En busca de vampiros...(Louis)

Había viajado , pues tenía ganas de irme a hacer un viaje para poder ir a por los vampiros e otras zona, estaba muy preparada , pues había luchado en varias ocasiones y estaba muy lista para una pela con cualquier criatura , por lo que no tenía miedo de nada ni de nadie .Miré la zona en donde estaba había muy poca gente paeado por las grandes calles, sería que eran reservados o que no les gustaba mucho salir , pero se me hacía extraño , me fuí a la plaza de new orlean y me senté en un banco para poder mirar al frente y ver si había aluna cosa extraña , pues había venido para buscar femonemos paranomales cualquier cosa asi que implicara de mi ayuda, yo era justa cuando tenía que serlo y eso era nunca siempre era usta con ls humanos, pero una desgraciada con los que no eran humanos... .Cuando llegué a la plaza me senté y me quedé callada sin hacer nada más mirando al frente como si nada ...

Otro paseo nocturno por New Orleans, mientras Claudia y Lestat se quedaban en casa... Ya me había alimentado, por supuesto, esta noche la sed había sido demasiado incontenible y sentía cómo poco a poco mi alma se iba al infierno, mientras la pregunta infinita y eterna volvía a mí: "¿Estamos condenados? ¿Somos demonios?". Lestat jamás me diría nada. Seguramente jamás había tenido nada que decir... Pero no, esta vez no haría lo mismo que hace unos años. No me iría por Claudia. Y además, sabía en el fondo de mi alma que tampoco sería lo suficientemente valiente como para dejar a Lestat. Prefiero ni pensarlo...

Y así, entre dudas mentales, planes absurdos y deseos ocultos en lo profundo de mí mismo, seguía mi oscuro paseo, eterno, cada noche... Siempre por New Orleans y aún me sorprendía el hecho de que, luego de tantos años de vagabundeos y paseos, aún quedaran rincones de la ciudad que no conociera. La mágica New Orleans, tan amada por Lestat y Claudia... y sí, por mí también.

Mis pasos terminan por llevarme a una placita desconocida para mí, íntima -por el hecho de estar tan escondida-, solitaria y aún así con el misticismo tan característico de esta ciudad. Pero al recorrerla detenidamente con la vista, me doy cuenta de que no estoy solo: Una mujer también descansa aquí. Su aspecto inteligente me recuerda a Babette Freniere, pero me duele que ese parecido traiga consigo recuerdos dolorosos de un amor no correspondido. Ella bien podría haber sido cualquiera, una señorita, una campesina, una prostituta. Pero no. El sólo hecho de verla me hacía deducir que ella era diferente a otros humanos, se notaba en su mirada, en su expresión aparentemente vacía. Quizás sería una intelectual. Mujeres así ya se había visto, incluso la pequeña Claudia, en su inocencia infantil, lo era.

Decidí acercarme a ella, lentamente, suavemente, mis pasos resonando con el eco que provocaban al chocar contra el suelo de pavimento... Pero, a medio camino, me detuve, sentándome en otro banco, en uno más alejado, para no interferir en sus meditaciones o cavilaciones ni tampoco faltarle el respeto. No quería asustarla, sólo verla. Era lo mejor para ella, porque finalmente, ¿qué ganaba con conocer a un ser como yo? Nada, salvo el miedo, la pérdida de cordura como ocurrió con Babette, tal vez la muerte... Y eso sería demasiado, no quería eso para ella. Para nadie. Nadie inocente, al menos... Y me quedé sentado alejado de ella, observándola disimuladamente, sin poder desterrar mi mente todas mis ideas y pensamientos, incluso los que no tenían nada que ver con ella.