nuevos vestidos nueva comida - libre -

No habia pasado mucho desde que vivia con Lestat y mi amado Louis, ambos eran mis padres, de Lestat aprendia a cazar, él me habia enseñado como atraer a mi presa de la forma mas sencilla y como beber sin derramar gota alguna y Louis, él me enseñaba lo lindo del mundo, su filosofia, sus libros.
Acababa de tener una nueva clase de piano, el instructor ya me estaba molestanto bastante pero Lestat me habia dicho "no en la casa Claudia" y yo le habia obedecido asi que ahora que era de noche me habian dicho que vendria una nueva modista a hacerme unos lindos vestidos, sabia perfectamente como los queria, de colores claros y oscuros, elegantes que pudiera usar en todos lados y siempre me viera bella pero la señora no llegaba y yo me estaba aburriendo.
Me asomé al blacón del segundo piso a mirar la ciudad, no sabia donde estaba ninguno de los dos y los extrañaba, no me gustaba sentirme sola en casa, di un suspiro caminando con total calma hacia mi alcoba, ahí tomé una de las muñecas que me habia regalado Lestat y me puse a peinarla, era muy lindo con risos igual que los mios y mientras hacia eso tarareaba la melodia que aun sonaba en mi xabeza mientras el maestro de piano me guiaba como tocarla. Era una noche bastante tranquila y el casi silencio de las calles me lo recordaba. Estaba en eso cuando pensé que mis muñecas podrian tener sus propios ataudes como yo no lo tenia, pero eso era porque me gustaba dormir con Louis, su ataud era comodo y cabiamos perfectamente los dos, nunca habia dormido con Lestat y es que sentia un cariño diferente por él.
- quedaste hermosa - le dije a mi muñeca luego de terminar de peinarla sonriendole, ahora podria peinar a la otra por mientras llegaba alguien a la casa

Me hallaba de pie frente a una iglesia, con la vista perdida en su magnánime belleza y altivez, su hermosura. Odiaba esto. Sentirme de esta forma, ser lo que era, una bestia, un monstruo. Un suspiro.

Bajé la mirada, volviendo sobre mis pasos, lentos y pesados, hacia la Rue Royalè. Esa noche no había sido muy agradable, mi sed de sangre era una condena que ya no podía seguir soportando. Me sentía todo un asesino. Era un asesino. Otro suspiro. Más pasos cansados.

Preferí, en este punto, pensar en mi nueva "familia". En mi pequeña Claudia. Mi hermosa niña, tan perfecta en su inocencia corrompida por la sangre de Lestat en sus venas. ¿Se encontraría en casa? Esperaba que sí. ¿O habría salido a cazar junto a Lestat? Mmm... por la hora, supuse que estaría en casa, terminando su clase de piano. Probablemente Lestat le estuviese haciendo compañía, esperaba que mi niña no estuviera sola pese a su facha de independencia. Claro que una niña, mi niña, no debería estar sola. No otra vez.

En poco tiempo, me encontré caminando en la Rue Royalè, hasta detenerme frente a la hermosa casa que compartía con Lestat y mi niña. Sí, era una casa hermosa, pero, ¿necesitábamos nosotros, seres condenados por anturaleza, vivir en medio de tanto lujo? Según Lestat... Siempre según Lestat. Sus palabras, ya poco significaban para mí, y ese ego e ironía que poseía me enervaba en demasía. Pero al menos, mientras estuviera en son de "Maestro" de Claudia, la convivencia era armoniosa en lo que podía.

Más suspiros. Más pasos. Abro la puerta y me encuentro en la lujosa estancia, siento ruidos arriba y me imagino que Claudia, mi perfecta niña, otra vez se encuentra sola. Subo las escaleras y golpeo despacio la puerta de su habitación.

-¿Claudia?

Seguí tarareando mientras tomaba la segunda muñeca para empezar a peinarla cuando un olor su olor me sacó de mis pensamientos, era mi Louis quien se encontraba en casa, dejé mi muñeca a un lado arreglando mi propios cazbellos, queria estar perfecta para él mi gran y unico amor.
Sonrei cuando pronunció mi nombre, su voz era aterciopelada y suave, amaba oirla como amaba estar a su lado

- Louis entra - musité esperandolo mirando directamente a la puerta de mi habitación, al fin habia llegado uno de los dos y por supuesto deseaba que fuera Louis a Lestat, este ultimo me hubiera llamado la atención por no estar practicando en el piano

Aguardé hasta que su dulce e infantil voz de niña me indicó que pasara, y abrí con suavidad la puerta, encontrándome con sus ojos escrutadores, hermosos y cargados de inocencia. Le dediqué una sonrisa, entrando a su cuarto y cerrando la puerta tras de mí, para luego acercarme a donde ella se hallaba y acariciar unos dorados rizos que colgaban traviesos y desordenados.

-¿Cómo te encuentras, hermosa mía? -le pregunté, viéndola reluciente, como si brillara con un aura pura, ella, mi niña eterna, mi muñeca preciosa.

Me senté a su lado, tomándola en brazos y sentándola sobre mis piernas para poder admirarla mejor y acarciar sus rizos suaves y brillantes, siempre sonriente, siempre feliz con ella cerca. Mi más grande tesoro, Claudia.

- ahora mejor desde que vos llegasteis - me encantaba que me tomara en brazos, que acariciara mis cabellos de esa forma tan delicada y mas aun porque podia observarlo a mi entero antojo, era tan hermoso, tan perfecto tan mio, si, porque Louis era totalmente mio y eso yo lo sabia, el que se atreviese a cruzarse en nuestro camino terminaria muerto en mis propias manos
- donde estabais? - me giré un poco para poder ver el rostro de mi querido, sabia que no me mentiria pero me gustaba asegurarme de esa manera, mirandolo fijamente a los ojos y aunque mi tono de voz habia sido dulce y melodioso escondia un leve tonito de resentimiento por haberme dejado sola

-Siento mucho haberte dejado sola, creí que estaríais con Lestat -me disculpé, sin dejar de acariciar sus dorados rizos y sintiendo el peso de sus ojos fijos en los míos y su voz levemente demandante, esperando una respuesta a su pregunta.

-Salí a dar un paseo, querida, necesitaba tomar aire fresco -le respondí, sin mentirle, no podía cuando me miraba de esa forma inocente y tierna- Pero ya estoy de vuelta, ¿quieres que te cepille el cabello?

Le ofrecí, con una entusiasmada sonrisa meintras admiraba sus dorados rizos y su rostro de piel de porcelana, tan idéntico al de las muñecas que cada año le regalaba Lestat.

Habia desviado su mirada y cambiado de tema, eso era porque me estaba mintiendo estaba segura, al velro tomar el cepillo se lo quité de las manos acercandome mas a él hasta quedar nuevamente en su regazo
- os permido cepillarme mi cabello si me dices toda la verdad, en verdad saliste solo a tomar aire? - esta ve sno iba a permitir que corria su mirada por eso estaba tan cerca de él, conservé mi semblante en calma, podia mentirle a cualquiera pero no a mi, ninguno de los dos podia.
- porque no me gusta que me mientas, yo te quiero mucho - lo abracé esperando que con ello me dijera todo lo que habia hecho, sentia que los dos me pertenecian y aunque mi sentimiento por Lestat eran diferentes no dejaban de ser profundos al igual que con Louis

Solté un suspiro ante su insistencia, con sus ojos fijos en los míos y viceversa. Entonces me abrazó y ya no podía mentirle ni ocultarle nada, su poder e influjo sore mí era demasiado fuerte y creo que ella lo sabía.

-Salí a alimentarme, querida, esa es la verdad -le dije, sintiéndome culpable por lo que había hecho pero sin dejar que ella notara eso, por supuesto que una niña como ella no debía ser conciente de mis problemas morales y existenciales.

-Yo también te quiero mucho, Claudia -le susurré, abrazándola y luego liberándola de mis brazos, soltando otro suspiro y sonriéndole un poco cansado, sí, cansado de pensar y de esta vida que debía sobrellevar... Si no fuera por ella, mi niña, no sabría qué sería de mí, pues jamás había contado verdaderamente con Lestat...

arrugué el ceño,porque habia salido a cenar sin mi? es que acaso ya no queria que lo acompañara... mi duda se incrementó al sentir que me separaba de él, escuché sus palabras, esas que me decia de todo corazón, que él tambien me queria. Aquello me tranquilizaba un poco y volví a sonreir colocandole el cepillo en su mano y girandome para que cepillara mi cabello, aquello que tanto le gustaba hacer
- no me gusta que me dejes sola ni que salgas sin mi, pienso que te busques a otra que te ame mas que yo - sinceré sin mirarlo a la cara, solo de pensar aquello me hacia doler el alma, si es aun tenia alma

Ella se giró y comencé a cepillarle suavemente sus dorados rizos, mientras escuchaba lo que decía sintiéndome apenado, no me gustaba que ella se pusiera triste ni que, lo sabia pese a no verla de frente, su rostro de muñeca tuviera una expresión de tristeza.

-Ay, mon cheriè, sabes que eso es imposible -le susurré, sincero- Ademas, tu eres y serás siempre a la única que he amado...

Continué diciéndole, de todo corazón, esperando que mis palabras la reconfortaran y la hicieran sentir mejor, que olvidara el asunto...

- en serio mon amour? - pregunté esperanzada, siempre tenia ese tipo de miedos, que él me dejara por otra o que me abandonara. Me giré quedando frente a frente

- porque somos L'un pour l'autre querido - lo abracé depositando un tierno beso en sus labios y me volví a girar para que siguiera cepillandome el cabello, ahora con una sonrisa coqueta en mis labios, ponia sentir todo el amor que el sentia por mi y me encantaba, me afirmaba que mis sentimientos eran correspondidos

-En serio, querida -le afirmo cuando ella pregunta y luego se voltea a abrazarme.

Un abrazo y un beso suyo eran reconfortantes, su incondicional cariño y entrega, la misma que tuviera aquella fatídica noche en que la abracé con los brazos de la muerte. Ella, mi niña, mi hija y amada... Tan mía y de Lestat al mismo tiempo. Termino de cepillar sus rizos y con una sonrisa dejo el cepillo sobre la cama, a nuestro lado.

- Listo, has quedado aún más hermosa -le digo volteándola y tocándole levemente la punta de su respingada nariz con la yema de mi dedo índice.

reí suavemente cuando me tocó la punta de la nariz, me gustaba que hiciera eso. Caminé hacia el espejo para apreciarme, mi cabello habia quedado perfecto, tal como lo habia dicho Louis. Me di una vuelta entera admirando mi vestido, mi cara, mi cabello, al final le di al espejo una sonrisa satisfecha y caminé con los brazos extendidos donde Louis
- miranos - le dije llevandolo al espejo - somo perfectos, tu y yo juntos los dos por la eternidad

Sonreía mientras ella se observaba frente al espejo, admirándose. Había momentos, como en este, en que ella me parecía la perfecta combinación entre Lestat y yo, con mis conocimientos y su ego e insitntos de caza. Y cuando pensaba en eso, me daba cuenta de que ella ya no era una niña, sino una asesina como tantas veces me recalca Lestat, pero la sola idea no puedo soportarla... Prefiero engañarme a mi mismo, ver a Claudia como una muñeca eterna, como mi compañera.

Sus palabras me sacan de mi ensimismamiento, mientras toma mi mano. Me pongo de pie y la siguo, observando nuestra figura reflejada en el espejo. ¿Que qué veía? A una pareja, a un padre y a su hija sumidos en una capa de perfección casi idílica. Pero también veía algo más, a dos asesinos hermosos, a dos criaturas que se alimentaban de la vida de este mundo para conservar ese aspecto de total perfección. Pero sí, Claudia tenía razón cuando volvió a hablar. Perfectos. Juntos para toda la eternidad... Pero ella, ¿sabría realmente, con sus escasos años, lo que la palabra eternidad significaba?

Le observé sonriente en el espejo, me gustaba admirarnos juntos, eramos una sinfonia de belleza incorruptible y cuando yo creciera seriamos pareja y consumariamos nuestro amor de todas las formas posibles, ese era mi deseo, crecer, pero sabia que tomaba años y no habia pasado mas de 4 desde el momento en que me habian convertido. Le tomé algo mas fuerte la mano para que él tambien sonriera, a veces observandolo veia soledad en sus ojos y no me gustaba observar esa tristeza, me gustaba verlo sonreir

- Louis quieres que te toque algo? - me ofrecí caminando de la mano con él hasta donde estaba el piano en la planta baja, a él me gustaba oirme, eso podria hacerlo sonreir en cualquier momento

Su ofrecimiento me hizo olvidar por un momento el hilo de mis pensamientos, observándola ahora con una sonrisa más relajada y asintiendo con la cabeza al tiempo que le respondía:

-Me encantaría, chérie -le dije para luego dejarme llevar por ella hacia la planta baja, en donde reposaba el inmenso y hermoso piano negro. Sí, me encantaba oírle tocar, la música solía relajarme y hacerme sonreír mientras mi vista se perdía en su pequeña figura y me parecía todo más irreal: una pequeña muñeca sentada frente a un piano, jugando a crear una de las cosas más hermosas e impías que nosotros podemos hacer, la música.

Bajamos las escaleras tomados de la mano, hasta llegar a la sala en donde el precioso instrumento musical nos esperaba. Ahora fui yo quien la guió hasta el pequeño banco que estaba frente a las teclas, haciendo que se sentara allí y así yo poder contemplarla a su lado y sentir más profundamente la múscia inundar mis pensamientos.

-La escucho, mademoiselle... Deje que su música llene la sala y mi corazón... -le dije en un tono cortés e inclinándome frente a ella con una sonrisa, esperando hacerle reír.