"Aqua alta" {Lady Morgane}

Sí, Venecia me daba la bienvenida, siempre me encantaba visitar aquellas tierras de la península de Itálica, luego después volvería a Florencia, pero hoy era el turno de Venecia, en especia de la Piazza de San Marco, que curiosamente, aunque no tan curiosa porque ya lo sabía, el mar Adriático inundaba la plaza, me daba lo mismo, quería volver a ver esa gran obra maestra que hacía que me olvidase de todo lo banal que hay en este mundo.
Estaba decidida a colarme en la Basílica para poder deleitarme de todo su esplendor.

Pero antes debía cruzar la plaza, debía de hacerlo de tal manera que no me mojase demasiado. Las bellas lámparas iluminaban el suelo encharcado, me encantaban, me habría gustado arrancar una para llevármela conmigo, pero eso…no sería posible.

Había muy poca gente transitando por el lugar, sí, mucho mejor, no verían lo extraño que era ver una figura rondando por los tejados. Sí, así estaba saltando de un lugar a otro veloz como el propio viento, y todo para no mojarme, a mi me hacia gracia lo que estaba haciendo, pero nadie podía oírme.

Ya me había alimentando, y notaba como la sangre recorría mis venas, me sentía más humana, más viva. Salté a una de las ventanas que tiene la basílica por la parte de atrás, bien, ya estaba dentro, me apoyé en uno de los balcones y lo que vi me detuvo la respiración, aunque no era la primera vez que entraba allí, pero era la primera vez que lo veía con ojos de vampiro, pude ver tantos detalles, me llevé la mano a mi pecho, era precioso, el dorado era lo que más destacaba, quizá necesitaba una restauración, un poco de limpieza por las paredes ¿pero quién iba a hacerlo? ¿Quién se iba a fijar en esas pequeñas cosas?

Spoiler:

Me quedé en silencio mirando a todos aquellos santos y santas. Mis tacones resonaban en el suelo, y pude oír como el sonido impactaba en los muros, esperaba que nadie humano rondara por allí ¿qué mejor lugar que morir en el cielo?

Obviamente algo se había adentrado en la basílica ¿debía esconderme o salir a su encuentro? Me asomé por uno de los balcones de piedra que allí hay, la figura que pude ver era de una mujer, y si mis instintos no me fallaban era un vampiro, pensé “otra vez será” por lo del supuesto humano que iba a echarle el lazo.

Me agarré a una de las columnas poniendo mis tacones sobre la barandilla de piedra, provocando unos ruidos sordos, quizá así ella vería dónde me encontraba, me acicalé un poco el vestido negro que me había puesto para pasar desapercibida en esa noche, y salté al suelo de la nave principal, inclinando levemente las rodillas al llegar a suelo firme, sonreí, los tacones no se me habían roto en el impacto. No solía hacer estas apariciones, pero bueno no había nada que ocultar. Estaba a unos metros de ella, yo incliné mi cabeza educadamente, sabía que podía verme.

- Buona notte – le dije sin alzar la voz, la acústica de la basílica era suficiente.
- E 'bello essere in vostra compagnia.- Era pisar Italia y como si tuviera un botón en mi cabeza, mi manera de hablar cambiaba.

Di unos pasos hacia ella, tenía espeso pelo oscuro, yo seguí sonriendo hasta quedar a un metro de ella. No pude escuchar sus pensamientos, yo tampoco lo permití, o solo por el momento.
- Permitame que me presente, Kory Bouguereau. – Dije con sinceridad.

- Buona notte, Kory. Encantada de conocerla y poder compartir su presencia. Mi nombre es Morgane.

Yo incliné mi cabeza al oír sus educadas palabras, bien, no parecía hostil, o por lo menos de momento, yo permanecí con una prudente sonrisa en mi rostro. Morgane, curioso nombre, me dije. Yo esperaba que la presencia de ambas en la basílica no alterase nada a nuestro alrededor, a fin de cuentas no estábamos haciendo nada malo.

La miré con curiosidad ¿quién sería? ¿De dónde vendría? Bueno, ese tipo de preguntas que formulas al conocer a alguien en un segundo, pero más intensificadas.

- ¿Qué le trae por aquí? –me preguntó, yo me cubrí un poco más con la capa que llevaba, la humedad se había hecho presa de mí. Posé mis brazos sobre mis caderas.

- Creo que nos trae lo mismo a ambas, lady Morgane. – dije sonriendo ampliamente, mientras alzaba mi cabeza hacía la cúpula bellísima aquella basílica.

Volví a posar mis ojos en la vampira. – Bueno eso, entre otras cosas. – expliqué. Me di la vuelta para dar unos pasos hacia el altar, yo sonreía mientras iba hacia allí como si quisiera que algo me detuviese en seco. Al llegar pasé mis manos por la tela de algodón que cubría aquel trozo de mármol. Y en un movimientos rápido me senté sobre el altar, llevándome una mano a la boca para no soltar una carcajada. Cualquiera que me viera y supiera lo que soy se llevaría las manos a la cabeza. Yo había sido bautizada tenía el mismo derecho a entrar en estos
muros, nadie me lo impedía. Desde donde estaba seguí mirando a la mujer, podía verla perfectamente, había velas colgadas en las columnas y en el altar había un par de cirios.

- ¿Es magnifico verdad? – pero más que una pregunta, era una afirmación. - ¿De dónde sois? Si me permite saberlo, madame. – Crucé mis piernas, columpiándolas con cierta gracia.

Permanecí con la mirada fija en Morgane, intentando escrutar su ser, no lograría mucho, pero por intentarlo, cada uno se entretiene con lo que puede.
- Señorita Kory, ¿qué sabe qué es lo que me trae a mí por aquí? – Enarqué una de mis cejas a su pregunta, bien, una mujer avispada. Habría pensado que daba por supuesto que estábamos aquí por lo mismo, pero quizá no lo era. Me mantuve en silencio para responderla cuando ella acabase de hablar, no torcí el gesto ni nada por el estilo, me era interesante la situación, ¿se estaría poniendo a la defensiva? Algo en mí me decía: No lo creo, pero otra en cambio me decía, ¡tal vez! Obviamente no sabía nada sobre ella, ni de ella.

Uy, entre Florencia y París ¿con qué me quedaría? No era una respuesta fácil para nada, sus razones o no tendría para pasar a vivir a París. Yo sonreí al notar su amor por Italia, es indudable lo hermosa que es, toda ella, esperaba que al paso de los años se mantuviera como es, ya sabes, eterna.

Morgane se fue acercando al altar, yo desvié la mirada a la cruz que había sobre mí, algo me recorrió el cuerpo, no sabía exactamente qué, pero no quería bajarme de allí, si tenía que quedarme clavada en aquel sitio por alguna cosa fuera de mi alcance, así sería. Sonreí ante mi dudoso pensamiento.

- ¿Yo? – pregunté llevándome la mano al pecho, ¿por qué me sorprendía ante la pregunta?
– Nací en Francia, pero ahora vivo en Inglaterra. – recordé la pregunta anterior al instante.
– Discúlpeme madame, pensé que quizá iba a visitar este lugar y sus alrededores. – dije encogiéndome de hombros.

Incliné la cabeza a un lado para observar uno de los cirios, tenía inscripciones en latín, era peligroso dejar este tipo de cosas fuera de su lugar sagrado, ¿quién sabe qué criatura podría adueñarse de ella? De mi boca salió una risilla, pasé uno de mis dedos por la llama, ¿no era cierto que podíamos morir abrasados? Bueno cualquier cosa se destruye con fuego, no hay por qué temerlo de esa manera, posiblemente algún día cayésemos sobre las llamas del infierno. Suspiré un segundo.
Alcé la cabeza para mirar a la vampira. - ¿Usted cree en la religión? – que preguntas más trascendentales se me pasan por la cabeza en los momentos menos indicados, ¿pero qué iba a hacer? Si estaba rodeada de símbolos, de pequeños tesoros, el ambiente olía a eso, un incienso intenso que nublaba mi mente.

Yo incliné la cabeza ante sus palabras, bien, era una alivio saber que no estaba a la defensiva, lo último que quería era enfrascarme en una discusión o quién sabe, que algo como eso me fastidiara la noche. Contemplar ciertas ciudades, con sus calles, edificios, su propio folclore y tradición era lo mejor para descontentar de lo que te ata, y así poder reflexionar más claramente, la comprendí perfectamente. ¿Era posible que yo estuviese viajando constantemente para huir de algo? Bueno, en el caso de que así fuera, era mi problema, y tendría que enfrentarme a él más adelante. Continué prestando atención a las palabras tan interesantes que decía Lady Morgane.
Hay que tener mucho valor para quedarse en tu lugar de origen, puedes volverte loco, y yo no estaba dispuesta a perder la cabeza, o no.

Se sentó junto a mí, las dos pecadoras sobre el altar, me habría reído de buena gana de ver a alguien rondando por la basílica. Me llevé la mano a la boca que dibujaba una sonrisa de lo más irónica.
Comenzó a contestarme a mi pregunta, una pregunta que estaba en su propio contexto.
Escuché con suma atención sus palabras para no perderme nada de lo que decía y lograr entender a la perfección su sólido argumento, yo miraba hacía la puerta de salida, pero no por nada en especial, simplemente así me concentraba mejor. Yo asentía de vez en cuando para que supiera que la estaba escuchando. Sus palabras eran bastante lógicas, no cabía duda, de seguro que esa pregunta se le había asomado por la mente en algún momento de su vida.

- Sí, me ha dejado anonadada. – Dejé mi mente en ese momento abierta para que escuchase lo que pensaba, era mejor que hablar. Clavé los ojos en el crucifico que estaba hecho tres pedazos, eso para cualquiera habría sido un sacrilegio en toda regla, a mí no me producía ningún pavor, lo que quizá me molestó fue que para mí esa cruz tenía un valor artístico, sí, siempre pensando en lo mismo, veía cierta belleza en esos elementos, no por su significado, pero para el caso…A mi nunca me gustó ver ante mis ojos un señor crucificado en dos tablas en el ábside de toda iglesia, encima pretendían que nos postráramos delante de eso. Qué sádica es la mente humana a veces, luego dicen nosotros. Me reí mirando de nuevo a la dama. Decidí hablar, buscando en mi cabeza palabras con esfuerzo, eso se notó en mi rostro, seguro.

- Pienso que hay religiones bastante constructivas, hay una en particular que me gusta, el budismo, sí, antiquísima como sabréis. Tiene valores que me fascinan, sí. – dije asintiendo con la cabeza, era una religión que admiraba. – El hinduismo tampoco está mal. – bromeé. – Si quieres enclaustrarte en una religión creo que elegiría una de las dos, si pudiera salvar mi alma, claro. – dije levantando uno de mis pies. – En cambio el cristianismo en todas sus facetas, al igual que a usted, me ha parecido siempre una secta, creada para los débiles. – Moví la mano porque mis palabras habían sonado muy duras. – Usted ya me entiende…- o no, pero lo dicho, dicho estaba.- ¿Si debe haber algo observándonos? Eso son pamplinas ¿qué morboso sería? – me acordé de ciertos curas que… los mataba a todos, como eran capaces de ser tan pecadores en su propia religión. – Tiene toda la razón Morgane. Y si somos parte de un plan, que venga Dios y nos lo diga. – Comenté sonriéndola con toda la confianza.- Cuando era humana creía únicamente en mí, en la fuerza, llámalo “brillo” que emanaba de mí, ahora, ¿qué queda? ¿En qué nos hemos convertido? – dije agachando la cabeza. – La religión va muy unida al poder, aún lo sigue estando. – en mi rostro se reflejó la desaprobación. - ¿No cree que va a vivir tanto como para saber qué hay en el más allá? – Yo tampoco lo sabía, pero de momento no me planteaba que no fuera así.

Comprendí su rabia a la perfección, yo misma pensé igual, así que habría sido posible que yo hiciera lo mismo en un momento dado, aunque he de reconocer que podría haber robado la cruz antes de que eso pasase, porque era lo que estaba pensando al mirar aquellos objetos ¿era una ladrona? No sé, el caso es que habría sido un recuerdo, no sé qué sería peor romperlo o que un ser como yo se lo llevase, en mi rostro se dibujó una sonrisa que luego borré porque supuestamente el tema del que estábamos hablando no era para tomárselo a la risa, lo sabía.

Mire a mi alrededor mientras escuchaba lo que decía, y pensé que de haber algo ahí fuera debía habitar entre estos muros, cuantísimo me gustaban las basílicas, magistrales, iglesias, catedrales, era uno de los máximos exponentes que la mano humana ha hecho a lo largo de los años, y ese día estábamos en un lugar de ensueño, o por lo menos para mí, recordé a la basílica de San Pedro ¡Ah! Qué genialidad, los ángeles debían vivir allí o simplemente es que un ángel lo había construido, entre Miguel Ángel, Bernini, Bramante, Maderno y demás ángeles, sentí verdadero placer al recordarlo, quería volver a Roma, pero también quería escuchar a Lady Morgane, ya tendría tiempo de recordar estas cosas en otro momento. Giré la cabeza para observarla.
Obviamente Lady Morgane se abstenía de cree en algo.
El alma, siempre he tenido una idea romántica sobre ella, pienso que debemos tenerla en algún lugar de nuestro desdichado cuerpo, aunque de no tenerla me daba exactamente igual, no es algo en lo que piense constantemente.
Es cierto todo era posible en este mundo dada nuestra naturaleza, abominaciones para el mundo según muchos, eso es porque no nos conocen, no todos son así, pero en fin.
Yo sonreí cuando dijo que de tener alma estaría condenada, era muy posible que así fuéramos, juzgábamos a los mortales para quitarles la vida sin piedad ninguna, nos parecíamos tanto a Dios. Pero como digo siempre, no tenemos la culpa de que tengamos que alimentarnos sólo y únicamente asesinando, así es la vida, no iba a ser todo perfecto.

- Considero que no, no viviré tanto como para conocer el final de los tiempos, la eternidad es una palabra demasiado larga para mí.- yo asentí con la cabeza, eternidad empezaba con un alfa y terminaba con un infinito omega.- No me importa mucho ahora saber qué hay en el más allá, ¡si es que al final hay algo! Y precisamente, la única manera de alcanzar ese supuesto más allá es todo lo contrario a lo que me propones: la vida eterna vampírica no me conducirá al más allá; en cambio la muerte sí.

Qué bellas palabras, o a mí me lo habían parecido, yo sonreí con dulzura, aunque en el rostro de la mujer expresase cierta angustia, no quería que se sintiera así en un lugar como éste. Noté cómo su mente cavilaba cosas, y no debía de ser muy agradable ¿podría ayudarla o era algo imposible? Me quedé en silencio pensando sobre aquello, nunca he subestimado la eternidad, nunca había pasado por un bache incurable con esta existencia, no lo deseaba para nada, es más para mi la eternidad era un regalo, que ya en un futuro pensase distinto era otra cosa.

- ¿Cuánto piensa usted que va a vivir? ¿No teme enloquecer en el intento?
La miré pensativa. – Bueno, no lo sé madame. – dije mientras soltaba una risita. – Espero que lo suficiente para no enloquecer, como habéis dicho. Sería desperdiciar este modo de vida que nos ha sido dado. Pienso disfrutar de los años que me queden aquí, haciendo lo que más me gusta, únicamente por eso. No quiero pensar en un más allá, no quiero pensar en un final. – La palabra final me ahogaba. – Pero si os digo, que si algún día empiezo a perder la cabeza eso significaría que mi existencia en este mundo habrá llegado a su fin. – Volví la cabeza para mirarla.- Hay que ser optimistas con todo esto. No sé, quizá estoy pecando de serlo demasiado. – Solo había queacostumbrarse, y aceptarlo, así de simple. – Espero que no piense que soy frívola.- dije con una sonrisa en los labios.

Yo sonreí ampliamente cuando me contestó. Lo había comprendido o simplemente había recordado que así era, porque había mucho que aprender, mucho que entender, mucho que vivir hasta que la sociedad te obligase a descansar por unos años, décadas o quién sabe cuánto. No debíamos amargarnos por meras sombras.

Tiempo dicen que es lo que más tenemos, pero hay que evitar a toda costa caer en las lamentaciones, guardarlo lo máximo posible hasta que inevitablemente te explote en la cara, pero hasta que eso pase, todo iría bien.

La vampiresa comenzó a mirar a su alrededor, yo hice lo mismo porque aquello era sublime, y lo sigue siendo. También noté cómo se me quedaba mirando, yo la sonreí con amabilidad, apartó sus ojos de mí para posarlos sobre los brillantes frescos, yo estaba en mi particular mundo.

- ¿Le apetece que demos un paseo por la basílica?

- ¡Por supuesto! No desearía otra cosa en este momento. – comenté mirándola con entusiasmo mientras volvía a posar mis pies sobre la dura piedra.
Caminando junto a ella me perdí en mis pensamientos.
- ¡Oh! Me recuerda en cierto modo a Santa Sofía de Constantinopla por dentro ¿a usted no? Quizá sea por el dorado que rebosa, o por los grandes arcos de descarga,- dije señalándolos con el dedo- aunque claro tipológicamente no tiene nada que ver. – Me reí por los desvaríos que estaba diciendo.

Mis ojos se clavaron en las pinturas que había sobre nuestras cabezas.
– Cuando miro a esos Santos, y ángeles, no los veo como tal.
Veo… la evolución que la pintura ha sufrido a lo largo de la historia, a mejor, o por lo menos a mi me lo parece. El arte Bizantino fue el paso decisivo para el surgimiento del magnifico arte pictórico posterior. – podría haber seguido hablando sobre ese tema, pero no acabaría nunca. Giré mi cabeza para mirar a lady Morgane.
- ¿Qué veis cuando miráis esto? ¿Qué sentís? – Pregunté alzando los brazos hacia la cúpula. Era sobrecogedor.