Embriagada [Libre]

Había tomado un par de jarras de vino de más en una taberna de los suburbios londinenses. Si su padre estuviera allí no habría podido acceder a conocer la belleza y el encanto salvaje que poseían los barrios bajos. Le gustaba el candor de la gente aglomerándose en torno a las mesas, cantando demasiado borrachos y proclamando sus pedidos a voces a las ocupadas mesoneras. Le gustaba que no todo oliera a té y violetas. Le gustaba la vida de verdad, la verdadera esencia de las calles de Londres.

Demasiado borracha como para querer volver a casa cuando las tabernas empezaban a cerrar, Temperance creyó que sería divertido internarse en un burdel. Todo era más caro, pero se lo podía permitir. Aunque no era una noche muy propia para adentrarse en un prostíbulo, sobre todo si iba ataviada con uno de esos destapados vestidos rojos que había mandado hacer a una modista y que eran el último grito en París, y el cabello desordenado no ayudaba a mejorar su aspecto en absoluto. Pero le daba igual. Ella sólo quería divertirse.

Pidió un vaso de brandy. Estaba cansada del vino y le apetecía soltarse la melena. Se acomodó en un sillón un poco apartado para beber en tranquilidad, observando cómo los clientes intentaban llamar la atención de las mujeres que se ponían allí a sus servicios.

Oh el dulce contacto de la piel desnuda contra la tuya, sensual, eróticamente… Los humanos seguían siendo seres inferiores a mis ojos. Bichos con los que entretenerse torturándolos, matándolos, corrompiéndolos, mintiéndolos… infinidad de cosas podría hacer con ellos.
Pero mi recipiente tenía deseos sobre la carne que a veces no podía, ni quería dejar pasar.
Salí de la habitación del burdel abotonándome la camisa con la chaqueta colgada al hombro.
Tenía la frente cubierta por una fina capa de sudor que limpié con un pañuelo que tenía guardado en el bolsillo.
Bajé las escaleras que bajaban hasta el salón con un cigarrillo en la boca. Cuando bajé el último peldaño, prendí uno de mis fósforos y encendí aquel veneno que me sabía a gloria.

A parte de saciar los apetitos carnales que tenía mi recipiente, los burdeles eran lugares donde hacer tratos era algo sumamente fácil. La mayoría de prostitutas eran mujeres con sueños y deseos fuera del lugar donde trabajaban. Lo más normal, poder cazar un hombre rico que les sacra de aquel tugurio. Yo les concedería lo que desearan… a cambio de un precio claro está.

Me acerqué a la barra donde pedí un vaso de coñac para acompañar al cigarrillo.
Con el vaso en la mano paseé por el salón esquivando las mesas y las sillas, las prostitutas cogidas del brazo de algún hombre con suerte, alguna que otra pelea por ganar el primer turno de una bella profesional que estaba demasiado solicitada.
Me acerqué a uno de los sillones que estaban un tanto apartados de la multitud, lancé la chaqueta sobre el respaldo y me senté en el cómodo sillón. Di un pequeño trago al coñac y seguido me lleve el cigarrillo a la boca para tomar una breve calada, llenando mis pulmones de su humo y luego soltarlo poco a poco por mi boca.
Mientras, mis ojos escrutaban el lugar en busca de algún pobre desgraciado que quisiera mejorar su vida haciendo un pequeño trato.


OFF: Espero que no te importe que me meta yo XP

Extendió sus piernas para acomodarse mejor en el sillón, dando vueltas entre sus dedos a la copa de brandy, con una media sonrisa, viéndose reflejada en la superficie bruñida del cristal. No sabía por qué tanta mala fama de los burdeles. Desde luego sabían como satisfacer a la clientela, al menos en lo que al licor se trataba. Temperance allí tenía más opciones de oficiar mismamente como puta que como cliente, y tampoco tenía ningún interés en hacer esto último.

Dejó vagar su mirada por el extenso salón, deslizando su dedo por el canto de la copa, emitiendo así un ligero sonido. Tenía ganas de pasar un rato divertido y se preguntaba qué podría encontrar en aquel lugar que pudiera llamar su atención. No sabía qué podría encontrar de interés una erudita y cortesana como ella en un burdel.

Llamó entonces su atención un hombre acomodado en un sillón no muy lejos de ella. Desde luego no lo recordaba de nada, y con la embriaguez que colmaba su cuerpo sería bien difícil reconocer incluso a una persona conocida. Bebió, sin dejar de observarlo por detrás de la copa. No sabía que tipo de hombre sería, pero desde luego tenía algo que atraía su atención increíblemente.

Vaso de cristal descansaba vacío sobre el brazo del cómodo sillón.
El cigarrillo se consumía poco a poco y mis ojos seguían escrutando el burdel, no había nada interesante y la verdad es que muchas ganas de trabajar no tenía. Por un día de fiesta no iba a pasar absolutamente nada.
Sin querer giré un poco el cuello y vi una joven mirándome directamente. Me pareció extraño pero cuando volví a mirar aquella muchacha seguía con los ojos puestos en mí.
¿Sería una prostituta más del local? Eso parecía pero sus vestimentas eran demasiado finas como para tratarse de una simple profesional.
Averigüémoslo.
Me levanté del sillón dejando la copa en el mismo sitio y me acerqué a aquella mujer.
Me senté en el apoyabrazos de su asiento y pase un brazo por el respaldo.

-He visto que no me quita ojo de encima desde hace rato… y yo no sé que preguntarle: Si cuánto cobra o que hace una mujer como vos en un sitio como este

Una media sonrisa se iba dibujando lentamente en el rostro de Temperance al ver a aquel hombre levantarse de su asiento. Lo siguió con la mirada, sin perder detalle de sus movimientos, al tiempo que veía cómo se acercaba hacia ella. Ella descruzó y cruzó de nuevo las piernas hasta acomodarse mejor en el asiento, enderezándose un poco más.

El desconocido se acomodó junto a ella, en el reposabrazos. Temperance bebió de su copa de brandy, sin quitarle los ojos de encima, observándolo intensamente por detrás del borde de cristal. A esa distancia y desde esa perspectiva le pareció que era un hombre ciertamente atractivo. Normalmente no centraba su atención en esos aspectos, pero esa noche no razonaba con la normalidad usual.

No pudo evitar soltar una risa suave al escuchar sus poalabras.

-No sé si le decepcionará saber que yo no tengo un precio aquí, en cuanto a la sengunda pregunta... Digamos que la nobleza me parece tediosa, y las damas también queremos divertirnos de vez en cuando.

-No sé si le decepcionará saber que yo no tengo un precio aquí, en cuanto a la segunda pregunta... Digamos que la nobleza me parece tediosa, y las damas también queremos divertirnos de vez en cuando.- una mujer en busca de experiencias que la fama y la posición social no podían dar.

-Pues habéis venido al lugar indicado. Buena bebida, buen ambiente y sobre todo buena compañía…- saqué la pitillera de metal que siempre llevaba guardada en el bolsillo interior de mi traje. La abrí con una mano y le ofrecí un cigarrillo- Mi nombre es William y estaría encantado de ofrecerle la diversión que tanto busca, si me lo permitís, señorita…- dejé caer, esperando a que se presentara y tomara uno de mis cigarrillos para que ambos pudiéramos compartir un poco de humo de tabaco.
Quién sabes, después de todo hoy no sería un día de fiesta.