¿Me perdonas?

-Solo cumplí un capricho de la niña. Quería saber cómo trabajaba su papa. Si hubiera preguntado sobre tu trabajo ¿no se lo habrías contado? Yo condeno almas al infierno, tú matas, aunque creas que es por una buena causa… no es que seamos unos padres ejemplares, ninguno de los dos.- Imbécil, eso es lo que era. ¿Acaso es lo mismo matar justamente a seres sobrenaturales que han arrebatado vidas que condenar almas al infierno? La balanza estaba dándome la razón a mí. ¡Qué se creía! Escuché la daga caer al suelo, estaba mejor con ella dentro, así se estaría quieto un rato. Sus manos se pusieron en mis caderas, me dio un escalofrió del susto mortal que acababa de meterme. Fui a moverme, creí que había sido un simple movimiento para luego dejarme en paz, pero no, sus manos subieron a mis pechos, apretándolos en sus manos. No… ahora sí que la había liado parda. Se iba a enterar. Me revolví para quitármele de encima, pero de nuevo aquel escalofrío cuando besó mi cuello- Vamos Katrina, yo me arrepiento, tú me perdonas… ¿y si cerramos el asunto con un revolcón magistral? Como los de los viejos tiempos… ¿te acuerdas? Aquello sí que era disfrutar- ¡Dios mío! ¡Pero qué le estaba dando ahora a aquel estúpido demonio! ¡Qué asco!- Te he echado mucho de menos cazadora… ¿tú a mi no? ¿En estos años no has recordado ni una vez nuestros momentos de pasión? Qué me dices… ¿nos reconciliamos?

Ahora sí que sí, me quité sus manos de encima, me di la vuelta y le metí un rodillazo en sus partes bajas. Después le proporcioné un puñetazo de arriba hacia abajo en la clavícula, haciendo que cayera más al suelo. Y después puse un pie en su pecho empujándole hacia atrás. Caminé hacia atrás y cogí la daga del suelo, quizás me haría falta.

-Eres un pervertido Mefistófeles, ¿acaso tu querida Lilith no te da lo que necesitas? Ya te digo que yo no seré quien te desquite- y cogiendo el cuchillo por el filo se lo lancé directamente. Sabía que lo cogería, como siempre ocurría. Me dirigí al armario que contenía el alcohol. Cogí una botella de ron y me senté en un sillón. Ni siquiera cogí un vaso. Quité el tapón y bebí un trago.- ¿Estás bien diablillo? ¿Necesitas algún golpe más?- reí. En aquellos momentos me sentía superior a él. ¡Qué demonios! ¡Era superior a él!

- Vamos Katrina, divirtámonos un poco… la niña duerme, no se despertara y ambos necesitamos sentir algo nuevo… o viejo, como quieras llamarlo- escuchaba sus palabras lejanas, no le estaba haciendo ni puñetero caso, se estaba volviendo muy pesado, increíble. La botella de ron desapareció de mis manos, Mefistófeles bebió un trago muy largo. Suspiré, que tío más raro. Me la devolvió.

-Gracias hombre, creí que te ibas a beber todo el contenido- dije con voz cansada.

- Lilith es un caso especial… demasiada sangre y dolor…- no sí ya, ya lo imagino. ¿Y acaso no te gusta demonio? Pues ahora te jodes y te vas a sufrir con esa golfa- me apetece algo más tranquilo, más personal… algo como lo que hacíamos tu y yo ¿te acuerdas?-se sentó junto a mí pasando un brazo por mis hombros. Le miré de reojo con una mueca en la cara. Me eché más hacia la derecha, alejándome de él- ¿Te acuerdas de aquella noche de tormenta? Estábamos en el salón de tu casa, y surgió uno de nuestros momentos… fue espectacular, que gran noche- acarició mi pelo. ¡Dios ya basta! ¡Qué pelmazo! -Vamos Katrina ¿me vas hacer suplicar? ¿Qué tú no tienes ganas?- no, ni pizca de ganas. Me quitó la botella de nuevo y bebió otro de esos largos tragos, me iba a dejar a mí a dos velas, joder. Vi cómo la botella se desparramaba en el suelo completamente rota. ¿Pero qué coño había hecho? Iba a levantarme para coger otra pero el muy asqueroso me empujó al sofá, poniéndose encima de mí. No joder, no me beses, me iban a entrar arcadas. Demasiado estaba durando aquel beso, debía actuar. Mordí su labio con fuerza notando el sabor metálico de la sangre en mi boca. ¡Qué asco!

-Si te crees que conmigo no será dolor, la llevas clara.- le empujé para que se quitara de encima de mí, pero era inútil.- Quítate de encima si no quieres morir demonio- odiaba aquella sonrisa fanfarrona.- Tú lo has querido… Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis legio, omnis congregatio et secta diabólica…- me reía de lo que estaría sufriendo. Así pude quitármele de encima, ya era hora. Me levanté y cogí otra botella, ahora se trataba de ginebra- No juegues conmigo Mefistófeles, acabarás quemándote.

Ocurrió algo que no me esperé… Me dio un bofetón, del impulso me choqué con la pared. La ira comenzaba a nublarme, se iba a enterar.

-Ya estoy harto… no puedo más ¿sabes? Estoy desquiciado… consigues sacarme de mis casillas. Mefistófeles, contrólate… eso me lo digo todos los días… pero hoy pienso hacer una excepción.

-¡Pues sigue desquiciado maldito cabrón! Pero a mí me dejas en paz.- quería irme, sí, pero me inmovilizó. ¡Joder!

-Cuanto has cambiado en estos tres años. Antes, con un solo beso conseguía tenerte a mi merced… incluso con una sola caricia… es desquiciante… pero como me pone joder- y de nuevo me besó, repulsivo, asqueroso, ¡pero qué demonios le pasaba ahora! Claro, sí, ya no podía tener a quien le viniera en gana y eso le cabreaba. ¿Pero por qué tenía que ponerle? Qué tío más raro.

Arrancó mi camisa, ¡no iba a ganar para ropa joder! Tomó mis pechos entre sus manos, dios que ostia le daba. Me hizo de todo, la ira iba aumentando cada segundo… Pero volvió a mi boca, me mordió de la misma manera que yo lo hice. Me quejé, se me escapó una lágrima. Quise quitármelo de encima. A la mierda. Le empujé con toda la fuerza que saqué de mi interior. Mefistófeles cayó al suelo de espaldas. Al instante estuve encima de él, besándole locamente. Inmovilicé sus manos. Dejé de besarle y le miré furiosa a los ojos.

-Es desquiciante ¿verdad demonio? No poder seducirme con tanta facilidad. Lo he aprendido todos estos años, ¿te gusta mi tortura?- dejé sus manos libres y arranqué su camisa también. Le miré una última vez, con cara de viciosa (xD) y comencé a besar su pecho, mordiendo al final causándole sangre- ¿Creías que sería modosita e inocente? Ya no me conoces amor, no soy la misma de antes, el mundo ha hecho que aprenda a base de palos.- Me desquité dándole una torta en la cara, igual que él había hecho conmigo.- Eres un cabrón ¿lo sabías? Y sí, ahora seré yo quien se divierta. Suplícame, suplícame Mefistófeles- apreté su cuello con las manos.- Vamos cachorrito, atrévete.

Se deshizo de mi agarre y fue a coger mi pelo estirándolo hacia detrás, llevando mi cabeza a la vez. Hijo de puta… Mordió mi cuello, besó y lamió con desesperación.

-¿Suplicar? ¿A caso no me he arrastrado suficiente esta noche?- no… aún no ha sido suficiente. Me besó de nuevo, apretando mi labio herido, un quejido mudo fue lo que provoqué. Fruncí el ceño, él hacía daño, yo también lo haría- Mmmm… deliciosa.

Me dio una fuerte palmada en el trasero, mordí mi labio inferior y suspiré. Sus dos manos se juntaron en mi trasero provocando que me moviera por su impulso. Puse mis manos en lo que quedaba de su camisa, apretando los jirones de tela entre ellas. Mi mirada era lasciva. Moví mis caderas para facilitar aquel trabajo. Subí una mano por su brazo, llegando a su pelo, encerrando mechones en mi puño y estirando hacia atrás, igual que él había hecho. Pasé mi lengua de arriba abajo por su cuello, después subí a sus labios y nuestras lenguas jugaron. Tenía una media sonrisa, estaba disfrutando con aquel estúpido, debía admitirlo. Jugar de vez en cuando no estaba mal. Aunque eso me hacía pensar en mi alma… acabaría en el infierno, lo sabía. Pero no podía estar reprimiéndome sabiendo que iba a acabar allí de todos modos.

-Llego a ser un demonio ahora mismo y disfrutaría de tu sufrimiento aún más…- apreté mis uñas en sus hombros, reí levemente. Volví a jugar con su boca, con su lengua, besos cargados de lujuria. Le empujé hacia atrás y yo me impulsé hacia el lado contrario, quedándome sentada en el suelo entre sus piernas. Otra mirada lasciva y mi mano acabó en su entrepierna. Se notaba que le gustaba el masoquismo, estaba demasiado contento. Apreté mi mano, por fuera del pantalón, en su sexo, subiéndola y bajándola despacio. Me tumbé bocabajo en el suelo, siguiendo entre sus piernas. Llevé la boca al bulto de su pantalón y apreté su sexo con los labios. Le miré- ¿Te gusta más esto o el golpe de antes? Creo que no notas mucha diferencia, ¿me equivoco?- dije riendo al final.

-Tu rodilla con mi miembro no se lleva demasiado bien… se lleva mejor con tus manos y tu boca…- una media sonrisa aunque se vio desvanecida por el movimiento de caderas de Mefistófeles. La saliva se escapaba de mi boca por aquella acción que realizaba. Pasé mi lengua por su sexo aún tapado, mi mirada no cambiaba en ningún momento.

Pero ya era hora de hacer otra cosa. Bajé sus pantalones quitándoselos finalmente. Ahora sí que comencé a lamerlo todo sin ninguna barrera. Pasé mi lengua por todo su sexo, ¿desesperada? Me estaba dejando llevar por la situación inconcebiblemente. Acabé metiéndomelo en la boca y comencé con el jueguecito. Moví la cabeza con rapidez, sin andarme con rodeos, mi lengua estaba inquieta y lamía todas las partes en las que se posaba mi boca. Si, y ahora aquella música, sus gemidos en la habitación. Dejé de hacer aquello de inmediato y subí para taparle la boca.

-¿Ya te has olvidado de tu hija? Acabará oyéndote, creo que es mejor dejarlo ¿no?- dije sensualmente.- No… Ven aquí- me tumbé en el suelo e hice que se pusiera encima de mí. Le guiñé un ojo y sonreí provocativa. Me llevé las manos a mis pechos, él sabría ya qué hacer. Y así lo hizo. Estrujé su sexo entre mis pechos mientras él se movía.

Mordía mi labio inferior mientras él se movía de aquella manera. Puse una mano en su vientre para pararle. Me incorporé un poco y me metí su sexo en la boca de nuevo. Le miraba mientras movía mi cabeza sin cesar. Clavaba mis uñas en sus muslos por el simple afán de hacerle daño. Era un hobby, debía admitirlo. Lo saqué de mi boca y bajé mis labios por su sexo. Tras una pequeña sonrisa comencé a lamer toda su zona baja… Y así estuve durante un rato para volver a meter su sexo en mi boca. Sí, estaba disfrutando con su rostro, sus suspiros… pero yo también quería. Le aparté de mí y me quedé tumbada en el suelo, aunque con el cuerpo incorporado gracias al apoye que hacían mis manos en el suelo. Le miré provocativa, incitándole.

-Yo también quiero que juegues demonio…- mordí mi labio inferior y me impulsé con los brazos para quedarme sentada y llegar a sus labios. Le besé con una pasión irrefrenable, jugando con su lengua… era como un vicio para mí.- Vamos Mefistófeles, actúa- dije cerca de sus labios.

Iba a complacerme, lo sabía. Y ahí estuvo aquel movimiento. Se echó hacia atrás, quedándose delante de mis piernas. Eché la cabeza hacia atrás sintiendo los labios de Mefistófeles pasar por toda mi pierna. Maldito fuese una y mil veces. Ahora me recordaba a Vincent, lo que hicimos juntos y… ¡no! Cerré los ojos con fuerza y negué con la cabeza. Olvídalo Katrina, no mereces si quiera pensar en él, cruel y vil asesina… Maldiciones, eso era lo único que venían a mi cabeza. Iría al Infierno y Vincent disfrutaría de mi estancia en aquel inmundo lugar. Era un castigo divino, primero por haber matado a un hombre inocente y segundo por haber sorteado a un ángel. Me estaba enfrentando a quien no debía. Mis pensamientos fueron importunados cuando Mefistófeles pasó la lengua por mi sexo. Cerré los puños con fuerza y disfruté del juego del demonio. Sí, disfrutaba como nunca, debía admitirlo, no podía reprimirme. Pronto, mis gemidos salieron a flote, inundando el ambiente de la habitación.

-Y por fin entre en acción… al igual que tus gemidos… los echaba de menos- paró unos instantes para decirlo, pero enseguida volvió a comenzar.

Le agarré del pelo por instinto, intenté mantener las piernas quietas unos instantes pero era una tarea difícil. Y mis gemidos cada vez eran más altos. Debía contenerme, solo faltaba que Persephone se despertara por nuestra culpa, y encima, de esta manera. No. Control. “No pares” pensaba… pero pronto necesitaría algo más, lo sabía. Evité que siguiera con aquel jueguecito y “gateé” (por llamarlo de alguna manera) hacia atrás, casi sentada en el suelo y mirándole pícaramente. Me paré y me quedé sentada, puse un dedo en mis labios y le miré con “rostro inocente”.

-¿Qué harías ahora, eh demonio?- incité…

Gateó por el suelo, colocándose entre mis piernas. Sonreí medianamente. Me besó, transcurriendo aquel beso acabó por tumbarme en el suelo. Mordí mi labio inferior cuando sentí su sexo junto al mío. De un pequeño empujón acabó entrando dentro de mí. Suspiré al sentirlo, hacía mucho tiempo que no hacía aquello con Mefistófeles, me odiaba a mí misma por haberle dado una nueva oportunidad, pero la carne era débil, yo era débil. Comenzó a moverse lentamente, cerré los ojos por instinto. Dejé escapar gemidos por el placer que sentía en cada sacudida, más aún cuando sus movimientos se hicieron aún más rápidos. Mis uñas acabaron clavándose en su espalda con fuerza… No debía vocear demasiado, Persephone no debía despertarse, solo faltaba que bajase y descubriera “el pastel”. No, de eso nada. Pero Mefistófeles pensó en eso, callándome con un beso. Sus labios fueron a mis pezones, mordiéndolos… Sus acciones eran salvajes, actuaba por instinto y por placer… ¿y qué quería? Era un maldito demonio… Habría que aguantarse. Rodeé mis piernas a su cintura y seguí disfrutando del placer que me daba. Pero la adrenalina y el placer del momento me ordenaron que me moviera, me exigía movimiento. Le empujé para quedar yo encima de él. Le besé desenfrenadamente mientras me movía pausadamente. Mis labios fueron a parar a su cuello, besándolo y mordiéndolo… Estaba muriéndome. Empecé a moverme más rápido, todo lo que podía para que disfrutáramos aún más.

-¿Sabes que después de todo esto me voy a vengar?- pregunté entrecortadamente. Reí como si hubiera sido un suspiro- ¿Por qué tienes esa superioridad sobre mí? Eso sí que es desquiciante…

-¿Y tú sobre mí qué? Es la primera vez que me acuesto con una misma humana tantas veces…- Por supuesto, ¿cómo iba a resistirse a mí? Entre el odio, el deseo y mi personalidad podía volverle loco, estaba segura. Ahora fue Mefistófeles quien comenzó a moverse con grata rapidez. Me abracé a él y cerré los ojos dejándome llevar-… y cada vez me gusta más.

Intentaba no subir el volumen de mis gemidos, aquello era una completa faena, tenía que contenerme para no despertar a Persephone. Por una buena causa lo que fuera. Pero todo aquello me hacía pensar sobre mí misma. Nunca tendría la salvación divina ¿verdad? Entregar mi cuerpo a un demonio era como entregárselo al propio Lucifer. Pecado y más pecado. Aún acabando con miles de seres sobrenaturales y salvando centenares de personas no iba a tener mi salvación. Parecía que no me importaba cuando me comportaba de aquella manera, pero en realidad, aquello era lo que me quitaba el sueño por las noches. Había aguantado perfectamente sin demonios en mi vida durante tres años, exceptuando a los que he mandado al infierno. Llego para conocer y poder tener a mi hija y Mefistófeles está. Me reprimo, con mucha fuerza de voluntad lo consigo, el odio me abría el camino. Luego, para salvar a mi niña alejo a un ángel, todo un indicio de que he pecado y blasfemado. Maté a un hombre inocente por ella… Y luego esto. ¿Qué me pasaba en la cabeza? Era rebelde, estúpida. Y por ello iba a arder en las entrañas del infierno. Pensar aquello no me daba consuelo pero me hacía a la idea de lo que ocurriría en un futuro, quizás no muy lejano.

Dejé a un lado todos mis pensamientos, correspondí los movimientos del demonio, al igual que sus besos. Pecado, él era el propio pecado y estaba sumiéndome a él. Lo que veía solo era una imagen, una apariencia, el pobre William. No puedo negar que si le hubiese conocido sin que Mefistófeles estuviera dentro de él me habría encaprichado de él. Aún sin conocer su mente, su cuerpo era el que me volvía loca. Pero la perspicacia del demonio me atraía… y sabía su verdadero aspecto, algo que me hacía temblar… Un sádico sin remedio, con aspecto terrorífico, y sumamente engañoso. Con sumo gusto le mataría pero… me atraía.

-Te odio Mefistófeles… por tu culpa estoy condenada- dije tras cavilar qué había ocurrido. Pero no dejé de moverme junto a él, no… no podía.