Nuevas noticias [Meganne Bouvier]

Habían pasado muchas cosas desde la primera y última vez que había hablado con el M. Rousseau. Había pasado la mayor parte del tiempo investigando por Londres hasta dar con algo de posible interés y quería comunicárselo lo más rápido posible. Lo malo de estos trabajos es que nunca sabes cuándo puede ser el momento adecuado para llamar a la puerta de un cliente.
Había preferido ir a darle la información en mano, no me fiaba del correo ni de los mensajeros en este tipo de cuestiones, seguramente eran unos cotillas o espías, si, sé que suena como muy paranoico, pero cualquier precaución es poca.

El coche que había adquirido expresamente para que me llevase a la mansión del M. Rousseau se detuvo en la verja. Descendí con mi maletín siempre en mano y atravesé el camino que llevaba desde la entrada hasta la puerta de la gran mansión. Sin saber exactamente por qué esa casa me daba escalofríos.
Llamé a la puerta y esperé un ratito, no mucho hasta que el mayordomo o uno de ellos me abrió la puerta.

-¿Qué desea? –preguntó educadamente, mirándome de arriba abajo. Yo llevaba un vestido sencillo donde los hubiera, era oscuro en su mayor parte, sin cola y entallado en la cintura con algo de puntilla en las mangas y abrochado corsé por encima, como a mí más me gustaba. Diseñado por mí misma, estaba complicado encontrar ropa adecuada en estas épocas.
Sonreí al mayordomo con la mejor de mis sonrisas y le señalé el maletín con un gesto de la mano.
-Vengo a ver a M. Rousseau, asunto de trabajo y papeleo, ya entiende… -me puse de puntillas aun con los tacones, intentando mirar por encima del hombro del mayordomo- ¿se encuentra ya en casa? Siento molestar a estas horas tardías, pero es un asunto que debe ver de mi mano y quería asegurarme de que lo encontraba –si, era una buena respuesta además de cierta en todos los sentidos. Volví a sonreír, observando el rostro del hombre que tenía delante, parecía ceder ante tal explicación. Asintió lentamente.

-Claro, espere un momento… Veré si el Señor puede recibirle –y dicho esto me dejó entrar en el recibidor- espere aquí, por favor... Señorita... –y dicho esto, se fue.
-¡Bouvier! Por favor... ¡Y gracias! –exclamé antes de que se fuera. Me había quedado maravillada con el interior. Esperé mientras paseaba los ojos por la estancia.