Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
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Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Aquel Domingo, me levanté con un terrible dolor de cabeza, temiendo lo que sería un día intenso e irritante. Por lo visto, mi primo Albert, se había encariñado, obsesionado, encaprichado, de una jovencita risueña e inquieta, como todas las chiquillas: Alice Bessette.
Me pasé toda la semana investigando cada detalle de su existencia. Claramente, pagué a una serie de hombres especializados en esta materia, para que lo hiciesen. Conocía puntualidades de su vida y donde solía ir los Viernes. Donde comía, cómo vestía. Si iba al teatro, al museo o acudía a alguna fiesta en particular. La información llegaba a mis manos cada noche y la almacenaba toda, en un pequeño cajón con fondo doble. Pero Albert, me asignó el trabajo más sucio. Todo estaba calculado a partir de una exquisita premeditación. Y hoy, conocería a la Alegre Alice Bessette.
Aquel Domingo, la seguí hasta el mercado, con gran disimulo. Observé como andaba, como pisaba; si daba saltitos, si daba zancadas... cuando sonreía y por qué. Si compraba o sólo miraba. Si tenía frío o no. Si saludaba cortésmente o de forma maleducada. Si controlaba sus impulsos o, por el contrario, los dejaba salir.
Llovía a cántaros en el viejo Londres. Una matinal lluvia de primavera odiosa e imprevisible. Aún así, el sol observaba desde arriba, dando pie a que un ligero arcoíris se dibujase sobre el cielo.
Los pescaderos gritaban precios. La frutería estaba a rebosar de personas que se amotinaban bajo un pequeño techo, por temor a la lluvia. Un viejo mercader, vendía extrañas baratijas de plata y pequeños colgantes de nácar. El olor de las alcantarillas fundido con todo aquel despliegue de comida y lluvia, inundaba mi nariz, produciéndome una sensación desagradable de constante vómito. Pero tenía que seguir a Alice. Mi primo, llevaba obsesionado con ella desde que la conoció. Y me había encomendado la estúpida misión, de volver a enredarla entre sus brazos. Y mi primo era un pulpo peligroso, sin corazón, un desalmado ambicioso, que sólo deseaba su propio veneficio. O lo que es lo mismo; un perfecto retrato de lo que mi familia representa.
Me pasé toda la semana investigando cada detalle de su existencia. Claramente, pagué a una serie de hombres especializados en esta materia, para que lo hiciesen. Conocía puntualidades de su vida y donde solía ir los Viernes. Donde comía, cómo vestía. Si iba al teatro, al museo o acudía a alguna fiesta en particular. La información llegaba a mis manos cada noche y la almacenaba toda, en un pequeño cajón con fondo doble. Pero Albert, me asignó el trabajo más sucio. Todo estaba calculado a partir de una exquisita premeditación. Y hoy, conocería a la Alegre Alice Bessette.
Aquel Domingo, la seguí hasta el mercado, con gran disimulo. Observé como andaba, como pisaba; si daba saltitos, si daba zancadas... cuando sonreía y por qué. Si compraba o sólo miraba. Si tenía frío o no. Si saludaba cortésmente o de forma maleducada. Si controlaba sus impulsos o, por el contrario, los dejaba salir.
Llovía a cántaros en el viejo Londres. Una matinal lluvia de primavera odiosa e imprevisible. Aún así, el sol observaba desde arriba, dando pie a que un ligero arcoíris se dibujase sobre el cielo.
Los pescaderos gritaban precios. La frutería estaba a rebosar de personas que se amotinaban bajo un pequeño techo, por temor a la lluvia. Un viejo mercader, vendía extrañas baratijas de plata y pequeños colgantes de nácar. El olor de las alcantarillas fundido con todo aquel despliegue de comida y lluvia, inundaba mi nariz, produciéndome una sensación desagradable de constante vómito. Pero tenía que seguir a Alice. Mi primo, llevaba obsesionado con ella desde que la conoció. Y me había encomendado la estúpida misión, de volver a enredarla entre sus brazos. Y mi primo era un pulpo peligroso, sin corazón, un desalmado ambicioso, que sólo deseaba su propio veneficio. O lo que es lo mismo; un perfecto retrato de lo que mi familia representa.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Era domingo, y no tenía nada que hacer, como la mayoría de aquellos días festivos. Había terminado todos los libros que tenía en casa y deseaba comprar otro. Fui hasta el armario e hice una mueca, ¡No estaba la ropa de mi padre que siempre usaba para salir de casa extraoficialmente! Oh, maldita sea... ¿Y ahora qué? Se me planteó un dilema con dos opciones: Salir y que me viesen, o quedarme en casa de brazos cruzados.
Vamos, Alice, hace un buen día, sal.-me dije a mí misma. Suspiré y asentí con la cabeza, como acatando una orden de mí misma. Tomé un vestido sencillo, era de los pocos que tenía que no fuesen pomposos, como a mi padre le gustaba que los llevara para camelar a Albert Dupont. Era algo estúpido ya que ese asqueroso no necesitaba ningún aliciente para intentar tocarme.
Tomé algunos ahorros propios que tenía bien guardados y bajé las escaleras. Fui hasta el despacho del señor Bessette y toqué en la puerta. Se escuchó un ''Adelante'' y pasé al interior de la estancia. Mi padre adoptivo estaba sentado frente a su mesa, con los codos incados en ella, pensando.
- Padre, ¿Me dais permiso para ir a comprar un libro?-pregunté tímidamente. Él asintió con la cabeza sin mirarme y yo me di la vuelta y me fui. No me había puesto zapatos de tacón, o tal vez sí, más o menos. Porque le había arrancado los tacones a los zapatos, a todos mis zapatos, me tenían harta.
Salí de la casa y me adentré en el mercado. Vi de nuevo al niño al que le daba siempre dinero y me acerqué para repetir la acción, me miró sorprendido y yo me fui rápidamente cuando me di cuenta de que él me conocía como un hombre. Suspiré. El día comenzaba a nublarse y desembocó en lluvia, corrí a guarecerme en algún sitio.
Pero qué mala suerte.-me lamenté mentalmente y volví a suspirar, odiaba la lluvia, odiaba que la lluvia me mojase, era incómodo para mí y, además, me causaba siempre una semana de cama.
Vamos, Alice, hace un buen día, sal.-me dije a mí misma. Suspiré y asentí con la cabeza, como acatando una orden de mí misma. Tomé un vestido sencillo, era de los pocos que tenía que no fuesen pomposos, como a mi padre le gustaba que los llevara para camelar a Albert Dupont. Era algo estúpido ya que ese asqueroso no necesitaba ningún aliciente para intentar tocarme.
Tomé algunos ahorros propios que tenía bien guardados y bajé las escaleras. Fui hasta el despacho del señor Bessette y toqué en la puerta. Se escuchó un ''Adelante'' y pasé al interior de la estancia. Mi padre adoptivo estaba sentado frente a su mesa, con los codos incados en ella, pensando.
- Padre, ¿Me dais permiso para ir a comprar un libro?-pregunté tímidamente. Él asintió con la cabeza sin mirarme y yo me di la vuelta y me fui. No me había puesto zapatos de tacón, o tal vez sí, más o menos. Porque le había arrancado los tacones a los zapatos, a todos mis zapatos, me tenían harta.
Salí de la casa y me adentré en el mercado. Vi de nuevo al niño al que le daba siempre dinero y me acerqué para repetir la acción, me miró sorprendido y yo me fui rápidamente cuando me di cuenta de que él me conocía como un hombre. Suspiré. El día comenzaba a nublarse y desembocó en lluvia, corrí a guarecerme en algún sitio.
Pero qué mala suerte.-me lamenté mentalmente y volví a suspirar, odiaba la lluvia, odiaba que la lluvia me mojase, era incómodo para mí y, además, me causaba siempre una semana de cama.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
La joven Alice, se acercó a un niño. Yo observé desde la tienda de artículos de madera, confusa. Cuando entendí a que se debía su acercamiento, me eché a reír. Ella muy... caritativa, le había dado algo de dinero al crío.
Entrecerré los ojos con gran malicia, cuando la vi echar a correr hacia uno de los toldos para guarecerse. Había llegado el momento...
Apresuré el paso, tan rápido como pude, sujetando la capucha que cubría mi rostro, en busca de la joven. Entre suspiros fingidos de fatiga, me coloqué a su lado y module mi voz, para que sonase lo más inocente posible. Ella debía pensar, que todo había sido casual.
-¡Madre mía! ¡Que diluvio! - exclamé con una sonrisa, dirigiéndome a la joven - Siempre me ocurre lo mismo. Día que decido ir al mercado, ¡Día que llueve! - reí melodiosa, apartando la caperuza de mi cabeza. Coloqué mi cabello y eché un pequeño vistazo a la tienda que se escondía bajo el toldo. Eran libros, con historias imaginarías impresas en sus hojas. Que interesante...
Entrecerré los ojos con gran malicia, cuando la vi echar a correr hacia uno de los toldos para guarecerse. Había llegado el momento...
Apresuré el paso, tan rápido como pude, sujetando la capucha que cubría mi rostro, en busca de la joven. Entre suspiros fingidos de fatiga, me coloqué a su lado y module mi voz, para que sonase lo más inocente posible. Ella debía pensar, que todo había sido casual.
-¡Madre mía! ¡Que diluvio! - exclamé con una sonrisa, dirigiéndome a la joven - Siempre me ocurre lo mismo. Día que decido ir al mercado, ¡Día que llueve! - reí melodiosa, apartando la caperuza de mi cabeza. Coloqué mi cabello y eché un pequeño vistazo a la tienda que se escondía bajo el toldo. Eran libros, con historias imaginarías impresas en sus hojas. Que interesante...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Apenas acababa yo de guarecerme de la lluvia bajo -casualmente- el toldo de la librería, cuando una mujer hizo lo mismo que yo, pero con aspecto agobiado. La pobre mujer exclamaba con disgusto la mala suerte que tenía cada vez que iba al mercado. A mí me desagradaba que se hubiese desencadenado aquella lluvia, también había tenido mala suerte. Nunca llovía y venía a caer tanta agua cuando llevaba vestido, era sencillo y ligero, sí, pero como la tela se mojase no podría con él para poder seguir en pie.
- Sí, la lluvia puede chafar muchas cosas.-comenté yo mirando hacia la lluvia para ver si paraba, aunque no parecía que fuese a ocurrir viendo la fuerza con la que caía. Desheché la idea de que parase y miré a la mujer que había venido corriendo casi detrás de mí. Era bellísima, y su cabello era envidiable. Si bien era cierto que el mío me gustaba mucho, el suyo era precioso.- Perdonad mi atrevimiento, ¿Podríais darme el secreto de ese brillo en vuestro cabello? Es hermoso.
- Sí, la lluvia puede chafar muchas cosas.-comenté yo mirando hacia la lluvia para ver si paraba, aunque no parecía que fuese a ocurrir viendo la fuerza con la que caía. Desheché la idea de que parase y miré a la mujer que había venido corriendo casi detrás de mí. Era bellísima, y su cabello era envidiable. Si bien era cierto que el mío me gustaba mucho, el suyo era precioso.- Perdonad mi atrevimiento, ¿Podríais darme el secreto de ese brillo en vuestro cabello? Es hermoso.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- Sí, la lluvia puede chafar muchas cosas.- sonreí al escuchar su dulce vocecita. Pasé el dedo por los tomos, acariciando el cuero y sólo me volví para decirle -Un vestido... -empecé a enumerar, a medida que mi mano surcaba cada uno de los libros, dándole la razón - una matinal mañana de domingo... ¡incluso el humor de unas jóvenes aventureras como nosotras! aun así ninguna se ha marchado del mercado. Es bueno saber, que no soy la única que planta cara a la lluvia -reí, con gran ternura. Para mi sorpresa, la joven dirigía la mirada hacia mis cabellos.
- Perdonad mi atrevimiento, ¿Podríais darme el secreto de ese brillo en vuestro cabello? Es hermoso... - ¿En serio? me dieron ganas de bufar. Menuda pregunta. No me apetecía nada hablar de peluquería -¡Muchísimas gracias, Madame! la verdad es que... - continué cogiendo uno de mis mechones con los dedos, pensativa -sólo utilizo agua y jabón - y así era -Nunca me había parado a observar mi cabello - sonreí modesta, con cierto aire de extrañeza. ¡Pues claro que tenía un pelo precioso! no hacía falta que ella me lo dijese...
Volví a posar la mirada, indagando en los libros, dibujando una tremenda extrañeza en el rostro. Para que me oyese, comenté en alto, muy perdida -No me decido. No conozco la gran mayoría de los libros que ahí aquí. Nunca he leído historias fantásticas. Madame... - pregunté a la joven, cortésmente -¿Os importaría aconsejarme? quizás vos sepáis más que yo - sonreí, haciéndole un cumplido casual, en respuesta a su interés y admiración por mi cabello.
- Perdonad mi atrevimiento, ¿Podríais darme el secreto de ese brillo en vuestro cabello? Es hermoso... - ¿En serio? me dieron ganas de bufar. Menuda pregunta. No me apetecía nada hablar de peluquería -¡Muchísimas gracias, Madame! la verdad es que... - continué cogiendo uno de mis mechones con los dedos, pensativa -sólo utilizo agua y jabón - y así era -Nunca me había parado a observar mi cabello - sonreí modesta, con cierto aire de extrañeza. ¡Pues claro que tenía un pelo precioso! no hacía falta que ella me lo dijese...
Volví a posar la mirada, indagando en los libros, dibujando una tremenda extrañeza en el rostro. Para que me oyese, comenté en alto, muy perdida -No me decido. No conozco la gran mayoría de los libros que ahí aquí. Nunca he leído historias fantásticas. Madame... - pregunté a la joven, cortésmente -¿Os importaría aconsejarme? quizás vos sepáis más que yo - sonreí, haciéndole un cumplido casual, en respuesta a su interés y admiración por mi cabello.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Ella se puso a arrastrar los dedos por el lomo de los libros de la tienda mientras me seguía la conversación que había dejado yo a media para halagar y admirar su pelo en voz alta. Sólo utilizaba agua y jabón, ¿Entonces por qué el de ella era más bonito que el mío? Bueno, eso no era un tema importante, lo mejor de todo lo de la lluvia es que estaba hablando con aquella persona que parecía simpática. Después de terminar la corta conversación sobre cabellos, la muchacha -porque no parecía ser mucho más mayor que yo- se concentró en los libros que tenía delante, yo los miré también y me quedé pensativa ante su pregunta.
Había muchísimos libros, mirando hacia el fondo de la librería podría quedarme perpleja al ver tantos libros, era como un paraíso para mí, yo podría pasar un día allí entero sin comer ni beber, sin dormir, con tal de estar leyendo, devorando uno a uno todos los libros que habitaban allí. Los libros me llamaban, eran para mí, algo casi tan poderoso como el amor. Me había ensimismado demasiado en esos pensamientos y ahora tenía que pensar rápidamente en qué responderle a la señorita. Vi algunos libros que yo ya había leído.
- Mirad, estos de aquí son estupendos.-respondí señalándoselos con el dedo índice.
Había muchísimos libros, mirando hacia el fondo de la librería podría quedarme perpleja al ver tantos libros, era como un paraíso para mí, yo podría pasar un día allí entero sin comer ni beber, sin dormir, con tal de estar leyendo, devorando uno a uno todos los libros que habitaban allí. Los libros me llamaban, eran para mí, algo casi tan poderoso como el amor. Me había ensimismado demasiado en esos pensamientos y ahora tenía que pensar rápidamente en qué responderle a la señorita. Vi algunos libros que yo ya había leído.
- Mirad, estos de aquí son estupendos.-respondí señalándoselos con el dedo índice.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- Mirad, estos de aquí son estupendos.- localicé su dedo, donde apuntaba, para leer los títulos:
- Los viajes de Gulliver, La isla del tesoro, Las aventuras de Tom Sawyer, Peter Pan, El conde de Montecristo... ¡No he leído ninguno! -exclamé eufórica -Cual llevarme... - acerqué uno de mis dedos a la boca, pensativa -Creo que me los llevaré todos - sonreí a la joven, pagando los libros -Veo que sois dada a la lectura ¿Tenéis alguna preferencia o puedo recomendaros un libro yo? en señal de gratitud a vuestra amabilidad - busqué un libro sin demora, hallando el ejemplar perfecto para embaucarla, de algún modo -Este... -susurré, exhibiendo su portada -"El capricho del enamorado"- me dieron ganas de echarme a reír, al encontrar tantos parecidos, con la vida de mi primo y de la joven, en un sólo título. Pero controlé mis impulsos -Una excelente novela para una joven soñadora como vos -dije basándome en sus gustos literarios. Tenía que ser realmente inocente, para leer aventuras imaginarias. Pagué el libro de Goethe y se lo ofrecí a la joven Alice -Permitidme obsequiaros el libro - hice una pequeña inclinación con la cabeza, esperando que aceptara el regalo -Se que sois joven para estar enamorada, pero nunca se sabe ¿no? - sonreí de forma pícara, como si estuviese contándome secretos con una vieja amiga -Aunque... observando vuestro rostro, me atrevo a decir que estáis en la edad apropiada para prometeros ¿Me equivoco? - no me resultó difícil llevar la conversación por donde yo quería. Siempre se me dieron bien esas cosas.
- Los viajes de Gulliver, La isla del tesoro, Las aventuras de Tom Sawyer, Peter Pan, El conde de Montecristo... ¡No he leído ninguno! -exclamé eufórica -Cual llevarme... - acerqué uno de mis dedos a la boca, pensativa -Creo que me los llevaré todos - sonreí a la joven, pagando los libros -Veo que sois dada a la lectura ¿Tenéis alguna preferencia o puedo recomendaros un libro yo? en señal de gratitud a vuestra amabilidad - busqué un libro sin demora, hallando el ejemplar perfecto para embaucarla, de algún modo -Este... -susurré, exhibiendo su portada -"El capricho del enamorado"- me dieron ganas de echarme a reír, al encontrar tantos parecidos, con la vida de mi primo y de la joven, en un sólo título. Pero controlé mis impulsos -Una excelente novela para una joven soñadora como vos -dije basándome en sus gustos literarios. Tenía que ser realmente inocente, para leer aventuras imaginarias. Pagué el libro de Goethe y se lo ofrecí a la joven Alice -Permitidme obsequiaros el libro - hice una pequeña inclinación con la cabeza, esperando que aceptara el regalo -Se que sois joven para estar enamorada, pero nunca se sabe ¿no? - sonreí de forma pícara, como si estuviese contándome secretos con una vieja amiga -Aunque... observando vuestro rostro, me atrevo a decir que estáis en la edad apropiada para prometeros ¿Me equivoco? - no me resultó difícil llevar la conversación por donde yo quería. Siempre se me dieron bien esas cosas.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
¿No había leído ninguno de ellos? Pero si eran muy famosos, ¿Qué tipo de libros leería aquella muchacha? Quizá eso me quedó claro después cuando me recomendó un libro. Me sorprendió su reacción ante tantos libros sin leer.
- ¿Todos?-inquirí, perpleja. Impresionante, yo no podía comprarme tantos libros juntos, arruinaría a mi padre... Después de aconsejarme leer aquel libro de amor se ofreció a comprármelo. - ¡Oh, no, no, no! No debísteis, ni siquiera sabéis mi nombre ni yo el vuestro...-dije con apuro. No me había parecido correcto, yo no podía devolverle el regalo.- Yo... Es que yo... No me gusta este tipo de libros...-tenía que ser sincera, así le daría tiempo a devolverlo. El amor era un tema extraño para mí y no me interesaba leerlo en libros. Puede que incluso prefiera leer el kamasutra antes que eso.
- ¿Todos?-inquirí, perpleja. Impresionante, yo no podía comprarme tantos libros juntos, arruinaría a mi padre... Después de aconsejarme leer aquel libro de amor se ofreció a comprármelo. - ¡Oh, no, no, no! No debísteis, ni siquiera sabéis mi nombre ni yo el vuestro...-dije con apuro. No me había parecido correcto, yo no podía devolverle el regalo.- Yo... Es que yo... No me gusta este tipo de libros...-tenía que ser sincera, así le daría tiempo a devolverlo. El amor era un tema extraño para mí y no me interesaba leerlo en libros. Puede que incluso prefiera leer el kamasutra antes que eso.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- ¡Oh, no, no, no! No debisteis, ni siquiera sabéis mi nombre ni yo el vuestro...- ¿Perdón? retumbó en mi cabeza. Me dieron ganas de alzar una ceja, pero me contuve.
-¡No! ¡No es ninguna molestia! -exclamé volviendo a ofrecerle el libro -¡Qué maleducada! ¡Tenéis razón! Aún no nos conocemos - que tú sepas... pensé, maliciosamente - Me llamo Alma - me presenté con una enorme sonrisa, sin mencionar mi apellido. Aún esperaba que Alice guardase el libro. Insistí a la joven, con la mirada, señalándole el objeto varias veces. Pero ni con esas ¡Ni que tuviese la peste! que desagradecida...
- Yo... Es que yo... No me gusta este tipo de libros...- Vale. No era tan soñadora como me pensaba. La miré con ojos incrédulos, abriendo la boca de forma exagerada. Pasó por alto el tema del compromiso. Algo que me desagradó terriblemente. Odiaba tener que repetirme.
-¿Cómo es posible? Ni siquiera lo habéis leído. No se debe juzgar un libro de forma tan prematura, sin antes ver el contenido ¿no creéis? Quizás os sorprenda...- intenté emplear una vez más mis artimañas. O al menos, las ideadas en un principio por mi mente perversa, sólo para calentar -Yo estuve casada con un hombre al que no amaba. Pero... cuando leí ese libro - dije posando una de mis manos en su brazo derecho, tiernamente -Cambió mi vida - afirmé con notoriedad. Mi rostro se tornó nostálgico. Controlaba a la perfección el desaliento -Mi marido murió, hará un año. Nunca creí echarle tanto de menos. Y os aseguro que no era un santo - Pensé en mi armario hecho añicos, los vestidos rotos, los zapatos sin tapa. Que me habían robado las joyas... Luego pensé en mi maldito padre. En el día en que mató a mi pequeño perrito. Sólo de esa forma, intentándo concentrarme en todos esos pensamientos; conseguí llorar -¿Tenéis un pañuelo? - gimoteé casi sin habla. Me daba igual si cogía el libro o no. Eso quedaba en su conciencia. Lo único que deseaba, era ganarme su confianza.
-¡No! ¡No es ninguna molestia! -exclamé volviendo a ofrecerle el libro -¡Qué maleducada! ¡Tenéis razón! Aún no nos conocemos - que tú sepas... pensé, maliciosamente - Me llamo Alma - me presenté con una enorme sonrisa, sin mencionar mi apellido. Aún esperaba que Alice guardase el libro. Insistí a la joven, con la mirada, señalándole el objeto varias veces. Pero ni con esas ¡Ni que tuviese la peste! que desagradecida...
- Yo... Es que yo... No me gusta este tipo de libros...- Vale. No era tan soñadora como me pensaba. La miré con ojos incrédulos, abriendo la boca de forma exagerada. Pasó por alto el tema del compromiso. Algo que me desagradó terriblemente. Odiaba tener que repetirme.
-¿Cómo es posible? Ni siquiera lo habéis leído. No se debe juzgar un libro de forma tan prematura, sin antes ver el contenido ¿no creéis? Quizás os sorprenda...- intenté emplear una vez más mis artimañas. O al menos, las ideadas en un principio por mi mente perversa, sólo para calentar -Yo estuve casada con un hombre al que no amaba. Pero... cuando leí ese libro - dije posando una de mis manos en su brazo derecho, tiernamente -Cambió mi vida - afirmé con notoriedad. Mi rostro se tornó nostálgico. Controlaba a la perfección el desaliento -Mi marido murió, hará un año. Nunca creí echarle tanto de menos. Y os aseguro que no era un santo - Pensé en mi armario hecho añicos, los vestidos rotos, los zapatos sin tapa. Que me habían robado las joyas... Luego pensé en mi maldito padre. En el día en que mató a mi pequeño perrito. Sólo de esa forma, intentándo concentrarme en todos esos pensamientos; conseguí llorar -¿Tenéis un pañuelo? - gimoteé casi sin habla. Me daba igual si cogía el libro o no. Eso quedaba en su conciencia. Lo único que deseaba, era ganarme su confianza.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Volvió a ofrecerme el libro con mucho entusiasmo. Después se presentó, se llamaba Alma. Era un nombre bonito. Yo me disponía a decirle el mío pero ella hablaba mucho, tal vez podría decirse que demasiado, y yo pensando con mi timidez, igual que hacía siempre. Al final la que pensaba de forma extraña era yo sobre ella. Pero me seguía pareciendo simpática. Ella seguía insistiendo en que cogiese el libro. La expresión en su rostro había cambiado a... La sorpresa, tal vez, cuando dije que no me gustaba el libro. Ahí empecé a ponerme nerviosa de verdad, yo no quería ofenderla pero... Bueno, podía aceptarlo y luego no leérmelo. Pero entonces me quedé ensimismada en lo que me había estado contando, parecía que el destino me quería jugar una broma pesada poniéndome a una mujer que había pasado por lo que yo estaba y debía pasar.
Alma hablaba de que había estado casada con un hombre al que echaba de menos después de que hubiese muerto a pesar de que no fuese una buena persona, ¿Pero no era un santo en qué sentido? En aquel momento tuve menos ganas de leer el libro que nunca, para amar a Albert Dupont tendrían que darme un golpe en la cabeza y dejarme atontada para siempre o hacerlo cambiar a él para que dejase de ser tan ruin, mezquino, desagradable, asqueroso y una retahíla de adjetivos degradantes más. Me apresuré a buscar en mi bolso –otra cosa que odiaba de ser mujer, tener que llevar bolso porque los vestidos no tenían bolsillos, aunque había conseguido algunos que sí- y logré encontrar un pañuelo que tendí inmediatamente a la muchacha.
- No lloréis...-suspiré.- Lo leeré.-dije, aunque mis intenciones tuviesen otro rumbo.
Alma hablaba de que había estado casada con un hombre al que echaba de menos después de que hubiese muerto a pesar de que no fuese una buena persona, ¿Pero no era un santo en qué sentido? En aquel momento tuve menos ganas de leer el libro que nunca, para amar a Albert Dupont tendrían que darme un golpe en la cabeza y dejarme atontada para siempre o hacerlo cambiar a él para que dejase de ser tan ruin, mezquino, desagradable, asqueroso y una retahíla de adjetivos degradantes más. Me apresuré a buscar en mi bolso –otra cosa que odiaba de ser mujer, tener que llevar bolso porque los vestidos no tenían bolsillos, aunque había conseguido algunos que sí- y logré encontrar un pañuelo que tendí inmediatamente a la muchacha.
- No lloréis...-suspiré.- Lo leeré.-dije, aunque mis intenciones tuviesen otro rumbo.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- No lloréis...- la joven me tendió un pañuelo, amablemente - Lo leeré.- ¡Por fin! me sequé las lágrimas muy despacio, mirando su rostro con curiosidad ¿Qué estaría pasando por esa cabecita? ¿Habría conseguido recordarle, al menos a mi primo Albert?
Entonces, ocurrió algo que no esperaba para nada, distorsionando mis planes por completo.
-¿Señorita Dupont? - yo me hice la tonta, sin prestar atención al hombre que acababa de entrar en la tienda -Señorita Dupont - repitió confuso por mi poca obediencia. Sonreí a Alice, ojeando por las estanterías. Era el maldito vecino. Nunca saluda, el muy mal educado... Y hoy, justamente hoy, tiene que abrir esa enorme bocaza. Hubiese deseado estrangularle con mis propias manos, pero no era posible, estando delante de tanta gente -¡Señorita Dupont! - alzó la voz, quedando por encima de todo el mundo. El silencio se hizo. La gente nos observaba, girando los rostros para ver de donde provenía el escandaloso alarido.
-¡Señor Bremmer! que sorpresa... - sonreí falsamente, intentando mantener las formas -¿Deseaba algo? - le miré, de forma petulante.
-Sólo decirle que su jardinero ha vuelto a tirar las hojas secas en mi parcela. Si no le importa, rogaría que tuviese más cuidado - me dieron ganas de decirle cuatro cosas. Como por ejemplo: Y usted podría decirle a su mujer, que los sábados, no monte tanto escándalo con su... jardinero, mientras estaís en la taberna" Pero me callé. Simplemente contesté:
-Se lo diré- y asentí cortésmente con una reverencia bien estudiada.
El hombre se despidió, dejándonos solas de nuevo. Y ahora que...
Entonces, ocurrió algo que no esperaba para nada, distorsionando mis planes por completo.
-¿Señorita Dupont? - yo me hice la tonta, sin prestar atención al hombre que acababa de entrar en la tienda -Señorita Dupont - repitió confuso por mi poca obediencia. Sonreí a Alice, ojeando por las estanterías. Era el maldito vecino. Nunca saluda, el muy mal educado... Y hoy, justamente hoy, tiene que abrir esa enorme bocaza. Hubiese deseado estrangularle con mis propias manos, pero no era posible, estando delante de tanta gente -¡Señorita Dupont! - alzó la voz, quedando por encima de todo el mundo. El silencio se hizo. La gente nos observaba, girando los rostros para ver de donde provenía el escandaloso alarido.
-¡Señor Bremmer! que sorpresa... - sonreí falsamente, intentando mantener las formas -¿Deseaba algo? - le miré, de forma petulante.
-Sólo decirle que su jardinero ha vuelto a tirar las hojas secas en mi parcela. Si no le importa, rogaría que tuviese más cuidado - me dieron ganas de decirle cuatro cosas. Como por ejemplo: Y usted podría decirle a su mujer, que los sábados, no monte tanto escándalo con su... jardinero, mientras estaís en la taberna" Pero me callé. Simplemente contesté:
-Se lo diré- y asentí cortésmente con una reverencia bien estudiada.
El hombre se despidió, dejándonos solas de nuevo. Y ahora que...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Suspiré viéndola secarse las lágrimas tras terminar de llorar mientras me frotaba el brazo cuya mano sujetaba el dichoso libro, ¿Quién me mandaba a mí a ponerme a hablar con una desconocida? Que supiese su nombre no dejaba de clasificarla como tal. Miré el libro, la portada, y luego le di la vuelta para leer el resumen del argumento, qué mal... No pintaba nada bien a mi criterio.
Estaba tan despistada con ello que al oír el saludo de aquel hombre, tan sólo escuché el apellido que mencionó. ¿Dupont? Me giré rápidamente hacia todos lados esperando encontrarme con Albert, pero no fue así.
No llamaba al señor Dupont sino a la señorita Dupont. Acabó viniendo a nuestra ubicación y saludando a Alma. Hablaron sobre el jardinero y después el hombre se marchó mientras por mi cabeza aparecía una nueva idea, un nuevo penamiento. ¿Cuántas familias podía haber en Francia con el apellido Dupont?
- No amaré a Albert por muchos libros que lea, a menos que en el intento se me seque el cerebro y me vuelva loca como Alonso Quijano.-dije con calma devolviéndole el maldito libro.
Estaba tan despistada con ello que al oír el saludo de aquel hombre, tan sólo escuché el apellido que mencionó. ¿Dupont? Me giré rápidamente hacia todos lados esperando encontrarme con Albert, pero no fue así.
No llamaba al señor Dupont sino a la señorita Dupont. Acabó viniendo a nuestra ubicación y saludando a Alma. Hablaron sobre el jardinero y después el hombre se marchó mientras por mi cabeza aparecía una nueva idea, un nuevo penamiento. ¿Cuántas familias podía haber en Francia con el apellido Dupont?
- No amaré a Albert por muchos libros que lea, a menos que en el intento se me seque el cerebro y me vuelva loca como Alonso Quijano.-dije con calma devolviéndole el maldito libro.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- No amaré a Albert por muchos libros que lea, a menos que en el intento se me seque el cerebro y me vuelva loca como Alonso Quijano.- ¡Diantres! Me dieron ganas de arrojarle el libro a la cabeza ¡Que insolencia! repelente... Mi rostro se tornó fiero. Mis ojos oscuros como la noche, haciendo frente al día y a la lluvia, desprendiendo así, la máscara que cubría mi cara. Con que esas teníamos... ¿eh? Pensé en atacar a la "dulce" Alice, de otro modo.
- ¿Albert? - me hice la tonta, tiñendo mi rostro con un gesto de sorpresa - No me digáis que vos... ¡el mundo es un pañuelo ¿No creéis? - reí con recelo. Luego me adelante, impidiendo una vía de escape, para que pudiese marcharse, si se le ocurría -Pues he de deciros que, pese a... vuestra insolencia - murmuré con rabia -Se que sois una buena chica. Y también se, que mi primo puede ser de lo más... repelente - repelente como ella. Estaban hechos el uno para el otro... -Pero también se que, vos podéis hacerle cambiar. No os miento si os digo que está locamente enamorado. Que le habéis conmovido y ablandado - sonreí de forma entrañable, observando a la joven con gran detalle -He de reconocer que, ahora que os veo, soy consciente de la repercusión que habéis causado en Albert. ¡Todo lo que dijo era cierto! - admiré a la joven, a pesar de que no se merecía tal cosa -Os ruego que no le juguéis de mala manera, a pesar de que estéis acostumbrada a juzgar con regularidad - me permití el lujo de recordarle su juicio ante el libro, sentenciando su prosa, sin conocimiento.
Por su expresión y su forma de ser, supe que no iba a convencerla. Ella se lo buscaba...
- ¿Albert? - me hice la tonta, tiñendo mi rostro con un gesto de sorpresa - No me digáis que vos... ¡el mundo es un pañuelo ¿No creéis? - reí con recelo. Luego me adelante, impidiendo una vía de escape, para que pudiese marcharse, si se le ocurría -Pues he de deciros que, pese a... vuestra insolencia - murmuré con rabia -Se que sois una buena chica. Y también se, que mi primo puede ser de lo más... repelente - repelente como ella. Estaban hechos el uno para el otro... -Pero también se que, vos podéis hacerle cambiar. No os miento si os digo que está locamente enamorado. Que le habéis conmovido y ablandado - sonreí de forma entrañable, observando a la joven con gran detalle -He de reconocer que, ahora que os veo, soy consciente de la repercusión que habéis causado en Albert. ¡Todo lo que dijo era cierto! - admiré a la joven, a pesar de que no se merecía tal cosa -Os ruego que no le juguéis de mala manera, a pesar de que estéis acostumbrada a juzgar con regularidad - me permití el lujo de recordarle su juicio ante el libro, sentenciando su prosa, sin conocimiento.
Por su expresión y su forma de ser, supe que no iba a convencerla. Ella se lo buscaba...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Había dado en el clavo, estaba intentando convencerme con aquel libro de que correspondiera al capricho de Albert Dupont. Ni con aquel libro ni con ningún otro tipo de palabrerío. Nada haría que yo lo amase, como le dije a Alma Dupont, sólo podría hacerlo si me volviese completamente loca. No me gustaba aquella mujer ahora que sabía que era prima de Albert. Había estado todo el tiempo intentando engañarme y yo había sido muy ingenua. Encima me llamaba insolente, ¿Quién intentaba engañar a quién?
Hice un mohín que duró un momento efímero y después fruncí el ceño, manteniendo el gesto en mi rostro. Yo había visto marcada en el suyo la contrariedad que sentía hacia mi disconformidad y cabezonería. Yo no quería ese libro y tampoco lo iba a leer, menos sabiendo ahora qué pasaba y por qué tanto empeño. Si aquella mujer hubiese tenido buenas intenciones me habría dicho su apellido desde el principio, y yo la habría creído.
- Sí, muy enamorado.-respondí con retintín pero sin perder mi tono apaciguado.-[b] Tan enamorado que en cuanto intenta tocarme y lo rechazo se va a flirtear con otras mujeres e incluso niñas.
Y estaba segura de que ella lo sabía y conocía bien a su primo. ¿Y ahora qué? Intenté hacerme a un lado pero ella estaba en medio, mis labios volvieron a torcerse en un mohín y la miré aún con el ceño fruncido.
- Dejadme pasar.
Hice un mohín que duró un momento efímero y después fruncí el ceño, manteniendo el gesto en mi rostro. Yo había visto marcada en el suyo la contrariedad que sentía hacia mi disconformidad y cabezonería. Yo no quería ese libro y tampoco lo iba a leer, menos sabiendo ahora qué pasaba y por qué tanto empeño. Si aquella mujer hubiese tenido buenas intenciones me habría dicho su apellido desde el principio, y yo la habría creído.
- Sí, muy enamorado.-respondí con retintín pero sin perder mi tono apaciguado.-[b] Tan enamorado que en cuanto intenta tocarme y lo rechazo se va a flirtear con otras mujeres e incluso niñas.
Y estaba segura de que ella lo sabía y conocía bien a su primo. ¿Y ahora qué? Intenté hacerme a un lado pero ella estaba en medio, mis labios volvieron a torcerse en un mohín y la miré aún con el ceño fruncido.
- Dejadme pasar.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- Sí, muy enamorado.- No me gustó nada el tono de esa frase ¿Estaba enseñándome los dientes? Pues te van a rechinar... - Tan enamorado que en cuanto intenta tocarme y lo rechazo se va a flirtear con otras mujeres e incluso niñas - ¿Y eso le parecía mal? Cuando a un hombre, no le dan lo que quiere; lo busca en otra parte ¿Qué esperaba?
-Los príncipes azules no existen, querida... - murmuré con sequedad. Mi rostro mostró el asco, con un ligero movimiento de boca. La joven intentó salir. Intentó... esperanzas vanas. Si pensaba que iba a apartarme, que esperase sentada.
- Dejadme pasar. - exigió, insegura de mi compañía. Su desconfianza hacia mí, era palpable. Más teniendo en cuenta, mi posición y mi apellido. A qué clase de familia pertenecía.
-Aún no he terminado contigo - dejé el libro en una de las estanterías y miré a la joven de arriba a abajo, como si fuese una pulga asquerosa, desagradable y repulsiva -Podéis odiarle todo lo que queráis. Podéis negaros con firmeza y aplomo. Podéis escabulliros, huir tantas veces como deseéis. Incluso detestarle, hasta más no poder - entonces mi tono cambió, volviéndose burlón -Pero, querida... vos sabéis tan bien como yo... - dibujé una sonrisa perversa, apoyando una de las manos contra una mesa -que os casareis con él - La evidencia era aplastante y dolorosa. Que golpe más bajo. Deseé desquiciar a la joven, sin compasión. Que perdiese los nervios. Que se sintiese atrapada. Todo por ultrajarme, con tan poca delicadeza. Mi lengua viperina, volvió al ataque -Aún sois joven. Pero el tiempo no se detiene. Teniendo en cuanta que, habéis conseguido llamar la atención de un hombre, no deberíais dejar pasar la oportunidad. Por mucho que Albert, os considere excepcional, os compare con la luz resplandeciente del sol; en realidad, a mi vista, alumbráis lo mismo que una vela - Sí. Un golpe muy bajo. Pero si podía conseguir que me odiase a mí, más que a él, haciendo que mis comentarios fuesen ofensivos, frente a las alabanzas de Albert; quizás... así... lograra ablandar su percepción. Lograr una nueva visión de mi primo.
-Los príncipes azules no existen, querida... - murmuré con sequedad. Mi rostro mostró el asco, con un ligero movimiento de boca. La joven intentó salir. Intentó... esperanzas vanas. Si pensaba que iba a apartarme, que esperase sentada.
- Dejadme pasar. - exigió, insegura de mi compañía. Su desconfianza hacia mí, era palpable. Más teniendo en cuenta, mi posición y mi apellido. A qué clase de familia pertenecía.
-Aún no he terminado contigo - dejé el libro en una de las estanterías y miré a la joven de arriba a abajo, como si fuese una pulga asquerosa, desagradable y repulsiva -Podéis odiarle todo lo que queráis. Podéis negaros con firmeza y aplomo. Podéis escabulliros, huir tantas veces como deseéis. Incluso detestarle, hasta más no poder - entonces mi tono cambió, volviéndose burlón -Pero, querida... vos sabéis tan bien como yo... - dibujé una sonrisa perversa, apoyando una de las manos contra una mesa -que os casareis con él - La evidencia era aplastante y dolorosa. Que golpe más bajo. Deseé desquiciar a la joven, sin compasión. Que perdiese los nervios. Que se sintiese atrapada. Todo por ultrajarme, con tan poca delicadeza. Mi lengua viperina, volvió al ataque -Aún sois joven. Pero el tiempo no se detiene. Teniendo en cuanta que, habéis conseguido llamar la atención de un hombre, no deberíais dejar pasar la oportunidad. Por mucho que Albert, os considere excepcional, os compare con la luz resplandeciente del sol; en realidad, a mi vista, alumbráis lo mismo que una vela - Sí. Un golpe muy bajo. Pero si podía conseguir que me odiase a mí, más que a él, haciendo que mis comentarios fuesen ofensivos, frente a las alabanzas de Albert; quizás... así... lograra ablandar su percepción. Lograr una nueva visión de mi primo.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Su cara mostraba desagrado hacia mí, o hacia mis palabras, o hacia ambas cosas en conjunto. Después dejó el libro que intentaba echarme encima en la estantería y me escudriñó de arriba a abajo, como si intentara sacarme todos los defectos, o como si ya los hubiese encontrado y le diera asco. La clase alta... En cuanto a moral dejaba mucho que desear.
A continuación empezó a decirme cosas que no me gustaron desde un principio, se burló de mí, haciendo mella en mi mente. Yo quería mucho a mi padre pero por su culpa estaba obligada a casarme con un hombre al que no quería, ni mucho menos, y que intentaba aprovecharse de mí a cada instante, y todo por negocios. Vivíamos bien, no hacía falta que hiciera más negocios, y menos con Albert Dupont. Maldita sea, aquella mujer me estaba provocando ganas de llorar, realmente no me importaba que me criticase como lo estaba haciendo, pero en aquel momento me estaba haciendo daño.
“Corta por lo sano” Dijo una voz en mi mente.
- En ese caso, prefiero quedarme sola para siempre.-sentencié y le di un empujón para apartarla y poder irme.
A continuación empezó a decirme cosas que no me gustaron desde un principio, se burló de mí, haciendo mella en mi mente. Yo quería mucho a mi padre pero por su culpa estaba obligada a casarme con un hombre al que no quería, ni mucho menos, y que intentaba aprovecharse de mí a cada instante, y todo por negocios. Vivíamos bien, no hacía falta que hiciera más negocios, y menos con Albert Dupont. Maldita sea, aquella mujer me estaba provocando ganas de llorar, realmente no me importaba que me criticase como lo estaba haciendo, pero en aquel momento me estaba haciendo daño.
“Corta por lo sano” Dijo una voz en mi mente.
- En ese caso, prefiero quedarme sola para siempre.-sentencié y le di un empujón para apartarla y poder irme.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- En ese caso, prefiero quedarme sola para siempre.- dijo de forma insolente ¿Cómo se atrevía? para colmo, me empujó apartándome de ella, para poder salir. Deseé matar el aliento infecto que le daba la vida. Me hubiese gustado retorcerle el pescuezo, pisotear su estómago, escupirle en la cara, humillar su orgullo, hasta que quedara reducida a la nada. Partirle las piernas, rajarle el cuello, arrancarle los ojos, desfigurarle la cara.
Mi mirada se turbó, convirtiéndose en una terrible marea devoradora de marineros. Sólo tenía una idea metida en la cabeza: ahogar a la joven bajo el agua.
Pero recordé por qué estaba allí. No me apetecía discutir con Albert y que me reprochara el fracaso.
-¿Ya os vais? - alcé una ceja, con la cara congelada. Lo único que parecía moverse, era mi labio superior, alzándose con descaro, enseñando los dientes como un león. Creo que mi siguiente reacción fue asco. Un asco inmenso y desalentador -Querida... no pretendo ofenderos pero... ya estáis sola. Y sólo, porque vos así lo queréis - exclamé, reteniendo a la joven por el brazo -Y seguiréis eternamente sola - sonreí con malicia, borrándolo de inmediato. Un pequeño desliz lo tiene cualquiera. Y la joven me sacaba de quicio. Miré a Alice con seriedad, sosteniendo las palabras con gran tranquilidad -Ahora, un hombre os desea. Os tiene una profunda valía. Incluso está dispuesto a cambiar. Anoche mismamente, me sugirió... que vinieseis a casa a cenar. Desea explicaros, él mismo... tantas cosas - remarqué las palabras, dándoles peso -Hace semanas que no le veo tontear con ninguna mujer. Incluso os a comprado algo. Pero esto, es un secreto entre nosotras -sonreí calidamente, conteniéndome para no estrujar su brazo.
Mi mirada se turbó, convirtiéndose en una terrible marea devoradora de marineros. Sólo tenía una idea metida en la cabeza: ahogar a la joven bajo el agua.
Pero recordé por qué estaba allí. No me apetecía discutir con Albert y que me reprochara el fracaso.
-¿Ya os vais? - alcé una ceja, con la cara congelada. Lo único que parecía moverse, era mi labio superior, alzándose con descaro, enseñando los dientes como un león. Creo que mi siguiente reacción fue asco. Un asco inmenso y desalentador -Querida... no pretendo ofenderos pero... ya estáis sola. Y sólo, porque vos así lo queréis - exclamé, reteniendo a la joven por el brazo -Y seguiréis eternamente sola - sonreí con malicia, borrándolo de inmediato. Un pequeño desliz lo tiene cualquiera. Y la joven me sacaba de quicio. Miré a Alice con seriedad, sosteniendo las palabras con gran tranquilidad -Ahora, un hombre os desea. Os tiene una profunda valía. Incluso está dispuesto a cambiar. Anoche mismamente, me sugirió... que vinieseis a casa a cenar. Desea explicaros, él mismo... tantas cosas - remarqué las palabras, dándoles peso -Hace semanas que no le veo tontear con ninguna mujer. Incluso os a comprado algo. Pero esto, es un secreto entre nosotras -sonreí calidamente, conteniéndome para no estrujar su brazo.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Su mirada reflejaba odio, rabia, ira contenida. Su imagen me recordaba a la de una hiena. No la conocía bien pero no me inspiraba confianza alguna, era como si viera a una mujer oscura bajo el rostro bonito de quien me retenía por un brazo. Éste poseía la atención de mi mirada, mientras mis pensamientos viajaban en la deducción del carácter de Alma Dupont al tiempo que asimilaba los argumentos que me estaba dando. Cuando terminó de hablar -o de escupir veneno, ambas posibilidades podían ser válidas- mi mirada subió desde su mano sujetando mi brazo hasta su rostro, para encontrarme en esa ocasión con una sonrisa que me chocaba debido a que era muy opuesta a su anterior expresión.
"¿Y ahora qué? ¿Me fío de ella? Sería estupendo que Albert cambiase y dejase de intentar meterme mano a cada instante." Pensé y acto seguido hice un mohín. Miré mi brazo apresado de nuevo y después volví a mirarla a ella. Ya tenía algo decidido.
- Está bien... Iré a esa cena...-dije y suspiré.
"¿Y ahora qué? ¿Me fío de ella? Sería estupendo que Albert cambiase y dejase de intentar meterme mano a cada instante." Pensé y acto seguido hice un mohín. Miré mi brazo apresado de nuevo y después volví a mirarla a ella. Ya tenía algo decidido.
- Está bien... Iré a esa cena...-dije y suspiré.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- Está bien... Iré a esa cena...- suspiró tras aceptar mi invitación. Pobre chica... estaba haciendo un gran esfuerzo ¿Puede qué sintiese algo por mi primo? ¿En el fondo... muy en el fondo? Quizás ella no lo sabía aún. A veces, no te das cuenta de lo que quieres.
-Perfecto - sonreí muy pagada de mí misma. Albert, tendría que comprarme un par de zapatos, por esto. Al final, el favor, me lo acabaría haciendo él, a mí. Escondí una tremenda carcajada de satisfacción y solté el brazo de la joven para que no se sintiese tan acosada -Entonces... os espero esta noche, en casa de mi primo - hice una reverencia, cogiendo todos los libros -Ya os contaré si me han gustado - dije refiriéndome a estos. Pero mi sonrisa se desvaneció de inmediato, al ver la vestimenta de la joven -Ese vestido... - negué horrorizada con la cabeza, sabiendo que aún, no podía marcharme - Yo misma, os arreglaré para el encuentro ¿Qué os parece si nos vamos de compras ahora? - ¿Por qué me tomaba tantas molestias?
-Perfecto - sonreí muy pagada de mí misma. Albert, tendría que comprarme un par de zapatos, por esto. Al final, el favor, me lo acabaría haciendo él, a mí. Escondí una tremenda carcajada de satisfacción y solté el brazo de la joven para que no se sintiese tan acosada -Entonces... os espero esta noche, en casa de mi primo - hice una reverencia, cogiendo todos los libros -Ya os contaré si me han gustado - dije refiriéndome a estos. Pero mi sonrisa se desvaneció de inmediato, al ver la vestimenta de la joven -Ese vestido... - negué horrorizada con la cabeza, sabiendo que aún, no podía marcharme - Yo misma, os arreglaré para el encuentro ¿Qué os parece si nos vamos de compras ahora? - ¿Por qué me tomaba tantas molestias?
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
Maldita familia, los odiaba, a todos. Bueno, sólo conocía a Albert y ahora a su prima Alma, pero tenía la sensación de que todos eran iguales después de ver que aquellas dos personas con un parentesco lejano fuesen parecidas. ¿Alma sería también de las que se iban con todos los hombres que podía como hacía su primo Albert? Parecía una estirada, sobre todo con la ropa. Fruncí el ceño cuando hizo aquel comentario ¿Qué le pasaba a mi vestido? A mí me gustaba y era cómodo, ya tenía suficiente falta de aire con el corsé. Qué forma de mirarme, parecía que le daba asco hacerlo.
- Ya he aceptado ir a esa cena, conformaos con eso, a mí me gusta cómo visto y a él también, supongo, o no estaríamos en esta situación.-le dije y tras eso salí de allí sin importarme que siguiera lloviendo, eché a correr aprovechando que tenía mis inseparables zapatos planos. Llevaba bajo el brazo -protegido de la lluvia, ningún libro se merecía ser maltratado por malo o indeseable que fuese- y tenía las manos puestas en recoger la falda de mi vestido para no pisármela al correr.
- Ya he aceptado ir a esa cena, conformaos con eso, a mí me gusta cómo visto y a él también, supongo, o no estaríamos en esta situación.-le dije y tras eso salí de allí sin importarme que siguiera lloviendo, eché a correr aprovechando que tenía mis inseparables zapatos planos. Llevaba bajo el brazo -protegido de la lluvia, ningún libro se merecía ser maltratado por malo o indeseable que fuese- y tenía las manos puestas en recoger la falda de mi vestido para no pisármela al correr.
Alice Bessette- Humano - Clase Media
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Re: Un atroz día de Domingo (Alice Bessette)
- Ya he aceptado ir a esa cena, conformaos con eso, a mí me gusta cómo visto y a él también, supongo, o no estaríamos en esta situación.- menuda niña más sabelotodo. Y discrepaba en su opinión, sabiendo que lo único que deseaba mi primo era quitarle la ropa. No me extraña. Que poco gusto... -En ese caso, no insistiré más - sonreí con desdén, poniéndome la caperuza -Nos veremos pronto - Lo que la esperaba... Por fin se marchaba y pude relajar la boca. Empezaba a dolerme de tanto sonreír.
Ahora las cartas ya estaban sobre la mesa. El resto se lo dejaba a mi primo Albert. Que no pensase en pedirme más favores de este tipo. Era humillante.
Observé a la joven correr entre la lluvia. Ojalá la partiese un rayo... Yo debería hacer lo mismo. Me estaba poniendo perdida. Pero la idea de ir de compras impidió mi marcha. Aunque fuese sola.
Ahora las cartas ya estaban sobre la mesa. El resto se lo dejaba a mi primo Albert. Que no pensase en pedirme más favores de este tipo. Era humillante.
Observé a la joven correr entre la lluvia. Ojalá la partiese un rayo... Yo debería hacer lo mismo. Me estaba poniendo perdida. Pero la idea de ir de compras impidió mi marcha. Aunque fuese sola.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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