Visitando a mi "maestro"? [Tristán Evans]

Recuerdo del primer mensaje :

Esa mañana al fin había tomado una decisión. Desde que ocurrió aquel encuentro casual con el aparentemente experimentado músico Tristán en la cafetería, llevaba dándole vueltas al hecho de si debería aceptar o no su proposición de darle clases de piano. Desde luego, el piano era algo que me interesaba, aunque nunca había pensado en él más allá de una exquisita y reconfortante afición. Pero algunas de las últimas cosas acaecidas me habían hecho desear pasar el mayor tiempo posible fuera de casa, por lo que la idea de salir para que alguien me diese lecciones de piano era altamente atrayente. Al final no lo pensé más y, tras buscar en mi bolso la nota dónde me había anotado las señas de su hotel me fui a visitar a Tristán.

Llegué al hotel con ciertos nervios. Quizá él se había pensado mejor las cosas y ahora no quería ser mi maestro... Sacudí la cabeza levemente para apartar de mí ese pensamiento y me acerqué a la recepición. Pregunté por él al hombre que allí trabajaba y, cuando me dijo que se encontraba en su habitación pedí que le avisaran de que la señorita Jonhson quería verle. Esperaba que me recordase pese al hecho de que había transcurrido una semana desde nuestro primer y único encuentro. Vi como el recepcionista llamaba a un botones y mientras esperaba fui a sentarme a uno de los aparentemente cómodos sillones que había junto a la recepción.

Todo lo que me dijo me pareció perfecto, y esperaba que lo dijese en serio. Pues no sabía la suerte que había tenido al toparse con un tipo tan "generoso" como yo en ese sentido. Vamos, un Sócrates de la música.
Maestro…sí, cada vez que me llamaba así…más me estimulaba, cosa bárbara “para ¡ya!” gritó una parte de mí.
¿Y yo qué recibía a cambio de todo esto? Buena pregunta. Parpadeé volviendo a la realidad cuando la señorita hizo una leve genuflexión, ese tipo de…comportamiento, no iba conmigo, pero en fin...eran sus modales aristocraticos. La seguí con los ojos hasta que desapareció de mi vista.

A todo esto… ¿tenía que entrar…por algún casual para pedirle permiso a su padre…o algo de eso? Entorné los ojos sin moverme del sitio. ¿Pedirle permiso? ¡Pero qué demonios! ¿Desde cuándo hay que pedir permiso para instruir a alguien? En cualquier caso… ¿tenía que hablar con sus padres acerca de las clases? En nuestro primer encuentro en el café…creo recordar que no estaba dispuesto a pasar por ser su “niñera” y que haría lo que fuese para no intercambiar palabra con sus padres… Pero… ¿ahora pensaba lo mismo? En aquellos tiempos se tenía muy sobreprotegida a toda joven de familia respetable…y ¿quién me decía a mí que no me metería en problemas por esto?
– Qué dilema.- murmuré mirando al suelo y dando una ligera patada a una hoja que había en el suelo ¡molestándome! “¿Por qué piensas tanto en eso?...deja de comerte la cabeza…No estás haciendo nada malo…Solo la estás ayudando…aunque…tu personalidad te lleve a montarte paranoias…” escondí con una de mis manos la sonrisa estúpida que se me había formado.
“Ahora…márchate de aquí…si no quieres que la gente se piense algo que no es.” Asentí a la voz de mi interior y comencé la marcha a mi hotel, tenía en mente ducharme y tirarme en la cama…después tendría toda la noche para mí.

-¿Tristán?... ¡eres tú! ¿Qué haces por aquí?- Giré la cabeza hacía donde provenía aquella voz masculina. ¡Oh joder…! Martín.
-¿Qué? ¿Ahora uno no puede dar un paseo tranquilamente sin que le sometan al tercer grado?- pregunté ciertamente intranquilo. Martín se echó a reír pasando su brazo por mi espalda, como colegas que éramos, tuve que retener mi mal humor.
–No te enfades amigo mío… estás en todo tu derecho de pasear por aquí…y por el mismo Palacio Real.
–Que lo he hecho.- le recordé con una sonrisa.
–Sí…ya lo sé…No hay quien te pare.
-Ya...¿Qué haremos esta noche? -Lo de todos los jueves… ¿te place?
-Me place.- Dije inclinando la cabeza cómicamente, a mí se me escapó una carcajada que fue contagiosa, atrás dejamos todos mis problemas.