Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
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Cántico de Sangre :: ITALIA, INGLATERRA Y FRANCIA :: CALLES Y PLAZAS :: VENECIA: Plaza de San Marcos
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Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
Recuerdo del primer mensaje :
Una noche como cualquiera. De temperatura veraniega y cielo estrellado. Era una vampira aristócrata y/o burguesa. Los negocios eran sumamente fáciles de realizar. Leer las mentes de los empresarios siempre me traía ventaja. Tenía varios negocios – no llevados por mí – en distintas partes del mundo. Esos negocios de trataban de la industria textil. Sí, necesitaba tener alguna afición y diseñar ropa era lo que me entretenía. Mis pautas eran mandadas a cada institución y ellos realizaban el resto del trabajo. Normalmente no tenía quejas, todos eran buenos trabajadores. Hasta que me enviaron una carta desde Italia. Hubo un incendio en la fábrica de Venecia. Tendría que ir a hacer papeleos para que todo volviera a la normalidad. Se preguntaban el por qué no podía quedar con ellos por el dia, una razón muy sencilla, pero que era inconfesable. Nada más me enteré de la noticia, hice los preparativos para acudir a Venecia el día siguiente. Ya que iba a ir me quedaría un tiempo, echaba de menos los hermosos canales de Venecia.
Todas mis maletas habían sido enviadas al hotel Villa Albertina. Yo tendría que hacer un pequeño viaje para llegar a mi destino. Venecia no estaba tan lejos de París como otros destino, por lo que, perfectamente, podía ir en volandas. Gastabas mucha energía, pero conseguías llegar a un destino cercano en poco tiempo. Dos o tres horas… y ya estaba en Venecia. La luna se reflejaba en las oscuras aguas de los canales venecianos. Me resultaba hermoso, muy hermoso. Faltaba una hora escasa para reunirme con mi abogado, los policías y vete tú a saber quién más. Catástrofe. Suspiré. Mis pasos me llevaron al hotel donde me resguardaba cuando asistía a Venecia, un hotel en el que te acogían con los brazos abiertos – el dinero hacía milagros. Mi habitación era esplendorosa, como siempre. Y mis maletas estaban ahí como predije. Decidí ponerme otro vestido, uno más formal y elegante. De mi maleta saqué un vestido de tonos dorados y beige, me pareció de lo más adecuado.
Con el entretenimiento, ya había llegado la hora de dirigirme a los juzgados, donde habíamos quedado para conversar. El ambiente parecía cargante cuando llegué, pero según me vieron sus pensamientos se volvieron más… ¿tranquilizadores? Cuan maravillosa llegaba a ser la figura de una joven parisina.
-Oh, Miss Lefevre. Estamos encantados de que hayáis venido aquí. Pocas personas se preocupan por el bienestar de sus empleados.- Era mi abogado, Giovanni Regetti.
-Por supuesto, signore Regetti. Buonanotte signori. Y bien, ¿sabéis qué ha podido ocurrir?
-Sergente Colaianni, Miss Lefevre. Consideramos que ha sido un incendio provocado.
-Comprendo. ¿Existen pruebas que lo corroboren?
-Aún estamos investigando en ello… Tenemos a dos posibles sospechosos.- Parecía nervioso, pues mi mirada estaba fija en la suya.
-Mostrádmelos.- Ordené.
-Pero… puede ser peligroso miss…- Mi mirada le indicó que no me importaban sus reproches, no quería que nadie inocente estuviera encarcelado.- Está bien, os llevaré a los calabozos.- Asentí.
Seguí al sargento a los calabozos. Miré hacia los presos. Varios de ellos eran inocentes, acusados por peticiones firmadas a la fuerza, otros, sin embargo, eran completos malhechores que seguirían con sus crímenes si les soltaban. Entristecedor… Por fin llegamos al calabozo de los dos sospechosos, en condiciones mundanas e insanas. Me agaché frente a ellos y les miré a los ojos.
-No deberíais acercaros mucho a ellos… no son de fiar.
-Shh… Sergente, estos dos hombres son inocentes, el fuego no fue provocado por ellos.
-¿Pero cómo podéis saber eso?
-Confiad en mí, sus miradas lo dicen todo. Soltadles, no son peligrosos.
-Lo siento Miss… pero no estoy autorizado para poder soltarlos, y menos por simples palabras.- Mi mirada se volvió más fiera, daría miedo sin duda, tanto, que accedió a soltarlos. Dejé que hiciera su cometido, yo volví a la gran sala de los juzgados.
Había seis hombres en la sala ahora que el sargento y sus dos hombres habían acudido a los calabozos. Sus miradas se posaron en mí, sus pensamientos llegaban a ser censurables, por lo que mi sonrisa solo aumentó. Los hombres siempre pensaban en lo mismo, que enternecedor.
-Miss Katherine Lefevre, estoy encantado de conoceros.- Tomó mi mano y se la llevó a sus labios para besarla. Se trataba del juez.- Me han comunicado que habéis ido a los calabozos, un acto imperdonable, hablaré con el sargento seriamente.- Sabía qué significaba ese seriamente. Su cargo se le arrebataría.
-No os preocupéis, yo decidí bajar, necesitaba ver a los sospechosos. Al parecer, resultan ser inocentes.
-¿Inocentes? ¡Qué ultraje! ¡Eso no puede ser! Cada día estoy más disgustado con el sargento Colaianni.
-Son personas inocentes, no podéis culparles porque vosotros queráis.- Risas.
-Querida mía, nosotros juzgamos, nosotros hacemos las leyes y castigamos a quienes deben ser castigados.- Así va el mundo….- Dejadnos a nosotros decidid si son culpables o no, vos no podríais saberlo, nosotros, sin embargo, sí.- Odiaba el machismo y la ignorancia, pero en mi rostro no desapareció mi sonrisa.
-Por supuesto, señor juez. Si me permitís, debo hablar con el señor Regetti. Me despido de todos vosotros, tengo otros asuntos pendientes...- Hice una pequeña reverencia, Giovanni ya estaba a mi lado. Nos dirigimos a una habitación a solas.
-Eso es inaceptable, Giovanni. ¿No podrías hacer algo para salvar a esos hombres?
-Claro que sí, Katherine. Sé que sabes que son inocentes, ese don tuyo puede permitirte hacer cualquier cosa.- Sonreí satisfecha. Aquel hombre sabía lo qué era. Era de confianza, y un buen y fiel amante.
-Lo dejo en tus manos chéri.- Mi sonrisa se hizo algo más seductora, me acercaba a él a paso lento. Mi voz se cargó en un tono seductor.- Giovanni… ven aquí conmigo… Sabes que eres un hombre capaz, puedes controlar a la perfección la situación… Te he echado de menos, Giovanni… ¿Tú me has echado de menos?
-Sí… te he recordado cada día y noche, esperando volver a verte… Katherine…- Mi seducción era muy fuerte, y Giovanni siempre caía rendido por mí.
-Así me gusta mon chére… ¿Me deseas?- Asintió con la cabeza, estaba un poco ido.- Poséeme… Giovanni…- Dije pasando un dedo por sus labios.
Al instante tuve la respuesta. Me besó descontroladamente, casi arrancándome el vestido por el impulso. Y allí, hicimos el amor descontroladamente en el suelo del salón. Con él practicaba el pequeño sorbo de sangre, le agotaba, pero no podía dejar de gustarle. Tras aquel rato de pasión incontrolable, me despedí de él, saliendo a las nocturnas calles venecianas.
Cuanta belleza había en aquella ciudad. Me encantaba pasar tiempo paseando por las oscuras calles y navegar en una góndola. Era algo perfecto. Pero lo que ahora necesitaba era alimentarme. Un desdichado, perdido en las sombras… Él fue mi víctima. Su sangre entró en mí hasta la última gota, dejándome paralizada por el placer unos instantes. Aquello era la vida en Venecia… Era la ciudad de la pasión…
Una noche como cualquiera. De temperatura veraniega y cielo estrellado. Era una vampira aristócrata y/o burguesa. Los negocios eran sumamente fáciles de realizar. Leer las mentes de los empresarios siempre me traía ventaja. Tenía varios negocios – no llevados por mí – en distintas partes del mundo. Esos negocios de trataban de la industria textil. Sí, necesitaba tener alguna afición y diseñar ropa era lo que me entretenía. Mis pautas eran mandadas a cada institución y ellos realizaban el resto del trabajo. Normalmente no tenía quejas, todos eran buenos trabajadores. Hasta que me enviaron una carta desde Italia. Hubo un incendio en la fábrica de Venecia. Tendría que ir a hacer papeleos para que todo volviera a la normalidad. Se preguntaban el por qué no podía quedar con ellos por el dia, una razón muy sencilla, pero que era inconfesable. Nada más me enteré de la noticia, hice los preparativos para acudir a Venecia el día siguiente. Ya que iba a ir me quedaría un tiempo, echaba de menos los hermosos canales de Venecia.
Todas mis maletas habían sido enviadas al hotel Villa Albertina. Yo tendría que hacer un pequeño viaje para llegar a mi destino. Venecia no estaba tan lejos de París como otros destino, por lo que, perfectamente, podía ir en volandas. Gastabas mucha energía, pero conseguías llegar a un destino cercano en poco tiempo. Dos o tres horas… y ya estaba en Venecia. La luna se reflejaba en las oscuras aguas de los canales venecianos. Me resultaba hermoso, muy hermoso. Faltaba una hora escasa para reunirme con mi abogado, los policías y vete tú a saber quién más. Catástrofe. Suspiré. Mis pasos me llevaron al hotel donde me resguardaba cuando asistía a Venecia, un hotel en el que te acogían con los brazos abiertos – el dinero hacía milagros. Mi habitación era esplendorosa, como siempre. Y mis maletas estaban ahí como predije. Decidí ponerme otro vestido, uno más formal y elegante. De mi maleta saqué un vestido de tonos dorados y beige, me pareció de lo más adecuado.
- Spoiler:
Con el entretenimiento, ya había llegado la hora de dirigirme a los juzgados, donde habíamos quedado para conversar. El ambiente parecía cargante cuando llegué, pero según me vieron sus pensamientos se volvieron más… ¿tranquilizadores? Cuan maravillosa llegaba a ser la figura de una joven parisina.
-Oh, Miss Lefevre. Estamos encantados de que hayáis venido aquí. Pocas personas se preocupan por el bienestar de sus empleados.- Era mi abogado, Giovanni Regetti.
-Por supuesto, signore Regetti. Buonanotte signori. Y bien, ¿sabéis qué ha podido ocurrir?
-Sergente Colaianni, Miss Lefevre. Consideramos que ha sido un incendio provocado.
-Comprendo. ¿Existen pruebas que lo corroboren?
-Aún estamos investigando en ello… Tenemos a dos posibles sospechosos.- Parecía nervioso, pues mi mirada estaba fija en la suya.
-Mostrádmelos.- Ordené.
-Pero… puede ser peligroso miss…- Mi mirada le indicó que no me importaban sus reproches, no quería que nadie inocente estuviera encarcelado.- Está bien, os llevaré a los calabozos.- Asentí.
Seguí al sargento a los calabozos. Miré hacia los presos. Varios de ellos eran inocentes, acusados por peticiones firmadas a la fuerza, otros, sin embargo, eran completos malhechores que seguirían con sus crímenes si les soltaban. Entristecedor… Por fin llegamos al calabozo de los dos sospechosos, en condiciones mundanas e insanas. Me agaché frente a ellos y les miré a los ojos.
-No deberíais acercaros mucho a ellos… no son de fiar.
-Shh… Sergente, estos dos hombres son inocentes, el fuego no fue provocado por ellos.
-¿Pero cómo podéis saber eso?
-Confiad en mí, sus miradas lo dicen todo. Soltadles, no son peligrosos.
-Lo siento Miss… pero no estoy autorizado para poder soltarlos, y menos por simples palabras.- Mi mirada se volvió más fiera, daría miedo sin duda, tanto, que accedió a soltarlos. Dejé que hiciera su cometido, yo volví a la gran sala de los juzgados.
Había seis hombres en la sala ahora que el sargento y sus dos hombres habían acudido a los calabozos. Sus miradas se posaron en mí, sus pensamientos llegaban a ser censurables, por lo que mi sonrisa solo aumentó. Los hombres siempre pensaban en lo mismo, que enternecedor.
-Miss Katherine Lefevre, estoy encantado de conoceros.- Tomó mi mano y se la llevó a sus labios para besarla. Se trataba del juez.- Me han comunicado que habéis ido a los calabozos, un acto imperdonable, hablaré con el sargento seriamente.- Sabía qué significaba ese seriamente. Su cargo se le arrebataría.
-No os preocupéis, yo decidí bajar, necesitaba ver a los sospechosos. Al parecer, resultan ser inocentes.
-¿Inocentes? ¡Qué ultraje! ¡Eso no puede ser! Cada día estoy más disgustado con el sargento Colaianni.
-Son personas inocentes, no podéis culparles porque vosotros queráis.- Risas.
-Querida mía, nosotros juzgamos, nosotros hacemos las leyes y castigamos a quienes deben ser castigados.- Así va el mundo….- Dejadnos a nosotros decidid si son culpables o no, vos no podríais saberlo, nosotros, sin embargo, sí.- Odiaba el machismo y la ignorancia, pero en mi rostro no desapareció mi sonrisa.
-Por supuesto, señor juez. Si me permitís, debo hablar con el señor Regetti. Me despido de todos vosotros, tengo otros asuntos pendientes...- Hice una pequeña reverencia, Giovanni ya estaba a mi lado. Nos dirigimos a una habitación a solas.
-Eso es inaceptable, Giovanni. ¿No podrías hacer algo para salvar a esos hombres?
-Claro que sí, Katherine. Sé que sabes que son inocentes, ese don tuyo puede permitirte hacer cualquier cosa.- Sonreí satisfecha. Aquel hombre sabía lo qué era. Era de confianza, y un buen y fiel amante.
-Lo dejo en tus manos chéri.- Mi sonrisa se hizo algo más seductora, me acercaba a él a paso lento. Mi voz se cargó en un tono seductor.- Giovanni… ven aquí conmigo… Sabes que eres un hombre capaz, puedes controlar a la perfección la situación… Te he echado de menos, Giovanni… ¿Tú me has echado de menos?
-Sí… te he recordado cada día y noche, esperando volver a verte… Katherine…- Mi seducción era muy fuerte, y Giovanni siempre caía rendido por mí.
-Así me gusta mon chére… ¿Me deseas?- Asintió con la cabeza, estaba un poco ido.- Poséeme… Giovanni…- Dije pasando un dedo por sus labios.
Al instante tuve la respuesta. Me besó descontroladamente, casi arrancándome el vestido por el impulso. Y allí, hicimos el amor descontroladamente en el suelo del salón. Con él practicaba el pequeño sorbo de sangre, le agotaba, pero no podía dejar de gustarle. Tras aquel rato de pasión incontrolable, me despedí de él, saliendo a las nocturnas calles venecianas.
Cuanta belleza había en aquella ciudad. Me encantaba pasar tiempo paseando por las oscuras calles y navegar en una góndola. Era algo perfecto. Pero lo que ahora necesitaba era alimentarme. Un desdichado, perdido en las sombras… Él fue mi víctima. Su sangre entró en mí hasta la última gota, dejándome paralizada por el placer unos instantes. Aquello era la vida en Venecia… Era la ciudad de la pasión…
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
Oh mi amada vampira, mi musa de la perdición, diosa de la sangre y el placer que ahora yacía junto a mi en aquella alfombra de colores rojizos y dorados que quedaba manchada con nuestro sudor sangriento que nos recorría todo el cuerpo haciéndonos sentir pegajosos pero excitados.
Mi musa, noto como el placer me ciega y no podré retener más el torrente de amor que siento ahora por ti. Mi dulce Katherine, amémonos los dos a la vez. Juntos nos lanzaremos al torrente del placer y el amor.
Las sacudidas se volvieron deliciosamente rápidas, fuertes y sensuales.
El momento que ambos esperábamos estaba cerca y mi mano buscó su sexo en un movimiento instintivo con el obejtivo de darle mas placer en estos últimos instantes.
Qué delicia era su estrecho sexo apretar todo mi miembro, y que sensuales y eróticos llegaban a ser sus gemidos, ahora más altos a causa del ataque que estaba sufriendo su clítoris lanzado por mis juguetones dedos.
-Los dos juntos, mi amor... los dos juntos- lo único que pude decir antes de que ambos nos hundiésemos en el mar de placer con dos largos gemidos ahogados y espasmos que intentábamos anular pegando nuestros cuerpos y cogiendo grandes bocanadas de aire.
Fantástico, espectacular, divino... había sido perfecto. Me quedé dentro de Katherine, no quería salir de su interior.
Seguí acariciando sus curvas y besando su cuello cariñosamente- Te quiero Katherine, apenas puedo expresar con palabras todos los sentimientos que arden en mi interior en estos momentos. Gracias por haber aparecido en Venecia. Si no nos hubiéramos encontrado, no podría haberte demostrado cuento te quería.
Mi musa, noto como el placer me ciega y no podré retener más el torrente de amor que siento ahora por ti. Mi dulce Katherine, amémonos los dos a la vez. Juntos nos lanzaremos al torrente del placer y el amor.
Las sacudidas se volvieron deliciosamente rápidas, fuertes y sensuales.
El momento que ambos esperábamos estaba cerca y mi mano buscó su sexo en un movimiento instintivo con el obejtivo de darle mas placer en estos últimos instantes.
Qué delicia era su estrecho sexo apretar todo mi miembro, y que sensuales y eróticos llegaban a ser sus gemidos, ahora más altos a causa del ataque que estaba sufriendo su clítoris lanzado por mis juguetones dedos.
-Los dos juntos, mi amor... los dos juntos- lo único que pude decir antes de que ambos nos hundiésemos en el mar de placer con dos largos gemidos ahogados y espasmos que intentábamos anular pegando nuestros cuerpos y cogiendo grandes bocanadas de aire.
Fantástico, espectacular, divino... había sido perfecto. Me quedé dentro de Katherine, no quería salir de su interior.
Seguí acariciando sus curvas y besando su cuello cariñosamente- Te quiero Katherine, apenas puedo expresar con palabras todos los sentimientos que arden en mi interior en estos momentos. Gracias por haber aparecido en Venecia. Si no nos hubiéramos encontrado, no podría haberte demostrado cuento te quería.
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
Nuestros cuerpos luchaban por conseguir aquel placer que tanto buscaban. Marius aumentó el ritmo de sus movimientos y su mano, traviesa, bajó hasta mi sexo, provocándome más placer en su realización. Mis gemidos se volvieron más sonoros, eché la cabeza un poco hacia atrás. Busqué sus labios en un intento perdido, no tenía fuerzas para hacerlo. Sentía mi cuerpo vibrante con sus sacudidas y por el placer que ellas me daban.
-Los dos juntos, mi amor... los dos juntos…
La petite morte… Maravilloso y placentero. Un gemido ahogado se escapó de mis labios. Nuestros cuerpos permanecieron abrazados, mis manos tomaron la de Marius cariñosamente. Él seguía dentro de mí mientras el placer recorría nuestros cuerpos. Mi amor… me había demostrado aquel poderoso sentimiento por mí. Le amaba. Siguió acariciando mi cuerpo, besando mi cuello con ternura. Se me erizaba la piel con aquellas caricias… tendría que ser pecado, sí, y adoraba aquel pecado.
-Te quiero Katherine, apenas puedo expresar con palabras todos los sentimientos que arden en mi interior en estos momentos. Gracias por haber aparecido en Venecia. Si no nos hubiéramos encontrado, no podría haberte demostrado cuanto te quería.
Sonreí como una chiquilla con un caramelo. Me di la vuelta, quedándome de costado pero esta vez mirándole a los ojos. Me acerqué a sus labios pero no le besé. Mi mano pasó por su cuerpo, acariciándole, acabando en su espalda. Me acerqué más a su cuerpo, necesitaba sentir su tacto, su calidez.
-Te amo Marius… Nuestros destinos estaban entrelazados, lo supe desde el primer día que probé la miel de tus labios… Y aún ahora, me lo corroboro…- Ahora sí que besé sus labios, con cierta ternura y pasión, degustándole… Pero ya era hora de dormir… yaceríamos los dos juntos en el ataúd. Eso me llenaba de tranquilidad.- Vamos, mon amour… Es hora de dormir…- Me levanté grácilmente con la mano de Marius en la mía propia.
Aún sentía el placer que habíamos conseguido aquella noche, no pude evitar cerrar los ojos unos segundos, disfrutando de los últimos instantes. Pero seguidamente, abrí el ataúd. Marius entró primero, yo le seguí, abrazándome a su cuerpo como último recurso y necesidad. Cerré los ojos, disfruté de todas las sensaciones que quedaban por experimentar. La calidez de su cuerpo en el dulce sueño inmortal… Su respiración y el latido de su corazón retumbar en mi cabeza… El correr de su sangre por sus venas… Y su dulce mirada sobre mí. Cómo los Dioses han sido tan benevolentes conmigo, han hecho que encontrase a un vampiro de amor eterno…
-Los dos juntos, mi amor... los dos juntos…
La petite morte… Maravilloso y placentero. Un gemido ahogado se escapó de mis labios. Nuestros cuerpos permanecieron abrazados, mis manos tomaron la de Marius cariñosamente. Él seguía dentro de mí mientras el placer recorría nuestros cuerpos. Mi amor… me había demostrado aquel poderoso sentimiento por mí. Le amaba. Siguió acariciando mi cuerpo, besando mi cuello con ternura. Se me erizaba la piel con aquellas caricias… tendría que ser pecado, sí, y adoraba aquel pecado.
-Te quiero Katherine, apenas puedo expresar con palabras todos los sentimientos que arden en mi interior en estos momentos. Gracias por haber aparecido en Venecia. Si no nos hubiéramos encontrado, no podría haberte demostrado cuanto te quería.
Sonreí como una chiquilla con un caramelo. Me di la vuelta, quedándome de costado pero esta vez mirándole a los ojos. Me acerqué a sus labios pero no le besé. Mi mano pasó por su cuerpo, acariciándole, acabando en su espalda. Me acerqué más a su cuerpo, necesitaba sentir su tacto, su calidez.
-Te amo Marius… Nuestros destinos estaban entrelazados, lo supe desde el primer día que probé la miel de tus labios… Y aún ahora, me lo corroboro…- Ahora sí que besé sus labios, con cierta ternura y pasión, degustándole… Pero ya era hora de dormir… yaceríamos los dos juntos en el ataúd. Eso me llenaba de tranquilidad.- Vamos, mon amour… Es hora de dormir…- Me levanté grácilmente con la mano de Marius en la mía propia.
Aún sentía el placer que habíamos conseguido aquella noche, no pude evitar cerrar los ojos unos segundos, disfrutando de los últimos instantes. Pero seguidamente, abrí el ataúd. Marius entró primero, yo le seguí, abrazándome a su cuerpo como último recurso y necesidad. Cerré los ojos, disfruté de todas las sensaciones que quedaban por experimentar. La calidez de su cuerpo en el dulce sueño inmortal… Su respiración y el latido de su corazón retumbar en mi cabeza… El correr de su sangre por sus venas… Y su dulce mirada sobre mí. Cómo los Dioses han sido tan benevolentes conmigo, han hecho que encontrase a un vampiro de amor eterno…
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
Katherine acabó revolviéndose y dándose la vuelta. Ya no estaba dentro de ella. Ahora me sentía vació, pero la cercanía de su cuerpo me ayudaba a sobrellevarlo y a sentirme un poco más lleno.
Los labios de Katherine, la manzana del pecado original, se acercaban a mí y yo tenía toda la intención de pecar y sin necesidad de serpiente que me confundiera.
Pero se detuvo de camino y mis labios no pudieron sentir su dulce sabor.
-Te amo Marius… Nuestros destinos estaban entrelazados, lo supe desde el primer día que probé la miel de tus labios… Y aún ahora, me lo corroboro…- para que hablar cuando uno se sentía tan emocionado. Cuando intentar decir una sola sílaba, parecías tener un nudo en la garganta que si lo deshacías romperías a llorar y remediablemente. Por fin mordí aquella sabrosa manzana que guardaba el secreto del saber, en este caso, el secreto de un amor que acababa de ser forjado con nuestros actos. -Vamos, mon amour… Es hora de dormir…- y la seguí cuando su gracil cuerpo se levantó de la alfombra.
Tras nosotros, dejábamos dos manchas de húmeda sangre que eran la única prueba de nuestro amor en aquella noche, una noche que daba paso al amanecer del que nos teníamos que resguardar inmediatamente.
Yo entré primero en el ataúd, seguido de Katerine que se aferró a mi cuerpo en cuanto nuestras pieles entraron en contacto.
Su cuerpo desnudo se amoldaba al mío como un rompecabezas y nuestros brazos no permitían que el puzle se desmontara.
Los parpados me pesaban cada vez más y aspirando el dulce aroma de su pelo, me sumí en un bonito sueño en que la eternidad no era nada comparado con el amor que había nacido entre nosotros dos.
Los últimos rayos del sol asomaban por el horizonte. Venecia se sumiría una vez más en la noche y yo ya estaba levantado contemplando el magnífico espectáculo.
Hacía unos minutos que Petruccio había salido de la habitación. Me quería informar que hoy al mediodía había recibido una carta del abogado Regetti, pedía cortésmente una citación para esta noche. Petruccio me dijo que no supo qué hacer y lo primero que pensó fue contestarle de forma afirmativa a su petición. Le dije que había hecho bien y que por si el señor Regetti se quería quedar a cenar, que mandara a Cristina y Claudia preparar algo para el abogado.
Ahora recordaba todo lo que sucedió anoche en la fiesta, el abogado querría disculparse por sus osadías.
El sarcófago se abrió a mi espalda, y al instante sentí el pecho de Katherine pegado a mi espalda y sus brazos abrazando mi cintura.
Sonreí como un niño y cogí una de sus manos para rozarla con mis labios cuando la besase.
-Regetti vendrá esta noche, a verte supongo- la informé, aunque imaginaba que abría escuchado hablar al mayordomo- Nos espera otra bonita noche junto ¿no crees?
Los labios de Katherine, la manzana del pecado original, se acercaban a mí y yo tenía toda la intención de pecar y sin necesidad de serpiente que me confundiera.
Pero se detuvo de camino y mis labios no pudieron sentir su dulce sabor.
-Te amo Marius… Nuestros destinos estaban entrelazados, lo supe desde el primer día que probé la miel de tus labios… Y aún ahora, me lo corroboro…- para que hablar cuando uno se sentía tan emocionado. Cuando intentar decir una sola sílaba, parecías tener un nudo en la garganta que si lo deshacías romperías a llorar y remediablemente. Por fin mordí aquella sabrosa manzana que guardaba el secreto del saber, en este caso, el secreto de un amor que acababa de ser forjado con nuestros actos. -Vamos, mon amour… Es hora de dormir…- y la seguí cuando su gracil cuerpo se levantó de la alfombra.
Tras nosotros, dejábamos dos manchas de húmeda sangre que eran la única prueba de nuestro amor en aquella noche, una noche que daba paso al amanecer del que nos teníamos que resguardar inmediatamente.
Yo entré primero en el ataúd, seguido de Katerine que se aferró a mi cuerpo en cuanto nuestras pieles entraron en contacto.
Su cuerpo desnudo se amoldaba al mío como un rompecabezas y nuestros brazos no permitían que el puzle se desmontara.
Los parpados me pesaban cada vez más y aspirando el dulce aroma de su pelo, me sumí en un bonito sueño en que la eternidad no era nada comparado con el amor que había nacido entre nosotros dos.
Los últimos rayos del sol asomaban por el horizonte. Venecia se sumiría una vez más en la noche y yo ya estaba levantado contemplando el magnífico espectáculo.
Hacía unos minutos que Petruccio había salido de la habitación. Me quería informar que hoy al mediodía había recibido una carta del abogado Regetti, pedía cortésmente una citación para esta noche. Petruccio me dijo que no supo qué hacer y lo primero que pensó fue contestarle de forma afirmativa a su petición. Le dije que había hecho bien y que por si el señor Regetti se quería quedar a cenar, que mandara a Cristina y Claudia preparar algo para el abogado.
Ahora recordaba todo lo que sucedió anoche en la fiesta, el abogado querría disculparse por sus osadías.
El sarcófago se abrió a mi espalda, y al instante sentí el pecho de Katherine pegado a mi espalda y sus brazos abrazando mi cintura.
Sonreí como un niño y cogí una de sus manos para rozarla con mis labios cuando la besase.
-Regetti vendrá esta noche, a verte supongo- la informé, aunque imaginaba que abría escuchado hablar al mayordomo- Nos espera otra bonita noche junto ¿no crees?
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
Mi descanso junto al cuerpo de Marius fue pleno. Volvía a disfrutar de su compañía y su calidez a la hora de dormir. Eso era lo que necesitaba y buscaba desde hacía mucho tiempo. ¡Por fin volvía a ser completamente feliz! ¿Se acabaría aquella grandiosa felicidad? Esperaba que no, que Marius estuviera mucho tiempo junto a mí. Me había mantenido descansando en el ataúd. Marius estaba fuera, hablando con su mayordomo Petruccio [offrol: sigo recordándote que el nombre me suena fatal y me hace reír como nunca… lo siento *río*]. Me pareció que ya era hora de salir de mi lugar de descanso. Caminé hacia Marius, de espaldas a mí, y me abracé a su cuerpo. Una de sus manos tomó la mía llevándosela a los labios y proporcionándome un pequeño beso.
-Regetti vendrá esta noche, a verte supongo.- Asentí aunque no pudiera divisarme. Había escuchado cada palabra, cada detalle de la conversación con su mayordomo.- Nos espera otra bonita noche juntos ¿no crees?
-¿Qué os haría pensar que no disfrutaríais de mi compañía, monsieur? El estrellado cielo nocturno brillará para nosotros cada noche, el viento soplará en un delicado susurro nuestros nombres y el titilar de la naturaleza nos dará paso al amor prohibido…- Susurré cerca de su oído. Mis labios se dirigieron a su cuello otorgando varios besos en todo su perímetro.- Monsieur Regetti querrá disculparse por la noche pasada, al pobrecillo no le va bien las bebidas alcohólicas. Ya pudisteis comprobarlo ayer.- Separé mis manos de su cuerpo, quitándolas con lentitud, acariciando su piel por el rozar de mis dedos. Un beso en su espalda fue lo último que hice antes de darme la vuelta.
Las maletas esperaban cerradas a que yo descubriera sus secretos y maravillas. Sí, necesitaba un propicio vestido para recibir a mi abogado. Me arrodillé en el suelo. Abrí las maletas, la ropa estaba perfectamente colocada en el interior de éstas. Sí… pero yo buscaba un vestido en especial. Se trataba de un vestido de corset incorporado, con una falda de tela muy fina y delicada – todo de color blanco. Al vestido añadí unas medias de color blanco, que daban un aspecto de porcelana – aunque hay que decir que a mí eso no me hacía mucha falta – y unos zapatos del mismo color. Marius ya estaba vestido, por lo que prefirió mirar mi cuerpo mientras me colocaba mis vestimentas. Le pedí ayuda con el corset, y como buen caballero correspondió de buenas maneras. Dejé mi pelo suelto caer por mi espalda.
Con la grata compañía de Marius nos dirigimos al salón a esperar al señor Regetti. No tuvimos que esperar mucho para que éste hiciera su aparición. Entró exhausto y se arrodilló. Tenía la cabeza baja y no hacía más que lamentarse por todo lo ocurrido. Mi rostro adquirió una pincelada de misericordia. Me puse de rodillas frente a mi abogado, levanté su rostro con mis manos y le miré a los ojos.
-No os preocupéis más chéri, no derraméis más lágrimas… por favor.- Y sequé las lágrimas que caían por su mentón y mejillas.- Quedaros con nosotros, por favor.
-No quisiera ser molestia…- Se lamentó con la voz ronca.
-Tonterías petite douceur. Acompañadnos.- Su cuerpo adquirió su rigidez y así comenzar a caminar.
El salón principal estaba perfectamente cuidado, las doncellas se habían esmerado en su cometido. Indiqué a Regetti que se sentara, Marius y yo fuimos los siguientes que tomaron asiento. Miré al abogado con una pequeña sonrisa sin afán de lucro de incomodidad. Pero los humanos no soportaban las miradas directas durante mucho tiempo.
-Katherine, ayer no pretendí dirigiros aquellas palabras, no sabía lo que decía. Me invadió…- Los celos, querido mío…- La bebida.- Había cambiado muy rápido su próxima respuesta, pero los tres sabíamos qué había ocurrido con su racionalidad la noche anterior.- Sabéis todo lo que os aprecio, jamás podría haceros daño o deciros palabras tan dañinas… Lo siento muchísimo mi bella dama…- Se arrepentía, no me hacía falta leer sus pensamientos para notarlo. Su mirada quedó cabizbaja.
-Ya os dije que no os preocuparais, sé lo que os ocurrió. Lo importante es que no me importó veros actuar de aquella manera, mis sentimientos hacia ti no han cambiado Giovanni…
-Regetti vendrá esta noche, a verte supongo.- Asentí aunque no pudiera divisarme. Había escuchado cada palabra, cada detalle de la conversación con su mayordomo.- Nos espera otra bonita noche juntos ¿no crees?
-¿Qué os haría pensar que no disfrutaríais de mi compañía, monsieur? El estrellado cielo nocturno brillará para nosotros cada noche, el viento soplará en un delicado susurro nuestros nombres y el titilar de la naturaleza nos dará paso al amor prohibido…- Susurré cerca de su oído. Mis labios se dirigieron a su cuello otorgando varios besos en todo su perímetro.- Monsieur Regetti querrá disculparse por la noche pasada, al pobrecillo no le va bien las bebidas alcohólicas. Ya pudisteis comprobarlo ayer.- Separé mis manos de su cuerpo, quitándolas con lentitud, acariciando su piel por el rozar de mis dedos. Un beso en su espalda fue lo último que hice antes de darme la vuelta.
Las maletas esperaban cerradas a que yo descubriera sus secretos y maravillas. Sí, necesitaba un propicio vestido para recibir a mi abogado. Me arrodillé en el suelo. Abrí las maletas, la ropa estaba perfectamente colocada en el interior de éstas. Sí… pero yo buscaba un vestido en especial. Se trataba de un vestido de corset incorporado, con una falda de tela muy fina y delicada – todo de color blanco. Al vestido añadí unas medias de color blanco, que daban un aspecto de porcelana – aunque hay que decir que a mí eso no me hacía mucha falta – y unos zapatos del mismo color. Marius ya estaba vestido, por lo que prefirió mirar mi cuerpo mientras me colocaba mis vestimentas. Le pedí ayuda con el corset, y como buen caballero correspondió de buenas maneras. Dejé mi pelo suelto caer por mi espalda.
- Spoiler:
Un vestido como el que lleva Emmy Rossum como Cristine Daae en el Fantasma de la Ópera.
Con la grata compañía de Marius nos dirigimos al salón a esperar al señor Regetti. No tuvimos que esperar mucho para que éste hiciera su aparición. Entró exhausto y se arrodilló. Tenía la cabeza baja y no hacía más que lamentarse por todo lo ocurrido. Mi rostro adquirió una pincelada de misericordia. Me puse de rodillas frente a mi abogado, levanté su rostro con mis manos y le miré a los ojos.
-No os preocupéis más chéri, no derraméis más lágrimas… por favor.- Y sequé las lágrimas que caían por su mentón y mejillas.- Quedaros con nosotros, por favor.
-No quisiera ser molestia…- Se lamentó con la voz ronca.
-Tonterías petite douceur. Acompañadnos.- Su cuerpo adquirió su rigidez y así comenzar a caminar.
El salón principal estaba perfectamente cuidado, las doncellas se habían esmerado en su cometido. Indiqué a Regetti que se sentara, Marius y yo fuimos los siguientes que tomaron asiento. Miré al abogado con una pequeña sonrisa sin afán de lucro de incomodidad. Pero los humanos no soportaban las miradas directas durante mucho tiempo.
-Katherine, ayer no pretendí dirigiros aquellas palabras, no sabía lo que decía. Me invadió…- Los celos, querido mío…- La bebida.- Había cambiado muy rápido su próxima respuesta, pero los tres sabíamos qué había ocurrido con su racionalidad la noche anterior.- Sabéis todo lo que os aprecio, jamás podría haceros daño o deciros palabras tan dañinas… Lo siento muchísimo mi bella dama…- Se arrepentía, no me hacía falta leer sus pensamientos para notarlo. Su mirada quedó cabizbaja.
-Ya os dije que no os preocuparais, sé lo que os ocurrió. Lo importante es que no me importó veros actuar de aquella manera, mis sentimientos hacia ti no han cambiado Giovanni…
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
[offrol: Pobre Petruccio… pues bien original que es el nombre ¡JUM!]
-¿Qué os haría pensar que no disfrutaríais de mi compañía, monsieur? El estrellado cielo nocturno brillará para nosotros cada noche, el viento soplará en un delicado susurro nuestros nombres y el titilar de la naturaleza nos dará paso al amor prohibido…- sonreí embobado imaginándome cada palabra, creando en mi mente el mundo que Katherine describía para nosotros. Ella y yo éramos la prueba de que hasta los malditos podíamos amar-Monsieur Regetti querrá disculparse por la noche pasada, al pobrecillo no le va bien las bebidas alcohólicas. Ya pudisteis comprobarlo ayer.
-Los celos y la bebida son malas compañeras, el pobre se habrá muerto de vergüenza al recordar lo que sucedió ayer por la noche, me compadezco de él porque le comprendo. Yo también me moriría de celos y si te viera intimando con otra persona- Ella lo sabía, al igual que yo sabía que con ella pasaría lo mismo si en mi caso también me viera con otra persona. Así éramos los vampiros, amamos mucho y a la vez somos celosos. Que complicados podíamos llegar a ser ¿pero acaso serías capaz de amar eternamente a una sola persona? Es una idea muy bonita pero las nuevas sensaciones que te provocan el renacer en el jardín salvaje, te impide reprimir los sentimientos… ¿es malo amar a todas las personas importantes en tu vida? Yo pienso que es un don.
Katherine se separó de mi, que vacio me sentí.
La observé, como un artista mira su obra de arte, mientras se dirigía a sus maletas y buscaba un vestido propicio para la ocasión.
Observé como su piel desaparecía bajo la tela, y como sus curvas quedaban perfiladas ahora por el nuevo vestido. La ayudé con el corsé y ya estuvimos preparados para bajar a esperar al abogado.
Con grata sorpresa, recibimos al abogado que llegó puntual a la cita. Arrepentido se arrodilló frente a nuestra persona y no pude reprimir una mirada apenada. Cuanta devoción hacia Katherine, cuan arrepentido se sentía, al igual que avergonzado.
Agradecí la misericordia de Katherine, no aguantaba más verlo arrodillado en mi suelo. No era digno de un caballero, debía serenarse.
-No os preocupéis más chéri, no derraméis más lágrimas… por favor. Quedaros con nosotros, por favor.
-No quisiera ser molestia
-Tonterías petite douceur. Acompañadnos.
-Por aquí por favor- les guié a ambos hasta el salón. Regetti tomó asiento en un sofá, Katherine y yo hicimos otro tanto en un sillón. No quise avivar el fuego de los celos de Giovanni pero dejé una mano reposar sobra una de las manos de Katherine, su contacto era reconfortante.
-Katherine, ayer no pretendí dirigiros aquellas palabras, no sabía lo que decía. Me invadió… Sabéis todo lo que os aprecio, jamás podría haceros daño o deciros palabras tan dañinas… Lo siento muchísimo mi bella dama…
-Ya os dije que no os preocuparais, sé lo que os ocurrió. Lo importante es que no me importó veros actuar de aquella manera, mis sentimientos hacia ti no han cambiado Giovanni…
-No quedan rencores, ni odios ni malestares. Giovanni limpiad vuestro rostro y serenaos, los fallos habían sido perdonados hacía mucho tiempo y ya no debéis preocuparos. Es tarde y la hora de la cena se acerca. Permitidme que os invite a cenar, María está preparando su stracotto al Barolo y le dolería en demasía que rechazaseis mi oferta ¿Qué me dice abogado?
-¿Qué os haría pensar que no disfrutaríais de mi compañía, monsieur? El estrellado cielo nocturno brillará para nosotros cada noche, el viento soplará en un delicado susurro nuestros nombres y el titilar de la naturaleza nos dará paso al amor prohibido…- sonreí embobado imaginándome cada palabra, creando en mi mente el mundo que Katherine describía para nosotros. Ella y yo éramos la prueba de que hasta los malditos podíamos amar-Monsieur Regetti querrá disculparse por la noche pasada, al pobrecillo no le va bien las bebidas alcohólicas. Ya pudisteis comprobarlo ayer.
-Los celos y la bebida son malas compañeras, el pobre se habrá muerto de vergüenza al recordar lo que sucedió ayer por la noche, me compadezco de él porque le comprendo. Yo también me moriría de celos y si te viera intimando con otra persona- Ella lo sabía, al igual que yo sabía que con ella pasaría lo mismo si en mi caso también me viera con otra persona. Así éramos los vampiros, amamos mucho y a la vez somos celosos. Que complicados podíamos llegar a ser ¿pero acaso serías capaz de amar eternamente a una sola persona? Es una idea muy bonita pero las nuevas sensaciones que te provocan el renacer en el jardín salvaje, te impide reprimir los sentimientos… ¿es malo amar a todas las personas importantes en tu vida? Yo pienso que es un don.
Katherine se separó de mi, que vacio me sentí.
La observé, como un artista mira su obra de arte, mientras se dirigía a sus maletas y buscaba un vestido propicio para la ocasión.
Observé como su piel desaparecía bajo la tela, y como sus curvas quedaban perfiladas ahora por el nuevo vestido. La ayudé con el corsé y ya estuvimos preparados para bajar a esperar al abogado.
Con grata sorpresa, recibimos al abogado que llegó puntual a la cita. Arrepentido se arrodilló frente a nuestra persona y no pude reprimir una mirada apenada. Cuanta devoción hacia Katherine, cuan arrepentido se sentía, al igual que avergonzado.
Agradecí la misericordia de Katherine, no aguantaba más verlo arrodillado en mi suelo. No era digno de un caballero, debía serenarse.
-No os preocupéis más chéri, no derraméis más lágrimas… por favor. Quedaros con nosotros, por favor.
-No quisiera ser molestia
-Tonterías petite douceur. Acompañadnos.
-Por aquí por favor- les guié a ambos hasta el salón. Regetti tomó asiento en un sofá, Katherine y yo hicimos otro tanto en un sillón. No quise avivar el fuego de los celos de Giovanni pero dejé una mano reposar sobra una de las manos de Katherine, su contacto era reconfortante.
-Katherine, ayer no pretendí dirigiros aquellas palabras, no sabía lo que decía. Me invadió… Sabéis todo lo que os aprecio, jamás podría haceros daño o deciros palabras tan dañinas… Lo siento muchísimo mi bella dama…
-Ya os dije que no os preocuparais, sé lo que os ocurrió. Lo importante es que no me importó veros actuar de aquella manera, mis sentimientos hacia ti no han cambiado Giovanni…
-No quedan rencores, ni odios ni malestares. Giovanni limpiad vuestro rostro y serenaos, los fallos habían sido perdonados hacía mucho tiempo y ya no debéis preocuparos. Es tarde y la hora de la cena se acerca. Permitidme que os invite a cenar, María está preparando su stracotto al Barolo y le dolería en demasía que rechazaseis mi oferta ¿Qué me dice abogado?
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
-No quedan rencores, ni odios ni malestares. Giovanni limpiad vuestro rostro y serenaos, los fallos habían sido perdonados hacía mucho tiempo y ya no debéis preocuparos. Es tarde y la hora de la cena se acerca. Permitidme que os invite a cenar, María está preparando su stracotto al Barolo y le dolería en demasía que rechazaseis mi oferta ¿Qué me dice abogado?
-De verdad, os lo agradezco mucho, no sabría con qué pagaros…- Humildemente agradecido, era todo un caballero y de buen porte.
-Podríais pagarnos con vuestra encantadora presencia, Giovanni. - Y una encantadora sonrisa tras un pequeño rubor de mejillas.- Os acompañaremos en la mesa, pero bien sabes que yo no podré unirme en la cena… Ni yo, ni el señor Marius. - Se quedó con la palabra en la boca, pretendía afirmar mi condición, pero la de Marius le sorprendió sobremanera.
-Entonces… vos también…- Dijo mirando al vampiro.- ¡Ah, claro! Ya lo entiendo todo…- Pero pronto el silencio le aguardó.
Sus pensamientos, ya empezaban a tener orden en su cabeza: ”Todo está claro Giovanni, Katherine sabe que Marius es como ella y habló con él, nada más. Cuando se es igual a otra persona la compenetración es muy grande… Pero por eso no tiene por qué haber nada entre ellos… Eres un celoso Giovanni”[i], decía seguidamente en su cabeza. Pobrecito mío, ¿para qué quieres celos mi amor?, con ellos solo sufres. Debería dar ejemplo yo primera, pero para los vampiros resultaba algo inevitable.
-En efecto mon chér, Marius es como yo. No debéis asustaros ni dar vueltas a vuestra mente… Sabemos que te arrepientes. - Sonreí con expresión amable y delicada.
El abogado volvió a ponerse colorado, ¿qué te ocurre ahora chéri?: [i]”Soy estúpido, claro que saben que me arrepiento, pueden leerme la mente. Ahora me miran, ¿qué digo? Pareceré un idiota. Katherine…”
-¡Signorina Katherine! Por favor, deseo que mis pensamientos sean privados. - Agaché la cabeza y reí unos segundos.
-Como queráis mon amour, os dejo solo con vuestros pensamientos. Pero solo os aconsejo una cosa, no hagáis un caos en vuestra mente, está perfecta tal y como está.- De nuevo aquel rubor en sus mejillas que le hacían encantador.
-De verdad, os lo agradezco mucho, no sabría con qué pagaros…- Humildemente agradecido, era todo un caballero y de buen porte.
-Podríais pagarnos con vuestra encantadora presencia, Giovanni. - Y una encantadora sonrisa tras un pequeño rubor de mejillas.- Os acompañaremos en la mesa, pero bien sabes que yo no podré unirme en la cena… Ni yo, ni el señor Marius. - Se quedó con la palabra en la boca, pretendía afirmar mi condición, pero la de Marius le sorprendió sobremanera.
-Entonces… vos también…- Dijo mirando al vampiro.- ¡Ah, claro! Ya lo entiendo todo…- Pero pronto el silencio le aguardó.
Sus pensamientos, ya empezaban a tener orden en su cabeza: ”Todo está claro Giovanni, Katherine sabe que Marius es como ella y habló con él, nada más. Cuando se es igual a otra persona la compenetración es muy grande… Pero por eso no tiene por qué haber nada entre ellos… Eres un celoso Giovanni”[i], decía seguidamente en su cabeza. Pobrecito mío, ¿para qué quieres celos mi amor?, con ellos solo sufres. Debería dar ejemplo yo primera, pero para los vampiros resultaba algo inevitable.
-En efecto mon chér, Marius es como yo. No debéis asustaros ni dar vueltas a vuestra mente… Sabemos que te arrepientes. - Sonreí con expresión amable y delicada.
El abogado volvió a ponerse colorado, ¿qué te ocurre ahora chéri?: [i]”Soy estúpido, claro que saben que me arrepiento, pueden leerme la mente. Ahora me miran, ¿qué digo? Pareceré un idiota. Katherine…”
-¡Signorina Katherine! Por favor, deseo que mis pensamientos sean privados. - Agaché la cabeza y reí unos segundos.
-Como queráis mon amour, os dejo solo con vuestros pensamientos. Pero solo os aconsejo una cosa, no hagáis un caos en vuestra mente, está perfecta tal y como está.- De nuevo aquel rubor en sus mejillas que le hacían encantador.
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
-De verdad, os lo agradezco mucho, no sabría con qué pagaros…
-Podríais pagarnos con vuestra encantadora presencia, Giovanni. Os acompañaremos en la mesa, pero bien sabes que yo no podré unirme en la cena… Ni yo, ni el señor Marius- Primero miré a Katherine, luego al abogado. Que un humano conociese mi condición de no humano no me molestaba, al contrario, podía llegar a ser muy entretenido: Observando cómo osaba mirarte directamente intentando analizar cada gesto, contestando preguntas sobre mi extraña condición… etc. Pero también era peligroso, esperaba que el señor Giovanni tuviera consideración y que guardara a buen recaudo esta nueva información.
-Entonces… vos también… ¡Ah, claro! Ya lo entiendo todo…- la nueva información que le proporcionó Katherine ayudó a desvanecer todo rastro de celos que quedaba en el abogado. Me entraron ganas de reír y después decirle: No Regetti, no os quedéis tranquilo. Ahora que sabéis que soy de la misma naturaleza vuestros celos ya tienen algo en lo que sostenerse.
Sus pensamientos me daban a entender la ignorancia del abogado en cuanto al tema de los vampiros.
-En efecto mon chér, Marius es como yo. No debéis asustaros ni dar vueltas a vuestra mente… Sabemos que te arrepientes.
-¡Signorina Katherine! Por favor, deseo que mis pensamientos sean privados.- Pobre Regetti. En esta casa no existe la privacidad, lo siento.
-Como queráis mon amour, os dejo solo con vuestros pensamientos. Pero solo os aconsejo una cosa, no hagáis un caos en vuestra mente, está perfecta tal y como está- Katherine lograba causar un efecto especial entre los hombres. Y como no causarlo con esa belleza salvaje.
Desde el salón mi oído fino era capaz de captar los gritos de María ordenando a las doncellas que fueran preparando la mesa para el señor Regetti.
Mi querida María, la más avispada. Gracias a ella Petruccio, Claudia y Cristina no hacían preguntas sobre mi excéntrica vida. ¿Por qué no sale el señor por el día? Nunca le he visto comer nada ¿Os habéis fijado en su palidez? Cuando vuelve de dar un paseo parece haber recobrado un poco de color… esas eran las típicas preguntas que podía escuchar mientras dormía. María siempre las acallaba agitando una cuchara de madera y diciendo: Callaos de una vez, tenemos techo, comida y un buen sueldo… no somos nadie para meternos en la vida privada de nuestro señor. Y hablar menos y trabajar más, el señor estará a punto de salir y querrá la casa perfectamente limpia.
Oh mi regordeta María, fácilmente podría ser una madre desaparecida ya tiempo atrás.
María también sospechaba que no era normal… La ama de llaves había escuchado las leyendas cobre mi “antepasado” que residió en esa misma casa y piensa que yo he heredado sus poderes y que por eso soy tan excéntrico. Me conformaba que tuviese esa imagen de mi.
-Dígame Regetti ¿Cómo conoció a Katherine? ¿Fue ella quién le facilitó la información sobre su condición? Sepa que es un bien muy preciado y debe resguardarla a buen recaudo en su cabeza.
-Podríais pagarnos con vuestra encantadora presencia, Giovanni. Os acompañaremos en la mesa, pero bien sabes que yo no podré unirme en la cena… Ni yo, ni el señor Marius- Primero miré a Katherine, luego al abogado. Que un humano conociese mi condición de no humano no me molestaba, al contrario, podía llegar a ser muy entretenido: Observando cómo osaba mirarte directamente intentando analizar cada gesto, contestando preguntas sobre mi extraña condición… etc. Pero también era peligroso, esperaba que el señor Giovanni tuviera consideración y que guardara a buen recaudo esta nueva información.
-Entonces… vos también… ¡Ah, claro! Ya lo entiendo todo…- la nueva información que le proporcionó Katherine ayudó a desvanecer todo rastro de celos que quedaba en el abogado. Me entraron ganas de reír y después decirle: No Regetti, no os quedéis tranquilo. Ahora que sabéis que soy de la misma naturaleza vuestros celos ya tienen algo en lo que sostenerse.
Sus pensamientos me daban a entender la ignorancia del abogado en cuanto al tema de los vampiros.
-En efecto mon chér, Marius es como yo. No debéis asustaros ni dar vueltas a vuestra mente… Sabemos que te arrepientes.
-¡Signorina Katherine! Por favor, deseo que mis pensamientos sean privados.- Pobre Regetti. En esta casa no existe la privacidad, lo siento.
-Como queráis mon amour, os dejo solo con vuestros pensamientos. Pero solo os aconsejo una cosa, no hagáis un caos en vuestra mente, está perfecta tal y como está- Katherine lograba causar un efecto especial entre los hombres. Y como no causarlo con esa belleza salvaje.
Desde el salón mi oído fino era capaz de captar los gritos de María ordenando a las doncellas que fueran preparando la mesa para el señor Regetti.
Mi querida María, la más avispada. Gracias a ella Petruccio, Claudia y Cristina no hacían preguntas sobre mi excéntrica vida. ¿Por qué no sale el señor por el día? Nunca le he visto comer nada ¿Os habéis fijado en su palidez? Cuando vuelve de dar un paseo parece haber recobrado un poco de color… esas eran las típicas preguntas que podía escuchar mientras dormía. María siempre las acallaba agitando una cuchara de madera y diciendo: Callaos de una vez, tenemos techo, comida y un buen sueldo… no somos nadie para meternos en la vida privada de nuestro señor. Y hablar menos y trabajar más, el señor estará a punto de salir y querrá la casa perfectamente limpia.
Oh mi regordeta María, fácilmente podría ser una madre desaparecida ya tiempo atrás.
María también sospechaba que no era normal… La ama de llaves había escuchado las leyendas cobre mi “antepasado” que residió en esa misma casa y piensa que yo he heredado sus poderes y que por eso soy tan excéntrico. Me conformaba que tuviese esa imagen de mi.
-Dígame Regetti ¿Cómo conoció a Katherine? ¿Fue ella quién le facilitó la información sobre su condición? Sepa que es un bien muy preciado y debe resguardarla a buen recaudo en su cabeza.
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
-Dígame Regetti ¿Cómo conoció a Katherine? ¿Fue ella quién le facilitó la información sobre su condición? Sepa que es un bien muy preciado y debe resguardarla a buen recaudo en su cabeza.
Preguntas, más preguntas. ¿Cómo se sentiría Giovanni? Estar con dos vampiros en los mismos aposentos no debería darle consuelo. Pero parecía tranquilo, ameno y sobre todo ajeno a nuestra condición. Eso me gustaba mucho de él. Daba igual la raza, la edad, el sexo o en nuestro caso nuestra anomalía, él seguía siendo igual de amable y mantenía la cabeza librada de males. No era yo quien debía contestar, sino él, por lo que esperé escuchar el sonido de su voz danzando por el salón mientras respondía a Marius.
-Conocí a la señorita Katherine aquí mismo, en Venecia. Tiene numerosos negocios por el mundo y, tal como está la situación, un hombre debe ser el dueño de todos ellos. “El dueño” no se deja ver nunca, siempre “envía a Katherine” si hay un problema. Yo antes estaba muy ceñido en mi trabajo, me daba igual hacer daño a alguien, psíquicamente, claro está, si conseguía sobresalir como abogado. Descubrí el pequeño secreto que Katherine tenía, no hizo falta ninguna amenaza ni mi próxima muerte para cambiar de opinión. ¡Siempre tuve la misma opinión! No pensaba delatarla, ni mucho menos, su dulzura y belleza me dejaron sin aliento desde la primera vez. Soy el mejor abogado de Venecia y la entregué mi ayuda. A partir de entonces soy su abogado y no dejo que ningún indeseado arruine su vida. Tan solo ver las caras de pervertidos y de decepción por ser una mujer hace que me hierva la sangre.
A lo largo de la historia me había movido de mi asiento, colocándome junto a Giovanni, sosteniendo su mano cuando la rabia invadía su alma.
-Tranquilizaos chéri, no tiene importancia.- Respiró hondo y carraspeó la garganta.
-No sé cómo lo soportáis, más aún si puedes leerles la mente. Yo, sin tener ese don, puedo codificar sus pensamientos. Tan solo piensan en vos como si fuerais un objeto. Y la grosería que les envuelve y demuestran… debería tener un óptimo castigo. Parece que no tengo el espíritu de la época.- Y rio delicadamente.- Si yo fuera vos, les habría matado un millón de veces.
-Por eso me gustáis tanto, sois diferente, el espíritu de esta época puede encontrarse por doquier, pero el tuyo… me da a pensar que sois único, la única y llorosa flor de invierno que mantiene su hermosura con el transcurso del tiempo… No… nunca debéis contaminar vuestra mente, no penséis en la muerte, no ahora que estás en la flor de la vida mon chéri. Puedo soportarlo gracias a los largos años de existencia, es muy sencillo ignorar al ignorante, ¿no creéis? No penséis más en ello, proseguid.- Asintió.
-Sabed, Marius, que nunca pasaría por mi cabeza revelar vuestro secreto, aunque se oyen historias… nunca podrán saber la verdad… Espero no equivocarme.- Miró cabizbajo hacia el suelo y después miró a Marius. Parecía que la mirada del vampiro hacía que Giovanni se sintiera incómodo, le comprendía. Nuestra mirada siempre llegaba a ser molesta.- Ella no me dijo nada, más aún, ahora que la conozco, dudo que se lo haya dicho a un humano más.- Exacto, de ahí saco que eres tan especial.- Pasaba mucho tiempo con ella, tanto que llegué a notar que no era, como hoy conocemos la definición, normal. Su exquisita belleza era tal que me deslumbraba. Nunca había visto tal perfección en lo que llevo de vida. Sus ojos, azules como la mar diurna, me contaban miles de historias diferentes. ¿Cómo podía ser algo así posible? Su palidez… no siempre era la misma, en ocasiones llegaba a parecer enfermiza, pero seguía radiante, como siempre… Y su tacto…- Tocó mi mano delicadamente.- … es tan frío como las aguas del Ártico. Creo que sabía que sospechaba de mí.- Me miró, enarqué una ceja y reí durante un segundo. ¿Cómo no iba a sospechar? Había intentado no leer su mente hasta que parecía algo distante conmigo.- Sí, sospechaba de mí. Luego… luego…- Se rascó la cabeza un par de veces.- Es privado.- Rio nerviosamente.
-Luego- proseguí- utilicé mis dotes de vampiro para hacerle comprender. La seducción puede llegar a ser muy sencilla, pero yo no produje solo ese sentimiento… El temor también se hacía notar en sus facciones. El pobrecillo se cayó al suelo del susto.- Reí, pero parecía que a Giovanni no le hacía mucha gracia. ¡Qué poco sentido del humor!- Yo le seguí, consiguiendo ponerme encima de él y tenerle a buen recaudo.- Listo, contempladle, estaba más rojo que un tomate, pobrecillo.- Mis palabras se clavaron en su cabecita, lo comprendía muy bien. Aún sabiendo, antes de decirle nada, que no iba a decírselo a nadie, debía poner de mi parte para que no sucediera. Después, un acto de amor… ambos sentíamos amor uno por el otro y nos lo demostramos.- Sonreí con dulzura, pobre de mi vergonzoso…
Preguntas, más preguntas. ¿Cómo se sentiría Giovanni? Estar con dos vampiros en los mismos aposentos no debería darle consuelo. Pero parecía tranquilo, ameno y sobre todo ajeno a nuestra condición. Eso me gustaba mucho de él. Daba igual la raza, la edad, el sexo o en nuestro caso nuestra anomalía, él seguía siendo igual de amable y mantenía la cabeza librada de males. No era yo quien debía contestar, sino él, por lo que esperé escuchar el sonido de su voz danzando por el salón mientras respondía a Marius.
-Conocí a la señorita Katherine aquí mismo, en Venecia. Tiene numerosos negocios por el mundo y, tal como está la situación, un hombre debe ser el dueño de todos ellos. “El dueño” no se deja ver nunca, siempre “envía a Katherine” si hay un problema. Yo antes estaba muy ceñido en mi trabajo, me daba igual hacer daño a alguien, psíquicamente, claro está, si conseguía sobresalir como abogado. Descubrí el pequeño secreto que Katherine tenía, no hizo falta ninguna amenaza ni mi próxima muerte para cambiar de opinión. ¡Siempre tuve la misma opinión! No pensaba delatarla, ni mucho menos, su dulzura y belleza me dejaron sin aliento desde la primera vez. Soy el mejor abogado de Venecia y la entregué mi ayuda. A partir de entonces soy su abogado y no dejo que ningún indeseado arruine su vida. Tan solo ver las caras de pervertidos y de decepción por ser una mujer hace que me hierva la sangre.
A lo largo de la historia me había movido de mi asiento, colocándome junto a Giovanni, sosteniendo su mano cuando la rabia invadía su alma.
-Tranquilizaos chéri, no tiene importancia.- Respiró hondo y carraspeó la garganta.
-No sé cómo lo soportáis, más aún si puedes leerles la mente. Yo, sin tener ese don, puedo codificar sus pensamientos. Tan solo piensan en vos como si fuerais un objeto. Y la grosería que les envuelve y demuestran… debería tener un óptimo castigo. Parece que no tengo el espíritu de la época.- Y rio delicadamente.- Si yo fuera vos, les habría matado un millón de veces.
-Por eso me gustáis tanto, sois diferente, el espíritu de esta época puede encontrarse por doquier, pero el tuyo… me da a pensar que sois único, la única y llorosa flor de invierno que mantiene su hermosura con el transcurso del tiempo… No… nunca debéis contaminar vuestra mente, no penséis en la muerte, no ahora que estás en la flor de la vida mon chéri. Puedo soportarlo gracias a los largos años de existencia, es muy sencillo ignorar al ignorante, ¿no creéis? No penséis más en ello, proseguid.- Asintió.
-Sabed, Marius, que nunca pasaría por mi cabeza revelar vuestro secreto, aunque se oyen historias… nunca podrán saber la verdad… Espero no equivocarme.- Miró cabizbajo hacia el suelo y después miró a Marius. Parecía que la mirada del vampiro hacía que Giovanni se sintiera incómodo, le comprendía. Nuestra mirada siempre llegaba a ser molesta.- Ella no me dijo nada, más aún, ahora que la conozco, dudo que se lo haya dicho a un humano más.- Exacto, de ahí saco que eres tan especial.- Pasaba mucho tiempo con ella, tanto que llegué a notar que no era, como hoy conocemos la definición, normal. Su exquisita belleza era tal que me deslumbraba. Nunca había visto tal perfección en lo que llevo de vida. Sus ojos, azules como la mar diurna, me contaban miles de historias diferentes. ¿Cómo podía ser algo así posible? Su palidez… no siempre era la misma, en ocasiones llegaba a parecer enfermiza, pero seguía radiante, como siempre… Y su tacto…- Tocó mi mano delicadamente.- … es tan frío como las aguas del Ártico. Creo que sabía que sospechaba de mí.- Me miró, enarqué una ceja y reí durante un segundo. ¿Cómo no iba a sospechar? Había intentado no leer su mente hasta que parecía algo distante conmigo.- Sí, sospechaba de mí. Luego… luego…- Se rascó la cabeza un par de veces.- Es privado.- Rio nerviosamente.
-Luego- proseguí- utilicé mis dotes de vampiro para hacerle comprender. La seducción puede llegar a ser muy sencilla, pero yo no produje solo ese sentimiento… El temor también se hacía notar en sus facciones. El pobrecillo se cayó al suelo del susto.- Reí, pero parecía que a Giovanni no le hacía mucha gracia. ¡Qué poco sentido del humor!- Yo le seguí, consiguiendo ponerme encima de él y tenerle a buen recaudo.- Listo, contempladle, estaba más rojo que un tomate, pobrecillo.- Mis palabras se clavaron en su cabecita, lo comprendía muy bien. Aún sabiendo, antes de decirle nada, que no iba a decírselo a nadie, debía poner de mi parte para que no sucediera. Después, un acto de amor… ambos sentíamos amor uno por el otro y nos lo demostramos.- Sonreí con dulzura, pobre de mi vergonzoso…
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
Mientras Giovanni relataba toda la historia, mis ojos quedaban clavados en él.
Mis deseos no eran incomodarle, todo lo contrario, solo deseaba que se sintiera más a gusto. Pero no podía evitar mirarle directamente mientras las escenas de su historia se reproducían en su cabeza.
Era tan fuerte el encaprichamiento del abogado por Katherine, que parecía que fuera ayer cuando se conocieron. Estaba todo tan nítido en la cabeza, que no pude más que sentir celos por la relación que tenían la vampira y el abogado.
Katherine ayudaba a Giovanni a seguir relatando, tanto por su presencia, pues ahora se sentaba a su lado, y por sus correcciones y añadidos que hacía a la historia.
Yo, cayado, contemplaba las imágenes que ambos me mostraban y desconecté cuando las escenas se volvieron demasiado privadas… no deseaba ponerme enfermo ni celoso.
-Tranquilícese abogado, no hay de qué avergonzarse… en esta casa la timidez se deja en la entrada. Ya pasara más tarde a por ella si desea conservarla- mis manos, en apariencia quietas, no dejaban de acariciar la superficie del sofá, como entretenimiento y distracción para conservar la calma- Es una fascinante historia y a la vez un tanto dramática. Me cuesta comprender el pensamiento de este nuevo siglo, a veces pienso que esta época no está hecha para mí y que mi sino es estar enterrado para dormir hasta que algo interesante me desvele. Lástima que tenga asuntos que me requieran despierto y en perfectas condiciones- Los padres podían llegar a ser dura carga para una frágil espalda. La mía se había curtido con el paso de los años.
-Señor, la cena está servida- ¡Oh, María! Qué gran noticia, ya no podía aguantar más tiempo estar aquí sentado.
-Gracias María, llama a Claudia y Cristina para que nos acompañen en la cena. Nuestro querido abogado debe recibir todas las atenciones necesarias- el ama de llaves asintió y desapareció tras la puerta- Señor, señorita…- me dirigí a ambos- El comedor nos espera- y guié a ambos por la mansión hasta llegar a la habitación donde se celebró el gran banquete de la pasada noche. Ahora la gran mesa estaba vacía y solo había sobre su superficie un vaso, un plato, un juego de cubiertos y una bandeja tapada… todo colocado en el lugar donde se presidia la mesa donde, a ambos lados de la silla, esperaban las hermosas Claudia y Cristina que al veme llegar sonrieron y recobraron la compostura cuando Giovanni y Katherine aparecieron- Por favor Giovanni, presida la mesa. Claudia y Cristina le atenderán en todo lo que pida. Son dos doncellas magníficas. Trátelas con respeto y sus servicios serán perfectos- Las dos mujeres rieron y se sonrojaron y comenzaron a servir la cena al invitado.
Claudia llenaba su plato, Cristina era la encargada de rellenar la copa del abogado cada vez que esta se vaciaba.
Durante la cena, las niñas no dejaban de mirar a Katherine de reojo. Ignoro lo que estarían pensando pues yo me encontraba sumergido en otra dimensión. No acompañé al abogado en su cena. Me encontraba de pie, mirando por la ventana la oscuridad de Venecia mientras que la pareja, a mi espalda, parecía conversar sobre algún tema que no llamó mi atención. Mi cabeza parecía volar a cientos de millas de distancia.
Mis deseos no eran incomodarle, todo lo contrario, solo deseaba que se sintiera más a gusto. Pero no podía evitar mirarle directamente mientras las escenas de su historia se reproducían en su cabeza.
Era tan fuerte el encaprichamiento del abogado por Katherine, que parecía que fuera ayer cuando se conocieron. Estaba todo tan nítido en la cabeza, que no pude más que sentir celos por la relación que tenían la vampira y el abogado.
Katherine ayudaba a Giovanni a seguir relatando, tanto por su presencia, pues ahora se sentaba a su lado, y por sus correcciones y añadidos que hacía a la historia.
Yo, cayado, contemplaba las imágenes que ambos me mostraban y desconecté cuando las escenas se volvieron demasiado privadas… no deseaba ponerme enfermo ni celoso.
-Tranquilícese abogado, no hay de qué avergonzarse… en esta casa la timidez se deja en la entrada. Ya pasara más tarde a por ella si desea conservarla- mis manos, en apariencia quietas, no dejaban de acariciar la superficie del sofá, como entretenimiento y distracción para conservar la calma- Es una fascinante historia y a la vez un tanto dramática. Me cuesta comprender el pensamiento de este nuevo siglo, a veces pienso que esta época no está hecha para mí y que mi sino es estar enterrado para dormir hasta que algo interesante me desvele. Lástima que tenga asuntos que me requieran despierto y en perfectas condiciones- Los padres podían llegar a ser dura carga para una frágil espalda. La mía se había curtido con el paso de los años.
-Señor, la cena está servida- ¡Oh, María! Qué gran noticia, ya no podía aguantar más tiempo estar aquí sentado.
-Gracias María, llama a Claudia y Cristina para que nos acompañen en la cena. Nuestro querido abogado debe recibir todas las atenciones necesarias- el ama de llaves asintió y desapareció tras la puerta- Señor, señorita…- me dirigí a ambos- El comedor nos espera- y guié a ambos por la mansión hasta llegar a la habitación donde se celebró el gran banquete de la pasada noche. Ahora la gran mesa estaba vacía y solo había sobre su superficie un vaso, un plato, un juego de cubiertos y una bandeja tapada… todo colocado en el lugar donde se presidia la mesa donde, a ambos lados de la silla, esperaban las hermosas Claudia y Cristina que al veme llegar sonrieron y recobraron la compostura cuando Giovanni y Katherine aparecieron- Por favor Giovanni, presida la mesa. Claudia y Cristina le atenderán en todo lo que pida. Son dos doncellas magníficas. Trátelas con respeto y sus servicios serán perfectos- Las dos mujeres rieron y se sonrojaron y comenzaron a servir la cena al invitado.
Claudia llenaba su plato, Cristina era la encargada de rellenar la copa del abogado cada vez que esta se vaciaba.
Durante la cena, las niñas no dejaban de mirar a Katherine de reojo. Ignoro lo que estarían pensando pues yo me encontraba sumergido en otra dimensión. No acompañé al abogado en su cena. Me encontraba de pie, mirando por la ventana la oscuridad de Venecia mientras que la pareja, a mi espalda, parecía conversar sobre algún tema que no llamó mi atención. Mi cabeza parecía volar a cientos de millas de distancia.
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
-Tranquilícese abogado, no hay de qué avergonzarse… en esta casa la timidez se deja en la entrada. Ya pasara más tarde a por ella si desea conservarla.- Giovanni le miró con cierto tembleque, la voz de Marius resultaba escalofriante pero al mismo tiempo dulce y melódica, y eso hizo que Giovanni se pusiera nervioso. Aunque sin pensárselo dos veces, asintió a su proposición.- Es una fascinante historia y a la vez un tanto dramática. Me cuesta comprender el pensamiento de este nuevo siglo, a veces pienso que esta época no está hecha para mí y que mi sino es estar enterrado para dormir hasta que algo interesante me desvele.- ¿De veras, chéri? ¿No comprendes que si tú yaces dormido yo te seguiré? Esta época no es digna de mí ni yo de ella… Pero juntos estaremos… ¿Sería eso suficiente, mon amour? Para mí lo es.- Lástima que tenga asuntos que me requieran despierto y en perfectas condiciones.- Le miré con cierta extrañeza. ¿Qué asuntos podían requerirte en buenas condiciones y despierto? No me había comunicado nada al respecto, ¿qué podría ser? Mi mirada estaba clavada en su persona, interrogante, pero algo interrumpió.
-Señor, la cena está servida.- Era María, en un momento muy oportuno debía añadir. Hice de tripas corazón y puse mi atención en Giovanni.
-Gracias María, llama a Claudia y Cristina para que nos acompañen en la cena. Nuestro querido abogado debe recibir todas las atenciones necesarias. Señor, señorita… El comedor nos espera.- Asentí y me levanté seguido de Giovanni.
Marius nos guió por la grandiosa mansión hasta llegar al gran comedor. La mesa estaba perfectamente decorada, aunque solo con un conjunto para Giovanni. Cristina y Claudia se hallaban allí tal y como había pedido Marius. Aquellas muchachitas… simplemente, sus pensamientos, me hacían reír. Inocentes, esa era la palabra que las describía.
-Por favor Giovanni, presida la mesa. Claudia y Cristina le atenderán en todo lo que pida. Son dos doncellas magníficas. Trátelas con respeto y sus servicios serán perfectos.
Como dos autómatas, tras el elogio de Marius, comenzaron a servir a Giovanni que se había sentado justo donde Marius le dijo. Yo, con afán de observación, me senté a su lado. Me sentía observada sin embargo, las dos doncellas de Marius me miraban de reojo. Una sencilla sonrisa apareció en mi rostro. Pobres niñas… ¿Tan celosas estáis de que atraiga toda la atención de vuestro Señor?
Comentaba con Giovanni múltiples aspectos de trabajo mientras cenaba, nada importante, incluso me aburría en aquellos momentos. Justo a tiempo cuando terminó de cenar. Miré a las doncellas y con una orden muda les indiqué que recogieran la mesa. ¿Por qué hacía aquello? Me divertía sobremanera. ¿Cómo se sentían cuando les ordenaba? Muy sencillo…
“¿Pero qué se ha creído esta bruja? El único que puede darnos órdenes es el Señor Marius. No sé qué habrá visto Marius en ella…”
Pequeñas ricuras… Tomé la mano de Giovanni. Se había hecho tarde y deseaba irse. No le detendría. Tras un tierno beso, éste salió por la puerta. Me había quedado mirando a Marius, que tras despedirse de él se había puesto en la misma pose que priori. Me acerqué a su espalda y le abracé. Pasé mis brazos por sus costados y mis manos acabaron en su torso.
-¿Necesitas hablar chéri?
-Señor, la cena está servida.- Era María, en un momento muy oportuno debía añadir. Hice de tripas corazón y puse mi atención en Giovanni.
-Gracias María, llama a Claudia y Cristina para que nos acompañen en la cena. Nuestro querido abogado debe recibir todas las atenciones necesarias. Señor, señorita… El comedor nos espera.- Asentí y me levanté seguido de Giovanni.
Marius nos guió por la grandiosa mansión hasta llegar al gran comedor. La mesa estaba perfectamente decorada, aunque solo con un conjunto para Giovanni. Cristina y Claudia se hallaban allí tal y como había pedido Marius. Aquellas muchachitas… simplemente, sus pensamientos, me hacían reír. Inocentes, esa era la palabra que las describía.
-Por favor Giovanni, presida la mesa. Claudia y Cristina le atenderán en todo lo que pida. Son dos doncellas magníficas. Trátelas con respeto y sus servicios serán perfectos.
Como dos autómatas, tras el elogio de Marius, comenzaron a servir a Giovanni que se había sentado justo donde Marius le dijo. Yo, con afán de observación, me senté a su lado. Me sentía observada sin embargo, las dos doncellas de Marius me miraban de reojo. Una sencilla sonrisa apareció en mi rostro. Pobres niñas… ¿Tan celosas estáis de que atraiga toda la atención de vuestro Señor?
Comentaba con Giovanni múltiples aspectos de trabajo mientras cenaba, nada importante, incluso me aburría en aquellos momentos. Justo a tiempo cuando terminó de cenar. Miré a las doncellas y con una orden muda les indiqué que recogieran la mesa. ¿Por qué hacía aquello? Me divertía sobremanera. ¿Cómo se sentían cuando les ordenaba? Muy sencillo…
“¿Pero qué se ha creído esta bruja? El único que puede darnos órdenes es el Señor Marius. No sé qué habrá visto Marius en ella…”
Pequeñas ricuras… Tomé la mano de Giovanni. Se había hecho tarde y deseaba irse. No le detendría. Tras un tierno beso, éste salió por la puerta. Me había quedado mirando a Marius, que tras despedirse de él se había puesto en la misma pose que priori. Me acerqué a su espalda y le abracé. Pasé mis brazos por sus costados y mis manos acabaron en su torso.
-¿Necesitas hablar chéri?
Re: Asuntos pendientes. [M. de Romanus]
La cena me transcurrió lenta. Yo sumido en mí mismo y Katherine con su acompañante no me había sentido tan alejado de ella como esta noche.
La uña de mi dedo pulgar acariciaba mis labios mientras miraba a la nada.
A mis espaldas, el sonido de platos y cubiertos y el cerrojo de la puerta abrirse y cerrarse. Las doncellas ya se habían marchado por lo que el abogado ya habría terminado de cenar.
Con aparente prisa, el señor Giovanni recogió su abrigo y comentó su intención de marcharse ya. Otros asuntos requerían su atención.
Me despedí del abogado con una leve inclinación y Katherine se perdió por el pasillo para acompañar a Giovanni hasta la puerta.
¿Qué hacer cuando eres capaz de ver todo lo que te rodea? ¿Cómo haces para no presenciar escenas dolorosas para mí? Cierra los ojos Marius, solo cierra los ojos.
Los brazos de Katherine hicieron contacto con mi cuerpo, despertándome de la pesadilla, abriendo los ojos y encontrándome con nuestro reflejo que devolvía el cristal.
Gran efecto revitalizante poseían esos delicados brazos y sus manos poseían el don de la sanación, pues comenzaban a curar las heridas de mi alma.
-¿Necesitas hablar chéri?- me preguntó con su delicada voz.
Sonreí a mi pesar y me llevé una de sus manos a mis labios.
-Nunca lo he necesitado tanto como esta noche, Katherine- no me di la vuelta para mirarla, solo me reconforte entre sus brazos- Muchas veces odio nuestra naturaleza y nuestra facilidad para amar. Esta noche por fin he despertado y he recapacitado: Jamás has sido, ni serás, solo mía y yo no podré evitar morirme de celos cada vez que estés con otra persona. Odio no poder amarte solo a ti. Odio que no seas capaz de amarme solo a mí…- me revolví en sus brazos para darme la vuelta y poder mirarla por fin a sus hermosos ojos azules- … Pero sé que el amor que siento por ti está a un nivel más alto de lo normal y que tu sola presencia me da ánimos para seguir adelante. Tu eres uno de los eslabones de la cadena que me mantienen sujeto a la vida real y hoy esa cadena ha estado a punto de romperse por mi culpa y mis estúpidos celos- ahora la abracé yo a ella para no separarla de mi lado- Siento haberme comportado de forma tan estúpida, alejándome de ti. Perdona mis celos y créeme cuando te digo que no volverán a surgir pues ahora ya he despertado y sé que nunca serás solo mía… pero siempre tendré un trozo de tu corazón.
La uña de mi dedo pulgar acariciaba mis labios mientras miraba a la nada.
A mis espaldas, el sonido de platos y cubiertos y el cerrojo de la puerta abrirse y cerrarse. Las doncellas ya se habían marchado por lo que el abogado ya habría terminado de cenar.
Con aparente prisa, el señor Giovanni recogió su abrigo y comentó su intención de marcharse ya. Otros asuntos requerían su atención.
Me despedí del abogado con una leve inclinación y Katherine se perdió por el pasillo para acompañar a Giovanni hasta la puerta.
¿Qué hacer cuando eres capaz de ver todo lo que te rodea? ¿Cómo haces para no presenciar escenas dolorosas para mí? Cierra los ojos Marius, solo cierra los ojos.
Los brazos de Katherine hicieron contacto con mi cuerpo, despertándome de la pesadilla, abriendo los ojos y encontrándome con nuestro reflejo que devolvía el cristal.
Gran efecto revitalizante poseían esos delicados brazos y sus manos poseían el don de la sanación, pues comenzaban a curar las heridas de mi alma.
-¿Necesitas hablar chéri?- me preguntó con su delicada voz.
Sonreí a mi pesar y me llevé una de sus manos a mis labios.
-Nunca lo he necesitado tanto como esta noche, Katherine- no me di la vuelta para mirarla, solo me reconforte entre sus brazos- Muchas veces odio nuestra naturaleza y nuestra facilidad para amar. Esta noche por fin he despertado y he recapacitado: Jamás has sido, ni serás, solo mía y yo no podré evitar morirme de celos cada vez que estés con otra persona. Odio no poder amarte solo a ti. Odio que no seas capaz de amarme solo a mí…- me revolví en sus brazos para darme la vuelta y poder mirarla por fin a sus hermosos ojos azules- … Pero sé que el amor que siento por ti está a un nivel más alto de lo normal y que tu sola presencia me da ánimos para seguir adelante. Tu eres uno de los eslabones de la cadena que me mantienen sujeto a la vida real y hoy esa cadena ha estado a punto de romperse por mi culpa y mis estúpidos celos- ahora la abracé yo a ella para no separarla de mi lado- Siento haberme comportado de forma tan estúpida, alejándome de ti. Perdona mis celos y créeme cuando te digo que no volverán a surgir pues ahora ya he despertado y sé que nunca serás solo mía… pero siempre tendré un trozo de tu corazón.
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