Noche de Màscaras y despertares: Otra cara de la moneda [Raymond]

Off: Esto sucede dentro de la fiesta de mascaras pero por obvias razones no está en el mismo post; sería muy difícil de hacer. Sin embargo seguimos dentro del otro tema.

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Poco hablé con Alma Dupont antes de que desapareciera y la noche volviera a ser lo de antes; un desfile aburrido de desconocidos a los que con o sin máscara no pensaba dirigirles la palabra. Me levanté; ya me sentía entumida de tanto estar sentada pero sobre todo engentada. Era increíble como el pequeño salón se había llenado tan rápido; la música antes tan placentera, ahora era un golpe a mi cerebro.

Albergaba la esperanza en el fondo de mi corazón, un hueco casi impenetrable, de que Dylan Dougherty asistiera al menos unos minutos, pero parecía en vano. Y aunque lo hiciera, ¿qué tan fácil es reconocer a la gente bajo el disfraz? Quizá lo delataran sus ojos en los que tanto me gustaba perderme. Tenía un par de días de conocerlo pero parecía toda una vida. Si había ido, lo encontraría y si no, seguro su trabajo, un secreto tortuoso que nos unía, era el causante de su falta.

Merodeé por los cuartos; bailar no me apetecía. Romper las pulcras reglas de mi exagerada sociedad al ir a un burdel, por muy absurdo que fuere, ya era bastante satisfactorio para una joven como yo, pero no pensaba llegar a más. Daría un último recorrido en busca de la compañía del cazador para después emprender la elegante retirada.

Subí al segundo piso; asustada de lo que podía encontrar allí. El sonido de mis pasos en el hermoso mármol, era aminorado por los bellos tapetes persas y la algarabía de todos los presentes. Arriba estaban los salones de juegos; gracias a mi hermano, entendía bien el arte de las cartas pero no me interesaba. A él en cambio, pude haberme dado el lujo en varias ocasiones de acusarlo de amarlas más que a las mujeres; por fortuna no era un adicto que no sabía cuando parar sus apuestas.

Observé un poco; la mayoría ya estaban ebrios como para jugar con coherencia. Si se hubiese tratado de quitarse las prendas, ya no traerían absolutamente nada encima. Por unos instantes confundí a otro hombre pensando que era Dylan, error, lo cierto era que me encontraba sola y tenía que acostumbrarme a la idea.

Vampiros y más vampiros; son la clase de bestias que jamás he comprendido. Inmortales, poderosos y además, al parecer, más inteligentes que muchos otros monstruos. Ese afán de mezclarse entre los hombres y gozar de los mismos placeres, los hacía terroríficos. Y es que, ¿cómo cuidarte de algo tan encantador?; por supuesto que había otros más irracionales, pero en su mayoría no necesitaban lanzarse como un perro sobre la presa, las victimas se les entregaban solas.

En el último piso había camas, pude adivinar para que eran; incluso varios cuartos estaban ocupados. Cuantas parejas no las habrían usado, sentí pena por los que en ese instante las utilizaban; era como una orgía si se ponían a contar cuantos pasaron por las mismas sábanas que ellos. “Widerlich”, pensé en mi segunda lengua madre y bajé de nuevo al primer piso.

Hastiada, salí al jardín por aire fresco; no sin antes tomar una copa de vino y agarrar otra para el camino. No era muy probable que quisiera volver a entrar. Y aunque no iba en plan de asesina con semejante vestido tan estorboso; no dudaría ayudar si a alguna de las alimañas se le ocurría que era su hora de cenar.