compagnon charmant [Dylan]

Como lo prometió, el señor Dylan Dougherty llegó a las doce en punto por mí a la mansión; lo hice esperar unos cuantos minutos porque desperté algo tarde en la mañana y no me ajustaba bien el tiempo para arreglarme. Al abrir los ojos y darme cuenta de la hora, lo primero que hice fue pedir que me prepararan de inmediato la tina para asearme.

Llevaba un vestido de un tono dorado, adornado por unos cuantos moños, una sombrilla a juego y el cabello recogido. No podía olvidar los guantes, como la cicatriz era en la mano derecha, al besarla como saludo era bastante notorio y prefería evitar reacciones desagradables de los caballeros.

Dress:

Me ayudó a subir al carruaje y nos fuimos en seguida; el lugar que escogió era elegante, no comía seguido fuera de mi hogar por lo que no había tenido el gusto de ir a ese restaurante, la decoración era excelsa y con la buena fama seguramente la comida sería exquisita.

Le voyage s'est déroulé sans incident, aunque algo silencioso, yo no hablaba por los nervios y esperaba que el no lo hiciera precisamente por lo mismo, de lo contrario quizá estuviera molesto porque lo hice esperar. Nos hicieron pasar de inmediato ya que él había reservado una mesa. “Que precavido”, pensé sonriendo interiormente por tal detalle.

-Madame Von Hannover, reserve una mesa en el jardín, ¿le parece bien o prefiere estar en el interior?- preguntó amablemente, significaba que no estaba molesto o ya se le había pasado; la opción me pareció encantadora.

-El jardín me parece bien – respondí rápidamente, de manera que se notaba que me agradaba la idea y no lo decía solamente por educación, Además por la época del año, adentro me habría sentido demasiado encerrada.

Nos condujeron a nuestra mesa la cual prepararon de inmediato con lo necesario para una comida de etiqueta: Vaso para el agua, dos capas para vino tinto y blanco, tenedor para carne y otro para ensalada, cuchillo, cuchara, plato y servilleta. Dylan de inmediato recorrió la silla para que pudiera sentarme, me sonrojé al hacerlo.

-¿Madame que desea ordenar?- Preguntó el camarero; el menú tenía una gran variedad de carnes, pescado y aves de corral; no había alcanzado a almorzar por lo que cualquiera de las opciones me parecía apetecible. Sabía que lo correcto era comenzar con un consomé o sopa.

-Para empezar, estoy segura que usted me podrá recomendar una crema deliciosa – dije al mesero amablemente, la última salida cuando no podía uno decidirse; que además les hacia sentir cierto aire de importancia y dar un mejor servicio-. De plato fuerte me gustaría un asado de cordero por favor; la ensalada la dejo a su elección y de postre helado estaría bien.

Lo mejor y correcto era pedir todo al principio, así estaría a tiempo y no habría necesidad de esperar; cuando aceptabas una invitación a comer no era propio exagerar demasiado, sin embargo escatimar también era de mala educación. La vida en sociedad tenía impuestas demasiadas reglas.

-¿Y usted caballero? – Cuestionó el mesero a mi gallardo acompañante; mientras tanto aproveché para quitarme los guantes por debajo de la mesa, otra norma básica muy a mi pesar y al de mi mano derecha.

Estaba un poco perpleja ante el pedido del señor Dougherty; sin embargo era bien conocido que al cliente se le daba lo que pida; aunque ese restaurante no era el lugar más adecuado para semejante encargo. Como se notaba que no estaba acostumbrado a Inglaterra. Lo más curioso fue que al verlo tan seguro de si mismo, el mesero tomó nota rápidamente como si del rey se tratara y es que con su exigencia dejaba claro que no era cualquiera.

-Madame gusta algo de beber.- Preguntó finalmente quitándole las palabras de la boca al hombre que tan bien nos atendía, casi se me escapa la risa. No sabía a cual mirar para hacer mi pedido, decidí no observar a ninguno –. También un té verde por favor- Respondí.

Cuando terminó sus anotaciones, el mesero se fue a llevar la orden a la cocina; me fijé que estuviera lo suficientemente lejos para hablarle a mi compañero – Tendrá que darme a probar de su ensalada – le dije riéndome un poco y moviendo la cabeza negativamente.

-Por supuesto, le aseguro que le gustara, en el monasterio nos turnábamos la tarea de cocinar para todos nuestros hermanos, así que conosco muy bien los secretos de los sabores.- ¿Monasterio?, eso era un poco extraño para mí, no sabía que había en oriente; al parecer el cristianismo alcanzaba más adeptos -La próxima vez la invitare a comer a mi casa y cocinare yo mismo para usted platillos típicos de Oriente.

Con que habría una próxima vez, estaba encantada de escucharlo, cuando lo pensé enojado sólo eran mis absurdas figuraciones, ahora me preocupaba otra cosa – ¿Si está en una monasterio significa que es usted un monje? – No sabía como serían las costumbres de los religiosos orientales pero en ese caso estaría mal visto que comiera a solas con una señorita.

Música de fondo empezó a sonar, la atmosfera era perfecta y aún así yo no podía evitar sentirme un poco incomoda por pensar que estaba sentada quizá frente al próximo Abad o Prior de su monasterio.

-Si madame pero no como los monjes de aquí, es un monasterio Shaolin donde se cultiva la fuerza del espíritu y el cuerpo, y las enseñanzas religiosas son budistas.- Bueno al menos quedaba claro que no estaba comiendo con un monaguillo o algo parecido, lo dejé seguir hablando mientras lo escuchaba atentamente y sin pestañear.

-¿Eso significa que es Budista? – No entendía bien esa religión, sólo la conocía de nombre pero procuré mostrarme interesada en la conversación, lo cual no me costaba porque me parecía bien conocerle más. - ¿A que se refiere con práctica física?

El término me era extraño, lo imaginaba cargando sacos de arroz, la simple imagen mental me hizo reír un poco pero cambié el gesto enseguida. Los sacerdotes pensaban que los orientales tenían costumbres paganas y sin sentido.

-Ya conoce un poco más sobre mi madame, es su turno contarme algo sobre usted.- Frase difícil que daba pie a otras aún peores; no sabía por donde empezar o hasta donde era apropiado hablarle de mí. El tema me era incomodo.

-Monsieur Dougherty, sólo soy una joven común tratando de sobrevivir a la sociedad del siglo XIX – Respondí con una sonrisa evasiva, aunque me costaba trabajo no tratar de complacerle en su pedido; decidí ser más clemente – Toco el piano y el arpa aunque para nada de forma excelente, soy una aficionada.

Pensé sobre que más podía hablarle pero para mi fortuna el mesero interrumpió, había llegado con nuestro primer platillo el cual se veía exquisito; después de servirlo se quedo parado a nuestro lado, sabía que si no le decía algo seguiría allí durante toda la comida esperando que algo se nos ofreciera. – Puede retirarse, le llamaremos si hace falta algo – Se fue de inmediato entendiendo que preferíamos privacidad.

Con elegancia acomodé la servilleta en mi regazo, lo miré unos momentos con mirada de confusión como si hubiera olvidado de que hablábamos y tratara de recordarlo, finalmente esquiva le dije – Será mejor que empecemos ahora que está caliente- Los dos tomamos la cuchara y comenzamos a comer en silencio, yo procuraba esconder la mano un poco detrás de las flores.

-No se avergüence mi Lady, una cicatriz es un trofeo al valor en la batalla de la vida, así que muéstrese orgullosa de tenerla, no se sienta incomoda y mucho menos conmigo, mi ropa cubre numerosas marcas como la suya.- Lamentablemente no sólo se hacían por valor también por cobardía; la de la mano me incomodaba por lo notoria que era sin embargo las otras dos me llenaban de rabia; por unos segundos mi semblante se volvió frío y cruel, al darme cuenta volteé sonriente al caballero.

- Practico esgrima, mi consuelo es que el maestro quedó mucho peor – Bromeé, hasta darme cuenta que acababa de decir algo de pésimo gusto, no era momento para mi humor negro; tan bien que iba todo. Le hice una pregunta para no darle tiempo de reflexionar mis palabras - ¿Las suyas de que son?, no imagino que daño puede hacerse un monje.

-Somos monjes distintos, practicamos y entrenamos todos los días para obtener la perfección en nuestras artes de combate y control de las armas que utilizamos, además yo formo parte de un grupo elite de guerreros que tenemos la tarea de cuidar y defender la seguridad de las personas.- Que clase de salvajes eran, no me sorprendía que los tuvieran en tan mal concepto en todo occidente; no me imaginaba a alguien que “cultivaba el espíritu” según había dicho, con armas en las manos.

Era experto en varias de ellas al parecer; sólo eso de los chacos y las sais no me sonaban para nada a pesar de que me agradaban los objetos filosos, quizá no lo fueran. Al ver que habíamos terminado la sopa le hice una seña al mesero para que trajera el cordero, tenía unas ganas enormes de pasarle el cuchillo encima y saborearlo. Esperamos a que se hubiera retirado de nuevo el hombre.

-Supongo que la mayoría de las armas que mencione desconoce que son, ya que tiene gusto por el esgrima talvez le agrade verlas.- Dijo; me quedé inmóvil por unos segundos meditando, en los minutos anteriores parecía únicamente una persona agradable por la que tenía un afecto particular e indescriptible. No estaba segura si me gustaba. Ahora también podría ser muy útil sin siquiera imaginárselo, todavía me pasaba por la mente eso de ser un soldado de Dios por culpa del cura que me confesó.

-Me encantaría – Dije primero, pero medité mejor la respuesta, en está ocasión sería más directa porque sentía la confianza para serlo – Más que eso, ¿podría enseñarme algún truco?

Lo que menos necesitaba era una conversación sobre superación personal; al diablo con eso, quería aprender como matar de formas más prácticas. Vi como sostuvo los cubiertos con las manos, girándolos sin ninguna dificultad; parecía fácil pero me era obvio que la realidad era otra.

-Se que usted lo hará muy bien madame, dígame ¿cuál es su motivación para aprender?- Siendo un monje tenía que escoger cuidadosamente mi respuesta para no hacer algo que pudiera hacer que se arrepintiera. Tampoco me apetecía mentirle descaradamente, era una buena persona.

- Señor, mi interés es saber defenderme, en Londres una joven sin la protección de su familia corre mucho peligro – “Destrozarlos, masacrarlos, hacerlos sufrir si no se arrepienten de sus pecados, de lo que son; mandarlos de vuelta al infierno, el lugar al que pertenecen”, hablaba al tiempo que lo miraba con inocencia – Últimamente hay demasiadas muertes en los periódicos y me preocupa.

Me respondió sabiendo que ocultaba algo, malditos ojos; sonreí un poco, en lugar de desagradarme que hubiera visto en mi interior, me satisfacía el hecho de no tener que mentir, antes que hacerlo siempre era mejor guardar silencio, sino sería como todos.

-Hasta hace poco deseaba la venganza pero se equivoca, busco ahora algo más importante- dije, después con el tenedor me llevé a la boca un trozo de cordero el cual mastiqué bien, al pasarlo continué - ¿resentida?, quizá, no lo puedo asegurar; lo que sí puedo decirle señor Dougherty es que lo que usted me enseñe ayudara a mucha gente.

Era verdad, cada monstruo eliminado significaba al menos una muerte menos, por supuesto no lo hacía para beneficiar a nadie que no fuera Dios pero seguramente a una persona como él sí le interesarían las vidas salvadas.

Mis problemas no se parecían a los de mucha gente, tenía razón. Además de tener que atender lo familiar, poner en orden el hogar y para colmo preocuparme por no dar de que hablar a la alta sociedad, me desvelaba prácticamente todos los días leyendo sobre temas que en general me costaba entender; salir y darme cuenta a través de la practica era más peligroso pero al mismo tiempo más fructuoso.

-Digamos que de día soy una señorita refinada pero de noche no tanto – Hasta que terminé la frase me dí cuenta de que podía tener más de una interpretación que podría no llegar a gustarme – Quise decir que sí tengo bastantes problemas que resolver.

Continué comiendo con tranquilidad, los cambios de humor terminarían por matarme, no me gustaba sentirme tan inestable pero seguía sin poder evitarlo. Me sentía tan fuera de mi mundo, tan alejada de donde en verdad debería estar y a la vez era un pensamiento tan tonto.

-Si usted lo desea además de enseñarle puedo ayudarla a resolver esos problemas que le quitan el sueño.- Dijo con toda naturalidad; a mí no me gustaba pedir ayuda pero como la estaba ofreciendo tampoco me molestaba realmente que él me la diera; me atraía a él como un imán -. En china el grupo al que pertenezco cuidamos de las personas, pero no precisamente de los ladrones y criminales normales, de eso se encarga la policía.

No despegaba la vista de sus labios, mi mente insistía en que lo conocía; su compañía me era más familiar incluso que la de mi hermano-¿Me explico mi lady?- preguntó, despertándome de mis pensamientos.

-Perdón – respondí rápidamente para después analizar todo lo que había salido de esos bellos labios antes de que me quedara ensimismada. ¿Cómo no lo dijo antes?, ¿Acaso era lo que me imaginaba? Un recuerdo llegó a mi cabeza; los primeros días que pasé en Londres había conocido a Julia Laforeze y ella me había confundido con una cazadora de brujas - ¿Es un cazador de brujas o algo así?

Pregunté temiendo que soltara una carcajada escupiéndome el cordero encima, no lo hizo pero como tenía la boca llena se limito a hacerme una señal de que lo esperara, al menos en eso si estaba bien educado. Yo mientras me divertí picando con el tenedor el cordero, como estaba a término medio con cada pinchazo salía sangre, era placentero.

-Soy un cazador de seres obscuros; demonios, vampiros, wendigos, cambia formas, fantasmas etc.- Mientras lo escuchaba hablar seguí jugando con la comida, era mal educado de mi parte pero estaba nerviosa.

-¿Demonios?... ¿Wen qué? – Uno de mis pedazos de cordero salió volando de la mesa y cayó en una fuente cercana; esperaba que tuviera peces que se lo comieran de lo contrario me sentiría apenada cuando se dieran cuenta-. ¿Los demonios esos de la biblia?; ¿Es una broma?

Dudé un poco al principio y después me sentí muy culpable, estaba haciendo lo mismo que me hacían a mí cuando había hablado con una persona de un tema por el estilo; ¿Por qué ahora me era tan difícil creer en la existencia de algo que la fe que practicaba me obligaba?, reacción ilusa.

-Lo siento, me sorprendió, es todo- El mesero traía su siguiente platillo cuando ni siquiera llevaba yo la mitad del mío, me sentía lenta aunque en realidad él era el que comía demasiado rápido, Cuando se hubo retirado de nuevo, continué armando el rompecabezas que tenía en la cabeza – Entonces de eso lo escondieron en oriente…

Para llevar a un niño a un lugar con tantos monstruos seguro que lo estaban cuidando de algo todavía peor; en la comida siempre estaba prohibido hablar de cosas desagradables por lo que traté de volver a bromear – Y yo que me sentía especial.