaba convencida. No entendí que hacía parado frente a un teatro. Y no cualquier teatro. Allí le escuché por primera vez... las imágenes vinieron salidas de la nada y yo no quise recordarlas ¡No más dramatismos! En menos de un minuto estuve tras su espalda. Lo tenía a tiro... y puse el revolver justo en su cadera, ocultándolo a cualquier ojo. ¿Era poli o era mafia? Ya dudaba de todo... -Ni te muevas...


[off; esos sustos son muy malos...]
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Mensaje por Tristán Evans Lun Abr 18, 2011 9:02 pm

Tantos recuerdos… No, definitivamente así no se podía vivir ¿Por qué mi cabeza no podía dejarlo ya? No le bastaba. Era tan divertido torturarme así.
Miré el suelo perdido, ese mismo suelo que hace tiempo estaba plagado de panfletos ¡con mi nombre! Uy, mi nombre, ¿dónde fue a parar? “Un completo gilipollas.” En eso me había convertido. “No sé cómo todavía no has tenido los cojones de tirarte un tiro.” Imagino que ya lo harán otros por mí. Era mucho más sencillo. Ya no tenía claro cómo acabaría, pero estaba por ver.
Entonces se me vino el mundo encima. Algo, no sé qué mierda estaba haciéndome presión por detrás, no podía asegurar qué era, pero no olía nada bien.
-Ni te muevas...- ¿Era una mujer? ¿Quién? Ya ni lo sabía, conocí tantas que podía ser cualquiera. Por lo menos la noté decidida, mucho. Llegué a la conclusión de que me estaba apuntando con un arma ¡ni que fuera la primera vez!
Sin que lo pudiese notar dejé el dedo en el gatillo, lo utilizaría, me daba igual quién fuera, y las razones que tuviera para acorralarme así.

–Qué bonito… moriré de un tiro por la espalda.-
Murmuré con una sonrisa socarrona. –Venga, valiente, hazlo.- la animé confiado. Tenía que actuar ya, vaya ser que se le ocurriera hacerlo, y se acabase todo. –Seguro que lo estás deseando.- En el momento en el que terminé de alargar el tiempo ya tenía fuera el revólver, lo hice lo más rápido que pude, apartando el arma que me apuntaba de un codazo, cayó al suelo, quedó oculta entre ambos ¡Será posible! ¡Así que era verdad, quería matarme! Pues sí que había que andarse con ojo por aquí.

Justo cuando la había apartado la apunté en el vientre, y apreté igual, como ella misma había hecho, mientras que con la otra mano la mantuve agarraba por la espalda. Al hacerlo vi como unos suaves rizos danzaron de un lado a otro, muy lentamente, aturdiéndome, parpadeé sin perder la concentración. Ella quería matarme.

–Mal jugada, muñeca.-
sonreí victorioso. No, nadie nos había visto. Bueno… era hora de revelar la identidad de la susodicha. Y fue ya cuando me quedé muerto y deshecho, no podía creérmelo, incluso la solté, creí que era algún tipo de visión, otra de las tantas que había tenido. ¿Estaba loco? ¡Loquísimo! Abrí la boca, intentando articular su nombre, pero la primera vocal se me atragantaba. No podía ser, ella…no estaba aquí… Ella no. ¿Cómo iba a querer matarme? -¡Márchate!
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Mensaje por Alma Dupont Lun Abr 18, 2011 10:43 pm

Se quedó quieto de inmediato. Un hombre que no deseaba morir, pues hizo caso. ¿Y ahora qué? Mi casa no quedaba lejos. Secuestrarle y hacerle cantar. Para quién trabajaba. Por quién se tomaba tantas molestias. Y finalmente lo que quería de mí. Muchas preguntas debía responder dicho señor y no era un lugar apropiado, para chantajear a nadie –Qué bonito… moriré de un tiro por la espalda.- y encima con cachondeo. Peor me tomé yo que viniese a cotillear a mi casa –Venga, valiente, hazlo.- la mano comenzó a temblarme cuando volví a oír su voz. Era tan familiar... Creí que se trataba de una confusión. Sí, eso tenía que ser. Confundida por mi obsesión de volver a ver a Tristán -Cállate... - susurré entre dientes, apretando el arma contra su costado. E intenté ver su rostro, aunque sólo fuese de perfil para asegurarme. Pero no lo logre. Me faltó bien poco –Seguro que lo estás deseando.- Apenas parpadeé, la pistola se desprendió de mi mano. Justo al suelo. Y no me dio tiempo a recuperarla, porque el muy mísero me cogió por banda ¡Con pistola y todo! haciéndome callar y desequilibrando mis esquemas. Sin saber aún quien era, yo no andaba mal encaminada. Cualquiera no va con un arma por ahí.

Presión en mi espalda ¿Pretendía arrancarme la columna? y la pistola dispuesta y apunto, para hacerme otro agujero en el estómago. Este abierto... Debí matarle cuando tuve ocasión, sin importarme quien hubiese a nuestro alrededor. Luego salir corriendo rumbo a cualquier país ¡Y fin de la historia! Pero no podía regresar al pasado. Y el presente me dio de lleno en la cara -Mal jugada, muñeca.- ¿Muñeca? que no se creyese tan seguro y confiado. Yo tenía un cuchillo justo en el muslo y soy muy rápida de manos. Encima sonreía el muy cabrón. Porque por culpa de la capucha, fue lo único que vi. Su sonrisa y ese bigote... ¿Apretaría el gatillo sin más o también era un cobarde? Eso insinuó de mí antes ¡Encima!. Pues si quería matarme ¿A qué estaba esperando? Ya tengo el pasaporte preparado con estancia reservada y todo. Habitación 666 en el mismísimo infierno, tío... ¿Crees que me preocupa? ¿Qué no lo tengo asimilado?

Mi corazón empezó a latir aprisa, cuando note mi camuflaje caer hacia atrás. Nos descubríamos las caras. Y en esos pocos segundos, pasaron por mi mente millones de cosas. Un policía... confirmado. Porque de lo contrario ya me habría matado. Ahora me pondría las esposas e iría a comisaría con él. Prefiero morirme... Cerré los ojos con fuerza respirando angustiada ¿Y ahora? El hombre no se movía. tampoco me disparaba. Abrir los ojos me aterraba demasiado. Silencio hasta que dijo por fin algo -¡Márchate! - ahora si que los abrí, encontrándome con el hombre de mi vida, muy a mi pesar. Pero... ¿Qué le había pasado? Parecía enfermo, como si no hubiese dormido desde hace... ¡Ni se sabe! Y sí. Llevaba bigote y parecía de pega. Vale que yo no estaba muy bien de la cabeza. Pero él estaba fatal. Lo vi en sus ojos, como demacrado. Y ese grito, como si yo fuese una extraña que poco le importaba, o quisiese verme desaparecer del mundo. Fue entonces cuando me lo cuestioné -Marcharme... - supuestamente, era lo que pretendía. Y sin embargo me quedé allí parada, frente a él. Intentando reconocer su rostro. O que manifestara una parte de él, familiar para mí. Pero me dio la sensación de que ya era imposible. Todo por perdido. Era un ser roto al que me acerqué, tomándole por las mejillas con cierta nostalgia.

-Creí que no volvería a verte jamás - mi voz se volvió aniñada, distante a mí propia voz, que por derecho me pertenecía -¿Qué te ha pasado? - menuda pregunta más tonta, si todo era por culpa mía. Pero consiguió desconcertarme -¿Vas de incógnito? - en otras circunstancias me habría hecho gracia. Pero supongo que no era el momento -Marcharme... - volví a repetir con cansancio, deteniendo la mirada en sus labios. Era una decisión difícil, teniéndolo tan cerca. Besarle... Ojalá. Quizás me escupa. ¿Si prometió volver a buscarme, por qué me pedía que me marchase? Bueno, pedir.... tampoco lo pidió ¡Me lo exigió! ¿O es qué estaba metido en algún aprieto y temía que me viesen con él? O quizás se olvidó de mí -¿Te persigue alguien? - seguí preguntándole con seriedad. Si así era, a mí me incumbía. Y me dio la sensación de que, si así era, no me lo diría. Aguardé unos minutos, antes de volver a hablar -Fui yo quien te sugirió tal idea. Y aquí estás... - le recordé y logré apartar la mirada de sus labios al décimo intento, soltándole también, para poder observarle desde lejos. Menuda gabardina...
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Mensaje por Tristán Evans Mar Abr 19, 2011 2:14 am

Era tan real “Sigue engañándote”. La miraba y la miraba sin ninguna gana de apartar los ojos. Es hora de que te esfumes “¿Así todo tendría más lógica?” Bueno…aunque solo fuese la visión de mi desquiciada cabeza, lo agradecí, porque podría ser la última vez que la viera, aunque realmente no fuese ella. Resultó ser que había llegado a mi límite de desesperación. Aceptado. -Marcharme... – ¡Incluso hablaba! “¿No lo hizo antes?” Una auténtica locura, si seguía así tomaría el camino más fácil. Tanto sufrir ¿dónde se ha visto? ¡No me van a beatificar! Además… ¿Santo de quién? ¡De risa!

La materialización de Alma se estaba acercando a mí, algo había en sus ojos. ¿Retroceder? ¡Menuda estupidez! Me tocó…qué sólida parecía, suave. Empeoraba…empeoraba y mucho ¿Por qué me hacia esto? ¿Qué le había hecho yo? ¿O por qué me lo hacía a mi mismo? Vamos bien, vamos de puta madre. Juraría que tenía la cabeza en otro lugar. -Creí que no volvería a verte jamás – “Pues ya ves”. Sonreí como un idiota, o lo que para mí fue una sonrisa, oculta bajo esa mata de pelillos. -¿Qué te ha pasado? – ¿Pasarme? ¿A mí? “¿Pasa algo Tristán…o tengo que llamarte…Luigi Richman…o Johann Metternich, o…mejor dicho Henry Cabur? ¡No! Anthony Morrison…así te llamas ahora ¿no?” La cosa es, que no supe qué responder. -¿Vas de incógnito? – ¿Por qué creía eso? Ella me había reconocido… así que de haber sido tal, no valía para nada. -Marcharme... – ¿Ahora se iba a marchar? “No, ahora no…” ¿dónde miraba? ¿Al bigote? Puede que llamase demasiado la atención. -¿Te persigue alguien? – Espero que no… ¡qué manera de fastidiar el momento! La miré con una especie de puchero en los labios. Estaba de lo más comunicativo. Ya me había acostumbrado a la vida de ermitaño, me iba al guante. -Fui yo quien te sugirió tal idea.- Ya está…muy real para no ser cierto. Hablaba demasiado, mis visiones no conversaban tanto.- Y aquí estás... – Entonces…era cierto ¡La había encontrado!

-¡Te he encontrado!-
exclamé sin ocultar mi entusiasmo. Se había separado de mí, pero ¡qué era esa distancia comparada con la que nos separó estos meses! Volví a acercarme a ella guardando el revólver en el bolsillo. –No me separo de ella…desde…- tragué saliva, cogiéndola por la cintura. No, no volvería a escapárseme. Iría yo detrás. –ya sabes…y veo que tampoco tú.- me quedé enfrascado de su mirada durante unos segundos.
–Alma…no…podía más… Tenía que volver.-
seguramente eso le demostraba lo débil que me había vuelto. Se avergonzaría de mí…o peor aún le habría decepcionado. Intenté ser dependiente, pero me pudieron las fuerzas, ¡y la presión! –Volver a verte ¡por Dios!- Parecía tan imposible, pero ¡no! Esto fue cosa de la magia, estoy seguro. “Y dale”. –Puede que no sea el mismo de antes…pero lo que no ha cambiado nada…es lo que siento por ti.- reí apagadamente pasando una mano por su mejilla. –por ti, Alma. Solo me queda eso.- no pude evitarlo por más tiempo, despacio, había pegado mis labios a los suyos, presionándolos como soñaba que haría, como recordaba. Aún estaba alterado ¿cuándo no? Siempre alerta. Me separé unos centímetros, con los ojos fijos en el fin de aquel beso. –Perdóname por no cumplir lo hablado… pero no me pidas que vuelva a marcharme…Porque no te escucharé.- murmuré convencido. –Entonces…- sonreí nuevamente. -¿no te gusta mi nuevo yo?-me pasé dos dedos por el bigote. –Yo creo que me queda bien… Me da un toque…sofisticado.- se me escapó la risa.

………………----------------------…………………………---------------------
A la misma hora, dos calles más abajo. Los malhechores tramaban algo. Ya nos habían visto, pero consideraron que todavía no había llegado su momento. Decidieron dejarnos un rato de libertad, en realidad se divertían a nuestra costa en las sombras.
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Mensaje por Alma Dupont Mar Abr 19, 2011 4:34 am

Peor de lo que me imaginaba. Parecía estar en estado se shock. Y cuando creí que no reaccionaría nunca, exclamó, gritando a los cuatro vientos -¡Te he encontrado!- y así era... después de tanto tiempo. En mi cara empezó a manifestarse una ancha sonrisa, sin perder de vista cada movimiento que hacía. El primero; guardar el revolver –No me separo de ella…desde…- No hace falta que me des explicaciones... Le quedaba bien llevar una pipa. Le daba un toque peligroso. Y a mí me volvía loca –ya sabes… - Sí... articulé únicamente con los labios, en un siseo, catapultada a otro planeta -y veo que tampoco tú.- mi pistola yacía inerte en el suelo, como un objeto barato de poca importancia, ahora inservible si ninguna mano la sujetaba. Pero enseguida volví a clavarle los ojos, enfebrecida yo toda por dentro. Si me fuera el canibalismo, ahora mismo se me estaría haciendo la boca agua, relamiéndome sólo de mirarlo –Alma…no…podía más… Tenía que volver.- No le culpé. Yo era incapaz de irme. Sabía que podía suceder, si me topaba con él. Pero quizás esa fuera la diferencia entre nosotros. A mí no me retenía nada allí a excepción de Tristán . No tenía amigos fieles. Tampoco tocaba en un grupo, ni dejaba nada en Londres, de gran importancia. Curioso... millonaria, y no tenía nada de valor sentimental, salvo un puñado de joyas –Volver a verte - no era verdad ¿Era verdad? Di un paso, descompuesta. No sabía si llorar o reír ¿Era yo eso tan valioso? -¡por Dios!- ¡santísimo! –Puede que no sea el mismo de antes…pero lo que no ha cambiado nada…es lo que siento por ti.- ¡Dios! ¿Estaba llorando? me toqué la cara ¡Estaba llorando!

Ahora me iba a enterar de lo que valía un peine...
Sufrí una colisión, únicos culpables sus labios, que consiguieron desequilibrarme del todo. Y el cerebro me hizo un clic. ¿Por qué tanto quebradero de cabeza? ¡Con lo fácil que resultaba todo! ¿Para qué contarle mi secreto? Sólo conseguiría salpicarle malamente. No era bueno echarle más mierda encima ¿Y qué si no podía volver a casarme con un hombre rico? Quizás lograse convencerle para robar bancos. Un lindo futuro a costa de robar a los ricos. Igualito que Robin Hood... No quería irme si no era con él. En realidad no existía un mañana, si no me despertaba a su lado. Si voy a ser egoísta... ¡hagámoslo bien! –por ti, Alma. Solo me queda eso.- dijo a escasos centímetros de mí, drogándome como sólo el sabía –Perdóname por no cumplir lo hablado… pero no me pidas que vuelva a marcharme…Porque no te escucharé.- y siguió embelesando a la pitón con su recital. No quería ponerme como una salvaje en medio de la calle. Pero sólo hablarme, con esos ojos y tan cerca... -Entonces…- sonreí colocada al mismo tiempo que él -¿no te gusta mi nuevo yo?
-Pareces más músico que nunca - musité con la ceja alzada, pilluela de mí -Pero de violonchelo. No de saxofón - a mi impresión... ¡Un clásico! –Yo creo que me queda bien… Me da un toque…sofisticado.- Así que... sofisticado. Bueno... no me enamoré de él, porque tuviese el labio despejado, precisamente. Sonrisas por un lado y manos escalando el cuerpo de mis deseos, por otro; de aquí no se mueve nadie.

-¿Y si me da igual... qué contestas? - no le daría tiempo. Me colgué de su boca con agresividad, como toda una equilibrista y con maestría introduje mi lengua sin dejarle un respiro. Si me hubiesen dado tres pelotas, abría hecho malabares. Todo el carmín desparramado cuando no me quedó otro remedio que separarme. Porque la acera empezaba a resultarme muy cómoda. Una mujer de expectativas -Larguémonos - articulé entrecortadamente, aún sofocada por mi propio arrebato. O con él o con nadie -Tú y yo... solos - él era mi único equipaje y la idea empezó a emocionarme. Nunca creí volver a sentir ilusión. Pero allí estaba, contagiándome de cabo a rabo -A la mierda todo - reí con inquietud. No éramos unos inútiles. Seguro que sabríamos como apañárnoslas. Y me estaba desahogando de lo lindo -Que les den por culo - mis palabras ahora sonaron con dureza. Ni yo misma supe a quien me refería ¡Pero para alguien seguro que iban! -¿Qué me dices? Borrón y cuenta nueva - volví a besarle con impulsividad, sin dejarle tiempo a que contestara, por segunda vez consecutiva. Nunca supe controlarme. Menos en su presencia, rozando el fuera de serie.

-Eres el único hombre al que puedo amar - derrotada sobre sus labios... -tú nombre retumba en mi cabeza como un toque de queda. - igual que una campana... -Mira que me levanté... creyendo que la tarde sería peor, que una lucha a campo abierto, pero... - resplandor a mi alrededor y suspiros por doquier... Antes incapaz de esconderme en ninguna parte y ahora con tanto cobijo. Ni un abrigo de piel de visón, daría más abrigo -...me has solucionado el día.
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Mensaje por Tristán Evans Miér Abr 20, 2011 11:37 pm

¿Cómo que de violonchelista? ¡La fibra no, eh! Con lo presumido que era. Mi estética debía ir necesariamente afín con mis gustos. Tenía la importancia que yo le daba ¿por qué me complicaba tanto? -¿Y si me da igual... qué contestas? – Pues…” Imposible responder. Me vi absorbido por su avidez, sí, que me echaba de menos. Apreté su cuerpo al mío con necesidad, olvidando lo que había dicho, esperando que no tuviera importancia. No era bueno recordando ni nombres, ni asuntos de relevancia, pero ¡qué importa! Si olvidar significaba esto, encantado, padecería de alzhéimer. ¿¡Quién está conmigo!? “Tristán, desvarías.” ¡Hagámoslo público!
Además no había perdido facultades ¿había practicado en mi interminable ausencia con otro? Esperaba que no fuera ese el caso… pero igualmente no se lo reprocharía. Oficialmente no estábamos juntos ¿no?


Me quedé medio ido, y algo mareado cuando se separó, se había manchado un poco, qué bárbara. –Larguémonos. – Larguémonos, repetí en mi cabeza, buscando el significado que ella le daba en el diccionario. Movidos por la impulsividad, no hay nada mejor. -Tú y yo... solos. – ¿Cómo se lo iba a discutir? No era tan mala idea, y aún siéndolo ¡no me importaba! En el pasado cuando nos encontrábamos solos, muchas veces la cosa no salió bien, y terminábamos bastante mal, pero eso…eso fue otro cantar. Sonreí con un poso paternal en los ojos, no sé, me lo inspiró en aquel momento. -A la mierda todo. – Aunque parezca que no, se me daba bien tirar todo por la borda, porque cuando me ponía, me ponía. Y después no daba pie con bola. -Que les den por culo – ¡Así se habla, cariño! -¿Qué me dices? Borrón y cuenta nueva. – No, hoy no podré decir dos palabras seguidas. Bueno, a mi me iba más la acción. Y ella, en su manual de instrucciones que guardo en el bolsillo dice textualmente que requiere unos cuantos 'meneos’ al día. Lo dice el manual ¡hay que cumplir! Todavía defectuosa no me ha salido, por eso tengo que engrasarla cada cierto tiempo, todas las veces que me viera capaz. Y yo ahora estaba bien dispuesto.

-Eres el único hombre al que puedo amar – Entreabrí los ojos, atontado por la melodía que parecía entornarme. ¿Entonces me había esperado... en todos los sentidos? Inconscientemente con el pulgar le limpiaba el contorno de sus labios. Tan preciosa ella. -tú nombre retumba en mi cabeza como un toque de queda. – qué suene, nunca está de más. Ahora había vuelto a mí, como así debía ser ¿quién habría predicho algo igual? -Mira que me levanté... creyendo que la tarde sería peor, que una lucha a campo abierto, pero... – ¿nos hemos quedado en las trincheras? Allí construiríamos nuestro “nidito de amor”, cursiladas aparte. -...me has solucionado el día.- Una ancha sonrisa se expandió sin remedio.
–Y tú, querida mía, me has ahorrado el trabajo de tener que secuestrarte.-
bromeé, aunque lo habría hecho de darse el caso. Volví a cubrir su cabeza con la capucha de su capa, ella era demasiado valiosa para mí. – Daría infinitas vueltas al mundo hasta encontrar el lugar idóneo donde quedarnos,- las mujeres eran más puntillosas en ese aspecto, ella elegiría hasta el color de las cortinas ¡como si lo viera!- tú, yo, y nadie más ¿cierto?- En cualquier parte, tan lejos como nuestros pasos nos permitan ir. Me agaché un poco sin dejar de mirarla, tenía que coger el revólver que se había caído, y lentamente volví a incorporarme con una sonrisa traviesa. No había engordado ni un gramo, hasta diría que había perdido peso. -¿Es una promesa?- oculté el arma en sus manos, mientras besaba su cuello ardientemente.
Desayunaríamos juntos, nos bañaríamos juntos, leeríamos juntos, pasearíamos juntos, envejeceríamos juntos. Espera ¡¿envejecer?! Había a quienes les encantaba la idea, a mi no tanto “arrugarse, la próstata”, y se me notó. “Eso ya se verá”.
Juntos, pero no revueltos.- entredije entre risas, separándome de su vertiginoso cuello de cisne. Mi corazón hacia tiempo ya que había volado con el de ella. ¿Cómo se puede sentir tanto por alguien que has detestado tanto? Lo que tiene la vida… -Nos iremos hoy mismo si así lo quieres. No se lo diremos a nadie.- susurré como un niño. Fugarnos de los oscuros recodos de nuestro pasado.
–Alma…Alma…-
comencé a volverme loco besándole el rostro sin parar. –Alma.- cuántas veces repetí su nombre en noches de insomnio. –No necesito más.- suspiré entregado. Y rápidamente cogí su mano.
–Quiero tomar algo dulce ¡con la mujer más dulce!-
Todo me sonaba tan edulcorado. Pero aquello también era una excusa, para verla comer algo.
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Mensaje por Alma Dupont Sáb Abr 23, 2011 3:43 am

Adoraba verle sonreír ¿Ahora me comportaba como una estúpida enamoradiza? –Y tú, querida mía, me has ahorrado el trabajo de tener que secuestrarte.- reí como si la idea me emocionase. Yo atada de pies y manos sin posibilidad de escape. ¿Y para qué iba a desear fugarme de sus garras? Siempre adoré el riesgo, más en manos de un bandido como él sin piedad. Mi Paris... ahora cubriéndome el rostro con la capucha, para ocultarme ¿Dispuesto a llevarme donde fuese? – Daría infinitas vueltas al mundo hasta encontrar el lugar idóneo donde quedarnos,- uno de mis dedos tomó rumbo hasta el primer botón de su gabardina. Sólo jugueteaba con él, mientras imaginaba ese lugar idílico. Pero el botón temblaba entre mis manos, sabiendo que terminaría fuera del agujero ¡Igual que el resto! Ya dije que la calle empezaba a parecerme reconfortante - tú, yo, y nadie más ¿cierto?- así es... para qué querer más. Tres son multitud y cuatro se considera exceso de equipaje. Le observé desde las alturas. Se agachó a recoger mi Magnum 44 de doble cañón. Y pude ver su sonrisa traviesa, atravesándome oh mon dieu... preguntándome cual sería su siguiente paso -¿Es una promesa?- a la que giré el rostro, con el revolver en mis manos, sus labios profanaron mi cuello, yo incapaz de soltarle ni a él ni a la Magnum. Mis terminaciones nerviosas ya daban palmas de alegría recordando cómo era sentirse entre sus fuertes brazos. –Juntos, pero no revueltos.- cosquilleo por sus risas. Con los ojos cerrados le retuve todo lo que pude acompañándole. Revueltos como croquetas en realidad. Pero me estaba saliendo del tema. Es lo que pasa cuando pierdes la consciencia.

-Nos iremos hoy mismo si así lo quieres. - ¿Lo decía en serio? mi sonrisa se hizo grande, recostándome sobre su pecho -No se lo diremos a nadie.- Sí.... y qué narices le importa al resto. Bien dicho, capricho de mis ilusiones. –Alma…Alma…- como loco sin parar de repetir mi nombre, deleitándome con su recital de besos por aquí y por allá. Perdí la cuenta... –Alma.- yo estaba que me subía por las paredes, más salida que el pico de una mesa, agarré con fuerza la gabardina pegándole contra mí, hasta que sentí que me costaba respirar. Y aún así, no estaba lo suficientemente cerca ¿Demasiada pasión? Se que no me controlo –Quiero tomar algo dulce ¡con la mujer más dulce!- dulce yo. -Sí. como un pastelito de chocolate- ¡Y qué más! alcé una ceja descontenta. ¿Comer algo? Por supuesto. A ti... pero eso sólo lo pensé. Aunque mi mirada no deparaba ninguna merendola en el jardín, con mantel de cuadros sobre la hierva, pan tostado y mermelada. llevarlo a mi casa, tirarlo sobre la cama... la idea sonaba de maravilla. A ver si con la tontería, iba yo a secuestrarle a él.

Pero de inmediato un sonido extraño me devolvió a la realidad. Miré a Tristán sin saber que era. Y poco a poco mis ojos bajaron hasta el estómago. Era el mío y gritaba "comida" ¿Cuándos fue la última vez que comí en condiciones? Ya ni lo recuerdo. -Sí... Comamos algo -¡ A veces la depresión no te deja hacer nada más, salvo contemplar la pared vacía. -Vayamos a esa taberna - señalé con la cabeza al establecimiento de mi izquierda -Hacen un pastel de carne... - me colgué de sus hombros, mordiendo su barbilla sin poder controlarme -... que es para chuparse los dedos, te lo aseguro - sonreí pícara, separándome de él y así ponernos en marcha.
¿Nuestro primer almuerzo? Pasé uno de sus brazos por mi cintura sin dejar de sujetarme a él. Mis cabellos se desparramaban por todo el pecho de Tristán, oliendo la dulce fragancia de su cuello. Cerré los ojos, dejando que me guiara hasta el lugar. Si tropezaba, sabría cogerme. Tenía buenos reflejos, a pesar de parecer mayor que yo.

Al llegar a la taberna, me senté junto a él. Nunca me gustó tenerle en frente ¿Cómo tocarle si no? Y el barman se acercó a nuestra mesa para tomarnos el menú. Pedí entre toda la comida de la carta, el susodicho pastel de carne. La comida inglesa no me desagradaba, después de haberme hinchado a queso y paté durante tantos años, en París. Luego saqué la pitillera. Coloqué uno de los cigarros entre mis labios. Lo prendí con ayuda de un fósforo aspirando una única vez. Y se lo pasé a Tristán. Repetí el mismo proceso con un segundo cigarrillo. Este para mí. -¿Qué has hecho todos estos meses? - murmuré perdiendo la vista en la ceniza que dejé caer sobre un recipiente de arcilla. ¿Tan terrible habría sido su situación? Porque para mí no fue grato. Un polizonte me siguió. Un loco me mordió, vete a saber cuantas veces... Y Tristán no estaba. Observé sus ojos con detenimiento. Deseaba ver en ellos lo que no fuese a contarme. Pero también estos eran mentirosos -¿Sigues tocando el saxofón? - la música consigue verdaderos milagros. Por lo general iluminaba el rostro de las personas en los momentos melancólicos. Además, era demasiado bueno -Llevo unos días tarareando una canción - le conté pegando otra calada a mi tabaco -Era incapaz de recordar donde la había oído - nunca tuve buena memoria y siempre me hizo gracia ese defecto. Podía resultar molesto. Pero adoraba la cara que ponía mi vecino cuando le llamaba Bruno. Resultó que era el nombre de su perro -Resultó que era tuya - ¿Intentaba animarle para que no lo dejara, tomásemos la decisión de irnos o no? Porque despertarte con un sonido semejante a manos de un hombre como él, te traslada a una mañana, en la gran Nueva Orleans. Y eso era digno de verlo.
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Mensaje por Tristán Evans Mar Abr 26, 2011 12:38 am

-Sí. como un pastelito de chocolate- De los que se te repiten y te engordan, habría puntualizado, pero callé. Para una vez que quería ser “agradable”. Lo estaba poniendo todo de mi parte, parezca que no. Aunque nunca se sabe lo que puede llegar a pasar por un descuido tonto. Me quedé parado esperando alguna respuesta por su parte. Vi como se miró la tripa ¿qué pensaría ahora? “no quieras saberlo. Cosas de mujeres...” -Sí... Comamos algo – El plan había colado sin ningún contratiempo. Aplausos. -Vayamos a esa taberna – Dónde sea. -Hacen un pastel de carne... – Empecé a sonreír cortándome un poco ¿de qué estábamos hablando? Muy entregada, sí. Me mordió desatada ella, como echaba de menos esos arrebatos suyos. Mientras, ideaba algo más suculento para el postre…Tendría suficiente para el resto de la semana, lo puedo corroborar. -... que es para chuparse los dedos, te lo aseguro – Chupar…te diré yo dónde. Esto fue algo de lo que entre otras cosas se me pasó por la cabeza. Sé que moví las piernas, pero estaba tan centrado en Alma que no vi más allá. Me obcecó. La sujeté por la cintura, ambos pegados como lapas. –Estoy deseando probarlo.- La vi cerrar sus brillantes ojos, por lo que era recomendable volver de mi mundo, para velar por su seguridad, y la mía, así que encaminé nuestros pasos hasta el establecimiento, apoyando la mejilla es su cabeza.

Abrí la puerta, analizando el percal, no estaba mal, de una escala del uno al diez, le pondría un seis y medio. Antes de sentarme me quité la gabardina, y ya preparado deslicé el brazo izquierdo sobre sus hombros, no tenía por qué ocultárselo a nadie. No tardó en llegar el camarero, así me gusta, rapidito. Pedí lo mismo que ella, porque pensé que no sería bueno comerme todo lo suyo. A veces no tengo fondo. A parte, ya estaba acostumbrado a la comida regional tan distinta en un lugar y en otro. Pero sí que es cierto, que puedes llevarte alguna que otra sorpresa con la comida. Pero eso se sufre en silencio. Me sonreí yo solo, fijándome en lo que hacía la señorita de mi lado. ¿Me lo había encendido…para mí, o para compartir? Eso sí que fue una verdadera novedad viniendo de ella. –Mmmmh, gracias.- lo tomé entre los dedos, dándole una enorme calada. Buen tabaco señores. Eché el humo hacia el otro lado, mirándola con una sugerente intensidad. ¿Cuándo no estuvo para comérsela? ¡Nunca! La mires por donde la mires, siempre brillante.

-¿Qué has hecho todos estos meses? – Aunque pueda parecer lo contrario, no era fácil de responder. Lo más fácil habría sido decir: “nada, de aquí para allá”. Pero pensaba decirle la verdad, ahora o más tarde, tendría tiempo o eso pensé. Ocupé mi boca con el cigarrillo, mejor sería dejarle hablar a ella primero. -¿Sigues tocando el saxofón? – sonreí amargamente, mirando las cenizas que dejaba caer en el suelo. –No tanto como quisiera…- murmuré algo decepcionado de mi mismo. Pero entre las muchas cosas que tuve que hacer estos meses para subsistir, trabajé, pero no musicalmente hablando, que va, con eso no tenía ni para pipas. Hice cosas que nunca pensé que haría. Soporté cargos y carretas diariamente, menudos jefuchos que tuve. Menos mal que decidí dejarlo todo.

-Llevo unos días tarareando una canción – La observé con atención, encontrándola ensimismada en sus pensamientos. -Era incapaz de recordar donde la había oído – Eso a veces ocurre, a mí no, pero sé de otros a los que sí. Pero supe que no era momento de pavonearme de mi talento. -Resultó que era tuya. – Aquello me enterneció de una manera aplastante. Era triste imaginarse tal escena, triste hasta rabiar, pero Dios, no había mejor piropo que pudiera recibir en este mundo o el paralelo, que el salido de sus labios. –Curiosa la música…- apoyé el cigarrillo en el cenicero para descansar la mano cerca de su rodilla, levanté la vista para encontrándome muy cerca sus ojos. – que queda grabada en el corazón de la amada,- rasgando las notas en carne viva, como por arte de magia. Casi toqué su nariz.- como único recuerdo de su amante.- sonreí de lado, apretando ligeramente la mano que arrugaba su vestido, amenazando con colarse locuelamente por el primer hueco que viera. No pensaba hacer nada inapropiado delante de todo el mundo, pero me costó…mucho. –Incluso mejor que una carta.- reí rompiendo el ambiente meloso. Fue premeditado, pero el camarero se acercaba con los cubiertos y el pan. Y allí los dejó envueltos en un trozo de papel.
–Estos meses…han sido fatales.-
comencé volviendo a coger el cigarrillo, como si eso me animara a seguir. –Cada mes, peor que el anterior…- Vale, era preferible dejar la tragedia, a fin de cuentas ya no tenía nada por lo que sufrir.
–Fui a Noruega…-
a Hordaland para ser más concretos.- allí siempre hace frío, si por suerte tienes dos días de sol, ocho disfrutas de sus nubes,- esas nubes cargadas de lluvia, esas.- pero es…- es…es…- bonito.- naturalmente hablando. Eché el humo en la última palabra, robándole todo el sentido.
–Busqué otro trabajo.- qué denigrante sonaba. –Allí todo es distinto, son muy de su tierra, no entienden…lo nuevo.- pero ¿quién era yo para echar sapos y culebras por la boca? –Entre mi alemán y lo que sé de inglés, pude ayudar a un pescador en toda la venta aquella…- sonreí evocador, recordando al viejo gordo.- En mi vida había destripado a un pescado… apestoso, Alma…- apagué el cigarro riéndome de mi mismo. -Al poco tiempo me gané su confianza, y me dejó dormir en la guardilla de su casa.- tenían una buena chimenea, de eso no podía quejarme.
–Rolf…así se llama el tipo, al verme con la moral por los suelos, me colaba a la hora del desayuno la frasecita de “tendrías que casarte con Miranda, jovencito, dentro de poco cumplirá dieciséis, y no para de hablar de ti”.-
No sé que me aterraba más. –Era para echarse a temblar. Hermosa estaba…sí…- por todos sus lados, con esas trencitas rubias que se hacía. –Tan “mullidita.”- Había que dejar correr ese punto.
-Tocaba…de vez cuando…para divertimento de algunos.- Tras un largo silencio la miré.
–No dejaba de pensar en ti, en lo que estarías haciendo, y en cómo estarías, obsesionándome con quién andabas. O si me habrías olvidado…-
dije apresuradamente encogiéndome de hombros, algo inquieto. Le estaba revelando mis temores inconfesables.
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Mensaje por Alma Dupont Sáb Abr 30, 2011 3:03 am

–Curiosa la música…- Sí... igualita que tú... ¿Qué buscaba por debajo de la mesa? Estuve a punto de pegarle otra calada al cigarro, pero su mirada me detuvo – que queda grabada en el corazón de la amada,- titubee con la mano un par de veces y pestañeé absorta, perdida en algún recoveco de su profunda voz. Se le daba de coña, dejarme sin palabras - como único recuerdo de su amante.- no era el único. Pero eso no se lo diría. Antes muerta que mostrar mi debilidad delante de él. ¿Se proponía algo con esa mano o era su sonrisa, la única culpable de mi desmorone? A saber... –Incluso mejor que una carta.- rompió el clímax con una risa que consiguió llenarme el pecho. Pero fue el camarero el responsable de devolverme a la realidad. Mi cigarrillo estaba prácticamente consumido, con la ceniza quilométrica aún erguida sobre la boquilla, menudo incendio había producido, todo lleno de escombros y él tan tranquilo. Me habría pasado las horas muertas escuchándole, sin parar de recorrer su cuerpo con mis ojos, yendo de un sitio a otro, locos por querer abarcarlo todo. Y es que Tristán es un tipo grande, en todos los sentidos.

Dejé el cigarro sobre el cenicero, encontrándolo inservible, disimulando con otra sonrisa. Necesitaba tiempo para volver al mundo real y el margen era escaso –Estos meses…han sido fatales.- escuché atenta, pero sin dejar de juguetear con uno de los cubiertos, golpeándolo contra la mesa. ¿Fatales en qué sentido? Mi pulso se aceleraba a medida que hablaba –Cada mes, peor que el anterior…- muy mal tuvieron que ser esos tiempos, si dejó de tocar el saxofón. Pero me puse como retó hacer que olvidara todo –Fui a Noruega…- alcé la vista ¿Y por qué allí? el tenedor seguía danzando de un sitio a otro -allí siempre hace frío, si por suerte tienes dos días de sol, ocho disfrutas de sus nubes,- ¿Por qué escoger un lugar tan triste? Quizás no tuviese dinero para embarcarse en una aventura mejor. El maldito dinero... - pero es…- qué - bonito.- soltó el humo, dibujando en el aire las mismas nubes que encapotaban dicho cielo. Quise seguir escuchándole, ahora que parecía dispuesto a contármelo todo. No vaya a ser que se arrepienta –Busqué otro trabajo.- apreté el tenedor con fuerza, clavando las puntas en el mantel, enrabietada. ¿Y su sueño? Yo nunca tuve ninguno y me empeñé en desear que Tristán lo consiguiese –Allí todo es distinto, son muy de su tierra, - Por favor, historias de vacas no... cogí aliento, esperándome lo peor -no entienden…lo nuevo.- los hay de mente cerrada, aquí como en todas partes –Entre mi alemán - ¿alemán? espera un momento... No sabía casi nada de él. Pero nunca se nos dio bien hablar. La mayoría de las veces terminábamos odiándonos ¿A ver quién aguanta más sin respirar? igualitos que dos niños ¿O quizás me lo dijo? tengo memoria pez... -y lo que sé de inglés, pude ayudar a un pescador en toda la venta aquella…- que horror... como tenía que oler... Igual que el pescado de la mesa de al lado. El padre de la familia, apretaba con el puño la cabeza de su hijo de forma cariñosa. Su mujer reía cómplice, mientras introducía otro pedazo de salmón en la boca de su hija - En mi vida había destripado a un pescado… - no hace falta... -apestoso, Alma…- ...entrar en detalles. No quise imaginarlo por temor a vomitar. Menos mal que pedimos pastel de carne, pues no habría tenido el suficiente estómago.
-Al poco tiempo me gané su confianza, y me dejó dormir en la guardilla de su casa.- seguro que con las ratas... ¿Y el frío? Si hubiese estado allí con él, le habría abrazado por las noches, como único consuelo. Escaso, lo se, pero sin soltarlo aunque nos despertara el amanecer –Rolf… - alcé una ceja -así se llama el tipo, - sus padres le odiaban. Seguro... -al verme con la moral por los suelos, - por qué pregunté... mis manos temblaban cada vez que mencionaba dicha tortura -me colaba a la hora del desayuno la frasecita de “tendrías que casarte con Miranda, jovencito, dentro de poco cumplirá dieciséis, y no para de hablar de ti”.- ¡¿Quién coño era Miranda?! detuve el tenedor en seco, muerta de celos ¡Si! ¡Muerta!
–Era para echarse a temblar. Hermosa estaba…sí… Tan “mullidita.”- sonreí con ligereza. Pero no me hizo ni pizca de gracia. Lo que habría dado yo por hablar día y noche de él. Pero Charles tiene poca paciencia y yo puedo llegar a ser muy pesada. Y lo que habría dado por verle todos los días ¿Vivía en casa con él? Verle despertarse por la mañana ¡Sí! ¡Muerta de envidia! la odiaba... -Tocaba…de vez cuando…para divertimento de algunos.- Siendo tan cazurros, seguro que se echó unas buenas risas a su costa. Que no me dijera más, que ya nos conocíamos –No dejaba de pensar en ti, en lo que estarías haciendo, y en cómo estarías, obsesionándome con quién andabas. O si me habrías olvidado…-

-Nunca - le interrumpí de inmediato, acariciándole el cabello. Siempre tuve muchas cosas en la cabeza y me consideraba una persona mental. Sí, el impulso nunca fue conmigo, hasta ahora... Y precisamente, nunca fui capaz de olvidarle, por ese mismo motivo. Su lugar no ocupaba mi cabeza, pues no puedes controlar algo que se escapa tanto de tus manos. Quedaba mucho más al sur, a la altura del pecho, por debajo de la piel, traspasando la inmensa coraza.
No tenía ganas de comer. Lo encontré absurdo. Y con los ojos humedecidos, me incliné, besándole con desmesurada ternura -Odio que hayas tenido que irte a Noruega, - culpa mía, nunca deseé verle desaparecer -que sólo pensases en mí, cuando debiste pensar en ti mismo primero... - romántico y poco egoísta. Pero no lo vi justo. Como si yo pudiese valorar lo que era la justicia ¿O estaba madurando? -que creyeses en un hombre mejor que tú - ridículo... -Eso es imposible - confesé abalanzándome sobre él, para abrazarle con fuerza. Destrozada por tanto dolor, temí no poder retenerle. O que volviese a suceder tal martirio. No quise ser necia. Sabía lo que suponía su vuelta. La dificultad de retomar el pasado y forjar un futuro. Pero no quise rendirme antes de tiempo. Sentí tanta fuerza, tantas ganas de cambiarlo todo, que me volví etérea, disuelta de tanto apretarle contra mí. Como si la idea de verle desaparecer una vez más, fuese imposible. Fusionarme con él. Así le acompañaría allí donde fuese. Y entonces sería yo la que hablase noche y día sin cesar, la que le recibiese recién levantado por las mañanas, aún atontado, pero sin borrar aquella sonrisa desgarradora, capaz de hacerme volar -antes prefiero morirme... - murmuré perdida en otra cosa y cabizbaja. Él o ninguno los hombres sólo son diversión y a veces resultan molestos -Pero sobre todo, - si vas a romperte, hazlo bien -odio que hayas dudado de mí ¿En tan baja estima me tienes? ¿Tanto carezco de humanidad? - Alma la fría, la que no siente. -Estás muy equivocado - algo cambió irrefutablemente -y odioso que dudes cuando fuiste tú, el responsable de volverme tan vulnerable - cuanto odio...

-Vámonos - repetí por infinita vez, como el tajo de un cuchillo. Deseo aplastante que no me dejaba pensar con la cabeza. Únicamente actuar por propulsión. Y con aquella sensación, recorriéndome las entrañas, agarré su mano con fuerza, haciendo que se levantara de la silla para salir corriendo de allí. Ideas de pagar, ninguna.
No necesitaba equipaje pero si dinero. Como no volví a casarme, no obtuve nuevos ingresos. Pero guardaba unos pequeños ahorros en caso de urgencia. Saqué el dinero del bolsillo, mostrándole el fajo de billetes ¡Allí, en la calle misma! Y me dieron ganas de llorar ¿el motivo? no lo se... -¿Te parece suficiente? - porque no podría volver a llevar esa vida de sangre y muerte. De egoísmo absoluto y demencia -No tengo nada más - y así sería siempre -Sólo te tengo a ti... - le besé con ímpetu, sin soltar los billetes, que quedaron a su espalda cuando le agarré. Respiré con fuerza, sin importarme dejarme los labios en carne viva. ¿Aún podríamos coger un barco? ¿Y a dónde nos llevaría? Que incertidumbre...
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