A la sombra de Atenas [Libre]
3 participantes
Página 2 de 2.
Página 2 de 2. • 1, 2
A la sombra de Atenas [Libre]
Recuerdo del primer mensaje :
Bajamos del navío que nos dejaba en tierra ¡por fin! ¡Qué viaje más largo!, había logrado convencer a Roger para que me acompañase en uno de mis viajes, por lo que estaba ¿contenta? Sí.
-Mi señora ya no estoy para estos viajes.- Protestó mi querido mayordomo a mi espalda.
-No te va a defraudar, verás que no.- musité con una sonrisa mientras indicaba a los pescadores que había por allí que dejaran mi equipaje en el carruaje. Me acomodé un momento el vestido de tonos terrosos.
– Lancaster está seguro, créeme.- murmuré dándome la vuelta para ver el rostro del anciano que estaba intranquilo, no solía salir de Inglaterra, y en cierta forma era mi culpa, pero yo necesitaba movimiento para despejarme, y además quería ampliar mi colección de estatuaría ateniense, y sabía que aquí estaban las mejores escuelas.
-¡¿Y los gatos?!- exclamó Roger llevándose las manos a la cabeza, yo me eché a reír.
–No te preocupes más. Son criaturas que saben cuidarse por ellos mismos… ¡Vamos! Tenemos toda la noche por delante, y no dejaré que me la chafes.- Me así a su brazo y bajamos la cuesta que nos llevaba al carruaje.
Salimos de allí, y pasamos por el hotel, Roger en el último momento decidió pasar el resto de la noche allí descansado del viaje y del mareo, “pobre…” lo comprendí, recordaba cómo era esa sensación. Así que me fui yo misma a revisitar la ciudad.
Quería detenerme un rato en la Acrópolis, aunque muchos de los restos estuviesen en el Museo Británico. Siempre era entretenido rodearse de otras culturas, y yo de esta había leído mucho, artísticamente es el germen.
Caminé con calma por las calles, intentando retrotraerme en el tiempo, la historia de Atenas era realmente apasionante, esperé que jamás se perdiera en el tiempo. Pensaba en esto mientras subía la larga escalinata que daba acceso a los Propileos, eran apenas restos de lo que en su día fue, pero yo tenía en mente los grabados que había visto en diversas Bibliotecas.
Al llegar arriba me quedé parada observando el Partenón me llevé la mano a los labios emocionanda, “sencillamente impresionante.”
Pensé ignorando a la gente que había a mi alrededor, que al igual que yo visitaba aquel tesoro de piedra.
-Mi señora ya no estoy para estos viajes.- Protestó mi querido mayordomo a mi espalda.
-No te va a defraudar, verás que no.- musité con una sonrisa mientras indicaba a los pescadores que había por allí que dejaran mi equipaje en el carruaje. Me acomodé un momento el vestido de tonos terrosos.
– Lancaster está seguro, créeme.- murmuré dándome la vuelta para ver el rostro del anciano que estaba intranquilo, no solía salir de Inglaterra, y en cierta forma era mi culpa, pero yo necesitaba movimiento para despejarme, y además quería ampliar mi colección de estatuaría ateniense, y sabía que aquí estaban las mejores escuelas.
-¡¿Y los gatos?!- exclamó Roger llevándose las manos a la cabeza, yo me eché a reír.
–No te preocupes más. Son criaturas que saben cuidarse por ellos mismos… ¡Vamos! Tenemos toda la noche por delante, y no dejaré que me la chafes.- Me así a su brazo y bajamos la cuesta que nos llevaba al carruaje.
Salimos de allí, y pasamos por el hotel, Roger en el último momento decidió pasar el resto de la noche allí descansado del viaje y del mareo, “pobre…” lo comprendí, recordaba cómo era esa sensación. Así que me fui yo misma a revisitar la ciudad.
Quería detenerme un rato en la Acrópolis, aunque muchos de los restos estuviesen en el Museo Británico. Siempre era entretenido rodearse de otras culturas, y yo de esta había leído mucho, artísticamente es el germen.
Caminé con calma por las calles, intentando retrotraerme en el tiempo, la historia de Atenas era realmente apasionante, esperé que jamás se perdiera en el tiempo. Pensaba en esto mientras subía la larga escalinata que daba acceso a los Propileos, eran apenas restos de lo que en su día fue, pero yo tenía en mente los grabados que había visto en diversas Bibliotecas.
Al llegar arriba me quedé parada observando el Partenón me llevé la mano a los labios emocionanda, “sencillamente impresionante.”
Pensé ignorando a la gente que había a mi alrededor, que al igual que yo visitaba aquel tesoro de piedra.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
-Muy bien…-comentó distraída. Observé a la señorita, siguiendo su mirada con la mía ¿Qué buscaba? – Gracias por contármelo, erais un niño muy peculiar, creo notar.-Me sorprendió que me diera las gracias. En todo caso, debería dárselas yo, por haberme escuchado. Se que a veces hablo demasiado. Pero suelo darme cuenta cuando termino el parlamento - Espero que esos monstruos hayan dejado de atormentaros, un hombre tan fuerte como vos no debería temer a nada.-Sonreí tímido, rascándome la coronilla. En realidad yo era fuerte por culpa de mi naturaleza. Si fuese por mi personalidad, sería un esmirriado cobarde y no un cobarde fortachón. Ahora entendía por qué Kassandra me llamaba "oso achuchable", ni siquiera entendía esa palabra, pero me hacía reír. La joven dejó aun lado mi brazo, para sostener una de mis manos –...A nada, ni a nadie. Nunca había visto manos tan grandes…-Noté sus dedos, surcando las líneas que dibujaban mis huesos y mis venas, sin descanso. Parecían témpanos de hielo -Sois tan fuerte.-Aquel momento se me hizo eterno. Como si el mundo se hubiese detenido. De alguna forma, volvía a sentirme intimidado. La manera que tenía de tocarme me excitaba de sobremanera. Me sentí fatal. Un cerdo asqueroso. Tragué saliva -No es para tanto -tartamudeé, intentando parecer natural. Era imposible con ella... su voz volvió a seducirme sin ningún tipo de compasión por mi vida o mi cordura.
–Tan robusto como un árbol, tan vivo, tan natural.-así era yo, en mi forma. Irónico en realidad. En lugar de un temible lobo, me consideraba un cachorro perdido, sin dueño. Agradecí que parase de acariciarme. Con tanta distracción, no me di cuenta de que ahora estábamos frente a un acantilado. Observé el perímetro, intentando recuperar el control, que la señorita Bouguereau había desorganizado, sin ningún tipo de reparo.
-¿Por qué os dedicáis a ese tipo de cosas? ¿No querríais hacer lo que siempre habéis soñado?-La miré de soslayo. Luego mis ojos volvieron a la mar. No quería mirarla en ese momento, sin saber con exactitud, cómo se tomaría mis palabras de ahora en adelante.
-¿Y vos no querríais contemplar el mar Egeo en su apogeo y plenitud? -Su anéelo había conseguido llamar mi atención. Y aún no lograba entenderla del todo. Era una desconocida, una incógnita difícil de descifrar. Y eso era lo que mas me gustaba de la señorita Bouguereau. -Sería capaz de quedarme más tiempo, si se que vos me acompañáis en ese amanecer -Toqué una de mis manos. Aún estaba fría por el contacto, pero cálida en su caricia -Estoy seguro de que sería una gran aventura -sonreí tímido, ocultando mi pánico ante el rechazo. Intuí una mujer ocupada, solitaria, sin intenciones de arriesgar su tiempo con un desconocido como yo. Pero sólo podían ser intuiciones, imaginaciones de un idiota, que se negaba a asumir su partida.
–Tan robusto como un árbol, tan vivo, tan natural.-así era yo, en mi forma. Irónico en realidad. En lugar de un temible lobo, me consideraba un cachorro perdido, sin dueño. Agradecí que parase de acariciarme. Con tanta distracción, no me di cuenta de que ahora estábamos frente a un acantilado. Observé el perímetro, intentando recuperar el control, que la señorita Bouguereau había desorganizado, sin ningún tipo de reparo.
-¿Por qué os dedicáis a ese tipo de cosas? ¿No querríais hacer lo que siempre habéis soñado?-La miré de soslayo. Luego mis ojos volvieron a la mar. No quería mirarla en ese momento, sin saber con exactitud, cómo se tomaría mis palabras de ahora en adelante.
-¿Y vos no querríais contemplar el mar Egeo en su apogeo y plenitud? -Su anéelo había conseguido llamar mi atención. Y aún no lograba entenderla del todo. Era una desconocida, una incógnita difícil de descifrar. Y eso era lo que mas me gustaba de la señorita Bouguereau. -Sería capaz de quedarme más tiempo, si se que vos me acompañáis en ese amanecer -Toqué una de mis manos. Aún estaba fría por el contacto, pero cálida en su caricia -Estoy seguro de que sería una gran aventura -sonreí tímido, ocultando mi pánico ante el rechazo. Intuí una mujer ocupada, solitaria, sin intenciones de arriesgar su tiempo con un desconocido como yo. Pero sólo podían ser intuiciones, imaginaciones de un idiota, que se negaba a asumir su partida.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
-¿Y vos no querríais contemplar el mar Egeo en su apogeo y plenitud? – Su pregunta me descolocó por completo, no era exactamente lo que esperaba escuchar. Pero no hice ningún tipo de gesto que denotase una respuesta clara, mi rostro permaneció vacío, cruelmente desolado.
- Sería capaz de quedarme más tiempo, si se que vos me acompañáis en ese amanecer. – Giré la cabeza poco a poco con la intención de encontrar sus ojos, los cuales miraban el espectáculo que la naturaleza nos ofrecía generosamente.
Sus palabras se me antojaron amables, y me habría sonrojado de veras por su revelación. Me sorprendió gratamente su comportamiento. Sonreí sutilmente al darme cuenta de la manera en la que tocaba la mano que sin motivo alguno antes le había raptado. -Estoy seguro de que sería una gran aventura.
No quise acercarme demasiado, no quería alterarle más de lo debido, simplemente asentí.
–Lo sería.- Murmuré afable, en un intento de reconfortarle. – Míreme.- Le pedí en lo que tan solo fue un susurro, pues sinceramente necesitaba mirarle a los ojos para seguir. – Ahora mismo, no hay cosa que desee más.- Reconocí con total sinceridad.
Mientras tanto me daba cuenta de que lo que yo desease no tenía cabida alguna en mi mundo, y que la ilusión que pudiera darme su cordial ofrecimiento era algo imposible de cumplir para mí. Haciendo acopio de todas mis fuerzas, y usando la cabeza le respondí. –Pero lamentablemente no puedo quedarme aquí hasta el amanecer.- Entorné mis ojos hacia el mar aguantando las emociones que arañaban por salir a la superficie, delatando así mi propia naturaleza “Contente…contente.” Me ordené.
– Como ve no soy libre de hacer lo que quiera…- ‘Querer’ y ‘poder’ siempre rivalizaban en mi conciencia.
Decir que nunca me había pesado más mi condición de inmortal como ahora.
Le miré con ojos vidriosos, cuando… –Pero por favor quédese conmigo. - Aquellas palabras salieron sin pensar, atropelladas, anhelantes, como un ruego desesperado. – No me deje sola.- suplicaron mis ojos “Increíble…”
Debería estar acostumbrada a estar sola, pero no, ahora era uno de mis mayores temores. Solía anular esa soledad entreteniéndome con algo que llamase mi atención, pero cuando no tenía nada que hacer o mirar, la lúgubre oscuridad se cernía sobre mí nublando mi cordura, dejándome sin remedio en la estacada. No quería que ocurriese algo así en Atenas, y mucho menos cuando un apuesto varón se ofrecía a quedarse junto a mí, desconocedor…es verdad, del secreto que ocultaba.
–Solo podría quedarme con vos hasta que las estrellas comiencen a extinguirse.- Miré hacia la infinidad del cielo, aún quedaba bastante para que eso ocurriera, pues las estrellas brillaban despreocupadas, pugnando unas sobre otras, por quién deslumbraba más.- En ese momento tendría que abandonaros.- Volví a mirarle, intentando mostrarme comprensiva, y aceptando que quizá no quisiera aceptar mi extraña condición. – No dudéis si os digo…que si pudiese contemplaría Atenas bañada por la luz del sol, pero ahora solo queda imaginármelo.- Aparté mis ojos de él con un creciente mal estar.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
–Lo sería.-aquello fue un alivio. Pero al instante presentí lo peor, dejando caer la mirada hacia el precipicio – Míreme.-incliné la cabeza, despacio, con miedo a encontrarme con ella, temeroso de lo que sus labios pudiesen decir ahora – Ahora mismo, no hay cosa que desee más.-mi respiración empezó a acelerarse, vertiginosamente, mis ojos descendieron hasta la comisura de sus labios, con un extraño deseo. Yo también deseaba que se quedase conmigo. Y era consciente de que, mis ansias, se reflejaban con notoriedad. –Pero lamentablemente no puedo quedarme aquí hasta el amanecer.-Supe que mi petición, era demasiado exigente, para una mujer como ella. Bajé la mirada, apretando con fuerza la boca. Mi mueca reflejaba a la perfección mi desilusión – Como ve no soy libre de hacer lo que quiera…- quizás estuviese casada y temiese que mi interés por ella fuese mayor, sin querer ofenderme. Agradecí su gesto. Con una sonrisa cordial. -Lo entiendo. Disculpe mi atrevimiento -articulé seriamente, intentando rectificar.
–Pero por favor quédese conmigo. -mis ojos se abrieron, incrédulos, dibujando una extraña pena con las cejas ¿Me estaba equivocando? – No me deje sola.-Ni se me pasaría por la cabeza, abandonarla. Sus palabras parecían esconder un doble sentido. Como si hubiésemos dejado de hablar del mar Egeo, sumiéndonos en una realidad paralela. Sentí unas ganas tremendas de protegerla. No sabía de qué o de quién. Pero eso no importaba ahora. –Solo podría quedarme con vos hasta que las estrellas comiencen a extinguirse.-entonces, no se hablaría más. Sin preguntar, sin curiosear e inmiscuirme, confiaría en aquella mujer, dejándome llevar hasta que las últimas luces del cielo se apagasen. - En ese momento tendría que abandonaros.-Volvió a mirarme, tras contemplar el cielo hiriente. Porque en esos momentos era doloroso saber, que daría paso al sol, sin ser consciente del daño provocado. – No dudéis si os digo…que si pudiese contemplaría Atenas bañada por la luz del sol, pero ahora solo queda imaginármelo.-
Nada más oír aquello, me agaché en el suelo y hurgué en mi bolsa de viaje, buscando un objeto en particular. Saqué el artefacto y lo abrí con sumo cuidado. Eran un medallón de bronce, del antiguo Egipto. Lo encontré en una de mis "cruzadas". Saqué la caja de cerillas y prendí una de ellas. No sabía con exactitud, si el experimento saldría bien. Pero necesitaba consolar a la señorita Bouguereau. Con una mano sostuve el fósforo. Y con la otra, el medallón, intentando que la llama se reflejase en el bronce. Una luz luminosa se hizo presa del objeto, reflectándose nitidamente. Reflejándose, incluso en el cielo. Moví el objeto de un lado a otro, entre risas -No es un amanecer y se queda pequeño para ser sol. Pero puede que sea suficiente para sacaros una sonrisa -dije despistado, sin darme cuenta de que mi dedo se quemaba por culpa de la cerilla. Solté el fósforo entre risas y con gesto adolorido. Luego llevé mi dedo a la boca, con la esperanza de aliviar la quemadura. Extendí el medallón ante sus ojos y lo señalé con la mirada -Quédeselo. Para que podáis contemplarlo en miniatura, siempre que queráis. A veces las cosas más pequeñas, se hacen más grandes en nuestro corazón -llevé mi mano sana, hasta uno de sus cabellos, cariñosamente. El tacto de su pelo, su olor, me sumía en una brutal espiral de sensaciones vertiginosas y sin freno. Observé su delicado cuello blanquecino. Ese fue mi error. No debo tentar al lobo. Aquella parte me volvía ¿Loco? si... loco... de remate... Enseguida aparté la mano, avergonzado por el gesto, pensando que me había excedido. -Será un placer pasar la noche con vos. Quizás a partir de ahora el amanecer se convierta en mi enemigo, sin desear verlo jamás, sabiendo que os veré partir, en cuanto sus rayos nos cubran, como si fuesen una mano poderosa y gigantesca -
–Pero por favor quédese conmigo. -mis ojos se abrieron, incrédulos, dibujando una extraña pena con las cejas ¿Me estaba equivocando? – No me deje sola.-Ni se me pasaría por la cabeza, abandonarla. Sus palabras parecían esconder un doble sentido. Como si hubiésemos dejado de hablar del mar Egeo, sumiéndonos en una realidad paralela. Sentí unas ganas tremendas de protegerla. No sabía de qué o de quién. Pero eso no importaba ahora. –Solo podría quedarme con vos hasta que las estrellas comiencen a extinguirse.-entonces, no se hablaría más. Sin preguntar, sin curiosear e inmiscuirme, confiaría en aquella mujer, dejándome llevar hasta que las últimas luces del cielo se apagasen. - En ese momento tendría que abandonaros.-Volvió a mirarme, tras contemplar el cielo hiriente. Porque en esos momentos era doloroso saber, que daría paso al sol, sin ser consciente del daño provocado. – No dudéis si os digo…que si pudiese contemplaría Atenas bañada por la luz del sol, pero ahora solo queda imaginármelo.-
Nada más oír aquello, me agaché en el suelo y hurgué en mi bolsa de viaje, buscando un objeto en particular. Saqué el artefacto y lo abrí con sumo cuidado. Eran un medallón de bronce, del antiguo Egipto. Lo encontré en una de mis "cruzadas". Saqué la caja de cerillas y prendí una de ellas. No sabía con exactitud, si el experimento saldría bien. Pero necesitaba consolar a la señorita Bouguereau. Con una mano sostuve el fósforo. Y con la otra, el medallón, intentando que la llama se reflejase en el bronce. Una luz luminosa se hizo presa del objeto, reflectándose nitidamente. Reflejándose, incluso en el cielo. Moví el objeto de un lado a otro, entre risas -No es un amanecer y se queda pequeño para ser sol. Pero puede que sea suficiente para sacaros una sonrisa -dije despistado, sin darme cuenta de que mi dedo se quemaba por culpa de la cerilla. Solté el fósforo entre risas y con gesto adolorido. Luego llevé mi dedo a la boca, con la esperanza de aliviar la quemadura. Extendí el medallón ante sus ojos y lo señalé con la mirada -Quédeselo. Para que podáis contemplarlo en miniatura, siempre que queráis. A veces las cosas más pequeñas, se hacen más grandes en nuestro corazón -llevé mi mano sana, hasta uno de sus cabellos, cariñosamente. El tacto de su pelo, su olor, me sumía en una brutal espiral de sensaciones vertiginosas y sin freno. Observé su delicado cuello blanquecino. Ese fue mi error. No debo tentar al lobo. Aquella parte me volvía ¿Loco? si... loco... de remate... Enseguida aparté la mano, avergonzado por el gesto, pensando que me había excedido. -Será un placer pasar la noche con vos. Quizás a partir de ahora el amanecer se convierta en mi enemigo, sin desear verlo jamás, sabiendo que os veré partir, en cuanto sus rayos nos cubran, como si fuesen una mano poderosa y gigantesca -
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Se agachó para buscar algo, yo seguía ensimismada en mis imposibles, como de costumbre.
Me sacó de mis sueños el hecho de percibir el olor a fuego, ¿una cerilla? Miré lo que traían sus manos con curiosidad, ¿cuántas cosas tendría en esa bolsa? Sonreí un poco al no entender qué pretendía exactamente. Acercó la pequeña llama a lo que parecía un medallón de bronce.
Me llevé la mano a la boca para no tener la tentación de apagar la cerilla, la sonrisa se fue ensanchando a medida que entendía lo que intentaba, le miré de reojo con cierto asombro.
Él se reía, pero su idea fue genial.-No es un amanecer y se queda pequeño para ser sol. Pero puede que sea suficiente para sacaros una sonrisa – Lo fue, sin duda, y le estaba muy agradecida.
Otro olor llegó hasta mi nariz, ¡se había quemado! negué con la cabeza con una sonrisa condescendiente, el fuego era peligroso.
Cuando se llevó el dedo herido a la boca, me dieron ganas de muchas cosas que no diré…
Cerré los ojos evitando esos deseos, al abrirlos me había tendido el medallón para que lo cogiera.
-Quédeselo. – Lo tomé entre las manos con cuidado, y me quedé estudiando su peso y lo que tenía acuñado ¿Dónde lo habría encontrado?-Para que podáis contemplarlo en miniatura, siempre que queráis.- Incliné la cabeza, aceptando su regalo.- A veces las cosas más pequeñas, se hacen más grandes en nuestro corazón – Eso era cierto.
Cuando volví a echarle un vistazo al objeto, noté como sus dedos acariciaban uno de mis mechones, yo sonreí tímidamente, guardando el medallón en el bolsillo de mi abrigo. Al volver a mirarle noté cierta turbación en sus ojos. Apartó la mano con gran rapidez ¿por qué? No lo sé, a mi no me molestaba.
-Será un placer pasar la noche con vos. Quizás a partir de ahora el amanecer se convierta en mi enemigo, sin desear verlo jamás, sabiendo que os veré partir, en cuanto sus rayos nos cubran, como si fuesen una mano poderosa y gigantesca.
Dejé que mis ojos surcaran su torso con una extraña sonrisa en los labios. – Debéis disfrutar de él ya que podéis. De ningún modo querría que os mostraseis hostil por su presencia.- Di unos pasos hasta posar mis manos en sus robustos hombros, le sonreí con ternura mientras le decía.- Aún siento su influjo en vuestra piel.- Era envidiable, visiblemente era claro, y olfativamente también.-No hay tragedia alguna,- Me convencí a mi misma rozando su cuello con mis dedos, mis ojos miraban el transcurso de éstos, hipnotizados por las constantes vibraciones de su yugular.
– pues nos volveremos a ver, o… ya me encargaré de que así sea.- Sonreí dejando caer una de mis manos hasta la suya, esa que se estaba viendo damnificada toda la noche.
– Si seguimos así…habrá que ir pensando en amputártela.- Permanecí dos segundos en silencio antes de reírme. – No… sería un desperdicio, señor Cooke.- Rodeé su mano entre mis dedos para aliviar la quemadura, no me hacía falta verlo, la carne chamuscada no era de mi gusto.
–Agradezco vuestro regalo, lo guardaré siempre, ahora déjeme a mí regalarle la divina noche.- Sí, eso podría mal interpretarse, pero ¿por qué no dejar que su imaginación volase?
Me agaché levemente para coger su bolsa, sin apartar los ojos de los suyos, introduje el asa en su mano libre. – No quiero perder ni un minuto más.- Murmuré sonriéndole, así su mano con cuidado y comencé a caminar, hasta que apreté el paso, cuando me di cuenta estaba corriendo bajando los escalones que habían esculpidos en la piedra, miré divertida hacia atrás para ver cómo iba mi acompañante, estaba vivo, no íbamos mal entonces.
Al llegar a la playa solté su mano y me deshice de los tacones, no había nadie. Mis pies desnudos se hundían en la fresca arena, era agradable. - ¿Tiene frío?- pregunté acercándome a la orilla.
-¿Escucháis los lamentos de Egeo?- Di un par de pasos hasta notar el mar en mis tobillos, mis ojos comenzaron a humedecerse de una capa sanguinolenta, dirigí mi vista al horizonte imaginándome aquel mito.
Giré la cabeza quedando de perfil. –Venid conmigo.- me aventuré a decir.
Me sacó de mis sueños el hecho de percibir el olor a fuego, ¿una cerilla? Miré lo que traían sus manos con curiosidad, ¿cuántas cosas tendría en esa bolsa? Sonreí un poco al no entender qué pretendía exactamente. Acercó la pequeña llama a lo que parecía un medallón de bronce.
Me llevé la mano a la boca para no tener la tentación de apagar la cerilla, la sonrisa se fue ensanchando a medida que entendía lo que intentaba, le miré de reojo con cierto asombro.
Él se reía, pero su idea fue genial.-No es un amanecer y se queda pequeño para ser sol. Pero puede que sea suficiente para sacaros una sonrisa – Lo fue, sin duda, y le estaba muy agradecida.
Otro olor llegó hasta mi nariz, ¡se había quemado! negué con la cabeza con una sonrisa condescendiente, el fuego era peligroso.
Cuando se llevó el dedo herido a la boca, me dieron ganas de muchas cosas que no diré…
Cerré los ojos evitando esos deseos, al abrirlos me había tendido el medallón para que lo cogiera.
-Quédeselo. – Lo tomé entre las manos con cuidado, y me quedé estudiando su peso y lo que tenía acuñado ¿Dónde lo habría encontrado?-Para que podáis contemplarlo en miniatura, siempre que queráis.- Incliné la cabeza, aceptando su regalo.- A veces las cosas más pequeñas, se hacen más grandes en nuestro corazón – Eso era cierto.
Cuando volví a echarle un vistazo al objeto, noté como sus dedos acariciaban uno de mis mechones, yo sonreí tímidamente, guardando el medallón en el bolsillo de mi abrigo. Al volver a mirarle noté cierta turbación en sus ojos. Apartó la mano con gran rapidez ¿por qué? No lo sé, a mi no me molestaba.
-Será un placer pasar la noche con vos. Quizás a partir de ahora el amanecer se convierta en mi enemigo, sin desear verlo jamás, sabiendo que os veré partir, en cuanto sus rayos nos cubran, como si fuesen una mano poderosa y gigantesca.
Dejé que mis ojos surcaran su torso con una extraña sonrisa en los labios. – Debéis disfrutar de él ya que podéis. De ningún modo querría que os mostraseis hostil por su presencia.- Di unos pasos hasta posar mis manos en sus robustos hombros, le sonreí con ternura mientras le decía.- Aún siento su influjo en vuestra piel.- Era envidiable, visiblemente era claro, y olfativamente también.-No hay tragedia alguna,- Me convencí a mi misma rozando su cuello con mis dedos, mis ojos miraban el transcurso de éstos, hipnotizados por las constantes vibraciones de su yugular.
– pues nos volveremos a ver, o… ya me encargaré de que así sea.- Sonreí dejando caer una de mis manos hasta la suya, esa que se estaba viendo damnificada toda la noche.
– Si seguimos así…habrá que ir pensando en amputártela.- Permanecí dos segundos en silencio antes de reírme. – No… sería un desperdicio, señor Cooke.- Rodeé su mano entre mis dedos para aliviar la quemadura, no me hacía falta verlo, la carne chamuscada no era de mi gusto.
–Agradezco vuestro regalo, lo guardaré siempre, ahora déjeme a mí regalarle la divina noche.- Sí, eso podría mal interpretarse, pero ¿por qué no dejar que su imaginación volase?
Me agaché levemente para coger su bolsa, sin apartar los ojos de los suyos, introduje el asa en su mano libre. – No quiero perder ni un minuto más.- Murmuré sonriéndole, así su mano con cuidado y comencé a caminar, hasta que apreté el paso, cuando me di cuenta estaba corriendo bajando los escalones que habían esculpidos en la piedra, miré divertida hacia atrás para ver cómo iba mi acompañante, estaba vivo, no íbamos mal entonces.
Al llegar a la playa solté su mano y me deshice de los tacones, no había nadie. Mis pies desnudos se hundían en la fresca arena, era agradable. - ¿Tiene frío?- pregunté acercándome a la orilla.
-¿Escucháis los lamentos de Egeo?- Di un par de pasos hasta notar el mar en mis tobillos, mis ojos comenzaron a humedecerse de una capa sanguinolenta, dirigí mi vista al horizonte imaginándome aquel mito.
Giré la cabeza quedando de perfil. –Venid conmigo.- me aventuré a decir.
[Off: He tenido que editar, porque tenía cada fallo...estoy parra...parra xD]
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Bajé la cabeza, pensando que me había manchado la ropa, al ver a la señorita, recorrerme con la mirada. – Debéis disfrutar de él ya que podéis. De ningún modo querría que os mostraseis hostil por su presencia.-me quedé helado, viendo como ponía sus manos sobre mis hombros. Siempre he pensado que una mano en el hombro dice más que una palabra. Su ternura me encandiló - Aún siento su influjo en vuestra piel.-llegué a creer que olía mal, al escuchar su comentario. Que estaba sudado por culpa del día. Me sentí fatal... -No hay tragedia alguna,-creí cada cosa que dijo, asintiendo como un bobo con la cabeza. Sobre todo porque, ahora sus dedos, rozaban mi cuello de forma delicada. ¡Vaya! lo que yo no me atreví a hacer. Que estúpido soy... – pues nos volveremos a ver, o… ya me encargaré de que así sea.-aturdido por su discurrir, su voz... sus ojos y sus labios abriéndose y cerrándose sin cesar en cada frase, no vi como su mano sostenía la mía. Sólo la noté, fría. – Si seguimos así…habrá que ir pensando en amputártela.-Dios no lo quisiera, pero tenía razón, sonreí tímido sin encontrar el chiste en sus labios. ¿Hablaría en serio? -¿Usted cree? -¿Tan mal estaba? entonces escuché su risa. Suspiré aliviado, sonriendo por inercia - No… sería un desperdicio, señor Cooke.-Agarró mi mano, cubriendo las heridas. Era como ponerme una bolsa de hielo. –Agradezco vuestro regalo, lo guardaré siempre, ahora déjeme a mí regalarle la divina noche. No quiero perder ni un minuto más.- dijo poniendo la bolsa en una de mis manos. No se por qué, pero me vi excitado como un niño, deseoso de emprender algún tipo de aventura. Agarré su mano fuertemente y caminé a su lado entre risas. No se, que me pasó. Pero, a medida que apresurábamos el ritmo, más emocionado me encontraba. Me vi corriendo, sin soltarla en ningún instante, entre risas y aspavientos, por culpa de la molestia de mi bolsa. Bajamos la escalinata, llegando así a la playa.
La joven se quitó los zapatos. Yo dejé caer la bolsa muerta sobre la arena y seguí sus pasos, quitándome los zapatos también y hundiendo los pies sobre la tierra - ¿Tiene frío?-
Sonreí a la joven, con gran admiración -En absoluto -
-¿Escucháis los lamentos de Egeo?-caminó hasta la orilla, pero no la seguí, notando algo extraño en su voz. Escuché la mar en su nítido oleaje, mientras observaba la espalda de Kory. Su tristeza era palpable. Quise darle unos minutos de intimidad, para que se recompusiera. No quería preguntar, inmiscuirme en sus cosas. No soy ningún cotilla.
Caminé a paso lento, hasta quedar tras su espalda. Podía tocarla, pero no lo hice.
–Venid conmigo.-dijo girando el rostro un poco. Ni se había dado cuenta con tanto oleaje.
-Estoy aquí -contesté calmado. Cogí una de sus manos y le di la vuelta lentamente, hasta dejarla frente a mí -¿Qué tenéis en la cara? -agarré su barbilla e intenté fijar la vista en aquella oscuridad, viendo algo espeso, alrededor de sus ojos - Oh Dios mío... estáis sangrando - con ayuda de mi chaqueta, limpié su mejilla - ¿Como ha podido pasar? Creo que ya está, señorita Bouguereau -sonreí, tranquilizándome más a mi mismo, al ver que la sangre había desaparecido -¿Queréis bañaros? -pregunté entrecerrando los ojos, con una sonrisa escondida. De nuevo sentía la diversión por todo el cuerpo -Os habéis dirigido muy temeraria hacia el mar -exclamé guasón, quitándome la chaqueta, arrojando la prenda hasta la arena -Pero veo que sólo habéis llegado hasta la orilla - reí sin medida, observando las aguas levemente embravecidas. Luego me di cuenta. Para mi no era ningún peligro sumergirme. Pero para la señorita Bouguereau era muy peligroso.
"Aunque, nunca dejaría que la sucediese nada malo."
La joven se quitó los zapatos. Yo dejé caer la bolsa muerta sobre la arena y seguí sus pasos, quitándome los zapatos también y hundiendo los pies sobre la tierra - ¿Tiene frío?-
Sonreí a la joven, con gran admiración -En absoluto -
-¿Escucháis los lamentos de Egeo?-caminó hasta la orilla, pero no la seguí, notando algo extraño en su voz. Escuché la mar en su nítido oleaje, mientras observaba la espalda de Kory. Su tristeza era palpable. Quise darle unos minutos de intimidad, para que se recompusiera. No quería preguntar, inmiscuirme en sus cosas. No soy ningún cotilla.
Caminé a paso lento, hasta quedar tras su espalda. Podía tocarla, pero no lo hice.
–Venid conmigo.-dijo girando el rostro un poco. Ni se había dado cuenta con tanto oleaje.
-Estoy aquí -contesté calmado. Cogí una de sus manos y le di la vuelta lentamente, hasta dejarla frente a mí -¿Qué tenéis en la cara? -agarré su barbilla e intenté fijar la vista en aquella oscuridad, viendo algo espeso, alrededor de sus ojos - Oh Dios mío... estáis sangrando - con ayuda de mi chaqueta, limpié su mejilla - ¿Como ha podido pasar? Creo que ya está, señorita Bouguereau -sonreí, tranquilizándome más a mi mismo, al ver que la sangre había desaparecido -¿Queréis bañaros? -pregunté entrecerrando los ojos, con una sonrisa escondida. De nuevo sentía la diversión por todo el cuerpo -Os habéis dirigido muy temeraria hacia el mar -exclamé guasón, quitándome la chaqueta, arrojando la prenda hasta la arena -Pero veo que sólo habéis llegado hasta la orilla - reí sin medida, observando las aguas levemente embravecidas. Luego me di cuenta. Para mi no era ningún peligro sumergirme. Pero para la señorita Bouguereau era muy peligroso.
"Aunque, nunca dejaría que la sucediese nada malo."
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Me sentí aliviada al escuchar su voz. -Estoy aquí – Estaba a mis espaldas, entre una cosa y otra no lo había sentido, culpa mía. Tomó una de mis manos para darme la vuelta, pero yo me sentí gravemente nostálgica, la pena no se me pasaba por más que quisiera. Después de unos años me daría cuenta de que sería algo que llevaría hasta el resto de mis días.
No quería que me viera así, no quería que descubriera más de lo que yo le ofreciera. -¿Qué tenéis en la cara? – “Oh no.” Mis ojos se movieron sin cesar intentando absorber la niebla que cubría mis ojos, alzó mi rostro ante mi pánico para ver mejor mi defecto, porque eso es lo que es. - Oh Dios mío... estáis sangrando – Cerré los ojos de la vergüenza que sentí. Comenzó a limpiarme con su chaqueta “¿qué pensará de mí ahora?”. ¿Qué escusa podría darle? “Estoy perdida…me ha descubierto.” Pensé nerviosa en un intento de resignarme.- ¿Cómo ha podido pasar? – Me encogí de hombros sin saber qué decir.- Creo que ya está, señorita Bouguereau – Me pasé los dedos por las mejillas, algo inquieta. ¿Es que a él no le parecía extraño? Si continuamente le daba motivos para desconfiar de mí, no soy normal eso está claro, ¿por qué se molestaba tanto en ignorar las señales?
- ¿Queréis bañaros? – Levanté la cabeza para observar su reacción, ¿bañarme? Hacía ¡años! que no me bañaba en el mar, y realmente me parecía peligroso, pero dispuestos a perder ¿qué más daría? El mar aguaría mis penas o me llevaría con ellas, no me importaba. -Os habéis dirigido muy temeraria hacia el mar – Sonreí con picardía, temeraria, eso es.
No quería que me viera así, no quería que descubriera más de lo que yo le ofreciera. -¿Qué tenéis en la cara? – “Oh no.” Mis ojos se movieron sin cesar intentando absorber la niebla que cubría mis ojos, alzó mi rostro ante mi pánico para ver mejor mi defecto, porque eso es lo que es. - Oh Dios mío... estáis sangrando – Cerré los ojos de la vergüenza que sentí. Comenzó a limpiarme con su chaqueta “¿qué pensará de mí ahora?”. ¿Qué escusa podría darle? “Estoy perdida…me ha descubierto.” Pensé nerviosa en un intento de resignarme.- ¿Cómo ha podido pasar? – Me encogí de hombros sin saber qué decir.- Creo que ya está, señorita Bouguereau – Me pasé los dedos por las mejillas, algo inquieta. ¿Es que a él no le parecía extraño? Si continuamente le daba motivos para desconfiar de mí, no soy normal eso está claro, ¿por qué se molestaba tanto en ignorar las señales?
- ¿Queréis bañaros? – Levanté la cabeza para observar su reacción, ¿bañarme? Hacía ¡años! que no me bañaba en el mar, y realmente me parecía peligroso, pero dispuestos a perder ¿qué más daría? El mar aguaría mis penas o me llevaría con ellas, no me importaba. -Os habéis dirigido muy temeraria hacia el mar – Sonreí con picardía, temeraria, eso es.
Se quitó la chaqueta para después arrojarla a un lugar donde no pudiera mojarse, “Lo que me faltaba…” evité por todos los medios que mi desconcierto se notase. -Pero veo que sólo habéis llegado hasta la orilla – Volví la cabeza al mar con una triste sonrisa.
-¿Es que podría llegar más lejos?- pregunté girando la cabeza hacia él. Llevé mis manos al broche que recogía algunos de los mechones de mi negra cabellera, y los liberé, sonreí tímidamente al hacerlo, a continuación fui desabrochando los botones de mi abrigo. –Está bien. Nada malo podrá pasar ¿verdad señor Cooke?- Le cuestioné ocultando una sonrisa incalificable.
-¿Es que podría llegar más lejos?- pregunté girando la cabeza hacia él. Llevé mis manos al broche que recogía algunos de los mechones de mi negra cabellera, y los liberé, sonreí tímidamente al hacerlo, a continuación fui desabrochando los botones de mi abrigo. –Está bien. Nada malo podrá pasar ¿verdad señor Cooke?- Le cuestioné ocultando una sonrisa incalificable.
Me alejé de la orilla para dejar el abrigo donde él había dejado su chaqueta. –No me atrevo a meterme con el vestido, no podría.- Amaba demasiado mis vestidos.
Caminé hasta esconderme tras sus espaldas. – No os giréis.- le advertí con voz firme. Me aflojé el vestido con agilidad. No estaba muy convencida de lo que iba a hacer, pero tenía ese terrible pensamiento de “temerario arrojo”, que en ciertas ocasiones me habían llevando al límite. El vestido beige cayó a mis pies a los pocos segundos, por suerte me había puesto debajo un camisón de seda con acabados dorados que me llegaba por encima de las rodillas, era de las indias para ser más exactos ¿de dónde si no? Y lo adoraba, como a todo mi vestuario. Esperé que la mar salada no lo deslustrase. Me lo alisé con las manos, nerviosa como estaba. –Es una locura.- murmuré rozando con mis dedos su musculosa espalda, reí dando unos pasos hasta quedar a su derecha con los ojos fijos en las profundidades del mar griego. –No iba preparada para esto…- reconocí pasando las manos por mis brazos y hombros, los cuales habían quedado descubiertos, ahora sí que sentía la brisa que corría por allí. –En fin...- suspiré recobrando la valentía.
Volví a la orilla con movimientos suaves, y me acuclillé en ésta para pasar mis finos dedos por la espuma que iba dejando el oleaje ¿quién en su sano juicio se atrevería a meterse? –Os espero.
Caminé hasta esconderme tras sus espaldas. – No os giréis.- le advertí con voz firme. Me aflojé el vestido con agilidad. No estaba muy convencida de lo que iba a hacer, pero tenía ese terrible pensamiento de “temerario arrojo”, que en ciertas ocasiones me habían llevando al límite. El vestido beige cayó a mis pies a los pocos segundos, por suerte me había puesto debajo un camisón de seda con acabados dorados que me llegaba por encima de las rodillas, era de las indias para ser más exactos ¿de dónde si no? Y lo adoraba, como a todo mi vestuario. Esperé que la mar salada no lo deslustrase. Me lo alisé con las manos, nerviosa como estaba. –Es una locura.- murmuré rozando con mis dedos su musculosa espalda, reí dando unos pasos hasta quedar a su derecha con los ojos fijos en las profundidades del mar griego. –No iba preparada para esto…- reconocí pasando las manos por mis brazos y hombros, los cuales habían quedado descubiertos, ahora sí que sentía la brisa que corría por allí. –En fin...- suspiré recobrando la valentía.
Volví a la orilla con movimientos suaves, y me acuclillé en ésta para pasar mis finos dedos por la espuma que iba dejando el oleaje ¿quién en su sano juicio se atrevería a meterse? –Os espero.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
-¿Es que podría llegar más lejos?- se quitó el broche de la cabeza, liberando su espesa melena. Sonreí al comprender que Kory no se negaba a sumergirse en la aventura. Luego desabrochó su abrigo ¡Qué mujer tan extraña! se sumía constantemente en la melancolía y al minuto estaba como si nada -Está bien. Nada malo podrá pasar ¿verdad señor Cooke?-
-Soy un nadador excelente, se lo aseguro -respondí, para que se cerciorase, sin darle una excusa para echarse atrás.
–No me atrevo a meterme con el vestido, no podría.- era de esperar. Reí guasón, buscando algo en mi mochila para que la joven pudiese ponerse. Pero al minuto, me dio vergüenza darle ropa vieja y desgastada, poco apropiada para alguien de su posición social. Al mirar, no la vi ¿Donde se había metido? giré el rostro a un lado y a otro, hasta toparme con ella.
¡maldición! exclamé al verla - No os giréis.- dijo la joven, situada tras mi espalda. Negué con la cabeza sonrojado -Es una locura.- sobresaltado, me giré al notar sus dedos en mi espalda. Me levante despacio mirando a la joven de arriba a abajo ¿Por qué me pediría que no mirase? tragué saliva. Demasiado mujer para ti Keiran Cooke, demasiada... –No iba preparada para esto…- abrí los ojos de forma exagerada, como si al abrirlos pudiese ver a la joven con mayor claridad -Yo creo que va perfecta -tartamudeé como un idiota. Garraspeé intentando recuperar mi voz de alguna forma. Pero sentí que me había quedado sin habla. Se acarició a sí misma ¿Tendría frío? No. No podía preguntarle eso. Pensaría cosas raras –En fin...- me di cuenta de que seguía parado como un pasmarote, sin hacer nada. ¿Por qué se me ocurriría una idea semejante? Me quité la camisa intimidado y la dejé entre mis cosas, tapando el abrigo de Kory. Relajé los ojos, cerrándolos con fuerza, preparándome para introducirme en el agua con ella. La joven palpó la espuma -Os espero -
Tras una pausa, cogí aliento y sostuve la mano de la joven, introduciéndome con ella en el agua. Supuse que sabría nadar -Puede agarrarse a mi brazo si lo prefiere -le sugerí con una sonrisa, notando el agua por encima de mi ombligo. Una pequeña ola nos golpeó en el rostro. Yo reí sin medida, mientras hacia frente al resto de las olas. La marea parecía cesar poco a poco por suerte. Pero el mar me divertía como a un crío, recreando de adulto, la escena que nunca viví de niño. Sumergí la cabeza, mojándome la cara y el pelo. Incluso me permití la licencia de hacerle una aguadilla a la señorita Bouguereau, agarrándola del pie. Aún así, la sostuve bajo el agua, sonriente. Las burbujas se entremezclaban en el fondo, cada vez que salían de nuestras bocas.
Al subir a la superficie, avisté una zona rocosa -¡Mire! - exclamé, alzándome lo más que pude, señalando con el dedo -¿Lo ve? -la emoción me sobrecogía
-¡Podríamos nadar hasta allí! -sonreí como un inocente sin miedo a nada, chapoteando hasta ella -Seguro que hay unas vistas increíbles - No sabía si ella se lo estaba pasando tan bien como yo. Cogí agua con la boca y eché el contenido como si fuese una fuente, muerto de risa -Si quiere puede subirse a mi espalda - alcé las cejas, mirando su rostro con dulzura. Estaba siendo mágico para mí.
Nadé hasta las rocas, despacio, sin temer a la mar. Las olas se habían hecho pequeñas. Imaginé que habían sido por culpa nuestra -Las hemos atemorizado -bromeé girando la cabeza para mirarla.
Al llegar a las rocas, yo subí primero, tanteando el lugar, buscando un buen sitio para sentarnos. Luego ayudé a la joven a subir.
[off: se me ocurrían muchas cosas, pero iba a parecer que tenia 8 años XDDD]
-Soy un nadador excelente, se lo aseguro -respondí, para que se cerciorase, sin darle una excusa para echarse atrás.
–No me atrevo a meterme con el vestido, no podría.- era de esperar. Reí guasón, buscando algo en mi mochila para que la joven pudiese ponerse. Pero al minuto, me dio vergüenza darle ropa vieja y desgastada, poco apropiada para alguien de su posición social. Al mirar, no la vi ¿Donde se había metido? giré el rostro a un lado y a otro, hasta toparme con ella.
¡maldición! exclamé al verla - No os giréis.- dijo la joven, situada tras mi espalda. Negué con la cabeza sonrojado -Es una locura.- sobresaltado, me giré al notar sus dedos en mi espalda. Me levante despacio mirando a la joven de arriba a abajo ¿Por qué me pediría que no mirase? tragué saliva. Demasiado mujer para ti Keiran Cooke, demasiada... –No iba preparada para esto…- abrí los ojos de forma exagerada, como si al abrirlos pudiese ver a la joven con mayor claridad -Yo creo que va perfecta -tartamudeé como un idiota. Garraspeé intentando recuperar mi voz de alguna forma. Pero sentí que me había quedado sin habla. Se acarició a sí misma ¿Tendría frío? No. No podía preguntarle eso. Pensaría cosas raras –En fin...- me di cuenta de que seguía parado como un pasmarote, sin hacer nada. ¿Por qué se me ocurriría una idea semejante? Me quité la camisa intimidado y la dejé entre mis cosas, tapando el abrigo de Kory. Relajé los ojos, cerrándolos con fuerza, preparándome para introducirme en el agua con ella. La joven palpó la espuma -Os espero -
Tras una pausa, cogí aliento y sostuve la mano de la joven, introduciéndome con ella en el agua. Supuse que sabría nadar -Puede agarrarse a mi brazo si lo prefiere -le sugerí con una sonrisa, notando el agua por encima de mi ombligo. Una pequeña ola nos golpeó en el rostro. Yo reí sin medida, mientras hacia frente al resto de las olas. La marea parecía cesar poco a poco por suerte. Pero el mar me divertía como a un crío, recreando de adulto, la escena que nunca viví de niño. Sumergí la cabeza, mojándome la cara y el pelo. Incluso me permití la licencia de hacerle una aguadilla a la señorita Bouguereau, agarrándola del pie. Aún así, la sostuve bajo el agua, sonriente. Las burbujas se entremezclaban en el fondo, cada vez que salían de nuestras bocas.
Al subir a la superficie, avisté una zona rocosa -¡Mire! - exclamé, alzándome lo más que pude, señalando con el dedo -¿Lo ve? -la emoción me sobrecogía
-¡Podríamos nadar hasta allí! -sonreí como un inocente sin miedo a nada, chapoteando hasta ella -Seguro que hay unas vistas increíbles - No sabía si ella se lo estaba pasando tan bien como yo. Cogí agua con la boca y eché el contenido como si fuese una fuente, muerto de risa -Si quiere puede subirse a mi espalda - alcé las cejas, mirando su rostro con dulzura. Estaba siendo mágico para mí.
Nadé hasta las rocas, despacio, sin temer a la mar. Las olas se habían hecho pequeñas. Imaginé que habían sido por culpa nuestra -Las hemos atemorizado -bromeé girando la cabeza para mirarla.
Al llegar a las rocas, yo subí primero, tanteando el lugar, buscando un buen sitio para sentarnos. Luego ayudé a la joven a subir.
[off: se me ocurrían muchas cosas, pero iba a parecer que tenia 8 años XDDD]
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
[Off: Me he reido bastante, he de decir ]
Giré la cabeza para mirarle, en un intento de hallar esa seguridad que necesitaba antes de arriesgarnos, pero rápidamente la aparté, por motivos obvios. Me estaba poniendo demasiado nerviosa por cada paso que dábamos, las olas chocaban contra nuestros cuerpos pero curiosamente mi cuerpo se sostenía a la perfección sobre las pocas piedras que había, cosa que cuando era mortal no sucedía. El nivel del mar subió y subió colmando mi adrenalina, el señor Cooke muy cortés me cedió su brazo.
Es curioso como pequeñas cosas te unen en cierta forma a otra persona, aún siendo éste un total y perfecto desconocido. Al principio lo agarré con una mano, moderando la fuerza que ejercía sobre él, “estaba tan fuerte…”, pero una ola me cegó a los pocos segundos, soltándolo bruscamente, me quedé boquiabierta. – ¡No me la esperaba!- Reconocí estúpidamente ¿Y qué me esperaba entonces? Estaba insegura, sí, en un ambiente que no me era propio, haciendo algo que ni imaginaba. Quizá fuera que realmente no esperaba divertirme más allá del “acechar al muchacho” o “el incomodarle hasta que me hartara”, porque hacer ese tipo de cosas llenaba esa parte ajena a mí, que aunque parezca incomprensible me gustaba ejercitar.
Ahora intentaría soltarme la melena, cosa que no hacía normalmente, solo en ciertas ocasiones. Su risa me ayudó a seguir, eso es cierto, él se lo estaba pasando en grande, no había más que verle, y yo no quería quedarme atrás, procuré comportarme como una persona normal en una situación como aquella, forzándome a mí misma por sonreír, cuando sin previo aviso me hundí en las profundidades, el grito que solté se ahogó bajo las aguas, ¡me había asustado muchísimo! Eso significaba que estaba asustada ¿no?, pues aunque me cueste reconocerlo, lo estaba, además de alerta. Sentí como sus manos me agarraban, le miré estupefacta desde allí abajo, el permanecía sonriente, no quise estropearle el momento. A mí no me era necesario respirar, veríamos a ver cuándo me tomaba la venganza por mi mano. Emergí nuevamente llevándome hacía atrás el cabello.
- ¡Mire! – Dirigí la vista hacia donde señalaba, fijé mis ojos aún más, reparando en aquel montículo pedregoso, ¿ya se había cansado de nadar? No creo. -¿Lo ve? – Le sonreí al comprobar lo entusiasmado que estaba. -Más que bien.- Le respondí volviendo a mi compostura, yo me centraba en permanecer a flote, así no me distraía pensando cosas que no venían al caso. -¡Podríamos nadar hasta allí! – Me quedé dudando ante su propuesta. -Seguro que hay unas vistas increíbles – Ladeé la cabeza sopesando las posibilidades, cuando advertí lo que haría a continuación, iba prevenirle cuando finalmente lo hizo ¡me había regado la cara! Le miré asombrada sonriendo con perspicacia “Te vas a enterar luego, amiguito.” Pensé mientras le retaba con los ojos.- Sois todo un bromista.- ¿Dónde está el protocolo en el mar? Simplemente ¡no existe!, dudo mucho que se hubiese atrevido a hacer algo semejante en tierra. -Si quiere puede subirse a mi espalda – No, no…sería demasiado. Negué con la cabeza antes de sumergirme completamente comenzando a bucear, sin necesidad de salir a la superficie, el iba delante de mí, de vez en cuando salía, para dar señales de vida. - Las hemos atemorizado – Solté una suave risotada asintiendo a su observación. –Y es para que lo estén.- me mofé pasando a su lado. Por fin habíamos llegado, y yo ya había entrado en calor, o por lo menos lo que yo consideraba “calor”.
Me quedé en el borde esperando a que él subiese, perfectamente podría haber subido solita, pero no era lo propio, y él estaba siendo muy atento. Con un impulso salí a la superficie. Solté su mano para colocarme el camisón que se había quedado pegado a mi cuerpo evidenciando mi figura, se me escapó una risilla tonta.
– Veamos esas vistas.- me giré para admirar aquello, de fondo podía verse el Acrópolis y la ciudad bajo ella, también se veía la playa y pequeñas islas, parecía una postal. –Puede que… hayáis tenido una buena idea.- Volví la cabeza hacía él con una sonrisa. Me detuve en observar lo que había bajo mis pies, algunas piedras estaban afiladas, habría que tener cuidado. Di unos pasos sin dejar de mirar el terreno, hasta que decidí sentarme recogiendo mis piernas con los brazos. –Inglaterra no se asemeja a esta maravilla.- murmuré quedándome prendada de la luz que emanaba de Atenas. –Ni si quiera Francia.- Debía reconocer que echaba de menos La Rochelle, la ciudad que me vio nacer, quedaba cerca del mar, y me encantaba, aquello quedó muy lejos, pero permanecía en mis recuerdos como algo vivo.
Me escurrí la melena y dejé que ésta fuera a su aire, también intenté escurrir los bajos de mi atuendo, recorrí inintencionadamente las piedras hasta llegar a los pies del señor Cooke, mis ojos ascendieron por su cuerpo hasta llegar a su rostro, me llevé la mano a la cara avergonzada ¿cómo era posible?, quizá no se había fijado.
Me parecía absurdo que yo me preocupara tanto por mi aspecto y a él no le importase el suyo, bueno…los hombres son así ¿no?
– Os… envidio…Sois un espíritu libre.- O así le veía yo. – Gracias por…ayudarme a dar el paso, por mi misma creo que no hubiese sido capaz.- Sonreí cruzando mis manos por encima de mis rodillas. – Siéntase orgulloso.- bromeé, volviendo los ojos a lo que nos rodeaba, no dudaríamos mucho allí.
Es curioso como pequeñas cosas te unen en cierta forma a otra persona, aún siendo éste un total y perfecto desconocido. Al principio lo agarré con una mano, moderando la fuerza que ejercía sobre él, “estaba tan fuerte…”, pero una ola me cegó a los pocos segundos, soltándolo bruscamente, me quedé boquiabierta. – ¡No me la esperaba!- Reconocí estúpidamente ¿Y qué me esperaba entonces? Estaba insegura, sí, en un ambiente que no me era propio, haciendo algo que ni imaginaba. Quizá fuera que realmente no esperaba divertirme más allá del “acechar al muchacho” o “el incomodarle hasta que me hartara”, porque hacer ese tipo de cosas llenaba esa parte ajena a mí, que aunque parezca incomprensible me gustaba ejercitar.
Ahora intentaría soltarme la melena, cosa que no hacía normalmente, solo en ciertas ocasiones. Su risa me ayudó a seguir, eso es cierto, él se lo estaba pasando en grande, no había más que verle, y yo no quería quedarme atrás, procuré comportarme como una persona normal en una situación como aquella, forzándome a mí misma por sonreír, cuando sin previo aviso me hundí en las profundidades, el grito que solté se ahogó bajo las aguas, ¡me había asustado muchísimo! Eso significaba que estaba asustada ¿no?, pues aunque me cueste reconocerlo, lo estaba, además de alerta. Sentí como sus manos me agarraban, le miré estupefacta desde allí abajo, el permanecía sonriente, no quise estropearle el momento. A mí no me era necesario respirar, veríamos a ver cuándo me tomaba la venganza por mi mano. Emergí nuevamente llevándome hacía atrás el cabello.
- ¡Mire! – Dirigí la vista hacia donde señalaba, fijé mis ojos aún más, reparando en aquel montículo pedregoso, ¿ya se había cansado de nadar? No creo. -¿Lo ve? – Le sonreí al comprobar lo entusiasmado que estaba. -Más que bien.- Le respondí volviendo a mi compostura, yo me centraba en permanecer a flote, así no me distraía pensando cosas que no venían al caso. -¡Podríamos nadar hasta allí! – Me quedé dudando ante su propuesta. -Seguro que hay unas vistas increíbles – Ladeé la cabeza sopesando las posibilidades, cuando advertí lo que haría a continuación, iba prevenirle cuando finalmente lo hizo ¡me había regado la cara! Le miré asombrada sonriendo con perspicacia “Te vas a enterar luego, amiguito.” Pensé mientras le retaba con los ojos.- Sois todo un bromista.- ¿Dónde está el protocolo en el mar? Simplemente ¡no existe!, dudo mucho que se hubiese atrevido a hacer algo semejante en tierra. -Si quiere puede subirse a mi espalda – No, no…sería demasiado. Negué con la cabeza antes de sumergirme completamente comenzando a bucear, sin necesidad de salir a la superficie, el iba delante de mí, de vez en cuando salía, para dar señales de vida. - Las hemos atemorizado – Solté una suave risotada asintiendo a su observación. –Y es para que lo estén.- me mofé pasando a su lado. Por fin habíamos llegado, y yo ya había entrado en calor, o por lo menos lo que yo consideraba “calor”.
Me quedé en el borde esperando a que él subiese, perfectamente podría haber subido solita, pero no era lo propio, y él estaba siendo muy atento. Con un impulso salí a la superficie. Solté su mano para colocarme el camisón que se había quedado pegado a mi cuerpo evidenciando mi figura, se me escapó una risilla tonta.
– Veamos esas vistas.- me giré para admirar aquello, de fondo podía verse el Acrópolis y la ciudad bajo ella, también se veía la playa y pequeñas islas, parecía una postal. –Puede que… hayáis tenido una buena idea.- Volví la cabeza hacía él con una sonrisa. Me detuve en observar lo que había bajo mis pies, algunas piedras estaban afiladas, habría que tener cuidado. Di unos pasos sin dejar de mirar el terreno, hasta que decidí sentarme recogiendo mis piernas con los brazos. –Inglaterra no se asemeja a esta maravilla.- murmuré quedándome prendada de la luz que emanaba de Atenas. –Ni si quiera Francia.- Debía reconocer que echaba de menos La Rochelle, la ciudad que me vio nacer, quedaba cerca del mar, y me encantaba, aquello quedó muy lejos, pero permanecía en mis recuerdos como algo vivo.
Me escurrí la melena y dejé que ésta fuera a su aire, también intenté escurrir los bajos de mi atuendo, recorrí inintencionadamente las piedras hasta llegar a los pies del señor Cooke, mis ojos ascendieron por su cuerpo hasta llegar a su rostro, me llevé la mano a la cara avergonzada ¿cómo era posible?, quizá no se había fijado.
Me parecía absurdo que yo me preocupara tanto por mi aspecto y a él no le importase el suyo, bueno…los hombres son así ¿no?
– Os… envidio…Sois un espíritu libre.- O así le veía yo. – Gracias por…ayudarme a dar el paso, por mi misma creo que no hubiese sido capaz.- Sonreí cruzando mis manos por encima de mis rodillas. – Siéntase orgulloso.- bromeé, volviendo los ojos a lo que nos rodeaba, no dudaríamos mucho allí.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
– Veamos esas vistas.- acompañé a la joven con una sonrisa, profundizando en cada detalle –Puede que… hayáis tenido una buena idea.- asentí con la cabeza. Parecía que la sonrisa se hubiese grabado a fuego en mi rostro. Me senté junto a ella, en las rocas, teniendo cuidado de no herirme con ninguna. Con lo patoso que era. Seguro que acababa cortándome el pie con algún filo rocoso –Inglaterra no se asemeja a esta maravilla.- murmuró perdida –Ni si quiera Francia.- asentí con la cabeza una vez más. Me sentí como un muñeco ventrílocuo, pero sólo rígido en movimiento.
– Os… envidio…Sois un espíritu libre. Gracias por…ayudarme a dar el paso, por mi misma creo que no hubiese sido capaz. Siéntase orgulloso.- Abrí los ojos con gran sorpresa, emocionado por sus palabras. Si había servido de algo, todo este despliegue de estupidez por mi parte -a veces, era incapaz de comportarme como un adulto- era para sacarle una sonrisa a la señorita y para que olvidase toda esa tristeza que parecía sumirla en una profunda pena. Aún no era consciente de quien era. Es más, aún no olvidaba su desconcertante perfume, ni el trágico momento en la playa, cuando sus ojos empezaron a soltar sangre ¿Estaría enferma? Me daba vergüenza preguntar. Soy un bocazas.
Me senté en la roca, disfrutando del paisaje. Sólo gire el rostro para observarla con detalle. Su cabello estaba empapado, al igual que el mío, pero seguía manteniendo la clase de una mujer en toda regla, llena de elegancia y modestia. O eso me parecía a mí.
-Vos también podríais ser un espíritu libre. Tenéis la fuerza suficiente como para soltaros la melena - reí, tocando de forma cariñosa sus cabellos empapados. Que tremendo error ¿Por qué no podía comportarme de otro modo? sonreí tímidamente, volviendo la vista al océano -Estuve en Francia. Hace poco. Visité la catedral. De Notre Dame. Viajo mucho - demasiado parco. Yo mismo, volvía a jugarme una mala pasada. Cada minuto que pasaba callado, me sentía más estúpido. Me costaba hablar con ella. Tampoco quería inmiscuirme en sus asuntos. Pero siempre me ha gustado conocer a las personas con las que hablo mas de dos minutos. Un maldito control de las situaciones, para que no se desbordasen. Como cuando era un niño y desconocía mis instintos, sin poder controlar cuando me convertía en licántropo. Me costó muchísimos años. Y como castigo, uno de mis muchos defectos, era saberlo todo, para que nada me pillase por sorpresa. El problema es que siempre me fio de la gente. Un ingenuo -Señorita Bouguereau - medité mis palabras con sumo cuidado -Antes... en la orilla, antes de meternos en el agua... parecía herida - no, esas no eran las palabras adecuadas. Herida estaba. Podía interpretarlo como sentimiento. Chasqueé la lengua nervioso. Empecé a gesticular con las manos de forma exagerada. Me solía ocurrir cuando no encontraba la forma de expresarme, intentando hacerme entender con ayuda del cuerpo, cuando mi boca no podía sola -Quiero decir... - ¿Cómo decirlo? ahora no podía echarme atrás -Sus ojos sangraron ¿Está enferma? ¿Por eso no puede ver los amaneceres? ¿Sus ojos son sensibles? Porque si el meterse en el agua, puede causarle algún tipo de reacción... o de... - genial, ahora era el doctor Cooke. Suspiré desesperado -No querría que sufriese ningún daño ¿lo entiende? - no me entendía ni yo ¿Cómo lo haría ella? Mis manos se detuvieron mientras miraba a la joven con expresión perpleja, esperando alguna respuesta. Por otro lado, temí haber metido la pata, llamando a Kory enferma. No era mi intención. Para nada.
– Os… envidio…Sois un espíritu libre. Gracias por…ayudarme a dar el paso, por mi misma creo que no hubiese sido capaz. Siéntase orgulloso.- Abrí los ojos con gran sorpresa, emocionado por sus palabras. Si había servido de algo, todo este despliegue de estupidez por mi parte -a veces, era incapaz de comportarme como un adulto- era para sacarle una sonrisa a la señorita y para que olvidase toda esa tristeza que parecía sumirla en una profunda pena. Aún no era consciente de quien era. Es más, aún no olvidaba su desconcertante perfume, ni el trágico momento en la playa, cuando sus ojos empezaron a soltar sangre ¿Estaría enferma? Me daba vergüenza preguntar. Soy un bocazas.
Me senté en la roca, disfrutando del paisaje. Sólo gire el rostro para observarla con detalle. Su cabello estaba empapado, al igual que el mío, pero seguía manteniendo la clase de una mujer en toda regla, llena de elegancia y modestia. O eso me parecía a mí.
-Vos también podríais ser un espíritu libre. Tenéis la fuerza suficiente como para soltaros la melena - reí, tocando de forma cariñosa sus cabellos empapados. Que tremendo error ¿Por qué no podía comportarme de otro modo? sonreí tímidamente, volviendo la vista al océano -Estuve en Francia. Hace poco. Visité la catedral. De Notre Dame. Viajo mucho - demasiado parco. Yo mismo, volvía a jugarme una mala pasada. Cada minuto que pasaba callado, me sentía más estúpido. Me costaba hablar con ella. Tampoco quería inmiscuirme en sus asuntos. Pero siempre me ha gustado conocer a las personas con las que hablo mas de dos minutos. Un maldito control de las situaciones, para que no se desbordasen. Como cuando era un niño y desconocía mis instintos, sin poder controlar cuando me convertía en licántropo. Me costó muchísimos años. Y como castigo, uno de mis muchos defectos, era saberlo todo, para que nada me pillase por sorpresa. El problema es que siempre me fio de la gente. Un ingenuo -Señorita Bouguereau - medité mis palabras con sumo cuidado -Antes... en la orilla, antes de meternos en el agua... parecía herida - no, esas no eran las palabras adecuadas. Herida estaba. Podía interpretarlo como sentimiento. Chasqueé la lengua nervioso. Empecé a gesticular con las manos de forma exagerada. Me solía ocurrir cuando no encontraba la forma de expresarme, intentando hacerme entender con ayuda del cuerpo, cuando mi boca no podía sola -Quiero decir... - ¿Cómo decirlo? ahora no podía echarme atrás -Sus ojos sangraron ¿Está enferma? ¿Por eso no puede ver los amaneceres? ¿Sus ojos son sensibles? Porque si el meterse en el agua, puede causarle algún tipo de reacción... o de... - genial, ahora era el doctor Cooke. Suspiré desesperado -No querría que sufriese ningún daño ¿lo entiende? - no me entendía ni yo ¿Cómo lo haría ella? Mis manos se detuvieron mientras miraba a la joven con expresión perpleja, esperando alguna respuesta. Por otro lado, temí haber metido la pata, llamando a Kory enferma. No era mi intención. Para nada.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
-Vos también podríais ser un espíritu libre.- Sonreí mirando al horizonte.- Tenéis la fuerza suficiente como para soltaros la melena – Bueno, si tan solo uno lo pensaba, significaría que no tendría que ser algo quimérico ¿no es así? Volvió a acariciar parte de mis cabellos, yo giré el rostro hacia él con cierto afecto en mi expresión, o eso creo. –Me alegra que peséis eso de mí.- No estaría todo perdido en cualquier caso.
-Estuve en Francia. Hace poco. Visité la catedral. De Notre Dame.- Sonreí ladeando la cabeza, menos mal que no hablaba con monosílabos. - Viajo mucho – Era una de las cosas que teníamos en común, pero quizá la razón que nos moviera a viajar fuera distinta, no sé. – Notre Dame, es majestuosa, espero que la visita fuera fructífera.- Le alegué con voz solemne, volviendo a perderme en el sonido de las olas. Se estaba tan bien allí, yo por lo menos me sentí bien, en paz por un momento, allí perdidos en medio del mar, tan lejos de la civilización, tan lejos del mundanal ruido, y ¿qué decir? fue tan tentador ese momento, pero no hice nada, el señor Cooke se había portado muy bien conmigo ¿por qué tendría que asustarle innecesariamente? ¿Por mi satisfacción personal, más bien visceral? ¡No! Me negué por completo. No sé cuánto tiempo estuvimos en silencio, tampoco era importante saberlo ¿o sí? Aunque suene raro, el ‘silencio’ para mí es de las mayores virtudes, entiendo que callar en un momento dado es más beneficioso. Porque todo lo que digas siempre puede usarse en tu contra, y he ahí la frase de que somos esclavos de lo que decimos, bueno es lo que he ido aprendiendo.
-Señorita Bouguereau – Giré la cabeza para prestarle atención. Cada vez que le escuchaba era algo inesperado, pues no podía leer en sus ojos por donde iban los tiros, y era una pena. -Antes... en la orilla,- ese momento tenía que llegar, ¿pero era de insensatos preguntar? No lo sé.- antes de meternos en el agua... parecía herida – Lo entendí, no es fácil definir qué me había pasado sin saberlo antes. Mis ojos se quedaron fijos en sus manos, pero no estaba mirando realmente. Estaba perdida en mi subconsciente. Después sus manos se movieron nerviosas, me dieron ganas de tomarlas entre las mía, pero quizá debía dejar que se explicase, sin interferir en su juicio. -Quiero decir... Sus ojos sangraron ¿Está enferma?-Ojalá fuera eso.- ¿Por eso no puede ver los amaneceres?-¡Eh! Una buena escusa.- ¿Sus ojos son sensibles? Porque si el meterse en el agua, puede causarle algún tipo de reacción... o de... No querría que sufriese ningún daño ¿lo entiende? – Me senté de lado sin dejar de mirarle, veía preocupación en sus ojos ¿era eso malo? ¿Quería que sintiera eso por mí? Fruncí el ceño pensando en qué decir, lo suficientemente creíble, o no muy lejos de la realidad. Cogí una de sus manos para distraerme mientras pensaba. –Me encantaría que todo fuera tan fácil como eso.- comencé de a decir, me gustaba la energía que transmitían sus manos, fui sonriendo paulatinamente. No quería andarme por las ramas. ¿Tenía que ser sincera? Esa es la cuestión, la sonrisa se fue desvaneciendo de mi rostro al imaginarme a mi misma diciéndole la verdad, quizá no era una opción. Me entristecía la idea de que me viese como un monstruo, cosa que soy, pero no es agradable ser consciente de ello, bueno qué demonios. ¿Para qué más mentiras? Dentro de lo malo había pasado una buena noche, y si se tenía que acabar en ese instante no estaba en mi mano. ¿Y si se volvía loco cuando se lo revelase? ¿Tendría que matarle? Otra salida… sería desaparecer. ¿Empezamos con la despedida? –Habéis preguntado, y yo os voy a responder con la verdad, porque no merecéis que os engañe más.- Hasta ahí bien. –No soy…lo que creéis ver.- Agarré su mano para que me escuchase hasta el final, no quería atemorizarlo, pero ¿qué esperaba? –Veis tan solo una sombra de lo que fui.- Mi reflejo ni si quiera era el mismo.-Lo que pasó en la orilla…fue un descuido por mi parte… no, toda esta noche lo ha sido.- Rectifiqué negando con la cabeza sin poder mirarle a los ojos.-Pero no lo siento.- De pronto clavé mis ojos en los suyos, como dos dagas afiladas. –Mis ojos derraman la sangre del inocente.- Solté su mano porque el terror se había hecho presa de mí. –Yo… finjo ser lo que no soy. Soy una asesina, pero debo serlo para sobrevivir.- ¿me estaba justificando por ser lo que era? ¡No tenía por qué hacerlo! –Eternamente seré la enferma que el resto cree ver.- Estaba todo dicho, que sacase sus propias conclusiones. –Huid de mí, ahora que estáis a tiempo, tampoco quiero que sufráis daño alguno.- concluí apoyando mi mejilla derecha en mis rodillas, mirando hacia el otro lado y así evitar el horror de sus ojos, o cualquier cosa que pudiera afectarme. Tenía vía libre.
-Estuve en Francia. Hace poco. Visité la catedral. De Notre Dame.- Sonreí ladeando la cabeza, menos mal que no hablaba con monosílabos. - Viajo mucho – Era una de las cosas que teníamos en común, pero quizá la razón que nos moviera a viajar fuera distinta, no sé. – Notre Dame, es majestuosa, espero que la visita fuera fructífera.- Le alegué con voz solemne, volviendo a perderme en el sonido de las olas. Se estaba tan bien allí, yo por lo menos me sentí bien, en paz por un momento, allí perdidos en medio del mar, tan lejos de la civilización, tan lejos del mundanal ruido, y ¿qué decir? fue tan tentador ese momento, pero no hice nada, el señor Cooke se había portado muy bien conmigo ¿por qué tendría que asustarle innecesariamente? ¿Por mi satisfacción personal, más bien visceral? ¡No! Me negué por completo. No sé cuánto tiempo estuvimos en silencio, tampoco era importante saberlo ¿o sí? Aunque suene raro, el ‘silencio’ para mí es de las mayores virtudes, entiendo que callar en un momento dado es más beneficioso. Porque todo lo que digas siempre puede usarse en tu contra, y he ahí la frase de que somos esclavos de lo que decimos, bueno es lo que he ido aprendiendo.
-Señorita Bouguereau – Giré la cabeza para prestarle atención. Cada vez que le escuchaba era algo inesperado, pues no podía leer en sus ojos por donde iban los tiros, y era una pena. -Antes... en la orilla,- ese momento tenía que llegar, ¿pero era de insensatos preguntar? No lo sé.- antes de meternos en el agua... parecía herida – Lo entendí, no es fácil definir qué me había pasado sin saberlo antes. Mis ojos se quedaron fijos en sus manos, pero no estaba mirando realmente. Estaba perdida en mi subconsciente. Después sus manos se movieron nerviosas, me dieron ganas de tomarlas entre las mía, pero quizá debía dejar que se explicase, sin interferir en su juicio. -Quiero decir... Sus ojos sangraron ¿Está enferma?-Ojalá fuera eso.- ¿Por eso no puede ver los amaneceres?-¡Eh! Una buena escusa.- ¿Sus ojos son sensibles? Porque si el meterse en el agua, puede causarle algún tipo de reacción... o de... No querría que sufriese ningún daño ¿lo entiende? – Me senté de lado sin dejar de mirarle, veía preocupación en sus ojos ¿era eso malo? ¿Quería que sintiera eso por mí? Fruncí el ceño pensando en qué decir, lo suficientemente creíble, o no muy lejos de la realidad. Cogí una de sus manos para distraerme mientras pensaba. –Me encantaría que todo fuera tan fácil como eso.- comencé de a decir, me gustaba la energía que transmitían sus manos, fui sonriendo paulatinamente. No quería andarme por las ramas. ¿Tenía que ser sincera? Esa es la cuestión, la sonrisa se fue desvaneciendo de mi rostro al imaginarme a mi misma diciéndole la verdad, quizá no era una opción. Me entristecía la idea de que me viese como un monstruo, cosa que soy, pero no es agradable ser consciente de ello, bueno qué demonios. ¿Para qué más mentiras? Dentro de lo malo había pasado una buena noche, y si se tenía que acabar en ese instante no estaba en mi mano. ¿Y si se volvía loco cuando se lo revelase? ¿Tendría que matarle? Otra salida… sería desaparecer. ¿Empezamos con la despedida? –Habéis preguntado, y yo os voy a responder con la verdad, porque no merecéis que os engañe más.- Hasta ahí bien. –No soy…lo que creéis ver.- Agarré su mano para que me escuchase hasta el final, no quería atemorizarlo, pero ¿qué esperaba? –Veis tan solo una sombra de lo que fui.- Mi reflejo ni si quiera era el mismo.-Lo que pasó en la orilla…fue un descuido por mi parte… no, toda esta noche lo ha sido.- Rectifiqué negando con la cabeza sin poder mirarle a los ojos.-Pero no lo siento.- De pronto clavé mis ojos en los suyos, como dos dagas afiladas. –Mis ojos derraman la sangre del inocente.- Solté su mano porque el terror se había hecho presa de mí. –Yo… finjo ser lo que no soy. Soy una asesina, pero debo serlo para sobrevivir.- ¿me estaba justificando por ser lo que era? ¡No tenía por qué hacerlo! –Eternamente seré la enferma que el resto cree ver.- Estaba todo dicho, que sacase sus propias conclusiones. –Huid de mí, ahora que estáis a tiempo, tampoco quiero que sufráis daño alguno.- concluí apoyando mi mejilla derecha en mis rodillas, mirando hacia el otro lado y así evitar el horror de sus ojos, o cualquier cosa que pudiera afectarme. Tenía vía libre.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
La señorita cogió una de mis manos. Presentí que iba a confesarme algo muy gordo. O puede que le molestara mi continuo movimiento, poniéndole de los nervios. Esperé impaciente, mirando al suelo para darle intimidad, para que le fuese más fácil contarme el gran misterio. Algo estúpido, por mi parte ¿Cómo iba a darle intimidad así? "Keiran, eres un imbécil".
–Me encantaría que todo fuera tan fácil como eso.- pues si mi deducción era fácil, no quise ni imaginar cual era la brutal verdad. Su sonrisa se desvaneció, temiéndome lo peor. Quise decirle un millón de cosas, pero no sabía cómo ni si era el momento apropiado. Sujeté su mano, como si pudiese contener su cuerpo, para que no cayese –Habéis preguntado, y yo os voy a responder con la verdad, porque no merecéis que os engañe más.- yo tampoco había sido sincera con ella, en algunos aspectos de mi vida, a pesar de haber compartido una noche maravillosa, llena de concesiones y deseos –No soy…lo que creéis ver.- apreté su mano con fuerza. Ella hizo lo mismo. Estaba a expensas, con el corazón en un puño –Veis tan solo una sombra de lo que fui.- ¿Una sombra? pues que definición tan perfecta. No pude imaginar cómo sería antes de conocerla. No me entraba en la cabeza. Posiblemente no hubiese tenido fuerzas para hablarle -Lo que pasó en la orilla…fue un descuido por mi parte… no, toda esta noche lo ha sido.- agaché la cabeza apenado y compungido. Quise soltar su mano. Quizás ya no deseara sujetarla o le resultase incómodo. Alcé la vista, perdido en sus pupilas -Pero no lo siento.- respiré aliviado, creyendo que aún había esperanzas. Que no todo había sido en vano. Que había servido de algo, todos mis esfuerzos por hacerle sonreír. Por sacar a la joven de la tragedia constante –Mis ojos derraman la sangre del inocente.- ahora estaba perdido. Pero era de lo más normal. Yo no tenía su vocabulario ni su cultura. –Yo… finjo ser lo que no soy. Soy una asesina, pero debo serlo para sobrevivir.- mi mirada se quedó perpleja. Y algo dentro de mí, reconocía su esencia en otros seres. Su olor, sus movimientos, su fría piel –Eternamente seré la enferma que el resto cree ver.- eso no era una enfermedad. Yo lo definiría mejor, como una maldición. Pero ambos estábamos malditos. Habíamos sido presa de otro, contagiándonos de ese virus devorador de almas. Una enfermedad asquerosa –Huid de mí, ahora que estáis a tiempo, tampoco quiero que sufráis daño alguno.- apoyó la mejilla sobre sus rodillas. Me hubiese gustado acunarla entre mis brazos. Pero me veía incapaz de hacer semejante cosa, dudando de mis capacidades. Así que, preferí envalentonarme y soltarlo todo de golpe, para no olvidarme de nada.
-Mire, mi naturaleza no es del todo humana. Usted podría pensar que me refiero a que soy un ser mezquino, tal vez. - gesticulé con las manos, poniéndome frente a ella de rodillas -No, no, no, no, no... me refiero a la naturaleza que nace de una situación un tanto peculiar. Nada convencional. Algo que para los seres que habitan en nuestro entorno, les podría causar un miedo exacerbado. Y no lo entiendo. Porque yo nunca he causado mal a nadie. Cuando digo que no soy humano... es que...quiero decir... ¡Qué soy un lobo! ¿Me sigue? Tiene que seguirme. Es imposible que no pueda. Más claro no puedo ser - cogí aliento, con ayuda de los brazos y pegué un grito enorme, que retumbó en todo el océano. Luego la maldita risa nerviosa. Pero no era nerviosa. Subí una ceja, perplejo. ¡Me sentía mejor que nunca! -No se puede imaginar... - Cómo expresarme -Qué liberación. ¡Tendría que probarlo! Se lo digo con toda la sinceridad del mundo - cogí a la joven por los hombros y sacudí su cuerpo con suavidad, animándola -¿Y sabe qué? Lo mejor de todo es qué, aquí nadie puede oírnos. ¡Podríamos gritárselo al mar! ¡Sin tapujos! ¿No le parece? ¿No quería soltarse la melena? ¿Liberarse de alguna forma? Espero que no esté asustada ¿Hablo demasiado? -chasqueé la lengua -Se que a veces hablo demasiado. Aunque le puedo asegurar, que ya no se ni lo que me digo -reí nervioso. Había sido tan fácil contarle mi secreto, que me sorprendió. A pesar de que me costase la vida... Me incorporé de un salto, mirando al mar como si fuera un gran marine, con la mala suerte de resbalar en mi torpeza, cortándome el brazo con una de las piedras. De nuevo en el mismo lado ¿Me habían echado un conjuro de mal de ojo en esa mano? ¿Cómo se podía ser tan torpe? Agradecí que no fuese en la cabeza. Intenté hacer que la hemorragia parase de sangrar, tapando la herida con la mano, preguntándome en que estaría pensando Kory.
–Me encantaría que todo fuera tan fácil como eso.- pues si mi deducción era fácil, no quise ni imaginar cual era la brutal verdad. Su sonrisa se desvaneció, temiéndome lo peor. Quise decirle un millón de cosas, pero no sabía cómo ni si era el momento apropiado. Sujeté su mano, como si pudiese contener su cuerpo, para que no cayese –Habéis preguntado, y yo os voy a responder con la verdad, porque no merecéis que os engañe más.- yo tampoco había sido sincera con ella, en algunos aspectos de mi vida, a pesar de haber compartido una noche maravillosa, llena de concesiones y deseos –No soy…lo que creéis ver.- apreté su mano con fuerza. Ella hizo lo mismo. Estaba a expensas, con el corazón en un puño –Veis tan solo una sombra de lo que fui.- ¿Una sombra? pues que definición tan perfecta. No pude imaginar cómo sería antes de conocerla. No me entraba en la cabeza. Posiblemente no hubiese tenido fuerzas para hablarle -Lo que pasó en la orilla…fue un descuido por mi parte… no, toda esta noche lo ha sido.- agaché la cabeza apenado y compungido. Quise soltar su mano. Quizás ya no deseara sujetarla o le resultase incómodo. Alcé la vista, perdido en sus pupilas -Pero no lo siento.- respiré aliviado, creyendo que aún había esperanzas. Que no todo había sido en vano. Que había servido de algo, todos mis esfuerzos por hacerle sonreír. Por sacar a la joven de la tragedia constante –Mis ojos derraman la sangre del inocente.- ahora estaba perdido. Pero era de lo más normal. Yo no tenía su vocabulario ni su cultura. –Yo… finjo ser lo que no soy. Soy una asesina, pero debo serlo para sobrevivir.- mi mirada se quedó perpleja. Y algo dentro de mí, reconocía su esencia en otros seres. Su olor, sus movimientos, su fría piel –Eternamente seré la enferma que el resto cree ver.- eso no era una enfermedad. Yo lo definiría mejor, como una maldición. Pero ambos estábamos malditos. Habíamos sido presa de otro, contagiándonos de ese virus devorador de almas. Una enfermedad asquerosa –Huid de mí, ahora que estáis a tiempo, tampoco quiero que sufráis daño alguno.- apoyó la mejilla sobre sus rodillas. Me hubiese gustado acunarla entre mis brazos. Pero me veía incapaz de hacer semejante cosa, dudando de mis capacidades. Así que, preferí envalentonarme y soltarlo todo de golpe, para no olvidarme de nada.
-Mire, mi naturaleza no es del todo humana. Usted podría pensar que me refiero a que soy un ser mezquino, tal vez. - gesticulé con las manos, poniéndome frente a ella de rodillas -No, no, no, no, no... me refiero a la naturaleza que nace de una situación un tanto peculiar. Nada convencional. Algo que para los seres que habitan en nuestro entorno, les podría causar un miedo exacerbado. Y no lo entiendo. Porque yo nunca he causado mal a nadie. Cuando digo que no soy humano... es que...quiero decir... ¡Qué soy un lobo! ¿Me sigue? Tiene que seguirme. Es imposible que no pueda. Más claro no puedo ser - cogí aliento, con ayuda de los brazos y pegué un grito enorme, que retumbó en todo el océano. Luego la maldita risa nerviosa. Pero no era nerviosa. Subí una ceja, perplejo. ¡Me sentía mejor que nunca! -No se puede imaginar... - Cómo expresarme -Qué liberación. ¡Tendría que probarlo! Se lo digo con toda la sinceridad del mundo - cogí a la joven por los hombros y sacudí su cuerpo con suavidad, animándola -¿Y sabe qué? Lo mejor de todo es qué, aquí nadie puede oírnos. ¡Podríamos gritárselo al mar! ¡Sin tapujos! ¿No le parece? ¿No quería soltarse la melena? ¿Liberarse de alguna forma? Espero que no esté asustada ¿Hablo demasiado? -chasqueé la lengua -Se que a veces hablo demasiado. Aunque le puedo asegurar, que ya no se ni lo que me digo -reí nervioso. Había sido tan fácil contarle mi secreto, que me sorprendió. A pesar de que me costase la vida... Me incorporé de un salto, mirando al mar como si fuera un gran marine, con la mala suerte de resbalar en mi torpeza, cortándome el brazo con una de las piedras. De nuevo en el mismo lado ¿Me habían echado un conjuro de mal de ojo en esa mano? ¿Cómo se podía ser tan torpe? Agradecí que no fuese en la cabeza. Intenté hacer que la hemorragia parase de sangrar, tapando la herida con la mano, preguntándome en que estaría pensando Kory.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Esperé escuchar el salto al mar por su parte, como respuesta a mi declaración, pero no fue así. -Mire, mi naturaleza no es del todo humana.- No comprendí que quiso decir con eso, ¿intentaba hacerme sentir mejor de algún modo?- Usted podría pensar que me refiero a que soy un ser mezquino, tal vez. – Quedó de rodillas frente a mí, yo ladeé la cabeza en su dirección, por respeto.- No, no, no, no, no... me refiero a la naturaleza que nace de una situación un tanto peculiar. Nada convencional. Algo que para los seres que habitan en nuestro entorno, les podría causar un miedo exacerbado. Y no lo entiendo. Porque yo nunca he causado mal a nadie.- Fruncí el ceño sin saber por dónde estaban yendo los tiros, aunque todo apuntaba que él también tenía algo oculto.- Cuando digo que no soy humano... es que...quiero decir... ¡Qué soy un lobo!- Esta vez enarqué una ceja, pasmada por sus palabras.- ¿Me sigue? Tiene que seguirme.- ¿Por qué no iba a seguirle? Otra cosa es que le creyese.- Es imposible que no pueda. Más claro no puedo ser – No supe qué pensar, intenté recordar las conversaciones que había tenido sobre estos seres, que en su día me llamaron la atención, ¿cómo no me había dado cuenta de los pequeños detalles? El caso es que era mucho más difícil desenmascararlos. Mientras pensaba pude escuchar un grito, que más se asemejaba a un aullido, me heló la sangre dejándome en el sitio, muerta de miedo. ¿Iba a matarme? ¿Despedazarme? ¿Se estaba volviendo loco? Me pregunté alterada. -No se puede imaginar... Qué liberación. ¡Tendría que probarlo!- Abrí los ojos como platos.- Se lo digo con toda la sinceridad del mundo – Me sacudió un poco, yo aún seguía rígida, e inmóvil, además de muda. -¿Y sabe qué? Lo mejor de todo es qué, aquí nadie puede oírnos. ¡Podríamos gritárselo al mar! ¡Sin tapujos! ¿No le parece? ¿No quería soltarse la melena? ¿Liberarse de alguna forma?- Eso no era lo más acertado, si me soltase la melena, como él dice, más de uno perdería la vida esa misma noche, siempre tengo que estar bajo control. Sería una insensatez por mi parte dejarme llevar hasta tal extremo.- Espero que no esté asustada ¿Hablo demasiado? Sé que a veces hablo demasiado. Aunque le puedo asegurar, que ya no sé ni lo que me digo – Agaché la cabeza, recuperando mi facultad de raciocinio. Su risa resonaba a mí alrededor, no supe sin sentirme aliviada o amenazada.
A los pocos segundos escuché una caída, debía ser él, alcé la cabeza poco a poco hasta advertir el olor de su sangre, mis ojos se volvieron astutos y peligrosos, me levanté al instante quedando a sus espaldas en imperceptibles milesimas de segundo, mis ojos le atravesaron con una sed inusitada, no pude evitarlo, la Bestia había hecho acto de presencia. No cabía pensamiento alguno por mi cabeza, el hambre invadió cada resquicio de mí circulación sanguínea.
Cuando Keiran se giró proyecté tal golpe contra su pecho, que se desplomó sobre el rocaje, rápidamente mi cuerpo le inmovilizó, mis piernas asediaban su cintura, mientras que mis manos agarraban con una fuerza sobrehumana sus brazos, no sabía cuánto aguantaría así hasta que él se diera cuenta de lo que estaba pasando. Acerqué el brazo herido a mi rostro, oliendo la sangre que se derramaba cayendo por su codo. Era más de lo que podía soportar.
–Se lo advertí, señor Cooke.- Susurré con una aplastante mirada. –Cierto, aquí nadie puede oírnos.- Aferré con más fuerza su muñeca atrayéndola a mi boca, con la punta de la lengua recorrí la herida, cegándome por completo, por dentro comenzaba a enloquecer. Su sangre era distinta, no sabría cómo definirla. Mis caninos deseaban salir para mancillar su piel, pero con lo poco que quedaba de mí, aguante ese instinto lo máximo que pude. Simplemente me dediqué a limpiar la sangre que no paraba de brotar, sintiendo la calidez de su extremidad, cuando hube saboreado todo, mi atención se centró en la herida abierta, mis ojos se cerraron sintiendo ese placer tan especial, mientras que mis piernas apretaban con fuerza al pobre señor Cooke. Debió haberse marchado cuando pudo. Pero él no tenía la culpa de su mala suerte.
Absorbí todo lo que pude su dulce néctar, cuando mi conciencia venció, despertándome de mi terrible trance. Solté sus manos, llevándome las mías a la boca, asustada. No tuve palabras lo suficientemente oportunas para expresarle cuantísimo lo lamentaba, cuantísimo me arrepentía.
–Por favor…- Mi voz tembló, me estaba ahogando en mi propia demencia. Pegué mi pecho al suyo, ocultando mi rostro a la altura de su cuello. –Por favor.- suspiré con tristeza. – Soy demasiado peligrosa, soy incapaz de controlarme ¿no os dais cuenta? Podría haberos matado aquí mismo.- Mis labios rozaban su piel con cada palabra liberada, aún pude sentir su sangre en éstos. –Perdóname, Keiran, solo puedo deciros eso.- Quise correr, quise desvanecerme allí mismo, el hecho de haberme quedado sobre su cuerpo, tenía un motivo, ese era el que no me repudiase. Aunque una parte de mí deseaba alejarse lo más posible, por su bien.
–Aunque si piensas que harías un bien al mundo deshaciéndote de mí, adelante. Acaba conmigo ahora.- Alcé la cabeza para mirarle, altamente asustada, mis ojos volvían a estar acuosos. Seguramente con su fuerza pudiera destruirme allí mismo, sin contemplaciones, ni miramientos, como así lo deseaba.
A los pocos segundos escuché una caída, debía ser él, alcé la cabeza poco a poco hasta advertir el olor de su sangre, mis ojos se volvieron astutos y peligrosos, me levanté al instante quedando a sus espaldas en imperceptibles milesimas de segundo, mis ojos le atravesaron con una sed inusitada, no pude evitarlo, la Bestia había hecho acto de presencia. No cabía pensamiento alguno por mi cabeza, el hambre invadió cada resquicio de mí circulación sanguínea.
Cuando Keiran se giró proyecté tal golpe contra su pecho, que se desplomó sobre el rocaje, rápidamente mi cuerpo le inmovilizó, mis piernas asediaban su cintura, mientras que mis manos agarraban con una fuerza sobrehumana sus brazos, no sabía cuánto aguantaría así hasta que él se diera cuenta de lo que estaba pasando. Acerqué el brazo herido a mi rostro, oliendo la sangre que se derramaba cayendo por su codo. Era más de lo que podía soportar.
–Se lo advertí, señor Cooke.- Susurré con una aplastante mirada. –Cierto, aquí nadie puede oírnos.- Aferré con más fuerza su muñeca atrayéndola a mi boca, con la punta de la lengua recorrí la herida, cegándome por completo, por dentro comenzaba a enloquecer. Su sangre era distinta, no sabría cómo definirla. Mis caninos deseaban salir para mancillar su piel, pero con lo poco que quedaba de mí, aguante ese instinto lo máximo que pude. Simplemente me dediqué a limpiar la sangre que no paraba de brotar, sintiendo la calidez de su extremidad, cuando hube saboreado todo, mi atención se centró en la herida abierta, mis ojos se cerraron sintiendo ese placer tan especial, mientras que mis piernas apretaban con fuerza al pobre señor Cooke. Debió haberse marchado cuando pudo. Pero él no tenía la culpa de su mala suerte.
Absorbí todo lo que pude su dulce néctar, cuando mi conciencia venció, despertándome de mi terrible trance. Solté sus manos, llevándome las mías a la boca, asustada. No tuve palabras lo suficientemente oportunas para expresarle cuantísimo lo lamentaba, cuantísimo me arrepentía.
–Por favor…- Mi voz tembló, me estaba ahogando en mi propia demencia. Pegué mi pecho al suyo, ocultando mi rostro a la altura de su cuello. –Por favor.- suspiré con tristeza. – Soy demasiado peligrosa, soy incapaz de controlarme ¿no os dais cuenta? Podría haberos matado aquí mismo.- Mis labios rozaban su piel con cada palabra liberada, aún pude sentir su sangre en éstos. –Perdóname, Keiran, solo puedo deciros eso.- Quise correr, quise desvanecerme allí mismo, el hecho de haberme quedado sobre su cuerpo, tenía un motivo, ese era el que no me repudiase. Aunque una parte de mí deseaba alejarse lo más posible, por su bien.
–Aunque si piensas que harías un bien al mundo deshaciéndote de mí, adelante. Acaba conmigo ahora.- Alcé la cabeza para mirarle, altamente asustada, mis ojos volvían a estar acuosos. Seguramente con su fuerza pudiera destruirme allí mismo, sin contemplaciones, ni miramientos, como así lo deseaba.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Me sentí mareado al momento. No por el dolor de la herida. Si no, por la impresión de ver la sangre caer por mi brazo. En cierto modo, dentro de mi rareza, tenía comportamientos de lo más extraños. Por ejemplo, siendo lobo, la sangre me daba igual. Era sangre y ya está. Pero en mi forma humana, no podía ni verla.
Mientras intentaba, no concentrarme en la herida, perdí de vista a la señorita Bouguereau. Sólo de vista porque, enseguida me di cuenta de que estaba tras mi espalda ¿Qué hacía ahí? Entonces caí en la cuenta. Cómo pude ser tan despistado.
Cuando fui consciente de la situación, ya estaba tumbado en el suelo, clavándome las piedras en la espalda, con Kory encima de mí, apresado por sus piernas. Para ella, mi sangre, no era nada desagradable. Estaba disfrutando de lo lindo con su olor.
–Se lo advertí, señor Cooke.- tragué saliva. Podía zafarme de su presa. Pero no lo hice por respeto. Tampoco quería hacerle daño. Y confiaba en que parase en el momento oportuno ¿Era un soñador, por creer tal cosa? -Cierto, aquí nadie puede oírnos.- aguanté unos segundos más, convenciéndome de que no estaba equivocado. Pero toda esperanza fue desapareciendo a medida que Kory lamía, literalmente, la herida, incrementando mi mareo. Sus piernas apretaron con más fuerza mis caderas ¿Pensaba partirme en dos?
Entonces, se detuvo, con el hambre acechándole aún. Me soltó los brazos y se tapó la boca horrorizada. -Por favor…- suplicó. Yo le miré sin saber que decir, hasta que pegó el rostro junto a mi cuello, escondiéndose. Esperé que para no morderlo -Por favor.- sostuve su cabeza con ayuda de una mano dubitativo, mientras notaba sus labios correr a medida que hablaban, sin dejarme más opciones, salvo la de estremecerme – Soy demasiado peligrosa, soy incapaz de controlarme ¿no os dais cuenta? Podría haberos matado aquí mismo.- agradecí su sinceridad, sin saber como tomármelo. Sobre todo, agradecí que no cometiese tal desliz porque, ¿Yo no había significado nada para ella? ¿Así me veía? como un bistec. –Perdóname, Keiran, solo puedo deciros eso.- Aún siguió allí, quieta sobre mí. Estaba helada, hambrienta. Un peligro. Y aún así, yo tampoco me moví. Sentí lástima por ella -Aunque si piensas que harías un bien al mundo deshaciéndote de mí, adelante. Acaba conmigo ahora.- insinuaba... ¿Qué quería que matase su vida? Vi el terror, reflejado en su rostro. Era inevitable no verlo, después de todo lo dicho. Del daño hecho. Un ser oscuro controlando sus ansias. Era algo nunca visto.
-Queda perdonada - mi voz sonó temerosa, mientras levantaba la espalda de la roca, para ponerme a su altura. Aún seguía entre mis caderas -Y admiro su fuerza de voluntad. De verdad que me ha sorprendido. Pensé que no tendría piedad de un pobre idiota como yo - cogí su rostro, con el ceño fruncido e intenté ver. Ver en sus ojos, el rastro humano que aún quedaba en ella. porque ¡Tenía que haberlo! ¡Debía estar allí! Si no... ¿Por qué controlarse? -Me habéis dejado entre la espada y la pared - nunca mejor dicho. Sonreí ligeramente, perdiendo la vista en sus labios. Supe que, no debía tentar a la bestia. Pero era inevitable, teniéndola tan cerca -con las orejas escondidas y el morro gacho - bromeé, sin gracia. Ni siquiera me reí. Me humedecí los labios y agarré a la joven por las caderas, atrayendo su cuerpo hacia mí -No hace falta que os mate, para aplacar el demonio. Vos misma sabéis como hacerlo - Mis músculos se contrajeron, al coger su rostro con ambas manos. Mi mente estaba dispersa y perdida. Cegado por semejante descubrimiento ¿No era el único en el mundo, que se negaba a aceptar su naturaleza? Una rebelde más... Deseé besarla. Perderme entre sus muslos, quedar muerto frente a su boca ¿Era estúpido soñar con tal cosa? Posiblemente, y yo era un estúpido. Así que, sin más dilaciones y rebanadas de cabeza, dejé caer un beso impetuoso, justo en la comisura de sus labios. Que fuese un error o no, lo sabría en cuestión de segundos.
Mientras intentaba, no concentrarme en la herida, perdí de vista a la señorita Bouguereau. Sólo de vista porque, enseguida me di cuenta de que estaba tras mi espalda ¿Qué hacía ahí? Entonces caí en la cuenta. Cómo pude ser tan despistado.
Cuando fui consciente de la situación, ya estaba tumbado en el suelo, clavándome las piedras en la espalda, con Kory encima de mí, apresado por sus piernas. Para ella, mi sangre, no era nada desagradable. Estaba disfrutando de lo lindo con su olor.
–Se lo advertí, señor Cooke.- tragué saliva. Podía zafarme de su presa. Pero no lo hice por respeto. Tampoco quería hacerle daño. Y confiaba en que parase en el momento oportuno ¿Era un soñador, por creer tal cosa? -Cierto, aquí nadie puede oírnos.- aguanté unos segundos más, convenciéndome de que no estaba equivocado. Pero toda esperanza fue desapareciendo a medida que Kory lamía, literalmente, la herida, incrementando mi mareo. Sus piernas apretaron con más fuerza mis caderas ¿Pensaba partirme en dos?
Entonces, se detuvo, con el hambre acechándole aún. Me soltó los brazos y se tapó la boca horrorizada. -Por favor…- suplicó. Yo le miré sin saber que decir, hasta que pegó el rostro junto a mi cuello, escondiéndose. Esperé que para no morderlo -Por favor.- sostuve su cabeza con ayuda de una mano dubitativo, mientras notaba sus labios correr a medida que hablaban, sin dejarme más opciones, salvo la de estremecerme – Soy demasiado peligrosa, soy incapaz de controlarme ¿no os dais cuenta? Podría haberos matado aquí mismo.- agradecí su sinceridad, sin saber como tomármelo. Sobre todo, agradecí que no cometiese tal desliz porque, ¿Yo no había significado nada para ella? ¿Así me veía? como un bistec. –Perdóname, Keiran, solo puedo deciros eso.- Aún siguió allí, quieta sobre mí. Estaba helada, hambrienta. Un peligro. Y aún así, yo tampoco me moví. Sentí lástima por ella -Aunque si piensas que harías un bien al mundo deshaciéndote de mí, adelante. Acaba conmigo ahora.- insinuaba... ¿Qué quería que matase su vida? Vi el terror, reflejado en su rostro. Era inevitable no verlo, después de todo lo dicho. Del daño hecho. Un ser oscuro controlando sus ansias. Era algo nunca visto.
-Queda perdonada - mi voz sonó temerosa, mientras levantaba la espalda de la roca, para ponerme a su altura. Aún seguía entre mis caderas -Y admiro su fuerza de voluntad. De verdad que me ha sorprendido. Pensé que no tendría piedad de un pobre idiota como yo - cogí su rostro, con el ceño fruncido e intenté ver. Ver en sus ojos, el rastro humano que aún quedaba en ella. porque ¡Tenía que haberlo! ¡Debía estar allí! Si no... ¿Por qué controlarse? -Me habéis dejado entre la espada y la pared - nunca mejor dicho. Sonreí ligeramente, perdiendo la vista en sus labios. Supe que, no debía tentar a la bestia. Pero era inevitable, teniéndola tan cerca -con las orejas escondidas y el morro gacho - bromeé, sin gracia. Ni siquiera me reí. Me humedecí los labios y agarré a la joven por las caderas, atrayendo su cuerpo hacia mí -No hace falta que os mate, para aplacar el demonio. Vos misma sabéis como hacerlo - Mis músculos se contrajeron, al coger su rostro con ambas manos. Mi mente estaba dispersa y perdida. Cegado por semejante descubrimiento ¿No era el único en el mundo, que se negaba a aceptar su naturaleza? Una rebelde más... Deseé besarla. Perderme entre sus muslos, quedar muerto frente a su boca ¿Era estúpido soñar con tal cosa? Posiblemente, y yo era un estúpido. Así que, sin más dilaciones y rebanadas de cabeza, dejé caer un beso impetuoso, justo en la comisura de sus labios. Que fuese un error o no, lo sabría en cuestión de segundos.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Lo que oí después me costó creerlo, y aún ni me lo creo. Yo, que esperaba mi justo castigo.- Queda perdonada – Le miré abatida, a punto de echarme a llorar. Me faltaba el aliento, ni si quiera me di la opción a respirar, por no tentar mi suerte. Dejé caer mis manos sobre mi regazo, cuando Keiran quedó frente a mí. No pude moverme. -Y admiro su fuerza de voluntad. De verdad que me ha sorprendido.- A mi también. Pero era pronto para saber si podría contener mi naturaleza por más tiempo.- Pensé que no tendría piedad de un pobre idiota como yo – ¿Cómo podía decir eso? Sus cálidas manos tomaron mi rostro ¿Qué estaba haciendo? Comenzó a indagar por mis ojos, en busca de ‘algo’, allí encontraría al monstruo, seguro, me sentí atrapada ¿Habría algo en ellos que le hiciese huir? -Me habéis dejado entre la espada y la pared – ¿Eso significaba que estuvo a punto de atacarme? ¡Tal vez debió hacerlo, tal vez por un momento quise que lo hiciera! Pero, me estaba equivocando por completo, sus ojos me lo expresaban, ¿qué estaría sucediendo en su interior? Se quedó mirando mis labios, mi corazón comenzó a revolucionarse. Sentí su sangre recorrer mis venas. -con las orejas escondidas y el morro gacho – No…no. Me aterraba lo que fuera a hacer, pues las señales eran claras ¿yo era la culpable de que se comportase así? Lo era, sin duda. Entreabrí los labios para detenerle, cuando se humedeció los suyos. Ningún sonido o muestra de vida se escapó de mi cuerpo cuando me agarró de las caderas para acercarme más a él. Me dejó en una encrucijada. Instintivamente, las yemas de mis dedos acariciaron su abdomen suavemente. - No hace falta que os mate, para aplacar el demonio. Vos misma sabéis como hacerlo. – Confiaba demasiado en mi autocontrol, eso era peligroso, “No lo hagáis...” Sentí un calor intenso recorriéndome el cuerpo cuando volvió a sostener mi rostro, y así permaneció unos segundos antes impulsar sus labios sobre los míos. Me quedé con los ojos bien abiertos, hasta que mis parpados comenzaron a ceder poco a poco. Ahora, en la penumbra que me invadía, solo pude sentir su boca como mí única escapatoria, como esa única luz, que ilumina el camino hasta un lugar seguro. Mis manos se dirigieron a sus costados, mientras mis labios correspondían con sumo cuidado la fogosidad de su beso, evité pensar en nada más. Tras unos segundos el beso concluyó, pero aún se podía sentir ese vínculo, ese rastro de destrucción que había dejado. Pegué mi frente a la suya, empezando a tomar un poco de aire. - Esto no está bien…- susurré mirándole a los ojos “¿De verdad que no está bien?”, mis manos subieron lentamente por sus pectorales hasta rodear su cuello. – Ladronzuelo.- Sonreí débilmente, cerrando los ojos. No supe cómo sentirme, necesitaba pensar, era clave.
Llevé mi rostro a su hombro, apoyándome en éste, era cómodo estar así. Lo que ocurrió fue algo inesperado, en ningún momento de la noche pensé que pudiese suceder tal cosa, no porque fuese algo imposible, sino porque no tenía la seguridad de saber si podía superar lo que me llevaba consumiendo por meses. Aquellos días de felicidad me resultaron una eternidad, un sueño. Suspiré angustiada al remembrar esosrecuerdos inalcanzables. Recordé el rostro de una persona que fue especial para mí, pues creí que sería mi mundo y mi todo, y ¿dónde quedó ese mundo? Se desvaneció al igual que sus promesas, ¿y tenía que seguir lamentándome? ¿Por cuánto más? No, ni una lágrima más, fue suficiente sentir cómo se me partía el corazón. Incluso en ese momento en los brazos de otro, me dolía. Solo tenía que aceptar que su memoria habitaría en mí siempre, pues nadie podría ocupar su lugar. Abrí los ojos mirando el reflejo de la luna. Pero tenía que seguir adelante, sentir de nuevo ¿Qué otra cosa podía hacer? Si seguía como hasta ahora la destrucción sería mi único fin.
Tengo que ser fuerte. Levanté la cabeza para encontrarme con los impresionantes ojos de Keiran. Allí estaba él, aguantándome, sonreí con ternura, pasando mis dedos entre su pelo. –Ahora todo está bien.- Ladeé la cabeza, acercando mi rostro al suyo, hasta rozar su mejilla. –Mi corazón está sanando, no os precipitéis.- Le advertí cuando sellé un beso en sus labios. No tenía intención de equivocarme una vez más, de perderlo todo en el intento.
Llevé mi rostro a su hombro, apoyándome en éste, era cómodo estar así. Lo que ocurrió fue algo inesperado, en ningún momento de la noche pensé que pudiese suceder tal cosa, no porque fuese algo imposible, sino porque no tenía la seguridad de saber si podía superar lo que me llevaba consumiendo por meses. Aquellos días de felicidad me resultaron una eternidad, un sueño. Suspiré angustiada al remembrar esosrecuerdos inalcanzables. Recordé el rostro de una persona que fue especial para mí, pues creí que sería mi mundo y mi todo, y ¿dónde quedó ese mundo? Se desvaneció al igual que sus promesas, ¿y tenía que seguir lamentándome? ¿Por cuánto más? No, ni una lágrima más, fue suficiente sentir cómo se me partía el corazón. Incluso en ese momento en los brazos de otro, me dolía. Solo tenía que aceptar que su memoria habitaría en mí siempre, pues nadie podría ocupar su lugar. Abrí los ojos mirando el reflejo de la luna. Pero tenía que seguir adelante, sentir de nuevo ¿Qué otra cosa podía hacer? Si seguía como hasta ahora la destrucción sería mi único fin.
Tengo que ser fuerte. Levanté la cabeza para encontrarme con los impresionantes ojos de Keiran. Allí estaba él, aguantándome, sonreí con ternura, pasando mis dedos entre su pelo. –Ahora todo está bien.- Ladeé la cabeza, acercando mi rostro al suyo, hasta rozar su mejilla. –Mi corazón está sanando, no os precipitéis.- Le advertí cuando sellé un beso en sus labios. No tenía intención de equivocarme una vez más, de perderlo todo en el intento.
Me fui separando. -¿Otro bañito?- Le incité girando la cabeza a mi izquierda, reí, dejándole en el sitio. Cuando me quise dar cuenta mi cuerpo se había sumergido en la marea, buceando a toda velocidad, sintiéndome libre.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Para mi tranquilidad, aquel beso pareció ser correspondido. Agradecí que no me abofeteara por semejante intento. No sería la primera vez... Kory dejó caer la frente sobre la mía, cogiendo aire. Creo que ambos cogimos ese aire. Puede que incluso nos lo robásemos -Esto no está bien…- negué con la cabeza observando su rostro, dándole la razón. En el fondo sabía que era un tremendo error. Pero siempre fui un temerario. Me recorrió con las manos, hasta reposarlas en mi cuello, excitando mis sentidos -Ladronzuelo.- puede que lo fuese. A fin de cuentas, le robé un beso. ¿O aún creí que había robado aquel objeto? De nuevo apoyaba el rostro en una parte de mí. Esta vez, en mi hombro. Cerré los ojos, sintiendo su cuerpo cerca del mío. Era agradable sentir a alguien cerca, a pesar de no ser la más adecuada, a su percepción. A mi vista, era perfecta. Y sabía que era terrible pensar algo así. Me torturé una y otra vez, intentando mentalizarme de que yo no era el más apropiado. Pero ¿Quién lo sería? rodeé a la joven con mis brazos, procurando calentar, sin éxito, cada centímetro de su piel. Mi camino se había interrumpido por culpa de ella. Más aún, teniendo en cuenta, como me hacía sentir, cada vez que me miraba. Era estúpido negar que me atraía. El peligro siempre me perseguía fuese donde fuese. Que más daba una amenaza más –Ahora todo está bien.- encontré su rostro contra mi mejilla, de lo más encantador. Era pura dulzura. Parecía mentira que fuese tan peligrosa –Mi corazón está sanando, no os precipitéis.- respiré tranquilo. En el caso de que no consiguiese sanar tal corazón, yo mismo sería el responsable de recuperar ese latido. Bombease sangre o no, daba igual ¿Quién o qué, habría cometido tal sacrilegio? creí perderme en la musicalidad de las olas, hasta sentir sus labios por segunda vez, regalándome una parte de ella. Recibí el beso con dulzura, a pesar de desear destrozarlos con fiereza. Aquella noche yo le regalé el sol. O un intento de sol. Me reí por dentro al recordarlo. Pero ese beso era más de lo que podía esperar. Mi obsequio se quedaba a años luz de distancia, resultando patético. Para mi desgracia, se separó de mí, dejándome sólo, con el resto de sus labios en mi paladar -¿Otro bañito?- como no. Reí al ver como se introducía de nuevo en el agua.
Me zambullí con seguridad en el mar, estirando los brazos para salir a la superficie. Busqué a la joven sin éxito, creyendo que había desaparecido. Aturdido, me adentré bajo el agua para bucear con rapidez. Vi sus piernas moverse ligeras en el fondo del agua, para mi alivio. Al momento, solté un montón de burbujas, riéndome sin cesar. Me había engañado, haciéndome creer que era una frágil dama. Cuando en realidad ¡Era una excelente nadadora! si seguía riendo, se me metería el agua en la nariz.
Llegué a la orilla, sacudiéndome el agua del pelo, notando la arena bajo mis pies. Las olas golpeaban mis tobillos, produciéndome el relax.
-Ha sido una noche interesante - reí sin medida, sin importarme el ruido. Me acerqué a la joven con inseguridad. Puede que lo que sucediese en las rocas, quedase allí, volviendo a la realidad, tras cruzar el océano -Os daré el vestido. Creo que... - dudé nervioso ¿Donde estaba? Alcé la mirada, encontrándolo sobre mi bolsa de viaje -está allí - sonreí tímido señalando con el dedo vergonzoso y achinando los ojos, sin preocuparme de que las líneas, se dibujaran a su alrededor. Me desprendí de su lado para agacharme y coger el vestido. Era inevitable que no oliese a ella. Ahora toda mi mochila tenía su olor impreso -Creo que ya puedo permitirme, llamarte por tu nombre - aún no lo había pronunciado en alto. Acaricié la vestimenta, incorporándome -Kory - sonreí divertido -Es un nombre muy original - es más... Ella era única en el mundo.
Me zambullí con seguridad en el mar, estirando los brazos para salir a la superficie. Busqué a la joven sin éxito, creyendo que había desaparecido. Aturdido, me adentré bajo el agua para bucear con rapidez. Vi sus piernas moverse ligeras en el fondo del agua, para mi alivio. Al momento, solté un montón de burbujas, riéndome sin cesar. Me había engañado, haciéndome creer que era una frágil dama. Cuando en realidad ¡Era una excelente nadadora! si seguía riendo, se me metería el agua en la nariz.
Llegué a la orilla, sacudiéndome el agua del pelo, notando la arena bajo mis pies. Las olas golpeaban mis tobillos, produciéndome el relax.
-Ha sido una noche interesante - reí sin medida, sin importarme el ruido. Me acerqué a la joven con inseguridad. Puede que lo que sucediese en las rocas, quedase allí, volviendo a la realidad, tras cruzar el océano -Os daré el vestido. Creo que... - dudé nervioso ¿Donde estaba? Alcé la mirada, encontrándolo sobre mi bolsa de viaje -está allí - sonreí tímido señalando con el dedo vergonzoso y achinando los ojos, sin preocuparme de que las líneas, se dibujaran a su alrededor. Me desprendí de su lado para agacharme y coger el vestido. Era inevitable que no oliese a ella. Ahora toda mi mochila tenía su olor impreso -Creo que ya puedo permitirme, llamarte por tu nombre - aún no lo había pronunciado en alto. Acaricié la vestimenta, incorporándome -Kory - sonreí divertido -Es un nombre muy original - es más... Ella era única en el mundo.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
En ningún momento salí a la superficie, ya no tenía que aparentar nada. La fuerza de las olas azotaba mi rostro sin piedad, pero no me detuve, el dolor físico no significaba nada para mí. Me había olvidado de lo que se sentía al bucear: desconectas del mundo por completo, es fantástico.
Debí llegar la primera a la orilla, pues me encontré sola, miré hacia atrás buscando a Keiran, estaría al llegar. Me volví a escurrir el pelo mientras esperaba que apareciese ¿tendría algún tipo de toalla en su bolsa? No me atreví a husmear entre sus cosas.
Al segundo le vi surgir de las aguas, todo un titán, su visión era particularmente portentosa, sonreí como una quinceañera al recorrer su anatomía con los ojos.
-Ha sido una noche interesante – Le di la razón. Aunque para mí fue más ‘sorprendente’. Noté cierta inseguridad cuando se acercó a mí, me culpé por ello, seguro que se estaría acordando de mi error, agaché la cabeza sin poder contener mi decepción. -Os daré el vestido. Creo que... – Quiere que me vaya… pensé sin levantar la vista de la arena. -está allí – Allí…se puede quedar. Levanté un poco la vista, observando cómo me lo traía. - Creo que ya puedo permitirme, llamarte por tu nombre – Incliné imperceptiblemente la cabeza con una sonrisa amistosa en los labios. –Kory.- En ocasiones me volvía tímida, esta sin duda fue una de ellas.-Es un nombre muy original.
Me encogí de hombros inocentemente, cuando me fui acercando a él con paso lento ¿se echaría hacia atrás...otra vez?
Todo su cuerpo estaba salpicado de pequeñas gotitas saladas, que iban deslizándose por cada una de las curvas de sus bien formados músculos. Alcé el rostro, al ser consciente de mi distracción.
–Te lo permito.- sonreí aguantándome una carcajada un tanto lisonjera. Muy pocos eran los que podían tutearme. –Keiran.- Murmuré guiñándole un ojo. Tomé el vestido que reposaba en sus manos, dandome un segundo para desviar el interés que estaba causando ese hombre en mí. –Gracias.- Era tan amable… En toda la noche no había flaqueado ¡ni una sola vez! Solo yo había quedado como lo que en realidad era, una depredadora cegada por la sed de sangre.
Le di la espalda, mientras meditaba sobre ello, qué mal me sentí ¡Era una vergüenza por mi parte! -¿Aún quieres quedarte conmigo?- Di unos cuantos pasos hasta sentarme en la arena, con el vestido todavía en mis brazos, no iba a ponérmelo, al menos no todavía, esperaría a secarme un poco. Miré al frente con los ojos vacíos. -¿Cómo logras controlarte? ¿Qué te diferencia de mí?- Volví la cabeza hacia Keiran. ¿Acaso los vampiros éramos más impulsivos…más elementales? ¿Más inhumanos? No tenía mucha idea sobre los licántropos, empecé a creer que existían cuando me convertí en lo que soy, desde ese día creí que todo era posible. –Somos…completamente opuestos ¿no?- Achiqué los ojos, girando la cabeza a otro lado. Eran tantas mis lagunas, era tanto mi desconocimiento sobre la materia. Encima, nunca tuve a nadie que me parase los pies cuando la Bestia se adueñaba de mis facultades, más de una vez estuve a punto de matar a mí querido mayordomo. La falta de un maestro, ese era mi fallo. Solo mi amor exacerbado por el arte, me vinculaba a los mortales, solo ese amor me hacía respetar…sí, contadas vidas. En el día en que dejase de creer en el arte, todo habría acabado.
Levanté la cabeza estudiando las pocas estrellas que quedaban, el tiempo iba en mí contra. Tuve que aceptarlo, no podía permanecer allí todo el tiempo que hubiese deseado. La cuenta atrás había empezado, le miré con preocupación. Aquello no podía terminar.
–He aquí la tragedia. – Sonreí, por no llorar.
Debí llegar la primera a la orilla, pues me encontré sola, miré hacia atrás buscando a Keiran, estaría al llegar. Me volví a escurrir el pelo mientras esperaba que apareciese ¿tendría algún tipo de toalla en su bolsa? No me atreví a husmear entre sus cosas.
Al segundo le vi surgir de las aguas, todo un titán, su visión era particularmente portentosa, sonreí como una quinceañera al recorrer su anatomía con los ojos.
-Ha sido una noche interesante – Le di la razón. Aunque para mí fue más ‘sorprendente’. Noté cierta inseguridad cuando se acercó a mí, me culpé por ello, seguro que se estaría acordando de mi error, agaché la cabeza sin poder contener mi decepción. -Os daré el vestido. Creo que... – Quiere que me vaya… pensé sin levantar la vista de la arena. -está allí – Allí…se puede quedar. Levanté un poco la vista, observando cómo me lo traía. - Creo que ya puedo permitirme, llamarte por tu nombre – Incliné imperceptiblemente la cabeza con una sonrisa amistosa en los labios. –Kory.- En ocasiones me volvía tímida, esta sin duda fue una de ellas.-Es un nombre muy original.
Me encogí de hombros inocentemente, cuando me fui acercando a él con paso lento ¿se echaría hacia atrás...otra vez?
Todo su cuerpo estaba salpicado de pequeñas gotitas saladas, que iban deslizándose por cada una de las curvas de sus bien formados músculos. Alcé el rostro, al ser consciente de mi distracción.
–Te lo permito.- sonreí aguantándome una carcajada un tanto lisonjera. Muy pocos eran los que podían tutearme. –Keiran.- Murmuré guiñándole un ojo. Tomé el vestido que reposaba en sus manos, dandome un segundo para desviar el interés que estaba causando ese hombre en mí. –Gracias.- Era tan amable… En toda la noche no había flaqueado ¡ni una sola vez! Solo yo había quedado como lo que en realidad era, una depredadora cegada por la sed de sangre.
Le di la espalda, mientras meditaba sobre ello, qué mal me sentí ¡Era una vergüenza por mi parte! -¿Aún quieres quedarte conmigo?- Di unos cuantos pasos hasta sentarme en la arena, con el vestido todavía en mis brazos, no iba a ponérmelo, al menos no todavía, esperaría a secarme un poco. Miré al frente con los ojos vacíos. -¿Cómo logras controlarte? ¿Qué te diferencia de mí?- Volví la cabeza hacia Keiran. ¿Acaso los vampiros éramos más impulsivos…más elementales? ¿Más inhumanos? No tenía mucha idea sobre los licántropos, empecé a creer que existían cuando me convertí en lo que soy, desde ese día creí que todo era posible. –Somos…completamente opuestos ¿no?- Achiqué los ojos, girando la cabeza a otro lado. Eran tantas mis lagunas, era tanto mi desconocimiento sobre la materia. Encima, nunca tuve a nadie que me parase los pies cuando la Bestia se adueñaba de mis facultades, más de una vez estuve a punto de matar a mí querido mayordomo. La falta de un maestro, ese era mi fallo. Solo mi amor exacerbado por el arte, me vinculaba a los mortales, solo ese amor me hacía respetar…sí, contadas vidas. En el día en que dejase de creer en el arte, todo habría acabado.
Levanté la cabeza estudiando las pocas estrellas que quedaban, el tiempo iba en mí contra. Tuve que aceptarlo, no podía permanecer allí todo el tiempo que hubiese deseado. La cuenta atrás había empezado, le miré con preocupación. Aquello no podía terminar.
–He aquí la tragedia. – Sonreí, por no llorar.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Caminó hacia mí, como en innumerables ocasiones, aunque esta vez sus intenciones parecían diferentes. Esperé aque llegase hasta mí, sin mover un músculo. Incluso sonreí ligeramente, confiado de que no volvería a atacarme. –Te lo permito.- tragué saliva cuando se me quedó mirando –Keiran.- reí llevándome la mano al estómago para controlarme, desde el momento en que la vi, guiñarme un ojo. Ella muy coqueta. Luego tomó el vestido. Di gracias de que fuese a ponérselo. No quería cometer ninguna imprudencia. A veces el cuerpo tiende a reaccionar por si solo, sin remedio –Gracias.- me quedé allí parado, con las manos entrelazadas y los brazos pegados a mis costados, como si tuviese frío. Luego miré al suelo, cuando ella se dio la vuelta ¿Pero que más daba, si ya había visto a Kory en camisón? Que estúpido... -¿Aún quieres quedarte conmigo?- alcé la mirada con impulsividad ¿Ella quería marcharse? Seguro que era eso. Ya se cansaba de mí. Puedo ser un coñazo a veces.
Aún estaba en ropa interior y se sentó sobre la arena ¿O pensó que tendría miedo de ella? En realidad, me aterró más, su escrutinio bajo la luz de la farola que, aquel ataque hacia mi brazo.
-Si tú no quieres... yo no me voy. ¡Es decir...! - puse una mueca de desesperación, maldiciéndome por semejante respuesta y sin saber explicarme mejor ¿Tienes siete años? Menuda frase... Obvié mi propio comentario y me senté junto a ella, con la vista perdida en el océano. -¿Cómo logras controlarte? ¿Qué te diferencia de mí?- entendí a lo que se refería. Quizás fuese capaz de hilar al menos dos frases para explicárselo.
-Yo nací así - mi mueca fue algo como... "que remedio" -Y a los quince, no entendía por qué me salían patas en vez de granos - tampoco quería aburrirle contándole mi vida. Pero todo lo dicho, era cierto -Así que... maduré deprisa - jugueteé con la arena entre mis piernas, haciendo una pequeña montaña -E intenté mantener mi cordura el máximo tiempo posible, a pesar de no tener remedio para mi locura - hice un agujero en el montículo, justo en el centro -Siempre deseé controlar mis impulsos, mientras otros jugaban a la pelota. Estaba perdido, sin saber lo qué era. Y por qué, lo era - destruí furioso el montículo, sacudiéndome la tierra de las manos, con sumo cuidado - Supongo que... un vampiro no es un licántropo. Pero te aseguro que somos más cascarrabias que vosotros. O por lo menos yo. No he conocido a ningún otro - ni siquiera sonreí tras el comentario. Estaba invadido por una sensación nostálgica de lo más extraña.
–Somos…completamente opuestos ¿no?- no pude ver su rostro, pero aún así la miré.
-Me temo que sí - contesté dubitativo ¿Lo éramos? En el fondo sabía que algún rastro humano debía quedar en cada espécimen.
–He aquí la tragedia. – miré al cielo. Sólo quedaban un puñado de estrellas, que temblaban horrorizadas, por la partida. ¿O era yo el que temblaba?
-No quiero que me dejes - susurré como un crío -Retiro... lo que he dicho. No somos tan diferentes - cogí su rostro inseguro -Son nuestros actos los que marcan la diferencia. Bueno... en este caso el parecido - sonreí ¿Me entendería? no me entendía ni yo... Pero las prisas se apoderaron de mí -Yo no soy tan fuerte. Pero eso ya lo habrás comprobado esta noche - y débil, sucumbí sin darme cuenta. Acercándome a su boca, para besarla una última vez. Enredé la lengua en la suya, descubriendo su dulce sabor, concienciándome de que, en algún momento, tendría que despegarme.
Aún estaba en ropa interior y se sentó sobre la arena ¿O pensó que tendría miedo de ella? En realidad, me aterró más, su escrutinio bajo la luz de la farola que, aquel ataque hacia mi brazo.
-Si tú no quieres... yo no me voy. ¡Es decir...! - puse una mueca de desesperación, maldiciéndome por semejante respuesta y sin saber explicarme mejor ¿Tienes siete años? Menuda frase... Obvié mi propio comentario y me senté junto a ella, con la vista perdida en el océano. -¿Cómo logras controlarte? ¿Qué te diferencia de mí?- entendí a lo que se refería. Quizás fuese capaz de hilar al menos dos frases para explicárselo.
-Yo nací así - mi mueca fue algo como... "que remedio" -Y a los quince, no entendía por qué me salían patas en vez de granos - tampoco quería aburrirle contándole mi vida. Pero todo lo dicho, era cierto -Así que... maduré deprisa - jugueteé con la arena entre mis piernas, haciendo una pequeña montaña -E intenté mantener mi cordura el máximo tiempo posible, a pesar de no tener remedio para mi locura - hice un agujero en el montículo, justo en el centro -Siempre deseé controlar mis impulsos, mientras otros jugaban a la pelota. Estaba perdido, sin saber lo qué era. Y por qué, lo era - destruí furioso el montículo, sacudiéndome la tierra de las manos, con sumo cuidado - Supongo que... un vampiro no es un licántropo. Pero te aseguro que somos más cascarrabias que vosotros. O por lo menos yo. No he conocido a ningún otro - ni siquiera sonreí tras el comentario. Estaba invadido por una sensación nostálgica de lo más extraña.
–Somos…completamente opuestos ¿no?- no pude ver su rostro, pero aún así la miré.
-Me temo que sí - contesté dubitativo ¿Lo éramos? En el fondo sabía que algún rastro humano debía quedar en cada espécimen.
–He aquí la tragedia. – miré al cielo. Sólo quedaban un puñado de estrellas, que temblaban horrorizadas, por la partida. ¿O era yo el que temblaba?
-No quiero que me dejes - susurré como un crío -Retiro... lo que he dicho. No somos tan diferentes - cogí su rostro inseguro -Son nuestros actos los que marcan la diferencia. Bueno... en este caso el parecido - sonreí ¿Me entendería? no me entendía ni yo... Pero las prisas se apoderaron de mí -Yo no soy tan fuerte. Pero eso ya lo habrás comprobado esta noche - y débil, sucumbí sin darme cuenta. Acercándome a su boca, para besarla una última vez. Enredé la lengua en la suya, descubriendo su dulce sabor, concienciándome de que, en algún momento, tendría que despegarme.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Me contó que había nacido así, eso no lo comprendí ¿pero qué había que entender? La razón a veces no tiene cabida, aunque nos empeñemos en buscar la quinta pata al gato, es inútil.
Simplemente me quedé en silencio escuchando lo que tenía que decir, porque para mí era importante. Siempre se me dio mejor escuchar, a lo largo de mi vida había escuchado grandes historias, todas dignas de ser escritas, algún día quizá lo estén, llenando estantes enteros con las memorias de todos y cada uno de ellos.
Ahora resultaba que caer en la locura era algo que ambas naturalezas combatíamos, con más o menos efectividad, solo los fuertes resistirían ¿seríamos uno de ellos? Quién sabe. Aunque pensándolo bien… un loco nunca está solo… puede que… ¡No! Creo que mi cabeza estaba cambiando de tema a una velocidad pasmosa. No se puede estar a mil cosas a la vez. Su vida era adversa ¿y aún me atrevía a quejarme de la mía? Lo egoístas que llegamos a ser…es deplorable. Él llevaba soportando el tormento del cambio, completamente solo. Supe entonces que él sería uno de los fuertes. Al estudiarle con detenimiento deduje que él era más mayor que yo. Me dieron ganas de abrazarle, pero imaginé que se espantaría al hacerlo, no quería ver más el temor reflejado en sus ojos. Solo esperé que algún día encontrara más seres de su especie, yo lo había hecho, me pareció injusto que él vagara solo por el mundo. Apresuradamente corregí mis pensamientos, Keiran ya no estaba solo.
Como sospeché me esclareció lo dispares que ambos éramos, era obvio ¿por qué tendría que haber dudado de ello? ¿Qué debía hacer ahora? ¿Lo correcto? ¿Y qué es?
-No quiero que me dejes – Negué con la cabeza, al escuchar su ruego. -Retiro... lo que he dicho.- Estaba confusa.- No somos tan diferentes – ¿No? Me embargó una extraña sensación cuando le miré. -Son nuestros actos los que marcan la diferencia. Bueno... en este caso el parecido – Sonreí débilmente.
Simplemente me quedé en silencio escuchando lo que tenía que decir, porque para mí era importante. Siempre se me dio mejor escuchar, a lo largo de mi vida había escuchado grandes historias, todas dignas de ser escritas, algún día quizá lo estén, llenando estantes enteros con las memorias de todos y cada uno de ellos.
Ahora resultaba que caer en la locura era algo que ambas naturalezas combatíamos, con más o menos efectividad, solo los fuertes resistirían ¿seríamos uno de ellos? Quién sabe. Aunque pensándolo bien… un loco nunca está solo… puede que… ¡No! Creo que mi cabeza estaba cambiando de tema a una velocidad pasmosa. No se puede estar a mil cosas a la vez. Su vida era adversa ¿y aún me atrevía a quejarme de la mía? Lo egoístas que llegamos a ser…es deplorable. Él llevaba soportando el tormento del cambio, completamente solo. Supe entonces que él sería uno de los fuertes. Al estudiarle con detenimiento deduje que él era más mayor que yo. Me dieron ganas de abrazarle, pero imaginé que se espantaría al hacerlo, no quería ver más el temor reflejado en sus ojos. Solo esperé que algún día encontrara más seres de su especie, yo lo había hecho, me pareció injusto que él vagara solo por el mundo. Apresuradamente corregí mis pensamientos, Keiran ya no estaba solo.
Como sospeché me esclareció lo dispares que ambos éramos, era obvio ¿por qué tendría que haber dudado de ello? ¿Qué debía hacer ahora? ¿Lo correcto? ¿Y qué es?
-No quiero que me dejes – Negué con la cabeza, al escuchar su ruego. -Retiro... lo que he dicho.- Estaba confusa.- No somos tan diferentes – ¿No? Me embargó una extraña sensación cuando le miré. -Son nuestros actos los que marcan la diferencia. Bueno... en este caso el parecido – Sonreí débilmente.
– Quizá tengas razón.- Su corazón aleteaba sin pausa. -Yo no soy tan fuerte.- No quise replicarle, pero sabe Dios dónde estaría yo al aguantar su misma suerte.- Pero eso ya lo habrás comprobado esta noche.
Me quedé mirando sus labios antes de que éstos se perdieran con los míos. Creí evaporarme mientras me dejaba guiar por él, mientras dejaba a un lado mi incertidumbre indestructible. Caer en la locura era una posibilidad agradable cuando le tenía así de cerca. Mis manos se movieron por su cuerpo sin reservas. Ese inocente beso en un principio fue desatando algo muy peligroso, pero me negué a reconocerlo. Pero innegable era la atracción tan arrebatadoramente febril que estaba padeciendo por su culpa. –No estás solo.- Conseguí decir al escaparme un segundo de sus garras, sonreí volviéndome a fundir en su labios, y en su resbaladiza lengua, que tanto luchaba por descontrolarme. Me había quedado de rodillas, pegada a él mientras alzaba su rostro hacia arriba con ambas manos, para poder mirarle a los ojos, sublime. – Aplacar la pasión contigo es imposible. – Reí, abrazándome a su cuerpo. Me costaba horrores contener mis instintos más primarios, destrozarle por el ímpetu de mis movimientos.
– No dejes nunca que esto se nos escape de las manos.- susurré mirando al Acrópolis, que allí permanecía espectador de mis devaneos. – Será mejor que me ponga el vestido.- Me desligué de su cuerpo, sintiéndolo imprevistamente frío. Me lo puse por encima, sacudiendo la arena que había cogido.
Me lo abroché sin dejar de mirar a Keiran, después volví a arrodillarme junto a él con una lozana sonrisa en el rostro. Antes de irme al hotel, debía alimentarme.
Mis dedos habían dado con algo liso al meterse en mis bolsillos, saqué una de las tarjetas donde está grabada la dirección de mi castillo en Inglaterra. Besé sus labios sin poder contenerme, mientras dejaba aquella cartulina en una de sus manos. Aquel besó acabó, solo me despegué unos centímetros.
–Me encantaría volver a verte y jamás dejarte.- Murmuré con la mirada gacha. ¿Quién me aseguraba a mí que volvería a verle? ¿Quién me aseguraba no recaer en la eterna espera?
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Recibir su boca con tanta determinación, fue lo más maravilloso que creí probar. Sujeté su rostro entre mis manos, como si fuese algo delicado. Era incapaz de dejar que se marchara. Cuando me quise dar cuenta, mis labios estaban en su cuello, perpetrando lo que en un principio no me vi capaz, sin poder contenerme más. Busqué una segunda vez, la boca de la mujer que me incitaba a cometer tales actos. Que sus manos estuviesen heladas, era una mera minucia. Recorrieron mi cuerpo desencadenando mi vértigo. Mis manos descendieron por su espalda, hasta caer presas en su cintura. Quedé fascinado por sus formas de inmediato. –No estás solo.- consiguió librarse por unos segundos de mis labios. Pero no de mis ojos. Estos se veían incapaces de apartarle la mirada. Por lo visto, ella también fue incapaz de volver a demolerme con uno de sus besos. Interpreté aquello como una promesa. O eso quise que fuese. Era hermoso soñar. Esperanzador creer que volvería a verla. Me quedé a expensas, cuando alzó mi rostro en alto, para mirarme directamente a los ojos – Aplacar la pasión contigo es imposible. – "En ese caso, que no la aplacase". Retiré uno de los cabellos que ocultaban la mejilla de la joven. El tacto de su piel era increíble. Suave tentación para un bruto como yo, de manos ásperas y rudas. -Imposible - susurré perdido. Kory se abalanzó hacia mí entre risas. Reí con ella envolviéndola con mis brazos. De nuevo ese dulce olor. Acerqué la nariz para aspirar el aroma de sus cabellos. "Pero que preciosidad" Imploré que no me dejase. Pero sabía que aquel deseo era imposible, convirtiéndose en inevitable - No dejes nunca que esto se nos escape de las manos.- quise reír, pero temí que malinterpretara mi reacción ¿Volvería a verla? ¿A eso se refería? La imaginación volvió a jugarme una mala pasada. De no ser así, acabaría estrellándome tras caer por un desfiladero – Será mejor que me ponga el vestido.- "será lo mejor", pensé arrastrando la bolsa hasta mi lado, para poder ponerme la camisa. La busqué entre el cacharrerío, tardando siglos en encontrarla. Todo porque Kory no dejaba de mirarme, poniéndome nervioso de nuevo. Abroché mi camisa de forma torpe. "Con una única mano sana, era lo más natural".
Giré el rostro al ver que Kory aún seguía allí. Se sentó justo a mi lado y sacó algo de un bolsillo. Alcé la vista curioso, mientras me hacía un nudo de lo más raro con la corbata y me quedé con cara de tonto cuando volvió a besarme, soltando las manos del nudo y dejándolas en alto, como si estuviese detenido. En mis dedos, la señorita dejó una especie de cartulina. O eso creí tocar. Estaba confuso -Me encantaría volver a verte y jamás dejarte.- alcé las cejas, arrugando mi frente con gesto de asombro. No podía ser que aquello me estuviese sucediendo a mí, precisamente a mí. Y que mi vida se viese interrumpida, por una mujer como esta. Precisamente esta.
"Su dirección". Vivía en inglaterra. Mire la tarjeta con detenimiento. Luego a ella. Luego la tarjeta. Y de nuevo a ella ¿Me invitaba a su casa? no podía ser...
-Th..Te... - tartamudeé. "Vamos Keiran... ahora no". Me puse serio cogiendo una enorme bocanada de aire, envalentonándome -Te buscaré - conseguí decir, depositando esta vez yo un beso en su nariz y abriendo la sonrisa con ojos de idiotez risueña -Aún sin haberme dado tu dirección, te buscaría. Y puedo asegurarte que te encontraría en un abrir y cerrar de ojos - era experto en la búsqueda de objetos perdidos. Eso me recordó algo ¿Y Tara? mi rostro se cubrió de espanto. Me mataría... -¡Tengo que irme Kory! - cogí la bolsa deprisa y corriendo. Se me cayó unas cuatro o cinco veces, por las prisas -¿Aún recuerdas lo que te he dicho? - sonreí de lejos, caminando a paso ligero, sin perderla de vista -¡Te buscaré! - repetí emocionado y encantado de haberla conocido. Presentí que aquella mujer era diferente. Que no acabaría destrozando mi corazón como el resto. Que sabría tratarme. Soportar mi nerviosismo y mis ridiculeces. De nuevo me hallé soñando, sin quererlo.
Giré el rostro al ver que Kory aún seguía allí. Se sentó justo a mi lado y sacó algo de un bolsillo. Alcé la vista curioso, mientras me hacía un nudo de lo más raro con la corbata y me quedé con cara de tonto cuando volvió a besarme, soltando las manos del nudo y dejándolas en alto, como si estuviese detenido. En mis dedos, la señorita dejó una especie de cartulina. O eso creí tocar. Estaba confuso -Me encantaría volver a verte y jamás dejarte.- alcé las cejas, arrugando mi frente con gesto de asombro. No podía ser que aquello me estuviese sucediendo a mí, precisamente a mí. Y que mi vida se viese interrumpida, por una mujer como esta. Precisamente esta.
"Su dirección". Vivía en inglaterra. Mire la tarjeta con detenimiento. Luego a ella. Luego la tarjeta. Y de nuevo a ella ¿Me invitaba a su casa? no podía ser...
-Th..Te... - tartamudeé. "Vamos Keiran... ahora no". Me puse serio cogiendo una enorme bocanada de aire, envalentonándome -Te buscaré - conseguí decir, depositando esta vez yo un beso en su nariz y abriendo la sonrisa con ojos de idiotez risueña -Aún sin haberme dado tu dirección, te buscaría. Y puedo asegurarte que te encontraría en un abrir y cerrar de ojos - era experto en la búsqueda de objetos perdidos. Eso me recordó algo ¿Y Tara? mi rostro se cubrió de espanto. Me mataría... -¡Tengo que irme Kory! - cogí la bolsa deprisa y corriendo. Se me cayó unas cuatro o cinco veces, por las prisas -¿Aún recuerdas lo que te he dicho? - sonreí de lejos, caminando a paso ligero, sin perderla de vista -¡Te buscaré! - repetí emocionado y encantado de haberla conocido. Presentí que aquella mujer era diferente. Que no acabaría destrozando mi corazón como el resto. Que sabría tratarme. Soportar mi nerviosismo y mis ridiculeces. De nuevo me hallé soñando, sin quererlo.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
¿Por qué se sorprendería tanto? ¿Qué había de malo? Pensé que no sería difícil de entender. Me quedé en silencio, con una sutil sonrisa en los labios, esperando otra reacción por su parte.
-Th..Te... –¿Nervioso? Aferré su mano sana con firmeza. ¿Tanto le costaba aceptar mi invitación? ¿Tan terrible era? Que lo dijese… no pasaría nada ¿verdad? -Te buscaré – Creí ver que el cielo se me abría solo para mí cuando escuché esas dos simples palabras, era lo que yo quería escuchar, no cabe duda. Dejó un afectuoso beso en mi nariz, yo sonreí tímidamente, mirándole completamente subyugada. -Aún sin haberme dado tu dirección, te buscaría. Y puedo asegurarte que te encontraría en un abrir y cerrar de ojos – Mi sonrisa se ensanchó volviéndose picara por momentos.
–Quizá debiera haberte puesto las cosas más difíciles.- murmuré mirando a un lado de la playa. -¡Tengo que irme Kory!– Volví la cabeza hacia él sobresaltada. Claro que tiene que irse…al igual que tú, me dije. Observé como hacía el intento de sostener su bolsa, que se divertía dejándose caer una y otra vez al suelo, las prisas nunca fueron buenas. -¿Aún recuerdas lo que te he dicho? – Yo aún continuaba arrodillada en el suelo aceptando su marcha. -¡Te buscaré!
Sonreí tiernamente agitando suavemente la mano a modo de despedida. –Hasta siempre.- musité nostálgica, perdiendo la vista en la figura que se alejaba de mí, hasta que llego a desaparecer, permanecí estática recordándole. El cielo comenzó a clarear, era necesario que me alimentase, imprescindible más bien. Había aguantado demasiado el hambre.
Me levanté de allí cogiendo el abrigo que aún permanecía sobre la arena, me lo puse rápidamente, y comencé la búsqueda de mi presa, no había tiempo para escoger a capricho, no había tiempo de misericordia ¿alguna vez lo hubo? Sí…debió de haberlo.
Acabé con la vida de un trabajador del hotel, un inocente joven con toda la vida por delante, enternecedor para cualquiera, pero no para la Bestia que habitaba en mi interior, esa es la realidad, y eso fue contra lo que luché toda la noche en presencia de Keiran.
Veloz como el viento llegué a la puerta de mi habitación, la cual estaba preparada para mis menesteres. Roger, dormía como un angelito en la habitación contigua. Estaba deseando coincidir con él para contarle lo que me había acontecido en esas últimas horas, estaba tan ilusionada. ¿No hay un refrán que dice que la mancha de mora con otra verde se quita? Yo no sé si sería verdad… y no pude asegurar si aquello solo me llevaría a pringarme más todavía, pero podría intentarlo…total, tenía toda la vida para hacerlo.
Mañana sería otro día. Cerré con llave la puerta de mi habitación, ahora debía descansar.
-Th..Te... –¿Nervioso? Aferré su mano sana con firmeza. ¿Tanto le costaba aceptar mi invitación? ¿Tan terrible era? Que lo dijese… no pasaría nada ¿verdad? -Te buscaré – Creí ver que el cielo se me abría solo para mí cuando escuché esas dos simples palabras, era lo que yo quería escuchar, no cabe duda. Dejó un afectuoso beso en mi nariz, yo sonreí tímidamente, mirándole completamente subyugada. -Aún sin haberme dado tu dirección, te buscaría. Y puedo asegurarte que te encontraría en un abrir y cerrar de ojos – Mi sonrisa se ensanchó volviéndose picara por momentos.
–Quizá debiera haberte puesto las cosas más difíciles.- murmuré mirando a un lado de la playa. -¡Tengo que irme Kory!– Volví la cabeza hacia él sobresaltada. Claro que tiene que irse…al igual que tú, me dije. Observé como hacía el intento de sostener su bolsa, que se divertía dejándose caer una y otra vez al suelo, las prisas nunca fueron buenas. -¿Aún recuerdas lo que te he dicho? – Yo aún continuaba arrodillada en el suelo aceptando su marcha. -¡Te buscaré!
Sonreí tiernamente agitando suavemente la mano a modo de despedida. –Hasta siempre.- musité nostálgica, perdiendo la vista en la figura que se alejaba de mí, hasta que llego a desaparecer, permanecí estática recordándole. El cielo comenzó a clarear, era necesario que me alimentase, imprescindible más bien. Había aguantado demasiado el hambre.
Me levanté de allí cogiendo el abrigo que aún permanecía sobre la arena, me lo puse rápidamente, y comencé la búsqueda de mi presa, no había tiempo para escoger a capricho, no había tiempo de misericordia ¿alguna vez lo hubo? Sí…debió de haberlo.
Acabé con la vida de un trabajador del hotel, un inocente joven con toda la vida por delante, enternecedor para cualquiera, pero no para la Bestia que habitaba en mi interior, esa es la realidad, y eso fue contra lo que luché toda la noche en presencia de Keiran.
Veloz como el viento llegué a la puerta de mi habitación, la cual estaba preparada para mis menesteres. Roger, dormía como un angelito en la habitación contigua. Estaba deseando coincidir con él para contarle lo que me había acontecido en esas últimas horas, estaba tan ilusionada. ¿No hay un refrán que dice que la mancha de mora con otra verde se quita? Yo no sé si sería verdad… y no pude asegurar si aquello solo me llevaría a pringarme más todavía, pero podría intentarlo…total, tenía toda la vida para hacerlo.
Mañana sería otro día. Cerré con llave la puerta de mi habitación, ahora debía descansar.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Página 2 de 2. • 1, 2
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Jue Ene 29, 2015 12:29 am por Lirio azul
» Casting para Claudia
Jue Ene 29, 2015 12:29 am por Lirio azul
» Théâtre des Vampires
Miér Ago 27, 2014 6:07 pm por Tristán Evans
» Luccia Venturi
Miér Jul 30, 2014 6:29 pm por Tristán Evans
» Buenas tardes
Miér Nov 27, 2013 1:51 am por Luccia Venturi
» Los antiguos
Miér Jun 12, 2013 11:54 pm por erick roal
» Dudas
Vie Mayo 31, 2013 10:13 am por Armand
» Lydia Deetz
Mar Mayo 28, 2013 1:48 am por Capt. leon
» Juego de la Verdad.
Jue Abr 11, 2013 5:37 pm por Sayra Luk Richter