La noche de nuestras vidas {Alma D.}
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La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Estaba frente al espejo del camerino abrochándome mi camisa blanca botón por botón, mi mente estaba totalmente en blanco, totalmente relajado. Sabía que esa noche iba a ser mi noche, que los focos de aquel gran teatro me bañarían con su luz y que al terminar los aplausos me dejarían por largos minutos sordo.
Todo en este mundo se detendría para escucharme a mí, el nuevo Mesías, el nuevo Dios del Blues. No había nadie que me hiciera bajar de mi propia nube, muchos pensarían que me lo tenía creído, pero ¡Ey! Tenía razones suficientes para hacerlo, nadie me hacía sombra.
Toda la vida me he dedicado en cuerpo y alma a tocar, y ese día era la oportunidad que siempre había soñado, deseaba tirarme sobre una cama rebosante de billetes, deseaba ser envidiado, bueno en cierto modo ya lo era.
Nadie como yo tenía el oído tan finamente educado, mis padres estarían orgullosos de mí, pero ellos estaba muy lejos de imaginar dónde había llegado.
Me puse perfectamente el chaleco gris de rayas, y antes de marcharme del camerino me guiñé a mi mismo un ojo, como queriéndome dar suerte, cogí mi saxo y salí de allí.
-¡Mucha suerte Tristán!- me decían algunos, yo estaba sereno. –No la necesito Peter.- seguí caminando por los pasillos del emblemático Royal Opera House Covent Garden.
Una de las chicas que por allí había se me insinuó, sí, posiblemente me acostaría con ella al terminar el concierto ¿qué mejor manera de terminar aquella noche?
Las cortinas rojas del escenario estaban corridas, me asomé solo un poco para ver cuánta gente había. –Está hasta los topes…no te preocupes.- comentó el pianista detrás de mí.
–Eso no es lo que me preocupa.- Lo que me preocupaba era pensar que muchos de los asistentes se quedarían dormidos al llegar a la primera pausa ¡malditos todos!
-¿Cuándo nos toca?- le pregunté sin mirarle.
–Vamos después de Gregoric y su solo con el chelo. – asentí con la cabeza y nos fuimos ambos a aliviar los nervios antes de nuestra gran noche.
{Off: El título del tema...parece una jodida pelicula xD}
Todo en este mundo se detendría para escucharme a mí, el nuevo Mesías, el nuevo Dios del Blues. No había nadie que me hiciera bajar de mi propia nube, muchos pensarían que me lo tenía creído, pero ¡Ey! Tenía razones suficientes para hacerlo, nadie me hacía sombra.
Toda la vida me he dedicado en cuerpo y alma a tocar, y ese día era la oportunidad que siempre había soñado, deseaba tirarme sobre una cama rebosante de billetes, deseaba ser envidiado, bueno en cierto modo ya lo era.
Nadie como yo tenía el oído tan finamente educado, mis padres estarían orgullosos de mí, pero ellos estaba muy lejos de imaginar dónde había llegado.
Me puse perfectamente el chaleco gris de rayas, y antes de marcharme del camerino me guiñé a mi mismo un ojo, como queriéndome dar suerte, cogí mi saxo y salí de allí.
-¡Mucha suerte Tristán!- me decían algunos, yo estaba sereno. –No la necesito Peter.- seguí caminando por los pasillos del emblemático Royal Opera House Covent Garden.
Una de las chicas que por allí había se me insinuó, sí, posiblemente me acostaría con ella al terminar el concierto ¿qué mejor manera de terminar aquella noche?
Las cortinas rojas del escenario estaban corridas, me asomé solo un poco para ver cuánta gente había. –Está hasta los topes…no te preocupes.- comentó el pianista detrás de mí.
–Eso no es lo que me preocupa.- Lo que me preocupaba era pensar que muchos de los asistentes se quedarían dormidos al llegar a la primera pausa ¡malditos todos!
-¿Cuándo nos toca?- le pregunté sin mirarle.
–Vamos después de Gregoric y su solo con el chelo. – asentí con la cabeza y nos fuimos ambos a aliviar los nervios antes de nuestra gran noche.
{Off: El título del tema...parece una jodida pelicula xD}
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Es sorprendente descubrir, con qué rapidez cambian tus planes, en apenas unas horas.
Estaba deprimida aquel día. Tarareaba un batiburrillo de sonidos y melodías, botella de Bourbon en mano. Jazz, así lo llamaban. Y era nuevo. Acababa de servirme otra copa, cuando llamaron a mi puerta. Era un mensajero con una carta. El señor Van Ewen, me invitaba al teatro. Y allí estaba yo, con mi precioso vestido color carmín, a las puertas del Covent Garden. Su fachada me hipnotizó. Pero no había venido para admirar la fascinante arquitectura.
Yo tenía un propósito. Conquistar a Van Ewen. Me sacaba diez años de edad. Pero no era problema para mí. Lo único que ansiaba, era su fortuna.
Hacía rato que me esperaba en el "Foyer". La gente reía y conversaba vulgares trivialidades sin importancia, matando los últimos minutos, antes de que el concierto diera su primera nota.
-Señor Van Ewen, siento el retraso - sonreí, falsamente avergonzada -No se como agradeceros la invitación - Van Ewen besó la palma de mi mano y sonrió, lleno de felicidad.
-Mi querida y dulce lady Dupont ¿Por qué habríais de darme las gracias, cuando lo único que mi corazón deseaba, era que acudieseis? Llegué a pensar que no vendríais - ¿Su corazón? Creo que voy a vomitar -¿Qué os parece el teatro? ¿No es maravilloso?
- Estoy fascinada. Todo es maravilloso. Sobretodo, si estáis vos a mi lado. He de deciros que... - mis palabras se vieron cohibidas, por un acontecimiento inesperado. Mi corazón se disparó al localizar, de pasada, a un joven muy apuesto .
Aún seguía llegando gente al vestíbulo. No se si el concierto había comenzado, pero parecía que la gente se iba acomodando para entrar.
Busqué entre los rostros de la gente. Le había perdido de vista ¿Donde se había metido? Y es más ¿Qué hacía aquí, en un sitio como este, el pequeño bandido? Quizás sólo había sido producto de mi imaginación.
-¿Milady? -
-Perdonar - sonreí de forma angelical - ¿Qué decíais?
Van Ewen, me devolvió la sonrisa confuso.
-Perdonar mi indiscreción pero, erais vos la que estaba hablando -
-Aquí hace mucho calor - dije, arrastrándole del brazo hacia un lugar más apartado.
No dejaría que nada me despistase. Yo tenía un propósito aquella noche y nadie estropearía mis intenciones. Ni siquiera el pequeño bandido. Es sorprendente descubrir, con qué rapidez cambian tus planes, en apenas unas horas.
[OFF:XD cierto. A mi me recuerda a la película "sucedió una noche" XD]
Estaba deprimida aquel día. Tarareaba un batiburrillo de sonidos y melodías, botella de Bourbon en mano. Jazz, así lo llamaban. Y era nuevo. Acababa de servirme otra copa, cuando llamaron a mi puerta. Era un mensajero con una carta. El señor Van Ewen, me invitaba al teatro. Y allí estaba yo, con mi precioso vestido color carmín, a las puertas del Covent Garden. Su fachada me hipnotizó. Pero no había venido para admirar la fascinante arquitectura.
Yo tenía un propósito. Conquistar a Van Ewen. Me sacaba diez años de edad. Pero no era problema para mí. Lo único que ansiaba, era su fortuna.
Hacía rato que me esperaba en el "Foyer". La gente reía y conversaba vulgares trivialidades sin importancia, matando los últimos minutos, antes de que el concierto diera su primera nota.
-Señor Van Ewen, siento el retraso - sonreí, falsamente avergonzada -No se como agradeceros la invitación - Van Ewen besó la palma de mi mano y sonrió, lleno de felicidad.
-Mi querida y dulce lady Dupont ¿Por qué habríais de darme las gracias, cuando lo único que mi corazón deseaba, era que acudieseis? Llegué a pensar que no vendríais - ¿Su corazón? Creo que voy a vomitar -¿Qué os parece el teatro? ¿No es maravilloso?
- Estoy fascinada. Todo es maravilloso. Sobretodo, si estáis vos a mi lado. He de deciros que... - mis palabras se vieron cohibidas, por un acontecimiento inesperado. Mi corazón se disparó al localizar, de pasada, a un joven muy apuesto .
Aún seguía llegando gente al vestíbulo. No se si el concierto había comenzado, pero parecía que la gente se iba acomodando para entrar.
Busqué entre los rostros de la gente. Le había perdido de vista ¿Donde se había metido? Y es más ¿Qué hacía aquí, en un sitio como este, el pequeño bandido? Quizás sólo había sido producto de mi imaginación.
-¿Milady? -
-Perdonar - sonreí de forma angelical - ¿Qué decíais?
Van Ewen, me devolvió la sonrisa confuso.
-Perdonar mi indiscreción pero, erais vos la que estaba hablando -
-Aquí hace mucho calor - dije, arrastrándole del brazo hacia un lugar más apartado.
No dejaría que nada me despistase. Yo tenía un propósito aquella noche y nadie estropearía mis intenciones. Ni siquiera el pequeño bandido. Es sorprendente descubrir, con qué rapidez cambian tus planes, en apenas unas horas.
[OFF:XD cierto. A mi me recuerda a la película "sucedió una noche" XD]
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
- Mensajes : 454
Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
La gente ya se iba sentando en sus respectivos asientos, quedaban como cinco minutos para que empezase todo. No creí estar nervioso en esos momentos, caminamos mi compañero y yo entre las multitudes porque me había pedido que le acompañase para hablar con Prismer, el hombre que nos había dado la oportunidad, teníamos que acordar una y otra cosa antes de todo, hasta el último instante la incertidumbre siempre está ahí.
Lo único que se escuchaban eran las múltiples conversaciones que allí se estaban entablando. “No hay otro sito, ¿no?” El fin es distraer…
-Ilustrísimo Prismer, el señor Evans quiere deciros algo.- Me quedé mirando Jackson con cara de pocos amigos, no necesitaba un interlocutor ¡joder! Volví el rostro hacia el señor Prismer.
-En realidad quería saber si el dinero me será entregado en efectivo.- quise saber.
-Claro, Evans… ¿qué más quieres saber?- preguntó con una sonrisa, siempre tan bonachón.
-Me preguntaba si…podría dármelo ahora.- le dije con una sonrisa convincente, no tenía segundas intenciones, solo quería tener el dinero en mis manos.
-¿Es eso lo que tanto os preocupa? – suspiró poniéndome sobre mi hombro su enorme mano, no me retrotraje en lo que había dicho. -Confío en usted Evans, y sé que no me vais a defraudar. – sacó un manojo de billetes del bolsillo de su chaqueta, intenté que no se notase mi nerviosismo. –Os daré una parte, y cuando terminéis os daré el resto.- fruncí el ceño conteniendo lo que pudiera contestarle, me lo dio y rapidamente me los metí en el pantalón sin dejar de mirarle.
- Gracias, señor Prismer.- ¿Gracias de qué?
-¿A mí también me podéis dar mi parte?- preguntó Jackon inocentemente, yo no pude evitar reírme, desvié la mirada hacia otro sitio mientras escuchaba como Prismer le decía un rotundo “no” que sonaba de lo más cómico. Pero yo ya no estaba atento al tema, mi atención se había enfocado en una atractiva joven de espaldas que estaba al fondo del salón, el contraste de su cabello con su bonito vestido te dejaba sin habla.
-Discúlpenme.- me separé del grupo, como el tío más afortunado. Cuando estuve a escasos pasos de aquella mujer, pude ver delante de ella a un hombre mucho mayor que ella, enarque una ceja. Eso me cortó todo el impulso que traía, pero no me dí por vencido.
Desde donde estaba pude ver su perfil, ¡maldita!... ¿cómo iba a olvidarme de alguien como ella? Ni en sueños ¿pero cómo era posible que ella estuviera allí?
Aquella noche…no llegó a su fin, pero nunca es tarde. Quise saber si aquello era real así que cuando aquel hombre que la acompañaba se distrajo hablando con otro caballero, me coloqué detrás de la desconocida mujer y acaricié sus caderas mientras besaba su suave cuello, en un segundo, nadie se podía haber dado cuenta excepto ella. Antes de que la mujer se alterase o alzase su brazo contra mi desaparecí entre las multitudes.
-¡Id tomando asiento!- se pudo oír de lejos. Mi compañero y yo corrimos por detrás del decorado, siempre era entretenido escuchar las cosas en un segundo plano.
Los que comenzaban el concierto llenaron el escenario.
A nosotros nos quedaba media hora para salir, así que me tranquilicé tumbándome en uno de los sillones que había por allí detrás.
Lo único que se escuchaban eran las múltiples conversaciones que allí se estaban entablando. “No hay otro sito, ¿no?” El fin es distraer…
-Ilustrísimo Prismer, el señor Evans quiere deciros algo.- Me quedé mirando Jackson con cara de pocos amigos, no necesitaba un interlocutor ¡joder! Volví el rostro hacia el señor Prismer.
-En realidad quería saber si el dinero me será entregado en efectivo.- quise saber.
-Claro, Evans… ¿qué más quieres saber?- preguntó con una sonrisa, siempre tan bonachón.
-Me preguntaba si…podría dármelo ahora.- le dije con una sonrisa convincente, no tenía segundas intenciones, solo quería tener el dinero en mis manos.
-¿Es eso lo que tanto os preocupa? – suspiró poniéndome sobre mi hombro su enorme mano, no me retrotraje en lo que había dicho. -Confío en usted Evans, y sé que no me vais a defraudar. – sacó un manojo de billetes del bolsillo de su chaqueta, intenté que no se notase mi nerviosismo. –Os daré una parte, y cuando terminéis os daré el resto.- fruncí el ceño conteniendo lo que pudiera contestarle, me lo dio y rapidamente me los metí en el pantalón sin dejar de mirarle.
- Gracias, señor Prismer.- ¿Gracias de qué?
-¿A mí también me podéis dar mi parte?- preguntó Jackon inocentemente, yo no pude evitar reírme, desvié la mirada hacia otro sitio mientras escuchaba como Prismer le decía un rotundo “no” que sonaba de lo más cómico. Pero yo ya no estaba atento al tema, mi atención se había enfocado en una atractiva joven de espaldas que estaba al fondo del salón, el contraste de su cabello con su bonito vestido te dejaba sin habla.
-Discúlpenme.- me separé del grupo, como el tío más afortunado. Cuando estuve a escasos pasos de aquella mujer, pude ver delante de ella a un hombre mucho mayor que ella, enarque una ceja. Eso me cortó todo el impulso que traía, pero no me dí por vencido.
Desde donde estaba pude ver su perfil, ¡maldita!... ¿cómo iba a olvidarme de alguien como ella? Ni en sueños ¿pero cómo era posible que ella estuviera allí?
Aquella noche…no llegó a su fin, pero nunca es tarde. Quise saber si aquello era real así que cuando aquel hombre que la acompañaba se distrajo hablando con otro caballero, me coloqué detrás de la desconocida mujer y acaricié sus caderas mientras besaba su suave cuello, en un segundo, nadie se podía haber dado cuenta excepto ella. Antes de que la mujer se alterase o alzase su brazo contra mi desaparecí entre las multitudes.
-¡Id tomando asiento!- se pudo oír de lejos. Mi compañero y yo corrimos por detrás del decorado, siempre era entretenido escuchar las cosas en un segundo plano.
Los que comenzaban el concierto llenaron el escenario.
A nosotros nos quedaba media hora para salir, así que me tranquilicé tumbándome en uno de los sillones que había por allí detrás.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
-¿Y decís tener tierras en Italia?
-Y en parte de Francia.
Este sí que era, un pez gordo. Y estaba picando el anzuelo.
-Yo antes residía en Francia. Hace mucho tiempo. Adoro Francia - sonreí, acariciando su mano -Pero siempre quise ir a Italia. Los bailes de máscaras me fascinan...
El hombre sonrió tímidamente, ante mi coqueteo.
-Disculpad la intromisión ¿Señor Van Ewen? - un caballero interrumpió nuestra conversación. Por la reacción de Van Ewen, supuse que no se conocían. Le despacharía en un abrir y cerrar de ojos, para volver a posar su atención en mí. Yo sonreía, discretamente, cada vez que me echaba una ojeada. Van Ewen no hacía otra cosa más que intentar librarse de aquel hombre, mientras le contaba pequeñas anécdotas de no se que tipo, que ambos conocían.
Entonces mi rostro cambió. Apenas fue un segundo, pero mi corazón volvió a alarmarse, escandalosamente. Alguien acarició mis caderas y me deleitó con un beso, justo en el cuello. Pegué un respingo y me di la vuelta como un rayo. Allí no había nadie, salvo un cúmulo de personas que se acumulaban entre risas y cuchicheos, para entrar al teatro ¿Qué diablos había pasado? No eran imaginaciones mías. Alguien había profanado mi cuerpo, indebidamente. Aún sentía el calor de sus labios en el cuello.
-¡Id tomando asiento! - se oyó a lo lejos.
Agarré el brazo de Van Ewen y nos dispusimos para entrar en la sala. Nos acomodamos en uno de los palcos. Van Ewen seguía hablándome. Pero me sentía incapaz de seguir la conversación. Paranoica, busqué de nuevo entre la gente, algún indicio. Mi mirada delataría al culpable. De nuevo los parloteos de la nobleza. "Estúpidos snobs de pacotilla. Siempre pendientes de las banalidades, que ocupan sus insulsas vidas".
La sala fue quedándose poco a poco en absoluto silencio, a excepción de Van Ewen, que seguía hablándome sin parar. Sólo me di cuenta de su presencia cuando echó a reír, de forma escandalosa.
-¿Entonces? - me preguntó impaciente.
-¿Entonces, qué?
-¿Os gustaría conocer a mi hermana?
-¡Sería un placer! - exclamé llena de ilusión. ¿Conocer a su hermana? Aquello iba mejor de lo que esperaba. Y pensar que apenas había entablado conversación con él. En menos de un día estaría rumbo a Italia, con zapatos nuevos y un collar de brillantes tan grandes como mi ego.
-Y en parte de Francia.
Este sí que era, un pez gordo. Y estaba picando el anzuelo.
-Yo antes residía en Francia. Hace mucho tiempo. Adoro Francia - sonreí, acariciando su mano -Pero siempre quise ir a Italia. Los bailes de máscaras me fascinan...
El hombre sonrió tímidamente, ante mi coqueteo.
-Disculpad la intromisión ¿Señor Van Ewen? - un caballero interrumpió nuestra conversación. Por la reacción de Van Ewen, supuse que no se conocían. Le despacharía en un abrir y cerrar de ojos, para volver a posar su atención en mí. Yo sonreía, discretamente, cada vez que me echaba una ojeada. Van Ewen no hacía otra cosa más que intentar librarse de aquel hombre, mientras le contaba pequeñas anécdotas de no se que tipo, que ambos conocían.
Entonces mi rostro cambió. Apenas fue un segundo, pero mi corazón volvió a alarmarse, escandalosamente. Alguien acarició mis caderas y me deleitó con un beso, justo en el cuello. Pegué un respingo y me di la vuelta como un rayo. Allí no había nadie, salvo un cúmulo de personas que se acumulaban entre risas y cuchicheos, para entrar al teatro ¿Qué diablos había pasado? No eran imaginaciones mías. Alguien había profanado mi cuerpo, indebidamente. Aún sentía el calor de sus labios en el cuello.
-¡Id tomando asiento! - se oyó a lo lejos.
Agarré el brazo de Van Ewen y nos dispusimos para entrar en la sala. Nos acomodamos en uno de los palcos. Van Ewen seguía hablándome. Pero me sentía incapaz de seguir la conversación. Paranoica, busqué de nuevo entre la gente, algún indicio. Mi mirada delataría al culpable. De nuevo los parloteos de la nobleza. "Estúpidos snobs de pacotilla. Siempre pendientes de las banalidades, que ocupan sus insulsas vidas".
La sala fue quedándose poco a poco en absoluto silencio, a excepción de Van Ewen, que seguía hablándome sin parar. Sólo me di cuenta de su presencia cuando echó a reír, de forma escandalosa.
-¿Entonces? - me preguntó impaciente.
-¿Entonces, qué?
-¿Os gustaría conocer a mi hermana?
-¡Sería un placer! - exclamé llena de ilusión. ¿Conocer a su hermana? Aquello iba mejor de lo que esperaba. Y pensar que apenas había entablado conversación con él. En menos de un día estaría rumbo a Italia, con zapatos nuevos y un collar de brillantes tan grandes como mi ego.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Cuando quise sacar un cigarro, Jackson me lo impidió de un manotazo:
-¡Dios! ¿No ves cómo estoy?- Exclamé incorporándome en aquel sofá.
-¿Quieres que todo salga ardiendo?- preguntó dolido.
-No sería la primera vez…- Bufé guardándome el tabaco. Cuando él iba a contestar la música comenzó a sonar. –Ya era hora.- murmuré echándome hacia atrás, con el saxo sobre mi regazo, cuidándolo como a un hijo.
Mientras escuchaba la bella melodía mi cabeza sin quererlo recordó a la joven, ese vestido rojo ¿cómo se había puesto así para venir a un teatro? ¿Qué quería llamar la atención de todos y desconcentrar a los músicos? O tal vez quería llamar única y exclusivamente la atención de aquel caballero, sonreí levemente, “cómo se las gasta la gatita, como si le hiciera falta ponerse semejante vestido para que a ese hombre se le cayese la baba.”
Como me di cuenta de que estaba pensando más de lo debido (aunque fueran solo unos segundos) en ella intenté poner la mente en blanco ¿por qué me iba a importunar alguien como ella? ¡Yo tenía mejores cosas que hacer, y mucho más importantes! “¿Dónde va a parar?” pensé.
Me centré en qué tocaría esa noche, no sabía si dejarme llevar o tocar la pieza que clavaba a la perfección. Aunque si improvisaba los músicos que me acompañaban se quedarían a cuadros sin saber qué hacer, eso sería divertido.
-¿En qué piensas?
-En nada importante.- respondí pasándome la mano por el mentón.
Los minutos pasaron lentamente, creí que nunca llegaría nuestro turno ¡mi turno! El acomodador nos avisó de que dentro de poco entrásemos en escena. ¡Ya me había puesto nervioso! Me puse de pie, y empecé a andar en círculos, era increíble que esto me estuviera pasando a mí. Pasó por mi lado el que tocaba el contrabajo, el jazz lo llevaba en las venas al igual que yo, yo sabía tocar todos los instrumentos, pero me destacaba en uno, porque así lo elegí. De fondo escuché los aplausos y cómo volvían a correr el telón. Se me iba a salir el corazón por la boca.
-Tenéis que ir entrando ya.- Agarré con fuerza mi saxo y todos fueron ocupando su sitio, el trompetista, el trombón, el pianista, la guitarra, la armónica… eso nos bastaba.
Entonces el telón se fue abriendo, y los focos nos cegaron, bien, así no vería a nadie. No quería escuchar ni un solo estornudo, ni un carraspeo indebido, porque me veía capaz de saltar sobre todo aquel que osase ¡menudo era yo!
El pianista comenzó marcándonos el ritmo, y apartir de ahí surgió todo el repertorio de canciones que teníamos preparados, nos estábamos divirtiendo en verdad, y sí así podíamos transmitir algo al publico ¿qué mejor? Melodías rápidas con una marcada crítica en cada nota, y acorde.
Todo estaba saliendo a la perfección. De momento no miré ni una sola vez hacia delante aunque estaba en primera fila, tenía calor así que me desabroché algunos botones de mi camisa blanca (no era lo más indicado en aquel sitio…pero no pude evitarlo).
-¡Dios! ¿No ves cómo estoy?- Exclamé incorporándome en aquel sofá.
-¿Quieres que todo salga ardiendo?- preguntó dolido.
-No sería la primera vez…- Bufé guardándome el tabaco. Cuando él iba a contestar la música comenzó a sonar. –Ya era hora.- murmuré echándome hacia atrás, con el saxo sobre mi regazo, cuidándolo como a un hijo.
Mientras escuchaba la bella melodía mi cabeza sin quererlo recordó a la joven, ese vestido rojo ¿cómo se había puesto así para venir a un teatro? ¿Qué quería llamar la atención de todos y desconcentrar a los músicos? O tal vez quería llamar única y exclusivamente la atención de aquel caballero, sonreí levemente, “cómo se las gasta la gatita, como si le hiciera falta ponerse semejante vestido para que a ese hombre se le cayese la baba.”
Como me di cuenta de que estaba pensando más de lo debido (aunque fueran solo unos segundos) en ella intenté poner la mente en blanco ¿por qué me iba a importunar alguien como ella? ¡Yo tenía mejores cosas que hacer, y mucho más importantes! “¿Dónde va a parar?” pensé.
Me centré en qué tocaría esa noche, no sabía si dejarme llevar o tocar la pieza que clavaba a la perfección. Aunque si improvisaba los músicos que me acompañaban se quedarían a cuadros sin saber qué hacer, eso sería divertido.
-¿En qué piensas?
-En nada importante.- respondí pasándome la mano por el mentón.
Los minutos pasaron lentamente, creí que nunca llegaría nuestro turno ¡mi turno! El acomodador nos avisó de que dentro de poco entrásemos en escena. ¡Ya me había puesto nervioso! Me puse de pie, y empecé a andar en círculos, era increíble que esto me estuviera pasando a mí. Pasó por mi lado el que tocaba el contrabajo, el jazz lo llevaba en las venas al igual que yo, yo sabía tocar todos los instrumentos, pero me destacaba en uno, porque así lo elegí. De fondo escuché los aplausos y cómo volvían a correr el telón. Se me iba a salir el corazón por la boca.
-Tenéis que ir entrando ya.- Agarré con fuerza mi saxo y todos fueron ocupando su sitio, el trompetista, el trombón, el pianista, la guitarra, la armónica… eso nos bastaba.
Entonces el telón se fue abriendo, y los focos nos cegaron, bien, así no vería a nadie. No quería escuchar ni un solo estornudo, ni un carraspeo indebido, porque me veía capaz de saltar sobre todo aquel que osase ¡menudo era yo!
El pianista comenzó marcándonos el ritmo, y apartir de ahí surgió todo el repertorio de canciones que teníamos preparados, nos estábamos divirtiendo en verdad, y sí así podíamos transmitir algo al publico ¿qué mejor? Melodías rápidas con una marcada crítica en cada nota, y acorde.
Todo estaba saliendo a la perfección. De momento no miré ni una sola vez hacia delante aunque estaba en primera fila, tenía calor así que me desabroché algunos botones de mi camisa blanca (no era lo más indicado en aquel sitio…pero no pude evitarlo).
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Me quedé atolondrada. Mis ojos no daban crédito. ¿De nuevo actuaba mi imaginación? ¿O el joven que tocaba el saxo, era el pequeño bandido? Ya decía yo, que movía los dedos demasiado bien. La cantidad de horas que se habrá pasado tocando el saxo. Se me escapó una pequeña risotada, al tener tal pensamiento.
Van Ewen me miró, conmovido. Él sabía lo mucho que adoraba aquella música. Yo sonreí por inercia.
-¿Os gusta la pieza? - me preguntó, en un susurro.
-Es más de lo que podría esperar - reí. Van Owen me acompañó. Aunque no parecía ser consciente de mi pequeña broma personal.
-Quizás luego, podríamos charlar con los músicos. Seguro que sois capaz de dejarles anonadados con vuestra cultura -
-Prefiero pasar la velada con vos.
Van Ewen me entendió perfectamente y acarició mi muñeca de forma discreta ¿Acaso era un maldito crío? Como odio los estúpidos comportamientos de la clase alta. Si pertenezco a ella, es únicamente por los beneficios que me aporta. Por otro lado, me gustaba aparentar. Llevar la máscara de la eterna señorita, siendo en mis entrañas una víbora letal. Una mamba negra con ansias de picar. Pero al pequeño bandido era imposible engañarle. Nunca pretendí comportarme como una dama con él. Pude hacerlo desde el principio, pero no lo quise ¿Para qué? No era nadie. Sólo un trompetista. Por otro lado, sabía algo más de él. Eso, y que tocaba como los ángeles. Aunque cuando se desabrochó la camisa, tocó como el mismísimo diablo.
Van Ewen me miró, conmovido. Él sabía lo mucho que adoraba aquella música. Yo sonreí por inercia.
-¿Os gusta la pieza? - me preguntó, en un susurro.
-Es más de lo que podría esperar - reí. Van Owen me acompañó. Aunque no parecía ser consciente de mi pequeña broma personal.
-Quizás luego, podríamos charlar con los músicos. Seguro que sois capaz de dejarles anonadados con vuestra cultura -
-Prefiero pasar la velada con vos.
Van Ewen me entendió perfectamente y acarició mi muñeca de forma discreta ¿Acaso era un maldito crío? Como odio los estúpidos comportamientos de la clase alta. Si pertenezco a ella, es únicamente por los beneficios que me aporta. Por otro lado, me gustaba aparentar. Llevar la máscara de la eterna señorita, siendo en mis entrañas una víbora letal. Una mamba negra con ansias de picar. Pero al pequeño bandido era imposible engañarle. Nunca pretendí comportarme como una dama con él. Pude hacerlo desde el principio, pero no lo quise ¿Para qué? No era nadie. Sólo un trompetista. Por otro lado, sabía algo más de él. Eso, y que tocaba como los ángeles. Aunque cuando se desabrochó la camisa, tocó como el mismísimo diablo.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
- Mensajes : 454
Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Lo estábamos dando todo esa noche, nadie podría negárnoslo, hoy me merecía el dinero (más que nunca). De vez en cuando me veían flashes de recuerdos del pasado, del camino constante y duro que había tenido que soportar sobre mis espaldas, porque así lo deseaba, porque para eso había nacido, a partir de esa noche mi carrera profesional solo podría ascender como la misma espuma, la espuma de las copas de champan que más tarde beberíamos. Mi nombre se escucharía por cada rincón de Londres, las conversaciones solo se centrarían en mí, si por algún casual mi vida acaba allí podría morir tranquilo, junto a mi saxo e iluminado por los focos ¡Dios! No conozco otro significado del mismo cielo. Una jodida estrella, esa era mi meta y estaba un paso de conseguir mi tan anhelado sueño.
Todos me dejaron paso para que dejara boquiabiertos a todos los espectadores, me tenía que escuchar todo el mundo, hasta el mendigo que pasase por la fachada. Dulce deleite, ¿así es como se siente uno cuando está en la maldita cima del mundo? Con mis poderosos pulmones devasté toda norma musical, mis dedos se movían con la velocidad propia de un titán, que me escuchen en Berlín, que se me oiga en el mismísimo cielo, que la luna solo brille para mí esta noche. Sí, estaba robando el protagonismo a mis compañeros, debía parar, aún así mi solo sería recordado siempre y viviría en la memoria de todos los que fueron dignos de presenciar la gloria, dichosos los ojos ante ellos yo había sido poseído por ¡Dios!
Al acabar un silencio inundó el gran salón, hasta que un tímido aplauso resonó dando comienzo a una oleada de aplausos. ¡Esto era mejor que el sexo! Yo no necesitaba religión, pues yo era mi propio Dios soberano del Blues.
Me sentí emocionado, pensé quedarme allí por siempre recibiendo todo ese reconocimiento. Alguna que otra rosa cayó al escenario. Miré en todas direcciones correspondiendo a todos mis admiradores. Maldita sea ¡Tristán Evans! Iba a ser un ídolo de masas. ¡Qué todo el mundo supiera quién soy! Mis ojos surcaron los palcos pude verla…la musa que me había dado alas aquella noche. Lo entendí nada más verla. La sonreí con la malicia que me caracterizaba.
Y después abandonamos el escenario con un buen sabor de boca.
-¡Has estado brutal Tristán!- gritó uno con una gran botella en sus manos.
-¡Qué divo eres!- bromeó Jackson dándome unos golpes en la espalda.
-Sí ¿eh? No ha estado mal…- murmuré con una sonrisa divertida. ¡Nada podría salir mal esa noche! Me acerqué al pianista y le pedí que fuera al palco 23 y que hiciera lo que estuviese en sus manos para traer a mi camerino a la señorita rubia con el vestido rojo tan sexy. –Me da igual lo que tengas que hacer para traerla, invéntate cualquier cosa…Quiero que sea la guinda de mi noche ¿me entiendes?
-Perfectamente. Pero… ¿va acompañada?
-¡Eso no importa! La quiero aquí a cualquier precio. – De todas maneras si él no lo conseguí tendría que ir yo mismo a por ella. Cogí la botella de champán y me fui a mi camerino.
[Te toca manejar a Jackson muajajaja]
Todos me dejaron paso para que dejara boquiabiertos a todos los espectadores, me tenía que escuchar todo el mundo, hasta el mendigo que pasase por la fachada. Dulce deleite, ¿así es como se siente uno cuando está en la maldita cima del mundo? Con mis poderosos pulmones devasté toda norma musical, mis dedos se movían con la velocidad propia de un titán, que me escuchen en Berlín, que se me oiga en el mismísimo cielo, que la luna solo brille para mí esta noche. Sí, estaba robando el protagonismo a mis compañeros, debía parar, aún así mi solo sería recordado siempre y viviría en la memoria de todos los que fueron dignos de presenciar la gloria, dichosos los ojos ante ellos yo había sido poseído por ¡Dios!
Al acabar un silencio inundó el gran salón, hasta que un tímido aplauso resonó dando comienzo a una oleada de aplausos. ¡Esto era mejor que el sexo! Yo no necesitaba religión, pues yo era mi propio Dios soberano del Blues.
Me sentí emocionado, pensé quedarme allí por siempre recibiendo todo ese reconocimiento. Alguna que otra rosa cayó al escenario. Miré en todas direcciones correspondiendo a todos mis admiradores. Maldita sea ¡Tristán Evans! Iba a ser un ídolo de masas. ¡Qué todo el mundo supiera quién soy! Mis ojos surcaron los palcos pude verla…la musa que me había dado alas aquella noche. Lo entendí nada más verla. La sonreí con la malicia que me caracterizaba.
Y después abandonamos el escenario con un buen sabor de boca.
-¡Has estado brutal Tristán!- gritó uno con una gran botella en sus manos.
-¡Qué divo eres!- bromeó Jackson dándome unos golpes en la espalda.
-Sí ¿eh? No ha estado mal…- murmuré con una sonrisa divertida. ¡Nada podría salir mal esa noche! Me acerqué al pianista y le pedí que fuera al palco 23 y que hiciera lo que estuviese en sus manos para traer a mi camerino a la señorita rubia con el vestido rojo tan sexy. –Me da igual lo que tengas que hacer para traerla, invéntate cualquier cosa…Quiero que sea la guinda de mi noche ¿me entiendes?
-Perfectamente. Pero… ¿va acompañada?
-¡Eso no importa! La quiero aquí a cualquier precio. – De todas maneras si él no lo conseguí tendría que ir yo mismo a por ella. Cogí la botella de champán y me fui a mi camerino.
[Te toca manejar a Jackson muajajaja]
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Todo el mundo empezó a aplaudir nada más terminar el concierto. Todo el mundo menos yo. Los músicos saludaron. El pequeño bandido parecía feliz. Y por alguna extraña razón, aquello me conmovió. Como si me importara algo su felicidad. Por un segundo pensé que nuestros ojos se cruzaban. El pequeño bandido sonrió maliciosamente. Sabía que yo estaba allí. Así que sume uno más uno ¿Quien si no iba a besarme indiscretamente?
Cuando la oleada de aplausos quedó apaciguada. Volvimos al "Foyer". Allí había champán y tarta. La gente bebía y comía como cosaca. Van Ewen me ofreció una copa. Yo la cogí amablemente.
-Disculpad ¿Os importa que os la robe un segundo? - le preguntó un joven, al señor Van Ewen. ¿Se refería a mí?
-En absoluto. Pero tráigamela de vuelta -
El desconocido me sacó del perímetro de visión de Van Ewen y dijo:
-¿Os gustaría acompañarme a los camerinos? -
Juraría que aquel joven era uno de los músicos ¿El pianista quizás...? Sí, era él.
-Con que propósito y bajo qué circunstancias - exigí con seriedad.
-Alguien quiere veros, milady -
El pequeño bandido mandaba a uno de sus compinches para atraerme a sus redes.
-Decidle que, el gato es un animal demasiado agresivo como para dejarlo en su regazo -
-¿Perdonar? - exclamó confuso.
-Él lo entenderá. Y ahora, si me disculpáis. Volveré con mi acompañante. Buenas noches - sonreí.
Oí al joven llamarme dos o tres veces más. Pero hice caso omiso.
No se que pretendía aquella noche. Pero mis pensamientos estaban más inmersos en Van Ewen. Y no dejaría que nadie estropeara mi caza. Me había costado enormemente que aquel hombre me invitara. Y no iba a desperdiciar un futuro enriquecido de lujos y bailes de salón. Necesitaba a Van Ewen. Necesitaba casarme con él. Y en un futuro muy próximo, mis necesidades se entremezclarían con un funesto final. Su terrible y agonizante muerte.
[¡maldito...! XDDD]
Cuando la oleada de aplausos quedó apaciguada. Volvimos al "Foyer". Allí había champán y tarta. La gente bebía y comía como cosaca. Van Ewen me ofreció una copa. Yo la cogí amablemente.
-Disculpad ¿Os importa que os la robe un segundo? - le preguntó un joven, al señor Van Ewen. ¿Se refería a mí?
-En absoluto. Pero tráigamela de vuelta -
El desconocido me sacó del perímetro de visión de Van Ewen y dijo:
-¿Os gustaría acompañarme a los camerinos? -
Juraría que aquel joven era uno de los músicos ¿El pianista quizás...? Sí, era él.
-Con que propósito y bajo qué circunstancias - exigí con seriedad.
-Alguien quiere veros, milady -
El pequeño bandido mandaba a uno de sus compinches para atraerme a sus redes.
-Decidle que, el gato es un animal demasiado agresivo como para dejarlo en su regazo -
-¿Perdonar? - exclamó confuso.
-Él lo entenderá. Y ahora, si me disculpáis. Volveré con mi acompañante. Buenas noches - sonreí.
Oí al joven llamarme dos o tres veces más. Pero hice caso omiso.
No se que pretendía aquella noche. Pero mis pensamientos estaban más inmersos en Van Ewen. Y no dejaría que nadie estropeara mi caza. Me había costado enormemente que aquel hombre me invitara. Y no iba a desperdiciar un futuro enriquecido de lujos y bailes de salón. Necesitaba a Van Ewen. Necesitaba casarme con él. Y en un futuro muy próximo, mis necesidades se entremezclarían con un funesto final. Su terrible y agonizante muerte.
[¡maldito...! XDDD]
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Me encontraba en el camerino sentado en una cómoda silla, con una toalla rodeándome el cuello y con el cabello goteando por momentos (ya que minutos antes me había mojado la cabeza). En mi cabeza pasaron millones de pensamientos todos disconexos, me llevé la copa a los labios sin mirar nada en concreto. Jackson estaba tardando demasiado, y me estaba temiendo lo que pasaría. Alguien toco a la puerta y después se abrió lentamente. Apareció Jackson con cierto temor y desconcierto en su rostro, le miré serio.
-Como veo vienes solo…- murmuré con los ojos fijos en él, como siempre impasible.
-¿Qué te ha dicho?- pregunté sin querer oír sus justificaciones.
-Dijo algo…de un gato.- se quedó pensando un poco, los nervios comenzaron a emerger, y estuve a punto de arrojar la copa sobre él.
-¡¿Qué cojones te ha dicho?!- exclamé alzando la voz, cualquiera diría que era el mismo que minutos antes había estado disfrutando como un niño sobre el escenario. Ahora estaba muy cabreado.
-…Un gato al ser un animal agresivo… ¿no puedes dejarlo en tu regazo?- dijo dudando y con voz temblorosa. Me quedé mirándolo pasmado. Me levanté de la silla con aparente calma.
-¿Qué mierda significa eso?- pregunté dejando la botella sobre la mesa, provocando un ruido más elevado de lo normal.- ¿Es eso exactamente lo que dijo?
-Bueno…en otras palabras…- dijo dando un paso hacia atrás. –Dijo que lo entenderías…
-Sabe cómo sacarme de quicio… La muy…- miré la copa como si al hacerlo quisiese que explotase. -¡Márchate!- le ordené entre dientes.
-Esa mujer no os conviene.- me advirtió Jackson antes de cerrar la puerta.
-¡¿Qué mierda me importa lo que me convenga?!- grité una vez cerrada la puerta. El muy embustero quería darme consejos…a mí…
Dejé la copa sobre la mesa malhumorado, me pasé la toalla por la cabeza para secarlo un poco y salí del camerino, no me importaba el aspecto que pudiera mostrar, estaba totalmente loco en ese momento. ¿Dónde demonios estaba? Eso era lo único que se me pasaba por la cabeza.
La gente me iba felicitando allí por donde pasaba, algunos querían que me detuviera, pero estaba demasiado ofuscado como para hacerles caso, tal vez luego les recompensaría. ¿Y qué me importaba lo que estuvieran pensando en ese momento? Llegué donde estaban todos los aristócratas, y toda la gente de poder, que me traía sin cuidado.
Y allí estaba ella, intentando camelarse a ese miserable. Me quedé un momento quieto intentando serenarme por lo menos un segundo, tenía que hacer un buen papel. ¡Se iba a enterar! Pensé con los ojos como antorchas en la noche. Me abotoné dos de los botones y me acerqué seguro hacia la parejita. De pronto se giró el caballero el cual mostró su admiración y me llenó de halagos, pero yo no le estaba escuchando simplemente le miraba.
-Soy el señor Van Ewen. – dijo tendiéndome la mano, y no me quedó otra que estrechársela. “No me importa quién seas tío.” Le respondí fulminándole con los ojos. El continuó hablando, yo giré la cabeza para delatar al demonio que tenía delante. Volví a girar la cabeza para mirar a Van Ewen, o como sea.
–Me alegro que os haya gustado.- murmuré con una fingida amabilidad.
-¿Y a vos os ha gustado?- pregunté mirando a la señorita. -¿Cómo? No os escucho…hay demasiado jaleo aquí…- Mentí con una extraordinaria soltura. La agarré del brazo con fuerza mientras volvía a dirigirme al hombre. –Hay que cumplir con los admiradores, ya sabe.- estiré de su brazo y dimos la espalda a ese hombre. –Ahora te vas a enterar.- le susurré al oído mientras andábamos.
La metí en uno de los baños que después me encargué de bloquear.
-¿Y ahora qué gatita?- la pregunté mientras me acercaba a ella.
–Nos volvemos a encontrar ¿cierto?- el enfado seguía estando ahí, pero Dios sabe que la pasión se manifiesta de distintas maneras. -¿No quieres pasar la noche con la estrella de la noche?- La bloqueé el paso para que no pudiera huir, que ni lo intentara. La agarré por el cuello con suavidad acercándola a mi rostro. –Contesta.
-Como veo vienes solo…- murmuré con los ojos fijos en él, como siempre impasible.
-¿Qué te ha dicho?- pregunté sin querer oír sus justificaciones.
-Dijo algo…de un gato.- se quedó pensando un poco, los nervios comenzaron a emerger, y estuve a punto de arrojar la copa sobre él.
-¡¿Qué cojones te ha dicho?!- exclamé alzando la voz, cualquiera diría que era el mismo que minutos antes había estado disfrutando como un niño sobre el escenario. Ahora estaba muy cabreado.
-…Un gato al ser un animal agresivo… ¿no puedes dejarlo en tu regazo?- dijo dudando y con voz temblorosa. Me quedé mirándolo pasmado. Me levanté de la silla con aparente calma.
-¿Qué mierda significa eso?- pregunté dejando la botella sobre la mesa, provocando un ruido más elevado de lo normal.- ¿Es eso exactamente lo que dijo?
-Bueno…en otras palabras…- dijo dando un paso hacia atrás. –Dijo que lo entenderías…
-Sabe cómo sacarme de quicio… La muy…- miré la copa como si al hacerlo quisiese que explotase. -¡Márchate!- le ordené entre dientes.
-Esa mujer no os conviene.- me advirtió Jackson antes de cerrar la puerta.
-¡¿Qué mierda me importa lo que me convenga?!- grité una vez cerrada la puerta. El muy embustero quería darme consejos…a mí…
Dejé la copa sobre la mesa malhumorado, me pasé la toalla por la cabeza para secarlo un poco y salí del camerino, no me importaba el aspecto que pudiera mostrar, estaba totalmente loco en ese momento. ¿Dónde demonios estaba? Eso era lo único que se me pasaba por la cabeza.
La gente me iba felicitando allí por donde pasaba, algunos querían que me detuviera, pero estaba demasiado ofuscado como para hacerles caso, tal vez luego les recompensaría. ¿Y qué me importaba lo que estuvieran pensando en ese momento? Llegué donde estaban todos los aristócratas, y toda la gente de poder, que me traía sin cuidado.
Y allí estaba ella, intentando camelarse a ese miserable. Me quedé un momento quieto intentando serenarme por lo menos un segundo, tenía que hacer un buen papel. ¡Se iba a enterar! Pensé con los ojos como antorchas en la noche. Me abotoné dos de los botones y me acerqué seguro hacia la parejita. De pronto se giró el caballero el cual mostró su admiración y me llenó de halagos, pero yo no le estaba escuchando simplemente le miraba.
-Soy el señor Van Ewen. – dijo tendiéndome la mano, y no me quedó otra que estrechársela. “No me importa quién seas tío.” Le respondí fulminándole con los ojos. El continuó hablando, yo giré la cabeza para delatar al demonio que tenía delante. Volví a girar la cabeza para mirar a Van Ewen, o como sea.
–Me alegro que os haya gustado.- murmuré con una fingida amabilidad.
-¿Y a vos os ha gustado?- pregunté mirando a la señorita. -¿Cómo? No os escucho…hay demasiado jaleo aquí…- Mentí con una extraordinaria soltura. La agarré del brazo con fuerza mientras volvía a dirigirme al hombre. –Hay que cumplir con los admiradores, ya sabe.- estiré de su brazo y dimos la espalda a ese hombre. –Ahora te vas a enterar.- le susurré al oído mientras andábamos.
La metí en uno de los baños que después me encargué de bloquear.
-¿Y ahora qué gatita?- la pregunté mientras me acercaba a ella.
–Nos volvemos a encontrar ¿cierto?- el enfado seguía estando ahí, pero Dios sabe que la pasión se manifiesta de distintas maneras. -¿No quieres pasar la noche con la estrella de la noche?- La bloqueé el paso para que no pudiera huir, que ni lo intentara. La agarré por el cuello con suavidad acercándola a mi rostro. –Contesta.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Mis ojos no daban crédito a lo que veían. El pequeño bandido atacaba de nuevo. Y para colmo, el inútil de Van Ewen le tendió la mano. Las cosas se complicaban. Mi acompañarte le llenaba de halagos ¿Aquel momento podía ser aún más insoportable? Me fulminó con la mirada. Yo hice como si no le hubiese visto, e intenté escuchar al "lameculos" de mi acompañante.
–Me alegro que os haya gustado.- el bandido, tramaba algo. El tono de su voz, me gustaba cada vez menos -¿Y a vos os ha gustado?- ¡Maldición! me preguntaba a mí. Intenté aplacar mi alarma. Fingir que no le conocía. Dibujé mi mejor sonrisa y, sin darme tiempo a responder dijo -Cómo? No os escucho… hay demasiado jaleo aquí…- ¿Qué? ni siquiera me había dado la oportunidad de contentarle. De pronto, agarró mi brazo. Me estaba haciendo polvo. Al parece mi mensaje no fue grato -Hay que cumplir con los admiradores, ya sabe.- le "documentó", al señor Van Ewen.
Me arrastró por toda la sala. Intenté liberarme entre sonrisas, disimulando para no montar una escena. Mi respiración se aceleraba a ritmo de zancada.
-Ahora te vas a enterar.- Me susurró al oído. Mis ojos se poblaron de cólera. Mi sonrisa era incapaz de ocultarlos. Nos metimos en uno de los baños y bloqueó la puerta.
-¿Y ahora qué gatita?- Como le odiaba. Si el odio fuera tarta, estaría gorda –Nos volvemos a encontrar ¿cierto?- su tono era agresivo. Pero no era el único que estaba enfadado -¿No quieres pasar la noche con la estrella de la noche?- intenté huir, pero su cuerpo bloqueó mi vía de escape ¡Maldición, maldición y doble maldición! Me agarró del cuello suavemente. De nuevo el contacto de su piel. Mis extremidades recordaron lo caliente que era. Eché una ojeada a sus labios entreabiertos. Estaba apunto de hablar de nuevo -Contesta -
El silencio se hizo. Sólo se oía mi respiración de fondo, intentando recuperar el aliento.
-Si no me sueltas... gritaré - le amenacé, con voz seca -Te aseguro que eres la ultima persona que esperaba encontrarme aquí - me costaba tragar -Al parecer, el mundo es un pañuelo ¿no crees? - mi voz se relajó. Intenté sonar lo más despreocupada posible -Pasar una noche contigo equivale a un terrible dolor de pies, una piedra en el zapato o un asfixiante corsé - curvé mis labios, dibujando una sonrisa. Acerqué mi rostro al de él. Aspiré de nuevo su perfume y escudriñe sus ojos extraños - así que ¿Qué te parece, si dejamos de jugar al ratón y al gato?
–Me alegro que os haya gustado.- el bandido, tramaba algo. El tono de su voz, me gustaba cada vez menos -¿Y a vos os ha gustado?- ¡Maldición! me preguntaba a mí. Intenté aplacar mi alarma. Fingir que no le conocía. Dibujé mi mejor sonrisa y, sin darme tiempo a responder dijo -Cómo? No os escucho… hay demasiado jaleo aquí…- ¿Qué? ni siquiera me había dado la oportunidad de contentarle. De pronto, agarró mi brazo. Me estaba haciendo polvo. Al parece mi mensaje no fue grato -Hay que cumplir con los admiradores, ya sabe.- le "documentó", al señor Van Ewen.
Me arrastró por toda la sala. Intenté liberarme entre sonrisas, disimulando para no montar una escena. Mi respiración se aceleraba a ritmo de zancada.
-Ahora te vas a enterar.- Me susurró al oído. Mis ojos se poblaron de cólera. Mi sonrisa era incapaz de ocultarlos. Nos metimos en uno de los baños y bloqueó la puerta.
-¿Y ahora qué gatita?- Como le odiaba. Si el odio fuera tarta, estaría gorda –Nos volvemos a encontrar ¿cierto?- su tono era agresivo. Pero no era el único que estaba enfadado -¿No quieres pasar la noche con la estrella de la noche?- intenté huir, pero su cuerpo bloqueó mi vía de escape ¡Maldición, maldición y doble maldición! Me agarró del cuello suavemente. De nuevo el contacto de su piel. Mis extremidades recordaron lo caliente que era. Eché una ojeada a sus labios entreabiertos. Estaba apunto de hablar de nuevo -Contesta -
El silencio se hizo. Sólo se oía mi respiración de fondo, intentando recuperar el aliento.
-Si no me sueltas... gritaré - le amenacé, con voz seca -Te aseguro que eres la ultima persona que esperaba encontrarme aquí - me costaba tragar -Al parecer, el mundo es un pañuelo ¿no crees? - mi voz se relajó. Intenté sonar lo más despreocupada posible -Pasar una noche contigo equivale a un terrible dolor de pies, una piedra en el zapato o un asfixiante corsé - curvé mis labios, dibujando una sonrisa. Acerqué mi rostro al de él. Aspiré de nuevo su perfume y escudriñe sus ojos extraños - así que ¿Qué te parece, si dejamos de jugar al ratón y al gato?
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
La agitación de su respiración me volvía loco ¡ah! Qué bendición.
-Si no me sueltas... gritaré - ¡pillina, pillina! Que lo intentara, así vería de lo que era capaz. -Te aseguro que eres la última persona que esperaba encontrarme aquí – Niña mala…-Al parecer, el mundo es un pañuelo ¿no crees? – mis ojos recorrieron su rostro ansiosos. -Pasar una noche contigo equivale a un terrible dolor de pies, una piedra en el zapato o un asfixiante corsé – Pobrecita… yo le devolví la sonrisa con picardía, ella debía saber qué quería. Era la pieza que necesitaba, eso lo sabía, la quería para mi colección. Era mi jodido alter ego. Al mirar sus ojos las llamas crispaban la pequeña hoguera que habíamos avivado. - así que ¿Qué te parece, si dejamos de jugar al ratón y al gato?- Aquello no pudo excitarme más. Me acerqué a ella pegándola a la decorada pared, mis brazos la tenían acorralada, era mía.
–Sí, ya basta de juegos.- murmuré con la atrayente tibieza de mi voz. Mis labios contactaron con los suyos, en una fusión abrasadora, la fiereza de aquel beso me asustó hasta a mí. Lentamente introduje mi lengua en su cavidad bucal, Dios…la deseaba tanto. Su cuerpo era una tentación para mí, perdería la cabeza sino la poseía ahí mismo. Entre beso y beso los gemidos emergieron de mi boca. Bajé mis manos hasta agarrarla de las caderas, ¡oh! Perfecta toda ella. Mi éxtasis aumentaba progresivamente, la levanté del suelo gracias a mis fuertes brazos y la senté sobre el mueble de mármol que allí había llena de jabones y demás objetos de baño. Seguí besándola con una pasión exacerbada, me posicione entre sus piernas que antes me había encargado de abrir. Sí, estábamos tan cerca. Parecía que mis deseos se hacían realidad ¿la estaba obligando? No pensé en ese punto. Mi boca descendió por su cuello y allí me detuve lamiendo su perfecta piel, mientras mis manos recorrían su cintura. Todo estaba saliendo a las mil maravillas.
Cuando alguien tocó a la puerta ¡su puta madre! Me separé de ella en un suspiró. No dije nada, di gracias a Dios de que la camisa tapaba mi excitación. Me pasé la mano por los cabellos echándolos hacia atrás, me vi en el espejo, tenía toda la boca manchada de carmín, cogí uno de los pañuelos que había y desatranqué la puerta. Salí de allí, una mujer se quedó algo extrañada al verme salir de un baño de mujeres. La sonreí mientras caminaba por los pasillos limpiándome los labios, triunfante es poco. Me sentí Napoleón.
Cogí una de las copas de Champan y volví al encuentro con Van Ewen, quería saber cuán interesante era. –Sí, me ha comentado que le gustó mucho.- le comenté con una sonrisa sugerente.
-Si no me sueltas... gritaré - ¡pillina, pillina! Que lo intentara, así vería de lo que era capaz. -Te aseguro que eres la última persona que esperaba encontrarme aquí – Niña mala…-Al parecer, el mundo es un pañuelo ¿no crees? – mis ojos recorrieron su rostro ansiosos. -Pasar una noche contigo equivale a un terrible dolor de pies, una piedra en el zapato o un asfixiante corsé – Pobrecita… yo le devolví la sonrisa con picardía, ella debía saber qué quería. Era la pieza que necesitaba, eso lo sabía, la quería para mi colección. Era mi jodido alter ego. Al mirar sus ojos las llamas crispaban la pequeña hoguera que habíamos avivado. - así que ¿Qué te parece, si dejamos de jugar al ratón y al gato?- Aquello no pudo excitarme más. Me acerqué a ella pegándola a la decorada pared, mis brazos la tenían acorralada, era mía.
–Sí, ya basta de juegos.- murmuré con la atrayente tibieza de mi voz. Mis labios contactaron con los suyos, en una fusión abrasadora, la fiereza de aquel beso me asustó hasta a mí. Lentamente introduje mi lengua en su cavidad bucal, Dios…la deseaba tanto. Su cuerpo era una tentación para mí, perdería la cabeza sino la poseía ahí mismo. Entre beso y beso los gemidos emergieron de mi boca. Bajé mis manos hasta agarrarla de las caderas, ¡oh! Perfecta toda ella. Mi éxtasis aumentaba progresivamente, la levanté del suelo gracias a mis fuertes brazos y la senté sobre el mueble de mármol que allí había llena de jabones y demás objetos de baño. Seguí besándola con una pasión exacerbada, me posicione entre sus piernas que antes me había encargado de abrir. Sí, estábamos tan cerca. Parecía que mis deseos se hacían realidad ¿la estaba obligando? No pensé en ese punto. Mi boca descendió por su cuello y allí me detuve lamiendo su perfecta piel, mientras mis manos recorrían su cintura. Todo estaba saliendo a las mil maravillas.
Cuando alguien tocó a la puerta ¡su puta madre! Me separé de ella en un suspiró. No dije nada, di gracias a Dios de que la camisa tapaba mi excitación. Me pasé la mano por los cabellos echándolos hacia atrás, me vi en el espejo, tenía toda la boca manchada de carmín, cogí uno de los pañuelos que había y desatranqué la puerta. Salí de allí, una mujer se quedó algo extrañada al verme salir de un baño de mujeres. La sonreí mientras caminaba por los pasillos limpiándome los labios, triunfante es poco. Me sentí Napoleón.
Cogí una de las copas de Champan y volví al encuentro con Van Ewen, quería saber cuán interesante era. –Sí, me ha comentado que le gustó mucho.- le comenté con una sonrisa sugerente.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
–Sí, ya basta de juegos.- Entonces me besó de forma desgarradora. Mi cuerpo abrasaba en llamas, deleitándose entre sus brazos. No fui capaz de apartarle ¿Qué me pasaba? El movimiento de su lengua, no tenía nada que envidiar al de sus dedos. Era maravilloso. Que gimiese me excito aún más. El corazón golpeaba mi pecho tan fuerte, que pensé que se me salía.
"Quédate en tu sitió" le dije a mi corazón, en mis adentros "No te mueras ahora" me dije a mi misma. Cuando me agarró por las caderas y me sentó en el mueble, caí en el oscuro vacío ¿Podía ser más salvaje? el animal que llevaba dentro, rugió de placer como respuesta. Luego se colocó entre mis piernas. Yo apreté los muslos. Sentí que me iba a desmallar cuando pasó a mi cuello. No podía creer que aquello estuviese pasando. Pero me daba igual. Una no es de piedra, por mucho que se resista. Y aquella batalla la estaba perdiendo.
De pronto, alguien tocó la puerta ¡Maldición! ¿Maldición? Es obvio que estaba excitada. El pequeño bandido se apartó de mí. Yo intenté colocarme el vestido en su sitio. Cuando volví la mirada, él ya se había marchado y, una mujer me miraba estupefacta.
-Me desmayé. Y el caballero se ofreció a ayudarme - sonreí, temiendo que mi mentira no fuera suficientemente buena -Ya me encuentro mucho mejor - y añadí -¡Que susto!
Le busqué entre la gente ¿Donde estaba, ahora? Había desaparecido. Pero si vi al señor Van Ewen. Hablaba con alguien. Me acerqué de forma discreta y acaricié su brazo. Cual fue mi sorpresa al comprobar que, el hombre con el que hablaba, era el pequeño bandido.
-¡Señorita Dupont! Ya ha vuelto - dijo deleitándome con una sonrisa -El caballero me contaba, lo mucho que te había gustado el concierto -
-No me diga -sonreí, muerta de miedo ¿Qué más le habría contado? No quería darle conversación con Van Ewen delante. Quien sabe lo que sería capaz de soltar por esa boquita. -Si me delatas, te mato - le susurré, cuando Van Ewen se distrajo, por un segundo, con un empresario. Volví a sonreír enseguida, ocultando la inquietud.
"Quédate en tu sitió" le dije a mi corazón, en mis adentros "No te mueras ahora" me dije a mi misma. Cuando me agarró por las caderas y me sentó en el mueble, caí en el oscuro vacío ¿Podía ser más salvaje? el animal que llevaba dentro, rugió de placer como respuesta. Luego se colocó entre mis piernas. Yo apreté los muslos. Sentí que me iba a desmallar cuando pasó a mi cuello. No podía creer que aquello estuviese pasando. Pero me daba igual. Una no es de piedra, por mucho que se resista. Y aquella batalla la estaba perdiendo.
De pronto, alguien tocó la puerta ¡Maldición! ¿Maldición? Es obvio que estaba excitada. El pequeño bandido se apartó de mí. Yo intenté colocarme el vestido en su sitio. Cuando volví la mirada, él ya se había marchado y, una mujer me miraba estupefacta.
-Me desmayé. Y el caballero se ofreció a ayudarme - sonreí, temiendo que mi mentira no fuera suficientemente buena -Ya me encuentro mucho mejor - y añadí -¡Que susto!
Le busqué entre la gente ¿Donde estaba, ahora? Había desaparecido. Pero si vi al señor Van Ewen. Hablaba con alguien. Me acerqué de forma discreta y acaricié su brazo. Cual fue mi sorpresa al comprobar que, el hombre con el que hablaba, era el pequeño bandido.
-¡Señorita Dupont! Ya ha vuelto - dijo deleitándome con una sonrisa -El caballero me contaba, lo mucho que te había gustado el concierto -
-No me diga -sonreí, muerta de miedo ¿Qué más le habría contado? No quería darle conversación con Van Ewen delante. Quien sabe lo que sería capaz de soltar por esa boquita. -Si me delatas, te mato - le susurré, cuando Van Ewen se distrajo, por un segundo, con un empresario. Volví a sonreír enseguida, ocultando la inquietud.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
-¡Señorita Dupont! Ya ha vuelto – Giré la cabeza para ver a quién se refería, y allí estaba ella, como si no hubiese pasado nada. -El caballero me contaba, lo mucho que te había gustado el concierto – Oculté mi sonrisa con una de mis manos, era tan sumamente divertida la situación.
-No me diga – La vi sonreír, ay preciosidad. Debía de haberse llevado una sorpresa al encontrarme allí con su próxima caza, sí, debí hacer caso de la advertencia de Jackson, pero solo quería retozarme con ella aunque solo fuera una noche ¿tanto era pedir? Así lo parecía.
Mientras pensaba este tipo de cosas se colocó a mi lado y me susurró un: -Si me delatas, te mato – Me dieron ganas de comerme aquella boca de fresa que tenía, tan peligrosa y atrayente que su amenaza en vez que asustarme (que eso es imposible) me provocó un placer inusitado. Volvió a sonreír el demonio al caballero. Yo me puse detrás de ella, y con la mano que tenía libre acaricié su espalda de arriba abajo hasta llegar al final de su columna. Eso no podría verlo el señor Van Ewen, y estaba muy lejos de imaginarlo. Yo estaba acalorado eso es innegable, ¿y si la tumbaba en el suelo y la comenzaba a desnudar? ¿Por qué pensaba ese tipo de cosas cuando ella estaba cerca? Hacerlo delante de toda aquella gente me ponía la piel de gallina. Cuando el señor volvió la cabeza para responder algo al empresario aquel, me incliné un poco para susurrarle:
- A menos que vengas esta noche conmigo.- Todo un chantajista. Mordí levemente el lóbulo de su oreja y volví a mi posición natural con la mano esta vez posada en su apetitoso trasero. Van Ewen se giró en seguida. Y me comencé a
reír como si ella me hubiese contado un chiste, o cualquier maldita cosa:
-Qué cosas tiene señorita Dupont.- Su apellido lo entoné de una manera extraña, para llamar su atención. Uno de mis compañeros se acercó a mí haciendo que apartase la mano de aquella mujer, de mi mujer.
-Tristán, dentro de un rato nos iremos al hotel ¿vendrás?- preguntó.
-Sí, dentro de un rato iré para allá.- murmuré dándole un ligero golpe en el hombro. Y estaba decido a irme con ella de la mano, sino peligraría su integridad ¡vamos! Menudo soy yo.
-No me diga – La vi sonreír, ay preciosidad. Debía de haberse llevado una sorpresa al encontrarme allí con su próxima caza, sí, debí hacer caso de la advertencia de Jackson, pero solo quería retozarme con ella aunque solo fuera una noche ¿tanto era pedir? Así lo parecía.
Mientras pensaba este tipo de cosas se colocó a mi lado y me susurró un: -Si me delatas, te mato – Me dieron ganas de comerme aquella boca de fresa que tenía, tan peligrosa y atrayente que su amenaza en vez que asustarme (que eso es imposible) me provocó un placer inusitado. Volvió a sonreír el demonio al caballero. Yo me puse detrás de ella, y con la mano que tenía libre acaricié su espalda de arriba abajo hasta llegar al final de su columna. Eso no podría verlo el señor Van Ewen, y estaba muy lejos de imaginarlo. Yo estaba acalorado eso es innegable, ¿y si la tumbaba en el suelo y la comenzaba a desnudar? ¿Por qué pensaba ese tipo de cosas cuando ella estaba cerca? Hacerlo delante de toda aquella gente me ponía la piel de gallina. Cuando el señor volvió la cabeza para responder algo al empresario aquel, me incliné un poco para susurrarle:
- A menos que vengas esta noche conmigo.- Todo un chantajista. Mordí levemente el lóbulo de su oreja y volví a mi posición natural con la mano esta vez posada en su apetitoso trasero. Van Ewen se giró en seguida. Y me comencé a
reír como si ella me hubiese contado un chiste, o cualquier maldita cosa:
-Qué cosas tiene señorita Dupont.- Su apellido lo entoné de una manera extraña, para llamar su atención. Uno de mis compañeros se acercó a mí haciendo que apartase la mano de aquella mujer, de mi mujer.
-Tristán, dentro de un rato nos iremos al hotel ¿vendrás?- preguntó.
-Sí, dentro de un rato iré para allá.- murmuré dándole un ligero golpe en el hombro. Y estaba decido a irme con ella de la mano, sino peligraría su integridad ¡vamos! Menudo soy yo.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Noté la mano del pequeño bandido, acariciar mi espalda. Van Ewen, no se había dado cuenta. Pero, el gesto quedaba descubierto, ante las personas que se situaban a nuestras espaldas. Quise matarle. O mejor aún. Torturarle, torturarle y luego matarle.
-A menos que vengas esta noche conmigo - ¿Podía ser más rastrero? Luego se tomó la ligereza de morderme la oreja, pero sólo de forma literal. Metafóricamente, no me la comería. Sus palabras no me transmitían ningún tipo de temor. Luego tuvo la desfachatez de tocarme el trasero. Estaba jugando con fuego y estaba apunto de convertirse en cenizas.
-Qué cosas tiene señorita Dupont.- prosiguió entre risas, cuando Van Ewen volvió a la conversación. Giró la cabeza para decirle no se que, a un tipo.
En ese momento fulminé uno de sus pies, con mi tacón de doce centímetros.
-¡Oh! - exclamé -¡Excusez moi! ¡soy tan torpe! - reí avergonzada, echando mi cabello hacia atrás, con ayuda de un dedo -Tendríais que verme bailar. Soy un auténtico desastre - volví a reír melodiosa.
Si seguía fastidiando mis planes, mi tacón sería sólo un arañazo, en comparación. Nadie juega conmigo. Nadie me manipula. Que te quede claro, amigo.
La gente, comenzó a abandonar la sala. Van Ewen se iría en cualquier momento. Aquella noche, me marcharía con él.
-A menos que vengas esta noche conmigo - ¿Podía ser más rastrero? Luego se tomó la ligereza de morderme la oreja, pero sólo de forma literal. Metafóricamente, no me la comería. Sus palabras no me transmitían ningún tipo de temor. Luego tuvo la desfachatez de tocarme el trasero. Estaba jugando con fuego y estaba apunto de convertirse en cenizas.
-Qué cosas tiene señorita Dupont.- prosiguió entre risas, cuando Van Ewen volvió a la conversación. Giró la cabeza para decirle no se que, a un tipo.
En ese momento fulminé uno de sus pies, con mi tacón de doce centímetros.
-¡Oh! - exclamé -¡Excusez moi! ¡soy tan torpe! - reí avergonzada, echando mi cabello hacia atrás, con ayuda de un dedo -Tendríais que verme bailar. Soy un auténtico desastre - volví a reír melodiosa.
Si seguía fastidiando mis planes, mi tacón sería sólo un arañazo, en comparación. Nadie juega conmigo. Nadie me manipula. Que te quede claro, amigo.
La gente, comenzó a abandonar la sala. Van Ewen se iría en cualquier momento. Aquella noche, me marcharía con él.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Cuando mi compañero nos dejó, sentí un intenso dolor en uno de mis pies, que creí morirme. Me llevé la mano a la boca para que no se notase el cambió que había sufrido mi rostro.
-¡Joder!- murmuré intentando aguantarme el dolor ¿me habría hecho sangre la muy zorra?
-¡Oh! ¡Excusez moi! ¡Soy tan torpe! – Su risa y esa manera de sobreactuar me ponía enfermo.
-Tendríais que verme bailar. Soy un auténtico desastre - ¡Será maldita! Quería que abandonase ¿no? De haber estado los dos solos la habría derribado contra el suelo en un abrir y cerrar de ojos, que no pensase que se lo iba a perdonar. Al fin y al cabo ¡no me lo merecía! Aún no había hecho nada.
-¿Me firma un autógrafo maestro Evans?- preguntó una atractiva joven a mi espalda, yo me giré con una sonrisa ¡maestro Evans! Eso era nuevo. -Claro muñeca.- cogí el papel y se lo firmé.
-¡Oh! Es usted mi ídolo.- Y seguro que algo más, pensé mirándola de soslayo.
–Me haréis sonrojar, madame.- murmuré dándole un beso en su mano. Luego la joven se marchó contenta. Dios... cada vez que me movía una intensa punzada me recorría todo el cuerpo.
-Estás a tiempo de acceder gatita, no sé por qué piensas que quiero aguarte los planes con ese pobre hombre. ¿No entiendes que si aceptas mi oferta no volveré a molestarte nunca más?- murmuré por lo bajo a la endiablada mujer.
-¿Cómo dice?- debió se escuchar algo.
-¡Ah! La comentaba que este champán es el nova más.- ¡Venga! Un tiro en la cabeza.
-Sí, la verdad es que me está subiendo un poco.- bromeó, yo le reí la gracia, aunque mi fuero interno se estaba pudriendo poco a poco. El señor Prismer se acercó para darme el dinero que me debía.
-Es más de lo que debería darte.- murmuró con una sonrisa confidencial. Miré el fajo de billetes, era el doble de lo que habíamos acordado, esa noche me había forrado por completo. Asentí con la cabeza y junté la cantidad que me dio con la que ya tenía.
–Espero que haya una segunda vez.
–No lo dude Evans.- Entonces Prismer se puso a hablar con el señor Van Ewen. Perfecto.
-Ven conmigo, solo será un momento.- Sí, un momento, no me lo creí ni yo.-Luego podrás volver con Van Ewen, no te lo impediré. ¡Vamos! ahora mismo llevo más dinero que él encima.- me reí entre dientes ante mi ofrecimiento.
-¡Joder!- murmuré intentando aguantarme el dolor ¿me habría hecho sangre la muy zorra?
-¡Oh! ¡Excusez moi! ¡Soy tan torpe! – Su risa y esa manera de sobreactuar me ponía enfermo.
-Tendríais que verme bailar. Soy un auténtico desastre - ¡Será maldita! Quería que abandonase ¿no? De haber estado los dos solos la habría derribado contra el suelo en un abrir y cerrar de ojos, que no pensase que se lo iba a perdonar. Al fin y al cabo ¡no me lo merecía! Aún no había hecho nada.
-¿Me firma un autógrafo maestro Evans?- preguntó una atractiva joven a mi espalda, yo me giré con una sonrisa ¡maestro Evans! Eso era nuevo. -Claro muñeca.- cogí el papel y se lo firmé.
-¡Oh! Es usted mi ídolo.- Y seguro que algo más, pensé mirándola de soslayo.
–Me haréis sonrojar, madame.- murmuré dándole un beso en su mano. Luego la joven se marchó contenta. Dios... cada vez que me movía una intensa punzada me recorría todo el cuerpo.
-Estás a tiempo de acceder gatita, no sé por qué piensas que quiero aguarte los planes con ese pobre hombre. ¿No entiendes que si aceptas mi oferta no volveré a molestarte nunca más?- murmuré por lo bajo a la endiablada mujer.
-¿Cómo dice?- debió se escuchar algo.
-¡Ah! La comentaba que este champán es el nova más.- ¡Venga! Un tiro en la cabeza.
-Sí, la verdad es que me está subiendo un poco.- bromeó, yo le reí la gracia, aunque mi fuero interno se estaba pudriendo poco a poco. El señor Prismer se acercó para darme el dinero que me debía.
-Es más de lo que debería darte.- murmuró con una sonrisa confidencial. Miré el fajo de billetes, era el doble de lo que habíamos acordado, esa noche me había forrado por completo. Asentí con la cabeza y junté la cantidad que me dio con la que ya tenía.
–Espero que haya una segunda vez.
–No lo dude Evans.- Entonces Prismer se puso a hablar con el señor Van Ewen. Perfecto.
-Ven conmigo, solo será un momento.- Sí, un momento, no me lo creí ni yo.-Luego podrás volver con Van Ewen, no te lo impediré. ¡Vamos! ahora mismo llevo más dinero que él encima.- me reí entre dientes ante mi ofrecimiento.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Intentó contener el dolor de mi pisotón. Sufre, pequeño, sufre.
-¿Me firma un autógrafo maestro Evans?- una mujer muy atractiva, se había acercado al "Maestro Evans" bufé, muerta de risa. La cinta negra, que cubría los ojos del extraño desconocido, había caído al suelo estrepitosamente. Se apellidaba Evans. Así le llamó la dama insulsa -Claro muñeca - pero que poca educación. Evans, se movía como perro por su casa entre esas cuatro paredes -¡Oh! Es usted mi ídolo.- una extraña sensación me recorrió al oír tal comentario ¿Podía ser más empalagosa? -Me haréis sonrojar, madame.- hace falta mucho, para sonrojarte a ti, pensé -Estás a tiempo de acceder gatita, no sé por qué piensas que quiero aguarte los planes con ese pobre hombre. ¿No entiendes que si aceptas mi oferta no volveré a molestarte nunca más?-
La situación empezaba a volverse pesada, hasta extremos insospechados.
-¿Cómo dice?- Van Ewen, volvió el rostro. Por favor, que no haya oído nada
-¡Ah! La comentaba que este champán es el nova más.- La rapidez con la que actuaba, me dejaba perpleja. Ambos estábamos perfectamente entrenados en el arte del engaño. Lo que no se, es como Van Ewen no se daba cuenta. Entre nosotros se respiraba puro sexo.
-Sí, la verdad es que me está subiendo un poco.- sonrió, inocente, desconociendo la situación en la que nos habíamos sumergido, sin salvavidas de por medio.
-Es más de lo que debería darte.- Un hombre se acercó al joven Evans y le dio un puñado de dinero.
-Espero que haya una segunda vez.
-No lo dude Evans.-
La nausea se apoderó de mi garganta. Que tedio. Que pesadez.
-Ven conmigo, solo será un momento. Luego podrás volver con Van Ewen, no te lo impediré. ¡Vamos! ahora mismo llevo más dinero que él encima.-
-Al menos necesitarías veinte fajos más - suspiré de agotamiento - Señor Van Ewen, el caballero se ha ofrecido a enseñarme el teatro ¿No os parece una maravilla? - sonreí de alegría, como si me hubiesen regalado zapatos nuevos. Cogí al bandido de la chaqueta y arrastré su figura hasta cruzar las puertas del teatro. Mis pasos se detuvieron al llegar al escenario -Ya que eres el mago de la discrepeción ¿Que te parece si lo hacemos aquí? - observé las butacas vacías. Luego volví a fijar la mirada en sus ojos extraños. Me acerqué sigilosamente hacía él y le empotré contra el suelo del escenario. Me puse encima, a horcajadas. Y, como si un terrible huracán se hubiese apoderado de mí, empecé a comerle la boca, mientras desabrochaba cada botón de su camisa. El sabor de sus labios me cameló.
-¿Me firma un autógrafo maestro Evans?- una mujer muy atractiva, se había acercado al "Maestro Evans" bufé, muerta de risa. La cinta negra, que cubría los ojos del extraño desconocido, había caído al suelo estrepitosamente. Se apellidaba Evans. Así le llamó la dama insulsa -Claro muñeca - pero que poca educación. Evans, se movía como perro por su casa entre esas cuatro paredes -¡Oh! Es usted mi ídolo.- una extraña sensación me recorrió al oír tal comentario ¿Podía ser más empalagosa? -Me haréis sonrojar, madame.- hace falta mucho, para sonrojarte a ti, pensé -Estás a tiempo de acceder gatita, no sé por qué piensas que quiero aguarte los planes con ese pobre hombre. ¿No entiendes que si aceptas mi oferta no volveré a molestarte nunca más?-
La situación empezaba a volverse pesada, hasta extremos insospechados.
-¿Cómo dice?- Van Ewen, volvió el rostro. Por favor, que no haya oído nada
-¡Ah! La comentaba que este champán es el nova más.- La rapidez con la que actuaba, me dejaba perpleja. Ambos estábamos perfectamente entrenados en el arte del engaño. Lo que no se, es como Van Ewen no se daba cuenta. Entre nosotros se respiraba puro sexo.
-Sí, la verdad es que me está subiendo un poco.- sonrió, inocente, desconociendo la situación en la que nos habíamos sumergido, sin salvavidas de por medio.
-Es más de lo que debería darte.- Un hombre se acercó al joven Evans y le dio un puñado de dinero.
-Espero que haya una segunda vez.
-No lo dude Evans.-
La nausea se apoderó de mi garganta. Que tedio. Que pesadez.
-Ven conmigo, solo será un momento. Luego podrás volver con Van Ewen, no te lo impediré. ¡Vamos! ahora mismo llevo más dinero que él encima.-
-Al menos necesitarías veinte fajos más - suspiré de agotamiento - Señor Van Ewen, el caballero se ha ofrecido a enseñarme el teatro ¿No os parece una maravilla? - sonreí de alegría, como si me hubiesen regalado zapatos nuevos. Cogí al bandido de la chaqueta y arrastré su figura hasta cruzar las puertas del teatro. Mis pasos se detuvieron al llegar al escenario -Ya que eres el mago de la discrepeción ¿Que te parece si lo hacemos aquí? - observé las butacas vacías. Luego volví a fijar la mirada en sus ojos extraños. Me acerqué sigilosamente hacía él y le empotré contra el suelo del escenario. Me puse encima, a horcajadas. Y, como si un terrible huracán se hubiese apoderado de mí, empecé a comerle la boca, mientras desabrochaba cada botón de su camisa. El sabor de sus labios me cameló.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
-Al menos necesitarías veinte fajos más - ¿Qué cojones? - Señor Van Ewen, el caballero se ha ofrecido a enseñarme el teatro ¿No os parece una maravilla? – La miré extrañado, ¿Qué va a hacerme ahora? Vil mentirosa, para no delatarla sonreí al caballero dando a entender que así era ¡ese hombre estaba loco! ¿Cómo se dejó engañar tan fácilmente? No hay escrúpulo ninguno por parte de ¡nadie!
La señorita me agarró de la chaqueta llevándome por allí ¿ahora quién era el dominante? ¡Dios! ¡Qué dulce era aquello! Me arrastró literalmente por todo el gran pasillo iluminado por unas pocas luces ¿qué pretendía que le mostrara la distribución de las butacas? Nos quedamos al fin delante del escenario -Ya que eres el mago de la discreción ¿Qué te parece si lo hacemos aquí? – Dirigí los ojos donde ella estaba mirando ¿y esto? Al volver la vista hacia ella pude ver cómo se acercaba como la gatita que estaba hecha, no me lo podía creer, que ella viniera era más de lo que podía desear. Me tiró al suelo, así como te lo cuento ¡qué erótico me parecía todo! Se colocó encima de mí y el contacto de nuestros labios no tardo en llegar, qué pasión denoté en sus movimientos. Demasiada pasión. Mi camisa comenzó a abrirse, le paré las manos, no quería que me la quitase, si tenía que echar a correr en cualquier momento prefería llevarla puesta, pero sí que la dejé abierta mientras mis manos tomaban su rostro para que la fogosidad de nuestras lenguas ardiera, peligro inflamable.
No iba a desnudarla de eso estaba seguro, se me pasó por la cabeza la idea de dejarla allí por todas las trabas que me había puesto esa noche, pero era la oportunidad de yacer con ella. Súmale el peligro que corría por estar allí haciendo semejante agravio en un lugar como aquel.
Me incorporé mientras la dejaba seca y la puse de espaldas, y yo sobre ella.
–Parece que lo estabais deseando.- al igual que yo. Lo más seguro es que quisiera hacerlo para quitárseme de encima, bueno…era respetable su posición. Le fui levantando la falda tocando con una ligera presión su pierna, no le iba a quitar las medias tampoco porque las tenía sujetas con las sexuales ligas que tenía puestas. Esto tenía que ser rápido ¿no era lo que ella quería? Aunque habría preferido mil veces habérmela llevado al hotel y revolcarnos sobre las sabanas, pero menos es nada.
Mi mano llegó hasta su ropa interior la cual fui bajando poco a poco, me aparté un poco para sonreírla, tan sumisa, aparentemente quiero decir. La tela fue deslizándose por sus largas piernas hasta que por fin quedó en una de mis manos. Y qué hostias me lo guardé en el bolsillo del pantalón, de recuerdo. –Procura disfrutarlo.- le susurré al oído, como se puede imaginar yo ya estaba excitado…mucho antes de lo debido.
Mientras besaba su cuello mi mano fue abriéndose paso bajo sus faldas ¿sería ligera de cascos? ¡qué más da! Al final llegué a donde tenía que llegar, mis manos reconocieron cada pequeño detalle. Mi cuerpo ardió en deseos de hacer suyo aquel pequeño palacio. Mis agiles dedos fueron investigando con la única intención de volverla loca, moviéndose de arriba abajo una y otra vez, luego haciendo círculos en su clítoris, ella ya estaba húmeda mucho antes de que yo profanase su intimidad. El pantalón me iba a explotar, yo no necesitaba darle placer, solo quería dármelo a mí mismo, pero mis dedos no pudieron evitar introducirse en su cavidad, una y otra vez, pude escuchar como sus efluvios se derramaban entre sus piernas, eso ella no podía evitarlo, debo reconocer que me excitó muchísimo ¿habría alguien viéndonos? ¡buah! –No tienes que hacerlo si no quieres…- murmuré mirándola a los ojos, su rostro estaba en otro mundo y solo quise besar sus labios hasta que se desaparecieran.
La señorita me agarró de la chaqueta llevándome por allí ¿ahora quién era el dominante? ¡Dios! ¡Qué dulce era aquello! Me arrastró literalmente por todo el gran pasillo iluminado por unas pocas luces ¿qué pretendía que le mostrara la distribución de las butacas? Nos quedamos al fin delante del escenario -Ya que eres el mago de la discreción ¿Qué te parece si lo hacemos aquí? – Dirigí los ojos donde ella estaba mirando ¿y esto? Al volver la vista hacia ella pude ver cómo se acercaba como la gatita que estaba hecha, no me lo podía creer, que ella viniera era más de lo que podía desear. Me tiró al suelo, así como te lo cuento ¡qué erótico me parecía todo! Se colocó encima de mí y el contacto de nuestros labios no tardo en llegar, qué pasión denoté en sus movimientos. Demasiada pasión. Mi camisa comenzó a abrirse, le paré las manos, no quería que me la quitase, si tenía que echar a correr en cualquier momento prefería llevarla puesta, pero sí que la dejé abierta mientras mis manos tomaban su rostro para que la fogosidad de nuestras lenguas ardiera, peligro inflamable.
No iba a desnudarla de eso estaba seguro, se me pasó por la cabeza la idea de dejarla allí por todas las trabas que me había puesto esa noche, pero era la oportunidad de yacer con ella. Súmale el peligro que corría por estar allí haciendo semejante agravio en un lugar como aquel.
Me incorporé mientras la dejaba seca y la puse de espaldas, y yo sobre ella.
–Parece que lo estabais deseando.- al igual que yo. Lo más seguro es que quisiera hacerlo para quitárseme de encima, bueno…era respetable su posición. Le fui levantando la falda tocando con una ligera presión su pierna, no le iba a quitar las medias tampoco porque las tenía sujetas con las sexuales ligas que tenía puestas. Esto tenía que ser rápido ¿no era lo que ella quería? Aunque habría preferido mil veces habérmela llevado al hotel y revolcarnos sobre las sabanas, pero menos es nada.
Mi mano llegó hasta su ropa interior la cual fui bajando poco a poco, me aparté un poco para sonreírla, tan sumisa, aparentemente quiero decir. La tela fue deslizándose por sus largas piernas hasta que por fin quedó en una de mis manos. Y qué hostias me lo guardé en el bolsillo del pantalón, de recuerdo. –Procura disfrutarlo.- le susurré al oído, como se puede imaginar yo ya estaba excitado…mucho antes de lo debido.
Mientras besaba su cuello mi mano fue abriéndose paso bajo sus faldas ¿sería ligera de cascos? ¡qué más da! Al final llegué a donde tenía que llegar, mis manos reconocieron cada pequeño detalle. Mi cuerpo ardió en deseos de hacer suyo aquel pequeño palacio. Mis agiles dedos fueron investigando con la única intención de volverla loca, moviéndose de arriba abajo una y otra vez, luego haciendo círculos en su clítoris, ella ya estaba húmeda mucho antes de que yo profanase su intimidad. El pantalón me iba a explotar, yo no necesitaba darle placer, solo quería dármelo a mí mismo, pero mis dedos no pudieron evitar introducirse en su cavidad, una y otra vez, pude escuchar como sus efluvios se derramaban entre sus piernas, eso ella no podía evitarlo, debo reconocer que me excitó muchísimo ¿habría alguien viéndonos? ¡buah! –No tienes que hacerlo si no quieres…- murmuré mirándola a los ojos, su rostro estaba en otro mundo y solo quise besar sus labios hasta que se desaparecieran.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
–Parece que lo estabais deseando.- Claro que lo deseaba. Le había llevado toda la noche, encargase de ello. Subió firmemente la mano a lo largo de mi vestido, deseosa de que fuera mi piel la que tocase. La excitación se apoderó de mi cuerpo, cuando pasó los dedos por encima de mis ligas. Tras alcanzar mi ropa interior, el bandido me deleitó con una sonrisa. Entré en deseos de que me arrancara la ropa. Descubrir la presión que ejercía bajo sus pantalones, fue más gratificante que un placentero paseo por Venecia o seis ceros más a la derecha, en tu cuenta bancaria.
Me quedé quieta, inofensiva. Sabía que a los hombres les gustaba, experimentar lo que era el poder, por un momento. Tras quitarme la ropa interior, la guardó en uno de sus bolsillos. Como si fueran un trofeo de caza. Imaginé la cantidad de mujeres con las que se había acostado y la cantidad de trofeos que guardaría en un pequeño cajón de su casa.
-Procura disfrutarlo.-
Eso esperaba. Que no me dejara insatisfecha, después de todo el trabajo que me había dado.
Cuando sus labios pasaron a mi cuello, sentí que me devoraba. Y fue entonces cuando sus dedos entraron en contacto con mi parte más íntima. De nuevo esas manos de saxofonista. Creí morir cuando empezó a hacer pequeños círculos en mi clítoris. Luego aumento la presión e introdujo su dedo finalmente, volviéndome loca. No quise cerrar los ojos. Seguí mirándole, mientras me tocaba. Fue entonces cuando la oleada de espasmos convirtieron mi orgasmo en un volcán. Ahogué el pequeño gemido, conteniéndolo en mi garganta. Nadie podía oírnos. Empapé sus dedos sin control en cuestión de segundos e intenté acompasar poco a poco la respiración a cien por hora. Siempre he adorado los lugares públicos. No hay nada más emocionante que pensar que, en cualquier momento, puede verte alguien.
–No tienes que hacerlo si no quieres…- ¿Acaso pensaba que ere virgen? ¿Quizás que, llegados a este punto, me echaría atrás? ó, ¿sólo volvía a reírse de mí?
Me incorporé, subiéndome encima de él. Pegué su espalda al suelo con ayuda de una mano, presionando su pecho, para que no se levantase. Y con la otra, abrí el pantalón que tanto deseaba destrozar con los dientes. Introduje mi mano por debajo de su ropa interior y me deslicé hasta sus labios, mordiéndolos, disfrutando del placer que supone tener su cuerpo debajo. Mi mano acarició suavemente su erección, mientras con la otra volví a desabrochar su camisa. Deseaba verle desnudo. Contemplar su cuerpo desprotegido de ropa ante mis ojos. Mi mano empezó a subir y bajar a lo largo de su miembro, que ardía entre mis dedos. Tras dejar de mordisquear sus labios, me aparté unos centímetros y le miré a los ojos.
-Tengo la extraña sensación de que esto va a terminar, mejor de lo que había empezado - Y ¿quién iba a decir, que al final acabaríamos así, en medio del Covent Garden? Mi mano seguía moviéndose bajo sus ropas y empezó a coger velocidad, paulatinamente. Tenía la anchura perfecta. Tal y como a mí, me gustaban.
Me quedé quieta, inofensiva. Sabía que a los hombres les gustaba, experimentar lo que era el poder, por un momento. Tras quitarme la ropa interior, la guardó en uno de sus bolsillos. Como si fueran un trofeo de caza. Imaginé la cantidad de mujeres con las que se había acostado y la cantidad de trofeos que guardaría en un pequeño cajón de su casa.
-Procura disfrutarlo.-
Eso esperaba. Que no me dejara insatisfecha, después de todo el trabajo que me había dado.
Cuando sus labios pasaron a mi cuello, sentí que me devoraba. Y fue entonces cuando sus dedos entraron en contacto con mi parte más íntima. De nuevo esas manos de saxofonista. Creí morir cuando empezó a hacer pequeños círculos en mi clítoris. Luego aumento la presión e introdujo su dedo finalmente, volviéndome loca. No quise cerrar los ojos. Seguí mirándole, mientras me tocaba. Fue entonces cuando la oleada de espasmos convirtieron mi orgasmo en un volcán. Ahogué el pequeño gemido, conteniéndolo en mi garganta. Nadie podía oírnos. Empapé sus dedos sin control en cuestión de segundos e intenté acompasar poco a poco la respiración a cien por hora. Siempre he adorado los lugares públicos. No hay nada más emocionante que pensar que, en cualquier momento, puede verte alguien.
–No tienes que hacerlo si no quieres…- ¿Acaso pensaba que ere virgen? ¿Quizás que, llegados a este punto, me echaría atrás? ó, ¿sólo volvía a reírse de mí?
Me incorporé, subiéndome encima de él. Pegué su espalda al suelo con ayuda de una mano, presionando su pecho, para que no se levantase. Y con la otra, abrí el pantalón que tanto deseaba destrozar con los dientes. Introduje mi mano por debajo de su ropa interior y me deslicé hasta sus labios, mordiéndolos, disfrutando del placer que supone tener su cuerpo debajo. Mi mano acarició suavemente su erección, mientras con la otra volví a desabrochar su camisa. Deseaba verle desnudo. Contemplar su cuerpo desprotegido de ropa ante mis ojos. Mi mano empezó a subir y bajar a lo largo de su miembro, que ardía entre mis dedos. Tras dejar de mordisquear sus labios, me aparté unos centímetros y le miré a los ojos.
-Tengo la extraña sensación de que esto va a terminar, mejor de lo que había empezado - Y ¿quién iba a decir, que al final acabaríamos así, en medio del Covent Garden? Mi mano seguía moviéndose bajo sus ropas y empezó a coger velocidad, paulatinamente. Tenía la anchura perfecta. Tal y como a mí, me gustaban.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Ahora ella parecía que tenía el poder y que manejaba el cotarro, incrédula, pero eso me gustaba (no voy a negarlo). Tuve que abandonar sus dominios para estar atento a lo que se proponía, ella era toda una maestra en el arte de excitar a un hombre y vaya si lo estaba consiguiendo. Su mano encontró mis vergüenzas (que de nada me avergüenzo), cerré mis ojos cuando ella comenzó a morderme los labios, sentí la presión que ejercía su cuerpo contra el mío, su mano cobró vida bajo mis pantalones y yo no pude estar mejor... deseaba destrozarla.
Al parecer señorita estaba empeñada en quitarme la camisa, qué bribona. Cuando inevitablemente noté cómo comenzaba a masturbarme, a mi me iba a dar algo lo recuerdo bien. Tuve que hacer un gran esfuerzo por no gruñir y cualquier ruido extraño, estaba excesivamente excitado y me moría de ganas por ella. La miré:
-Tengo la extraña sensación de que esto va a terminar, mejor de lo que había empezado – Intenté pensar y responderla pero su mano me estaba lapidando continuamente ahora a más velocidad, la rodeé con uno de mis brazos y con mi otra mano la agarré de la nuca atrayéndola hacia mí, si la besaba había menos peligro de montar un escándalo. Yo no quería más preliminares, no había tiempo, la quería ya como bien se sabe.
–A no ser que vuestro amiguito nos pille.- le susurré al contacto de sus labios. Pues si nos pillaba que ¡nos pillara! ¡A mí no me importaba! No tenía nada que perder.
Indudablemente yo tenía más fuerza que ella así que volví a recostarla sobre el duro suelo sin dejar de besarla de esa manera tan lasciva, era un poco incómodo, pero estábamos tan estimulados que eso perdía toda importancia. Me hice hueco entre sus piernas, apoyando mi peso sobre mi ante brazo, en esa posición al final acabaría molido con la mano libre agarre mi preponderancia (parecía que tenía una única misión), se iba a enterar de lo que era bueno. Sin pensarlo dos veces mi glande entró en ella con el séptimo caballería detrás sin ningún tipo de impedimento.
Y que le doliera, me daba lo mismo, podría haber sido mucho más agresivo en mis movimientos, puede que me pillase con un buen día (tendría que estarme agradecida). Escondí mi rostro en la curva de su cuello ahogando los gemidos, aunque alguno que otro se me escapó, con mi mano derecha elevé un poco su pierna para sentir mucho más las embestidas que estaba ejecutando con tanta soltura. Estaba empezando bien no sabía cuándo acabaría, mordí ligeramente su cuello al sentir las contracciones que sus paredes vaginales ejercían alrededor de mi miembro incansable. Podría hacer miles de símiles de lo que estaba aconteciendo en aquel escenario, pero la realidad es mucho más dulce.
Mi torso desnudo la protegía de cualquier peligro, aunque el mayor peligro era tenerme a mí entre sus plácidas piernas. Entraba y salía de ella con una velocidad pasmosa. –Me encargaré de que lo recuerdes siempre.- le musité con voz trémula, con una de mis manos aparté parte del cabello que cubría su rostro, divino reflejo del edén.
Al parecer señorita estaba empeñada en quitarme la camisa, qué bribona. Cuando inevitablemente noté cómo comenzaba a masturbarme, a mi me iba a dar algo lo recuerdo bien. Tuve que hacer un gran esfuerzo por no gruñir y cualquier ruido extraño, estaba excesivamente excitado y me moría de ganas por ella. La miré:
-Tengo la extraña sensación de que esto va a terminar, mejor de lo que había empezado – Intenté pensar y responderla pero su mano me estaba lapidando continuamente ahora a más velocidad, la rodeé con uno de mis brazos y con mi otra mano la agarré de la nuca atrayéndola hacia mí, si la besaba había menos peligro de montar un escándalo. Yo no quería más preliminares, no había tiempo, la quería ya como bien se sabe.
–A no ser que vuestro amiguito nos pille.- le susurré al contacto de sus labios. Pues si nos pillaba que ¡nos pillara! ¡A mí no me importaba! No tenía nada que perder.
Indudablemente yo tenía más fuerza que ella así que volví a recostarla sobre el duro suelo sin dejar de besarla de esa manera tan lasciva, era un poco incómodo, pero estábamos tan estimulados que eso perdía toda importancia. Me hice hueco entre sus piernas, apoyando mi peso sobre mi ante brazo, en esa posición al final acabaría molido con la mano libre agarre mi preponderancia (parecía que tenía una única misión), se iba a enterar de lo que era bueno. Sin pensarlo dos veces mi glande entró en ella con el séptimo caballería detrás sin ningún tipo de impedimento.
Y que le doliera, me daba lo mismo, podría haber sido mucho más agresivo en mis movimientos, puede que me pillase con un buen día (tendría que estarme agradecida). Escondí mi rostro en la curva de su cuello ahogando los gemidos, aunque alguno que otro se me escapó, con mi mano derecha elevé un poco su pierna para sentir mucho más las embestidas que estaba ejecutando con tanta soltura. Estaba empezando bien no sabía cuándo acabaría, mordí ligeramente su cuello al sentir las contracciones que sus paredes vaginales ejercían alrededor de mi miembro incansable. Podría hacer miles de símiles de lo que estaba aconteciendo en aquel escenario, pero la realidad es mucho más dulce.
Mi torso desnudo la protegía de cualquier peligro, aunque el mayor peligro era tenerme a mí entre sus plácidas piernas. Entraba y salía de ella con una velocidad pasmosa. –Me encargaré de que lo recuerdes siempre.- le musité con voz trémula, con una de mis manos aparté parte del cabello que cubría su rostro, divino reflejo del edén.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
-A no ser que vuestro amigo nos pille - mi pulsó se aceleró, tras el comentario del pequeño bandido. Volvió a recostarme en el suelo. Me hubiese removido, para quedar de nuevo encima de él, si no fuera porque, llegados a ese punto, no me importaba lo más mínimo. Mi distracción quedaba aplastada ¿La causa? su miembro entró en contacto conmigo, introduciéndose dentro de mí por vez primera. Saboreé aquel momento, sonriendo de puro gozo. Ahogaba cada embestida, tapándome la boca con una de mis manos. Paseé la otra mano a lo largo de su espalda e hinqué las uñas, cuando mi mano no pudo retener mi boca. Cuando me mordió el cuello, de nuevo mi rostro quedó nublado por una maliciosa sonrisa, "mi pequeño caníbal". Me contraje un millón de veces. Sabía que eso ejercía un inconfundible placer entre los hombres. El pequeño bandido no parecía detenerse ni aminorar el ritmo. Todo era perfecto.
–Me encargaré de que lo recuerdes siempre.- Y así lo haría. besé su pecho desnudo, intentando encontrar sus labios, por todos los medios. Mi rostro quedó descubierto al apartarme el cabello. Escruté sus ojos extraños, viendo algo más en sus pupilas. Quizás sintiera una pequeña punzada en el corazón. Como si aquel hombre fuera algo más para mí, en mi fuero interno. O quizás lo que pasaba era que estaba a punto de correrme. Le esperé todo el tiempo que pude. él también estaba apunto. Y sin más dilación, nos fundimos en un orgasmo desgarrador, del que mis manos no pudieron evitar, agarrarse a su espalda.
Intenté acompasar la respiración, ahogar los pocos suspiros que me quedaban para recuperar el aliento. Aparté, delicadamente al bandido, para poder levantarme. Me coloqué el vestido en su sitio, sin la ropa interior puesta. Le miré con gesto petulante, peinando mi cabello enmarañado. Saqué un pequeño espejo de mi vestido y me repasé los labios.
-No ha estado mal - dije con gesto despreocupado -Se asemeja bastante a tu concierto - sonreí fríamente. En realidad, no le iba a dar el gusto de pensar, que aquello me había gustado más, que unas vacaciones en Italia. Hice una pequeña reverencia fingida. Me gustaba bromear. La verdad es que siempre he tenido un humor muy ácido. Después, me marché por donde habíamos entrado, dejándole en el escenario. Fue entonces cuando sonreí de verdad. Ahora que no podía verme, el gesto ocupó toda mi cara. Sólo cuando sales del teatro con la sonrisa en los labios, sabes que te ha gustado la función.
–Me encargaré de que lo recuerdes siempre.- Y así lo haría. besé su pecho desnudo, intentando encontrar sus labios, por todos los medios. Mi rostro quedó descubierto al apartarme el cabello. Escruté sus ojos extraños, viendo algo más en sus pupilas. Quizás sintiera una pequeña punzada en el corazón. Como si aquel hombre fuera algo más para mí, en mi fuero interno. O quizás lo que pasaba era que estaba a punto de correrme. Le esperé todo el tiempo que pude. él también estaba apunto. Y sin más dilación, nos fundimos en un orgasmo desgarrador, del que mis manos no pudieron evitar, agarrarse a su espalda.
Intenté acompasar la respiración, ahogar los pocos suspiros que me quedaban para recuperar el aliento. Aparté, delicadamente al bandido, para poder levantarme. Me coloqué el vestido en su sitio, sin la ropa interior puesta. Le miré con gesto petulante, peinando mi cabello enmarañado. Saqué un pequeño espejo de mi vestido y me repasé los labios.
-No ha estado mal - dije con gesto despreocupado -Se asemeja bastante a tu concierto - sonreí fríamente. En realidad, no le iba a dar el gusto de pensar, que aquello me había gustado más, que unas vacaciones en Italia. Hice una pequeña reverencia fingida. Me gustaba bromear. La verdad es que siempre he tenido un humor muy ácido. Después, me marché por donde habíamos entrado, dejándole en el escenario. Fue entonces cuando sonreí de verdad. Ahora que no podía verme, el gesto ocupó toda mi cara. Sólo cuando sales del teatro con la sonrisa en los labios, sabes que te ha gustado la función.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
La gatita disfrutó tanto como yo, hay cosas que no se pueden ocultar aunque te avergüence el admitirlo. Mis espalda había quedado herida por sus largas uñas, bueno, otro recuerdo más, entre eso y el pisotón iba servido. Casi concluimos al unísono, yo podría habérmela tirado una y otra vez allí pero no pudo ser, y yo lamentablemente lo sabía. Lo que el teatro había presenciado fue una sublime obra musical entre suspiros, gemidos y orgasmos, todo perfectamente sincronizado. El que movió la batuta fui yo para ser sinceros, aunque sin un buen instrumento y sobre todo sin un buen músico la pieza se habría estropeado bastante, no fue el caso en absoluto. Todo fue una unión de factores lo que dio como resultado un polvo excitante, no diré del siglo por ser un poco humilde (aunque no conozca qué es eso).
Al terminar me apartó, por un momento pensé que me iba a pedir el fajo de billetes. Me abroché el pantalón mientras miraba como se acicalaba, como si se creyera que así iba a ocultar lo que había pasado entre estas paredes, estaba explosiva de todas maneras, y yo aún con ganas de más ¡increíble!
-No ha estado mal – sonreí de medio lado. Le estaba quitando importancia, ¡qué mujer! Si no fuera porque tenía que irse hubiera repetido la faena hasta que no pudiera con su cuerpo.
-Se asemeja bastante a tu concierto - ¿Qué quiso decir con eso? ¿Cómo debía tomarme eso? Porque para mí el concierto había sido espectacular aunque mejorable. O quizá a ella no le gustó…no eso no podía ser, no cabía esa posibilidad, me negué a sospechar lo contrario, me habría cabreado mucho. Hizo una reverencia ¿ahí terminaba su papel de la noche? ¡ay! Cuando se fue alejando por el pasillo, yo ya me encontraba de pie, mirándola mientras me abrochaba la camisa. A ver con qué cara se atrevía a mirar a ese hombre después de haber tocado el cielo, lo más seguro es que aquella noche tuviera que acostarse con él, me molestó un poco la verdad, pero por mi bien no debí pensar en ello. Miré lo que había ante mí, tan solitario ¡Testigo de mi noche! ¡Perfecto! Y sonreí volviéndome al camerino.
Y no sé qué me movió a hacer lo que estaba pensando hacer. Había metido el saxo en su maletín y me había puesto el abrigo ya para marcharme al hotel donde estaban festejando la noche, que quizá tuviera también que cumplir con alguna admiradora (quién sabe) y cogí un papel donde anoté la reseña de mi hotel, cercano al Támesis, habitación 223. Tan simple como eso.
Arranqué el papelito y me fui corriendo a la salida del teatro, con cierto agitamiento, ¿se habrían marchado ya? ¡Bien! Estaban esperando a la salida…supuse que a algún carruaje. Me hice el indiferente al pasar por su lado.
-¡Oh! Que tenga buena noche.- exclamó Van Ewen, me giré con una cordial sonrisa.
-No se preocupe caballero.- murmuré cambando mi atención en el pecado personificado, me acerqué como todo hombre se acercaría y la tomé de la mano, no podía negarse Van Ewen no podía sospechar ¡qué aprovechado era! Cuando le besé la mano (gesto que nunca hago) le dejé el papel en sus dedos, de tal manera que era imperceptible. Por si alguna vez se animaba y quería repetir, yo podría satisfacerla…aunque bueno pretendientes no creo que le falten ¡da igual!
–Un verdadero placer.- Solo ella sabría lo que escondían esas palabras y mis ojos.
Me di la vuelta y comencé a andar hacia el hotel, al prender uno de mis cigarros el humo me invadió, haciendo que me perdiese por las calles de Londres.
Al terminar me apartó, por un momento pensé que me iba a pedir el fajo de billetes. Me abroché el pantalón mientras miraba como se acicalaba, como si se creyera que así iba a ocultar lo que había pasado entre estas paredes, estaba explosiva de todas maneras, y yo aún con ganas de más ¡increíble!
-No ha estado mal – sonreí de medio lado. Le estaba quitando importancia, ¡qué mujer! Si no fuera porque tenía que irse hubiera repetido la faena hasta que no pudiera con su cuerpo.
-Se asemeja bastante a tu concierto - ¿Qué quiso decir con eso? ¿Cómo debía tomarme eso? Porque para mí el concierto había sido espectacular aunque mejorable. O quizá a ella no le gustó…no eso no podía ser, no cabía esa posibilidad, me negué a sospechar lo contrario, me habría cabreado mucho. Hizo una reverencia ¿ahí terminaba su papel de la noche? ¡ay! Cuando se fue alejando por el pasillo, yo ya me encontraba de pie, mirándola mientras me abrochaba la camisa. A ver con qué cara se atrevía a mirar a ese hombre después de haber tocado el cielo, lo más seguro es que aquella noche tuviera que acostarse con él, me molestó un poco la verdad, pero por mi bien no debí pensar en ello. Miré lo que había ante mí, tan solitario ¡Testigo de mi noche! ¡Perfecto! Y sonreí volviéndome al camerino.
Y no sé qué me movió a hacer lo que estaba pensando hacer. Había metido el saxo en su maletín y me había puesto el abrigo ya para marcharme al hotel donde estaban festejando la noche, que quizá tuviera también que cumplir con alguna admiradora (quién sabe) y cogí un papel donde anoté la reseña de mi hotel, cercano al Támesis, habitación 223. Tan simple como eso.
Arranqué el papelito y me fui corriendo a la salida del teatro, con cierto agitamiento, ¿se habrían marchado ya? ¡Bien! Estaban esperando a la salida…supuse que a algún carruaje. Me hice el indiferente al pasar por su lado.
-¡Oh! Que tenga buena noche.- exclamó Van Ewen, me giré con una cordial sonrisa.
-No se preocupe caballero.- murmuré cambando mi atención en el pecado personificado, me acerqué como todo hombre se acercaría y la tomé de la mano, no podía negarse Van Ewen no podía sospechar ¡qué aprovechado era! Cuando le besé la mano (gesto que nunca hago) le dejé el papel en sus dedos, de tal manera que era imperceptible. Por si alguna vez se animaba y quería repetir, yo podría satisfacerla…aunque bueno pretendientes no creo que le falten ¡da igual!
–Un verdadero placer.- Solo ella sabría lo que escondían esas palabras y mis ojos.
Me di la vuelta y comencé a andar hacia el hotel, al prender uno de mis cigarros el humo me invadió, haciendo que me perdiese por las calles de Londres.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: La noche de nuestras vidas {Alma D.}
Surqué el vestíbulo del Covent Garden, en busca de mi pretendiente. Al no dar señales de vida, supuse que estaría esperándome fuera. Quizás ya tenía preparado el carruaje para nosotros.
Crucé las puertas con cierta nostalgia por que, ¿cabía la posibilidad de que no estuviese tan muerta por dentro? ¿Quizás, en el fondo, me daba lástima dejar atrás, al pequeño bandido? Ni siquiera sabía su nombre. Tampoco me había preocupado en averiguarlo. Sólo tenía dos datos: su profesión y su apellido. Quizás, desconocer su identidad y paradero, era la mejor opción. De otro modo, sólo complicaría las cosas. Nunca pretendí tener un amante fijo. Tampoco un marido fiel y maravilloso con el que compartir lo que me quedaba de vida. Y estaba segura de que Evans pensaba lo mismo. No creía en el amor. Nunca lo hice. Sólo coleccionaba hombres con los que enriquecerme. Finalmente acababa con sus vidas de forma trágica. Es extraño recordar la primera vez que pasó. Es un recuerdo lejano y, a la vez, reciente. Mi primer marido. Un santo para el resto del mundo. Un sádico y un cobarde para mí. Las palizas que me daba... Cuando mi cuchillo descendió hasta la altura de sus caderas dije: No volváis a tocarme. Atreveros ahora y, os juro que "Le Ballet classique de la France" os parecerá la belleza personificada, en comparación a cómo quedarán vuestros huevos. Le dio un ataque del susto y cayó muerto al suelo. Así es como sucedió. Así es como me convertí en el diablo. Mi primer marido odiaba el Ballet entre otras cosas que ya no recuerdo. Fue un bendito accidente, que me encaminó hacía la oscuridad.
Efectivamente, Van Ewen me esperaba fuera. Sonreí tímidamente y cogí su brazo cuando me lo ofreció.
-¡Oh! Que tenga buena noche.- exclamó, mi acompañante. Al girar el rostro, me topé con el pequeño bandido.
-No se preocupe caballero.- ya se marchaba. Cual fue mi sorpresa cuando besó mi mano, delicadamente. Casi reí, por tal comportamiento. Estaba claro que aún se divertía y, ¿Por qué no? era divertido fingir entre tanto ricachón por medio. ¿No era eso lo que hacían? ¿Fingir ser caballeros que no son? Pero... ¿Qué había colocado, de forma discreta, entre mis dedos? -Un verdadero placer - Pero qué divertido podía llegar a ser. De nuevo tube que contener la sonrisa, mordiéndome el labio.
Después se dio la vuelta, perdiéndose entre la gente. Y ahí iba mi bandido, mi héroe salvavidas. El hombre que había conseguido que mi vida no pareciera tan estúpida y aburrida, al fin y al cabo. Mantuve el pedazo de papel entre mis dedos. Aún no sabía su contenido. Apreté fuerte mi mano y dejé que callera al suelo. Por razones que no entiendo, no quise leer lo que tenía escrito. Quizás me estaba apiadando de su alma, por haberme conocido. Quizás, únicamente, intentaba protegerle de una vulgar asesina. No creía en el amor. Nunca lo hice. ¿Por qué iba a ser diferente ahora? Adiós, mi pequeño bandido. Adiós.
Crucé las puertas con cierta nostalgia por que, ¿cabía la posibilidad de que no estuviese tan muerta por dentro? ¿Quizás, en el fondo, me daba lástima dejar atrás, al pequeño bandido? Ni siquiera sabía su nombre. Tampoco me había preocupado en averiguarlo. Sólo tenía dos datos: su profesión y su apellido. Quizás, desconocer su identidad y paradero, era la mejor opción. De otro modo, sólo complicaría las cosas. Nunca pretendí tener un amante fijo. Tampoco un marido fiel y maravilloso con el que compartir lo que me quedaba de vida. Y estaba segura de que Evans pensaba lo mismo. No creía en el amor. Nunca lo hice. Sólo coleccionaba hombres con los que enriquecerme. Finalmente acababa con sus vidas de forma trágica. Es extraño recordar la primera vez que pasó. Es un recuerdo lejano y, a la vez, reciente. Mi primer marido. Un santo para el resto del mundo. Un sádico y un cobarde para mí. Las palizas que me daba... Cuando mi cuchillo descendió hasta la altura de sus caderas dije: No volváis a tocarme. Atreveros ahora y, os juro que "Le Ballet classique de la France" os parecerá la belleza personificada, en comparación a cómo quedarán vuestros huevos. Le dio un ataque del susto y cayó muerto al suelo. Así es como sucedió. Así es como me convertí en el diablo. Mi primer marido odiaba el Ballet entre otras cosas que ya no recuerdo. Fue un bendito accidente, que me encaminó hacía la oscuridad.
Efectivamente, Van Ewen me esperaba fuera. Sonreí tímidamente y cogí su brazo cuando me lo ofreció.
-¡Oh! Que tenga buena noche.- exclamó, mi acompañante. Al girar el rostro, me topé con el pequeño bandido.
-No se preocupe caballero.- ya se marchaba. Cual fue mi sorpresa cuando besó mi mano, delicadamente. Casi reí, por tal comportamiento. Estaba claro que aún se divertía y, ¿Por qué no? era divertido fingir entre tanto ricachón por medio. ¿No era eso lo que hacían? ¿Fingir ser caballeros que no son? Pero... ¿Qué había colocado, de forma discreta, entre mis dedos? -Un verdadero placer - Pero qué divertido podía llegar a ser. De nuevo tube que contener la sonrisa, mordiéndome el labio.
Después se dio la vuelta, perdiéndose entre la gente. Y ahí iba mi bandido, mi héroe salvavidas. El hombre que había conseguido que mi vida no pareciera tan estúpida y aburrida, al fin y al cabo. Mantuve el pedazo de papel entre mis dedos. Aún no sabía su contenido. Apreté fuerte mi mano y dejé que callera al suelo. Por razones que no entiendo, no quise leer lo que tenía escrito. Quizás me estaba apiadando de su alma, por haberme conocido. Quizás, únicamente, intentaba protegerle de una vulgar asesina. No creía en el amor. Nunca lo hice. ¿Por qué iba a ser diferente ahora? Adiós, mi pequeño bandido. Adiós.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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