Encuentros en la noche (Libre)
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Encuentros en la noche (Libre)
Aquella noche debía reunirme con Lord Buckley, un magnate con gran poder adquisitivo. Por desgracia, estaba casado. Por suerte, organizaba al día siguiente, un banquete en su casa. Acudirían un millar de caballeros adinerados y tremendamente idiotas. Pensé que era el lugar indicado, para encontrar al candidato perfecto. Me pregunté por qué demonios no habíamos planeado la reunión en un restaurante, en lugar de vernos en la sucia calle. Me estaba helando de frío. Observé mi rostro en la cristalera de una vieja tienda. Estaba perfecta. Inmaculada. Lord Buckley diseñaría, él mismo, una alfombra, que mis preciosos zapatos no dudarían en pisotear, para entrar en su casa.
El gran magnate, hizo su aparición por la pequeña callejuela. Sonreía el muy inocente. Posiblemente, entusiasmado por mi deslumbrante vestido. Tras besar la palma de mi mano, muy educado, me limpie con disimulo en la solapa de su abrigo. Repugnante.
- Milady. Siempre tan radiante, a pesar del frío.
- Y vos tan atento y observador, a pesar de estar casado - dije con una pequeña mirada de complicidad, tras comprobar la veracidad con la que miraba mi escote, el muy cerdo. Lord Buckley rio como un poseso.
- El matrimonio. Una maldición - exclamó, entre carcajadas. De pronto su risa se vio cohibida, tras darse cuenta del error que había cometido - Aunque siento, enormemente, la pérdida de vuestro marido.
- Un paso en falso lo puede tener cualquiera. Son cosas que pasan - contesté, recordando el poco esfuerzo que me costó tirarle por las escaleras - Pero no era eso de lo que quería hablaros.
- ¿Y de qué se trata? mi dulce niña.
- Sabréis que vivo a las afueras de Londres y apenas conozco las calles de esta ciudad. Creo que sois de los pocos caballeros que quedan y se que me apreciáis y me respetáis. También he de deciros que os conozco desde hace bien poco, pero que os considero como un padre para mí. Por ello, me preguntaba si vos querríais cenar mañana por la noche, en mi casa. Sería maravilloso que vuestra esposa también acudiese, como símbolo de gratitud por vuestra cortesía.
- Milady, sería un placer cena con vos. Pero me temo que mañana celebro un banquete y no puedo ausentarme, siendo el anfitrión.
- Que lastima - clamé, totalmente sobreactuada - Pensaba hablaros de mi padre. Se que sois partidario de su arte.
- ¿Por qué no venís a la fiesta?
Casi me dio risa, lo fácil que había sido.
- ¡No, por favor! No creo que sepa lucir a la perfección un vestido, entre tantas damas en sociedad.
- Siempre tan modesta - sonrió, pellizcando mi mejilla. Desee retorcerle los dedos - Vos sois una dama extraordinaria y realmente admirable. Estoy seguro, de que esta noche, seréis capaz de deslumbrar a la mismísima luna.
- Lord Buckley, os estay enormemente agradecida. Abrirme las puertas de vuestra casa, con tan poco esfuerzo, es sencillamente admirable - me regocijé. En realidad era sencillamente estúpido - Será un placer pasar allí la velada.
- Me temo que debo irme. Nos veremos pues, a la noche, Lady Dupont.
- Gracias, Lord Buckley.
Volvió a besar mi mano y se esfumó por donde había llegado. Yo me limpié por segunda vez, con la ayuda de un pañuelo. Luego lo tiré al suelo. Me daba nauseas sólo de pensar que me había tocado. Pero todo había salido según lo previsto. El pez había mordido el anzuelo.Tapé mi cabeza con la capucha de la capa y eché a andar por la pequeña callejuela, directa a mi casa. Unos borrachos estaban armando escándalo en una de las calles contiguas. "La peste de Londres". Pero no fue eso, lo que realmente llamó mi atención. Noté una presencia, no muy agradable, a mi alrededor. La clásica presencia que hace que a uno, se le pongan los pelos de punta. Y es difícil ponerme lo pelos de punta a mí.
El gran magnate, hizo su aparición por la pequeña callejuela. Sonreía el muy inocente. Posiblemente, entusiasmado por mi deslumbrante vestido. Tras besar la palma de mi mano, muy educado, me limpie con disimulo en la solapa de su abrigo. Repugnante.
- Milady. Siempre tan radiante, a pesar del frío.
- Y vos tan atento y observador, a pesar de estar casado - dije con una pequeña mirada de complicidad, tras comprobar la veracidad con la que miraba mi escote, el muy cerdo. Lord Buckley rio como un poseso.
- El matrimonio. Una maldición - exclamó, entre carcajadas. De pronto su risa se vio cohibida, tras darse cuenta del error que había cometido - Aunque siento, enormemente, la pérdida de vuestro marido.
- Un paso en falso lo puede tener cualquiera. Son cosas que pasan - contesté, recordando el poco esfuerzo que me costó tirarle por las escaleras - Pero no era eso de lo que quería hablaros.
- ¿Y de qué se trata? mi dulce niña.
- Sabréis que vivo a las afueras de Londres y apenas conozco las calles de esta ciudad. Creo que sois de los pocos caballeros que quedan y se que me apreciáis y me respetáis. También he de deciros que os conozco desde hace bien poco, pero que os considero como un padre para mí. Por ello, me preguntaba si vos querríais cenar mañana por la noche, en mi casa. Sería maravilloso que vuestra esposa también acudiese, como símbolo de gratitud por vuestra cortesía.
- Milady, sería un placer cena con vos. Pero me temo que mañana celebro un banquete y no puedo ausentarme, siendo el anfitrión.
- Que lastima - clamé, totalmente sobreactuada - Pensaba hablaros de mi padre. Se que sois partidario de su arte.
- ¿Por qué no venís a la fiesta?
Casi me dio risa, lo fácil que había sido.
- ¡No, por favor! No creo que sepa lucir a la perfección un vestido, entre tantas damas en sociedad.
- Siempre tan modesta - sonrió, pellizcando mi mejilla. Desee retorcerle los dedos - Vos sois una dama extraordinaria y realmente admirable. Estoy seguro, de que esta noche, seréis capaz de deslumbrar a la mismísima luna.
- Lord Buckley, os estay enormemente agradecida. Abrirme las puertas de vuestra casa, con tan poco esfuerzo, es sencillamente admirable - me regocijé. En realidad era sencillamente estúpido - Será un placer pasar allí la velada.
- Me temo que debo irme. Nos veremos pues, a la noche, Lady Dupont.
- Gracias, Lord Buckley.
Volvió a besar mi mano y se esfumó por donde había llegado. Yo me limpié por segunda vez, con la ayuda de un pañuelo. Luego lo tiré al suelo. Me daba nauseas sólo de pensar que me había tocado. Pero todo había salido según lo previsto. El pez había mordido el anzuelo.Tapé mi cabeza con la capucha de la capa y eché a andar por la pequeña callejuela, directa a mi casa. Unos borrachos estaban armando escándalo en una de las calles contiguas. "La peste de Londres". Pero no fue eso, lo que realmente llamó mi atención. Noté una presencia, no muy agradable, a mi alrededor. La clásica presencia que hace que a uno, se le pongan los pelos de punta. Y es difícil ponerme lo pelos de punta a mí.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Encuentros en la noche (Libre)
Había salido del hotel para andar un poco, necesitaba un poco de distracción había veces que no me soportaba a mi mismo por mi mal humor, hoy era uno de esos días. En la puerta del hotel encendí mi primer cigarro, noté como el humo invadía mis pulmones, sí, eso me calmaba un poco. Tiré la cerilla a un lado y me puse a caminar, mientras tanto me abroché tres de los botones de mi abrigo marrón. La verdad es que había gente paseando por allí, no era una mala noche por así decirlo. Después del paseo tenía pensado componer algo, pero claro para eso necesitaba inspiración.
-¿Me da algo para comer?- escuché de fondo a una anciana, me giré para mirarla con una expresión de “¿me estás hablando a mí?” moví la mano en señal de negativa y seguí caminando. ¿Por qué tenía que darle algo? Que se buscase un trabajo como hacemos todos, qué fácil es pedir ¡Por Dios! Le di de nuevo otra calada al cigarro, las farolas empezaban a encenderse a medida que iba alejándome del hotel. Londres, había estado tantas veces allí que ya era como mi segunda casa, Alemania quedaba muy lejos.
Al pasar por un cruce escuché las discusiones de unos borrachos, típico aquí, giré la cabeza solo para mirar, hice una mueca de desprecio y seguí andando.
Me dejé el cigarro en los labios cuando vi a una mujer, o eso parecía a simples vista, caminando en mi dirección, estaba algo alarmada, no entendí por qué:
-¿Le ocurre algo madame?- pregunté con voz seca. – No debería andar sola por aquí.- le advertí con una sonrisa irónica, aunque de sonrisa tenía poco. Por su vestido parecía tener dinero, no entendí porque salía sola, con lo peligroso que es Londres a ciertas horas de la noche.
-¿Me da algo para comer?- escuché de fondo a una anciana, me giré para mirarla con una expresión de “¿me estás hablando a mí?” moví la mano en señal de negativa y seguí caminando. ¿Por qué tenía que darle algo? Que se buscase un trabajo como hacemos todos, qué fácil es pedir ¡Por Dios! Le di de nuevo otra calada al cigarro, las farolas empezaban a encenderse a medida que iba alejándome del hotel. Londres, había estado tantas veces allí que ya era como mi segunda casa, Alemania quedaba muy lejos.
Al pasar por un cruce escuché las discusiones de unos borrachos, típico aquí, giré la cabeza solo para mirar, hice una mueca de desprecio y seguí andando.
Me dejé el cigarro en los labios cuando vi a una mujer, o eso parecía a simples vista, caminando en mi dirección, estaba algo alarmada, no entendí por qué:
-¿Le ocurre algo madame?- pregunté con voz seca. – No debería andar sola por aquí.- le advertí con una sonrisa irónica, aunque de sonrisa tenía poco. Por su vestido parecía tener dinero, no entendí porque salía sola, con lo peligroso que es Londres a ciertas horas de la noche.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Encuentros en la noche (Libre)
Londres, la meca de los negocios y la sabiduría. La eterna ciudad de los artistas y la gente rica. La ciudad con más recovecos y callejuelas que he visto en mi vida. Las calles más peligrosas y con más índice de violación, que en un periódico de primera línea
¿Quién me mandaría a mí, meterme en una de ellas? Aceleré el paso al presentir, que alguien me seguía ¿Un ladrón quizás? No lo se. Pero mi vestido no ayudaba en la carrera. Lo único que hacía era obstaculizarme. Mi olfato advirtió, el olor a cigarrillo. Aquella presencia estaba más cerca de lo que me pensaba. No quise echar ni una sola mirada, por la cuenta que me traía. La capucha aún escondía mi rostro tras sus telas. Deslicé la mano hasta el muslo y rebusqué entre mis ropas, hasta llegar al extremo de la liga, donde escondía un pequeño puñal. Las calles de Londres son peligrosas. Todo el mundo lo sabe. Y hay que estar bien preparada para sacar los dientes en el momento oportuno. El humo del cigarrillo rozaba mi cabello, cuando me di la vuelta, puñal en mano.
- ¿Le ocurre algo madame? No debería andar sola por aquí.
Inmediatamente después, el puñal estaba en su cuello. Ni siquiera apreté. Sólo quería que sintiese el frio acero de mi cuchillo, para que se apartara. Observé sus ojos extraños. Había algo en él, que me desconcertaba. Pero no permitiría ni por un segundo, que se diese cuenta. Su vestimenta no tenía nada en especial. Mi detector de hombres poderosos y ricos decía: negativo. No parecía tampoco un andrajoso vagabundo. Así que bajé el arma y descubrí mi rostro.
- No, pequeño. Tú eres el que no debería andar sólo por aquí - Guardé el puñal de nuevo en mi liga y suspiré de alivio al ver, que era totalmente inofensivo. El muy ingenuo, sólo pretendería ayudarme. Como si yo fuese un cachorrillo abandonado en medio de la calle o una damisela en apuros esperando un gran rescate - ¿Le importa si le robo uno? - dije, sin expresión alguna, ocultando el latido de mi corazón, a cien por hora, a causa del susto. Necesitaba un cigarro.
¿Quién me mandaría a mí, meterme en una de ellas? Aceleré el paso al presentir, que alguien me seguía ¿Un ladrón quizás? No lo se. Pero mi vestido no ayudaba en la carrera. Lo único que hacía era obstaculizarme. Mi olfato advirtió, el olor a cigarrillo. Aquella presencia estaba más cerca de lo que me pensaba. No quise echar ni una sola mirada, por la cuenta que me traía. La capucha aún escondía mi rostro tras sus telas. Deslicé la mano hasta el muslo y rebusqué entre mis ropas, hasta llegar al extremo de la liga, donde escondía un pequeño puñal. Las calles de Londres son peligrosas. Todo el mundo lo sabe. Y hay que estar bien preparada para sacar los dientes en el momento oportuno. El humo del cigarrillo rozaba mi cabello, cuando me di la vuelta, puñal en mano.
- ¿Le ocurre algo madame? No debería andar sola por aquí.
Inmediatamente después, el puñal estaba en su cuello. Ni siquiera apreté. Sólo quería que sintiese el frio acero de mi cuchillo, para que se apartara. Observé sus ojos extraños. Había algo en él, que me desconcertaba. Pero no permitiría ni por un segundo, que se diese cuenta. Su vestimenta no tenía nada en especial. Mi detector de hombres poderosos y ricos decía: negativo. No parecía tampoco un andrajoso vagabundo. Así que bajé el arma y descubrí mi rostro.
- No, pequeño. Tú eres el que no debería andar sólo por aquí - Guardé el puñal de nuevo en mi liga y suspiré de alivio al ver, que era totalmente inofensivo. El muy ingenuo, sólo pretendería ayudarme. Como si yo fuese un cachorrillo abandonado en medio de la calle o una damisela en apuros esperando un gran rescate - ¿Le importa si le robo uno? - dije, sin expresión alguna, ocultando el latido de mi corazón, a cien por hora, a causa del susto. Necesitaba un cigarro.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Encuentros en la noche (Libre)
Después de haberme atrevido a hablar, sentí algo puntiagudo pegado a mi cuello “¿Qué demonios?” pensé con más sorpresa que otra cosa. Sí, era un arma blanca lo que empuñaba aquella mujer, sonreí juguetonamente asintiendo levemente con la cabeza, “vaya, vaya…” pensaba mientras me echaba un poco hacia atrás, no por nada, yo nunca temí a la muerte, no lo iba a hacer ahora, es mas pensaba que estaba ante una desequilibrada.
¿Por qué habría roto el silencio de aquella callejuela? Fue una simple observación, una de tantas.
Tras la oscuridad de su rostro pude distinguir dos brillantes y peligrosos ojos, eso aumentó la adrenalina que pudiera sentir en ese momento. Cuando se bajó la capucha y apartó el puñal de mi cuello, vi algo angelical (por decirlo de algún modo) pero juraría que no lo era.
Mantuve la sonrisa impresa en mis labios mientras la analizaba detenidamente, las mujeres fatales siempre me habían fascinado. Me hacían arriesgar, hacían que liberase mi espíritu rebelde.
- No, pequeño. Tú eres el que no debería andar sólo por aquí – Enarqué una ceja incrédulo, cada vez me gustaba más. Ni una disculpa, ni un interrogatorio. Aparentemente segura de sí misma, con una lengua viperina a primera vista ¡vamos! De las que me traían de cabeza. Observé cómo se guardaba el puñal, una imagen demasiado sugerente para mis ojos.
- ¿Le importa si le robo uno? – Yo aún tenía mi cigarro en los labios, rebusqué con calma en el bolsillo de mi pantalón la caja de cigarros ¿por qué no darle uno? Quizá también necesitaba calmarse un poco. Dejé que escogiese el que quisiera, ahora solo tenía que buscar la pequeña caja de cerillas que guardaba en mi abrigo, la encontré sin ningún problema. Prendí el fosforo, el cual ilumino por unos segundos nuestros rostros, y la ayudé a encenderlo.
Exhalé el humo a un lado mientras la miraba descaradamente atreves del humo que se iba formado entre nosotros.
-Sois de armas tomar, gatita.- Murmuré con voz queda, era otra de mis observaciones. –Tan bella como peligrosa.- eché otra ráfaga de humo ocultando así la sonrisa picara que se me había escapado.
–Ya veo que vos misma os valéis para protegeros.- Aparté los ojos de ella fijándolos ahora en el grupo de borrachos que quedaban atrás, reí pesadamente volviéndome hacia aquella mujer.
–Será mejor que retomemos nuestro camino. – apreté el cigarro entre mis labios e hice una teatral reverencia, la rodeé para seguir con mi camino.
¿Por qué habría roto el silencio de aquella callejuela? Fue una simple observación, una de tantas.
Tras la oscuridad de su rostro pude distinguir dos brillantes y peligrosos ojos, eso aumentó la adrenalina que pudiera sentir en ese momento. Cuando se bajó la capucha y apartó el puñal de mi cuello, vi algo angelical (por decirlo de algún modo) pero juraría que no lo era.
Mantuve la sonrisa impresa en mis labios mientras la analizaba detenidamente, las mujeres fatales siempre me habían fascinado. Me hacían arriesgar, hacían que liberase mi espíritu rebelde.
- No, pequeño. Tú eres el que no debería andar sólo por aquí – Enarqué una ceja incrédulo, cada vez me gustaba más. Ni una disculpa, ni un interrogatorio. Aparentemente segura de sí misma, con una lengua viperina a primera vista ¡vamos! De las que me traían de cabeza. Observé cómo se guardaba el puñal, una imagen demasiado sugerente para mis ojos.
- ¿Le importa si le robo uno? – Yo aún tenía mi cigarro en los labios, rebusqué con calma en el bolsillo de mi pantalón la caja de cigarros ¿por qué no darle uno? Quizá también necesitaba calmarse un poco. Dejé que escogiese el que quisiera, ahora solo tenía que buscar la pequeña caja de cerillas que guardaba en mi abrigo, la encontré sin ningún problema. Prendí el fosforo, el cual ilumino por unos segundos nuestros rostros, y la ayudé a encenderlo.
Exhalé el humo a un lado mientras la miraba descaradamente atreves del humo que se iba formado entre nosotros.
-Sois de armas tomar, gatita.- Murmuré con voz queda, era otra de mis observaciones. –Tan bella como peligrosa.- eché otra ráfaga de humo ocultando así la sonrisa picara que se me había escapado.
–Ya veo que vos misma os valéis para protegeros.- Aparté los ojos de ella fijándolos ahora en el grupo de borrachos que quedaban atrás, reí pesadamente volviéndome hacia aquella mujer.
–Será mejor que retomemos nuestro camino. – apreté el cigarro entre mis labios e hice una teatral reverencia, la rodeé para seguir con mi camino.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Encuentros en la noche (Libre)
Aquel joven no parecía tener ningún tipo de temor, a pesar de que acababa de apuntarle con un cuchillo. Mucho más desconcertante. No es que tuviese temor alguno. Es que, le hacía gracia aquella situación. Tenía la sonrisa impregnada en la cara, como si acabase de contarle algún chiste ingenioso. Eso si que no me lo esperaba. La calle era demasiado oscura como para poder verle el rostro. Y una calma extraña, reinaba a nuestro alrededor. Era como si por un momento el mundo se hubiese parado, de improviso.
No dijo nada. Sacó un cigarrillo, me lo tendió sin ningún pretexto y encendió un fósforo. Puse el tabaco en mi boca y me incline para que prendiera. Fue entonces cuando conseguí ver su rostro. Era muy sofisticado, a pesar de no ser de un alto cargo. Y, por algún extraño motivo que aún no entiendo, seguía mirándome con esos ojos extraños, que tanto me perturbaban. O al menos, perturbaban mi calma. Me escrutó. Yo le escruté de arriba a abajo y un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
-Sois de armas tomar, gatita. Tan bella como peligrosa.
"Gatita", me dijo. Los gatos son recelosos y tremendamente vengativos. Ten cuidado amigo.
Estaba claro, que no era cualquier tipo. Demasiado temerario para tratar con una mujer como yo. Quizás aún desconocía, a pesar del altercado, lo peligrosa que podía llegara ser. O quizás, yo había dado con la horma de mi zapato. Aquello me asustó.
-Ya veo que vos misma os valéis para protegeros. Será mejor que retomemos nuestro camino.
Y, sin ni siquiera darme un mísero segundo para responder, hizo una reverencia y empezó a caminar ¿Acaso pensaba que se iba a ir de rositas tras llamarme gatita? Eso si que no. Si hace un segundo estaba fascinada. Ahora tenía unas ganas terribles de empotrarle contra el suelo. Se que la prepotencia es una mala cualidad. Pero toda la maldad que mi pequeño cuerpecito puede sujetar, se convierte en la sensación más gratificante que he experimentado a lo largo de mi existencia.
-Supongo que sois todo un Don Juan, con esos aires de caballero andante - dije alzando la voz, con una sonrisa igual de falsa, que una moneda de dos caras - ¿Puedo haceros un pequeño inciso? A mi no me engañáis. Estáis tan jodido como todo el mundo - dije, pegándole una profunda calada a mi cigarrillo - Vuestros ojos son mas delatadores que esa sonrisa tan encantadora. Adivino una vida ajetreada. Por otro lado, debéis estar realmente loco, si no os habéis apartado, corriendo, de mi cuchillo. ¿Me equivoco, pequeño?
No dijo nada. Sacó un cigarrillo, me lo tendió sin ningún pretexto y encendió un fósforo. Puse el tabaco en mi boca y me incline para que prendiera. Fue entonces cuando conseguí ver su rostro. Era muy sofisticado, a pesar de no ser de un alto cargo. Y, por algún extraño motivo que aún no entiendo, seguía mirándome con esos ojos extraños, que tanto me perturbaban. O al menos, perturbaban mi calma. Me escrutó. Yo le escruté de arriba a abajo y un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
-Sois de armas tomar, gatita. Tan bella como peligrosa.
"Gatita", me dijo. Los gatos son recelosos y tremendamente vengativos. Ten cuidado amigo.
Estaba claro, que no era cualquier tipo. Demasiado temerario para tratar con una mujer como yo. Quizás aún desconocía, a pesar del altercado, lo peligrosa que podía llegara ser. O quizás, yo había dado con la horma de mi zapato. Aquello me asustó.
-Ya veo que vos misma os valéis para protegeros. Será mejor que retomemos nuestro camino.
Y, sin ni siquiera darme un mísero segundo para responder, hizo una reverencia y empezó a caminar ¿Acaso pensaba que se iba a ir de rositas tras llamarme gatita? Eso si que no. Si hace un segundo estaba fascinada. Ahora tenía unas ganas terribles de empotrarle contra el suelo. Se que la prepotencia es una mala cualidad. Pero toda la maldad que mi pequeño cuerpecito puede sujetar, se convierte en la sensación más gratificante que he experimentado a lo largo de mi existencia.
-Supongo que sois todo un Don Juan, con esos aires de caballero andante - dije alzando la voz, con una sonrisa igual de falsa, que una moneda de dos caras - ¿Puedo haceros un pequeño inciso? A mi no me engañáis. Estáis tan jodido como todo el mundo - dije, pegándole una profunda calada a mi cigarrillo - Vuestros ojos son mas delatadores que esa sonrisa tan encantadora. Adivino una vida ajetreada. Por otro lado, debéis estar realmente loco, si no os habéis apartado, corriendo, de mi cuchillo. ¿Me equivoco, pequeño?
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
-Supongo que sois todo un Don Juan, con esos aires de caballero andante – Me sorprendió el hecho de que volviera a dirigirme la palabra, sinceramente yo ya había dado por finalizado aquel extraño encuentro. ¿Qué es lo que noté en su voz? Giré la cabeza para volver a mirarla, estábamos a dos pasos de distancia. ¿Don Juan, yo? Se equivocaba de hombre.
- ¿Puedo haceros un pequeño inciso? A mí no me engañáis. Estáis tan jodido como todo el mundo – Procuré contenerme, pero me estaba empezando a sacar de quicio, ¿quién se creía que era para hablarme así? ¿Quién? ¡Maldita sea mil veces! Acorté las distancias mientras ella continuaba hablando.- Vuestros ojos son mas delatadores que esa sonrisa tan encantadora. Adivino una vida ajetreada. Por otro lado, debéis estar realmente loco, si no os habéis apartado, corriendo, de mi cuchillo. ¿Me equivoco, pequeño?
Apreté la mandíbula con fuerza, me quedé delante de ella y la obligué a pegarse contra el muro de aquel callejón, respiré profundamente en un intento de serenarme. Desde esa distancia podía detenerme en cada fragmento de su rostro. Empotré con fuerza mi mano derecha contra el muro descubierto muy cerca de su cabeza. - ¿Perdona?- Pregunté mirándola directamente a los ojos.
Tiré el cigarro al suelo, y rápidamente presioné con la mano izquierda el lugar donde ella tenía escondido el puñal, no caería dos veces en sus trucos, no tenía pensado apartar la mano de ahí ni aunque me escupiera. Ya se me habían cruzado los cables.
-Mira niña no vayas de lista, porque no tienes ni idea, eso para empezar.- Lo que ella había hecho era prejuzgarme como yo siempre hacía con el resto, pero ¿por qué debería importarme? ¿Qué mierda me importaba lo que ella o el resto pensase? –Tú no eres quién para opinar nada sobre mí.- Si las miradas matasen…- ¿Crees que pretendía ayudarte? Estás muy equivocada, gatita. No me importas tú ni nadie.- La aclaré en un murmulló lleno de rencor.
–Conozco perfectamente a la gente de tu calaña, así que cuidado con lo que dices.- me acababa de dar cuenta que la estaba tuteando ¡buah! ¿Qué me importaba? Seguro que no volvería a cruzarme con ella. Sonreí maliciosamente mientras apretaba un poco más el puñal contra su piel y me acercaba más a ella pegando mi cuerpo al suyo para evitar algún movimiento.
– No sé quién estará más loco de los dos, ¿crees que esto habría resultado con ese grupo?- moví la cabeza en dirección al grupo de borrachos. Sería muy guapa y todo lo que tú quieras, pero sabía que no tenía un pelo de tonta.
–Suerte que te has encontrado conmigo.- ¿Suerte? Yo no era un hombre agresivo... pero cuando me apretaban las tuercas me volvía un ser detestable.
- ¿Puedo haceros un pequeño inciso? A mí no me engañáis. Estáis tan jodido como todo el mundo – Procuré contenerme, pero me estaba empezando a sacar de quicio, ¿quién se creía que era para hablarme así? ¿Quién? ¡Maldita sea mil veces! Acorté las distancias mientras ella continuaba hablando.- Vuestros ojos son mas delatadores que esa sonrisa tan encantadora. Adivino una vida ajetreada. Por otro lado, debéis estar realmente loco, si no os habéis apartado, corriendo, de mi cuchillo. ¿Me equivoco, pequeño?
Apreté la mandíbula con fuerza, me quedé delante de ella y la obligué a pegarse contra el muro de aquel callejón, respiré profundamente en un intento de serenarme. Desde esa distancia podía detenerme en cada fragmento de su rostro. Empotré con fuerza mi mano derecha contra el muro descubierto muy cerca de su cabeza. - ¿Perdona?- Pregunté mirándola directamente a los ojos.
Tiré el cigarro al suelo, y rápidamente presioné con la mano izquierda el lugar donde ella tenía escondido el puñal, no caería dos veces en sus trucos, no tenía pensado apartar la mano de ahí ni aunque me escupiera. Ya se me habían cruzado los cables.
-Mira niña no vayas de lista, porque no tienes ni idea, eso para empezar.- Lo que ella había hecho era prejuzgarme como yo siempre hacía con el resto, pero ¿por qué debería importarme? ¿Qué mierda me importaba lo que ella o el resto pensase? –Tú no eres quién para opinar nada sobre mí.- Si las miradas matasen…- ¿Crees que pretendía ayudarte? Estás muy equivocada, gatita. No me importas tú ni nadie.- La aclaré en un murmulló lleno de rencor.
–Conozco perfectamente a la gente de tu calaña, así que cuidado con lo que dices.- me acababa de dar cuenta que la estaba tuteando ¡buah! ¿Qué me importaba? Seguro que no volvería a cruzarme con ella. Sonreí maliciosamente mientras apretaba un poco más el puñal contra su piel y me acercaba más a ella pegando mi cuerpo al suyo para evitar algún movimiento.
– No sé quién estará más loco de los dos, ¿crees que esto habría resultado con ese grupo?- moví la cabeza en dirección al grupo de borrachos. Sería muy guapa y todo lo que tú quieras, pero sabía que no tenía un pelo de tonta.
–Suerte que te has encontrado conmigo.- ¿Suerte? Yo no era un hombre agresivo... pero cuando me apretaban las tuercas me volvía un ser detestable.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
Paso en falso. Maldición.
Me acorraló contra el muro, sin dejarme posibilidad de movimiento. Mis probabilidades de escapatoria eran mínimas. Aquel tipo parecía fuerte. Mi flanco derecho estaba cubierto. Dos cosas estaban claras: primera, sabía defenderse. Y segunda, estaba cabreado. No me extraña.
-¿Perdona? - preguntó, mirándome directamente a los ojos. Intenté contener la rabia y pensar con la cabeza. Deslicé la mano por la parte baja de la pared, localizando mi vestido. Pero antes de que pudiese alcanzar el cuchillo, aquel joven presiono la zona superior de mi pierna, imposibilitándome el acceso.
Maldición. Otro paso en falso.
-Mira niña no vayas de lista, porque no tienes ni idea, eso para empezar. Tú no eres quién para opinar nada sobre mí.-
¿Cómo se atrevía! El muy... ¡bandido! ¡Maldita sea! le miré como si fuera un maldito insecto al cual espachurrar con sólo un movimiento de zapato.
- ¿Crees que pretendía ayudarte? Estás muy equivocada, gatita. No me importas tú ni nadie.- tranquilo, amiguito. Ambos estamos de acuerdo. Observé su rostro, llena de cólera e intenté zafarme como pude de su presa. Pero era imposible. Su rostro estaba tan cerca que casi se tocaba con el mío. No dejaría que su perfume me embriagase. No dejaría que viera el miedo tras mis ojos endiablados.
–Conozco perfectamente a la gente de tu calaña, así que cuidado con lo que dices.- ¿De tu calaña? El tipo apretó aún más fuerte la mano contra mi muslo. Notaba el acero contra mi piel. Algo que, escasos minutos antes, había notado él. Y lo peor de todo era que, aquella situación, se estaba volviendo muy divertida.
– No sé quién estará más loco de los dos, ¿crees que esto habría resultado con ese grupo?- Sonreí como una psicópata. Ni siquiera miré al grupo de borrachos. No despegaría mis ojos de aquel hombre por nada del mundo. Volví a intentar zafarme, de la forma más agresiva que conocía. Otro intento fallido.
–Suerte que te has encontrado conmigo.- nada más oír aquello salir de sus labios, me detuve. Relajé el cuerpo y dejé caer la cabeza contra el muro, a mis espaldas. Suspiré, relajando el rostro y sonreí ante la escena.
- Acabamos de conocernos y ya nos estamos peleando. Es enternecedor - susurré, llevando una mano contra su pecho. Localicé su corazón - ¿Nervioso? - reí. Luego deslicé la mano hasta la parte superior de su nuca - En la otra pierna, tengo una petaca de Bourbon - apunté, guiñándole un ojo - ¿Sabes? te había subestimado. Y yo que pensaba que eras un estúpido aburrido. Resulta que eres un atrevido divertido. Que tal si firmamos el tratado de paz. No tenemos por qué andarnos con formalismos.
Aquella situación se me había ido de las manos por completo. Aquel sólo era un hombre más al que había retorcido las tuercas. Sólo que este hombre, había resultado ser más listo que el resto. Volví a observarle y puse mi mejor cara: la angelical. La de la niña que no ha roto un plato en su vida.
- Ha sido un placer conocernos tan... a fondo. Te aseguro que esta es una de mis posturas favoritas. Pero empiezan a dormírseme las piernas ¿Te importa si me sueltas?
Me acorraló contra el muro, sin dejarme posibilidad de movimiento. Mis probabilidades de escapatoria eran mínimas. Aquel tipo parecía fuerte. Mi flanco derecho estaba cubierto. Dos cosas estaban claras: primera, sabía defenderse. Y segunda, estaba cabreado. No me extraña.
-¿Perdona? - preguntó, mirándome directamente a los ojos. Intenté contener la rabia y pensar con la cabeza. Deslicé la mano por la parte baja de la pared, localizando mi vestido. Pero antes de que pudiese alcanzar el cuchillo, aquel joven presiono la zona superior de mi pierna, imposibilitándome el acceso.
Maldición. Otro paso en falso.
-Mira niña no vayas de lista, porque no tienes ni idea, eso para empezar. Tú no eres quién para opinar nada sobre mí.-
¿Cómo se atrevía! El muy... ¡bandido! ¡Maldita sea! le miré como si fuera un maldito insecto al cual espachurrar con sólo un movimiento de zapato.
- ¿Crees que pretendía ayudarte? Estás muy equivocada, gatita. No me importas tú ni nadie.- tranquilo, amiguito. Ambos estamos de acuerdo. Observé su rostro, llena de cólera e intenté zafarme como pude de su presa. Pero era imposible. Su rostro estaba tan cerca que casi se tocaba con el mío. No dejaría que su perfume me embriagase. No dejaría que viera el miedo tras mis ojos endiablados.
–Conozco perfectamente a la gente de tu calaña, así que cuidado con lo que dices.- ¿De tu calaña? El tipo apretó aún más fuerte la mano contra mi muslo. Notaba el acero contra mi piel. Algo que, escasos minutos antes, había notado él. Y lo peor de todo era que, aquella situación, se estaba volviendo muy divertida.
– No sé quién estará más loco de los dos, ¿crees que esto habría resultado con ese grupo?- Sonreí como una psicópata. Ni siquiera miré al grupo de borrachos. No despegaría mis ojos de aquel hombre por nada del mundo. Volví a intentar zafarme, de la forma más agresiva que conocía. Otro intento fallido.
–Suerte que te has encontrado conmigo.- nada más oír aquello salir de sus labios, me detuve. Relajé el cuerpo y dejé caer la cabeza contra el muro, a mis espaldas. Suspiré, relajando el rostro y sonreí ante la escena.
- Acabamos de conocernos y ya nos estamos peleando. Es enternecedor - susurré, llevando una mano contra su pecho. Localicé su corazón - ¿Nervioso? - reí. Luego deslicé la mano hasta la parte superior de su nuca - En la otra pierna, tengo una petaca de Bourbon - apunté, guiñándole un ojo - ¿Sabes? te había subestimado. Y yo que pensaba que eras un estúpido aburrido. Resulta que eres un atrevido divertido. Que tal si firmamos el tratado de paz. No tenemos por qué andarnos con formalismos.
Aquella situación se me había ido de las manos por completo. Aquel sólo era un hombre más al que había retorcido las tuercas. Sólo que este hombre, había resultado ser más listo que el resto. Volví a observarle y puse mi mejor cara: la angelical. La de la niña que no ha roto un plato en su vida.
- Ha sido un placer conocernos tan... a fondo. Te aseguro que esta es una de mis posturas favoritas. Pero empiezan a dormírseme las piernas ¿Te importa si me sueltas?
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
Ver cada cambio en su rostro fue más gratificante que mil aplausos en un concierto. Intentó zafarse una y otra vez, pero sus movimientos resultaron ser fallidos, me gustó que quisiera usar su fuerza contra mí, no sé… se podría decir que daba más morbo a la situación. Seguí mirándola curioseando la profundidad de sus ojos, cuando terminé mi discurso o amenaza (llámalo como quieras) tuve la impresión de que se daba por vencida, aunque lo dudaba muchísimo.
Podría haber hecho lo que me hubiera dado en gana, la tenía a mi merced completamente, pero yo no soy un violador. Aún con todo al imaginarme algo con ella todo mi cuerpo se embrutecía. Pude ver cómo sonreía, yo ahora estaba completamente serio atento a cualquier movimiento al fin y al cabo ella tenía las manos libres.
- Acabamos de conocernos y ya nos estamos peleando. Es enternecedor – me relamí los labios ignorando su inapropiado comentario, sentí su mano sobre mi pecho ¿qué intentaba? - ¿Nervioso? – ¿eso era? ¿Intentaba ponerme nervioso? No le quedaba a ella para verme a mí nervioso. Ahora su mano se posó detrás de mi cabeza, allí donde nunca me habría imaginado que podría llegar, eso no hizo más que excitarme, pero debía controlarme hasta que la perdiera de vista. - En la otra pierna, tengo una petaca de Bourbon – Me guiñó el ojo con toda la coquetería de las de su clase, la noticia de que pegado a su otro muslo había alcohol cayó sobre mí como agua de mayo.
- ¿Sabes? te había subestimado. Y yo que pensaba que eras un estúpido aburrido. Resulta que eres un atrevido divertido. Qué tal si firmamos el tratado de paz. No tenemos por qué andarnos con formalismos.- ¿Ahora no? Qué buena embaucadora era, aunque todavía le quedaba mucho por aprender, de eso caería en la cuenta tarde o temprano. No la contesté porque seguro que escupiría cualquier blasfemia, como de costumbre. Simplemente me quedé en la misma posición, aunque ya no fuera necesario. Pero con esta mujer había que andarse con cuidado ya que a la primera de cambio pueden saltar sobre ti…y en fin.
Yo tenía también mi idea preconcebida de cómo era ella, y sería muy difícil que me hiciera cambiar de opinión si es que me equivocaba en algún aspecto, sinceramente tampoco me quitaba el sueño.
Su rostro se tornó distinto, como yo me esperaba, adorable en verdad, pero ya era tarde para dárselas de santurrona.
- Ha sido un placer conocernos tan... a fondo. Te aseguro que esta es una de mis posturas favoritas. Pero empiezan a dormírseme las piernas ¿Te importa si me sueltas?- Ahora una sonrisa de lo más sugerente se dibujó en mi semblante. Acerqué lentamente mi rostro al suyo, como queriendo besarla, quedando a escasos centímetros de sus labios, pero me detuve permaneciendo en silencio unos largos segundos solo sintiendo nuestros alientos con un toque a tabaco muy embriagador.
-¿En serio quieres que te suelte?- murmuré ¿Aquello sonaba a una invitación? Cómo se lo tomase dependía solamente de ella. Aparté la mano que tenía pegada al muro y con un movimiento rápido comencé a levantar parte de su falda, mis ojos no se apartaron de los suyos ¿qué pensaría que haría? Solo estaba jugando con ella, aunque de seguro ya conocía esa clase de juegos.
Fui acariciando con la yema de los dedos su muslo lentamente, disfrutando de aquel momento, el tacto de la media no evitaba que sintiera la tibieza de su piel, subí y subí hasta que en un abrir y cerrar de ojos había liberado la petaca de la presión de su liga, sonreí con gracia escuchando como volvía la falda a su posición original. -¿Te importa si te robo un poco?- pregunté usando de forma similar las palabras que ella usó al cogerme uno de mis cigarrillos. No necesitaba una respuesta, bebería de todas maneras ¡qué menos! Me llevé la petada a los labios y bebí un largo trago que me supo a gloria. –Buen gusto.- murmuré mientras se la devolvía. Creí que era suficiente, así que me contuve todas las ganas de recrear con ella imágenes lascivas, fui soltando la mano que rodeaba su puñal, y fui separándome de ella.
–Como quieras.- Ella se lo perdía. Antes de apartar los ojos de ella para marcharme me prometí a mi mismo que no volvería a bajar la guardia, aunque el deseo me recorriera las venas como el mismo fuego.
[ Lamento la extensión (: ]
Podría haber hecho lo que me hubiera dado en gana, la tenía a mi merced completamente, pero yo no soy un violador. Aún con todo al imaginarme algo con ella todo mi cuerpo se embrutecía. Pude ver cómo sonreía, yo ahora estaba completamente serio atento a cualquier movimiento al fin y al cabo ella tenía las manos libres.
- Acabamos de conocernos y ya nos estamos peleando. Es enternecedor – me relamí los labios ignorando su inapropiado comentario, sentí su mano sobre mi pecho ¿qué intentaba? - ¿Nervioso? – ¿eso era? ¿Intentaba ponerme nervioso? No le quedaba a ella para verme a mí nervioso. Ahora su mano se posó detrás de mi cabeza, allí donde nunca me habría imaginado que podría llegar, eso no hizo más que excitarme, pero debía controlarme hasta que la perdiera de vista. - En la otra pierna, tengo una petaca de Bourbon – Me guiñó el ojo con toda la coquetería de las de su clase, la noticia de que pegado a su otro muslo había alcohol cayó sobre mí como agua de mayo.
- ¿Sabes? te había subestimado. Y yo que pensaba que eras un estúpido aburrido. Resulta que eres un atrevido divertido. Qué tal si firmamos el tratado de paz. No tenemos por qué andarnos con formalismos.- ¿Ahora no? Qué buena embaucadora era, aunque todavía le quedaba mucho por aprender, de eso caería en la cuenta tarde o temprano. No la contesté porque seguro que escupiría cualquier blasfemia, como de costumbre. Simplemente me quedé en la misma posición, aunque ya no fuera necesario. Pero con esta mujer había que andarse con cuidado ya que a la primera de cambio pueden saltar sobre ti…y en fin.
Yo tenía también mi idea preconcebida de cómo era ella, y sería muy difícil que me hiciera cambiar de opinión si es que me equivocaba en algún aspecto, sinceramente tampoco me quitaba el sueño.
Su rostro se tornó distinto, como yo me esperaba, adorable en verdad, pero ya era tarde para dárselas de santurrona.
- Ha sido un placer conocernos tan... a fondo. Te aseguro que esta es una de mis posturas favoritas. Pero empiezan a dormírseme las piernas ¿Te importa si me sueltas?- Ahora una sonrisa de lo más sugerente se dibujó en mi semblante. Acerqué lentamente mi rostro al suyo, como queriendo besarla, quedando a escasos centímetros de sus labios, pero me detuve permaneciendo en silencio unos largos segundos solo sintiendo nuestros alientos con un toque a tabaco muy embriagador.
-¿En serio quieres que te suelte?- murmuré ¿Aquello sonaba a una invitación? Cómo se lo tomase dependía solamente de ella. Aparté la mano que tenía pegada al muro y con un movimiento rápido comencé a levantar parte de su falda, mis ojos no se apartaron de los suyos ¿qué pensaría que haría? Solo estaba jugando con ella, aunque de seguro ya conocía esa clase de juegos.
Fui acariciando con la yema de los dedos su muslo lentamente, disfrutando de aquel momento, el tacto de la media no evitaba que sintiera la tibieza de su piel, subí y subí hasta que en un abrir y cerrar de ojos había liberado la petaca de la presión de su liga, sonreí con gracia escuchando como volvía la falda a su posición original. -¿Te importa si te robo un poco?- pregunté usando de forma similar las palabras que ella usó al cogerme uno de mis cigarrillos. No necesitaba una respuesta, bebería de todas maneras ¡qué menos! Me llevé la petada a los labios y bebí un largo trago que me supo a gloria. –Buen gusto.- murmuré mientras se la devolvía. Creí que era suficiente, así que me contuve todas las ganas de recrear con ella imágenes lascivas, fui soltando la mano que rodeaba su puñal, y fui separándome de ella.
–Como quieras.- Ella se lo perdía. Antes de apartar los ojos de ella para marcharme me prometí a mi mismo que no volvería a bajar la guardia, aunque el deseo me recorriera las venas como el mismo fuego.
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Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
Acercó su rostro, quedándose a escasos centímetros de mí. Yo no moví un músculo. No le daría ese placer. No dejaría que notase mi pulso acelerado, la sangre golpeándome en el cerebro, a un ritmo vertiginoso. Mi semblante apacible, se desvaneció. Intenté expresar media sonrisa y nada más. ¿Estaba perdiendo mis facultades de persuasión? ¿O quizás era imposible utilizar ese arma contra él? Fingir que no me daba ningún tipo de miedo, se estaba convirtiendo en una auténtica tortura. En realidad, me intranquilizaba más, que cualquier cosa, que hubiese visto antes. Y he visto muchas cosas.
-¿En serio quieres que te suelte?- ¡Por fin! Ahora tonteaba. Perfecto. Se había relajado. Seguro que se lo estaba pasando en grande conmigo. Pero no le daría ese gusto. Como reza el antiguo proverbio chino: "La venganza es un plato, que se sirve mejor frío" Bajó la guardia, quitando la mano del muro. Así me gusta, pequeño. Así me gusta. De pronto sus dedos, se deslizaban, ligeros, a lo largo de mi pierna, hasta llegar al muslo. Liberó la petaca en un abrir y cerrar de ojos ¿Cuanto tardaría en quitarme la ropa?
-¿Te importa si te robo un poco? - el tipo pegó un trago largo-Buen gusto.- segunda cosa en lo que estamos de acuerdo. Yo esperé, paciente, sin quitarle la mirada. Aquella imagen, me deleitaba ¿Podría ser más atractivo, bebiendo de mi petaca? Luego me la devolvió. Yo la guardé de nuevo, en su lugar correspondiente. Y por fin soltó la mano que aún me tenía apresada. La mano que presionaba mi pierna contra el puñal. Un profundo alivio recorrió cada nervio de mi cuerpo. Pero no dejaría ni un suspiro salir de mi boca. En lugar de eso, volví a sonreír, aún juguetona. Era como si acabásemos de jugar una partida de ajedrez y hubiese quedado en tablas. Finalmente se separó de mí y añadió un -Como quieras -
Luego me soltó, por completo, despegando su cuerpo del mio. El frio me inundó de nuevo, echando de menos su pecho. Aún así, el alivio que sentí, fue el mismo que un pájaro liberándose de su jaula, volando alto de nuevo. Aún me miraba. Demasiado cauteloso como para contraatacarle. Afirmativo. Aquello quedaría en tablas.
-Ha sido un placer, monsieur, charlar con vos - volví a acercarme, lentamente. No pretendía que me volviese a estampar contra el muro. Así que calculé mis movimientos a la perfección, desquitándome de toda agresividad -Espero que volvamos a encontrarnos - sonreí de forma angelical, sin temor. En realidad, lo único que quería hacer, en ese momento, era torturarle. Torturarle hasta que suplicara piedad. Pero debía andarme con cuidado. Ya se sabe lo que surge de un paso en falso. Volví a recorrer aquel cuerpo con los ojos. Era realmente alto y fuerte. Demasiado valiente. Demasiado bocazas. Touché, supongo -Adiós, monsieur. Y tenga cuidado. Las calles de Londres son muy peligrosas - finalicé, remarcando la palabra "muy", con los ojos entrecerrados.
[No te preocupes ]
-¿En serio quieres que te suelte?- ¡Por fin! Ahora tonteaba. Perfecto. Se había relajado. Seguro que se lo estaba pasando en grande conmigo. Pero no le daría ese gusto. Como reza el antiguo proverbio chino: "La venganza es un plato, que se sirve mejor frío" Bajó la guardia, quitando la mano del muro. Así me gusta, pequeño. Así me gusta. De pronto sus dedos, se deslizaban, ligeros, a lo largo de mi pierna, hasta llegar al muslo. Liberó la petaca en un abrir y cerrar de ojos ¿Cuanto tardaría en quitarme la ropa?
-¿Te importa si te robo un poco? - el tipo pegó un trago largo-Buen gusto.- segunda cosa en lo que estamos de acuerdo. Yo esperé, paciente, sin quitarle la mirada. Aquella imagen, me deleitaba ¿Podría ser más atractivo, bebiendo de mi petaca? Luego me la devolvió. Yo la guardé de nuevo, en su lugar correspondiente. Y por fin soltó la mano que aún me tenía apresada. La mano que presionaba mi pierna contra el puñal. Un profundo alivio recorrió cada nervio de mi cuerpo. Pero no dejaría ni un suspiro salir de mi boca. En lugar de eso, volví a sonreír, aún juguetona. Era como si acabásemos de jugar una partida de ajedrez y hubiese quedado en tablas. Finalmente se separó de mí y añadió un -Como quieras -
Luego me soltó, por completo, despegando su cuerpo del mio. El frio me inundó de nuevo, echando de menos su pecho. Aún así, el alivio que sentí, fue el mismo que un pájaro liberándose de su jaula, volando alto de nuevo. Aún me miraba. Demasiado cauteloso como para contraatacarle. Afirmativo. Aquello quedaría en tablas.
-Ha sido un placer, monsieur, charlar con vos - volví a acercarme, lentamente. No pretendía que me volviese a estampar contra el muro. Así que calculé mis movimientos a la perfección, desquitándome de toda agresividad -Espero que volvamos a encontrarnos - sonreí de forma angelical, sin temor. En realidad, lo único que quería hacer, en ese momento, era torturarle. Torturarle hasta que suplicara piedad. Pero debía andarme con cuidado. Ya se sabe lo que surge de un paso en falso. Volví a recorrer aquel cuerpo con los ojos. Era realmente alto y fuerte. Demasiado valiente. Demasiado bocazas. Touché, supongo -Adiós, monsieur. Y tenga cuidado. Las calles de Londres son muy peligrosas - finalicé, remarcando la palabra "muy", con los ojos entrecerrados.
[No te preocupes ]
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
Aún sin quererlo volví a detener mis ojos en ella, perdiéndome en su esbelta figura como en la heroína que resultaba ser, yo había estado a punto de chutarme una dosis que me habría enganchado a ella por compelo, pero me di cuenta del gran poder de contención que poseía, aunque no sabía por cuánto tiempo podría estarme así, reprimiendo mis impulsos.
-Ha sido un placer, monsieur, charlar con vos – El placer era mío sin duda (aunque no lo manifestase) me fije en cómo se iba acercando. -Espero que volvamos a encontrarnos – Se removió la fiera que vivía en mi interior mientras la contemplaba, tan sensual ¿cuántos hombres habrían caído en sus redes? ¿Centenares? No lo descarto.
Me estaba mirando de arriba abajo sin ninguna vergüenza ¿será posible? ¿Dónde están los modales de las jóvenes de hoy en día? -Adiós, monsieur. Y tenga cuidado. Las calles de Londres son muy peligrosas - ¿Adiós? ¿Por qué me molestaba tanto no ser yo el que terminase todo aquello? ¿Por qué tendría que tener ella la última palabra? Encima con advertencias ¿no había aprendido nada?
Solté una ligera risa apoyándome contra el muro en una postura de todo un dandi. Suspiré recobrando la paciencia antes perdida. Antes de que ella hiciese algún movimiento para irse la tomé con soltura de su delicada muñeca para retenerla junto a mí, debí de estar loco, debí marcharme en ese momento en la otra dirección y no volver sobre mis pasos jamás. Sonreí de medio lado admirando la fineza de sus rasgos. -¿A dónde crees que vas?- Esa pregunta dirigida a cualquier otra dama podría haber alterado todos sus sentidos, pero mis intenciones eran otras, no quería su dinero… quería otra cosa, la quería a ella por lo que representaba para mí. No me importaba quién fuera, ni si quiera su nombre, podría vivir perfectamente desconociéndolo.
- ¿Es que tienes prisa?- la acerqué hacia mí, pero no con brusquedad como quizá debería tratarla. Volví a tenerla delante de mí, ese era mi deseo en aquel oscuro callejón.
–Y yo que creí que te iba la marcha, qué decepcionante.- musité con fingida desilusión. La capa que llevaba ocultaba gran parte de su cuerpo, eso no sería obstáculo para mí de cualquier manera.
Tenía que reconocer que estaba para comérsela ahí mismo (metafóricamente hablando), pero una vez que me hubiese alimentado de ella ¿seguiría queriendo saborearla? Eso lo desconocía.
-Una perfecta señorita…- susurré acariciando sus suaves y dorados cabellos. – que no sabe dónde se ha metido.- me mordí sutilmente el labio inferior.
–Aunque si quieres marcharte ahí tienes el camino. – murmuré sin dejar de mirarla, todavía tenía algunos de sus mechones entre mis dedos.
-Ha sido un placer, monsieur, charlar con vos – El placer era mío sin duda (aunque no lo manifestase) me fije en cómo se iba acercando. -Espero que volvamos a encontrarnos – Se removió la fiera que vivía en mi interior mientras la contemplaba, tan sensual ¿cuántos hombres habrían caído en sus redes? ¿Centenares? No lo descarto.
Me estaba mirando de arriba abajo sin ninguna vergüenza ¿será posible? ¿Dónde están los modales de las jóvenes de hoy en día? -Adiós, monsieur. Y tenga cuidado. Las calles de Londres son muy peligrosas - ¿Adiós? ¿Por qué me molestaba tanto no ser yo el que terminase todo aquello? ¿Por qué tendría que tener ella la última palabra? Encima con advertencias ¿no había aprendido nada?
Solté una ligera risa apoyándome contra el muro en una postura de todo un dandi. Suspiré recobrando la paciencia antes perdida. Antes de que ella hiciese algún movimiento para irse la tomé con soltura de su delicada muñeca para retenerla junto a mí, debí de estar loco, debí marcharme en ese momento en la otra dirección y no volver sobre mis pasos jamás. Sonreí de medio lado admirando la fineza de sus rasgos. -¿A dónde crees que vas?- Esa pregunta dirigida a cualquier otra dama podría haber alterado todos sus sentidos, pero mis intenciones eran otras, no quería su dinero… quería otra cosa, la quería a ella por lo que representaba para mí. No me importaba quién fuera, ni si quiera su nombre, podría vivir perfectamente desconociéndolo.
- ¿Es que tienes prisa?- la acerqué hacia mí, pero no con brusquedad como quizá debería tratarla. Volví a tenerla delante de mí, ese era mi deseo en aquel oscuro callejón.
–Y yo que creí que te iba la marcha, qué decepcionante.- musité con fingida desilusión. La capa que llevaba ocultaba gran parte de su cuerpo, eso no sería obstáculo para mí de cualquier manera.
Tenía que reconocer que estaba para comérsela ahí mismo (metafóricamente hablando), pero una vez que me hubiese alimentado de ella ¿seguiría queriendo saborearla? Eso lo desconocía.
-Una perfecta señorita…- susurré acariciando sus suaves y dorados cabellos. – que no sabe dónde se ha metido.- me mordí sutilmente el labio inferior.
–Aunque si quieres marcharte ahí tienes el camino. – murmuré sin dejar de mirarla, todavía tenía algunos de sus mechones entre mis dedos.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
Soltó una ligera risa, apoyándose contra el muro. Una oleada me golpeó. Como el mar cuando te sacude y te arrastra hacia su profundidad. Me cogió par la muñeca delicadamente, reteniéndome contra él. De nuevo esa sensación. Y mi cuerpo volvió a desconocer lo que era el frío. Sonrió de medio lado y dijo:
-¿A dónde crees que vas? ¿Es que tienes prisa?- De nuevo me acercó a él. Era extraño sentirme, constantemente en su presencia, como la presa. Me sentía indefensa. Siempre apresada. Siempre quieta. Mi orgullo no lo permitiría más.
–Y yo que creí que te iba la marcha, qué decepcionante.- No sabes cuanto, amigo -Una perfecta señorita…- susurró acariciando mi pelo ¿Cómo se atrevía? – que no sabe dónde se ha metido.- Luego se mordió el labio y deseé ser yo quien lo hiciese. Error. Terrible error ¿Qué me pasaba? –Aunque si quieres marcharte ahí tienes el camino. – Al parecer yo no era la única orgullosa en aquel juego. Las fichas de nuevo, estaban dispuestas en el tablero. Había empezado una partida nueva.
En la calle, ya no se oía nada, salvo mi respiración. Estábamos solos, en penumbra, demasiado cerca, como para volver a oler ese maravilloso perfume. ¿Y quien era él? ¿Por qué me estaba haciendo perder los estribos, de una forma tan exquisita? No era un hombre rico, del que poder sacar dinero, tras acabar con su vida ¿Qué podía obtener yo, de todo esto? ¿Un polvo rápido en medio de una calle? Conocía a hombres de alto cargo, capaces de satisfacerme, de formas inimaginables. No me hacía falta y, aún así, seguía quieta, indefensa y tremendamente estúpida. Tragué saliva, despacio, calmada, intentando controlar mi "alarmado pensamieto" y dije:
-Oh... monsieur... - odiaba el francés, pero necesitaba parecer lo más educada y serena posible -¿Por qué me da la sensación, de que estáis muy solo? - sonreí con malicia -quizás... - continué, poniendo un dedo sobre su cuello y deslizándolo hasta su pecho -hace mucho...- deslicé el dedo hasta su estómago -mucho... - mi mano bajó hasta su cadera, ligera -mucho... que no os tocan así -suspiré, sobreactuada en exceso -Es una lástima, que algo tan... delicioso... se desaproveche de ese modo. Supongo que el único motivo que existe, es que sois profundamente insoportable - Aquellas palabras sonaron como cuchillas, gracias a mi lengua viperina. Lo más insoportable de todo, es que era, exactamente igual de insoportable que yo. Y nadie, y digo nadie, me gana en eso a mí.
-¿A dónde crees que vas? ¿Es que tienes prisa?- De nuevo me acercó a él. Era extraño sentirme, constantemente en su presencia, como la presa. Me sentía indefensa. Siempre apresada. Siempre quieta. Mi orgullo no lo permitiría más.
–Y yo que creí que te iba la marcha, qué decepcionante.- No sabes cuanto, amigo -Una perfecta señorita…- susurró acariciando mi pelo ¿Cómo se atrevía? – que no sabe dónde se ha metido.- Luego se mordió el labio y deseé ser yo quien lo hiciese. Error. Terrible error ¿Qué me pasaba? –Aunque si quieres marcharte ahí tienes el camino. – Al parecer yo no era la única orgullosa en aquel juego. Las fichas de nuevo, estaban dispuestas en el tablero. Había empezado una partida nueva.
En la calle, ya no se oía nada, salvo mi respiración. Estábamos solos, en penumbra, demasiado cerca, como para volver a oler ese maravilloso perfume. ¿Y quien era él? ¿Por qué me estaba haciendo perder los estribos, de una forma tan exquisita? No era un hombre rico, del que poder sacar dinero, tras acabar con su vida ¿Qué podía obtener yo, de todo esto? ¿Un polvo rápido en medio de una calle? Conocía a hombres de alto cargo, capaces de satisfacerme, de formas inimaginables. No me hacía falta y, aún así, seguía quieta, indefensa y tremendamente estúpida. Tragué saliva, despacio, calmada, intentando controlar mi "alarmado pensamieto" y dije:
-Oh... monsieur... - odiaba el francés, pero necesitaba parecer lo más educada y serena posible -¿Por qué me da la sensación, de que estáis muy solo? - sonreí con malicia -quizás... - continué, poniendo un dedo sobre su cuello y deslizándolo hasta su pecho -hace mucho...- deslicé el dedo hasta su estómago -mucho... - mi mano bajó hasta su cadera, ligera -mucho... que no os tocan así -suspiré, sobreactuada en exceso -Es una lástima, que algo tan... delicioso... se desaproveche de ese modo. Supongo que el único motivo que existe, es que sois profundamente insoportable - Aquellas palabras sonaron como cuchillas, gracias a mi lengua viperina. Lo más insoportable de todo, es que era, exactamente igual de insoportable que yo. Y nadie, y digo nadie, me gana en eso a mí.
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
Pobre gatita, la tenía acorralada, pero a la vez libre por si quería atacar, siempre me ha gustado que muestren las uñas, eso me volvía loco.
Poco a poco la paciencia iba disminuyendo:
-Oh... monsieur... – Siempre tan educadas, la galantería no me desagradaba, aunque yo era más bien tosco, pero ¿a quién le importa cómo sea? -¿Por qué me da la sensación, de que estáis muy solo? – Esa sonrisa que dejó ver me llenó de ira ¿quería enfadarme otra vez? Porque esta vez no sabía si podría contenerme.
Yo estaba solo porque así lo quería, y cuando quería estar con alguien solo tenía que buscar… y ese día quise estar con ella, sin más. -quizás... – el contacto de su dedo sobre mi cuello me estimuló en demasía, luego fue bajando peligrosamente. -hace mucho...- ¿qué estaba haciendo? ¿Después pensaría no pagar las consecuencias, verdad? -mucho... – dejó su mano en mi cadera, yo la fulminé con la mirada. -mucho... que no os tocan así - ¡Criatura del diablo! -Es una lástima, que algo tan... delicioso... se desaproveche de ese modo. Supongo que el único motivo que existe, es que sois profundamente insoportable.
Me quedé en silencio unos segundos pensando. Mis dedos que tenían retenidos algunos de sus cabellos acariciaron la curva de su mandíbula quedando bajo su mentón. No sentí nada con aquel intento de ofenderme, porque yo estaba curado de espanto (como se suele decir).
–En eso último no andas muy equivocada. – murmuré alzando su rostro hacia el mío, sencillamente perfecta. Esto era un tango de dos. Tomé la mano que reposaba en mi cadera, la cual había fallado en su destino, provocando mi irritación. La apreté un poco, pero sin hacerla daño.
–Eres muy traviesa ¿por qué me da a mí que solo eres eso? – estaba tentándola, quería picarla, quería que se enrabietara contra mí. – ¿Lo único que buscas es calentar? – sonreí con la misma malicia que ella antes, y aparté con reproche la mano que sostenía su mentón.
-¿A cuántos hombres has dejado acariciar tu piel? Dime ¿cuántos?- Esto se iba volviendo cada vez más divertido. -¿A cuántos más has engañado con tus artimañas? – No me incluía a mí, pero precisamente yo no era de piedra y el tenerla cerca me desequilibraba por completo.
– Mmmh, los hombres de hoy en día no quieren una fiera en sus casas incordiando, créeme. – me fui acercando a su oído lentamente. –Déjame que te diga que a mí no me importaría domarte.- Estas palabras se las susurre con el mayor deseo que os podáis imaginar ¡Loco completamente! Pero como digo siempre ¿y qué importa? Solo quería vivir el momento, ese preciso instante y si tenía que recibir una bofetada bienvenida era.
Poco a poco la paciencia iba disminuyendo:
-Oh... monsieur... – Siempre tan educadas, la galantería no me desagradaba, aunque yo era más bien tosco, pero ¿a quién le importa cómo sea? -¿Por qué me da la sensación, de que estáis muy solo? – Esa sonrisa que dejó ver me llenó de ira ¿quería enfadarme otra vez? Porque esta vez no sabía si podría contenerme.
Yo estaba solo porque así lo quería, y cuando quería estar con alguien solo tenía que buscar… y ese día quise estar con ella, sin más. -quizás... – el contacto de su dedo sobre mi cuello me estimuló en demasía, luego fue bajando peligrosamente. -hace mucho...- ¿qué estaba haciendo? ¿Después pensaría no pagar las consecuencias, verdad? -mucho... – dejó su mano en mi cadera, yo la fulminé con la mirada. -mucho... que no os tocan así - ¡Criatura del diablo! -Es una lástima, que algo tan... delicioso... se desaproveche de ese modo. Supongo que el único motivo que existe, es que sois profundamente insoportable.
Me quedé en silencio unos segundos pensando. Mis dedos que tenían retenidos algunos de sus cabellos acariciaron la curva de su mandíbula quedando bajo su mentón. No sentí nada con aquel intento de ofenderme, porque yo estaba curado de espanto (como se suele decir).
–En eso último no andas muy equivocada. – murmuré alzando su rostro hacia el mío, sencillamente perfecta. Esto era un tango de dos. Tomé la mano que reposaba en mi cadera, la cual había fallado en su destino, provocando mi irritación. La apreté un poco, pero sin hacerla daño.
–Eres muy traviesa ¿por qué me da a mí que solo eres eso? – estaba tentándola, quería picarla, quería que se enrabietara contra mí. – ¿Lo único que buscas es calentar? – sonreí con la misma malicia que ella antes, y aparté con reproche la mano que sostenía su mentón.
-¿A cuántos hombres has dejado acariciar tu piel? Dime ¿cuántos?- Esto se iba volviendo cada vez más divertido. -¿A cuántos más has engañado con tus artimañas? – No me incluía a mí, pero precisamente yo no era de piedra y el tenerla cerca me desequilibraba por completo.
– Mmmh, los hombres de hoy en día no quieren una fiera en sus casas incordiando, créeme. – me fui acercando a su oído lentamente. –Déjame que te diga que a mí no me importaría domarte.- Estas palabras se las susurre con el mayor deseo que os podáis imaginar ¡Loco completamente! Pero como digo siempre ¿y qué importa? Solo quería vivir el momento, ese preciso instante y si tenía que recibir una bofetada bienvenida era.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
Aquel desconocido, movió ficha.
–En eso último no andas muy equivocada. – la línea que trazaban sus dedos, había tomado una nueva dirección: mi mentón. Apretó mi mano contra él y cogí aliento de nuevo. Aquello iba a acabar conmigo. Quizás un paro cardiaco, me llevara a un trágico destino.
–Eres muy traviesa ¿por qué me da a mí que solo eres eso? – ¿Y soy yo la traviesa? casi podía notar su miembro y yo era la traviesa. Ata al perrito ¿Quieres? -¿Lo único que buscas es calentar? – Eso me gustaría. Calentarte hasta que prendiera fuego. Igual que un cigarrillo, consumiéndose sin descanso, hasta convertirse en una mísera colilla. Me sonreía con la misma malicia, el muy ladrón. Luego soltó mi mentón, lleno de reproche -¿A cuántos hombres has dejado acariciar tu piel? Dime ¿cuántos?- -¿¿Por qué querría saber eso? Amiguito, más de los que tu te piensas -¿A cuántos más has engañado con tus artimañas? – ¿Por qué este hombre no era como los demás? –Mmmh, los hombres de hoy en día no quieren una fiera en sus casas incordiando, créeme. – Me estaba desarmando. Es más, me estaba desquiciando. En ese momento deseé que su cráneo explotara en pedazos ¡Maldita sea! ¡Le odiaba! y aún así, seguía llamando mi atención de forma descomunal. De improviso y, cogiéndome con la guardia baja, se acercó a mi oído y dijo
-Déjame que te diga que a mí no me importaría domarte.- mi reina peligraba sobre el tablero. Cerré los ojos en medio de un suspiro. No sabía donde agarrarme ni donde meterme. Pero no le daría ese placer. Hoy no. Me había ofendido, me había calado.
-Pequeño, me temo que ibas a tener que utilizar una jaula realmente grande, para domarme - era difícil acompasar la respiración teniéndole tan cerca. Incluso era imposible no agarrarle del cuello y hundirme en sus labios de forma feroz. Pero me había prometido a mí misma, no darle ese gusto. Me había prometido torturarle hasta que me suplicara -No tienes ni idea de quien soy yo. Podría aplastarte como a un mosquito, si quisiera. No hay nada que tu tengas que me pueda interesar. Soy una mujer de clase alta. No me hace falta buscar amantes por las calles oscuras - dije en un susurro, taladrándole con la mirada. Me zafé de su presa -Espero que hayáis disfrutado de la velada. A sido todo un placer contentaros - sonreí echando una mirada a su pantalón. Di gracias de que a las mujeres no se les note de esa manera. Si así fuese, yo tendría un cartel bajo el vestido, tan grande como una catedral.
Volví a mirar su rostro, esos ojos extraños, la postura de su cuerpo, la comisura de sus labios. A esto le llamaba yo una noche inesperada. Y pensar que todo había empezado con un "No debería andar sola por aquí". Me puse la capucha sobre el cabello. De nuevo sentía el frio, al no ser presa de su cuerpo.
–En eso último no andas muy equivocada. – la línea que trazaban sus dedos, había tomado una nueva dirección: mi mentón. Apretó mi mano contra él y cogí aliento de nuevo. Aquello iba a acabar conmigo. Quizás un paro cardiaco, me llevara a un trágico destino.
–Eres muy traviesa ¿por qué me da a mí que solo eres eso? – ¿Y soy yo la traviesa? casi podía notar su miembro y yo era la traviesa. Ata al perrito ¿Quieres? -¿Lo único que buscas es calentar? – Eso me gustaría. Calentarte hasta que prendiera fuego. Igual que un cigarrillo, consumiéndose sin descanso, hasta convertirse en una mísera colilla. Me sonreía con la misma malicia, el muy ladrón. Luego soltó mi mentón, lleno de reproche -¿A cuántos hombres has dejado acariciar tu piel? Dime ¿cuántos?- -¿¿Por qué querría saber eso? Amiguito, más de los que tu te piensas -¿A cuántos más has engañado con tus artimañas? – ¿Por qué este hombre no era como los demás? –Mmmh, los hombres de hoy en día no quieren una fiera en sus casas incordiando, créeme. – Me estaba desarmando. Es más, me estaba desquiciando. En ese momento deseé que su cráneo explotara en pedazos ¡Maldita sea! ¡Le odiaba! y aún así, seguía llamando mi atención de forma descomunal. De improviso y, cogiéndome con la guardia baja, se acercó a mi oído y dijo
-Déjame que te diga que a mí no me importaría domarte.- mi reina peligraba sobre el tablero. Cerré los ojos en medio de un suspiro. No sabía donde agarrarme ni donde meterme. Pero no le daría ese placer. Hoy no. Me había ofendido, me había calado.
-Pequeño, me temo que ibas a tener que utilizar una jaula realmente grande, para domarme - era difícil acompasar la respiración teniéndole tan cerca. Incluso era imposible no agarrarle del cuello y hundirme en sus labios de forma feroz. Pero me había prometido a mí misma, no darle ese gusto. Me había prometido torturarle hasta que me suplicara -No tienes ni idea de quien soy yo. Podría aplastarte como a un mosquito, si quisiera. No hay nada que tu tengas que me pueda interesar. Soy una mujer de clase alta. No me hace falta buscar amantes por las calles oscuras - dije en un susurro, taladrándole con la mirada. Me zafé de su presa -Espero que hayáis disfrutado de la velada. A sido todo un placer contentaros - sonreí echando una mirada a su pantalón. Di gracias de que a las mujeres no se les note de esa manera. Si así fuese, yo tendría un cartel bajo el vestido, tan grande como una catedral.
Volví a mirar su rostro, esos ojos extraños, la postura de su cuerpo, la comisura de sus labios. A esto le llamaba yo una noche inesperada. Y pensar que todo había empezado con un "No debería andar sola por aquí". Me puse la capucha sobre el cabello. De nuevo sentía el frio, al no ser presa de su cuerpo.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
Separé mi rostro de su oreja para ver los cambios que sufría su rostro al hablarme. Tan interesante que con cada palabra lograba cautivarme, a mí al más frío de los hombres (o eso creí).
-Pequeño, me temo que ibas a tener que utilizar una jaula realmente grande, para domarme.- Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no taparle la boca. ¿Se estaba poniendo nerviosa?-No tienes ni idea de quién soy yo.- sonreí mientras hablaba, que mona ella.- Podría aplastarte como a un mosquito, si quisiera.- eso me causo gracia, qué chistosa.- No hay nada que tu tengas que me pueda interesar.- ¿seguro?- Soy una mujer de clase alta. No me hace falta buscar amantes por las calles oscuras – ¿quién dijo nada de ser amantes?
¡Oh sus ojos! Delataba lo que en realidad sentía, se soltó de mi mano y se separó un poco, lo hizo porque yo se lo permití, la verdad es que no había acabado aún con ella.
-Espero que hayáis disfrutado de la velada. Ha sido todo un placer contentaros – ¿A qué se refería? Cuando bajó la vista hacia lo "inevitable", no me avergoncé, qué observadora. Podría haber hecho la faena completa pero me había dejado así, aún así haría el último intento, mi último as.
Volvió la vista donde debía, yo se la correspondí tranquilo.
Vi cómo se volvía a poner la capucha ¿eso qué significaba? ¿Que daba por terminado aquello... otra vez? Ya me había acostumbrado a su compañía, así que actué con rapidez. La tomé de los hombros y la volví a apoyar contra el muro, someterla era la mejor opción, pegué de nuevo mi cuerpo al suyo, ahora notaría perfectamente lo que había ocasionado queriendo o no (lo había hecho y punto).
Movido por la pasión acerqué mi rostro al suyo, tanto así que rocé con mis labios su rosada mejilla. –Lo del tamaño no será problema.- murmuré con una sonrisa traviesa ¿me refería a la jaula o a otra cosa? Con mi mano izquierda fue subiendo su falda, quería probar algo, quería saber una cosita.
Mi respiración comenzó a agitarse cuando estaba llegando hasta ese punto, y juraría que la de ella también. Al llegar a su intimidad, acaricie superficialmente su ropa interior, noté lo caliente que estaba y cierta humedad impregnando la tela, sonreí victorioso ¡Bingo! –Yo también me alegro de haberos hecho disfrutar.- Me habría gustado curiosear más por ese recóndito lugar, pero por extraño que pareciera no lo hice, aparté la mano y dejé ésta en su cintura.
No iba a disculparme, no tenía por qué hacerlo. Ahora sabía que aquello le excitaba tanto como a mí.
-Aplástame si es lo que deseas.-Y no pude resistirlo más, en un arrebato le robé uno de sus besos, fui bastante bruto, un beso limpio, nada más que la unión de nuestros labios, a los segundos me separé y me quedé serio, me separé lentamente de su cuerpo, pasando la yema de mis dedos sobre mis labios, la miré de reojo “¡Mierda!”.
Di un golpe contra el muro y me separé de ella, joder había caído en sus redes como un jodido principiante. Lo más triste es que había caído desde el primer momento en que la vi con aquel puñal.
–Tengo que irme…- murmuré arrastrando las palabras, la había cagado, lo sabía. Me giré y comencé a caminar hacia mi hotel mientras buscaba la caja de tabaco, con ánimo de olvidar aquello.
-Pequeño, me temo que ibas a tener que utilizar una jaula realmente grande, para domarme.- Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no taparle la boca. ¿Se estaba poniendo nerviosa?-No tienes ni idea de quién soy yo.- sonreí mientras hablaba, que mona ella.- Podría aplastarte como a un mosquito, si quisiera.- eso me causo gracia, qué chistosa.- No hay nada que tu tengas que me pueda interesar.- ¿seguro?- Soy una mujer de clase alta. No me hace falta buscar amantes por las calles oscuras – ¿quién dijo nada de ser amantes?
¡Oh sus ojos! Delataba lo que en realidad sentía, se soltó de mi mano y se separó un poco, lo hizo porque yo se lo permití, la verdad es que no había acabado aún con ella.
-Espero que hayáis disfrutado de la velada. Ha sido todo un placer contentaros – ¿A qué se refería? Cuando bajó la vista hacia lo "inevitable", no me avergoncé, qué observadora. Podría haber hecho la faena completa pero me había dejado así, aún así haría el último intento, mi último as.
Volvió la vista donde debía, yo se la correspondí tranquilo.
Vi cómo se volvía a poner la capucha ¿eso qué significaba? ¿Que daba por terminado aquello... otra vez? Ya me había acostumbrado a su compañía, así que actué con rapidez. La tomé de los hombros y la volví a apoyar contra el muro, someterla era la mejor opción, pegué de nuevo mi cuerpo al suyo, ahora notaría perfectamente lo que había ocasionado queriendo o no (lo había hecho y punto).
Movido por la pasión acerqué mi rostro al suyo, tanto así que rocé con mis labios su rosada mejilla. –Lo del tamaño no será problema.- murmuré con una sonrisa traviesa ¿me refería a la jaula o a otra cosa? Con mi mano izquierda fue subiendo su falda, quería probar algo, quería saber una cosita.
Mi respiración comenzó a agitarse cuando estaba llegando hasta ese punto, y juraría que la de ella también. Al llegar a su intimidad, acaricie superficialmente su ropa interior, noté lo caliente que estaba y cierta humedad impregnando la tela, sonreí victorioso ¡Bingo! –Yo también me alegro de haberos hecho disfrutar.- Me habría gustado curiosear más por ese recóndito lugar, pero por extraño que pareciera no lo hice, aparté la mano y dejé ésta en su cintura.
No iba a disculparme, no tenía por qué hacerlo. Ahora sabía que aquello le excitaba tanto como a mí.
-Aplástame si es lo que deseas.-Y no pude resistirlo más, en un arrebato le robé uno de sus besos, fui bastante bruto, un beso limpio, nada más que la unión de nuestros labios, a los segundos me separé y me quedé serio, me separé lentamente de su cuerpo, pasando la yema de mis dedos sobre mis labios, la miré de reojo “¡Mierda!”.
Di un golpe contra el muro y me separé de ella, joder había caído en sus redes como un jodido principiante. Lo más triste es que había caído desde el primer momento en que la vi con aquel puñal.
–Tengo que irme…- murmuré arrastrando las palabras, la había cagado, lo sabía. Me giré y comencé a caminar hacia mi hotel mientras buscaba la caja de tabaco, con ánimo de olvidar aquello.
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Re: Encuentros en la noche (Libre)
De nuevo contra el muro. Empezaba a acostumbrarme a esa posición ¿Qué pretendía ahora?
Rozó sus labios contra mí mejilla. Casi gemí al notar aquel contacto. De nuevo cerré los ojos, rezando para contener el aliento. No es que fuese devota. Pero mi padre siempre rezaba ante las medidas desesperadas. Y, tomando buen ejemplo, imploré no deshacerme entre sus brazos en aquel momento.
–Lo del tamaño no será problema.- no pude evitar soltar una risotada. Aquel tipo era realmente divertido. Y pocos hombres me hacían reír de aquel modo. Su mano subió por debajo de mi falda. No fui capaz de pararle, a pesar de saber a donde se dirigía. La respiración empezó a acelerarse en ambos. Llevábamos el compás de maravilla. Próxima parada: mi ropa interior. Mis rezos fallecieron en su intento. Un pequeño suspiro se me escapó, mientras me acariciaba. El manejo de sus dedos me dejó extasiada. Otro pequeño gemido se me escapó. Me había descubierto, tras el vestido. Estaba perdida -Yo también me alegro de haberos hecho disfrutar.- deseé que no quitase la mano de ahí. Pero tampoco Dios me escuchó entonces. El joven apartó la mano, dejándome loca perdida.
-Aplástame si es lo que deseas.- y entonces fue él quien me aplastó, hundiendo sus labios en los míos ¡Dios santo! ¡Por favor! ¡Si estás ahí, escúchame! sus labios eran carnosos y absolutamente deliciosos. Tal y como me los había imaginado. Fue rápido, pero brutal y directo. Observé su rostro, con los ojos entrecerrados, intentando acompasar la respiración que galopaba dentro de mi, como un caballo salvaje. Muy serio, se llevó los dedos a los labios. Parecía confuso. O quizás avergonzado por besarme. Yo estaba avergonzada, por comportarme de un modo poco cauteloso, sin conocerle de nada. Dio un golpe contra el muro, deleitándome con su rabia. Como me gustaba cuando se ponía en ese plan.
-Tengo que irme... - el joven empezó a caminar. Poco a poco, se alejó de mi, perdiéndose en la lejanía, ante mi mirada perpleja, incapaz de despegarse de su silueta. Ya no era más que una sombra imprecisa. Ya no podría verme. Así que, solté el aire acumulado en mis pulmones. Me deslicé contra el muro. Y cuando tuve el suficiente aliento como para hablar, en un susurro, casi inaudible y melancólico, dije -Adiós, pequeño... -
Cuando me sentí con fuerzas para levantarme. Me coloqué el vestido. Me empolvé la nariz y seguí mi camino, guardando en secreto, lo que aquella noche había sucedido.
Quizás mi reina estaba muerta. Quizás no volviese a verle jamás. Pero estaba segura de una cosa. Se había producido una masacre en aquel campo de batalla y, aquella partida, había vuelto a quedar en tablas.
Rozó sus labios contra mí mejilla. Casi gemí al notar aquel contacto. De nuevo cerré los ojos, rezando para contener el aliento. No es que fuese devota. Pero mi padre siempre rezaba ante las medidas desesperadas. Y, tomando buen ejemplo, imploré no deshacerme entre sus brazos en aquel momento.
–Lo del tamaño no será problema.- no pude evitar soltar una risotada. Aquel tipo era realmente divertido. Y pocos hombres me hacían reír de aquel modo. Su mano subió por debajo de mi falda. No fui capaz de pararle, a pesar de saber a donde se dirigía. La respiración empezó a acelerarse en ambos. Llevábamos el compás de maravilla. Próxima parada: mi ropa interior. Mis rezos fallecieron en su intento. Un pequeño suspiro se me escapó, mientras me acariciaba. El manejo de sus dedos me dejó extasiada. Otro pequeño gemido se me escapó. Me había descubierto, tras el vestido. Estaba perdida -Yo también me alegro de haberos hecho disfrutar.- deseé que no quitase la mano de ahí. Pero tampoco Dios me escuchó entonces. El joven apartó la mano, dejándome loca perdida.
-Aplástame si es lo que deseas.- y entonces fue él quien me aplastó, hundiendo sus labios en los míos ¡Dios santo! ¡Por favor! ¡Si estás ahí, escúchame! sus labios eran carnosos y absolutamente deliciosos. Tal y como me los había imaginado. Fue rápido, pero brutal y directo. Observé su rostro, con los ojos entrecerrados, intentando acompasar la respiración que galopaba dentro de mi, como un caballo salvaje. Muy serio, se llevó los dedos a los labios. Parecía confuso. O quizás avergonzado por besarme. Yo estaba avergonzada, por comportarme de un modo poco cauteloso, sin conocerle de nada. Dio un golpe contra el muro, deleitándome con su rabia. Como me gustaba cuando se ponía en ese plan.
-Tengo que irme... - el joven empezó a caminar. Poco a poco, se alejó de mi, perdiéndose en la lejanía, ante mi mirada perpleja, incapaz de despegarse de su silueta. Ya no era más que una sombra imprecisa. Ya no podría verme. Así que, solté el aire acumulado en mis pulmones. Me deslicé contra el muro. Y cuando tuve el suficiente aliento como para hablar, en un susurro, casi inaudible y melancólico, dije -Adiós, pequeño... -
Cuando me sentí con fuerzas para levantarme. Me coloqué el vestido. Me empolvé la nariz y seguí mi camino, guardando en secreto, lo que aquella noche había sucedido.
Quizás mi reina estaba muerta. Quizás no volviese a verle jamás. Pero estaba segura de una cosa. Se había producido una masacre en aquel campo de batalla y, aquella partida, había vuelto a quedar en tablas.
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