Intentando pasarlo bien en el baile (Leonardo)

Recuerdo del primer mensaje :

Odiaba aquella noche. Me gustaba bailar, sí, no podía negarlo. Tal era mi devoción por ello que no me importaba ir al salón de baile con zapatos de tacón, un corsé tan ajustado que apenas podía respirar y un vestido demasiado pomposo para poder llevarlo puesto, pero mi padre me permitió ponerme un vestido menos ostentoso y llamativo, me había regalado uno más cómodo porque me conocía bien y quería reconfortarme por lo que me había hecho. ¿Qué era? Había vuelto a concertar otro evento sin mi consentimiento, me iba a llevar al baile con Albert Dupont.

Y allí estaba, mi padre me había dejado sola con ese desagradable hombre. Acabábamos de llegar y ya estaba casi borracho. Me había tomado por la cintura y me echaba su asqueroso aliento en la cara diciéndome que bailara con él.

- No, no quiero bailar con vos.-dije sin ocultar mi desprecio mientras intentaba soltarme.

- Vamos, ¿Por qué sois siempre tan estrecha?

- Dejadme en paz o hablaré con mi padre.-lo amenacé. Él sólo se rió e intentó besarme.- ¡He dicho que me dejéis!-grité asqueada intentando resistirme.

- Claro, Monsieur. Se ven incómodos y lo son más de lo que parecen, como todos los que debemos llevar las señoritas. La ropa femenina es muy incómoda. -Cogí delicadamente su pie para ayudarla quitándole los zapatos

-Tiene aspecto de serlo y muchas veces el envoltorio no puede cambiar lo que hay dentro- Dije refiriéndome a lo superficial que era la sociedad

- No tenéis por qué guardar tanto las formas conmigo, estoy harta de tanto de protocolo.-Me dijo y solo la mire con una sonrisa.

-No sigo un protocolo, solo soy educado, no puedo ser otras cosas con una joven tan hermosa como vos-Dije y comencé a prepararme mentalmente para utilizar mis habilidades vampíricas. Aquel caso no era como otro cualquiera, ella no debía recordar nada y mucho menos saber que estaba pasando para que no huyese o armase un escándalo, así que además de modificar sus recuerdos tendría que actuar sobre sus sentimientos.
Tras dejar sus pies levante su rostro para que me mirase.

-Tenéis unos ojos preciosos-Comencé con el contacto visual necesario, mi voz era envolvente y transmitía confianza y seguridad….necesitaba que ella sintiese aquello

Uno de mis pies fue apresado suavemente por sus manos para ayudarme a quitar el zapato que calzaba y sentí un escalofrío, me ponía nerviosa. Era simplemente el tacto masculino en mi piel con tanta delicadeza, no lo había sentido nunca, Albert era un degenerado muy bestia que hacía las cosas con mucha rudeza.

- Lo sé, Monsieur, por eso a veces prefiero quedarme en casa, donde puedo estar tranquila sin que nadie me juzgue todo el tiempo.-dije.

O salir a la calle con apariencia masculina.-pensé, pero eso no se lo podía decir, otro punto más de la sociedad de aquel entonces.

- Oh...-murmuré. No podía evitarlo, eran tan escasos los halagos que al escucharlos me golpeaban como un mazo en la mente, no sabía si tomármelos bien o si pensar en que eran puras palabras para dejar contentas a las mozas, pero él me inspiraba confianza, quizá porque no estaba acostumbrada a tratar con las personas, y menos a solas, sin estar en un grupo de gente.

Entonces fue cuando tomó mi rostro, haciendo que mis ojos se encontraran con los suyos, y cuando me dijo aquello, no pude apartar mi mirada de la suya, me parecía algo imposible.

- Gra-gracias...-fue lo único que pude murmurar entre titubeos.

No apartaba su mirada de la mía. Tomó mi mano y seguí mirándolo a los ojos. Me besó delicadamente y después siguió depositando más besos por mi brazo hasta llegar a mi cuello, del que previamente había apartado mi pelo. Suspiré, quisiera o no me estaba gustando, pero no sabía por qué estaba haciendo eso repentinamente.

- ¿Q-qué hacéis?-pregunté en un murmullo tan profundo que no creí que pudiese oírlo. Respiré hondo y cerré los ojos, pero seguía sin poder moverme de allí, no quería, no podía, el caso era que seguía allí, dejando que me hiciese todo lo que quisiese de forma pasiva.

“Esto no es correcto.” Dijo una voz en mi mente.
“Lo incorrecto es que esa cosa que está ahí dentro vaya detrás de las niñas” Refuté y no hubo respuesta.

No respondió a mi pregunta, sólo acercó sus labios a los míos haciendo que mi corazón diese un vuelco al pensar que me iba a besar, pero no fue eso lo que ocurrió. Mordió mi labio inferior y solté un quejido. Luego se separó, comenzaba a asustarme. Sobre todo lo que dijo después de mandarme a callar con un sonido. ¿Qué no me iba a doler? Había llevado mi brazo hasta sus labios ¿Iba a volver a besarlo? Pero eso no me iba a doler, no tenía necesidad de...

“¡Aw...!” Chillé en mi fuero interno porque mi garganta soltó un gemido de algo que no era exactamente dolor. ¿Entonces qué era? Analizarlo en aquel momento era complicado. Me sentía... Me sentía bien, muy bien. Es decir, el mordisco me había dolido como si me hubiesen dado un pinchazo con una aguja, pero ahora todo era una mezcla de sensaciones. Mis hormonas o mejor dicho, todo mi cuerpo, se revolucionó bastante. Notaba una especie de torrente en mi interior y no pude evitar gemir de... ¿Podría decirlo? Podría. Podría atreverme a afirmar que había sido un gemido de placer.

Mi corazón estaba muy acelerado, como mis pensamientos y sensaciones hasta hacía un momento, cuando todavía me sentía enérgica. Después de haber estado de aquella manera un rato comenzaba a decaer, me sentía más débil aunque no estaba segura de la razón. Mi espalda, habiendo estado en el aire todo el tiempo, se posó en el respaldo del banco. Y mis ojos intentaban cerrarse.

Algo me faltaba, no sabía el qué pero me daba la sensación de que algo se me escapaba poco a poco, realmente no sabía qué estaba ocurriendo, tan sólo me sentía muy rígida, cada vez más, mi cuerpo era más pesado con el paso de los minutos que parecían horas, me sentía más débil y, a pesar de que mis ojos seguían abiertos, veía muy borroso, todo estaba difuminado y nada tenía una forma nítida. Tales eran mis desvaríos que vi algo imposible en aquel mundo.

Mamá... Me di cuenta de que ya no estaba en el jardín del baile sino en uno mucho más grande, y no era de noche, todo estaba muy iluminado. ¿Estaba delirando? O tal vez me había desmayado, no quería pensar en la peor opción; Estar muerta. Aunque tal vez, dadas las circunstancias de mi vida, estar muerta era lo mejor que podía pasarme.

- Mamá...-la llamé en un susurro acercándome a ella, pero cuanto más caminaba hacia ella, más lejos estaba. Mis padres biológicos aparecieron en la escena y me dejaron confusa, ¡¿Qué demonios estaba pasando?! ¡Si era una broma pesada o una pesadilla quería despertar ya! ¡¿Pero qué había pasado para que yo acabase así?! Creía recordar que había estado hablando con una persona, Leonardo Rousseau... Entonces, ¿Dónde estaba él? ¿Y dónde estaba yo?