"La divina comedia"
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Cántico de Sangre :: ITALIA, INGLATERRA Y FRANCIA :: RESIDENCIAS :: INGLATERRA :: LONDRES: Castillo de Lancaster
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"La divina comedia"
Todo empezó una noche de verano. Yo me hallaba de lo más inquieto frente a las puertas del Castillo de Lancaster. Desde la pasada primavera, no supe más de ella. Pero quedamos en volver a encontrarnos. La última cosa que recuerdo haber dicho fue "Te buscaré". ¿Me había topado con la mujer de mi vida? No supe contestarme a mí mismo. Temí que la noche no fuese como yo esperaba. Nada aquel día, estaba saliendo según lo previsto.
Tara estaba furiosa conmigo. Me tiró toda clase de chismes a la cabeza. No me hizo daño, pero el sentimiento era evidente. Después de retrasarme en mi ultima entrega -aquel cuchillo que me agencié en Atenas- lo último que esperaba mi jefa, era otro fallo por mi parte ¿Tanto valía una obra de arte? Yo no entendía de esas cosas. Conocía historias, grandes monumentos. "Pero la pintura estaba fuera de mi alcance". Y para más inri mi pensamiento fue de lo más fortuito. Porque no conseguí hacerme con la nueva reliquia, que tanto colmaría a Tara y a mi banda, de riquezas.
Coloqué mi traje con esmero, encontrándome de lo más ridículo. No acostumbraba a ir tan entallado. Y además me quedaba largo de mangas. Pero tenía que dar una buena impresión ¿No?
Me debatí unas cien veces llamar a su puerta. Las manos empezaban a sudarme y el cuello de la camisa me apretaba ¿Se acordaría de mí? Anduve de un lado a otro, serenándome.
-"¡Buenas noches. Vengo para...!" No, eso no. - negué con la cabeza, sin parar de caminar. Los minutos transcurrían -"¡Me gustaría ver a la señorita Bouguereau! Soy... ¡soy Keiran Cooke!" No. Eso tampoco - ¿Me sudaba la frente? -"Soy un simple caballero, que sólo desea..." - "Venga, Keiran... Que no es tan difícil llamar a la puerta".
Tara estaba furiosa conmigo. Me tiró toda clase de chismes a la cabeza. No me hizo daño, pero el sentimiento era evidente. Después de retrasarme en mi ultima entrega -aquel cuchillo que me agencié en Atenas- lo último que esperaba mi jefa, era otro fallo por mi parte ¿Tanto valía una obra de arte? Yo no entendía de esas cosas. Conocía historias, grandes monumentos. "Pero la pintura estaba fuera de mi alcance". Y para más inri mi pensamiento fue de lo más fortuito. Porque no conseguí hacerme con la nueva reliquia, que tanto colmaría a Tara y a mi banda, de riquezas.
Coloqué mi traje con esmero, encontrándome de lo más ridículo. No acostumbraba a ir tan entallado. Y además me quedaba largo de mangas. Pero tenía que dar una buena impresión ¿No?
Me debatí unas cien veces llamar a su puerta. Las manos empezaban a sudarme y el cuello de la camisa me apretaba ¿Se acordaría de mí? Anduve de un lado a otro, serenándome.
-"¡Buenas noches. Vengo para...!" No, eso no. - negué con la cabeza, sin parar de caminar. Los minutos transcurrían -"¡Me gustaría ver a la señorita Bouguereau! Soy... ¡soy Keiran Cooke!" No. Eso tampoco - ¿Me sudaba la frente? -"Soy un simple caballero, que sólo desea..." - "Venga, Keiran... Que no es tan difícil llamar a la puerta".
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Qué rápido pasa el tiempo, parece increíble, pero los días vuelan sin que apenas nos demos cuenta. De mi viaje por Atenas había adquirido varias esculturas: una de gran envergadura donde se veía a Menelao soportando el cuerpo sin vida de Patroclo, estaba entusiasmada con esa pieza la había colocado en un lugar estratégico del castillo, donde las dos escalinatas se juntaban. También hice lo posible por llevarme el torso de Belvedere, éste lo coloque en una de las tantas estancias del castillo.
Guardaba un buen recuerdo de la visita. La amargura que parecía hacerme la vida imposible se había atenuado, al menos un poco, no le encontré una explicación lógica, pero si el dolor menguaba, para mí era suficiente explicación. Incluso Roger estaba más animado, pasaba más tiempo con él, aunque muchas veces acabásemos discutiendo sobre teorías poco ortodoxas.
En verano siempre nos trasladábamos a la parte más fresca del castillo, si ya de por si un castillo lo es. Había noches que me las pasaba pintando, o simplemente leyendo, con el único afán de distraerme. Aquel verano la lectura me había hecho las noches más agradables, yo rodeada entre montañas de libros antiguos, concentrada de tal manera que a veces Roger me sorprendía con un: “Debéis marchar de inmediato…la mañana está por llegar.” Y rápidamente bajaba hasta los antiguos calabozos donde me encerraba, salvaguardada de todo peligro.
Una noche cualquiera, me encontraba sentada en el suelo de la biblioteca pasando las hojas de mi libro de grabados, llevaba uno de mis anticuados vestidos: verdoso, con cintas violáceas. Roger se encontraba en la cocina preparándose un café, él se quedaba la noche en vela por miedo a perderme por un descuido, un encanto. Le propuse tapiar las ventanas, pero me recriminó que no quería que aquello se volviera una prisión, tenía razón, pero no fui consciente de sus palabras.
Algo hizo que levantase la vista de mis libros, acaricié a Orlando, uno de mis gatos, llamado así por el poema de Boiardo. Lo cogí en brazos y me asomé por la ventana, no había nadie. Salí de la biblioteca, y me quedé mirando desde la planta de arriba la puerta de entrada, algo familiar emanaba de ella. Unos pasos me desconcentraron, era Roger con la taza de café en las manos, me miró sin entender, yo le señalé la puerta dubitativa. –Ahora mismo.- obedeció el anciano, abrió la puerta con lentitud.
Guardaba un buen recuerdo de la visita. La amargura que parecía hacerme la vida imposible se había atenuado, al menos un poco, no le encontré una explicación lógica, pero si el dolor menguaba, para mí era suficiente explicación. Incluso Roger estaba más animado, pasaba más tiempo con él, aunque muchas veces acabásemos discutiendo sobre teorías poco ortodoxas.
En verano siempre nos trasladábamos a la parte más fresca del castillo, si ya de por si un castillo lo es. Había noches que me las pasaba pintando, o simplemente leyendo, con el único afán de distraerme. Aquel verano la lectura me había hecho las noches más agradables, yo rodeada entre montañas de libros antiguos, concentrada de tal manera que a veces Roger me sorprendía con un: “Debéis marchar de inmediato…la mañana está por llegar.” Y rápidamente bajaba hasta los antiguos calabozos donde me encerraba, salvaguardada de todo peligro.
Una noche cualquiera, me encontraba sentada en el suelo de la biblioteca pasando las hojas de mi libro de grabados, llevaba uno de mis anticuados vestidos: verdoso, con cintas violáceas. Roger se encontraba en la cocina preparándose un café, él se quedaba la noche en vela por miedo a perderme por un descuido, un encanto. Le propuse tapiar las ventanas, pero me recriminó que no quería que aquello se volviera una prisión, tenía razón, pero no fui consciente de sus palabras.
Algo hizo que levantase la vista de mis libros, acaricié a Orlando, uno de mis gatos, llamado así por el poema de Boiardo. Lo cogí en brazos y me asomé por la ventana, no había nadie. Salí de la biblioteca, y me quedé mirando desde la planta de arriba la puerta de entrada, algo familiar emanaba de ella. Unos pasos me desconcentraron, era Roger con la taza de café en las manos, me miró sin entender, yo le señalé la puerta dubitativa. –Ahora mismo.- obedeció el anciano, abrió la puerta con lentitud.
-¿Y usted es…?- bajé lentamente las escaleras de mármol, Orlando ronroneaba, otro escalón más... Ladeé la cabeza al no creer lo que estaba viendo bajo el umbral de la puerta.
-¿Keiran?- sonreí dejando al minino en la mesa nacarada. Me acerqué a la puerta ofreciéndole mi mano. Iba muy apuesto. –Entre usted.- le invitó el mayordomo dando un paso hacia atrás.
-¡Qué sorpresa!- exclamé emocionada antes de arrojarme a sus brazos. No había avisado, pero me dio igual. Roger aún permanecía en el sitio con la taza en las manos. –Ya nos puedes dejar.- murmuré con una sonrisa divertida, escuché cómo se alejaba de la entrada balbuceando cualquier cosa.
Alcé la cabeza para mirar a mi licántropo de Atenas. –Está muy elegante.- le halagué mientras pasaba una de mis manos por la solapa de su chaqueta, al fijarme en su cuello, no pude evitar desabrochar uno de los botones de la camisa.
-¿Va de camino a una cena de gala y se ha perdido, caballero?- bromeé apoyando la cabeza en su pecho.
-¿Va de camino a una cena de gala y se ha perdido, caballero?- bromeé apoyando la cabeza en su pecho.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
Aún no estaba preparado para entrar, a pesar de haber llamado a la puerta. Mi pulso me lo advirtió. Agité una de mis manos, temiendo que no dejase de temblarme. Ni yo mismo entendía mi estado. Ella se alegraría al verme, me conciencie. No tenía motivos para estar preocupado. Debía confiar en mi mismo y con valor, cruzar las puertas que, con tanta devoción deseaba atravesar. Volver a ver a la mujer de mis sueños ¿Qué más podía pedir? -¿Y usted es…?- me quedé mudo, delante del anciano, en cuanto abrió la puerta. Después de ensayar durante minutos mi presentación, ni siquiera podía acordarme de mi nombre. Fueron los minutos más largos de mi vida. Creí que el tiempo se había detenido, bajo su escrutinio. Eso me hizo sentir aún más incómodo -¿Keiran?- escuché la dulce voz de de Kory. Ella si se acordaba de mi nombre. No me había olvidado. Mi sonrisa se abrió de oreja a oreja -Así me llamo - sonreí al mayordomo con una reverencia. –Entre usted.-
-Muy amable - el anciano dio un paso hacia atrás, animándome a entrar. Entonces la vi, sorprendida por mi inoportuna aparición. Sus movimientos tan arrebatadores como siempre. Su olor embriagándome sin consuelo y el cabello modelado con inmaculada precisión y belleza. Una vampira en cuya vida los meses se convertían en días y los años en meses.
-¡Qué sorpresa!- "delicada e imperecedera" se abalanzó sobre mí, rodeándome con sus brazos. Yo no puse impedimentos. –Ya nos puedes dejar.- el hombre me miró de arriba a abajo ¿Tan terrible era mi apariencia? Temí que las manos volviesen a sudarme. –Está muy elegante.- di gracias al ver que Kory estaba allí, para serenarme. Tenía las manos sujetas a su cintura y aún contemplaba su rostro estupefacto. me pareció sublime la manera que tuvo de desabrochar uno de los botones de mi camisa. Posiblemente viese que estaba acalorado, con tanta energía desperdiciada por una simple puerta. Pero en esos momentos, me lamenté de haber entrado. No recordaba la facilidad que tenía para ponerme nervioso -¿Va de camino a una cena de gala y se ha perdido, caballero?-
-Más bien, me he dejado caer de mala manera por aquí y me he perdido en el intento - sonreí guasón aún perdido entre sus brazos, borrando de inmediato la alegría de mis ojos -Debí mandarte una carta. Lo se. Te pido disculpas - "menudo maleducado" -Pero donde yo vivo, la gente se visita con regularidad, sin ser invitado - enseguida vi mi error. Aquello no era Irlanda. Ni el barrio de Londres donde yo vivía -Aunque somos de mundos diferentes - me aparté para no incomodarla, echando una ojeada al sitio. Era enorme y nunca creí estar en un lugar así. Técnicamente ni siquiera había sido invitado ¿Vivía sola? ¿Un castillo tan grande para una única persona? -Es... grande - sonó un poco raro -Quiero decir acogedor - me llevé la mano a la cabeza con disimulo, para despertar mis neuronas.
-Muy amable - el anciano dio un paso hacia atrás, animándome a entrar. Entonces la vi, sorprendida por mi inoportuna aparición. Sus movimientos tan arrebatadores como siempre. Su olor embriagándome sin consuelo y el cabello modelado con inmaculada precisión y belleza. Una vampira en cuya vida los meses se convertían en días y los años en meses.
-¡Qué sorpresa!- "delicada e imperecedera" se abalanzó sobre mí, rodeándome con sus brazos. Yo no puse impedimentos. –Ya nos puedes dejar.- el hombre me miró de arriba a abajo ¿Tan terrible era mi apariencia? Temí que las manos volviesen a sudarme. –Está muy elegante.- di gracias al ver que Kory estaba allí, para serenarme. Tenía las manos sujetas a su cintura y aún contemplaba su rostro estupefacto. me pareció sublime la manera que tuvo de desabrochar uno de los botones de mi camisa. Posiblemente viese que estaba acalorado, con tanta energía desperdiciada por una simple puerta. Pero en esos momentos, me lamenté de haber entrado. No recordaba la facilidad que tenía para ponerme nervioso -¿Va de camino a una cena de gala y se ha perdido, caballero?-
-Más bien, me he dejado caer de mala manera por aquí y me he perdido en el intento - sonreí guasón aún perdido entre sus brazos, borrando de inmediato la alegría de mis ojos -Debí mandarte una carta. Lo se. Te pido disculpas - "menudo maleducado" -Pero donde yo vivo, la gente se visita con regularidad, sin ser invitado - enseguida vi mi error. Aquello no era Irlanda. Ni el barrio de Londres donde yo vivía -Aunque somos de mundos diferentes - me aparté para no incomodarla, echando una ojeada al sitio. Era enorme y nunca creí estar en un lugar así. Técnicamente ni siquiera había sido invitado ¿Vivía sola? ¿Un castillo tan grande para una única persona? -Es... grande - sonó un poco raro -Quiero decir acogedor - me llevé la mano a la cabeza con disimulo, para despertar mis neuronas.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
-Más bien, me he dejado caer de mala manera por aquí y me he perdido en el intento – negué con la cabeza sonriéndole, qué ocurrente, pensé, deteniéndome en la claridad de sus ojos. Yo le mostraría el camino, si él me lo permitía. Luego algo debió pasar pues la alegría pareció disolverse en sus pupilas. -Debí mandarte una carta. Lo sé.- No importa.- Te pido disculpas – No había de lo qué disculparse. -Pero donde yo vivo, la gente se visita con regularidad, sin ser invitado – Le miré con curiosidad, las costumbres de la sociedad era tema de estudio. -Aunque somos de mundos diferentes – Se separó de mí dejándome pensativa por eso último que había dicho, mis manos cayeron vacías, me quedé con la vista fija en el suelo. De mundos diferentes, me repetí una y otra vez, originando un círculo vicioso. Cerré la puerta con la mirada perdida. -Es... grande – Grande…sí… -Quiero decir acogedor – Parpadeé para volver a la realidad. La entrada no era lo más acogedor de este mundo, quizá lo dijo por compromiso, y quizá también había aceptado mi invitación por eso mismo. –Acompáñame.- Le pedí tragándome los malos pensamientos. –Por favor.- murmuré dirigiéndome hacia la derecha, uno de los pasillos decorado con vistosos tapices con flora y fauna que desembocaba en el salón recibidor, era una sala inmensa, aún fui consciente de ello, quizá le incomodase tanto espacio, el techo creo recordar que estaba a tres metros del suelo. –En los días de frío…es mucho más acogedor.- le expliqué señalando tímidamente la chimenea que permanecía impoluta, y oscura. Rodeé los sillones para descorrer las cortinas de los altos ventanales, perdiendo la vista en los jardines. –A veces me da la sensación de que en cualquier momento me perderé entre estos muros…- confesé más para mí misma. Giré sobre mis talones con una sonrisa desgarradora en los labios. Me quedé mirando varios de los lienzos que colgaban de los muros, todos con una importancia y con su propia historia, toda una colección que me llenaba de orgullo. –Es imposible aburrirse aquí.- le quise convencer con una sonrisa amable, quizá no pensase lo mismo, pero había que intentarlo. –Aunque no todo el mundo es igual…claro está.- rectifiqué tergiversando un poco las palabras que él antes usó. Personalmente me podía estar horas delante de una simple mota de polvo, así, me podía quedar infatigables noches observando la mínima grieta de uno de los cuadros, intentando encontrar una solución para que no se echase a perder en un futuro. Suspiré volviendo la cabeza hacía Keiran.
–Esperaba… que vinieses y no me importaba cuándo…ni de qué forma.- le aclaré con la solidez que pude reunir. No me atreví a acercarme de nuevo, aunque deseé hacerlo, recrear una y otra vez la bienvenida con la escusa de no separarme de sus brazos. Pero no quería que creyese que estaba desesperada o necesitada de atención. Lo mejor era dejarle su espacio, y no fomentar su nerviosismo, siempre le hacía pasar un mal trago, y a veces sin quererlo. – No puedes ni imaginarte lo mucho que…- me quedé en silencio incapaz de mirarle a los ojos, no estaba acostumbrada a manifestar mis sentimientos, me costaba horrores. Sonreí torcidamente asintiendo con la cabeza desquiciada de la vida. – te he echado en falta.- concluí encaminándome hacía uno de los estantes de madera, quitándole importancia a lo que había dicho, abrí la pequeña caja de terciopelo donde había guardado el medallón que me había regalado en Atenas, me sabía hasta el mínimo detalle de su acuñación, siempre que abría aquella caja de recuerdos revivía la escena con una sonrisa nostálgica, pero no era tristeza lo que me paralizaba, era algo distinto. No sé cuánto tiempo perdí en esa posición, a veces se me olvidaba que las manecillas del reloj se movían volviéndome loca, por ese motivo no había ni un solo reloj en todo el castillo, pero sospechaba que Roger escondía alguno…por alguna parte. Y hablando de tiempo ¿cuánto se quedaría él? ¿Tenía algún tipo de compromiso? No quería importunar con preguntas, pero éstas me asaltaron sin tregua. Me di la vuelta con inseguridad, sin saber cómo preguntárselo.
–Esperaba… que vinieses y no me importaba cuándo…ni de qué forma.- le aclaré con la solidez que pude reunir. No me atreví a acercarme de nuevo, aunque deseé hacerlo, recrear una y otra vez la bienvenida con la escusa de no separarme de sus brazos. Pero no quería que creyese que estaba desesperada o necesitada de atención. Lo mejor era dejarle su espacio, y no fomentar su nerviosismo, siempre le hacía pasar un mal trago, y a veces sin quererlo. – No puedes ni imaginarte lo mucho que…- me quedé en silencio incapaz de mirarle a los ojos, no estaba acostumbrada a manifestar mis sentimientos, me costaba horrores. Sonreí torcidamente asintiendo con la cabeza desquiciada de la vida. – te he echado en falta.- concluí encaminándome hacía uno de los estantes de madera, quitándole importancia a lo que había dicho, abrí la pequeña caja de terciopelo donde había guardado el medallón que me había regalado en Atenas, me sabía hasta el mínimo detalle de su acuñación, siempre que abría aquella caja de recuerdos revivía la escena con una sonrisa nostálgica, pero no era tristeza lo que me paralizaba, era algo distinto. No sé cuánto tiempo perdí en esa posición, a veces se me olvidaba que las manecillas del reloj se movían volviéndome loca, por ese motivo no había ni un solo reloj en todo el castillo, pero sospechaba que Roger escondía alguno…por alguna parte. Y hablando de tiempo ¿cuánto se quedaría él? ¿Tenía algún tipo de compromiso? No quería importunar con preguntas, pero éstas me asaltaron sin tregua. Me di la vuelta con inseguridad, sin saber cómo preguntárselo.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
–Acompáñame. Por favor - cordialmente seguí a la señorita Bouguereau, por uno de los pasillos, quedándome embobado frente a las paredes, con la tentativa de tocar uno de los tapices. Pero no habría sido correcto. Más bien, se habría considerado, como una impertinencia.
Su casa estaba llena de lujos. Por el contrario, yo vivía en un pisito modesto de 30 metros cuadrados, del barrio de Whitechapel. Y dormía en una cama individual de 80x90 cm, aovillado para que mis piernas no asomasen por fuera de la cama, siendo consciente de lo que supone un hombre de mi tamaño. Y podría seguir... Las comparaciones eran aplastantes. –En los días de frío…es mucho más acogedor.- Sólo el salón, era más grande que toda mi casa. Incluso más grande que mi casa y la del vecino juntas. Y si me apuras, más grande que... "Déjalo, Keiran".
La chimenea estaba apagada, pero imaginé un día de invierno, quizás a la señorita leyendo un libro junto al fuego. Un instante bucólico. Sonreí sin quererlo y me quedé en el sitio, junto a la puerta de la sala, con las manos entrelazadas, como si al dar un paso el suelo quemase. Miré a la joven con fijeza, hipnotizado por el brío de sus movimientos. Descorrió las cortinas y se quedó absorta ante los jardines del castillo –A veces me da la sensación de que en cualquier momento me perderé entre estos muros…- escuché con claridad, a pesar de haber sido un murmullo. El tono de su voz, hizo que mi sonrisa se evaporase. Pero de inmediato giró como si nada hubiese sucedido,
desgarrándome con una sonrisa -Es imposible aburrirse aquí.- "con Kory era imposible".
Pensé en adelantarme unos cuantos pasos, al menos hasta la mitad de la sala. No quería que pensase que deseaba marcharme ya. Pero siempre me dio vergüenza entrar en las casas ajenas. Incluso en las de mis mejores amigos. En el pequeño pueblo de Irlanda en el que vivía, todo el mundo se conocía. Y las viejas costumbres nunca decaían. Tomar un chocolate en casa de Kian, con su madre detrás de nosotros, siempre me alegraba la tarde. Era genial tener un amigo, externo al orfanato. Nunca me gustó aquel lugar, demasiado asfixiante, frío y desolador. Para colmo, los adultos no adoptaban nunca a ningún crío, que superase los tres años de edad -Pero es un hogar - afirmé perdido entre mis pensamientos, con el mismo tono de voz que ella. Estuve así minutos, hasta darme cuenta de que hablaba de arte. Se había quedado mirando un puñado de cuadros, anclados a la pared de forma ordenada. Mi cerebro iba más lento que de costumbre. Pero era sólo uno de los efectos que causaba la joven, para mi pobre perdición –Aunque no todo el mundo es igual…claro está.- en eso estábamos de acuerdo. Nunca pensé en sentir tanto cariño por otra raza. Incluso dormí durante el día para estar bien despierto por la noche. Increíble que mis neuronas aún estuviesen en estado rem. Sonreí tímidamente, adelantándome un par de pasos. Casi pude tocarla. Estiré el dedo con intenciones de acariciar la tela de sus ropas. Pero enseguida aparté la mano, dejando a un lado mis deseos por sentirla cerca, entre suspiros internos de impotencia. Era inevitable no quedarse con la boca abierta cada vez que nuestros ojos coincidían. Volví a retirarme ofuscado de mí mismo –Esperaba… que vinieses y no me importaba cuándo…ni de qué forma.- ahora si que deseé tocarla, acunarla entre mis brazos hasta que la noche se esfumase. La horrible noche, que volvería a separarme de ella si cabe. Menos mal que estábamos a cubierto. Y que aquellas paredes la protegerían de... mi rostro se paralizó de inmediato al observar los cuadros que colgaban de los muros. En concreto uno de ellos, anclado e inamovible, helándome las manos. Mi corazón aceleró el ritmo por acto reflejo, incapaz de detenerse – No puedes ni imaginarte lo mucho que…- "lo mucho que complica esto las cosas" pensé, perdido sin darme cuenta de que la joven seguía hablando ¿Estaba hiperventilando? me tomé el pulso del cuello con ayuda de un dedo y me desabroché dos botones de la camisa, sin poder respirar por el soponcio – te he echado en falta.- Giré el rostro con expresión desesperada. Pero la joven no me vio, retirándose para sacar algo de una caja.
Se me secó la boca de inmediato. Así que, tuve que tragar saliva y pestañear varias veces para cerciorarme de que estaba despierto. O de que mi vista estaba en condiciones de uso. -Kory - pronuncié su nombre con firmeza muy fatigado, quitándome la chaqueta y dejándola sobre un pequeño sofá -Ese cuadro... - agité la mano señalándolo con insistencia e intenté buscar en algún resquicio de mi mente, el nombre de la obra. No me acordaba con exactitud del título.
-Dante y Ofelio... - murmuré poco convencido -Virginio... Es igual... - fruncí el ceño malhumorado por mi torpeza. Yo no tenía ni idea de arte -¿Es tuyo? - "Claro que es suyo, Keiran. Que cosas dices..." -Si. Claro que es tuyo. Que tontería... - sonreí limpiándome el sudor de la frente. Mi jefa me había encomendado una misión. Ese cuadro era el motivo de que mi cabeza sufriera sus ataques de ira. "Qué vas a hacer, Keiran..." ¿Cómo se podía tener tan mala suerte? De todas las casas del planeta ¿Estaba en la suya? Ni siquiera sabía el autor. Lo apunté en un papel, que metí en... vete a saber donde. Ahora también había perdido el papel...
Observé lo que Kory tenía entre las manos, llevándome las mías a la cabeza, sintiéndome desastroso y poco educado. Mis manos cayeron al ver el sol que yo, medianamente, pude ofrecerle. Me resultó encantador que lo guardase, sabiendo la cantidad de reliquias que poseía. Aquel regalo quedaba muy por debajo de su estatus -No lo has tirado - murmuré sorprendido, acercándome a ella para volver a retroceder torpemente. Necesitaba sentarme, pero me daba reparo. Así que, el sillón, sólo lo miré. Cogí la chaqueta, arrugándola entre mis manos y me mantuve ocupado con esa ridícula acción, para poder razonar con coherencia. Ni siquiera podía recordar lo que acababa de decir.
Su casa estaba llena de lujos. Por el contrario, yo vivía en un pisito modesto de 30 metros cuadrados, del barrio de Whitechapel. Y dormía en una cama individual de 80x90 cm, aovillado para que mis piernas no asomasen por fuera de la cama, siendo consciente de lo que supone un hombre de mi tamaño. Y podría seguir... Las comparaciones eran aplastantes. –En los días de frío…es mucho más acogedor.- Sólo el salón, era más grande que toda mi casa. Incluso más grande que mi casa y la del vecino juntas. Y si me apuras, más grande que... "Déjalo, Keiran".
La chimenea estaba apagada, pero imaginé un día de invierno, quizás a la señorita leyendo un libro junto al fuego. Un instante bucólico. Sonreí sin quererlo y me quedé en el sitio, junto a la puerta de la sala, con las manos entrelazadas, como si al dar un paso el suelo quemase. Miré a la joven con fijeza, hipnotizado por el brío de sus movimientos. Descorrió las cortinas y se quedó absorta ante los jardines del castillo –A veces me da la sensación de que en cualquier momento me perderé entre estos muros…- escuché con claridad, a pesar de haber sido un murmullo. El tono de su voz, hizo que mi sonrisa se evaporase. Pero de inmediato giró como si nada hubiese sucedido,
desgarrándome con una sonrisa -Es imposible aburrirse aquí.- "con Kory era imposible".
Pensé en adelantarme unos cuantos pasos, al menos hasta la mitad de la sala. No quería que pensase que deseaba marcharme ya. Pero siempre me dio vergüenza entrar en las casas ajenas. Incluso en las de mis mejores amigos. En el pequeño pueblo de Irlanda en el que vivía, todo el mundo se conocía. Y las viejas costumbres nunca decaían. Tomar un chocolate en casa de Kian, con su madre detrás de nosotros, siempre me alegraba la tarde. Era genial tener un amigo, externo al orfanato. Nunca me gustó aquel lugar, demasiado asfixiante, frío y desolador. Para colmo, los adultos no adoptaban nunca a ningún crío, que superase los tres años de edad -Pero es un hogar - afirmé perdido entre mis pensamientos, con el mismo tono de voz que ella. Estuve así minutos, hasta darme cuenta de que hablaba de arte. Se había quedado mirando un puñado de cuadros, anclados a la pared de forma ordenada. Mi cerebro iba más lento que de costumbre. Pero era sólo uno de los efectos que causaba la joven, para mi pobre perdición –Aunque no todo el mundo es igual…claro está.- en eso estábamos de acuerdo. Nunca pensé en sentir tanto cariño por otra raza. Incluso dormí durante el día para estar bien despierto por la noche. Increíble que mis neuronas aún estuviesen en estado rem. Sonreí tímidamente, adelantándome un par de pasos. Casi pude tocarla. Estiré el dedo con intenciones de acariciar la tela de sus ropas. Pero enseguida aparté la mano, dejando a un lado mis deseos por sentirla cerca, entre suspiros internos de impotencia. Era inevitable no quedarse con la boca abierta cada vez que nuestros ojos coincidían. Volví a retirarme ofuscado de mí mismo –Esperaba… que vinieses y no me importaba cuándo…ni de qué forma.- ahora si que deseé tocarla, acunarla entre mis brazos hasta que la noche se esfumase. La horrible noche, que volvería a separarme de ella si cabe. Menos mal que estábamos a cubierto. Y que aquellas paredes la protegerían de... mi rostro se paralizó de inmediato al observar los cuadros que colgaban de los muros. En concreto uno de ellos, anclado e inamovible, helándome las manos. Mi corazón aceleró el ritmo por acto reflejo, incapaz de detenerse – No puedes ni imaginarte lo mucho que…- "lo mucho que complica esto las cosas" pensé, perdido sin darme cuenta de que la joven seguía hablando ¿Estaba hiperventilando? me tomé el pulso del cuello con ayuda de un dedo y me desabroché dos botones de la camisa, sin poder respirar por el soponcio – te he echado en falta.- Giré el rostro con expresión desesperada. Pero la joven no me vio, retirándose para sacar algo de una caja.
Se me secó la boca de inmediato. Así que, tuve que tragar saliva y pestañear varias veces para cerciorarme de que estaba despierto. O de que mi vista estaba en condiciones de uso. -Kory - pronuncié su nombre con firmeza muy fatigado, quitándome la chaqueta y dejándola sobre un pequeño sofá -Ese cuadro... - agité la mano señalándolo con insistencia e intenté buscar en algún resquicio de mi mente, el nombre de la obra. No me acordaba con exactitud del título.
- Obra:
-Dante y Ofelio... - murmuré poco convencido -Virginio... Es igual... - fruncí el ceño malhumorado por mi torpeza. Yo no tenía ni idea de arte -¿Es tuyo? - "Claro que es suyo, Keiran. Que cosas dices..." -Si. Claro que es tuyo. Que tontería... - sonreí limpiándome el sudor de la frente. Mi jefa me había encomendado una misión. Ese cuadro era el motivo de que mi cabeza sufriera sus ataques de ira. "Qué vas a hacer, Keiran..." ¿Cómo se podía tener tan mala suerte? De todas las casas del planeta ¿Estaba en la suya? Ni siquiera sabía el autor. Lo apunté en un papel, que metí en... vete a saber donde. Ahora también había perdido el papel...
Observé lo que Kory tenía entre las manos, llevándome las mías a la cabeza, sintiéndome desastroso y poco educado. Mis manos cayeron al ver el sol que yo, medianamente, pude ofrecerle. Me resultó encantador que lo guardase, sabiendo la cantidad de reliquias que poseía. Aquel regalo quedaba muy por debajo de su estatus -No lo has tirado - murmuré sorprendido, acercándome a ella para volver a retroceder torpemente. Necesitaba sentarme, pero me daba reparo. Así que, el sillón, sólo lo miré. Cogí la chaqueta, arrugándola entre mis manos y me mantuve ocupado con esa ridícula acción, para poder razonar con coherencia. Ni siquiera podía recordar lo que acababa de decir.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Re: "La divina comedia"
-Kory – Volví en mí al escucharle pronunciar mi nombre. Observé cómo se quitaba la chaqueta y la dejaba en uno de los sofás, gran paso. Parecía inquieto ¿Había dicho algo malo? ¿Era eso? Seguro que era eso. Me temí lo peor. -Ese cuadro... – Giré la cabeza hacia donde estaba señalando. ¿Qué le sucedía? ¿Le había impactado el dramatismo de la obra? De nuevo me quedé hechizada por sus formas y su composición, una genialidad en toda regla. - Dante y Ofelio... – achiqué los ojos pensando que por lo menos se sabía el nombre del poeta. -Virginio... Es igual... – se estaba esforzando, pero no entendí por qué tanto interés…aunque si mostraba interés eso era bueno ¿no? Sonreí volviendo a posar mis ojos en el cuadro de gran envergadura. -¿Es tuyo? – eso ero algo evidente, pero ¿por qué tanto nerviosismo? -Si. Claro que es tuyo. Qué tontería... – le miré preocupada, estaba fatigado y sudando. Además pude escuchar el rápido galope de su corazón, mala señal. Ni si quiera me había acercado a él así que yo no debía ser el causante de su angustia, ¿era el cuadro? Es absurdo ¿cómo iba un cuadro a…? imposible. ¿Quería sorprenderme con sus conocimientos? No lo descartaba, pero la inseguridad de sus palabras me dio a entender que no era ese el caso, cuando se quiere sorprender a una persona medianamente tienes que saber del tema, o por lo menos lo fundamental. ¿Entonces qué era? Se llevó las manos a la cabeza, pero luego cayeron, me estaba asustando, estuve a nada de ocultar lo que tenía en las manos para no compungirle más. Era descorazonador verle así. -No lo has tirado – ¿y por qué se sorprendía de que no lo hiciera? ¿Por qué clase de insensible me tomaba? ¡Por favor! Hizo el amago de acercarse, yo lo necesitaba, pero inmediatamente reculó, dejándome de nuevo por los suelos ¿me rehuía? ¿A mí? ¿Qué había hecho para merecer esta suerte? Le di la espalda para guardar de nuevo el medallón en la caja, sin saber qué pensar. Intenté tranquilizarme cubriéndome los ojos con las manos, pero no pude, rápidamente me di la vuelta arrancándole la chaqueta de sus manos, un movimiento violento por mi parte, pero no me ayudaba el sonido que estaba produciendo. – Keiran.- suspiré recobrando poco a poco la calma. – Por favor…- señalé el sofá de dos plazas más cercano invitándole a sentarse, le obligaría si no accedía por las buenas. Doble la chaqueta sobre el respaldo de éste, con tranquilidad, una tranquilidad fingida, pues sabía que en cualquier momento podría perder los nervios, alisé la tela con los ojos fijos en mis manos. Después me senté en el otro extremo del sofá donde se había sentado Keiran, junté mis piernas y me quedé mano sobre mano, recomponiéndome. Bien escarmentada estaba ya como para atreverme a dar otro paso, le miré de soslayo, preguntándome si acaso estaba enfermo ¿podía enfermar? Simples escusas para justificar su rechazo hacia mí, tenía que aceptarlo ¿qué más pruebas quería? Qué estúpida fui. Miré de nuevo el cuadro con la escusa de que no viera la cara que se me estaba quedando ¿era yo la que estaba sacando las cosas de quicio? –El cuadro…- arranqué por fin, pues el silencio se me estaba haciendo insoportable. –Dante y Virgilio…así se llama.- le aclaré con voz serena, interiorizando mi pesar. –Ambos poetas quedan en segundo plano, asistiendo al combate entre Capocchino y Gianni Schicchi, dos almas condenadas.- ahora ni si quiera estaba mirando el cuadro. –Fue… uno de los primeros envíos que realizó mi abuelo al Salón de París.- ¿Cuánto más podría aguantar sin evidenciar mi estado? Odié encontrarme tan vulnerable, apreté mis manos como última escapatoria. –La guardo con un especial cariño.- murmuré con la voz entrecortada, para mí no tenía parangón su maestría. Además era mi pieza estrella, a pesar de tener incomparables tesoros. El valor sentimental que tenía no se podía pagar con dinero.
¡Y gracias al cielo! Orlando se recostó en mis rodillas sacándome del trance, sonreí haciéndole carantoñas, se puso bocarriba para que le rascase. Le tenía permitido todo, tanto a él como al resto, pequeñas criaturillas. Poco a poco volví la cabeza hacia Keiran, su estado empeoraba y me vi impotente. -¿Estás…bien?- de una ojeada estudié su pulso y su rostro.- Es igual…sabré que mientes.- Al instante llamé a Roger que casualmente andaba de camino a la cocina.
-Dígame.- se asomó por la puerta, muy servicial, como siempre. Le pedí que trajera un vaso de agua. –El caballero no se encuentra bien.- rápidamente le oí alejarse, me acerqué a Keiran dejando el gato a un lado. –Keiran.- repetí alarmada, posando mis dedos en su cuello, estaba ardiendo. Los pasos de Roger se acercaban, pero en ningún momento aparté los ojos de él. –Tome.- cogí el vaso con una mano, para sostenerle la cabeza con la otra. –Bebe… te sentirás mejor.- Roger se quedó mirando como un pasmarote antes de alejarse. Saqué mi pañuelo de uno de los bolsillos del vestido para secarle el sudor. Pues ya era mala suerte.
off: xDDDD
-Dígame.- se asomó por la puerta, muy servicial, como siempre. Le pedí que trajera un vaso de agua. –El caballero no se encuentra bien.- rápidamente le oí alejarse, me acerqué a Keiran dejando el gato a un lado. –Keiran.- repetí alarmada, posando mis dedos en su cuello, estaba ardiendo. Los pasos de Roger se acercaban, pero en ningún momento aparté los ojos de él. –Tome.- cogí el vaso con una mano, para sostenerle la cabeza con la otra. –Bebe… te sentirás mejor.- Roger se quedó mirando como un pasmarote antes de alejarse. Saqué mi pañuelo de uno de los bolsillos del vestido para secarle el sudor. Pues ya era mala suerte.
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Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
La chaqueta quedó hecha un desastre, llena de arrugas y ni siquiera me tranquilizó. Porque no podía dejar de mirar aquel cuadro. El objeto inanimado que me estaba haciendo pasar un mal rato y estropeando mi velada con Kory.– Keiran. Por favor…- no supe cuando me quitó la chaqueta. El caso es que, ahora era ella, quien la sujetaba entre las manos, con expresión de desconcierto. No sabía que hacer. Ni siquiera sabía donde dejar caer la mirada ¿En ella o en el cuadro? Mis ojos oscilaban de un sitio a otro. Di gracias de que me invitara a sentarme en uno de los sofás. Ella se sentó en el otro extremo, previo haber doblado y alisado la prenda, con gran esmero. Me sentí estúpido y torpe. Más que de costumbre, a pesar de ser, una de mis mayores imperfecciones. De la infinita lista de defectos que mi masa corporal, podía soportar. Posiblemente le estuviese dando una impresión errónea. Yo era nervioso e inseguro por naturaleza. "Pero cuando algo inoportuno sucede y me siento incapaz de resolverlo, es una de las muchas cosas que me superan". Yo era Teseo y aquel cuadro mi minotauro.
Me quedé inmóvil, casi sin pestañear. Decir que estaba horrorizado era poco. Sentí que no podía moverme, con las manos ancladas a las rodillas. Tieso como un palo, conseguí apoyar la espalda contra el respaldo del sillón.
–El cuadro…- estaba confusa ¿Cómo explicárselo? Preferí no mirarla, mientras me contaba la historia. Kory parecía ser toda una experta. Y yo había dicho mal el título. Pensaría que soy un inculto. Un hombre incapaz de apreciar la belleza de un cuadro. Pero a mi vista, todos los cuadros eran iguales –Dante y Virgilio…así se llama.-
-Sí. Cierto. Así se llama. - repetí con una ridícula sonrisa, avergonzado por mi fallo garrafal. No pude evitar Apretar con fuerza las manos, sobre las rodillas. Con la tontería, me estaba dejando el traje hecho un asco. –Ambos poetas quedan en segundo plano, asistiendo al combate entre Capocchino y Gianni Schicchi - solté uno de los botones de cada manga de mi camisa y las enrollé hasta el codo, asintiendo con nerviosismo -¿Capuchino y Chichini, dices? - mi nerviosismo no cesaba y mi voz se estaba apagando -dos almas condenadas.- "condenado" así me sentí en menos de un segundo. Kory siguió hablándome en un extraño tono de lo más solemne. Supe enseguida, que la historia no se acababa ahí, temiéndome lo peor –Fue… uno de los primeros envíos que realizó mi abuelo al Salón de París.- "Dios mío..." -Tú abuelo... - volví a llevarme las manos a la cabeza, despeinándome. Mi pulso se disparó de inmediato, sabiendo lo que supone para un vampiro como ella. Por esa razón, intenté tranquilizarme, hundiendo los dedos en las cuencas de los ojos. –La guardo con un especial cariño.- sus palabras se entrecortaron. Nunca imaginé que fuese la nieta de un pintor. En ese momento, recordé el nombre del autor. Se llamaba William.
-Es lo más natural - asentí creyendo desvanecerme. Tara me degollaría. No podía llevarme el cuadro así por las buenas tratándose de Kory. Tampoco podía pedírselo, sabiendo lo mucho que significaba para ella. Me vi en una encrucijada, sin salida, perdido en un extraño laberinto.
Miré a la joven, sin saber que hacer. Un gato se había subido en su regazo. Desconocía que tuviese animales. Era adorable ver como acariciaba al minino. Quise sonreír, pero el cuadro... volvió a catapultarme a la realidad, en cuanto perdí la vista en sus trazos. Un hombre era mordido por otro, en una vorágine infernal de deseo y pecado. Una lucha sanguinaria sin escrúpulos. Temí que mi cuello terminase del mismo modo en manos de Kory -¿Estás…bien?- "estoy a infinitas millas de estar bien" cerré los ojos, destrozado por la ansiedad - Es igual…sabré que mientes.- claro que lo sabría. Era un mentiroso pésimo. Recordé haberle gastado alguna broma a Collin, uno de mis compañeros de trabajo. En seguida adivinaba quien había sido el responsable. Todo porque me veía incapaz de contener el jolgorio. Tenía la boca igual que un zapato y su escrutinio me inquietaba en demasía, cuando llamó al mayordomo -Dígame.- a lo que Kory le explicó -El caballero no se encuentra bien.- "Nada bien". La palma helada de la señorita, se depositó sobre mi frente, calmándome –Keiran.- escuché mi nombre, odiándolo. Luego giré el rostro para prestar atención al mayordomo, que con mucha amabilidad, me ofreció un vaso de agua –Tome.-
-Muy amable - lo mismo le dije al entrar. Iba a pensarse que no tenía más vocabulario. –Bebe… te sentirás mejor.- antes de que terminara la frase, el vaso estaba vacío. Mis manazas hicieron el resto, al querer devolverle el vaso al mayordomo, soltándolo antes de que pudiese agarrarlo. Se calló al suelo, haciéndose añicos y me levanté con la intención de recoger los pedazos de inmediato -Lo siento. De verdad que lo siento - me excuse sin excusas, desesperado -No me suelo poner así, te lo aseguro - casi reí -Tenga - dejé caer los pedazos sobre las manos de Roger. El hombre no parecía dar crédito. Ahora expresó con más alarma su rechazo, al verme con semejantes pintas.
Cogí a Kory de las manos y la levanté del sofá, acercando su cuerpo al mío. Casi rogué con la mirada, no se muy bien qué -Perdóname - volví a repetir enrabietado -No quiero que pienses que estoy incómodo contigo o que me estoy arrepintiendo de haber venido. De verdad que no - confesé desesperado -Llevo esperando este momento toda mi vida. Te lo aseguro - otro de mis tremendos defectos. Sentí que no podía parar de hablar. Mi lengua parecía estar desenfrenada -Pero... es que... - "Cómo decirlo" las fuerzas se me escapaban. Así que solté sus manos, llevando las mías hasta su inmaculado rostro y acariciándolo con dulzura. Me envalentoné, para contarle la verdad. Y que Zeus hiciese el resto -Me dedico a buscar objetos. Luego alguien los vende a un alto precio. En general suelo robarlos. Pero cuando la persona que lo posee se resiste, sólo entonces... utilizo la fuerza - fui sincero y cauto. No sabía como iba a reaccionar y si lograría unir cabos. Dejé caer la frente sobre la suya, derrotado por el desgaste. "No me quedaban fuerzas y poco me importaba ya mi existencia, sabiendo que en algún momento, ofendí a Kory".
[off: Discúlpame... ¡Por favor! xDD]
Me quedé inmóvil, casi sin pestañear. Decir que estaba horrorizado era poco. Sentí que no podía moverme, con las manos ancladas a las rodillas. Tieso como un palo, conseguí apoyar la espalda contra el respaldo del sillón.
–El cuadro…- estaba confusa ¿Cómo explicárselo? Preferí no mirarla, mientras me contaba la historia. Kory parecía ser toda una experta. Y yo había dicho mal el título. Pensaría que soy un inculto. Un hombre incapaz de apreciar la belleza de un cuadro. Pero a mi vista, todos los cuadros eran iguales –Dante y Virgilio…así se llama.-
-Sí. Cierto. Así se llama. - repetí con una ridícula sonrisa, avergonzado por mi fallo garrafal. No pude evitar Apretar con fuerza las manos, sobre las rodillas. Con la tontería, me estaba dejando el traje hecho un asco. –Ambos poetas quedan en segundo plano, asistiendo al combate entre Capocchino y Gianni Schicchi - solté uno de los botones de cada manga de mi camisa y las enrollé hasta el codo, asintiendo con nerviosismo -¿Capuchino y Chichini, dices? - mi nerviosismo no cesaba y mi voz se estaba apagando -dos almas condenadas.- "condenado" así me sentí en menos de un segundo. Kory siguió hablándome en un extraño tono de lo más solemne. Supe enseguida, que la historia no se acababa ahí, temiéndome lo peor –Fue… uno de los primeros envíos que realizó mi abuelo al Salón de París.- "Dios mío..." -Tú abuelo... - volví a llevarme las manos a la cabeza, despeinándome. Mi pulso se disparó de inmediato, sabiendo lo que supone para un vampiro como ella. Por esa razón, intenté tranquilizarme, hundiendo los dedos en las cuencas de los ojos. –La guardo con un especial cariño.- sus palabras se entrecortaron. Nunca imaginé que fuese la nieta de un pintor. En ese momento, recordé el nombre del autor. Se llamaba William.
-Es lo más natural - asentí creyendo desvanecerme. Tara me degollaría. No podía llevarme el cuadro así por las buenas tratándose de Kory. Tampoco podía pedírselo, sabiendo lo mucho que significaba para ella. Me vi en una encrucijada, sin salida, perdido en un extraño laberinto.
Miré a la joven, sin saber que hacer. Un gato se había subido en su regazo. Desconocía que tuviese animales. Era adorable ver como acariciaba al minino. Quise sonreír, pero el cuadro... volvió a catapultarme a la realidad, en cuanto perdí la vista en sus trazos. Un hombre era mordido por otro, en una vorágine infernal de deseo y pecado. Una lucha sanguinaria sin escrúpulos. Temí que mi cuello terminase del mismo modo en manos de Kory -¿Estás…bien?- "estoy a infinitas millas de estar bien" cerré los ojos, destrozado por la ansiedad - Es igual…sabré que mientes.- claro que lo sabría. Era un mentiroso pésimo. Recordé haberle gastado alguna broma a Collin, uno de mis compañeros de trabajo. En seguida adivinaba quien había sido el responsable. Todo porque me veía incapaz de contener el jolgorio. Tenía la boca igual que un zapato y su escrutinio me inquietaba en demasía, cuando llamó al mayordomo -Dígame.- a lo que Kory le explicó -El caballero no se encuentra bien.- "Nada bien". La palma helada de la señorita, se depositó sobre mi frente, calmándome –Keiran.- escuché mi nombre, odiándolo. Luego giré el rostro para prestar atención al mayordomo, que con mucha amabilidad, me ofreció un vaso de agua –Tome.-
-Muy amable - lo mismo le dije al entrar. Iba a pensarse que no tenía más vocabulario. –Bebe… te sentirás mejor.- antes de que terminara la frase, el vaso estaba vacío. Mis manazas hicieron el resto, al querer devolverle el vaso al mayordomo, soltándolo antes de que pudiese agarrarlo. Se calló al suelo, haciéndose añicos y me levanté con la intención de recoger los pedazos de inmediato -Lo siento. De verdad que lo siento - me excuse sin excusas, desesperado -No me suelo poner así, te lo aseguro - casi reí -Tenga - dejé caer los pedazos sobre las manos de Roger. El hombre no parecía dar crédito. Ahora expresó con más alarma su rechazo, al verme con semejantes pintas.
Cogí a Kory de las manos y la levanté del sofá, acercando su cuerpo al mío. Casi rogué con la mirada, no se muy bien qué -Perdóname - volví a repetir enrabietado -No quiero que pienses que estoy incómodo contigo o que me estoy arrepintiendo de haber venido. De verdad que no - confesé desesperado -Llevo esperando este momento toda mi vida. Te lo aseguro - otro de mis tremendos defectos. Sentí que no podía parar de hablar. Mi lengua parecía estar desenfrenada -Pero... es que... - "Cómo decirlo" las fuerzas se me escapaban. Así que solté sus manos, llevando las mías hasta su inmaculado rostro y acariciándolo con dulzura. Me envalentoné, para contarle la verdad. Y que Zeus hiciese el resto -Me dedico a buscar objetos. Luego alguien los vende a un alto precio. En general suelo robarlos. Pero cuando la persona que lo posee se resiste, sólo entonces... utilizo la fuerza - fui sincero y cauto. No sabía como iba a reaccionar y si lograría unir cabos. Dejé caer la frente sobre la suya, derrotado por el desgaste. "No me quedaban fuerzas y poco me importaba ya mi existencia, sabiendo que en algún momento, ofendí a Kory".
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Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Todo sucedió muy deprisa y no me dio tiempo de evitarlo. Me quedé tan destrozada como el vaso que había caído al suelo, nada mejor podría expresar lo que sentí en aquel preciso instante. Solo observé cómo amontonó los cristales con sus manos. No dije nada ¿Qué iba a decir ya? -Lo siento. De verdad que lo siento – Pude escuchar los pensamientos de Roger con nitidez, se preguntó de dónde habría salido, y por qué tenía tanto interés en él. No era algo que le concerniera, pero a su manera… se preocupaba.-No me suelo poner así, te lo aseguro. Tenga – Los cristales cayeron en las manos del anciano. Recé porque no se hubiese cortado, ya habría sido el colmo de la fatalidad.-No importa.- Murmuré por lo bajo, con las manos ya sin fuerza. Roger me miró expresando su desconfianza hacia el invitado y abandonó la habitación. Aparté unos mechones de mi rostro suspirando, cabizbaja. Y las preguntas revolotearon por mi cabeza, amontonándose unas sobre otras.
Luego para mi desconcierto me levantó del sofá, cogiéndome de las manos, me costó hacerle frente una vez más. Intenté comprender lo que le estaba pasando, de verdad que lo intenté… pero quizá el problema lo tenía yo. -Perdóname – No sé quién debería pedir perdón… pensé tristemente. -No quiero que pienses que estoy incómodo contigo o que me estoy arrepintiendo de haber venido.- ¿Quién lo diría?- De verdad que no – Apreté sus manos, sintiendo su sufrimiento. -Llevo esperando este momento toda mi vida. Te lo aseguro – Le miré atónita, para mí aquello ya era suficiente…pero ahí no terminó la cosa. -Pero... es que... – ¡Los peros! ¡Siempre los peros! Mis manos cayeron, para fascinarme con su cálido tacto, el cual mermó mi intranquilidad, ¿Qué tenía que decirme? ¡Debía ser de suma relevancia para actuar así! Por un momento quise que no dijese nada… pero fue tarde: -Me dedico a buscar objetos.-Me supuse algo por el estilo cuando le conocí.- Luego alguien los vende a un alto precio.-La compraventa, sí, sabía de lo que me hablaba, más de una vez tuve que hacer uso de ese tipo de contratos.- En general suelo robarlos.- ¿pero… por qué me hablaba de ello? ¿Eso era lo que le inquietaba tanto? No iba a juzgarle…- Pero cuando la persona que lo posee se resiste, sólo entonces... utilizo la fuerza – fruncí el ceño imperceptiblemente, pensando en lo que había dicho: ¿Había hecho algo de lo que se arrepentía? Presentí que no me lo había contado todo, y que quería que fuera yo misma la que sacase las conclusiones ¿Por qué? Cerré los ojos cuando su frente descansó sobre la mía, se me empezó a formar un nudo en la garganta incapacitándome el habla. Lentamente mis manos subieron por su torso hasta rodear su cuello, me pegué por completo a su cuerpo, abrazándolo, puede que así me fuera más fácil descifrar el enigma. Solo me permití unos segundos para dejar la mente en blanco, solo el latido de su corazón me recordó lo que tenía que hacer. Recordé sus palabras para facilitarme la deducción. Busca objetos… imagino que alguien le encargará qué buscar. Suele robarlos… ya sabía yo que era un ladronzuelo, escondí una sonrisa. Y puede que utilice la fuerza… Seguramente tenía que rebuscar en mi cabeza más información, volver atrás ¿a cuándo entró por la puerta? Quizá no tanto. ¿Qué era lo que desencadenó su cambio? Giré su cuerpo para fijarme en el cuadro de mi abuelo, arqueé una ceja incrédula.
Rápidamente tomé su rostro entre mis manos, e intenté llegar al fondo del asunto. Abrí los ojos de pronto dando un paso hacia atrás. –No… no es posible.- balbuceé separándome de él, como si le temiera. Y realmente lo que más temía en este mundo era perder alguna pieza de mi colección, era capaz de hacer cualquier cosa…cualquier cosa. Me llevé las manos al rostro, y me dejé caer en el sofá, sin poder ocultar mi espanto. –No puedes llevártelo…- le supliqué ahogando el llanto. –No puedes… ni a la fuerza podría permitirlo.- le miré preguntándome si se le había pasado por la cabeza tal cosa y… si realmente vino a sabiendas. – Oh Dios mío, Keiran…- me lamenté apretando los labios. -¿Sabías que estaba… aquí?- pregunté. Inmediatamente supe que no, sus ojos me lo dijeron. Le agarré las manos para que se sentase conmigo, no se las solté en ningún momento. Miré al vacio, el shock había sido fuerte. -¿Entiendes mi posición, verdad? ¿Entiendes…que solo podrías llevártelo bajo mi cadáver?- ¿A tal extremo llegaría? -¿No hay…alguna solución posible?- volví el rostro con los ojos vidriosos. –¿Qué piensas?- era importante para mi saberlo, era importante saber en qué bando estaba. A qué me tenía que enfrentar. ¡Pero por qué! Yo no quería ni pensar en ello, no quería que él fuera el responsable de mi mayor pesadilla. Me aguanté unos segundos antes de acercarme a su oído para susurrarle: –Por favor.- hice que su rostro quedase a escasos centímetros del mío, sintiéndome fuertemente encantada ¿Cómo iba a odiarle? Si no podía evitar rozar sus labios con los míos, besándole brevemente. Por lo menos quería llevarme el último beso, a la espera de escuchar sus próximas palabras. Aún no podía creerme mi fortuna.
Luego para mi desconcierto me levantó del sofá, cogiéndome de las manos, me costó hacerle frente una vez más. Intenté comprender lo que le estaba pasando, de verdad que lo intenté… pero quizá el problema lo tenía yo. -Perdóname – No sé quién debería pedir perdón… pensé tristemente. -No quiero que pienses que estoy incómodo contigo o que me estoy arrepintiendo de haber venido.- ¿Quién lo diría?- De verdad que no – Apreté sus manos, sintiendo su sufrimiento. -Llevo esperando este momento toda mi vida. Te lo aseguro – Le miré atónita, para mí aquello ya era suficiente…pero ahí no terminó la cosa. -Pero... es que... – ¡Los peros! ¡Siempre los peros! Mis manos cayeron, para fascinarme con su cálido tacto, el cual mermó mi intranquilidad, ¿Qué tenía que decirme? ¡Debía ser de suma relevancia para actuar así! Por un momento quise que no dijese nada… pero fue tarde: -Me dedico a buscar objetos.-Me supuse algo por el estilo cuando le conocí.- Luego alguien los vende a un alto precio.-La compraventa, sí, sabía de lo que me hablaba, más de una vez tuve que hacer uso de ese tipo de contratos.- En general suelo robarlos.- ¿pero… por qué me hablaba de ello? ¿Eso era lo que le inquietaba tanto? No iba a juzgarle…- Pero cuando la persona que lo posee se resiste, sólo entonces... utilizo la fuerza – fruncí el ceño imperceptiblemente, pensando en lo que había dicho: ¿Había hecho algo de lo que se arrepentía? Presentí que no me lo había contado todo, y que quería que fuera yo misma la que sacase las conclusiones ¿Por qué? Cerré los ojos cuando su frente descansó sobre la mía, se me empezó a formar un nudo en la garganta incapacitándome el habla. Lentamente mis manos subieron por su torso hasta rodear su cuello, me pegué por completo a su cuerpo, abrazándolo, puede que así me fuera más fácil descifrar el enigma. Solo me permití unos segundos para dejar la mente en blanco, solo el latido de su corazón me recordó lo que tenía que hacer. Recordé sus palabras para facilitarme la deducción. Busca objetos… imagino que alguien le encargará qué buscar. Suele robarlos… ya sabía yo que era un ladronzuelo, escondí una sonrisa. Y puede que utilice la fuerza… Seguramente tenía que rebuscar en mi cabeza más información, volver atrás ¿a cuándo entró por la puerta? Quizá no tanto. ¿Qué era lo que desencadenó su cambio? Giré su cuerpo para fijarme en el cuadro de mi abuelo, arqueé una ceja incrédula.
Rápidamente tomé su rostro entre mis manos, e intenté llegar al fondo del asunto. Abrí los ojos de pronto dando un paso hacia atrás. –No… no es posible.- balbuceé separándome de él, como si le temiera. Y realmente lo que más temía en este mundo era perder alguna pieza de mi colección, era capaz de hacer cualquier cosa…cualquier cosa. Me llevé las manos al rostro, y me dejé caer en el sofá, sin poder ocultar mi espanto. –No puedes llevártelo…- le supliqué ahogando el llanto. –No puedes… ni a la fuerza podría permitirlo.- le miré preguntándome si se le había pasado por la cabeza tal cosa y… si realmente vino a sabiendas. – Oh Dios mío, Keiran…- me lamenté apretando los labios. -¿Sabías que estaba… aquí?- pregunté. Inmediatamente supe que no, sus ojos me lo dijeron. Le agarré las manos para que se sentase conmigo, no se las solté en ningún momento. Miré al vacio, el shock había sido fuerte. -¿Entiendes mi posición, verdad? ¿Entiendes…que solo podrías llevártelo bajo mi cadáver?- ¿A tal extremo llegaría? -¿No hay…alguna solución posible?- volví el rostro con los ojos vidriosos. –¿Qué piensas?- era importante para mi saberlo, era importante saber en qué bando estaba. A qué me tenía que enfrentar. ¡Pero por qué! Yo no quería ni pensar en ello, no quería que él fuera el responsable de mi mayor pesadilla. Me aguanté unos segundos antes de acercarme a su oído para susurrarle: –Por favor.- hice que su rostro quedase a escasos centímetros del mío, sintiéndome fuertemente encantada ¿Cómo iba a odiarle? Si no podía evitar rozar sus labios con los míos, besándole brevemente. Por lo menos quería llevarme el último beso, a la espera de escuchar sus próximas palabras. Aún no podía creerme mi fortuna.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
No se cuanto tiempo estuve apoyado sobre su frente, pero temí abrir los ojos y que su rostro me mostrara la realidad. Que ahora entendiese mi comportamiento torpe y desesperado. Apreté con fuerza su cuerpo contra el mío, nada más sentir las manos de Kory recorrerme el pecho. Era cuestión de tiempo, que se apartase de mí. Ahora abriría los ojos, miraría el cuadro y me odiaría para siempre.
Cuando sus ojos escrutaron la pintura, supe que era el momento dedejarle ir. Yo no iba mal encaminado. –No… no es posible.- tomó mi rostro entre las manos, separándose de mí. Su incredulidad era mayor que la mía. Se sentó de nuevo en el sillón, bajo mi incertidumbre. Porque no tenía ni idea de lo que iba a hacer. Nunca me sucedió algo parecido –No puedes llevártelo…- su voz me desgarró las entrañas. Me arrodillé ante la joven, llevándome las manos a la cabeza, como ella había hecho al sentarse. Por un momento creí que mi cerebro iba a estallar. No podía ni mirarla. Ni siquiera deseaba oírla. Cada vez que hablaba, el llanto en sus palabras se hacía más presente. Y cada vez que la oía, me arrancaba un pedazo de corazón. –No puedes… ni a la fuerza podría permitirlo.- "claro que no" me incorporé sin saber donde colocar las manos. "El cuadro, ni mirarlo..." El gesto de Kory cambió por completo ¿Ahora era cuando mi cuello, tenía que temblar? -Oh Dios mío, Keiran…- eso mismo repetí yo, en mi fuero interno ¿Ahora qué pasaba? -¿Sabías que estaba… aquí?- "¿Qué?" la observé incrédulo. No hizo falta ni que lo negase, para que se diese cuenta de que, nunca fue mi intención. Aquella noche ¡Sólo quería verla a ella! nada más y nada menos. Esto sólo era un mal golpe. Un terrible infortunio y otro de los desencadenantes causantes de mis problemas. Uno más que se sumaba a mi vida. La suerte nunca me sonrió, aunque sólo fuese de medio lado.
Sorprendido de que me sujetase las manos, me senté sin rechistar junto a ella. Quizás estaba subestimando a Kory. Por que nunca pensé que fuese tan cariñosa a pesar de haberle confesado mis intenciones -¿Entiendes mi posición, verdad? ¿Entiendes…que solo podrías llevártelo bajo mi cadáver?- lo entendía perfectamente. Yo en su lugar hubiese hecho lo mismo. Aún guardaba un objeto, el único que tenía de mi familia. Me entregaron al orfanato, junto con una pequeña peonza de madera roja. Y nunca fui capaz de separarme de ella. Siempre en mis bolsillos, me recordaba que yo no había surgido de la nada. Que alguien me engendró trayéndome al mundo. Aunque fuese siendo un monstruo. Puede que por ese motivo me abandonasen -¿No hay…alguna solución posible?- no lo supe en ese momento. Tenía que pensar, con la esperanza de encontrar alguna –¿Qué piensas?- otro pedazo de mi corazón se desprendió sin medida, al contemplarla. Tenía los ojos vidriosos, a punto de llorar. No quería que volviese a sangrar ¿Le dolería? –Por favor.- susurró helándome la sangre. Sus cabellos acariciaban mi rostro y caí en un estado de lo más desconcertante. "Demasiado poderoso para mi pobre incredulidad", así sentí su beso. Frío y cálido al mismo tiempo.
-Kory. Escúchame... - acerqué su rostro al mío para que me mirase, tomando su barbilla con delicadeza -¿Crees que yo haría una cosa así? - esperé con temor, ver que su rostro no reflejase pensamiento semejante -Por nada del mundo... Me sentiría el ser más despreciable de la tierra, sabiendo que he sido el culpable de tu melancolía - ahora fui yo quien besó sus labios, dejándome llevar por la tragedia de sus palabras -Jamás. Y escúchame bien. Jamás cometería tal atrocidad. Prefiero morir antes - murmuré al separarme, siendo de lo más sincero, además de sensato -Mi vida no vale nada. Ni siquiera tengo una familia que pueda sentir mi pérdida. No tengo nada. Salvo un trabajo de mierda que ni siquiera paga la ratonera en la que vivo - sonreí con desgana, siendo consciente de mi propia realidad. Luego acerqué su rostro para pegarlo junto a mi pecho. Olí su pelo como un idiota y acaricié la delicada cintura, dejando caer un tierno beso sobre su frente -Aún no me creo que esté aquí contigo. Nunca llamé el interés de ninguna mujer como tú. Y no me malinterpretes... - parpadeé para cerciorarme de estar despierto -Cuando digo, una mujer como tú, me refiero a que eres la persona más fascinante, que he conocido en mi vida - era maravilloso sentirla entre mis brazos. Quizás fuese la adrenalina, pero poco me costaba tenerla cogida. Mi corazón comenzaba a serenarse y se lo agradecí con creces -Prefiero llevarme un beso tuyo, antes que llevarme ese cuadro. Incluso, preferiría llevarme un tortazo tuyo... - sonreí torturado - ...antes que ese cuadro- estaba sentenciándome sin apenas darme cuenta -Cualquier cosa que me des, siempre será más preciado, la mayor riqueza, capaz de colmar mi vida de valor - aparté a la joven de mi con delicadeza, escrutando su rostro. Incluso pasé los dedos por su mejilla, fascinado -Y esa ratonera, ese trabajo, ese cuadro... quedarán siempre en segundo plano. Porque es aplastante el efecto que provocas en mí - mi cabeza pendía de un hilo. Pero eso ya lo sabía yo, desde hace tiempo. En concreto, desde el día que me metí en la banda de Tara. Ella no tenía por qué pagar mis platos rotos -Me destrozas con solo mirarme. No se si serás consciente de ello. Pero no he conocido nunca ha nadie que ejerza tanto poder - me retiré, temiendo asustarla. Creí no poder dejar de hablar a pesar de todo. Y quería que supiese la razón de mi incesante nerviosismo. Sólo Kory era culpable, la mayor parte de las veces -Desordenas mis sentidos - no podía dejar de mirarla -No soy un experto en arte. Pero sólo por eso... - temí cometer alguna locura. Tampoco nos conocíamos tanto. Pero mi lengua me jugó una mala pasada -Sólo por eso eres más valiosa que cualquier pintura - tuve miedo de que me echara de su vida. Seguro que no era el primer hombre que quedaba preso de su encanto -Por favor te lo ruego. No te enfades conmigo - ¿Que qué iba a hacer? "Ni idea".
Cuando sus ojos escrutaron la pintura, supe que era el momento dedejarle ir. Yo no iba mal encaminado. –No… no es posible.- tomó mi rostro entre las manos, separándose de mí. Su incredulidad era mayor que la mía. Se sentó de nuevo en el sillón, bajo mi incertidumbre. Porque no tenía ni idea de lo que iba a hacer. Nunca me sucedió algo parecido –No puedes llevártelo…- su voz me desgarró las entrañas. Me arrodillé ante la joven, llevándome las manos a la cabeza, como ella había hecho al sentarse. Por un momento creí que mi cerebro iba a estallar. No podía ni mirarla. Ni siquiera deseaba oírla. Cada vez que hablaba, el llanto en sus palabras se hacía más presente. Y cada vez que la oía, me arrancaba un pedazo de corazón. –No puedes… ni a la fuerza podría permitirlo.- "claro que no" me incorporé sin saber donde colocar las manos. "El cuadro, ni mirarlo..." El gesto de Kory cambió por completo ¿Ahora era cuando mi cuello, tenía que temblar? -Oh Dios mío, Keiran…- eso mismo repetí yo, en mi fuero interno ¿Ahora qué pasaba? -¿Sabías que estaba… aquí?- "¿Qué?" la observé incrédulo. No hizo falta ni que lo negase, para que se diese cuenta de que, nunca fue mi intención. Aquella noche ¡Sólo quería verla a ella! nada más y nada menos. Esto sólo era un mal golpe. Un terrible infortunio y otro de los desencadenantes causantes de mis problemas. Uno más que se sumaba a mi vida. La suerte nunca me sonrió, aunque sólo fuese de medio lado.
Sorprendido de que me sujetase las manos, me senté sin rechistar junto a ella. Quizás estaba subestimando a Kory. Por que nunca pensé que fuese tan cariñosa a pesar de haberle confesado mis intenciones -¿Entiendes mi posición, verdad? ¿Entiendes…que solo podrías llevártelo bajo mi cadáver?- lo entendía perfectamente. Yo en su lugar hubiese hecho lo mismo. Aún guardaba un objeto, el único que tenía de mi familia. Me entregaron al orfanato, junto con una pequeña peonza de madera roja. Y nunca fui capaz de separarme de ella. Siempre en mis bolsillos, me recordaba que yo no había surgido de la nada. Que alguien me engendró trayéndome al mundo. Aunque fuese siendo un monstruo. Puede que por ese motivo me abandonasen -¿No hay…alguna solución posible?- no lo supe en ese momento. Tenía que pensar, con la esperanza de encontrar alguna –¿Qué piensas?- otro pedazo de mi corazón se desprendió sin medida, al contemplarla. Tenía los ojos vidriosos, a punto de llorar. No quería que volviese a sangrar ¿Le dolería? –Por favor.- susurró helándome la sangre. Sus cabellos acariciaban mi rostro y caí en un estado de lo más desconcertante. "Demasiado poderoso para mi pobre incredulidad", así sentí su beso. Frío y cálido al mismo tiempo.
-Kory. Escúchame... - acerqué su rostro al mío para que me mirase, tomando su barbilla con delicadeza -¿Crees que yo haría una cosa así? - esperé con temor, ver que su rostro no reflejase pensamiento semejante -Por nada del mundo... Me sentiría el ser más despreciable de la tierra, sabiendo que he sido el culpable de tu melancolía - ahora fui yo quien besó sus labios, dejándome llevar por la tragedia de sus palabras -Jamás. Y escúchame bien. Jamás cometería tal atrocidad. Prefiero morir antes - murmuré al separarme, siendo de lo más sincero, además de sensato -Mi vida no vale nada. Ni siquiera tengo una familia que pueda sentir mi pérdida. No tengo nada. Salvo un trabajo de mierda que ni siquiera paga la ratonera en la que vivo - sonreí con desgana, siendo consciente de mi propia realidad. Luego acerqué su rostro para pegarlo junto a mi pecho. Olí su pelo como un idiota y acaricié la delicada cintura, dejando caer un tierno beso sobre su frente -Aún no me creo que esté aquí contigo. Nunca llamé el interés de ninguna mujer como tú. Y no me malinterpretes... - parpadeé para cerciorarme de estar despierto -Cuando digo, una mujer como tú, me refiero a que eres la persona más fascinante, que he conocido en mi vida - era maravilloso sentirla entre mis brazos. Quizás fuese la adrenalina, pero poco me costaba tenerla cogida. Mi corazón comenzaba a serenarse y se lo agradecí con creces -Prefiero llevarme un beso tuyo, antes que llevarme ese cuadro. Incluso, preferiría llevarme un tortazo tuyo... - sonreí torturado - ...antes que ese cuadro- estaba sentenciándome sin apenas darme cuenta -Cualquier cosa que me des, siempre será más preciado, la mayor riqueza, capaz de colmar mi vida de valor - aparté a la joven de mi con delicadeza, escrutando su rostro. Incluso pasé los dedos por su mejilla, fascinado -Y esa ratonera, ese trabajo, ese cuadro... quedarán siempre en segundo plano. Porque es aplastante el efecto que provocas en mí - mi cabeza pendía de un hilo. Pero eso ya lo sabía yo, desde hace tiempo. En concreto, desde el día que me metí en la banda de Tara. Ella no tenía por qué pagar mis platos rotos -Me destrozas con solo mirarme. No se si serás consciente de ello. Pero no he conocido nunca ha nadie que ejerza tanto poder - me retiré, temiendo asustarla. Creí no poder dejar de hablar a pesar de todo. Y quería que supiese la razón de mi incesante nerviosismo. Sólo Kory era culpable, la mayor parte de las veces -Desordenas mis sentidos - no podía dejar de mirarla -No soy un experto en arte. Pero sólo por eso... - temí cometer alguna locura. Tampoco nos conocíamos tanto. Pero mi lengua me jugó una mala pasada -Sólo por eso eres más valiosa que cualquier pintura - tuve miedo de que me echara de su vida. Seguro que no era el primer hombre que quedaba preso de su encanto -Por favor te lo ruego. No te enfades conmigo - ¿Que qué iba a hacer? "Ni idea".
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Mi confianza hacia el resto del mundo, se había visto atrofiada al paso del tiempo, quizá por ese motivo siempre reflejé un atisbo de duda. -Kory. Escúchame... – Me tuve que adentrar en la profundidad de sus ojos. Era toda oídos. -¿Crees que yo haría una cosa así? – Aguardé que él mismo me respondiera. -Por nada del mundo... Me sentiría el ser más despreciable de la tierra, sabiendo que he sido el culpable de tu melancolía – Era sincero, esas palabras significaron mucho para mí, más de lo que pudiese imaginarse. Y así recibí sus labios, como si aquello fuera un milagro. -Jamás. Y escúchame bien. Jamás cometería tal atrocidad. Prefiero morir antes – No… Mi mirada se enturbió por unos segundos. -Mi vida no vale nada.- Me sentí terriblemente entristecida.- Ni siquiera tengo una familia que pueda sentir mi pérdida. No tengo nada. Salvo un trabajo de mierda que ni siquiera paga la ratonera en la que vivo – Me estaba desesperando por momentos, era inútil decir nada, lo más seguro es que rebatiera mis palabras ¿Qué sabía yo de su vida excepto lo que poco que me había contado? Era su realidad, pero… ahora mismo estaba conmigo, en una realidad distinta ¿Sería capaz de cambiar su vida? Deseé hacerlo. Rodeé con los brazos sus costados cuando me atrajo a su pecho, me valió de consuelo, eran portentosas las emociones que comencé a sufrir, intenté descifrarlas, pero ¿por qué insistía siempre en ordenar mis sentimientos? ¿Desde cuándo me volví tan metódica? Sabía la respuesta, no estaba dispuesta a sufrir de nuevo. Me cegó un recuerdo amargo cuando besó mi frente. -Aún no me creo que esté aquí contigo.- Yo tampoco… pensé, aún con la mirada perdida.- Nunca llamé el interés de ninguna mujer como tú. Y no me malinterpretes...Cuando digo, una mujer como tú, me refiero a que eres la persona más fascinante, que he conocido en mi vida – negué levemente con la cabeza, sus palabras me habían esbozado una sutil sonrisa en mi rostro y en mi corazón. También pensé que quizá no había conocido las suficientes personas para estar seguro de esa afirmación. -Prefiero llevarme un beso tuyo, antes que llevarme ese cuadro. Incluso, preferiría llevarme un tortazo tuyo... – me asomé un poco para mirarle con una sonrisa radiante ¿se daba cuenta de lo que decía? - ...antes que ese cuadro. Cualquier cosa que me des, siempre será más preciado, la mayor riqueza, capaz de colmar mi vida de valor– tuve miedo de que viera en mis ojos lo que rondaba por mi cabeza, pero me rendí ante las caricias de sus palabras y de sus dedos. -Y esa ratonera, ese trabajo, ese cuadro... quedarán siempre en segundo plano. Porque es aplastante el efecto que provocas en mí – me dio un vuelco al corazón ¿Se podía llorar de felicidad? -Me destrozas con solo mirarme. No sé si serás consciente de ello.- Nunca fui consciente de conseguir tal efecto en él.- Pero no he conocido nunca a nadie que ejerza tanto poder – Se separó un poco, quizá para darse un respiro, no lo sé. Y cuando pensé que ya había terminado… -Desordenas mis sentidos .No soy un experto en arte. Pero sólo por eso... – Mis ojos brillaron, sin poder contener la emoción. -Sólo por eso eres más valiosa que cualquier pintura – Me desplomé al acto, no creí merecerme sus palabras, cerré los ojos distinguiendo un torrente de sensaciones removiéndome. Me cubrí con la mano derecha los ojos. -Por favor te lo ruego. No te enfades conmigo – las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, sin poder contenerlas más. Moví rápidamente la mano para limpiarlas.
-¿Cómo iba a enfadarme contigo?- pregunté con un intento de sonrisa, atreviéndome ya sí a mirarle. –No podría.- cogí una de sus manos, entrelazando mis dedos con los suyos. – Si supieras que es lo más hermoso que me han dicho nunca,- estaba segura, si fuera al contrario estaría ya acostumbrada a escuchar ese tipo de agasajos.- que por un momento no creí lo que estaba escuchando. – pensando que quizá podía caer en la adulación, pero él no necesitaba hacerlo. – No creí…- me expliqué.- en el sentido de que no pensé que tus palabras me estuviesen retratando a mí.- Porque ¿por qué sentir eso por mí? ¿Qué le había dado yo a parte de quebraderos de cabeza y confusión? Giré la cabeza mirando el cuadro que le había hecho decirme todas esas cosas. –Espero que lo que has dicho lo digas de corazón.- porque lo último que quería era engañarme a mí misma, con la inseguridad que tenía era lo peor que podría hacer. –Keiran…- parecía que nunca me cansaría de pronunciar su nombre, me volví a arrimar a él por inercia, mis dedos se introdujeron indiscretos por uno de los huecos de su camisa, y allí se quedaron, reconociendo la piel de su abdomen.
–Todo ha cambiado, todo, desde que te vi por primera vez en aquel templo lejano.- sonreí apoyando la cabeza en la curva de su cuello. –Me he ido sorprendiendo de los cambios, sí, y te puedo asegurar que lo del cuadro…no me ha hecho cambiar ni lo que pienso de ti, ni lo que sentí al verte cruzar esa puerta.- besé su cuello con ternura. –Y de verdad…- continué conteniendo mis impulsos. –No me gustaría volverte a oír decir que tu vida no vale nada.- me encaré a él. –No sé con qué clase de gente te codearas para tasarte así. Solo créeme si te digo que tu valor es incalculable, más allá de lo que yo pueda valer, tu bondad me supera con creces.- era la verdad. –Me encantaría volverme mejor persona a tu lado.- saqué la mano de su camisa para agarrar suavemente el cuello de su camisa. –con tu ayuda sé que podría, pese a los muchos defectos que tengas, y pese a las penalidades que te han ido sucediendo, hay mucho que aprender de ti. Quisiera ser tu familia para llenar el vacío de tu corazón. – Repentinamente, mis labios chocaron contra los suyos, perdiendo toda consciencia, desequilibrándome hasta el último centímetro. Quería que supiese que iba en serio, me separé aún pegada a él. –Y si no es mucho pedir también quisiera ser tu hogar... Lo compartiría todo contigo.- reí suavemente volviéndome a unir a él en un insondable beso que se me hizo eterno. –Así que…- me volví a distanciar un poco, pues sospechaba que al final le dejaría sin aire. –se podría decir…y siguiendo tus palabras…- bromeé. –eres el tipo más afortunado del mundo.- le di un pequeño empujón cariñoso. –y sales ganando.- me serené apoyando de nuevo la cabeza sobre su pecho, puede que siempre fuera una soñadora.
–Yo no sé si seré más valiosa que una pintura…- tenía mis dudas sobre ese aspecto. –pero si me puedo imaginar lo afortunada que sería teniéndote en mi vida.- Dispuestos a imaginar… así le idealicé.
-¿Cómo iba a enfadarme contigo?- pregunté con un intento de sonrisa, atreviéndome ya sí a mirarle. –No podría.- cogí una de sus manos, entrelazando mis dedos con los suyos. – Si supieras que es lo más hermoso que me han dicho nunca,- estaba segura, si fuera al contrario estaría ya acostumbrada a escuchar ese tipo de agasajos.- que por un momento no creí lo que estaba escuchando. – pensando que quizá podía caer en la adulación, pero él no necesitaba hacerlo. – No creí…- me expliqué.- en el sentido de que no pensé que tus palabras me estuviesen retratando a mí.- Porque ¿por qué sentir eso por mí? ¿Qué le había dado yo a parte de quebraderos de cabeza y confusión? Giré la cabeza mirando el cuadro que le había hecho decirme todas esas cosas. –Espero que lo que has dicho lo digas de corazón.- porque lo último que quería era engañarme a mí misma, con la inseguridad que tenía era lo peor que podría hacer. –Keiran…- parecía que nunca me cansaría de pronunciar su nombre, me volví a arrimar a él por inercia, mis dedos se introdujeron indiscretos por uno de los huecos de su camisa, y allí se quedaron, reconociendo la piel de su abdomen.
–Todo ha cambiado, todo, desde que te vi por primera vez en aquel templo lejano.- sonreí apoyando la cabeza en la curva de su cuello. –Me he ido sorprendiendo de los cambios, sí, y te puedo asegurar que lo del cuadro…no me ha hecho cambiar ni lo que pienso de ti, ni lo que sentí al verte cruzar esa puerta.- besé su cuello con ternura. –Y de verdad…- continué conteniendo mis impulsos. –No me gustaría volverte a oír decir que tu vida no vale nada.- me encaré a él. –No sé con qué clase de gente te codearas para tasarte así. Solo créeme si te digo que tu valor es incalculable, más allá de lo que yo pueda valer, tu bondad me supera con creces.- era la verdad. –Me encantaría volverme mejor persona a tu lado.- saqué la mano de su camisa para agarrar suavemente el cuello de su camisa. –con tu ayuda sé que podría, pese a los muchos defectos que tengas, y pese a las penalidades que te han ido sucediendo, hay mucho que aprender de ti. Quisiera ser tu familia para llenar el vacío de tu corazón. – Repentinamente, mis labios chocaron contra los suyos, perdiendo toda consciencia, desequilibrándome hasta el último centímetro. Quería que supiese que iba en serio, me separé aún pegada a él. –Y si no es mucho pedir también quisiera ser tu hogar... Lo compartiría todo contigo.- reí suavemente volviéndome a unir a él en un insondable beso que se me hizo eterno. –Así que…- me volví a distanciar un poco, pues sospechaba que al final le dejaría sin aire. –se podría decir…y siguiendo tus palabras…- bromeé. –eres el tipo más afortunado del mundo.- le di un pequeño empujón cariñoso. –y sales ganando.- me serené apoyando de nuevo la cabeza sobre su pecho, puede que siempre fuera una soñadora.
–Yo no sé si seré más valiosa que una pintura…- tenía mis dudas sobre ese aspecto. –pero si me puedo imaginar lo afortunada que sería teniéndote en mi vida.- Dispuestos a imaginar… así le idealicé.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
Me asusté al ver su lagrimal enrojecido. No era la primera vez que lloraba delante mía. Temí que fuese por mi culpa. Aunque si soy sincero, no era yo el que hacía llorar a las mujeres. Más bien, al revés. Mi corazón latía sin una mínima pausa, esperando a que dijese algo. O a que cesase la sangre en sus ojos, porque me entraban los mil demonios cada vez que sucedía. Llorar hasta el punto de sangrar, me pareció incluso poético, a pesar del mal trago -¿Cómo iba a enfadarme contigo?- a partir de aquí, todo fue cuesta arriba. Caminaba sobre una escalera y a cada paso que daba, ascendía un poco más, hasta llegar a los mismísimos cielos -No podría.- tomó mis manos y me quedé mirándolas como un bobo. Puede que por el cataclismo que sentí padecer, no lo se – Si supieras que es lo más hermoso que me han dicho nunca,- no pude creérmelo, ni aunque me lo hubiese repetido cien veces con la mano en el corazón - que por un momento no creí lo que estaba escuchando. – yo aún no me creía estar allí sentado con ella. Sonreí compartiendo esos segundos de incredulidad inocente – No creí… en el sentido de que no pensé que tus palabras me estuviesen retratando a mí.- quedé preso de su mirada por vigésima vez. Atontado sin capacidad de movimiento. Sentí que mi pecho no era capaz de aguantar la respiración. Que en cualquier momento estallaría en mil pedazos por la presión, sucumbiendo. Era la primera mujer que no me tomaba el pelo en doscientos veintiséis años. Era la primera que me hacía sentir importante. No se muy bien cómo. Pero lo conseguía sin problemas. La primera en enterarse de aspectos de mi vida, que jamás pensé contarle a nadie. O mínimamente le interesaran. Era la número uno. La que encabezaba mi fila. Ni una sola cosa conseguida por mí, ni una sola reliquia obtenida en mis "cruzadas", brillaba tanto como ella –Espero que lo que has dicho lo digas de corazón.- ¿Lo dudaba? –Keiran…- sus dedos surcaron partes de mi cuerpo, sensibilizarme hasta el extremo, sin remedio. Cerré los párpados y dejé caer la frente sobre su mejilla, sin poder evitar sostenerla por la cintura. Acaricíe sus formas por encima de las ropas, con la esperanza de que la tela se desintegrase por el roce de mis dedos. Me estaba aniquilando.
–Todo ha cambiado, todo, desde que te vi por primera vez en aquel templo lejano.- me dieron ganas de tomarla allí mismo. Pero sólo fui capaz de dejar caer una mano sobre su cabeza para sostenerla, cuando hundió el rostro en el hueco de mi cuello ¿Notaría mi pulso desenfrenado? –Me he ido sorprendiendo de los cambios, sí, y te puedo asegurar que lo del cuadro…no me ha hecho cambiar ni lo que pienso de ti, ni lo que sentí al verte cruzar esa puerta.- intenté encontrar su boca cuando depositó un beso cerca de mi clavícula. Pero no llegué a tiempo. Creí estar soñando. No se a qué ángel se le ocurrió bendecirme. Pero descubriría su nombre, comprometiéndome a rezarle cada noche, por el inmenso regalo –Y de verdad…- "De verdad que me estaba conteniendo". Allí, en el salón, sobre el sofá, en una mesa, en el suelo. Me daba igual donde empezar y en que lugar terminar –No me gustaría volverte a oír decir que tu vida no vale nada. No sé con qué clase de gente te codearas para tasarte así. Solo créeme si te digo que tu valor es incalculable, más allá de lo que yo pueda valer, tu bondad me supera con creces.- ¿Acaso ella no era bondadosa? ¿No me había acogido con los brazos abiertos? yo era un tipo normal, del que cualquier listo terminaba aprovechándose ¿Quería ser como yo? me apunté no recomendárselo –Me encantaría volverme mejor persona a tu lado.- "Para mí era perfecta". Contraje todos los músculos del pecho y el peso de mi cabeza, venció por inercia, cayendo sobre su inmaculado cuello. Una de mis mayores debilidades. –con tu ayuda sé que podría, pese a los muchos defectos que tengas, y pese a las penalidades que te han ido sucediendo, hay mucho que aprender de ti. Quisiera ser tu familia para llenar el vacío de tu corazón. – Alcé la vista sin poder concebir lo que oía, cuando me sorprendió con uno de sus besos. Inevitable dejarse llevar, reteniéndola con una mano. Si se comprometía a darme más de lo que yo le pedía, compensaría sus esfuerzos con creces. Deseé calentar su piel, quedar extasiado ¿Era mucho pedir? ¿Estaba mal pensar algo así? Cuando retiró los dedos de mi abdomen, me aparté con gesto de demanda. Incluso pensé en decirle que no los apartase. Que los dejase en su sitio, donde siempre debieron estar. Donde siempre deseé que estuvieran –Y si no es mucho pedir también quisiera ser tu hogar... - miré sus ojos atónito -¿-Lo compartiría todo contigo.- "todo" repetí en mi fuero interno, encontrando su lengua ¿Por qué haría algo así por mí? –Así que… se podría decir…y siguiendo tus palabras… eres el tipo más afortunado del mundo. - "y no se lo rebatiría" parpadeé varias veces, para comprobar que tenía los ojos abiertos –y sales ganando.- reí sin medida cuando me empujó de forma cariñosa. Un gesto sin complejos de lo más informal, que nunca creí ver en ella. –Yo no sé si seré más valiosa que una pintura… pero si me puedo imaginar lo afortunada que sería teniéndote en mi vida.- Y allí me quedé pensando ¿Por qué tanto martirio? Qué le abría sucedido, para ser tan desconfiada. A veces me daba la sensación de que le costaba un enorme esfuerzo destaparse. Como si fuese la primera vez que expresase sus sentimientos delante de alguien. No se si por miedo a ser rechaza. O por temer equivocarse una vez más. A mí también me costaba, igual que a todo el mundo. "Es difícil dejarse llevar".
-En ese caso, habrá que pactar una serie de normas en ese hogar, para que no nos tiremos los libros a la cabeza. - bromeé retirando su cabello para ver con mayor precisión, el rostro de mi nueva familia -La primera norma que debes cumplir, es bien sencilla - pasé el pulgar por su párpado para que lo cerrase -No llores más - susurré con la esperanza de que me hiciese caso. Y pegué con fuerza mi pecho al suyo pretendiendo que su corazón inerte, quedase contagiado por algún latido del mío -La segunda - sentí que me perdía, porque empecé a respirar con fuerza. Sostuve su mano y la llevé hasta mi abdomen, intentando que sus dedos volviesen a tocarme, colándolos por los huecos de mi camisa -Que no me sueltes - cerré los ojos contrayendo cada músculo nada más sentir su tacto -La tercera - la besé tórridamente, recorriendo cada parte de su boca. Y aún entre sus labios y con la respiración a mil, susurré entre gemidos asfixiados -Que me ahogues - le quité un pequeño pasador del cabello, deslizando el metal con suavidad -Y cuarta y última... - la voz apenas conseguía ascender desde mi garganta, cuando me desabroché los botones e hice que su mano subiera y bajara a lo largo de mi pecho produciéndome un placer descomunal -Que no me juzgues, si pierdo los estribos contigo - y estaba apunto de perderlos, agarrándome a la nada para poder seguir hablando. Pero la sensatez se evaporaba.
Tumbé a la joven sobre el sofá, pasando una de sus piernas por encima de mi cadera y la sostuve allí, oprimiéndome con su presa a mí mismo. "Era tersa como el terciopelo". Coloqué la otra mano por encima de su cabeza, justo en el brazo del sillón y me sumí en la mas profunda de las ensoñaciones. Creí desintegrarla cuando la besé con la más cruel de las intenciones. Pero enseguida me aparté, siendo consciente de mi comportamiento. No. Aún no nos conocíamos demasiado. Tanto como para poseerla en aquel sillón mullido ¿Y si el mayordomo regresaba al salón? ¿Qué pensaría de mí? "Que era un bárbaro. Seguro".
–Todo ha cambiado, todo, desde que te vi por primera vez en aquel templo lejano.- me dieron ganas de tomarla allí mismo. Pero sólo fui capaz de dejar caer una mano sobre su cabeza para sostenerla, cuando hundió el rostro en el hueco de mi cuello ¿Notaría mi pulso desenfrenado? –Me he ido sorprendiendo de los cambios, sí, y te puedo asegurar que lo del cuadro…no me ha hecho cambiar ni lo que pienso de ti, ni lo que sentí al verte cruzar esa puerta.- intenté encontrar su boca cuando depositó un beso cerca de mi clavícula. Pero no llegué a tiempo. Creí estar soñando. No se a qué ángel se le ocurrió bendecirme. Pero descubriría su nombre, comprometiéndome a rezarle cada noche, por el inmenso regalo –Y de verdad…- "De verdad que me estaba conteniendo". Allí, en el salón, sobre el sofá, en una mesa, en el suelo. Me daba igual donde empezar y en que lugar terminar –No me gustaría volverte a oír decir que tu vida no vale nada. No sé con qué clase de gente te codearas para tasarte así. Solo créeme si te digo que tu valor es incalculable, más allá de lo que yo pueda valer, tu bondad me supera con creces.- ¿Acaso ella no era bondadosa? ¿No me había acogido con los brazos abiertos? yo era un tipo normal, del que cualquier listo terminaba aprovechándose ¿Quería ser como yo? me apunté no recomendárselo –Me encantaría volverme mejor persona a tu lado.- "Para mí era perfecta". Contraje todos los músculos del pecho y el peso de mi cabeza, venció por inercia, cayendo sobre su inmaculado cuello. Una de mis mayores debilidades. –con tu ayuda sé que podría, pese a los muchos defectos que tengas, y pese a las penalidades que te han ido sucediendo, hay mucho que aprender de ti. Quisiera ser tu familia para llenar el vacío de tu corazón. – Alcé la vista sin poder concebir lo que oía, cuando me sorprendió con uno de sus besos. Inevitable dejarse llevar, reteniéndola con una mano. Si se comprometía a darme más de lo que yo le pedía, compensaría sus esfuerzos con creces. Deseé calentar su piel, quedar extasiado ¿Era mucho pedir? ¿Estaba mal pensar algo así? Cuando retiró los dedos de mi abdomen, me aparté con gesto de demanda. Incluso pensé en decirle que no los apartase. Que los dejase en su sitio, donde siempre debieron estar. Donde siempre deseé que estuvieran –Y si no es mucho pedir también quisiera ser tu hogar... - miré sus ojos atónito -¿-Lo compartiría todo contigo.- "todo" repetí en mi fuero interno, encontrando su lengua ¿Por qué haría algo así por mí? –Así que… se podría decir…y siguiendo tus palabras… eres el tipo más afortunado del mundo. - "y no se lo rebatiría" parpadeé varias veces, para comprobar que tenía los ojos abiertos –y sales ganando.- reí sin medida cuando me empujó de forma cariñosa. Un gesto sin complejos de lo más informal, que nunca creí ver en ella. –Yo no sé si seré más valiosa que una pintura… pero si me puedo imaginar lo afortunada que sería teniéndote en mi vida.- Y allí me quedé pensando ¿Por qué tanto martirio? Qué le abría sucedido, para ser tan desconfiada. A veces me daba la sensación de que le costaba un enorme esfuerzo destaparse. Como si fuese la primera vez que expresase sus sentimientos delante de alguien. No se si por miedo a ser rechaza. O por temer equivocarse una vez más. A mí también me costaba, igual que a todo el mundo. "Es difícil dejarse llevar".
-En ese caso, habrá que pactar una serie de normas en ese hogar, para que no nos tiremos los libros a la cabeza. - bromeé retirando su cabello para ver con mayor precisión, el rostro de mi nueva familia -La primera norma que debes cumplir, es bien sencilla - pasé el pulgar por su párpado para que lo cerrase -No llores más - susurré con la esperanza de que me hiciese caso. Y pegué con fuerza mi pecho al suyo pretendiendo que su corazón inerte, quedase contagiado por algún latido del mío -La segunda - sentí que me perdía, porque empecé a respirar con fuerza. Sostuve su mano y la llevé hasta mi abdomen, intentando que sus dedos volviesen a tocarme, colándolos por los huecos de mi camisa -Que no me sueltes - cerré los ojos contrayendo cada músculo nada más sentir su tacto -La tercera - la besé tórridamente, recorriendo cada parte de su boca. Y aún entre sus labios y con la respiración a mil, susurré entre gemidos asfixiados -Que me ahogues - le quité un pequeño pasador del cabello, deslizando el metal con suavidad -Y cuarta y última... - la voz apenas conseguía ascender desde mi garganta, cuando me desabroché los botones e hice que su mano subiera y bajara a lo largo de mi pecho produciéndome un placer descomunal -Que no me juzgues, si pierdo los estribos contigo - y estaba apunto de perderlos, agarrándome a la nada para poder seguir hablando. Pero la sensatez se evaporaba.
Tumbé a la joven sobre el sofá, pasando una de sus piernas por encima de mi cadera y la sostuve allí, oprimiéndome con su presa a mí mismo. "Era tersa como el terciopelo". Coloqué la otra mano por encima de su cabeza, justo en el brazo del sillón y me sumí en la mas profunda de las ensoñaciones. Creí desintegrarla cuando la besé con la más cruel de las intenciones. Pero enseguida me aparté, siendo consciente de mi comportamiento. No. Aún no nos conocíamos demasiado. Tanto como para poseerla en aquel sillón mullido ¿Y si el mayordomo regresaba al salón? ¿Qué pensaría de mí? "Que era un bárbaro. Seguro".
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/10/2010
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Re: "La divina comedia"
Por momentos su cuerpo irradiaba más y más calor, esa sensación, era extrañamente agradable y a su vez placentera, para alguien como yo. Aspiré discretamente su aroma, perfectamente deseable. Todas mis alarmas se revolucionaron provocando un sonido ensordecedor en mi cabeza, “No tengo nada que temer” me dije, confiándome a sus brazos.-En ese caso, habrá que pactar una serie de normas en ese hogar, para que no nos tiremos los libros a la cabeza. – Sonreí al imaginarme la escena, ¿se daría el caso? Le miré tímidamente por el rabillo del ojo. -La primera norma que debes cumplir, es bien sencilla – Eso tendría que juzgarlo yo misma. Cerró uno de mis parpados… -No llores más – Susurró, casi me quedé boquiabierta, seducida sin remedio por lo que veía en sus pupilas, más allá de mi propio reflejo. Contabas veces había llorado delante de alguien, y me pude imaginar lo chocante que era presenciarlo.
Ahora su pecho no me dejaba salida. -La segunda – fije mis ojos en sus suculentos labios. Permanecí rígida, y aún viéndome sacudida por la precipitación que se avecinaba en el horizonte de sus ojos, intenté comportarme, pero la exaltación de su respiración echaba al traste mi etéreo aguante. Además, sentí como mío su propio corazón, en cualquier momento perdería la cabeza, me lo temí, como cuando un trueno destaca en la lejanía avisando del inminente diluvio. Me quedó aún más claro cuando llevó mi mano de nuevo a su abdomen, donde antes me atreví a explorar, -Que no me sueltes – Enloquecer, sí… el cielo de mi subconsciente pareció resquebrajarse, dando paso a las primeras gotas de mi devastación, lo más seguro era resguardarse… ¿Me daría alguna opción? -La tercera – “Me quiero morir…” pensé delirante, cuando me sorprendió su ávida boca, abrasándome por completo, uno de los truenos me alcanzó ¿cuántos más irían detrás de éste? “Me gusta la tercera…” pensé para mí. La mano dichosa que se encontraba bajo su camisa se sublevó, viajando por su cuenta. -Que me ahogues – Creí entenderle, cuando el hálito de su respiración chocó en mi rostro. Asfixiarle ¿Eso quería? Podría dárselo. Se deshizo de uno de mis pasadores, con tanta suavidad que ya me imaginé cómo podría deshacerse de mis ropajes, he ahí que mi menté me abandonó hundiéndose en la pura fábula. -Y cuarta y última... – ¿Había algo más? Cerré fugazmente los ojos, inmolándome, en seguida me percaté de que se había desabrochado la camisa, pareciera que le estorbase. Mi mano, bajo su tutelada acarició su pecho, estimulándonos mutuamente por ese simple recorrido, “Por favor Keiran…” le rogué con torpeza. - Que no me juzgues, si pierdo los estribos contigo – “No los pierdas, no los pierdas.” Repetí una y otra vez, como una plegaria. Clemencia para mi frágil espíritu. Ya fue tarde… pues quedé hundida entre los cojines de mi sofá, demolida de arriba abajo. Padecí un cosquilleo íntimo cuando mi pierna pasó por su cadera, maniobraba a voluntad suya. No desvié los ojos de los suyos, al hallar esa tensión sexual, que creí perdida. ¿Estaba hambrienta? De él…siempre. La estancia se oscureció cuando me derribó con la segunda parte de la tercera norma, pero acabó antes de lo que esperaba, volví a abrir los ojos, descansando de nuevo la cabeza sobre uno de los cojines.
Creí saborear mi propia sangre, llevé la mano derecha a mi labio inferior, y efectivamente me había cortado a mí misma, cuando me afané por retenerle. Pasé ese mismo dedo por sus labios. –Pruébame.- susurré mientras me relamía. Sonreí con inocencia, cuando dejé que mis manos se deslizaran por su torso desnudo. –No tendré que recordarte lo inestable que puedo llegar a ser ¿verdad?- mis manos vagaron por su espalda, atrapándolo contra mí. – ¡Oh Divinité!- besé sus mejillas con fervor. –Es curioso en qué estado me han dejado tus normas.- totalmente a su merced, sonreí entreabriendo los labios, dándoles un matiz travieso, cuando mis manos se quedaron en el principio de sus pantalones, inmiscuyéndose solo unos centímetros, lo suficiente para torturarle. -¿Verdad?- pregunté con fingida indiferencia, como si no me diera cuenta de lo que pretendía. Jugueteé con sus labios, tentándole a buscar los míos cuando me retiraba un poco y viceversa, Keiran estaba acalorado, no había que ser un genio para darse cuenta. Mi cuerpo había recobrado ese calor humano, que sólo alcanzaba cuando me alimentaba, asombroso que él lo consiguiera sin su propio sacrificio. –Conténte, hazlo por mí. – saqué mis manos de su martirio, para acunar su rostro con suavidad, le sonreí tiernamente. –No quisiera arrepentirme de nada, ni quiero que tu lo hagas. No quiero precipitarme contigo.- ¿Podría arrepentirme? A la larga… una no sabe. Le tenía bien dispuesto, y yo igualmente lo estaba, pero sí…quizá era demasiado pronto, pero ya había despertado mis instintos dormidos ¿Cómo lo hizo? Después de un año, abstente e inapetente de todo hombre. –Habrá tiempo.- ¿Se lo habría tomado mal? Quizá…tendría que: -Keiran… te deseo ¿eso lo sabes? Te deseo tanto o más que tú a mí.- apoyé su cabeza en mi cuello, y acaricié de nuevo su espalda, mientras alzaba la otra pierna, inmovilizando las suyas. –Deseo todo de ti…- reconocí. –todo…puede que ahí esté mi miedo. He cometido muchos errores en mi vida. Y tú no serás uno de ellos.- susurré cadenciosa. –Esa es tú única norma, “protégeme de mi misma.”- alcé su rostro para que me mirase. –Basta y supera las tuyas.- me quedé pensando. –Sé que…no soy la familia perfecta que te imaginabas, lo siento. Pero no te decepcionaré.- me incorporé un poco, liberándole, eché el cuerpo hacia atrás, junto con Keiran para poder besarle, lo encontré lleno de esperanza por mi parte. Al separar mis labios de los suyos, noté una presencia cercana, giré lentamente la cabeza en dirección a la puerta, aún le tenía agarrado del cuello de la camisa.
-¿Roger?- pregunté achicando los ojos. No supe qué hacer, se me había pasado totalmente que aún estaba despierto, de haber sucedido algo en aquel sofá, no me habría atrevido a mirarle a la cara de nuevo. Roger, permanecía impasible, con su buen porte, a pesar de los años.
-¿Vais a salir?- volví la cabeza hacia Keiran, y le fui abrochando dos de los botones.
-Sí…quiero enseñarle algo.- Roger asintió y se encaminó a su dormitorio. –No te incomodes por él.- murmuré con una sonrisa llena de complicidad. –Sólo está sorprendido de verme ‘así’.- me levanté lentamente del sillón colocándome mejor los tacones. Quería llevarle a mi laberinto personal, daba terror nada más verlo, ya no ha tenido la oportunidad de lucir como en antaño. –Si te fías de mí te llevaré a los límites de mis tierras, pero no te asustes. No está lo domesticado que debiera, aunque tiene su encando.- más bien…asilvestrado… ¡pero es que era enorme! Sonreí intentando adivinar la cara que pondría al ver la rebeldía con la que crecía mi laberinto descuidado. Le ofrecí mi mano.
Ahora su pecho no me dejaba salida. -La segunda – fije mis ojos en sus suculentos labios. Permanecí rígida, y aún viéndome sacudida por la precipitación que se avecinaba en el horizonte de sus ojos, intenté comportarme, pero la exaltación de su respiración echaba al traste mi etéreo aguante. Además, sentí como mío su propio corazón, en cualquier momento perdería la cabeza, me lo temí, como cuando un trueno destaca en la lejanía avisando del inminente diluvio. Me quedó aún más claro cuando llevó mi mano de nuevo a su abdomen, donde antes me atreví a explorar, -Que no me sueltes – Enloquecer, sí… el cielo de mi subconsciente pareció resquebrajarse, dando paso a las primeras gotas de mi devastación, lo más seguro era resguardarse… ¿Me daría alguna opción? -La tercera – “Me quiero morir…” pensé delirante, cuando me sorprendió su ávida boca, abrasándome por completo, uno de los truenos me alcanzó ¿cuántos más irían detrás de éste? “Me gusta la tercera…” pensé para mí. La mano dichosa que se encontraba bajo su camisa se sublevó, viajando por su cuenta. -Que me ahogues – Creí entenderle, cuando el hálito de su respiración chocó en mi rostro. Asfixiarle ¿Eso quería? Podría dárselo. Se deshizo de uno de mis pasadores, con tanta suavidad que ya me imaginé cómo podría deshacerse de mis ropajes, he ahí que mi menté me abandonó hundiéndose en la pura fábula. -Y cuarta y última... – ¿Había algo más? Cerré fugazmente los ojos, inmolándome, en seguida me percaté de que se había desabrochado la camisa, pareciera que le estorbase. Mi mano, bajo su tutelada acarició su pecho, estimulándonos mutuamente por ese simple recorrido, “Por favor Keiran…” le rogué con torpeza. - Que no me juzgues, si pierdo los estribos contigo – “No los pierdas, no los pierdas.” Repetí una y otra vez, como una plegaria. Clemencia para mi frágil espíritu. Ya fue tarde… pues quedé hundida entre los cojines de mi sofá, demolida de arriba abajo. Padecí un cosquilleo íntimo cuando mi pierna pasó por su cadera, maniobraba a voluntad suya. No desvié los ojos de los suyos, al hallar esa tensión sexual, que creí perdida. ¿Estaba hambrienta? De él…siempre. La estancia se oscureció cuando me derribó con la segunda parte de la tercera norma, pero acabó antes de lo que esperaba, volví a abrir los ojos, descansando de nuevo la cabeza sobre uno de los cojines.
Creí saborear mi propia sangre, llevé la mano derecha a mi labio inferior, y efectivamente me había cortado a mí misma, cuando me afané por retenerle. Pasé ese mismo dedo por sus labios. –Pruébame.- susurré mientras me relamía. Sonreí con inocencia, cuando dejé que mis manos se deslizaran por su torso desnudo. –No tendré que recordarte lo inestable que puedo llegar a ser ¿verdad?- mis manos vagaron por su espalda, atrapándolo contra mí. – ¡Oh Divinité!- besé sus mejillas con fervor. –Es curioso en qué estado me han dejado tus normas.- totalmente a su merced, sonreí entreabriendo los labios, dándoles un matiz travieso, cuando mis manos se quedaron en el principio de sus pantalones, inmiscuyéndose solo unos centímetros, lo suficiente para torturarle. -¿Verdad?- pregunté con fingida indiferencia, como si no me diera cuenta de lo que pretendía. Jugueteé con sus labios, tentándole a buscar los míos cuando me retiraba un poco y viceversa, Keiran estaba acalorado, no había que ser un genio para darse cuenta. Mi cuerpo había recobrado ese calor humano, que sólo alcanzaba cuando me alimentaba, asombroso que él lo consiguiera sin su propio sacrificio. –Conténte, hazlo por mí. – saqué mis manos de su martirio, para acunar su rostro con suavidad, le sonreí tiernamente. –No quisiera arrepentirme de nada, ni quiero que tu lo hagas. No quiero precipitarme contigo.- ¿Podría arrepentirme? A la larga… una no sabe. Le tenía bien dispuesto, y yo igualmente lo estaba, pero sí…quizá era demasiado pronto, pero ya había despertado mis instintos dormidos ¿Cómo lo hizo? Después de un año, abstente e inapetente de todo hombre. –Habrá tiempo.- ¿Se lo habría tomado mal? Quizá…tendría que: -Keiran… te deseo ¿eso lo sabes? Te deseo tanto o más que tú a mí.- apoyé su cabeza en mi cuello, y acaricié de nuevo su espalda, mientras alzaba la otra pierna, inmovilizando las suyas. –Deseo todo de ti…- reconocí. –todo…puede que ahí esté mi miedo. He cometido muchos errores en mi vida. Y tú no serás uno de ellos.- susurré cadenciosa. –Esa es tú única norma, “protégeme de mi misma.”- alcé su rostro para que me mirase. –Basta y supera las tuyas.- me quedé pensando. –Sé que…no soy la familia perfecta que te imaginabas, lo siento. Pero no te decepcionaré.- me incorporé un poco, liberándole, eché el cuerpo hacia atrás, junto con Keiran para poder besarle, lo encontré lleno de esperanza por mi parte. Al separar mis labios de los suyos, noté una presencia cercana, giré lentamente la cabeza en dirección a la puerta, aún le tenía agarrado del cuello de la camisa.
-¿Roger?- pregunté achicando los ojos. No supe qué hacer, se me había pasado totalmente que aún estaba despierto, de haber sucedido algo en aquel sofá, no me habría atrevido a mirarle a la cara de nuevo. Roger, permanecía impasible, con su buen porte, a pesar de los años.
-¿Vais a salir?- volví la cabeza hacia Keiran, y le fui abrochando dos de los botones.
-Sí…quiero enseñarle algo.- Roger asintió y se encaminó a su dormitorio. –No te incomodes por él.- murmuré con una sonrisa llena de complicidad. –Sólo está sorprendido de verme ‘así’.- me levanté lentamente del sillón colocándome mejor los tacones. Quería llevarle a mi laberinto personal, daba terror nada más verlo, ya no ha tenido la oportunidad de lucir como en antaño. –Si te fías de mí te llevaré a los límites de mis tierras, pero no te asustes. No está lo domesticado que debiera, aunque tiene su encando.- más bien…asilvestrado… ¡pero es que era enorme! Sonreí intentando adivinar la cara que pondría al ver la rebeldía con la que crecía mi laberinto descuidado. Le ofrecí mi mano.
- Laberinto cuidado xD:
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Re: "La divina comedia"
"Dios mio...estaba sangrando..." ¿Habría sido culpa mía? –Pruébame.- acercó el dedo a mi boca cubierto de sangre. "Que nauseas..." tuve que apartar el rostro para evitar el contacto, de manera inocente y sin querer ofenderla. "No gracias, soy generoso. Toda para ti". Aún así consiguió mancharme la boca y acarició mi torso supongo que, esperando a que me la tragase. Habría apreciado con mayor agrado el cariño que me transmitía, pero era imposible teniendo eso en la boca. Para otros puede que hubiera resultado erótico. Pero a mí me estaba suponiendo un gran esfuerzo. A regañadientes, lamí con reparo la sangre. mi rostro reflejo un "que rica" de lo más falso. Y me pregunté lo siguiente: si los vampiros se alimentaban de humanos ¿Cual sería su grupo sanguíneo? ¿Todos? Una cuestión de lo más existencialista, "Ahora no es el momento, Keiran". Odiaba ser tan disperso –No tendré que recordarte lo inestable que puedo llegar a ser ¿verdad?- "No hace falta" la miré frunciendo la boca y asintiendo con la cabeza. Imposible no darle la razón – ¡Oh Divinité!- reí perplejo. Estaba poseída por el mismo demonio que yo ¿Era cosa mía o me apresaba con más fuerza contra ella? los dedos fueron solos hasta su frente, incapaces de resistirse a acariciarla. Me regalaba besos por doquier. Y eso sin ser navidad –Es curioso en qué estado me han dejado tus normas. - "Ya lo creo" Me inmovilizó de pies a cabeza ¿Fui demasiado exigente y ahora me tocaba escarmentar? Nada bueno se cernía sobre sus ojos, reí con timidez preparándome para lo que viniese. Y fue su mano la que inquirió al ras de mis vergüenzas, sin llegar a tocarme. Una tortura poco recomendable. Ejercí un gemido desgarrador, manando desde la caja torácica, aproximándome más a ella, golpeando el aire contra su rostro. Tuve que pasar los brazos por encima de su cabeza para poder apoyarme mejor -¿Verdad?- "lo que tu digas..." busqué sus labios, sin poder retenerlos del todo. Me rehuía impacientándome a medida que intentaba cazarla. –Contente, hazlo por mí. – ¿Y por qué me tentaba entonces? "Menuda sinvergüenza" reí a carcajada limpia, contrayendo cada músculo. El estómago me dolía por el esfuerzo. Agradecí que me liberase y me lo tenía muy merecido. De lo contrario no habría sido capaz de cumplir su petición. Además, mi pantalón cobró vida, asustándome al contemplar sus dimensiones –No quisiera arrepentirme de nada, ni quiero que tu lo hagas. No quiero precipitarme contigo.- eso pensé yo antes de que decidiese martirizarme –Habrá tiempo.- tragué saliva con fuerza echándome para atrás. Su tono de voz reflejó un tipo de instinto oculto y desconocido que me desbarató. La valentía que me había invadido en un principio, comenzó a extinguirse. Nunca antes tuve tales contactos con vampiros y desconocía como eran en ese aspecto. Los lobos manifestábamos agresividad por naturaleza. Aunque yo era un caso aparte ¿Pero los muertos? ¿Cómo serían? Recordé nuestro primer encuentro y como me hizo retroceder a cada paso, acechándome "Eso fue al principio, Keiran" me conciencié –No quisiera arrepentirme de nada, ni quiero que tu lo hagas. No quiero precipitarme contigo. - era lo más inteligente -Keiran… te deseo ¿eso lo sabes? Te deseo tanto o más que tú a mí.- Lo dudaba, sii era capaz de desbaratar mi raciocinio con tan poco esfuerzo. –Deseo todo de ti…- esquivé su mirada sin darme cuenta, cortado por la intensidad de sus palabras –todo…puede que ahí esté mi miedo. He cometido muchos errores en mi vida. Y tú no serás uno de ellos.- ¿Qué errores serían esos? –Esa es tú única norma, “protégeme de mi misma.”- mi intención fue de súplica porque dudaba ser capaz. Protegerla del afuera si podría, pero... la última vez era yo, el que se protegía de ella ¿Sería capaz de tal reto? –Basta y supera las tuyas.- sostuvo mi rostro, invadiéndome de tristeza. Era una de las ideas que deseaba alcanzar con ella. Y todo me resultaba demasiado perfecto como para creerlo. No quise adelantar acontecimientos, porque luego me pasa lo que me pasa. Que me quedo más solo que la una –Sé que…no soy la familia perfecta que te imaginabas, lo siento. Pero no te decepcionaré.- se incorporó, arrastrándome hacia ella para abrasarme con uno de sus besos. Temí que fuese el último y apreté con más fuerza sus labios contra los míos, en un impulso por demostrarle que pese a las pequeñas cosas que todos tenemos, me sentía feliz, fuese la familia perfecta o no. Consiguiese salvarla o no. Agradecí que confiase en mí.
Aún apresaba su boca cuando noté que giraba el rostro, dirigiendo su atención a otro lugar -¿Roger?- "No me digas que..." giré el rostro apartándome de ella, como si Roger fuese un padre entrando en el cuarto de su pequeña y presenciando como un semental la ultrajaba. Me levanté de inmediato sin acordarme de la erección. Reaccione unos segundos más tarde, tapándome con vergüenza la zona, con uno de los cojines del sillón -¿Vais a salir?- yo miré a Kory a expensas y volviéndome a sentar junto a ella. Me abrochó la camisa y cerré los ojos pensando en animalitos muertos y demás cosas desagradables para la vista. Puede que así consiguiese "bajar aquello" -Sí…quiero enseñarle algo.- sonreí sin saber que me quería enseñar. Incluso me dio curiosidad y la recibí con los brazos abiertos –No te incomodes por él. Sólo está sorprendido de verme ‘así’.- reflejé una sonrisa ligeramente sorpresiva, cuando el mayordomo nos abandonó porque, me halagaba que fuese diferente conmigo. Incluso me pregunté la razón –Si te fías de mí te llevaré a los límites de mis tierras, pero no te asustes. No está lo domesticado que debiera, aunque tiene su encanto.- cogí su mano dejándome guiar por ella sin borrar aquella sonrisa. Todo empezaba a tener sentido: protegerla de si misma, ser adorable conmigo, no estar acostumbrada a mostrar sentimientos. Me vi reflejado en ella, sola siempre ante el peligro, defendiéndose de la única forma que sabía. Es decir, atacando. Y volvió a cobrar importancia el hecho de no saber que tipo de sangre tendría. Porque era de humanos de lo que se alimentaba. Mataba almas sin poder contenerse, excepto cuando me perdonó la vida en Atenas ¿Debía protegerla de su propio hambre?
Me despedí del cuadro, echándole un último ojo. Mi gesto reflejó un "que le vamos a hacer..." de lo más sensato.
Salimos del castillo, volviendo mi mirada receptiva y maravillándome con la extensión de sus tierras. Parecían no tener fin. -Ahora entiendo cuando dices creer ahogarte aquí dentro - si tuviera una casa tan grande para mí solo, temería no encontrarme ni con mi propia sombra. La fauna crecía sin freno y sin delimitaciones, creyendo ver el interior de Kory. Como si se reflejara en el estado de los jardines, pura y salvaje. Oía todo tipo de insectos y las ramas se partían a cada paso que daba. Una noche de verano perfecta, capitaneada por la luna. Temí quedar por debajo de ella, sin ser todo lo romántico que la noche estipulaba de por sí, sin esfuerzo -¿Puedo hacerte una pregunta? - frené poco a poco el ritmo hasta detenerme con ella. No supe si estaba profanando terrenos prohibidos pero me permití ser curioso y metomentodo por un día. Su forma de ser era la causa -No quiero ser entrometido. Aunque mi pregunta puede delatarme de antemano - Quizás fuese incómoda. Si lo era, lo vería de inmediato en sus ojos y dejaría el tema aparte sin problema -¿Habéis sentido esto por alguien? - reflejé una mueca de dolor, sabiendo que podía tomárselo mal -Perdona - rectifiqué todo lo rápido que pude -No quise decir eso. No quiero decir que seas fría o...- no conseguía explicarme con claridad por mucho que lo intentase. Menuda metedura de pata -Olvídalo. Solo digo tonterías - sonreí quitándole hierro al asunto y volviendo a retomar el camino.
Pero sólo di un par de pasos, porque enseguida nos dimos de bruces con la más horrible de las construcciones. Y cualquiera que me viese, no daría crédito preguntandose, cómo un licántropo de casi dos metros de altura, temía a una innumerable cantidad de setos inofensivos y fascinantes para la vista.
Retrocedí de inmediato, agarrando con fuerza su mano. Me sentía como el niño que se niega a bañarse porque siente pavor por el agua.
-¿U-un... laberinto? - tartamudeé tragando saliva con fuerza, sin apartar los ojos de Kory. "No quería ni mirarlo..." Respiré con dificultad agobiándome por la situación. Puede que ella se sintiese ofendida. Pero es que, encima, estaba selvático y las ramas parecían garras. No sería difícil encontrar un minotauro ahí dentro -Vale... vale... - repetí cogiendo impulso una y otra vez, queriendo ir hacia él, sin llegar a moverme del sitio -No es problema - me adentré poco a poco casi con los ojos cerrados, teniendo como único auxilio su agarre. Intenté aparentar que no pasaba nada, sonriendo con emoción. Pero temí que me mal interpretase "Con lo bien que estábamos en el sillón".
Aún apresaba su boca cuando noté que giraba el rostro, dirigiendo su atención a otro lugar -¿Roger?- "No me digas que..." giré el rostro apartándome de ella, como si Roger fuese un padre entrando en el cuarto de su pequeña y presenciando como un semental la ultrajaba. Me levanté de inmediato sin acordarme de la erección. Reaccione unos segundos más tarde, tapándome con vergüenza la zona, con uno de los cojines del sillón -¿Vais a salir?- yo miré a Kory a expensas y volviéndome a sentar junto a ella. Me abrochó la camisa y cerré los ojos pensando en animalitos muertos y demás cosas desagradables para la vista. Puede que así consiguiese "bajar aquello" -Sí…quiero enseñarle algo.- sonreí sin saber que me quería enseñar. Incluso me dio curiosidad y la recibí con los brazos abiertos –No te incomodes por él. Sólo está sorprendido de verme ‘así’.- reflejé una sonrisa ligeramente sorpresiva, cuando el mayordomo nos abandonó porque, me halagaba que fuese diferente conmigo. Incluso me pregunté la razón –Si te fías de mí te llevaré a los límites de mis tierras, pero no te asustes. No está lo domesticado que debiera, aunque tiene su encanto.- cogí su mano dejándome guiar por ella sin borrar aquella sonrisa. Todo empezaba a tener sentido: protegerla de si misma, ser adorable conmigo, no estar acostumbrada a mostrar sentimientos. Me vi reflejado en ella, sola siempre ante el peligro, defendiéndose de la única forma que sabía. Es decir, atacando. Y volvió a cobrar importancia el hecho de no saber que tipo de sangre tendría. Porque era de humanos de lo que se alimentaba. Mataba almas sin poder contenerse, excepto cuando me perdonó la vida en Atenas ¿Debía protegerla de su propio hambre?
Me despedí del cuadro, echándole un último ojo. Mi gesto reflejó un "que le vamos a hacer..." de lo más sensato.
Salimos del castillo, volviendo mi mirada receptiva y maravillándome con la extensión de sus tierras. Parecían no tener fin. -Ahora entiendo cuando dices creer ahogarte aquí dentro - si tuviera una casa tan grande para mí solo, temería no encontrarme ni con mi propia sombra. La fauna crecía sin freno y sin delimitaciones, creyendo ver el interior de Kory. Como si se reflejara en el estado de los jardines, pura y salvaje. Oía todo tipo de insectos y las ramas se partían a cada paso que daba. Una noche de verano perfecta, capitaneada por la luna. Temí quedar por debajo de ella, sin ser todo lo romántico que la noche estipulaba de por sí, sin esfuerzo -¿Puedo hacerte una pregunta? - frené poco a poco el ritmo hasta detenerme con ella. No supe si estaba profanando terrenos prohibidos pero me permití ser curioso y metomentodo por un día. Su forma de ser era la causa -No quiero ser entrometido. Aunque mi pregunta puede delatarme de antemano - Quizás fuese incómoda. Si lo era, lo vería de inmediato en sus ojos y dejaría el tema aparte sin problema -¿Habéis sentido esto por alguien? - reflejé una mueca de dolor, sabiendo que podía tomárselo mal -Perdona - rectifiqué todo lo rápido que pude -No quise decir eso. No quiero decir que seas fría o...- no conseguía explicarme con claridad por mucho que lo intentase. Menuda metedura de pata -Olvídalo. Solo digo tonterías - sonreí quitándole hierro al asunto y volviendo a retomar el camino.
Pero sólo di un par de pasos, porque enseguida nos dimos de bruces con la más horrible de las construcciones. Y cualquiera que me viese, no daría crédito preguntandose, cómo un licántropo de casi dos metros de altura, temía a una innumerable cantidad de setos inofensivos y fascinantes para la vista.
Retrocedí de inmediato, agarrando con fuerza su mano. Me sentía como el niño que se niega a bañarse porque siente pavor por el agua.
-¿U-un... laberinto? - tartamudeé tragando saliva con fuerza, sin apartar los ojos de Kory. "No quería ni mirarlo..." Respiré con dificultad agobiándome por la situación. Puede que ella se sintiese ofendida. Pero es que, encima, estaba selvático y las ramas parecían garras. No sería difícil encontrar un minotauro ahí dentro -Vale... vale... - repetí cogiendo impulso una y otra vez, queriendo ir hacia él, sin llegar a moverme del sitio -No es problema - me adentré poco a poco casi con los ojos cerrados, teniendo como único auxilio su agarre. Intenté aparentar que no pasaba nada, sonriendo con emoción. Pero temí que me mal interpretase "Con lo bien que estábamos en el sillón".
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Re: "La divina comedia"
[Off: *aplausos* Buenísimo, toda una comedia jajajajajajaja, vaya dos!]
Con un paso por delante emprendimos el paseo por el camino sinuoso que llevaba a los confines de mis jardines, más allá de la tercera fuente; a la derecha de la copia en mármol de Marte; en el otro extremo de la arboleda que rodeaba la finca; allí a los lejos se ocultaba ¿por qué no decirlo? La monstruosidad indomable. Una noche se me ocurrió la disparatada idea de crear un torbellino natural, una fortaleza sin parangón. Yo misma fui quién dibujó su planta (orgullosa siempre de sus formas) ¿Por qué? Porque siempre quise tener uno, no me explico el por qué, quizá fue mero capricho, ya que una vez que lo logré le dejé a su libre albedrio, como muchas otras cosas... A nadie se le ocurría internarse en él, por miedo a no poder salir, comprensible. Roger siempre me recriminaba lo mismo, ¿por qué no le dejaba arder? Puede que en mi subconsciente lo protegiera, porque siendo mi creación aberrante o no, era una parte de mí. Los jardineros lo daban por perdido, nada más verlo. Pasaron diez años hasta que los setos comenzaron a desperezarse como gigantes, con la intención de acobardar al que pasase, era gracioso, teníamos tantas cosas en común…
-Ahora entiendo cuando dices creer ahogarte aquí dentro – Volví la cabeza distraída, afirmando. Pero para mí no era ninguna carga de conciencia. Me creé mi propio mundo, en un lugar estratégico, donde nadie pudiera dar conmigo, a no ser que yo quisiera. Caí en la cuenta de que quizá no le estaba mostrando el mejor lado de mi ‘oasis’, donde el perfume de quinientas variedades de especies florales te marea, donde la gran variedad de colores te ciega; no, aquello daba a la otra fachada. Ese era mi ‘orden’, y éste mi ‘caos’. El castillo puede que fuera el ‘equilibrio’. Todo crecía de manera desatada, pues siempre me gustó lo originario de la naturaleza, donde las reglas no existen, ahí reside la más pura de las bellezas, o esa era mi idea. Además tenía un afán increíble por aislarme en la espesura de los bosques con sus grandes cataratas, y sus entremetidas raíces entorpeciéndote el paso. A menudo me resultaba una pesadilla intentar esconderme de la luna, una locura sí, aún así me resguardaba de su luz inmortal, a los pies de los inmensos robles. Y pregunto ¿Qué mejor lugar donde desvanecerse? ¿Qué mejor lugar donde expirar en el peor de los casos? En resumidas cuentas, para mí era el lugar idóneo donde huir de uno mismo. -¿Puedo hacerte una pregunta? – Sentí como aminorábamos el ritmo, hasta detenernos por completo. -No quiero ser entrometido. Aunque mi pregunta puede delatarme de antemano – Alcé el rostro para adivinar qué querría saber, aunque estaba muy lejos de hacerme una idea. -¿Habéis sentido esto por alguien? – separé mis labios, bloqueada. -Perdona – quise decir algo, pero simplemente no me dejó. -No quise decir eso.- ¿entonces?- No quiero decir que seas fría o...- ladeé levemente la cabeza con la esperanza de captar correctamente lo que quería decir ¿Le había entendido mal? -Olvídalo.- ¿Olvidarlo?- Solo digo tonterías – Volví a ponerme en marcha cuando sentí un ligero tirón en la mano, ya me había dejado meditabunda. “No eran tonterías…pero…” de pronto volvió a detenerse. Me llevé la mano libre a la boca mirando la tierra desecha. “Porque ‘esto’ es muy relativo…” pensé lo más deprisa que pude, para darle la más sincera de las respuestas. Levanté la vista del suelo cuando escuché sus pasos, desandaba el camino. Una sonrisa de satisfacción se fraguó en mi rostro, la primera impresión lo fue todo, imborrable diría. Mi creación le había dejado muerto.
-¿U-un... laberinto? – Me habría gustado abrazarle, animarle y así infundiéndole un tanto de valor.
-Ahora entiendo cuando dices creer ahogarte aquí dentro – Volví la cabeza distraída, afirmando. Pero para mí no era ninguna carga de conciencia. Me creé mi propio mundo, en un lugar estratégico, donde nadie pudiera dar conmigo, a no ser que yo quisiera. Caí en la cuenta de que quizá no le estaba mostrando el mejor lado de mi ‘oasis’, donde el perfume de quinientas variedades de especies florales te marea, donde la gran variedad de colores te ciega; no, aquello daba a la otra fachada. Ese era mi ‘orden’, y éste mi ‘caos’. El castillo puede que fuera el ‘equilibrio’. Todo crecía de manera desatada, pues siempre me gustó lo originario de la naturaleza, donde las reglas no existen, ahí reside la más pura de las bellezas, o esa era mi idea. Además tenía un afán increíble por aislarme en la espesura de los bosques con sus grandes cataratas, y sus entremetidas raíces entorpeciéndote el paso. A menudo me resultaba una pesadilla intentar esconderme de la luna, una locura sí, aún así me resguardaba de su luz inmortal, a los pies de los inmensos robles. Y pregunto ¿Qué mejor lugar donde desvanecerse? ¿Qué mejor lugar donde expirar en el peor de los casos? En resumidas cuentas, para mí era el lugar idóneo donde huir de uno mismo. -¿Puedo hacerte una pregunta? – Sentí como aminorábamos el ritmo, hasta detenernos por completo. -No quiero ser entrometido. Aunque mi pregunta puede delatarme de antemano – Alcé el rostro para adivinar qué querría saber, aunque estaba muy lejos de hacerme una idea. -¿Habéis sentido esto por alguien? – separé mis labios, bloqueada. -Perdona – quise decir algo, pero simplemente no me dejó. -No quise decir eso.- ¿entonces?- No quiero decir que seas fría o...- ladeé levemente la cabeza con la esperanza de captar correctamente lo que quería decir ¿Le había entendido mal? -Olvídalo.- ¿Olvidarlo?- Solo digo tonterías – Volví a ponerme en marcha cuando sentí un ligero tirón en la mano, ya me había dejado meditabunda. “No eran tonterías…pero…” de pronto volvió a detenerse. Me llevé la mano libre a la boca mirando la tierra desecha. “Porque ‘esto’ es muy relativo…” pensé lo más deprisa que pude, para darle la más sincera de las respuestas. Levanté la vista del suelo cuando escuché sus pasos, desandaba el camino. Una sonrisa de satisfacción se fraguó en mi rostro, la primera impresión lo fue todo, imborrable diría. Mi creación le había dejado muerto.
-¿U-un... laberinto? – Me habría gustado abrazarle, animarle y así infundiéndole un tanto de valor.
- ¿A qué te gusta?- Pregunté con entusiasmo. Ya sabía que no, y quizá debí imaginármelo antes, porque resultaba que a nadie, excepto a mí, le gusta ver aquello. Confieso que me divertía mucho viendo sus distintas reacciones. Eché un vistazo al arco de “bienvenida”. Recordé cómo estaba la última vez que lo vi, “menudo estirón has dado pequeño” me reí por lo bajo de lo despistada que llegaba a ser, algún día me aplicaría el cuento…sí, algún día. Los setos se gobernaban por ellos mismos ¡pero así tenía que ser! ¿No? o esa era mi filosofía. -Vale... vale... – Impactante fue ver su indecisión. No quería obligarle a hacer nada, ni quería que me demostrase nada… solo quería enseñárselo. -No es problema – tiró de mi, convencido de querer entrar, aunque era obvio que no era así, quizá dimos cuatro pasos, hasta que apreté su mano contra mi pecho deteniéndome frente a él.
–No se trata de valentía, respira tranquilo.-Miré a mi derecha, el recorrido se veía obstaculizado por las ramas Sería cuestión de esquivarlas, puede que no hubiese salida en muchos de los tramos, aunque ¿qué obstáculo era ese para seres como nosotros? Si los más fácil era atravesarlo en línea recta.-Pensé que podría ser divertido,- sonreí con ingenuidad.- es inofensivo.- Reí con unas ganas incontenibles, pensando qué cosa tan inesperada podría sorprendernos. – Podemos volver si así lo prefieres…aunque ya que estamos aquí…podríamos...- no terminé la frase, dejándole unos segundos de reflexión, acerqué la mano que sostenía a mis labios mientras se lo pensaba, ocultando mi delatadora sonrisa. –Tengo unas ocurrencias…- “para echarme de comer aparte.” – Lo sé. Sólo protégeme.- un poco de chantaje emocional por aquí o por allá ¿quién se daría cuenta? Di un paso hacia atrás tirando suavemente de él, y luego otro, sosteniéndole la mirada, sonreí risueña cuando miré al frente, creía recordar los planos. No quería mutilar mi creación por un imprevisto. Seguí andando, apartando con una mano las ramas que se interponían en mi camino. –Cuidado con la rama.- le previne mirando hacia atrás, vaya… ya se la ha comido. -¿Ves? Es inofensivo.- me eché a reír sin ánimo de ofenderle. Si en realidad, le estaba haciendo un bien, ayudándole a superar su fobia. Sin previo aviso frené, para evocar en mi cabeza el trazado, su pecho había chocado contra mi espalda, despistándome, agarré sus manos para que me rodearan la cintura, mucho mejor. Retomé la marcha pausadamente, olvidándome del camino por culpa del roce de su pecho en mi espalda, incluso cerré los ojos despreocupada ¡andando por andar!
-¿Qué si he sentido esto por alguien?- me vino su pregunta a la cabeza. – En respuesta a eso diré, que no siempre se siente lo mismo. Soy culpable de ser una mujer irracionalmente enamoradiza, altamente entregada y peligrosamente pasional, - Combinación fatal, y más al convertirme en esto.- con eso no quiero decir que sea una promiscua.- todo lo contrario.- Tiendo en llevar lo que siento al extremo.- se me escapo una risilla amarga, equivocaciones tenemos todos. – ¿Y qué pasa? Que un día estás aquí- levanté una de mi mano a la altura de mi ojos. – Y al día siguiente, la caída es garrafal. Ya podrás imaginarte mis errores.- dejé caer la mano, sabía que podría entenderme. –Por eso, me sorprende esto, porque no lo he buscado,- ni estaba preparada.- ha surgido así… ¿o has tenido algo que ver tú?- levanté la cabeza buscando sus ojos, le sonreí con picardía. –De cualquier manera…estoy aprendiendo a tomarme las cosas con calma, que buena falta me hace.- ni me atreví a repetirle la pregunta, pues no quería obsesionarme con lo que fuera a decir, tiendo a la paranoia con demasiada facilidad.
Cuando me di cuenta de que seguíamos andando sin rumbo, vacilé, no sabía…dónde estábamos exactamente, intenté poner una cara de lo más angelical… - Y si te digo…que creo…que nos hemos quedado atrapados… ¿qué me harías?
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Re: "La divina comedia"
[xDDDDDDDDDDD esto es tremendo... y me llevas por el camino de la amargura jajaja]
No disimulé todo lo necesario. No era un genio del engaño. Se detuvo y llevó la mano que sostenía la mía hasta su pecho. Agradecí que intentara confortarme –No se trata de valentía, respira tranquilo.- que fácil era decirlo. Al menos ella conocía el lugar. "Un cobarde", eso pensaría de mí. Intenté comportarme como el hombre perfecto "Sí... algo imposible" pero lo intenté. O al menos, hacer que se sintiese orgullosa de tenerme a su lado y yo ser merecedor de sus caricias y sus halagos. Pero el laberinto, no ponía mucho de su parte -Pensé que podría ser divertido, es inofensivo.- "Eso lo decía ella". La primera vez que me atreví a pisar uno, no sabría hasta más tarde, el error que supondría tal alarde de osadía. Sólo diré que, entré a primera hora de la mañana y cuando conseguí salir, era primera hora de la mañana, del siguiente día. Me vi como "Hansel" marcando el camino con piedras, iluso al pensar que transitaba por recorridos nuevos, cuando me di de bruces con el encargado de mantener el laberinto en perfecto estado. Resultó que aquel hombre había retirado las piedras del sendero, que durante horas caminé en círculos sin saberlo y fue el mismo caballero, culpable de mi confusión, el que me sacó de la encrucijada. No sin antes, llamarme idiota, por no haber cogido un mapa a la entrada. -Podemos volver si así lo prefieres…- yo me negué, armándome de valor -aunque ya que estamos aquí…podríamos...- "¿El qué?" abrí los ojos alelado y despistado al ver que mi mano rozaba sus labios –Tengo unas ocurrencias…- sonreí con desgana. A mí nunca se me habría pasado por la cabeza – Lo sé. Sólo protégeme.- ¿Cómo negárselo? Se me rompió el corazón. Caminé a su lado mirando a mi alrededor con prudencia "No pasa nada..." y no entendí por qué tomamos ese camino en lugar de coger el otro. No se podía ni andar, los arbustos parecían personas gigantes y temí darme con algo. Cuando conocí a Kory, mi mano quedo echa un asco, con tanto accidente... Señale silencioso el camino de la izquierda, despejado, casi sin fauna. Incluso creí ver una luciérnaga volar ligera y hermosa. Pero no. Teníamos que ir por la derecha -Cuidado con la rama - La vi tarde. Cuando ya me había dado. Justo en la boca. Habría sido mejor decir "Cuando ya me la había tragado". Escupí las hojas que se quedaron adheridas por el golpe a los labios y seguí caminando, con deseos parricidas hacia todas las ramas que se animasen a rozarme -¿Ves? Es inofensivo.- "No estábamos de acuerdo..." -Igual que un periquito... - contesté irónico. Pero valió la pena el golpe, sólo por escucharla reír. Era maravilloso.
Y de pronto frenó golpeándome contra su espalda. La miré asustado, temiendo que se hubiese perdido. Porque yo no sería el que nos sacara de allí. Pero mis miedos quedaron a un lado, sintiendo su cuerpo tan cerca. Extendí mis manos a lo largo de su cintura, rodeándola. Me olvidé de donde estábamos, acercando el rostro hasta su cuello. Quise besarlo, pero no me dio tiempo. Volvió a retomar el camino y con él mi terror de nuevo cobró vida. -¿Qué si he sentido esto por alguien?- ¿Iba a contármelo? después de mi "convincente discurso", me sorprendió gratamente. – En respuesta a eso diré, que no siempre se siente lo mismo. Soy culpable de ser una mujer irracionalmente enamoradiza, altamente entregada y peligrosamente pasional, - amor entrega y pasión, eran dulces virtudes. Se acercaba a mi forma de ser. No todo el mundo era así. Lo que degeneraba en inconveniente porque, la mayoría de las veces suponía un grave problema. No siempre recibes todo lo que das en compensación. Y aún así, me vi diferente a ella, porque las palabras se combinaron con otras, que poco tenían que ver conmigo. -con eso no quiero decir que sea una promiscua.- No pensé en ningún momento tal cosa. Incluso quise decírselo, pero no me dio tiempo -Tiendo en llevar lo que siento al extremo.- otra palabra poco ortodoxa – ¿Y qué pasa? Que un día estás aquí- Se lamentaba de algo, eso seguro. Y no se de qué. Pero desprecié lo que fuese que le hiciese arrepentirse – Y al día siguiente, la caída es garrafal. Ya podrás imaginarte mis errores.- Sabía a lo que se refería. Cuando un ciego se mueve por impulsos, lo más común es que termine tropezando. –Por eso, me sorprende esto, porque no lo he buscado,- rodeé su cintura con un sólo brazo y acaricié sus cabellos con la punta de mis labios sabiendo que ella era mi nuevo tesoro, tras años de fallidas búsquedas. Tantas, que opté por desistir. Que lejano se veían aquellos tiempos ahora - ha surgido así… ¿o has tenido algo que ver tú?- "Lo dudaba mucho". No me considero un hombre que desprenda glamour –De cualquier manera…estoy aprendiendo a tomarme las cosas con calma, que buena falta me hace.- era una buena opción. Y quien lo diría, ambos interesados el uno en el otro, siendo tan diferentes. Yo necesitaba espabilar y ella ser menos espabilada. Pensé en darle la vuelta, dejándome envolver por la "calidez" de su boca, pero mis intentos se vieron cohibidos por la más terrible de las desdichas - Y si te digo…que creo…que nos hemos quedado atrapados… ¿qué me harías? - tragué saliva, le di finalmente la vuelta, la miré con cara de circunstancia y me atreví a decir lo primero que se me vino a la cabeza. -¿Y si te digo que hace un rato... - "Bastante" -...que me he dado cuenta? - asentí parsimonioso. Luego me separé de ella para buscar una solución.
-¿Sabes? - agarré uno de los muros botánicos para comprobar su firmeza. Era perfectamente accesible y empecé a escalar hasta llegar a la cima -Sube - extendí la mano, animadamente. Desde arriba podías contemplar todo el entramado de pasillos. Era una serpiente gigantesca e infinita con principio y fin, para mi asombro -Siempre quise hacer esto - fruncí la boca, conteniendo la emoción, porque ahora era yo quien se reía de él. Pero algo no andaba bien ¿Me estaba hundiendo? -Creo que me he quedado encajado - miré hacia abajo. Efectivamente, mi trasero estaba oculto entre las ramas. "Demasiado peso" No pude contener la risa. Me incorporé como pude para salir del atolladero y respiré profundamente para acercarme a ella -Mira - señalé con un movimiento de cabeza el laberinto y agarré su cintura con ternura. Parecíamos dos alpinistas contemplando una maravilla desde lo alto de la montaña -Tu estarías... allí - señalé la salida a lo lejos empequeñeciendo los ojos -Y yo... allí - indiqué el inicio, tras mi espalda -Y ahí... - señalé justo el centro de todo -Ahí es donde nos encontramos - dije orgulloso. Kory me miró confusa. Algo normal, teniendo en cuenta la extensión de las tierras. Imposible creer que una cosa así llegase a suceder -¿Qué... por qué lo se? Porque al igual que tú soy un idealista - No quise que se sintiese desdichada. Todos cometemos errores y nos adentramos en lugares fangosos sin darnos cuenta, hasta que el barro nos cubre la cabeza, sin dejarnos respirar. Y es cuando nos preguntamos, en que momento se nos ocurrió meter el pie allí. -Vivimos en un mundo egoísta. Si no piensas en ti mismo, eres un iluso. Y si lo piensas, un sinvergüenza. Pero el iluso se queda en eso. En una fantasía. Y el sinvergüenza en un desierto vacío. Un pensamiento pesimista, lo se. Pero... ¿Sabes qué? Soy una persona positiva. Y este es tu sueño - intenté abarcar con las dos manos el laberinto -Y yo me he metido dentro. ¿De qué otra forma podrían encontrarse dos personas similares, si no es por un golpe del destino? - otra idealización alta en masoquismo -Por cierto - recordé con una ligera sonrisa algo que dijo -Sabrás que "irracionalmente, altamente y peligrosamente", tira por tierra todo lo romántico que podrían parecerme tus cualidades - sonreí con cierta picardía. Pocas veces llegaba a expresar tal sentimiento y me sorprendió incluso a mí. Y como si estuviese hipnotizado, articulé -Lo que recojo es que, eres un rifle de mecha rápida - enseguida borré la sonrisa boba. Decirle a la mujer por la que serías capaz de besar el mismísimo suelo, que es un arma cargada, no se considera un buen piropo -Será mejor que bajemos - no se me ocurría nada para compensarla. Y un problema mayor me dio en la cara. Porque temí no ser lo suficientemente pasional, llegado el momento de la verdad, en el caso de que se diese.
No disimulé todo lo necesario. No era un genio del engaño. Se detuvo y llevó la mano que sostenía la mía hasta su pecho. Agradecí que intentara confortarme –No se trata de valentía, respira tranquilo.- que fácil era decirlo. Al menos ella conocía el lugar. "Un cobarde", eso pensaría de mí. Intenté comportarme como el hombre perfecto "Sí... algo imposible" pero lo intenté. O al menos, hacer que se sintiese orgullosa de tenerme a su lado y yo ser merecedor de sus caricias y sus halagos. Pero el laberinto, no ponía mucho de su parte -Pensé que podría ser divertido, es inofensivo.- "Eso lo decía ella". La primera vez que me atreví a pisar uno, no sabría hasta más tarde, el error que supondría tal alarde de osadía. Sólo diré que, entré a primera hora de la mañana y cuando conseguí salir, era primera hora de la mañana, del siguiente día. Me vi como "Hansel" marcando el camino con piedras, iluso al pensar que transitaba por recorridos nuevos, cuando me di de bruces con el encargado de mantener el laberinto en perfecto estado. Resultó que aquel hombre había retirado las piedras del sendero, que durante horas caminé en círculos sin saberlo y fue el mismo caballero, culpable de mi confusión, el que me sacó de la encrucijada. No sin antes, llamarme idiota, por no haber cogido un mapa a la entrada. -Podemos volver si así lo prefieres…- yo me negué, armándome de valor -aunque ya que estamos aquí…podríamos...- "¿El qué?" abrí los ojos alelado y despistado al ver que mi mano rozaba sus labios –Tengo unas ocurrencias…- sonreí con desgana. A mí nunca se me habría pasado por la cabeza – Lo sé. Sólo protégeme.- ¿Cómo negárselo? Se me rompió el corazón. Caminé a su lado mirando a mi alrededor con prudencia "No pasa nada..." y no entendí por qué tomamos ese camino en lugar de coger el otro. No se podía ni andar, los arbustos parecían personas gigantes y temí darme con algo. Cuando conocí a Kory, mi mano quedo echa un asco, con tanto accidente... Señale silencioso el camino de la izquierda, despejado, casi sin fauna. Incluso creí ver una luciérnaga volar ligera y hermosa. Pero no. Teníamos que ir por la derecha -Cuidado con la rama - La vi tarde. Cuando ya me había dado. Justo en la boca. Habría sido mejor decir "Cuando ya me la había tragado". Escupí las hojas que se quedaron adheridas por el golpe a los labios y seguí caminando, con deseos parricidas hacia todas las ramas que se animasen a rozarme -¿Ves? Es inofensivo.- "No estábamos de acuerdo..." -Igual que un periquito... - contesté irónico. Pero valió la pena el golpe, sólo por escucharla reír. Era maravilloso.
Y de pronto frenó golpeándome contra su espalda. La miré asustado, temiendo que se hubiese perdido. Porque yo no sería el que nos sacara de allí. Pero mis miedos quedaron a un lado, sintiendo su cuerpo tan cerca. Extendí mis manos a lo largo de su cintura, rodeándola. Me olvidé de donde estábamos, acercando el rostro hasta su cuello. Quise besarlo, pero no me dio tiempo. Volvió a retomar el camino y con él mi terror de nuevo cobró vida. -¿Qué si he sentido esto por alguien?- ¿Iba a contármelo? después de mi "convincente discurso", me sorprendió gratamente. – En respuesta a eso diré, que no siempre se siente lo mismo. Soy culpable de ser una mujer irracionalmente enamoradiza, altamente entregada y peligrosamente pasional, - amor entrega y pasión, eran dulces virtudes. Se acercaba a mi forma de ser. No todo el mundo era así. Lo que degeneraba en inconveniente porque, la mayoría de las veces suponía un grave problema. No siempre recibes todo lo que das en compensación. Y aún así, me vi diferente a ella, porque las palabras se combinaron con otras, que poco tenían que ver conmigo. -con eso no quiero decir que sea una promiscua.- No pensé en ningún momento tal cosa. Incluso quise decírselo, pero no me dio tiempo -Tiendo en llevar lo que siento al extremo.- otra palabra poco ortodoxa – ¿Y qué pasa? Que un día estás aquí- Se lamentaba de algo, eso seguro. Y no se de qué. Pero desprecié lo que fuese que le hiciese arrepentirse – Y al día siguiente, la caída es garrafal. Ya podrás imaginarte mis errores.- Sabía a lo que se refería. Cuando un ciego se mueve por impulsos, lo más común es que termine tropezando. –Por eso, me sorprende esto, porque no lo he buscado,- rodeé su cintura con un sólo brazo y acaricié sus cabellos con la punta de mis labios sabiendo que ella era mi nuevo tesoro, tras años de fallidas búsquedas. Tantas, que opté por desistir. Que lejano se veían aquellos tiempos ahora - ha surgido así… ¿o has tenido algo que ver tú?- "Lo dudaba mucho". No me considero un hombre que desprenda glamour –De cualquier manera…estoy aprendiendo a tomarme las cosas con calma, que buena falta me hace.- era una buena opción. Y quien lo diría, ambos interesados el uno en el otro, siendo tan diferentes. Yo necesitaba espabilar y ella ser menos espabilada. Pensé en darle la vuelta, dejándome envolver por la "calidez" de su boca, pero mis intentos se vieron cohibidos por la más terrible de las desdichas - Y si te digo…que creo…que nos hemos quedado atrapados… ¿qué me harías? - tragué saliva, le di finalmente la vuelta, la miré con cara de circunstancia y me atreví a decir lo primero que se me vino a la cabeza. -¿Y si te digo que hace un rato... - "Bastante" -...que me he dado cuenta? - asentí parsimonioso. Luego me separé de ella para buscar una solución.
-¿Sabes? - agarré uno de los muros botánicos para comprobar su firmeza. Era perfectamente accesible y empecé a escalar hasta llegar a la cima -Sube - extendí la mano, animadamente. Desde arriba podías contemplar todo el entramado de pasillos. Era una serpiente gigantesca e infinita con principio y fin, para mi asombro -Siempre quise hacer esto - fruncí la boca, conteniendo la emoción, porque ahora era yo quien se reía de él. Pero algo no andaba bien ¿Me estaba hundiendo? -Creo que me he quedado encajado - miré hacia abajo. Efectivamente, mi trasero estaba oculto entre las ramas. "Demasiado peso" No pude contener la risa. Me incorporé como pude para salir del atolladero y respiré profundamente para acercarme a ella -Mira - señalé con un movimiento de cabeza el laberinto y agarré su cintura con ternura. Parecíamos dos alpinistas contemplando una maravilla desde lo alto de la montaña -Tu estarías... allí - señalé la salida a lo lejos empequeñeciendo los ojos -Y yo... allí - indiqué el inicio, tras mi espalda -Y ahí... - señalé justo el centro de todo -Ahí es donde nos encontramos - dije orgulloso. Kory me miró confusa. Algo normal, teniendo en cuenta la extensión de las tierras. Imposible creer que una cosa así llegase a suceder -¿Qué... por qué lo se? Porque al igual que tú soy un idealista - No quise que se sintiese desdichada. Todos cometemos errores y nos adentramos en lugares fangosos sin darnos cuenta, hasta que el barro nos cubre la cabeza, sin dejarnos respirar. Y es cuando nos preguntamos, en que momento se nos ocurrió meter el pie allí. -Vivimos en un mundo egoísta. Si no piensas en ti mismo, eres un iluso. Y si lo piensas, un sinvergüenza. Pero el iluso se queda en eso. En una fantasía. Y el sinvergüenza en un desierto vacío. Un pensamiento pesimista, lo se. Pero... ¿Sabes qué? Soy una persona positiva. Y este es tu sueño - intenté abarcar con las dos manos el laberinto -Y yo me he metido dentro. ¿De qué otra forma podrían encontrarse dos personas similares, si no es por un golpe del destino? - otra idealización alta en masoquismo -Por cierto - recordé con una ligera sonrisa algo que dijo -Sabrás que "irracionalmente, altamente y peligrosamente", tira por tierra todo lo romántico que podrían parecerme tus cualidades - sonreí con cierta picardía. Pocas veces llegaba a expresar tal sentimiento y me sorprendió incluso a mí. Y como si estuviese hipnotizado, articulé -Lo que recojo es que, eres un rifle de mecha rápida - enseguida borré la sonrisa boba. Decirle a la mujer por la que serías capaz de besar el mismísimo suelo, que es un arma cargada, no se considera un buen piropo -Será mejor que bajemos - no se me ocurría nada para compensarla. Y un problema mayor me dio en la cara. Porque temí no ser lo suficientemente pasional, llegado el momento de la verdad, en el caso de que se diese.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Re: "La divina comedia"
Me aguanté como pude la sonrisa culpable cuando me dio la vuelta, ya me había puesto nerviosa. Al alzar la cabeza le encontré manifiestamente desorientado. -¿Y si te digo que hace un rato...que me he dado cuenta? – Cerré los ojos, llevándome las manos al rostro, la carcajada se vio amortiguada, y casi que mejor. Toda la culpa no había sido mía ¿o sí? ¿De quién había sido la idea de entrar? ¡Mea culpa! -¿Sabes? –Le miré por el rabillo del ojo. ¿Qué estaría pensando? Me pregunté. Después le vi trepar por uno de los muros, sosteniéndose en las ramas más gruesas. Ay Dios Mío. ¿Tenía pensado salir de allí de esa manera? Le observé desde abajo con preocupación, como se desequilibrase se me caería encima, a saber cómo saldríamos de ésta. -Sube –¿Subir? Parpadeé sin poder creérmelo, no me hacía mucha gracia, podría ser peligroso. Finalmente suspiré tomando su mano, sin remedio. A los pocos segundos me encontré visualizando mi desequilibrio mental, plasmado en kilométricos pasillos. -Siempre quise hacer esto – ¿De verdad? Intenté descifrar el por qué de aquellas palabras. -Creo que me he quedado encajado - Rápidamente eché un vistazo a lo que le estaba ocurriendo, negué con la cabeza divertida.
–En qué jardines te metes.- reí, pasando uno de mis brazos por su cuello, cuando se acercó a mí. -Mira – “Miro” Seguí con los ojos el trayecto de los suyos. Apoyé la cabeza en su hombro cuando me sostuvo de la cintura. Sólo por eso ya había valido la pena su esfuerzo. -Tú estarías... allí – recorrí todo el laberinto hasta llegar a ese punto. -Y yo... allí – Volví la cabeza hacia el otro lado. Había un gran trecho entre donde se suponía que estaría él y donde se suponía que estaba yo. -Y ahí... – en el centro. -Ahí es donde nos encontramos – creí entender su metáfora. Le dediqué una sonrisa, abrazándome más a su cuerpo “Todo es posible.” -¿Qué... por qué lo sé? Porque al igual que tú soy un idealista – Tiene gracia, pero era verdad. Le miré con especial cariño. Estaba arrebatadoramente seductor así. Qué felicidad me regalaba. Allí desde las alturas no creí necesitar nada más. -Vivimos en un mundo egoísta.- Cierto.- Si no piensas en ti mismo, eres un iluso. Y si lo piensas, un sinvergüenza. Pero el iluso se queda en eso. En una fantasía. Y el sinvergüenza en un desierto vacío.- Dónde querría llegar con eso ¿Qué debía sacar en claro de sus palabras?- Un pensamiento pesimista, lo sé.- No negaré que cuando era joven, fui una persona egoísta, y sí, me sentía cómo ese desierto vacío, del que hablaba. Tuve que pasar por esto para cambiar drásticamente.- Pero... ¿Sabes qué? Soy una persona positiva. Y este es tu sueño – Ladeé la cabeza contemplando aquello, me fascinó su expresividad. -Y yo me he metido dentro.- Al igual que yo.- ¿De qué otra forma podrían encontrarse dos personas similares, si no es por un golpe del destino? – No hay otra forma, estaba completamente de acuerdo con él. Siempre creí en el Destino, y éste me había deparado algo, que en un principio me costó entender, y que incluso estuve a punto de perder. Pero en éste presente, ese algo estaba ante mí, a pesar de todo. Y solo esperaba disfrutar de él todo el tiempo que me fuera posible. -Por cierto. Sabrás que "irracionalmente, altamente y peligrosamente", tira por tierra todo lo romántico que podrían parecerme tus cualidades – Le devolví la sonrisa con descaro. Bien pude haber suprimido esas palabras, pero entonces no estaríamos hablando de mí. Solo fui sincera. Sin miedo a lo que pudiera pensar. Y sí, mi romanticismo se vio matizado e incrementado por la pasión que ésta sangre me provocaba. Puede que a Keiran le pasase lo mismo, y todavía no se hubiera dado cuenta. Porque la fiereza con la que me devastó en el sofá, tendría que ser por algo.-Lo que recojo es que, eres un rifle de mecha rápida – Abrí la boca asombrada, sin poder evitarlo. -Será mejor que bajemos – Ahora quería bajar ¿No? Justo ahora. Antes de hacerlo, localicé dónde estábamos.
–Así que…de mecha rápida…- me insinué, probando su aguante. Se iba a enterar. Me acerqué a él obligándole a retroceder. -Y yo que pensaba que hasta el momento me había contenido bastante bien.- Más que él, incluso. Atrapé su cintura con mis brazos, en un movimiento rápido, encajándole en uno de los muros. –En este laberinto sólo puedes temerme a mí.- Estaba interpretando el papel a las mil maravillas. Pegué mi cuerpo al suyo como si estuviese en celo. En mi interior no paraba de reírme. Era un juego divertido, en mi bando, claro está. Metí ambas manos en el interior su camisa, notando cómo paulatinamente la piel se le iba quedando de gallina. Eso podría soportarlo. –Sabrás…que las mechas no se prenden solas.- ¿Sería un inconveniente? -¿Lo sabes?- repetí intimidándole. Inclinándome para llegar a su rostro. Que era para verlo, estuve por parar... pero necesitaba asolar el campo de batalla para sentirme satisfecha, y darle la razón. – Ahora probarás mi efectividad.- Un tiro limpio, se vio despedido hacía su boca, sin darle la oportunidad de esquivarlo. Saqué una de mis manos para trincarle de los cabellos, y así deshacerme sin medida entre sus labios, agresiva hasta para esto. Me separé con brusquedad de su boca, cuando vi que me extralimitaba, tenía que tener más cuidado…al final las bromas salen caras. Me apuntaría eso para el futuro. Enterré mi rostro en su pecho, encontrando el equilibrio.
–En qué jardines te metes.- reí, pasando uno de mis brazos por su cuello, cuando se acercó a mí. -Mira – “Miro” Seguí con los ojos el trayecto de los suyos. Apoyé la cabeza en su hombro cuando me sostuvo de la cintura. Sólo por eso ya había valido la pena su esfuerzo. -Tú estarías... allí – recorrí todo el laberinto hasta llegar a ese punto. -Y yo... allí – Volví la cabeza hacia el otro lado. Había un gran trecho entre donde se suponía que estaría él y donde se suponía que estaba yo. -Y ahí... – en el centro. -Ahí es donde nos encontramos – creí entender su metáfora. Le dediqué una sonrisa, abrazándome más a su cuerpo “Todo es posible.” -¿Qué... por qué lo sé? Porque al igual que tú soy un idealista – Tiene gracia, pero era verdad. Le miré con especial cariño. Estaba arrebatadoramente seductor así. Qué felicidad me regalaba. Allí desde las alturas no creí necesitar nada más. -Vivimos en un mundo egoísta.- Cierto.- Si no piensas en ti mismo, eres un iluso. Y si lo piensas, un sinvergüenza. Pero el iluso se queda en eso. En una fantasía. Y el sinvergüenza en un desierto vacío.- Dónde querría llegar con eso ¿Qué debía sacar en claro de sus palabras?- Un pensamiento pesimista, lo sé.- No negaré que cuando era joven, fui una persona egoísta, y sí, me sentía cómo ese desierto vacío, del que hablaba. Tuve que pasar por esto para cambiar drásticamente.- Pero... ¿Sabes qué? Soy una persona positiva. Y este es tu sueño – Ladeé la cabeza contemplando aquello, me fascinó su expresividad. -Y yo me he metido dentro.- Al igual que yo.- ¿De qué otra forma podrían encontrarse dos personas similares, si no es por un golpe del destino? – No hay otra forma, estaba completamente de acuerdo con él. Siempre creí en el Destino, y éste me había deparado algo, que en un principio me costó entender, y que incluso estuve a punto de perder. Pero en éste presente, ese algo estaba ante mí, a pesar de todo. Y solo esperaba disfrutar de él todo el tiempo que me fuera posible. -Por cierto. Sabrás que "irracionalmente, altamente y peligrosamente", tira por tierra todo lo romántico que podrían parecerme tus cualidades – Le devolví la sonrisa con descaro. Bien pude haber suprimido esas palabras, pero entonces no estaríamos hablando de mí. Solo fui sincera. Sin miedo a lo que pudiera pensar. Y sí, mi romanticismo se vio matizado e incrementado por la pasión que ésta sangre me provocaba. Puede que a Keiran le pasase lo mismo, y todavía no se hubiera dado cuenta. Porque la fiereza con la que me devastó en el sofá, tendría que ser por algo.-Lo que recojo es que, eres un rifle de mecha rápida – Abrí la boca asombrada, sin poder evitarlo. -Será mejor que bajemos – Ahora quería bajar ¿No? Justo ahora. Antes de hacerlo, localicé dónde estábamos.
–Así que…de mecha rápida…- me insinué, probando su aguante. Se iba a enterar. Me acerqué a él obligándole a retroceder. -Y yo que pensaba que hasta el momento me había contenido bastante bien.- Más que él, incluso. Atrapé su cintura con mis brazos, en un movimiento rápido, encajándole en uno de los muros. –En este laberinto sólo puedes temerme a mí.- Estaba interpretando el papel a las mil maravillas. Pegué mi cuerpo al suyo como si estuviese en celo. En mi interior no paraba de reírme. Era un juego divertido, en mi bando, claro está. Metí ambas manos en el interior su camisa, notando cómo paulatinamente la piel se le iba quedando de gallina. Eso podría soportarlo. –Sabrás…que las mechas no se prenden solas.- ¿Sería un inconveniente? -¿Lo sabes?- repetí intimidándole. Inclinándome para llegar a su rostro. Que era para verlo, estuve por parar... pero necesitaba asolar el campo de batalla para sentirme satisfecha, y darle la razón. – Ahora probarás mi efectividad.- Un tiro limpio, se vio despedido hacía su boca, sin darle la oportunidad de esquivarlo. Saqué una de mis manos para trincarle de los cabellos, y así deshacerme sin medida entre sus labios, agresiva hasta para esto. Me separé con brusquedad de su boca, cuando vi que me extralimitaba, tenía que tener más cuidado…al final las bromas salen caras. Me apuntaría eso para el futuro. Enterré mi rostro en su pecho, encontrando el equilibrio.
–Tenías razón. Hay que andarse con ojo conmigo.- murmuré con una discreta sonrisa, ayudándole a salir del muro, realmente no estábamos muy lejos de la salida. -¿Sería egoísta por mi parte querer alargar esto?- Dios mío, no podía despegarme de él. – ¿O sería más egoísta todavía…- piensa lo que vas a decir antes de hablar.-pedir que te quedes a dormir?- Tarde, no había pensado. Podía ser un tremendo error. Y aún si no me veía capaz de compartir el lecho, él siempre podría dormir en cualquier otra habitación. “O mejor irse tan campante a su casa.” Por su seguridad... eso era lo mejor. –No temas decir lo que piensas, como ves no muerdo.- Le sonreí tiernamente, avanzando por el atajo.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
Fui el primero en bajar del seto. Mientras, procuré borrar aquel comentario poco acertado, de mi mente. Y desde abajo, cogí a Kory al vuelo. Luego la dejé sobre el suelo con cuidado. Y fue entonces, cuando el laberinto me pareció insignificante. Incluso sonreí, preguntándome por qué me daría tanto miedo. "Sólo un par de arbustos. Nada más". –Así que…de mecha rápida…- Pero al parecer, ella no podía olvidarlo "Por favor, no te lo tomes a mal" miré a la joven con temor. Se acercaba a mí con sigilo. Sus movimiento seguros, al contrario que los míos. Me eché para atrás sorprendido "Otra vez", llamándome iluso a mí mismo, al creer que esos juegos terminaron. Me vi acorralado en menos de un segundo contra uno de los setos. Desprendía peligro por todos los poros de su piel. Compasión nula -Y yo que pensaba que hasta el momento me había contenido bastante bien. - arrugué la frente ¿Estaba suplicando? Tragué saliva "Sí. Estaba suplicando. Confirmado". En cuanto me tocó, supe que aquello no terminaría nada bien. Encajó mi cuerpo contra la pared, dejando mi espalda entre las ramas. Esperé que no fuese en serio, cuando me insinuó... "Bueno, lo que me insinuó antes" –En este laberinto sólo puedes temerme a mí.- Pegó de inmediato su pecho al mío. Yo estaba más que nervioso. Estaba histérico ¿Me devolvía la jugada, por tirarme sobre ella en el sillón? Porque me tiré, sacando la valentía de no se donde. Cerré los ojos, controlando el pulso. O al menos, intentándolo. Pero sus manos me lo impedían, colándose ansiosas por debajo de mi camisa. Titubeé unas cuantas veces, para intentar cogerla. Pero la fuerza se me iba por la boca, en cada respiración –Sabrás…que las mechas no se prenden solas.- ¿Y yo fui quien la prendió? Era marmórea. Y yo un saco de huesos comparada con ella. Un calor abrasador, comenzó a recorrerme el cuerpo, sin dejarme opciones de salida. Y sin poder controlarlo más, estallé en llamas encendiéndome veloz. -¿Lo sabes?- "Apuntaré el dato para la próxima vez" Asustado como un corderito, me quedé con la boca abierta cuando acercó su rostro. Si se le pasaba por la cabeza besarme, me podía dar por muerto – Ahora probarás mi efectividad.- ¿Por qué me hacía esto? Negué con la cabeza "No. Déjalo. Ya me ha quedado claro" Mis manos estaban ancladas a mis piernas. Mi postura era igual que la de un palo tieso. "No era lo único envarado..." No llegué a tomar la siguiente bocanada de aire, porque Kory impidió que cualquier partícula de aire rozara mi cavidad, al hundir sus labios contra los míos. Recibí su lengua, moviendo la mía a cámara lenta. No me vi capaz de agilizar el ritmo, siendo "presa de cazador". Mostré confusión cuando se apartó de mí con brusquedad y apoyó la cabeza sobre mi torso. Me quedé a la intemperie ¿El ataque terminó?. Alcé una ceja aún alerta "Con ella no se sabe" –Tenías razón. Hay que andarse con ojo conmigo.- moví los brazos para poder desengarrotar las manos y así rodear su cuerpo. Pero estaba conmocionado, sin verme capaz de hacer tal cosa.
Agradecí que me sacase de los arbustos. Empezaba a clavarme una rama en el costado. No me dolía, pero temí hacerme heridas. Ya sabía lo que sucedía delante de Kory si la sangre brotaba sin desmesura.
Caminé tras ella e intente que los pasos que daba, marcaran mi pulso para serenarlo. -¿Sería egoísta por mi parte querer alargar esto?- no supe a lo que se refería – ¿O sería más egoísta todavía… pedir que te quedes a dormir?- me detuve en seco, justo a tres pasos de cruzar la salida. Creí no oir bien.
-¿A dormir? - no pude creérmelo. –No temas decir lo que piensas, como ves no muerdo.- incliné la cabeza, sin darle la razón. Pero me vi incapaz de negarle tal petición. Aquella noche, no dormiría sola.
-Claro que si - miré sus ojos con ternura, agarrando una de sus manos, para arrastrar su cuerpo hacia mí. La luz de la luna, se reflejó sobre la piel gélida de Kory, sin creer que existiera nada mejor. "Sólo dos clases de mujeres. Ella y todas las demás". Con la otra mano, sostuve su cabeza por detrás, acercándola hasta que nuestros labios se rozasen, con anhelos de arrasarlos. Y desde la comisura izquierda hasta la derecha, dejé caer un reguero de besos por doquier. Y fue en el centro donde nos encontramos tras una caricia y el inminente contacto, incapaz de no traspasar la frontera para llegar a su lengua. El mejor sabor que pensé probar y no pararía hasta que terminase todo el recorrido. No me dejaría ni un resquicio. "Besé el cielo". -¿Tienes alguna otra construcción que enseñarme? - reí con cara de alelado, aún contagiado por mi tremenda intrusión ¿A qué hora se acostaría? ¿Donde dormía? me vi preocupado por cosas que jamás creí. Quedaban lejanas y ahora eran palpables, justo delante de mis narices. Rodeé a Kory con un brazo por los hombros y deposité con fuerza un beso sobre su cabeza -¿Sabes que he dormido toda la mañana para estar despierto están noche? - reí a carcajada limpia "Nunca hice nada igual". Me consideraba un hombre dormilón, igual que un oso hibernando.
No se a donde nos dirigíamos. El lugar era inmenso y estaba totalmente perdido. Sabía donde quedaba la casa, donde estaba el laberinto y me pareció ver una estatua cuando fuimos de camino. Salvo eso, desconocía el resto.
Agradecí que me sacase de los arbustos. Empezaba a clavarme una rama en el costado. No me dolía, pero temí hacerme heridas. Ya sabía lo que sucedía delante de Kory si la sangre brotaba sin desmesura.
Caminé tras ella e intente que los pasos que daba, marcaran mi pulso para serenarlo. -¿Sería egoísta por mi parte querer alargar esto?- no supe a lo que se refería – ¿O sería más egoísta todavía… pedir que te quedes a dormir?- me detuve en seco, justo a tres pasos de cruzar la salida. Creí no oir bien.
-¿A dormir? - no pude creérmelo. –No temas decir lo que piensas, como ves no muerdo.- incliné la cabeza, sin darle la razón. Pero me vi incapaz de negarle tal petición. Aquella noche, no dormiría sola.
-Claro que si - miré sus ojos con ternura, agarrando una de sus manos, para arrastrar su cuerpo hacia mí. La luz de la luna, se reflejó sobre la piel gélida de Kory, sin creer que existiera nada mejor. "Sólo dos clases de mujeres. Ella y todas las demás". Con la otra mano, sostuve su cabeza por detrás, acercándola hasta que nuestros labios se rozasen, con anhelos de arrasarlos. Y desde la comisura izquierda hasta la derecha, dejé caer un reguero de besos por doquier. Y fue en el centro donde nos encontramos tras una caricia y el inminente contacto, incapaz de no traspasar la frontera para llegar a su lengua. El mejor sabor que pensé probar y no pararía hasta que terminase todo el recorrido. No me dejaría ni un resquicio. "Besé el cielo". -¿Tienes alguna otra construcción que enseñarme? - reí con cara de alelado, aún contagiado por mi tremenda intrusión ¿A qué hora se acostaría? ¿Donde dormía? me vi preocupado por cosas que jamás creí. Quedaban lejanas y ahora eran palpables, justo delante de mis narices. Rodeé a Kory con un brazo por los hombros y deposité con fuerza un beso sobre su cabeza -¿Sabes que he dormido toda la mañana para estar despierto están noche? - reí a carcajada limpia "Nunca hice nada igual". Me consideraba un hombre dormilón, igual que un oso hibernando.
No se a donde nos dirigíamos. El lugar era inmenso y estaba totalmente perdido. Sabía donde quedaba la casa, donde estaba el laberinto y me pareció ver una estatua cuando fuimos de camino. Salvo eso, desconocía el resto.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
¿De dónde saqué el valor? No daba crédito ¿Comentario acertado o desafortunado? No quise ni planteármelo. Fui consciente del aumento progresivo de mi inseguridad. Me quede paralizada, cuando intuí que no me seguía. Lánguida, y de una manera imposible de creer, palidecí. Se me estaba haciendo insoportable la espera. Hasta que el silencio se esfumó, recobrando el juicio. -Claro que si – Intenté contener la expresión de sorpresa, pero fue… inevitable ¿Por qué mi ridícula manía de ocultarlo? Y llegados a éste punto, me vi atraída por una fuerza arrolladora, que incluso me asustó. Sus ojos clamaron mi nombre, resquebrajando los ajados retales que oprimían mi inerte y cicatrizante corazón. Temblé como un flan, si se me permite decirlo, cuando me quedé presa de sus manos ¿Qué me está pasando? Quise saber, pero no encontré respuesta, puede que no estuviese formulando bien la pregunta. Casi tuve que mantenerme de puntillas para poder llegar a su boca, sinónimo de mi dulce caída. Di gracias de que me sostuviera, siempre benévolo, después de todo. No se vio abatido por ningún obstáculo, a pesar de los reveses, había salido victorioso, mi valiente guerrero. Como sacado de una obra épica, aventajaba aquellas gestas, por el hecho de enfrentarse a algo mucho mayor y temible. Ni el mayor de los dragones, ni la más espantosa de las arpías, podía compararse con la carnicería jamás narrada que mi sola presencia podía ocasionar. ¿Exageraba? ¿No se trata de eso? Sonreí en mi fuero interno, mientras volvía a la realidad; Aunque ficción y realidad se fusionasen en ese mismo instante. Y me pregunté si realmente me había ganado esos besos, estuve segura de que no era así. Pero ganados o no, el roce de sus labios lograba desorientarme. Fue un alivio saber que estábamos a unos pasos de la salida, porque si fuera por mí, habría dado media vuelta, con lo que conllevara. Cuando aquel inmejorable beso murió, al mirarle creí derretirme ¿qué se estaría cociendo?
-¿Tienes alguna otra construcción que enseñarme? – acompañé su risa, despertando del letargo que me había inducido. Podría enseñarle muchas cosas, eso sí es cierto, y bajo su criterio seguro que más agradables. No había tenido éxito mi laberinto. –Quizá sea bastante por hoy.- musité recibiendo sus muestras de afecto. Yo me limitaba a sonreír, pasando mi brazo izquierdo por su espalda. -¿Sabes que he dormido toda la mañana para estar despierto esta noche? – No puede ser.- ¿En serio?- pregunté incrédula, cuando volví a retomar el camino, sin dejar de mirarle. -¿Sí?- Se estaba delatando el mismo ¿por qué a mentir? Me pareció un detalle precioso. Y sin saber por qué, me apreté más a su cuerpo. –Te estás ganando el cartelito de personita adorable.- Le estaba tomando el pelo. Reí con fuerza, al recordar que él no se consideraba tal. –Creo que ya llevas…unos cincuenta puntos. Cuando llegues a los cien habrá premio.- Aceleré el paso, forzándole caminar a más velocidad. Los tacones no me dieron para más, se quedaron atrás, me encogí de hombros, pensando que ya lo recogería alguien, quién, no lo sé. Me adentré en uno de los recovecos de mi cuidado jardín barroco, decorado con un centenar de esculturas, tantas como plantas, perfectamente identificables.
-¿Tienes alguna otra construcción que enseñarme? – acompañé su risa, despertando del letargo que me había inducido. Podría enseñarle muchas cosas, eso sí es cierto, y bajo su criterio seguro que más agradables. No había tenido éxito mi laberinto. –Quizá sea bastante por hoy.- musité recibiendo sus muestras de afecto. Yo me limitaba a sonreír, pasando mi brazo izquierdo por su espalda. -¿Sabes que he dormido toda la mañana para estar despierto esta noche? – No puede ser.- ¿En serio?- pregunté incrédula, cuando volví a retomar el camino, sin dejar de mirarle. -¿Sí?- Se estaba delatando el mismo ¿por qué a mentir? Me pareció un detalle precioso. Y sin saber por qué, me apreté más a su cuerpo. –Te estás ganando el cartelito de personita adorable.- Le estaba tomando el pelo. Reí con fuerza, al recordar que él no se consideraba tal. –Creo que ya llevas…unos cincuenta puntos. Cuando llegues a los cien habrá premio.- Aceleré el paso, forzándole caminar a más velocidad. Los tacones no me dieron para más, se quedaron atrás, me encogí de hombros, pensando que ya lo recogería alguien, quién, no lo sé. Me adentré en uno de los recovecos de mi cuidado jardín barroco, decorado con un centenar de esculturas, tantas como plantas, perfectamente identificables.
- jardín:
Estaba tan emocionada descubriéndole esta parte de mí. Le enseñé de pasada distintas esculturas de nuestro tiempo como el Belerofonte luchando con la Quimera de Schaller; Ganimedes dando de beber a Júpiter de Thorvaldsen; Teseo y el Centauro de Canova.
- Spoiler:
–Reconozco que no sé cuando parar.- Cuando le echaba el ojo a algo que me podía permitir, y que me resultaba interesante, mi patrimonio se veía amenazado. –Es mi único vicio.- Mis ojos pasaron de un lugar a otro en menos de un segundo, posándose en Keiran. -Bueno, miento.- sonreí evidenciando el error. –Sígueme.- Con una mano dejé al descubierto un pasadizo, tras la cortina de yedra que caía por el muro de piedra. La repentina humedad y la semioscuridad nos envolvieron.
– ¿Qué haré para que olvides esto?- mi risa se vio replicada por mi propio eco, qué perturbador. Aquel pasadizo llegaba hasta la cocina del servicio. A saber el peligro que podría correr si ésta información llegaba a oídos del resto. Podía entenderse como una demostración de confianza por mi parte. Me giré para reírme de la situación –Ahora que sabes esto tendré que…- aguardé esperando su reacción. -¡Que no!- exclamé con una sonrisa punzante. Apreté su mano con delicadeza, cuando abrí con un poco de esfuerzo el portón, que había caído en desuso. Se escuchó el desprendimiento de algunas piedras. –Oh vaya.- No pasa nada. Le deje pasar, para poder atrancar la puerta. Habíamos llegado a la despensa, muy pocas veces pasaba por allí. Al ver los distintos alimentos ordenados en las estanterías y trozos de animales muertos colgados del techo, me pregunté si Keiran tendría hambre. Se me encendió la bombilla. –A ver qué podemos hacer.- le tiré de la mano hacia la cocina, donde Roger se hacia sus cosas, desconozco qué. Senté a Keiran en una de las sillas, mirando los fogones con mala espina. Nada de fuego. –Déjamelo a mí.-Besé su mejilla, divertida. Yo sabría que darle, eso pensaba. No tenía ni idea de cocinar, nunca supe, y menos ahora que mi nutrición había cambiado. Volví a meterme en la despensa decidida a hacer algo provechoso. Primera pregunta ¿de qué se alimentaba? ¿Tenía una dieta en especial? Me quedé de brazos cruzados delante de una cesta de huevos ¿cómo demonios se hacía esto? Como odié haber tenido todo hecho al sentarme en la mesa. Entonces me di cuenta de lo difícil que era esto para mí. No sé cuánto tiempo estuve en la despensa. Finalmente cogí una barra de pan, y un trozo de queso, que olor más penetrante, arrugué la nariz dejándolo de nuevo en su sitio ¿Cómo podían comerse esto? si tiene hasta hongos. Tenía que hacer tiempo, para que no pensase que tenía algún problema. – ¿Me...me enseñaras algún día dónde te criaste?- pregunté, antes de que se me cayera encima unas bolsas de papel de no sé qué, aunque tenía un olor interesante. Entonces vi unos frascos con legumbres ¡Anda! Me asomé como quien no quiere la cosa por la puerta, había tardado la vida en decidirme. Rápidamente, y sin que pudiera ver lo que llevaba en las manos, me quedé delante de la pila de platos, cogí uno al azar, y comencé a echar lentejas sin ton ni son, esto le gustará. Corté una rebanada de pan, aunque más que cortar, fue partir. Y rellené con agua uno de los vasos que tenía a mano, mi único acierto. Ni se me pasó por la cabeza que estaba haciendo algo mal. Cogí todo con ambas manos, y lo deposité en la mesa con cuidado. –No sabía qué era lo que te gustaba…así que he improvisado un poco.- Dejé una cuchara bastante considerable en el plato, apoyándome en el borde de la mesa. Le miré expectante.
– ¿Qué haré para que olvides esto?- mi risa se vio replicada por mi propio eco, qué perturbador. Aquel pasadizo llegaba hasta la cocina del servicio. A saber el peligro que podría correr si ésta información llegaba a oídos del resto. Podía entenderse como una demostración de confianza por mi parte. Me giré para reírme de la situación –Ahora que sabes esto tendré que…- aguardé esperando su reacción. -¡Que no!- exclamé con una sonrisa punzante. Apreté su mano con delicadeza, cuando abrí con un poco de esfuerzo el portón, que había caído en desuso. Se escuchó el desprendimiento de algunas piedras. –Oh vaya.- No pasa nada. Le deje pasar, para poder atrancar la puerta. Habíamos llegado a la despensa, muy pocas veces pasaba por allí. Al ver los distintos alimentos ordenados en las estanterías y trozos de animales muertos colgados del techo, me pregunté si Keiran tendría hambre. Se me encendió la bombilla. –A ver qué podemos hacer.- le tiré de la mano hacia la cocina, donde Roger se hacia sus cosas, desconozco qué. Senté a Keiran en una de las sillas, mirando los fogones con mala espina. Nada de fuego. –Déjamelo a mí.-Besé su mejilla, divertida. Yo sabría que darle, eso pensaba. No tenía ni idea de cocinar, nunca supe, y menos ahora que mi nutrición había cambiado. Volví a meterme en la despensa decidida a hacer algo provechoso. Primera pregunta ¿de qué se alimentaba? ¿Tenía una dieta en especial? Me quedé de brazos cruzados delante de una cesta de huevos ¿cómo demonios se hacía esto? Como odié haber tenido todo hecho al sentarme en la mesa. Entonces me di cuenta de lo difícil que era esto para mí. No sé cuánto tiempo estuve en la despensa. Finalmente cogí una barra de pan, y un trozo de queso, que olor más penetrante, arrugué la nariz dejándolo de nuevo en su sitio ¿Cómo podían comerse esto? si tiene hasta hongos. Tenía que hacer tiempo, para que no pensase que tenía algún problema. – ¿Me...me enseñaras algún día dónde te criaste?- pregunté, antes de que se me cayera encima unas bolsas de papel de no sé qué, aunque tenía un olor interesante. Entonces vi unos frascos con legumbres ¡Anda! Me asomé como quien no quiere la cosa por la puerta, había tardado la vida en decidirme. Rápidamente, y sin que pudiera ver lo que llevaba en las manos, me quedé delante de la pila de platos, cogí uno al azar, y comencé a echar lentejas sin ton ni son, esto le gustará. Corté una rebanada de pan, aunque más que cortar, fue partir. Y rellené con agua uno de los vasos que tenía a mano, mi único acierto. Ni se me pasó por la cabeza que estaba haciendo algo mal. Cogí todo con ambas manos, y lo deposité en la mesa con cuidado. –No sabía qué era lo que te gustaba…así que he improvisado un poco.- Dejé una cuchara bastante considerable en el plato, apoyándome en el borde de la mesa. Le miré expectante.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Re: "La divina comedia"
- ¿En serio?- me arrepentí de inmediato. Sonaba estúpido, como yo mismo. Aún no se por qué me pareció buena idea. Me dio coraje -¿Sí?- asentí con disgusto, rascándome la cabeza con lentitud. Ahora noté su presencia más de lo debido. Supuse que para ver con mayor precisión mi rostro, porque bajé el semblante sin ser consciente. -Te estás ganando el cartelito de personita adorable.- siempre me consideraron un encanto de hombre. También un chico al cual tomarle el pelo. Cualquier virtud que poseas, acaba convirtiéndose en una inconveniencia. Es decir, la capacidad que las personas creen ver en ti. Y no es que lo considerase una virtud. Sólo era yo - Creo que ya llevas…unos cincuenta puntos. Cuando llegues a los cien habrá premio.- yo ya tenía mi recompensa y ni siquiera sabía por qué me la gané. Aceleramos el paso y sus pies quedaron desnudos, al descubierto. Siempre admiré a las mujeres. Su capacidad para subirse a semejantes pedestales y no romperse un tobillo.
Nos adentramos en un jardín lleno de color y plagado de esculturas. Un lugar perdido y recóndito que me dejó en shock. Dibujé una sonrisa de entusiasmo y la mirada osciló de un lado a otro, hasta detenerse en el rostro de Kory -No existe más premio que este - expresé tras tomar una bocanada de aire, que me hizo más grande. Nada podía igualarse a una noche con ella. ¿Cuanto tiempo me quedé mirándola? No supe decir. Perdí la percepción del espacio-tiempo. Porque acerqué tanto el rostro, que creí tocarla. Expresaba la misma emoción que yo y me enseñó llena de fuerza, todo el arte que se extendía a lo largo del camino. Atónito por su sabiduría y entusiasmo, era más interesante observarla a ella que a Júpiter. Se quedaba tan pequeño a su lado, que pensé que desaparecía. Y no quise que ella también desapareciese, porque habría sido capaz de extinguirle la boca en cuanto empezó a narrar.
Todo iba bien, hasta que dimos con la tercera estatua. Teseo, mi gran héroe griego. Estaba allí, inamovible. Querer ser él, era una completa locura y horrible sandez. Muchos de mis amigos se reirían de mí. Me darían una palmadita en la espalda tras una mirada de comparecencia. Yo reiría y bajaría el rostro dándoles la razón. Pero hace décadas que reposan en un cementerio. Es lo peor de seguir vivo año tras año. Si existía alguna comparación entre el héroe y yo, era esa. Permanecer siempre vivo, sin saber cuando espirar. Como un mito, que no yace nunca –Reconozco que no sé cuando parar.- yo tampoco lo sabía ¿Cuándo morir? Desconocía la respuesta –Es mi único vicio.- miré a la joven como atolondrado. Me había perdido, con tanto pensamiento de aquí para allá. Se refería a las esculturas. Que era amante del arte, quedó claro desde un principio. Nada más ver, toda esa colección de cuadros sobre las paredes. Y aquel cuadro en concreto, que no mencionaré. -Bueno, miento.- ¿Tenía más aficiones? sonreí de medio lado, cautivo por su ambición y convencido de que me enseñaría la siguiente. Si la gente fuese igual de generosa, el mundo iría mucho mejor. –Sígueme.- sonreí sosteniendo su mano mientras observaba como abría una especie de pasadizo secreto, tras una cortina de yedra. Ella no tenía ni idea de lo que acababa de hacer. Porque ya sabía por donde colarme, la próxima vez – ¿Qué haré para que olvides esto?- ¡Ah! si que lo sabía. Sonreí de oreja a oreja cogiendo a la joven por la cintura nada más escuchar el jolgorio que llevaba por dentro. Adoraba sentir su tacto, tenerla cerca de mí, siempre y cuando no tratara de intimidarme. Se le daba muy bien. Sentí sus carcajadas en el pecho, mas fuertes que el ruido que pudiesen sonorizar -Y para más emoción, te diré que tengo buena memoria - no se veía nada ¿A qué parte del castillo llevaría aquel pasadizo? Se giró. Aún reía –Ahora que sabes esto tendré que…- y habría seguido riendo con ella, si no fuera porque... corté el sonido de golpe. "Que no pensase, que se lo iba a contar a alguien". Lo consideré "información reservada" desde el principio -Yo no... - en seguida cortó mis intentos de promesa -¡Que no! -sonreí con cara de bobalicón. Siempre conseguía tomarme el pelo. Pero no como el resto de la gente solía hacer. Yo siempre caía en la trampa, pero luego me hacía gracia ser tan ingenuo. Sostuvo mi mano y abrió una puerta –Oh vaya.- Me preguntaría cuándo fue la última vez que el pasadizo se usó, porque la abertura pareció desquebrajarse ¿Sería seguro? Me pareció buena idea pasar yo primero. Si a alguien se le tenía que caer algo encima, que fuese a mí. Al cruzar el umbral me hallé en una despensa llena de comida, recipientes y "animalitos muertos". Que bien me habría venido ver esto antes, cuando el mayordomo irrumpió en aquel momento tan acalorado. Y me acaloré al recordarlo. Así que, miré los animalitos –A ver qué podemos hacer.- divisé su rostro con rapidez. Creí que se me desencajaba la cabeza. Esperé que no se le estuviese ocurriendo otra idea de las suyas. Miré los animalitos "Tranquilo. No pasa nada".
Pasamos a la cocina y me sentó en una silla, ante mi desconcierto. Cuando se quedó mirando los fogones, me di cuenta de sus intenciones. Pretendía cocinar algo ¿Para mí? No pude creerlo. Desconocía si era mañosa en ese campo. A la contra, el lobo era terrible. El fuego y yo, nunca nos llevamos bien –Déjamelo a mí. - no quise que se tomase más molestias -No hace falta que... - pero mis palabras terminaron cohibidas por un beso, justo en la mejilla. Giré el rostro con rapidez para devolvérselo con creces, buscando su boca. Pero no me dio tiempo ¿Cómo podía ser tan lento en mi forma humana? Siempre me lo pregunté. Perdí de vista a Kory cuando se metió en la despensa y me quedé mirando el lugar, desde el suelo hasta el techo. Kory también tenía buena memoria, porque di por hecho que recordaba cocinar. Imposible que utilizase algún instrumento de arte culinario para alimentarse. – ¿Me...me enseñaras algún día dónde te criaste?- escuché en la lejanía. También oí algo caerse y me levanté de golpe ¿Estaría bien? Pero entró de inmediato sana y salva. Así que volví a sentarme mirándola con alivio ¿Qué me había preguntado? -¿Mi casa? - expresé con extraña añoranza. Hacía años que no regresaba. Allí no quedaba nadie que conociese. Ni siquiera tenía una casa. Sin embargo, recordaba cada lugar, cada montaña y cada edificio. No pude ver lo que cocinaba. Así que, volví abajar el rostro pensativo ¿Por qué querría ir allí? Cuando levanté la vista, colocó delante de mí un plato de lentejas, agua y pan. Luego una cuchara apoyada en el plato. Me miró con expectación –No sabía qué era lo que te gustaba…así que he improvisado un poco.- ¿Pero cómo podía ser tan encantadora? Para comérsela.
Cogí la cuchara, sin despegar los ojos de sus pupilas -No tenías por qué hacerlo - sonreí acariciándole la mejilla con el dorso de la mano. Al volver a mirar el plato, me quedé petrificado. Porque no coció las legumbres. Las lentejas estaban duras. Me dio risa. Pero enseguida corté el sonido. Temí que se ofendiese. Así que, llevé la cuchara dubitativo para coger un puñado y me las metí en la boca. Suerte tener una mandíbula antinatura, porque en el caso contrario, no habría sido capaz de morderlas. Las tragué con dificultad. Mi garganta resonó extraña -Están deliciosas - sonreí, bebiendo agua para pasar el apuro -Me crié en Newry, en el condado de Down - le expliqué, tomando el pan como único alimento -El pueblo es prehistórico - reí entre dientes prácticamente. Tomé otra cucharada porque Kory, estaba conmovida al cocinar para mí. Tragué mal, bebí agua y seguí hablándole de Irlanda -Está en pleno bosque rodeado de montañas por todas partes. De niño me subía a lo alto de un peñasco y gritaba cosas para que el eco me contestase... - mi voz se fue diluyendo poco a poco. Siempre estaba sólo y era la única forma de entablar una conversación. Mis años en el orfanato fueron duros hasta cumplir la mayoría de edad y perderlo de vista. Miré el plato. Aún estaba lleno y apenas quedaba líquido en el vaso. Miré a Kory -¿Me traes más agua? - me habría levantado yo, pero necesitaba tirar algunas lentejas en una maceta cercana. Me senté de inmediato con el plato casi vacío e hice que masticaba. No me gustaba mentir. Pero era peor decepcionarla -Gracias - cogí el vaso, pegando un trago pequeño para volver a dejarlo sobre la mesa -Tengo buenos recuerdos - mi rostro se desfiguraba en cada palabra -Pero pesan con mayor daño lo malos. Inevitable aquejarme por ellos - Siempre sentí temor por los fantasmas pasados. Creí enterrarlos de por vida. Pero fue inevitable revivirlos en ese momento. Su petición removió cada parte de mí -Gracias por la cena. Escasas veces me trataron así - incliné el cuerpo para llegar hasta ella. No sabía cuantas veces besé sus labios esa noche. Pero me sentí incapaz de contener el arrebato. Un beso profundo y sincero fue lo que quise darle -Iremos.
Nos adentramos en un jardín lleno de color y plagado de esculturas. Un lugar perdido y recóndito que me dejó en shock. Dibujé una sonrisa de entusiasmo y la mirada osciló de un lado a otro, hasta detenerse en el rostro de Kory -No existe más premio que este - expresé tras tomar una bocanada de aire, que me hizo más grande. Nada podía igualarse a una noche con ella. ¿Cuanto tiempo me quedé mirándola? No supe decir. Perdí la percepción del espacio-tiempo. Porque acerqué tanto el rostro, que creí tocarla. Expresaba la misma emoción que yo y me enseñó llena de fuerza, todo el arte que se extendía a lo largo del camino. Atónito por su sabiduría y entusiasmo, era más interesante observarla a ella que a Júpiter. Se quedaba tan pequeño a su lado, que pensé que desaparecía. Y no quise que ella también desapareciese, porque habría sido capaz de extinguirle la boca en cuanto empezó a narrar.
Todo iba bien, hasta que dimos con la tercera estatua. Teseo, mi gran héroe griego. Estaba allí, inamovible. Querer ser él, era una completa locura y horrible sandez. Muchos de mis amigos se reirían de mí. Me darían una palmadita en la espalda tras una mirada de comparecencia. Yo reiría y bajaría el rostro dándoles la razón. Pero hace décadas que reposan en un cementerio. Es lo peor de seguir vivo año tras año. Si existía alguna comparación entre el héroe y yo, era esa. Permanecer siempre vivo, sin saber cuando espirar. Como un mito, que no yace nunca –Reconozco que no sé cuando parar.- yo tampoco lo sabía ¿Cuándo morir? Desconocía la respuesta –Es mi único vicio.- miré a la joven como atolondrado. Me había perdido, con tanto pensamiento de aquí para allá. Se refería a las esculturas. Que era amante del arte, quedó claro desde un principio. Nada más ver, toda esa colección de cuadros sobre las paredes. Y aquel cuadro en concreto, que no mencionaré. -Bueno, miento.- ¿Tenía más aficiones? sonreí de medio lado, cautivo por su ambición y convencido de que me enseñaría la siguiente. Si la gente fuese igual de generosa, el mundo iría mucho mejor. –Sígueme.- sonreí sosteniendo su mano mientras observaba como abría una especie de pasadizo secreto, tras una cortina de yedra. Ella no tenía ni idea de lo que acababa de hacer. Porque ya sabía por donde colarme, la próxima vez – ¿Qué haré para que olvides esto?- ¡Ah! si que lo sabía. Sonreí de oreja a oreja cogiendo a la joven por la cintura nada más escuchar el jolgorio que llevaba por dentro. Adoraba sentir su tacto, tenerla cerca de mí, siempre y cuando no tratara de intimidarme. Se le daba muy bien. Sentí sus carcajadas en el pecho, mas fuertes que el ruido que pudiesen sonorizar -Y para más emoción, te diré que tengo buena memoria - no se veía nada ¿A qué parte del castillo llevaría aquel pasadizo? Se giró. Aún reía –Ahora que sabes esto tendré que…- y habría seguido riendo con ella, si no fuera porque... corté el sonido de golpe. "Que no pensase, que se lo iba a contar a alguien". Lo consideré "información reservada" desde el principio -Yo no... - en seguida cortó mis intentos de promesa -¡Que no! -sonreí con cara de bobalicón. Siempre conseguía tomarme el pelo. Pero no como el resto de la gente solía hacer. Yo siempre caía en la trampa, pero luego me hacía gracia ser tan ingenuo. Sostuvo mi mano y abrió una puerta –Oh vaya.- Me preguntaría cuándo fue la última vez que el pasadizo se usó, porque la abertura pareció desquebrajarse ¿Sería seguro? Me pareció buena idea pasar yo primero. Si a alguien se le tenía que caer algo encima, que fuese a mí. Al cruzar el umbral me hallé en una despensa llena de comida, recipientes y "animalitos muertos". Que bien me habría venido ver esto antes, cuando el mayordomo irrumpió en aquel momento tan acalorado. Y me acaloré al recordarlo. Así que, miré los animalitos –A ver qué podemos hacer.- divisé su rostro con rapidez. Creí que se me desencajaba la cabeza. Esperé que no se le estuviese ocurriendo otra idea de las suyas. Miré los animalitos "Tranquilo. No pasa nada".
Pasamos a la cocina y me sentó en una silla, ante mi desconcierto. Cuando se quedó mirando los fogones, me di cuenta de sus intenciones. Pretendía cocinar algo ¿Para mí? No pude creerlo. Desconocía si era mañosa en ese campo. A la contra, el lobo era terrible. El fuego y yo, nunca nos llevamos bien –Déjamelo a mí. - no quise que se tomase más molestias -No hace falta que... - pero mis palabras terminaron cohibidas por un beso, justo en la mejilla. Giré el rostro con rapidez para devolvérselo con creces, buscando su boca. Pero no me dio tiempo ¿Cómo podía ser tan lento en mi forma humana? Siempre me lo pregunté. Perdí de vista a Kory cuando se metió en la despensa y me quedé mirando el lugar, desde el suelo hasta el techo. Kory también tenía buena memoria, porque di por hecho que recordaba cocinar. Imposible que utilizase algún instrumento de arte culinario para alimentarse. – ¿Me...me enseñaras algún día dónde te criaste?- escuché en la lejanía. También oí algo caerse y me levanté de golpe ¿Estaría bien? Pero entró de inmediato sana y salva. Así que volví a sentarme mirándola con alivio ¿Qué me había preguntado? -¿Mi casa? - expresé con extraña añoranza. Hacía años que no regresaba. Allí no quedaba nadie que conociese. Ni siquiera tenía una casa. Sin embargo, recordaba cada lugar, cada montaña y cada edificio. No pude ver lo que cocinaba. Así que, volví abajar el rostro pensativo ¿Por qué querría ir allí? Cuando levanté la vista, colocó delante de mí un plato de lentejas, agua y pan. Luego una cuchara apoyada en el plato. Me miró con expectación –No sabía qué era lo que te gustaba…así que he improvisado un poco.- ¿Pero cómo podía ser tan encantadora? Para comérsela.
Cogí la cuchara, sin despegar los ojos de sus pupilas -No tenías por qué hacerlo - sonreí acariciándole la mejilla con el dorso de la mano. Al volver a mirar el plato, me quedé petrificado. Porque no coció las legumbres. Las lentejas estaban duras. Me dio risa. Pero enseguida corté el sonido. Temí que se ofendiese. Así que, llevé la cuchara dubitativo para coger un puñado y me las metí en la boca. Suerte tener una mandíbula antinatura, porque en el caso contrario, no habría sido capaz de morderlas. Las tragué con dificultad. Mi garganta resonó extraña -Están deliciosas - sonreí, bebiendo agua para pasar el apuro -Me crié en Newry, en el condado de Down - le expliqué, tomando el pan como único alimento -El pueblo es prehistórico - reí entre dientes prácticamente. Tomé otra cucharada porque Kory, estaba conmovida al cocinar para mí. Tragué mal, bebí agua y seguí hablándole de Irlanda -Está en pleno bosque rodeado de montañas por todas partes. De niño me subía a lo alto de un peñasco y gritaba cosas para que el eco me contestase... - mi voz se fue diluyendo poco a poco. Siempre estaba sólo y era la única forma de entablar una conversación. Mis años en el orfanato fueron duros hasta cumplir la mayoría de edad y perderlo de vista. Miré el plato. Aún estaba lleno y apenas quedaba líquido en el vaso. Miré a Kory -¿Me traes más agua? - me habría levantado yo, pero necesitaba tirar algunas lentejas en una maceta cercana. Me senté de inmediato con el plato casi vacío e hice que masticaba. No me gustaba mentir. Pero era peor decepcionarla -Gracias - cogí el vaso, pegando un trago pequeño para volver a dejarlo sobre la mesa -Tengo buenos recuerdos - mi rostro se desfiguraba en cada palabra -Pero pesan con mayor daño lo malos. Inevitable aquejarme por ellos - Siempre sentí temor por los fantasmas pasados. Creí enterrarlos de por vida. Pero fue inevitable revivirlos en ese momento. Su petición removió cada parte de mí -Gracias por la cena. Escasas veces me trataron así - incliné el cuerpo para llegar hasta ella. No sabía cuantas veces besé sus labios esa noche. Pero me sentí incapaz de contener el arrebato. Un beso profundo y sincero fue lo que quise darle -Iremos.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Iba a hincarle el diente y era evidente que se le notaba con ganas. Fue un acierto ¡Sin duda alguna! ¿Por qué no lo habría hecho antes? -No tenías por qué hacerlo – Claro que tenía porqué. Se me iluminó la cara cuando me acarició la mejilla. –Lo habría probado…pero no me sentaría precisamente bien.-Le había encantado lo que le había preparado ¿Qué otra cosa pude pensar? No pude distinguir su expresión cuando volvió la vista al plato. Solo un doliente silencio en mi cabeza, hasta que se echo a reír, no supe exactamente por qué razón, quizá era de felicidad “eso sería” pensé auto convenciéndome. Sonreí complacida cuando le vi llevarse la cuchara a la boca. Le miré con fijeza, estudiando el más mínimo detalle. Mentiría si dijese que no echaba de menos ese simple proceso, el apreciar distintos sabores, porque casi siempre la sangre se me antojaba idéntica, solo el recipiente cambiaba. En fin, volviendo a la cocina… Los crujidos que escuché en el interior de su boca, fueron como los que yo imaginaba si se diese el caso de que alguien masticase piedras. El caso es, que no recordé haber comido este tipo de legumbres antes, por lo que pensé que así tenía que ser. Al fin tragó, hambre no pasaría en esta casa. -Están deliciosas – Debían estarlo. Estuve por sentarme a su lado, pero me quedé de pie por si necesitaba algo más en algún momento. -Me crié en Newry, en el condado de Down – Abrí los ojos asombrada, cuando comenzó a hablar de lo que yo le había preguntado, puede que por un momento pensase que se le había olvidado mi repentina curiosidad. Quería saber de él ¿tenía eso algo de malo? Seguía comiendo mientras me satisfacía en todos los aspectos.-El pueblo es prehistórico – Sonreí débilmente al verle, cualquier cosa que me contaba me resultaba fascinante. Un pueblo prehistórico que me encantaría pisar, pensé sin separar los labios. Los pocos pueblos irlandeses que había visitado en estos años, los tenía por gratos y rebosantes de vegetación, idílico. Ignoré el extraño sonido que creí escuchar. -Está en pleno bosque rodeado de montañas por todas partes.- ya me iba imaginando el paisaje…- De niño me subía a lo alto de un peñasco y gritaba cosas para que el eco me contestase...- De nuevo me angustié, arrepintiéndome de haberle hecho recordar aquellos años. Aún así mantuvo la entereza, cosa que yo no. -¿Me traes más agua? – Asentí abstraída, girándome para coger la jarra de agua, aún me seguí culpando por lo de antes, cuando regresé llené de nuevo el vaso, y me di cuenta de que en el plato apenas quedaban unas lentejas, sí que tenía hambre. -Gracias- A ti. No supe cómo hacer para mantenerme en pie. -Tengo buenos recuerdos – si apoyarme, si sentarme… No me ayudaba nada el tono que estaban tomando sus palabras, y menos su rostro. -Pero pesan con mayor daño lo malos. Inevitable aquejarme por ellos – Dios mío. Me sentí la más vil criatura, y estaba a nada de llorar…otra vez, miré el techo aguantando como la que más. -Gracias por la cena.- Negué con la cabeza, sin apartar los ojos de la techumbre.- Escasas veces me trataron así – ¿Así cómo? ¿Estropeándolo todo? Y que me besase me dejó más atolondrada que de costumbre. ¿Significaba entonces que no se había enfadado conmigo? ¿Esa era mi recompensa? ¿Cómo puede ser cierto? -Iremos.- abrí los ojos con lentitud, rodeando sus hombros con mis brazos, consiguiendo así que quedase de pie. No puedo describir con palabras lo que me atravesó el pecho, mientras me mantuve abrazada a él. Y sí, al final no pude aguantar más y alguna que otra lagrima se me escapó ¿cómo contener la emoción? ¡De piedra tendría que ser! Me las sequé rápidamente sin que me viese, al final no había cumplido esa normal, y mira que no me extraña.
–No tenemos porqué ir.- Elevé la cabeza tomando su rostro entre las manos. –Seguro que hay muchos mejores lugares…donde perdernos. No deseo que tus ojos se ensombrezcan por mi culpa.- parpadeé tomando aire. –Me basta con saber que estarías dispuesto.- Y de nuevo demostraba su coraje. Cedí yo misma, dejando caer las manos y toda mi moral. Apoyé las manos en el borde de la mesa, encontrando ese punto de apoyo. –En cambio yo…sería incapaz de volver a mi pueblo natal… me aterroriza.- ¿me estaba quedando sin aire? –No tendría la fuerza suficiente para dar la cara a las personas que dejé atrás.- mis ojos surcaron las baldosas de piedra. No hablaba de ello ni con Roger, era un tema vedado desde que abandoné el puerto que me vio nacer. –Ojalá tuviera tu valentía. – asentí, negándome a oír lo contrario. –Parece que…todos tenemos algo que ocultar tras una sonrisa o paredes revestidas de cuadros.- sonreí con tristeza pegando mi cuerpo al suyo. –Con lo bien que iba todo…- experta en el Drama, demostrado queda. Se me escapó una risilla, recordando lo mucho que le habían gustado las lentejas. –No volverá a pasar.- Así sus manos entre las mías, quedándome con los ojos fijos en los suyos por largo rato, sin decir nada. Me entraron unas ganas de cometer una locura que tuve que obligarme apartarle los ojos, sonriendo de la vergüenza. –Vamos- me deslicé como pude, llevándole conmigo hacia la puerta de salida de la cocina. Todo estaba en penumbra aunque los bultos eran visibles, pasé por la sala donde había dejado su chaqueta doblada, por si se le olvidaba al día siguiente de querer irse. Recorrimos los pasillos hasta llegar a la escalinata que llevaba al sótano, las antiguas mazmorras del castillo…donde creo haber escuchado que murieron reos de la Inquisición inglesa. Sí, allí dormía…pero me había encargado de darle otro aire, más habitable, aunque la frialdad no había quien se lo quitase. Bajamos por las escaleras, hasta encontrarme con la robusta puerta, infranqueable para los mortales. Visualicé su mecanismo de cierre, esforzándome por abrirlo desde el interior, me asombraba de los avances de esta nueva materia, mover cosas con la mente…era fascinante. Reí por lo bajo, dando un leve toque a la puerta, y ésta por fin se abrió.
–No tenemos porqué ir.- Elevé la cabeza tomando su rostro entre las manos. –Seguro que hay muchos mejores lugares…donde perdernos. No deseo que tus ojos se ensombrezcan por mi culpa.- parpadeé tomando aire. –Me basta con saber que estarías dispuesto.- Y de nuevo demostraba su coraje. Cedí yo misma, dejando caer las manos y toda mi moral. Apoyé las manos en el borde de la mesa, encontrando ese punto de apoyo. –En cambio yo…sería incapaz de volver a mi pueblo natal… me aterroriza.- ¿me estaba quedando sin aire? –No tendría la fuerza suficiente para dar la cara a las personas que dejé atrás.- mis ojos surcaron las baldosas de piedra. No hablaba de ello ni con Roger, era un tema vedado desde que abandoné el puerto que me vio nacer. –Ojalá tuviera tu valentía. – asentí, negándome a oír lo contrario. –Parece que…todos tenemos algo que ocultar tras una sonrisa o paredes revestidas de cuadros.- sonreí con tristeza pegando mi cuerpo al suyo. –Con lo bien que iba todo…- experta en el Drama, demostrado queda. Se me escapó una risilla, recordando lo mucho que le habían gustado las lentejas. –No volverá a pasar.- Así sus manos entre las mías, quedándome con los ojos fijos en los suyos por largo rato, sin decir nada. Me entraron unas ganas de cometer una locura que tuve que obligarme apartarle los ojos, sonriendo de la vergüenza. –Vamos- me deslicé como pude, llevándole conmigo hacia la puerta de salida de la cocina. Todo estaba en penumbra aunque los bultos eran visibles, pasé por la sala donde había dejado su chaqueta doblada, por si se le olvidaba al día siguiente de querer irse. Recorrimos los pasillos hasta llegar a la escalinata que llevaba al sótano, las antiguas mazmorras del castillo…donde creo haber escuchado que murieron reos de la Inquisición inglesa. Sí, allí dormía…pero me había encargado de darle otro aire, más habitable, aunque la frialdad no había quien se lo quitase. Bajamos por las escaleras, hasta encontrarme con la robusta puerta, infranqueable para los mortales. Visualicé su mecanismo de cierre, esforzándome por abrirlo desde el interior, me asombraba de los avances de esta nueva materia, mover cosas con la mente…era fascinante. Reí por lo bajo, dando un leve toque a la puerta, y ésta por fin se abrió.
–Ya está. Esto seguro que te será imposible superarlo.- Nos rodeó la completa oscuridad, cerré la puerta una vez dentro. -¿Te sientes más cómodo así?- pregunté acercándome por su espalda, porque supuse que estaría ahí. Me comencé a aflojar el vestido con soltura. –Me dirás que no tiene guasa la cosa…- le alcancé al segundo, haciéndole dar un paso hacia atrás hasta que le tuve sentado en la cama, no se lo esperaría. Reí acariciando sus mejillas. Con solo una mano mi vestido cayó, dejándome… en paños menores, por así decirlo… es que no iba a dormir con él puesto, con lo aparatosos que son. Aún permanecía delante de Keiran, pensando por dónde “atacar”. –Ay Keiran…- suspiré aguantando las ganas de tirarme encima suya.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Re: "La divina comedia"
Era como si las manillas del reloj no avanzasen. Correspondí su abrazo, acariciándole la nuca. Y allí me quedé, como petrificado, igual que una estatua. –No tenemos porqué ir.- sostuvo mi rostro, enfriándome las mejillas y el corazón ¿Tanto se me notó? Siempre renegué de mi tierra. Era lo más normal, al pasar la mayor parte de mi vida sólo. Y lo que es peor, de vivir mi infancia siempre en blanco y negro. Una de las muchas manías que tengo es ponerle colores a los momentos vividos. Igual que cuando te viene a la mente alguna imagen pasada, tras haber olido algo en particular que te familiariza con ese instante. –Seguro que hay muchos mejores lugares…donde perdernos. No deseo que tus ojos se ensombrezcan por mi culpa.- No se si me sentía más valiente de lo habitual. Aunque siempre asciende la seguridad dentro de uno mismo, cuando tienes alguien en quien apoyarte. Pero de verdad que no me importaba llevarla allí. Puede que en ese viaje, mis perspectivas cambiasen. Me pregunté por qué tomaría aire ¿Los vampiros necesitaba respirar o estaba demasiado afectada por la situación en la que nos veíamos envueltos? Tomé aliento con ella, perdiendo la vista en su rostro y sosteniendo sus manos en mis mejillas, las acaricié con cariño. Mis ojos expresaban algo parecido a un "No te preocupes". Pero siempre se me dio mal eso de expresar las cosas con palabras. Así que, no dije nada. Esperé a que me comprendiese y no ver más el lamento en su expresión. Odio que la gente sufra sin merecérselo. Y hablo de primera mano. –Me basta con saber que estarías dispuesto.- no pude sostener por más tiempo sus manos porque se deslizaron hasta la mesa, soltándome. Un gesto de lo más desesperado que no entendí. Que no se preocupara más, por favor. Sin embargo, no tenía por costumbre que alguien se preocupase por mí. Agaché el rostro para poder observarla, con el ceño fruncido –En cambio yo…sería incapaz de volver a mi pueblo natal… me aterroriza.-No era yo quien le preocupaba exactamente. Apreté la boca sin expresión en los ojos. Siempre que intentábamos mantener alguna conversación, todo se iba a tomar viento. O bien por lo que yo decía. O bien por lo que ella me contaba, siempre terminábamos afectados por el maldito pasado. Perjudicial para una vida y para una "no vida". "Eso si que es duro". Miré mis zapatos sin razón, deteniéndome en los restos de barro que se habían adherido tras cruzar sus jardines. –No tendría la fuerza suficiente para dar la cara a las personas que dejé atrás.- como un riachuelo escuché su discurrir. No sabía de que personas me hablaba y temí preguntárselo. No quise abrir más la brecha. Tragué saliva y apoyé una mano sobre la mesa para sostenerme mejor. Porque mi cabeza bajaba a cada segundo, acercándose cada vez más a esas manchas de barro. Eran como pequeños recuerdos, que adheridos te hacen ser consciente de la senda que han atravesado. Y una vez se seca la masa, se queda pegada a esos zapatos. El barro es difícil de quitar. Hay que esmerarse para que quede limpio todo. O bien no puedes limpiarlos nunca y terminas dejando los restos en ellos, esperando que con el tiempo, se esfumen. Pero siempre queda algo por mucho que repitas "Están limpios" –Ojalá tuviera tu valentía. – ¿Yo valiente? giré el rostro con rapidez. Aún mantenía el ceño arrugado –Parece que…todos tenemos algo que ocultar tras una sonrisa o paredes revestidas de cuadros.- "Eso no era cierto". Nunca me ocultó nada. Nunca antes nadie me abrió sus puertas con tanta predisposición. Sonrió con ligereza, queriendo mantener el tipo. De nuevo sentí su pecho junto al mío y no me quedó más remedio que, soltarme de la mesa –Con lo bien que iba todo…- agarré su cintura, negando con la cabeza. Mis dedos empezaron a dibujar círculos en torno a esta -Todo va bien y todo irá mejor - dije con una tranquilidad pasmosa. Valiente no. Pero positividad tengo para dar y regalar. –No volverá a pasar.- "Y no sucede nada si pasa" habría dicho "Todos somos humanos" pero no me pareció apropiado. Aunque un día, tuvo que serlo ¿No? Entonces vinieron a mi mente un millón de preguntas más, como por ejemplo ¿Cómo sucedió? ¿Quién se atrevió a transformarla? ¿Era más feliz ahora o por el contrario, renegaba de su vida? Sabía que se lamentaba de atacar a las personas para alimentarse. Tuvo compasión y sobretodo, un enorme control conmigo en Atenas.
De pronto me quedé estático. Agarró mis manos y se quedó mirándome durante largo rato ¿En qué estaría pensando? Empecé a inclinarme hacia ella. Todo mi cuerpo, mi masa corporal se acercaba con lentitud. Como si me absorbiese su mirada. Cuando me di cuenta, faltaba poco para que la punta de mi nariz la rozase –Vamos- desperté de inmediato, volviendo a mi sitio. "Locuras mil, si volvía a mirarme de ese modo."
Seguí a Kory, por el camino cogió mi chaqueta. Reposaba en el sillón. Ni me acordaba de ella. De soslayo miré por error el cuadro. Hice un ruido con la boca de disgusto y cubrí mi rostro con el dorso de la mano, para no mirarlo.Nos dirigimos hasta una especie de sótano. ¿Era humedad lo que olía? Experimenté un pequeño escalofrío recorrer mi nuca. Estaba extremadamente oscuro y parecía no tener fin. Al final una puerta. Miré su grosor, su textura. Casi imposible de traspasar. Diría que infranqueable. Pero tampoco sería problema para mí, sonreí un poco pagado de mí mismo. Juguetón incluso. Pero mi gesto se desfiguró al ver como se abría delante de mis narices sin saber cómo. Alcé
las cejas pasmado sin borrar la sonrisa convertida en mueca pétrea ¿Que mecanismo activo? –Ya está. Esto seguro que te será imposible superarlo.- "Con lo torpe que soy, sería más fácil hacer la puerta añicos. Sería terrible que me pillase algún dedo en el intento."
Al entrar no pude ver nada. Su "Habitación" estaba totalmente a oscuras "Como deseé ser animal en ese momento..." -¿Te sientes más cómodo así?- pegué un respingo leve. Otra vez a mis espaldas. El corazón latió con fuerza dentro de mi coraza -Yo duermo con las cortinas corridas - sonreí con timidez, a pesar de que no pudiese verme. Con inseguridad, di sólo un par de pasos -Me gusta que entre algo de luz por la ventana - tragué saliva con fuerza ¿Ahora donde estaba? - De la calle... - murmuré cortante -La luz de la calle. Sí... - repetí completamente perdido, intentando localizarla –Me dirás que no tiene guasa la cosa…- di un paso hacía atrás por el susto al rozar a Kory. O ella me tocó, no pude confirmarlo. Estaba demasiado desorientado. Como derivado de ese contacto, caí demolido sobre la cama, sentándome en ella y escuché algo desprenderse sobre el suelo ¿Su ropa? –Ay Keiran… "Eso digo yo..." Comencé a ponerme nervioso. Recordé de inmediato aquellas palabras con las que se definió. ¿Estaba predispuesta o sólo jugaba conmigo?
-Creo que... - "qué hacer..." - que se te ha caído... algo - dije confuso. Luego solté una risa floja de lo más nerviosa. "Como cuando me hacen una broma y sonrio aparentando que no me molesta. Y por dentro me siento el ser más miserable de la tierra, bobalicón. Y luego se te queda una cara de lo más rara. Y pestañeas más de lo normal. Y terminas cambiando de tema" ¿Debía quitarme los zapatos ya? -Soy un poco inquieto por las noches. A veces hablo y esas cosas - empecé a quitarme el calzado y lo dejé bajo la cama. Palpé las sábanas para volver a dejar las manos sobre mis piernas y de nuevo sobre las sábanas y así unas cinco veces -Soy sonámbulo - le aclaré a Kory dirigiendo la voz de frente. Aunque, en realidad no tenía ni idea de donde se encontraba. Giré de inmediato, mirando tras mi espalda. A ella le gustaba sorprenderme siempre con la guardia baja.
Solté con fuerza el aire y me llevé las manos a la cabeza apoyándome sobre las piernas "Venga Keiran..." tras apretar los ojos con fuerza envalentonándome, estiré los brazos hacia delante y toqué una parte de su cuerpo. Estaba helada y con suerte era una mano. Y despacio arrastré a la joven hasta mí. No había sido tan complicado después de todo. Quise tomarla por la cintura. Cual fue mi sorpresa al palpar su piel desnuda. Tragué saliva con fuerza, temiendo quedarme sin ella. Y sin quererlo, empecé a acalorarme "Mal asunto". Para más inri, nunca antes mis rudas manos llegaron a sentir algo tan suave. Sus contornos eran finos, delicadamente perfectos. Dibujé con la punta de los dedos la curva hasta detenerme en su cadera. No podía ver nada. Pero advertía una auténtica preciosidad "Demasiada mujer para ti" pero ignoré a mi subconsciente, levantándome de la cama. Solté su mano y me coloqué justo a su espalda. Mi respiración golpeó su nuca, demasiado agitada y alcé las manos para recorrerla desde los hombros hasta los muslos. Mis manos se deslizaban casi livianas, casi etéreas. Y mi pecho se pegó al suyo. Ahora el rostro cayó sobre su cabeza. "Olía como una mismísima Diosa" -No suelo comportarme así. Pero es difícil tratar con una mujer de semejantes dimensiones - mi mayor debilidad era su inmaculado cuello. De verdad que intenté sostenerme para no caer sobre él. "Pero a estas alturas..." suspiré contenido y deslicé las manos acariciándola por debajo del ombligo. Y mi boca se hundió finalmente en aquella curva, deseosa de apreciar su tacto con la punta de los labios. De nuevo a ritmo pausado. Me sentía más lento de lo habitual, ascendiendo hasta el lóbulo de su oreja. Iba demasiado deprisa y ella quería tomarse las cosas con calma. "Pero todo era tan relativo..." Y ella estaba llena de curvas por todas partes -Además duermo desnudo - aquel comentario, desacertado para mi gusto, lo sumé al sonambulismo y demás habitualidades cotidianidas nocturnas de mi entorno. No quise moverme de su vientre, por temor a que no pudiese detenerme. Porque sentía que mis instintos animales se manifestaban a cada paso que daba en esa dirección. ¿El pecado? Un concepto que quedaba siempre lejos, en un horizonte desconocido. Aquel momento se volvió rojo de pronto, como una brasa capaz de nublarte la vista, a causa del humo negro que expulsa sin prisas por mitigarse.
De pronto me quedé estático. Agarró mis manos y se quedó mirándome durante largo rato ¿En qué estaría pensando? Empecé a inclinarme hacia ella. Todo mi cuerpo, mi masa corporal se acercaba con lentitud. Como si me absorbiese su mirada. Cuando me di cuenta, faltaba poco para que la punta de mi nariz la rozase –Vamos- desperté de inmediato, volviendo a mi sitio. "Locuras mil, si volvía a mirarme de ese modo."
Seguí a Kory, por el camino cogió mi chaqueta. Reposaba en el sillón. Ni me acordaba de ella. De soslayo miré por error el cuadro. Hice un ruido con la boca de disgusto y cubrí mi rostro con el dorso de la mano, para no mirarlo.Nos dirigimos hasta una especie de sótano. ¿Era humedad lo que olía? Experimenté un pequeño escalofrío recorrer mi nuca. Estaba extremadamente oscuro y parecía no tener fin. Al final una puerta. Miré su grosor, su textura. Casi imposible de traspasar. Diría que infranqueable. Pero tampoco sería problema para mí, sonreí un poco pagado de mí mismo. Juguetón incluso. Pero mi gesto se desfiguró al ver como se abría delante de mis narices sin saber cómo. Alcé
las cejas pasmado sin borrar la sonrisa convertida en mueca pétrea ¿Que mecanismo activo? –Ya está. Esto seguro que te será imposible superarlo.- "Con lo torpe que soy, sería más fácil hacer la puerta añicos. Sería terrible que me pillase algún dedo en el intento."
Al entrar no pude ver nada. Su "Habitación" estaba totalmente a oscuras "Como deseé ser animal en ese momento..." -¿Te sientes más cómodo así?- pegué un respingo leve. Otra vez a mis espaldas. El corazón latió con fuerza dentro de mi coraza -Yo duermo con las cortinas corridas - sonreí con timidez, a pesar de que no pudiese verme. Con inseguridad, di sólo un par de pasos -Me gusta que entre algo de luz por la ventana - tragué saliva con fuerza ¿Ahora donde estaba? - De la calle... - murmuré cortante -La luz de la calle. Sí... - repetí completamente perdido, intentando localizarla –Me dirás que no tiene guasa la cosa…- di un paso hacía atrás por el susto al rozar a Kory. O ella me tocó, no pude confirmarlo. Estaba demasiado desorientado. Como derivado de ese contacto, caí demolido sobre la cama, sentándome en ella y escuché algo desprenderse sobre el suelo ¿Su ropa? –Ay Keiran… "Eso digo yo..." Comencé a ponerme nervioso. Recordé de inmediato aquellas palabras con las que se definió. ¿Estaba predispuesta o sólo jugaba conmigo?
-Creo que... - "qué hacer..." - que se te ha caído... algo - dije confuso. Luego solté una risa floja de lo más nerviosa. "Como cuando me hacen una broma y sonrio aparentando que no me molesta. Y por dentro me siento el ser más miserable de la tierra, bobalicón. Y luego se te queda una cara de lo más rara. Y pestañeas más de lo normal. Y terminas cambiando de tema" ¿Debía quitarme los zapatos ya? -Soy un poco inquieto por las noches. A veces hablo y esas cosas - empecé a quitarme el calzado y lo dejé bajo la cama. Palpé las sábanas para volver a dejar las manos sobre mis piernas y de nuevo sobre las sábanas y así unas cinco veces -Soy sonámbulo - le aclaré a Kory dirigiendo la voz de frente. Aunque, en realidad no tenía ni idea de donde se encontraba. Giré de inmediato, mirando tras mi espalda. A ella le gustaba sorprenderme siempre con la guardia baja.
Solté con fuerza el aire y me llevé las manos a la cabeza apoyándome sobre las piernas "Venga Keiran..." tras apretar los ojos con fuerza envalentonándome, estiré los brazos hacia delante y toqué una parte de su cuerpo. Estaba helada y con suerte era una mano. Y despacio arrastré a la joven hasta mí. No había sido tan complicado después de todo. Quise tomarla por la cintura. Cual fue mi sorpresa al palpar su piel desnuda. Tragué saliva con fuerza, temiendo quedarme sin ella. Y sin quererlo, empecé a acalorarme "Mal asunto". Para más inri, nunca antes mis rudas manos llegaron a sentir algo tan suave. Sus contornos eran finos, delicadamente perfectos. Dibujé con la punta de los dedos la curva hasta detenerme en su cadera. No podía ver nada. Pero advertía una auténtica preciosidad "Demasiada mujer para ti" pero ignoré a mi subconsciente, levantándome de la cama. Solté su mano y me coloqué justo a su espalda. Mi respiración golpeó su nuca, demasiado agitada y alcé las manos para recorrerla desde los hombros hasta los muslos. Mis manos se deslizaban casi livianas, casi etéreas. Y mi pecho se pegó al suyo. Ahora el rostro cayó sobre su cabeza. "Olía como una mismísima Diosa" -No suelo comportarme así. Pero es difícil tratar con una mujer de semejantes dimensiones - mi mayor debilidad era su inmaculado cuello. De verdad que intenté sostenerme para no caer sobre él. "Pero a estas alturas..." suspiré contenido y deslicé las manos acariciándola por debajo del ombligo. Y mi boca se hundió finalmente en aquella curva, deseosa de apreciar su tacto con la punta de los labios. De nuevo a ritmo pausado. Me sentía más lento de lo habitual, ascendiendo hasta el lóbulo de su oreja. Iba demasiado deprisa y ella quería tomarse las cosas con calma. "Pero todo era tan relativo..." Y ella estaba llena de curvas por todas partes -Además duermo desnudo - aquel comentario, desacertado para mi gusto, lo sumé al sonambulismo y demás habitualidades cotidianidas nocturnas de mi entorno. No quise moverme de su vientre, por temor a que no pudiese detenerme. Porque sentía que mis instintos animales se manifestaban a cada paso que daba en esa dirección. ¿El pecado? Un concepto que quedaba siempre lejos, en un horizonte desconocido. Aquel momento se volvió rojo de pronto, como una brasa capaz de nublarte la vista, a causa del humo negro que expulsa sin prisas por mitigarse.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Las tinieblas jugaban a mi favor, sí, eso pensé, ingenua de mí. Sabía que si lograba concentrarme lo suficiente podía localizar los obstáculos que me rodeaban, aún sin verlos. Es algo semejante a lo que les ocurre a los murciélagos con la ecolocación, recientemente descubierta. Al menos ese es mi planteamiento, buscándole siempre la lógica a lo que me iba sucediendo. -Creo que... – Abrí los ojos de par en par, bajando la cabeza en su dirección. -que se te ha caído... - ¿El qué? Sorpréndeme.-algo – Me vi asintiendo con una sonrisa de suficiencia, frenando todos los impulsos que aún afloraban, pidiéndome más y más, no contentos con mis “progresos”. Y él, nervioso desde que se vio atrapado en mi alcoba ¿Sólo sería por eso? No, era un cúmulo de factores. Si sirve de algo juro que no lo hice a propósito, no por ésta vez. Pensé que le relajaría la quietud casi sepulcral que se respiraba, y puedo decir sin miedo a equivocarme que “no, no le relajaba nada.” Es más, reconozco que era para volverse loco. No sé cómo aún encontraba el valor para bajar allí cada noche sola. Todos los sonidos quedaban encerrados entre estos gruesos muros de piedra, ahogando alguna esperanza de salida. Parece mentira, pero cada vez que pensaba en la posibilidad de quedarme confinada sin remedio, se me oprimía el pecho hasta colapsar mis nervios. Quizá deriva de mi miedo a no encontrar jamás la seguridad que tanto buscaba. ¿Y a qué viene todo esto? ¡De su nerviosismo! Por si a alguien se le había olvidado. Volví a sonreír, acallando mis temores, desconectando ya, de una vez por todas. -Soy un poco inquieto por las noches.-Inquieto ¿eh?-A veces hablo y esas cosas.
- Hablas…- repetí suavizando la voz, mientras amontonaba la información en el archivo que tenía su nombre. “Y esas cosas…” ¿Qué serían esas cosas? No quise pensar mal, aunque ¡eh! Me divirtió imaginar qué haría, o qué me haría, que sonaba mejor todavía. Y a todo esto…regresemos de nuevo al más oscuro de los escenarios, recreando lo que mis ojos no podían brindarme. Se había descalzado, sí ¿y yo? Hace tiempo ya. El suelo estaba intratable hoy, pensaba apiñando mis pies, uno sobre otro. Distinguí el movimiento del aire ¿qué pasaba? -Soy sonámbulo – ¿Cómo iba a saberlo? Lo raro es que no dedujese antes su… llamémoslo patología. Por suerte no tenía nada afilado a la vista (sin contarme a mí), o a la “no vista”, aún así tendría que ser precavida. Agradecí que me advirtiera, desconociéndolo no sabría cómo actuar.-Fascinante- Esa palabra se me escapó de los labios a sus anchas, “¿a quién si no a mí le parecería fascinante ese tipo de anomalía?” No veía el momento de caer entre las sabanas, esperando lo que fuera que pasase. Y pensar que mientras yo pensaba en éstas cosas, Keiran comenzaba a torturarse por algo que ni sospechaba. Me pilló por sorpresa cuando me descubrió entre el abismo que parecía haberse abierto bajo nuestros pies, sin que apenas me diese cuenta. ¿Su piel estaba más cálida o era yo la que por momentos perdía temperatura? Responderé explicando que en toda la noche no me había alimentado, de haber sabido de su visita me habría preparado concienzudamente, pero…son cosas que pasan ¿Para qué darle más vueltas? Mañana, sin falta, tras el ocaso, me repetí.
Quiso que me acercase, pero para entonces yo ya me había movido lo justo. Y de nuevo me quedé como anclada, sin mover el menor músculo, aunque por dentro mí cabeza no paraba de dar vueltas, y vueltas ¿hacia dónde? No lo sé. Y sin previo aviso una de sus manos contactó conmigo. Permanecí inmutable, más muerta que viva, hasta que sus dedos invisibles comenzaron a moverse, delineándome, no supe qué hacer. Y de pronto me pregunté: qué pensaría de mí. Tal vez diese por hecho yo que tenía la pretensión de seducirle, de un modo un tanto vulgar a mi juicio, ya que aún no había hecho nada para llevarme ese mérito. Hay que tener cuidado con lo que se dice o se hace, siempre tiene sus consecuencias, y yo lo sabía bien ¿lo sabría él? ¿O se le iría olvidando? Lo dejó ahí. Me hallé en una encrucijada cuando le sentí a mi espalda, tuve el impulso de echarme hacia delante, para controlar lo que fuera que estuviera pasando, pero ese impulso se quedó en nada en el instante en el que su sola respiración estremeció cada fracción de mi cuerpo, con una facilidad abrumadora. Cerré los ojos cuando sus manos comenzaron a nublarme la vista, iba a caer de bruces contra el suelo si seguía así. Estaba tan pegado a mí, y yo al borde de perder eso que me amarraba a la sensatez, una gran virtud, si no recuerdo mal ¿Por qué me hacía esto ahora? Pero el papel de mojigata no iba conmigo, el simple hecho de aparentar serlo era inconcebible e insultante ¿A quién pretendía engañar? -No suelo comportarme así.- ¿Quién lo diría? Me relamí premeditadamente con una sonrisa enigmática. Vacío, eso fue lo que tuve que resistir en mi estómago, estaba sedienta. - Pero es difícil tratar con una mujer de semejantes dimensiones – Solté una risilla floja ¿yo le había incitado, verdad? Comenzó a ponerme enferma el hecho de no prever lo que haría, focalicé mis sentidos como buenamente pude. Imposible, cada vez peor. Me revolucioné cuando creí que sus manos iban a parar a la Antártica, pero para mi sorpresa quedaron amarradas en África, y qué calor hace allí, tantísimo que los mismos polos comenzaron a derretirse, sí todo muy metafórico. Apreté los labios obligándome a no decir nada, hasta que el barco zarpó de nuevo ¿llevaba el pasaporte para dar la vuelta al mundo? Quería saberlo, yo se lo sellaría. –Yo lo haría…- suspiré entrecortadamente, confirmándome a mí misma. Languidecer entre sus brazos era ya factible ¡Oh por Dios! ¿Estaba volando? Mi cuerpo se vio cubierto en llamas ¿quedarían mis cenizas? Se me fue todo el aire de golpe, qué habilidoso era. -Además duermo desnudo – Me temblaron las rodillas ¿hablaba en serio? No pude pensar ¿quién podría? Estaba resbalándome yo sola.
- Hablas…- repetí suavizando la voz, mientras amontonaba la información en el archivo que tenía su nombre. “Y esas cosas…” ¿Qué serían esas cosas? No quise pensar mal, aunque ¡eh! Me divirtió imaginar qué haría, o qué me haría, que sonaba mejor todavía. Y a todo esto…regresemos de nuevo al más oscuro de los escenarios, recreando lo que mis ojos no podían brindarme. Se había descalzado, sí ¿y yo? Hace tiempo ya. El suelo estaba intratable hoy, pensaba apiñando mis pies, uno sobre otro. Distinguí el movimiento del aire ¿qué pasaba? -Soy sonámbulo – ¿Cómo iba a saberlo? Lo raro es que no dedujese antes su… llamémoslo patología. Por suerte no tenía nada afilado a la vista (sin contarme a mí), o a la “no vista”, aún así tendría que ser precavida. Agradecí que me advirtiera, desconociéndolo no sabría cómo actuar.-Fascinante- Esa palabra se me escapó de los labios a sus anchas, “¿a quién si no a mí le parecería fascinante ese tipo de anomalía?” No veía el momento de caer entre las sabanas, esperando lo que fuera que pasase. Y pensar que mientras yo pensaba en éstas cosas, Keiran comenzaba a torturarse por algo que ni sospechaba. Me pilló por sorpresa cuando me descubrió entre el abismo que parecía haberse abierto bajo nuestros pies, sin que apenas me diese cuenta. ¿Su piel estaba más cálida o era yo la que por momentos perdía temperatura? Responderé explicando que en toda la noche no me había alimentado, de haber sabido de su visita me habría preparado concienzudamente, pero…son cosas que pasan ¿Para qué darle más vueltas? Mañana, sin falta, tras el ocaso, me repetí.
Quiso que me acercase, pero para entonces yo ya me había movido lo justo. Y de nuevo me quedé como anclada, sin mover el menor músculo, aunque por dentro mí cabeza no paraba de dar vueltas, y vueltas ¿hacia dónde? No lo sé. Y sin previo aviso una de sus manos contactó conmigo. Permanecí inmutable, más muerta que viva, hasta que sus dedos invisibles comenzaron a moverse, delineándome, no supe qué hacer. Y de pronto me pregunté: qué pensaría de mí. Tal vez diese por hecho yo que tenía la pretensión de seducirle, de un modo un tanto vulgar a mi juicio, ya que aún no había hecho nada para llevarme ese mérito. Hay que tener cuidado con lo que se dice o se hace, siempre tiene sus consecuencias, y yo lo sabía bien ¿lo sabría él? ¿O se le iría olvidando? Lo dejó ahí. Me hallé en una encrucijada cuando le sentí a mi espalda, tuve el impulso de echarme hacia delante, para controlar lo que fuera que estuviera pasando, pero ese impulso se quedó en nada en el instante en el que su sola respiración estremeció cada fracción de mi cuerpo, con una facilidad abrumadora. Cerré los ojos cuando sus manos comenzaron a nublarme la vista, iba a caer de bruces contra el suelo si seguía así. Estaba tan pegado a mí, y yo al borde de perder eso que me amarraba a la sensatez, una gran virtud, si no recuerdo mal ¿Por qué me hacía esto ahora? Pero el papel de mojigata no iba conmigo, el simple hecho de aparentar serlo era inconcebible e insultante ¿A quién pretendía engañar? -No suelo comportarme así.- ¿Quién lo diría? Me relamí premeditadamente con una sonrisa enigmática. Vacío, eso fue lo que tuve que resistir en mi estómago, estaba sedienta. - Pero es difícil tratar con una mujer de semejantes dimensiones – Solté una risilla floja ¿yo le había incitado, verdad? Comenzó a ponerme enferma el hecho de no prever lo que haría, focalicé mis sentidos como buenamente pude. Imposible, cada vez peor. Me revolucioné cuando creí que sus manos iban a parar a la Antártica, pero para mi sorpresa quedaron amarradas en África, y qué calor hace allí, tantísimo que los mismos polos comenzaron a derretirse, sí todo muy metafórico. Apreté los labios obligándome a no decir nada, hasta que el barco zarpó de nuevo ¿llevaba el pasaporte para dar la vuelta al mundo? Quería saberlo, yo se lo sellaría. –Yo lo haría…- suspiré entrecortadamente, confirmándome a mí misma. Languidecer entre sus brazos era ya factible ¡Oh por Dios! ¿Estaba volando? Mi cuerpo se vio cubierto en llamas ¿quedarían mis cenizas? Se me fue todo el aire de golpe, qué habilidoso era. -Además duermo desnudo – Me temblaron las rodillas ¿hablaba en serio? No pude pensar ¿quién podría? Estaba resbalándome yo sola.
–Dame un segundo.- Le pedí sin poder apenas articular las palabras. Le cogí de las manos para quedar libre de su lazo mortífero, un segundo más...y yo no sé. Palpé la cama con los dedos, y caí en el borde de ésta, sentada. Me llevé las manos a la cabeza, desarmada de pies a cabeza. Tenía que volver a la calma, asegurarme de no cometer ninguna imprudencia. Fue la única vez que agradecí que no pudiese verme. Me llevé la mano a la frente, no era normal lo que me pasaba, me llevé esa misma mano al pecho, estaba hiperventilando ¿Yo? ¡Sí! ¿Cavia la posibilidad de morirme? Qué chiste. Extendí la mano, en todo el trayecto ésta me temblaba. Di con él sí…con el borde de sus pantalones, con firmeza agarré la tela acercándolo, abrí las piernas para que quedase de pie entre ellas. Solo hice eso. Solté la tela, mirando hacia arriba, esperando ver algo más “Negro.” Mis manos quedaron sujetas a sus fuertes rodillas. –Tienes que darme un respiro de vez en cuando, ésta mujer que tienes ante ti no puede soportar tus asaltos tan de continuo.- reí, creyendo estar serena de nuevo. Mi diestra trepó por su muslo hasta llegar a su abdomen. Si no me equivocaba, quedaba a la altura de mi rostro, probemos entonces. Me fui acercando poco a poco, había acertado. Levanté un poco su camisa no pudiendo reprimir aglutinar mis labios en su hirviente piel, y qué piel, distinguí su anatomía perfectamente. ¡Mal! Me estaba volviendo loca otra vez. Me obligué a retirar la cabeza, qué angustia. Me eché hacia atrás, para ponerme de rodillas sobre la cama, me afiancé sosteniéndome por su cuello. –Perdona mi frenesí. – susurré sobre sus labios, los cuales abandoné sin atacarlos. Deslicé mis manos hasta los botones de su camisa. Le desabroché demasiado despacio ¿no dormía desnudo? Bien sabía que esa noche de todo menos seguro era el dejarle así, no sé qué me movió entonces a quitarle la camisa. Al conseguir deslizar las mangas por sus brazos, como si me protegiera a mi misma me la puse, me quedaba enorme, pero me encantó su tacto, por lo menos no me sentía tan vulnerable. No me la remangué ni siquiera. Su propia camisa le resguardó del examen que mis manos comenzaban a hacer en su torso, hasta que mis dedos quedaron al descubierto trazando sin rumbo todos sus músculos, me recreé en la mente su esquema. Cada vez que deslizaba alguno de mis dedos, podía ver como salían chispas violáceas, casi fucsias, sí…ya estaba delirando.
-¿De qué color me ves?
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Re: "La divina comedia"
Normalmente actúo con suma conciencia respecto a las decisiones que tomo. Nunca dejo que el desorden reine a mi alrededor. "Control" me impongo a mí mismo. Y escasas veces cruzo esa línea que delimita todos y cada uno de mis propósitos. Ni en sueños jamás, malintencionados. ¿Y ahora? Mi pregunta era ¿Por qué no podía controlar lo que hacía? Egoísta pensar que era por culpa suya. Ingenuo por mi parte –Dame un segundo.- su voz sonó más extraña de lo habitual. No pude ver su rostro. Tampoco sentir su corazón. Pero aquel hilo de voz, fue mucho más delator que, cualquiera de la infinidad de decaimientos humanos que una persona, por su propia condición de mortal, pudiese expresas o tener.
Respiré a golpes junto a su oído, pensando en la posibilidad de extender mis manos a lo largo de todo su cuerpo. Pero ella me apartó antes de que esa decisión tomase forma. Supuse que se deslizó hasta la cama, porque las sabanas emitieron un pequeño sonido, cuando la piel de Kory las rozó.
Que estúpido podía llegar a ser. Soportar la idea de meter la pata con ella, una y otra vez, era inaguantable. Al final terminaría echándome de su casa, después de todo el esfuerzo que le había supuesto abrirme las puertas de dicha morada.
Me llevé los dedos a la frente, frotándomela con insistencia. Luego pasé a los ojos, apretándolos con vigor. Puede que lograse despejarme gracias a ese masaje. Pero era una posibilidad demasiado intangible como para ser cierta, porque de inmediato noté un pequeño tirón en una de mis piernas. Kory me arrastraba hacia ella, cogiéndome por el pantalón. Quedé pegado a la cama, prácticamente. Pero mis rodillas resistieron erguidas. Aguantaron todo lo que pudieron, hasta expirar finalmente, recluidas por sus garras. Y con ello, todo mi ser, mientras las mías caían a ambos lados de mis costados, dejándome inmóvil. –Tienes que darme un respiro de vez en cuando, ésta mujer que tienes ante ti no puede soportar tus asaltos tan de continuo.- ¿Mis asaltos? seguro que se reía de mí. Seguía jugando conmigo. Y no sólo porque emitiese una carcajada tras decir aquello. Aún así, no me sentí cohibido. Hacía rato que era mi cuerpo el que tomaba las decisiones y no mi cerebro. "Ir despacio" repetí una y otra vez en mi cabeza, para recordárselo. Estaba claro que se le había olvidado. Esperanzador si se hacía realidad y este, finalmente me hacía caso. Pero siempre fue difícil creer en algo, cuando se duda tanto.
Golpeé mi cabeza un par de veces con el puño cerrado, retorciéndome las sienes "Despierta, maldita sea". Acalorado de arriba abajo, su mano subió hasta detenerse en mi abdomen. Retiró la camisa y lo siguiente que noté, fueron esos labios predilectos que tan loco me volvían y que consiguieron cautivarme en un santiamén. Se me escapó un gemido casi inaudible de satisfacción ¿Estaba condenado a caer a su merced? Mi cara era todo un poema. Apreté los ojos en lugar de las manos por equivocación, que quisieron aferrarse a ella. Y con esa presa, tirarse de cabeza. Suerte que me soltó antes de cometer semejante delito. Porque hubiese sido imprudente y alejado de los deseos de Kory. "Ir despacio" volví a repetir con insistencia. Aún no me quedaba claro.–Perdona mi frenesí. – "Perdóname a mí el mío" sonreí de medio lado entre sus labios, en exceso vulnerado como para extender el gesto durante más tiempo. Se borró de mi boca, cobrando un nuevo sentido. Yo parecía un despojo, un desecho inútil y sin equilibrio.
¿Dónde estaba ella? Desabrochándome la camisa. Noté los brazos libres y la piel ligeramente erizada. Y no porque sintiese frío en aquel nicho "llamémoslo así". Sino porque empezó a recorrer toda mi anatomía. Contraje uno a uno mis músculo, a medida que sentía sus dedos pasar de un lado a otro, como los destinos a los que llega un barco a lo largo de su travesía. Seguí inmóvil a excepción de mi cabeza, que bajó y observó como si pudiese hacerlo a través de esa oscuridad. -¿De qué color me ves?- quedé sorprendido por esa pregunta.
Una vez, conocí a una pequeña vampira que, me estuvo leyendo el pensamiento durante toda una noche. Me enfadé muchísimo porque me sentí engañado. Pero Kory nunca me comentó ese detalle. Aunque nunca me comentó ninguno en particular -No sabría decirte - murmuré como si estuviese ebrio. Veía colorines por todas partes. Lo mismo debía sentir una persona que se pasa la vida entre opiáceos -azul... verde...blanco... - mi voz se fue disolviendo a medida que bajaba, inclinando todo mi cuerpo para dejarme caer sobre ella -naranja... morado... - coloqué sus piernas de lado sobre la cama al encontrármela de rodillas y sostuve su cabeza con una mano, hasta dejarla reposar sobre la almohada. Apoyé el antebrazo y con la otra mano, pasé los dedos acariciando sus labios -rojo... - ese color brillaba por encima de todos, permitiéndome la entrada en el Limbo -Es difícil darte un color predeterminado. Tienes demasiados matices - junté mi pecho al suyo, dejándome llevar de nuevo -Eso significa que eres compleja de catalogar. Para un cazarrecompensas como yo, estarías en el rango D - una forma de diferenciar el grado de dificultad a la hora de conseguir un objeto. Se le ocurrió a Yan-Yan, mi compañero de origen chino -Y la D... - suspiré ¿Cómo decírselo? tragué saliva un par de veces -es... es peliaguda - solté a la joven de inmediato, retirándome para quedar a su lado. No podía ver el techo, pero aún así miré, llevándome las manos a la cabeza con desesperación. Respirar siempre era la mejor forma de recuperar el aliento. Quizás la cordura ¿Me estaba ahogando? Intenté agarrar el cuello de mi camisa para despejarme, cayendo en la cuenta de que ya no la llevaba puesta -¿Por qué me has preguntado eso? - Ella era importante. No lo negaba. Pero me asustaba saberlo. Porque sería doloroso, si la perdía. Entonces mi cerebro volvió a cuestionarse ¿Era mía? Hice el amago de quitarme los pantalones. Pero luego me di cuenta de que no era lo más apropiado, durmiera yo así o no -¿Al menos puedo abrazarte? - giré el rostro, topándome con su fría mejilla -Mejor no - negué con la cabeza, pronunciándolo en alto por error. Estaba desorientado como nunca y la situación se tornaba cada vez más borrosa. Como un obra de arte desfigurada porque aún el molde sigue siendo un trozo de piedra y poco se puede intuir de la forma que, cobrará pasados unos días.
Respiré a golpes junto a su oído, pensando en la posibilidad de extender mis manos a lo largo de todo su cuerpo. Pero ella me apartó antes de que esa decisión tomase forma. Supuse que se deslizó hasta la cama, porque las sabanas emitieron un pequeño sonido, cuando la piel de Kory las rozó.
Que estúpido podía llegar a ser. Soportar la idea de meter la pata con ella, una y otra vez, era inaguantable. Al final terminaría echándome de su casa, después de todo el esfuerzo que le había supuesto abrirme las puertas de dicha morada.
Me llevé los dedos a la frente, frotándomela con insistencia. Luego pasé a los ojos, apretándolos con vigor. Puede que lograse despejarme gracias a ese masaje. Pero era una posibilidad demasiado intangible como para ser cierta, porque de inmediato noté un pequeño tirón en una de mis piernas. Kory me arrastraba hacia ella, cogiéndome por el pantalón. Quedé pegado a la cama, prácticamente. Pero mis rodillas resistieron erguidas. Aguantaron todo lo que pudieron, hasta expirar finalmente, recluidas por sus garras. Y con ello, todo mi ser, mientras las mías caían a ambos lados de mis costados, dejándome inmóvil. –Tienes que darme un respiro de vez en cuando, ésta mujer que tienes ante ti no puede soportar tus asaltos tan de continuo.- ¿Mis asaltos? seguro que se reía de mí. Seguía jugando conmigo. Y no sólo porque emitiese una carcajada tras decir aquello. Aún así, no me sentí cohibido. Hacía rato que era mi cuerpo el que tomaba las decisiones y no mi cerebro. "Ir despacio" repetí una y otra vez en mi cabeza, para recordárselo. Estaba claro que se le había olvidado. Esperanzador si se hacía realidad y este, finalmente me hacía caso. Pero siempre fue difícil creer en algo, cuando se duda tanto.
Golpeé mi cabeza un par de veces con el puño cerrado, retorciéndome las sienes "Despierta, maldita sea". Acalorado de arriba abajo, su mano subió hasta detenerse en mi abdomen. Retiró la camisa y lo siguiente que noté, fueron esos labios predilectos que tan loco me volvían y que consiguieron cautivarme en un santiamén. Se me escapó un gemido casi inaudible de satisfacción ¿Estaba condenado a caer a su merced? Mi cara era todo un poema. Apreté los ojos en lugar de las manos por equivocación, que quisieron aferrarse a ella. Y con esa presa, tirarse de cabeza. Suerte que me soltó antes de cometer semejante delito. Porque hubiese sido imprudente y alejado de los deseos de Kory. "Ir despacio" volví a repetir con insistencia. Aún no me quedaba claro.–Perdona mi frenesí. – "Perdóname a mí el mío" sonreí de medio lado entre sus labios, en exceso vulnerado como para extender el gesto durante más tiempo. Se borró de mi boca, cobrando un nuevo sentido. Yo parecía un despojo, un desecho inútil y sin equilibrio.
¿Dónde estaba ella? Desabrochándome la camisa. Noté los brazos libres y la piel ligeramente erizada. Y no porque sintiese frío en aquel nicho "llamémoslo así". Sino porque empezó a recorrer toda mi anatomía. Contraje uno a uno mis músculo, a medida que sentía sus dedos pasar de un lado a otro, como los destinos a los que llega un barco a lo largo de su travesía. Seguí inmóvil a excepción de mi cabeza, que bajó y observó como si pudiese hacerlo a través de esa oscuridad. -¿De qué color me ves?- quedé sorprendido por esa pregunta.
Una vez, conocí a una pequeña vampira que, me estuvo leyendo el pensamiento durante toda una noche. Me enfadé muchísimo porque me sentí engañado. Pero Kory nunca me comentó ese detalle. Aunque nunca me comentó ninguno en particular -No sabría decirte - murmuré como si estuviese ebrio. Veía colorines por todas partes. Lo mismo debía sentir una persona que se pasa la vida entre opiáceos -azul... verde...blanco... - mi voz se fue disolviendo a medida que bajaba, inclinando todo mi cuerpo para dejarme caer sobre ella -naranja... morado... - coloqué sus piernas de lado sobre la cama al encontrármela de rodillas y sostuve su cabeza con una mano, hasta dejarla reposar sobre la almohada. Apoyé el antebrazo y con la otra mano, pasé los dedos acariciando sus labios -rojo... - ese color brillaba por encima de todos, permitiéndome la entrada en el Limbo -Es difícil darte un color predeterminado. Tienes demasiados matices - junté mi pecho al suyo, dejándome llevar de nuevo -Eso significa que eres compleja de catalogar. Para un cazarrecompensas como yo, estarías en el rango D - una forma de diferenciar el grado de dificultad a la hora de conseguir un objeto. Se le ocurrió a Yan-Yan, mi compañero de origen chino -Y la D... - suspiré ¿Cómo decírselo? tragué saliva un par de veces -es... es peliaguda - solté a la joven de inmediato, retirándome para quedar a su lado. No podía ver el techo, pero aún así miré, llevándome las manos a la cabeza con desesperación. Respirar siempre era la mejor forma de recuperar el aliento. Quizás la cordura ¿Me estaba ahogando? Intenté agarrar el cuello de mi camisa para despejarme, cayendo en la cuenta de que ya no la llevaba puesta -¿Por qué me has preguntado eso? - Ella era importante. No lo negaba. Pero me asustaba saberlo. Porque sería doloroso, si la perdía. Entonces mi cerebro volvió a cuestionarse ¿Era mía? Hice el amago de quitarme los pantalones. Pero luego me di cuenta de que no era lo más apropiado, durmiera yo así o no -¿Al menos puedo abrazarte? - giré el rostro, topándome con su fría mejilla -Mejor no - negué con la cabeza, pronunciándolo en alto por error. Estaba desorientado como nunca y la situación se tornaba cada vez más borrosa. Como un obra de arte desfigurada porque aún el molde sigue siendo un trozo de piedra y poco se puede intuir de la forma que, cobrará pasados unos días.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
-No sabría decirte – Le escuché decir como quien escucha con los ojos cerrados el rumor del oleaje, en la proa de un navío. -azul... verde...- colores fríos… es lógico.-blanco... – ¿Blanco? Fui sintiendo el distinguido roce de su piel, amparándome; a medida que seguía dando una posible relación a esos colores con mi persona. Y llegué a la conclusión teórica, de que se refería a los colores luz, donde se saca en claro que la luz blanca, reúne en si todos los colores, y al ser proyectada en un prisma de cristal, se descompone, abriéndose así un amplio abanico de inimaginables espectros ¿No era bastante razonable? Bueno, puede que simplemente me gustase pensar así. Sonreí con cierto pudor, cuando me di cuenta de que su cuerpo quedaba sobre el mío. A partir de ahí, lo de pensar se me hizo cuesta arriba, como es normal. -naranja... morado...– No solo los colores comenzaron a templarse. Cierto que fueron avivándose gradualmente, complementándose y fundiéndose entre ellos con gran maestría.
Su mano, en un gesto de lo más cortés, me recostó, mientras que con la otra colocaba debidamente mi postura. Le sentí muy próximo, alentándome aún sin verle. Su cuerpo irradiaba más calor del habitual, diría que fue todo un placer. Tuve el presentimiento de haber quedado asediada por sus brazos, y ni si quiera levanté la mano para corroborarlo, pues al sentir el tacto de sus dedos sobre mis labios, me quedó más que claro. -rojo... – Me gustaba ese color. Sonreí ardorosamente, con deseos de culminar aquello, podría haberse dado cuenta de haberme visto. -Es difícil darte un color predeterminado. Tienes demasiados matices – Eso debe ser bueno. Entonces, en un efímero intervalo de tiempo su simple respiración y olor nublaron mis intentos de protegerle, asustándome. Apreté con fuerza las sabanas, hasta que la alarma cesó. -Eso significa que eres compleja de catalogar.- Nunca me gustaron los estereotipos.- Para un cazarrecompensas como yo, estarías en el rango D. Y la D... – Y la D… repetí con él ¿Tan malo era ese rango? Ladeé la cabeza, escuchando los detalles de la oscuridad. -es... es peliaguda – Yo no quería ser “peliaguda”, aunque bien sabía que tenía más razón que un santo. Y de nuevo me sentí desguarnecida, se había separado de mí. Llevé mis manos a la camisa ¿permanecía entera? No pude creérmelo. Me puse de costado, mirando el vacío, donde debiera estar Keiran. Si él era mi punto de referencia esa noche, ahora estaba extrañamente perdida. ¿Por qué me había dejado así? Me pregunté preocupada. Pero si no he abierto la boca. -¿Por qué me has preguntado eso? – ¿Que por qué? Me incorporé un poco, apoyándome en los codos, y permanecí así con la cabeza agachada. Hablarle a la nada nunca simpatizó conmigo, procuraba no hacerlo; claro que una cosa era lo de antes, y otra muy distinta lo de ahora. -¿Al menos puedo abrazarte? – Moví la cabeza en su dirección, cogiéndome por sorpresa su ligero contacto. Por supuesto que podía abrazarme, a qué venía esa pregunta. -Mejor no – Mi mirada quedó fija, encontrándome terriblemente mal, oprimida por el desasosiego. No sabía si le había entendido mal, o si finalmente había quedado trastornada ¿estaba soñando tal vez? Era difícil saberlo. “No dramatices…” A ver si es verdad.
Me deslicé por la cama, en un movimiento rápido, necesitaba “como el aire” ver algo, lo que fuera. Tanteé la mesilla que había pegada a la cama con una ansiedad atroz. Sujeté la vela de cera que solía encender cuando me quedaba en babia, o simplemente pensando. Rebusqué a prisa las cerillas, cayéndoseme éstas al suelo ¡nada me salía bien! Chasqueé la lengua, colgándome del borde de la cama en su busca. Logré dar con ¡una! Algo es algo, solo tendría un intento. Me senté, y ¡por fin! El destello de luz esperada. Suspiré aliviada, entrecerrando un poco los ojos, hasta acostumbrarme de nuevo a ese pequeño, pero suficiente halo de luz. Dejé con cuidado la vela sobre la mesa.
Miré al frente, donde se encontraba colgado el tapiz paisajístico que cubría el frío muro de piedra. Lo había colocado precisamente ahí para dar profundidad a la habitación. Desenredé pausadamente mi cabello con los dedos, mientras volvía a recuperar el juicio.
–Así que…también te respondes a ti mismo.- volteé la cabeza con lentitud. En el otro extremo aprecié la sombra de Keiran, su cuerpo oscilaba débilmente por el tenue movimiento de la llama. Levanté las piernas del suelo, plegándolas a mi espalda, sin dejar de mirarle. –Te aconsejo que no lo hagas más.- murmuré ciertamente monótona. –Por favor.- Era importante no caer en malentendidos, no es la primera vez que hablo de esto. No hacen bien a nadie, y a la larga pesan. Me estiré lánguida a lo largo de la cama, hasta quedar de nuevo a su lado. Oculté su rostro de luz al quedar a un codo de distancia de él, aunque si te detienes a pensar ya lo estaba haciendo desde el día que le conocí, pero yo no tenía la culpa de eso. Ya me habría gustado la cosas fuesen distintas, pero lo mío ya no tenía arreglo, y supongo que lo tocante a él tampoco.
-Necesito ver con quien estoy hablando.- Absorbí su rostro con los ojos, temerosa de no verle más. Sucedería cuando de la vela no quedase más que un charco espeso, era como ir contrarreloj, odiaba eso.- Verte…o por lo menos saber que estás aquí conmigo.- ¿me entendería? Busqué su mano, acongojada, y la pegué en mi mejilla, con ternura. –Sentirte, no intuirte.- sonreí a lo último, era una gran verdad. –Solo pido eso.- ¿pedía demasiado? Espera ¿tenía a caso el derecho de pedir nada? La negativa se asomó en la lejanía, tuve que reconocerlo. Mientras que a la par me preguntaba si le había forzado a algo, y fue triste encontrar las evidencias de tal hecho. –Aunque libre eres de hacer lo que gustes.- solté su mano, desganada por mi propia situación. Igualmente yo me había auto respondido, pecábamos de lo mismo. Dejé caer la espalda en la superficie sedosa de las sabanas, ladeando la cabeza hacia la vela, que disminuía de tamaño sin que apenas nos diésemos cuenta, la cera líquida resbalaba por su tronco, mientras que la llama cobraba más intensidad. La danza del fuego, siempre apasionante. –Te pregunté aquello,- continuaba bailando de forma salvaje.- porque… quería saber cómo me veías, y la única manera que se me ocurrió para hacerlo, fue con los colores. Sí, ya sé…suena estúpido e inmaduro.- dije con rapidez y convencimiento. A veces pese a lo que parezca, distaba mucho de ser una persona directa, no es que prefiriese andarme por las ramas, era más bien…una afición por complicarme la vida, sin razón aparente. –Y la realidad es, que soy el color que nadie en su sano juicio querría ver.- demasiado escalofriante, espeluznante, chocante e insano. –Por eso estoy en el rango D. Todo tiene sus porqués, está claro.- Liberé una triste risotada ¿me lo tomaba con humor? No, solo con resignación. Me preparé para volver a verle ¿y ahora me costaba? me avergonzaba, para qué vamos a engañarnos...
Su mano, en un gesto de lo más cortés, me recostó, mientras que con la otra colocaba debidamente mi postura. Le sentí muy próximo, alentándome aún sin verle. Su cuerpo irradiaba más calor del habitual, diría que fue todo un placer. Tuve el presentimiento de haber quedado asediada por sus brazos, y ni si quiera levanté la mano para corroborarlo, pues al sentir el tacto de sus dedos sobre mis labios, me quedó más que claro. -rojo... – Me gustaba ese color. Sonreí ardorosamente, con deseos de culminar aquello, podría haberse dado cuenta de haberme visto. -Es difícil darte un color predeterminado. Tienes demasiados matices – Eso debe ser bueno. Entonces, en un efímero intervalo de tiempo su simple respiración y olor nublaron mis intentos de protegerle, asustándome. Apreté con fuerza las sabanas, hasta que la alarma cesó. -Eso significa que eres compleja de catalogar.- Nunca me gustaron los estereotipos.- Para un cazarrecompensas como yo, estarías en el rango D. Y la D... – Y la D… repetí con él ¿Tan malo era ese rango? Ladeé la cabeza, escuchando los detalles de la oscuridad. -es... es peliaguda – Yo no quería ser “peliaguda”, aunque bien sabía que tenía más razón que un santo. Y de nuevo me sentí desguarnecida, se había separado de mí. Llevé mis manos a la camisa ¿permanecía entera? No pude creérmelo. Me puse de costado, mirando el vacío, donde debiera estar Keiran. Si él era mi punto de referencia esa noche, ahora estaba extrañamente perdida. ¿Por qué me había dejado así? Me pregunté preocupada. Pero si no he abierto la boca. -¿Por qué me has preguntado eso? – ¿Que por qué? Me incorporé un poco, apoyándome en los codos, y permanecí así con la cabeza agachada. Hablarle a la nada nunca simpatizó conmigo, procuraba no hacerlo; claro que una cosa era lo de antes, y otra muy distinta lo de ahora. -¿Al menos puedo abrazarte? – Moví la cabeza en su dirección, cogiéndome por sorpresa su ligero contacto. Por supuesto que podía abrazarme, a qué venía esa pregunta. -Mejor no – Mi mirada quedó fija, encontrándome terriblemente mal, oprimida por el desasosiego. No sabía si le había entendido mal, o si finalmente había quedado trastornada ¿estaba soñando tal vez? Era difícil saberlo. “No dramatices…” A ver si es verdad.
Me deslicé por la cama, en un movimiento rápido, necesitaba “como el aire” ver algo, lo que fuera. Tanteé la mesilla que había pegada a la cama con una ansiedad atroz. Sujeté la vela de cera que solía encender cuando me quedaba en babia, o simplemente pensando. Rebusqué a prisa las cerillas, cayéndoseme éstas al suelo ¡nada me salía bien! Chasqueé la lengua, colgándome del borde de la cama en su busca. Logré dar con ¡una! Algo es algo, solo tendría un intento. Me senté, y ¡por fin! El destello de luz esperada. Suspiré aliviada, entrecerrando un poco los ojos, hasta acostumbrarme de nuevo a ese pequeño, pero suficiente halo de luz. Dejé con cuidado la vela sobre la mesa.
Miré al frente, donde se encontraba colgado el tapiz paisajístico que cubría el frío muro de piedra. Lo había colocado precisamente ahí para dar profundidad a la habitación. Desenredé pausadamente mi cabello con los dedos, mientras volvía a recuperar el juicio.
–Así que…también te respondes a ti mismo.- volteé la cabeza con lentitud. En el otro extremo aprecié la sombra de Keiran, su cuerpo oscilaba débilmente por el tenue movimiento de la llama. Levanté las piernas del suelo, plegándolas a mi espalda, sin dejar de mirarle. –Te aconsejo que no lo hagas más.- murmuré ciertamente monótona. –Por favor.- Era importante no caer en malentendidos, no es la primera vez que hablo de esto. No hacen bien a nadie, y a la larga pesan. Me estiré lánguida a lo largo de la cama, hasta quedar de nuevo a su lado. Oculté su rostro de luz al quedar a un codo de distancia de él, aunque si te detienes a pensar ya lo estaba haciendo desde el día que le conocí, pero yo no tenía la culpa de eso. Ya me habría gustado la cosas fuesen distintas, pero lo mío ya no tenía arreglo, y supongo que lo tocante a él tampoco.
-Necesito ver con quien estoy hablando.- Absorbí su rostro con los ojos, temerosa de no verle más. Sucedería cuando de la vela no quedase más que un charco espeso, era como ir contrarreloj, odiaba eso.- Verte…o por lo menos saber que estás aquí conmigo.- ¿me entendería? Busqué su mano, acongojada, y la pegué en mi mejilla, con ternura. –Sentirte, no intuirte.- sonreí a lo último, era una gran verdad. –Solo pido eso.- ¿pedía demasiado? Espera ¿tenía a caso el derecho de pedir nada? La negativa se asomó en la lejanía, tuve que reconocerlo. Mientras que a la par me preguntaba si le había forzado a algo, y fue triste encontrar las evidencias de tal hecho. –Aunque libre eres de hacer lo que gustes.- solté su mano, desganada por mi propia situación. Igualmente yo me había auto respondido, pecábamos de lo mismo. Dejé caer la espalda en la superficie sedosa de las sabanas, ladeando la cabeza hacia la vela, que disminuía de tamaño sin que apenas nos diésemos cuenta, la cera líquida resbalaba por su tronco, mientras que la llama cobraba más intensidad. La danza del fuego, siempre apasionante. –Te pregunté aquello,- continuaba bailando de forma salvaje.- porque… quería saber cómo me veías, y la única manera que se me ocurrió para hacerlo, fue con los colores. Sí, ya sé…suena estúpido e inmaduro.- dije con rapidez y convencimiento. A veces pese a lo que parezca, distaba mucho de ser una persona directa, no es que prefiriese andarme por las ramas, era más bien…una afición por complicarme la vida, sin razón aparente. –Y la realidad es, que soy el color que nadie en su sano juicio querría ver.- demasiado escalofriante, espeluznante, chocante e insano. –Por eso estoy en el rango D. Todo tiene sus porqués, está claro.- Liberé una triste risotada ¿me lo tomaba con humor? No, solo con resignación. Me preparé para volver a verle ¿y ahora me costaba? me avergonzaba, para qué vamos a engañarnos...
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
Me consideraban un hombre correcto. Esa clase de personas que al final consiguen atacarte los nervios. Y no negaré que mi comportamiento podía llegar a resultar incluso soporífero. "Desprendes un calor insoportable. Retírate" Tara gritaba cada noche aquellas palabras. La frase podía modificarse. Pero el significado siempre era el mismo. Luego me retiraba con un movimiento brusco para que me apartase. Pero eso fue hace años.
También recordaba la velada que pasé hace escasos días con una dama de lo más agradable. Terminamos en su casa y bebimos champán. Yo nunca antes probé el champán, pero me agradó su sabor. Me trató tan bien, tan cariñosa conmigo, que no me negué a su petición de acompañarla a la cama. Y allí terminamos. Abracé su cuerpo sudoroso bajo la luz de una vela y lo siguiente que mi mente evocó, fue a esa dama retirándome los brazos, diciéndome "No pienses que vamos a casarnos. Mañana por la mañana te vas de aquí". Así que en mi caso, es la mujer quien me aparta y yo el iluso.
Sentí movimiento en la cama, mordiéndome la boca al pronunciar aquel pensamiento en alto tan desacertado, que seguro me costaría ¿Pero cómo explicarle cuales eran mis motivos? No es que no quisiese abrazar a Kory. Lo deseaba con todo mi ser. Pero los abrazos son algo peliagudo, como ella. A veces se malinterpretan o los haces a destiempo y parecen más un forzado consuelo. O abrazas más de lo que deberías y pareces una lapa. O abrazas antes de tiempo y pareces desesperado. "Es algo peculiar esto de los abrazos..."
Escuché un objeto rebotar contra el suelo. Su tamaño no sería gigantesco. Pero aún así logré escucharlo con nitidez. Puede que el silencio fuese tan grande, que todo resonase por triplicado. Estiré el brazo a lo largo de la cama débilmente, sin encontrar a Kory cerca, que hizo un sonido muy reconocible, fastidiada. Me pregunté, qué estaría haciendo, qué tan histérica la ponía. ¿O había sido yo quien la puso nerviosa con eso del abrazo?
Coloqué la almohada junto al cabecero para poder incorporarme un poco. Aunque creo que lo hice para mantenerme ocupado ¿Era mi percepción o el tapiz de la pared se veía ahora con más claridad? No, porque nunca antes vi el tapiz. Kory había encendido una vela y reposaba sentada en el borde de la cama, con la vista perdida en el paisaje retratado. No pude ver su rostro al estar de espaldas a mí. Pero sí, como se peinaba con los dedos. Lo que daría por pasar los míos por esos cabellos –Así que…también te respondes a ti mismo.- no respondí. Ya había dicho suficiente. Me quedé enmudecido. Ahora me miraba a mí –Te aconsejo que no lo hagas más.- estaba molesta y sospechaba que la causa no era esa en realidad –Por favor.- tenía el rostro descompuesto y no me sentí con fuerzas para apartar la mirada del tapiz. Asentí con lentitud volviendo a bajar la almohada para tumbarme. Retiré la espalda, llevé una mano atrás, arrastré mi cuerpo hacia delante y así también la almohada y reposé la cabeza sobre ella. Kory se situó cerca de mí, a unos centímetros de distancia que delimitaba su codo. Aún así no nos tocábamos. -Necesito ver con quien estoy hablando.- giré el rostro. Lo que dijo retumbó en mi cabeza como un clamor que te ensordece. -Verte…o por lo menos saber que estás aquí conmigo.- "Estoy contigo" llevaba puesta mi camisa. No me di cuenta hasta ese instante. Luego sostuvo mi mano junto a su mejilla helada como un invierno glacial. Congelado me quedé, en medio de toda esa belleza blanquecina –Sentirte, no intuirte.- podía oler su aroma, ese perfume que percibí en Atenas. Tocarla. Ahora verla. Oírla. Antes saboreé sus labios, su cuello inmaculado. Despertaba mis sentidos que hasta ahora siempre estuvieron adormecidos. Y ahora lograba entender lo que decía . En algún momento llegó a sonreír. Y en cuanto a mí, no pude. Concienciándome de mi error ¿Pero cómo iba a saberlo yo? –Solo pido eso.- ahora acaricié el lóbulo de su oreja con cariño descendiendo hasta su mentón. Y retiré la mano cohibido por mis propias meteduras de pata y estupideces. –Aunque libre eres de hacer lo que gustes.- ¡Pero es que yo quería abrazarla! El momento pasó de largo. Ni me dio tiempo a decirle adiós con la mano. Volvió a retirarse y observó la mesilla de noche. El ruido de la vela llegó a aturdirme con su zumbido en forma de eco repitiéndose sin cesar, resultándome molesto. Oscilaba cada vez que Kory hablaba recreando formas extrañas sobre las paredes. Se consumía al igual que mi tiempo con ella. Desesperado me coloqué de lado apoyándome sobre un costado con ayuda del antebrazo y miré por encima de su hombro sin llegar a ver su rostro ¿Debía abrazarla ahora?–Te pregunté aquello, porque… quería saber cómo me veías, y la única manera que se me ocurrió para hacerlo, fue con los colores. Sí, ya sé…suena estúpido e inmaduro.- "Aún no" me olvidé por completo de aquella cuestión. No era nada estúpido saliendo de su boca. Aunque siempre lo encontré ridículo saliendo de la mía. Ahora si. Ahora era el momento y todo estaría dicho –Y la realidad es, que soy el color que nadie en su sano juicio querría ver.- No, no era el momento. Retiré el brazo sin llegar a tocarla. No pretendía compadecerme de ella –Por eso estoy en el rango D. Todo tiene sus porqués, está claro.- "Mierda..." yo nunca pretendí decir eso ¿Estaba enfadada? su tono delataba inconformismo. Ya éramos dos. A mí tampoco me hacía mucha gracia eso de que me saliese pelo por todas partes. Y compararla con las denominaciones que mi compañero chino ideaba, no ayudo mucho.
Tenía que solucionarlo de algún modo y creí no ser capaz cuando nuestras miradas volvieron a encontrarse. Tartamudeé, me llevé una mano a la cabeza cerrando los ojos con fuerza. Tenía un barullo enorme de pensamientos en la cabeza sin llegarme a decantar por uno en concreto. Así que los expresé todos sin detenerme y que fuese lo que Dios quisiese -Mi primera pelea... rojo. Sangré demasiado como para merecerla. Mi primera noche en el orfanato, negro. Mi primer beso, rojo intenso. La salida del orfanato fue marrón. Puede que por el sendero que me condujo a la libertad. También mi primera casa. Gris mi estancia en Londres. Demasiadas nubes - sonreí sin gracia -Aunque cada cual utiliza su propia fórmula para catalogar las cosas - Miré la vela, temeroso de que se apagase. No pude creer que le contase todo aquello. Ni siquiera creí que lo entendiese, considerándome un lunático. "Saber tanto de colores y no tener ni idea de pintura" Había que reconocer que, tenía gracia.
Incliné el cuerpo, sosteniéndome por encima de ella sin llegar a tocarla con el estómago -Como ves, para mí no es ninguna tontería. No lo tomo a la ligera ¿Lo entiendes? - acaricié por fin sus cabellos sin creer poder volver a decir alguna palabra -Y si aún no eres consciente de que soy un idiota. Me gustaría aclararte el malentendido - tragué saliva, temeroso retirando la mirada -Diré cosas que no te gustarán. Haré cosas que te reventaran. Incluso puede que llegues a cansarte de mí antes de lo previsto - cerré los ojos apoyando la mano sobre la almohada para soltar a Kory -Pero la mayoría de las veces lo que digo o lo que hago no es lo que siento - confesé sin aliento al ver su rostro. Imposible no acercarse más a ella. Ahora mi pecho si tocaba el suyo -¿Esto es lo que quieres? - eso entendí cuando abracé su cuerpo por fin. Terminé incorporándome y me quedé de rodillas con ella entre los brazos en un arrebato salvaje y poco común en mí. Empecé a creer que la joven despertaba un sexto sentido desconocido y descontrolado Al final mis manos descendieron por sus costados y rodearon su cintura por debajo de la camisa. Mis dedos hicieron el resto, livianos acariciando su piel. No podía pedir más. Y que ella no me rechazase si el enfado aún no había menguado en su interior. Y que no me odiase ahora tras confesarle uno de mis mayores defectos. No quería sorpresas -¿Preferirías ser incolora? - nunca me hubiese llamado la atención en tal caso -Porque en ese caso no serías la mujer que yo esperaba que fueses. Negar que eres sorprendente sería mentirme a mí mismo. Y desear ser un único color sería cobarde. No creo que seas de esas mujeres que baja su propio listón ¿No lo crees así? - Ella no era una una pusilánime como yo. Sostuve su rostro entre mis manos, como si fuese una joya reluciente, en la que poder verme sin encontrar parecidos -No te faltará de nada conmigo - prometí casi en un susurro a la mujer de mis sueños. Bien sabía que no necesitaba garantizarle tal cosa. Que no dudara. Nada me haría más feliz que su sonrisa perpetua. Y es asombroso lo rápido que puede latir un corazón cuando una vela se apaga.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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