Tocando el piano en el café [libre]

Había pasado la tarde de compra con unas amigas. Vestidos, zapatos, sombreros, complementos y maquillajes. Habíamos comprado de todo, la verdad. Aún era temprano para volver, asi que tras mandar nuestras adquisiciones a casa con nuestros chóferes en los coche de caballos, nos acercamos a una de nuestras cafeterías/teterías favoritas a tomar un té con pastas. Llevábamos un buen rato allí sentadas cuando me percaté de que había algo diferente en ese lugar. Habían comprado un precioso piano de cola de color negro. Disculpándome con mis amigas me levanté y fui a hablar con él dueño del café que se encontraba sentado tranquilamente al otro lado del café mientras observaba el desempeño de sus empleados.

- Disculpe, Sr Morton. Tengo curiosidad por algo. ¿Desde cuando disponen de ese piano?

- Pues lo adquirí hace cosas de un par de semanas, srta Jonhson. ¿Puedo preguntar el motivo de su curiosidad?

- Sí, claro. Me preguntaba... si estaría afinado y, si de ser así, podría tocar un poco. -comenté sin dejar de lanzar miradas ocasionales al piano.

- Desde luego, señorita Jonhson. El piano está disponible para cualquiera que desee tocar. Adelante, por favor. -el dueño del café le hizo un gesto indicándole que podía empezar cuando quisiera a la vez que le sonreía.

Le di las gracias al dueño del café y me encaminé al piano. Me senté, abrí la tapa del piano y tras estirar un poco los dedos empecé a tocar una de mis canciones favoritas. Era una antigua composición cuyo autor se desconocía y que mi madre se había esforzado en enseñarme desde muy pequeña.

Caminaba por las calles londinenses con mi preciado saxo resguardado en el maletín de piel que había encargado años atrás. Hacía frío en la calle, demasiado, así que salí del hotel con mi abrigo marrón. Tenía pensando ir a la cafetería a tocar algo, y con un poco de suerte recibir un trabajo fijo allí, aunque lo máximo que había estado trabajando como músico en un lugar como esos había sido un mes, no soportaba que me dijeran lo que tenía que hacer, o qué tocar, además la gente que iba a esos lugares no parecía estar muy pendiente de la música, pero siempre podría haber alguien que le interesase de verdad, y que impartiera su labor de mecenazgo contigo (nunca me había sucedido, pero no perdí la esperanza).

Al entrar en la cafetería, un intenso olor a café y pastas me embriagó por completo, me quité el abrigo y lo dejé en la percha de la entrada. Me vi reflejado en uno de los espejos del local, sonreí al verme con mi típico conjunto gris, no me había esmerado demasiado en la elección de ropas ¡qué más daba!
Escuchaba de fondo una melodía al piano, me dirigí a la barra donde el camarero me puso un café con un poco de nata, no le miré si quiera... Estaba intentando descifrar de quién era la canción, si era de un compositor famoso, pero no lograba captarlo.
Cogí la taza con una mano y fui hacia el piano, lo tocaba una joven, me quedé apoyado a la pared mientras la escuchaba con atención.

“Está captando la atención del público.” Pensé mientras miraba los rostros de la aglomeración que había en las mesas. “Maldita sea.” Apreté la mandíbula e hice una señal al encargado para que viniese.

-Dígame.- ¿cómo que dígame?
-Me dijisteis que hoy sería mi día… ¡sólo para mí!- le cogí del brazo con fuerza. -¿La habéis contratado?- le pregunté inquisitorialmente.
-No…no, ella solo quiso tocar…No sabía que vendríais. – me respondió nervioso. Le solté el brazo de un empujón, bufé por lo bajo mirando cómo las manos de la joven iban surcando las teclas.
–Soy mejor y lo sabéis…- murmuré ofuscado.
-Nunca he dudado de vuestro talento señor.- suspiré con fuerza mirando a la nada.
-¿Sabes algo? Si quiero la puedo eclipsar.- a competitivo no me ganaba nadie, le dejé el café en sus manos.

Me acerqué con paso firme a la cola del piano dejando el maletín sobre éste, saqué el saxo con cuidado. Miré con el ceño fruncido a la joven. La melodía era sencilla podía acompañarla perfectamente. Me llevé la boquilla a los labios y empecé a tocar, al principio llevando el mismo compás que la joven, pero al rato empecé a diferenciarme como el protagonista, dejando al piano de segundo plano. Ya no eramos un dueto...eso era lo que pretendía.
Lo dí todo, cerré mis ojos mientras movía gran velocidad mis dedos.

Llevaba un buen rato tocando y dejando volar mis dedos sobre el piano mientras mantenía la mirada fija en la pared frente a la que me encontraba. Hacía tiempo que no me sentía así tocando y cerré los ojos para disfrutar del momento. Estaba tan absorta en el piano y en mi misma que no me percaté de nada de lo que sucedía en la barra ni de como un hombre se acercaba a dónde me encontraba. Sólo me di cuenta de lo que pasaba cuando escuché el sonido de un saxo. Abrí los ojos y miré hacia el lado para ver a un joven tocando a mi lado. Al principio sólo pareció acompañar mi melodía, pero después fue tomando el protagonismo de la melodía. ¿Estaba compitiendo conmigo? Poco a poco fui dejando de tocar la pieza que tocaba para hacer justo lo que él había hecho al principio, acompañar su melodía. La verdad es que el joven tocaba muy bien. Cuando sentí que la pieza estaba acabando dejé de tocar para que fuese el saxo el que cerrase la melodía.

Aunque lo que más predominaba en aquella improvisada canción era mi saxo, escuchaba a la perfección la decadencia que iba tomando el son del piano, ¿por qué se había dado por vencida tan pronto? Abrí los ojos de pronto, en vez de sentirse molesta, me acompañó. Al rato dejó de tocar, así que terminé los últimos compases, ya no me sentía motivado, bajé el saxo hasta la altura de los codos y me giré mirando al "público". El encargado se acercó a darme un golpe en la espalda, mientras algunos aplaudían.

-Realmente bueno.- comentó con una sonrisa aduladora.
-¿Tú crees?- pregunté, aunque realmente no necesitaba su respuesta, no fue de mis peores actuaciones, pero me había desmotivado por culpa de esa chica. Giré la cabeza para clavar mis ojos en ella, ¿por qué? ¿Por qué había permitido que cambiara la canción que en un principio estaba tocando? Eso no estaba bien, de haber estado yo en su lugar habría abandonado el piano sin pensarlo y quizá le habría propinado una buena bofetada a aquel que había osado cambiar mi canción. Pero…ella…nada. Alcé la cabeza con desdén, metí el saxo de nuevo en el maletín, y dejé que el encargado me llevase hasta la barra de la cafetería.

-Entonces… ¿Quieres trabajar aquí?
-Depende de lo que me paguéis.- murmuré tomando el vaso de agua que siempre bebía después de alguna actuación.
-Sabéis que no andamos bien de dinero…- comentó algo apurado.
-Pues será mejor que no perdamos el tiempo.- dije sin mirarle. Tras mi brusca contestación el encargado se alejó sin saber qué decir, normal, ¿pero qué pretendía? Yo no tocaba para ganar cuatro duros ¡no! Bufé disgustado apoyando los codos en la barra.

Cuando acabó la actuación aplaudí al igual que hacían algunos de los presentes. Mientras él se alejó con el encargado, yo cerré la tapa del piano y me levanté con calma de la silla. Tenía intención de volver a mi sitio con mis amigas, pero al pasar junto a la barra escuché parte de la conversación entre el joven saxofonista y el encargado. No sé muy bien por qué, pero algo me hizo acercarme a hablar con él.

- Muy buena melodía. Realmente es usted bueno con el saxo. Hacía tiempo que no escuchaba a nadie con tanto talento. -dije parándome a su lado en la barra y mirándole.- ¿Está tratando de encontrar trabajo aquí? Porque si el Sr. Morton tiene dudas al respecto puedo convencerle para que le contrate... Mi padre es uno de sus proveedores y no creo que si se lo pido ponga muchas trabas. -comenté con una leve sonrisa dibujada en mi rostro.

Giré con brusquedad la cabeza al escuchar una voz a mi lado, “ahora vienen a molestarme ¡justo ahora!” pensé mientras miraba a la joven… ¿era la de antes? Sin el piano delante no la reconocía. Dejé uno de mis codos sobre la barra y otro sobre mi rodilla. Me estaba halagando… Asentí con la cabeza mientras hablaba, no por nada, muchas veces asentía sin pensar si quiera en el porqué. Cuando terminó de hablar me quedé serio mirándola, se la veía tan jovial, ¿estaba queriendo ser generosa conmigo? ¿Estaba intentando ofrecerme su ayuda? Yo no necesitaba la ayuda de nadie.

-Está muy bien lo que habéis dicho…pero no necesito trabajar aquí.- y aunque lo necesitase no lo reconocería nunca. –Seguro que encuentro cientos de locales mejor que este…- refunfuñé mirando al encargado que estaba en el otro extremo, estaba resentido, cabreado, en definitiva ¡estaba harto!
Me quedé en silencio un momento tragándome todo lo que me carcomía, la chica había venido con buena fe, y yo solo podría echar perros por la boca. A lo mejor la joven podría servirme de algo. –Perdón.- dije por pura amabilidad, pero eso no significaba que lo sintiese.
–Vos tampoco tocáis mal.- “nada comparable conmigo, pero qué le vamos a hacer.” Pensé mientras cogía el vaso de agua, estaba intentando ¿ganármela? Se podría decir que sí.

-¿Vuestro padre conoce a alguien que esté interesado en contratar a un músico?- pregunté con calma, vale que no necesitaba su ayuda, pero solo era curiosidad.

El joven me resultó de los más antipático de primeras. Yo acercándome a halagar su música, su esfuerzo y su dedicación y él con esos aires tan subidos. Sentí deseos de darme la vuelta y marcharme de nuevo a seguir disfrutando de la compañía de mis amigas dejándolo hablando con la pared, pero aunque habría sido algo que fácilmente podría haber sucedido debido a mi carácter, por alguna extraña razón, seguí allí soportando su mal humor. Tras una pausa algo tensa en la que no se dijo nada, él murmuró una disculpa y una especie de halago casi seguidos, aunque el halago sonó ligeramente forzado no le di excesiva importancia.

- Me halagáis, pero no soy más que una simple aficionada. Mi madre trabajó como instructora de piano un par de años antes de que yo naciera y ejerció de profesora conmigo, pero nunca me consideré una experta ni mucho menos. -sonreí. Ante todo debía mostrarme amable. Escuché su pregunta e hice memoria sólo unos segundos. Sabía perfectamente que el único que podría necesitar de músicos era el hermano del señor Brighton. - Puede ser que sí... -murmuré.- Mi padre tiene tratos de negocios con un caballero cuyo hermano es director de una pequeña orquesta de las que acompañan a las óperas y acaban de ser contratados para actuar en un teatro. Seguro que un saxofonista tan bueno como usted sería un gran fichaje. -hice una pequeña pausa observando sus reacciones.- ¿Le gustaría que le diese la dirección del teatro o los datos del caballero? -pregunté con tono amable.

Me quedé allí sentado escuchándola, ¿me estaba contando su vida? Puse los ojos en blanco un momento girando la cabeza para mirar al camarero y sonreí levemente, porque realmente me provocaba risa aquella escena. No, una experta no era, pero quizá en un años podría manejar el piano bastante bien, sabía que tenía la capacidad suficiente para que ella lograse alcanzar un magnifico nivel. Yo tenía gran conocimiento sobre ello ya que había sido instruido en el arte de la música por mis padres, ambos maestros en el Conservatorio de Berlín, ellos fueron muy duros conmigo cuando era pequeño, quizá por eso yo era duro con el resto, sin miramientos muchas veces, quién sabe, realmente me da igual ya. Quien algo quiere, algo le cuesta. No iba a continuar halagando a esa joven promesa, porque yo no suelo hacerlo, hace que esté incomodo.

-Con que óperas…- murmuré ensimismado en mis recuerdos y en mis sueños. Sonreí de medio lado cuando volvió a valorar mi trabajo, nunca amarga un dulce, aunque ese caramelo sea para mí. Cuando me percaté de su ofrecimiento me quedé unos segundos pensando, si se lo pedía… eso significaría que me había ¿rendido? ¿O que iba mendigando por los rincones un poco de ayuda? Detesté esa idea, no tenía por qué ser eso…era una simple dirección, solo tendría que ir allí y que me concertasen una audición ¿qué había de malo en eso? ¿Por qué me ponía trabas a mi mismo? –Muy bien, apúnteme la dirección si tiene la amabilidad.- dije con una forzada sonrisa, hice un movimiento con la mano para que el camarero se acercase.

-¡Un papel y algo para escribir!-exclamé toscamente, ni le miré, porque para qué, me lo trajo enseguida. –Gracias.- Murmuré entre dientes. Le ofrecí el trozo de papel a la señorita, junto con la pluma metálica.
-¿No tiene pensado dedicarse a esto?- musité llevándome la mano apoyada en la barra al mentón. –Sería un desperdicio...- ¿pero qué estaba diciendo? – Quiero decir, podría pulirse un poco.- ¿Pulirse un poco? Clavé los ojos distraídamente en el papel, como queriendo quitar importancia a lo que había dicho.

Pareció dudar antes de decidirse a aceptar alguna de mis propuestas, pero al final aceptó que le anotase la dirección. Con unos malos modos que yo no habría demostrado en un lugar público como ese, pidió papel y pluma y me los pasó para que anotase la dirección. Anoté el nombre del teatro, la callé y el nombre del director de la ópera y después dejé la estilográfica sobre la mesa y le pasé el papel mientras escuchaba lo que me decía. Le miré extrañada. "Me estaba halagando nuevamente?" Después trató de explicarse y le miré con cierta extrañeza antes de responder.

- La verdad es que aunque me gusta el piano, nunca había pensado dedicarme a la música. Además, dudo que mi padre me lo permitiese. - "Nunca me deja hacer nada..."- Pero desde luego si que me gustaría seguir practicando. Procuro dedicar una hora y media al piano todos los días en casa. Lo malo es que no tengo quien me corrija cuando lo hago mal...

Al pasarme el papel con las señas pude leer dónde estaba aquel teatro, sí, conocía la calle, era bueno estar informado sobre el nombre del director y no quedar en evidencia ante "tantas eminencias", aunque luego eso habría que verlo. Me guardé el papel con desgana en el bolsillo de mi chaqueta, y sonreí en un intento de parecer agradecido.
Volví a mirarla con mi usual apatía, ¿por qué me miraba así? Bueno, dejé el tema a un lado para escuchar la respuesta a mi pregunta, ese día estaba de lo más impaciente.

-¿Solo una hora y media? ¡Eso no es nada!- exclamé alzando un poco la voz, yo que me pasaba horas, noches enteras hasta que no podía más.
-¿Cómo es eso que vuestro padre no os lo permitiría? – mostré mi disgusto por aquello. Nunca me había gustado que nadie se interpusiese entre la música y yo.
– No debería dejar que su padre decida lo que puede o no puede hacer, sois suficientemente mayorcita para considerar esos asuntos vos misma.
Sí, me había enfadado, cogí el vaso de agua para acallar mis demonios internos, bebí un largo trago mientras miraba el piano. –Y es ahora cuando no puedo dejar de ofrecerme para ayudaros en vuestro aprendizaje, solo dígame sí o no.- No necesitaba más que eso, no podía dejar que ese recipiente de destreza se desperdiciara, los años me habían enseñado a valorar las promesas. Solo motivado por el amor a la música, porque creia que hacia un bien para el mundo, no por la persona, que quede claro.
Aunque bueno... tenerme a mí como profesor no era el mejor de los regalos.

Ojeó el papel que le pasé y lo guardó en su chaqueta sin decir nada y dedicándome una poco convincente sonrisa. Al oir mi respuesta exclamó su disgusto ante este hecho en voz más alta de lo que era adecuado cosa que me hizo mirar a los lados inquieta.

- Lamento no dedicar tantas horas a la música como a usted debe parecerle adecuado. -dije con tono de ligero enfado.- Referente a lo de mi padre... Es un hombre bastante clásico. Le agrada que tenga talento musical y lo cultive pero nunca consentiría que su única hija se dedicara profesionalmente a este mundo. "Para él sólo soy otro activo más en su empresa y sólo piensa en casarme con algun hombre de negocios de forma que el enlace le otorgue poder e influencias beneficiosos para su negocio. Pero no sabe la guerra que pienso darle..."-pensé.- En cuanto a su propuesta... No podría negarme a recibir clases de alguien como usted que ama tanto la música. Aunque claro, posiblemente mi padre o mi madre quieran conocerle antes de dejarme aceptar. -dije eso último con tono de resignación a la par que mi mente maquinaba algo para no tener que contarles nada.

“¿Uno no puede expresarse libremente en un maldito café? ¿Qué importaba lo que la gente pudiera pensar sobre mi arrebato de indebida impotencia?”
La escuché volviendo a recuperar la compostura que había perdido hace pocos segundos. Lo que no sabía era si la joven quería dedicarse profesionalmente a este mundo, eso lo desconocía.
¿Conocer a sus padres? ¿Qué es esto? ¿De qué clase de guardería estamos hablando? Abrí los ojos algo asombrado.

-Simplemente con que me deis vuestro propio consentimiento me doy por contento, no me gustaría tener que andar convenciendo a vuestros padres.- Nunca, bajo ningún concepto he entablado una conversación a esos niveles.
Yo solo le ofrecí la oportunidad, que la quería tomar estupendo, pero lo que no iba a consentir era que sus padres interfiriesen en nuestros asuntos...musicales.

– No hay razón para daros clase en vuestra casa, ya que hay más lugares. Está la Real Academia de Música en Marylebone Road, muy cerca de aquí.- Me quedé pensando un segundo.
- No creo que haya algún problema en que nos dejen una clase libre, tengo ciertos contactos.- sonreí recordando la última visita que les había hecho.- Así que cuando estéis preparada solo avisadme.- Cogí el cuaderno de notas antes utilizado y escribí con la mejor letra que pude dónde poder hacerme llegar su decisión final, o sea a la recepción del hotel que hospedo.

–Preguntad por el señor Evans…- murmuré entregándole el papel.

Noté su expresión de asombro y cómo él se apresuraba a proponer una alternativa a las clases en mi casa, cosa que me agradó a la vez que me sorprendió. Al parecer realmente deseaba ser mi instructor. Sonriéndole acepté el papel que me pasaba y le eché un breve vistazo antes de doblarlo.

- La verdad, su propuesta me parece mucho mejor. Además, odio tener que informar a mi padre a cada paso que doy. Aún así... me lo pensaré un poco más y posiblemente mañana o pasado le llame para darle mi respuesta definitiva. Debería volver con mis amigas, hace ya mucho que las dejé... Ha sido un placer señor Evans. -dije dispuesta a darme la vuelta y alejarme de la barra. Antes de hacerlo recordé algo y volví a girarme.- Por cierto, que maleducado por mi parte... Ni siquiera sabe a quién le ofreció sus servicios como instructor. Mi nombre es Vanessa Jonhson. -sonreí y, esta vez sí, me di la vuelta y me dispuse a volver con mis amigas a la mesa.

“Vanessa Jonhson…de acuerdo” pensé para mí. La vi volver con sus amigas yo volví mi atención al desafortunado camarero que había tenido que soportar mis nefastos modales, ¿y qué le hago? yo aún seguía malhumorado así que lo mejor era marcharme de allí... lo antes posible, y quizá en el hotel echarme una siestecilla, sería la mejor opción.
Me puse el abrigo que había colgado en una de las perchas y volví para recoger el maletín de mi saxo.
El encargado me echó una mirada antes de que saliese por la puerta ¡menudo sinvergüenza! aunque también pensaría lo mismo él de mí ¡buah!.

Sin saber cómo había ofrecido mi ayuda a una joven que ni conocía, pero tampoco pretendía profundizar en la relación, yo sería su maestro y ella mi pupila…no hay más allá de eso. De momento no me interesaba para otros fines, y mejor para ella.
No sabía cómo sería al intentar dar clase, quizá a la primera clase abandonase, o quizá ella lo hiciera dándome por perdido, sonreí al pensar en la posibilidad.

Crucé la calle y me mezclé con los transeúntes aun cavilando sobre aquello.


Off: Over xD

Off: Cerrado