"La divina comedia"
2 participantes
Cántico de Sangre :: ITALIA, INGLATERRA Y FRANCIA :: RESIDENCIAS :: INGLATERRA :: LONDRES: Castillo de Lancaster
Página 2 de 2.
Página 2 de 2. • 1, 2
"La divina comedia"
Recuerdo del primer mensaje :
Todo empezó una noche de verano. Yo me hallaba de lo más inquieto frente a las puertas del Castillo de Lancaster. Desde la pasada primavera, no supe más de ella. Pero quedamos en volver a encontrarnos. La última cosa que recuerdo haber dicho fue "Te buscaré". ¿Me había topado con la mujer de mi vida? No supe contestarme a mí mismo. Temí que la noche no fuese como yo esperaba. Nada aquel día, estaba saliendo según lo previsto.
Tara estaba furiosa conmigo. Me tiró toda clase de chismes a la cabeza. No me hizo daño, pero el sentimiento era evidente. Después de retrasarme en mi ultima entrega -aquel cuchillo que me agencié en Atenas- lo último que esperaba mi jefa, era otro fallo por mi parte ¿Tanto valía una obra de arte? Yo no entendía de esas cosas. Conocía historias, grandes monumentos. "Pero la pintura estaba fuera de mi alcance". Y para más inri mi pensamiento fue de lo más fortuito. Porque no conseguí hacerme con la nueva reliquia, que tanto colmaría a Tara y a mi banda, de riquezas.
Coloqué mi traje con esmero, encontrándome de lo más ridículo. No acostumbraba a ir tan entallado. Y además me quedaba largo de mangas. Pero tenía que dar una buena impresión ¿No?
Me debatí unas cien veces llamar a su puerta. Las manos empezaban a sudarme y el cuello de la camisa me apretaba ¿Se acordaría de mí? Anduve de un lado a otro, serenándome.
-"¡Buenas noches. Vengo para...!" No, eso no. - negué con la cabeza, sin parar de caminar. Los minutos transcurrían -"¡Me gustaría ver a la señorita Bouguereau! Soy... ¡soy Keiran Cooke!" No. Eso tampoco - ¿Me sudaba la frente? -"Soy un simple caballero, que sólo desea..." - "Venga, Keiran... Que no es tan difícil llamar a la puerta".
Todo empezó una noche de verano. Yo me hallaba de lo más inquieto frente a las puertas del Castillo de Lancaster. Desde la pasada primavera, no supe más de ella. Pero quedamos en volver a encontrarnos. La última cosa que recuerdo haber dicho fue "Te buscaré". ¿Me había topado con la mujer de mi vida? No supe contestarme a mí mismo. Temí que la noche no fuese como yo esperaba. Nada aquel día, estaba saliendo según lo previsto.
Tara estaba furiosa conmigo. Me tiró toda clase de chismes a la cabeza. No me hizo daño, pero el sentimiento era evidente. Después de retrasarme en mi ultima entrega -aquel cuchillo que me agencié en Atenas- lo último que esperaba mi jefa, era otro fallo por mi parte ¿Tanto valía una obra de arte? Yo no entendía de esas cosas. Conocía historias, grandes monumentos. "Pero la pintura estaba fuera de mi alcance". Y para más inri mi pensamiento fue de lo más fortuito. Porque no conseguí hacerme con la nueva reliquia, que tanto colmaría a Tara y a mi banda, de riquezas.
Coloqué mi traje con esmero, encontrándome de lo más ridículo. No acostumbraba a ir tan entallado. Y además me quedaba largo de mangas. Pero tenía que dar una buena impresión ¿No?
Me debatí unas cien veces llamar a su puerta. Las manos empezaban a sudarme y el cuello de la camisa me apretaba ¿Se acordaría de mí? Anduve de un lado a otro, serenándome.
-"¡Buenas noches. Vengo para...!" No, eso no. - negué con la cabeza, sin parar de caminar. Los minutos transcurrían -"¡Me gustaría ver a la señorita Bouguereau! Soy... ¡soy Keiran Cooke!" No. Eso tampoco - ¿Me sudaba la frente? -"Soy un simple caballero, que sólo desea..." - "Venga, Keiran... Que no es tan difícil llamar a la puerta".
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Retiré el rostro al encontrar mi sombra, en el ojo letal del Abismo. Hace años temí caer en la infinita intemporalidad, pero la ingenuidad y la razón me jugaron una mala pasada. Sucumbí, sumiéndome en ella sin explicación. Cultivó su simiente en el epicentro de mi ser. Atada de pies y manos, fui cayendo al vacío, a la inmensidad del tiempo como un lastre pesado. Y como una estentórea borrasca, la incertidumbre se cernía sobre mí a pasos agigantados. Entonces la escarcha se aterió con grandiosa saña a mi cuerpo, y estrechó el latir de mi corazón, cruel castigo de una vida de excesos y frivolidad perniciosa. Esa siempre fue la explicación que alcazaba a dar a mi condena. De errar en ella nunca lo sabré, tampoco quiero saberlo.
Pensar que esta naturaleza pudiera alguna vez herir el cuerpo que yacía a mi lado, me hundía en la mísera locura. Mis fuerzas flaquearon una y otra vez ¿Cuánto más tendría que soportar? Todo lo que estuviese en mi mano, no me daría por vencida fácilmente. Quizá debí encadenarme para prometerle la seguridad que merecía, pero no lo hice, egoísta, posesiva y deseosa del único roce de su piel, hiel de mis inmundos sentidos. Claro que… había algo mucho más puro que luchaba por detener la Bestia de mis pesadillas, ésta era la humanidad que aún atesoraba, y que Keiran incrementaba. A lo lejos se divisaban tierras de esperanza, colindantes a ese abismo que parecía no querer desaparecer. Nada sería perfecto, pero qué sabía yo de eso, si la única relación que la ‘perfección’ tenía para mí era meramente artística ¿se podía aplicar a más campos? Tras mi experiencia, dudaba muy mucho de ello.
-Mi primera pelea...- Regresé a la realidad, aclarando mi visión.- rojo. Sangré demasiado como para merecerla.- ¿Por qué me contaba eso? Me angustiaba saber qué tan grande había sido su sufrimiento.- Mi primera noche en el orfanato, negro.- Achiqué los ojos, “imaginando” su pasado, vago intento, pues solo su sangre sería el portal que me haría revivir sus recuerdos. Y no estaba dispuesta a derramar una gota con semejante fin.- Mi primer beso, rojo intenso. La salida del orfanato fue marrón. Puede que por el sendero que me condujo a la libertad.- Le escuché paciente. Pues para mí era importante conocer lo que sus labios revelasen. Y aunque yo celase mi pasado, algún día tendría que hablarle de él.- También mi primera casa. Gris mi estancia en Londres. Demasiadas nubes – ¿Y qué le ligaba a esta tierra? ¿Su “deber”? No quise preguntar. -Aunque cada cual utiliza su propia fórmula para catalogar las cosas – Indudablemente. Pero no me importaba la clase de fórmula utilizase el resto. A mi modo de ver, los colores que asignó a tales recuerdos no desentonaban.
Ahora sus pupilas encerraban una tímida lengua de fuego, que luchaba por no desaparecer. No dejé de mirarle cuando lo hallé a escasos centímetros de mí. -Como ves, para mí no es ninguna tontería. No lo tomo a la ligera ¿Lo entiendes? – Sonreí, afirmando con los ojos. Sus dedos pasaron por mis cabellos esparcidos por la almohada, quedé maravillada como otras tantas veces. -Y si aún no eres consciente de que soy un idiota. Me gustaría aclararte el malentendido. – Nunca se me pasó esa idea por la cabeza, y no era algo que me preocupase, aunque él estaba convencido de ello, tanto así que no fue capaz de mirarme. -Diré cosas que no te gustarán. Haré cosas que te reventaran. Incluso puede que llegues a cansarte de mí antes de lo previsto. – No pude creer lo que estaba escuchando. Resultaba inconcebible. ¿Era su manera de prevenirme? De ser así, no quería oír nada más. -Pero la mayoría de las veces lo que digo o lo que hago no es lo que siento. – ¿Entonces? ¿Cómo distinguirlo? ¿Cómo saber cuándo fingía? Me inquietó más de lo que podía permitirme, y no sé si se figuró lo paradójico de sus palabras, para alguien que se cuestiona lo incuestionable. Todo se habría remediado con un abrazo que tardó en llegar. Pero la corriente tiró de mi cuerpo, sin que nada pudiera impedírselo. Que me llevase con él, tan lejos como quisiera. -¿Esto es lo que quieres? – “Es todo lo que quiero” pensé cuando sus brazos rodearon mi cuerpo, en un cálido abrazo. Mis manos habían arraigado en su espalda. Cuando cerré los ojos, precipitándome hacia la catarata. Agradecida estaría si llegaba sobrevivir tras la caída. Agradecida de poder verle una vez más, desmayándome de felicidad. Curiosa manera de terminar. Acaricié su rostro con mis labios, recogiendo con ellos su elixir. Sin saberlo había calmado la trifulca de mi mente. Me abracé aún más, ignorando el límite. No necesitaba más. Nada había que pudiera interponerse entre sus manos y mi piel, llegándome a producir un ligero cosquilleo. Reí silenciosamente. -¿Preferirías ser incolora? – Lo era antes de que me rescatase de un profundo pozo de amargura y desazón. -Porque en ese caso no serías la mujer que yo esperaba que fueses.- Busqué sus ojos con una sonrisa burlona. Que decepción habría supuesto ¿No?- Negar que eres sorprendente sería mentirme a mí mismo.- Le resultaba demasiado fácil debilitarme.- Y desear ser un único color sería cobarde. No creo que seas de esas mujeres que baja su propio listón ¿No lo crees así? – Vi innecesario contestarle. Conseguía ser profundamente encantador, a pesar de sus faltas, y lo idiota que él decía ser. Me pregunté la razón que le llevaba a mirarme de ese modo, me sacaría los colores. -No te faltará de nada conmigo. – Mis ojos sonrieron, incrédulos de nacimiento. Un nuevo sentimiento se expandió a prisa, como el corazón que bombeaba como loco bajo la magnitud de su cuerpo. Su visión había desaparecido, quedando ciega de nuevo. Mi diestra voló hasta depositarse en su cuello. Me acerqué aún más hasta que sentí el golpe de su respiración en mi rostro.
–Perfecto…-Rocé su barbilla, ascendiendo melosa hasta sus labios.- porque ya ni me pertenezco.- musité con sincera espontaneidad. Concluí finalmente mis deseos, besándole con todo mí arrojo, no miento cuando digo que era una extremista, recordé habérselo dicho. La fuerza que desprendía me turbó el espíritu. Su boca me seguía a las mil maravillas, fusionándose hasta el delirio. Apresé una de sus manos, y con ganas la pegué en mi muslo, mientras me empleaba a fondo en dejarle sin aliento. Solo el que yo le permitiese tomar. Mis dedos iban dibujando su columna vertebral con gran precisión. Mis labios fluyeron por su mandíbula hasta llegar a su poderoso pero delicado cuello, allí me demoré sorprendiéndome de mi poder de contención. -¿Conseguiré cansarme de ti?- pregunté animosamente, remontando hasta su oído. –Serás el primero en saberlo.- susurré casi en broma, sin creerme que se diera el caso.
–Ahora déjame advertirte a ti de algo. Me dejarás en un compromiso si esperas tanto de mí. Puede que yo…no cumpla tus expectativas.- Y me quede en el camino.- Nunca te engañaré, ni intentaré hacerte ver lo que no soy. Sabes que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras. – me fui separando, tomándole de las manos. –Me gustaría verte feliz…ya sea conmigo o con los tuyos.- mi voz fue disminuyendo, como la misma presión que ejercía en sus manos.- Nunca te detendré.- Sabía que la esperanza de encontrar a sus congéneres no se desvanecería, por más que yo quisiera que así fuera. –Keiran. No podría vivir sabiendo que hay un vacío en tu interior que no puedo llenar.- Confesé, arrepintiéndome de haber sacado a la luz ese tema.
Pensar que esta naturaleza pudiera alguna vez herir el cuerpo que yacía a mi lado, me hundía en la mísera locura. Mis fuerzas flaquearon una y otra vez ¿Cuánto más tendría que soportar? Todo lo que estuviese en mi mano, no me daría por vencida fácilmente. Quizá debí encadenarme para prometerle la seguridad que merecía, pero no lo hice, egoísta, posesiva y deseosa del único roce de su piel, hiel de mis inmundos sentidos. Claro que… había algo mucho más puro que luchaba por detener la Bestia de mis pesadillas, ésta era la humanidad que aún atesoraba, y que Keiran incrementaba. A lo lejos se divisaban tierras de esperanza, colindantes a ese abismo que parecía no querer desaparecer. Nada sería perfecto, pero qué sabía yo de eso, si la única relación que la ‘perfección’ tenía para mí era meramente artística ¿se podía aplicar a más campos? Tras mi experiencia, dudaba muy mucho de ello.
-Mi primera pelea...- Regresé a la realidad, aclarando mi visión.- rojo. Sangré demasiado como para merecerla.- ¿Por qué me contaba eso? Me angustiaba saber qué tan grande había sido su sufrimiento.- Mi primera noche en el orfanato, negro.- Achiqué los ojos, “imaginando” su pasado, vago intento, pues solo su sangre sería el portal que me haría revivir sus recuerdos. Y no estaba dispuesta a derramar una gota con semejante fin.- Mi primer beso, rojo intenso. La salida del orfanato fue marrón. Puede que por el sendero que me condujo a la libertad.- Le escuché paciente. Pues para mí era importante conocer lo que sus labios revelasen. Y aunque yo celase mi pasado, algún día tendría que hablarle de él.- También mi primera casa. Gris mi estancia en Londres. Demasiadas nubes – ¿Y qué le ligaba a esta tierra? ¿Su “deber”? No quise preguntar. -Aunque cada cual utiliza su propia fórmula para catalogar las cosas – Indudablemente. Pero no me importaba la clase de fórmula utilizase el resto. A mi modo de ver, los colores que asignó a tales recuerdos no desentonaban.
Ahora sus pupilas encerraban una tímida lengua de fuego, que luchaba por no desaparecer. No dejé de mirarle cuando lo hallé a escasos centímetros de mí. -Como ves, para mí no es ninguna tontería. No lo tomo a la ligera ¿Lo entiendes? – Sonreí, afirmando con los ojos. Sus dedos pasaron por mis cabellos esparcidos por la almohada, quedé maravillada como otras tantas veces. -Y si aún no eres consciente de que soy un idiota. Me gustaría aclararte el malentendido. – Nunca se me pasó esa idea por la cabeza, y no era algo que me preocupase, aunque él estaba convencido de ello, tanto así que no fue capaz de mirarme. -Diré cosas que no te gustarán. Haré cosas que te reventaran. Incluso puede que llegues a cansarte de mí antes de lo previsto. – No pude creer lo que estaba escuchando. Resultaba inconcebible. ¿Era su manera de prevenirme? De ser así, no quería oír nada más. -Pero la mayoría de las veces lo que digo o lo que hago no es lo que siento. – ¿Entonces? ¿Cómo distinguirlo? ¿Cómo saber cuándo fingía? Me inquietó más de lo que podía permitirme, y no sé si se figuró lo paradójico de sus palabras, para alguien que se cuestiona lo incuestionable. Todo se habría remediado con un abrazo que tardó en llegar. Pero la corriente tiró de mi cuerpo, sin que nada pudiera impedírselo. Que me llevase con él, tan lejos como quisiera. -¿Esto es lo que quieres? – “Es todo lo que quiero” pensé cuando sus brazos rodearon mi cuerpo, en un cálido abrazo. Mis manos habían arraigado en su espalda. Cuando cerré los ojos, precipitándome hacia la catarata. Agradecida estaría si llegaba sobrevivir tras la caída. Agradecida de poder verle una vez más, desmayándome de felicidad. Curiosa manera de terminar. Acaricié su rostro con mis labios, recogiendo con ellos su elixir. Sin saberlo había calmado la trifulca de mi mente. Me abracé aún más, ignorando el límite. No necesitaba más. Nada había que pudiera interponerse entre sus manos y mi piel, llegándome a producir un ligero cosquilleo. Reí silenciosamente. -¿Preferirías ser incolora? – Lo era antes de que me rescatase de un profundo pozo de amargura y desazón. -Porque en ese caso no serías la mujer que yo esperaba que fueses.- Busqué sus ojos con una sonrisa burlona. Que decepción habría supuesto ¿No?- Negar que eres sorprendente sería mentirme a mí mismo.- Le resultaba demasiado fácil debilitarme.- Y desear ser un único color sería cobarde. No creo que seas de esas mujeres que baja su propio listón ¿No lo crees así? – Vi innecesario contestarle. Conseguía ser profundamente encantador, a pesar de sus faltas, y lo idiota que él decía ser. Me pregunté la razón que le llevaba a mirarme de ese modo, me sacaría los colores. -No te faltará de nada conmigo. – Mis ojos sonrieron, incrédulos de nacimiento. Un nuevo sentimiento se expandió a prisa, como el corazón que bombeaba como loco bajo la magnitud de su cuerpo. Su visión había desaparecido, quedando ciega de nuevo. Mi diestra voló hasta depositarse en su cuello. Me acerqué aún más hasta que sentí el golpe de su respiración en mi rostro.
–Perfecto…-Rocé su barbilla, ascendiendo melosa hasta sus labios.- porque ya ni me pertenezco.- musité con sincera espontaneidad. Concluí finalmente mis deseos, besándole con todo mí arrojo, no miento cuando digo que era una extremista, recordé habérselo dicho. La fuerza que desprendía me turbó el espíritu. Su boca me seguía a las mil maravillas, fusionándose hasta el delirio. Apresé una de sus manos, y con ganas la pegué en mi muslo, mientras me empleaba a fondo en dejarle sin aliento. Solo el que yo le permitiese tomar. Mis dedos iban dibujando su columna vertebral con gran precisión. Mis labios fluyeron por su mandíbula hasta llegar a su poderoso pero delicado cuello, allí me demoré sorprendiéndome de mi poder de contención. -¿Conseguiré cansarme de ti?- pregunté animosamente, remontando hasta su oído. –Serás el primero en saberlo.- susurré casi en broma, sin creerme que se diera el caso.
–Ahora déjame advertirte a ti de algo. Me dejarás en un compromiso si esperas tanto de mí. Puede que yo…no cumpla tus expectativas.- Y me quede en el camino.- Nunca te engañaré, ni intentaré hacerte ver lo que no soy. Sabes que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras. – me fui separando, tomándole de las manos. –Me gustaría verte feliz…ya sea conmigo o con los tuyos.- mi voz fue disminuyendo, como la misma presión que ejercía en sus manos.- Nunca te detendré.- Sabía que la esperanza de encontrar a sus congéneres no se desvanecería, por más que yo quisiera que así fuera. –Keiran. No podría vivir sabiendo que hay un vacío en tu interior que no puedo llenar.- Confesé, arrepintiéndome de haber sacado a la luz ese tema.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
Ya no era capaz de diferenciar lo que era osado, de lo que no lo era. "Ni pestañeé". Clavado, miré unos ojos que ya no estaban. Y aún sin estar, me sorprendí de "con que facilidad podía verlos". Como si mirase una luz durante largo tiempo y aún quitando la vista, siguiesen vigentes en mi retina. "Cegado bajo la oscuridad mortecina" sonreí débil. Kory aún no había mencionado palabra y deseaba que no se tomase a mal las mías. Y sin darme cuenta, las dudas poblaron de arrugas mi frente. Los latidos no aminoraron. Para más trabas, empeoraron. Y el tiempo pudo seguir dilatándose en silencio, si no hubiese acariciado mi nuca como sólo ella sabía, dando señales de vida. Fue entonces cuando todo se cargó de una inmensa densidad. "Espesura por la que resulta compleja mi movilidad".–Perfecto…- alcé una ceja confuso ¿Estaba de acuerdo? "Y yo pensando que había dicho una estupidez".
Ascendía por mi barbilla sinuosa. A la contra diré que yo descendí. Mejor dicho, mi respiración aterrizó nerviosa hasta asentarse en el estómago - porque ya ni me pertenezco.- porque temí que en cualquier momento volviese a noquearme para más contratiempos. Y no me equivoqué. Como el que predice con sólo chuparse un dedo. Impactó para colonizar mi asolada boca. Tal fue su fuerza, que no me quedó otro remedio salvo impulsar mis labios contra los suyos y tras ellos, toda mi cabeza para no caerme hacia atrás. Ahora debía ser ella la que hiciese fuerza para no derrumbarse contra el colchón por mi colisión. Un nervio vigoroso me sedujo, tomándola con más ánimo. Tuve que separarme unos segundos para tomar una bocanada de aire o acabaría conmigo. Froté mi frente con la suya que desembocó en un beso lleno de glotonería. No se muy bien que hice para que mi ofensa se retirase, consiguiendo tal recompensa. Ni siquiera dijo nada sobre mi pequeño defecto. ¿Lo guardaba para más tarde? "Que más da" pensé distraído, introduciendo mi lengua con fervor, entreteniéndonos sin prestarle atención al tiempo. Como si tuviésemos toda la vida por delante, para quedarnos así eternamente ¿Y no era así? "Yo seguía respirando, pese a los intentos de Kory por masacrarme. A ella... ya no le hacía falta respirar" Guió una de mis manos hasta un muslo exquisito, el cual agarré con fuerza al sentir su exigencia. Acariciaba mi espalda aferrándose a mí, haciéndome perder el equilibrio a pesar de estar sentado -¿Conseguiré cansarme de ti?- Eso mismo me pregunté yo, porque me dio la impresión de que era incansable. Proporcionó unos segundos de aliento a mis pulmones, muy agradecidos –Serás el primero en saberlo.- "Eso seguro" y temí que fuese un "Hasta luego" al estilo de Kory, teniendo en cuenta la vivacidad de sus impulsos, que me golpeaban igual que a un saco de boxeo –Ahora déjame advertirte a ti de algo - "Mala cosa". Aunque para mí siempre fue mejor saber lo peor de antemano, sin sorpresas -Me dejarás en un compromiso si esperas tanto de mí. Puede que yo…no cumpla tus expectativas.- Eso lo decidiría yo. Y diré que, en base a mis propios patrones, aprobaba con sobresaliente. - Nunca te engañaré, ni intentaré hacerte ver lo que no soy. Sabes que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras. – no se lo negaría, sin darle toda la razón. Pero el mayor de los problemas no era que todos tuviésemos un doble rasero. Nadie es perfecto. El problema residía en que sacamos siempre la oscuridad en el peor de los momentos, cuando el otro no se lo espera, engañado tras el paso del tiempo. Unos mentirosos en cuyo saco Kory no podía entrar. -Me gustaría verte feliz…ya sea conmigo o con los tuyos.- ¿Con los míos? arrugué el ceño pensando en la gente que deambulaba a mi alrededor. No fui capaz de superar la cifra tres - Nunca te detendré.
-No comprendo - murmuré confuso, preguntándome a que se refería. ¿Por qué había de frenarme y exactamente para qué? -Lo que... - no sabía como expresarme. Así que dejé que continuase. –Keiran. No podría vivir sabiendo que hay un vacío en tu interior que no puedo llenar.- y sólo bastó eso para hacerme entender. Y para mi infortunio, el nudo cohibió mi garganta. ¿Era malo dar las cosas por hecho desde un principio? No negaré que fue mi culpa, sacando el tema. Pero empezaba a angustiarme que sus manos fuesen escapándose de las mías.
-Dejemos de hablar de mí - sonreí escondiendo toda flaqueza. Estaba cobrando demasiado protagonismo. -No es nada interesante - tumbé a Kory palpando con la otra mano la almohada. No veía ni torta. Y me coloqué a su lado, rodeándola con los brazos. Cambiar de tema siempre era una buena idea para dejar a parte, aunque sólo fuera por unos momentos, todos los fantasmas. Y no sólo los míos -¿Utilizas alguna técnica para dormir o simplemente cierras los ojos? - pregunté acercando la mano a su rostro para localizar sus labios. "A ver si con la tontería... la iba a besar en un ojo". ¿Entendería lo que la pregunté o era demasiado estúpido? "Hoy no era mi día" la lucidez parecía abandonarme -Quiero decir... - emití un carraspeo, poniéndome serio -No necesitas... - la sonrisa se fue forjando en mí, a cada palabra que mencionaba, riéndome de mi propia estupidez -que te cante o... que te cuente un cuento... ¿No?- estallé sin remedio hasta que el estómago me dolió de tanto reírme. Por una vez, recibí mi comportamiento bobalicón con los brazos abiertos. Y ya era hora, porque es doloroso vivir una noche así y no disfrutar del momento. Esperé que mi broma no fuese a más. Porque decir que cantaba terriblemente mal, sería echarme flores encima - Yo cuento ovejas - "Madre mía..." -Tiene gracia ¿eh? Un lobo contando ovejas - "cállate ya, Keiran".
Ascendía por mi barbilla sinuosa. A la contra diré que yo descendí. Mejor dicho, mi respiración aterrizó nerviosa hasta asentarse en el estómago - porque ya ni me pertenezco.- porque temí que en cualquier momento volviese a noquearme para más contratiempos. Y no me equivoqué. Como el que predice con sólo chuparse un dedo. Impactó para colonizar mi asolada boca. Tal fue su fuerza, que no me quedó otro remedio salvo impulsar mis labios contra los suyos y tras ellos, toda mi cabeza para no caerme hacia atrás. Ahora debía ser ella la que hiciese fuerza para no derrumbarse contra el colchón por mi colisión. Un nervio vigoroso me sedujo, tomándola con más ánimo. Tuve que separarme unos segundos para tomar una bocanada de aire o acabaría conmigo. Froté mi frente con la suya que desembocó en un beso lleno de glotonería. No se muy bien que hice para que mi ofensa se retirase, consiguiendo tal recompensa. Ni siquiera dijo nada sobre mi pequeño defecto. ¿Lo guardaba para más tarde? "Que más da" pensé distraído, introduciendo mi lengua con fervor, entreteniéndonos sin prestarle atención al tiempo. Como si tuviésemos toda la vida por delante, para quedarnos así eternamente ¿Y no era así? "Yo seguía respirando, pese a los intentos de Kory por masacrarme. A ella... ya no le hacía falta respirar" Guió una de mis manos hasta un muslo exquisito, el cual agarré con fuerza al sentir su exigencia. Acariciaba mi espalda aferrándose a mí, haciéndome perder el equilibrio a pesar de estar sentado -¿Conseguiré cansarme de ti?- Eso mismo me pregunté yo, porque me dio la impresión de que era incansable. Proporcionó unos segundos de aliento a mis pulmones, muy agradecidos –Serás el primero en saberlo.- "Eso seguro" y temí que fuese un "Hasta luego" al estilo de Kory, teniendo en cuenta la vivacidad de sus impulsos, que me golpeaban igual que a un saco de boxeo –Ahora déjame advertirte a ti de algo - "Mala cosa". Aunque para mí siempre fue mejor saber lo peor de antemano, sin sorpresas -Me dejarás en un compromiso si esperas tanto de mí. Puede que yo…no cumpla tus expectativas.- Eso lo decidiría yo. Y diré que, en base a mis propios patrones, aprobaba con sobresaliente. - Nunca te engañaré, ni intentaré hacerte ver lo que no soy. Sabes que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras. – no se lo negaría, sin darle toda la razón. Pero el mayor de los problemas no era que todos tuviésemos un doble rasero. Nadie es perfecto. El problema residía en que sacamos siempre la oscuridad en el peor de los momentos, cuando el otro no se lo espera, engañado tras el paso del tiempo. Unos mentirosos en cuyo saco Kory no podía entrar. -Me gustaría verte feliz…ya sea conmigo o con los tuyos.- ¿Con los míos? arrugué el ceño pensando en la gente que deambulaba a mi alrededor. No fui capaz de superar la cifra tres - Nunca te detendré.
-No comprendo - murmuré confuso, preguntándome a que se refería. ¿Por qué había de frenarme y exactamente para qué? -Lo que... - no sabía como expresarme. Así que dejé que continuase. –Keiran. No podría vivir sabiendo que hay un vacío en tu interior que no puedo llenar.- y sólo bastó eso para hacerme entender. Y para mi infortunio, el nudo cohibió mi garganta. ¿Era malo dar las cosas por hecho desde un principio? No negaré que fue mi culpa, sacando el tema. Pero empezaba a angustiarme que sus manos fuesen escapándose de las mías.
-Dejemos de hablar de mí - sonreí escondiendo toda flaqueza. Estaba cobrando demasiado protagonismo. -No es nada interesante - tumbé a Kory palpando con la otra mano la almohada. No veía ni torta. Y me coloqué a su lado, rodeándola con los brazos. Cambiar de tema siempre era una buena idea para dejar a parte, aunque sólo fuera por unos momentos, todos los fantasmas. Y no sólo los míos -¿Utilizas alguna técnica para dormir o simplemente cierras los ojos? - pregunté acercando la mano a su rostro para localizar sus labios. "A ver si con la tontería... la iba a besar en un ojo". ¿Entendería lo que la pregunté o era demasiado estúpido? "Hoy no era mi día" la lucidez parecía abandonarme -Quiero decir... - emití un carraspeo, poniéndome serio -No necesitas... - la sonrisa se fue forjando en mí, a cada palabra que mencionaba, riéndome de mi propia estupidez -que te cante o... que te cuente un cuento... ¿No?- estallé sin remedio hasta que el estómago me dolió de tanto reírme. Por una vez, recibí mi comportamiento bobalicón con los brazos abiertos. Y ya era hora, porque es doloroso vivir una noche así y no disfrutar del momento. Esperé que mi broma no fuese a más. Porque decir que cantaba terriblemente mal, sería echarme flores encima - Yo cuento ovejas - "Madre mía..." -Tiene gracia ¿eh? Un lobo contando ovejas - "cállate ya, Keiran".
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
¿Por qué tuve que decir aquello? ¿Por qué no lo guardé para mí? Siempre con mis estúpidas deducciones… ¿Quién me decía a mí que estaba en lo cierto? ¿Quién? ¿Por qué lo di por sentado? Me mordí el labio, controlando mi agitación. Agaché la cabeza, cómo si así pudiera despejarme.
-Dejemos de hablar de mí – “Mira lo que has hecho.”-No es nada interesante – Discrepaba. Pero de todos modos, debía dejar de sonsacarle información a cucharadas, aunque solo fuera por un tiempo. Descansar un poco los cabos sueltos, sí, sería lo mejor.
Volví a quedar acostada, con un barullo mental como cabeza. Ni me di cuenta de que me tenía entre sus brazos. Todos mis esfuerzos fueron agotados en encontrar ese ‘punto medio’ que tan bien recomendaba Aristóteles, pero por esta noche mi cabeza no dio para más. Rayando el Colapso.
-¿Utilizas alguna técnica para dormir o simplemente cierras los ojos? – ¿Que qué? Sus dedos cruzaron mi rostro, en busca de…mis labios. -Quiero decir... – Se aclaró la garganta unos instantes. Mi cara parecia todo un poema, semejante a un indescifrable jeroglífico.
-No necesitas... – Ay Dios. -que te cante o... que te cuente un cuento... ¿No?- Abrí la boca, parpadeando a gran velocidad. Sumida en el desconcierto. ¿Sabía cantar? Mi sonrisa se vio disimulada por la potencia de su risa. Le hacía mucha gracia eso ¿verdad? Reí para mis adentros, jactándome yo misma.
- Yo cuento ovejas – Asentí varias veces. De poder, ya le habría ahorrado la labor de contarlas, sabía cómo... y tanto. -Tiene gracia ¿eh? Un lobo contando ovejas.
-Mucha la verdad.- sonreí.-Un lobo con piel de cordero…- Dos de mis dedos caminaron alegremente sobre la superficie de su brazo hasta llegar a su omóplato, donde me entretuve dibujando distintas formas. –Tan disparatada, como... si yo me dedicase a contar humanos.- Me reí de mi propio chiste.
–Humanos saltarines, a toda prisa, uno tras otro…- Hasta me lo imaginé. Qué escena… Qué hambre. Mala idea. -No conseguiría dormirme así.- Dije rápidamente.- Aunque…si te digo la verdad, el sueño me encuentra cuando menos me lo espero.
-Dejemos de hablar de mí – “Mira lo que has hecho.”-No es nada interesante – Discrepaba. Pero de todos modos, debía dejar de sonsacarle información a cucharadas, aunque solo fuera por un tiempo. Descansar un poco los cabos sueltos, sí, sería lo mejor.
Volví a quedar acostada, con un barullo mental como cabeza. Ni me di cuenta de que me tenía entre sus brazos. Todos mis esfuerzos fueron agotados en encontrar ese ‘punto medio’ que tan bien recomendaba Aristóteles, pero por esta noche mi cabeza no dio para más. Rayando el Colapso.
-¿Utilizas alguna técnica para dormir o simplemente cierras los ojos? – ¿Que qué? Sus dedos cruzaron mi rostro, en busca de…mis labios. -Quiero decir... – Se aclaró la garganta unos instantes. Mi cara parecia todo un poema, semejante a un indescifrable jeroglífico.
-No necesitas... – Ay Dios. -que te cante o... que te cuente un cuento... ¿No?- Abrí la boca, parpadeando a gran velocidad. Sumida en el desconcierto. ¿Sabía cantar? Mi sonrisa se vio disimulada por la potencia de su risa. Le hacía mucha gracia eso ¿verdad? Reí para mis adentros, jactándome yo misma.
- Yo cuento ovejas – Asentí varias veces. De poder, ya le habría ahorrado la labor de contarlas, sabía cómo... y tanto. -Tiene gracia ¿eh? Un lobo contando ovejas.
-Mucha la verdad.- sonreí.-Un lobo con piel de cordero…- Dos de mis dedos caminaron alegremente sobre la superficie de su brazo hasta llegar a su omóplato, donde me entretuve dibujando distintas formas. –Tan disparatada, como... si yo me dedicase a contar humanos.- Me reí de mi propio chiste.
–Humanos saltarines, a toda prisa, uno tras otro…- Hasta me lo imaginé. Qué escena… Qué hambre. Mala idea. -No conseguiría dormirme así.- Dije rápidamente.- Aunque…si te digo la verdad, el sueño me encuentra cuando menos me lo espero.
Entonces, mis ojos recobraron la forma y la astucia de un lince. -¿Pero qué estoy haciendo?- pregunté con tintes de ironía.- Si tengo a mi lado a la encarnación del propio Morfeo.- Reí con suavidad, para que no se lo tomase a mal. –Así que...estamos de acuerdo en que…me cantarás algo, inolvidable ¿Verdad que sí? ¡Por favor! Porque… seguro que además de contar ovejas dominarás el canto…- Lo dudaba muy mucho, pero ya que se empezábamos, terminemos la gracia completa ¡Claro!
–Solo Himnos podría salvarte.- “Y un milagro.” murmuré por lo bajo, tras una pausa. –Incluso yo misma.- rejunté su rostro con el mío con dulzura.
–Hagamos un trato…- susurré rozando sutilmente mis labios contra su mentón.- me cuentas cualquier cuento, y te ahorro el bochorno de cantármelo. – Si se atrevía simplemente a tararearlo jamás se me olvidaría, quedando grabado en la memoria hasta los restos. –El que tú quieras Keiran, invéntatelo si así te resulta más fácil.- Mi cabeza descansó sobre la almohada.
Cerré los ojos, a la espera de escuchar sus dotes líricas, o lo que fuera.
–Solo Himnos podría salvarte.- “Y un milagro.” murmuré por lo bajo, tras una pausa. –Incluso yo misma.- rejunté su rostro con el mío con dulzura.
–Hagamos un trato…- susurré rozando sutilmente mis labios contra su mentón.- me cuentas cualquier cuento, y te ahorro el bochorno de cantármelo. – Si se atrevía simplemente a tararearlo jamás se me olvidaría, quedando grabado en la memoria hasta los restos. –El que tú quieras Keiran, invéntatelo si así te resulta más fácil.- Mi cabeza descansó sobre la almohada.
Cerré los ojos, a la espera de escuchar sus dotes líricas, o lo que fuera.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
-Mucha la verdad.- sonreí con ella -Un lobo con piel de cordero…- "Eso habría que verlo". ¿O insinuaba algo? "Mal encaminada iba" Pero sus dedos no estaban mal desorientados por el contrario. Trotaron por mi brazo poniéndome la carne de gallina. Como si fuesen unos minúsculos pies descalzos que subían una montaña hasta coronarse en la cima. Los sostuve sobre mi omoplato con una de mis manos protegiéndoles del frío para que descansaran tras la travesía sufrida –Tan disparatada, como... si yo me dedicase a contar humanos.- tragué saliva, percatándome de lo macabro que sonaría esa cuenta –Humanos saltarines, a toda prisa, uno tras otro…- preferí que no siguiese por ese camino. Se me revolvía el estómago con sólo pensarlo. Lo único bueno que saqué de todo esto, fue que parecía tomárselo a cachondeo. Con lo cual deduje que bromeaba. "Esperé, mejor dicho" -No conseguiría dormirme así.- "Ni tú ni nadie" -Aunque…si te digo la verdad, el sueño me encuentra cuando menos me lo espero.- en una cama así, hasta un insomne daría con el sueño perfecto. Pero la compañía no conseguiría dormir ni a un narcoléptico -¿Pero qué estoy haciendo?- alcé las cejas sin saber resolver su problema. "Difícil cuestión" - Si tengo a mi lado a la encarnación del propio Morfeo.- reí graciosamente, permitiéndome una pequeña intromisión por debajo de su ropa. Dibujar el círculo perfecto que configuraba su ombligo consiguió arrancarme más de una sonrisa. Deseé morder ese pedazo con mis propios dientes. –Así que...estamos de acuerdo en que…me cantarás algo, inolvidable - ¿Cómo dices? -¿Verdad que sí? ¡Por favor! - "Inolvidable sería, eso seguro" Dejé de tocarla, muriéndome por dentro -Porque… seguro que además de contar ovejas dominarás el canto…- "No quieras saberlo..." –Solo Himnos podría salvarte.- y las trompetas parecían aclamar mi entrada que poco sería triunfal –Incluso yo misma.- reí desganado sin creerme esa promesa. Pues ella misma me estaba animando a cruzar por la cuerda floja "Con el mal equilibrio que tenía yo..." Y la cuerda se tambaleó bajo mis pies con sólo una mínima presión, cuando alcanzó mi rostro –Hagamos un trato…- "Tratos contigo, miedo me dan" mordí ligeramente su mentón, ahora víctima de mi boca -me cuentas cualquier cuento, y te ahorro el bochorno de cantármelo. – blanco o negro, me dio a elegir. ¿Cómo negarse? –El que tú quieras Keiran, inventártelo si así te resulta más fácil.- sonreí por no llorar cuando se apartó de mí "tomando asiento".
¿Cien hectáreas, mil... Un millón? ¿De qué tamaño sería mi bocaza? "Vete a saber..." No pensaba cantar "De eso nada". Echaría a perder el mínimo encanto que pudiese tener, si es que me quedaba alguno -Claro, claro... - confirmé con seriedad la posibilidad de contarle un cuento, sin exteriorizar mis dudas ¿Cuál? mi mente estaba en blanco. Tampoco podía inspirarme en nada que viese pues, para más drama, aquel lugar -llamémoslo mazmorra- estaba totalmente a oscuras. "Mala suerte, supongo". ¿Cuáles serían los gustos de Kory? ¿El terror, el drama, la aventura? Aplasté mis dedos contra los ojos, incluso hundí la palma en ellos intentando despejarme. Si seguía dejando correr el tiempo, se daría cuenta de mi blanco. Parecía un actor el primer día de representación. Con tanto grito y aplauso, se me olvidó el texto -Había una vez... - "Tranquilo, Keiran. De momento vamos bien" -un príncipe... - "que, qué..." -que tenía un precioso castillo... - "Bien..." la historia estaba siendo "muy sorpresiva". Y si seguía martirizándome los ojos, terminarían incrustados en la almohada con tanto estrujamiento -...que no podía mantener sin ayuda de su padre. Pues era un vago de tomo y lomo que huía de sus responsabilidades. No pagaba las facturas. Quiero decir...- ¿facturas? -No pagaba a los criados, pues le importaban muy poco. Se gastaba enormes cantidades de dinero en él y... - "Esta historia era un coñazo y acababa de empezar" -Así que, decidió marcharse de allí... sólo... Y prometió encauzar su vida de nuevo. Conseguir prosperar por si mismo, ayudar a la gente y esas cosas. Pero como era un desastre... - ¿Esa palabra cabe en un cuento? "Sigamos" -Una noche en la que decidió tomarse un respiro. La bruja de... - "De qué..." -de la fortuna que sentenciaba el destino desgraciado o acertado de los mortales y que le vigiló desde niño... decidió ponerle las cosas más difíciles - "Dios... ¿Ahora tenía que hacer la voz de la bruja?" -"Si no recuperas todo tu patrimonio y te comporta como un adulto, vivirás siempre siendo un desgraciado" - "Bueno, no quedó tan mal" -Y le transformó en... en moneda de cambio - "Qué estoy diciendo..." El nervio cruzó mi frente en forma de gota -Luego la bruja le metió en su bolsillo, fue a una tienda y compró un... ¡un sombrero de bruja! - reí como si fuese evidente tal compra -Y pagó con el príncipe. Así que el príncipe viajó de bolsillo en bolsillo sin detenerse en ninguna parte. Y con tanta travesía empezó a marearse. - eso me pasaba a mí -Y recorrió todo el mundo visitando infinidad de manos que ni siquiera se paraban a mirar la moneda en la que la cara del príncipe gritaba socorro - Empecé a cogerle cariño al protagonista de mi historia, como si le conociese desde siempre -Y, fíjate lo que es la vida... que terminó en la caja fuerte de las recaudaciones de su propio castillo, ahogado entre tantas monedas, dándose cuenta de su avaricia - yo me asfixié con él -Y, bueno, ya te imaginas... Todo se fue al carajo y... su hermano - Lo reconozco. Me saqué a ese personaje de la manga. Pero mi cerebro no daba para más. Si hubiese plagiado un cuento se habría dado cuenta. Empecé a sentirme ridículo ¿Era lo que ella pretendía? ¿Me estaba dando una lección para que me callase? "Estupideces, Keiran". Y sin percatarme en un principio, caí en la cuenta de mi error, al volver a repasar el cuento. Travesías, monedas, conversiones... ¿Plasmé una parte de mi vida en aquella historia? -Su hermano era todo lo contrario a él. Así que, un día cogió unas monedas de las arcas para dárselas a unos pordioseros. Y al mirarlas, vio la cara de su hermano grabada en una de las monedas. Estaba descompuesto y agotado. Como si desease detenerse en un sitio, fuese el que fuese, para descansar - a veces tanto viaje te hace olvidar el lugar de donde viniste, sin ni siquiera reconocerlo cuando regresas a él. En tierra desconocida. Le prometí a Kory visitar Irlanda. Y sólo la idea me agotó. Los ojos empezaron a cerrárseme pesados. Y mis palabras se entremezclaron entre sueños, que más bien parecían pesadillas -La bruja al ver que había aprendido la lección, apareció en el castillo y le transformó de nuevo en humano. Pero aquel agotamiento nunca desaparecería - creo que mi brazo cayó, como un peso plomo, sobre la almohada derrumbado. No sería placidez lo que encontrase, pero agradecí tener una cama bajo la espalda en lugar de un montón de hojas secas ¿Cuántas veces dormí en un bosque? Ahora parecía lejano -Fin.
[off: siento el pedazo. ¡Pero tú insististe! xDD]
¿Cien hectáreas, mil... Un millón? ¿De qué tamaño sería mi bocaza? "Vete a saber..." No pensaba cantar "De eso nada". Echaría a perder el mínimo encanto que pudiese tener, si es que me quedaba alguno -Claro, claro... - confirmé con seriedad la posibilidad de contarle un cuento, sin exteriorizar mis dudas ¿Cuál? mi mente estaba en blanco. Tampoco podía inspirarme en nada que viese pues, para más drama, aquel lugar -llamémoslo mazmorra- estaba totalmente a oscuras. "Mala suerte, supongo". ¿Cuáles serían los gustos de Kory? ¿El terror, el drama, la aventura? Aplasté mis dedos contra los ojos, incluso hundí la palma en ellos intentando despejarme. Si seguía dejando correr el tiempo, se daría cuenta de mi blanco. Parecía un actor el primer día de representación. Con tanto grito y aplauso, se me olvidó el texto -Había una vez... - "Tranquilo, Keiran. De momento vamos bien" -un príncipe... - "que, qué..." -que tenía un precioso castillo... - "Bien..." la historia estaba siendo "muy sorpresiva". Y si seguía martirizándome los ojos, terminarían incrustados en la almohada con tanto estrujamiento -...que no podía mantener sin ayuda de su padre. Pues era un vago de tomo y lomo que huía de sus responsabilidades. No pagaba las facturas. Quiero decir...- ¿facturas? -No pagaba a los criados, pues le importaban muy poco. Se gastaba enormes cantidades de dinero en él y... - "Esta historia era un coñazo y acababa de empezar" -Así que, decidió marcharse de allí... sólo... Y prometió encauzar su vida de nuevo. Conseguir prosperar por si mismo, ayudar a la gente y esas cosas. Pero como era un desastre... - ¿Esa palabra cabe en un cuento? "Sigamos" -Una noche en la que decidió tomarse un respiro. La bruja de... - "De qué..." -de la fortuna que sentenciaba el destino desgraciado o acertado de los mortales y que le vigiló desde niño... decidió ponerle las cosas más difíciles - "Dios... ¿Ahora tenía que hacer la voz de la bruja?" -"Si no recuperas todo tu patrimonio y te comporta como un adulto, vivirás siempre siendo un desgraciado" - "Bueno, no quedó tan mal" -Y le transformó en... en moneda de cambio - "Qué estoy diciendo..." El nervio cruzó mi frente en forma de gota -Luego la bruja le metió en su bolsillo, fue a una tienda y compró un... ¡un sombrero de bruja! - reí como si fuese evidente tal compra -Y pagó con el príncipe. Así que el príncipe viajó de bolsillo en bolsillo sin detenerse en ninguna parte. Y con tanta travesía empezó a marearse. - eso me pasaba a mí -Y recorrió todo el mundo visitando infinidad de manos que ni siquiera se paraban a mirar la moneda en la que la cara del príncipe gritaba socorro - Empecé a cogerle cariño al protagonista de mi historia, como si le conociese desde siempre -Y, fíjate lo que es la vida... que terminó en la caja fuerte de las recaudaciones de su propio castillo, ahogado entre tantas monedas, dándose cuenta de su avaricia - yo me asfixié con él -Y, bueno, ya te imaginas... Todo se fue al carajo y... su hermano - Lo reconozco. Me saqué a ese personaje de la manga. Pero mi cerebro no daba para más. Si hubiese plagiado un cuento se habría dado cuenta. Empecé a sentirme ridículo ¿Era lo que ella pretendía? ¿Me estaba dando una lección para que me callase? "Estupideces, Keiran". Y sin percatarme en un principio, caí en la cuenta de mi error, al volver a repasar el cuento. Travesías, monedas, conversiones... ¿Plasmé una parte de mi vida en aquella historia? -Su hermano era todo lo contrario a él. Así que, un día cogió unas monedas de las arcas para dárselas a unos pordioseros. Y al mirarlas, vio la cara de su hermano grabada en una de las monedas. Estaba descompuesto y agotado. Como si desease detenerse en un sitio, fuese el que fuese, para descansar - a veces tanto viaje te hace olvidar el lugar de donde viniste, sin ni siquiera reconocerlo cuando regresas a él. En tierra desconocida. Le prometí a Kory visitar Irlanda. Y sólo la idea me agotó. Los ojos empezaron a cerrárseme pesados. Y mis palabras se entremezclaron entre sueños, que más bien parecían pesadillas -La bruja al ver que había aprendido la lección, apareció en el castillo y le transformó de nuevo en humano. Pero aquel agotamiento nunca desaparecería - creo que mi brazo cayó, como un peso plomo, sobre la almohada derrumbado. No sería placidez lo que encontrase, pero agradecí tener una cama bajo la espalda en lugar de un montón de hojas secas ¿Cuántas veces dormí en un bosque? Ahora parecía lejano -Fin.
[off: siento el pedazo. ¡Pero tú insististe! xDD]
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
-Claro, claro... – Muy bien. Entonces para mi asombro, los segundos, entendidos como minúsculos granos de arena, emprendieron la caída libre, provocando una pequeña y frágil montaña, la cual crecía y crecía en mi mente de nubilosa. Incluso pensé que ya me había quedado sin cuento “por lista”. Nada malo habría pasado de ser así. Solo quería ver, saber mejor dicho, cómo saldría del atolladero, y ya de paso ¿por qué no? Probar una milésima parte de “eso” que los cuentos, en una infancia ya muy pasada, me habían hecho vivir. La inocencia no sería la misma, pero por qué no darme una oportunidad. Algo por insignificante que fuera debía quedar de mi "yo”. Había arrojado la toalla cuando… -Había una vez... – Abrí los ojos con inquietud. Cielos… cuan inesperado. De haberse visto obligado a contarle un cuento a un niño, éste ya se habría dormido. Me resultó adorable la escena, muy idealizada en mi cabeza, para variar. -un príncipe...- Sonreí risueña, me gustaban los cuentos de príncipes y princesas. ¿De qué trataría? -que tenía un precioso castillo... – la sonrisa se fue ensanchando, anulando sonido alguno. Ya creía que iba a recrear un cuento medieval ¿cuándo aparecerían los dragones y las mazmorras?-...que no podía mantener sin ayuda de su padre.- Por supuesto que no.- Pues era un vago de tomo y lomo que huía de sus responsabilidades.- Como todo buen príncipe que se precie. En realidad no, pero me hacía gracia el simple hecho de comentarle.- No pagaba las facturas. Quiero decir...- Cuando se concentraba así, se volvía la mar de sugerente, a la par que tentador. Tanto, que de no haber seguido, me habría atrevido a terminar el cuento por él de una manera poco apropiada. -No pagaba a los criados, pues le importaban muy poco. Se gastaba enormes cantidades de dinero en él y... – Vamos, un príncipe de mucho cuidado. Un figura como dirían muchos. ¿Me parecía a mí, o Keiran se estaba aburriendo de su propia historia? ¿Cómo va a ser eso? -Así que, decidió marcharse de allí... sólo...- Me mantuve bien calladita, atendiendo al ritmo de sus palabras, aledaño de su ferviente corazón, en una conjugación para mí, casi perfecta. -Y prometió encauzar su vida de nuevo. Conseguir prosperar por sí mismo, ayudar a la gente y esas cosas.- Oh… -Pero como era un desastre... – “El príncipe desastroso”, vaya título para un cuento.-Una noche en la que decidió tomarse un respiro. – Y ahora señoras y señores venía la mejor parte. La Bruja entraba en escena, ante el clamor del populacho, o en este caso, yo. La Bruja sabría darle su merecido…-"Si no recuperas todo tu patrimonio y te comportas como un adulto, vivirás siempre siendo un desgraciado" – No pude evitarlo, la risa me vino sin remedio. Me llevé la mano a la boca para que continuase. Después de esto tendría que recompensárselo, por daños y perjuicios. –Un desgraciado…- repetí inconscientemente con la cabeza echada a un lado, y los ojos encharcados ¡Era demasiado bueno! -Y le transformó en... en moneda de cambio - ¡Mira tú por dónde! Pobre, pobre príncipe desastroso ¿Dónde caerá tu dicha? -Luego la bruja le metió en su bolsillo, fue a una tienda y compró un... ¡un sombrero de bruja! – “¡No puede ser!” reí con él, restregándome disimuladamente los ojos que no paraban de llorarme, con la mano libre. -Y pagó con el príncipe.- Oye, pues, en el fondo ese cuento tenía algo de verídico ¿Cuántos príncipes habían sido vendidos y manipulados? Me faltan dedos en la mano para contarlos. Maldita sea, aún los hay.- Así que el príncipe viajó de bolsillo en bolsillo sin detenerse en ninguna parte.- Escarmentado saldría.- Y con tanta travesía empezó a marearse.- No hay mal que por bien no venga… “¿Cómo?”-Y recorrió todo el mundo visitando infinidad de manos que ni siquiera se paraban a mirar la moneda en la que la cara del príncipe gritaba socorro– ¡Merecido se lo tenía! -Y, fíjate lo que es la vida... que terminó en la caja fuerte de las recaudaciones de su propio castillo, ahogado entre tantas monedas, dándose cuenta de su avaricia – Pero qué locuaz estaba demostrando ser el cazarecompensas. Gran inventiva, sí señor. El desenlace estaba por llegar. -Y, bueno, ya te imaginas... Todo se fue al carajo y... su hermano – ¿Su hermano? ¿La oveja blanca de la familia? -Su hermano era todo lo contrario a él.- Prototípico.- Así que, un día cogió unas monedas de las arcas para dárselas a unos pordioseros.- El destino por el que se puede pedir un cuento (ya sea dormir) había cambiado radicalmente en mi persona, ciertamente me había desvelado. Mi cabeza no paraba de maquinar las escenas por Keiran narradas. Me imaginaba al príncipe, la Bruja de la fortuna, las manos y toda la tramoya, todo ello bañado por la luz del Sol, saturando mi cabeza de colores y giros inesperados.- Y al mirarlas, vio la cara de su hermano grabada en una de las monedas.- A eso le llamo yo suerte.- Estaba descompuesto y agotado. Como si desease detenerse en un sitio, fuese el que fuese, para descansar – Quedé pensativa, preguntándome: ¿Cómo demonios consiguen los cuentos que te identifiques con ellos, sea el que sea? Chocante. Tampoco quise darle más vueltas.-La bruja al ver que había aprendido la lección, apareció en el castillo y le transformó de nuevo en humano.- ¿No habría sido más justo que se quedase así para siempre? ¿Por qué él tenía otra oportunidad? ¡¿Por qué?! Que alguien me lo explique. Fruncí el gesto con disgusto.- Pero aquel agotamiento nunca desaparecería – Bien le vale…bien… pensé para mí. Me sacó de mi oscuro bucle de pensamientos el impacto de su brazo junto a mi cabeza. -Fin.
Mis ojos permanecieron abiertos, ebrios. Claro, toda historia tiene un final… menos…menos…la nuestra. Sabía que no era momento para cabrearme con el mundo y la existencia. Ni con los cuentos con finales felices, era algo que tenía que asumir, luego yo no podía, ni me convenía aplicarme ese tipo de cuentos. Suspiré agotada. Querer haber contado otro cuento habría sido una sandez. Dos cuentos en la misma noche, son “demasiados cuentos”. ¿Y a quién se lo contaría y de qué manera? ¿A Keiran que hace un rato había caído rendido? Y ¿Lo contaría con este humor que me había dejado su final? No…no. ¿Y qué hacer? Intentar dormirme, no había otra. Me coloqué con movimientos suaves junto a él, resguardándome de todo y de todos. El sosiego, y la quietud extraviadas regresaron, entonándome sus devaneos. Lo último que recuerdo haber dicho fue un “Gracias”, por aquel cuento que tan amable y desinteresadamente me había contado. Imaginé que iba por el quinto sueño, el mismo sueño que me esperaba. Y así fue, si pasó algo durante todo el día, no lo puedo saber, porque caí en la más profunda de las ensoñaciones. Un muerto a mi lado, no tenía diferencia alguna. El sueño que tuve no fue lo agradable que hubiese deseado ¿pero cuándo lo fue?
A la noche siguiente, me desperté atrapada entre los brazos de Keiran, con la sed nublándome la razón, debía marcharme obligatoriamente de allí. Me deshice a duras penas de su lazo. Me quité su camisa, y le tapé con ella, para que supiera dónde estaba. Me enfundé el mismo vestido y salí disparada, dejando la puerta abierta. Cuando el hambre te imposibilita, las cortesías para con las personas desaparecen. Yo me consumía. Y aquella noche a falta de uno, me alimenté de dos. Siendo más precisos de una encantadora pareja que paseaba por el pueblo ¿cómo iba a dejar a alguno vivo? ¿Cómo vivir con ese remordimiento de conciencia? Hay que hacer las cosas bien ¿Soy la única que piensa así?
Regresé al castillo, descalza como me hallaba, saciada como nunca ¿Cómo pude resistirme tanto? La sangre me dio la fuerza que mi cuerpo exigía. Todos los dolores, y flaquezas se disiparon. El fuego de la sangre me abrazaba de nuevo. En la planta superior, donde se supone que “debería dormir”, me desvestí, para engalanarme con un vestido veraniego, bien limpio, de color lapislázuli, muy bonito, aunque sencillo en sus formas. Me peiné con cuidado y presteza, igualmente me maquillé, y todo lo que hago nada más despertarme, que sería muy largo de contar. Al bajar por las escaleras, me encontré con Roger.
-¡Buenas noches!- sonreí animada, acompañándole hacia la cocina. –Buenas ¿buenas, mi señora?- preguntó con no sé qué intenciones. Achiqué los ojos, con sospecha. ¿Pretendía que le contara lo que había hecho o dejado de hacer con…Keiran? ¡Iba listo! ¿Desde cuándo mostraba tanto descaro por mi vida privada? -¿No deberían serlo?
-No quería…no era…No me lo tome en cuenta. Achaques de la vejez.- ¿Se excusaba con eso? En fin. Le quité la mayor importancia. -¿Desayunará el invitado?- preguntó Roger, una vez que cruzamos el umbral de la puerta. –Pues…no lo sé…Imagino.- Entonces, mi más servil mayordomo comenzó a moler café. Me senté en la silla donde la noche pasada se había sentado Keiran, para cenar lo que yo le había preparado, sonreí al recordarlo. –Esta mañana me ha extrañado ver platos que no fueran míos en el fregadero. – comentó Roger, sin detenerse en su labor. – ¡Ah ya! Es que…le di de cenar.
-¿Ah sí?- ¿Por qué la duda se cruzó por su cabeza? ¿Tan extraño era de imaginar? ¡Como deseaba a veces no escuchar lo que pensaba! -¿El qué?
-Unas…lentejas…- Entonces paró, girándose con una sonrisa. ¿Qué iba a decir ahora?
-¿Las mismas que están…?- El anciano comenzó a levantar el brazo. Miré a los lados sin comprender.
Mis ojos permanecieron abiertos, ebrios. Claro, toda historia tiene un final… menos…menos…la nuestra. Sabía que no era momento para cabrearme con el mundo y la existencia. Ni con los cuentos con finales felices, era algo que tenía que asumir, luego yo no podía, ni me convenía aplicarme ese tipo de cuentos. Suspiré agotada. Querer haber contado otro cuento habría sido una sandez. Dos cuentos en la misma noche, son “demasiados cuentos”. ¿Y a quién se lo contaría y de qué manera? ¿A Keiran que hace un rato había caído rendido? Y ¿Lo contaría con este humor que me había dejado su final? No…no. ¿Y qué hacer? Intentar dormirme, no había otra. Me coloqué con movimientos suaves junto a él, resguardándome de todo y de todos. El sosiego, y la quietud extraviadas regresaron, entonándome sus devaneos. Lo último que recuerdo haber dicho fue un “Gracias”, por aquel cuento que tan amable y desinteresadamente me había contado. Imaginé que iba por el quinto sueño, el mismo sueño que me esperaba. Y así fue, si pasó algo durante todo el día, no lo puedo saber, porque caí en la más profunda de las ensoñaciones. Un muerto a mi lado, no tenía diferencia alguna. El sueño que tuve no fue lo agradable que hubiese deseado ¿pero cuándo lo fue?
A la noche siguiente, me desperté atrapada entre los brazos de Keiran, con la sed nublándome la razón, debía marcharme obligatoriamente de allí. Me deshice a duras penas de su lazo. Me quité su camisa, y le tapé con ella, para que supiera dónde estaba. Me enfundé el mismo vestido y salí disparada, dejando la puerta abierta. Cuando el hambre te imposibilita, las cortesías para con las personas desaparecen. Yo me consumía. Y aquella noche a falta de uno, me alimenté de dos. Siendo más precisos de una encantadora pareja que paseaba por el pueblo ¿cómo iba a dejar a alguno vivo? ¿Cómo vivir con ese remordimiento de conciencia? Hay que hacer las cosas bien ¿Soy la única que piensa así?
Regresé al castillo, descalza como me hallaba, saciada como nunca ¿Cómo pude resistirme tanto? La sangre me dio la fuerza que mi cuerpo exigía. Todos los dolores, y flaquezas se disiparon. El fuego de la sangre me abrazaba de nuevo. En la planta superior, donde se supone que “debería dormir”, me desvestí, para engalanarme con un vestido veraniego, bien limpio, de color lapislázuli, muy bonito, aunque sencillo en sus formas. Me peiné con cuidado y presteza, igualmente me maquillé, y todo lo que hago nada más despertarme, que sería muy largo de contar. Al bajar por las escaleras, me encontré con Roger.
-¡Buenas noches!- sonreí animada, acompañándole hacia la cocina. –Buenas ¿buenas, mi señora?- preguntó con no sé qué intenciones. Achiqué los ojos, con sospecha. ¿Pretendía que le contara lo que había hecho o dejado de hacer con…Keiran? ¡Iba listo! ¿Desde cuándo mostraba tanto descaro por mi vida privada? -¿No deberían serlo?
-No quería…no era…No me lo tome en cuenta. Achaques de la vejez.- ¿Se excusaba con eso? En fin. Le quité la mayor importancia. -¿Desayunará el invitado?- preguntó Roger, una vez que cruzamos el umbral de la puerta. –Pues…no lo sé…Imagino.- Entonces, mi más servil mayordomo comenzó a moler café. Me senté en la silla donde la noche pasada se había sentado Keiran, para cenar lo que yo le había preparado, sonreí al recordarlo. –Esta mañana me ha extrañado ver platos que no fueran míos en el fregadero. – comentó Roger, sin detenerse en su labor. – ¡Ah ya! Es que…le di de cenar.
-¿Ah sí?- ¿Por qué la duda se cruzó por su cabeza? ¿Tan extraño era de imaginar? ¡Como deseaba a veces no escuchar lo que pensaba! -¿El qué?
-Unas…lentejas…- Entonces paró, girándose con una sonrisa. ¿Qué iba a decir ahora?
-¿Las mismas que están…?- El anciano comenzó a levantar el brazo. Miré a los lados sin comprender.
[Off: Culpable de todos los cargos xDDDD ¡Te has desenvuelto bien, no lo niegues! ¡Ah!...He aprovechado que hoy no sé por qué me ha iluminado la inspiración… Los anteriores días, como es apreciable, no tanto xD]
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
"Anda, venga... ¿Qué te cuesta?" Elliot, mi compañero de trabajo siempre tan gracioso... A veces resulta insoportable la convivencia con él.
"Ahora no estoy para bromas" me recosté con mayor comodidad sobre la cama sin ni siquiera quitarme los zapatos.
"Venga..." ¿Se podía ser más plasta? "¡Tírame del dedo!" Hay que fastidiarse. Hundí la cabeza desesperado sobre el colchón, tapándome con la almohada para no oírle.
-Quiero dormir - murmuré entre sueños, abriendo con lentitud los ojos. Todo estaba oscuro y alguien me agarraba, abrazándose a mí. Deslicé con aturdimiento las manos por los costados de aquella persona, para comprobar quien era e inmediatamente me sobresalté. Su piel estaba helada y no parecía respirar. Entonces inhale el aire al coger una bocanada por la impresión, reconociendo el olor. "Kory". Estaba en su casa, no en la mía con Elliot. Por un momento pensé que el ingles había cometido un delito, encasquetándome al muerto. "El muy gracioso...". Tenía un humor muy peculiar.
Asenté la respiración y besé la frente de Kory para volver a sumirme en el sueño con mayor sosiego. Por suerte no la desperté. Aunque ya advertí de mis problemas nocturnos.
Aunque mi mente me preparaba una buena jugada. Sabía como actuar, justo en el momento menos indicado. Porque me hallaba en Sicilia para mi confusión, pues nunca estuve allí. Extrañado caminé por una calle oscura que se convirtió en un laberinto. Y empecé a correr como si algo me persiguiese, haciéndome creer que mi vida pendía de un hilo. El sudor cubría mi frente, cuando me di de bruces con una mujer capaz de manifestar la más horrible de mis pesadillas. Tara me besó hasta el punto de arrancarme la lengua. Y desangrado gimoteé como un idiota derribado, sumiéndome en el barro.
Abrí los ojos incorporándome en un baño de amargura. Toqué la cama, encontrándome sólo sin poder ver nada. También lo que pareció ser mi camisa. Y me levanté siguiendo la pared con una mano hasta encontrar la puerta, que apreté con fuerza para abrirla. No me costó tanto como esperé. A veces no me acordaba de la fuerza que tenía. Salí por el pasadizo dando tumbos y con asombro, llegué al jardín respirando el aire puro. Me agaché apoyando las manos sobre mis rodillas para mantener el equilibrio. Y luego miré a la luna fastidiado, pues mis deseos por convertirme cubrían mi rostro. "No pensar" cuando eres un animal las cosas se olvidan. Pero no podía estando en casa de Kory. Me incorporé, abrochándome la camisa y metiéndola por debajo de mi pantalón. Me faltaban los zapatos "Con lo bien puesto que vine" Igual que si hubiese pasado toda la noche de juerga.
Recordé el camino de vuelta y empecé a caminar, secándome la frente. Incluso intenté peinarme un poco. Pero mi pelo era demasiado rebelde como para domarlo y terminé empeorándomelo.
Crucé la puerta en silencio y escuché un parloteo provenir de la cocina. Así que me acerqué con sigilo. Si hablaban de algo importante, no quería interrumpirles.
Di vueltas sin cesar con nerviosismo, recorriendo parte de la casa. Pasé por el salón desolado, volviendo a ver el cuadro que tanto maldije. La imagen de Tara arrancándome la lengua, volvió a repetirse en mi cabeza. "Eso me haría". Y la idea de entrar en la cocina me pareció maravillosa, hablasen de lo que hablasen. -Buenos días... - no eran las palabras correctas. Así que, recapacité -Quiero decir, buenas noches - sonreí con timidez, embelesado de ver a Kory tan radiante. Estaba impoluta y yo hecho un desastre. "Menudo contraste". Con retardo, reparé en el mayordomo, tendiéndole una mano -Que hay - pero no correspondió mi apretón. A mi no me servía nadie en casa. Así que, no sabía como te debías comportar... Y mi aspecto debía ser peor del que pensé, porque me miró igual que a una rata mojada -Hablábamos de usted - "Que bien..." miré a Kory con temor, abrochándome los botones de las mangas -¿Disfrutó de la cena? - sonreí a la joven con ternura, recordando su esfuerzo, su ímpetu por verme feliz. ¿Qué más daba que se confundiese? Y hablando de cenas, el estómago me pedía algo de comer ya -Mucho - me senté junto a ella y me incliné para deleitarla con un dulce beso de madrugada. Pero el mayordomo me distrajo, poniendo frente a mí algo. "Que rapidez" pensé mirando la mesa. Para mi desgracia era la planta repleta de lentejas -eh... - "que decir" -Bueno, es que... es que vi la planta un poco muerta y... Y siempre escuché que si plantas una legumbre, crece algo ¿No es así? - "no tenía nombre" El hombre se dio la vuelta sin darme crédito alguno y se puso a cocinar -Creo que no le caigo bien - susurré en su oído con guasa -¿Te apetece salir? - la propuse tomando el plato que me sirvieron. Huevos con bacón y zumo de naranja. Acompañé cada mordisco con un mendrugo de pan que me supo a gloria vendita -Podríamos dar una vuelta - así Kory saldría un poco del castillo ¿No dijo que se asfixiaba? -Aunque antes tengo que pasar por casa. No te importa ¿verdad? - tenía que recoger un encargo que Elliot había conseguido y dárselo a su nuevo dueño -Y luego haríamos una pequeña parada. Pero no me demoraría demasiado. Además... - cuando me di cuenta, no había nada en el plato -Tengo que asearme y esas cosas - si el comprador me veía con esas pintas no haría más negocios conmigo. No sabía si era buena idea. Ni tampoco que le parecería a ella. Pero no quería dejarla ya.
[off: xDDDDDDD No me eches tantas flores, que no las merezco. Ya me he dado cuenta. Excelente pedazo señorita]
"Ahora no estoy para bromas" me recosté con mayor comodidad sobre la cama sin ni siquiera quitarme los zapatos.
"Venga..." ¿Se podía ser más plasta? "¡Tírame del dedo!" Hay que fastidiarse. Hundí la cabeza desesperado sobre el colchón, tapándome con la almohada para no oírle.
-Quiero dormir - murmuré entre sueños, abriendo con lentitud los ojos. Todo estaba oscuro y alguien me agarraba, abrazándose a mí. Deslicé con aturdimiento las manos por los costados de aquella persona, para comprobar quien era e inmediatamente me sobresalté. Su piel estaba helada y no parecía respirar. Entonces inhale el aire al coger una bocanada por la impresión, reconociendo el olor. "Kory". Estaba en su casa, no en la mía con Elliot. Por un momento pensé que el ingles había cometido un delito, encasquetándome al muerto. "El muy gracioso...". Tenía un humor muy peculiar.
Asenté la respiración y besé la frente de Kory para volver a sumirme en el sueño con mayor sosiego. Por suerte no la desperté. Aunque ya advertí de mis problemas nocturnos.
Aunque mi mente me preparaba una buena jugada. Sabía como actuar, justo en el momento menos indicado. Porque me hallaba en Sicilia para mi confusión, pues nunca estuve allí. Extrañado caminé por una calle oscura que se convirtió en un laberinto. Y empecé a correr como si algo me persiguiese, haciéndome creer que mi vida pendía de un hilo. El sudor cubría mi frente, cuando me di de bruces con una mujer capaz de manifestar la más horrible de mis pesadillas. Tara me besó hasta el punto de arrancarme la lengua. Y desangrado gimoteé como un idiota derribado, sumiéndome en el barro.
Abrí los ojos incorporándome en un baño de amargura. Toqué la cama, encontrándome sólo sin poder ver nada. También lo que pareció ser mi camisa. Y me levanté siguiendo la pared con una mano hasta encontrar la puerta, que apreté con fuerza para abrirla. No me costó tanto como esperé. A veces no me acordaba de la fuerza que tenía. Salí por el pasadizo dando tumbos y con asombro, llegué al jardín respirando el aire puro. Me agaché apoyando las manos sobre mis rodillas para mantener el equilibrio. Y luego miré a la luna fastidiado, pues mis deseos por convertirme cubrían mi rostro. "No pensar" cuando eres un animal las cosas se olvidan. Pero no podía estando en casa de Kory. Me incorporé, abrochándome la camisa y metiéndola por debajo de mi pantalón. Me faltaban los zapatos "Con lo bien puesto que vine" Igual que si hubiese pasado toda la noche de juerga.
Recordé el camino de vuelta y empecé a caminar, secándome la frente. Incluso intenté peinarme un poco. Pero mi pelo era demasiado rebelde como para domarlo y terminé empeorándomelo.
Crucé la puerta en silencio y escuché un parloteo provenir de la cocina. Así que me acerqué con sigilo. Si hablaban de algo importante, no quería interrumpirles.
Di vueltas sin cesar con nerviosismo, recorriendo parte de la casa. Pasé por el salón desolado, volviendo a ver el cuadro que tanto maldije. La imagen de Tara arrancándome la lengua, volvió a repetirse en mi cabeza. "Eso me haría". Y la idea de entrar en la cocina me pareció maravillosa, hablasen de lo que hablasen. -Buenos días... - no eran las palabras correctas. Así que, recapacité -Quiero decir, buenas noches - sonreí con timidez, embelesado de ver a Kory tan radiante. Estaba impoluta y yo hecho un desastre. "Menudo contraste". Con retardo, reparé en el mayordomo, tendiéndole una mano -Que hay - pero no correspondió mi apretón. A mi no me servía nadie en casa. Así que, no sabía como te debías comportar... Y mi aspecto debía ser peor del que pensé, porque me miró igual que a una rata mojada -Hablábamos de usted - "Que bien..." miré a Kory con temor, abrochándome los botones de las mangas -¿Disfrutó de la cena? - sonreí a la joven con ternura, recordando su esfuerzo, su ímpetu por verme feliz. ¿Qué más daba que se confundiese? Y hablando de cenas, el estómago me pedía algo de comer ya -Mucho - me senté junto a ella y me incliné para deleitarla con un dulce beso de madrugada. Pero el mayordomo me distrajo, poniendo frente a mí algo. "Que rapidez" pensé mirando la mesa. Para mi desgracia era la planta repleta de lentejas -eh... - "que decir" -Bueno, es que... es que vi la planta un poco muerta y... Y siempre escuché que si plantas una legumbre, crece algo ¿No es así? - "no tenía nombre" El hombre se dio la vuelta sin darme crédito alguno y se puso a cocinar -Creo que no le caigo bien - susurré en su oído con guasa -¿Te apetece salir? - la propuse tomando el plato que me sirvieron. Huevos con bacón y zumo de naranja. Acompañé cada mordisco con un mendrugo de pan que me supo a gloria vendita -Podríamos dar una vuelta - así Kory saldría un poco del castillo ¿No dijo que se asfixiaba? -Aunque antes tengo que pasar por casa. No te importa ¿verdad? - tenía que recoger un encargo que Elliot había conseguido y dárselo a su nuevo dueño -Y luego haríamos una pequeña parada. Pero no me demoraría demasiado. Además... - cuando me di cuenta, no había nada en el plato -Tengo que asearme y esas cosas - si el comprador me veía con esas pintas no haría más negocios conmigo. No sabía si era buena idea. Ni tampoco que le parecería a ella. Pero no quería dejarla ya.
[off: xDDDDDDD No me eches tantas flores, que no las merezco. Ya me he dado cuenta. Excelente pedazo señorita]
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
-…ahí?- Seguí el rumbo de su brazo, aunque ya me olía por dónde irían los tiros. Fijé la visión en una maceta cercana, y ladeé la cabeza confusa, sin medir palabra. -¿Eso fue lo que comió?- Aprecié cierto nivel de sorna en su pregunta, que no me gustó nada. Asentí una única vez. Realmente no entendí como habían ido a parar allí las legumbres. Roger comenzó a reírse. –Yo no sé qué le ves de gracioso.- diserté con seriedad. –Nada, nada. A decir verdad lo siento por él.- ¿Perdón? –Explícate.- Forcé una sonrisa, respirando con tranquilidad. Lo último que quería era sufrir los infortunios de mis cambios de humor, y perder los papeles. –Me sorprende que no le provocaseis una indigestión, porque las legumbres, por regla general, se cuecen.- No tenía la menor idea. –Vaya…- murmuré con voz queda. –Sí.- “Un lapsus lo tiene cualquiera” pensó Roger, volviendo a sus labores. Mis manos, nerviosas, buscaron las costuras del vestido por quedar entretenidas con algo, mientras mi cabeza daba vueltas a lo mismo. –Se levantó el viento esta mañana…- le escuché decir, aunque no le prestaba demasiada atención, y creó que continuó hablando del tiempo. “¿Y por qué no me dijo nada? Se debió morir de hambre…” Ahora era yo quién se estaba arrugando los volantes de la falda. –Tuve que cerrar las ventanas por la corriente…- junté las manos incomoda. –Los gatos no paraban de maullar…- “Y aún así se lo comió…en parte.”
Al otro lado de la habitación escuché unos pasos... “¿O eran mis pulsaciones? Imposible.” -Buenos días... – Keiran apareció, como si mi pensamiento hubiese gritado su nombre. -Quiero decir, buenas noches – Respondí a su sonrisa, con otra. –Buenas noches.- le deseé, mirando fugazmente su estado. Se había olvidado de sus zapatos, o eso pensé, aunque puede que le gustase andar descalzo. Volví la cabeza hacia Roger, que quedó inmóvil ante su mano. Sus modales se habían vuelto tan impávidos como los míos, pero no me agradó que tratase de ese modo a mi invitado. -Hablábamos de usted – Me quedé con la palabra en la boca. Mirando la mesa, en un intento de volverme invisible. -¿Disfrutó de la cena? – “Roger…por favor.” Levanté la vista despacio, por curiosidad. Keiran me sonreía. Qué contradicción. -Mucho – ¿Mucho? Entonces ¿cabía la posibilidad de que en verdad le gustasen así, y Roger se equivocase? Mi engranaje cerebral se detuvo, sopesando la posibilidad. Mientras tanto, se sentó a mi lado, acercándose a mí con el propósito de besarme, cosa que no llevó a último término, por culpa de Roger. Apoyé los codos sobre la mesa, con el ceño débilmente fruncido, consternada por el comportamiento del anciano. -eh... – ¿Le estaba pidiendo explicaciones? Fulminé a Roger con la mirada. Tendríamos una charla…ya lo creo. -Bueno, es que... es que vi la planta un poco muerta y... – Miré a Keiran estupefacta, llevándome la mano a la boca.-Y siempre escuché que si plantas una legumbre, crece algo ¿No es así? – Enarqué una ceja, sin saber qué decir. Solo escuchaba los comentarios sarcásticos de Roger: “Qué creíble. Le hizo tantísima ilusión al chico, que se empeñó en plantar como treinta lentejas en la misma maceta ¡Cómo no! Me tocará regar lo que siembra ¡para eso estoy!…” A mí me iba a dar un soponcio. -Creo que no le caigo bien.- susurró con cierta gracia. -¡Qué cosas dices!- exclamé sobreactuada. Quebraderos de cabeza al por mayor. -¿Te apetece salir? – Salir ¿de dónde? ¿A qué se refería? ¿De aquí? Miré distraída como empezaba a engullirlo todo. Eso sí que le gustaba, no olía mal. -Podríamos dar una vuelta. Aunque antes tengo que pasar por casa. No te importa ¿verdad?- Negué con la cabeza echándole un ojo a Roger, que no dejaba de sonreír. -Y luego haríamos una pequeña parada. Pero no me demoraría demasiado. Además... Tengo que asearme y esas cosas.
-Lo comprendo perfectamente.- reparé en las marcas que habían dejado las sabanas en su rostro, y lo desaliñados que habían quedado sus cabellos. Sonreí dulcemente, acariciando su mano para que soltase el cubierto. –Saldremos.- A lo que me levanté de la silla para llevarme el plato. En el camino pasé delante de un plato cóncavo lleno de frutas. –Me gusta pasar el tiempo contigo.- Cogí al azar una ciruela, para depositarla en una de sus manos. -¡Toma! para el camino, aunque sospecho que no te duraría ni un segundo.- reí apacible, tirando de él.
Al otro lado de la habitación escuché unos pasos... “¿O eran mis pulsaciones? Imposible.” -Buenos días... – Keiran apareció, como si mi pensamiento hubiese gritado su nombre. -Quiero decir, buenas noches – Respondí a su sonrisa, con otra. –Buenas noches.- le deseé, mirando fugazmente su estado. Se había olvidado de sus zapatos, o eso pensé, aunque puede que le gustase andar descalzo. Volví la cabeza hacia Roger, que quedó inmóvil ante su mano. Sus modales se habían vuelto tan impávidos como los míos, pero no me agradó que tratase de ese modo a mi invitado. -Hablábamos de usted – Me quedé con la palabra en la boca. Mirando la mesa, en un intento de volverme invisible. -¿Disfrutó de la cena? – “Roger…por favor.” Levanté la vista despacio, por curiosidad. Keiran me sonreía. Qué contradicción. -Mucho – ¿Mucho? Entonces ¿cabía la posibilidad de que en verdad le gustasen así, y Roger se equivocase? Mi engranaje cerebral se detuvo, sopesando la posibilidad. Mientras tanto, se sentó a mi lado, acercándose a mí con el propósito de besarme, cosa que no llevó a último término, por culpa de Roger. Apoyé los codos sobre la mesa, con el ceño débilmente fruncido, consternada por el comportamiento del anciano. -eh... – ¿Le estaba pidiendo explicaciones? Fulminé a Roger con la mirada. Tendríamos una charla…ya lo creo. -Bueno, es que... es que vi la planta un poco muerta y... – Miré a Keiran estupefacta, llevándome la mano a la boca.-Y siempre escuché que si plantas una legumbre, crece algo ¿No es así? – Enarqué una ceja, sin saber qué decir. Solo escuchaba los comentarios sarcásticos de Roger: “Qué creíble. Le hizo tantísima ilusión al chico, que se empeñó en plantar como treinta lentejas en la misma maceta ¡Cómo no! Me tocará regar lo que siembra ¡para eso estoy!…” A mí me iba a dar un soponcio. -Creo que no le caigo bien.- susurró con cierta gracia. -¡Qué cosas dices!- exclamé sobreactuada. Quebraderos de cabeza al por mayor. -¿Te apetece salir? – Salir ¿de dónde? ¿A qué se refería? ¿De aquí? Miré distraída como empezaba a engullirlo todo. Eso sí que le gustaba, no olía mal. -Podríamos dar una vuelta. Aunque antes tengo que pasar por casa. No te importa ¿verdad?- Negué con la cabeza echándole un ojo a Roger, que no dejaba de sonreír. -Y luego haríamos una pequeña parada. Pero no me demoraría demasiado. Además... Tengo que asearme y esas cosas.
-Lo comprendo perfectamente.- reparé en las marcas que habían dejado las sabanas en su rostro, y lo desaliñados que habían quedado sus cabellos. Sonreí dulcemente, acariciando su mano para que soltase el cubierto. –Saldremos.- A lo que me levanté de la silla para llevarme el plato. En el camino pasé delante de un plato cóncavo lleno de frutas. –Me gusta pasar el tiempo contigo.- Cogí al azar una ciruela, para depositarla en una de sus manos. -¡Toma! para el camino, aunque sospecho que no te duraría ni un segundo.- reí apacible, tirando de él.
-¿Ya se van?- preguntó de pronto el mayordomo. –Sí, Roger.- respondí cansinamente. –Deberías hacer lo mismo.- Fingió quedar ofendido. –Yo no puedo…tengo muchas cosas que hacer…- Suspiré, avanzando por la cocina con Keiran tras de mí.-No serán las que yo te impongo…- murmuré por lo bajo. -¿Cómo dice?- Giré la cabeza sonriendo. -¡Pásalo bien!
-¡Cuide de mi señora!- se escuchó, entre el jaleo de los cacharros, cuando dejamos atrás la cocina. Ni que tuviera diez años… Reí deteniéndome delante del cazarecompensas. La luz de los candelabros se agradecía. Me colgué de su cuello, zambulléndome en sus ojos. –Suerte tenerte…- eché hacia un lado uno de sus mechones, arreglándole un poco.- con la de maleantes que andan acechando a la vuelta de la esquina ¿Verdad?- Sonreí juguetona, atrayéndole hacía mí con las manos. Besé sin mesura la jugosidad de sus labios. Herví de pasión, hasta que escuché como las cerámicas chinas de uno de mis muebles, se tambaleaban. Le había empotrado contra uno de los muebles. –Vale.- murmuré entre sus labios, buscando la calma. Aunque solo pensaba en deshacerme. –Voy…a…buscar tus zapatos.- Tuve que arrancarme de él sin miramientos. Desaparecí por los pasillos buscando mi guarida, que no tardé en encontrar. Bajé allí con una vela en la mano. Encontré los zapatos y volví.
-¡Cuide de mi señora!- se escuchó, entre el jaleo de los cacharros, cuando dejamos atrás la cocina. Ni que tuviera diez años… Reí deteniéndome delante del cazarecompensas. La luz de los candelabros se agradecía. Me colgué de su cuello, zambulléndome en sus ojos. –Suerte tenerte…- eché hacia un lado uno de sus mechones, arreglándole un poco.- con la de maleantes que andan acechando a la vuelta de la esquina ¿Verdad?- Sonreí juguetona, atrayéndole hacía mí con las manos. Besé sin mesura la jugosidad de sus labios. Herví de pasión, hasta que escuché como las cerámicas chinas de uno de mis muebles, se tambaleaban. Le había empotrado contra uno de los muebles. –Vale.- murmuré entre sus labios, buscando la calma. Aunque solo pensaba en deshacerme. –Voy…a…buscar tus zapatos.- Tuve que arrancarme de él sin miramientos. Desaparecí por los pasillos buscando mi guarida, que no tardé en encontrar. Bajé allí con una vela en la mano. Encontré los zapatos y volví.
–Aquí están.- los dejé en el suelo para que se los pusiera. -¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Andando...en carro…? Si no está muy lejos podemos ir corriendo… Pero tengo el establo allí detrás, por si…- no me convencía mucho la idea, la seguridad de los corceles había quedado relegada. Oí comentarios sobre cierto tipo de “personas” que se dedicaban a robar caballos ajenos, en las puertas de los mismos comercios, para comerse su carne. Yo no quería que ni mi Roland, ni mi Ícaro corrieran la misma suerte. – Como mejor consideres.
Abrí la puerta de la entrada. Mirando el caminito que llevaba al pueblo de Lancaster, y el otro que llevaba a la ciudad. Todo flanqueado por una frondosa arboleda.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
-Lo comprendo perfectamente.- dulce y maravillosa, a este idiota sentado en la silla, sonrió. Y el tenedor cayó como un peso muerto sobre el plato en cuanto su mano entró en contacto con la mía –Saldremos.- asentí sin dejar de mirarla a pesar de levantarse para retirar el plato vacío a la pila. Me quedé en un estado de cataclismo con las cejas ligeramente alzadas, viendo como se desenvolvía a mi alrededor con maestría. El suelo temblaba bajo sus pies y yo también –Me gusta pasar el tiempo contigo.- Sólo desperté al reparar en el mayordomo. Y me pregunté ¿Por qué tanto escrutinio?. Y al segundo lo comprendí. Mi mirada estaba fija en el trasero de Kory "Mal... muy mal..." me regañé tras carraspear para intentar disimular lo inexcusable. -¡Toma! para el camino, aunque sospecho que no te duraría ni un segundo.- cuando regresó a mí, me tendió una pieza de fruta, "ella siempre tan atenta y acertada". Porque bastó que me incorporase -supuse que para irnos- y el fruto quedó reducido a la nada por mi mandíbula. -¿Ya se van?- no se por qué nos preguntó tal cosa. Dudé que me echase en falta –Sí, Roger.- ¿Siempre se preocupaba tanto por ella? –Deberías hacer lo mismo.- "Otro que no salía de casa. Menudo par..." –Yo no puedo…tengo muchas cosas que hacer…- ¿Por la noche? "No sería un mal pensado, pero..." -No serán las que yo te impongo…- murmuró esta. "Menuda lucha". Aunque siempre he creído que cuanto más te peleas con el otro, más cariño le tienes, porque puedes afirmar conocerlo tanto, como para sacarle de quicio. -¿Cómo dice?- esperé que no llegase a las manos. -¡Pásalo bien!- reí por lo bajo y luego escuché lejano -¡Cuide de mi señora!
-¡No se preocupe! ¡Todo controlado! - articulé con dificulta pues Kory se enganchó de mi cuello, igual que un vestido de suave lino colgado de una percha. –Suerte tenerte…- la miré tomándola por la cintura y enarqué una ceja poco seguro y dibujé una sonrisa que bien daba pie a un ¿Estás segura? de lo más sincero -con la de maleantes que andan acechando a la vuelta de la esquina ¿Verdad?- "Esa sonrisa..." estaba sumamente interesada en demolerme la boca y yo ardía en deseos de que lo consiguiese. Deslicé las manos hasta su rostro para retenerla contra mí en un arrebato que terminó en colisión. La de mi espalda contra un mueble que se tambaleó junto con nosotros, intentando mantenerse en equilibrio. Ahora era cuando debía coger aliento –Vale.- "Menuda maleante estaba ella hecha" Apoyar la frente era una buena idea. Y la ligereza de sus labios me desbarató. Busqué otro punto de sujeción, Pero que fuesen sus caderas no era buena idea –Voy…a…buscar tus zapatos.- y se desquitó de mí ¿Qué importaban los zapatos? "La propusiste dar una vuelta, Keiran..." mis problemas de memoria cada vez iban a peor. "Pero todo culpa suya, culpa suya..." que me llevaba por el camino oscuro, de las ramas en forma de garra. Un laberinto del que me era imposible escapar una vez dentro.
Di vueltas de un lado a otro retorciéndome las manos, pensativo. Y me miré la mano derecha con pavor. Me temblaba más de lo normal, como si padeciese Parkinson. Demasiadas emociones fuertes a las que poco estaba acostumbrado. Debí transformarme antes de visitarla ¿Cómo fuy tan imprudente? Escondí con rapidez tras mi espalda la agitación que me delataba, pues escuché los pasos de Kory aproximándose. –Aquí están.-
-Muy amable - cerré los ojos por unos instantes al coger los zapatos -¿Cómo has llegado hasta aquí? - "Ya ni me acuerdo..." -¿Andando...en carro…? - me agaché anudándome los zapatos. Por un momento creí que mis manos terminarían atadas entre los cordones. "Torpe..." me incorporé con fuerte respiración -Si no está muy lejos podemos ir corriendo… - fruncí el ceño descontento con la idea. No quería arriesgarme por muy simple que fuese su propuesta. No quería acelerarme y menos en medio de la calle -Pero tengo el establo allí detrás, por si…- mejor idea. Crucé los brazos para mantenerlos quietos. – Como mejor consideres.- Y ya estaba asintiendo con extraña pesadumbre, fijando la mirada en mis cordones. -En carro, en carro.
Esto hacía años que no me sucedía. Quise sostener su mano y enseguida la retiré sin ni siquiera llegar a rozar sus dedos. Notaría mis temblores y me daba vergüenza que lo viese. -Me parece una excelente idea. Si a ti no te importa, claro - sonreí rezando para que la sensación desapareciese y nos dirigimos hasta el establo donde me condujo hasta dos majestuosos caballos. Seguí a Kory subiéndome en un de ellos al cual mi presencia no le hizo mucha gracia, pues notó el peligro sobre él. "Los animales se dan cuenta de esas cosas..." Intenté tranquilizarlo, acariciándole el pelaje con suavidad. Por suerte cobró efecto ¿Pero hasta cuando? "Mal... muy mal..." -Sígueme - y di rienda suelta a mi nuevo compañero para dirigirnos a Whitechapel, mi barrio oscuro y desaliñado. Las callejuelas eran típicas de aquel país, pero allí parecía que los arquitectos se hubiesen despachado a gusto, por si no eran suficientes. Nos detuvimos frente a la puerta del piso. Me habría gustado echar una carrera con ella. Pero me fue imposible estando como estaba.
Recé para que Elliot no se encontrase en casa. En sí, era un tipo insoportable, aunque no podía evitar tenerle cierto cariño. Diría un millar de obscenidades a la par que ofensivas hacia mí, hacia ella...
Además era un guarro. Me tenía la vivienda siempre llena de porquerías. La ropa sobre mi cama para no estorbarle su espacio. Y entre toda esa maraña de perversiones conseguiría ponerme en evidencia. Y eso es algo que hasta yo solito soy capaz de hacer. Doblar la dosis podría dejar a Kory en coma. Tampoco quería que mi nerviosismo cobrase mayor vivacidad. Ya iba servido. -Como ves en un piso de lo más modesto - dije subiendo por las escaleras hasta el tercer piso, agarrando su mano por fin -No es que sea pobre. Es que nunca quise comprarme una casa como Dios manda, porque eso significaría que soy ciudadano oficial de Inglaterra - "Que razón tenia..." reí sacando la llave de mi bolsillo. "Nunca entró en mis planes quedarme allí para siempre".
A la vista quedó la estancia, cuando la puerta se abrió de par en par. Y animé a Kory para que entrase primero. Un cubículo con una cama individual a cada extremo. Reconocible mi lecho por la K que gravé yo mismo en el cabecero. Y mi baúl privado a los pies de esta, exento de candado y a saber donde. "Lo que hacen las prisas". Un ventanal enorme justo en frente de la puerta que daba a un pequeño patio lleno de tendederos por doquier y macetas mustias. El suelo de madera, algo carcomido - Esta es la cocina - me dirigí hasta un mueble enano de casa de muñecas, con un par de fogones, del cual salió una mesa desplegable al abrir un compartimento, como por arte de magia -Aquí comemos... - "Que ridiculez" -Así ahorramos espacio - luego señalé una puerta del lado derecho de la habitación, la única que había -Allí esta el baño - Luego fui hasta el ventanal abierto, sin cortinas y miré al frente -Allí la señora Ivanov - la indiqué haciendo que se asomase para poder verla. Y de frente la señora Ivanov, inamovible como una estatua. Parecía de cera, tendría unos cincuenta años de edad y vivía sola con tres gatos. Creo que era rusa -¡Hola señora Ivanov! - saludé a la mujer con la mano y entre dientes sin dejar de sonreír articulé -Siempre está junto la la ventana, sentada en la silla mirando hacia aquí. A veces me turba - volví a agitar la mano. -Y poco más - "Menuda choza" -Llamémoslo palacete - bromeé hurgando en un cajón, para prepararme ropa nueva que aún olia a jabón -Me voy a duchar - me acerqué a ella con una sonrisa -No te muevas - advertí con un dedo, más sereno pensando en que el calor del agua relajaría mis músculos -Y ponte cómoda - besé su frente reaccionando con lentitud ¿Dónde? -¡Donde puedas! - exclamé con gracia, mirando mi ratonera -Estas en tu casa - Nunca traje a nadie aquí. Advertí una sensación extraña pero placentera. Besé sus labios con detenimiento tomándola por la barbilla "Que bonita era, madre...", que bien terminó en una caricia. "Suficiente" me retiré. O no nos iríamos nunca. La miré por última vez lleno de luminosidad y entré en el cuarto de baño. Nada más cerrar la puerta empecé a desquitarme ropa sucia y dejé la limpia sobre un enganche en la pared. Abrí el grifo de la ducha y cerré los ojos con placidez.
-¡No se preocupe! ¡Todo controlado! - articulé con dificulta pues Kory se enganchó de mi cuello, igual que un vestido de suave lino colgado de una percha. –Suerte tenerte…- la miré tomándola por la cintura y enarqué una ceja poco seguro y dibujé una sonrisa que bien daba pie a un ¿Estás segura? de lo más sincero -con la de maleantes que andan acechando a la vuelta de la esquina ¿Verdad?- "Esa sonrisa..." estaba sumamente interesada en demolerme la boca y yo ardía en deseos de que lo consiguiese. Deslicé las manos hasta su rostro para retenerla contra mí en un arrebato que terminó en colisión. La de mi espalda contra un mueble que se tambaleó junto con nosotros, intentando mantenerse en equilibrio. Ahora era cuando debía coger aliento –Vale.- "Menuda maleante estaba ella hecha" Apoyar la frente era una buena idea. Y la ligereza de sus labios me desbarató. Busqué otro punto de sujeción, Pero que fuesen sus caderas no era buena idea –Voy…a…buscar tus zapatos.- y se desquitó de mí ¿Qué importaban los zapatos? "La propusiste dar una vuelta, Keiran..." mis problemas de memoria cada vez iban a peor. "Pero todo culpa suya, culpa suya..." que me llevaba por el camino oscuro, de las ramas en forma de garra. Un laberinto del que me era imposible escapar una vez dentro.
Di vueltas de un lado a otro retorciéndome las manos, pensativo. Y me miré la mano derecha con pavor. Me temblaba más de lo normal, como si padeciese Parkinson. Demasiadas emociones fuertes a las que poco estaba acostumbrado. Debí transformarme antes de visitarla ¿Cómo fuy tan imprudente? Escondí con rapidez tras mi espalda la agitación que me delataba, pues escuché los pasos de Kory aproximándose. –Aquí están.-
-Muy amable - cerré los ojos por unos instantes al coger los zapatos -¿Cómo has llegado hasta aquí? - "Ya ni me acuerdo..." -¿Andando...en carro…? - me agaché anudándome los zapatos. Por un momento creí que mis manos terminarían atadas entre los cordones. "Torpe..." me incorporé con fuerte respiración -Si no está muy lejos podemos ir corriendo… - fruncí el ceño descontento con la idea. No quería arriesgarme por muy simple que fuese su propuesta. No quería acelerarme y menos en medio de la calle -Pero tengo el establo allí detrás, por si…- mejor idea. Crucé los brazos para mantenerlos quietos. – Como mejor consideres.- Y ya estaba asintiendo con extraña pesadumbre, fijando la mirada en mis cordones. -En carro, en carro.
Esto hacía años que no me sucedía. Quise sostener su mano y enseguida la retiré sin ni siquiera llegar a rozar sus dedos. Notaría mis temblores y me daba vergüenza que lo viese. -Me parece una excelente idea. Si a ti no te importa, claro - sonreí rezando para que la sensación desapareciese y nos dirigimos hasta el establo donde me condujo hasta dos majestuosos caballos. Seguí a Kory subiéndome en un de ellos al cual mi presencia no le hizo mucha gracia, pues notó el peligro sobre él. "Los animales se dan cuenta de esas cosas..." Intenté tranquilizarlo, acariciándole el pelaje con suavidad. Por suerte cobró efecto ¿Pero hasta cuando? "Mal... muy mal..." -Sígueme - y di rienda suelta a mi nuevo compañero para dirigirnos a Whitechapel, mi barrio oscuro y desaliñado. Las callejuelas eran típicas de aquel país, pero allí parecía que los arquitectos se hubiesen despachado a gusto, por si no eran suficientes. Nos detuvimos frente a la puerta del piso. Me habría gustado echar una carrera con ella. Pero me fue imposible estando como estaba.
Recé para que Elliot no se encontrase en casa. En sí, era un tipo insoportable, aunque no podía evitar tenerle cierto cariño. Diría un millar de obscenidades a la par que ofensivas hacia mí, hacia ella...
Además era un guarro. Me tenía la vivienda siempre llena de porquerías. La ropa sobre mi cama para no estorbarle su espacio. Y entre toda esa maraña de perversiones conseguiría ponerme en evidencia. Y eso es algo que hasta yo solito soy capaz de hacer. Doblar la dosis podría dejar a Kory en coma. Tampoco quería que mi nerviosismo cobrase mayor vivacidad. Ya iba servido. -Como ves en un piso de lo más modesto - dije subiendo por las escaleras hasta el tercer piso, agarrando su mano por fin -No es que sea pobre. Es que nunca quise comprarme una casa como Dios manda, porque eso significaría que soy ciudadano oficial de Inglaterra - "Que razón tenia..." reí sacando la llave de mi bolsillo. "Nunca entró en mis planes quedarme allí para siempre".
A la vista quedó la estancia, cuando la puerta se abrió de par en par. Y animé a Kory para que entrase primero. Un cubículo con una cama individual a cada extremo. Reconocible mi lecho por la K que gravé yo mismo en el cabecero. Y mi baúl privado a los pies de esta, exento de candado y a saber donde. "Lo que hacen las prisas". Un ventanal enorme justo en frente de la puerta que daba a un pequeño patio lleno de tendederos por doquier y macetas mustias. El suelo de madera, algo carcomido - Esta es la cocina - me dirigí hasta un mueble enano de casa de muñecas, con un par de fogones, del cual salió una mesa desplegable al abrir un compartimento, como por arte de magia -Aquí comemos... - "Que ridiculez" -Así ahorramos espacio - luego señalé una puerta del lado derecho de la habitación, la única que había -Allí esta el baño - Luego fui hasta el ventanal abierto, sin cortinas y miré al frente -Allí la señora Ivanov - la indiqué haciendo que se asomase para poder verla. Y de frente la señora Ivanov, inamovible como una estatua. Parecía de cera, tendría unos cincuenta años de edad y vivía sola con tres gatos. Creo que era rusa -¡Hola señora Ivanov! - saludé a la mujer con la mano y entre dientes sin dejar de sonreír articulé -Siempre está junto la la ventana, sentada en la silla mirando hacia aquí. A veces me turba - volví a agitar la mano. -Y poco más - "Menuda choza" -Llamémoslo palacete - bromeé hurgando en un cajón, para prepararme ropa nueva que aún olia a jabón -Me voy a duchar - me acerqué a ella con una sonrisa -No te muevas - advertí con un dedo, más sereno pensando en que el calor del agua relajaría mis músculos -Y ponte cómoda - besé su frente reaccionando con lentitud ¿Dónde? -¡Donde puedas! - exclamé con gracia, mirando mi ratonera -Estas en tu casa - Nunca traje a nadie aquí. Advertí una sensación extraña pero placentera. Besé sus labios con detenimiento tomándola por la barbilla "Que bonita era, madre...", que bien terminó en una caricia. "Suficiente" me retiré. O no nos iríamos nunca. La miré por última vez lleno de luminosidad y entré en el cuarto de baño. Nada más cerrar la puerta empecé a desquitarme ropa sucia y dejé la limpia sobre un enganche en la pared. Abrí el grifo de la ducha y cerré los ojos con placidez.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
-En carro, en carro. – Me giré haciéndole una seña para que me siguiese. Tan pronto como le miré sentí el ambiente extraño ¿’cargado’ tal vez?, pero no me pude explicar a qué se debía, quizá eran cosas mías. -Me parece una excelente idea. Si a ti no te importa, claro. – De todas formas haría lo que me pidiese. –Vamos pues.- Al poco rato estuvimos en el establo. Mis corceles saltaron de alegría al verme, gran escándalo. Miré el impoluto coche de caballos, pensando qué o cómo hacerlo. Yo no era una experta en éste campo, ni en el de la cocina, ya quedó más que claro. Inútil, lo reconozco. Entonces vi que Keiran se subía a lomos de Roldán, mi poderoso caballo negro. No me importó que escogiese precisamente éste, aunque Roldán no pensase lo mismo. “A caballo entonces”. Sonreí subiéndome de un impulso en Ícaro, un caballo mucho más joven, y a decir verdad, más amigable. No habían perdido ese espíritu salvaje, que tanto me encantaba. “Pues allá vamos”, suspiré, liando las riendas con fuerza en mis manos, quedando tirante.
-Sígueme – Me hizo gracia la manera en que Roldán miraba hacia atrás, como pidiendo mi consentimiento. Rumbo a la ciudad. No metí demasiada prisa al animal. Seguí a Keiran lo suficiente como para no perderle de vista. Al llegar, las casas se adosaban unas con otras, nada fuera de lo normal. Proseguimos a trote. Mientras tanto busqué con recelo, en cada callejón que pasábamos, algo que fuese discordante. Me fije en el rostro de las personas, incluso me inmiscuí en sus cabezas. Pues finalmente había accedido a llevar mis caballos, pese a mi desconfianza, y alarma. Al parecer ya habíamos llegado, miré las ventanas que daban a la calle, algunas iluminadas, otras llenas de polvo, sonreí circunstancialmente. “Que…qué bonito.” Iba a decir, pero como no estaba ni un poco convencida prefería callarme. Tan, tan gris, normal que la noche anterior se refiriese a Londres como “gris”. Salté del caballo, abrazándome a su fibroso cuello. –Quietecitos.- les pedí, mientras hacia un nudo imposible con las riendas, en el saliente del muro. Antes de entrar en el edificio revisé la calle por última vez, no iba a estar tranquila, lo sabía.
-Como ves en un piso de lo más modesto – Le seguí escaleras arriba, con una sonrisa frenética; incluso tuvo la amabilidad de tomarme de la mano. Me fijé en la barandilla, no me atreví a tocarla, por miedo a que se deshiciese. Todo esto era nuevo para mí. Nunca había entrado en un apartamento “común” ¿se dice así? Pero nunca, nunca. -No es que sea pobre.- negué, esforzándome por ser lo más correcta. Tampoco tenía nada con que comparar su residencia. Alguna vez me había adentrado clandestinamente en caserones abandonados, pero no era comparable.- Es que nunca quise comprarme una casa como Dios manda, porque eso significaría que soy ciudadano oficial de Inglaterra – Me recliné en el marco de la puerta. –Sé lo que dices.- Asentí con una sonrisa entrañable, aunque inmediatamente quedó en viva muestra de la melancolía. Nací francesa, y moriría como tal, lo tenía más que claro. Con un giro de muñeca la puerta se abrió, chocándose contra algo. Y como cuando no te lo esperas, me invadió un insoportable pudor. Junté las manos, como es costumbre en mí, entrando así primero ¿por qué razón me sentí tan intimidada? Y por si se me había olvidado, me pregunté si los caballos estarían bien, y un montón de vocecillas me avisparon los oídos. Vivir en un castillo a leguas de distancia de cualquier ente viviente, te evita el rumor constante de la infatigable población. Solo cuando escuché la puerta cerrarse a mis espaldas, vi lo que había ante mí. Una habitación claustrofóbica me dio la bienvenida. Yo, acostumbrada a los grandes espacios, no pude ni imaginarme viviendo en un lugar como éste. A las camas apenas les separaba un paso de distancia. Suerte que yo no tenía necesidades humanas. No quería parecer caprichosa, y menos grosera, sobre todo de cara a Keiran.
Dejé de mirar detalle tras detalle, para mirarle directamente a él, me parecía una intrusión demasiado descarada. - Esta es la cocina –le escuché decir, yo no había visto ninguna cocina. -¿El qué?- al acto abrí la boca sorprendida. –Ah…- “Eso…” Algo semejante a una mesa se desplegó. Me quedé sin palabras, moví la mano como si ese fuese suficiente comentario. -Aquí comemos... Así ahorramos espacio - Pero rebuscando en mi cabeza encontré un cumplido útil y ocurrente. –Qué ingenioso.- sonreí apretando la mandíbula. Señaló una puerta que según él escondía un baño. Giré sobre mi eje, por no estorbar. Vi como se acercaba a la ventana, -Allí la señora Ivanov – “¿Qué?” Me vinieron extraños pensamientos, ninguno corriente, hasta que me decidí a asomarme. Usar tanto la cabeza me agotaba. Pasmada quedé. La señora… ¿formaba parte del inmobiliario? ¿Era de verdad? Para alivio de muchos respiraba. Me la quedé mirando con la misma fijeza que ella a mí. -¡Hola señora Ivanov! – Igual que Keiran moví la mano con energía, junto con una sonrisa contrariada. -Siempre está junto a la ventana, sentada en la silla mirando hacia aquí. A veces me turba – Y era para estarlo. Nada agradable…no.-Y poco más – Imagino que suficiente para subsistir, para cualquiera…menos ¿para mí? Demasiado pretenciosa. ¿Cómo podía pensar algo así? -Llamémoslo palacete – Reí su gracia exageradamente, me di cuenta tarde, cortándola lo más convincentemente posible. -¡Dónde va a parar!- curioso lo rápido que se contagia el nerviosismo en un momento dado. Me columpié como la que más. -Me voy a duchar – Cierto, sí, para eso habíamos venido. Por si alguien no lo ha notado ya, se habían cambiado los papeles, él súper tranquilo a simple vista, y yo hecha un manojo de nervios. -No te muevas – “Ni pensarlo.” -¿Dónde voy a ir?- Divertido sería jugar al escondite. Sonreí graciosa. -Y ponte cómoda – Cerré los ojos cuando depositó sus labios sobre mi frente despejada. -¡Donde puedas! – reí, notando que su sentido del humor quedaba inalterable. -Estás en tu casa – Si me tomase sus palabras al pie de la letra, haría más de un cambio entre estos muros. Vamos, “ligeramente”. Recibí su beso con gran cariño, y no quise que acabase tan pronto; es más, no quería que se fuera, aunque solo fuese a la habitación contigua. Un capricho tonto, lo sé. “No te vayas” me repetí, sorprendentemente desesperada. Se fue separando pasito a pasito, “no…” apreté los labios. “Y se fue.” Estaba idiotizándome. Suspiré, mirando la puerta del baño.
-Sígueme – Me hizo gracia la manera en que Roldán miraba hacia atrás, como pidiendo mi consentimiento. Rumbo a la ciudad. No metí demasiada prisa al animal. Seguí a Keiran lo suficiente como para no perderle de vista. Al llegar, las casas se adosaban unas con otras, nada fuera de lo normal. Proseguimos a trote. Mientras tanto busqué con recelo, en cada callejón que pasábamos, algo que fuese discordante. Me fije en el rostro de las personas, incluso me inmiscuí en sus cabezas. Pues finalmente había accedido a llevar mis caballos, pese a mi desconfianza, y alarma. Al parecer ya habíamos llegado, miré las ventanas que daban a la calle, algunas iluminadas, otras llenas de polvo, sonreí circunstancialmente. “Que…qué bonito.” Iba a decir, pero como no estaba ni un poco convencida prefería callarme. Tan, tan gris, normal que la noche anterior se refiriese a Londres como “gris”. Salté del caballo, abrazándome a su fibroso cuello. –Quietecitos.- les pedí, mientras hacia un nudo imposible con las riendas, en el saliente del muro. Antes de entrar en el edificio revisé la calle por última vez, no iba a estar tranquila, lo sabía.
-Como ves en un piso de lo más modesto – Le seguí escaleras arriba, con una sonrisa frenética; incluso tuvo la amabilidad de tomarme de la mano. Me fijé en la barandilla, no me atreví a tocarla, por miedo a que se deshiciese. Todo esto era nuevo para mí. Nunca había entrado en un apartamento “común” ¿se dice así? Pero nunca, nunca. -No es que sea pobre.- negué, esforzándome por ser lo más correcta. Tampoco tenía nada con que comparar su residencia. Alguna vez me había adentrado clandestinamente en caserones abandonados, pero no era comparable.- Es que nunca quise comprarme una casa como Dios manda, porque eso significaría que soy ciudadano oficial de Inglaterra – Me recliné en el marco de la puerta. –Sé lo que dices.- Asentí con una sonrisa entrañable, aunque inmediatamente quedó en viva muestra de la melancolía. Nací francesa, y moriría como tal, lo tenía más que claro. Con un giro de muñeca la puerta se abrió, chocándose contra algo. Y como cuando no te lo esperas, me invadió un insoportable pudor. Junté las manos, como es costumbre en mí, entrando así primero ¿por qué razón me sentí tan intimidada? Y por si se me había olvidado, me pregunté si los caballos estarían bien, y un montón de vocecillas me avisparon los oídos. Vivir en un castillo a leguas de distancia de cualquier ente viviente, te evita el rumor constante de la infatigable población. Solo cuando escuché la puerta cerrarse a mis espaldas, vi lo que había ante mí. Una habitación claustrofóbica me dio la bienvenida. Yo, acostumbrada a los grandes espacios, no pude ni imaginarme viviendo en un lugar como éste. A las camas apenas les separaba un paso de distancia. Suerte que yo no tenía necesidades humanas. No quería parecer caprichosa, y menos grosera, sobre todo de cara a Keiran.
Dejé de mirar detalle tras detalle, para mirarle directamente a él, me parecía una intrusión demasiado descarada. - Esta es la cocina –le escuché decir, yo no había visto ninguna cocina. -¿El qué?- al acto abrí la boca sorprendida. –Ah…- “Eso…” Algo semejante a una mesa se desplegó. Me quedé sin palabras, moví la mano como si ese fuese suficiente comentario. -Aquí comemos... Así ahorramos espacio - Pero rebuscando en mi cabeza encontré un cumplido útil y ocurrente. –Qué ingenioso.- sonreí apretando la mandíbula. Señaló una puerta que según él escondía un baño. Giré sobre mi eje, por no estorbar. Vi como se acercaba a la ventana, -Allí la señora Ivanov – “¿Qué?” Me vinieron extraños pensamientos, ninguno corriente, hasta que me decidí a asomarme. Usar tanto la cabeza me agotaba. Pasmada quedé. La señora… ¿formaba parte del inmobiliario? ¿Era de verdad? Para alivio de muchos respiraba. Me la quedé mirando con la misma fijeza que ella a mí. -¡Hola señora Ivanov! – Igual que Keiran moví la mano con energía, junto con una sonrisa contrariada. -Siempre está junto a la ventana, sentada en la silla mirando hacia aquí. A veces me turba – Y era para estarlo. Nada agradable…no.-Y poco más – Imagino que suficiente para subsistir, para cualquiera…menos ¿para mí? Demasiado pretenciosa. ¿Cómo podía pensar algo así? -Llamémoslo palacete – Reí su gracia exageradamente, me di cuenta tarde, cortándola lo más convincentemente posible. -¡Dónde va a parar!- curioso lo rápido que se contagia el nerviosismo en un momento dado. Me columpié como la que más. -Me voy a duchar – Cierto, sí, para eso habíamos venido. Por si alguien no lo ha notado ya, se habían cambiado los papeles, él súper tranquilo a simple vista, y yo hecha un manojo de nervios. -No te muevas – “Ni pensarlo.” -¿Dónde voy a ir?- Divertido sería jugar al escondite. Sonreí graciosa. -Y ponte cómoda – Cerré los ojos cuando depositó sus labios sobre mi frente despejada. -¡Donde puedas! – reí, notando que su sentido del humor quedaba inalterable. -Estás en tu casa – Si me tomase sus palabras al pie de la letra, haría más de un cambio entre estos muros. Vamos, “ligeramente”. Recibí su beso con gran cariño, y no quise que acabase tan pronto; es más, no quería que se fuera, aunque solo fuese a la habitación contigua. Un capricho tonto, lo sé. “No te vayas” me repetí, sorprendentemente desesperada. Se fue separando pasito a pasito, “no…” apreté los labios. “Y se fue.” Estaba idiotizándome. Suspiré, mirando la puerta del baño.
Qué solita. Algo tendría que hacer mientras esperaba ¿No? Jugar a ser estatua como la vecina no me hacía gran ilusión, pero por hacer algo. Apoyé los brazos en el alféizar de la ventana, miré hacia abajo, estaba segura que de querer dejar caer algo, haría eco. Alcé la cabeza de nuevo. -¡Pero qué sorpresa!- exclamé con sarcasmo al encontrarme a la señora. A lo mejor sufría una luxación de cuello y eso le impedía girarlo, quién sabe la de cosas que le podrían ocurrir, puede que fuera muda, sorda… “apuesto a que eres ciega.” -¡Anda un gatito!- un gato bastante metido en carnes, se posó en sus piernas. Y eso daba más credibilidad a mi suposición de su ceguera ¿no? – ¿Cómo se llama? Yo también tengo…- me puse a contarlos con los dedos de la mano.-Atila, uno. Ramsés, dos. Aníbal, tres. Rómulo, cuatro. Nix, cinco.- Lógicamente.–Iulius, seis. León, siete. Napoleón, ocho.- hacía buena gala de mi origen, y mi espíritu liberal. Sonreí comedida. –Hatshepsut, nueve.- Tenía una lista inagotable de nombres, cada cual mejor. –Dante, diez. Vesta, once. Rómulo, doce…- no me había dado cuenta hasta ahora de la cantidad de gatos que tenía, puede que tuviera más, y yo sin saberlo. Me entró la risa floja. –Ya ve…una gran familia.- permanecí en silencio un rato, nada, que no abre la boca. -¡Uy! Creo que me están llamando…- di una paso hacia atrás, crujiendo la madera a mis pies ¡Dónde estarían las cortinas! Me escondí de sus miradas indiscretas, pegándome a la pared, esa pared que por partes se descorchaba. ¿Dónde tendremos las cabezas? No reparé en el baúl, mal sitio para sentarse… -Pero qué…- ¿qué clase de monstruo habitaba bajo la cama? Me acerqué serpenteante hasta allí, y me agaché. -¡Ajá!- ¡Unos calzoncillos! No quise saber si estaban sucios o limpios… ni a quién pertenecían, bendita ignorancia. Me senté en borde de la cama que supuse que sería la de Keiran, por estar grabada, no por otra cosa. No quise arrugar las sabanas, así que alise la parte con las manos, algo menos inquieta. Entonces comparte piso… ¿No había ningún espejo por ahí? “siempre pensando en lo mismo.” En el baño seguro que habría.
–Keiran ¿Te has arrugado ya como una pasa o…has decidido quedarte a vivir en el baño?- reí cruzándome de piernas.
–Keiran ¿Te has arrugado ya como una pasa o…has decidido quedarte a vivir en el baño?- reí cruzándome de piernas.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
-¿Has dicho algo? - apagué el grifo y escuché lo que, medianamente pude ¿Hablaba con alguien? "Con la señora Ivanov me extraña..." Era mujer de pocas palabras. También de pocos movimientos. Y no me refiero a los musicales. Como no obtuve respuesta, seguí frotándome la espalda con una esponja clavada a un palo y el agua volvió a caer sobre mí. Pero volví a escuchar un chorro de voz lejano. Y de nuevo detuve el grifo por la confusión ¿Atila, Ramsés, Aníbal, Rómulo? -¿Kory? - ¿Estaba saludando a mis vecinos? "Muy amigable" Reí sin comprender saliendo de la ducha y secándome con la toalla. Luego me acerqué hasta la ropa, esta vez más informal. Ni punto de comparación con la que llevé para entrar en el majestuoso castillo de Lancaster. Pero limpia por fin. Casi me da un vahído con sólo olerla.
–Keiran ¿Te has arrugado ya como una pasa o…has decidido quedarte a vivir en el baño?- ¿Tanto estaba tardando? Me vestí con rapidez, condicionado por las exigencias de Kory. Aunque no entendí por qué tantas prisas. Ella parecía bastante entretenida, de charla con el vecindario -¡Un segundo! - vociferé maldiciéndome una pierna, incapaz de entrar en el pantalón. -Mierda... - Mi costado chocó contra la pared, tirando un cuadro de una tetera que siempre estuvo allí. Antes en este piso, vivían dos encantadoras prostitutas de los bajos fondos. Y algunas propiedades, como cuadros y fotografías, las dejaron allí. Nunca entendimos el motivo. Muchas fotos eran familiares y estaban enmarcadas, todas colgadas de la pared. Aunque días más tarde, supimos la razón. Básicamente porque, las muy listas, taparon todas las humedades y grietas que el piso había sufrido a lo largo de... vete a saber cuantos años ¿Y quién iba a fijarse en eso? Seguro que nadie. O quizás una madre, no lo se.
Cuando conseguí ponerme la camisa y peinarme medianamente, salí del cuarto de baño, buscando a Kory. Por un instante pensé que se había marchado. Pero para mi alivio, pues eso habría sido terrible, la hallé sentada sobre mi cama -¡Ah! Estás ahí... - caminé hacia ella con la sonrisa dibujada -No te quejes que tampoco he tardado tanto - la despeiné al acariciarla la cabeza como si fuese un minino.
Tenía que coger el objeto para la venta. Posiblemente Elliot lo guardó en el baúl. De camino escondí con premura un calzoncillo que asomaba por debajo de la cama. "Ojalá que no lo haya visto" y metí mano en el compartimento, buscando la reliquia. Era una máscara de los antiguos mayas que conseguimos en Machu Pichu. Y la suma era más que infinita -Bonita ¿Eh? - me la puse sobre la cara para que Kory la viera -Aunque no muy favorecedora - Parecía que me había salido de un carnaval. Me la quité de inmediato y la envolví en una tela para guardarla en mi mochila -Ya nos podemos ir - aunque en casa, no se estaba nada mal ¿Qué pensaría ella? -Pero si prefieres quedarte... - insinuantes sonaron mis palabras, sorprendiéndome del tono calenturiento que estaban cobrando. Y de lo embravecido que me sentí cuando alcé su cuerpo sin esfuerzo, tomándola entre mis brazos por la cintura. La atraje hacía mí, perfecta y merced mía. "La cama perdida de vista por el momento" -Sólo tienes que cantarlo... - bromeé. Yo le conté un cuento ¿No? "Era lo mínimo". Y encontrándome de lo más cómodo, la deposité sobre el suelo y jugueteé, igual que un niño, con las tiras de su vestido -¿O prefieres recitarlo? - "Keiran, que sea amante del arte, no quiere decir que sea poeta..." -A mi me da igual - sonreí hipnotizado, preso de sus ojos de vampira ¿Cabía la posibilidad de que estuviese más cohibida? -No soy exigente - mis manos descendieron sin medida, tomando asedio al final de su espalda. Sólo tenía un segundo para pensar entre movimientos. Mi nariz acarició su mandíbula, yendo a parar al peor sitio. Es decir, al lóbulo de su oreja, en el que bien me recreé. O mejor dicho, mis labios disfrutaron su textura -Qué me dices princesa - y entre tanta testosterona se me escapó la damisela de las historia infantiles. Me retiré de inmediato. Puede que no le gustase esa definición. Aunque para mí lo era todo ahora. ¿Y qué decir de un ser que no tenía nada? Que no se enfadase, que no lo hice a mala intención.
–Keiran ¿Te has arrugado ya como una pasa o…has decidido quedarte a vivir en el baño?- ¿Tanto estaba tardando? Me vestí con rapidez, condicionado por las exigencias de Kory. Aunque no entendí por qué tantas prisas. Ella parecía bastante entretenida, de charla con el vecindario -¡Un segundo! - vociferé maldiciéndome una pierna, incapaz de entrar en el pantalón. -Mierda... - Mi costado chocó contra la pared, tirando un cuadro de una tetera que siempre estuvo allí. Antes en este piso, vivían dos encantadoras prostitutas de los bajos fondos. Y algunas propiedades, como cuadros y fotografías, las dejaron allí. Nunca entendimos el motivo. Muchas fotos eran familiares y estaban enmarcadas, todas colgadas de la pared. Aunque días más tarde, supimos la razón. Básicamente porque, las muy listas, taparon todas las humedades y grietas que el piso había sufrido a lo largo de... vete a saber cuantos años ¿Y quién iba a fijarse en eso? Seguro que nadie. O quizás una madre, no lo se.
Cuando conseguí ponerme la camisa y peinarme medianamente, salí del cuarto de baño, buscando a Kory. Por un instante pensé que se había marchado. Pero para mi alivio, pues eso habría sido terrible, la hallé sentada sobre mi cama -¡Ah! Estás ahí... - caminé hacia ella con la sonrisa dibujada -No te quejes que tampoco he tardado tanto - la despeiné al acariciarla la cabeza como si fuese un minino.
Tenía que coger el objeto para la venta. Posiblemente Elliot lo guardó en el baúl. De camino escondí con premura un calzoncillo que asomaba por debajo de la cama. "Ojalá que no lo haya visto" y metí mano en el compartimento, buscando la reliquia. Era una máscara de los antiguos mayas que conseguimos en Machu Pichu. Y la suma era más que infinita -Bonita ¿Eh? - me la puse sobre la cara para que Kory la viera -Aunque no muy favorecedora - Parecía que me había salido de un carnaval. Me la quité de inmediato y la envolví en una tela para guardarla en mi mochila -Ya nos podemos ir - aunque en casa, no se estaba nada mal ¿Qué pensaría ella? -Pero si prefieres quedarte... - insinuantes sonaron mis palabras, sorprendiéndome del tono calenturiento que estaban cobrando. Y de lo embravecido que me sentí cuando alcé su cuerpo sin esfuerzo, tomándola entre mis brazos por la cintura. La atraje hacía mí, perfecta y merced mía. "La cama perdida de vista por el momento" -Sólo tienes que cantarlo... - bromeé. Yo le conté un cuento ¿No? "Era lo mínimo". Y encontrándome de lo más cómodo, la deposité sobre el suelo y jugueteé, igual que un niño, con las tiras de su vestido -¿O prefieres recitarlo? - "Keiran, que sea amante del arte, no quiere decir que sea poeta..." -A mi me da igual - sonreí hipnotizado, preso de sus ojos de vampira ¿Cabía la posibilidad de que estuviese más cohibida? -No soy exigente - mis manos descendieron sin medida, tomando asedio al final de su espalda. Sólo tenía un segundo para pensar entre movimientos. Mi nariz acarició su mandíbula, yendo a parar al peor sitio. Es decir, al lóbulo de su oreja, en el que bien me recreé. O mejor dicho, mis labios disfrutaron su textura -Qué me dices princesa - y entre tanta testosterona se me escapó la damisela de las historia infantiles. Me retiré de inmediato. Puede que no le gustase esa definición. Aunque para mí lo era todo ahora. ¿Y qué decir de un ser que no tenía nada? Que no se enfadase, que no lo hice a mala intención.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
-¡Un segundo! – Eso significaba que me tocaba esperar, por lo que me dediqué a contar las irregularidades de la pared, no es lo más entretenido del mundo, es verdad pero ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Asomarme de nuevo por la ventana? ¡Ni loca! E inesperadamente después, escuché como algo se había caído, junto a cierto temblor, presto clavé las uñas en el colchón inspeccionando mis flancos, como ojo avizor “¿Qué había sido eso?” Asustada, pensé que se me iba a caer todo encima, y me tocaba nadar entre escombros. Trastornada, empecé a repeinarme, una y otra vez, dejando la vista clavada en una mota de polvo, que rondaba por allí.
-¡Ah! Estás ahí... – Sacudí la cabeza, escapando del trance. Keiran, imponente…no hacía falta jurarlo. Le devolví la sonrisa, y de haber abierto la boca no sé qué podría esperar de ella. -No te quejes que tampoco he tardado tanto – Muchísimo, de un segundo a otro me había imaginado una calamidad, pero… una no tan lejana estaba a punto de realizarse ¿Que cuál era? Tuvo la mala idea de despeinarme, cuando se giró revisé el “destrozo”, mientras tanto vi como se agachaba para buscar algo en uno de los baúles. -Bonita ¿Eh? – Se tapó la cara con una máscara, poco común ¿qué digo? ¡Un tesoro! Que llamó tremendamente mi atención. ¿Qué haría con ella? -Aunque no muy favorecedora – Seguí con la mirada el proceso que siguió, aún con los ojos en la bolsa, pensé en el mundo que debió envolver a esa máscara antiquísima. Empezaban a respirarse otros aires. -Ya nos podemos ir – Se me vino a la cabeza El Dorado. -Pero si prefieres quedarte... – Miré a Keiran confundida y con razón “¿Pero no nos íbamos?” Temí sus intenciones, las cuales saltaban a la vista. Sonreí nerviosa cuando creí que se iba a abalanzar sobre mí, pero en vez de eso me levantó de la cama, elevándome del suelo. –Keiran…- entredije, encontrándome de repente sin vías de escape.
-Sólo tienes que cantarlo... – Fruncí débilmente el ceño. Creí haberme perdido una parte. Mis pies volvieron a tocar suelo firme. ¿Cantar…cantar…? Observé como sus dedos se enredaban en las tiras de mi vestido, así ¡no podía pensar! -¿O prefieres recitarlo? – Aún con esas ¿eh? Me concentré a fondo en encontrar la razón de sus palabras. Él le había encontrado la gracia… ¿Me la estaba devolviendo, tal vez?-A mi me da igual – ¿Qué hacer? Mudé el rostro al caer en la cuenta de algo ¿¡pretendía que le contase un cuento!? No será cierto…-No soy exigente – parpadeé veinte veces, paralizada, cuando sus manos tomaron “rumbo relámpago” hasta el final de mis curvas. Yo me obligaba a mantener las manos hundidas en su pecho. –Te conformas con cualquier cosa ya…- murmuré, reprimiéndome. No pude escudarme ante el ataque que se cernía sobre mí ¿Dónde demonios había dejado mis armas? Tarde… El cosquilleo que sufrí cuando grabó su marca en mí, me dejó más perdida de lo que estaba ¿Lo hacía a propósito? Estaba a punto de dejar las formas. -Qué me dices princesa. – ¿Qué cabía decir ahora?
-¡Ah! Estás ahí... – Sacudí la cabeza, escapando del trance. Keiran, imponente…no hacía falta jurarlo. Le devolví la sonrisa, y de haber abierto la boca no sé qué podría esperar de ella. -No te quejes que tampoco he tardado tanto – Muchísimo, de un segundo a otro me había imaginado una calamidad, pero… una no tan lejana estaba a punto de realizarse ¿Que cuál era? Tuvo la mala idea de despeinarme, cuando se giró revisé el “destrozo”, mientras tanto vi como se agachaba para buscar algo en uno de los baúles. -Bonita ¿Eh? – Se tapó la cara con una máscara, poco común ¿qué digo? ¡Un tesoro! Que llamó tremendamente mi atención. ¿Qué haría con ella? -Aunque no muy favorecedora – Seguí con la mirada el proceso que siguió, aún con los ojos en la bolsa, pensé en el mundo que debió envolver a esa máscara antiquísima. Empezaban a respirarse otros aires. -Ya nos podemos ir – Se me vino a la cabeza El Dorado. -Pero si prefieres quedarte... – Miré a Keiran confundida y con razón “¿Pero no nos íbamos?” Temí sus intenciones, las cuales saltaban a la vista. Sonreí nerviosa cuando creí que se iba a abalanzar sobre mí, pero en vez de eso me levantó de la cama, elevándome del suelo. –Keiran…- entredije, encontrándome de repente sin vías de escape.
-Sólo tienes que cantarlo... – Fruncí débilmente el ceño. Creí haberme perdido una parte. Mis pies volvieron a tocar suelo firme. ¿Cantar…cantar…? Observé como sus dedos se enredaban en las tiras de mi vestido, así ¡no podía pensar! -¿O prefieres recitarlo? – Aún con esas ¿eh? Me concentré a fondo en encontrar la razón de sus palabras. Él le había encontrado la gracia… ¿Me la estaba devolviendo, tal vez?-A mi me da igual – ¿Qué hacer? Mudé el rostro al caer en la cuenta de algo ¿¡pretendía que le contase un cuento!? No será cierto…-No soy exigente – parpadeé veinte veces, paralizada, cuando sus manos tomaron “rumbo relámpago” hasta el final de mis curvas. Yo me obligaba a mantener las manos hundidas en su pecho. –Te conformas con cualquier cosa ya…- murmuré, reprimiéndome. No pude escudarme ante el ataque que se cernía sobre mí ¿Dónde demonios había dejado mis armas? Tarde… El cosquilleo que sufrí cuando grabó su marca en mí, me dejó más perdida de lo que estaba ¿Lo hacía a propósito? Estaba a punto de dejar las formas. -Qué me dices princesa. – ¿Qué cabía decir ahora?
–Tiempo.- articulé aún flotando en otro planeta. Abrí los ojos riendo débilmente, pegando mi dedo índice sobre sus labios. –Siento desilusionarte pero…no hay cuento por ahora. Si fueras un chiquillo, sería otra historia.- Me imaginaba a los niños del mundo acostándose a esas mismas horas en sus pequeñas camitas. –Pero tú no eres un chiquillo ¿verdad que no?- el dedo se deslizó por su barbilla, cruzando su garganta, hasta volver a su origen. –Porque si lo fueras…me privaría de hacer ciertas cosas…- podía ser de lo más mal intencionada cuando me lo proponía. Podría haber abierto la veda, sin poder controlarme.
Y sin dejar de mirarle tomé sus manos, para liberarme de su presa, sonreí sin tapujos. –Yo no soy la que tiene prisa.- Le recordé soltando sus manos, separándome de él, para después desaparecer de su vista, pues había entrado en el baño con toda la cara del mundo. Evité mirar lo que me rodeaba, pues bien sabido es la apariencia del aseo de los hombres, poco menos que cuestionable.
Solo quería mirarme en el espejo, éste no era todo lo grande que habría deseado… Pero en él vi reflejados a mis espaldas fotografías colgadas, no pude imaginarme quienes serían, ni por qué estaban justamente en un baño…qué extraño. Pero no era asunto mío ¿cierto?
Finalicé mis retoques, bajando las manos. Salí del baño colocándome junto a la puerta. –Podrías demostrarme lo machote que estás hecho, pero me parece que hay asuntos que requieren de tu presencia.- eché un vistazo a la bolsa. – ¿O prefieres quedarte?- entrecerré los ojos, repitiendo su pregunta. Rodeé entre mis dedos el picaporte de la puerta, dispuesta a abrirla a la mínima señal.
Y sin dejar de mirarle tomé sus manos, para liberarme de su presa, sonreí sin tapujos. –Yo no soy la que tiene prisa.- Le recordé soltando sus manos, separándome de él, para después desaparecer de su vista, pues había entrado en el baño con toda la cara del mundo. Evité mirar lo que me rodeaba, pues bien sabido es la apariencia del aseo de los hombres, poco menos que cuestionable.
Solo quería mirarme en el espejo, éste no era todo lo grande que habría deseado… Pero en él vi reflejados a mis espaldas fotografías colgadas, no pude imaginarme quienes serían, ni por qué estaban justamente en un baño…qué extraño. Pero no era asunto mío ¿cierto?
Finalicé mis retoques, bajando las manos. Salí del baño colocándome junto a la puerta. –Podrías demostrarme lo machote que estás hecho, pero me parece que hay asuntos que requieren de tu presencia.- eché un vistazo a la bolsa. – ¿O prefieres quedarte?- entrecerré los ojos, repitiendo su pregunta. Rodeé entre mis dedos el picaporte de la puerta, dispuesta a abrirla a la mínima señal.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
–Tiempo.- escuché sin saber lo que pretendía hacer. Sorprendentemente me tapó la boca con un dedo y quieto me quedé. Puede que ahora debiese guardar silencio. Y muy gustoso lo haría, divertido por la idea de ser el receptor esta vez y de como se las apañaría para mantenerme en vilo –Siento desilusionarte pero… - ¿Pero no me iba a contar nada? -no hay cuento por ahora. Si fueras un chiquillo, sería otra historia.- fruncí el rostro desilusionado. "Así que, ahora hacía falta ser un niño..." Me daba la impresión de que debía serlo, sólo cuando a ella la interesaba. Aferré su cuerpo al mio con más fuerza, suplicante. Pero me daba a mí en la nariz, que no conseguiría nada –Pero tú no eres un chiquillo ¿verdad que no?- intimidado por ver el rumbo que tomaba su dedo, me puse tenso, aflojando su cintura con lentitud. "El cuello es cosa mala, Kory..." pensé aliviado al ver que dejaba esa zona libre. –Porque si lo fueras…me privaría de hacer ciertas cosas…- "Apuntado quedaba." "No volver a pedir ningún cuento." "Ni... ni nada." Tragué saliva antes de que me soltara. Pero no estaba enfadada. Me pregunté por qué sonreiría ¿Era su forma de controlar la tensión? Porque para mí fue un momento de lo más incómodo. Y temí ver el día que se enfadase de verdad. Y me aterré ante la idea de que ese día no existiese, pues ¿quien te aseguraba a ti que un enfado suponía una riña terrible?. Si no una muerte segura "Alucinas..." –Yo no soy la que tiene prisa.- "Ese era yo" de forma sutil, me pedía que me centrase y se fue al baño ¿No se suponía que nos íbamos?. "Bien. Pues centrémonos..." cerré los ojos y respiré profundamente, cogiendo mi mochila junto con la máscara. Escuché su taconeo aproximándose y me incorporé de inmediato, cerrando el baúl por fin. –Podrías demostrarme lo machote que estás hecho, pero me parece que hay asuntos que requieren de tu presencia.- Debí escuchar mal -Ma... ¿machote? - miré a mi alrededor, como si alguien más estuviese en el cuarto. –¿O prefieres quedarte?- No entendía nada. Y conseguiría volverme loco si seguía así. No pretendía que fuese una guerra, disputándonos el trono, por ver quien tenía el mando. Así que, le hice un pequeño gesto con la mano, mostrándole mis deseos por marcharnos. "Supongo, que ya era hora."
Bajé las escaleras junto a ella y en silencio hasta alcanzar los caballos. Luego desaté ambos montándome en el mío. El animal parecía más tranquilo, pero no juraré nada, pues nada más subirme, empezó a ponerse como loco. -Tranquila, lo tengo todo controlado - le advertí a Kory, muy seguro de mi mismo, pues antes logré amansarle. Pero esta vez mis caricias no parecían tranquilizarle, tampoco mis esfuerzos por mitigar su furia con un pequeño siseo que se transformó en un grito de horror, nada más ver como enloquecía. Y eso que aún no habíamos partido -¡Un caballo muy bravo! - disimule como pude, intentando mantenerme erguido en su lomo ¿Qué le daba de comer? Y apenas tuve tiempo de sujetarme, pegando un gran respingo. Cuando caí al suelo creí que una enorme coz se incrustaría en mi cara. Me escurrí por el suelo como pude para librarme de sus patas, con tan mala suerte que la mochila se desprendió de mi espalda con tanto movimiento "Mi olor no le gustaba un pelo" No hacía falta ser muy inteligente para adivinarlo -¡Quieto! - grité paranoico al ver como aplastaba contra la acera mi mochila, para luego salir trotando hacia no se donde. Porque dejé de prestar atención al caballo. Mi mochila estaba destrozada junto con todo su contenido -Dios mío... - cogí lo que quedaba de la máscara maya -Y ahora... qué... - un pensamiento en alto que consiguió removerme las entrañas. Miré a Kory de reojo. Ella no tenía la culpa de nada, por mucho que fuese su caballo. Quizás no debí montarme una segunda vez, sabiendo como había sido la ida -No pasa nada - sonreí con dolor ¿Cabía la posibilidad de arreglarla? Conté la infinidad de pedazos, perdiendo la cuenta "No. No era posible".
Maldije en mis adentros. Y no quise pasar de ser un machote, delante de ella, a llorar como un auténtico niño. Pero que se rompiese la máscara era lo peor que me podía haber pasado -Creo que ya no hace falta que vayamos a casa de ningún comprador - me lamenté, incorporándome del suelo y limpiándome las rodillas. Metí los restos que quedaban dentro de la mochila y miré la calle, buscando a la bestia. No porque quisiese darle unos arrumacos. Más que nada, porque era el caballo de Kory y se había extraviado. "Quién me manda a mí, subirme al caballo de nadie".
Bajé las escaleras junto a ella y en silencio hasta alcanzar los caballos. Luego desaté ambos montándome en el mío. El animal parecía más tranquilo, pero no juraré nada, pues nada más subirme, empezó a ponerse como loco. -Tranquila, lo tengo todo controlado - le advertí a Kory, muy seguro de mi mismo, pues antes logré amansarle. Pero esta vez mis caricias no parecían tranquilizarle, tampoco mis esfuerzos por mitigar su furia con un pequeño siseo que se transformó en un grito de horror, nada más ver como enloquecía. Y eso que aún no habíamos partido -¡Un caballo muy bravo! - disimule como pude, intentando mantenerme erguido en su lomo ¿Qué le daba de comer? Y apenas tuve tiempo de sujetarme, pegando un gran respingo. Cuando caí al suelo creí que una enorme coz se incrustaría en mi cara. Me escurrí por el suelo como pude para librarme de sus patas, con tan mala suerte que la mochila se desprendió de mi espalda con tanto movimiento "Mi olor no le gustaba un pelo" No hacía falta ser muy inteligente para adivinarlo -¡Quieto! - grité paranoico al ver como aplastaba contra la acera mi mochila, para luego salir trotando hacia no se donde. Porque dejé de prestar atención al caballo. Mi mochila estaba destrozada junto con todo su contenido -Dios mío... - cogí lo que quedaba de la máscara maya -Y ahora... qué... - un pensamiento en alto que consiguió removerme las entrañas. Miré a Kory de reojo. Ella no tenía la culpa de nada, por mucho que fuese su caballo. Quizás no debí montarme una segunda vez, sabiendo como había sido la ida -No pasa nada - sonreí con dolor ¿Cabía la posibilidad de arreglarla? Conté la infinidad de pedazos, perdiendo la cuenta "No. No era posible".
Maldije en mis adentros. Y no quise pasar de ser un machote, delante de ella, a llorar como un auténtico niño. Pero que se rompiese la máscara era lo peor que me podía haber pasado -Creo que ya no hace falta que vayamos a casa de ningún comprador - me lamenté, incorporándome del suelo y limpiándome las rodillas. Metí los restos que quedaban dentro de la mochila y miré la calle, buscando a la bestia. No porque quisiese darle unos arrumacos. Más que nada, porque era el caballo de Kory y se había extraviado. "Quién me manda a mí, subirme al caballo de nadie".
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
“Señal recibida.” Salimos de allí sin mediar palabra. Por mi parte, impaciente por saber si seguían los caballos en la puerta…y sí, ambos lo estaban. Esperé a que desatase el nudo, para tomar las riendas de Ícaro. Su pelaje castaño brillaba de lo saludable que estaba, sus grandes ojos negros se encontraron con los míos, intimidándome. Curiosas estas bestias. Subí tranquilamente en él. Y justo en ese momento empezó todo. Vi como inexplicablemente Roldán comenzaba a encabritarse, de una manera insólita. -Tranquila, lo tengo todo controlado – Le miré poco segura. Y me empecé a inquietar. No se oía otra cosa en toda la calle que el relinchar de mis caballos, y el fuerte impacto de sus cascos contra el pavimento. Eché hacia atrás a Ícaro, para que no saliese dañado, de la locura que se había apoderado de su compañero. Keiran, por otro lado, intentaba tranquilizarlo, pero fue inútil. Y yo, allí paralizada aún sin creerme que esto estuviese pasando. Porque algo debió haberle pasado en mi ausencia. -¡Un caballo muy bravo! – Aquello fue una vergüenza. ¿Por qué no le previne sobre él? Me confié pensando que ya se había hecho a Keiran, pero cuán equivocada estaba. Me torturé de este modo, cuando algo terrible daba comienzo. La mandíbula se me desencajó cuando el jinete se desplomó ¿se habría hecho daño?, justo en ese momento salté de mi caballo en un intento de acabar con semejante escena, las patas delanteras de Roldán me obligaron a retroceder. Descompuesta, presencié como por muy poco Keiran se salvaba de ser aplastado. Suplicante volví a armarme de valor, quedando frente al caballo, sus ojos desorbitados se vieron cubiertos por su espeso flequillo agitado. “¡¿Qué hago…?!” No se me habría ocurrido ponerle la mano encima al animal, eso nunca.
En un acercamiento agarré sus riendas, mientras él continuaba tirando con fuerza. -¡Quieto! – Miré hacia abajo, consternada por el espanto, las riendas se deslizaron por mis dedos. Me quedé sin habla al ver el rostro de Keiran. -Dios mío... - Nada que pueda describir haría justicia a lo que sentí. Algo así, como una profunda tristeza, mezclada con una sustancial cantidad de cólera, todo ello me aplastó el órgano vital, removiéndome la conciencia. Y más me destrozó escucharle. -Y ahora... qué... – Desesperación. Mi rostro reflejó el desamparo, la culpa. -No pasa nada – De nuevo un rojizo oleaje se asomó por mis ojos, no pudiendo pararlo por más tiempo. Rápidamente me limpié, manchándome en un descuido el vestido. Parte del maquillaje se corrió, pero cómo iba a saberlo. Los labios me temblaban, la máscara había quedado machacada, en incontables pedazos. Su historia junto con ella, se había desvanecido. Dolor. Fue una mala idea coger los caballos, y me arrepentí de no haberle contado ese cuento que tanto quería, puede que…de haberlo hecho no estaríamos así ahora. Y para más desgracias el causante de todo, fue mi caballo, el mejor de todos los que había tenido a lo largo de mi vida. Decepción.
-Creo que ya no hace falta que vayamos a casa de ningún comprador – aparté el rostro, con inmensa amargura. Esto solo significaba más problemas, los que yo le traje desde un principio. Y no, no arruinaría su vida por completo. Saldaría este incidente, y después pensaría qué hacer. Le miré entristecida por mi decisión, mientras él miraba el vacío de la calle. Me pensé el hecho de acercarme, porque no supe cómo podría tomárselo. No habría consuelo suficiente. A no ser que… -Keiran…- murmuré llamando su atención. –No…no te preocupes más…Haré lo que sea para solventar esto…- Era lo que tenía que hacer, lo que debía hacer. –Pagaré esa cantidad.- no podía imaginarme de cuánto estabamos hablando, pero eso no importaba ya. Me giré para acercar a Ícaro, y me quedé observando el suelo, pensativa. –O doblaré su precio.- comencé a caminar sin mirar nada en concreto. –Iré por ello, ahora mismo si hace falta. No aceptaré negativa alguna.- Me subí al caballo, sin perder más tiempo. Estaba decidida. –No es necesario que me acompañes, demasiado he hecho ya.- Sí, así está bien. Y sin darle tiempo a decir nada, avancé veloz a lo largo de la calle, reemprendiendo el camino al castillo. ¿Roldán? No tenía idea de donde debía estar, ni si quiera sabía si quería volver a verlo.
No tardé demasiado en llegar. No di ni un respiro al pobre animal, estaba pagando mi malestar. Entré en el castillo llorando. Subí las escaleras corriendo cuando escuché los pasos de Roger. Y así, me encerré en la habitación, comenzando a buscar el dinero en cada cajón, desperdigué por el suelo todos los papeles de facturas y contratos, que acumulaba con los años. ¡Dónde estaba el maldito dinero! Debido al alboroto que debí causar, Roger tocó a la puerta, ni caso. -¿Qué hacéis?- gritó el anciano. Miré bajo el colchón de la cama si allí por casualidad había guardado algo de dinero. Nada. Al final arranqué los cajones de su sitio, tanteando el contenido con nerviosismo. –Sí…se lo pagaré todo…- me repetí, un tanto desequilibrada. Encontré una fina libreta de cheques. –Con esto bastará…- ¿y si no? La llevaba clara. Ahora tenía que buscar una pluma, volví a remover las cosas. –Aquí…aquí estás.- Intenté escribir en la línea donde debía escribir mi nombre, pero cuando solo llevaba la primera inicial, las letras me bailaba, solté la pluma, cayéndose ésta al suelo. En el estado de nervios que estaba poco podía hacer.
¿Cómo pueden torcerse las cosas de esta manera?
En un acercamiento agarré sus riendas, mientras él continuaba tirando con fuerza. -¡Quieto! – Miré hacia abajo, consternada por el espanto, las riendas se deslizaron por mis dedos. Me quedé sin habla al ver el rostro de Keiran. -Dios mío... - Nada que pueda describir haría justicia a lo que sentí. Algo así, como una profunda tristeza, mezclada con una sustancial cantidad de cólera, todo ello me aplastó el órgano vital, removiéndome la conciencia. Y más me destrozó escucharle. -Y ahora... qué... – Desesperación. Mi rostro reflejó el desamparo, la culpa. -No pasa nada – De nuevo un rojizo oleaje se asomó por mis ojos, no pudiendo pararlo por más tiempo. Rápidamente me limpié, manchándome en un descuido el vestido. Parte del maquillaje se corrió, pero cómo iba a saberlo. Los labios me temblaban, la máscara había quedado machacada, en incontables pedazos. Su historia junto con ella, se había desvanecido. Dolor. Fue una mala idea coger los caballos, y me arrepentí de no haberle contado ese cuento que tanto quería, puede que…de haberlo hecho no estaríamos así ahora. Y para más desgracias el causante de todo, fue mi caballo, el mejor de todos los que había tenido a lo largo de mi vida. Decepción.
-Creo que ya no hace falta que vayamos a casa de ningún comprador – aparté el rostro, con inmensa amargura. Esto solo significaba más problemas, los que yo le traje desde un principio. Y no, no arruinaría su vida por completo. Saldaría este incidente, y después pensaría qué hacer. Le miré entristecida por mi decisión, mientras él miraba el vacío de la calle. Me pensé el hecho de acercarme, porque no supe cómo podría tomárselo. No habría consuelo suficiente. A no ser que… -Keiran…- murmuré llamando su atención. –No…no te preocupes más…Haré lo que sea para solventar esto…- Era lo que tenía que hacer, lo que debía hacer. –Pagaré esa cantidad.- no podía imaginarme de cuánto estabamos hablando, pero eso no importaba ya. Me giré para acercar a Ícaro, y me quedé observando el suelo, pensativa. –O doblaré su precio.- comencé a caminar sin mirar nada en concreto. –Iré por ello, ahora mismo si hace falta. No aceptaré negativa alguna.- Me subí al caballo, sin perder más tiempo. Estaba decidida. –No es necesario que me acompañes, demasiado he hecho ya.- Sí, así está bien. Y sin darle tiempo a decir nada, avancé veloz a lo largo de la calle, reemprendiendo el camino al castillo. ¿Roldán? No tenía idea de donde debía estar, ni si quiera sabía si quería volver a verlo.
No tardé demasiado en llegar. No di ni un respiro al pobre animal, estaba pagando mi malestar. Entré en el castillo llorando. Subí las escaleras corriendo cuando escuché los pasos de Roger. Y así, me encerré en la habitación, comenzando a buscar el dinero en cada cajón, desperdigué por el suelo todos los papeles de facturas y contratos, que acumulaba con los años. ¡Dónde estaba el maldito dinero! Debido al alboroto que debí causar, Roger tocó a la puerta, ni caso. -¿Qué hacéis?- gritó el anciano. Miré bajo el colchón de la cama si allí por casualidad había guardado algo de dinero. Nada. Al final arranqué los cajones de su sitio, tanteando el contenido con nerviosismo. –Sí…se lo pagaré todo…- me repetí, un tanto desequilibrada. Encontré una fina libreta de cheques. –Con esto bastará…- ¿y si no? La llevaba clara. Ahora tenía que buscar una pluma, volví a remover las cosas. –Aquí…aquí estás.- Intenté escribir en la línea donde debía escribir mi nombre, pero cuando solo llevaba la primera inicial, las letras me bailaba, solté la pluma, cayéndose ésta al suelo. En el estado de nervios que estaba poco podía hacer.
¿Cómo pueden torcerse las cosas de esta manera?
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
Una punzada mortal atravesó mi cráneo, cuando pronunció mi nombre -Keiran…- no quise caer en un bucle "mata conciencias". Pero de forma pasmosa, asi fue, pues la voz de Kory fue peor que desgarradora.
–No…no te preocupes más…Haré lo que sea para solventar esto…- "Tú no tienes la culpa de nada". Y que si tenia que afrontar lo que me deparase. Siempre creí que sería Tara quien terminase conmigo. Una mujer de armas tomar, eso puedo afirmarlo. Mi cuerpo aún tiene magulladuras de sus berrinches. –Pagaré esa cantidad.- me quedé sin habla. Un niño de dos años, a mi lado, tendría más vocabulario que yo, en este momento. –O doblaré su precio.- ¿Pero qué estaba diciendo? Negué con la cabeza de inmediato, pues era inconcebible tal idea. El hielo que me cubría se desintegró, no se como. Y pude articular casi en un susurro -Kory, por favor... - acercándome a ella, con paso impreciso. Traté de frenarla, pero se subió al caballo antes de que mis intenciones pudiesen dar sus frutos –Iré por ello, ahora mismo si hace falta.- mi frente se arrugó, poblada de preocupaciones que lejos quedaban de ser suyas ¡Eran mías y sólo mías! No quería su dinero. No me sentía con fuerzas para aceptarlo ¿Dónde estaba la justicia ahora? ¿Qué sentido tenía? -No aceptaré negativa alguna.- aquella frase calló cualquier comentario que pudiese ocurrírseme, para detenerla ¿Tan decidida estaba? –No es necesario que me acompañes, demasiado he hecho ya.- supliqué un último "por favor", que poco sirvió, pues antes de que pudiese decir más, se marchó a lomos de su caballo. "¡Mi reino por un caballo!" ¿Y yo ahora debía esperar allí, una recompensa que en sí, bien sabía que no merecía? Muy poco honrado.
Me sentí un indómito infeliz. Aún más salvaje y mísero, que el caballo arrebatándome la poca dignidad que me quedaba. Como si yo fuera el culpable de mi propia desventura. Y quizás así fue ¿Por qué tenía ella que salvarme del apuro? ¿Acaso no era culpa mía ser tan imprudente y despreocupado? ¿No fui yo quien sugirió que me acompañase? ¿No pude yo, haber dejado zanjadas todas mis tareas en vez de atender a mis propias prioridades? "Y qué, si por una vez, miré por mí mismo, ¡por una sola vez! en mi veneficio, al querer anteponer mis deseos." Contrarié sin darme cuenta todo lo pensado, en tela de juicio. Pues igual que un terco animal que choca con su propio muro de incomprensión, cegado de testarudez, acudí al castillo de Lancaster, dejando de lado mi vida por unos segundos ¿Fue estúpido? ¿A pesar de subsistir con ayuda de un trabajo que ni siquiera me es reconfortante? Deseé tanto ser libre por una noche, tanto que dolía. No concebí a nadie más patético en la tierra.
Me llevé las manos a la cabeza sin saber que hacer o donde ir. El silencio de las calles pareció engullirme. Y sin saber por qué, ni me moví del sitio, temeroso de profanar dicho silencio con el eco de mis pisadas. Y sin quererlo, vinieron a mí millones de recuerdos. Eran fragmentos de vida, que nunca pensé que afectasen a mi personalidad. Otros se habrían vuelto reacios a la compañía, desconfiados de todo lo que les rodeara. Incluso desagradables. Pero a mí nunca me afectó nada parecido. Y estaba orgulloso de ello. Sin embargo, recordando, caí en la cuenta, de que jamás, acepté ayuda de nadie. ¡Que los problemas me los comía yo y ya está! Y quizás ese fuera un defecto, que no logré entender, hasta ahora.
"-Keiran... No... ¡No puedes pretender ir tú solo! - recuerdo estar extasiado, loco de pavor cuando la madre de Bryan me dijo que su hija menor Megan, había desaparecido. Por entonces pretendía vivir con ellos, hasta reunir el suficiente dinero, como para comprarme mi propia casa. En Irlanda la vivienda nunca fue cara y en el astillero pagaban bien a pesar de la infinidad de horas que echaba. Aquella tarde llegué de trabajar, encontrándome a una madre desolada. Mi colega Bryan estaba desaparecido, ajeno a todo. Y yo sentí que me desmoronaba -Hay hombres en el pueblo que pueden ayudarte - apenas la escuchaba. Tan rápido como entré en la cabaña, salí de ella. Caminé hasta el cobertizo y cogí un par de maderos que guardábamos para la chimenea en las noches frías, gélidas como esta -Le he dicho a Shane y a los chicos que vayan contigo. Si te esperas unos minutos...
-No hay tiempo para la espera - Megan era un año a penas menor que yo, prometida con un hombre que poco haría aquella noche por encontrarla. Y no sólo porque fuese un ser despreciable. Si no porque yo la amaba y ella a mí. "Así es la vida".
-Debemos esperar - sus palabras se atropellaban unas con otras. No sabía ni lo que decía ¿Pero como razona una madre cuando creer perder a un hijo? Inimaginable -Los chicos están... ¡Keiran para!
-¡No hay tiempo! O es que no lo entiendes - la tome por los hombros para que me escuchase, para que dejase de entretenerme. Se echó a llorar en mis brazos de inmediato y aquella noche recorrí todo el bosque y parte del pueblo contiguo al nuestro sin encontrarla. Desaparecida en combate y nunca más se supo de ella."
Siempre fui tremendamente testarudo. Y quizás la habría encontrado si hubiese aceptado ayuda. Pero a veces el muro me ciega, como ahora. A la mañana siguiente me marché de la casa de Bryan sin notas, sin despedidas. Y no volví jamás.
–No…no te preocupes más…Haré lo que sea para solventar esto…- "Tú no tienes la culpa de nada". Y que si tenia que afrontar lo que me deparase. Siempre creí que sería Tara quien terminase conmigo. Una mujer de armas tomar, eso puedo afirmarlo. Mi cuerpo aún tiene magulladuras de sus berrinches. –Pagaré esa cantidad.- me quedé sin habla. Un niño de dos años, a mi lado, tendría más vocabulario que yo, en este momento. –O doblaré su precio.- ¿Pero qué estaba diciendo? Negué con la cabeza de inmediato, pues era inconcebible tal idea. El hielo que me cubría se desintegró, no se como. Y pude articular casi en un susurro -Kory, por favor... - acercándome a ella, con paso impreciso. Traté de frenarla, pero se subió al caballo antes de que mis intenciones pudiesen dar sus frutos –Iré por ello, ahora mismo si hace falta.- mi frente se arrugó, poblada de preocupaciones que lejos quedaban de ser suyas ¡Eran mías y sólo mías! No quería su dinero. No me sentía con fuerzas para aceptarlo ¿Dónde estaba la justicia ahora? ¿Qué sentido tenía? -No aceptaré negativa alguna.- aquella frase calló cualquier comentario que pudiese ocurrírseme, para detenerla ¿Tan decidida estaba? –No es necesario que me acompañes, demasiado he hecho ya.- supliqué un último "por favor", que poco sirvió, pues antes de que pudiese decir más, se marchó a lomos de su caballo. "¡Mi reino por un caballo!" ¿Y yo ahora debía esperar allí, una recompensa que en sí, bien sabía que no merecía? Muy poco honrado.
Me sentí un indómito infeliz. Aún más salvaje y mísero, que el caballo arrebatándome la poca dignidad que me quedaba. Como si yo fuera el culpable de mi propia desventura. Y quizás así fue ¿Por qué tenía ella que salvarme del apuro? ¿Acaso no era culpa mía ser tan imprudente y despreocupado? ¿No fui yo quien sugirió que me acompañase? ¿No pude yo, haber dejado zanjadas todas mis tareas en vez de atender a mis propias prioridades? "Y qué, si por una vez, miré por mí mismo, ¡por una sola vez! en mi veneficio, al querer anteponer mis deseos." Contrarié sin darme cuenta todo lo pensado, en tela de juicio. Pues igual que un terco animal que choca con su propio muro de incomprensión, cegado de testarudez, acudí al castillo de Lancaster, dejando de lado mi vida por unos segundos ¿Fue estúpido? ¿A pesar de subsistir con ayuda de un trabajo que ni siquiera me es reconfortante? Deseé tanto ser libre por una noche, tanto que dolía. No concebí a nadie más patético en la tierra.
Me llevé las manos a la cabeza sin saber que hacer o donde ir. El silencio de las calles pareció engullirme. Y sin saber por qué, ni me moví del sitio, temeroso de profanar dicho silencio con el eco de mis pisadas. Y sin quererlo, vinieron a mí millones de recuerdos. Eran fragmentos de vida, que nunca pensé que afectasen a mi personalidad. Otros se habrían vuelto reacios a la compañía, desconfiados de todo lo que les rodeara. Incluso desagradables. Pero a mí nunca me afectó nada parecido. Y estaba orgulloso de ello. Sin embargo, recordando, caí en la cuenta, de que jamás, acepté ayuda de nadie. ¡Que los problemas me los comía yo y ya está! Y quizás ese fuera un defecto, que no logré entender, hasta ahora.
"-Keiran... No... ¡No puedes pretender ir tú solo! - recuerdo estar extasiado, loco de pavor cuando la madre de Bryan me dijo que su hija menor Megan, había desaparecido. Por entonces pretendía vivir con ellos, hasta reunir el suficiente dinero, como para comprarme mi propia casa. En Irlanda la vivienda nunca fue cara y en el astillero pagaban bien a pesar de la infinidad de horas que echaba. Aquella tarde llegué de trabajar, encontrándome a una madre desolada. Mi colega Bryan estaba desaparecido, ajeno a todo. Y yo sentí que me desmoronaba -Hay hombres en el pueblo que pueden ayudarte - apenas la escuchaba. Tan rápido como entré en la cabaña, salí de ella. Caminé hasta el cobertizo y cogí un par de maderos que guardábamos para la chimenea en las noches frías, gélidas como esta -Le he dicho a Shane y a los chicos que vayan contigo. Si te esperas unos minutos...
-No hay tiempo para la espera - Megan era un año a penas menor que yo, prometida con un hombre que poco haría aquella noche por encontrarla. Y no sólo porque fuese un ser despreciable. Si no porque yo la amaba y ella a mí. "Así es la vida".
-Debemos esperar - sus palabras se atropellaban unas con otras. No sabía ni lo que decía ¿Pero como razona una madre cuando creer perder a un hijo? Inimaginable -Los chicos están... ¡Keiran para!
-¡No hay tiempo! O es que no lo entiendes - la tome por los hombros para que me escuchase, para que dejase de entretenerme. Se echó a llorar en mis brazos de inmediato y aquella noche recorrí todo el bosque y parte del pueblo contiguo al nuestro sin encontrarla. Desaparecida en combate y nunca más se supo de ella."
Siempre fui tremendamente testarudo. Y quizás la habría encontrado si hubiese aceptado ayuda. Pero a veces el muro me ciega, como ahora. A la mañana siguiente me marché de la casa de Bryan sin notas, sin despedidas. Y no volví jamás.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Tras varios intentos sólo fui capaz de escribir mi nombre, y firmarlo. No me vino a la cabeza una cifra que equivaliese su precio justo, así que lo dejé en blanco, sin importarme lo peligroso que fuera ser. Nadie se extrañaría de tal “compra”, pues en mi mundo era frecuente el trasvase de cuantiosas millonadas, de un día a otro.
Metí el talón en uno de mis sobres, para después lacrarlo, con ayuda de una vela. Antes de salir tenía una visita obligada al servicio, donde me eliminé los restos de sangre de las mejillas. Algo tan simple y natural como llorar, se volvía un fastidio, convirtiendo cualquier situación en algo peor de lo que en realidad es. Salí de la habitación encontrándome a Roger con gesto preocupado, interrumpiéndome el paso. Ni abrí la boca, pues ya se encargó él de hacerlo. -¡Es que no me oíais!- se hizo a un lado para dejarme pasar, y entonces debió ver el estado en el que dejé la habitación. –Esto…esto no tiene nombre.- No, no lo tiene. – ¡Qué buscabais, por el amor de Dios!- Bueno qué, era mi castillo ¿no? Podía hacer lo que quisiera, a qué tanto reproche. Entre lo que decía y callaba iba servida.
-Nada.- contesté irritada. – ¡No entres! ya lo recogeré.- hice un aspaviento con la mano y comencé a bajar las escaleras. Ya afuera, me monté nuevamente sobre Ícaro, que ya había recobrado fuerzas. Salí al galope, dejando como estela una espesa nube de tierra. La ráfaga de viento me aclaró en cierta forma las ideas. Por un lado recapacité sobre lo mucho que me llegan a afectar las cosas, y lo mal que encauzo las emociones. No recordé cual fue la última vez que había hecho examen de conciencia donde no saliese perdiendo. Si al menos me tomase dos minutos para pensar en los hechos antes de actuar, la de berrinches y malos ratos que me habría ahorrado.
Se me revolvió el estómago al avistar el pueblo de Keiran. Bajé del caballo, para pensar mientras tanto en lo que hacer, me vendría bien. Caminé parsimoniosamente por las calles junto a Ícaro. ¿Entonces lo que debo hacer es darle el sobre y marcharme? Era una posibilidad demasiado fría y distante, incluso para mí (que ya es decir), realizable, pero nada agradable. No tenía nada claro. Ya que la tremenda vergüenza y culpabilidad por lo sucedido, no me hacían querer más que abandonar, por muy cobarde que suene. Y no es la primera vez que tomo ésta vía. Tengo grabado un pasaje en la memoria de mi primera noche entre las tinieblas, donde contemplé por última vez las oscuras aguas que regaban la costa de lo que una vez fue mi ciudad, el sonido del barco envolvía esa maraña de recuerdos. Pienso que fue lo más razonable en aquel momento. Pero ahora me planteaba si ésta postura era poco menos que lícita, si realmente lo había pensado bien. Al doblar la esquina, encontré en mitad de la calle a Keiran ¿No se había movido? Y pensar que una parte de mi subconsciente creyó utópico tal encuentro. Tristemente asumía momentos que nunca llegaban a realizarse, como si quisiera ir un paso por delante, para que nada me pillará por sorpresa.
No quise mirarle directamente por miedo, así que me esforcé por aparentar estar bien, mostrándome segura, perdiendo la vista en las baldosas, incluso llegué a creérmelo. Perecedero intento cuando quedé a un paso de distancia de su cuerpo. Espantosa descarga de ideas que cruzaron de un momento a otro por mi cabeza. Si minutos antes tenía preparado “algo”, se me había olvidado por completo. Pero aún guardaba eso que con tanta prisa había ido a buscar. Saqué el sobre del bolsillo, tendiéndoselo para que lo tomase, esperaba de todo corazón que lo hiciera. –Siento muchísimo lo ocurrido, agradecería que lo aceptases.- levanté la cabeza débilmente.- No me supone un gran esfuerzo… por favor no me lo rechaces.- no supe por cuánto más iba aguantar así, ni cuánto faltaría para otro posible derrumbamiento. –Es lo correcto.- Yo lo veía como un pago justo por lo perdido, yo podía permitírmelo, aún desconociendo la suma.
Metí el talón en uno de mis sobres, para después lacrarlo, con ayuda de una vela. Antes de salir tenía una visita obligada al servicio, donde me eliminé los restos de sangre de las mejillas. Algo tan simple y natural como llorar, se volvía un fastidio, convirtiendo cualquier situación en algo peor de lo que en realidad es. Salí de la habitación encontrándome a Roger con gesto preocupado, interrumpiéndome el paso. Ni abrí la boca, pues ya se encargó él de hacerlo. -¡Es que no me oíais!- se hizo a un lado para dejarme pasar, y entonces debió ver el estado en el que dejé la habitación. –Esto…esto no tiene nombre.- No, no lo tiene. – ¡Qué buscabais, por el amor de Dios!- Bueno qué, era mi castillo ¿no? Podía hacer lo que quisiera, a qué tanto reproche. Entre lo que decía y callaba iba servida.
-Nada.- contesté irritada. – ¡No entres! ya lo recogeré.- hice un aspaviento con la mano y comencé a bajar las escaleras. Ya afuera, me monté nuevamente sobre Ícaro, que ya había recobrado fuerzas. Salí al galope, dejando como estela una espesa nube de tierra. La ráfaga de viento me aclaró en cierta forma las ideas. Por un lado recapacité sobre lo mucho que me llegan a afectar las cosas, y lo mal que encauzo las emociones. No recordé cual fue la última vez que había hecho examen de conciencia donde no saliese perdiendo. Si al menos me tomase dos minutos para pensar en los hechos antes de actuar, la de berrinches y malos ratos que me habría ahorrado.
Se me revolvió el estómago al avistar el pueblo de Keiran. Bajé del caballo, para pensar mientras tanto en lo que hacer, me vendría bien. Caminé parsimoniosamente por las calles junto a Ícaro. ¿Entonces lo que debo hacer es darle el sobre y marcharme? Era una posibilidad demasiado fría y distante, incluso para mí (que ya es decir), realizable, pero nada agradable. No tenía nada claro. Ya que la tremenda vergüenza y culpabilidad por lo sucedido, no me hacían querer más que abandonar, por muy cobarde que suene. Y no es la primera vez que tomo ésta vía. Tengo grabado un pasaje en la memoria de mi primera noche entre las tinieblas, donde contemplé por última vez las oscuras aguas que regaban la costa de lo que una vez fue mi ciudad, el sonido del barco envolvía esa maraña de recuerdos. Pienso que fue lo más razonable en aquel momento. Pero ahora me planteaba si ésta postura era poco menos que lícita, si realmente lo había pensado bien. Al doblar la esquina, encontré en mitad de la calle a Keiran ¿No se había movido? Y pensar que una parte de mi subconsciente creyó utópico tal encuentro. Tristemente asumía momentos que nunca llegaban a realizarse, como si quisiera ir un paso por delante, para que nada me pillará por sorpresa.
No quise mirarle directamente por miedo, así que me esforcé por aparentar estar bien, mostrándome segura, perdiendo la vista en las baldosas, incluso llegué a creérmelo. Perecedero intento cuando quedé a un paso de distancia de su cuerpo. Espantosa descarga de ideas que cruzaron de un momento a otro por mi cabeza. Si minutos antes tenía preparado “algo”, se me había olvidado por completo. Pero aún guardaba eso que con tanta prisa había ido a buscar. Saqué el sobre del bolsillo, tendiéndoselo para que lo tomase, esperaba de todo corazón que lo hiciera. –Siento muchísimo lo ocurrido, agradecería que lo aceptases.- levanté la cabeza débilmente.- No me supone un gran esfuerzo… por favor no me lo rechaces.- no supe por cuánto más iba aguantar así, ni cuánto faltaría para otro posible derrumbamiento. –Es lo correcto.- Yo lo veía como un pago justo por lo perdido, yo podía permitírmelo, aún desconociendo la suma.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
-Eres un miserable... - emití un pequeño gruñido de rabia contenida. Acuclillado maldije un par de veces más apretando los ojos con fuerza. Al final mi cabeza quedó entre mis rodillas, de tanto apretar las manos contra ella -Vete... es tu problema - me incorporé para avistar los alrededores. ¿Se me durmió una mano? Estiré los dedos, moviendo en círculos la muñeca para despertarla. Cuando se me dormían las manos... mala cosa. Sabía que me estaba comportando como un cretino -No quiero que me odies por esto que te voy a decir... - intenté ensayar las respuestas, sacudiendo continuamente la extremidad que parecía haberme abandonado. Procuré que el discurso no sonase ofensivo. No era mi intención enfadarla. El hecho de que hubiese ido a por el dinero, me demostraba lo mucho que la importaba. Asentí con la cabeza "claro que la importas" pero la segunda vez que lo pensé, perdió credibilidad -Pero sería incapaz de mirarte a la cara, sabiendo que... - seguí con la retahíla. En sí, era indignante. Y que conste que no era un ser machista, ni nada parecido. Pero de alguna forma, me avergonzaba. Ya digo, que siempre me costó aceptar ayuda de alguien. Que vinieran a socorrerme... me superaba -Siento que hayas tenido que regresar a casa. Pero no me dejaste... - se notaba que ella no estaba delante. Aunque las frases sonasen entrecortadas, era capaz de pronunciar más de tres. Todo un logro.
El momento se acercaba, pues empecé a escuchar un leve trote. Kory había regresado, iba a pata y con las riendas del caballo en la mano. Respiré hondo y sólo una vez. No quería saturarme de aire, que luego es peor para el cuerpo. ¿Era cosa mía o no era capaz de mirarme a los ojos? Cuando sacó un sobre del bolsillo y me lo enseñó, se me rompió el corazón en mil pedazos –Siento muchísimo lo ocurrido, - Dios... -agradecería que lo aceptases.- "No puedo" torcí la boca. Ahora era yo, el que no podía mirarla a los ojos. Tuve que apartar el rostro -No me supone un gran esfuerzo… - y lo que vi no me gustó un pelo. Mi cara empezó a tornarse espantosa -por favor no me lo rechaces.- miré a Kory, intentando disimular el pánico ¿Pero cómo? Sin ser consciente, asentí con pasión, aceptando su ayuda –Es lo correcto.- Tara se aproximaba a nosotros ¿Qué hacía aquí? "Pavor, pavor..." -Acepto - susurré enérgico y tomé rápidamente a Kory por la cintura, haciendo que dejase al caballo. El animal se quedó cerca de la puerta y esperé que no saliese corriendo igual que el otro. Torcí la esquina cercana a mi domicilio. Tara se plantó justo en la entrada. Se colocó el pelo, sacudió sus ropas -pantalones y una camisa- "Ella siempre tan femenina" Tenía una mala leche que para qué contar y no quería que me viese con Kory. Luego reparó en el caballo y observó sus riendas. Recé para que no llevase ningún escudo del castillo de Lancaster o algo similar que reconociese al propietario. Ella no era nada mío, pero se creía con el derecho de torturarme y demás paranoias nerviosas, típicas de una pareja tras cincuenta años de matrimonio. Como si yo la perteneciese o algo así. Siempre pensé que estaba loca. Una auténtica neurótica. Tenía 26 años y ya estaba amargada.
Mis manos seguían aferradas a la cintura de Kory -Esto es muy incómodo - me excusé en susurros -Pero sólo será un momento - Volví a mirar con cuidado. Seguía en la puerta ¿Qué hacía? -Mi jefa no está bien de la cabeza - No diría más. Vete a saber que pensaría, con qué compañías me iba. -¡Keiran! ¡Baja del catre! - los modales no entraban en su vocabulario. La daba igual que no fuesen horas de gritar. Ya ni llamaba a la puerta.
El momento se acercaba, pues empecé a escuchar un leve trote. Kory había regresado, iba a pata y con las riendas del caballo en la mano. Respiré hondo y sólo una vez. No quería saturarme de aire, que luego es peor para el cuerpo. ¿Era cosa mía o no era capaz de mirarme a los ojos? Cuando sacó un sobre del bolsillo y me lo enseñó, se me rompió el corazón en mil pedazos –Siento muchísimo lo ocurrido, - Dios... -agradecería que lo aceptases.- "No puedo" torcí la boca. Ahora era yo, el que no podía mirarla a los ojos. Tuve que apartar el rostro -No me supone un gran esfuerzo… - y lo que vi no me gustó un pelo. Mi cara empezó a tornarse espantosa -por favor no me lo rechaces.- miré a Kory, intentando disimular el pánico ¿Pero cómo? Sin ser consciente, asentí con pasión, aceptando su ayuda –Es lo correcto.- Tara se aproximaba a nosotros ¿Qué hacía aquí? "Pavor, pavor..." -Acepto - susurré enérgico y tomé rápidamente a Kory por la cintura, haciendo que dejase al caballo. El animal se quedó cerca de la puerta y esperé que no saliese corriendo igual que el otro. Torcí la esquina cercana a mi domicilio. Tara se plantó justo en la entrada. Se colocó el pelo, sacudió sus ropas -pantalones y una camisa- "Ella siempre tan femenina" Tenía una mala leche que para qué contar y no quería que me viese con Kory. Luego reparó en el caballo y observó sus riendas. Recé para que no llevase ningún escudo del castillo de Lancaster o algo similar que reconociese al propietario. Ella no era nada mío, pero se creía con el derecho de torturarme y demás paranoias nerviosas, típicas de una pareja tras cincuenta años de matrimonio. Como si yo la perteneciese o algo así. Siempre pensé que estaba loca. Una auténtica neurótica. Tenía 26 años y ya estaba amargada.
Mis manos seguían aferradas a la cintura de Kory -Esto es muy incómodo - me excusé en susurros -Pero sólo será un momento - Volví a mirar con cuidado. Seguía en la puerta ¿Qué hacía? -Mi jefa no está bien de la cabeza - No diría más. Vete a saber que pensaría, con qué compañías me iba. -¡Keiran! ¡Baja del catre! - los modales no entraban en su vocabulario. La daba igual que no fuesen horas de gritar. Ya ni llamaba a la puerta.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
No podía despegar los ojos del sobre, deseosa de que se evaporase de mi mano. Y en fin, creo que…demasiado bien lo estaba llevando. -Acepto – Fruncí el ceño, cuando chocó su respuesta en mi nula comprensión, porque creí haber escuchado mal. Acepta ¿sin más? Estaba tan sumida en mis propios pensamientos y desavenencias que no me daba cuenta de lo que pasaba a mí alrededor, por lo que no entendí la actitud de Keiran hasta poco después. No me dio tiempo ni a coger al caballo.
Aquello me resultó incomprensible. Entonces, permanecí en silencio, pegada al muro, y una vez allí sí sentí otra presencia, y si mi olfato no fallaba se trataba de una mujer. Pero… ¿había algún problema? ¿Por qué nos habíamos movido de lugar? ¿Nos ocultábamos de alguien?…de ese alguien, me refiero. No entendí nada.
Estudié los cambios que iba experimentando el rostro de Keiran, que eran de lo más variables. En sus ojos se reflejaba la silueta de aquella mujer, inconfundible a pesar de su atuendo. Su repentina visita debió tomarle por sorpresa, pero no de las gratas… aunque ¿quién sabe? puede que me equivoque, y la que sobrase allí fuese yo.
Aturdida, eché la cabeza hacia atrás, como si así el cielo se desplomase sobre mí más fácilmente, sí, eso habría sido bueno. Me concentré en escuchar los continuos latidos de mi caballo, por distraerme, o por lo menos un poco. No quería escuchar los pensamientos de esa “tercera persona”, que ni sabía quién era, ni me imagina que repercusión podría tener en todo esto. Y qué felices seríamos todos si hubiese seguido ignorando ese vínculo. Lo que se me escapaba de las manos era el motivo por el que nos estábamos escondiendo, aunque… siendo más realistas y replanteándonos la cuestión: ¿por qué razón me estaba escondiendo? Detuve los engranajes de mi cerebro, demasiado movimiento en apenas unos segundos. Puedo llegar a conclusiones erróneas en lo que se tarda en chasquear los dedos.
Y pienso que lo único que me pegaba al suelo en esos momentos, eran las manos del hombre que tenía delante. -Esto es muy incómodo – Sin duda lo era, y mucho. -Pero sólo será un momento – ¿Y después qué? Intenté por todos los medios calmarme, por evitar una discusión que delataría su posición. Porque nunca tuve que esconderme de nadie, era inconcebible, y que ahora me estuviese ocurriendo precisamente esto me irritaba, quemándome muy seriamente. -Mi jefa no está bien de la cabeza.
-Tu jefa.- No, eso no me respondía mis preguntas. Sólo avivaba más la hoguera, consumiendo mi paciencia. Miré a Keiran, que aún tenía su vista perdida en el otro lado del muro, y fue entonces cuando estalló:
-¡Keiran! ¡Baja del catre! – Ese gritó acabó por adueñarse de mis fuerzas. Un rayo de furor atravesó mis sobrenaturales pupilas. Mis brazos quedaron rígidos en mis costados. Así que… ya ni pensaba saludar a su jefa ¿no? ¿Por algo en especial? ¿Por lo desequilibrada que decía que estaba? No sé ¿por algo más? ¿Cómo tomarme aquello?
Encima aún tenía el sobre en la mano. –Que no se te olvide.- se lo dejé en las suyas, al separarme paulatinamente de él, distante. –No tengo porqué permitir esto.- Sin excepción. Me encogí de hombros con la mayor de las simplezas “Esto es todo”. Era evidente que el trabajo o las “obligaciones” que tuviera que hacer a semejantes horas le llamaban. Di un paso hacia atrás, y salí por donde habíamos entrado, dando la cara.
Mi pretensión era la de coger el caballo e irme, sin más sobresaltos. Aquella mujer no tardó en advertir mi presencia, aunque seguía con una cara de perro sorprendente, aporreando de vez en cuando la puerta. Aún así mantenía el recogido en su sitio. Y que alguien me explique qué quería con tanta saña. Me subí al caballo, sin quitarla ojo. –Será capullo...- la escuché murmurar, cuando dio una fuerte patada en la puerta. En ese momento la habría ejecutado sin piedad, recreándome en sus gritos, porque demostraba ser poco menos que escandalosa. -¡A qué esperas!- Pero no, ni me bajé, sólo me preguntaba qué necesidad tenía Keiran de soportar semejante trato ¿dinero únicamente? Eso sólo lo sabía él. Estiré de las riendas, y me fui alejando de allí.
Cabalgué con tranquilidad por los caminos, recordando lo que me había contado acerca de su trabajo. Lo mucho que lo odiaba. Entonces recordé la imagen de la noche anterior, cuando creí morirme al enterarme del objetivo que tenían entre manos, el cuadro que coronaba mi salón. Detuve a Ícaro, planteándome volver, y dar por finalizada esa imprudente misión.
Eché un vistazo a la silueta del pueblo, reflexionando.
Aquello me resultó incomprensible. Entonces, permanecí en silencio, pegada al muro, y una vez allí sí sentí otra presencia, y si mi olfato no fallaba se trataba de una mujer. Pero… ¿había algún problema? ¿Por qué nos habíamos movido de lugar? ¿Nos ocultábamos de alguien?…de ese alguien, me refiero. No entendí nada.
Estudié los cambios que iba experimentando el rostro de Keiran, que eran de lo más variables. En sus ojos se reflejaba la silueta de aquella mujer, inconfundible a pesar de su atuendo. Su repentina visita debió tomarle por sorpresa, pero no de las gratas… aunque ¿quién sabe? puede que me equivoque, y la que sobrase allí fuese yo.
Aturdida, eché la cabeza hacia atrás, como si así el cielo se desplomase sobre mí más fácilmente, sí, eso habría sido bueno. Me concentré en escuchar los continuos latidos de mi caballo, por distraerme, o por lo menos un poco. No quería escuchar los pensamientos de esa “tercera persona”, que ni sabía quién era, ni me imagina que repercusión podría tener en todo esto. Y qué felices seríamos todos si hubiese seguido ignorando ese vínculo. Lo que se me escapaba de las manos era el motivo por el que nos estábamos escondiendo, aunque… siendo más realistas y replanteándonos la cuestión: ¿por qué razón me estaba escondiendo? Detuve los engranajes de mi cerebro, demasiado movimiento en apenas unos segundos. Puedo llegar a conclusiones erróneas en lo que se tarda en chasquear los dedos.
Y pienso que lo único que me pegaba al suelo en esos momentos, eran las manos del hombre que tenía delante. -Esto es muy incómodo – Sin duda lo era, y mucho. -Pero sólo será un momento – ¿Y después qué? Intenté por todos los medios calmarme, por evitar una discusión que delataría su posición. Porque nunca tuve que esconderme de nadie, era inconcebible, y que ahora me estuviese ocurriendo precisamente esto me irritaba, quemándome muy seriamente. -Mi jefa no está bien de la cabeza.
-Tu jefa.- No, eso no me respondía mis preguntas. Sólo avivaba más la hoguera, consumiendo mi paciencia. Miré a Keiran, que aún tenía su vista perdida en el otro lado del muro, y fue entonces cuando estalló:
-¡Keiran! ¡Baja del catre! – Ese gritó acabó por adueñarse de mis fuerzas. Un rayo de furor atravesó mis sobrenaturales pupilas. Mis brazos quedaron rígidos en mis costados. Así que… ya ni pensaba saludar a su jefa ¿no? ¿Por algo en especial? ¿Por lo desequilibrada que decía que estaba? No sé ¿por algo más? ¿Cómo tomarme aquello?
Encima aún tenía el sobre en la mano. –Que no se te olvide.- se lo dejé en las suyas, al separarme paulatinamente de él, distante. –No tengo porqué permitir esto.- Sin excepción. Me encogí de hombros con la mayor de las simplezas “Esto es todo”. Era evidente que el trabajo o las “obligaciones” que tuviera que hacer a semejantes horas le llamaban. Di un paso hacia atrás, y salí por donde habíamos entrado, dando la cara.
Mi pretensión era la de coger el caballo e irme, sin más sobresaltos. Aquella mujer no tardó en advertir mi presencia, aunque seguía con una cara de perro sorprendente, aporreando de vez en cuando la puerta. Aún así mantenía el recogido en su sitio. Y que alguien me explique qué quería con tanta saña. Me subí al caballo, sin quitarla ojo. –Será capullo...- la escuché murmurar, cuando dio una fuerte patada en la puerta. En ese momento la habría ejecutado sin piedad, recreándome en sus gritos, porque demostraba ser poco menos que escandalosa. -¡A qué esperas!- Pero no, ni me bajé, sólo me preguntaba qué necesidad tenía Keiran de soportar semejante trato ¿dinero únicamente? Eso sólo lo sabía él. Estiré de las riendas, y me fui alejando de allí.
Cabalgué con tranquilidad por los caminos, recordando lo que me había contado acerca de su trabajo. Lo mucho que lo odiaba. Entonces recordé la imagen de la noche anterior, cuando creí morirme al enterarme del objetivo que tenían entre manos, el cuadro que coronaba mi salón. Detuve a Ícaro, planteándome volver, y dar por finalizada esa imprudente misión.
Eché un vistazo a la silueta del pueblo, reflexionando.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
-Tu jefa.- podía pensar varías cosas mí. Que me daba vergüenza que me viese con ella. Que me daba miedo tenerla delante. Que era incapaz de asumir mis responsabilidades. Que realmente estaba loca. Que en realidad no estaba loca y la escondía algo. Que había quedado con ella y ahora se quejaba por el plantón, frente a mi puerta. Qué la debía dinero. Y un millar de explicaciones más, que podían surgir a raíz de mí cuidadoso silencio. –Que no se te olvide.- "El sobre" lo metí en mi bolsillo con premura, sin perderle la pista a "mi problema." –No tengo porqué permitir esto.- sería necio no pensar que estaba enfadada. Motivos tenía. Y si antes me sentí el ser más nauseabundo de la tierra, ahora me sentía peor que una colilla. Cuando abandonó mis manos, aún con el frío de sus caderas en las palmas, imploré que la suerte sonriese a mi favor por una vez. Esfuerzo inútil, porque cuando abrí los ojos, todo seguía igual. Y una voz chirriante, recordó mi condición de pusilánime –Será capullo...- No quise mirar. Y pensándolo mejor ¿Por qué tanto miedo? Intentar relacionar a un sapo con una princesa era inviable, a no ser que estuviésemos en un cuento de hadas. -Kory - susurré su nombre y con una mano, insistí en que regresase. Valor no me faltaba. Pero nada, porque los gritos de Tara tapaban cualquier otro sonido, mientras aporreaba la puerta. -¡A qué esperas!- Estampé la cabeza contra el muro, por no morirme de impotencia y rabia. No podía dejarla partir, así sin más ¿Dónde quedaba el paseo? ¿Y ni siquiera una despedida? Encima acepté su dinero sin darme cuenta. Pero lo peor era, que se fuese a su casa pensando que era un cretino. "Se va... se va..." apreté la mandíbula cuando vi la distancia que ahora nos separaba. El caballo comenzó a alejarse y yo pegué otro cabezazo contra la pared de ladrillo en respuesta. Un dolor punzante me atravesó la sien. Pero me dio bastante igual. Y casi sin pensármelo, salí de mi escondite. Al menos, Tara dejó de dar patadas a la puerta, porque temblaba en cada golpe, aguantando como toda una campeona para no romperse.
Que me dijera lo que tuviese que reprocharme -siempre buscaba excusas para echarme la culpa de algo- aunque fuera porque se había quedado sin jabón en casa. Cuanto antes mejor. Porque en cuanto terminase, saldría detrás de Kory, sin pensármelo dos veces. -De dónde vienes - preguntó monocorde. Ni un "hola" -De dar una vuelta - "eso mismo,tendrías que estar haciendo". Al parecer mi mentira coló. Y por suerte, nuestra conversación fue rodada. No agradable, pero sí rápida. Supongo que con motivo de su sequedad y mi torpeza al hablar, en los momentos de estrés -¿Y a qué has venido tú? - porque a algo tubo que venir -A echar un polvo - "No puede ser" -¿Qué...? - mi cara fue indescriptible ¿Insinuaba acaso...? -Es broma - pero no la vi reír. Siempre fue seca. Igualito que un taco de madera -Dónde está el cuadro - "Horror..." -¿Qué cuadro? - "Fingir nunca se me dio bien" Y esta vez no la engañé. Lo noté en su sarcasmo -¿Qué cuadro? ¿Qué cuadro? - "Ahora es cuando yo tiemblo o salgo corriendo despavorido o... Yo ya no se." Aún podía ver el caballo de Kory, cuando un estallido retumbó en toda la calle, haciéndome pegar un bote descomunal. Y tras comprobar quien había sido la culpable, vi el revolver en su mano apuntando al cielo, con el cañón humeante. 2¡Como si esto fuese una fiesta patronal!" La portadora tenía cara de querer utilizarla contra mí. "Ya dije que no estaba en sus cabales" Así que, sin mover un sólo músculo, la miré estupefacto y sin saber "qué se supone que tenía que pasar ahora" -¿Quieres verme llorar? - no quise contestar, por la cuenta que me traía -¡¿Quieres verme llorar?! - yo negué finalmente y ella cerró los ojos apretándolos con fuerza. Luego los abrió como si nada, moviendo la pistola de un lado a otro sin ningún cuidado. Me miró indignada. Pero yo no vi lágrima alguna -¿Estás contento? - "que decir..." -¿Podrías... - "...apartar la pistola, por favor?" La plata no era plato de gusto para un lobo. Pero ignoró mi petición. Como el que no oye -Te doy hora y media - ¿Para traer el cuadro? No podía ser eso -No - ¿Se lo pensó mejor? Al menos guardó la pistola -Media hora - tenía que ser una broma -Y me lo traes a casa. No pienso volver aquí - asentí como todo un calzonazos, a pesar de saber que esa misión no era posible. Era cuestión de tiempo que se marchase. Tampoco conocía el concepto de despedida, pero no me importó que se marchase sin decir nada. Cuando estuve sólo, salí corriendo en busca de Kory. Y antes de lo previsto, me topé con ella. Estaba parada sobre su caballo y miraba en mi dirección -¡Kory! - grité para que emprendiera de nuevo el camino al verme. Aún no sabía cuales eran los daños. Pero reparar, me iba a tocar.
Sostuve la montura que cubría la cabeza del caballo con fuerza. Observé su rostro desde abajo. él mío descompuesto, con unas ganas impresionantes, de meter la cabeza bajo la tierra. Igual que una avestruz. -Perdóname - conseguí articular tras varios intentos sin emitir palabra -Pero no deseaba que la conocieses. No es una persona muy agradable - reí con desgana -Temí que te atacase - también temí que sucediese a la inversa. Podía ser muy cruel -Y... - No supe si lo estaba empeorando -No ha sido una buena idea, traerte conmigo - cogí una de sus manos, suplicante. Que bajase del caballo y comprendiese mi posición era uno de mis muchos deseos. Pero a veces me cuesta expresarme con claridad ¿Quizás cambiar de tema? -Creo que... - murmuré dubitativo, intentando encontrar algo que hiciese olvidar todo el suceso -¿No teníamos un paseo pendiente? - me hice el tonto torpemente. Claro que me acordaba y no se me ocurrió otra distracción -Sí... demos un paseo - asentí con levedad yo sólo. "Como si así todo volviese a su ser, Keiran... Sí, muy inteligente" -Y todo solucionado - murmuré poco comprensivo, ajeno a las circunstancias. Pero siempre he pensado que es mejor olvidar las cosas que no tienen importancia. O eso creía yo ¿Es que, nada podía salir bien? Porque, a cada paso que daba, el mundo parecía ir siempre en mi contra. Y normalmente me daba igual. Ya estaba acostumbrado. Pero a ojos de Kory... A ojos de Kory eran palabras mayores. Lo peor en realidad, fue como ignoré el nuevo mandato. En media hora, debía tener el cuadro en mis manos y estar en casa de Tara. "Y yo hablando de paseos...".
Que me dijera lo que tuviese que reprocharme -siempre buscaba excusas para echarme la culpa de algo- aunque fuera porque se había quedado sin jabón en casa. Cuanto antes mejor. Porque en cuanto terminase, saldría detrás de Kory, sin pensármelo dos veces. -De dónde vienes - preguntó monocorde. Ni un "hola" -De dar una vuelta - "eso mismo,tendrías que estar haciendo". Al parecer mi mentira coló. Y por suerte, nuestra conversación fue rodada. No agradable, pero sí rápida. Supongo que con motivo de su sequedad y mi torpeza al hablar, en los momentos de estrés -¿Y a qué has venido tú? - porque a algo tubo que venir -A echar un polvo - "No puede ser" -¿Qué...? - mi cara fue indescriptible ¿Insinuaba acaso...? -Es broma - pero no la vi reír. Siempre fue seca. Igualito que un taco de madera -Dónde está el cuadro - "Horror..." -¿Qué cuadro? - "Fingir nunca se me dio bien" Y esta vez no la engañé. Lo noté en su sarcasmo -¿Qué cuadro? ¿Qué cuadro? - "Ahora es cuando yo tiemblo o salgo corriendo despavorido o... Yo ya no se." Aún podía ver el caballo de Kory, cuando un estallido retumbó en toda la calle, haciéndome pegar un bote descomunal. Y tras comprobar quien había sido la culpable, vi el revolver en su mano apuntando al cielo, con el cañón humeante. 2¡Como si esto fuese una fiesta patronal!" La portadora tenía cara de querer utilizarla contra mí. "Ya dije que no estaba en sus cabales" Así que, sin mover un sólo músculo, la miré estupefacto y sin saber "qué se supone que tenía que pasar ahora" -¿Quieres verme llorar? - no quise contestar, por la cuenta que me traía -¡¿Quieres verme llorar?! - yo negué finalmente y ella cerró los ojos apretándolos con fuerza. Luego los abrió como si nada, moviendo la pistola de un lado a otro sin ningún cuidado. Me miró indignada. Pero yo no vi lágrima alguna -¿Estás contento? - "que decir..." -¿Podrías... - "...apartar la pistola, por favor?" La plata no era plato de gusto para un lobo. Pero ignoró mi petición. Como el que no oye -Te doy hora y media - ¿Para traer el cuadro? No podía ser eso -No - ¿Se lo pensó mejor? Al menos guardó la pistola -Media hora - tenía que ser una broma -Y me lo traes a casa. No pienso volver aquí - asentí como todo un calzonazos, a pesar de saber que esa misión no era posible. Era cuestión de tiempo que se marchase. Tampoco conocía el concepto de despedida, pero no me importó que se marchase sin decir nada. Cuando estuve sólo, salí corriendo en busca de Kory. Y antes de lo previsto, me topé con ella. Estaba parada sobre su caballo y miraba en mi dirección -¡Kory! - grité para que emprendiera de nuevo el camino al verme. Aún no sabía cuales eran los daños. Pero reparar, me iba a tocar.
Sostuve la montura que cubría la cabeza del caballo con fuerza. Observé su rostro desde abajo. él mío descompuesto, con unas ganas impresionantes, de meter la cabeza bajo la tierra. Igual que una avestruz. -Perdóname - conseguí articular tras varios intentos sin emitir palabra -Pero no deseaba que la conocieses. No es una persona muy agradable - reí con desgana -Temí que te atacase - también temí que sucediese a la inversa. Podía ser muy cruel -Y... - No supe si lo estaba empeorando -No ha sido una buena idea, traerte conmigo - cogí una de sus manos, suplicante. Que bajase del caballo y comprendiese mi posición era uno de mis muchos deseos. Pero a veces me cuesta expresarme con claridad ¿Quizás cambiar de tema? -Creo que... - murmuré dubitativo, intentando encontrar algo que hiciese olvidar todo el suceso -¿No teníamos un paseo pendiente? - me hice el tonto torpemente. Claro que me acordaba y no se me ocurrió otra distracción -Sí... demos un paseo - asentí con levedad yo sólo. "Como si así todo volviese a su ser, Keiran... Sí, muy inteligente" -Y todo solucionado - murmuré poco comprensivo, ajeno a las circunstancias. Pero siempre he pensado que es mejor olvidar las cosas que no tienen importancia. O eso creía yo ¿Es que, nada podía salir bien? Porque, a cada paso que daba, el mundo parecía ir siempre en mi contra. Y normalmente me daba igual. Ya estaba acostumbrado. Pero a ojos de Kory... A ojos de Kory eran palabras mayores. Lo peor en realidad, fue como ignoré el nuevo mandato. En media hora, debía tener el cuadro en mis manos y estar en casa de Tara. "Y yo hablando de paseos...".
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Lo que vino a continuación fue tan inesperado como extraño. No miento al decir que escuché un sonoro disparo, que aumentó mi preocupación “¿Qué ha sucedido?” Me pareció inadmisible permanecer parada en el camino, perdiendo un tiempo que en mi imaginación podría ser valioso, fuera lo que fuese que ocurrió. Porque me vinieron imágenes, cada cual más espantosa. No tuve que tragarme orgullo alguno, volví a cambiar el rumbo, para regresar al poblado, por curiosidad o qué sé yo. Menudo día, iba de un lado a otro, volviendo loco al pobre caballo. Entonces frené el corcel, cuando distinguí a alguien corriendo hacia mí ¡Keiran! Inexpresable el alivio que sentí al verle sano y salvo. -¡Kory! – Contuve el arrebato de alegría que me entró, con gran maestría. Cualquiera diría que no me corría sangre por las venas.
Debí haberme bajo del caballo al momento, para estar en las mismas condiciones. Le miré sin articular palabra, con la expresión estática, sólo muy en el fondo podías encontrar la emoción que me embargaba. -Perdóname – logró decir. Y ahora es cuando me da explicaciones. -Pero no deseaba que la conocieses.- porque…- No es una persona muy agradable – Me di cuenta. Aunque una cosa no quita la otra. -Temí que te atacase – ¿De verdad se le pasó por la cabeza semejante locura? La que corría peligro en todo caso era ella. -Y... No ha sido una buena idea, traerte conmigo. – “Genial, Keiran.” Estuve al punto de apartar la mano cuando la tomó, pero simplemente miré la lejanía del sendero, como si esa respuesta fuera suficientemente clara. -Creo que... – Se escuchaba el rumor de los árboles, y el imperceptible sonido del viento. En sí no era una mala noche, sólo se había oscurecido un poco-bastante. Tantas emociones fuertes podían conmigo. -¿No teníamos un paseo pendiente? – parpadeé con un inequívoco gesto de confusión. Posé mis ojos en él, encontrándole distinto. -Sí... demos un paseo. – Un vago intento de asumir lo anterior, queriendo dejarlo en el olvido, sin que nadie lo notase. Una manera muy dolorosa de superar la realidad, a mi modo de ver. -Y todo solucionado – Confirmado, aquí había un problema mucho más profundo, y desde hace tiempo ya.
Bajé pausadamente del caballo, sin soltar su mano, fue descorazonador. ¿Cuánto había tenido que tragar? Y ¿cuándo había tomado la decisión de solucionar los problemas así? Porque si a mí me afectó lo ocurrido en este ‘corto espacio de tiempo’, estando en un segundo plano, a él evidentemente más. Se reflejaba en su desesperación, poco le faltaría para no poder soportarlo más. Saturado de infortunios. Solté su mano, aproximándome a él compasiva, pocos segundos después le tenía entre mis brazos, y no le soltaría. –Lo…siento.- murmuré conmovida. Sentía todo lo que le había pasado, y lo poco empática que había sido, aún tratándose de él. Hacía mucho tiempo que no me preocupaba de alguien que no fuese yo misma, y no pensé que Keiran necesitase mi ayuda hasta ahora, pues aunque me dijo que era huérfano, no vi que fuera razón suficiente para compadecerme de él. Pero ahora, vi claro el problema, un problema que venía de lejos.
Mis manos no se movieron de su espalda. –No voy a marcharme.- levanté el rostro para mirarle. –No es bueno que te hagas esto… Nadie lo aprobaría.- Supera a cualquiera. ¿Sabría a lo que me estaba refiriendo? –Entiendo que hasta el momento tu método de ignorar los problemas haya sido “eficaz”, pero me temo que no deja ser un engaño…-volví a apoyar la mejilla en el pecho que encerraba su enérgico corazón.- que terminará por consumirte…- o quién sabe, algo peor.-No dejaré que eso pase, lo quieras o no me tienes aquí para lo que necesites.- sonreí, achuchándole con más fuerza.
–Y ¿qué decir? Tu jefa deja mucho que desear…- ¿Por qué no dejaba atrás aquello que le hacía sentir infeliz? ¿A quién tendría que dar cuentas? Me pregunté.
–Antes…escuché un disparo…- escurrí mis brazos por su torso, para rodear su cuello con suavidad.-creí que…algo malo te había ocurrido… - miré el cuello de su camisa, comprendiendo.- Fue ella.- ¿quién habría de ser sino? – ¿Dejaste tu trabajo?- Podría ser que esa fuera la razón de su enfado, de un enfado que me prometí que poco le duraría. Esa mujer tenía los días contados. ¿Qué mejor ayuda? Tal vez mi manera de solucionar las cosas tampoco fuera la más correcta, pero no aprendí otra. Además mi manera nunca fallaba, eso por descontado
¿Habría consecuencias? ¿Importaría?
Debí haberme bajo del caballo al momento, para estar en las mismas condiciones. Le miré sin articular palabra, con la expresión estática, sólo muy en el fondo podías encontrar la emoción que me embargaba. -Perdóname – logró decir. Y ahora es cuando me da explicaciones. -Pero no deseaba que la conocieses.- porque…- No es una persona muy agradable – Me di cuenta. Aunque una cosa no quita la otra. -Temí que te atacase – ¿De verdad se le pasó por la cabeza semejante locura? La que corría peligro en todo caso era ella. -Y... No ha sido una buena idea, traerte conmigo. – “Genial, Keiran.” Estuve al punto de apartar la mano cuando la tomó, pero simplemente miré la lejanía del sendero, como si esa respuesta fuera suficientemente clara. -Creo que... – Se escuchaba el rumor de los árboles, y el imperceptible sonido del viento. En sí no era una mala noche, sólo se había oscurecido un poco-bastante. Tantas emociones fuertes podían conmigo. -¿No teníamos un paseo pendiente? – parpadeé con un inequívoco gesto de confusión. Posé mis ojos en él, encontrándole distinto. -Sí... demos un paseo. – Un vago intento de asumir lo anterior, queriendo dejarlo en el olvido, sin que nadie lo notase. Una manera muy dolorosa de superar la realidad, a mi modo de ver. -Y todo solucionado – Confirmado, aquí había un problema mucho más profundo, y desde hace tiempo ya.
Bajé pausadamente del caballo, sin soltar su mano, fue descorazonador. ¿Cuánto había tenido que tragar? Y ¿cuándo había tomado la decisión de solucionar los problemas así? Porque si a mí me afectó lo ocurrido en este ‘corto espacio de tiempo’, estando en un segundo plano, a él evidentemente más. Se reflejaba en su desesperación, poco le faltaría para no poder soportarlo más. Saturado de infortunios. Solté su mano, aproximándome a él compasiva, pocos segundos después le tenía entre mis brazos, y no le soltaría. –Lo…siento.- murmuré conmovida. Sentía todo lo que le había pasado, y lo poco empática que había sido, aún tratándose de él. Hacía mucho tiempo que no me preocupaba de alguien que no fuese yo misma, y no pensé que Keiran necesitase mi ayuda hasta ahora, pues aunque me dijo que era huérfano, no vi que fuera razón suficiente para compadecerme de él. Pero ahora, vi claro el problema, un problema que venía de lejos.
Mis manos no se movieron de su espalda. –No voy a marcharme.- levanté el rostro para mirarle. –No es bueno que te hagas esto… Nadie lo aprobaría.- Supera a cualquiera. ¿Sabría a lo que me estaba refiriendo? –Entiendo que hasta el momento tu método de ignorar los problemas haya sido “eficaz”, pero me temo que no deja ser un engaño…-volví a apoyar la mejilla en el pecho que encerraba su enérgico corazón.- que terminará por consumirte…- o quién sabe, algo peor.-No dejaré que eso pase, lo quieras o no me tienes aquí para lo que necesites.- sonreí, achuchándole con más fuerza.
–Y ¿qué decir? Tu jefa deja mucho que desear…- ¿Por qué no dejaba atrás aquello que le hacía sentir infeliz? ¿A quién tendría que dar cuentas? Me pregunté.
–Antes…escuché un disparo…- escurrí mis brazos por su torso, para rodear su cuello con suavidad.-creí que…algo malo te había ocurrido… - miré el cuello de su camisa, comprendiendo.- Fue ella.- ¿quién habría de ser sino? – ¿Dejaste tu trabajo?- Podría ser que esa fuera la razón de su enfado, de un enfado que me prometí que poco le duraría. Esa mujer tenía los días contados. ¿Qué mejor ayuda? Tal vez mi manera de solucionar las cosas tampoco fuera la más correcta, pero no aprendí otra. Además mi manera nunca fallaba, eso por descontado
¿Habría consecuencias? ¿Importaría?
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
Soltó mi mano y pensé "Hasta aquí hemos llegado. Se acabó. ¿Qué le vamos a hacer?" A partir de ahora, se compadecía de mí y con razón. Yo era la reencarnación del despropósito en persona. Ahora me daría unas palmaditas en la espalda, diría lo más apropiado -yo incapaz de enfadarme, claro- como despedida y cada uno por su lado.
Pero no fue así. Igual que si me hubiesen fosilizado, me quedé quieto al sentirla sobre mí. ¿Estaba tan mal encaminado? Lo último que esperé, fue que terminase abrazándome –Lo…siento.- y aún menos que pidiese disculpas. Dubitativo correspondí su abrazo, sin decantarme por donde dejar reposar las manos. Estaba tan perdido, que creí necesitar un mapa para encontrarme a mí mismo. –No voy a marcharme.- "Increíble" –No es bueno que te hagas esto… Nadie lo aprobaría.- un mapa no habría sido suficiente ¿A qué se refería? Yo no hice nada. Es decir, si que cometí algún error, pero la perjudicaba sólo a ella. Sin saber de qué estaba hablando, busqué su mirada ansioso con el desconcierto de un niño –Entiendo que hasta el momento tu método de ignorar los problemas haya sido “eficaz”, pero me temo que no deja ser un engaño…- Así que era eso. Arrugué el ceño pues no me gustó el rumbo que tomó la conversación. Yo estaba bien como estaba. No necesitaba métodos de ningún tipo. Cada uno funciona a su manera ¿No? ¿Quién era ella para...? Apoyó la mejilla sobre mi pecho. Por entonces, tampoco supe donde poner las manos. Acaricié sus cabellos por inercia, nada más notar su frente helada contra mi clavícula. Y volví a sentirme mísero. Puede que pensase que aquello me daba ánimos. Pero nunca pretendí que su cometido fuese sacarme de los baches pasados de mi vida. Vale que hablamos algo en su casa, pero lo interpreté de manera distinta - que terminará por consumirte…- nunca me gustó que me juzgaran. Menos sin conocerte de nada ¿Cuánto pasamos juntos, como para tacharme de...? ¿De qué me estaba tachando? -No dejaré que eso pase, lo quieras o no me tienes aquí para lo que necesites.- Pues nada de lo que dijo, se asemejó a mi ideal. Acompañé su risa melodiosa, desganado. Como cuando tienes que sonreír delante de un montón de gente y no te apetece un carajo. –Y ¿qué decir? Tu jefa deja mucho que desear…- ¿Y qué tenía que ver Tara en todo esto? ¿Acaso insinuaba que ella era la culpable?
Pero ahí no terminaba el asunto –Antes…escuché un disparo…- agarré sus manos, cuando se detuvieron -creí que…algo malo te había ocurrido… - Estaba sano y salvo, era obvio y aún así, hizo una pausa pensativa - Fue ella.- "e aquí la respuesta" – ¿Dejaste tu trabajo?
-¿Dejar el trabajo? - hice que me soltara, dejando que sus manos descansaran en los costados ¿Cómo explicarle que...? Mi cerebro se estaba colapsando. Era cuestión de tiempo que lo notase. Yo estaba atado de pies y manos. ¿Un motivo para no cometer tal desvarío? En una travesía por Egipto, insinué mi dimisión a la jovencita. Y ella muy amablemente, intentó venderme a un comerciante ambulante, como esclavo por cincuenta camellos. Pero Tara no tenía idea de que hacer con tanto animal y terminó por perdonarme el castigo. No era la primera vez que lograba amenazarme. Por lo visto hay millones de cazadores por el mundo, que se mueren por tener una cabeza de licántropo colgada de la pared, en el salón de su casa -¿Estás loca? Eso es imposible - no quería excederme, siendo consciente de que Kory no actuaba con mala intención. Así que, volví a tomar sus manos y juntas las acaricié con la boca hasta besarlas -Oye... se que estás preocupada. Y te agradezco todo eso de ayudarme, y... - que intentara calentar sus manos era un esfuerzo inútil. Tan inútil como lo que ella pretendía ¿No era capaz de entenderlo? Observé su rostro con franqueza -No necesito tú auxilio. No te lo tomes a mal ¡No lo interpretes como un desprecio! Es que... no considero que tenga ningún problema.- algo latía justo en mi bolsillo -Tampoco necesito esto - saqué el sobre, cerrando sus dedos en torno a él y en silencio, perdí la vista a mi alrededor -No ha sido una noche muy buena - sonreí intentando encontrar un clímax mucho más relajado, quedándome hipnotizado por su caballo ¿Dónde estaría el aniquilador? -Te ayudaré a buscar al otro - señalé al animal, soltando por fin sus manos -No debe andar lejos. - ahora era lo único que me preocupaba.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: "La divina comedia"
Fue una de las posibilidades que se me ocurrieron. -¿Dejar el trabajo? - “¿Tal vez?” ¿Qué problema había? Disfrutábamos de algunas libertades ¿O…aquí no? ¿Es que hizo un pacto de sangre que le ataba de por vida? “¿Aún se hacían ese tipo de cosas?” Me iba preguntando, cuando me apartó. A veces las palabras sobran.... “¡Vamos! Ni que estuviese sometido a algún tipo de corvea.”
-¿Estás loca?- Puede.- Eso es imposible. – ¿dónde están los derechos del ciudadano? Y más, siendo lo que somos... ¿Lo entendía de una manera tan distinta al resto? No, no comprendía su situación. Ni podía imaginármela si quiera. ¿Cuándo había olvidado que no proveníamos del mismo sitio? Querer entenderle era como pretender enseñarle a un mono “la tabla del dos”. Juntó mis manos bajo mi mirada aprensiva, y las besó, no sé por qué razón. -Oye... sé que estás preocupada. Y te agradezco todo eso de ayudarme, y... – ¿Qué pasaba? Entonces vino lo inevitable.-No necesito tú auxilio. No te lo tomes a mal ¡No lo interpretes como un desprecio!- Lo puedo interpretar de mil formas.- Es que... no considero que tenga ningún problema.- ¿Insinué algo por el estilo? Lo único que le di a entender era que necesitaba ayuda, y al parecer, la que yo le tendía no era suficiente, ni de lejos. -Tampoco necesito esto –Y ahí iba, para completar mi humillación, el cheque que le di, directo a mi mano. ‘Orgullo de acero’ demostraba el señorito, y tanto… Asentí con una sonrisa que advertía lo que dentro de poco sucedería “No me conoce en absoluto”.
Miré el sobre, enfadada. Enfadada porque rechazase así mi ayuda cuando no le costaba nada aceptarla, enfadada por haber querido ayudarle, puesto que lo hice de corazón ¡por una vez! y sin requerir ninguna compensación. Me ofendía ese esfuerzo en vano. En mi naturaleza no se encontraba el concepto “ayudar”, ni fardar de generosidad, y aún así ¡lo hice!…lo hice porque… me importaba, inexplicablemente, pero era la verdad por más que me fastidiase la idea. Bueno ¿Y qué? A la vista estaba que él podía con todo, no necesitaba de nadie ¡pues bien! Que no se diga que no lo intenté. No soy de las que caen dos veces ni trescientas en la misma piedra, con una me basta y me sobra para captarlo. Porque si hablamos de orgullo no sé quién tendría las de ganar. -No ha sido una noche muy buena – ¿Buscamos culpables? No podía seguir allí, no. Apreté el sobre con fuerza, ardía en mi mano. Contra todo pronóstico él sonreía… pero lamentablemente yo no estaba de humor, y dudaba mucho de que volviese a estarlo, al menos en lo que quedaba de noche. -Te ayudaré a buscar al otro – Le miré sin pestañear. Sus palabras sonaron como un total disparate.-No debe andar lejos. - ¿Y qué más le daba el caballo? No… Así no son las cosas. –Mira, ni te molestes.- comencé a decir forzándome por ser lo más sutil posible, y para no denotar mi hastío. –Creo que podré buscarlo yo sola.- sonreí irónica. Por qué iba a querer su ayuda ¿por cortesía? ¡Ni hablar!
Si una vez prometí que “no iba a mancharme”, ahora tachaba todo lo dicho. “¿Sólo porque no aceptó tu ayuda?” podrían preguntarse. No sólo por eso, diría yo. –Así que nada… Suerte.- ¿O tampoco la necesitaba?
Me subí al caballo borrando por completo mi sonrisa, que por momentos se tornaba más hiriente. Le miré un instante desde arriba con la máscara de inconfundible decepción, puede que él también la llevase... ¿Y qué íbamos a esperar? –Adiós Keiran.- Suspiré, justo cuando emprendí la marcha. No miré hacia atrás.
Mientras cabalgaba hice mil pedazos el sobre, dejando que estos se escapasen de mi mano, planeando hasta el suelo. Ni si quiera me apetecía buscar a Roldán. Tampoco quería volver al castillo. No sabía dónde me llevaría el extraño camino de la derecha, pero me no me importó. Tomé el ejemplo de Keiran, no iba a pensar sobre ello, es más no iba a pensar en absolutamente nada en todo el trayecto, puede que fuera una buena filosofía. Lo único que podía temer era a lo único que podía aniquilarme, así que…no tenía nada que perder hasta ese momento.
Y me dije: Dejemos que la noche dirija nuestro destino.
-¿Estás loca?- Puede.- Eso es imposible. – ¿dónde están los derechos del ciudadano? Y más, siendo lo que somos... ¿Lo entendía de una manera tan distinta al resto? No, no comprendía su situación. Ni podía imaginármela si quiera. ¿Cuándo había olvidado que no proveníamos del mismo sitio? Querer entenderle era como pretender enseñarle a un mono “la tabla del dos”. Juntó mis manos bajo mi mirada aprensiva, y las besó, no sé por qué razón. -Oye... sé que estás preocupada. Y te agradezco todo eso de ayudarme, y... – ¿Qué pasaba? Entonces vino lo inevitable.-No necesito tú auxilio. No te lo tomes a mal ¡No lo interpretes como un desprecio!- Lo puedo interpretar de mil formas.- Es que... no considero que tenga ningún problema.- ¿Insinué algo por el estilo? Lo único que le di a entender era que necesitaba ayuda, y al parecer, la que yo le tendía no era suficiente, ni de lejos. -Tampoco necesito esto –Y ahí iba, para completar mi humillación, el cheque que le di, directo a mi mano. ‘Orgullo de acero’ demostraba el señorito, y tanto… Asentí con una sonrisa que advertía lo que dentro de poco sucedería “No me conoce en absoluto”.
Miré el sobre, enfadada. Enfadada porque rechazase así mi ayuda cuando no le costaba nada aceptarla, enfadada por haber querido ayudarle, puesto que lo hice de corazón ¡por una vez! y sin requerir ninguna compensación. Me ofendía ese esfuerzo en vano. En mi naturaleza no se encontraba el concepto “ayudar”, ni fardar de generosidad, y aún así ¡lo hice!…lo hice porque… me importaba, inexplicablemente, pero era la verdad por más que me fastidiase la idea. Bueno ¿Y qué? A la vista estaba que él podía con todo, no necesitaba de nadie ¡pues bien! Que no se diga que no lo intenté. No soy de las que caen dos veces ni trescientas en la misma piedra, con una me basta y me sobra para captarlo. Porque si hablamos de orgullo no sé quién tendría las de ganar. -No ha sido una noche muy buena – ¿Buscamos culpables? No podía seguir allí, no. Apreté el sobre con fuerza, ardía en mi mano. Contra todo pronóstico él sonreía… pero lamentablemente yo no estaba de humor, y dudaba mucho de que volviese a estarlo, al menos en lo que quedaba de noche. -Te ayudaré a buscar al otro – Le miré sin pestañear. Sus palabras sonaron como un total disparate.-No debe andar lejos. - ¿Y qué más le daba el caballo? No… Así no son las cosas. –Mira, ni te molestes.- comencé a decir forzándome por ser lo más sutil posible, y para no denotar mi hastío. –Creo que podré buscarlo yo sola.- sonreí irónica. Por qué iba a querer su ayuda ¿por cortesía? ¡Ni hablar!
Si una vez prometí que “no iba a mancharme”, ahora tachaba todo lo dicho. “¿Sólo porque no aceptó tu ayuda?” podrían preguntarse. No sólo por eso, diría yo. –Así que nada… Suerte.- ¿O tampoco la necesitaba?
Me subí al caballo borrando por completo mi sonrisa, que por momentos se tornaba más hiriente. Le miré un instante desde arriba con la máscara de inconfundible decepción, puede que él también la llevase... ¿Y qué íbamos a esperar? –Adiós Keiran.- Suspiré, justo cuando emprendí la marcha. No miré hacia atrás.
Mientras cabalgaba hice mil pedazos el sobre, dejando que estos se escapasen de mi mano, planeando hasta el suelo. Ni si quiera me apetecía buscar a Roldán. Tampoco quería volver al castillo. No sabía dónde me llevaría el extraño camino de la derecha, pero me no me importó. Tomé el ejemplo de Keiran, no iba a pensar sobre ello, es más no iba a pensar en absolutamente nada en todo el trayecto, puede que fuera una buena filosofía. Lo único que podía temer era a lo único que podía aniquilarme, así que…no tenía nada que perder hasta ese momento.
Y me dije: Dejemos que la noche dirija nuestro destino.
[xDDD seeeeh]
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: "La divina comedia"
Ya me estaba poniendo nervioso. Cada minuto que pasábamos parados, el caballo se alejaba más. Como buscar una aguja en un pajar. –Mira, ni te molestes.- no era ninguna molestia. Antes de que amaneciese, estaría devuelta conmigo. Y si no era posible -recé para que así no fuese- lo encontraría por el día y se lo entregaría a su mayordomo enseguida. –Creo que podré buscarlo yo sola.- ¿Ella sola? fruncí el ceño descontento, sacudiendo la tierra de mis zapatos. "Perdón. No te oí." Con mi ayuda lo encontraríamos antes. No discutiría con ella, pues no lo consideré necesario, aparte de que supone una pérdida de tiempo. De tal modo, ignoré su iniciativa, como si la conversación no hubiese existido y me crucé de brazos esperando que retomásemos el camino. –Así que nada… Suerte.- fue entonces cuando mi gesto cambió y pasmado la miré, perdiendo la fuerza por las manos. Contemplé atónito, como se subía al caballo dejándome allí plantado, con cara de cebolla. ¿Y cuándo su sonrisa cobró un nuevo sentido? Porque ahora era siniestra. Recordé aquel laberinto traicionero. A veces se me olvidaba su condición vampírica. ¿Yo era el culpable por no aceptar el dinero? ¡Era de locos! –Adiós Keiran.- alcé una ceja, que volvió a bajar de inmediato y cerré la boca, que se me quedó seca de tanto tiempo que estuvo abierta -Ahora si que se va - me sorprendí farfullándolo en alto, con la mirada perdida.
Pues si que se lo tomó mal. Impresionado por el desierto que me rodeaba, plantado allí sin nadie más, salvo mis propias desgracias y yo mismo en sí, el pelele número uno, comencé a dudar de su educación, encontrando factible que se despidiese así de mí, por falta de cortesía. Pero enseguida lo deseché, sabiendo que no era ninguna maleducada. De nuevo me engañaba a mí mismo. No si al final, ella iba a tener razón -No... - me agaché rebanándome la cabeza ¿En qué momento fui un idiota? Incluso pensé que encontrar a su caballo, mitigaría el enfado que sufría a mi causa. Pero también lo deseché. "Eso la enfurecería más" Ella misma negó cualquier ayuda. Y luego me lamentaba por no aceptarla yo. "Se acabó." Nunca se me dio bien entablar relación con las mujeres. Supongo que no nos entendíamos.
Mi cuerpo empezó a quejarse. El pecho me ardía y no deseé que la adrenalina llegase hasta mis sienes. Dejé de pensar, viendo que era inservible y eché a correr hasta alcanzar el bosque más cercano, preguntándome aún, qué había pasado. Me faltó tiempo para transformarme en el lobo que era. Ni me quité la ropa, que se rasgó en mil pedazos, dejando los restos a mi paso. Suerte que dejé caer la mochila cerca. Siempre llevé ropa de reserva por si las moscas. Pero poco duró mi paseo, regresando a la realidad en apenas unos minutos. El pelo desapareció de mi cuerpo y demás cualidades típicas de mi raza, haciendo que el hombre recuperase su forma. Y me vi en medio de una maraña de arbustos, como tantas otras noches. Pero hice algo que no creí que volviese a darse en mí. Me encontré chocando los puños contra un árbol sin poder parar, haciéndome heridas en los nudillos. La piel se desprendía en carne viva, dejando a la vista la sangre y parte del hueso, produciéndome un escozor horrible que soporté sin detener el ritmo. Golpeé tan fuerte que creí desintegrar la madera. El dolor hace milagros a veces, haciéndote olvidar, porque ya no sentía ni las manos. Derrotado por mi propia barbarie, pues las fuerzas poco me acompañarían a partir de ahora, caí derrotado sobre el suelo, con una última imagen grabada en la retina. Sus labios susurrándome lo mucho que la importaba, devastadores, hasta que cerré los ojos.
El sueño se apoderó de mí como agua de mayo, hasta que noté algo rozándome el pelo -Kory - grité con el corazón en un puño por el nuevo contratiempo, que recibí con la mayor de las alegrías, entremezclándolo todo con sueños que ahora se alejaban de la realidad. Porque no era Kory quien me acariciaba -Increíble... - fue lo único que pude expresar al contemplar al culpable. Su caballo estaba junto a mí, dándome con el morro justo en la cabeza, con ganas de tocarme la moral "Él haciendo amigos, siempre tan simpático." Ahora debía devolvérselo y no encontraba el suficiente valor, como para regresar a su casa. Quedarme con el caballo hasta entonces... no nos llevábamos demasiado bien. Aunque ahora no intentó matarme -No se yo... ¿Tú qué dices? - "Que dolor de manos." El animal relinchó, tumbándose junto a mí ¿Eso era un no? -Ya veremos... - acaricié el lomo. Sólo una vez. No fue buena idea con semejantes heridas "Cabra loca..."
Pues si que se lo tomó mal. Impresionado por el desierto que me rodeaba, plantado allí sin nadie más, salvo mis propias desgracias y yo mismo en sí, el pelele número uno, comencé a dudar de su educación, encontrando factible que se despidiese así de mí, por falta de cortesía. Pero enseguida lo deseché, sabiendo que no era ninguna maleducada. De nuevo me engañaba a mí mismo. No si al final, ella iba a tener razón -No... - me agaché rebanándome la cabeza ¿En qué momento fui un idiota? Incluso pensé que encontrar a su caballo, mitigaría el enfado que sufría a mi causa. Pero también lo deseché. "Eso la enfurecería más" Ella misma negó cualquier ayuda. Y luego me lamentaba por no aceptarla yo. "Se acabó." Nunca se me dio bien entablar relación con las mujeres. Supongo que no nos entendíamos.
Mi cuerpo empezó a quejarse. El pecho me ardía y no deseé que la adrenalina llegase hasta mis sienes. Dejé de pensar, viendo que era inservible y eché a correr hasta alcanzar el bosque más cercano, preguntándome aún, qué había pasado. Me faltó tiempo para transformarme en el lobo que era. Ni me quité la ropa, que se rasgó en mil pedazos, dejando los restos a mi paso. Suerte que dejé caer la mochila cerca. Siempre llevé ropa de reserva por si las moscas. Pero poco duró mi paseo, regresando a la realidad en apenas unos minutos. El pelo desapareció de mi cuerpo y demás cualidades típicas de mi raza, haciendo que el hombre recuperase su forma. Y me vi en medio de una maraña de arbustos, como tantas otras noches. Pero hice algo que no creí que volviese a darse en mí. Me encontré chocando los puños contra un árbol sin poder parar, haciéndome heridas en los nudillos. La piel se desprendía en carne viva, dejando a la vista la sangre y parte del hueso, produciéndome un escozor horrible que soporté sin detener el ritmo. Golpeé tan fuerte que creí desintegrar la madera. El dolor hace milagros a veces, haciéndote olvidar, porque ya no sentía ni las manos. Derrotado por mi propia barbarie, pues las fuerzas poco me acompañarían a partir de ahora, caí derrotado sobre el suelo, con una última imagen grabada en la retina. Sus labios susurrándome lo mucho que la importaba, devastadores, hasta que cerré los ojos.
El sueño se apoderó de mí como agua de mayo, hasta que noté algo rozándome el pelo -Kory - grité con el corazón en un puño por el nuevo contratiempo, que recibí con la mayor de las alegrías, entremezclándolo todo con sueños que ahora se alejaban de la realidad. Porque no era Kory quien me acariciaba -Increíble... - fue lo único que pude expresar al contemplar al culpable. Su caballo estaba junto a mí, dándome con el morro justo en la cabeza, con ganas de tocarme la moral "Él haciendo amigos, siempre tan simpático." Ahora debía devolvérselo y no encontraba el suficiente valor, como para regresar a su casa. Quedarme con el caballo hasta entonces... no nos llevábamos demasiado bien. Aunque ahora no intentó matarme -No se yo... ¿Tú qué dices? - "Que dolor de manos." El animal relinchó, tumbándose junto a mí ¿Eso era un no? -Ya veremos... - acaricié el lomo. Sólo una vez. No fue buena idea con semejantes heridas "Cabra loca..."
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Página 2 de 2. • 1, 2
Cántico de Sangre :: ITALIA, INGLATERRA Y FRANCIA :: RESIDENCIAS :: INGLATERRA :: LONDRES: Castillo de Lancaster
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Jue Ene 29, 2015 12:29 am por Lirio azul
» Casting para Claudia
Jue Ene 29, 2015 12:29 am por Lirio azul
» Théâtre des Vampires
Miér Ago 27, 2014 6:07 pm por Tristán Evans
» Luccia Venturi
Miér Jul 30, 2014 6:29 pm por Tristán Evans
» Buenas tardes
Miér Nov 27, 2013 1:51 am por Luccia Venturi
» Los antiguos
Miér Jun 12, 2013 11:54 pm por erick roal
» Dudas
Vie Mayo 31, 2013 10:13 am por Armand
» Lydia Deetz
Mar Mayo 28, 2013 1:48 am por Capt. leon
» Juego de la Verdad.
Jue Abr 11, 2013 5:37 pm por Sayra Luk Richter