El Hotel de una noche {Megannée L. Bouvier} (+18)

Caminamos por el pedregoso suelo sin decir palabra, ¿porque para qué? Yo estaba bien tranquilo, y eso me hacía entrar en un estado de mutismo ¿tendría algo interesante que contar aquella joven? Bueno, eso habría que verlo.
A los cinco minutos tras haber ido a paso acelerado por las calles llegamos a la entrada del hotel, después de este día tan abrupto me cogería un buen resfriado, y eso no va nada bien con mi profesión ¡qué asco! Solté su mano aunque aún la tenía sujeta por la cintura, y me dirigí con ella al mostrador, la calefacción del lugar comenzó a hacer efecto. Todo el recibidor estaba plagado de espejos. Yo tenía mis manías a lo que concierne a los hoteles, si me gastaba dinero pensaba tener un buen trato, y unos lujos mínimos ¡claro!

-¿Qué desean señores?- preguntó el hombre, aunque ya me conocía.
-¿Está libre la suite 200?- pregunté sin más. Me pillaba cerca de mi habitación, no deseada patearme el hotel de un extremo a otro. El hombre se giró y miró el estante donde colgaban las llaves, afortunadamente la 200 estaba libre. Sonreí con satisfacción.
-¡Qué suerte! Tenga, ¿desea algo más?
-Traed lo que sea de comida…apúntelo en mi cuenta.- Le guiñé un ojo y nos dimos la vuelta. Una suerte que no exclamase mi nombre a los cuatro vientos, ya después de habérselo dicho o amenazado mil veces ya había desistido.
Mientras nos disponíamos a subir las grandes escaleras yo jugueteaba con el llavero, estaba ¿animado?
Había personalidades conocidas sentadas en los sofás del hall, que tuve que saludar con la mano. A ver qué se iban a pensar, yo no tenía que ocultar nada, nunca había traído una prostituta al hotel porque no había requerido nunca de sus servicios.

Al rato estuvimos en frente de la puerta, la cual no tardé en abrir, volví la cabeza hacia la joven y acaricié su mejilla con cierta ternura. La verdad es que me habría gustado tratarla con la pasión que me es propia, y de la que ella misma había sido testigo, pero ahora sería por el cambio de temperatura o yo que sé qué, mis impulsos se habían sosegado.

-Por favor.- murmuré haciéndola una señal para que pasara, ¡qué caballero! Cerré la puerta después con un golpe y me quedé mirando cómo caminaba, tan atrayente a los ojos, realmente la estaba acechando, ella no podría huir, pero sabía que no quería hacerlo, tampoco había nada que temer ¿no?
Las lámparas de gas ya estaban encendidas. En aquella habitación había una gran cama dorada, bien mullida, unos cortinajes del mismo color, unos sofás bastantes acordes, flores…en fin, de todo. Solo faltaba la comida. Sonreí al pensar en eso, de verdad tenía hambre.
-Ponte cómoda, guapa.- pasé por su lado conteniéndome la risa y me senté en uno de los sofás.

No paraban de caminar para nada, uno al lado del otro, pegados hasta mas no poder, casi iban al compás con los pasos. Mucho mejor sino querían correr el riesgo de caerse. Tampoco hablaban, bastante tenían con el frío que se les venía encima como para abrir la boca. Mejor mantener el calor hasta estar en el hotel.

Al rato llegaron, pasaron fugaces por el vestíbulo, penas le dio tiempo a distinguir la gente tan distinguida en tan caro hotel. ¡Cuánto lujo! Claro que ella no se gastaría ni un céntimo en un hotel de París a no ser que la ocasión lo requiera, teniendo la casa de sus padres tan cerca, le gustaba guardarse el dinero para los viajes y expediciones que hacía a menudo.
Se dio cuenta de los numerosos espejos que cubrían las paredes de la sala, mientras dejaba hablar al chico que le acompañaba con el hombre de detrás del mostrador, ella se detuvo un momento para ver la extraña pareja que formaban ambos. Estaba entrando en calor gracias a la calefacción del hotel y sus mejillas iban tomando algo de color, aunque considerando lo pálida que era ya, tampoco podía notarsele demasiado.
Sintió como su acompañante tiraba suavemente de ella, ya había tomado la habitación deseada y se habían despedido del recepcionista para ir subiendo las escaleras. Levantó un poco la mirada para fijarse en él, parecía contento, sonrió y volvió la vista a la gente que saludaba, a los que saludó también por educación con una leve inclinación de cabeza.

En un santiamén estaban delante de la puerta de la suite número 200. La abrió sin problemas, girándose después para dedicarle una caricia... no parecía nervioso o excesivamente desesperado por empezar. Entraron, lo primero que tuvo que hacer fue entrecerrar los ojos para acostumbrarse a la luz y tanto color dorado de la estancia.
Caminó un poco por la habitación frotándose los brazos con las manos, el abrigo le pesaba demasiado. Sintió pasar al hombre por su lado.

-Ponte cómoda, guapa -no hacía falta que se lo dijera dos veces, se quitó el abrigo con cuidado sin apartar la vista del hombre, el cual se había sentado en el sofá mas cercano, y lo dejó en uno de los brazos del mismo.
¿Hablar? Para qué, ¿acaso a ese hombre le importaba mucho su vida? Ya estaban ahí y sin embargo le desconcertaba que no se comportase como cuando le vio en la Iglesia. ¿Sería que habría perdido el interés en ella? Es un misterio, aunque desechó esa idea de inmediato. ¿Porqué sino le habría traído a esa suite?

Deja de pensar... Cerró los ojos un momento, ya se había acostumbrado a la habitación. Se llevó una mano al pelo, recogiéndose un mechón rebelde tras la oreja. Creyó escuchar en la conversación del recibidor que traerían comida, con un poco de suerte no tardarían mucho.

Vi como se quitaba el abrigo, yo aún no me lo había quitado. Así que me moví un poco y me deshice de él dejándolo a un lado. Aún no se había sentando, y eso no estaba bien así que me incorporé un poco para cogerla de la mano y así hacer que se sentase conmigo.

-¿Estás incomoda?- La pregunté cuando estuvo sentada junto a mí. No podía evitar acariciar su rostro, parecía tan 'buena' a simple vista, no me transmitía ninguna maldad, y eso me enternecía.
Había conocido a muchas mujeres al paso de los años, y sabía cómo podrían ser tan solo con lo que despedían sus ojos.
Puede que ese día no quisiera estar solo, como casi todas las noches, puede que estuviera nostálgico, puede muchas cosas, pero eso no quitaba que yo fuera un hombre y ella una mujer, y esos dos factores alteran mucho mi naturaleza.

Incliné mi cabeza un poco con intención de besarla, al principio algo ¿inseguro? ¡buah!, el roce de sus labios me estimuló por completo, hasta que la fogosidad se fue adueñando de mí, manteniéndola pegada a mí con mis manos, mientras comenzaba a jugar largamente con su lengua, me encantaba aquello. Aún estaba tranquilo, mi respiración no se había disparado la verdad, porque aún no me había propuesto perder la cabeza.
Me separé de golpe abriendo los ojos. –Mmmh…- arqueé una ceja sorprendido.
–Lo haces muy bien, espero que sepas hacerlo todo igual de bien.- sonreí divertido apoyando la cabeza en el respaldo mientras acariciaba el reverso de su mano.
Lo que más me confundía era que podría quedarme la noche así, quieto, mirándola detenidamente. ¿Pero quién me iba a creer si lo reconocía? Todo el mundo se esperaba de mí el que solo me interesase el sexo de una mujer, y en cierta manera tenían razón, pero quizá...habia algo más...que aún desconozco.

Llamaron a la puerta sacándome de mis vanos pensamientos. Me levanté pesadamente del sofá, y me contoneé hasta la puerta, dejé mi peso reposar sobre la pared para dejar pasar al botones que llevaba un carrito con varios platos y cestas. Sonreí débilmente.
-Aquí tiene, caballero.- comentó nervioso el joven.
-Será suficiente…- como siempre el “gracias” me lo comía. Se dio la vuelta y se marchó, obviamente no le iba a dar propina ¡iba listo! Cerré la puerta de nuevo y acerqué el carrito hacia la mesa del comedor contiguo a la habitación nupcial (porque eso parecía).
Me senté en una de las sillas y me puse el primer plato que tenía muy buena pinta. Unos muslos de pollo ¡geniales! Me giré al recordar a la joven. –Si quieres algo tendrás que venir.- la invité con una extraña sonrisa, volví mi cabeza al plato y me dispuse a incarle el diente ¡vamos!.



[Libre eres de comer lo que quieras xD]

Seguía examinando la habitación, nada, que el color dorado no iba con ella. Aunque el gusto en todo lo demás era exquisito. El hombre la tomó de la mano sin apenas notarlo y un instante después estaba sentada a su lado.

-¿Estás incómoda? – menuda pregunta. ¿Lo decía por el minúsculo detalle de estar encerrada en una habitación carísima con un hombre al que no conocía de nada? Sin duda ese personaje la confundía y atraía de una manera extraña, pero no, no se sentía incómoda, ¿quizá le había invadido una ola de timidez en el último momento? Puede ser, pero tampoco era momento de realizarse un auto psicoanálisis.
Negó con la cabeza grácilmente, queriendo así dar a entender una contestación negativa a la vez que sonreía de nuevo al ver que éste se inclinaba hacia ella con la clara intención de besarla. No se lo iba a negar, ella también quería. Apenas fue un roce al principio que fue estimulándose a medida que se profundizaba en el beso. Sus lenguas mantuvieron una larga disputa hasta que se separaron, ambos se dejaron caer sobre el respaldo del sofá.
Enarcó una ceja devolviéndole el gesto, claro que sabía hacerlo.

Se quedaron así, mirándose durante largo rato. No pudo dejar de pensar qué sería lo que a ese hombre se le estaría pasando por la cabeza. Ya no parecía el mismo que en la Iglesia, ¿podría un hombre cambiar así su personalidad? ¿O es que había algo que le había hecho cambiar su forma de ver la situación? Le sacó la lengua en un gesto divertido, la miraba tanto que ya empezaba a pensar que intentaba comérsela con los ojos.
Se incorporó al oír los golpecitos de la puerta, ya traían la comida. Se incorporó cuando su acompañante fue a abrir la puerta, pero no se levantó aun.
Despidió al chico del carrito con una sonrisa, los platos olían de una manera deliciosa. Se levantó arreglándose un poco el vestido, la costumbre, nunca le habían gustado los trajes tan pomposos, eran realmente molestos en su opinión. Se dirigió hacia la sala contigua a la suite y se apoyó en el marco de la puerta observando cómo su acompañante se esmeraba en colocar las cosas. No pudo evitar sonreírse.

-Voy.- caminó hasta la mesa y se sentó frente al hombre, descubrió un caldo bien calentito, lo que agradeció para sus adentros, sería lo último que terminaría por hacer entrar en calor.- Que aproveche –le dijo guiñándole un ojo. Le habría gustado saber al menos su nombre, pero no podía obligarle a decírselo, total, puede que ya no le volviera a ver, a saber qué pasaría después de aquella noche. Sólo esperaba que fuera una velada interesante y difícil de olvidar.
Sumida en esos pensamientos, cogió la cuchara y comenzó con su plato.

Fui siguiéndola con los ojos hasta que se sentó en un lado de la mesa, había escogido una especie de sopa, aquel plato comparado con el resto no era de lo más sustancial, pero tampoco quise discutírselo, quizá yo también tendría que haber hecho lo mismo. Sonreí un poco ante su comentario, y comencé a morder los muslos con ansia ¡Dios Santo! ¡Vino!
Busqué en el carrito alguna botella la cual dejé sobre la mesa, y luego tomé las dos copas de cristal. Imaginé que ella también querría aunque si no era así ya bebería por ella, lo tenía claro. Descorché la botella con las manos y derramé el contenido en ambos vasos con cierta soltura.

-Es de una bodega francesa muy buena.- comenté sin más volviendo a mi plato, y partiendo algo de pan, quizá debí moderar mis modales a la hora de comer, pero ¿para qué? Si estaba como en casa.

Mientras masticaba mis ojos iban surcando a la joven con un descaro tal que era alarmante. Una media sonrisa se fue dibujando en mi rostro. –Eres encantadora.- murmuré tragando, tomé el vaso y dí un sorbo corto a aquel vino, era impecable, dulce, ¿cómo sabría la muchacha? Divinamente seguro.
Y dejaría de comer para arrojarme sobre ella, tenía la imagen de mí haciéndolo en la cabeza ¿tan poderosos eran mis impulsos? Un poco de racionalidad…por Dios. Bajé la mirada inconscientemente, y es que el deseo iba aumentando a cada minuto. ¿Por qué me torturaba así? ¿Por qué esa necesidad? Estaba fatal del cabeza, reconocido.

Le miraba de reojo de ven en cuando, le hacía gracia, no podía evitarlo. Terminó la sopa rápidamente, estaba tan calentita que pronto se le abrió el apetito para tomar algo con más sustancia. Cogió el segundo, ya que el pobre chico lo había traído, al menos lo probaría, ¡faltaría más! Ya comenzaba con el asado cuando su acompañante le tendió una copa de vino, perfecto.

-Es de una bodega francesa muy buena –dijo y se partió un pedazo de pan. Ladeó la cabeza, mirando la botella. Cierto, tomó la copa y examinó su contenido oliéndolo sutilmente y probando un poco.
-Es perfecto –asintió y tomó un sorbo más largo, dejando la copa después para seguir con el asado que tenía delante. Notaba como el hombre la examinaba con la mirada, así que levantó la vista hacia él cuando se hubo metido el tenedor en la boca. Alzó la ceja con gesto entre interrogante y divertido. – Eres encantadora. -uy… Enrojeció un poquito.

-Y tu peculiar, pero no me desagrada –admitió mientras le repasaba a su vez. Volvió a coger comida con el tenedor y se lo llevó a la boca sin dejar de mirarle, no tenía intención de perderse nada.

Tampoco tenía pensando llenarme si pensaba rendir aquella noche, aunque quién sabe los cambios que puede dar la vida, en este caso la noche.
-Y tu peculiar, pero no me desagrada – Sonreí débilmente apartando los ojos de ella, nunca me habían definido de esa manera, puede que tuviera razón, no es nada malo ser peculiar, de todos modos decidí dejar de pensar en el tema, tampoco iba a hacer una montaña de un grano de arena, es absurdo.
-Con que peculiar ¿eh?- murmuré llevándome un trozo de pan a la boca. -¡Ay! Preciosa cuánto te queda por aprender…- clavé de nuevo mis ojos en ella con una sonrisa emprendedora y mal intencionada, arrastre la silla para levantarme, ¡já! Era el momento de crear el ambiente.
Me acerqué hacía la joven para colocandome a sus espaldas, finalmente reposé mis manos en sus finos hombros, fui descendiendo por la largura de sus brazos hasta llegar a sus manos haciéndola soltar los cubiertos. –Yo te lo enseñaré todo.- le susurré al oído. Me fascinaba el perfume que desprendían sus cabellos.

–Como siempre digo no estás obligada a hacer nada que no quieras.- “de eso ya me encargaría yo.”
Me coloqué a su izquierda apartando mis manos de su piel, y lentamente tomé su copa de vino, de la cual bebí por el lado donde estaba la marca de sus labios.
Con la mano que tenía libre fui desabrochándome la camisa, me entraban los calores. La copa quedó vacía a los segundos, la dejé sobre la mesa cuando me quedé con el torso descubierto. Volví la cabeza hacia ella y la sonreí, podríamos seguir comiendo un poco más tarde si así queríamos.

La invité con la mano a que se levantase, la quería a mi altura. Me las arreglé para que quedase de pie cuando comencé a forjar una conexión visual indestructible.
-¿No te parece a ti que aquí hace un poco de calor?- reí secamente ante mi observación alzando delicadamente su mentón con una de mis manos y rodeándola por la cintura con la otra, quedando de nuevo pegados, como me gustaba tenerla. Queria escucharla...antes de nada.

Ese hombre hablaba como si su experiencia no tuviera límites. No le conocía demasiado como para juzgar su talento, pero seguramente en comparación, él en su campo, fuera cual fuese, tendría mucha mano.

No le quitó los ojos de encima cuando este se levantó colocándose detrás de ella, posando sus manos en los hombros y recorriendo sus brazos hasta las manos, haciendo que soltara los cubiertos con un ruido sordo.
–Yo te lo enseñaré todo.- había dicho pegado a su oído, cerquísima suya.- Como siempre digo no estás obligada a hacer nada que no quieras .-¿como siempre dice? Qué mas dará eso... Al final será cosa de dos, no de uno.
Levantó la vista para observar cómo se bebía el contenido de su copa en un intento de parecer... ¿'sexy'? Fue siguiendo esos escurridizos dedos mientras se desabrochaba la camisa. Hm, ¿un poco de acción?
Le devolvió la sonrisa y aceptó la 'petición' de levantarse, situándose asi frente a él, bien pegados sin perder el contacto visual.

-¿No te parece a ti que aquí hace un poco de calor? -sus manos empezaban de nuevo a rozarla y apretarla más junto él. No podía obviar su torso al descubierto, hecho que de pensarlo le hizo entrar en calor, sintiendo el peso del pomposo vestido en ella. En ese momento solo deseaba quitárselo, no, mejor... Qué se lo quitara él.
-¿Sugiere entonces que nos pongamos más cómodos? Un poco más ligeros de ropa puede ser... -se inclinó un poco hacia él, juntando su pecho al suyo y alzando más el rostro para quedar a su altura, casi rozándole con los labios en un susurro.

-¿Sugiere entonces que nos pongamos más cómodos? Un poco más ligeros de ropa puede ser... – ¡Qué graciosa era! Pero razón no le faltaba. Sentí su pecho pegado al mío, haría que me descontrolara.
–Diste en el clavo.- sonreí dándole un toqué en su pequeña nariz. ¿Por qué me vino el recuerdo de mi hermana en ese momento? Porque era así como me comportaba con ella (descartando las intenciones indecorosas, claro) Me borré la imagen de mi hermana de la cabeza ¡era alucinante! Hacía años que no recordaba esas pequeñas cosas.
No dejé que mi rostro reflejase la turbación que pasó por mis ojos. –Tu vestido es muy bonito, sí, pero quizá…estarías mejor sin él.- mis manos fueron directas al cierre de su atuendo, demasiado voluminoso, demasiado llamativo para ir a una iglesia pero ¡quién sabe! Estas jóvenes de hoy en día…

Con la habilidad que de mis manos la prenda comenzó a ceder, y yo saltaba de júbilo por el hecho de que no se quedase pillado algún pliegue. La amplitud del vestido cayó al suelo, pero aún no estaba desnuda del todo, tampoco quise ir rápido, no había prisa, no ahora.
Giré en su propio eje quedando de nuevo a sus espaldas. La abracé por detrás en un gesto muy anómalo en mí. – Estás muy delgada encanto.- murmuré mientras acariciaba su vientre y con la otra mano uno de sus brazos. Con el abrigo no me había dado cuenta de ese dato tan significativo.
La mano que tenía en su vientre ascendió hasta posarse en uno de sus pechos, eran pequeños la verdad. No estaba acostumbrado a tratar con los de ese tipo, pero podría tener su morbo, besé su cuello en un arrebato de pasión, y la dí la vuelta.
La levanté por los aires y me dirigí con ella en brazos hacia la cama, donde la recosté, me senté a su lado con calma quitándola despacio los tacones, sus piernas estaban cubiertas por unas medias, normal en este tiempo. Pasé una de mis manos por ellas con cierto deseo, para después agarrarlas del extremo y comenzar a prescindir de ellas, sus piernas relucirían más sin ellas, como me gustaba y excitaba desnudar lentamente a una mujer. Volví a mirarla con cierta curiosidad en mis ojos:

-¿Quieres que vaya despacio o rápido?- Aunque quizá ella también quisiera llevar el control, pero estaba tan acostumbrado a llevar las riendas que se me pasó esa idea.

Era la última vez que se ponía un vestido así, para otras ocasiones contrataría ella misma a la modista. Pero bueh, es lo que tiene querer contentar a los padres, ¿no?

-Diste en el clavo.- hizo un pequeño gesto juguetón, o eso supuso. Arrugó la nariz.- Tu vestido es muy bonito, si, pero quizá… estarías mejor sin él.- en un santiamén había deslizado sus manos por detrás para quitarle la prenda consuma soltura, lo que le hizo mirarle de reojo con la ceja arqueada al tiempo que la prenda cedía, cayendo a su alrededor en un susurro. Ella siempre tenía la costumbre de vestir cómoda por dentro, pero bien, sin faltar detalle. Y ese día no se había descuidado, por supuesto. Miró al suelo para observar el vestido, uno de los que le había regalado ‘él’ le tenía especial cariño aunque no le entusiasmase demasiado, por el simple hecho de ser de él.
Salió de sus pensamientos cuando el hombre la rodeó colocándose detrás, posando una mano en su vientre y brazo y subiendo... ¿Delgada? Puede, demasiada acción y movimiento requiere su trabajo como no estarlo, pero en forma, eso siempre.
Soltó un grito ahogado al verse de repente por los aires, se sujetó bien hasta verse recostada en la cama. Su acompañante no parecía tener prisa, se tomaba su tiempo quitándole la escasa ropa que le quedaba, casi parecía una tortura, pero no le desagradaba. Quedó quieta, respirando lentamente mientras él le recorría las piernas bajando sus medias, ¡dios! Que a gusto se estaba sin ellas…

-¿Quieres que vaya despacio o rápido? -¿lo decía en serio? ¿Le dejaba opción a elegir? Se incorporó un poco colocándose de lado, apoyando la cabeza en una mano, mirándole. No dijo nada, ¿para qué? Para hablar estaban los cafés. Se mordió el labio, deslizó la mano libre desde su mismo costado hasta la camisa entreabierta de él, quería ver mejor lo que tenía delante. Apartó su camisa, acercándose a él al mismo tiempo, lo suficiente para comenzar a besarle el torso, deslizando la mano que había estado en la camisa siguiendo la línea de su vientre hasta los pantalones, rozando los botones.

No me contestó absolutamente nada, y por extraño que pueda parecer no me habría molestado que me diera cierta información, no preguntaba las cosas por preguntar, pero por qué iba a recriminárselo sino me conocía, nadie llegaba a conocerme, aunque… tampoco les daba la oportunidad, así que no pasaba nada. Era adorable, una pena que se hubiera topado con un tipo como yo, cosas del Destino como antes mencioné.
Observé lo que estaba haciendo, sus pequeños movimientos me inquietaron, no pude dejar de sonreír. Al sentir el contacto de sus labios sobre mi piel la sonrisa que antes tenía se fue desvaneciendo, su mano fue descendiendo provocándome un descontrol inimaginable. Era peligroso que tocase por allí abajo ¡Ah! La tomé del rostro con ambas manos y la eché hacia atrás fundiéndonos en un desbocado beso, acaricié su rostro con devoción, una de mis manos fue descendiendo hasta llegar a mi pantalón, fui desabrochando los botones mientras jugaba con su lengua escurridiza. Sonreí de medio lado cuando lo logré, me quité los zapatos usando mis propios pies, cayeron al suelo de golpe, no quería hacer nada que hiciera que me apartase de ella. Fui moviéndome poco a poco con el único fin de quitarme los pantalones, no fue fácil, ya que todo esto ocurría mientras me dejaba llevar por sus besos, no se podía estar a mil cosas a la vez. Cuando los pantalones quedaron a mis pies los lancé a no sé dónde.

Mis labios fueron bajando besando su mentón, hasta llegar a su cuello, el calor iba irrumpiendo en mi cuerpo, me quedé sobre ella, pero sin aplastarla. Alcé un poco la cabeza para mirarla a los ojos, una de mis manos fue en busca del inicio de aquella prenda ¡qué desesperación! ¿Por qué las mujeres se ponían esas cosas? ¡Incitaba a la castidad! ¡Dios, exasperante!

La quería como Dios la trajo al mundo, ni más ni menos. –Solo será un segundo.- murmuré cuidando la fuerza de mis manos, tampoco era plan de romper su ropa ¡por Dios! Mis manos lograron su cometido dejando gran parte de su torso al descubierto, no hice nada solo me quedé mirándola a los ojos.

Solo necesitaba de movimientos que correspondieran a movimientos, a sonidos incoherentes que fuesen igualmente correspondidos. Total, puede que ya no supiera mas de aquel hombre ¿no?

Alzó la vista para observar la reacción de él. No pretendía provocarle demasiado, solo lo suficiente para empezar a tener algo de acción. Se sonrió cuando se vio debajo suya. Aprovechó el tener las manos libres para pasarlas por su pecho, sus costados… Sus lenguas se encontraron y mantuvieron una divertida discusión mientras él intentaba quitarse los pantalones. Soltó una pequeña carcajada, seguramente visto desde fuera sería una escena un tanto cómica, pero calló en seguida cuando el hombre estuvo libre de la prenda.
Se arqueó levemente cuando éste empezó a cubrirla con sus labios, se cruzaron las miradas un segundo, ¿podía notar en su rostro algún tipo de desesperación por la prenda que ella llevaba? ¿Qué se esperaba, que fuera medio vestida? ¡Ja!

-Solo será un segundo –había dicho. ¡Dios, quería ayudarle! Llevó sus manos hasta las de él, sin apartar los ojos de los suyos, para ayudarle con dicha tarea.
Sólo se quedó mirándola ¿Tenía algo en la cara? Ladeó la cabeza, mirándole con la ceja enarcada. Notaba el rostro caliente. Se incorporó un poco sin dejar de mirarle, apoyada en un codo mientras que con la otra mano buscaba la nuca de él, acercándole a ella para comenzar a besarle el cuello dejando algún que otro mordisquito. Las piernas de ella comenzaron a moverse buscando enlazarse en las suyas.

La rodeé entre mis brazos dejandola sobre mí cuando no pude más con sus besos, la quité por fin la parte de arriba en su totalidad, y pasé mis manos por su suave espalda. Solo nos quedaba el pedazo de tela que cubría nuestros sexos, eso no sería problema.

–Esto es mucho mejor que la Iglesia ¿eh?- sonreí de lado mientras que mi mano derecha la atraía hacia mí, y así pegar mis labios de nuevo a los suyos, porque no me cansaba. Luego dejé que ambas manos acariciaran su cuerpo bajando hasta obligarla a colocar sus piernas a sendos lados de mi cuerpo, así parecía que tenía el control, mientras comenzaba a reír la dije:

-Querida, no creo que seas una mojigata en esto, no puedo excitarme solo.- la risa cesó cuando volví a besarla con furia, esperaba que no se hubiera enfadado por mi comentario, mis manos descendieron hasta posarse en su trasero, el cual agarraron, ¿de verdad que no podía excitarme solo? La tumbé de nuevo en el edredón y fui bajando la cabeza hasta llegar a sus pequeños pechos, que eran como pequeños tesoros, tenían su valor, eso sin duda. Los besé con cuidado al principio, para luego lamerlos con voracidad, mis manos me ayudaron a estimularlos, me recordaba a mi saxo, y por eso los traté como tal.
Comenzaba a notar como mi miembro se despertaba de la siesta, que curioso.


[xDD No me dejes a mi con todo el protagonismo jajajajaja ¡qué mala!]

Tsk… No dejaba de tocarla, moverla, besarla. Parecía como una croqueta dando tantas vueltas, pero aún quedaba alguna mas, ¡vaya si quedaba!

-Querida, no creo que seas una mojigata en esto, no puedo excitarme solo -¿no? Pues no lo parecía a simple vista. No dijo nada, dejó un momento más que saboreara su pecho, se le veía entretenido en ello y a ella no le disgustaba para nada, de hecho lo disfrutaba plenamente.
Se arqueó de placer cuando los tocaba de aquella forma, sintiendo como sus pezones se endurecían cada vez más. Sin duda tenía bien amaestradas las manos, ¿sería así para todo?

-Shh… -le chistó llevándose un dedo a los labios. ¿Le dejaría tomar a ella un poco el control? Pasó el mismo dedo por el pecho de este, empujándole un poco para indicarle que se apartara, estaba un poco harta de estar debajo, ahora le tocaba a él. Con un movimiento le dejó recostado en la cama, acomodándose ella encima de él, sintiendo como su miembro iba cobrando vida, bueno, no tardaría mucho en despertar del todo.
Paseó el dedo por su pecho hacia abajo por sus abdominales, abdomen, ombligo… mientras lo besaba levemente, rozándole con los labios. Con un movimiento de cabeza se echó el pelo a un lado, le molestaba. Siguió descendiendo sobre él hasta llegar al borde de su fina prenda, donde se detuvo para lamer donde comenzaba la goma mientras sus dedos atrapaban la tela para tirar de ella hacia abajo, descubriendo poco a poco su miembro. Miró hacia arriba para intentar descubrir algo en la expresión de él a la vez que con la punta de la lengua y las manos lo acariciaban con la intención de darle placer y estimularlo completamente.



{Owó pues parecía que lo querías, menudos meneos don sex simbol jajaja ¡pa malo tu! xD}

Vaya, vaya. “Me lave las manos” (por decirlo de algún modo) dejando que hiciera lo que se le antojase. ¿Quién era yo, más que un fiel siervo del placer?
¡Sí! ¡Sí! Ella había sabido leer entre líneas, me estaba haciendo imaginar lo que vendría después, pero no por ello dejé de disfrutar del recorrido de sus labios, estaba haciendo que me derritiese por momentos.

Cuando se echó el pelo a un lado sonreí, tenía el pelo muy largo para meterse en estos jardines, pero personalmente a mi no me molestaba…de momento no. Mientras pensaba estas cosas, noté como por ahí abajo comenzaba a experimentar una sensación placentera.
La muy picara estaba intentando alargar el momento, bueno quizá yo también lo estaba haciendo ¿para qué engañarnos?
¡Ay Dios! Comenzó a bajarme la ropa interior de esa manera que tanto me provocaba, me mordí el labio inferior mientras la observaba. En ese momento de pronto me había vuelto hiperactivo, pero debía quedarme quieto y dejarla a ella.
Cuando me miró yo la sonreí ¿estaba nervioso? No sé quizá quería dar comienzo al primer acto de una vez por todas y estaba ¿inquieto?

¡Ah! Me quedé maravillado mirando lo que hacía, me comenzaba a masturbar con suavidad, usando para mi suerte su lengua. Cerré los ojos centrándome en esa sensación que me embriagaba.
-Sométeme. – murmuré agitado. Acaricié su hombro con la yema de los dedos mientras echaba hacia atrás la cabeza entreabriendo la boca.


[Jajajajaja es el personaje...no yo :p]

Lo tocaba, lo acariciaba moviendo la mano vigorosamente contenta de la reacción que provocaba en él. Tampoco quería pasarse la noche masturbando a su acompañante, pero dar placer hacía que se sintiera poderosa, con algo de control, y eso le daba un toque irresistible.

Saboreó un poco más el instrumento, sintiéndolo palpitar entre sus manos, sus labios y su boca. Se moría de ganas de tenerlo dentro. Se incorporó un poco para quitarse la pequeña prenda que tenía para quedar como su madre la trajo al mundo. Se sentía orgullosa de su cuerpo, así que no tenía motivos por el que avergonzarse de verse así delante de un hombre, no es el primero ni sería el último.
Gateó lentamente por encima de él colocando las piernas a ambos lados de su cuerpo, mirándole mientras se acercaba, ¿tendría ganas de comenzar ya? De todas formas, ¿qué hombre se resistía al tener a una mujer tan dispuesta?

Se sonrió, deteniéndose un instante para colocarse, tomando una postura apropiada sobre él antes de hacer que la penetrara profundamente. Y sola, se agachó para que sus pezones rozaran su pecho mientras se endurecían cada vez mas debido al placer y la excitación.
Lo provocaba con los labios entreabiertos a la vez que paseaba las manos por su pecho y brazos.


{claro xD}

Cuán complacido me sentí al tenerla a mi disposición de esa manera, no quería que aquello terminase ni en mil años. Cuando abrí los ojos la vi que se había desnudado completamente, ya me habría gustado a mí quitárselo, pero estaba tan sumamente ido que se me escapaban esos detalles. Yo pretendía satisfacerla como ella antes había hecho conmigo, sin estar obligada a ello, pero gateó por encima de mí flanqueándome entre sus piernas, mi erección era asombrosa, dignísima de ver.

Hizo que mi miembro entrase dentro ella, no hay palabras. Se inclinó para así rozar su cuerpo contra el mío, una sensación única en un acto como este, el cual tanto estoy dispuesto a hacer, como todo hombre con un poco de vigor. Quise besar sus labios pero estos no estaban a mi alcance, qué tentación más dulce. Mientras ella pasaba sus manos por mi pecho y brazos yo coloqué ambas manos en cada una de sus nalgas, y comencé a ayudarla, aceleré el ritmo de sus movimientos como a mí más me gustase, y para que ella no se cansase.

Me acerqué a su boca para morderla el labio inferior, para luego intercambiar fluidos en un intenso beso, los gemidos no se hicieron de esperar a los pocos minutos.
-Qué suerte tengo.- fue tan solo un susurro que se perdió entre mi respiración y la suya.

Parecía querer alcanzarla, pero quería jugar, le parecía divertido dejarle un poco a su merced, pero también quería ver de qué pasta estaba hecho, aunque ya estaba más que demostrado que venía bien equipado.
Le dejaría hacer, si, que tomase el control ahora que la tenía encima para él, eso es lo que quería ahora, le tocaba a él ‘someterla’.
Notó como escurría las manos por tu cuerpo hasta situarlas en sus nalgas, acelerando el ritmo levemente, el roce y placer de sentir el miembro en su interior era delicioso.

Al bajar un poco el rostro hacia él, éste aprovechó para morderle el labio inferior, una exclamación de placer se escapó de entre sus labios antes de fundirse en un profundo beso, acallando así los gemidos que comenzaban a surgir.
-Qué suerte tengo.- le escuchó o eso creyó. Se sonrió bajando los labios de su rostro hacia su cuello, deteniéndose ahí para besarlo, intercalando algún que otro mordisquito suave con caricias de una de manos que había subido hacia allí.

Era delirante aquello, yo no podía pensar con claridad, estaba perdido entre aquel derroche de placer que destilaba por cada poro de nuestra piel, la intensidad de los movimientos no menguó en absoluto, tampoco es que quisiera ir rápido quería deleitarme de ese momento con ella. Si es cierto que cuando me acostaba con alguien no las tenía todas conmigo, por distintos motivos se podía acortar la cosa haciéndolo más intenso, o en cambio hacerlo eterno, hasta el cansancio. Bueno, no es un tema que estuviera pasando por mi cabeza en ese momento, ni mucho menos.

Ella continuó con su ritmo ¡qué melódico se estaba volviendo! La cogí de una de sus manos e hice que se “bajase”, recostándola a mi lado, yo me coloqué a su espalda, su espalda contra mi pecho, sí esa postura me encantaba y ella no se cansaría. Besé su cuello mientras levantaba una de sus piernas para así poder penetrarla con facilidad, todo instante antes de esa unión era como el momento antes de beber tras un mes de sequía, y así se esperaba.

-Yo te daré todo lo que necesitas.- la susurré al lograr alcanzar su lubricada vagina, mi amiguito entró en ella despacio, y así seguí unos cuantos segundos, desde donde estaba podía mirar parte de los cambios que sufría su bello rostro. Fui acelerando las embestidas escapándoseme suaves gemidos, con la mano que tenía libre recorrí su torso, acariciando su pecho para luego bajar hasta el inicio de su cúpula celestial (sí xD), allí me detuve masajeándoselo, estimulándoselo, tenían bien sabido que aquello a las mujeres las llevaba al éxtasis. No fui agresivo en mis movimientos, cosa que es extraña en mí. En un momento de confusión la pregunté su nombre, no sé si me habría escuchado, yo seguí con lo mío.

Era como un trance, un mundo ajeno a lo que afuera había, era como un instante para ellos, en el que se podía simplemente preocuparse y disfrutar de darse placer el uno al otro.
Se detuvo un poco más, sin menguar los movimientos incitada por las manos de él en sus nalgas, el roce de ambos cuerpos producía que la piel se le erizase, provocándola para seguir explorando con los labios cada zona descubierta del cuerpo de él a la que tenía acceso desde esa posición.

Hubo un momento en el que él la invitó a bajar para acomodarse en otra postura, sentir la dureza de él a su espalda hacía que sintiera más deseos de tenerle. No le costó subir la pierna un poco, sintiendo su duro miembro contra su sexo.
-Yo te daré todo lo que necesitas.- ¿pretendía derretirla con esa voz sugerente? De esa forma lo estaba consiguiendo, sin duda.
-No dudo de que lo harás.- le respondió en el mismo tono, notando ya como la penetraba lentamente ahogando así las últimas palabas en un suspiro placentero cuando lo tuvo dentro de ella.
Un torbellino de sensaciones volvió a ella cuando los movimientos se sucedieron, notando las contracciones y el ir y venir. Cerró los ojos un momento, disfrutando de aquello. Soltó una pequeña exclamación de sorpresa cuando él llevó su mano a su sexo, estimulando su clítoris e inconscientemente llevó la suya, dejándola sobre la de él para acompañarle en dicha tarea, sintiendo que sentía hasta casi quedarse sin sentido.

Me fijé en su rostro mientras estábamos realizando aquella maravillosa unión, estaba ida por completo, eso me agrado, significaba que lo estaba haciendo bien, me gustaba el tacto de su mano sobre la mía, la cual estaba haciéndola olvidar este mundo terrenal para así sobrevolar un mundo glorioso, le quedaría poco para llegar al clímax, las mujeres solían alcanzarlo antes, que cosas… aunque hay de todo.

Seguí moviéndome con el fin de abandonar al igual que ella el tiempo, los sueños, las ataduras, todo, después ya habría tiempo para pensar en este tipo de cosas. Fui notando el calor que provenía de su sexo, reprimí los jadeos mordiéndome el labio inferior, con un meneo persistente.
Ya estaba lo aprecié en mi miembro, la señorita había terminado ¡qué excitante! Aquello me motivó a continuar, necesitaba moverme más rápido, así que incorporándome un poco, la volteé para quedar cara a cara, ella bajo mío, estábamos ardiendo y yo ardía en deseos de sucumbir ante ella. Intentaría no correrme dentro de ella, no quería luego sustos ‘varios’, que…a saber…

La volví a penetrar con soltura y me moví a la velocidad que me era capaz de dar mi propio cuerpo, apoyé mis antebrazos en el colchón y así observar sus facciones, en un momento mis ojos se cerraron. -¡Dios!- exclamé a puntito ya de terminar. –Sepárate de mí.- la advertí en un gesto de ¿amabilidad? Solo la hacía un favor a ella, a mi no me beneficiaba para nada, pero en fin…

Se sentía abandonarse al placer, un calor intenso como el fuego la recorrió de arriba a abajo al notar que llegaba a la cumbre para luego descender a las profundidades del cañón, o al menos así podría describirse para ella lo que sentía en aquellos momentos.
Sin embargo no acabó, siguió temblando de placer cuando él la giró para acabar frente a frente. Se arqueó en su contra, haciendo que la penetrase mas profundo. Esto la desconcertó, normalmente el éxtasis duraba un momento, pero no por ello dejó de darle placer a su acompañante hasta que este hubo acabado.

-¡Dios! -ahogó un grito de placer casi al unisono, ya estaba casi- Sepárate de mi -no tenía ni que decirlo dos veces, no quería sustos y menos de esa índole. Se separó con lentitud, observando como el duro miembro de él palpitaba saliendo de su interior. Se mordió el labio inferior, apartándose el pelo mientras se incorporaba un poco para colocarse a la altura de él.
Escurrió una de sus manos hacia su amiguito, ayudándole a terminar con la tarea... Le estimuló mientras que con la otra mano le atraía por la nuca hacia sus labios, besandole con ansiedad moviendo la boca sobre la de él.
-Córrete amour... -le pidió en un susurro, recorriendo con los labios su rostro.

Y así hizo, se separo dejándome en un completo abandono de mis facultades, yo ya estaba punto de tocar mi propio Edén y ella me ayudó a hacerlo. Mientras tanto me besaba con agitación, no iba a tardar mucho más si seguía así.
-Córrete amour... – Gemí de placer al escucharla, usó las palabras idóneas, abrí ligeramente los ojos para verla mientras me sentí transcender.
–Sí…- jadeé gustoso arrebatándole fieros besos, su mano se movía de tal manera que no pude más, mis fuerzas se desvanecieron, mi visión se nubló y así mi munición comenzó a salir. Mi corazón estaba a mil por hora, bajé un poco la cabeza para ver cómo mi semen se escurría entre sus finos dedos. ¿Iba a decirle ‘gracias’?

Me dejé caer en la almohada rendido, para luego incorporarme y levantarme de la cama. Me fui directo al baño, donde humedecí dos toallas, con una me aseé un poco y la otra se la arrojé a la señorita por si se quería limpiar cuando volví a la habitación nupcial. Iba completamente desnudo de un sitio a otro, pero ¿para qué taparse? Fui donde antes estábamos comiendo y rellené las dos copas con vino.

Después volví a sentarme en la cama y la ofrecí una de las copas. Estaba sediento. Reposé mis piernas sobre la cama mirando a la joven. -Te quedarás a dormir ¿no?- Intenté poner ojitos, pero era algo que no se me daba bien, sonreí antes de volver a dar un trago a la copa. –No son horas de que una señorita como tu ande sola por las calles, y después de todo… ¿Dónde podrías estar mejor?- pregunté acariciando su frente con dos de mis dedos.

Ayudó a su acompañante hasta que hubo acabado. Entre besos cargados de deseo y sonidos incoherentes él también alcanzó el placer.

Se recogió en sí misma, pensaba preguntar por el baño pero él se le adelantó yendo antes. Bueno, entonces esperaría a que acabase y luego entraría ella. Cuando le vio aparecer por la puerta hizo ademán de levantarse, pero él se le había vuelto a adelantar ofreciéndole una toalla húmeda, la cual cogió al vuelo y aprovechó para asearse un poco. Se apartó el pelo para pasársela por el cuello y luego el pecho, tenía calor.
Observaba al hombre por el rabillo del ojo, si, algo de beber estaría bien… La aceptó sin vacilar con una sonrisa en los labios y bebió un poco, acomodándose mejor en la cama.

-Supongo que si, como bien dices, no son horas para que deambule por las calles –cierto, a saber la de cosas que podían pasarle a una joven a esas altas horas en unas calles como esas, que por bien iluminadas que fueran o hubiese gente, no hay que fiarse.
Le miró un momento, no sabía si hacía bien quedándose a dormir en esa habitación o no, bien podía ella misma pagarse una tranquilamente, pero tampoco quería despreciar el ofrecimiento.- Merci… -dijo simplemente, sonriendo tras la copa.

Bien, se quedaría pues. Al menos me sentiría un poco aliviado por el hecho de que no la pasase nada, aunque si así fuera ¿me importaría?
“Con que francesita…” La verdad es que yo no hacía ascos a ninguna mujer fuera de la nacionalidad que fuese.
Dejé mi copa sobre la mesilla de noche y agarré los extremos del edredón para taparnos, así aún calientes cogeríamos una pulmonía ¡y yo no me lo podía permitir bajo ningún concepto!
Cubrí su sinuoso cuerpo, me tentaba demasiado, estaba seguro de que podría volver a la acción en cualquier momento, la sonreí pícaramente y me tumbé completamente bajo las sabanas con un suspiro.

-Ahora podríamos hablar un poco antes de coger el sueño.- reí un poco colocándome de costado para mirarla, misteriosamente después del coito solía estar más comunicativo y ¿agradable?
–Dime linda ¿a qué te dedicas?- pregunté mientras jugaba con mis dedos sobre su vientre, los cuales ascendían dibujando claves de sol por su piel.
–Porque…imagino que te dedicaras a algo ¿no?- sonreí con naturalidad ¿y si me respondía algo que no quería oír? Sencillamente no sabía nada de ella, solo su destreza en la cama, que para mí era notable.