Flagelando la razón con la fé...

–Claro cuando gustes puedo cantar algo para ti, evitaré los coros sacros

-Te voy a tomar la palabra, Catalina- dije riendo.

-¿Cómo te hago sentir?- Sonreí pícaramente y no aparté la mirada de ella. Alzando una mano hasta llegar a su cuello, atraje su rostro al mío, inclinando su espalda para que pudiera acercarse.
Mis labios entraron en contacto con los suyos y mi lengua hizo presión para poder introducirse dentro de su boca.
El beso no duró mucho, dejé que se separara. En mis labios seguía dibujada la sonrisa picarona de antes y aguantaba la respiración para no romper a reír.
Con mucha fuerza de voluntad, tomé aire y me dispuse a hablar.

-Las palabras no son lo mío. Es más bonito expresarse con gestos… y estoy seguro que a ti te ha quedado más que claro que si intentara explicártelo con palabras ¿verdad?

-Me queda claro, aun que no entiendo porque te nace ese sentimiento por mí.

-¿Estás de broma?- dije conteniendo la risa- Tienes que estar de broma, o es que no te has mirado bien al espejo. Eres muy atractiva Catalina León y aunque intentes esconderlo, cada poro de tu piel desprende sensualidad y tu voz está cargada de erotismo- dije con una media sonrisa- y tus ideales religiosos… tu afán por aferrarte a la cristiandad te hace más suculenta, recuerda que si estás aquí es para ganar tiempo para poder corromperte- y le guiñé un ojo- y creo que estoy comenzando a conseguirlo ¿verdad?- Y antes de que dijera nada, volví a besarla pero esta vez el beso duró más.
El frio de sus labios entumecía los mismos. Incluso su lengua era fría al contacto de la mía, que intentaba despertarla para que ambas se unieran en un baile frenético- Mmmm delicioso- comenté cuando me separé de ella- Dime ¿Estás más cerca de caer en las garras de este malvado demonio?

-Debes tener a las mujeres que desees, de todo tipo, mortales, inmortales, rubias o de piel oscura, en cualquier momento. Quizá sientes esa atracción por mí porque sabes que no seré una presa fácil. Mi cuerpo quizás te interese por mi naturaleza y el hecho de ser diferente a las mujeres que podrías encontrar en Europa, sin embargo, creo que lo que deseas en realidad es llegar a hacerme dudar para entrar en mi alma. Basta un titubeo, un momento de debilidad o una duda para que el demonio entre incluso hasta el alma más pura- Sonreí satisfecho por su indagación.

-La perdición de Adán y Eva fue la propia tentación del fruto prohibido, una simple manzana hizo que cayeran y fueran expulsados del paraíso. No vas mal encaminada, se nota que los vampiros sois más avispados que un humano, no estoy buscando un simple revolcón, como tú misma has dicho podría conseguirlo en cualquier otra parte. No, busco recrear la misma escena que narra la biblia sobre el paraíso: Tu representas dos personajes, Adán y Eva, y yo mismo represento otros dos personas… la serpiente y la manzana- mi sonrisa se ensanchó, me estaba divirtiendo mucho con esta vampira- Y como buena serpiente conseguiré que muerdas la dulce manzana

-Permíteme decirte que eres una manzana muy apetitosa, y quizás seas la serpiente mas astuta que he visto en mi larga vida. Te escucho muy seguro de lo que decís, sin embargo ¿no habéis pensado en la posibilidad de que, yo no mordiese la manzana? ¿Que pasara de no poder cumplir vuestros planes?- Reí finalmente y hablé cuando me hube recobrado por delante.

-Si quiera pienso en la posibilidad de perder. Si esa idea se me pasara por la cabeza estarías tratando con un fraude de demonio- me levanté, dejando de apoyar mi cabeza sobre sus piernas. Acabé recostándome en pino donde catalina también estaba apoyada. No deshice el contacto de nuestras manos en ningún momento aunque ya hacía rato que sentía el entumecimiento de la extremidad por culpa del frío- No, yo estoy seguro de que voy a ganar, aunque mi contrincante sea de las mejores- me acerqué peligrosamente a ella hasta llegar a su cuello. El cual rocé con la punta de mi nariz y luego besé un par de veces- ¿Ya te he dicho que me encanta el vestido que llevas puesto? Ni que yo lo hubiera elegido- mostré una media sonrisa y volví a besar su cuello de nuevo.

-¿Pretendes seducirme?

-¿Tanto se me nota?

-Muchas gracias, me lo regaló un gran anfitrión, un caballero muy seductor y agradable, pero ahora vamos no vaya a ser que te dé una gripe o una pulmonía mucho menos quiero que se congele tu cuerpo y tengas que ir a robarte otro- la miré fijamente y luego la tumbé con brusquedad sobre la hierba, colocándome yo sobre su cuerpo.

-No te preocupes por esta carcasa que no morirá ni de frio ni de calor… está bien protegido…- volví a atacar su cuello con besos suaves y seductores, bajando poco a poco por su escote y cambio la trayectoria con brusquedad para ir subiendo de nuevo por su cuello y quedarme en su mentón- Hay muchas formas de calentar los cuerpos en una noche tan fría como esta… secretos que me encantaría revelarte…- Mis manos pasaban por los costados de su cuerpo sin llegar a tocar ninguna zona íntima. Valiéndome del tacto para volver a “ver” sus curvas bajo ese vestido- ¿No tienes curiosidad?- y volví a besar sus fríos labios que lograban erizar los pelos de mi nuca.

-La curiosidad mató al gato, y yo ya he perdido algunas. Vidas me quedan siete, pero almas... Solo tengo una, y es muy valiosa

-No quiero tu alma, Catalina… en ningún momento he deseado arrebatártela, puedes quedártela si es lo que deseas. Desde que comenzamos a hablar hace unas horas en aquel banco de aquella helada calle, lo único que deseo es hacerte caer en tentaciones que solo un ser que vive de los pecados y ambiciones del hombre és capaz de mostrarte.

-La carne es quizás el camino más fácil a la perdición, mas no siempre funciona- Catalina se fue enderezando quedando, por fin, sentada sobre mí.

-Pero eso no quiere decir que esta noche no funcione…- mis manos se introdujeron bajo la falda y toqué sus muslos con la yema de los dedos.
Bajo la falda, su fina piel seguía siendo igual de helada que la que mis labios habían llegado a tastar, pese a ello, su gélido tacto era gratificante en cierta manera. Sentir sus estremecimientos al pasar mis manos por su piel era una delicia que no se podía describir con palabras.
Mis manos recorrían sus muslos de arriba abajo, deleitándose con el roce de su piel

-¿Qué tendré que hacer para conseguir que caigas en la tentación?

-No soy otra más, si me quieres en tu lecho, esfuérzate por ello. Como tú mismo lo habéis dicho, un revolcón se consigue en cualquier lado, y yo soy mucho más que eso- de eso estaba seguro. Por mi rostro no paso ni rastro de decepción, ni mucho menos. Estaba más decidido que nunca en hacerla caer-Vamos adentro, las horas pasan y no quiero que el primer rayo de sol me pesque fuera de una cómoda cama- acepté la mano que me ofrecía y me levanté del suelo.

-Que así sea pues, no me gustaría que mi invitada especial ardiera al amanecer, no me lo perdonaría- ofrecí mi brazo para que lo tomara y juntos nos encaminamos hasta la mansión que quedaba a un par de minutos de distancia.
Nada más poner un pie en su interior, pude sentir una leve ola de calor. Mis extremidades entumecidas agradecieron que mis sirvientes hubieran aguantado encendidas las chimeneas durante toda la noche- Te acompañaré hasta tu cuarto, mis chicos ya habrán arreglado la habitación para que no tengas ningún problema con el sol.

Subimos las escaleras hasta el primer piso y luego directos a su habitación. Tal y como había dicho, la habitación estaba preparada para que no dejara entrar ni un rayo de sol. Las ventanas estaban tapadas con planchas de madera y para que no se viera ese horrible decorado, las habían tapado con gruesas cortinas. Estaba todo perfecto.
Catalina entró primera en la habitación, yo me quedé en el marco de la puerta.

-¿Me invitarás a pasar o por hoy ya se ha acabado nuestra compañía?- pregunté.

-A ti si que te gusta presumir a las mujeres que te acompañan ¿cierto?

-¿Por qué tendrías que esconder vuestras virtudes y bellezas? Si las poseéis ¿Qué mejor que enseñarlas?

-Tienes buen gusto y un muy buen ojo para las medidas ¿Le regalas hermosas ropas muy seguido a las mujeres?

-Solo a las que valen la pena-le comenté mientras miraba de reojo el pijama y la bata que había sobre la cama- Mis invitadas tienen que estar lo más cómodas posibles, y para ello hago todo lo que esté en mi mano.

-Aún no sé si tú me encontraste, te encontré yo o el destino nos cruzó

-Y qué más da el motivo por el cual nos hayamos encontrado esta noche en la calle, lo importante es que ha sucedido- tomé el pijama entre las dos manos y lo levanté para poder observarlo mejor. Se lo tendí a Catalina con una sonrisa- Vamos, pruébatelo, por favor, quiero ver cómo te queda- le pedí.

El frio ya había desaparecido de mi cuerpo y e entumecimiento me había abandonado. Mi piel volvía a estar cálida al tacto y miraba a Catalina a la espera de que tomara el pijama para ponérselo.

–Solo por que tu me lo pides.

Sonreí y observé las sombras que se dibujaban en el biombo. Nota mental: Hacer desaparecer todos los biombos.
Su vestido cayó, supuse que estaba completamente desnuda tras aquel biombo. Con lentitud, deslizó la bata por su cuerpo y cuando estuvo de nuevo vestida, salió para que pudiera contemplarla.
La bata se ajustaba a sus curvas y dejaba partes de su cuerpo al descubierto.
Su piel pálida y la sensualidad de sus movimientos la convertían en un plato apetitoso.

–¿Y bien?- preguntó- ¿No me veo tan hermosa como las mujeres a las que estas acostumbrado verdad?

Me levanté de la cama y me acerqué a ella.
Rodeé su figura con mis brazos y mis manos juguetonas recorrían su cuerpo.

-No sé porque te entretienes diciendo esa clase de comentarios. Eres muy hermosa, y esa bata aumenta más la sensualidad que tienes por naturaleza… vamos, estás para comerte- solo me faltaba relamerme. Mis labios surcaron su cuello y luego buscaron sus labios.
Mis brazos seguían rodeando su cintura y no pensaba soltarla de momento.
Sin los tacones ya no parecía tan alta como antes y tenía que bajar un poco mi rostro para poder besarla.
Mis manos tampoco dejaron de estar quietas, encontraban huecos donde su piel estaba desnuda y aprovechaban para poder acariciarla.

-Creo que viniendo de un demonio que ha convivido con la lujuria misma, debe ser un gran alago

-Y lo es, deberías estar acostumbrada a ellos

-¿Te quedaras hasta que me duerma?- preguntó con voz inocente, por un momento se volvió aún más irresistible.
Catalina rodeó mi cuello con sus brazos, y sus labios lo besaron haciendo que se me erizara la piel. Podía estremecerme con cada beso y mordisco.

-Me quedaré hasta que despiertes- la cogí en brazos y la llevé hasta la cama donde la tumbe boca arriba y yo lo hice a su lado, colocando medio cuerpo sobre ella. Desde allí podía besarla y seguir acariciando su cuerpo a la vez.
Mis manos se volvieron más osadas, dejando las partes de su cuerpo que estaban tapadas por la bata y deleitándose con aquella que estaba al desnudo.

De vez en cuando, mordía su labio inferior ligeramente, estirándolo y soltándolo para después seguir besándola.
El pecho comenzaba a agitarse, aumentando cada vez que mis manos se volvían más y más osadas.
En mi interior seguía sonriendo satisfecho.

-Dime, este demonio que tienes delante… ¿conseguiría convencerte para que tastaras un poco de sangre?- con la uña del dedo gordo, hice un pequeño corte en mi cuello haciendo que brotara un poco de sangre- ¿Sería capaz?

Me hicieron cierta gracia sus intentos de zafarse de mi propuesta.
Pasé una de mis manos por su cuello con delicadeza y cogí su mentón, haciendo que me mirase.

-Abre los ojos, Catalina- susurré. Obediente, abrió sus ojos poco a poco- Te ofrezco algo nuevo que jamás has probado ¿Tienes miedo de los remordimientos de después? ¿Por qué? No estás matando a nadie, ni mucho menos estás atacándome desde las sombras. No, te estoy ofreciendo mi sangre por que quiero, no porque me obligues- El corte de mi cuello ya se había cerrado, mi esencia de demonio sanaba las heridas mucho más rápido que un humano, solo quedaba un poco de sangre seca. Volví a herir mi cuerpo con la uña y la sangre volvió a brotar. Recogí un poco de sangre con la yema de mi dedo y la acerqué poco a poco a Catalina- Disfruta de la mejor de las bebidas, yo te la ofrezco- mi dedo manchado pasó por sus labios y los perfiló con el rojo de mi sangre- Vamos, tástala.

Catalina consiguió zafarse de mí y la vi perderse hasta el lavabo.
Lleve el dedo manchado de sangre hasta mi boca y lo chupe hasta que quedó de nuevo limpio.
Escuché el agua correr y luego el grifo cerrarse.
Permanecí tumbado en la cama, viendo a Catalina de espaldas inclinada sobre el lavamanos. Por el reflejo del espejo podía ver parte de su cara, que casi al instante me devolvió la mirada.
Sonreí tranquilo y poco a poco me levanté de la cama, para luego dirigirme al lavabo con paso lento y las manos unidas a mi espalda.
Pasé el marco de la puerta y luego me apoyé en la pared que estaba delante del lavamanos, para poder mirar directamente el rostro de Catalina, sin espejos de por medio.
Había intentado conseguir que cayera en la tentación de tastar sangre que no fuera de animal. No lo había conseguido, en el último momento había conseguido serenarse y pensar con rapidez.

-Eres increíble, Catalina León, no dejas de sorprenderme a cada minuto que pasa. Ha sido todo un acierto considerarte un reto, un gran reto- Aparté unos cuantos mechones de su cara y le acaricié la mejilla- No volveré a molestarte con el tema de la sangre, al menos por ahora ¿de acuerdo? Volvamos a la cama, a no ser que ya no quieras mi compañía.