Sinceras palabras... (Tristán E.)
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Sinceras palabras... (Tristán E.)
Aquella tarde, la plaza de Picadilly Circus, estaba repleta de gente, nada a extrañar.
Los carruajes trotaban sin demora, conducidos por cocheros. Los caballeros saludaban a las damas, con ayuda de sus sombreros. La gente tomaba te en una de las cafeterías, mientras disfrutaba de las vistas a través de las cristaleras. Un niño hacía rodar una peonza y el perro de una anciana ladraba a las palomas.
Yo estaba sentada junto a la fuente. Tenía un pequeño diario entre las manos, en blanco. Acababa de comprarlo en una de las tiendas, pero no conseguía escribir nada.
Encendí un cigarrillo y giré el rostro hacia la izquierda, hallando a una mujer casi a mi lado, mirándome descaradamente ¿Tenía algún problema, acaso?
- ¿Queréis algo, madame? -pregunté de forma hostil, mirando a la mujer, por encima del hombro con cara de suficiencia. La joven torció el rostro, con las mejillas enrojecidas -Lo imaginaba... -murmuré, fijando una vez más la mirada en el diario.
Cogí la pluma e intenté escribir algo: "Siento un vacío desgarrador en... en..." taché aquella frase y volví a retomar la tarea "siento algo punzante..." garabateé de nuevo cada palabra. Que guarrería...Llevé la pluma hasta mi barbilla, pensativa, observando la calle. El sol resplandecía en el cielo. "¿Para qué sentir, si el sentimiento es la escusa de los perdedores?" Perfecto, observé maravillada. Esa frase tenía más sentido para mí.
Los carruajes trotaban sin demora, conducidos por cocheros. Los caballeros saludaban a las damas, con ayuda de sus sombreros. La gente tomaba te en una de las cafeterías, mientras disfrutaba de las vistas a través de las cristaleras. Un niño hacía rodar una peonza y el perro de una anciana ladraba a las palomas.
Yo estaba sentada junto a la fuente. Tenía un pequeño diario entre las manos, en blanco. Acababa de comprarlo en una de las tiendas, pero no conseguía escribir nada.
Encendí un cigarrillo y giré el rostro hacia la izquierda, hallando a una mujer casi a mi lado, mirándome descaradamente ¿Tenía algún problema, acaso?
- ¿Queréis algo, madame? -pregunté de forma hostil, mirando a la mujer, por encima del hombro con cara de suficiencia. La joven torció el rostro, con las mejillas enrojecidas -Lo imaginaba... -murmuré, fijando una vez más la mirada en el diario.
Cogí la pluma e intenté escribir algo: "Siento un vacío desgarrador en... en..." taché aquella frase y volví a retomar la tarea "siento algo punzante..." garabateé de nuevo cada palabra. Que guarrería...Llevé la pluma hasta mi barbilla, pensativa, observando la calle. El sol resplandecía en el cielo. "¿Para qué sentir, si el sentimiento es la escusa de los perdedores?" Perfecto, observé maravillada. Esa frase tenía más sentido para mí.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Había pasado toda la mañana tocando en uno de los locales de Londres. Ese día no tenía que clases con la señorita Jonhson, un par de días de descanso no le vendrían mal, pero esperaba que estuviera practicando, ella ya se hacía una idea de cómo era yo cuando no escuchaba lo que yo quería.
Mientras paseaba por la calle de vuelta al hotel me miraba en el reflejo de los escaparates, mi rostro aún continuaba magullado por el pequeño incidente en el bar, tenía una pequeña brecha en la ceja, y aún se notaba el morado de la barbilla, eso era lo que más se me apreciaba, el cuerpo... era otra historia, marcas de guerra ¿qué le vamos a hacer? La gente no se atrevía a preguntar porque sospechaban lo que había ocurrido.
Estaba animado, y para mi suerte hizo buena tarde, añadir que había ganado unos billetes para darme algún caprichito. Iba caminando con el maletón en mano, en un cuarto de hora llegaría al hotel... cuando giré el rostro hacia la fuente que coronaba la plaza Picadilly Circus, siempre me gustaba mirar el pequeño Eros que parecía darme ánimos, sonreí un poco, “me estás mirando ¿eh?” me acerqué a la fuente esquivando las palomas que saltaban picoteando las migas de pan que un niño se dedicaba a arrojar. –Cómo te vea tu madre…verás.- le advertí enmarañándole la coronilla, el niño gruñó e hizo el intento de pegarme una patada ¡demonio! -¡Pero niño!- Exclamé sonriendo con sorna. -¿Qué vas a hacerme tú? Anda, anda...- El niño se fue llorando hacia no sé dónde, me daba igual. Niños, una pesadilla.
Me incliné un poco para mirar mejor a la escultura de bronce, quería contemplarlo en todas sus vistas así que comencé a girar por todo su perímetro, sin mirar nada más ¿qué tenía una cagarruta de paloma corriéndole por el rostro? Puse una mueca de asco hasta que miré al frente, no era bueno mirar hacia arriba todo el rato.
Mientras paseaba por la calle de vuelta al hotel me miraba en el reflejo de los escaparates, mi rostro aún continuaba magullado por el pequeño incidente en el bar, tenía una pequeña brecha en la ceja, y aún se notaba el morado de la barbilla, eso era lo que más se me apreciaba, el cuerpo... era otra historia, marcas de guerra ¿qué le vamos a hacer? La gente no se atrevía a preguntar porque sospechaban lo que había ocurrido.
Estaba animado, y para mi suerte hizo buena tarde, añadir que había ganado unos billetes para darme algún caprichito. Iba caminando con el maletón en mano, en un cuarto de hora llegaría al hotel... cuando giré el rostro hacia la fuente que coronaba la plaza Picadilly Circus, siempre me gustaba mirar el pequeño Eros que parecía darme ánimos, sonreí un poco, “me estás mirando ¿eh?” me acerqué a la fuente esquivando las palomas que saltaban picoteando las migas de pan que un niño se dedicaba a arrojar. –Cómo te vea tu madre…verás.- le advertí enmarañándole la coronilla, el niño gruñó e hizo el intento de pegarme una patada ¡demonio! -¡Pero niño!- Exclamé sonriendo con sorna. -¿Qué vas a hacerme tú? Anda, anda...- El niño se fue llorando hacia no sé dónde, me daba igual. Niños, una pesadilla.
Me incliné un poco para mirar mejor a la escultura de bronce, quería contemplarlo en todas sus vistas así que comencé a girar por todo su perímetro, sin mirar nada más ¿qué tenía una cagarruta de paloma corriéndole por el rostro? Puse una mueca de asco hasta que miré al frente, no era bueno mirar hacia arriba todo el rato.
A mi lado encontré una mujer con una cabellera repleta de bucles dorados, brillaban ¡ah!, no podía ver su rostro, solo el humo que expulsaba, estaba mirando una libreta que tenía entre las manos, me asomé por encima de su hombro (sin rozarla) para cotillear un poco, solo por reírme un rato, estaba lleno de garabatos, pero sí leí una frase…contundente.
"¿Para qué sentir, si el sentimiento es la escusa de los perdedores?"
Me quedé pensando en la pregunta que había escrita en ese papel, ¿qué clase de mujer escribiría aquello? Las mujeres solían ser muy presumidas a la hora de escribir pensamientos, siempre con sus florituras y sus cuentos, simplezas.
Quería ver el rostro de la poseedora de aquella cabellera tan reluciente, ladeé la cabeza un poco, intentando no ser muy descarado. Mi sonrisa quedó hecha trizas al ver efectivamente quién era, y quién sino la artífice de esa frase. Me quedé en silencio bloqueado, estaba convencido de que no volvería a verla, ella había rehusado a aceptar mi invitado al hotel, la miré con fijeza, estuve a punto de irme, pero pareció notar que alguien estaba mirándola pues alzó la cabeza encontrando mis ojos clavados en ella, enarqué una ceja irónico.
–Qué sorpresa ¿eh?- sorpresa era, y no sé si tan buena, ella lograba sacarme de quicio, no recordaba su nombre, tampoco su apellido, pero cómo olvidarme de esa noche ¡imposible!
–No has cambiado nada, gatita. Sigues igual de…tremenda.- advertí mientras levantaba la mano para estirar uno de sus mechones y hacer que se moviera cual muelle. –Me sorprende verte tan solita en esta fuente, recreando una escena nostálgica, qué pena que tus palabritas digan lo contrario.- sonreí dando un toquecito a su diario, un diario que guardaría sus oscuros secretos. Antes de que comenzara a usar sus afiladas palabras, me divertí molestándola, la que le esperaba...
"¿Para qué sentir, si el sentimiento es la escusa de los perdedores?"
Me quedé pensando en la pregunta que había escrita en ese papel, ¿qué clase de mujer escribiría aquello? Las mujeres solían ser muy presumidas a la hora de escribir pensamientos, siempre con sus florituras y sus cuentos, simplezas.
Quería ver el rostro de la poseedora de aquella cabellera tan reluciente, ladeé la cabeza un poco, intentando no ser muy descarado. Mi sonrisa quedó hecha trizas al ver efectivamente quién era, y quién sino la artífice de esa frase. Me quedé en silencio bloqueado, estaba convencido de que no volvería a verla, ella había rehusado a aceptar mi invitado al hotel, la miré con fijeza, estuve a punto de irme, pero pareció notar que alguien estaba mirándola pues alzó la cabeza encontrando mis ojos clavados en ella, enarqué una ceja irónico.
–Qué sorpresa ¿eh?- sorpresa era, y no sé si tan buena, ella lograba sacarme de quicio, no recordaba su nombre, tampoco su apellido, pero cómo olvidarme de esa noche ¡imposible!
–No has cambiado nada, gatita. Sigues igual de…tremenda.- advertí mientras levantaba la mano para estirar uno de sus mechones y hacer que se moviera cual muelle. –Me sorprende verte tan solita en esta fuente, recreando una escena nostálgica, qué pena que tus palabritas digan lo contrario.- sonreí dando un toquecito a su diario, un diario que guardaría sus oscuros secretos. Antes de que comenzara a usar sus afiladas palabras, me divertí molestándola, la que le esperaba...
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Perdida entre las letras y la precisión de la gramática, reaccioné sólo cuando creí notar la sombra de una nube en el cielo, tapando la luz. Pero no era una nube. Era un nubarrón. Al alzar la vista, contemplé su rostro. No me lo puedo creer... era él, el maldito bandido. Su gesto era pétreo, frío como una estatua. Arqueé una ceja, en respuesta a la sulla. Era un curioso saludo, por así decirlo. Entonces reparé por vez primera en un detalle que mi ira había nublado. Estaba completamente magullado. Su cara expresaba a la perfección, la clase de hombre que era. Te lo tienes bien merecido, pensé. Hicieses lo que hicieses, seguro que fue culpa tuya.
–Qué sorpresa ¿eh?-La misma sorpresa que se te queda, cuando te regalan algo que no te gusta, sintiendo que nadie te conoce -No has cambiado nada, gatita. Sigues igual de…tremenda.-Cerré el cuaderno con fuerza y apreté los labios, intentando controlar el impulso de... ¡matarle! Luego se tomó el lujo de tocar uno de mis cabellos. Cerré los ojos y conté hasta diez, para no estrangularle, que hubiese sido lo más reconfortante. Pero estábamos en público y no quería traumatizar a ningún crío.
–Me sorprende verte tan solita en esta fuente, recreando una escena nostálgica, qué pena que tus palabritas digan lo contrario.-sonreí de forma forzada, inmensamente irónica, aguantando el tipo. Dio unos pequeños toquecitos, señalando mi cuaderno y me quedé mirando sus dedos, pasando la lengua por el interior de las paredes de mi boca, con cierto aire petulante.
-Para eso estáis vos, supongo -contesté, con una sonrisa de suficiencia, sin bajar en ningún momento una de mis cejas -Si quiero revivir una escena nostálgica, sólo tengo que esperar a que vos aparezcáis. -Abrí el cuaderno, fingiendo ponerme a escribir de nuevo -Lo digo por vuestra cara.-Escruté su rostro, con un susurro, remarcando la frase con énfasis y cierta rabia -Creo que... expresa más, que mis palabras.
Sentí satisfacción, liberación... luego miré al bandido de arriba a abajo, como si fuera un maldito gusano y volví a fijar la vista en mi cuaderno. Recordar aquella noche en el teatro se me hacía lejano y al mismo tiempo, parecía que hubiese sido ayer. Era extraño no saber con exactitud si me apenaba o por el contrario, satisfacía mis instintos, que aquella noche hubiese sido finalmente, amarga. Y hablando de nostalgia... En seguida, moví la cabeza, como si quisiese sacudirme cada pensamiento. ¿Estaba loca? El joven era insoportable. Me sacaba de quicio. Hacia que mi rabia emergiese de las mismísimas entrañas.
Alcé la vista sin mirarle, para comprobar si, aún seguía allí. Y allí seguía...
Garabateé nerviosa en una de las hojas y, a continuación, escribí lo siguiente:
"Los golpes son secuelas del ayer" desde luego... no estaba inspirada y menos con el moscardón detrás de la oreja...
–Qué sorpresa ¿eh?-La misma sorpresa que se te queda, cuando te regalan algo que no te gusta, sintiendo que nadie te conoce -No has cambiado nada, gatita. Sigues igual de…tremenda.-Cerré el cuaderno con fuerza y apreté los labios, intentando controlar el impulso de... ¡matarle! Luego se tomó el lujo de tocar uno de mis cabellos. Cerré los ojos y conté hasta diez, para no estrangularle, que hubiese sido lo más reconfortante. Pero estábamos en público y no quería traumatizar a ningún crío.
–Me sorprende verte tan solita en esta fuente, recreando una escena nostálgica, qué pena que tus palabritas digan lo contrario.-sonreí de forma forzada, inmensamente irónica, aguantando el tipo. Dio unos pequeños toquecitos, señalando mi cuaderno y me quedé mirando sus dedos, pasando la lengua por el interior de las paredes de mi boca, con cierto aire petulante.
-Para eso estáis vos, supongo -contesté, con una sonrisa de suficiencia, sin bajar en ningún momento una de mis cejas -Si quiero revivir una escena nostálgica, sólo tengo que esperar a que vos aparezcáis. -Abrí el cuaderno, fingiendo ponerme a escribir de nuevo -Lo digo por vuestra cara.-Escruté su rostro, con un susurro, remarcando la frase con énfasis y cierta rabia -Creo que... expresa más, que mis palabras.
Sentí satisfacción, liberación... luego miré al bandido de arriba a abajo, como si fuera un maldito gusano y volví a fijar la vista en mi cuaderno. Recordar aquella noche en el teatro se me hacía lejano y al mismo tiempo, parecía que hubiese sido ayer. Era extraño no saber con exactitud si me apenaba o por el contrario, satisfacía mis instintos, que aquella noche hubiese sido finalmente, amarga. Y hablando de nostalgia... En seguida, moví la cabeza, como si quisiese sacudirme cada pensamiento. ¿Estaba loca? El joven era insoportable. Me sacaba de quicio. Hacia que mi rabia emergiese de las mismísimas entrañas.
Alcé la vista sin mirarle, para comprobar si, aún seguía allí. Y allí seguía...
Garabateé nerviosa en una de las hojas y, a continuación, escribí lo siguiente:
"Los golpes son secuelas del ayer" desde luego... no estaba inspirada y menos con el moscardón detrás de la oreja...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
-Para eso estáis vos, supongo – “Touché” reconocí encogiéndome de hombros.-Si quiero revivir una escena nostálgica, sólo tengo que esperar a que vos aparezcáis. – ¡Como caído del cielo!, ella había tenido esa suerte, pero no se daba cuenta, la muy mentecata.
Abrió el cuaderno, intentando así ¿ignorarme? -Lo digo por vuestra cara. Creo que... expresa más, que mis palabras.- La fulminé con la mirada, “pues la tengo mucho mejor…” pensé para mí. Parecía que le divertía llamar la atención de…obviedades, pero a mí no me afectaba el reguero de palabras que pudiera escupirme.
Cierto es que en toda mi experiencia no había conocido mujer tan retorcida y con un dominio tal de las palabras, pues las usaba a su antojo para destruir ¿qué se podía esperar de ella?, sino fuera por la belleza que posee estoy seguro de que se le bajarían los humos de inmediato.
A ella nunca la habían tratado como se merecía, había que hablarla en su idioma, rebajarse por unos momentos enzarzándose así en ese juego tan escabroso al que eras invitado al captar su atención.
¿Le molestaba mi presencia, era eso? ¡Qué se aguantase! No me gustó la manera en la que me miraba, con tanto…desprecio, no se lo permitía a nadie, es más, me daban ganas de empujarla a la fuente, sí, podría haberlo hecho, pero… tampoco quería acabar entre barrotes, no le daría ese gusto.
No podía hacerme el indiferente, quería continuar incordiando, no la dejaría tranquila en ningún momento. – Qué alegría tan grande te ha dado al verme.- cerré su cuaderno de golpe, no se lo arrebaté, no me interesaba lo que fuera capaz de escribir. – ¿Ah no?- pregunté con una sonrisa burlona, me senté a su lado, pegado a ella. –Pues que pena… con lo bien que nos lo podríamos pasar.- murmuré de manera incentivadora.
–No conocía esa faceta tuya…- ¡ni quería! –de escribir, pero te aconsejo que dejes las palabras para alguien que sepa usarlas.- Giré la cabeza para ocultar la sonrisa maligna que se había abierto paso desde lo más profundo de mi ser. –Sí querida, podrías perder el tiempo en otro tipo de cosas, por ejemplo en contonearte.- La miré para disfrutar de su ira, ¿cuánto estaría dispuesta a soportar? –Lo haces tan bien…que estoy esperando el momento en que te levantes de aquí para alegrarme la vista.- Me mordí el labio, al recorrer con mis ojos su figura, porque era libre de hacer lo que quisiera.
- Porque…dime ¿para qué otra cosa vales?- tenía intención de herirla, hasta el punto de hacerla llorar su propio veneno. Hasta un tonto se daría cuenta de mi objetivo.
Abrió el cuaderno, intentando así ¿ignorarme? -Lo digo por vuestra cara. Creo que... expresa más, que mis palabras.- La fulminé con la mirada, “pues la tengo mucho mejor…” pensé para mí. Parecía que le divertía llamar la atención de…obviedades, pero a mí no me afectaba el reguero de palabras que pudiera escupirme.
Cierto es que en toda mi experiencia no había conocido mujer tan retorcida y con un dominio tal de las palabras, pues las usaba a su antojo para destruir ¿qué se podía esperar de ella?, sino fuera por la belleza que posee estoy seguro de que se le bajarían los humos de inmediato.
A ella nunca la habían tratado como se merecía, había que hablarla en su idioma, rebajarse por unos momentos enzarzándose así en ese juego tan escabroso al que eras invitado al captar su atención.
¿Le molestaba mi presencia, era eso? ¡Qué se aguantase! No me gustó la manera en la que me miraba, con tanto…desprecio, no se lo permitía a nadie, es más, me daban ganas de empujarla a la fuente, sí, podría haberlo hecho, pero… tampoco quería acabar entre barrotes, no le daría ese gusto.
No podía hacerme el indiferente, quería continuar incordiando, no la dejaría tranquila en ningún momento. – Qué alegría tan grande te ha dado al verme.- cerré su cuaderno de golpe, no se lo arrebaté, no me interesaba lo que fuera capaz de escribir. – ¿Ah no?- pregunté con una sonrisa burlona, me senté a su lado, pegado a ella. –Pues que pena… con lo bien que nos lo podríamos pasar.- murmuré de manera incentivadora.
–No conocía esa faceta tuya…- ¡ni quería! –de escribir, pero te aconsejo que dejes las palabras para alguien que sepa usarlas.- Giré la cabeza para ocultar la sonrisa maligna que se había abierto paso desde lo más profundo de mi ser. –Sí querida, podrías perder el tiempo en otro tipo de cosas, por ejemplo en contonearte.- La miré para disfrutar de su ira, ¿cuánto estaría dispuesta a soportar? –Lo haces tan bien…que estoy esperando el momento en que te levantes de aquí para alegrarme la vista.- Me mordí el labio, al recorrer con mis ojos su figura, porque era libre de hacer lo que quisiera.
- Porque…dime ¿para qué otra cosa vales?- tenía intención de herirla, hasta el punto de hacerla llorar su propio veneno. Hasta un tonto se daría cuenta de mi objetivo.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Y el moscardón no se iba... ahora sólo tenía que esperar. Dentro de poco, de muy poco, su boca empezaría a escupir sapos y serpientes. Casi me dio la risa cuando exclamó, irónico perdido:
– Qué alegría tan grande te ha dado al verme.- alcé la vista, contemplando el rostro del infame, con cierta guasa. Luego cerró mi cuaderno de golpe ¿Intentaba intimidarme? ¡Qué muestra de violencia tan bien ensayada y agresiva! ¡Por favor...! - ¿Ah no?- se sentó junto a mí. Noté su hombro contra el mío. Respiré hondo, retirando el mío del suyo, con agresividad y rapidez. Igual que un caracol, al tocarle las antenas. –No conocía esa faceta tuya… de escribir, pero te aconsejo que dejes las palabras para alguien que sepa usarlas.-
¡Ah! menos mal... Por un momento pensé que se refería a mi forma de tratarle. La sonrisa se apoderó de mí. Si pretendía ofenderme con eso, lo llevaba claro. Yo no era Sócrates y ambos lo sabíamos ¿Por qué escondía ahora la cara? -Sí querida, podrías perder el tiempo en otro tipo de cosas, por ejemplo en contonearte.- Ahí estaba... el Atelopus varius emergiendo de su lengua. Incluso giró el rostro, para poder contemplar la cara de espanto que se me quedaba. No le daría esa satisfacción, que le quedase bien clarito. En su lugar, sonreí –Lo haces tan bien…que estoy esperando el momento en que te levantes de aquí para alegrarme la vista.- no pude contener la sonrisa por más tiempo. Entorné los ojos con malicia, apretando con fuerza los labios, uno contra el otro, dibujando una línea perfecta. Mira que no me gusta nada, fruncir el ceño. Luego se te quedan unas arrugas horribles con el tiempo. Pero fui incapaz de evitarlo. Mordió su labio con gran descaro mientras me observaba. Se notaba que estaba disfrutando del momento. - Porque…dime ¿para qué otra cosa vales?- No era muy corpulento ¿Cuánto me costaría tirarle a la fuente? ¡Nada!
Le miré con expresión burlona. Mis ojos decían ¿Ya has terminado? Guardé el cuaderno en uno de mis bolsillos del vestido. La pluma no. Quizás la utilizase. Quizás terminase de forma deliberada en alguna parte de su cuerpo, por... accidente. Eso me gustaría... ya que no se utilizarla... quizás sacara algún provecho mejor a su filo.
- Echaba de menos vuestros comentarios, altamente jocosos - sonreí con falsedad
-En realidad, valgo más de lo que creéis. Pero bueno... ¿Qué se puede esperar, de un hombre que trata a las mujeres como si fueran simples cabareteras? - acerqué de nuevo el hombro, pegándolo contra el suyo e inclinándome hacia él, con la intención de intimidarle -Sois tan simple como un Neandertal, tan obsceno como un chiste de mal gusto, tan bárbaro como un vikingo, tan excéntrico como un loco, tan ridículo como un payaso, tan cerdo como... un cerdo, ¡Tan caradura! - reí sin medida y sin control, observando sus heridas. Era extraño sentir compasión. Seguía preguntándome que le habría sucedido. Los hombres heridos me vuelven loca. Volvía a apiadarme de él, sintiendo una descomunal atracción y, al minuto, odio ¡Qué sensación más extraña! Supuse que, aquel hombre, causaba ese efecto en las personas. Y en cierta medida, eso era lo que más me gustaba. Si es que en el fondo... éramos iguales. Siempre parecíamos competir por ver quien era el más sádico. Algo divertido, hasta cierto punto. Con el pequeño bandido, aquel juego, era un peligro -¿Puedo preguntaros algo, bandido? - cambié de tema, como el que no quiere la cosa. Así era yo... -¿Qué os ha pasado en el rostro? - error... ahora me daba cuenta. Sólo faltaba que pensase que me preocupaba por él, porque... ¿Me preocupaba por él? Debía estar enferma.
[off: Ambos vemos la fuente, con gran tentación... jajajaja]
– Qué alegría tan grande te ha dado al verme.- alcé la vista, contemplando el rostro del infame, con cierta guasa. Luego cerró mi cuaderno de golpe ¿Intentaba intimidarme? ¡Qué muestra de violencia tan bien ensayada y agresiva! ¡Por favor...! - ¿Ah no?- se sentó junto a mí. Noté su hombro contra el mío. Respiré hondo, retirando el mío del suyo, con agresividad y rapidez. Igual que un caracol, al tocarle las antenas. –No conocía esa faceta tuya… de escribir, pero te aconsejo que dejes las palabras para alguien que sepa usarlas.-
¡Ah! menos mal... Por un momento pensé que se refería a mi forma de tratarle. La sonrisa se apoderó de mí. Si pretendía ofenderme con eso, lo llevaba claro. Yo no era Sócrates y ambos lo sabíamos ¿Por qué escondía ahora la cara? -Sí querida, podrías perder el tiempo en otro tipo de cosas, por ejemplo en contonearte.- Ahí estaba... el Atelopus varius emergiendo de su lengua. Incluso giró el rostro, para poder contemplar la cara de espanto que se me quedaba. No le daría esa satisfacción, que le quedase bien clarito. En su lugar, sonreí –Lo haces tan bien…que estoy esperando el momento en que te levantes de aquí para alegrarme la vista.- no pude contener la sonrisa por más tiempo. Entorné los ojos con malicia, apretando con fuerza los labios, uno contra el otro, dibujando una línea perfecta. Mira que no me gusta nada, fruncir el ceño. Luego se te quedan unas arrugas horribles con el tiempo. Pero fui incapaz de evitarlo. Mordió su labio con gran descaro mientras me observaba. Se notaba que estaba disfrutando del momento. - Porque…dime ¿para qué otra cosa vales?- No era muy corpulento ¿Cuánto me costaría tirarle a la fuente? ¡Nada!
Le miré con expresión burlona. Mis ojos decían ¿Ya has terminado? Guardé el cuaderno en uno de mis bolsillos del vestido. La pluma no. Quizás la utilizase. Quizás terminase de forma deliberada en alguna parte de su cuerpo, por... accidente. Eso me gustaría... ya que no se utilizarla... quizás sacara algún provecho mejor a su filo.
- Echaba de menos vuestros comentarios, altamente jocosos - sonreí con falsedad
-En realidad, valgo más de lo que creéis. Pero bueno... ¿Qué se puede esperar, de un hombre que trata a las mujeres como si fueran simples cabareteras? - acerqué de nuevo el hombro, pegándolo contra el suyo e inclinándome hacia él, con la intención de intimidarle -Sois tan simple como un Neandertal, tan obsceno como un chiste de mal gusto, tan bárbaro como un vikingo, tan excéntrico como un loco, tan ridículo como un payaso, tan cerdo como... un cerdo, ¡Tan caradura! - reí sin medida y sin control, observando sus heridas. Era extraño sentir compasión. Seguía preguntándome que le habría sucedido. Los hombres heridos me vuelven loca. Volvía a apiadarme de él, sintiendo una descomunal atracción y, al minuto, odio ¡Qué sensación más extraña! Supuse que, aquel hombre, causaba ese efecto en las personas. Y en cierta medida, eso era lo que más me gustaba. Si es que en el fondo... éramos iguales. Siempre parecíamos competir por ver quien era el más sádico. Algo divertido, hasta cierto punto. Con el pequeño bandido, aquel juego, era un peligro -¿Puedo preguntaros algo, bandido? - cambié de tema, como el que no quiere la cosa. Así era yo... -¿Qué os ha pasado en el rostro? - error... ahora me daba cuenta. Sólo faltaba que pensase que me preocupaba por él, porque... ¿Me preocupaba por él? Debía estar enferma.
[off: Ambos vemos la fuente, con gran tentación... jajajaja]
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
¡En guardia! Me decía a mí mismo.
Miré lo que se proponía, atento a cualquier movimiento sospechoso, no había que bajar la guardia con esta mujer ¡nunca! - Echaba de menos vuestros comentarios, altamente jocosos – “Si ya lo sé…no puedes vivir sin mí.” Pensé devolviéndole la mejor de mis sonrisas, dientes, dientes.
-En realidad, valgo más de lo que creéis.- Fingí una cara de pena que no pude aguantar mucho tiempo.- Pero bueno... ¿Qué se puede esperar,-Todas con la misma perorata barata… ¡sorpréndeme con algo nuevo!- de un hombre que trata a las mujeres como si fueran simples cabareteras? – Le di la razón asintiendo con la cabeza. No pretendía discutir con ella, si era feliz pensando así de mí, perfecto.
Su hombro volvió a pegarse a mí “Sí, acércate cosita.” No me cansaba ni de lejos de sus cambios, hacia un momento habría jurado que le asqueaba la idea de tenerme cerca…y ¿ahora? Mira. Me preparé para escuchar sus piropos. -Sois tan simple como un Neandertal, tan obsceno como un chiste de mal gusto, tan bárbaro como un vikingo, tan excéntrico como un loco, tan ridículo como un payaso, tan cerdo como... un cerdo, ¡Tan caradura!- A cada comparación iba ejecutando muecas de dolor sobreactuado ¿qué pretendía conseguir con eso? Me divertía mucho más. Mientras ella reía me burlé de ella con un:
- Seré lo que quieras, pero has demostrado que no te soy indiferente.- Y seguidamente le acompañé con la carcajada más falsa habida y por haber, para después bufar y mirar hacia el frente. El niño de antes ahora debía estar castigado, pues estaba sentado en un banco con los brazos cruzados y el ceño fruncido “eso te pasa por tirar tu merienda ¡tonto!”, el niño puso pucheros al ver que le estaba mirando con una sonrisa en los ojos.
-¿Puedo preguntaros algo, bandido? – Giré la cabeza para cortarla. –Pues no sé si…- quiero. No terminé la frase al ver cómo me estaba mirando. ¡Por Dios! -¿Qué os ha pasado en el rostro? – Me llevé la mano a la mandíbula dolorida, - Que ¿Qué me ha pasado?- repetí entornando los ojos hacia ella, y evidenciar una sonrisa. - ¿Es que te importa?- pregunté alzando las cejas, cambié el maletín de mano, para pasar la mano que tenía más cerca de ella por su espalda, solo un poco. -¿A qué me queda bien?- pregunté con voz atrayente, mi mano rozaba vagamente la tela de su vestido, suficiente era de momento, lo suficiente para ponerla nerviosa.
–Te diré lo que me ha pasado. Pasa que el mundo me envidia, pasa…que a todos les gustaría estar en mi pellejo.- Sonreí acercando mi rostro al de la señorita, no había mentido del todo, aunque siempre solía tergiversar las cosas para mi beneficio, o simplemente porque era así. Mis compañeros y yo estábamos en busca de Gordon, el hermano de una de mis efímeras conquistas. Iba a correr sangre tarde o temprano por las calles londinenses. Yo ya me había hecho un nombre en Londres para escuchar falacias sobre mí, no lo permitiría más.
-¿Crees que te trato como a una cabaretera?- Cuestioné en un murmullo profundo.-Y ahora me dirás que no te gusta que te trate así…Te encanta, cariño.- La estaba provocando a saco. –Dime dónde pondrás encontrar algo parecido, ah no…¡ya sé!…en la prehistoria, en un circo, en un loquero ¡ah! Y en una pocilga, se me olvidaba.- reí cansinamente mirándola de reojo. Cuantísimo me gustaría volver a revolcarme con ella en el lodo. –Me tratas fatal, gatita.- Le puse ojitos de corderito, o de puerco según quieras, aparté la mano que tenía a su espalda por si acaso.
Off: La fuente es un peligro!!!
Miré lo que se proponía, atento a cualquier movimiento sospechoso, no había que bajar la guardia con esta mujer ¡nunca! - Echaba de menos vuestros comentarios, altamente jocosos – “Si ya lo sé…no puedes vivir sin mí.” Pensé devolviéndole la mejor de mis sonrisas, dientes, dientes.
-En realidad, valgo más de lo que creéis.- Fingí una cara de pena que no pude aguantar mucho tiempo.- Pero bueno... ¿Qué se puede esperar,-Todas con la misma perorata barata… ¡sorpréndeme con algo nuevo!- de un hombre que trata a las mujeres como si fueran simples cabareteras? – Le di la razón asintiendo con la cabeza. No pretendía discutir con ella, si era feliz pensando así de mí, perfecto.
Su hombro volvió a pegarse a mí “Sí, acércate cosita.” No me cansaba ni de lejos de sus cambios, hacia un momento habría jurado que le asqueaba la idea de tenerme cerca…y ¿ahora? Mira. Me preparé para escuchar sus piropos. -Sois tan simple como un Neandertal, tan obsceno como un chiste de mal gusto, tan bárbaro como un vikingo, tan excéntrico como un loco, tan ridículo como un payaso, tan cerdo como... un cerdo, ¡Tan caradura!- A cada comparación iba ejecutando muecas de dolor sobreactuado ¿qué pretendía conseguir con eso? Me divertía mucho más. Mientras ella reía me burlé de ella con un:
- Seré lo que quieras, pero has demostrado que no te soy indiferente.- Y seguidamente le acompañé con la carcajada más falsa habida y por haber, para después bufar y mirar hacia el frente. El niño de antes ahora debía estar castigado, pues estaba sentado en un banco con los brazos cruzados y el ceño fruncido “eso te pasa por tirar tu merienda ¡tonto!”, el niño puso pucheros al ver que le estaba mirando con una sonrisa en los ojos.
-¿Puedo preguntaros algo, bandido? – Giré la cabeza para cortarla. –Pues no sé si…- quiero. No terminé la frase al ver cómo me estaba mirando. ¡Por Dios! -¿Qué os ha pasado en el rostro? – Me llevé la mano a la mandíbula dolorida, - Que ¿Qué me ha pasado?- repetí entornando los ojos hacia ella, y evidenciar una sonrisa. - ¿Es que te importa?- pregunté alzando las cejas, cambié el maletín de mano, para pasar la mano que tenía más cerca de ella por su espalda, solo un poco. -¿A qué me queda bien?- pregunté con voz atrayente, mi mano rozaba vagamente la tela de su vestido, suficiente era de momento, lo suficiente para ponerla nerviosa.
–Te diré lo que me ha pasado. Pasa que el mundo me envidia, pasa…que a todos les gustaría estar en mi pellejo.- Sonreí acercando mi rostro al de la señorita, no había mentido del todo, aunque siempre solía tergiversar las cosas para mi beneficio, o simplemente porque era así. Mis compañeros y yo estábamos en busca de Gordon, el hermano de una de mis efímeras conquistas. Iba a correr sangre tarde o temprano por las calles londinenses. Yo ya me había hecho un nombre en Londres para escuchar falacias sobre mí, no lo permitiría más.
-¿Crees que te trato como a una cabaretera?- Cuestioné en un murmullo profundo.-Y ahora me dirás que no te gusta que te trate así…Te encanta, cariño.- La estaba provocando a saco. –Dime dónde pondrás encontrar algo parecido, ah no…¡ya sé!…en la prehistoria, en un circo, en un loquero ¡ah! Y en una pocilga, se me olvidaba.- reí cansinamente mirándola de reojo. Cuantísimo me gustaría volver a revolcarme con ella en el lodo. –Me tratas fatal, gatita.- Le puse ojitos de corderito, o de puerco según quieras, aparté la mano que tenía a su espalda por si acaso.
Off: La fuente es un peligro!!!
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
¡Pues claro que no me era indiferente! ¿Cómo serlo? Le encantaba hacerse notar...
Repitió mis palabras, incrédulo. Quizás esperase algún ataque por mi parte. Pero no era mi intención en ese preciso momento. Ahora no...
- ¿Es que te importa?- ¿Importarme? lo más mínimo, bandido... pero era divertido ver su reacción. Si es que, en el fondo, todos los hombres necesitan cuidados. Saber que alguien se preocupa por ellos. O lo que es lo mismo: una madre. Reí por dentro, controlando la abertura de mi boca, para que no terminase en carcajada -¿A qué me queda bien?- típico de Tristán; quitarle importancia a todo. Como si no le afectase nada. Reconocí a la perfección esa cualidad. Yo echaba mano de ella, a placer; cuando quería y como quería.
Sabía lo que pretendía. Siempre intentando ponerme nerviosa. Y no es que no lo consiguiera pero... en estos momentos... mi punto de mira, estaba demasiado ocupado, como para reparar en su atrevimiento.
–Te diré lo que me ha pasado. Pasa que el mundo me envidia, pasa…que a todos les gustaría estar en mi pellejo.- Ni una palabra más, saldría de su boca, respecto al tema. Estaba casi segura. A lo que contesté -Pues, puedo asegurarte, que no me gustaría estar en tu pellejo, amiguito - exclamé con sorna -¡Pareces una lista de objetos, salvados de un terrible incendio! -reí melodiosa, inclinándome hacia delante, agarrando con fuerza mi vestido, pegando un tirón para que sus manos soltarán la tela.
-¿Crees que te trato como a una cabaretera?- parecía cuestionar mi comentario. No... me trataba como a una dulce princesita. El bandido era todo un caballero. De ahí el apodo... Sentí que la ironía conseguía llegar a mi rostro mientras escuchaba el discurrir de su voz -Y ahora me dirás que no te gusta que te trate así…Te encanta, cariño.-En el fondo me conocía bien. Tan bien, como yo le conocía a él. Y de alguna forma era divertido ¿Quién era más gamberro? no se por qué me esfuerzo en competir contra los hombres. En el fondo se que es... porque somos superiores. Y a raíz de ese pensamiento, empecé a creer, que no merecía mi esfuerzo. Aquel joven no me aportaba nada salvo desagrado y, a la contra, placer. Pero yo ya tenía un amante esperándome en algún rincón de mi habitación.
–Dime dónde pondrás encontrar algo parecido, ah no…¡ya sé!…en la prehistoria, en un circo, en un loquero ¡ah! Y en una pocilga, se me olvidaba.- se reía de mi, constantemente. Calculé el grosor de su cuello ¿Cuanta cuerda necesitaría para fulminar el sonido de su garganta? No demasiada... –Me tratas fatal, gatita.- que enternecedor... ahora se hacía el mártir. Quitó la mano. Buena decisión...
-Así que... yo te trato fatal -bufé divertida - ¿Y qué sería de nuestra vida, sin estos encontronazos? ¿Eh? -sonreí de medio lado, con la mirada cerrada -Sería tediosa hasta la médula ¿No creéis? -acerqué mi rostro al suyo, con gran descaro, intentando provocar alguna expresión en su rostro. La que fuera, me daba igual. Sólo quería ver que, en el fondo de su ser, en el lodo mugriento por el que intentaba moverse y sumergirse en cada intento, muy en el fondo podía sentir. Sentir... que palabra tan desconocida y familiar a la vez. Se me revolvían las tripas, con sólo pensarla. Alcé una de mis manos y pasé los dedos con suavidad, por encima de sus heridas. Aún estaban un poco hinchadas por el golpe. Después me deslicé hasta su barbilla. Era tan atractivo... ¿Por qué tenía que ser tan sumamente desagradable y banal? -Y ambos sabemos lo difícil que es encontrar diversión, en los tiempos que corren. Todo es tan falso - para mi sorpresa, aquella frase me conmocionó. En cierta medida, mis palabras eran sinceras -Si... - asentí con mirada baja. Parecía decírmelo más a mi misma, que a él -Eso es. Todo es mentira, convirtiéndonos en los mayores embusteros de la historia. Así la farsa no acaba nunca -retiré mi mano de su rostro. Me di cuenta, porque calló contra mi regazo, muerta -Que cosas... - casi susurré la frase, sin ser consciente de lo que me rodeaba. Nunca me había sentido tan triste. Mi gesto se endureció como el mármol -Al fina, con la tontería, me he puesto nostálgica -
Repitió mis palabras, incrédulo. Quizás esperase algún ataque por mi parte. Pero no era mi intención en ese preciso momento. Ahora no...
- ¿Es que te importa?- ¿Importarme? lo más mínimo, bandido... pero era divertido ver su reacción. Si es que, en el fondo, todos los hombres necesitan cuidados. Saber que alguien se preocupa por ellos. O lo que es lo mismo: una madre. Reí por dentro, controlando la abertura de mi boca, para que no terminase en carcajada -¿A qué me queda bien?- típico de Tristán; quitarle importancia a todo. Como si no le afectase nada. Reconocí a la perfección esa cualidad. Yo echaba mano de ella, a placer; cuando quería y como quería.
Sabía lo que pretendía. Siempre intentando ponerme nerviosa. Y no es que no lo consiguiera pero... en estos momentos... mi punto de mira, estaba demasiado ocupado, como para reparar en su atrevimiento.
–Te diré lo que me ha pasado. Pasa que el mundo me envidia, pasa…que a todos les gustaría estar en mi pellejo.- Ni una palabra más, saldría de su boca, respecto al tema. Estaba casi segura. A lo que contesté -Pues, puedo asegurarte, que no me gustaría estar en tu pellejo, amiguito - exclamé con sorna -¡Pareces una lista de objetos, salvados de un terrible incendio! -reí melodiosa, inclinándome hacia delante, agarrando con fuerza mi vestido, pegando un tirón para que sus manos soltarán la tela.
-¿Crees que te trato como a una cabaretera?- parecía cuestionar mi comentario. No... me trataba como a una dulce princesita. El bandido era todo un caballero. De ahí el apodo... Sentí que la ironía conseguía llegar a mi rostro mientras escuchaba el discurrir de su voz -Y ahora me dirás que no te gusta que te trate así…Te encanta, cariño.-En el fondo me conocía bien. Tan bien, como yo le conocía a él. Y de alguna forma era divertido ¿Quién era más gamberro? no se por qué me esfuerzo en competir contra los hombres. En el fondo se que es... porque somos superiores. Y a raíz de ese pensamiento, empecé a creer, que no merecía mi esfuerzo. Aquel joven no me aportaba nada salvo desagrado y, a la contra, placer. Pero yo ya tenía un amante esperándome en algún rincón de mi habitación.
–Dime dónde pondrás encontrar algo parecido, ah no…¡ya sé!…en la prehistoria, en un circo, en un loquero ¡ah! Y en una pocilga, se me olvidaba.- se reía de mi, constantemente. Calculé el grosor de su cuello ¿Cuanta cuerda necesitaría para fulminar el sonido de su garganta? No demasiada... –Me tratas fatal, gatita.- que enternecedor... ahora se hacía el mártir. Quitó la mano. Buena decisión...
-Así que... yo te trato fatal -bufé divertida - ¿Y qué sería de nuestra vida, sin estos encontronazos? ¿Eh? -sonreí de medio lado, con la mirada cerrada -Sería tediosa hasta la médula ¿No creéis? -acerqué mi rostro al suyo, con gran descaro, intentando provocar alguna expresión en su rostro. La que fuera, me daba igual. Sólo quería ver que, en el fondo de su ser, en el lodo mugriento por el que intentaba moverse y sumergirse en cada intento, muy en el fondo podía sentir. Sentir... que palabra tan desconocida y familiar a la vez. Se me revolvían las tripas, con sólo pensarla. Alcé una de mis manos y pasé los dedos con suavidad, por encima de sus heridas. Aún estaban un poco hinchadas por el golpe. Después me deslicé hasta su barbilla. Era tan atractivo... ¿Por qué tenía que ser tan sumamente desagradable y banal? -Y ambos sabemos lo difícil que es encontrar diversión, en los tiempos que corren. Todo es tan falso - para mi sorpresa, aquella frase me conmocionó. En cierta medida, mis palabras eran sinceras -Si... - asentí con mirada baja. Parecía decírmelo más a mi misma, que a él -Eso es. Todo es mentira, convirtiéndonos en los mayores embusteros de la historia. Así la farsa no acaba nunca -retiré mi mano de su rostro. Me di cuenta, porque calló contra mi regazo, muerta -Que cosas... - casi susurré la frase, sin ser consciente de lo que me rodeaba. Nunca me había sentido tan triste. Mi gesto se endureció como el mármol -Al fina, con la tontería, me he puesto nostálgica -
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Aquello era mejor que asistir a una obra satírica, además gratis ¿cuántos actos tendría nuestra obra? ¡A saber! -Así que... yo te trato fatal – Asentí “afligido” con una sonrisa.- ¿Y qué sería de nuestra vida, sin estos encontronazos? ¿Eh? Sería tediosa hasta la médula ¿No creéis? – Quise contestar pero su acercamiento me hizo callar, la miré sin comprender, las mujeres cuando se ponen así ¡es que no sabes cómo llevarlas! A veces son tan impredecibles…que asustan.
No me gustó que ella se acercase a mí así, las alarmas de mi cabeza se revolucionaban dejándome sordo. A mí lo que me gustaba era retar a las mujeres, pero ¡creedme si os digo que aún no ha nacido una mujer que logre intimidarme! Y en ese momento la odié porque no supe qué pensar.
Preferí ver desprecio en sus ojos antes que cualquier otra cosa, sea lo que fuere, esa barrera no debía cruzarse ¡nunca!
Achiqué los parpados cuando sentí como pasaba su mano por mi rostro, ¿y ese gesto a cuento de qué? Sus dedos resbalaron por mis cicatrices y morados, esperaba con todas mis ganas que apartase la mano de ahí, no le había dado permiso, aunque… ¿quién me daba permiso a mí cuando yo la tocaba? ¡Da igual! El caso es que me encolerizo su atrevimiento. -Y ambos sabemos lo difícil que es encontrar diversión, en los tiempos que corren. -sería difícil para ella…porque yo encontraba diversión a la vuelta de la esquina.- Todo es tan falso. Si... Eso es. Todo es mentira,-Parpadeé entreabriendo los labios, ¿por qué me contaba eso?- convirtiéndonos en los mayores embusteros de la historia. Así la farsa no acaba nunca – Sentí una renovada paz, o alivio, cuando su mano cayó sobre su regazo. -Que cosas... – La miré aturdido, ¿se había olvidado con quién estaba hablando? Ese tipo de temas no iban conmigo, y no me vi capaz de hablar de ello. -Al final, con la tontería, me he puesto nostálgica.
Sí, eso parecía, su expresión había cambiado, se me antojó hasta vulnerable, pero ¿cómo era eso posible? “Que no te engañe Tristán…Ésta se las sabe todas.” Me decía con la astucia de todo un insensible. – ¿No será…que estás en esos días del mes?- Esa simple pregunta me había sentenciado, lo sabía. Apreté los labios para no romper a reír, podría haber seguido, ahora que la tenía así de “sensible” podría haberla machacado con alguna frase ingeniosa encubriendo un insulto, pero bueno…me prepararía llenando el cañón de pólvora. Tenía que aflojar un poco.
–Espero que no sea así.- Murmuré con la intención de arreglarlo un poco la cosa, “¿arreglar para qué? ¡Ella no merece tu precioso tiempo!” Dónde andaría mi humildad cuando consideraba que nadie sobre la faz de la tierra lo merecía, así estaban las cosas.
– Es cierto, eres una embustera, pero está bien que lo reconozcas, ahora por favor, no generalices. Te veo tan amargada.- Lo pronunciaba con la mayor fluidez, como si se tratase de una nana. Me daba igual que lo dijera fuera fortuito y falso, quería que su vaso se colmase. – Y solo porque tú quieres, cariño. ¿Realmente eres como aparentas ser? ¿Debo creer lo que ven mis ojos? – suspiré intentando formar una sonrisa hiriente. – Me gustaría pensar que hay más en ti, pero permíteme que lo dude. Has elaborado tan bien esa mascara que llevas, que ya no puedes quitártela.- Miré hacia otro lado pensativo.
–Forma parte de ti… ¿y sigues reiterando que no te gustaría estar en mi pellejo?- sonreí levemente volviendo a clavar mis ojos en su rostro, no había aflojado nada ¿qué le vamos a hacer?
– Prefiero mil veces ser lo que ves, a convertirme aunque sea por un segundo, en lo que tú intentas ser con tanto fervor.- No era momento de tocarla, lo sabía. –Para mí esto es la diversión.- Sin mentira, ni embuste, solo masticar la sucia verdad, esa verdad que da asco.
No me esperaba ningún tipo de respuesta, pues todo lo que pudiera decir sería mentira, o eso creí.
No me gustó que ella se acercase a mí así, las alarmas de mi cabeza se revolucionaban dejándome sordo. A mí lo que me gustaba era retar a las mujeres, pero ¡creedme si os digo que aún no ha nacido una mujer que logre intimidarme! Y en ese momento la odié porque no supe qué pensar.
Preferí ver desprecio en sus ojos antes que cualquier otra cosa, sea lo que fuere, esa barrera no debía cruzarse ¡nunca!
Achiqué los parpados cuando sentí como pasaba su mano por mi rostro, ¿y ese gesto a cuento de qué? Sus dedos resbalaron por mis cicatrices y morados, esperaba con todas mis ganas que apartase la mano de ahí, no le había dado permiso, aunque… ¿quién me daba permiso a mí cuando yo la tocaba? ¡Da igual! El caso es que me encolerizo su atrevimiento. -Y ambos sabemos lo difícil que es encontrar diversión, en los tiempos que corren. -sería difícil para ella…porque yo encontraba diversión a la vuelta de la esquina.- Todo es tan falso. Si... Eso es. Todo es mentira,-Parpadeé entreabriendo los labios, ¿por qué me contaba eso?- convirtiéndonos en los mayores embusteros de la historia. Así la farsa no acaba nunca – Sentí una renovada paz, o alivio, cuando su mano cayó sobre su regazo. -Que cosas... – La miré aturdido, ¿se había olvidado con quién estaba hablando? Ese tipo de temas no iban conmigo, y no me vi capaz de hablar de ello. -Al final, con la tontería, me he puesto nostálgica.
Sí, eso parecía, su expresión había cambiado, se me antojó hasta vulnerable, pero ¿cómo era eso posible? “Que no te engañe Tristán…Ésta se las sabe todas.” Me decía con la astucia de todo un insensible. – ¿No será…que estás en esos días del mes?- Esa simple pregunta me había sentenciado, lo sabía. Apreté los labios para no romper a reír, podría haber seguido, ahora que la tenía así de “sensible” podría haberla machacado con alguna frase ingeniosa encubriendo un insulto, pero bueno…me prepararía llenando el cañón de pólvora. Tenía que aflojar un poco.
–Espero que no sea así.- Murmuré con la intención de arreglarlo un poco la cosa, “¿arreglar para qué? ¡Ella no merece tu precioso tiempo!” Dónde andaría mi humildad cuando consideraba que nadie sobre la faz de la tierra lo merecía, así estaban las cosas.
– Es cierto, eres una embustera, pero está bien que lo reconozcas, ahora por favor, no generalices. Te veo tan amargada.- Lo pronunciaba con la mayor fluidez, como si se tratase de una nana. Me daba igual que lo dijera fuera fortuito y falso, quería que su vaso se colmase. – Y solo porque tú quieres, cariño. ¿Realmente eres como aparentas ser? ¿Debo creer lo que ven mis ojos? – suspiré intentando formar una sonrisa hiriente. – Me gustaría pensar que hay más en ti, pero permíteme que lo dude. Has elaborado tan bien esa mascara que llevas, que ya no puedes quitártela.- Miré hacia otro lado pensativo.
–Forma parte de ti… ¿y sigues reiterando que no te gustaría estar en mi pellejo?- sonreí levemente volviendo a clavar mis ojos en su rostro, no había aflojado nada ¿qué le vamos a hacer?
– Prefiero mil veces ser lo que ves, a convertirme aunque sea por un segundo, en lo que tú intentas ser con tanto fervor.- No era momento de tocarla, lo sabía. –Para mí esto es la diversión.- Sin mentira, ni embuste, solo masticar la sucia verdad, esa verdad que da asco.
No me esperaba ningún tipo de respuesta, pues todo lo que pudiera decir sería mentira, o eso creí.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Todo era mentira. Mientras yo representaba papeles cuya satisfacción eran mi única intención, la gente acostumbraba a comportarse como la sociedad te exigía. Yo parecía estar en babia. Arta de la monotonía, de la gente guapa y rica. De lo que representaba todo ese mundo lleno de color a simple vista, pero podrido por dentro. El dinero no me satisfacía, ¿el sexo? insustancial. Ni los juegos de cartas... ni los libros de tapa rasgada... ni las fiestas y bailes... ni las palabras escritas en un estúpido cuaderno. Tiré el objeto a la fuente y observé como se hundía en su profundidad, lentamente, ante mi mirada pasmosa.
Fue el bandido el culpable de devolverme a la realidad. Él... siempre tan considerado.
– ¿No será…que estás en esos días del mes?- alcé una ceja, con cara pétrea. Aguantó una risotada, el muy cerdo –Espero que no sea así.- pero, qué poca clase, muy señor mío.
-Veo que sois todo un poeta - contesté irónica, pavoneándome de su ingeniosidad, sin expresar ni un gesto más, salvo el que ya tenía, semejante al rictus de una estatua.
– Es cierto, eres una embustera, pero está bien que lo reconozcas, ahora por favor, no generalices. Te veo tan amargada.- Era extraño que mencionase, precisamente él, aquella palabra ¿Y yo era la embustera? ¿El hombre que reuía los problemas, mediante gracietas y salidas de tono? Desde luego, nuestras vidas eran distintas. Él se conformaba con muy poco.
– Y solo porque tú quieres, cariño. ¿Realmente eres como aparentas ser? ¿Debo creer lo que ven mis ojos? – ¿A qué se refería exactamente? Desde luego no me comportaba como una señorita delante de él. No... con él no. Eso quedó claro desde el momento en que mi cuchillo entró en contacto con su garganta, aquel fatídico día en el que nos conocimos. Suspiró, dejando a la vista una mueca bien estudiada, colocada en el lugar correspondiente, con la intención de herir mis sentimientos. Un actor de pacotilla a mi modo de ver. Que otra cosa podía decir.
– Me gustaría pensar que hay más en ti, pero permíteme que lo dude. Has elaborado tan bien esa mascara que llevas, que ya no puedes quitártela. Forma parte de ti… ¿y sigues reiterando que no te gustaría estar en mi pellejo?- sonreí de medio lado, escuchando sus palabras vanas y vacías - Prefiero mil veces ser lo que ves, a convertirme aunque sea por un segundo, en lo que tú intentas ser con tanto fervor. Para mí esto es la diversión.- mi rostro fue tornándose, paulatinamente, hasta dibujar una enorme sonrisa, que derivó en carcajada sonora. Escandalosa, reí sin poder parar el sonido. Mis rizos botaban a causa del movimiento que reproducía, una y otra vez, mi diafragma, sin darme casi un descanso. Me dolía el pecho del esfuerzo.
-¡Caray, bandido! - intenté frenar la carcajada sin éxito -No sabía que ahora te dedicaras a ser un matasanos - conseguí detener la risotada poco a poco, entre suspiros de desesperación. Le miré a los ojos. No tenía nada que esconder, al contrario que él. Apenas me había mirado durante su extenso monólogo. Una cosa estaba clara. Aquel joven no podía comparar su vida con la mía. No tendría sentido hacerlo. Ambos proveníamos de mundos diferentes y concebíamos la vida de forma muy distinta - Es curioso que tú... - dije escrutando sus ojos oscuros. Los míos se tornaron amables, por una vez. No pretendía discutir. Estaba cansada. - precisamente tú, tengas esa percepción de mí. Eres la única persona que me ve tal cual soy. Nunca pretendí lo contrario. Siempre e creído que éramos iguales. Un bandido es capaz de reconocer a otro - y eso pensaba. La mayor parte de las veces, digo la verdad. Creo que es lo que más confunde a los hombres. Mi sinceridad pasmosa y cruda. Nuestros encontronazos eran evidentes e inevitables. Ambos unos orgullosos, creídos y pagados de si mismos. Respondones, agresivos, salvajes. Contemplé su aspecto, deteniéndome en cada detalle: sus ojos, sus labios, sus cabellos enmarañados, el color y la forma de su ropa. Si su camisa estaba por fuera o por dentro. Si llevaba puesta la chaqueta o no. Reparé en el maletín; su color, su tamaño su textura... - Tu vida es simple. Te conformas con las pequeñas cosas. Tienes tu música y con eso basta - mis palabras parecían un triste poema, recitadas en un único tono, sin musicalidad, sin adornos -Y eso está bien -confesé, alzando una ceja -En el fondo te envidio. Me gustaría ser como tú - suspiré de agotamiento, deseando una vida mejor. Los recuerdos emergieron desde lo más profundo de mi memoria, como una burbuja en el agua -Cuanto más devoras, más quieres. Y cuanto mas quieres, más tienes. Y llega un momento en el que nada ni nadie puede detenerte. Ese momento en el que tienes todo lo que has deseado a lo largo de tu existencia. Amontonando recuerdos, forjando una vida entera - mis ojos reflejaron la oscuridad pura y dura. La asesina que llevaba por dentro -Y cuando llegas al tope -reí, sintiendo el temor -La pregunta retumba en tu cabeza una y otra vez, una y otra vez... - entorné los ojos, temiendo decir algo más -sin demora. Hasta que tienes el valor de pronunciarla. Y entonces... - respiré hondo -sale sola. Con parsimonia dices; Y ahora qué -Sabía perfectamente que al bandido le importaba un bledo lo que le dijese. Pero lo peor de todo, era que no tenía a nadie más a quien contárselo. Eso si que era triste -No voy a discutir contigo. Hoy no - sentencié apartándole la mirada, deseando volver a ser una niña. Miré al crio que con tanta diversión hacía girar la peonza sobre el suelo. Aún mantenía esa inocencia en los ojos. Yo la perdí hace mucho tiempo.
Fue el bandido el culpable de devolverme a la realidad. Él... siempre tan considerado.
– ¿No será…que estás en esos días del mes?- alcé una ceja, con cara pétrea. Aguantó una risotada, el muy cerdo –Espero que no sea así.- pero, qué poca clase, muy señor mío.
-Veo que sois todo un poeta - contesté irónica, pavoneándome de su ingeniosidad, sin expresar ni un gesto más, salvo el que ya tenía, semejante al rictus de una estatua.
– Es cierto, eres una embustera, pero está bien que lo reconozcas, ahora por favor, no generalices. Te veo tan amargada.- Era extraño que mencionase, precisamente él, aquella palabra ¿Y yo era la embustera? ¿El hombre que reuía los problemas, mediante gracietas y salidas de tono? Desde luego, nuestras vidas eran distintas. Él se conformaba con muy poco.
– Y solo porque tú quieres, cariño. ¿Realmente eres como aparentas ser? ¿Debo creer lo que ven mis ojos? – ¿A qué se refería exactamente? Desde luego no me comportaba como una señorita delante de él. No... con él no. Eso quedó claro desde el momento en que mi cuchillo entró en contacto con su garganta, aquel fatídico día en el que nos conocimos. Suspiró, dejando a la vista una mueca bien estudiada, colocada en el lugar correspondiente, con la intención de herir mis sentimientos. Un actor de pacotilla a mi modo de ver. Que otra cosa podía decir.
– Me gustaría pensar que hay más en ti, pero permíteme que lo dude. Has elaborado tan bien esa mascara que llevas, que ya no puedes quitártela. Forma parte de ti… ¿y sigues reiterando que no te gustaría estar en mi pellejo?- sonreí de medio lado, escuchando sus palabras vanas y vacías - Prefiero mil veces ser lo que ves, a convertirme aunque sea por un segundo, en lo que tú intentas ser con tanto fervor. Para mí esto es la diversión.- mi rostro fue tornándose, paulatinamente, hasta dibujar una enorme sonrisa, que derivó en carcajada sonora. Escandalosa, reí sin poder parar el sonido. Mis rizos botaban a causa del movimiento que reproducía, una y otra vez, mi diafragma, sin darme casi un descanso. Me dolía el pecho del esfuerzo.
-¡Caray, bandido! - intenté frenar la carcajada sin éxito -No sabía que ahora te dedicaras a ser un matasanos - conseguí detener la risotada poco a poco, entre suspiros de desesperación. Le miré a los ojos. No tenía nada que esconder, al contrario que él. Apenas me había mirado durante su extenso monólogo. Una cosa estaba clara. Aquel joven no podía comparar su vida con la mía. No tendría sentido hacerlo. Ambos proveníamos de mundos diferentes y concebíamos la vida de forma muy distinta - Es curioso que tú... - dije escrutando sus ojos oscuros. Los míos se tornaron amables, por una vez. No pretendía discutir. Estaba cansada. - precisamente tú, tengas esa percepción de mí. Eres la única persona que me ve tal cual soy. Nunca pretendí lo contrario. Siempre e creído que éramos iguales. Un bandido es capaz de reconocer a otro - y eso pensaba. La mayor parte de las veces, digo la verdad. Creo que es lo que más confunde a los hombres. Mi sinceridad pasmosa y cruda. Nuestros encontronazos eran evidentes e inevitables. Ambos unos orgullosos, creídos y pagados de si mismos. Respondones, agresivos, salvajes. Contemplé su aspecto, deteniéndome en cada detalle: sus ojos, sus labios, sus cabellos enmarañados, el color y la forma de su ropa. Si su camisa estaba por fuera o por dentro. Si llevaba puesta la chaqueta o no. Reparé en el maletín; su color, su tamaño su textura... - Tu vida es simple. Te conformas con las pequeñas cosas. Tienes tu música y con eso basta - mis palabras parecían un triste poema, recitadas en un único tono, sin musicalidad, sin adornos -Y eso está bien -confesé, alzando una ceja -En el fondo te envidio. Me gustaría ser como tú - suspiré de agotamiento, deseando una vida mejor. Los recuerdos emergieron desde lo más profundo de mi memoria, como una burbuja en el agua -Cuanto más devoras, más quieres. Y cuanto mas quieres, más tienes. Y llega un momento en el que nada ni nadie puede detenerte. Ese momento en el que tienes todo lo que has deseado a lo largo de tu existencia. Amontonando recuerdos, forjando una vida entera - mis ojos reflejaron la oscuridad pura y dura. La asesina que llevaba por dentro -Y cuando llegas al tope -reí, sintiendo el temor -La pregunta retumba en tu cabeza una y otra vez, una y otra vez... - entorné los ojos, temiendo decir algo más -sin demora. Hasta que tienes el valor de pronunciarla. Y entonces... - respiré hondo -sale sola. Con parsimonia dices; Y ahora qué -Sabía perfectamente que al bandido le importaba un bledo lo que le dijese. Pero lo peor de todo, era que no tenía a nadie más a quien contárselo. Eso si que era triste -No voy a discutir contigo. Hoy no - sentencié apartándole la mirada, deseando volver a ser una niña. Miré al crio que con tanta diversión hacía girar la peonza sobre el suelo. Aún mantenía esa inocencia en los ojos. Yo la perdí hace mucho tiempo.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
¡Y ahora por qué se reía! Me estaba dejando en evidencia en medio de toda aquella gente.
–Qué escándalo…- Murmuré entre dientes. Miré al frente ignorándola, “quizá si la ahogo en la fuente puede que se calle” pensé con una tétrica sonrisa “¿Por qué no?” ¡Menos mal que por fin se calmó! La miré con cierto desaire. - Es curioso que tú... – “Que yo qué…” ¿Qué le pasaba ahora? ¿Quería confundirme? - precisamente tú, tengas esa percepción de mí.- pues ya ves…- Eres la única persona que me ve tal cual soy. Nunca pretendí lo contrario. Siempre he creído que éramos iguales. Un bandido es capaz de reconocer a otro. – Sonreí asintiendo suavemente con la cabeza. Por suerte o por desgracia así era. Pero no comprendía la razón de su “confesión”, a mí nunca se me habían abierto de esa manera, pero sí de otras.
Sus ojos me recorrieron sin descanso, ¿qué estaba pensando ahora? ¿Por qué hacía eso? Que alguien me lo explique, porque hace rato que me he perdido. - Tu vida es simple.- ¿Perdona?- Te conformas con las pequeñas cosas. Tienes tu música y con eso basta – ¡Ah bueno…! -Y eso está bien – “No hay nada mejor” pensé. -En el fondo te envidio. Me gustaría ser como tú. – Has visto…si al final lo ha reconocido ¿tan difícil era? Tendría que conformarse con estar conmigo aquí y ahora.
Lo que escuché después me pillo desprevenido, y no sabía si me lo estaba diciendo a mí, o por el contrario se estaba desahogando. -Cuanto más devoras, más quieres. Y cuanto más quieres, más tienes. Y llega un momento en el que nada ni nadie puede detenerte. Ese momento en el que tienes todo lo que has deseado a lo largo de tu existencia. Amontonando recuerdos, forjando una vida entera. Y cuando llegas al tope – Por extraño que pudiera parecer quería entender de qué iba toda esa marabunta de palabras.-La pregunta retumba en tu cabeza una y otra vez, una y otra vez... demora. Hasta que tienes el valor de pronunciarla. Y entonces... – En el estado en el que estaba infundía temor a cualquiera, vamos ¡Seguro! -sale sola. Con parsimonia dices; Y ahora qué.- Entrecerré los ojos, pensando que había entendido un poco de lo que había dicho, tan confundido me hallaba.- No voy a discutir contigo. Hoy no.
Sus ojos dejaron de mirarme, dejándome libre para debatirme en mi fuero interno, cosa que no tendría por qué hacer. ¿Qué le habría pasado para estar así…precisamente conmigo? Me separé del borde de la fuente para quedar en frente de mi gatita. Dejé el maletín de mi saxo en el suelo sin dejar de mirar su rostro, no me reí de ella ni mucho menos aunque la tentación estaba ahí.
Con mi mano izquierda tanteé la poca distancia que nos separaba hasta que la posé en su mejilla derecha, la cual acaricié con el mismo cuidado que ella había mostrado minutos antes, calida ella, “que cosas más raras haces Tristán ¡aclárate!” Ya me aclararía luego.
Negué con la cabeza dándole a entender…o mejor dicho recomendándola que no deseaba que apartase mi mano de ahí. -¿Hoy no?- repetí con una sonrisa simpática. –Me parece bien…- ¿Sí? Con lo divertido que era discutir con ella, quizá era una diversión de la que no quería prescindir, quién sabe, pero bueno, en ese momento me ablandé un poco ¡porque soy humano y a la vez estúpido! – Y acertaste, mi vida es la música, de momento no necesito nada más. Pero me cuesta averiguar para qué vives tú.- Es sumamente importante para unos mismo saber eso, ese algo que te mueve.
Mientras, mi mano no se había apartado de su mejilla -¿Para el dinero?- pregunté incrédulo. –No ¿verdad?- Acerqué mi rostro al suyo perdiéndome en sus ojos. -¿Qué es lo que quieres?... ¿No lo sabes? ¿Quieres cambiar la vida que has estado llevando?... Estás a tiempo.- sonreí por inercia.
–Incluso yo tendría que dejar de ser tan ambicioso, la codicia no lleva a ninguna parte, pero como has dicho tendemos a querer más y más.- Observé su rostro aguantándome las ganas de comérmela, a veces no puedo pensar en otra cosa, lo siento.
-¿Pides ayuda?- Si reconocía eso me daba por satisfecho. Y con entusiasmo pronuncié unas palabras de las que después me arrepentiría.–Vente conmigo de gira, te daré esa felicidad que te falta, o te ayudaré a encontrarla… ¿Suena disparatado?-
Me aparté un poco metiendo las manos en los bolsillos de mi pantalón. ¿Quería animarla? ¡Atontado, eso estaba! Esperaba que se riese de mí, merecido me lo tenía.
–Nada te es suficiente ¿no?- “Búscate a una mujer más fácil… ¿por qué complicarte?”
–Qué escándalo…- Murmuré entre dientes. Miré al frente ignorándola, “quizá si la ahogo en la fuente puede que se calle” pensé con una tétrica sonrisa “¿Por qué no?” ¡Menos mal que por fin se calmó! La miré con cierto desaire. - Es curioso que tú... – “Que yo qué…” ¿Qué le pasaba ahora? ¿Quería confundirme? - precisamente tú, tengas esa percepción de mí.- pues ya ves…- Eres la única persona que me ve tal cual soy. Nunca pretendí lo contrario. Siempre he creído que éramos iguales. Un bandido es capaz de reconocer a otro. – Sonreí asintiendo suavemente con la cabeza. Por suerte o por desgracia así era. Pero no comprendía la razón de su “confesión”, a mí nunca se me habían abierto de esa manera, pero sí de otras.
Sus ojos me recorrieron sin descanso, ¿qué estaba pensando ahora? ¿Por qué hacía eso? Que alguien me lo explique, porque hace rato que me he perdido. - Tu vida es simple.- ¿Perdona?- Te conformas con las pequeñas cosas. Tienes tu música y con eso basta – ¡Ah bueno…! -Y eso está bien – “No hay nada mejor” pensé. -En el fondo te envidio. Me gustaría ser como tú. – Has visto…si al final lo ha reconocido ¿tan difícil era? Tendría que conformarse con estar conmigo aquí y ahora.
Lo que escuché después me pillo desprevenido, y no sabía si me lo estaba diciendo a mí, o por el contrario se estaba desahogando. -Cuanto más devoras, más quieres. Y cuanto más quieres, más tienes. Y llega un momento en el que nada ni nadie puede detenerte. Ese momento en el que tienes todo lo que has deseado a lo largo de tu existencia. Amontonando recuerdos, forjando una vida entera. Y cuando llegas al tope – Por extraño que pudiera parecer quería entender de qué iba toda esa marabunta de palabras.-La pregunta retumba en tu cabeza una y otra vez, una y otra vez... demora. Hasta que tienes el valor de pronunciarla. Y entonces... – En el estado en el que estaba infundía temor a cualquiera, vamos ¡Seguro! -sale sola. Con parsimonia dices; Y ahora qué.- Entrecerré los ojos, pensando que había entendido un poco de lo que había dicho, tan confundido me hallaba.- No voy a discutir contigo. Hoy no.
Sus ojos dejaron de mirarme, dejándome libre para debatirme en mi fuero interno, cosa que no tendría por qué hacer. ¿Qué le habría pasado para estar así…precisamente conmigo? Me separé del borde de la fuente para quedar en frente de mi gatita. Dejé el maletín de mi saxo en el suelo sin dejar de mirar su rostro, no me reí de ella ni mucho menos aunque la tentación estaba ahí.
Con mi mano izquierda tanteé la poca distancia que nos separaba hasta que la posé en su mejilla derecha, la cual acaricié con el mismo cuidado que ella había mostrado minutos antes, calida ella, “que cosas más raras haces Tristán ¡aclárate!” Ya me aclararía luego.
Negué con la cabeza dándole a entender…o mejor dicho recomendándola que no deseaba que apartase mi mano de ahí. -¿Hoy no?- repetí con una sonrisa simpática. –Me parece bien…- ¿Sí? Con lo divertido que era discutir con ella, quizá era una diversión de la que no quería prescindir, quién sabe, pero bueno, en ese momento me ablandé un poco ¡porque soy humano y a la vez estúpido! – Y acertaste, mi vida es la música, de momento no necesito nada más. Pero me cuesta averiguar para qué vives tú.- Es sumamente importante para unos mismo saber eso, ese algo que te mueve.
Mientras, mi mano no se había apartado de su mejilla -¿Para el dinero?- pregunté incrédulo. –No ¿verdad?- Acerqué mi rostro al suyo perdiéndome en sus ojos. -¿Qué es lo que quieres?... ¿No lo sabes? ¿Quieres cambiar la vida que has estado llevando?... Estás a tiempo.- sonreí por inercia.
–Incluso yo tendría que dejar de ser tan ambicioso, la codicia no lleva a ninguna parte, pero como has dicho tendemos a querer más y más.- Observé su rostro aguantándome las ganas de comérmela, a veces no puedo pensar en otra cosa, lo siento.
-¿Pides ayuda?- Si reconocía eso me daba por satisfecho. Y con entusiasmo pronuncié unas palabras de las que después me arrepentiría.–Vente conmigo de gira, te daré esa felicidad que te falta, o te ayudaré a encontrarla… ¿Suena disparatado?-
Me aparté un poco metiendo las manos en los bolsillos de mi pantalón. ¿Quería animarla? ¡Atontado, eso estaba! Esperaba que se riese de mí, merecido me lo tenía.
–Nada te es suficiente ¿no?- “Búscate a una mujer más fácil… ¿por qué complicarte?”
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Noté la mano del bandido, calentando mi mejilla, cerré los ojos, sintiendo el calor recorrerme el cuerpo. Necesitaba ese momento de calma. Incliné la cabeza, rozándola con delicadeza, haciendo que su mano tocase mi frente y descendiera después, hasta mi barbilla, como un gatito, frotándose contra la pierna de su amo.
-¿Hoy no?- abrí los ojos, distraída, intentando fijar de nuevo la atención –Me parece bien…- agradecí sus palabras. Me parecía increíble que él cediese, siendo como era, en todo su esplendor – Y acertaste, mi vida es la música, de momento no necesito nada más. Pero me cuesta averiguar para qué vives tú.-
- Más bien, llámalo... sobrevivir - dije, pronunciando la última palabra con sumo hincapié.
-¿Para el dinero?- una lágrima se deslizó suavemente por mi mejilla, profanando sus dedos. Sólo una lágrima, suficiente para mi corazón de hielo –No ¿verdad?- el asqueroso dinero ¿Cómo si no, podría sobrevivir una muchacha como yo? Mi padre se encargó de forjar mis estudios, de hacer que careciera de cualquier tipo de moral, sin ser consciente de las consecuencias. Aunque, hacía tiempo que encontraba más placer en destruir las vidas de los demás, que en quedarme con su dinero. De alguna forma, me gratificaba terminar con la felicidad de otros, para poder consolarme. Ahí es donde residía mi corazón marchito. La causa de que todo fuera amargo para mí
-¿Qué es lo que quieres?... - miré hacia arriba, intentando controlar el llanto, como si al abrir mi boca, se quedase en la retina encarcelado - ¿No lo sabes? - volví a mirar al bandido, intentando pestañear lo menos posible -¿Quieres cambiar la vida que has estado llevando?... Estás a tiempo.- me... sonrió. Me... quedé pasmada, sin saber como interpretarla.
- imposible... estoy en un laberinto - susurré, acercando mi rostro al del bandido. Por un momento, deseé besarle, sin descanso hasta ahogarme en sus labios y encontrar la tranquilidad de estar muerta.
–Incluso yo tendría que dejar de ser tan ambicioso, la codicia no lleva a ninguna parte, pero como has dicho tendemos a querer más y más.- Pero su codicia era distinta a la mía. De eso estaba segura. La sorpresa se apoderó de mi rostro. Había bajado la guardia, de forma sincera, desvelándome por fin sus secretos. O parte de ellos... con eso me bastaba.
-Si os confesase mi codicia, desearíais mi muerte -lo pensé por un momento, considerándolo como una optativa satisfactoria.
-¿Pides ayuda?- eso mismo me pregunté yo, sin saberlo con exactitud. Nunca antes le había contado nada a nadie. Quizás mi afán de desesperación, estuviese en el punto límite.
En el fondo, sabía que bajo esa fachada, el bandido estaba disfrutando de lo lindo. Seguro que se moría por verme caer, pedirle ayuda para sentirse superior –Vente conmigo de gira, te daré esa felicidad que te falta, o te ayudaré a encontrarla… ¿Suena disparatado?- lo era. Y al mismo tiempo, encontré encantadora su propuesta, convenciéndome a mi misma de su acierto –Nada te es suficiente ¿no?- ¿Nada? eso son muchas cosas insustanciales... parecía aturdido. Yo también lo estaba. Incluso eché de menos su mano desprendida de mi rostro.
-No necesito ayuda -mentí como una bellaca. Se notaba a leguas, por culpa de mi voz melancólica -Esto no quiere decir nada, bandido. El hacha de guerra sigue en el campo de batalla, que te quede claro -me puse sería. Mi voz se transformó en un huracán destructor y sádico. Todo en respuesta a lo que, a continuación, mi voz moduló con cierto aire desinteresado, fingiendo indiferencia - ¿De gira? y... ¿A donde os vais, si puede saberse? - un terrible miedo asoló mi estado de ánimo. Como si no volviese a ver al joven jamás. Siempre pensé que sería agradable perderle de vista. Pero llegado el momento, la angustia inundó mi estómago -Y si... me fuera contigo -susurré en un hilo de voz, apoyando las manos sobre el asiento, mirando hacia el suelo. Cobarde... mírale a los ojos. Lo hice, sintiéndome estúpida y vulnerable - Olvidadlo - me levanté de un salto. No necesitaba que nadie se compadeciese de mí. Yo era más fuerte que todo eso -A sido un placer veros, pese a que no os lo creáis. Muy gratificante. Espero que olvidéis todo lo que se ha dicho hoy - deseaba salir de allí. Perderle de vista, martirizándome a mi misma por haberle sugerido un sí. Sentía que todo se iba al carajo. Lo más adecuado sería volver a casa, colgar una cuerda de la lámpara, subirme a una silla y dar el paso. Al menos libraría al mundo de la escoria.
-¿Hoy no?- abrí los ojos, distraída, intentando fijar de nuevo la atención –Me parece bien…- agradecí sus palabras. Me parecía increíble que él cediese, siendo como era, en todo su esplendor – Y acertaste, mi vida es la música, de momento no necesito nada más. Pero me cuesta averiguar para qué vives tú.-
- Más bien, llámalo... sobrevivir - dije, pronunciando la última palabra con sumo hincapié.
-¿Para el dinero?- una lágrima se deslizó suavemente por mi mejilla, profanando sus dedos. Sólo una lágrima, suficiente para mi corazón de hielo –No ¿verdad?- el asqueroso dinero ¿Cómo si no, podría sobrevivir una muchacha como yo? Mi padre se encargó de forjar mis estudios, de hacer que careciera de cualquier tipo de moral, sin ser consciente de las consecuencias. Aunque, hacía tiempo que encontraba más placer en destruir las vidas de los demás, que en quedarme con su dinero. De alguna forma, me gratificaba terminar con la felicidad de otros, para poder consolarme. Ahí es donde residía mi corazón marchito. La causa de que todo fuera amargo para mí
-¿Qué es lo que quieres?... - miré hacia arriba, intentando controlar el llanto, como si al abrir mi boca, se quedase en la retina encarcelado - ¿No lo sabes? - volví a mirar al bandido, intentando pestañear lo menos posible -¿Quieres cambiar la vida que has estado llevando?... Estás a tiempo.- me... sonrió. Me... quedé pasmada, sin saber como interpretarla.
- imposible... estoy en un laberinto - susurré, acercando mi rostro al del bandido. Por un momento, deseé besarle, sin descanso hasta ahogarme en sus labios y encontrar la tranquilidad de estar muerta.
–Incluso yo tendría que dejar de ser tan ambicioso, la codicia no lleva a ninguna parte, pero como has dicho tendemos a querer más y más.- Pero su codicia era distinta a la mía. De eso estaba segura. La sorpresa se apoderó de mi rostro. Había bajado la guardia, de forma sincera, desvelándome por fin sus secretos. O parte de ellos... con eso me bastaba.
-Si os confesase mi codicia, desearíais mi muerte -lo pensé por un momento, considerándolo como una optativa satisfactoria.
-¿Pides ayuda?- eso mismo me pregunté yo, sin saberlo con exactitud. Nunca antes le había contado nada a nadie. Quizás mi afán de desesperación, estuviese en el punto límite.
En el fondo, sabía que bajo esa fachada, el bandido estaba disfrutando de lo lindo. Seguro que se moría por verme caer, pedirle ayuda para sentirse superior –Vente conmigo de gira, te daré esa felicidad que te falta, o te ayudaré a encontrarla… ¿Suena disparatado?- lo era. Y al mismo tiempo, encontré encantadora su propuesta, convenciéndome a mi misma de su acierto –Nada te es suficiente ¿no?- ¿Nada? eso son muchas cosas insustanciales... parecía aturdido. Yo también lo estaba. Incluso eché de menos su mano desprendida de mi rostro.
-No necesito ayuda -mentí como una bellaca. Se notaba a leguas, por culpa de mi voz melancólica -Esto no quiere decir nada, bandido. El hacha de guerra sigue en el campo de batalla, que te quede claro -me puse sería. Mi voz se transformó en un huracán destructor y sádico. Todo en respuesta a lo que, a continuación, mi voz moduló con cierto aire desinteresado, fingiendo indiferencia - ¿De gira? y... ¿A donde os vais, si puede saberse? - un terrible miedo asoló mi estado de ánimo. Como si no volviese a ver al joven jamás. Siempre pensé que sería agradable perderle de vista. Pero llegado el momento, la angustia inundó mi estómago -Y si... me fuera contigo -susurré en un hilo de voz, apoyando las manos sobre el asiento, mirando hacia el suelo. Cobarde... mírale a los ojos. Lo hice, sintiéndome estúpida y vulnerable - Olvidadlo - me levanté de un salto. No necesitaba que nadie se compadeciese de mí. Yo era más fuerte que todo eso -A sido un placer veros, pese a que no os lo creáis. Muy gratificante. Espero que olvidéis todo lo que se ha dicho hoy - deseaba salir de allí. Perderle de vista, martirizándome a mi misma por haberle sugerido un sí. Sentía que todo se iba al carajo. Lo más adecuado sería volver a casa, colgar una cuerda de la lámpara, subirme a una silla y dar el paso. Al menos libraría al mundo de la escoria.
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
[tininini...tininini..ninininiii... xDDD]
Su actitud me estaba dejando perplejo, aún guardaba la lágrima que se le había escapado.-No necesito ayuda – Por supuesto que la necesitaba ¿a quién pretendía engañar? Mintiéndome no ganaba ni solucionaba nada, estaba acorralada en un terreno desconocido para mí. Cuán difícil podía estarle resultando mantener este diálogo con mi persona, ni me lo imaginé, pero era patente que lo estaba siendo. -Esto no quiere decir nada, bandido. El hacha de guerra sigue en el campo de batalla, que te quede claro – Tragué saliva al ver cómo de nuevo volvía a ponerse a la defensiva, que tuviera cuidado, yo no sabía cuánto tiempo aguataría así, en ese estado desconocido para mí. Simplemente me encogí de hombros. Su voz se tornó indiferente ¿cómo no? - ¿De gira? y... ¿A dónde os vais, si puede saberse?
–Por Francia, por Holanda…- Respondí quitándole importancia, no importaba dónde la llevase. Giré la cabeza hacia otro lado preguntándome ¿por qué lo habría preguntando? Si estaba claro que era una estupidez. - Y si... me fuera contigo – Volví la cabeza para mirarla, pero sus ojos miraban al suelo ¿qué le estaba sucediendo? A los pocos segundos pretendió encararse conmigo, pero ya no era la misma gatita que yo creí conocer. Fruncí el ceño con la cabeza en otra parte. - Olvidadlo – ¿Qué lo olvidase? ¿Por quién me tomaba? Se levantó de la fuente, no entendía nada, todo estaba sucediendo más deprisa de lo que yo estaba acostumbrado. Inconscientemente mi boca se había abierto. -Ha sido un placer veros, pese a que no os lo creáis. Muy gratificante. Espero que olvidéis todo lo que se ha dicho hoy – Miré a la fuente con fijeza, me quedé abducido. Escuché como sus pasos se alejaban de mí. ¿Cómo todo se me había escapado así de las manos?
–No…jamás.- murmuré por lo bajo, me agaché para coger mi maletín y rápidamente me giré, el sol ya empezaba a caer dando a la plaza un sabor melancólico, ese al que me referí al verla. Los niños corrían hacia sus madres, pues pronto vendría la noche, su figura estaba a escasos seis pasos de mí.
No sé que me impulso a ir tras ella, yo nunca había hecho tal cosa, me sorprendí al verme acelerar el paso hasta llegar a sus espaldas, -Detente.- La obligué a parar, aferrando su brazo con la mano que tenía libre, joder, el maletín me estorbaba, así que se precipitó al suelo sin ningún tipo de delicadeza, cuando lo escuché caer me dolió en lo más hondo, pero ya era tarde. Abracé con fuerza a la mujer que me traía desquiciado con ambos brazos. Pegué mi cabeza a la suya.- Deja ya de luchar.- Le susurré al oído, no era plan de crear un alboroto.
Mientras la tenía así creí que se rompería entre mis brazos, pero la sostuve con firmeza. Le di la vuelta con brusquedad, y sin fijarme en su semblante la estreché entre mis brazos, hice que su rostro se escondiera en mi pecho, mientras acariciaba su nuca. –Sácalo.- Si le venía bien llorar que lo hiciese, de nada servía guardarlo todo, ya no era escusa que precisamente yo estuviera viéndola así, por lo que me quedé en silencio un rato sin moverme.
-¿Cuánto mal habrás hecho?- Pregunté al cielo. –Lo desconozco.- Reconocí negándome. – Seguramente no tenga remedio ¿verdad?- Qué peligroso me estaba sonando el asunto.
Procuré calmarla con mis manos y con mis palabras –Pues busquemos tu redención. – Sonreí mientras apartaba el pelo que ocultaba su rostro congestionado. – Te ayudaré. –Murmuré, pasé mis dedos por su mejilla.
- Pero que sepas que no me compadezco de ti. No lo he hecho antes, y no lo haré ahora.-Besé su frente sin pensar, “¡Oh, por Dios!”-
Pero déjame ayudarte, ésta será la última vez que te lo diga, deja que te saque de ese laberinto en el que estás atrapada, no huyas más.- Ya estaba hecho, el resto dependía de ella, tenía que prepararme para lo que fuera a decirme.
Su actitud me estaba dejando perplejo, aún guardaba la lágrima que se le había escapado.-No necesito ayuda – Por supuesto que la necesitaba ¿a quién pretendía engañar? Mintiéndome no ganaba ni solucionaba nada, estaba acorralada en un terreno desconocido para mí. Cuán difícil podía estarle resultando mantener este diálogo con mi persona, ni me lo imaginé, pero era patente que lo estaba siendo. -Esto no quiere decir nada, bandido. El hacha de guerra sigue en el campo de batalla, que te quede claro – Tragué saliva al ver cómo de nuevo volvía a ponerse a la defensiva, que tuviera cuidado, yo no sabía cuánto tiempo aguataría así, en ese estado desconocido para mí. Simplemente me encogí de hombros. Su voz se tornó indiferente ¿cómo no? - ¿De gira? y... ¿A dónde os vais, si puede saberse?
–Por Francia, por Holanda…- Respondí quitándole importancia, no importaba dónde la llevase. Giré la cabeza hacia otro lado preguntándome ¿por qué lo habría preguntando? Si estaba claro que era una estupidez. - Y si... me fuera contigo – Volví la cabeza para mirarla, pero sus ojos miraban al suelo ¿qué le estaba sucediendo? A los pocos segundos pretendió encararse conmigo, pero ya no era la misma gatita que yo creí conocer. Fruncí el ceño con la cabeza en otra parte. - Olvidadlo – ¿Qué lo olvidase? ¿Por quién me tomaba? Se levantó de la fuente, no entendía nada, todo estaba sucediendo más deprisa de lo que yo estaba acostumbrado. Inconscientemente mi boca se había abierto. -Ha sido un placer veros, pese a que no os lo creáis. Muy gratificante. Espero que olvidéis todo lo que se ha dicho hoy – Miré a la fuente con fijeza, me quedé abducido. Escuché como sus pasos se alejaban de mí. ¿Cómo todo se me había escapado así de las manos?
–No…jamás.- murmuré por lo bajo, me agaché para coger mi maletín y rápidamente me giré, el sol ya empezaba a caer dando a la plaza un sabor melancólico, ese al que me referí al verla. Los niños corrían hacia sus madres, pues pronto vendría la noche, su figura estaba a escasos seis pasos de mí.
No sé que me impulso a ir tras ella, yo nunca había hecho tal cosa, me sorprendí al verme acelerar el paso hasta llegar a sus espaldas, -Detente.- La obligué a parar, aferrando su brazo con la mano que tenía libre, joder, el maletín me estorbaba, así que se precipitó al suelo sin ningún tipo de delicadeza, cuando lo escuché caer me dolió en lo más hondo, pero ya era tarde. Abracé con fuerza a la mujer que me traía desquiciado con ambos brazos. Pegué mi cabeza a la suya.- Deja ya de luchar.- Le susurré al oído, no era plan de crear un alboroto.
Mientras la tenía así creí que se rompería entre mis brazos, pero la sostuve con firmeza. Le di la vuelta con brusquedad, y sin fijarme en su semblante la estreché entre mis brazos, hice que su rostro se escondiera en mi pecho, mientras acariciaba su nuca. –Sácalo.- Si le venía bien llorar que lo hiciese, de nada servía guardarlo todo, ya no era escusa que precisamente yo estuviera viéndola así, por lo que me quedé en silencio un rato sin moverme.
-¿Cuánto mal habrás hecho?- Pregunté al cielo. –Lo desconozco.- Reconocí negándome. – Seguramente no tenga remedio ¿verdad?- Qué peligroso me estaba sonando el asunto.
Procuré calmarla con mis manos y con mis palabras –Pues busquemos tu redención. – Sonreí mientras apartaba el pelo que ocultaba su rostro congestionado. – Te ayudaré. –Murmuré, pasé mis dedos por su mejilla.
- Pero que sepas que no me compadezco de ti. No lo he hecho antes, y no lo haré ahora.-Besé su frente sin pensar, “¡Oh, por Dios!”-
Pero déjame ayudarte, ésta será la última vez que te lo diga, deja que te saque de ese laberinto en el que estás atrapada, no huyas más.- Ya estaba hecho, el resto dependía de ella, tenía que prepararme para lo que fuera a decirme.
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Necesitaba salir de allí. Ni siquiera me di la vuelta, para mirarle una última vez, a pesar de que desease hacerlo. Dejé salir las lágrimas, secándome con la manga de mi vestido. Un gesto poco apropiado. Pero yo no era una señorita, eso estaba claro.
-Detente.-escuché su voz tras mi espalda. Estaba tan cerca... ¿Qué pretendía? Seguí caminando temiendo pararme en seco. Una mujer me miró de reojo, deteniéndose en medio de la calle. Sólo faltaba montar una escena...Note su mano agarrándome del brazo para que frenase, a lo que yo me negué. Incluso moví la cabeza en señal de negación, intentando convencerme a mi misma. Pegué un respingo al escuchar caer algo al suelo, de forma sonora y contundente. Fue entonces, cuando noté sus brazos rodeándome. No me dejó otra opción. Me detuve, escuchando mi propia respiración, al unísono. ¿Por qué haría esto? ¿A caso quería acabar conmigo? Apoyé la espalda contra su pecho, dejándome caer, desesperadamente. Odiaba sentir algo más profundo por él. Incluso me daba risa pensar semejante estupidez. Una cosa estaba clara; el bandido sabía como llamar mi atención - Deja ya de luchar.- susurró justo en mi oído. Dejar de luchar... ¿Por qué iba a darle tregua al mundo, si el mundo no era capaz de darme tregua a mí? Ni siquiera el bandido, me dejaba respirar un segundo a pesar de que sus intenciones habían cambiado. Yo no necesitaba protección, ni nadie que velara por mi persona. Tampoco un descanso. Eso nunca...Pero sus palabras consiguieron, provocar una extraña punzada en mi estómago, sintiéndome una vez más vulnerable por culpa suya.
Me dio la vuelta con firmeza. Me sentí como una muñeca de trapo entre sus brazos. Y me abrazó como nunca antes, lo había hecho. Algo dentro de mí, gritó desesperado. Esto se estaba yendo de madre. Sentí sus dedos, acariciándome, mientras hundía la cabeza en su pecho, enmarañando mis cabellos –Sácalo.- No lloré. Estaba demasiado asustada. En confesión, hubiese preferido la congoja. Sacarlo... Para sacarlo tendría que volver a nacer...Pude abrazarle. Pero no lo hice. No quería. Habría significado demasiado.
Escuché el silencio. Era extraño oír la nada ¿En qué estaría pensando? -¿Cuánto mal habrás hecho?- preguntó tras la pausa. Mis labios susurraron la palabra infinito, de forma casi inaudible –Lo desconozco.- hundí la cabeza un poco más, inhalando su aroma bohemio y arrebatadoramente caradura – Seguramente no tenga remedio ¿verdad?- a pesar de no soltar ni una lágrima más, mi rostro aún permanecía húmedo. Me retiré sutilmente unos centímetros. No quería manchar su camisa. Aunque ya era tarde... –Pues busquemos tu redención. – el tono de su voz cambió. Llegué a pensar, que realmente deseaba consolarme. Y, sin embargo, no lograba encontrar la explicación. El bandido no tenía por qué hacerlo y, por el contrario, allí estaba... Apartó mi cabello - Te ayudaré. – mi garganta produjo un sonido raro. Como si una palabra se hubiese quedado atascada en su interior y sólo consiguiese sacar el aire, sin sonido. Sus dedos surcaron mi mejilla. Yo estaba pasmada - Pero que sepas que no me compadezco de ti. No lo he hecho antes, y no lo haré ahora.- ¡Besó mi frente! ¡Pero qué...! -Pero déjame ayudarte, ésta será la última vez que te lo diga, deja que te saque de ese laberinto en el que estás atrapada, no huyas más.- ¿La última vez? me sentía pendida de un hilo finísimo, sabiendo que este podría romperse. El joven hablaba sin tapujos. Yo sólo tenía que responder a su ofrecimiento. Se apiadaba de mí... que horror... ¿Podía existir una mujer más triste? lo dudo mucho...
-¿Y si en tu intento por sacarme, te perdieses entre las paredes de ese laberinto? -dije, alzando la vista, encontrando por fin sus ojos -No querría eso... - confesé, apiadándome esta vez yo de él -Soy más peligrosa de lo que te imaginas - mis palabras eran sinceras. Pero la víbora había vuelto a salir, pasando la lengua por cada una de las silvas, disfrutando de su métrica. Miré su rostro con gran descaro, de forma arrebatadora. Casi le reté -Letal - acaricié su boca con ayuda de la mía, sutilmente, intentando controlarme para no pegarle un bocado -Sois muy amable al ofreceros como mi salvador. Pero nunca pretendí que lo fueses. Siento haberte confundido... - susurré fijando mi mirada en sus ropas. Dejé caer el rostro sobre su barbilla, masajeándola con mi frente, con los ojos cerrados -Puede que, al no saber quien somos, todo sea más fácil. La gente confía más en los desconocidos. No es extraño ver en un bar, a un hombre hablar con otro, sin conocerle de nada, sobre su deprimente vida, mientras ahoga las penas en un vaso de vino - Llevé las manos a su pecho, sin controlar mis impulsos. Mis acciones parecían ir en sentido contrario a lo que decía.
Me detuve en seco, sorprendida por mi reacción. Me aparté de él y cogí el maletín. Acaricié el reverso, con sumo cuidado y estiré los brazos para dárselo -No me gustaría que olvidaseis esto - me vi llamándole de usted, en apenas un segundo, como si le respetase por vez primera. En el fondo se lo había ganado. Evité darle una respuesta, temiendo negarla de forma orgullosa. O aceptándola de manera incauta.
[off ¡Qué peliculeros, por Dios...! XDDDD]
-Detente.-escuché su voz tras mi espalda. Estaba tan cerca... ¿Qué pretendía? Seguí caminando temiendo pararme en seco. Una mujer me miró de reojo, deteniéndose en medio de la calle. Sólo faltaba montar una escena...Note su mano agarrándome del brazo para que frenase, a lo que yo me negué. Incluso moví la cabeza en señal de negación, intentando convencerme a mi misma. Pegué un respingo al escuchar caer algo al suelo, de forma sonora y contundente. Fue entonces, cuando noté sus brazos rodeándome. No me dejó otra opción. Me detuve, escuchando mi propia respiración, al unísono. ¿Por qué haría esto? ¿A caso quería acabar conmigo? Apoyé la espalda contra su pecho, dejándome caer, desesperadamente. Odiaba sentir algo más profundo por él. Incluso me daba risa pensar semejante estupidez. Una cosa estaba clara; el bandido sabía como llamar mi atención - Deja ya de luchar.- susurró justo en mi oído. Dejar de luchar... ¿Por qué iba a darle tregua al mundo, si el mundo no era capaz de darme tregua a mí? Ni siquiera el bandido, me dejaba respirar un segundo a pesar de que sus intenciones habían cambiado. Yo no necesitaba protección, ni nadie que velara por mi persona. Tampoco un descanso. Eso nunca...Pero sus palabras consiguieron, provocar una extraña punzada en mi estómago, sintiéndome una vez más vulnerable por culpa suya.
Me dio la vuelta con firmeza. Me sentí como una muñeca de trapo entre sus brazos. Y me abrazó como nunca antes, lo había hecho. Algo dentro de mí, gritó desesperado. Esto se estaba yendo de madre. Sentí sus dedos, acariciándome, mientras hundía la cabeza en su pecho, enmarañando mis cabellos –Sácalo.- No lloré. Estaba demasiado asustada. En confesión, hubiese preferido la congoja. Sacarlo... Para sacarlo tendría que volver a nacer...Pude abrazarle. Pero no lo hice. No quería. Habría significado demasiado.
Escuché el silencio. Era extraño oír la nada ¿En qué estaría pensando? -¿Cuánto mal habrás hecho?- preguntó tras la pausa. Mis labios susurraron la palabra infinito, de forma casi inaudible –Lo desconozco.- hundí la cabeza un poco más, inhalando su aroma bohemio y arrebatadoramente caradura – Seguramente no tenga remedio ¿verdad?- a pesar de no soltar ni una lágrima más, mi rostro aún permanecía húmedo. Me retiré sutilmente unos centímetros. No quería manchar su camisa. Aunque ya era tarde... –Pues busquemos tu redención. – el tono de su voz cambió. Llegué a pensar, que realmente deseaba consolarme. Y, sin embargo, no lograba encontrar la explicación. El bandido no tenía por qué hacerlo y, por el contrario, allí estaba... Apartó mi cabello - Te ayudaré. – mi garganta produjo un sonido raro. Como si una palabra se hubiese quedado atascada en su interior y sólo consiguiese sacar el aire, sin sonido. Sus dedos surcaron mi mejilla. Yo estaba pasmada - Pero que sepas que no me compadezco de ti. No lo he hecho antes, y no lo haré ahora.- ¡Besó mi frente! ¡Pero qué...! -Pero déjame ayudarte, ésta será la última vez que te lo diga, deja que te saque de ese laberinto en el que estás atrapada, no huyas más.- ¿La última vez? me sentía pendida de un hilo finísimo, sabiendo que este podría romperse. El joven hablaba sin tapujos. Yo sólo tenía que responder a su ofrecimiento. Se apiadaba de mí... que horror... ¿Podía existir una mujer más triste? lo dudo mucho...
-¿Y si en tu intento por sacarme, te perdieses entre las paredes de ese laberinto? -dije, alzando la vista, encontrando por fin sus ojos -No querría eso... - confesé, apiadándome esta vez yo de él -Soy más peligrosa de lo que te imaginas - mis palabras eran sinceras. Pero la víbora había vuelto a salir, pasando la lengua por cada una de las silvas, disfrutando de su métrica. Miré su rostro con gran descaro, de forma arrebatadora. Casi le reté -Letal - acaricié su boca con ayuda de la mía, sutilmente, intentando controlarme para no pegarle un bocado -Sois muy amable al ofreceros como mi salvador. Pero nunca pretendí que lo fueses. Siento haberte confundido... - susurré fijando mi mirada en sus ropas. Dejé caer el rostro sobre su barbilla, masajeándola con mi frente, con los ojos cerrados -Puede que, al no saber quien somos, todo sea más fácil. La gente confía más en los desconocidos. No es extraño ver en un bar, a un hombre hablar con otro, sin conocerle de nada, sobre su deprimente vida, mientras ahoga las penas en un vaso de vino - Llevé las manos a su pecho, sin controlar mis impulsos. Mis acciones parecían ir en sentido contrario a lo que decía.
Me detuve en seco, sorprendida por mi reacción. Me aparté de él y cogí el maletín. Acaricié el reverso, con sumo cuidado y estiré los brazos para dárselo -No me gustaría que olvidaseis esto - me vi llamándole de usted, en apenas un segundo, como si le respetase por vez primera. En el fondo se lo había ganado. Evité darle una respuesta, temiendo negarla de forma orgullosa. O aceptándola de manera incauta.
[off ¡Qué peliculeros, por Dios...! XDDDD]
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
[Off: Muy mucho...superalo xD]
Estaba a punto de escuchar sus trabas e inconvenientes. ¿Por qué a veces todo se vuelve tan complicado? ¡Me asquea! -¿Y si en tu intento por sacarme, te perdieses entre las paredes de ese laberinto?
-¿Qué te hace pensar que dejaría que pasase tal cosa?- pregunté distante sin responder a su pregunta, su maquillaje se había corrido un poco, al parecer estaba presenciando un cataclismo. -No querría eso... – ¿Y por qué no? Yo, que por una vez me ofrecía…bueno, sin contar las clases de piano que estaba impartiendo a la señorita Jonhson…oh vaya esa joven me había “cambiado”, una ‘minúscula’ parte al menos. Y ahora…ahora…hablaba sin reservas con…mi pesadilla, ¿dónde se ha visto? Quizá no había sopesado bien los pros y los contras. “Piensa antes de hablar…” -Soy más peligrosa de lo que te imaginas – No hacía falta que lo jurase…no me estaba gustando demasiado que lo repitiera tanto. ¿Intentaba acaso que huyera? ¿Yo? ¡Maldita sea, eso era imposible ya! De pronto su gesto me chocó “¿y ahora qué…?” Pensaba queriendo echar la cabeza hacia atrás. -Letal – Se había acercado bastante intentando así rozar mis labios, ahora yo no estaba para esos juegos, y sus malditas incógnitas de chica mala. Yo le había tendido una mano…si no quería tomarla que lo dijera y punto…que no ande liando la marrana ¡porque no! -Sois muy amable al ofreceros como mi salvador.-“Mierda…ya empieza.”- Pero nunca pretendí que lo fueses. Siento haberte confundido... – Apreté la mandíbula con fuerza, tragándome los improperios. Me estaba llevando un disgusto, ¿Qué se creía? ¿Qué manera de negarme era esa? ¡No hay quien las entienda! Me lavo las manos, pensaba mientras sentía su contacto, me estaba hiriendo el orgullo de una manera ¡considerable! -Puede que, al no saber quien somos, todo sea más fácil.- Ya no quería oír nada más, ahora era yo el que se había cansado.- La gente confía más en los desconocidos. No es extraño ver a un hombre hablar con otro, sobre su deprimente vida, mientras ahoga las penas en un vaso de vino – Tomé aire dejando que mis ojos se perdieran por la plaza, mis brazos habían aflojado su fuerza, estuve a punto de gritarla un “No me toques”. ¿Pero para qué? ¿Es que nací ayer? Si decía aquella barbaridad sería por orgullo. Luego se separó de mí, nunca me había sentido tan rechazado, no, espera, sí…cuando ella…desechó verme una vez más, parece mentira, eso no se lo perdonaría nunca. El maletín volvió a mis brazos, yo tenía la mirada perdida, intentaba no mirarla, evitarla. -No me gustaría que olvidaseis esto.- ¿Qué importa, joder? Me vi diciendo.
Me llevé una mano a la frente, procurando mantener el control. –Vale, gra-cias.- Mascullé con tirria, el suicidio involuntario de mi amor no había valido para nada. -¿Cómo pude pensar en ayudarte? Si estaba claro…- Me dije mirando a los edificios. –De acuerdo. Está todo dicho.- Farfullé volviéndome hacia ella. –No vuelvas a hacerte la victima…porque no cuela. Parece mentira… que haya vuelto a caer en esta sarta de mentiras ¡soy idiota! Sí…no me mires así. Me arrepiento tanto de haber caído en esta farsa. No…no volverá a pasar…vaya que no.- Me estaba volviendo un demente, lo reconozco. El tono iba subiendo…hasta tal punto que pude escuchar un ladrido. –Guárdate tus lágrimas de cocodrilo para alguien que se las crea. Sí…ese desconocido del que hablas, seguro que seríais tal para cual.- Ahora estaba dando vida a alguien que no existía, todo esto iría a peor sino me callaba ya. –Porque no sabes hacer otra cosa que intimar con extraños… ¿qué es lo que temes? ¿Qué?- Apreté el maletín enrabietado.
–Esto es inútil. Adiós.- La miré de arriba abajo antes de darme la vuelta y comenzar a andar, estaba harto, realmente molesto por mi propia paranoia.
Estaba a punto de escuchar sus trabas e inconvenientes. ¿Por qué a veces todo se vuelve tan complicado? ¡Me asquea! -¿Y si en tu intento por sacarme, te perdieses entre las paredes de ese laberinto?
-¿Qué te hace pensar que dejaría que pasase tal cosa?- pregunté distante sin responder a su pregunta, su maquillaje se había corrido un poco, al parecer estaba presenciando un cataclismo. -No querría eso... – ¿Y por qué no? Yo, que por una vez me ofrecía…bueno, sin contar las clases de piano que estaba impartiendo a la señorita Jonhson…oh vaya esa joven me había “cambiado”, una ‘minúscula’ parte al menos. Y ahora…ahora…hablaba sin reservas con…mi pesadilla, ¿dónde se ha visto? Quizá no había sopesado bien los pros y los contras. “Piensa antes de hablar…” -Soy más peligrosa de lo que te imaginas – No hacía falta que lo jurase…no me estaba gustando demasiado que lo repitiera tanto. ¿Intentaba acaso que huyera? ¿Yo? ¡Maldita sea, eso era imposible ya! De pronto su gesto me chocó “¿y ahora qué…?” Pensaba queriendo echar la cabeza hacia atrás. -Letal – Se había acercado bastante intentando así rozar mis labios, ahora yo no estaba para esos juegos, y sus malditas incógnitas de chica mala. Yo le había tendido una mano…si no quería tomarla que lo dijera y punto…que no ande liando la marrana ¡porque no! -Sois muy amable al ofreceros como mi salvador.-“Mierda…ya empieza.”- Pero nunca pretendí que lo fueses. Siento haberte confundido... – Apreté la mandíbula con fuerza, tragándome los improperios. Me estaba llevando un disgusto, ¿Qué se creía? ¿Qué manera de negarme era esa? ¡No hay quien las entienda! Me lavo las manos, pensaba mientras sentía su contacto, me estaba hiriendo el orgullo de una manera ¡considerable! -Puede que, al no saber quien somos, todo sea más fácil.- Ya no quería oír nada más, ahora era yo el que se había cansado.- La gente confía más en los desconocidos. No es extraño ver a un hombre hablar con otro, sobre su deprimente vida, mientras ahoga las penas en un vaso de vino – Tomé aire dejando que mis ojos se perdieran por la plaza, mis brazos habían aflojado su fuerza, estuve a punto de gritarla un “No me toques”. ¿Pero para qué? ¿Es que nací ayer? Si decía aquella barbaridad sería por orgullo. Luego se separó de mí, nunca me había sentido tan rechazado, no, espera, sí…cuando ella…desechó verme una vez más, parece mentira, eso no se lo perdonaría nunca. El maletín volvió a mis brazos, yo tenía la mirada perdida, intentaba no mirarla, evitarla. -No me gustaría que olvidaseis esto.- ¿Qué importa, joder? Me vi diciendo.
Me llevé una mano a la frente, procurando mantener el control. –Vale, gra-cias.- Mascullé con tirria, el suicidio involuntario de mi amor no había valido para nada. -¿Cómo pude pensar en ayudarte? Si estaba claro…- Me dije mirando a los edificios. –De acuerdo. Está todo dicho.- Farfullé volviéndome hacia ella. –No vuelvas a hacerte la victima…porque no cuela. Parece mentira… que haya vuelto a caer en esta sarta de mentiras ¡soy idiota! Sí…no me mires así. Me arrepiento tanto de haber caído en esta farsa. No…no volverá a pasar…vaya que no.- Me estaba volviendo un demente, lo reconozco. El tono iba subiendo…hasta tal punto que pude escuchar un ladrido. –Guárdate tus lágrimas de cocodrilo para alguien que se las crea. Sí…ese desconocido del que hablas, seguro que seríais tal para cual.- Ahora estaba dando vida a alguien que no existía, todo esto iría a peor sino me callaba ya. –Porque no sabes hacer otra cosa que intimar con extraños… ¿qué es lo que temes? ¿Qué?- Apreté el maletín enrabietado.
–Esto es inútil. Adiós.- La miré de arriba abajo antes de darme la vuelta y comenzar a andar, estaba harto, realmente molesto por mi propia paranoia.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
–Vale, gra-cias.- el bandido parecía irritado, para mi sorpresa. Puede que mi comportamiento fuese demasiado agresivo, sin darme cuenta; incapaz de controlarlo. Suele pasar, cuando llevas toda la vida sacando los dientes. Se puede decir que, formaba parte de mi naturaleza -¿Cómo pude pensar en ayudarte? Si estaba claro…- en eso estábamos de acuerdo. La cuestión no estaba en si yo quería que me ayudase o no. Si no en que, le iba a ser imposible ¿Cómo podría? ¿Que haría? Yo sabía que mi enfermedad no tenía cura. Yo carecía de moral, perdiendo la identidad del ser humano. Pero eso él, no podía saberlo –De acuerdo. Está todo dicho.- Deseé sentir tristeza, lástima, compadecerme del joven; en recompensa a su ofrecimiento, a su enorme esfuerzo. Quizás el bandido no fuese tan duro, como yo me temía –No vuelvas a hacerte la victima…porque no cuela. Parece mentira… que haya vuelto a caer en esta sarta de mentiras ¡soy idiota! - su enfado no parecía menguar. Todo lo contrario. Estaba encolerizado. Le miré estupefacta ¿De verdad había sido tan fría, tan falsa? - Sí…no me mires así. Me arrepiento tanto de haber caído en esta farsa. No…no volverá a pasar…vaya que no - ¿Qué quería decir con eso? ¿Que no volveríamos a vernos jamás? No, eso no...
Entonces note esa sensación punzante, por vez primera. Esa sensación que te ahoga, dejándote sin habla. Pegué un respingo, para mi asombro, asustada al oírle subir el tono. Y no me asusto nunca... –Guárdate tus lágrimas de cocodrilo para alguien que se las crea. Sí…ese desconocido del que hablas, seguro que seríais tal para cual - ahora desvariaba. Llegué a creer que en realidad me valoraba. Que sentía algo por mi, mayor de lo que pudiese imaginar. Si no ¿Por qué ponerse de esa manera? ¿Por orgullo? Sí.. eso era. El maldito orgullo. ¿Qué, si no?
–Porque no sabes hacer otra cosa que intimar con extraños… -él no era ningún extraño y en parte lo era. Eso si que era turbador... ¡Ja! Pero me desquició que utilizase esa palabra en su veneficio - ¿Cómo? - fruncí el ceño -¿qué es lo que temes? - otra vez... - ¡Yo sólo...! - intenté justificarme - ¿Qué?- no dije nada. Cobarde... –Esto es inútil. Adiós.- Me miró de arriba a abajo. Me sentí indignada, como si yo fuese basura, una ramera o una fulana.
Llevaba el maletín consigo y comenzó a alejarse de mí, sin mirar atrás. Se acabó... no volverá, nunca. No era la primera vez que jugaba con él. Nunca quise que se ofrececiese a cuidarme. Simplemente, le confesé mi paranoia, tratándole como un confidente. Aquello había sido suficiente para aliviarme. Pero nunca imaginé que todo se tornase de forma tan negra y cruda.
-¡Está bien! - grité en medio de la plaza, irritada hasta la médula. Me sentía ridícula, arriesgándome por algo que ni siquiera entendía. Una inculta sentimental. Las palomas batieron sus alas, a causa del susto, dejando la calle en un sumiso silencio. Anochecía, liberando así la plaza, de gente. ¿Tanto miedo me daba que se marchase?
-¡No soy una santa y tú tampoco! -seguí gritando, para que me oyese desde la distancia, endureciendo la voz -¡Y me da igual gritarlo a los cuatro vientos! - angustiada, supliqué-¡Te pido perdón!- ¿Pero qué..? ¡Estúpida! ¡Ridícula! - ¡Soy una cobarde! ¡Una embustera! ¡Una rata! ¿Quieres que lo grite más alto? ¡Rata, una puta rata! ¿Contento? - suspiré agotada por el esfuerzo. Mi voz sonaba con eco, rebotando de pared en pared - ¿Qué tengo que hacer? ¿Dímelo? ¡Por qué, no se comportarme de otro modo! -sentía que no me llegaba el aire, deshilachando la última frase, llena de melancolía - No te vayas - no podía más, creyendo haber gastado todas mis fuerzas en el intento. Me vi aceptando su propuesta de alguna forma, sin apenas darme cuenta. La culpa: la punzada en el estómago -Cómo va a ser este el final, si ni siquiera hemos tenido un comienzo - me sentía inestable. Y que más... al fin y al cabo estaba loca. Me parecía un consuelo ser consciente de ello. Los locos no saben que lo están -Me llamo Alma ¿Te parece un buen comienzo?.
Entonces note esa sensación punzante, por vez primera. Esa sensación que te ahoga, dejándote sin habla. Pegué un respingo, para mi asombro, asustada al oírle subir el tono. Y no me asusto nunca... –Guárdate tus lágrimas de cocodrilo para alguien que se las crea. Sí…ese desconocido del que hablas, seguro que seríais tal para cual - ahora desvariaba. Llegué a creer que en realidad me valoraba. Que sentía algo por mi, mayor de lo que pudiese imaginar. Si no ¿Por qué ponerse de esa manera? ¿Por orgullo? Sí.. eso era. El maldito orgullo. ¿Qué, si no?
–Porque no sabes hacer otra cosa que intimar con extraños… -él no era ningún extraño y en parte lo era. Eso si que era turbador... ¡Ja! Pero me desquició que utilizase esa palabra en su veneficio - ¿Cómo? - fruncí el ceño -¿qué es lo que temes? - otra vez... - ¡Yo sólo...! - intenté justificarme - ¿Qué?- no dije nada. Cobarde... –Esto es inútil. Adiós.- Me miró de arriba a abajo. Me sentí indignada, como si yo fuese basura, una ramera o una fulana.
Llevaba el maletín consigo y comenzó a alejarse de mí, sin mirar atrás. Se acabó... no volverá, nunca. No era la primera vez que jugaba con él. Nunca quise que se ofrececiese a cuidarme. Simplemente, le confesé mi paranoia, tratándole como un confidente. Aquello había sido suficiente para aliviarme. Pero nunca imaginé que todo se tornase de forma tan negra y cruda.
-¡Está bien! - grité en medio de la plaza, irritada hasta la médula. Me sentía ridícula, arriesgándome por algo que ni siquiera entendía. Una inculta sentimental. Las palomas batieron sus alas, a causa del susto, dejando la calle en un sumiso silencio. Anochecía, liberando así la plaza, de gente. ¿Tanto miedo me daba que se marchase?
-¡No soy una santa y tú tampoco! -seguí gritando, para que me oyese desde la distancia, endureciendo la voz -¡Y me da igual gritarlo a los cuatro vientos! - angustiada, supliqué-¡Te pido perdón!- ¿Pero qué..? ¡Estúpida! ¡Ridícula! - ¡Soy una cobarde! ¡Una embustera! ¡Una rata! ¿Quieres que lo grite más alto? ¡Rata, una puta rata! ¿Contento? - suspiré agotada por el esfuerzo. Mi voz sonaba con eco, rebotando de pared en pared - ¿Qué tengo que hacer? ¿Dímelo? ¡Por qué, no se comportarme de otro modo! -sentía que no me llegaba el aire, deshilachando la última frase, llena de melancolía - No te vayas - no podía más, creyendo haber gastado todas mis fuerzas en el intento. Me vi aceptando su propuesta de alguna forma, sin apenas darme cuenta. La culpa: la punzada en el estómago -Cómo va a ser este el final, si ni siquiera hemos tenido un comienzo - me sentía inestable. Y que más... al fin y al cabo estaba loca. Me parecía un consuelo ser consciente de ello. Los locos no saben que lo están -Me llamo Alma ¿Te parece un buen comienzo?.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Me chirreaban los dientes a cada paso que daba, por su culpa…por su culpa, me repetía sin descanso. ¿Cómo había dejado que me pusiera así? ¡¿Cómo?! Si ya había interiorizado que no debía importarme ni ella, ni su mundo disparatado, ¿por qué tendría que importarme? ¡Joder!
-¡Está bien! – Apreté los parpados con fuerza, ¿qué quería, que se enterase todo el mundo?
-¿Qué está bien?- mascullé fulminando el banco que tenía a mi derecha, me dieron ganas de golpear cosas. Continuaba andando por no volver y acabar peor de lo que habíamos empezado. -¡No soy una santa y tú tampoco! – “Déjame ¡ya!” grité en mi fuero interno. -¡Y me da igual gritarlo a los cuatro vientos! – Si ya…déjate la voz ¡sigue! -¡Te pido perdón!- “¿Perdón? ¡Venga ya!” sus palabras no me hicieron parar, pues las palabras para mí no significaban nada, lo tenía más que asumido.- ¡Soy una cobarde! ¡Una embustera! ¡Una rata! ¿Quieres que lo grite más alto? ¡Rata, una puta rata! ¿Contento? – Se me escapó una sonrisa burlona, ahora de mártir… He de reconocer que fui disminuyendo la velocidad, apretando el asa del maletín con fuerza. - ¿Qué tengo que hacer? ¿Dímelo? ¡Por qué, no sé comportarme de otro modo! – Tal vez fuera cierto, y lo que yo esperase de ella (en el caso de esperar algo) fuera demasiado. - No te vayas – ¿Qué creyeron escuchar mis oídos? Me detuve alzando la cabeza al cielo, derrotado. Yo seguía enfadado, quizá me había parado para que dejase de gritar, o de eso me convencí. - Cómo va a ser este el final, si ni siquiera hemos tenido un comienzo – Me fui girando despacio con los ojos llenos de una cólera altamente peligrosa, y en la distancia que nos separaba mi corazón latía desbocado. Se la veía tan débil, bueno eso es lo que aparentaba, ya sabía yo que no era así realmente. Algunas historias terminan tras su prefacio, es así de simple, yo no era dueño de manejar esto a mi antojo, ni ella tampoco, sino ¿por qué íbamos a estar así? Aún así ¿qué más daba? Di unos pasos hacia atrás, no muy convencido. - Me llamo Alma ¿Te parece un buen comienzo?- Enarqué una ceja aprensivo. Me cubrí la cara con la mano, debatiéndome como siempre, tratar con ella era un constante tira y afloja, y mis nervios estaban a flor de piel. Aparté la mano con desgana para mirar a la joven que según ella se hacía llamar Alma…qué irónico. Comencé a andar hacia ella con paso decidido, había un buen trecho entre ella y yo, quizá más grande de lo que pensaba.
Al rato estuve delante de ella con el semblante serio, la miré con precaución, no quería que mis deseos influyeran en mis actos ¡por una vez quería usar el raciocinio! Aunque me fuera imposible. –Necesito…- qué seco había sonado. – tomar un trago ¡ya!- confesé sin cambiar un ápice mi gesto, ¿qué se pensaba que iba a sonreírla…aplaudirla? Si aún me salía humo por la cabeza. Agarré su mano con consistencia, me la llevaría conmigo ¿qué peor podría pasarme? Me giré tirando de ella evaluándola con los ojos. Me parecía absurdo ese círculo vicioso en el que me veía metido ¡porque yo quería! Para más inri. Suspiré buscando una taberna o cualquier jodido sitio donde tranquilizarme. Me mordí la lengua para no decir nada en todo el camino, me concentré en las calles que cruzábamos, hasta llegar a la puerta de una tasca no me giré para mirarla. Abrí la puerta y entré yo primero aún con ella de la mano, me fije en la gente que estaba sentada en las mesas y en la barra, aunque me hubiera metido en el mismo infierno ¡nadie me sacaría de allí! Nos acercamos a una mesa libre pegada a la pared y con cierta penumbra, mejor. –Toma asiento.- dije modulando las palabras lo mejor que pude, solté su mano y me senté en el sofá aquel. Miré al camarero para que viniese. -¿Qué desean? – preguntó con la bandeja bajo el brazo. –Una botella de absenta.- dije mientras buscaba algo de tabaco ¡por Dios! Miré a Alma antes de decir.- Y otra de Bourbon.
-Muy bien.- el hombre se alejó, yo le seguí con los ojos, cuando volví la cabeza hacia la joven. –Me llamo Tristán.- le dije con voz distante, abrí la pitillera y saqué lo propio, me llevé el cigarro a los labios antes de prenderlo con una cerilla que encontré por ahí, lo dejé en la mesa despreocupado. Miré distraídamente el local. –No creas que te he perdonado…no todavía.- murmuré dejando salir el humo. –Ahora…por favor, déjame olvidar lo que ha pasado allí fuera.- le pedí mirándola con los ojos entrecerrados, un calmante venía de camino, después de la botellita que me iba a meter entre pecho y espalda todo ese cuento estaría olvidado. El camarero volvió a los pocos segundos dejando dos vasos en la mesa, para luego dejar las botellas. Le hice un gesto para que se marchara. –Sírvete tú misma. – Estaba inquebrantable, vaya. Aquí nadie iba a besar el suelo que pisara, creo que ya lo sabía, pero siempre podría recordárselo. Y además tenía curiosidad por saber qué diría borracha.
-¡Está bien! – Apreté los parpados con fuerza, ¿qué quería, que se enterase todo el mundo?
-¿Qué está bien?- mascullé fulminando el banco que tenía a mi derecha, me dieron ganas de golpear cosas. Continuaba andando por no volver y acabar peor de lo que habíamos empezado. -¡No soy una santa y tú tampoco! – “Déjame ¡ya!” grité en mi fuero interno. -¡Y me da igual gritarlo a los cuatro vientos! – Si ya…déjate la voz ¡sigue! -¡Te pido perdón!- “¿Perdón? ¡Venga ya!” sus palabras no me hicieron parar, pues las palabras para mí no significaban nada, lo tenía más que asumido.- ¡Soy una cobarde! ¡Una embustera! ¡Una rata! ¿Quieres que lo grite más alto? ¡Rata, una puta rata! ¿Contento? – Se me escapó una sonrisa burlona, ahora de mártir… He de reconocer que fui disminuyendo la velocidad, apretando el asa del maletín con fuerza. - ¿Qué tengo que hacer? ¿Dímelo? ¡Por qué, no sé comportarme de otro modo! – Tal vez fuera cierto, y lo que yo esperase de ella (en el caso de esperar algo) fuera demasiado. - No te vayas – ¿Qué creyeron escuchar mis oídos? Me detuve alzando la cabeza al cielo, derrotado. Yo seguía enfadado, quizá me había parado para que dejase de gritar, o de eso me convencí. - Cómo va a ser este el final, si ni siquiera hemos tenido un comienzo – Me fui girando despacio con los ojos llenos de una cólera altamente peligrosa, y en la distancia que nos separaba mi corazón latía desbocado. Se la veía tan débil, bueno eso es lo que aparentaba, ya sabía yo que no era así realmente. Algunas historias terminan tras su prefacio, es así de simple, yo no era dueño de manejar esto a mi antojo, ni ella tampoco, sino ¿por qué íbamos a estar así? Aún así ¿qué más daba? Di unos pasos hacia atrás, no muy convencido. - Me llamo Alma ¿Te parece un buen comienzo?- Enarqué una ceja aprensivo. Me cubrí la cara con la mano, debatiéndome como siempre, tratar con ella era un constante tira y afloja, y mis nervios estaban a flor de piel. Aparté la mano con desgana para mirar a la joven que según ella se hacía llamar Alma…qué irónico. Comencé a andar hacia ella con paso decidido, había un buen trecho entre ella y yo, quizá más grande de lo que pensaba.
Al rato estuve delante de ella con el semblante serio, la miré con precaución, no quería que mis deseos influyeran en mis actos ¡por una vez quería usar el raciocinio! Aunque me fuera imposible. –Necesito…- qué seco había sonado. – tomar un trago ¡ya!- confesé sin cambiar un ápice mi gesto, ¿qué se pensaba que iba a sonreírla…aplaudirla? Si aún me salía humo por la cabeza. Agarré su mano con consistencia, me la llevaría conmigo ¿qué peor podría pasarme? Me giré tirando de ella evaluándola con los ojos. Me parecía absurdo ese círculo vicioso en el que me veía metido ¡porque yo quería! Para más inri. Suspiré buscando una taberna o cualquier jodido sitio donde tranquilizarme. Me mordí la lengua para no decir nada en todo el camino, me concentré en las calles que cruzábamos, hasta llegar a la puerta de una tasca no me giré para mirarla. Abrí la puerta y entré yo primero aún con ella de la mano, me fije en la gente que estaba sentada en las mesas y en la barra, aunque me hubiera metido en el mismo infierno ¡nadie me sacaría de allí! Nos acercamos a una mesa libre pegada a la pared y con cierta penumbra, mejor. –Toma asiento.- dije modulando las palabras lo mejor que pude, solté su mano y me senté en el sofá aquel. Miré al camarero para que viniese. -¿Qué desean? – preguntó con la bandeja bajo el brazo. –Una botella de absenta.- dije mientras buscaba algo de tabaco ¡por Dios! Miré a Alma antes de decir.- Y otra de Bourbon.
-Muy bien.- el hombre se alejó, yo le seguí con los ojos, cuando volví la cabeza hacia la joven. –Me llamo Tristán.- le dije con voz distante, abrí la pitillera y saqué lo propio, me llevé el cigarro a los labios antes de prenderlo con una cerilla que encontré por ahí, lo dejé en la mesa despreocupado. Miré distraídamente el local. –No creas que te he perdonado…no todavía.- murmuré dejando salir el humo. –Ahora…por favor, déjame olvidar lo que ha pasado allí fuera.- le pedí mirándola con los ojos entrecerrados, un calmante venía de camino, después de la botellita que me iba a meter entre pecho y espalda todo ese cuento estaría olvidado. El camarero volvió a los pocos segundos dejando dos vasos en la mesa, para luego dejar las botellas. Le hice un gesto para que se marchara. –Sírvete tú misma. – Estaba inquebrantable, vaya. Aquí nadie iba a besar el suelo que pisara, creo que ya lo sabía, pero siempre podría recordárselo. Y además tenía curiosidad por saber qué diría borracha.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Uno; respiré aliviada al comprobar que regresaba a mí.
Dos: al instante, el alivio que había experimentado mi pecho, se desvaneció al contemplar su semblante.
-Necesito…- la sequedad de sus palabras, me atravesaban como cuchillos -tomar un trago ¡ya!- ¿Ahora quería beber? ¿Después de todo lo que le había dicho? Manda narices... Aún mantenía esa seriedad desgarradoramente incorregible.
Agarró mi mano, de forma agresiva, arrastrándome por las calles, en un maldito silencio.
-Oye, sin faltar ¿Eh? -exclamé, andando deprisa, a trompicones, por culpa de su mal humor. Pues que no se esperase que esto iba a ser un camino de rosas. Ya quedó claro hace mucho tiempo. Ambos lo sabíamos. Entre orgullo y orgullo, no hay cabida nunca para el respeto.
Por fin, entramos en una taberna. Me dolían los pies, notando un hormigueo en cada dedo.
–Toma asiento.- obedecí a regañadientes, alzando una ceja. Que no se pensara, que iba a estar a sus pies. De eso nada...
Me senté en el sofá, junto a él, en penumbra. Me dio miedo que el lugar estuviese tan escondido. Con el bandido nunca se sabe...
¿Y ahora qué? Estaba perdidísima. El camarero se acercó, para tomarnos nota, a lo que el bandido contesto:
–Una botella de absenta.- vaya, vaya, vaya... el bandido estaba más afectado de lo que me creía, pidiendo semejante bebida. Coloqué mi vestido y miré al camarero, dispuesta a pedir una copa de Bourbon. Pero el Bandido se adelantó, dejándome con la palabra en la boca -Y otra de Bourbon - sonreí al hombre, dando a entender que era para mí.
-¿No es muy fuerte para usted? - comentó de improviso, ante mi sorpresa.
-Creo que el momento lo requiere -contesté sonriente, apretando los dientes, sin saber lo que me depararía.
-Muy bien.- se alejó, dejándonos solos de nuevo.
Jugueteé con la falda de mi vestido, pellizcando la tela con los dedos, para mantenerme ocupada y, de alguna forma, canalizar mi nerviosismo. Suspiré agotada y le miré por vez primera, esperando alguna respuesta, salir de esa boquita.
–Me llamo Tristán.- ¡Por fin! El bandido se quitó la venda, destapando su identidad. Encendió uno de sus cigarrillos -No creas que te he perdonado…no todavía.- dijo sin ni siquiera mirarme. Me pareció increíble. Después de todo lo que había dicho en la plaza. Es más. Lo grité sin tapujos. Estaba indignada. Encima, Tristán se trabajaba muy bien, esos aires de malhechor sin escrúpulos. ¡Y tenía luego la desfachatez de tacharme a mí de fría! Pues no pensaba bailarle el agua -Ahora…por favor, déjame olvidar lo que ha pasado allí fuera.- ¿Olvidarlo? yo no olvido nada... Que lo hiciese él, como consuelo, si quería...–Sírvete tú misma. – ni me di cuenta de que las copas ya estaban en la mesa, con sus botellas respectivas.
Le miré como a un gusano, tremendamente irritada por su comportamiento. Luego observé la botella. Quería olvidar ¿no? bien...:
-¿Podrás pagarlo, Tristán? - mi lengua dibujó su nombre en la boca, pronunciándolo con gran hincapié, mientas vertía el líquido dentro del vaso. Pegué un sorbo, clavándole la mirada, sin darle un segundo de aliento. ¡Por supuesto que podía pagar la bebida! Pero, mi única intención era remarcar la clase a la que pertenecía. Hacerlo, me agradaba en cierto modo. Al fin y al cabo, yo estaba por encima de él, le gustase o no -Te noto... poco agradable -Dejé la copa sobre la mesa y me incliné hacia él. Se iba a enterar... Apoyé el brazo sobre su hombro. Mi rostro quedó a escasos centímetros del de Tristán -Seguiré llamándote Bandido, de todos modos - pasé la lengua por mis labios, observando la suya, insinuándome con gran descaro. Sabía que, tras esa fachada, él seguía siendo el mismo. Y también sabía, que no era de piedra. Surqué su pecho con ayuda de una mano, descendiendo hasta su pantalón y acaricié la zona más sensible de su cuerpo, sin ningún recato - ¿Queréis emborracharme? Te aseguro que no hace falta - mascullé en un hilo de voz, junto a su oído, para que sólo él pudiese oírme - Tampoco esperaba que me libraseis del pecado. Ambos sabemos que no eres cura - reí por lo bajo, dándole a entender que no necesitaba su perdón -No creo que consiga la absolución ni de ti, ni de nadie.
No iba a ser fácil. Nada sería fácil nunca, con el bandido. Y... en cierta manera... eso era lo divertido. Pero el peligro se escondía en cada resquicio de su cara y en cada parte de su cuerpo. No recordaba su apellido. Pero si tenía uno, era ese: peligro.
Pues... que supiese, que iba armada hasta las cejas.
No siempre uno tiene la oportunidad, de encontrarse con la horma de su zapato.
Dos: al instante, el alivio que había experimentado mi pecho, se desvaneció al contemplar su semblante.
-Necesito…- la sequedad de sus palabras, me atravesaban como cuchillos -tomar un trago ¡ya!- ¿Ahora quería beber? ¿Después de todo lo que le había dicho? Manda narices... Aún mantenía esa seriedad desgarradoramente incorregible.
Agarró mi mano, de forma agresiva, arrastrándome por las calles, en un maldito silencio.
-Oye, sin faltar ¿Eh? -exclamé, andando deprisa, a trompicones, por culpa de su mal humor. Pues que no se esperase que esto iba a ser un camino de rosas. Ya quedó claro hace mucho tiempo. Ambos lo sabíamos. Entre orgullo y orgullo, no hay cabida nunca para el respeto.
Por fin, entramos en una taberna. Me dolían los pies, notando un hormigueo en cada dedo.
–Toma asiento.- obedecí a regañadientes, alzando una ceja. Que no se pensara, que iba a estar a sus pies. De eso nada...
Me senté en el sofá, junto a él, en penumbra. Me dio miedo que el lugar estuviese tan escondido. Con el bandido nunca se sabe...
¿Y ahora qué? Estaba perdidísima. El camarero se acercó, para tomarnos nota, a lo que el bandido contesto:
–Una botella de absenta.- vaya, vaya, vaya... el bandido estaba más afectado de lo que me creía, pidiendo semejante bebida. Coloqué mi vestido y miré al camarero, dispuesta a pedir una copa de Bourbon. Pero el Bandido se adelantó, dejándome con la palabra en la boca -Y otra de Bourbon - sonreí al hombre, dando a entender que era para mí.
-¿No es muy fuerte para usted? - comentó de improviso, ante mi sorpresa.
-Creo que el momento lo requiere -contesté sonriente, apretando los dientes, sin saber lo que me depararía.
-Muy bien.- se alejó, dejándonos solos de nuevo.
Jugueteé con la falda de mi vestido, pellizcando la tela con los dedos, para mantenerme ocupada y, de alguna forma, canalizar mi nerviosismo. Suspiré agotada y le miré por vez primera, esperando alguna respuesta, salir de esa boquita.
–Me llamo Tristán.- ¡Por fin! El bandido se quitó la venda, destapando su identidad. Encendió uno de sus cigarrillos -No creas que te he perdonado…no todavía.- dijo sin ni siquiera mirarme. Me pareció increíble. Después de todo lo que había dicho en la plaza. Es más. Lo grité sin tapujos. Estaba indignada. Encima, Tristán se trabajaba muy bien, esos aires de malhechor sin escrúpulos. ¡Y tenía luego la desfachatez de tacharme a mí de fría! Pues no pensaba bailarle el agua -Ahora…por favor, déjame olvidar lo que ha pasado allí fuera.- ¿Olvidarlo? yo no olvido nada... Que lo hiciese él, como consuelo, si quería...–Sírvete tú misma. – ni me di cuenta de que las copas ya estaban en la mesa, con sus botellas respectivas.
Le miré como a un gusano, tremendamente irritada por su comportamiento. Luego observé la botella. Quería olvidar ¿no? bien...:
-¿Podrás pagarlo, Tristán? - mi lengua dibujó su nombre en la boca, pronunciándolo con gran hincapié, mientas vertía el líquido dentro del vaso. Pegué un sorbo, clavándole la mirada, sin darle un segundo de aliento. ¡Por supuesto que podía pagar la bebida! Pero, mi única intención era remarcar la clase a la que pertenecía. Hacerlo, me agradaba en cierto modo. Al fin y al cabo, yo estaba por encima de él, le gustase o no -Te noto... poco agradable -Dejé la copa sobre la mesa y me incliné hacia él. Se iba a enterar... Apoyé el brazo sobre su hombro. Mi rostro quedó a escasos centímetros del de Tristán -Seguiré llamándote Bandido, de todos modos - pasé la lengua por mis labios, observando la suya, insinuándome con gran descaro. Sabía que, tras esa fachada, él seguía siendo el mismo. Y también sabía, que no era de piedra. Surqué su pecho con ayuda de una mano, descendiendo hasta su pantalón y acaricié la zona más sensible de su cuerpo, sin ningún recato - ¿Queréis emborracharme? Te aseguro que no hace falta - mascullé en un hilo de voz, junto a su oído, para que sólo él pudiese oírme - Tampoco esperaba que me libraseis del pecado. Ambos sabemos que no eres cura - reí por lo bajo, dándole a entender que no necesitaba su perdón -No creo que consiga la absolución ni de ti, ni de nadie.
No iba a ser fácil. Nada sería fácil nunca, con el bandido. Y... en cierta manera... eso era lo divertido. Pero el peligro se escondía en cada resquicio de su cara y en cada parte de su cuerpo. No recordaba su apellido. Pero si tenía uno, era ese: peligro.
Pues... que supiese, que iba armada hasta las cejas.
No siempre uno tiene la oportunidad, de encontrarse con la horma de su zapato.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Edad : 36
Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
El humo anegó mis pulmones, eso era lo que necesitaba en ese momento, y quizá algo que nos separase, ya que se había sentado a mi lado aun teniendo una silla delante. No pensé que fuera a tocarme después de lo que había pasado, así que no temí su próximo proceder. Ignoré la arrogancia que destilaban sus ojos, así íbamos muy mal.
-¿Podrás pagarlo, Tristán? – Giré la cabeza en su dirección apoyando el codo en la mesa, entreabrí los labios apunto de soltar lo primero que se me pasase por la cabeza que era: “A ver si lo vas a pagar tú, guapa.” Me mordí el labio para no comenzar otra batallita. Aparté mis ojos de ella mientras se llenaba el vaso. ¿Por qué ahora ponía tanto énfasis en querer hacerme sentir como un pordiosero o donnadie? Solo hacía que me arrepintiese de estar allí con ella. Apoyé de nuevo la espalda en el respaldo del sofá - Modera tu boquita.- murmuré volviendo a mirarla con gesto grave. -Te noto... poco agradable – ¿Gracias a quién? Bueno, bueno, bueno ¿y ahora qué hace pegándoseme tanto? Pensé que no cambiaría nunca, me dominé todo lo que pude cuando se puso en mi punto de mira. -Seguiré llamándote Bandido, de todos modos – Perfiló sus labios con su lengua, mirando los míos con lo que parecía ¿deseo?, “No…cualquier otra cosa ¡menos esto!” ¿Qué quería de mí ahora? –Igualmente sabes cómo te seguiré llamando yo.- le respondí con una sonrisa forzada. No debía apartar los ojos de ella, eso sería síntoma de derrota o ¡a saber cómo se lo tomaría! Tenía que mantenerme entero costase lo que costase. Después para mi desconcierto y desesperación su mano pasó por mi pecho…abrí los ojos incomodo cuando se atrevió a acariciar mis partes ¡no tiene límites esta mujer! ¿Se estaba vengando, era eso? ¡Maldita!
- ¿Queréis emborracharme? Te aseguro que no hace falta – respira, respira, has pasado por situaciones peores y hemos salido bien… esto será pan comido. - Tampoco esperaba que me libraseis del pecado. Ambos sabemos que no eres cura - ¡No! ¿De verdad? ¿Me las daba como tal? -No creo que consiga la absolución ni de ti, ni de nadie.- Sonreí separándome ligeramente de ella.
–No te cortas ni un pelo ¿Eh?-eché un rápido vistazo a los clientes.- Ya veo que me echabas mucho de menos, sí, sí. Pero…las manitas quietas…que a saber dónde han estado.- Aparté su mano con suavidad dejándola sobre su muslo, la di una palmadita – Así está mejor.- Si su mano seguía ahí un segundo más ¡yo no sé qué habría hecho! Bueno sí, pero estaba enfadado, y no quería que ignorase ese detalle, tan fácilmente… aunque usase artimañas tan deseables para mí como para cualquier otro hombre, porque he ahí la cuestión, ella por desgracia boteaba de uno a otro a su antojo ¡joder! Y eso no me motivaba nada, me hacía pensar que era una fácil, y en el caso de ser así, como ella había catado miles, pero sabía que no era así del todo pues ella tenía la facilidad de ponerme histérico, y no todo el mundo tiene esa habilidad.
Me llevé el cigarro a los labios para tener las manos libres, y así rellenar el vaso con mi vitamina, ya que ella no se había dignado a hacerlo por mí, la muy desconsiderada. Sí, un buen trago, esto cura todos los males habidos y por haber. –No, no quiero emborracharte, nunca me ha hecho falta hacerlo para sacar algún provecho…ya me entiendes.- me giré para sonreírla, un gesto infantil por mi parte, pero así era a veces, no nos engañemos. – Pero gracias por la información, lo tendré en cuenta para la próxima…en el caso de que la haya. Porque… ¿la habrá?- pregunté fingiendo estar risueño, reí socarronamente acercándome a la mesa, dejé el cigarro en el cenicero para probar la absenta de aquel bar, Dios, estaba fuerte de cojones ¡pero yo lo aguanto todo! Dejé el vaso en la mesa y seguí riendo. –O… ¿para qué? Si no valdría la pena ¿no? Los milagros no existen ¿no es así?- me acerqué a ella, iba a probar de su propia medicina porque ¡así se me había antojado! -¿No podemos hacer nada contigo?- La “piqué” en cierto modo al pasar mis labios por sus mejillas, solo fueron simples roces que me divertían. –Qué penita…- Vale, yo también me las traía, pero es que no podía evitarlo, comportarme así con ella me salía solo.
Besé su rostro con rudeza, hacerlo te provocaba una seria dependencia, ya lo había vivido, por lo que decidí no hacerlo más por si las moscas, que me veía como un caballo desbocado. –Ahora en serio. ¿Qué es lo que quieres hacer? Respetaré tu decisión…confío en no formar otro numerito, pero ¡ya sabes! no prometo nada.- Acerqué la mano al cenicero para recuperar mi cigarro.
-¿Podrás pagarlo, Tristán? – Giré la cabeza en su dirección apoyando el codo en la mesa, entreabrí los labios apunto de soltar lo primero que se me pasase por la cabeza que era: “A ver si lo vas a pagar tú, guapa.” Me mordí el labio para no comenzar otra batallita. Aparté mis ojos de ella mientras se llenaba el vaso. ¿Por qué ahora ponía tanto énfasis en querer hacerme sentir como un pordiosero o donnadie? Solo hacía que me arrepintiese de estar allí con ella. Apoyé de nuevo la espalda en el respaldo del sofá - Modera tu boquita.- murmuré volviendo a mirarla con gesto grave. -Te noto... poco agradable – ¿Gracias a quién? Bueno, bueno, bueno ¿y ahora qué hace pegándoseme tanto? Pensé que no cambiaría nunca, me dominé todo lo que pude cuando se puso en mi punto de mira. -Seguiré llamándote Bandido, de todos modos – Perfiló sus labios con su lengua, mirando los míos con lo que parecía ¿deseo?, “No…cualquier otra cosa ¡menos esto!” ¿Qué quería de mí ahora? –Igualmente sabes cómo te seguiré llamando yo.- le respondí con una sonrisa forzada. No debía apartar los ojos de ella, eso sería síntoma de derrota o ¡a saber cómo se lo tomaría! Tenía que mantenerme entero costase lo que costase. Después para mi desconcierto y desesperación su mano pasó por mi pecho…abrí los ojos incomodo cuando se atrevió a acariciar mis partes ¡no tiene límites esta mujer! ¿Se estaba vengando, era eso? ¡Maldita!
- ¿Queréis emborracharme? Te aseguro que no hace falta – respira, respira, has pasado por situaciones peores y hemos salido bien… esto será pan comido. - Tampoco esperaba que me libraseis del pecado. Ambos sabemos que no eres cura - ¡No! ¿De verdad? ¿Me las daba como tal? -No creo que consiga la absolución ni de ti, ni de nadie.- Sonreí separándome ligeramente de ella.
–No te cortas ni un pelo ¿Eh?-eché un rápido vistazo a los clientes.- Ya veo que me echabas mucho de menos, sí, sí. Pero…las manitas quietas…que a saber dónde han estado.- Aparté su mano con suavidad dejándola sobre su muslo, la di una palmadita – Así está mejor.- Si su mano seguía ahí un segundo más ¡yo no sé qué habría hecho! Bueno sí, pero estaba enfadado, y no quería que ignorase ese detalle, tan fácilmente… aunque usase artimañas tan deseables para mí como para cualquier otro hombre, porque he ahí la cuestión, ella por desgracia boteaba de uno a otro a su antojo ¡joder! Y eso no me motivaba nada, me hacía pensar que era una fácil, y en el caso de ser así, como ella había catado miles, pero sabía que no era así del todo pues ella tenía la facilidad de ponerme histérico, y no todo el mundo tiene esa habilidad.
Me llevé el cigarro a los labios para tener las manos libres, y así rellenar el vaso con mi vitamina, ya que ella no se había dignado a hacerlo por mí, la muy desconsiderada. Sí, un buen trago, esto cura todos los males habidos y por haber. –No, no quiero emborracharte, nunca me ha hecho falta hacerlo para sacar algún provecho…ya me entiendes.- me giré para sonreírla, un gesto infantil por mi parte, pero así era a veces, no nos engañemos. – Pero gracias por la información, lo tendré en cuenta para la próxima…en el caso de que la haya. Porque… ¿la habrá?- pregunté fingiendo estar risueño, reí socarronamente acercándome a la mesa, dejé el cigarro en el cenicero para probar la absenta de aquel bar, Dios, estaba fuerte de cojones ¡pero yo lo aguanto todo! Dejé el vaso en la mesa y seguí riendo. –O… ¿para qué? Si no valdría la pena ¿no? Los milagros no existen ¿no es así?- me acerqué a ella, iba a probar de su propia medicina porque ¡así se me había antojado! -¿No podemos hacer nada contigo?- La “piqué” en cierto modo al pasar mis labios por sus mejillas, solo fueron simples roces que me divertían. –Qué penita…- Vale, yo también me las traía, pero es que no podía evitarlo, comportarme así con ella me salía solo.
Besé su rostro con rudeza, hacerlo te provocaba una seria dependencia, ya lo había vivido, por lo que decidí no hacerlo más por si las moscas, que me veía como un caballo desbocado. –Ahora en serio. ¿Qué es lo que quieres hacer? Respetaré tu decisión…confío en no formar otro numerito, pero ¡ya sabes! no prometo nada.- Acerqué la mano al cenicero para recuperar mi cigarro.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
–No te cortas ni un pelo ¿Eh?- ¿Yo? nunca... - Ya veo que me echabas mucho de menos, sí, sí. Pero…las manitas quietas…que a saber dónde han estado.- ¡Genial! mis intentos por seducirle, no habían servido de nada. Apartó mi mano, rechazándome. Pero... ¿Qué diablos le pasaba? A penas quedaba un ápice del hombre que conocí. Quizás el rencor, fuese más fuerte que el deseo, tentándole en cada esquina.
– Así está mejor.- quise matarle... Para colmo, no hacía otra cosa más, que beber –No, no quiero emborracharte, nunca me ha hecho falta hacerlo para sacar algún provecho…ya me entiendes.- Le entendí a la perfección. Pensé en golpear la botella contra su cráneo, haciéndola añicos. No debí darle lo que quería, aquel día ¡El gran Tristán! seguro que se dejaba billetes y billetes en putas ¿De verdad tendría dinero para pagar la bebida? ¡Maldita sea! Estaba tan enfadada... si volvía a reírse de mí, no dudaría en cortarle la lengua – Pero gracias por la información, lo tendré en cuenta para la próxima…en el caso de que la haya. Porque… ¿la habrá?- ¿Me lo preguntaba directamente? ¿A caso, pretendía una quedada?
-¡Pensé que os ibais de gira! - exclamé con grandiosidad, como si fuese el evento de año. Casi reí. Y digo casi, porque sentí que nada podría ofenderle, llegados a este punto.
–O… ¿para qué? Si no valdría la pena ¿no? Los milagros no existen ¿no es así?- en eso estaba de acuerdo. Nada caería del cielo. ¿O si...? dudé por un segundo, al ver como el bandido se acercaba, muy despacio a mí -¿No podemos hacer nada contigo?- noté sus labios en mi mejilla, cálidos, oliendo la absenta. Puede que Tristán consiguiese emborracharme, al fin y al cabo, sin necesidad de beber. Conmigo podría hacer infinidad de cosas que no diré. Pero presentí que no iban por ahí los tiros. Además ¿Para qué acercarse tanto, después de haberme rechazado? -Qué penita…- me sostuve en el sofá, agarrando con fuerza el cuero del sillón. Casi sentí levitar, cuando besó mi mejilla. Que fuese tan varonil, me excitaba de sobremanera. No moví un músculo, intentando escuchar una vez más su voz . Tristán tanteaba el camino, consciente de mis advertencias –Ahora en serio. ¿Qué es lo que quieres hacer? Respetaré tu decisión…confío en no formar otro numerito, pero ¡ya sabes! no prometo nada.- sonreí divertida. Si... eso se nos daba bien. Montar numeritos escandalosos, entre paranoias y confusiones. Me sentí aturdida, como siempre. Giré el rostro, viendo como volvía a coger su cigallo. Me tomé la licencia de robarle uno. Dejé que el carmín imprimiese la boquilla con su color. Encendí su extremo, con ayuda de una vela, sobre la mesa y aspiré con fuerza, volviendo a mirarle con deseo. Intenté controlar mis impulsos salvajes. No dejaría, que mi prepotencia volviese a surgir de las entrañas ¿Sentía algo por él? no lo sabía. Quizás quisiese sentirlo, para cerciorarme de que no estaba muerta del todo.
El silencio nos engulló, mientras sacudía la ceniza hacia un lado. Me quedé mirando el cigarro, como se consumía sin medida. Quizás yo acabase así, algún día, envuelta en cenizas.
-Me iré de gira contigo, Tristán - fui consciente de lo que dije. Incluso sonó amargo. Demasiado contundente. No quise dar mil vueltas para llegar al destino. No coger el camino más largo. Me rendí, dejando el orgullo de lado, por una vez -Cuando se te haya pasado el enfado - acabé la copa de Bourbon a pesar de estar llena hasta los topes, intentando encontrar una ultima gota en el fondo del vaso. Luego golpeé la culata con fuerza sobre la mesa -Si para entonces, sigues enfadado conmigo, te deseo mucha suerte, querido amigo - Saqué el cuchillo de debajo de mi falda y gravé con sumo cuidado unas palabras, sobre la madera de la mesa "Anderson 13" mi dirección. Si acudía, significaba que no todo estaba perdido. Si, por el contrario, nunca llegaba a presentarse... mala suerte. Guardé el cuchillo en su sitio, puse la copa sobre las minúsculas letras y llené el recipiente hasta arriba, tapando el mensaje secreto -Si no, siempre podéis encontrarme en el fondo de un vaso - sonreí con desgana. Deseé, que no tuviese que beber, para querer verme. Apagué el cigarrillo con el pie y me incliné hacia el -Que tengáis buena noche - acto seguido, besé sus labios dulcemente y me retiré al instante, dejando dinero sobre la mesa, por si acaso. Me sentí egoista, cediendo. Él desconocía mi naturaleza. En ese caso, no permitiría que la conociese nunca. Quizás mi corazón latiese por vez primera, gracias a él.
– Así está mejor.- quise matarle... Para colmo, no hacía otra cosa más, que beber –No, no quiero emborracharte, nunca me ha hecho falta hacerlo para sacar algún provecho…ya me entiendes.- Le entendí a la perfección. Pensé en golpear la botella contra su cráneo, haciéndola añicos. No debí darle lo que quería, aquel día ¡El gran Tristán! seguro que se dejaba billetes y billetes en putas ¿De verdad tendría dinero para pagar la bebida? ¡Maldita sea! Estaba tan enfadada... si volvía a reírse de mí, no dudaría en cortarle la lengua – Pero gracias por la información, lo tendré en cuenta para la próxima…en el caso de que la haya. Porque… ¿la habrá?- ¿Me lo preguntaba directamente? ¿A caso, pretendía una quedada?
-¡Pensé que os ibais de gira! - exclamé con grandiosidad, como si fuese el evento de año. Casi reí. Y digo casi, porque sentí que nada podría ofenderle, llegados a este punto.
–O… ¿para qué? Si no valdría la pena ¿no? Los milagros no existen ¿no es así?- en eso estaba de acuerdo. Nada caería del cielo. ¿O si...? dudé por un segundo, al ver como el bandido se acercaba, muy despacio a mí -¿No podemos hacer nada contigo?- noté sus labios en mi mejilla, cálidos, oliendo la absenta. Puede que Tristán consiguiese emborracharme, al fin y al cabo, sin necesidad de beber. Conmigo podría hacer infinidad de cosas que no diré. Pero presentí que no iban por ahí los tiros. Además ¿Para qué acercarse tanto, después de haberme rechazado? -Qué penita…- me sostuve en el sofá, agarrando con fuerza el cuero del sillón. Casi sentí levitar, cuando besó mi mejilla. Que fuese tan varonil, me excitaba de sobremanera. No moví un músculo, intentando escuchar una vez más su voz . Tristán tanteaba el camino, consciente de mis advertencias –Ahora en serio. ¿Qué es lo que quieres hacer? Respetaré tu decisión…confío en no formar otro numerito, pero ¡ya sabes! no prometo nada.- sonreí divertida. Si... eso se nos daba bien. Montar numeritos escandalosos, entre paranoias y confusiones. Me sentí aturdida, como siempre. Giré el rostro, viendo como volvía a coger su cigallo. Me tomé la licencia de robarle uno. Dejé que el carmín imprimiese la boquilla con su color. Encendí su extremo, con ayuda de una vela, sobre la mesa y aspiré con fuerza, volviendo a mirarle con deseo. Intenté controlar mis impulsos salvajes. No dejaría, que mi prepotencia volviese a surgir de las entrañas ¿Sentía algo por él? no lo sabía. Quizás quisiese sentirlo, para cerciorarme de que no estaba muerta del todo.
El silencio nos engulló, mientras sacudía la ceniza hacia un lado. Me quedé mirando el cigarro, como se consumía sin medida. Quizás yo acabase así, algún día, envuelta en cenizas.
-Me iré de gira contigo, Tristán - fui consciente de lo que dije. Incluso sonó amargo. Demasiado contundente. No quise dar mil vueltas para llegar al destino. No coger el camino más largo. Me rendí, dejando el orgullo de lado, por una vez -Cuando se te haya pasado el enfado - acabé la copa de Bourbon a pesar de estar llena hasta los topes, intentando encontrar una ultima gota en el fondo del vaso. Luego golpeé la culata con fuerza sobre la mesa -Si para entonces, sigues enfadado conmigo, te deseo mucha suerte, querido amigo - Saqué el cuchillo de debajo de mi falda y gravé con sumo cuidado unas palabras, sobre la madera de la mesa "Anderson 13" mi dirección. Si acudía, significaba que no todo estaba perdido. Si, por el contrario, nunca llegaba a presentarse... mala suerte. Guardé el cuchillo en su sitio, puse la copa sobre las minúsculas letras y llené el recipiente hasta arriba, tapando el mensaje secreto -Si no, siempre podéis encontrarme en el fondo de un vaso - sonreí con desgana. Deseé, que no tuviese que beber, para querer verme. Apagué el cigarrillo con el pie y me incliné hacia el -Que tengáis buena noche - acto seguido, besé sus labios dulcemente y me retiré al instante, dejando dinero sobre la mesa, por si acaso. Me sentí egoista, cediendo. Él desconocía mi naturaleza. En ese caso, no permitiría que la conociese nunca. Quizás mi corazón latiese por vez primera, gracias a él.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Sinceras palabras... (Tristán E.)
Observé cómo comenzaba a fumarse uno de mis cigarrillos, estaba tan provocativa así, era insultante lo mucho que me tentaba, lo mucho que me gustaba, Dios, era demasiado para mí. Aparté los ojos de ella para no desatarme, y formar allí una buena, no sé... tirando todo lo de la mesa al suelo. No era ni el momento, ni el lugar, ya lo sabía. Bebí de nuevo del vaso.
-Me iré de gira contigo, Tristán – Al escuchar aquello me costó tragar, giré el cuello, con la incredulidad reflejada en mis ojos, no puede ser. Pero vaya, parecía que lo decía en serio, una sonrisa de ¿alegría? se quedó helada en mis entrañas, no podía exteriorizarlo, de ninguna manera.
-Cuando se te haya pasado el enfado – Apreté el vaso augurando algo no tan bueno.
Ella se acabó su bebida, parpadeé confuso, ¿qué tenía prisa? Fijé los ojos en el vaso cuando lo dejó en la mesa de esa manera ¿Qué pasaba? -Si para entonces, sigues enfadado conmigo, te deseo mucha suerte, querido amigo.
Fruncí el ceño ante sus palabras, buscándoles una lógica.
Mientras yo pensaba ella se dedicó a dibujar algo en la mesa, o no sé qué hizo exactamente, hasta más tarde. Al fijarme mejor vi que tenía un cuchillo en las manos, giré la cabeza para saber si alguien nos estaban mirando. –Alma…- comencé a decir con una extraña culpabilidad, pero me callé.
Se guardó el cuchillo, y ocultó lo que grabó con uno de los vasos llenándolo hasta los topes.
-Si no, siempre podéis encontrarme en el fondo de un vaso – ¿Eh? Espera. -¿Cómo?- pregunté descolocado, ¿se iba? ¿Ahora se marchaba? Quise pedirla que se quedara ¡pero no pude! Como si algo me hubiese aplastado me quedé sentado, mirando su rostro.
-Que tengáis buena noche – Me quedé en blanco cuando me besó, mi mano había hecho el intento de levantarse para retenerla, pero fue en vano pues ya se había alejado, dejando unos billetes sobre la mesa, no supe cómo tomármelo.
Apoyé los codos sobre la mesa para taparme la cara con las manos, entre mis dedos observé cómo abandonaba el lugar. No, no iría tras ella, no dos veces en la misma tarde.
–Parece que la señorita no ha podido con toda la botella.- era la voz del camarero, eso seguro. Cogí con desgana el dinero que ella había dejado sobre la mesa y se lo mostré al hombre. -¿Será suficiente?- Él asintió, volviéndose sobre sus pasos. – Mierda…mierda.- Maldecí por lo bajo dejando caer mi frente sobre la mesa, ¿desde cuándo las mujeres pagan? No, eso no era lo importante, pero me molestó. Yo podría haberlo pagado sin necesidad de su ayuda. Giré la cabeza deteniéndome en vaso que había llenado, mi mano lo rodeó con suavidad, y comencé a darle vueltas, una parte de su contenido rebasó su límite, mojándome los dedos, me dio igual.
¿Qué querría decir con que podría encontrarla en el fondo de un vaso? Podría tener tantos significados….Me incorporé un poco para beber de su bourbon, mientras lo hacía pude ver lo que había grabado, era una dirección. No me lo pude creer, apuré el vaso intentando memorizar la dirección. Después cogí la llave de mi habitación y comencé a borrarlo, más por seguridad que otra cosa.
Trás ésto, cogí ambas botellas con una mano y el maletín con la otra, me despedí del lugar.
Daría buena cuenta de las botellas en mi habitación, tenía que pensar en: el viaje, y lo que suponía llevar con nosotros a Alma. Sí…pensar, era lo mejor.
Caminé por las calles con la cabeza en otro sitio.
[Off: Vale, he supuesto que te has marchado. A ver qué quiere hacer el señorito ]
-Me iré de gira contigo, Tristán – Al escuchar aquello me costó tragar, giré el cuello, con la incredulidad reflejada en mis ojos, no puede ser. Pero vaya, parecía que lo decía en serio, una sonrisa de ¿alegría? se quedó helada en mis entrañas, no podía exteriorizarlo, de ninguna manera.
-Cuando se te haya pasado el enfado – Apreté el vaso augurando algo no tan bueno.
Ella se acabó su bebida, parpadeé confuso, ¿qué tenía prisa? Fijé los ojos en el vaso cuando lo dejó en la mesa de esa manera ¿Qué pasaba? -Si para entonces, sigues enfadado conmigo, te deseo mucha suerte, querido amigo.
Fruncí el ceño ante sus palabras, buscándoles una lógica.
Mientras yo pensaba ella se dedicó a dibujar algo en la mesa, o no sé qué hizo exactamente, hasta más tarde. Al fijarme mejor vi que tenía un cuchillo en las manos, giré la cabeza para saber si alguien nos estaban mirando. –Alma…- comencé a decir con una extraña culpabilidad, pero me callé.
Se guardó el cuchillo, y ocultó lo que grabó con uno de los vasos llenándolo hasta los topes.
-Si no, siempre podéis encontrarme en el fondo de un vaso – ¿Eh? Espera. -¿Cómo?- pregunté descolocado, ¿se iba? ¿Ahora se marchaba? Quise pedirla que se quedara ¡pero no pude! Como si algo me hubiese aplastado me quedé sentado, mirando su rostro.
-Que tengáis buena noche – Me quedé en blanco cuando me besó, mi mano había hecho el intento de levantarse para retenerla, pero fue en vano pues ya se había alejado, dejando unos billetes sobre la mesa, no supe cómo tomármelo.
Apoyé los codos sobre la mesa para taparme la cara con las manos, entre mis dedos observé cómo abandonaba el lugar. No, no iría tras ella, no dos veces en la misma tarde.
–Parece que la señorita no ha podido con toda la botella.- era la voz del camarero, eso seguro. Cogí con desgana el dinero que ella había dejado sobre la mesa y se lo mostré al hombre. -¿Será suficiente?- Él asintió, volviéndose sobre sus pasos. – Mierda…mierda.- Maldecí por lo bajo dejando caer mi frente sobre la mesa, ¿desde cuándo las mujeres pagan? No, eso no era lo importante, pero me molestó. Yo podría haberlo pagado sin necesidad de su ayuda. Giré la cabeza deteniéndome en vaso que había llenado, mi mano lo rodeó con suavidad, y comencé a darle vueltas, una parte de su contenido rebasó su límite, mojándome los dedos, me dio igual.
¿Qué querría decir con que podría encontrarla en el fondo de un vaso? Podría tener tantos significados….Me incorporé un poco para beber de su bourbon, mientras lo hacía pude ver lo que había grabado, era una dirección. No me lo pude creer, apuré el vaso intentando memorizar la dirección. Después cogí la llave de mi habitación y comencé a borrarlo, más por seguridad que otra cosa.
Trás ésto, cogí ambas botellas con una mano y el maletín con la otra, me despedí del lugar.
Daría buena cuenta de las botellas en mi habitación, tenía que pensar en: el viaje, y lo que suponía llevar con nosotros a Alma. Sí…pensar, era lo mejor.
Caminé por las calles con la cabeza en otro sitio.
[Off: Vale, he supuesto que te has marchado. A ver qué quiere hacer el señorito ]
Tristán Evans- Mensajes : 355
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