Las Cuatro Estaciones {Alumna}

Esa mañana me había puesto lo primero que pillé, una camisa de un azul claro intenso, y unos pantalones oscuros. Estaba un poco cansado, eso se reflejaba en las ojeras que decoraban mi rostro. Eso me pasaba por trasnochar, ahora no sabía si iba a rendir todo lo que se esperaba de mí.
Removí los papeles de mi escritorio buscando unas anotaciones que había apuntado la noche anterior entre copa y mujer. - ¿Dónde se habrán metido?- al coger la pequeña bandeja de plata del correo muchos papeles cayeron al suelo, dejándome completamente alterado. Empezamos bien…
Me agaché para coger los malditos papeles que se habían escapado seguro que para reírse de mí.
-¡Ah! A la mierda con esto.- gruñí incorporándome. Giré la cabeza para ver cómo había quedado la cama, sin hacer… ¡qué novedad!
Me fui al baño a lavarme la cara, y antes de salir cogí mi cazadora, la cual llevaba colgado a mi espalda. Salí de mi habitación y ladeé la cabeza para que las cervicales me crujiesen ¡qué dolor! Ni que estuviera mayor… El botones me miró de reojo, y yo le negué con la cabeza, no deseaba que entrase en mi cuarto, más que colocar te dejaban todo hecho un Cristo.

En el gran comedor del hotel desayuné, y una vez comido salí del hotel. Prendí uno de mis cigarros, como el ritual que era para mí. Entrecerré los ojos observando a la gente que pasa por la fachada del hotel, y comencé la caminata hacia el conservatorio. Mi cazadora iba moviéndose cual péndulo a mis espaldas, hacía un tiempo agradable, la verdad sea dicha, el cielo estaba limpio de cualquier nube insolente. Al cuarto de hora estaba sentado en las escaleras de la fachada con la mirada perdida.
Arrojé la colilla del segundo cigarro, ésta rodeó por el asfalto hasta detenerse, aún se podía ver como la ceniza era consumida.

- Tendré que acostumbrarme a verte por aquí…- escuché decir a…quien sin duda era Oliwia. Yo intenté ignorarla. -¿No ha venido tu amiguita?- volvió a hablar con todo el descaro. –Se me ocurre lo que podemos hacer mientras viene…- Murmuró con tono sugerente, descansó ambas manos en mis hombros, qué mujer.
–Tal vez luego.- respondí con frialdad. Tras esto no dijo nada más, solo escuché como sus tacones se alejaban de mi lado. Apoyé la cabeza en mi mano, ¿había llegado demasiado pronto?

Como era de suponer, a mi padre no le había hecho ninguna gracia lo de mis clases. Me dijo más de diez veces que no necesitaba mejorar más, que con la nueva expansión de su empresa no necesitaría buscarme la vida, sino más bien un marido. Mi respuesta fue clara y rotunda. ¿Y cómo quieres que lo encuentre si no me dejas hacer nada por mí misma? Ah, claro, es que seguro que prefieres que mi enlace sea también beneficioso para tus negocios... ¿Algún socio mayor y viudo? ¿El hijo de un hombre poderoso venido a menos? Quizá si en vez de un instructor hubiese conseguido una instructora le habría resultado más fácil aceptar que asistiese a ellas, pero no era así.

Haciendo oídos sordos a todos los inconvenientes que me ponía, me cambié de ropa y salí a la calle vistiendo un vestido ligero de color azul con ligeros y pequeños bordados y cubierta con un abrigo de entretiempo. Pedí al chófer del auto de caballos que me llevase al conservatorio y en poco menos de diez minutos nos encontrábamos en la puerta. Bajé del coche ayudada por él y miré la escalinata. Allí estaba ya Tristán, esperándome sentado. Me apresuré a ir junto a él preguntándome si llegaría tarde. Por si las dudas, decidí excusarme.

- Buenos días, maestro. Espero no llegar demasiado tarde aunque, si lo he hecho, lo siento. No era para nada mi intención. ¿Entramos ya? -pregunté mostrándome relativamente ansiosa por saber en qué consistiría esa segunda lección.

Levanté la cabeza al sentir en la vibración del suelo como pasaba un coche de caballos por delante de mis narices y se detenía, me quedé inmutable viendo como efectivamente mi alumna salía del carro ayudada por el cochero. En lo primero que me fije fue en el vestido azul que llevaba, me contuve la sonrisa, pues casualmente íbamos parejos. No había llegado muy tarde ¿debía mostrarme enojado o se lo perdonaba por hoy?

- Buenos días, maestro.-Echaba de menos escuchar mi nuevo estatus, he de decir.- Espero no llegar demasiado tarde aunque, si lo he hecho, lo siento. No era para nada mi intención. ¿Entramos ya?
Ladeé la cabeza mirándola a los ojos, no mostraba el mismo aspecto que ayer, estaba distinta, quizá algo compungida ¿por qué sería?
Me levanté del escalón respirando hondo, la tomé del brazo con delicadeza, como acostumbraría a hacer.
–Buenas.- dije sin más preámbulos. –No os inquietéis, no me voy a enfadar...- sonreí viendo de reojo como el carro nos abandonaba. - ¿Os preocupa algo? – pregunté curioso, comenzando a subir los escalones junto a ella. –Y si es así… ¿está en mi mano solventarlo?- esperé que no fuera de mi incumbencia, aunque me daba la espina de que así era.

Cruzamos la puerta y comenzamos a subir las escaleras de madera como en el día anterior. Cruzamos de nuevo los pasillos, que nos llevarían al aula, como es costumbre la música nos perseguía, estabamos solos en aquel largo pasillo. – No me gustaría que vinierais con disgusto, o con dolor.- Me detuve en seco quedando frente a ella, la solté para cruzarme de brazos con rostro serio.
–Vamos cuéntame, soy vuestro tutor…tengo que saberlo.

Se levantó y me tomó del brazo, saludándome y restándole importancia al hecho de que llegase más o menos tarde. -¿Os preocupa algo? -preguntó mientras comenzábamos a subir los escalones de camino a la puerta. "Genial. ¿Tanto se me nota? Debo llevarlo pintado en la cara." - Y si es así... ¿está en mi mano solventarlo?

- Eh, no, no pasa nada. -dije tratando de esquivar el tema.- No hay nada que podáis hacer, excepto distraer mi mente con una buena y complicada clase. -la verdad era que justo eso era lo que mejor me vendría. Una clase difícil requeriría toda mi atención y olvidaría al intransigente de mi padre. Subimos las escaleras y fuimos recorriendo pasillos con el sonido de diferentes y mezcladas melodías sonando a nuestro alrededor. Ya nos encontrábamos cerca del aula cuando se detuvo frente a mí y se cruzó de brazos mirándome con gesto serio. - No me gustaría que vinierais con disgusto, o con dolor. Vamos cuéntame, soy vuestro tutor... tengo que saberlo.

Resoplé ligeramente. Nunca había tenido problemas como los de estos días, pero siempre había podido enfrentarme sóla a las cosas. No quería preocuparle con mis problemas. No era su labor escucharme, pero ante su insistencia mis reticencias empezaron a ceder.

- Se trata de mi padre. Como supuse no le agrada que tome estas clases. Dice que ya sé lo suficiente para ser una mujer y que en lugar de preocuparme por esto debería hacerlo por encontrar marido. Debe seguir pensando que soy una niña de 12 años y que puede manejarme a su antojo. -le conté resoplando con enfado.- Pero no tenéis que preocuparos. No pienso abandonar las clases. Ya no puede controlarme más. -dije con gesto serio y voz decidida.

- Se trata de mi padre.- ¡Ah! ¿Cómo no?- Como supuse no le agrada que tome estas clases. Dice que ya sé lo suficiente para ser una mujer- enarqué una ceja estupefacto.- y que en lugar de preocuparme por esto debería hacerlo por encontrar marido.- Ya no estamos en el siglo XV ¡la madre de Dios!- Debe seguir pensando que soy una niña de 12 años y que puede manejarme a su antojo. Pero no tenéis que preocuparos. No pienso abandonar las clases. Ya no puede controlarme más.

Sonreí cuando terminó de hablar. –Creo haber entendido todo a la perfección, y ya me habéis convencido para entablar una breve conversación con vuestro padre.- sentencié asintiendo con la cabeza. –Lo haré ¿qué clase de maestro sería si no me preocupara por mi alumna?- Pregunté retóricamente. No dejaría que me llevase la contraria. –Y no se diga más, será mano de santo.- sonreí en cierto modo para animarla.

–Para ser mujer aún os queda mucho por aprender.- bromeé abriendo la puerta de nuestra clase. –Incluso a mí por ser hombre… ¿de verdad?- me pregunté extrañado dejándola pasar. No, realmente musicalmente no tenía más que aprender, pero lo dije por consolarla. –Bueno…veamos qué tenemos por aquí.- fui directo al estante que estaba repleto de cuadernos con multitud de partituras. Pasé el dedo por los títulos buscando algo que llamase mi atención y ciertamente me paré en muchos. -¡Sí! Esta melodía podrá calmar vuestro espíritu, y estoy seguro de que os será conocida.- Cogí el cuaderno de Haydn. Una pena que la joven no tocase el violín. -Adagio e Cantabile.-deposité el cuaderno en sus manos. –Resucítalo.- le exigí con voz trémula.


Link: https://www.youtube.com/watch?v=Vkse1g9ibnM

No supe si alegrarme o no cuando dijo que le había convencido para hablar con mi padre. Al principio si que había pensado que sería buena idea que lo hiciese pero ahora no estaba tan segura. - No hace falta, de verdad... -empecé a decir. –Lo haré ¿qué clase de maestro sería si no me preocupara por mi alumna? -Iba a volver a repetirle que no hacía falta que se tomase la molestia y a darle algunos motivos para ello cuando sentenció.- Y no se diga más, será mano de santo. -me sonrió y ya no supe que más decirle, por lo que me limité a sonreír también.

– Para ser mujer aún os queda mucho por aprender. Incluso a mí por ser hombre… -claramente dijo esa frase para animarme y esta vez tampoco supe que más decir excepto un Gracias. Mientras él se dirigía a un estante repleto de libros de partituras yo me quité el abrigo y fui a sentarme ante el piano. Tardó un poco pero al final acabé viéndole venir hacia mí con el cuaderno.- ¡Sí! Esta melodía podrá calmar vuestro espíritu, y estoy seguro de que os será conocida. Adagio e Cantabile. Resucítalo.- dijo depositando el cuaderno en mis manos. Coloqué el cuaderno de partituras en su sitio y calenté un poco los dedos antes de empezar.

- Me gusta su elección. Es una obra que mi madre siempre ha adorado y la he tocado para ella alguna vez. Veamos que tal se me da hoy... -la última frase la dije sólo para mí. Puse las manos sobre las teclas y empecé a presionarlas haciendo resonar en el aula la melodía compuesta por Haydn.

- Me gusta su elección.-Pues claro que sí…si de algo presumo es de saber elegir.- Es una obra que mi madre siempre ha adorado y la he tocado para ella alguna vez.- ¿Le había preguntado? ¡No! “Tranquilo…ya sabes cómo son las chiquillas les gusta contar sus historias…” Respiré hondamente.

- Veamos qué tal se me da hoy... – A ver, a ver… Me senté a un lado del piano, no muy cerca de ella, estaba cansadísimo, solo esperé no quedarme dormido, podría ser vergonzoso ¿Sí? ¿De verdad? Tenía la licencia de quedarme dormido dónde fuera ¡vamos!

Comenzó a tocar la melodía que yo había escogido para hoy. Me encantaba esa pieza, y me enfadaría mucho si fallaba en tan solo una nota, no podía destrozarla, no cavia la posibilidad de error. Hubo momentos en los que las notas se quedaban en suspense, querer y no poder, suspiré impaciente.
Tampoco era tan difícil, la miré ansioso, se la veía ciertamente afanada en sacarla adelante. – Vamos.- La “animé”, aunque más que un incentivo para que siguiera…parecía más bien una orden irrefutable.
Puede que la causa de mi repentino mal humor fuera el cansancio… ¡Dios! Encima después tendría que ir a hablar con su padre “¡Te has lucido!”, vaya si lo hice.
Pues yo podía ser mucho peor que un padre sobreprotector, yo era…fiel a mi ideales ¡la música era la Ley para mí! Y que nadie intentase ir en contra suya porque allí estaría yo.
Posiblemente debería mostrarme amable ¿pero cómo es eso? “Muy bien Tristán…estás jodido.” Pensé dejando caer la cabeza entre mis manos, me fui masajeando las sienes. De fondo pude escuchar a la señorita tocando y tocando dispuesta a superarse. – Repite eso.- Murmuré con la cabeza gacha, no muy convencido con lo que acaba de tocar. Llegó a la parte más intensa de la pieza, le falta algo… - ¡Siéntelo por Dios!- exclamé alzando los brazos alterado. Cerré los ojos ofuscado. – Podéis hacerlo...

Me estaba esforzando y creía estar logrando un buen resultado, pero al parecer me equivocaba. Mi maestro, parco en palabras, me hizo algunas correcciones y pude notar por su tono de voz que parecía enojado. ¿Qué estaba haciendo mal? No lo sabía por lo que lo único que podía hacer era redoblar mis esfuerzos. Repetí la parte que me pidió y me sobresalté ligeramente al oir su exclamación y verla alzar los brazos por el rabillo del ojo. Me sentí tentada a preguntarle en qué estaba fallando, pero tenía miedo de que me respondiese de mala manera y quisiera poner fin a las clases, por lo que continué tocando poniendo en el piano toda mi atención y mi ser.

Mientras tocaba continué dándole vueltas a la posible causa de su enfado. Estaba casi segura de que mis manos se movían con la fluidez necesaria aunque eso no era lo que a él parecía preocuparle. No. Su exclamación me había dado la clave de lo que él me estaba pidiendo. Quería más pasión, más sentimiento en la interpretación. En casa, mi madre siempre se había preocupado más por enseñarme la técnica que por que aprendiese a transmitir sentimientos con la música, por lo que hacer eso último me costaba. La verdad es que debí habérselo comentado a mi nuevo maestro, pero lo había olvidado y no pensaba interrumpir mi interpretación para contárselo. Cerré los ojos apenas un segundo tratando de embriagarme con la música y los volví a abrir para continuar con la pieza. Esperaba estar poniendo ahora todo el sentimiento que él había pedido y no volver a disgustarle por el mismo motivo.

Se levantó y fue hacia la ventana mientras yo continuaba ejecutando la pieza. El hecho de no sentirle tan encima mío me relajó levemente y me permitió terminar la obra con más tranquilidad y mejor interpretada bajo mi punto de vista. En uanto terminé volvió junto al piano y, apoyado en él empezó a explicarme su manera de ver la música.

– Cuando tienes que tocar este tipo de composición…es primordial evocar recuerdos…ya sean dolorosos como alegres, pero que te hagan vivir lo que estás tocando. Es muy distinto ejecutar algo a la perfección, ya que cualquiera con unas cuantas clases puede aprender a leer una partitura. Lo que tenéis que hacer…es tan fácil como sentir…hacerlo algo tuyo. Dejar a la vez una parte de ti en lo que tocas…y que la gente se emocione al escucharte. Que el mundo se detenga…solo para escucharos.

- Evocar recuerdos... -murmuré.- Nunca había visto la música de esa manera, maestro. Aunque creo saber a lo que os referís. Es... como el día que nos conocimos en aquella cafetería. ¿Recordáis? Yo sólo tocaba por el placer de tocar y aquella melodía... tiene un gran significado en mi vida. La siento... mía. -añadí dibujando una sonrisa evocadora en mi rostro.

–Obviamente eso no se consigue de la noche a la mañana. Tenéis que buscar un recuerdo lo suficientemente poderoso. - Dio unos toques a la madera del piano. –Mientras tanto vuelve a empezar.

Asentí y, mientras iniciaba nuevamente el movimiento de mis manos sobre las teclas del piano, mi mente trató de encontrar ese recuerdo, lo suficientemente poderoso para conseguir que el sentimiento llenase mi interpretación. No tardé demasiado en encontrar algo que me pareció increiblemente adecuado, el recuerdo de mi primer amor. Un chico que llegó a mi corazón casi sin que me diese cuenta, que estuvo siempre a mi lado y que me hizo descubrir sentimientos hasta entonces desconocidos para mí. Mis manos volaban y mi alma también lo hacía dibujando en mi rostro una media sonrisa. Empezaba a entender lo que Tristán quería transmitirme con sus palabras. No son sólo las manos del pianista las que interpretan una obra de piano.

No me resultó complicado interpretar la obra por segunda vez y esta vez no percibí ningún tipo de vibración ni energía, buena o mala, desprenderse de mi instructor por lo que supuse que lo estaba haciendo algo mejor que antes. Sabía que se encontraba en algun lugar a mi espalda, pero mi mente estaba centrada en mantener los recuerdos de Jack. Terminé la pieza y él carraspeó ligeramente.

–Será suficiente por hoy.- dijo cogiendo el libro de partituras. – No ha estado mal.- evaluó mientras iba a guardar el libro en su lugar correspondiente.- Gracias, maestro. Seguiré tratando de mejorar. -respondí con una media sonrisa a la vez que me ponía en pie. -Marchémonos antes de que nos echen. –cuando dijo aquello recordé el incidente del día anterior y tomé mi abrigo para ponérmelo antes de acercarme a dónde se encontraba él.- ¿Quiere tomar algo antes de volver a casa? - preguntó ofreciéndome su brazo. Me agarré a él y nos encaminamos a la puerta.- Claro, aún es pronto para volver. -respondí con una sonrisa.- Supongo que sí pero... ¿conocéis algun buen sitio por aquí cerca? -salimos de la clase y volvimos a recorrer los pasillos y bajar aquellas escaleras de madera pasando por delante de la recepción rumbo a la calle.

-Por supuesto que sí, no está muy lejos de aquí…además nos pilla de camino a vuestra casa.
Caminamos pues por la acera directos al bar donde acostumbraba a ir a despejarme.
–Es el Medit’s… donde puedes encontrar la cerveza de los Dioses.- No pude evitar reírme.
–Pero si no queréis cerveza…también puedes pedir un buen mosto.- Sí, sería lo mejor. No era plan de emborracharla, y que llegase a su casa con olor a alcohol, ya lo que me faltaba.
-¡Uy! Y famosos son sus entrantes…que si patatas en su salsa, que si delicias de ternera…que si marisco…- Fui enumerándolas mientras me acordaba de los platos más representativos.
-¡Vamos! Gran variedad de alimentos dispuestos para nosotros. Aunque bueno… solo será un pequeño picoteo, no quiero que lleguéis a vuestra casa con el estomago lleno.- Sonreí al ver por fin la cartela del bar. -¡Ahí está!- ¡Dios! Qué ganas tenía de agarrar una cerveza, quizá un par de ellas me daría la fuerza…o ¡qué digo! Dócil… dócil era lo que necesitaba estar para enfrentarme a su familia.
– Pedid lo que queráis…pago yo.- “¿Cómo? Ni que fuera gratis…” Abrí la puerta dejándola pasar a ella antes, un ambiente sobre cargado me chocó en la cara, yo me reí entre dientes, ¿sería de su agrado aquel local?

Mientras nos dirigíamos al local llamado Medit's, Tristán me fue hablando de sus encantos y especialidades y me enumeró muchos de sus entrantes más suculentos. La verdad es que todo lo que describía tenía bastante buena pinta...

- Creo que es mejor que no tome cerveza. El alcohol no suele sentarme bien. -comenté con una leve sonrisa.- Aunque si que probaré alguno de esos entrantes a los que os referís. No pasa nada porque pique un poco antes de llegar a casa.- Fue entonces cuando él llamó mi atención para informarme de que ya habíamos llegado y abrió la puerta con gesto caballeroso para dejarme pasar.- Pedid lo que queráis... pago yo.- me dijo mientras ambos pasábamos al interior del local.

Al principio el ambiente me chocó un poco. Desde luego yo no solía frecuentar bares... Alguna vez había acompañado a mi padre o a mis hermanos a uno, pero no habría sido en más de dos o tres ocasiones y desde luego, el ambiente era mucho más elitista que en este. Aún así no dije nada. Él se había ofrecido a invitarme y no quería parecer descortés... "Además, las apariencias a veces engañan..."- pensé.

- Os haré caso y pediré un mosto. Cualquiera que recomiende el camarero estará bien. -dije una vez hubimos localizado un lugar en el que ubicarnos.

- Os haré caso y pediré un mosto. Cualquiera que recomiende el camarero estará bien.
Me senté en uno de los taburetes altos. - ¡No!- Dije negando con el dedo de manera cómica.
–Lo que recomiende yo…- Reí volviendo la cabeza hacia el camarero que se dedicaba a secar los vasos con un trapo muy cuestionable, a saber cuándo fue la última vez que estuvo bajo un barreño de agua bien destilada. Imposible. – ¡Oiga!- exclamé moviendo la mano, ¿me vería con esos anteojos salpicados de aceite?
-¿Eh?- preguntó confuso el camarero mirando a los lados, sin saber quién le había llamado.
–A su derecha…- Le indiqué, “cómo están las cabezas…”
–Ah…Claro…- El mugriento camarero entrecerró los ojos estudiándonos unos segundos, con cara de ¿constreñido? - ¿Qué desean?- Preguntó masticando algo desconocido para mí, puse una mueca de asco, mirando de reojo a la señorita.
–Un mosto para la señorita…y una cerveza para mí.- murmuré intentando forzar una sonrisa amistosa.
-¡Oh! Por supuesto, en un momento…- Balbuceó el hombre pasándose la mano por la camisa a punto de explotar.
-¿Cree que uno de sus botones puede sacarnos un ojo?- pregunté confidencialmente a la señorita de mi izquierda. –No estáis obligada…a…tomar nada.- Le recomendé volviendo a mi posición. Giré mi rostro hacia una de las esquinas donde estaba ¡Oh! Donde estaba la hija del camarero… Levantó la mano saludándome coquetamente, alcé las cejas a modo de respuesta y volví mi atención a la mesa, pues el camarero había dejado las bebidas delante nuestra, me miró inquisitorialmente, abrí los ojos como platos, sin saber a qué venía eso. –Amm…, perfecto.- divagué cogiendo la jarra con una mano, el camarero nos dio la espalda.

–Será mejor no pensar dónde estuvo esto.- murmuré más para mí que para ella. Debía coger el puntito para sobrellevar lo que minutos después ocurriría.
Al rato alguien dejo delante nuestra unos pequeños bocadillos.
–Cortesía de la casa.- Sonreí al ver a la joven de antes.
–Muchas gracias, querida.- Murmuré con tono provocador, ella se giró con una sonrisa contoneando sus caderas, me quedé largos segundos embobado. –Aah… ¿Se atreve?- pregunté girando la cabeza hacia la señorita Jonhson.

Solté una ligera risa al ver la manera tan cómica en la que reaccionaba y asentí con la cabeza. -De acuerdo, lo que vos recomendéis. -dije sonriéndole y sentándome a su lado. Con una voz llamó la atención del camarero y tuve que apretar la boca y los dientes para contener una exclamación, aunque me fue imposible disimular un ligero gesto de asco. Empezaba a pensar que tal vez no había sido tan buena idea acompañarle a ese lugar.
Tras pedir Tristán se acercó a mí y en tono confidencial dijo. - ¿Cree que uno de sus botones puede sacarnos un ojo?- eso me hizo volver a sonreir.- No estáis obligada... a tomar nada.- me dijo mientras esperábamos. - La verdad es que empiezo a replanteármelo.- admití sin quitar el ojo del camarero siguiendo todos y cada uno de sus movimientos mientras servía el mosto y la cerveza. Cuando dejó las bebidas frente a nosotros le dedicó una mirada que me resultó extraña a mi acompañante, pero no le di importancia.

Me quedé observando el vaso sin llegar a decidirme aún a probar el contenido de éste. Siempre había sido algo escrupulosa con la suciedad y me preguntaba como de bien habrían lavado ese vaso. Aún seguía sin decidirm cuando una joven dejó un plato con pequeños bocadillos delante nuestra diciendo que eran cortesía de la casa. Tristán le dio las gracias y se quedó observándola con gesto embobado unos segundos. "No me extrañaría que esa chica fuese otra de sus conquistas." -pensé recordando los comentarios de la recepcionista sobre esa faceta suya. Cuando me miró enarcó ligeramente una ceja a la vez que me hablaba.- Aah, ¿se atreve? - me preguntó.

Dudé unos segundos más antes de coger mi vaso y antes de llevármelo a la boca solté un ligero suspiro. - Supongo que esto no me matará. -murmuré dando un pequeño sorbo al mosto. Aunque la pulcritud del camarero dejase que desear, al menos el mosto era bueno.- Prueba de la bebida pasada. -musité bromeando.- Vamos ahora con la comida. La verdad es que tiene buena pinta. -añadí a la vez que tomaba en mi mano uno de aquellos bocadillos y le daba un mordisquito. Mastiqué y paladeé bien antes de tragar.- Pues está muy bueno... -comenté tras tragarme lo que tenía en la boca. Volví a dar otro sorbo a mi vaso.- Decidme, ¿soléis frecuentar este bar? -le pregunté con una media sonrisa en un intento por sacar conversación.

Me llevé la mano a la boca para ocultar la sonrisa que se había formado al ver cómo se envalentonaba cogiendo el vaso de mosto.- Supongo que esto no me matará. - ¡Bien por ella! Quizá esta prueba no era fácil para ella, pero era sumamente divertido, me divierto con tan poco, qué tiempos…
En su rostro para mi sorpresa no apareció ninguna mueca de desagrado. -Prueba de la bebida pasada. –Me reí entre dientes jugando con mis dedos- Vamos ahora con la comida. La verdad es que tiene buena pinta. – Esperaba que no estuviesen envenados, la miré penetrantemente a los ojos para adivinar qué pasaba por su cabeza. - Pues está muy bueno... – Esta vez reí con ganas mirando el plato de bocadillos, parecía que al final no estaban para tirarlos, lo bueno es que no tenía que pagarlo.
- Decidme, ¿soléis frecuentar este bar? - Intenté serenarme respondiendo la verdad.
–De este bar frecuento…otras cosas.- Abrí la boca ahogando una carcajada. –No suelo venir demasiado… pero sí cuando no tengo más opción.- rematé dando un trago a la jarra de cerveza.
– Ha sido bueno no veros escupir la comida, por un momento pensé…- quise continuar bromeado cuando de fondo se escuchaba una discusión:

-¿Es ese Mary?- alzó la voz un hombre a mis espaldas, aquello me dio mala espina, aún así no me giré del asiento.
-Déjale Gordon… ¡no podría soportarlo! ¡Yo le amo!- “mierda…” maldije al entender de qué iba todo aquello.
-¡Oye tú! – Me giré sin remedio.
-¿Me hablas a mí? –El tipo se molestó por mi chulería.
–Sí ¡te hablo a ti! ¿Cómo te atreves a venir aquí tras dejar a mi hermana como la dejaste?- preguntó zarandeando a Mary por el brazo.
-¡Déjale! Maldita sea.
Me giré para calmar a la señorita Jonhson –Es un pequeño mal entendido, nada que no se pueda arreglar con palabras.- murmuré con una sonrisa convincente.
-¡Vamos valiente! Da la cara. Ahora mi hermana está sucia por tu culpa.- La arrojó al suelo como si se tratase de basura.
–Al final tendré que llamar a los guardias.- comenté con calma, y sin que esa sonrisa se desvaneciera de mi rostro.
–Eres un cobarde, has mancillado el apellido de nuestra familia.- escupió el tipo acercándose a mí con bravura.
-¿Qué yo qué? ¡Olvídame tío!- Le recomendé levantándome de la silla y encarándome a él.
-¡No!- Como un proyectil el puño de aquel hombre fue a parar a mi mandíbula.
–Serás cabrón…- murmuré por la bajo llevándome la mano al golpe dado, rápidamente le di un rodillazo en el estómago. -¡Te mataré!- Exclamé rabioso arremetiendo con él contra el suelo.
–Ten cuidado con lo dices, tu hermana no lamentó nunca lo que yo hice con ella.- El tipo se enfureció más todavía volcándome de espaldas y comenzando a darme con fuerza en la cara, yo intentaba pararle pero no las veía venir ¡Maldición!

Me di cuenta de que parecía observar mis reacciones divertido, pero no me importó. Poniéndome en su lugar yo me habría comportado igual que él. Lo que si que me sorprendió fue su sinceridad al responder mi pregunta.- Y hoy no os quedaba más opción, eh? -bromeé sin llegar a entender por qué me sentía tan animada en ese momento. Supuse que las clases me habían sentado bien. Sonrió y empezó a hablar nuevamente cuando un tipo se acercó con malas formas para interrumpir nuestra conversación. Le dirigí una mirada de pocos amigos, pero él ni me miró, ya que parecía interesarse solo por mi acompañante. No tardé demasiado en comprender de lo que iba aquello. No me equivocaba al pensar mal sobre mi maestro y la chica y, al parecer, aquel tipo que era su hermano, pretendía reclamarle por su actitud.

- Es un pequeño mal entendido, nada que no se pueda arreglar con palabras. -dijo mirándome y tratando de calmarme.

El cruce de acusaciones continuó y yo observaba la escena atónita. La cosa se estaba calentando en exceso y, en cuanto Tristán se levantó para encararse con él, el puño del tipo voló hacia él. Di un pequeño salto en mi sitio por la sorpresa, pero en lugar de dejar las cosas así, Tristán le dio un rodillazo y la pelea estalló. Ambos calleron al suelo y el tipo empezó a repartir puñetazos. Solté un grito por la situación a la vez que me levantaba de la mesa.
- ¡Dejadle! ¡Dejadle de una vez! -grité.- ¿Es que nadie va a hacer nada? -pregunté mirando al resto de clientes del local que, en lugar de tratar de parar aquella pelea la observaban divertidos y espectantes. Hasta ese momento no me di cuenta de que la única persona que parecía preocupada por lo que pasaba aparte de mí era aquella chica, la hermana del tipo que estaba pegando a mi maestro. Observaba la escena entre lágrimas y, en un momento dado no resistió más y sin mediar palabra se interpuso entre ambos y agarró el brazo de su hermano.

Al fin aquel matón dejó de golpearle. ¡Dios! Casi me desmayo al verle. Sangraba por la nariz, la boca, una de las cejas e incluso un pómulo. Me sentía horrorizada por todo aquello. Trató de ponerse de pie, pero no pudo hacerlo por si mismo y tuvo que recibir la ayuda de varios clientes. Cualquier otro en su lugar se habría marchado sin más, pero en lugar de eso se puso a amenazar al tipo, quien tuvo que ser retenido para que no volviese a tirarse encima de mi acompañante. Girándose hacia mí algo renqueante me agarró de la mano a la vez que me decía que nos íbamos.

Mientras nos alejábamos de aquel lugar parecía muy tenso. Tenía ganas de decirle algo que pudiese distraerle o aliviarle esa tensión, pero no sabía que decir. Al final se detuvo, y yo con él, y se sentó en el bordillo de una casa. Nada más hacerlo empezó a disculparse conmigo por lo ocurrido y me pidió un pañuelo. Rebusqué en los bolsillos de mi abrigo hasta encontrar el que solía llevar siempre y me agaché a su lado para limpiarle con él la sangre.

- Ni hablar, no podéis ir así a hablar con mi padre. ¿Qué pensaría él al veros en este estado? Seguro que pensaría que sois un pendenciero y un busca peleas y no me permitiría seguir con nuestras clases. No, no pienso dejar que visitéis mi casa hasta que no queden rastros de heridas en vuestro rostro. -seguí limpiando con suavidad sus heridas que empezaban a dejar de sangrar, aunque la de la ceja no parecía querer hacerlo.- Creo que sería buena idea volver a vuestro hotel o ir a que os curasen esto. Yo con un pañuelo bien poco puedo hacer. -le dije dejándoselo apoyado en la ceja con relativa fuerza para ver si así taponaba su herida.

Sentí como si sangre hervía, los deseos de acabar con esa masa de carne aumentaban gradualmente ¿cómo había osado? ¡Lo que hice tampoco fue para tanto! ¡Hombre!
Y esto no haría más que complicarme la existencia. A partir de aquí tendría que andarme con ojito.

La señorita Jonhson se había agachado para limpiarme la sangre, cosa que…no es que agradeciese, sino que creaba una situación 'violenta' para mí, como profesor y como hombre, claro ¿Pero qué iba a hacer? ¿Ser grosero? Por supuesto que no… - Ni hablar, no podéis ir así a hablar con mi padre.-Me decepcioné conmigo mismo, a lo largo del día me había preparado mentalmente para tal hazaña, y ahora se había ido al traste.- ¿Qué pensaría él al veros en este estado?- ¿Qué si no?- Seguro que pensaría que sois un pendenciero y un busca peleas y no me permitiría seguir con nuestras clases.- Desvié la atención hacia otro sitio, pues no le faltaba razón. En realidad lo era, pero lo ocultaba la mar de bien. Y ahora por lo sucedido ¿correrían peligro nuestras clases? ¿Ahora que había descubierto que me "gustaba" enseñar?
- No, no pienso dejar que visitéis mi casa hasta que no queden rastros de heridas en vuestro rostro.
No era una buena noticia, tal vez pasarían semanas hasta que las heridas hubiesen cicatrizado ¡Mierda!
Y ahora que me fijaba…la joven que tenía delante ¿me estaba ordenando? ¿A mí? ¿Su maestro? ¿Dónde se ha visto tal cosa? “Mal Tristán… ¡mal!” ¿Había perdido toda mi autoridad?
Puse una mueca de dolor cuando apretó el pañuelo sobre mi ceja herida.- Creo que sería buena idea volver a vuestro hotel o ir a que os curasen esto. Yo con un pañuelo bien poco puedo hacer.

Suspiré azorado. Alzando la mano para apretar yo mismo la hemorragia, al hacerlo no pude evitar rozar su mano. – Está bien.- murmuré muy a mi pesar. – Otra vez será. Ahora bien… ¡no pienso ir a un hospital! Me los conozco ya, no tardarían en llamar a la policía a la primera de cambio.- No me gustaban los interrogatorios.
Agaché la cabeza cuando un súbito mareo me dejó en silencio. Con la mano que tenía libre agarré su mano con sutileza. – Esto que os voy a pedir…me cuesta y avergüenza demasiado, pero como soy vuestro maestro, y sois lo único que tengo en este momento. – Me estaba costando la vida aquello.
– ¿Podríais acompañarme al hotel? Como entenderéis no me encuentro bien, pero entenderé que no queráis. ¿A quién le gustaría que le viesen con un hombre apaleado del brazo?- Sonreí amargamente sin atreverme a mirarla a los ojos. – Pensándolo mejor…será mejor que me vaya solo.- “A riesgo de que me pase algo, o que no llegue.”
Me ayude del pomo de la puerta que tenía tras de mí para levantarme, solté su mano cuando me di cuenta. Notaba como el suelo comenzaba a moverse bajo mis pies, qué sensación más horrible.

Su vista se paseaba de un lado a otro, incapaz de posarse en ningún lugar. Se le notaba inquieto aparte de algo desorientado por los golpes. Sin duda pensaba que el ejemplo que me había dado no era el que se esperaba de él, pero de alguna forma eso no me importaba demasiado. En dos clases con él había avanzado más de lo que podía imaginar y sentía que yo no era nadie para juzgar su vida más allá de lo musical. Volví a la realidad cuando alzó la mano para sujetar él mismo el pañuelo y nuestras manos se rozaron.- De acuerdo, nada de hospitales. Pero tampoco me parecería mala idea que la policía le hiciese una visita a ese matón de tres al cuarto...

Algo debió ocurrirle, porque de repente agarró mi mano y empezó a hablar con tono avergonzado. - Esto que os voy a pedir…me cuesta y avergüenza demasiado, pero como soy vuestro maestro, y sois lo único que tengo en este momento. ¿Podríais acompañarme al hotel? Como entenderéis no me encuentro bien, pero entenderé que no queráis. ¿A quién le gustaría que le viesen con un hombre apaleado del brazo? -con un pequeño gesto traté de interrumpirle para hablar.- Claro que os acompañaré. No os voy a negar que normalmente me importa mucho el qué dirán, pero en este caso, tampoco me sentiría bien dejándoos a vuestra suerte en el estado en que os encontráis. - en todo el rato no levantó la vista ni me miró a la cara.- Pensándolo mejor... será mejor que me vaya solo.

Ayudándose de la puerta que tenía detrás, soltó mi mano y trató de incorporarse. Lo logró, pero se quedó allí apoyado sin moverse ni un milímetro. Me daba la sensación de que podría caerse en cualquier momento. Irguiéndome de nuevo me puse junto a él. - No os hagáis el fuerte. Se nota a la legua que no estáis en condiciones para regresar sólo. Insisto en acompañaros, maestro. -le dije ofreciéndole mi brazo para que se apoyase antes de movernos. Cuando lo hizo dimos un par de pasos. Los suyos eran algo dubitativos, como si estuviera tanteándose a sí mismo.- ¿Os sentís con fuerzas cómo para caminar el trecho que nos separa de vuestro hotel? -pregunté con gesto preocupado.

- No os hagáis el fuerte.- Si es que no me lo hago…- Se nota a la legua que no estáis en condiciones para regresar sólo. Insisto en acompañaros, maestro. – Me apoyé un poco en ella, parecía que la “carrera” que me había dado al salir del local había empeorado las cosas. –Qué vergüenza…- murmuré mirando al suelo. Había preferido mil veces que pasará aquello sin nadie conocido delante, no es plato de buen gusto para nadie, está claro.
Comenzamos a caminar en dirección al hotel, tenía unas ganas locas por tirarme en la cama y quedarme allí hasta que se me atrofiasen los músculos. Sí, me sentía mal, pero en un rincón de mi cabeza ya estaba cavilando mi plan para ese ¡desgraciado!

-¿Os sentís con fuerzas cómo para caminar el trecho que nos separa de vuestro hotel?

-Os sorprenderíais…- sonreí, al hacerlo me dio un pinchazo en la mandíbula, pero supe contener el dolor. –Claro…pero vamos a cambiar de camino…solo sea para que no nos identifique nadie conocido, ya me entiende.- Yo tampoco quería que se hablase de la pelea en las tertulias, vamos, que no quería que estuviera el tema en boca de la gente ¡hombre! – Crucemos por parque, el lado sur da directamente a la puerta trasera del hotel.- la informé mirando al frente.
–Ah… no se preocupe, ya me encargaré yo de todo.- La tranquilicé dándole un palmadita en la mano. Aquí la policía ni pincha, ni corta.

Nos internamos en el parque con tranquilidad. Mientras paseábamos le mandé entonar la melodía de piano de esa mañana, un poco de solfeo para matar el tiempo no sobraba.
Los árboles dejaban caer sus hojas allá por dónde fuéramos, era agradable, pero la ceja no dejaba de sangrar, le daba un toque altamente amargo a la situación, no me había quitado el pañuelo en todo el trayecto.
–Tened cuidado al volver.- La pedí mirando a la verja que cercaba el parque.

A los diez minutos o así vislumbré la fachada del hotel Claridge’s, por fin. –No hace falta que subáis.- Argumenté acelerando el paso hasta llegar al portón. Me dio un flash de mi habitación. –No está lo presentable que debiera.- Mejor que yo estaría, seguro, así que eso no era escusa. Ciertamente no me gustaba que me invadiesen el espacio que yo me había creado, pero tampoco iba a negarla si insistía en subir.

Le escuché murmurar entre dientes que se sentía avergonzado, pero no quise decir nada para no empeorar su estado anímico. Durante un corto trecho caminamos en silencio hasta que propuso tomar una ruta alternativa hasta el hotel. - Me parece bien, no creo que el parque esté demasiado frecuentado ahora. - Acto seguido trató de tranquilizarme con sus palabras, pero no lo consiguió. Algo me decía que su "ya me encargaré yo de todo" implicaba algún tipo de vengaza contra el tipo que le había propinado la golpiza y, la verdad, no me gustaría ir un día a recibir mis lecciones y encontrarme con la noticia de que se encontraba gravemente herido en algún hospital o, algo peor aún. Me mordí la lengua para no decir nada ya que, a fin de cuentas, yo no era más que una joven a la que él instruía y sospechaba que no tendría en cuenta ninguno de mis consejos.

Mientras caminábamos por el parque me pidió que entonase la canción que había estado practicando en la clase de la mañana y lo hice sin reparos durante todo el resto del trayecto.- No os preocupéis, por mí. Tomaré un coche de caballos para volver a casa. -respondí tras decirme él que tuviese cuidado al volver. Por fin llegamos hasta las inmediaciones del hotel y su fachada trasera ya se veía.

- No hace falta que subáis. No está lo presentable que debiera. - dijo deteniéndose junto al portón del hotel. Sonreí levemente para mí. Cuando vine a buscarle para aceptar su oferta sobre las clases de piano ya me había dicho eso mismo.- No lo haré si así lo deseáis, pero estoy segura de que con lo que haya en el botiquín del hotel podré lograr que esa ceja deje de sangrar y el resto de vuestras heridas sanen mejor. - dije soltando su brazo y parándome frente a él.- No soy enfermera ni mucho menos, pero tengo hermanos que acostumbraban a meterse en líos y a los que he tenido que curar alguna vez. -añadí quizá en un vano último intento porque aceptase mi ayuda. Por lo poco que había tenido ocasión de conecer de su persona, tenía la impresión de que era una persona orgullosa y que podía sentirse reacio a aceptarla. Esperé con la mirada baja una respuesta por su parte dispuesta a darme la vuelta si era negativa.