Pequeño telón para escenario tan inmenso [Libre]

Había salido de Lancaster con una única pretensión, distraerme un poco, pasar quizá una buena noche rodeada de frágiles mortales. Mí vestido de un azul intenso destacaba sobre toda la nieve que se amontonaba bajo mis pies. El carruaje no tardó en llegar, el viaje hasta la capital duró unas horas, pero a mí se me pasaron volando ya que en lo que duró el trayecto mi cabeza no para de recordar imagines del pasado, no sabía si me atormentaban o simplemente eran buenos recuerdos, no logré distinguir la diferencia.

Al llegar al teatro dejé las prendas de abrigo al encargado del ropero, que atento, pensé cuando las tomó entre sus brazos con tanta entrega.

Hoy se representaba la obra trágica de Hamlet, no estuve segura de las veces que la había visto, pero siempre lograba emocionarme, Shakespeare era un genio de las letras, a mi me gustaba leerlo en las ediciones limitadas que tenía en mi castillo, las traducciones siempre han ahogado lo que en realidad quiere decir el poeta.

Subí las escaleras para llegar donde se encontraban los palcos, por supuesto yo tenía el mío propio, pero al pasar por el contiguo me detuve, me quedé mirando a la muchacha que había allí dentro ¿sola o esperaría a alguien? Me pareció curioso así que me quedé en la puerta sin hacer el mínimo ruido.
-¿Está libre el asiento?- mi voz se escapó de mis labios como el canto de una nana, porque yo así lo quise. -¿Madame?- Yo sabía perfectamente que estaba sola, me había tomado la molestia de escuchar sus pensamientos segundos antes, ahora dependía de ella dejarme pasar o no, aunque ¿quién me impediría a mí algo?

Me dispuse a tomar asiento con la elegancia que me corresponde, observé de reojo a la señorita con una melena digna de ser elogiada, además su vestido estaba dotado de una hermosura no menos apreciable ¿por qué siempre me fijaba en los vestidos? ¡Mon dieu!
No acostumbraba a sentarme con gente que no conocía, prefería siempre quedarme sola, asi que no hay ninguna explicación convincente para haber entrado así en lugar ajeno.
Sonreí con amabilidad ante sus palabras. Oculté mi asombro ante su nombre, tan poco común, o por lo menos a mí me lo parecía, quizá era yo quien prestaba poca atención a la gente que me rodeaba…

-Un gusto, Lady Temperance.- Estaba acostumbrada a tratar con caballeros, cuando era mortal solía dar un par de besos, pero aún no tenía la confianza suficiente, además tanto contacto no sería bueno para nadie, estoy segura. –Kory Bouguereau.- sonreí con dulzura a la joven, por lo poco que había rebuscado en su mente parecía una mujer inteligente y apasionada por los libros y el estudio de ellos, por lo tanto una persona interesante ante mis ojos.

Dirigí mis ojos al telón de terciopelo aún bajado, escuché cómo los actores se preparaban trás éste, y multitud de ruidos resonando en mi cabeza, atolondrada me pasé la mano por la frente ¿podría ser que me diera dolor de cabeza?
–Tiene pinta de estar a punto de empezar.- volví la cabeza hacia Temperance. Y me pregunté ¿Por qué no empezar una breve conversación hasta que empezase la obra teatral?
-¿Cuál diríais que es vuestro personaje favorito? – pregunté con interés. Después desvié la mirada hacia los del palco del lado opuesto.
–El mío es Hamlet, me parece un personaje tan rico lo mires por donde lo mires.- murmuré ensimismada en los recuerdos de los terribles ratos que tuvo que pasar el pobre principe, su locura se me hacia atrayente.

Era obvio que se estaba padeciendo el influjo que ejercía mi "belleza" a cualquier mortal, eso no pude evitarlo, venía innato en mi naturaleza, ante sus pensamientos podia sentirme halagada o por el contrario ciertamente contrariada. Lo que soy a veces no corresponde con lo que quiero transmitir y eso aumenta mi frustración.
Nunca podría ser alguien normal, nunca, naciendo para destacar esa es mi condena. Sinceramente yo veía mucha más belleza en un humano que en cualquier ser semejante a mí, quizá por el hecho de que eran flores efímeras que marchitan a lo largo de los días incluso de las horas.
Nosotros seremos siempre así, la monotonía de nuestro cuerpo eterno deja de tener sentido cuando pasan los años.

Como imaginé la señorita escogió a Ofelia, corazón roto, o así la llamo yo. Asentí con la cabeza:
- También es un personaje destacable, sin duda alguna. Y como apasionada del Arte que soy no puedo más que acordarme de todos los cuadros que se han llevado a cabo gracias a su trágico final.

Recordé los cantos de una Ofelia desequilibrada tras la muerte de su padre Polonio, se me ponía la piel de gallina. –Shakespeare…- suspiré para mí, como el suspiro de una joven enamorada, sus obras teatrales siempre me habían dejado con el corazón en un puño ¿quién viviera todas esas historias?

– ¡Oh! Lady Temperance, no recuerdo haberos visto por aquí, creedme que de haberos visto me acordaría.- dictaminé con una sonrisa cordial.

Escuché con atención sus palabras, descubriendo la realidad que ocultaban, aunque parecía ser bastante sincera. Me contó mucho más de lo que en un principio quise saber, eso nunca venía del todo mal.

-Supongo que pensará que soy un poco excéntrica.

-¡Oh! Claro que no…- murmuré con una sonrisa afable. –En cualquier caso yo tampoco es que sea de lo más sociable. Hoy bueno…ha sido la excepción que rompe la regla.- reí débilmente atendiendo a los ruidos del exterior.
–No nos diferenciamos tanto pues las noches para mí son solo una distracción, un pasatiempo donde puedo ampliar mis conocimientos, y por eso vivo.- Quizá había hablado demasiado, giré la cabeza hacía un lado con rostro ausente, no es que estuviera avergonzada, últimamente no estaba lo bien que quisiera.
–La verdad es que tampoco es necesario asistir a todas estas reuniones de hipócritas.- la última palabra casi fue un susurro, sino me había escuchado casi que mejor. Y yo sabía de lo que hablaba pues podía entrar en cada una de las cabezas que quedaban bajo mis pies.
–Así que os animo a seguir con vuestro estudio, que es lo mejor que podéis hacer.- mi voz volvía a ser melodiosa y cándida.

El telón comenzó a abrirse y las luces empezaron a menguar, la obra estaba a punto de empezar. Me brillaron los ojos de la emoción. –Va a ser estupendo, Lady Temperance.

Todo comenzó con la ambientación en la fría Dinamarca, en el primer acto ocurren multitud de cosas, importantes para enterarse del devenir de la historia. El fantasma, o sea el padre de Hamlet acude a su hijo exigiendo una venganza, teniendo así que matar a Claudio, su tío, el cual se casó con la ya viuda madre de Hamlet.
Me sorprendió lo bien que había escenificado esas escenas, con una especie de humareda rodeando a los actores, que le daba un aspecto de lo más transcendente.
Ofelia también apareció, una actriz de largas trenzas danzaba por el escenario cual pajarillo, sonreí desviando la mirada hacia Temperance. Hamlet no tardaría en caer en los brazos del amor, de un amor extraño ciertamente.
La locura comenzó a hacer acto de presencia.
El actor que interpetraba al principe era bastante apuesto, para ser sinceros, un joven emprendedor, ya lo creo, si hubiese querido me las habría arreglado para entablar una pequeña conversación con él, pero nunca he hecho esas cosas, por miedo a que la tentación fuera mucho mayor.

Me quedé mirando al muchacho que tenía sujeta la gruesa cuerda del telón, pobrecillo, pero tenía que hacerlo si quería traer el pan aquella noche a su casa. Cuánto necesitado pude presenciar.
Hubo un momento en el que los actores improvisaron ¿quién se habría dado cuenta? ¡Maldita sea, me sabía a la perfección los diálogos! Reí entre dientes ocultando mi sonrisa con la mano.
Quedaba poco para que se produjese la primera pausa, habían pasado ya tres cuartos de hora, sino me equivoco. Todo estaba saliendo según lo esperado.

Mientras tanto escuchaba sus pensamientos ¿por qué no? Me resultaba interesante que quisiera dedicarse al teatro, aunque fuera solo escribir la obra, eso puede ser más importante que la misma representación, aunque claro sin unos buenos actores la obra se va al traste...eso también es verdad.

Cuando Temperance apartó los ojos de mí, volví a mirarla, se preguntaba las cuestiones normales sobre mi persona. Sí había tenido mucho tiempo para quedarme abstraída con multitud de libros, pero no me había terminado aún todos, sería bueno echar un vistazo a todos los habidos y por haber, tengo tiempo de todas maneras. Me interesaba más visitar museos, cierto es que hay tiempo para todo.
¿Mi edad? Me aguanté la risa volviendo a mirar al escenario. ¿Cuánto aparentaría mi cuerpo? Con eso bastaba. Debo reconocer que estuvo bien que no preguntase más de lo justamente necesario.

Cerraron el telón para hacer la pausa. -¡Ah! Tengo entendido que abajo sirven algunos entrantes. ¿Desea bajar y tomar algo?- la pregunté poniéndome de pie. Por lo que a mí respecta quería estirar las piernas.
–Hacedme caso, una copa no os sentará mal.- sonreí amablemente utilizando en cierta medida la persuasión. Los asistentes comenzaron a formar un estruendo por allí abajo, era terrible, pero podría soportarlo.