Camuflada [LIBRE]

Tras acabar mis clases de piano me dirigí a mi padre, que se encontraba en su estudio recién terminado de cerrar un importante.

- Buenas tardes, padre. ¿Os ha ido bien el negocio?

- Sí, hija mía.-respondió con una radiante sonrisa.- Me ha costado mucho ganar su confianza pero ya sabéis cómo soy de persuasivo.

- Sí, padre.-dije con una sonrisa amarga. Muy persuasivo...- Me dirijo a vos para indicaros que me retiro a mi habitación a descansar un poco.

Jacques Bessette asintió con la cabeza y siguió mirando sus papeles. A pesar de ello hice una reverencia y salí de la estancia. No iba a descansar ni mucho menos, iba a escaparme, como hacía todos los días. Era lo que siempre deseaba cada día al levantarme.

Así, fui hasta mi cuarto y rápidamente me desvestí. No pude evitar respirar hondo tras quitarme aquel incómodo y asfixiante corsé. Tomé la ropa menos ostentosa de mi padre y me la puse. Después acomodé mi cabello para pasar por un joven muchacho y, tras haberme disfrazado bien, salí por una enredadera que pendía desde la ventana.

Fui hasta el mercado, era uno de los mejores lugares para ver todo con mejor perspectiva.

Hacía un rato que estaba a salvo pues me había alejado de casa y ahora podía pasear tranquilamente. Iba con las manos atrás y una sonrisa en el rostro mirando a todos lados para contemplar lo que me rodeaba. Un niño en una esquina pidiendo limosna, hice una mueca y me acerqué a él. Me metí una mano en el bolsillo del pantalón y le tendí un saquito con monedas de oro dentro. El niño me miró perplejo y tomó lo que yo le regalaba.

- Sois el señor de ayer...-susurró. Asentí con la cabeza y le acaricié el pelo para después continuar mi paseo. Pero no duró mucho porque algo me embistió y, de haber llevado los incómodos zapatos de tacón, me habría caído al suelo, como le pasó a ella.

La muchacha se disculpó y yo carraspeé un poco para poder tomar un registro de voz algo más grave. La tomé de la mano para ayudarla a levantarse y le sonreí bajando un poco la cabeza por si se daba cuenta de que no era un hombre por mi cara.

- No te preocupes, yo también iba despistado.

Se puso en pie, sonriendo, y noté cómo me escudriñaba de arriba a abajo, fijándose más en mi cara que en el resto de mi cuerpo.

''Oh, no, ya se ha dado cuenta''-pensé. Realmente mi disfraz era sólo para pasear sin que nadie se fijara en mí, no había pensado en hablar con alguien durante mis paseos de ''camuflaje'', tan sólo con aquel niño que había visto antes con el que compartía unas pocas palabras y la mayor cantidad de monedas que podía entregarle. Carraspeé un poco.

- Sora Ryuichi, mademoiselle.-me presenté con el nombre de mi padre verdadero. Tomé su mano y deposité un beso en su dorso como hacían los hombres.- Un placer.