she's a witch [Julia y libre]

Seguí a Julia Leforeze a través de las calles empedradas y lúgubres del viejo Londres; en 1666 había ardido, como el mismo infierno, sin embargo ya eran pocos los rastros de esos cuatro días fatales en la historia de la ciudad, desde entonces como prevención los edificios se construían en piedra, mas algunos lugares seguían siendo de madera, como la vetusta taberna a la que me llevaba mi singular conocida.

Cada vez existía más gente que cubriera todos los hermosos campos verdes queque quedaban; la reciente industrialización estaba logrando grandes cambios, buenos y malos como todo en la vida. Una amante de la naturaleza como yo, extrañaba el hermoso color verde que antes resaltaba tanto.

George III gobernaba con fuerza, era el tercer monarca sacado de la noble casa Hannover; parte de la misma sangre corría por mis venas, aún así no conservábamos un vínculo cercano por su carácter áspero debido quizá a su enfermedad. El rey era un hombre desquiciado, producto de una época demente y llena de levantamientos. Aunque ocurrió poco antes de mi nacimiento, la independencia de Estados Unidos fue un duro golpe para el país y ni que decir de la tan reciente guerra con Napoleón Bonaparte. Éste año pasamos de ser Reino de Gran Bretaña a Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, no era de sorprenderse que con tantos problemas internacionales, la clase baja fuera únicamente un inconveniente menor.

Me imagine como serían ésos pasajes en el día, llenos de prostitutas en las esquinas, borrachos tratando de olvidar su miseria, niños con ojos suplicantes rogando por una hogaza de pan, criminales robando para sobrevivir o por pura violencia a causa de una baja educación, todos ellos eran también la cara de Inglaterra, la tierra que me vio nacer. Mi corazón era sensible y no pude contener las lágrimas al ver todas esas casitas tan descuidadas, sucias, a punto de colapsar sobre sus pobres habitantes. Distraída casi tropecé con un hombre que dormía en la calle, sin protección alguna y rodeado de basura.

La fuerza con la que podía odiar a todos equivalía a mi capacidad de amar; no conocía a la muchedumbre que subsistía en esos barrios llenos de carencia pero los sentía con todas sus virtudes y defectos parte de mí, de nuestra patria. Lloraba en silencio conmovida para no preocupar a Julia, no tenía caso, tal vez no entendería lo que me pasaba. Por primera vez comprendí que las personas se hubieran alejado de los mitos y leyendas, su vida era un caos y lo que menos necesitaban era saber que coexistían con seres que podían asesinarlos en segundos.

Para cuando llegamos, mis mejillas estaban secas y mi cabeza más tranquila. Por fuera estaba igual de devastada que las viviendas de la zona; en su interior, la taberna contrastaba drásticamente con los restaurantes que frecuentaba. Pasé entre las mesas de madera maltratadas, la separación era muy limitada, seguramente para poder sentar a más clientes. Con una falda tan almidonada y amplia como la que traía tuve que disculparme en varias ocasiones por chocar con alguien. El lugar no estaba lleno a toda su capacidad pero era sorprendente que a pesar de la hora tanta gente estuviera bebiendo y platicando alegre, se respiraba un ambiente divertido, algo que no esperaba.

Traté de no alejarme de la joven bruja, no creía perderme pero consideraba importante no separarme de ella- ¡Pardiez!... –. Atiné a decir mientras curioseaba a todas direcciones como una niña que es presentada por vez primera en sociedad; un tanto asustada y asombrada al mismo tiempo.

“El cordero degollado, que nombre más perfecto para este lugar” pensé; Julia ya había pedido dos vasos de Whisky; decidí beber a su lado para no desairarla pero no estaba muy acostumbrada al alcohol, probablemente mi mano sostendría el mismo trago todo lo que quedaba de la noche.

-Recuerde pedir también alimento – Sonó un poco a regaño, sin embargo habíamos quedado de ir a cenar porque ella no tenía más que licor en el estomago y ya iba a empezar a beber de nuevo; igual traté de justificarme – No hay que beber con el vientre vacío Madame.

Dí otra ojeada rápida al lugar tan exótico para alguien de mi clase y al mismo tiempo interesante; la capucha me estorbaba demasiado pero quitármela era un riesgo que no estaba dispuesta a correr; seguramente nadie me conocía en aquel sitio, de cualquier manera trataba de evitar cotilleos en la alta sociedad.

Era evidente que el tabernero conocía bien a Julia, definitivamente estábamos en su hábitat; nuestras bebidas llegaron pronto a nuestras manos, me llevé el vaso a la boca y di un pequeño trago para agarrar algo de valor y ser más directa en la conversación. Traté de hacer los menos gestos posibles, lo mío quedaba claro que no era tomar, sentí como el líquido me quemaba la garganta.

Con disimulo mire alrededor, cada quien estaba en lo suyo por lo que me animé a hablar cuidando no subir demasiado la voz – Así que una bruja… señorita Laforeze – Me gustaba tomar decisiones con la cabeza fría pero había oportunidades que no se podían menospreciar como si nada. Volví a poner el whisky en mi boca, esta vez dando varios tragos, no podía creer lo que estaba a punto de pedirle a una desconocida.

- La verdad es que necesito un favor – Dije un tanto acalorada, podía sentir mis mejillas sonrojadas sin necesidad de recurrir a un espejo; algo nerviosa continué – Quiero vengarme de alguien y creo que usted puede ayudarme.

Comí un poco, no tenía el estomago vacío por no comer en todo el día como ella pero quería prevenir que se me subiera el whisky, al cual dí otro trago esta vez más grande porque ya sabía que sensación me causaría en la boca.

-Una venganza?...valla eso es nuevo...digo normalmente se me hacercan a pedirme algun perfume o poción de amor...o a pedirme...bueno usted sabe que retoze unos momentos en las camas de los clientes...pero una venganza...que clase de venganza es...y sobre todo hacia quien...- La escuché decir y volteé a verla; la rapidez con que bebía era impresionante, ya había terminado su trago y pedía otro al tabernero, el cual por el gesto tan normal con que recibió la orden ya se lo esperaba de Julia.

Con que pociones de amor; era increíble a lo que recurrían algunas personas para tener a alguien a su lado, me parecía absurdo pero seguramente era un gran negocio para ella. En cuanto a retozar en la cama de los clientes, casi me ahogo con el licor, lo cual aunado a sus palabras hizo que me sonrojara más.

-Un hombre lobo que se atrevió a atacarme hace varios años – Ni siquiera estaba conciente de realmente odiarlo, probablemente sólo sentía la necesidad de castigar a alguien por todo lo malo que había sucedido en mi vida -He estado investigando sobre el tema; cuando la encontré en aquel callejón regresaba de la biblioteca.

Leer tanto no era tarea fácil pero me gustaba hacerlo. A pesar de que gracias a una exótica dama me dí cuenta de donde estaban los libros sobre ese tipo de temas, no eran tan bastos para mi cometido, perder el tiempo sí me disgustaba.- Considero que es más sencillo para usted tener acceso a ese tipo de información.

Julia seguía bebiendo, apenas terminaba un vaso ya tenía otro para suplirlo. Yo era pésima incluso con la comida; me gustaba saborear exhaustivamente todo por lo que siempre solía acabar después que mis acompañantes. Recibí su broma de buena gana, ya estaba bastante colorada con lo poco que había tomado en comparación a ella.

-¿A qué se refiere con infectada? – Dije un poco mareada puesto que la escuchaba pero me costaba un poco enlazar sus palabras; recordando a los segundos que en lo que había leído, un hombre lobo podía transformarte al morderte, rasguñarte o algo parecido, no sabía hasta donde llegaba el mito y comenzaba la realidad – ¡Ahh! No, para nada; tengo una cicatriz de esa noche pero no inflingida por la bestia.

Terminé el vaso de whisky y pedí uno de agua para tratar de quitarme el sabor de la boca y refrescarme un poco. Le dí unos cuantos tragos mientras Laforeze me advertía sobre mi volumen; miré con discreción alrededor. De verdad había demasiada gente que podría llegar a escucharnos. Me acerqué más a ella para continuar.

-Sí, he investigado con muy pocos resultados; desde ese día nunca me he vuelto a cruzar uno en mi camino. Quiero aprender a rastrearlos, aprender todo sobre ellos pero lo más importante para mí es saber como matarlos – Respondí con seguridad; al terminar la oración dí otro trago al agua.

- Acabo de regresar a Londres; realmente no tengo muchas conocidos, sólo gente a la que deseo no volver a ver. Además en mi… ambiente, cualquier referencia al tema se considera locura, posesión o cosas peores – No quería tener otra mala experiencia con los aristócratas hipócritas – La prensa encubre muy bien todas las anomalías que pasan en Londres, disfrazándolas y tratando de darle una lógica que no tienen. En cambio usted, ya sea por lo que es, sus clientes o incluso sus amistades puede enterarse sobre los ataques o avistamientos que ha habido últimamente.

Seguía preocupada porque yo pudiera llegar a transformarme en una de esas abominables bestias que obedecían a la luna como si fuera su Diosa, decidí tranquilizar un poco sus dudas – Fue hace más de diez años, puedo asegurarle que no he notado que me salga pelo por debajo de la piel; mucho menos aúllo o tengo la boca llena de colmillos filosos- Bromeé respecto al tema, el animal no tuvo oportunidad de morderme aunque sí clavarme las garras en el muslo.

Las palabras que pronunció después fueron dignas de preocupación. Yo contaba con que los lupinos se transformaban únicamente cuando había luna llena o al menos alguna fase en especial ya que sí me había tocado escuchar de casos que no se dieron específicamente bajo esas condiciones, pero de eso a pensar que podían hacerlo cuando les viniera en gana…

-No había contado con ello – Le explicaba justo cuando un joven se acercó a nosotras y le habló enérgicamente; se notaba que lo traía loco, no le despegó ni un momento la mirada. Julia en cambio lo espantó, el pobre se fue completamente avergonzado, no pude evitar reírme discretamente.

Ella continuó con nuestra conversación como si el muchacho nunca la hubiese interrumpido. Me contó uno de los muchos ejemplos de violencia por parte de la policía que con necedad ocultaba los casos sobrenaturales; era una vergüenza tener semejantes autoridades que trataban a todo el mundo como si fueran inferiores, no sabía que era peor, eso o cuando eran lambiscones para subir de puesto. Que hasta una bruja tuviera que tener cuidado con ellos sorprendía.

- Definitivo el mundo está de cabeza – Mi plato ya se veía más vacío y por fin terminaba el vaso con Whisky, sabía que se estaba haciendo tarde y sería más peligroso el camino de regreso; volteando a ver a los demás le dije - ¿Cree que podríamos encontrarnos en un lugar más discreto la próxima vez para hablar con más calma y libertad del tema?

Julia empezaba a decir puras incoherencias, de haber sabido que se le iba a subir el whisky la habría invitado amablemente a dejar de beber, pero ya era demasiado tarde. Ella seguía pidiendo alcohol y yo de la manera más atenta le supliqué al hombre que nos atendía que sólo le diera agua, a estas alturas no notaría la diferencia.

- jejeje… sí, no estarían mal las historias macabras – le seguía la corriente en sus desvaríos muy en contra de mi voluntad, para colmo no faltaba el tipejo que quería aprovecharse de ella al verla tan ebria.

Pasaban los minutos y yo esperaba que se le bajara un poco para poderme ir, no me habría gustado de ninguna manera dejarla en semejante estado; una cosa era dedicarse a la prostitución y otra muy distinta que la obligaran a hacer algo a la fuerza. Además seguía pensando en lo que me dijo sobre las prostitutas muertas.

- Julia, ¿por qué no te llevo a tu casa? – preferí hablarle dulcemente y de tú, cosa que no hacía muy a menudo pero esperaba funcionara, sin embargo ella seguía en su mundo feliz y necia a seguir bebiendo.

- Disculpe, ¿sabe donde vive? – pregunté al tabernero; siendo ella una de sus clientes frecuentes probablemente tendría alguna idea; además los hombres que se acercaban pensado que yo también trabajaba en su profesión y mi vestido de dama de clase alta era un fetiche me estaban colmando la paciencia-. No me gustaría abandonarla en esta condición.