In the Nightside of Eden - París

Francia me gustaba, sobre todo por su bello arte arquitectónico. Pero esta noche no era alguna construcción la que llamara mi atención, puesto que ya las había contemplado lo suficiente después de todos los largos viajes que había hecho hasta allí. No, esa noche era su arte, la pintura, lo que me atraía tanto.

Apenas desperté y salí del ataúd, y por ende del mausoleo en donde dormía, fui en busca de algún museo que saciara mi sed de arte y muda contemplación, aprovechando que aún había algunos que se encontraran abiertos. No era muy tarde, pues por mis años despertaba apenas el sol dejaba de brillar en el infinito cielo, así que el primer museo que me encontré, en el centro de París, aún permanecía abierto al público.

Una sonrisa asomó a mis labios, mientras entraba al lugar. Iba vestido como cualquier otro joven de clase media, puesto que las ropas las había conseguido de mi presa apenas hube salido del atúd, encontrándolo en el cementerio mismo, visitando la tumba de algún ser querido... Pero era preferente no pensar en ello. El arte que aquí se exhibía merecía mayor contemplación.

El museo. Quizá no tenía mucho sentido que estuviera ahí teniendo en cuenta que yo no entendía de pintura. Pero yo tenía mis motivos, o más bien, mi motivo. Tenía tres opciones: Podía quedarme en casa y aguantar a mi prometido como una chica buena ante mi padre o bien irme a pasear por algún lugar de París y estar todo el día enfadada por la presencia de aquel bastardo. Lo que se me apetecía más era ir al museo. Dicho estaba ya que no entendía de pintura, pero me gustaba admirar los cuadros y dejar que sus colores me absorvieran.

Había salido temprano, tan pronto como me había despertado y había escuchado la voz de aquel ser hablando tan hipócritamente con mi padre. Todos pensarían que seguiría durmiendo, los sábados me dejaban descansar hasta tarde por lo que no tendría problema. Además, nadie me reconocería puesto que ya me estaba poniendo un conjunto de mi padre. Lo mismo de siempre recién lavado y planchado.

Caminaba con tranquilidad y bien abrigada para no morirme de frío. Me reconfortó el calor acogedor del interior del museo y tan sólo acababa de llegar cuando un cuadro me atrajo. Me quedé mirándolo fijamente.

Luego de estar algunos minutos contemplando cada mínimo detalle de aquella pintura que tanto me había atraído, continué desplazándome por el museo, observando cada cuadro e imagen que se presentara frente a mí, cada tono, cada pincelada. Ciertamente gracias a mi vista vampírica, más agudizada, podía captar cada imperfección de los cuadros e imágenes aunque no quisiera, pero aquellos defectos mínimos eran los mismos que le daban vida a la pintura, captando así la perfecta imperfección que nos rodea. El arte me abstraía por completo...

El museo en esos momentos, con el paso del tiempo, ya estaba mucho más desierto. Cuando desvié mi vista observando a mi alrededor, sólo pude ver a un humano solitario de espaldas a mí, vestido con prendas similares a las mías. Pero algo me llamó la atención en cuanto percibí un perfume, el aroma inconfundiblemente era femenino y emanaba del humano que estaba allí. Eso me confundió e hizo que por un momento mi vista y atención se concentraran de lleno en él, con una curiosidad contenida que apenas sí podía aplacar.

Luego de debatirme unos segundos, decidí acercarme para comprobar si de él provenía realmente el aroma, aunque no desconfiara de mis sentidos. Lentamente y haciendo notar mis pasos en el silencio, para así no causar el efecto de una sombra que aparece a su lado, me acerqué al humano, como si en verdad fuera la pintura que contemplaba la que me hubiera atraído.

De reojo, pude apreciar las facciones del joven,demasiado femeninas. Incluso más que las mías, pero no podía creer que hubiera otro ser tan o más andrógeno que yo. Me parecía improbable... Además, pude comprobar, al estar a su lado, que ciertamente de él emanaba aquel perfume femenino, aquella escencia. La curiosidad me carcomía, pero supe contenerla y no abrir la boca, sólo figiendo ver el cuadro que llamaba su atención mientras las posibilidades se agolpaban en mi mente... Haciéndome fruncir ligeramente el ceño con gesto de confusión.

Tantos cuadros para ver y tan poco tiempo... Y para rematar, aquél en concreto me había dejado prendada. Estaba muy concentrada en él pero igualmente escuché los pasos de alguien acercándose a mi ubicación. No era difícil detectar el sonido que hacía aquella persona al andar pues prácticamente estábamos nosotros dos y alguna que otra persona que estaba a punto de irse.

No me equivocaba, venía directo a donde me encontraba. Me aparté un poco para dejarle espacio y que también pudiera admirar el bello cuadro... Aparté mi mirada de la obra de arte un momento para llevarla a la persona que se me había acercado. Era una mujer muy guapa... No, un momento, no tenía rasgos de mujer. Su bonito cabello era largo pero sus facciones eran las de un hombre. Él me estaba mirando y no pude evitar ponerme nerviosa.

''Calma, corazón, calma''-pensé. No podía seguir así, no me estaba mirando porque admirara mi físico, no sabía por qué lo hacía realmente pero no era por ello, ahora parecía un hombre. Frunció el ceño y no pude evitar asustarme por lo que tragué saliva y miré al cuadro una última vez. Después fui hasta otro cuadro para disimular

Tal vez había resultado demasiado obvio, puesto que el extraño chico se percató de que le observaba. Un humano no se habría podido da cuenta, pero así como veía cada mínimo detalle de las obras de arte, también los veía en sus facciones. Noté su nerviosismo y la tensión casi imperceptible de su rostro. También, cuando mi miró y yo le miré, pude estar seguro de mis sospechas y de que no me había equivocado.

Sus facciones eran demasiado femeninas, al igual que ese delicado perfume que emanaba su cuerpo. Y luego, cuando se alejó evidentemente nervioso por mi mirada, estuve totalmente seguro. Su forma de caminar no era la de un muchacho. Era la de una dama, el suave movimiento de su cuerpo y la delicada forma de caminar la delataron. Una bella dama vestida de varón. "¿Por qué?", me pregunté.

Pero aquella curiosidad mía, que de vez en cuando se acctivaba, ya no me dejaría en paz. Quería, pese a que las relaciones con humanos no me gustaban si no eran absolutamente necesarias, conocer a aqeulla mujer y la razón de por qué se vestía como hombre. En cierto modo, me recordaba a mí, a mi pasado y a lo que tantas veces había hecho por un fuerte motivo. ¿Tendría ella uno así de importante para vestirse como alguien del sexo opuesto?

Decidí averiguarlo. Tal vez aquella humana me llamaba tanto la atención por algo más, peor no sabía qué. Su actitud ya era una cosa, sus motivos pme interesaban porque me recordaban a mí, pero aún así... Finalmente, dejando a un lado mis dudas y cuestionamientos, decidí acercarme otra vez, saber sus motivos, conocerle. Era esa clase de humanos que en verdad llamaba mi atención, tanto como para llenarme de dudas. No es que fuera a darle el don oscuro, sólo quería conocerla... Ahora, si lo haría algún día, eso no podría saberlo, como en cambio ya lo sabía cuando conocí a mi bella violinista y la transformé la misma noche. Con esta humana, sólo saciaría mis molestas dudas.

Una vez que estuve nuevamente a su lado, sin dejar de observar al mismo tiempo la pintura que ahora captaba su atención, le hablé con voz suave, en un murmullo delicado que sólo ella podría oir sin tener que hacer muhco esfuerzo tampoco:

-Es una hermosa obra, ¿no le parece? -hice una pequeña pausa, esperando a ver su reacción antes de continuar- Mi nombre es Luca Andreini, es un placer -dije finalmente, volviendo la vista hacia ella y más en específico hacia su rostro, con una amable sonrisa que no dejaba ver mis colmillos.

Aquel cuadro no me atraía tanto como el otro, pero el problema era que aquel hombre estaba frente a él y me sentía observada por él cuando lo tenía al lado. Intenté distraerme mirando aquel cuadro cuyos colores eran más apagados y demasiado neutros, no me llamaba la atención y no era por los colores solamente, era por lo que expresaba. Si bien no entendía de arte, me gustaba admirar los cuadros y sacar interpretaciones de ellos sin leer los títulos.

A pesar de que el cuadro no me gustaba, seguí con la mirada fija en él, no fui capaz de mirar hacia atrás para ver si seguía donde lo había dejado o si se había acercado a mí de nuevo. Si volvía a mirarme de aquella forma saldría corriendo enseguida, ya tenía suficiente con Albert Dupont como para que ahora me acosara otro tipo... Lo vi por el rabillo del ojo, otra vez a mi lado, pero en esta ocasión miraba el cuadro. Igualmente comencé a contar hasta tres, para después huir de allí. Pero cuando ya iba a decir tres en mi mente, el hombre habló.

- Yo soy... Alexander... Sólo Alexander.-dije poniendo voz masculina, cada vez sonaba mejor. Había conseguido perfeccionarlo.- Sinceramente, es un cuadro poco atractivo, al menos a mi criterio pero no soy un experto en este campo.

Su voz sonaba ronca, casi masculina, pero sabía que fingía. Había tonos y notas que podía captar más allá del oído humano y que me afirmaban que ella era una mujer, que sencillamente podría pasar por hombre al lugar al que fuera. Su actutid, ese actuar y fingir, cada vez mas familiar en mis propios recuerdos, era lo que más me había llamado la atención hasta ahora. Pero, puesto que para ella yo era otro simple humano, decidí seguirle la corriente, como si estuviéramos actuando en una pequeña obra de teatro. Yo no era tan buen actor ni jamás lo había sido, pero podía intentarlo.

-Un piacere... -le dije, haciendo una leve inclinación de cabeza y tendiéndole mi mano, tibia aún por el efecto de la sangre recién consumida en mi cuerpo. Escuché su opinión sobre la pintura y luego volví a contemplarla, puesto que antes no lo había hecho realmente. Tenía sus tonos oscuros y opacos, una belleza perturbadora difícil de apreciar pero que aún así le daban cierto atractivo oscuro y solemne.

-Tiene su encanto, es perturbador como seguramente era la presencia de su artista, oculta secretos que no todos podemos apreciar. A mí me agrada, su oscuridad y opacidad le brindan una especie de belleza irreal que altera el aura de quienes la observan... ¿No le parece? -le pregunté, luego de analizar la obra y volviendo otra vez a mirarla. La pintura me pareció que era como ella, llena de misterios, llena de secretos...- No necesitamos ser expertos para interpretar nuestra propia reacción ante una obra, que finalmente incluye el alma de quienes la contemplan...

Seguía sintiéndome extraña y cohibida estando junto a aquel hombre, aunque no sabía por qué. Quizá porque el único individuo del sexo masculino con el que me había relacionado sin que fuese mi padre era Albert Dupont, una escoria. Y sólo me quedaban dos años para encontrar a alguien a quien amar de verdad y que me correspondiese, lo veía muy complicado puesto que los hombres de la época te hacían halagos pero sólo por cortesía, no porque fuera cierto.

Era italiano, o al menos tenía por costumbre hablarlo. Le sonreí asintiendo con la cabeza y le estreché la mano. Acto seguido empezó a hablar como si fuese el guía del museo, me dejó perpleja. Al tiempo que escuchaba lo que decía iba pensando qué podría responderle a semejantes argumentos. Después de eso miré otra vez al cuadro, visto de aquella manera tenía razón. Pero a mí me hacía sentir frío, soledad.

- Oh... Qué profundo...-estaba tan concentrada en el cuadro y en la opinión de Luca que olvidé hablar con mi voz grave. Mi vista fue hasta él de nuevo mientras me llevaba las manos a la boca. Yo sola me había descubierto, pero qué tonta era. Rápidamente me di la vuelta y caminé hacia la salida con rapidez, si me descubría y conocía a mi padre seguramente me acusaría de estar fuera de casa a aquella hora.

Ella pareció abstraerse en lo que dije, analizarlo. Por respeto a ella y a su privacidad, no quise entrar en su mente, no quería ser tampoco como los otros vampiros. Además, ¿cómo faltarle así el respeto a una dama? Daba igual que ella jamás se entarara...

Su vista volvió de mi rostro al cuadro, a verlo quizás a través de una nueva perspectiva que era la que yo le habría influenciado. Entonces volvió a hablar, después de que yo terminara. Allí cometió un error en la obra, la actuación había bajado su telón y dejado al descubierto a los actores y ya no más a los personajes. Su voz era completamente la suya, femenina, delicada, suave. Hermosa. Atrayente.

Pero ella también se dio cuenta de su error, y luego de observar mi rostro y cubrir su boca con ambas manos, salió huyendo de allí, caminando con rapidez. Yo justo iba a decirle algo, pero ella ya se había marchado... Y me quedé unos segundos allí, dudando de si alcanzarla o no, para finalmente decidirme a ir tras ella.

-Hey, ¡espere! ¡Por favor! -la llamé, con mi voz suave y un poco ronca, caminando velozmente y dándole alcance en menos de medio segundo. Pero obviamente, no aparecí frente a ella o a su lado como una sombra, sino que suavemente posé mi mano sobre su hombro por la espalda deteniéndola, esperando así no asustarla.

-Espere, por favor... -le susurré, suavemente, soltando su hombro y colocándome a su lado, mirándola intensamente con un brillo inocente en los ojos, con la mirada de alguien que promete no develar jamás un secreto. De alguien en quien se puede confiar, pues en mí se podía.

¿Por qué no corría? Porque estaba en un museo, y era algo tan respetable como una iglesia por lo que me parecía de malos modales aquello. Iba muy deprisa, sin embargo. Mis largos paseos y mis escapadas por la ventana de mi cuarto me habían dado una buena forma física por lo que podía andar muy rápido si quería. Sin embargo, él no parecía pensar lo mismo que yo porque me alcanzó muy rápidamente a pesar de que yo había apresurado el paso después de que me llamara esperando que me parara.

Noté su mano en mi hombro y no pude evitar parar en seco, casi cayéndome al suelo. Tenía mucha fuerza y yo, aunque tuviese resistencia, era muy floja. Probablemente no podría ni con otra mujer de lo débil que era. Después se puso a mi lado y me miró de tal forma que me sentí cohibida.

- ¿Qué quiere de mí, monsieur?-pregunté con voz titubeante tras apartar la mirada.

Le sonreí dulcemente, mirándola con profundidad tras esa pregunta suya. Apartó su mirada, como si con eso consiguiera poder huir de mi presencia. Parecía más que asustada, pero yo no quería que lo estuviera. Su voz titubeante le daba un timbre aún más dulce a su voz, y formaba un costraste demasiado brusco con las ropas que llevaba, aunque no la hacían verse mal. Una mujer vestida de hombre, original, libre.

-Tranquila, señorita... -le dije suavemente, manteniendo mi sonrisa. Pero no sabía qué contestarle en concreto sin asustarla y sin parecer descortés, y de pronto me encontré en el dilema de que no sabía exactamente qué era lo que quería. ¿Saber sus razones? ¿Por qué? Ahora era yo quien titubeaba, pese a mí mismo, mientras fruncía suavemente el ceño y bajaba mi mirada. También, sentí un ardor familia en mis mejillas, me estaba ruborizando.

Volví a mirar a la señorita, sintiéndome un tanto ridículo y confundido, deseando huir de allí lo más rápido posible. Sí, qué ironía, puesto que ahora era yo quien huía de ella. Me alejé de ella un paso, sintiéndome cada vez más ruborizado, para finalmente tartamudear una respuesta.

-L-lo si-siento señorit-ta... Lo-lo si-siento -dije sin más, disculpándome torpemente y decidido a dar media vuelta e irme. ¿Qué motivo tenía para quedarme allí? ¿Y por qué me importaba tanto?

-Sólo quería... sólo quería saber p-por qué usted... usted... -tartamudeé, levantando el rostro, mirándola a propósito para que entendiera lo que quería decir. El por qué de sus ropas que no podía preguntar.

Comenzaba a sentirme atraída de alguna forma hacia aquel hombre, era tan extraño... Pero no sabía cuál era la razón. ¿Tal vez porque él parecía interesado en mí? El corazón me dio un vuelco al ver su comportamiento. Que un hombre titubeara aún más nerviosamente que yo me sorprendía y me enterneció, era el primer hombre al que había visto de aquella manera tan tímida.

La decepción me golpeó como un mazo, aunque no sabía por qué, cuando me di cuenta de la razón por la que me había estado mirando. Yo volví a mirarlo, esta vez a los ojos, y le aguanté la mirada con mucha timidez y pudor.

- Porque la ropa y los zapatos femeninos son muy incómodos, odio los corsés. Y porque si alguien me reconoce se lo dirá a mi padre, y se enfadará por estar fuera de casa a estas horas, más aún cuando cree que estoy durmiendo en mi habitación.-acabé suspirando y apartando la mirada de nuevo, ya no podía soportar más mirarlo a la cara. Ahora ya tenía lo que quería y se iría, por alguna razón que aún no conocía deseaba que se quedara. Decidí irme yo primero.- Será mejor que me vaya...-murmuré, pero no fui capaz de moverme, no pude, o quizá no quise hacerlo. ¿Por qué? Probablemente porque prefería estar en cualquier sitio antes que bajo el mismo techo que Albert Dupont, individuo que para ser de clase alta se pasaba los días en mi casa. Aunque su carácter y sus modales conmigo dejeban mucho que desear.

Luego de que terminara de hablar, o mejor dicho tartamudear, me pareció ver cierta reacción de enternecimiento en su rostro, mientras sostenía mi mirada. Pero luego, su expresión delató decepción, y me pregunté el por qué. Ella cada vez más me llamaba la atención, sus expresiones y facciones tenían algo especial, ella era tan cautivante como una obra de arte.

Habló y me explicó mientras sostenía mi mirada, el por qué, pero eso no me dejó conforme. No quería irme ni que ella se fuera. Quería saber más. Quería descubrir qué era lo que tanto me atraía de ella, aparte de sus ropas, qué era lo que tanto me llamaba la atención. Tantas dudas en mi cabeza se volvían desesperantes, era como ahogarse en un mar de dudas y temores del que difícilmente se podría salir. Todo esto era lo que ella provocaba en mí, afectaba mi curiosidad.

-No... Por favor, no se valla... -le pedí en casi un susurro, pese a que ella no se había movido de su sitio. Sólo había vuelto a desviar su mirada y yo la mía, me sentía incapaz de volver a mirar sus ojos profundos.

-Déjeme conocerle... -terminé por susurrar, casi inconcientemente, incapaz de volver a verla. Mi mirada estaba gacha y mis dedos permanecían entrelazados entre sí. Liberé un último suspiro -vale- dispuesto a dejarla marchar si eso era lo que ella quería...

''Vamos''-dijo una voz en mi interior. Mi cerebro ya estaba preparado, a punto de dejarme mover mi cuerpo para dar un paso tras otro y alejarme de allí para no volver a ver, probablemente, nunca más a aquella criatura que me daba escalofríos y, que al mismo tiempo, me incitaba a quedarme con él. Sí, ya iba a marcharme para siempre pero sus palabras me detuvieron, mi voluntad no era más grande que su voz y su presencia, era como si una gruesa cuerda tirase de mí sin que yo pudiera resistirme.

Si me hubiese dejado llevar por mis impulsos y mis arrebatos le habría dicho que me quedaría encantada pero me contuve a tiempo, por suerte tenía la capacidad de no meter la pata de esa manera. Mi boca ni siquiera se abrió para decir en voz alta lo que había pensado. Recapacité mejor y después hablé.

- ¿Por qué quiere conocerme?-pregunté volviendo a mirarlo.

Ni ella ni yo nos movíamos, parecía que algo nos retenía allí y nos impedía marcharnos, como seguramente ambos queríamos. Ella se notaba tan incómoda con la situación como yo, pero pese a todo, no se marchaba. Yo hacía lo mismo, aunque no tenía muy en claro el por qué.

Ella luego pareció meditativa, pensativa. Mi curiosidad me decía que entrara en su mente para así saber en qué pensaba, pero no quise hacerlo, no quería ser como el resto de los vampiros que conocía. Era como si de alguna forma quisiera hacer perdurar en mí la virtud de la honestidad y esa inocencia que me caracterizaba, pese a haber dejado todo aquello apenas me convirtiera en un vampiro. Quizás mi inocencia también la habría perdido en algún paraje olvidado de mi vida, pero mis razgos eternos parecían que aún no se daban cuenta, no querían abandonarle.

Hizo una pregunta, mirándome. El "por qué" de todo, otra cosa que siempre sería eterno. La justificación de las cosas, de los actos, de todo. Yo también perseguía esa incógnita a lo largo de mi vida y de distintas formas, sin encontrarlo jamás. El por qué de ésto. El por qué de que ahora yo deseara tanto conocer a la humana vestida de hombre que me observaba esperando una respuesta adecuada.

-Porque usted, señorita, es una obra de arte como la que acabamos de observar... -le respondí, sosteniéndole la mirada fijamente, sin pestañear casi. Y ella lo era, ella rebosaba misterio, perturbación, era increíblemente perturbadora. Quizás por eso también quería conocerla.

Además de sus motivos más profundos, quería entrar en su mente, conocer cada rincón de ella, pero de una forma distinta a las que usan el resto de los vampiros: Que ella fuera quien me guiara por su interior, y que de paso... No estaba muy seguro, aunque podía ver en su mirada que era alguien en quien confiar... Me gustaría poder dejar de ser actor eterno y hablar con libertad, que ella también lograra conocerme... Pero no quería asustarla, jamás lo permitiría si mis expectativas se cumplían y lograba formar con ella una especie de amistad.

Yo seguí expectante, sin moverme, mirándolo a los ojos –algo que no solía hacer normalmente- mientras esperaba una respuesta por su parte. Pero de igual modo seguía sintiéndome extraña y nerviosa. Mi empatía me hacía notar a parte de mis propios sentimientos, también los suyos parcialmente, parecía estar igual de nervioso que yo, no lo entendía. Parecía ser que era demasiado tonta para darme cuenta de lo que pasaba, de algo muy importante para los dos.

Observaba la expresión de su rostro, complicada de descifrar, era como si estuviese hecha de porcelana, como si se fuese a romper con un ligero golpe, estéril, apenas desprendía algo. O quizá yo no sabía leer bien la cara de las personas. La espera se me hizo eterna a pesar de que no duró mucho tiempo. De igual modo me caracterizaba la falta de paciencia y esto estaba haciendo que me volviese loca con tantos pensamientos rondando mi cabeza. Pero finalmente contestó, y mi corazón se aceleró al escuchar aquel comentario de su boca, con su voz suave y melodiosa.

Abrí la boca un momento para decir algo a su respuesta pero no me salió la voz, y tampoco las palabras. Mis latidos aumentaban de velocidad por momentos y mi rostro se tornó de un color rojizo, me había ruborizado como nunca. Jamás me habían dicho un piropo de ese calibre, no, porque las palabras de Albert sólo contenían cochinadas menos cuando se ponía su imagen de hombre educado de la clase alta de la sociedad.

Aparté la mirada otra vez, dirigiéndola al suelo mientras giraba la cabeza en la misma dirección que mis ojos y me froté un brazo, ahora más nerviosa que antes pero con matiz de alegría en mi alma.

- Yo...-murmuré.- Le doy mi permiso para intentar conocerme...-conseguí decir finalmente.

Y entonces, supe el por qué. La razón de por qué ella me llamaba tanto la atención, me retenía de pie en ese museo sin dejarme ir y me hacía sentir nervioso y cohibido. Lo supe todo al momento en que ella desvió su mirada al suelo, mientras sus mejillas se teñían suavemente de color rojizo mientras la sangre circulaba por ellas, y le conferían una mayor belleza, era tanta, que me había dejado totalemnte desarmado.

Ella era hermosa. Era diferente y especial... y me tenía cautivado. Por eso quería conocerla, respetar su mente y sus secretos, no dejar que se fuera. Estaba prendado de su belleza, de su humanidad, y la sentía como una visión. Y sus palabras terminaron de cautivarme, me hicieron sonreír inconcientemente y de seguro mis ojos brillaron como dos diamantes a causa del entusiasmo y la alegría de que hubiera aceptado y me permitiera conocerle...

Y me hubiera gustado mucho que eso fuera recíproco, que yo también le pudiera permitir conocerme, pero claro, eso era imposible... Aunque podía enseñarle una parte de mi persona, si ella me lo pedía...

-No sabe usted cuánto me alegra su respuesta, mademoiselle -le dije, ofreciéndole mi brazo para que caminara a mi lado- ¿Desea caminar a mi lado, para así poder conversar más a gusto mientras terminamos de observar las obras?

Me volví a ruborizar, aunque esta vez ya no había un motivo muy grandioso para ello, era simplemente que a su lado me sentía de forma extraña, incluso más diferente que con cualquier otro individuo del sexo masculino. Sonreí ante su comentario y miré después a todos lados antes de responder a su pregunta con acciones o palabras. No había muchas personas en el lugar pero sí alguna que otra.

- No penséis que os hago un feo al rechazar vuestro brazo pero todas esas personas empezarían a especular sobre dos hombres que van agarrados del brazo.-le expliqué con suavidad.- Sois el primero que me identifica como una mujer, nadie antes se había dado cuenta de ello.

Me quedé mirándolo. Era un hombre bellísimo, no era guapo, era bello. Su rostro parecía haber sido esculpido por un Dios. Sus ojos, oh, sus ojos, eran como dos gemas brillantes. Su cabello parecía estar formado por hilos de oro y sus labios llamaban a los míos. Esos pensamientos me sorprendieron mucho e intenté cambiarlos por otros.