Fuga del infierno [Libre]

Allí estaba la luz que tanto añoraba entre tanta oscuridad. No fui el único que la vio entre tanta negrura. Mis hermanos, mis súbditos, todos gritamos de júbilo al ver aquel resquicio de luz que entraba a través de una de las puertas. Un pequeño resquicio que era suficientemente grande para que pudiéramos escapar.
Como una jauría fuera de control nos abalanzamos hacia aquella oportunidad, aquella oportunidad que suponía poder abandonar de nuevo el infierno.
La salida estaba cerca, cada vez más cerca y a la vez se iba volviendo más y más pequeña ¡Se estaba cerrando! Teníamos que darnos prisa si queríamos escapar.
Salvé los últimos metros todo lo deprisa que pude y la luz me invadió. Los gritos de las almas torturadas desaparecieron y ante mí se abría un cielo bañado de estrellas.
Ignoro cuántos de nosotros conseguimos escapar por la puerta, lo que más me importaba era que yo había conseguido escapar y que ahora necesitaba un cuerpo que poseer.
Volé por el cielo dejando un rastro de humo negro que mi esencia gaseosa dejaba a mi paso.

Moviéndome con rapidez buscaba con desesperación un cuerpo que fuera perfecto para mí, y lo encontré.
Una perfecta constitución, melena corta de color castaño y una perilla perfectamente recortada. Un recipiente bastante atractivo.
Cuando vi la oportunidad penetré en su cuerpo utilizando la boca como vía de entrada. En cuestión de segundos aplaqué su conciencia y la sustituí por la mía, me hice con el control total del cuerpo.
Estiré los músculos y me arreglé la ropa. Frente a mí, en el suelo, pude ver mi propio reflejo en un charco. El mismo hombre que había poseído me devolvía la mirada con unos ojos completamente blancos. Parpadeé una vez, y al volver a mirar el reflejo, las pupilas marrones del recipiente habían vuelto.
Sonreí satisfecho perfilando con el dedo gordo y el índice la perilla que rodeaba mi boca.

-He vuelto.