Cántico de Sangre
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La Divina Comedia part II

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Mensaje por Kory Bouguereau Miér Abr 20, 2011 3:51 am

La infatigable carrera que me di sin rumbo, ni meta, me llevó hasta la frontera de Peterborough. Ícaro estaba reventado, podía oler la sangre de su esfuerzo sobreexplotado. Preveía una fuerte caída si continuábamos con ese ritmo, así que decidí parar, para asistir al caballo. Al segundo se desplomó asfixiado en una montaña de hojas ¿Moriría? Asustada corrí hacia un pantano cercano, y no paré hasta empapar sus heridas con las manos. Me habría venido bien algún recipiente ¿pero cómo iba a adivinar lo sucedido?
Pasaron las horas veloces. Mi lecho, el cuerpo desfallecido de un ser vivo inocente. Me quedé en las musarañas comprobando la manera en que respiraba, agitando la tierra a cada exhalación. Cuánto temí perderle, casi tanto como a Roldán. Definitivamente la pareja no estaba preparada para estos trotes. ¿Qué más tendría que pasar para darme cuenta?

No negaré que no pensé en Keiran, pero eran imágenes frenadas a conciencia. ¿Por qué iba a pensar en alguien que seguramente en este mismo instante…pasaba del tema? ¿Por qué? Me niego a sacar más conclusiones. Mi montaña de orgullo crecía y crecía, asentándose firmemente en sus cimientos. No le faltaba nada. Era toda una montaña-fortaleza. Los ciudadanos labraban sus tierras de cultivo, las mulas hacían girar la rueda del molino, los pastores esquilaban sus ovejas, los niños recogían moras silvestres, las gallinas cacareaban como locas. Era inmejorable. Todo a pequeña escala, claro. Y con la tontería me estaba distrayendo.
Antes de que saliese el sol até a Ícaro a un árbol octogenario. Y no me quedó otra más que enterrarme, sería la segunda vez que lo hiciera, no me gustaba mucho la sensación, pero no tenía opción, y yo misma me lo había buscado. Mientras me hacía el agujero recordaba la primera vez que hice compañía a un sinfín de bichos, un placer. Estúpidamente no recordé las normas que debía seguir, porque chistosamente me tocaba aprenderlas ¡y en mala hora! Me quemé como nadie, mientras escavaba una tierra humedecida por el temporal. La situación más desesperada en que me vi metida yo sola. Fue toda una experiencia, no se repetiría ¡no!


Poco tiempo después me dormí. ¿Afortunada de estar en contacto con la madre tierra? La respuesta es obvia. Me horrorizaba quedar inmovilizada, con el peligro en mi cabeza, porque se podía oler, sentir su fuego. Pero el día pasó sin más contratiempos.
Y salí de allí en el momento que tuve oportunidad. Ícaro no se había movido, me alegré de que fuera más fuerte que el nombre que portaba.
Volvimos a una velocidad moderada al castillo, mientras con calma me quitaba la tierra de las uñas, del pelo, de todo en general ¡menuda ruina! Que me despeinasen perdía importancia ya.
Fuimos por caminos solitarios ¿qué gracia le haría a alguien verme cubierta de tierra? Pues no lo sé, así que por si las moscas… no lo probemos, por el bien de todos.
Dejé el caballo en el establo, dándole ración doble por sus méritos. Se sentía tan vacía aquella cuadra…sin Roldán. Es imposible que vuelva a verle.


¿Y qué más? esquivé Roger todo lo a pude y más… Sus incansables interrogatorios. -¿Ahora la tierra va bien para el cutis?- hice que me reía cerrándole la puerta del baño en las narices. No le iba a contar nada, ésta vez no. Quedaba sellado bajo llave en algún lugar de mi mente.
Me bañé tranquilamente, soportando las caminatas del mayordomo. Me peiné echándome el cabello empapado hacia atrás. Y salí con un ligero vestido blanco, cubierto por una sinuosa bata. No pensaba salir, ni visitar a nadie, sólo quería descansar y perfeccionar el silencio.
Salí por la puerta de atrás, con unas tijeras de podar, buena falta le hacían a mis rosales una buena pasada, a tijerazo limpio. Y ahí estaba yo, podando los rosales ¡como si supiera! Como si no tuviese otra cosa que hacer.
–Señora…os vais a pinchar.- ¡y qué si me pincho! ¿Me dolería?
–Déjame sola.- le pedí enfurruñada cortando por error una rosa llena de esplendor. El anciano se marchó dubitativo.
Corté y corté, provocando un sonido claramente destacado entre el aleteo de los búhos.
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Mensaje por Keiran Cooke Miér Abr 20, 2011 5:57 pm

Era el espécimen más listo, que jamás creí conocer. Porque con el transcurso de los días, logramos entablar una profunda amistad. Nos entendíamos a las mil maravillas. ¿Quién me diría a mí, que tendría una relación semejante, con un caballo? Llegué a pensar que tenía complejo de persona, porque no actuaba como un animal.
-Es fácil - susurré frente a él, agarrándole con seguridad de las riendas, para que me mirase -Tú les despistas... y yo cojo la bolsa - ¿Asentía con la cabeza? Este caballo no era normal -Te dejo que te luzcas - sonreí, acariciándole con cariño. Sabía como conseguirlo. Era todo un experto y digno de admiración a mis ojos. Ni Ulises y su caballo de troya, ni Alejandro contra los persas, ni el mismísimo Aquiles. Ni siquiera mi héroe por excelencia. Este caballo tenía más cabeza que todos ellos, igual que un militar.
Llevábamos dos noches siguiendo a un par de gitanos. "Los culpables de mi fracaso". Porque se nos adelantaron, robando la reliquia que Tara me mandó conseguir. Pero se habían detenido a descansar en una explanada del bosque, ilusos, sin saber que los perseguíamos. Encendieron una hoguera cobijándose de la noche. Las maderas crujían, partiéndose por la fuerza del fuego y aún olía a conejo recién hecho. Recostados sobre la hierva, mantenían los ojos cerrados. Uno de ellos, con la bolsa que contenía el tesoro, utilizada a modo de almohada. Strategos y yo los mirábamos desde la espesura, esperando el momento para poner el plan en marcha. Me tomé el lujo de ponerle yo mismo un nombre, apropiado para él -Estate quieto - le regañé, chistándole para que tomase silencio. Ya se estaba poniendo nervioso. Sería necio no reconocer, que era emocionante verse en tales saraos.
A continuación le di unos toques en el morro, para que hiciese su aparición estelar. ¡Y le faltó tiempo! Tras unos trotes poco perceptibles, salió corriendo hacia los ladrones, saltando por encima de la hoguera y volviéndose literalmente loco. Las sobras de conejo, salieron disparadas por una coz, al igual que los gitanos, que se levantaron desconcertados por el escándalo que estaba organizando el animal a su alrededor. Y todo en un periquete.
Intentaron calmarle -Mala idea... - pero el caballo hizo caso omiso, tirando al gitano al suelo. El otro sacó un cuchillo, pretendiendo apartarle, amenazándole con la punta oxidada. Pero Strategos le cogió por la chaqueta con los dientes y sacudió con fuerza la cabeza para lanzarle lejos. "Ahora era mi momento". Salí corriendo de los arbustos, con la misma vivacidad que el caballo y agarré la bolsa con rapidez -Buen trabajo - exclamé entre risas, subiéndome sobre él, para marcharnos.

Pero ese suceso tuvo lugar hace semanas. Y ahora me encontraba frente a las puertas de Lancaster, con una nota en la mano y las riendas de Strategos en la otra. Me sentía indeciso, sin saber qué hacer. Y no sólo porque la última vez que viese a Kory, las cosas no terminasen bien. Además de que, no sabía como se iba a tomar, que me hubiese agenciado su caballo, durante todo este tiempo. Ya no era sólo eso. Es que, en realidad, me encariñé de Strategos -Bueno, amigo... hasta aquí hemos llegado - pude ver tristeza en sus ojos. "Con lo mal que nos llevábamos en un principio, quien lo iba a decir..." Me dio un vuelco al corazón cuando miré de nuevo las ventanas del castillo, preguntándome qué estaría haciendo Kory. También me pregunté si llegó a emprender la búsqueda. Y si fue así, durante cuánto tiempo. Porque empecé a sentirme horrible, sólo de pensar tal desesperación, teniendo yo el caballo y sin devolvérselo ¿Rodaría mi cabeza? -Mejor por la puerta de atrás - le dije, bordeando el perímetro de su casa. Dejaría a Strategos atado a la verja y la nota junto a él. Mi caligrafía no era muy buena, pero se entendía el mensaje:
"Tengo tu caballo. Está sano y salvo. Keiran"

-Dios mio... - parecía una nota de secuestro. "Mejor guardarse la nota y dejar sólo al caballo". Intenté no echar ojeadas a su casa. "Así sería menos duro". Pero un sonido metálico, proveniente del jardín, me impidió tal cosa. Boquiabierto y sosteniéndome de la verja, la observé podar las flores. Al principio no lo noté. Pero el sonido de la tijera empezó a cobrar un nuevo sentido. "Como cortaba los tallos de las flores, con ese peculiar sonido, igualito que el de una guillotina que no cesa de rebanar cabezas".
Ya era hora de afrontar mis problemas y dejarme de tantas tonterías. Estaba decidido. "Aunque, por lo general, Strategos se adelanta". Debió ver a su dueña, idiota de mí que pensé que me apreciaba más. Y no paró de relinchar -intentos de calmarle, olvídate, no hay remedio- golpeándose contra la verja -¡Estate quieto! - grité a pesar de intentar susurrárselo. Pero ya era inútil. Puede que el caballo sólo estuviese dándome un empujoncito y así solucionar las cosas con Kory
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Mensaje por Kory Bouguereau Jue Abr 21, 2011 3:14 am

Fue una autentica masacre ¿De qué me sirvió tener ojos? Un ciego lo habría hecho mejor. Luego crecerá con más fuerza… Me consolaba. El suelo parecía una alfombra de ramas y rosas ¿Qué se suponía que tenía que hacer con todo eso? ¿Quemarlo? –No pienso hacer nada.- mascullé con desinterés, cambiando de objetivo. Tiritaban al verme, lo sé.
Se me acusaría de crimen organizado ¡pero no podía parar! Mientras, los gatos trepaban por las enredaderas, escabulléndose por las ventanas abiertas, yo no sé a qué se debía tanto alboroto. Se me había metido en la cabeza que todos se habían vuelto en mi contra. ¿Y cómo canalizaba ese sentimiento de frustración? Destrozando todo a mí paso. De haberme acercado al laberinto sólo habría quedado en pie… la entrada.
Y en la lejanía escuché unos ruidos, no sabía exactamente lo que era, pero logró que dejase mi labor. También escuché un grito que no supe descifrar. No estaba demasiado avispada esa noche.

Me anudé la bata girándome. Sorprendida quedé a ver a Roldán tan afectivo al otro lado de la valla, tanto que se me cayó lo que tenía en las manos, y mejor ahora que lo pienso.

-¡Roldán!- Mi caballito, más azabache que nunca. Rápidamente me acerqué para poder creérmelo del todo. Parecía sano, un poco despeinado eso sí ¿Había venido sólo hasta aquí? Los milagros a veces se dan...
Le besé entre los ojos, levantándole el flequillo, buscando las riendas con la otra mano, y lo que me dejó en suspense fue que toqué algo caliente, alguien las tenía cogidas. Aparté la mano al ver quién era.
-¿Keiran?- ¿podía ser menos cierto? No supe qué decir, ni qué hacer, como otras muchas veces. Es incomodo verse en una de éstas. –Hola…- Atiné a decir. No fue lo mejor que se me ocurrió, pero me había quedado en blanco. –Diste…con él.- aprecié acariciándole las puntiagudas orejas, menudo granuja la de sustos que me pega.
–Gracias.- oculté una imperceptible sonrisa de agradecimiento con una correcta inclinación de cabeza. A pesar de todo me lo había traído, aunque no tuviera porqué hacerlo. No supe qué había pasado en estos días, pero se les veía extrañamente unidos. Y supuestamente ahora tenía que agradecerle el gesto que había tenido con otro favor, y aunque me costase.
–Puedes pedirme lo que quieras…- Murmuré sin mirarle, tomando las riendas, comenzando a caminar en dirección al establo. Al llegar, Ícaro se puso la mar de contento al ver al "desaparecido". Ya estaba mucho mejor le había vendado los cascos no hacía mucho. Rellené el comedero de heno, eso sí lo sabía hacer, aunque me dejase gran parte por el camino. Al terminar cogí el peine para hacer algo productivo y así dejar de comerme la cabeza con suposiciones sin fundamento.
Empecé a deshacerle los nudos con cuidado y esmero de no arrancárselo todo de un tirón.
Ya estábamos todos en casa.
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Mensaje por Keiran Cooke Sáb Abr 23, 2011 6:49 pm

Agarré con fuerza la cuerda, como si la idea de desprenderme de él, fuese imposible. -¡Roldán!- escuché a Kory, vociferar alegremente. En penumbra e influenciado por el silencio asolado que me rodeaba, me quedé quieto hasta que el caballo empezó a recibir todas aquellas muestras de cariño, que entonces fue cuando dibujé la sonrisa más idiota, hasta el momento. Y noté unas manos frías como témpanos de hielo rozándome. Ya era hora de soltar a Strategos ¿Por qué le llamaría Roldan? "Ese caballo nació para forjar imperios" -¿Keiran?- alcé las cejas con cara de gilipollas. ¿Qué se hacía en estos casos? Elliot siempre me dijo que: "Has de comportarte como todo un señor" pero siempre tubo una idea equivocada respecto a lo que significaba ser un caballero: "Fríamente. Todo te va de maravilla. Que no sepa que la has echado de menos. Puedes permitirte cierto aire misterioso" -¿Kory? - murmuré con extrañeza. Igual que si nos acabásemos de encontrar por casualidad. Es terrible fingir y que se note a leguas que estás mintiendo, "Keiran, estás en su casa..." –Hola…- consiguió decir tras la larga espera. La emoción que mostró al ver a Strategos, quedaba a ochocientas millas de distancia de la que sintió al verme a mí, en comparación. -Hola - repetí con seriedad, bajo un extraño soniquete de indiferencia, malamente representado. "No me pegaba nada" –Diste…con él.- supe que empezaba a ponerme nervioso la situación, porque mis manos no dejaban de juguetear con la correa -Sí - respondí aceleradamente, al encontrar la palabra –Gracias.- Miré a mi alrededor, al mismo tiempo que intentaba desliarme el nudo, atado a una de mis muñecas. "Eso por no estarte quieto" –Puedes pedirme lo que quieras…- "Que manía tiene todo el mundo de querer recompensarlo todo. Y lo dice todo un recompensas" Nunca logré entenderlo. Por otro lado, ¿Los consejos de Elliot estaban surtiendo efecto? Al parecer mi nuevo destino era el establo. A la cabeza Kory, siguiéndola de cerca Strategos. Yo amarrado a este, igual que dos gemelos unidos al nacer. Y el nudo inquebrantable. Recordé llevar una navaja en la bolsa, a esperanzas de que la hoja fuese suficientemente afilada, como para cortarla. Suerte que conseguí liberarme a tiempo. Porque Kory tomó las riendas rápidamente y yo con la gota gorda, sudando por culpa de mi torpeza.

Allí encontré al otro caballo, activo por el nuevo acontecimiento. Y me quedé en una esquina, mientras Kory le daba de comer y arreglaba un poco su aspecto, a pesar de estar en buenas condiciones, pues el caballo vivía conmigo, igual que un rey. "Supongo que hay gente más exigente." -¿Y...? - metí la mano en la bolsa de heno ¿Qué estás haciendo? -¿Cómo te va? - como tenía la mano empapada de sudor por la fuerza de la correa, se me quedó toda la comida pegada, al sacarla a la superficie -A mí... me va todo de fábula - murmuré sacudiendo la mano de un lado a otro, para quitarme los restos -Y tu caballo ha resultado ser una buena compañía - "Eso es patético, Keiran" Algo así me habría dicho Elliot "¡Di que has estado con otra mujer!" -Le encontré en un pueblo perdido de... - ¿De dónde, Keiran? "No sabes mentir" -del sur de... - limpié mi mano, discretamente en la pared, dejándola exenta y pura por fin -del sur - "Para qué vamos a especificar más."
La distancia entre nosotros era inmensa. Sólo me encontraba incómodo por el hecho de estar comportándome de una manera, que se alejaba totalmente de mí. Nunca he tenido aires de misterio. Tampoco deseaba esta situación. Y todo por seguir los consejos de mi compañero de cuarto ¿Por qué siempre termino haciéndole caso? Un hombre al que aborrecen las mujeres, amante de los burdeles. Siempre se las arregla para terminar con la mandíbula colorada a base de tortazos. Incluso tiene que pagar para disfrutar de una noche de ensueño. Y no es que sea poco agraciado. ¡Es que es idiota! ¿Y ahora me comportaba como él?
Dejarse de misticismos y frialdades que en realidad no sentía, era lo más correcto. Debí hacer desde un principio lo que hice entonces. Pues aceleré el paso con decisión, acortando las distancias entre nosotros para besarla con ímpetu. Imposible que se escapase, con mis manos tomándola por el rostro. El sonido de aquel beso, inundó el establo tras separarme de ella. Y me quedé a expensas, observando su reacción ¿Y qué hice en realidad, salvo confundirla más?

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Mensaje por Kory Bouguereau Dom Abr 24, 2011 9:49 pm

A veces peinaba demasiado a los animales, lo reconozco, solo me daba cuenta cuando escuchaba a Roger exclamar algo así como: “¡Pero si es macho!”. Menuda problemática sexista, pensaba yo al terminar de ponerle el último lazo en su cola trenzada. En mi defensa diré que así se manchan mucho menos, y después era un primor verles con el pelo ondulado. “Se necesita ‘gusto’ para entenderlo”, le reprochaba petulante siempre que podía, porque ¡me acusaba de mariconear a los caballos! Por ahí no paso.

-¿Y...? – levanté la vista un instante aún sin llegar a mirarle. -¿Cómo te va? – ¿Cómo me va? Si le fuese a importar… Los hombres siempre tan ocurrentes. ¿Qué se pensaba que iba a responderle? -A mí... me va todo de fábula. – Bien…bien… Pero ¿por qué me molestó tanto? Qué impotencia. Antes tendría que haber saltado de júbilo fingiendo estar infinitamente mejor que él. No quedará por encima, pensaba irascible. Fue deprimente, pero lo peor que me podría pasar era que se me notara. Y además para qué había venido a parte de para devolverme el caballo ¿para restregarme por la cara lo “genial” que le iba? Sí…seguro que era eso.
Apreté los dientes, cepillando una y otra vez la misma parte, aunque fuese innecesario. Sabía que tenía que comportarme, odiaba tener que hacerlo siempre, pero así tenía que ser. Respiré pesadamente controlando mis nervios.
-Y tu caballo ha resultado ser una buena compañía – Cuánto me alegro… -Le encontré en un pueblo perdido de... – Cepillaba y cepillaba con los ojos metamorfoseados en llamas. -del sur de... – ¿por qué titubeaba tanto? ¿Me estaba engañando? Sí…seguro que era eso. -del sur. – Descaradamente además. Sí, estaba un poco susceptible, pero es que sus palabras no me hicieron ningún bien. No pretendía que me entendiese, eso es imposible, está visto. Y estuve a punto de dejarlo todo sin decir nada, respondiéndole solo con una teatralizada indiferencia. La misma, o incluso mayor de la que él estaba mostrando.
El orgullo me corroe. Le miré con frialdad, cuando comenzó a acercarse… ¿al caballo? “¡Encima!”, luego se convirtió en temor cuando supe que iba hacia mí. ¿Qué hacía, qué quería ahora? No me dio tiempo a responderme cuando me acorraló entre sus manos, para besarme brutalmente. No dejé de mirarle ¿Estaba loco ya? Se separó antes de que me decidiese a apartarle de un empujón, pero igualmente le obligué a replegarse. Se tomó la libertad, como si fuera…una cualquiera.

¿Por qué me miraba así? ¿A qué esperaba? Tuve ganas de golpearle, aunque eso hubiese significado reventarle. Pero, contradictoriamente, también tenía ganas de besarle, de besarle hasta el agotamiento. “Hay que ser…hay que ser…” No me salía la palabra.
–Atrevido.- Murmuré señalándole amenazante. ¿De qué iba todo esto? Podría haber proyectado el peine que apretaba en las manos a cualquier parte de su cuerpo, pero salió disparado a escasos centímetros de Keiran, rebotando contra el suelo. Muy en el fondo, donde mantenía la cordura no quería herirle. ¡Pero él lo estaba haciendo conmigo! Conscientemente o no.
-¿¡Qué significa!?-
prorrumpí alto y claro, con intención de mitigar mi enfado. – ¿Te divierte...?- menuda pregunta... Le di la espalda, necesitaba aire, no me gustaba verme atrapada. Me pasé las manos por la cara con fatiga caminando hacia la salida.
-Me da que pensar tu “Don” para estropearlo todo...- Me apoyé en el arco de entrada del establo con los brazos cruzados. –De verdad que no sé…por qué me haces esto.- observé con pesadumbre como la luna se ocultaba tras unas nubes. -¿Qué quieres conseguir?... ¿Que olvide? – Tal vez era lo que quería… o quizá era una explicación más simple que no conseguía descifrar o no quería creer, pero piensa mal y acertarás ¿no?
–Keiran…yo…-
me apreté el cerebro buscando lo que realmente sentía. – no quería que esto pasase…- no mentía. -¿Tan imposible es estar bien contigo…- me giré por la necesidad de verle una vez más.-entre nosotros?
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Mensaje por Keiran Cooke Jue Abr 28, 2011 4:31 am

No estaba complacida y no hacía falta ser un lumbreras para adivinarlo. Aún tenía ese sabor en los labios, recordándome la placidez de su boca. Traté de no lamérmelos, pero fue imposible. Nunca me he comportado de manera tan necia, aún siendo un hombre estúpido por naturaleza. Las cosas no iban bien.
Me apartó, yo aún sin saber lo que me deparaba. –Atrevido.- expresó fulminándome con el peine. "Yo habría dicho patético, pero Kory es demasiado generosa". En lo que tardó mi pestañeo, alzando las manos para que se calmase, tiró con brutalidad el objeto contra el suelo "¿Eso iba para mí?" pegué un salto echando un paso atrás. Ahora no mantenía las manos en alto con la intención de serenarla. Más bien porque, temí que me golpeara. Y los vampiros tienen más fuerza que los humanos. "Que nadie me pregunte por qué" -¿¡Qué significa!?- ¿Qué decir? "No se. Pero di algo. Ya" – ¿Te divierte...?- No supe a qué se refería. "Hice tantas cosas que..." ¿Cómo se dice cuando los acontecimientos no paran de hacerte trizas? "Tener una mala racha" contesté enseguida, asintiendo con la cabeza y con razón. Se me escapó de las manos, deslizándose para abandonarme.
Creí que me dejaba en el establo con los caballos como única compañía, pero se detuvo justo en la puerta. Yo me agaché para recoger el peine. Y estúpidamente, repase el pelaje del caballo, sin ganas, pensando en una respuesta lo suficientemente buena, como para conseguir su perdón. Pero la pedí tantas veces perdón... Y el tiempo se agotaba. -Me da que pensar tu “Don” para estropearlo todo...- "soy todo un afortunado en cuanto al reparto de facultades" me detuve, mirando el objeto con extrañeza –De verdad que no sé…por qué me haces esto.- "Yo tampoco..." Hice trizas el peine, apretando con fuerza, apresándolo con la totalidad de la mano y nostálgico, contemplé a la vampira. Me estuvo dando la espalda durante todo ese tiempo. El único que parecía mirarme era Strategos -¿Qué quieres conseguir?... ¿Que olvide? – "por favor... no más" -Kory...
–Keiran…yo…- cerré los ojos con fuerza apoyando la mano sobre el animal. ¿Estaba hundiéndome? Tan pronto me planteé la pregunta, dejé al caballo atrás para... "Qué vas a hacer..." – no quería que esto pasase…- "Esto iba a pasar quisieras o no". -¿Tan imposible es estar bien contigo…- pude verla el rostro. Giró para mirarme, aún con la desesperación en los ojos o en las sienes, de tanto apretarlas contra los dedos. No lo supe, pero lo que dijo consiguió calarme profundamente. Los huesos de mi cuerpo cobraron peso y mis deseos por tirarme al suelo, se hicieron más grandes. "¿Tan imposible soy?" Porque si sólo causé su dolor, lo mejor sería no volver a verla. -entre nosotros? - en realidad fui siempre así, con todo el mundo.

Y allí estaba ella, esperando a que dijese algo inteligente. "Pero soy más simple que un chupete". Puede que sea el gran problema. -Siento haberte hecho tan desdichada - la arruga de mi ceño se manifestó dolorosa. Creí absurdo explicarle lo de Elliot. No iba a creerme y era un grano de tantos que formaban la montaña que... lo di por imposible. Ya basta de llamarme idiota, basta de lamentarme, de pensar en qué pude haber hecho y en lo que hice. "Ya basta" -Al final no serás mi padre. Ni mi madre. Ni mi hermana. Ni siquiera una amiga. Sólo un recuerdo de lo que pudo haber sido - "Y el lamento. El maldito lamento" Ella, con todo su buen hacer, quiso ser todo y más. Yo vilmente, se lo agradecí con la deshonra "Bravo, Keiran... Bravo."
Empecé a notar humedad en los lagrimales. Antes lloraba con regularidad. Pero hacía décadas, que no me ocurría. No estaba escondiéndome en ningún lavabo, ni lamentándome de mi aspecto monstruoso, ni matando las horas en soledad, bajo el techo de un mugriento cobertizo. Este era, otro tipo de congoja. En silencio, contuve la ansiedad, apretándome el pecho con fuerza, casi rompiéndome la camisa -Pero estate tranquila. Me perseguirá el resto de mis días - a mis pies, observé lo que quedaba del peine.

-Todo lo que pensaste de mí... - imaginé por unos instantes su decepción ¿Cuánto daño causado? -es obvio que mi valor no es incalculable - recordé sus halagos -No valgo nada, Kory... Soy sólo un hombre, que no ha sido capaz de retener el tesoro, que con tanta fervor anheló y que con tan poca cabeza, ha perdido - "Para que nos vamos a engañar" Respiré con fuerza. Mi corazón latía por triplicado, cuando me acerqué a ella. Quizás no debí. Pero ya era tarde. Agarré su delicada mano, sólo en aspecto, pues fuerte, igual que un roble, su silueta me inspiró respeto y como un cachorro, restregué mi mejilla contra la palma. "No está demás, ser patético por última vez" -Siento haberte hecho perder el tiempo - solté su mano -¿Cómo es esa expresión? - me mordí la lengua sin apartar la mirada del arco. Como si pudiese encontrarla escrita en el borde de la entrada -Hacer castillos en el aire - imposible si mis métodos son tan ineficaces -Se dice así ¿no? - la miré. Tenía tantas cosas en la cabeza, que no supe como terminar. Tampoco si lo que decía tenía algún sentido, mientras el silencio nos engullía.
Posiblemente fuese la última vez que la tuviese tan cerca. Así que repetí de nuevo aquel gesto que tanto la molesto. Apresé su rostro, su piel igual que la porcelana, y acaricié sus labios, con la punta de los míos. Tenerla por siempre fue una idea descabellada -Puedes odiarme - susurré perdido -Pero no será por falta de cariño - la besé tiernamente, como única despedida. Me costó lo suyo separarme de ella y cruzar la puerta del establo. El cuerpo cargado de quintales y no era capaz de levantar la cabeza.

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Mensaje por Kory Bouguereau Jue Abr 28, 2011 10:53 pm

No fue agradable, para ninguno de los dos. Y aún así, solo deseaba que por una vez los astros se alinearan a nuestro favor, pero siempre pequé de abarcar demasiado, y al parecer ahora me tocaba pagarlo por demás. -Siento haberte hecho tan desdichada – Me arrepentí de haber sido tan visceral con él. No debí dejar que pasase, no se lo merecía. Pero ¿cómo iba a imaginar que sus palabras desembocarían en un destrozo irreparable? -Al final no serás mi padre. Ni mi madre. Ni mi hermana.- Pequeños alfileres que me iban atravesando el pecho.- Ni siquiera una amiga. Sólo un recuerdo de lo que pudo haber sido. – La estacada final. Cedí a la pena. Que no se manifestase en lágrimas no significaba que no doliese desgarradoramente. Fue cruel…más de lo que habría deseado. No, no estaba conforme con lo decía. Tener que hacerme a la idea de no volverle a ver, me estaba volviendo loca, no lo soportaba, ni lo soportaría porque mi cabeza simplemente se veía incapaz de procesarlo. La seguridad de la pared ayudó un poco, “sostenme… porque por mi sola no puedo”. Cerré los ojos, atormentada. Las palabras razonables me abandonaron. Finalmente había conseguido ahogarme. -Pero estate tranquila.- Abrí los ojos para mirarle.- Me perseguirá el resto de mis días – No… Negué y renegué, en contienda con mis emociones más exaltadas. ¿Cuándo se daría por satisfecho? Estaba acabando conmigo como nunca pensé que haría. No podía ser verdad. Merecidos o no, eran demasiados varapalos… Y se me encogió el alma, al ver lo que quedaba del peine, ni si quiera supe cuándo quedó reducido a nada, pero tampoco supe cómo habíamos llegado a esto ¿Lo había olvidado? Muy probablemente. Los enfados van y vienen, y a veces se llevan consigo algo mucho mayor, cuando ya no hay marcha atrás.

-Todo lo que pensaste de mí... – ¿Pensaba que había cambiado radicalmente mi percepción de él? -es obvio que mi valor no es incalculable – Le dije algo parecido tiempo atrás. Y quizá me equivoqué en el sentido que quise darle a mis palabras, pero no me dio tiempo a rectificar. -No valgo nada, Kory...- ¿Cómo demostrarle que se equivocaba? Si hubiese tenido al menos una oportunidad…- Soy sólo un hombre, que no ha sido capaz de retener el tesoro, que con tanto fervor anheló y que con tan poca cabeza, ha perdido. – ¿Se estaba refiriendo a mí? Debía ser, otras muchas veces, me definió como tal, a mi no me molestaba, pero ésta vez fue distinto, porque como sospechaba me sobrevaloró hasta límites imposibles, haciéndome sentir mal. Y para más desdichas había dado por hecho el haberme perdido. Suspiré deshecha cuando pensé que mi cabeza se estaba saldando lo ocurrido con dolorosas fantasías. Porque era inimaginable pensarle junto a mí. Pero ahí estaba, acompañado por un corazón que chocaba inagotable, a diferencia del mío, que yacía pisoteado. De haber sido una fantasía me habría abrazado con todas sus fuerzas, pero en cambio su mano asió la mía. Llevándosela a la mejilla, y le acaricié aún cuando me soltó. Necesitaba tanto su calor. Solo se derrumbó cuando le escuché decir... -Siento haberte hecho perder el tiempo. – Ya no supe calcular el daño que me estaba haciendo, pero esa noche parecía no tener límites límites. -¿Cómo es esa expresión? – Yo ya no sabía nada. -Hacer castillos en el aire – Inmejorable. De los muchos caminos que se podían tomar para terminar lo que fuera que te uniera a la otra persona, Keiran, había escogido el peor de todos. No supe explicarme el porqué. -Se dice así ¿no? – Entonces eso es lo que habíamos hecho ¿verdad? Esquivé su mirada, pues eso sí que me había decepcionado. Y de ser cierto lo que había dicho ¿qué problema había? Yo era feliz pensando así, inocente o no, lo asumía.

Aguantó mi rostro entre sus manos, imaginé que para rematarme, y no iba mal encaminada. Le miré sin rastro de esperanza. Noté tan solo la caricia de unos labios que habían sido los culpables de que ahora no pudiese salir del agujero. -Puedes odiarme – Nunca… -Pero no será por falta de cariño. – ¿Existía el cielo? Algo semejante. Lo que de verdad conocí fue el daño tan bestial que suponía desprenderse de él. Le besé impotente, muriéndome de angustia. Quédate conmigo…quédate. Le rogaba en silencio perdiéndome entre la tormenta que no me dejaba ver. No podía avanzar... Se separó, de nada sirvieron mis intentos por hacerle cambiar de idea. No salgas… no te atrevas a dar un paso más. Perose marchó, para no volver… No podía creérmelo. Incluso podía escuchar sus pisadas, pero el orgullo no había dicho la última palabra.

Con la energía proveniente de mi propia desesperación salí del establo, mis pasos se quebraron, cuando le vi. -¡Una vez me prometiste que…- la garganta me ardía.- no me faltaría de nada!- Grité al hombre que tanto me había dado y que ahora se alejaba. Me temblaba el cuerpo, al igual que mi voz. -¡Pero ahora… me faltas tú, Keiran!- Que era lo único que quería en ese momento, pero ¿cuánto valían sus promesas ahora? No hay consuelo…- murmuré mirando al infinito, mientras se me saltaban las lágrimas. Ahora sí que me había hecho desdichada, me había destrozado él solito. -¿Lo que me tiene que quedar de ti…es un recuerdo? ¡Dalo por hecho!- ¡Dios! ¿No me podía consumirme más el estúpido rencor? -¡No!- rectifiqué, encaminándome hacia él, desamparada. – ¡Estoy harta de las despedidas!- ahora soné enfadada.- Ojalá pudiera odiarte, para que fuera menos duro ver cómo te vas, pero no puedo ser tan egoísta…no puedo…- me pasé las manos por las mejillas aunque éstas volvieron a cubrirse de sangre, parecía una fuente. -¿Crees que iría tras alguien que para mí no significa nada? ¡Te has equivocado, una y otra vez!- No quería tener que soportar ese peso, hasta no estar segura de que de verdad estaba convencido. –No, no has podido perderme, porque a pesar de lo que me hayas dicho o hecho, aún te pertenezco.- le agarré al fin de la mano con firmeza. Habría querido verle, pero me conforme con tocarle. –Tú eres la razón de mi ilusión…- Así era…- Es devoción lo que siento por ti, Keiran. – No ha habido en el mundo sonrisa más triste que la que dibujé en aquel momento. –Tú, con tus pros y tus contras, lo significas todo para mí.- el aire había dado de sí. Mis dedos se deslizaron por su mano hasta soltarse. –Si alguna vez te importé algo sabrás lo que hacer. Pero si ya lo tienes decido, no me queda más que decir…- Ahora sí podía irse. Di unos pasos hacia atrás, no quería verle marchar de nuevo, pero me preparé ocultando el rostro entre mis manos.
Kory Bouguereau
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Mensaje por Keiran Cooke Lun Mayo 02, 2011 8:33 pm

Ahora era un hombre sin rumbo, perdido en la inmensidad de un océano ¿Dónde soltar amarras? El timón se encasquetó y las rocas se acercaron a un ritmo vertiginoso. Un preludio mortuorio y yo en aquel barco paupérrimo, con todo y sin nada. Mi única piel me acompañaba, cubierta de heridas, de tanto esforzarme por sobrevivir. Y todo sin obtener una sola recompensa, pues colisioné fatalmente, hundiéndome en la oscuridad ¿Era mi impresión o cada vez caminaba más despacio? Si seguía así, terminaría deteniéndome. ¿Conseguiría librarme de aquella horrible sensación, a base de palos? El dolor siempre fue un sedante para mí. Canalizar la rabia que sentía contra un pared. O mejor aún, un árbol. Igualito que el que molí a patadas de niño, antaño.
Apreté con fuerza los puños y los clavé en mi frente, mirando al cielo. Conté infinidad de estrellas, que bien podían configurar un nuevo mapa. Pero era desolador saber, que ninguno me conduciría de nuevo a ella -¡Una vez me prometiste que…- perdí el equilibrio, cuando me detuve en seco - no me faltaría de nada!- a veces hay que tener cuidado cuando andas por encima de hielo. Parece sólido. Pero en cualquier momento puede resquebrajarse. Y en ese instante temblé de cangelo ¿Existían sensaciónes más desagradables? ¿Por qué me recordó aquello? Creí que mi don la infundía apatía, hasta el punto de olvidarlo todo -¡Pero ahora… me faltas tú, Keiran!- "Por favor, te ruego que pares..." –No hay consuelo…- y era inútil buscarlo. Estaba claro que no nos entendíamos. Puede que concibiésemos los sentimientos de forma distinta. Mi experiencia sólo me dejó jirones en la ropa y advierto que no tengo idea de coser. Además de que el amor se entiende de un millar de maneras posibles. Las discusiones me parecían ridículas ¿No podíamos amarnos y ya está, sin meternos en más asuntos, salvo los que emanan de un abrazo? "No, Keiran... no es tan sencillo" Si era inconsolable, me pareció ridículo que buscase solventar dicha aflicción con mi ayuda, pues entendí tarde, que no era el hombre correcto para socorrerla -¿Lo que me tiene que quedar de ti…es un recuerdo? ¡Dalo por hecho!- sorprendente que no le costase esfuerzo, tras todo lo dicho ¿Terminó conmigo entonces? ¿Era eso? ¿Necesitaba su turno para quedarse tranquila? ¿Despachada? Era hora de irme pues -¡No!- me detuve confuso, mirándola de perfil. Cara a cara no era capaz... y no me dio tiempo a reaccionar. Tuve la incógnita, dibujada en el semblante, cuando se plantó detrás de mí, a escasos centímetros. Estaba tan cerca que casi podía tocarla. Sólo tenía que darme la vuelta y ya está. Pero no me atreví. – ¡Estoy harta de las despedidas!- "Nunca fueron plato de gusto." miré de frente, sin poder mover el cuerpo. Cada vez que hablaba, mis manos se engarrotaban - Ojalá pudiera odiarte, para que fuera menos duro ver cómo te vas, pero no puedo ser tan egoísta…no puedo…- ¿Cuántas veces lloró por mi culpa? Incontables, igual que las lágrimas desparramándose por sus mejillas. No quise imaginarlas, rezando para que sólo fuese su voz la que se quebrara -Por favor... para - la ordené desesperado. Mi voz se perdió -¿Crees que iría tras alguien que para mí no significa nada? - "¡¿Pero ella dijo que...?!" -¡Te has equivocado, una y otra vez!- era una de las muchas cosas que intentaba solucionar, pero Kory no ponía mucho de su parte –No, no has podido perderme, porque a pesar de lo que me hayas dicho o hecho, aún te pertenezco.- No era merecedor de nada y me negué a ello. Pero cogió mi mano –Tú eres la razón de mi ilusión…- "sólo te he desilusionado" - Es devoción lo que siento por ti, Keiran. – no lograba ordenarme. Primero me echaba las cosas en cara, luego me echaba de menos y luego renegaba de mí, para echarme de menos otra vez. Nunca pensé que fuese indecisa, pero tampoco una orgullosa. Si así era, nunca tubo esa clase de comportamientos delante mía. O puede que sea demasiado estúpido y aún no me haya dado cuenta ¿O era incapaz de reconocer que Kory fuera imperfecta? –Tú, con tus pros y tus contras, lo significas todo para mí.- soltó mi mano, dejándola tibia, igual que cuando te destemplas al coger una pulmonía. –Si alguna vez te importé algo sabrás lo que hacer. Pero si ya lo tienes decido, no me queda más que decir…- me quedé callado durante unos instantes. Y sólo entonces, supe cual era el problema. No consistía en si yo era un idiota o no. Era mucho más sencillo.

Me di la vuelta, tras un largo periodo de espera, topándome con ella. Pesaroso, me acerqué para apartar las manos que cubrían su rostro, "aún temiéndome lo que escondían", y limpié sus mejillas con ayuda de mis pulgares, destrozado por ser de nuevo el responsable -A veces prometemos cosas que se nos escapan de las manos, Kory. - murmuré mirándome las manos llenas de sangre -Y no porque mintamos. Es porque no podemos - "Y cometemos errores... y cuando nos damos cuenta, es demasiado tarde para solventarlos." Me limpié en los pantalones para que, al tomarla por los hombros, no manchase su vestido -Te pido perdón por todo, estúpidamente, pues a estas alturas, el perdón pierde sentido cada vez que lo pronuncio - no supe cuanto aguantaría manteniendo la calma. Siempre fui bueno afrontando situaciones difíciles. Pero es complicado mantener la mente fría, cuando sólo notas fuego, corriendo por cada poro -Mírame Kory... - acaricié su mejilla. En realidad la pedí que mirase más allá -¿Esto es lo que quieres? - pregunté frustrado -¡Soy un completo desastre!- casi reí -No necesitas un niño - deslicé los dedos hasta su barbilla, con la mirada perdida en sus labios -Lo que necesitas es un hombre - tenía que entenderlo -No hay más verdad que esa... - solté a la joven con pereza. No quise, pero yo también debía comprenderlo -¿Crees que es fácil para mí? - era una pregunta retórica que acompañé con la mirada inquieta -¡Sudo sangre, cada vez que doy un paso, acercándome a esa puerta...! - señalé con ansiedad la salida, atormentado al ser consciente de su existencia. Ella lloraba lágrimas de sangre. Yo me desangraba por los puños, en cada golpe. Y cada vez más fuerte, hasta sudar la camiseta, con el cuerpo hecho trizas -...y alejándome de ti - callé con los ojos cerrados, tras mencionar en voz alta, mi mayor temor -Quizás sea yo el egoísta - o puede que me estuviese equivocando de nuevo, como ella dijo, y mi comportamiento fuera peor que el de un crío. Sí ¿Por qué no? "Sólo te justificas para no marcharte..."
Esperé alguna respuesta o simplemente no era capaz de seguir. Cómo saberlo, cuando mi cuerpo no me ayuda en nada. Pues la tomé por la cintura, como si no fuese capaz de resistirme a hacerlo, regañándome a mí mismo -¿Debería quedarme para que tu no sufras y cuando te canses de mi, entonces marcharme? - apoyé mi frente contra ella, abrazándola con fuerza y sopesando así, esa nueva posibilidad -Porque esa despedida no te dolería y sería yo el único que terminase molido, a cabezazos contra las puertas - no supe si estaba haciendo un mundo de un grano de arena, pero... -Dime algo... - mi cabeza ya negaba en silencio, adelantándose a mi boca y respondiendo a su pregunta -Porque yo no se qué hacer... - estaba tan confuso, que se me olvidó respirar. Me di cuenta cuando me quedé sin aire. "Y al tomar la bocanada y oler sus cabellos, rompiéndome en mil añicos, igual que la capa de hielo."
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