Ya falta poco... (Katrina)

Habían pasado ya unos cuantos meses desde que había decidido vivir junto a Katrina en su casa, con tal de vigilarla para que no le ocurriese nada a ella ni al niño.
A los pocos días de que Katrina aceptara la invitación de quedarme junto a ella, ya me di cuenta que la vida como “hombre de la casa” no iba a ser nada fácil. Los cuidados hacia Katrina, medir mis palabras antes de hablar, subyugar al demonio que era por naturaleza… me estaba matando poco a poco.
Al cabo de unas semanas, tuve que tomarme tardes para mí solo. Después de cada comida, desaparecía de casa para poder desahogarme en la ciudad durante toda la tarde. Antes de que anocheciera, volvía junto a Katrina con algún regalo en forma de dulces u algo comestible para acallar sus antojos.
Los primeros días Katrina me preguntaba sobre mis largos paseos, al paso de los días se limitaba a sonreírme y a besarme nada más entrar por la puerta.

En cuanto a Katrina, ya se le notaba el embarazo, su vientre estaba hinchado y aunque pareciese mentira, su belleza no había dejado de aumentar y eso era algo que facilitaba las cosas.

Y en cuanto a la casa, aporté todo el dinero para reconstruir todos los desperfectos que mis perros y el tiempo habíamos causado a sus pobres paredes, estaba como nueva. Además, en el jardín trasero que conectaba con el bosque, habíamos hecho un sendero de losas de mármol rodeadas de rosas rojas que daban a una mesita redonda de metal con 4 sillas a juego donde por las mañanas, aprovechando el buen tiempo, solíamos pasar el rato disfrutando de los rayos del sol.
Y allí me encontraba yo, con una taza de té descansando sobre la mesa, leyendo el periódico de hoy y un cigarrillo en la boca echando humo como una locomotora.
Acabaría acostumbrándome a esta vida sedentaria.

-Echo de menos mi vida, ¿sabes? Me está consumiendo poco a poco…- escuché que me decía Katrina. “Pues bien por ti”. Pero no, no tenía que ser tan desconsiderado. Mmm… “Mientras que no le pase nada al niño, me importa todo un pepino” No, tampoco, me ganaría una buena tunda.

Cerré el periódico y lo doble, dejándolo descansar sobre las piernas, tiré el cigarrillo a la hierba, la humedad de la mañana se encargaría de apagarlo.
Parecía que el embarazo podía con la fuerte cazadora. Quien iba a decirlo, la asesina de criaturas de pesadilla vencida por una barriga grande, patético.

-Solo quedan unas semanas y saldrás ya de cuentas Katrina, es normal que estés de los nervios- dije con una de mis mejores sonrisas- Tendrías que estar feliz, ese niño que llevas en el vientre ha sido tu escusa para dejar el peligroso mundo de la cacería, el sueño de todo cazador. Has conseguido una buena casa donde vivir, esperas a un niño que te colmara de felicidad… no me creo que eches tanto de menos poner tu vida en peligro- Es que llegaba a ser incluso extraño. Algunas personas les encanta sentir la intensidad del momento, el riesgo delante de sus narices… Masocas.

Desde el momento que se levantó y no contestó mi comentario con alguna grosería supe que algo no iba bien.
Se detuvo en su paseo y me lanzó una mirada de asombro y miedo.

-Emm... Mefisto...

Cuando me quise dar cuenta estaba de nuevo entre las piernas de Katrina pero no en el contesto que a mí me hubiera gustado.
Los gritos de dolor de Katrina llenaba su habitación y las sábanas de la cama donde ella estaba tumbada se manchaban de sangre.
Tardó horas en salir el pequeño diablo… o mejor dicho, diablesa. En mis brazos descansaba una pequeña niñita que no dejaba de berrear y llorar.

-Es una niña…- dije sonriente ¿estaba feliz? Más tarde pensaría en este nuevo sentimiento- Mi pequeña Persephone…

-Dame a mi bebé...- escuché que decía una agotada Katrina. Sonreí con maldad y cogí mejor a la niña, tomando su pequeña manita e imitando una despedida.

-Dí adiós a mami, Persephone…- canturreé- No vas a volver a verla en mucho tiempo… Muchas gracias Katrina, has cumplido con tu parte del trabajo tal y como esperaba. Ha sido todo un placer pero… me estoy cansando de tanta vida sedentaria. Ya nos veremos, cariño…- y me fui de allí con mi niña en brazos y con una sonrisa triunfante en mi rostro.
Pequeña Persephone, tú y yo haremos grandes cosas.

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