[Libre] Obscura investigación.

Al llegar a su mansión estaba cansada de la gran caminata entre las viejas calles londinenses, lo primero que hizo al llegar fue escribir una carta a su hermano sobre lo acabada que estaba la casa después de los años de abandono; una reacción que sabía tonta porque no conocía una dirección a la que pudiera hacérsela llegar, simplemente la realizó para distraerse.
Los criados habían llegado antes que ella; mientras marcaba el papel con su caligrafía perfecta, le preparaban su habitación, todo lo que quería era dormir y olvidar el cansancio producto de su larga travesía.
-Señorita sus aposentos están listos pero se necesitará un poco más para terminar de prepararle el toilette- declaró la vieja Mary.
-No os preocupéis, más espero que cuando despierte todo este listo, por favor- le respondió, con una voz apagada y agotada; no le agradaba la idea de conciliar el sueño sin antes tomar una ducha pero ya no podía esperar más tiempo.
Sonámbula se tiró en el colchón como una niña jugando; las almohadas, las sábanas, cada parte la reconocía perfectamente, la única diferencia era el tiempo trascurrido y el olor a polvo mezclado con humedad que todavía no desaparecía, incluso para pensar estaba demasiado fatigada. Una lágrima corrió por su mejilla izquierda.

“Pareciera que todo fue ayer… odio éste dosel”

Spoiler:

Entrada la noche despertó Natasha, de un humor insoportable, después de asearse decidió que lo mejor sería salir a algún lado, no soportaba estar allí, cada rincón a donde volteara le traía algún nuevo recuerdo.

-Saldré a la biblioteca- avisó al terminar la cena.

-Pero la biblioteca de su padre es gigantesca niña- dijo Mary que al sentir la miraba fulminante remató-. ¿A que hora regresareis?

-A la que termine, ya no soy una niña. Lo siento, no tiene usted la culpa de nada-. Se levantó y salió dando un portazo.

La vieja biblioteca nacional era uno de los pocos destinos a los que podría llegar incluso con los ojos vendados y vaya que habría querido cerrarlos para no ver a nadie, a nada. Por la noche la ciudad se transformaba en un mundo espiritual, un escalofrío recorría su espina dorsal; se colocó la capucha, así se sentía menos observada.

“Seguramente no puedo llegar y preguntar a los encargados por licántropos, llamaría demasiado la atención”

Y no lo hizo, saludo cordialmente y comenzó a recorrer los pasillos. Estaba excitada pero no lo demostraba; ansiaba fervientemente correr y desacomodar todo hasta encontrar lo que buscaba pero actuar con calma era lo mejor. Tomaba tomos de diversos temas, sin embargo cuando tuvo en sus manos uno de viejos mitos le dio un vuelvo el corazón; se fue a una mesa en un rincón, cargando tantos volúmenes como pudo; con la capucha era difícil leer pero también verle el rostro y más con la torre de libros que la separaban de todo lo demás. Comenzó su investigación.

Por la hora no era muy común observar mujeres solas leyendo en la biblioteca, sin contar claro con que era un hobbie más común de caballeros; la paranoia de que se dieran cuenta lo que buscaba hacía que levantara la vista de vez en cuando para visualizar a los que podría llamar mis acompañantes.
En Inglaterra se puede encontrar gente muy variada, a pesar de ello sobresalen las de cabello dorado con rasgos muy pálidos; siempre salen con sus parasoles como si un poco de color les fuera a quitar lo finas. Ello fue lo que me hizo voltear a ver a esa preciosa mujer que entre la torre de libros que forme con mucho trabajo me permitían grabarme cada una de sus facciones. Me parecía muy extraña, no quise atribuirlo a nada en particular, ya estaba suficientemente estresada; seguro era una extranjera.
“Licántropos: dícese de los hombres que se transforman en lobo”, con información tan concisa terminaría haciéndome anciana antes de encontrar algo que de verdad me funcionara, debí fijarme mejor en los títulos, maldita aristocracia si no fuera tan crítica y entrometida no tendría que estarme cuidando de cada paso.
Una niña se acercó a la mesa, bueno para mí lo era. Supuse que se sentaría; no pensaba correrla, era un lugar público y además me recordaba mucho a mí a su edad; salvo porque con la cantidad de libros que había en la mansión, sumados a los que agregaban a la colección prácticamente todos los días, eran contadas las veces que visitaba la biblioteca; de haberlo hecho no me costaría tanto trabajo encontrar lo que buscaba, aunque era una tontería, con tantos años sin volver a Londres daba lo mismo, debieron cambiar las cosas de lugar.
-Disculpe- tenía más educación que muchos adultos, tan sólo hizo ruido con la silla, no era para alarmarse; se oyó de más porque los techos tan altos y la forma parecía a las catedrales hacían que el sonido se exagerara.
-No hay problema- Le sonreí ampliamente; traía un volumen de cuentos infantiles, es curioso como ponen semejante clasificación a historias como esas- Buenas noches-. la saludé cordialmente sin usar mi clásico francés para que se sintiera más cómoda; con poca gente era amable, educada generalmente, pero afable con casi nadie; los niños estaban en ese grupo, bueno, cuando me simpatizaban.

Continué mi lectura con tranquilidad; la gente iba abandonando el lugar poco a poco, supuse que los padres de la niña estarían por allí o llegarían a recogerla pronto; no era hora para que anduviera por las calles obscuras y peligrosas de ésta ciudad fantasma. De vez en cuando miraba azorada que la señorita no me observara, buscando excusas, “Son cuentos de hadas para adultos” pensé en decirle sí es que preguntaba.
Muchos libros ya eran muy viejos, tenía que pasar las páginas amarillentas con inmenso cuidado, el olor a polvo penetraba mi nariz, un aroma singular que posee el papel después de años; en el fondo me gustaba, saboreaba cada una de las palabras salidas de esos antiguos textos.
Perdida entre letras el tiempo pasó presuroso. La exótica belleza que se sentaba en otra mesa caminaba hacia nosotras, sus movimientos apenas eran un susurro entre esas paredes, más que una persona parecía un hermoso felino orgulloso de si mismo, probablemente una pantera, un espectáculo agradable a la vista de cualquiera.
De pronto la extravagante dama tropezó, dí un brinco pequeño en la silla porque no esperaba que eso pasara, -Cielos, disculpen-. No tenía de que hacerlo eran demasiados los libros que cargaba entre sus bellos brazos canela; hice una mueca amable dando a entender que no había problema y sentí el impulso de ayudarla a juntar algunos. Me agaché por el que cayó más cerca de mí, estaba abierto de par en par y en la parte superior lucía un título que a primera instancia no logré visualicé con claridad, el lapso largo de lectura había cansado mi de por sí no tan buena vista.
Lo levanté, y ya más cerca de mí, advertí el nombre que destacaba en el impreso. "Animales y seres mitológicos, fantasía o realidad", resonaba en mi cabeza. Abrí un poco los labios al tiempo que fruncía el ceño, una mala costumbre que no conseguía quitarme. Enseguida miré a la joven, no pensaba preguntarle el por qué leía eso, “En el extranjero deben de ser temas más comunes”, el color de su piel en parte me recordaba a los gitanos. – excusez-moi mademoiselle, ¿necesita todavía éstos libros?- dije, antes de que me lo quitara de las manos.