Tercera llamada [Libre]

Esa era una noche especial; no como cualquiera. Me había enterado que en el Theatre Royal iba a presentarse Hamlet; mi obra favorita de Shakespeare, muchas tenían encanto pero para mí esa era especial, embelesadora. El teatro había estado cerrado un tiempo, por allí de 1794, debido a que le hicieron mejoras para prevenir que volviera a quemarse, sin embargo sabía que ya estaba esplendido y lleno de vida.

Ordené que mi landó fuera preparado para salir mientras me ataviaba con un magnifico vestido de cintura alta y mangas cortas realizado meticulosamente en muselina; cubrí la enorme cicatriz del brazo con unos guantes largos y elegantes, me alegraba no tener que mostrarla. Un chal de fina seda traída de Lyon me adornaba la espalda.

Reservé para mí sola el palco izquierdo más cercano al escenario; no quería compañía alguna, incluso me tapaba el rostro con un abanico al pasar entre la gente. Con audacia subí las escaleras que me llevarían a mi privilegiado asiento. Reconocí varios rostros poco amigables en el camino, por suerte no tendría que saludarlos. Sigilosa, corrí la cortina de mi balcón privado, apagué las velas; deseaba estar sumida en la obscuridad, no ver nada que no fuera el escenario y sobre todo no ser observada. Emocionada me senté a esperar la tercera llamada.

-…Aquel excelente Rey, que fue comparado con este, como con un Sátiro, Hiperión; tan amante de mi madre, que ni a los aires celestes permitía llegar atrevidos a su rostro. ¡Oh! ¡Cielo y tierra! ¿Para qué conservo la memoria? Ella, que se le mostraba tan amorosa como si en la posesión hubieran crecido sus deseos. Y no obstante, en un mes... ¡Ah! no quisiera pensar en esto. ¡Fragilidad! ¡Tú tienes nombre de mujer!...- Pronunciaba con sus grandes dotes histriónicos el actor que daba vida al protagonista, era apenas el solo de la quinta escena del primer acto. Desde que empezó lo obra me zumbaban los oídos y tenía una sensación que prefería ignorar; nada me arruinaría esta noche, mucho menos faltando tanto para mi parte preferida.

Sobraba decir que conocía el libreto de memoria y me dolía un poco que Shakespeare nos tuviera tan en mal concepto; era un misógino pero uno muy romántico con el que no podía molestarme. Cualquiera pensaría que mi vida perecía una tragedia en sí como para tomarme la molestia de ir a ver otra. Divertida repetía los diálogos en un tono que ni yo podía escuchar bien.

Hacia mucho que no estaba tan quieta, al entumecerme cambié de posición con cuidado sin despegar la vista del escenario; incluso si hubiera podido evitar la necesidad de pestañear, encantada lo habría hecho con tal de no distraerme. Dudaba regresar al teatro pronto y quería aprovechar cada segundo, disfrutar cada movimiento, descifrar cada gesto y sobre todo saborear cada dialogo.

De pronto me comenzó a doler la cabeza de forma espantosa; escuchaba una voz aguda que no lograba distinguir pero me taladraba el cerebro, ni cubriéndome con las manos podía silenciarla. Un extraño escalofrío recorrió mi espina dorsal, algo había cerca, podía sentirlo. No era un monstruo, estaba extrañamente segura, tanto que me daba miedo no entender lo que pasaba. Me levanté por mero impulso y salí al exterior del palco a tomar un poco de aire mientras los demás seguían teniendo ojos sólo para Hamlet. El ruido disminuyó mas no cesó.

La cabeza iba a estallarme, en el fondo escuchaba como la obra seguía mas ya no identificaba las voces de los actores, el sonido agudo y espeluznante ocupaba toda mi atención. Me estaba destrozando los nervios uno a uno; no pensé que en una simple noche teatral pudiera pasar algo malo por lo que no traía conmigo ningún arma y dudaba que el abanico sirviera de mucho.

No quería problemas a pesar de ser una fuente de ellos, las únicas mujeres que debían morir lo harían en el escenario, la reina y Ofelia, para mí la función debía continuar… Decidí buscar que estaba provocando el ruido, era eso o irme porque igual me quedaba claro que Hamlet seguiría sin mi compañía.

Me disponía a caminar cuando sin aun mover ni un músculo, la voz se hizo más y más cercana, al parecer ella me encontraría primero. Ya no sabía si correr o quedarme a esperarla, la segunda era mejor opción porque ya estaba mareada, me recargué contra la pared y viendo que el hecho de taparme con las manos no hacía ninguna diferencia, comencé a abanicarme como si eso pudiera servirme de algo.

Escuché unos pasos por el corredor, de reojo me dí cuenta que sólo era un hombre, el dolor de cabeza disminuyó notablemente al igual que espantoso sonido agudo que me estaba rompiendo los tímpanos. Sentí la vista del caballero sobre mí, no estaba de humor, generalmente de todas formas no lo estaba pero en especial en ese momento por lo que sin darme cuenta fui más grosera de lo que debía.

-¿Qué, nunca había visto a una mujer?- Dije al tiempo que volteaba para observarlo mejor y dar peso a mis palabras; al verlo en cuestión de segundos distinguí una sombra enorme a sus espaldas, pero al parpadear ya no había absolutamente nada, ¡que demonios!; me fijé mejor es su rostro, era apuesto pero nada fuera de lo convencional y a pesar de ser blanco no era tan pálido como un vampiro.

Lo barrí de pies a cabeza, todavía confundida por lo que había sucedido unos segundos atrás pero pasó algo extraño, al verlo a los ojos sentí como si lo hubiera conocido de siempre; me era tan familiar. Traté de observarlo mejor, definitivo no podía recordar si lo había conocido en Inglaterra, Alemania o algún viaje a Francia.

- Excusez-moi gentilhomme, ¿lo conozco? – Pregunté en voz baja; sabía que era distraida pero me era imposible creer estar tan segura de conocerlo y no poder identificarlo. Cerré el abanico y me acomodé el chal; esperaba su respuesta.

-Espero que usted pueda decírmelo madame porque es exactamente lo que me estoy preguntando- Estábamos en las mismas, realmente no le podía dar una respuesta afirmativa, quizá sólo me recordaba a alguien-.Discúlpeme, mi nombre es Dylan Dougherty, ¿cuál es el suyo madame?

Hizo el saludo obligado; tuve que presentarme con él por tanto – Natasha Von Hannover – Respondí amable y con una sonrisa demasiado amable, era mi forma de disculparme por haber sido grosera anteriormente.

- Es un placer caballero, pero tengo que regresar a mi asiento – Me vio como si no creyera lo que acababa de decir porque me había encontrado en el pasillo, le dije parte de la verdad – Me sentía un poco mal y vine a tomar aire, sin embargo estoy mejor y sería un pecado perderse una obra tan excelsa.

Se veía bien vestido como para ser algún empleado pero nunca se podía estar completamente segura, su apellido me resultó un poco familiar, posiblemente un aristócrata –. Mi palco tiene buena vista, si gusta puede acompañarme a menos que lo necesiten en otro lugar – lo invitaba por educación, lo más seguro era que me respondería que venía con alguien.

No recibí una respuesta inmediata por lo que supuse que no encontraba las palabras adecuadas para negarse, me adelanté – buenas noches, con su permiso – Seguí sonriendo para que notara que realmente no me importaba y sólo había sido mi forma educada de decir que ya quería irme pero no ofenderlo. Le di la espalda y caminé con dirección al palco, cerré la cortina otra vez y me acomodé silenciosamente.

-Será un placer y un honor apreciar tan brillante obra a su lado si me lo permite madame- Me tomó por sorpresa y di un pequeño brinco, al parecer había hecho demasiado ruido porque inmediatamente se escuchó el “SHHH” del palco que teníamos a un lado, no pude evitar reírme con disimulo.

No me molestaba su presencia pero no había pensado que hacer en caso de que aceptara la invitación-. Tome asiento – le propuse en un susurro, para no molestar otra vez a nuestros mal humorados vecinos que seguramente se quejarían de nuevo.

Le sonreí nuevamente sin saber si podía verme bien en la obscuridad, la parte buena de la obra era que no tendríamos que hablar demasiado, no era que no me agradara, simplemente no sabía que decir además del obvio: “Los actores me parecen excelentes; los escenarios están muy elaborados o lo magnifico que quedó el teatro después de la remodelación”, eran los diálogos clásicos de que no tenía palabras y me parecían aburridos y trillados, se parecía mucho a hablar sobre el clima.

-Descansa, descansa agitado espíritu. Señores, yo me recomiendo a vosotros con la mayor instancia, y creed que por más infeliz que Hamlet se halle, Dios querrá que no le falten medios para manifestaros la estimación y amistad que os profesa. Vámonos. Poned el dedo en la boca, yo os lo ruego... La naturaleza está en desorden... ¡Iniquidad execrable! ¡Oh! ¡Nunca yo hubiera nacido para castigarla! Venid, vámonos juntos.- Pronunció el hábil protagonista para dar fin al primer acto; el telón bajo y tendríamos unos minutos antes del segundo. El lugar se llenó de aplausos.

- Ya sólo tendrá que soportarme cuatro actos más señor- Exclamé risueña aprovechando el ruido que hacían todos; estaba conciente de que era mucho, faltaban dos para tener un ínterin largo, sin embargo el tiempo para mí pasaba rápido. Aproveché para acomodarme en otra posición y estirarme un poco.

-Hacia mucho tiempo que no disfrutaba tanto de una ocasión así, con una compañía tan grata como la suya y una obra excelsa como esta- Me ruboricé demasiado con sus palabras, me incomodaban y a la vez no por la sensación tranquila que me transmitía. Había pasado demasiado desde la última vez que crucé palabras con un hombre joven, humano y que no fuera sirviente ni familiar. No supe que responder, “gracias” me parecía poco modesto.

Era el segundo acto y me perdí entre cada estrofa, en un mundo mágico donde todo alrededor desaparecía y yo era como un Dios, la única espectadora de la historia, me imaginaba que en los cielos pasaba algo parecido, nos observaban desde su propio balcón. Sin querer seguía repitiendo los diálogos, no podía evitarlo pero me resignaba a mover únicamente los labios, sin dar lugar a sonido alguno.

Este acto siempre me pareció el más corto de los cinco, no me sorprendió lo rápido que terminaba, empezaría el más largo. Volví a cambiar de posición mas cuanto deseaba apoyarme sobre los brazos y verla a medio recostar. No habría sido lo correcto y pegada tanto a la orilla sería más visible para los demás.

El tercero era el más largo, pero por mucho el más satisfactorio; cada acto lo amaba de una forma especial, sin embargo este lo hacia con la pasión arrebatadora de una amante que yace en el lecho con el hombre por el que daría todo. El monologo más importante de la obra se encontraba en la cuarta escena – Ser o no ser…

-¡Oh! ¡Qué trastorno ha padecido esa alma generosa! La penetración del cortesano, la lengua del sabio, la espada del guerrero, la esperanza...- recitaba la mujer que representaba a Ofelia con audacia, para varias escenas después ver teatro dentro del teatro, poesía pura, la escenificación de los cómicos sobre la muerte del rey ante irónicamente su traidor asesino.

Cuando terminó este acto, se dio el intermedio, varias personas se levantaron de sus asientos y fueron a la antesala, a los corredores o a platicar con los conocidos, yo no quería encontrarme con nadie pero tampoco quería limitar a mi acompañante a que nofuera por algo de aire fresco.

- Sí desea salir podemos hacerlo monsieur- Ya que faltaba un buen rato para que la función continuara lo mejor sería tratar de conversar sobre algo, de lo contrario sería uno de esos largos silencios incómodos que a nadie le agradaba tener – Y dígame, ¿viene al teatro muy seguido?

- Como usted guste madame, yo estoy gustoso de hacerle compañía- Me dejó en las mismas, sentía que al persuadirlo a que no saliéramos les estaba negando la oportunidad de socializar con sus amistades por mero capricho; sin embargo no pude evitar negarme.

-Preferiría continuar aquí si no le molesta- A continuación respondió a la pregunta que le había hecho por lo que supuse que significaba que no habría ningún inconveniente en quedarnos en el palco durante el interludio.

-En un tiempo si asistía con mucha regularidad, pero había pasado mucho desde la última vez que tuve la oportunidad de disfrutar una obra.- Respondió; era algo que teníamos en común-. He notado que usted sabe a la perfección los diálogos, ¡es admirable!, con su belleza y sus conocimientos podría ser usted la actriz principal con toda facilidad ¿es una gran amante de Shakespeare verdad?

Me avergoncé y ruboricé; había sido tan discreta según yo y ahora descubría que en realidad el lugar no era tan obscuro como suponía. Al entender que me observó a mí además de a la obra porque de otra forma no habría podido notar como movía los labios al mismo tiempo que los actores, me sonrojé todavía más, tanto como un tomate. Para muchas damas el compararlas con simples actrices habría sido un gran atrevimiento y sobre todo una ofensa, el teatro era hermoso para observar sin embargo vulgar para trabajar mas sus palabras sonaron tan espontáneas y sinceras que preferí no darle importancia.

-Sí, me gusta bastante debo admitir, me sorprendería si hubiera ser alguno en la tierra que lo aborreciera – Sobre la actuación no hablé, era obvio que para una señorita de mi condición estaba prohibido, opté por no desear algo fuera de mi alcancé y amargarme la vida con sueños imposibles.

- Yo también tenía bastante sin asistir al teatro – Me límite a no dar explicaciones, las cuales tampoco fueron pedidas y eso era lo mejor; tuvimos unos minutos de silencio que me empezaban a desesperar - ¿Cuál es su obra favorita?

-Discúlpeme, la que observamos ahora mismo madame-Le gustaba Hamlet, algo más en común, me estaba asustando demasiado; seguí su ejemplo y levanté para estirarme mientras continuaba oyéndolo con extrañeza -¿Es usted de aquí? no me puedo quitar la sensación de que la conozco madame.

Traté de recordarlo, sólo faltaba que fuera uno de los chiquillos que se la pasaban ofendiéndome y sólo quisiera molestarme; había cambiado con los años pero hay rasgos característicos que nunca se borran. Por más que lo observaba no lograba encontrarle ningún parecido con nadie.

-Sí y no; mi familia es de raíces alemanas pero hace tiempo que vive en Inglaterra – No mentía, estaba incluyendo a toda la gran casa Hannover aunque fuera gente a la que prefería no frecuentar-. Yo he pasado la mitad de mi vida en Inglaterra y la otra en Alemania; de hecho regresé a Londres hace algunos meses.

Me abaniqué un poco, estábamos demasiado encerrados con el calor de la primavera-. También me resulta familiar pero a menos que lo haya conocido en la infancia o en algún salón de Alemania, me parece que sólo especulamos caballero- Tomé asiento de nuevo, todavía repasando los rostros en la mente.

-Ya veo... Es imposible que nos hayamos conocido en Alemania puesto que yo nunca he visitado esa nación, en todo caso habría sido un encuentro en nuestra infancia, porque yo a los 6 años me fui a vivir a China y hace unos cuantos días volví- declaró el caballero; no era experta en calcular edades pero se veía más grande que yo, quizá me equivocara pero si no era obvio que una niña de menos de seis años no recordaría a alguien tanto tiempo después.

-Si no nos conocemos con anterioridad entonces me gustaría conocerla mejor madame, siento una gran tranquilidad al conversar con usted- Era la noche de los sonrojos, había logrado de nuevo que mis mejillas tomaran el color de la sangre -Disculpe, no quise incomodarla.

Seguía sin entender como podía comportarme tan bien con alguien que no conocía, simplemente tenía un extraño presentimiento sobre él y en cambio ser tan brusca con todo el mundo, era muy drástica mi actitud – Sería un placer – yo misma me asusté por mis palabras y ni siquiera arrepentirme de haberlas pronunciado.

-¿Le molesta si me quito la levita madame? hace bastante calor en esta época del año veo que también usted es víctima ello- Sorprendía lo impredecible del clima con el cambio de las estaciones, Londres no era la ciudad más cálida del mundo pero comparado con invierno era un infierno estar encerrado.

- No hay ningún problema, por mí no necesita detenerse – Respondí al tiempo que hacia el chal a un lado para darle mayor confianza, para seguir nuestra amable conversación, le pregunté que lo traía a Inglaterra. Aunque era curiosa no me gustaba meterme en la vida de otro como no me agradaba lo hicieran en la mía, sin embargo en realidad buscaba saber cuanto tiempo se quedaría sin verme tan obvia -. ¿Regresó por asuntos de negocios o viene de vacaciones con su familia?

Escuché atentamente lo que me decía, no pude evitar sentirme un poco mal, el desaparecer en esta ciudad podía deberse a tantas causas que no sería una tarea fácil encontrar a su tío. Supuse que no era un tema agradable para él y decidí no hacerle preguntas incomodas en su día libre.

-Lamento mucho escuchar eso señor – declaré esperando que mi frase hubiera sido la adecuada a tan incomoda situación y de manera sincera le deseé lo mejor a pesar de que sabía era difícil – Lo encontrará pronto.

-y usted madame, ¿se quedara aquí por largo tiempo o regresara a Alemania, su familia esta allá? – Preguntó y yo instintivamente me llevé el dedo índice de la mano derecha a mi labio inferior mientras meditaba con cuidado mi respuesta.

-Tengo un hermano pero está de viaje; por el momento no tengo planes de regresar a Alemania, quizá termine pasando una larga temporada en Londres – Me costaba tanto tratar de mentirle al verlo a los ojos; sentía mi alma desnuda ante su presencia tan intrigante y cautivadora.

- Disculpe mi curiosidad pero habiendo tantos países en Europa, ¿por qué viajar a oriente? – Tal vez tendría algún negocio allá, por sus facciones no me parecía que tuviera raíces chinas –. He escuchado que es un país exótico, me imagino que también encantador por supuesto, sin embargo para vivir es un poco extraño, en todo caso sería más fácil en la India donde ya hay una buena cantidad de ingleses monsieur.

-Si alguna vez lo desea yo con gusto la llevare y le enseñare todos los encantos de esa hermosa nación que ahora considero mi hogar.- dijo amablemente; me parecía tan excitante su descripción, sonaba cautivador a los sentidos visitar tan místicos lugares de oriente y más en tan agradable compañía; después en un idioma que intuí era Chino, habló sin que yo fuera capaz de entender nada-. Nín de gōngsī jiāng jiéchéng wèi nín xǐhuan dì dìfāng xiǎojiě.

-Sería un autentico placer aceptar su invitación cuando haya encontrado a su tío y yo tenga arreglados algunos asuntos – Sonreía como una tonta, de oreja a oreja, algo preocupada por lo que pudiera llegar a pensar de mí con tanto agrado que manifestaba – Sinceramente no le entendí nada pero su acento es divino.

Sin despegar la vista de sus ojos dije –. ¿Le importaría hacer de traductor para mí caballero? – No podía estar demasiado quieta por los nervios; jugaba con el abanico o con el cabello para distraerme pero sin dejar de prestarle la más mínima atención.

- Yo en cambio aunque admito que Alemania es un lugar hermoso, no puedo hablar de ella con la pasión asombrosa que usted demuestra al recordar su hogar; sin embargo estoy segura de que puedo ser una buena guía si decide visitarla – Ofrecí al momento que se me ocurría una idea – Por supuesto también podríamos conocer mejor Inglaterra, somos como dos extraños en su propio hogar, creo que sería bueno ayudarnos mutuamente.

Tomamos de nuevo nuestros lugares, toda la gente regresaba para disfrutar del cuarto acto; en un instante todos los asientos estaban ocupados de nuevo por sus dueños y la hermoso telón que se notaba era francés por su impecable terminación en ondas, se alzaba de nuevo para continuar la trágica historia del príncipe danés.

En la fosa tocaba la orquesta mientras veíamos a Hamlet partir irónicamente rumbo a Inglaterra; después a Laertes pensando cobrar venganza de su padre y la infeliz de la muerte de Ofelia-. Adiós señores... Mis palabras de fuego arderían en llamas, si no las apagasen estas lágrimas imprudentes – Dijo Laertes antes de salir de escena; seguido de un dialogo del rey que al desaparecer los personajes daba fin al cuarto acto.

Para el quinto no hubo demasiado descanso, con trabajo alcancé a dirigir una sonrisa a mi acompañante que la contestó; a continuación el escenario se apoderaba de nuevo de nuestra vista. Era un amo impredecible, podía hacer llorar, reír y sentir todo lo que le acontecía en carne propia.

Hamlet regresa sólo para enterarse de la muerte de Ofelia y enfrentarse a Laertes en un duelo mortal para ambos; en el cual mueren envenenados el rey, la reina, Laertes y el protagonista que antes de sucumbir pide que se nombre a Fortimbrás heredero al trono; el cual ofrece en honor a Hamlet un gran funeral.

Estallaron de nuevo los aplausos, ahora los artistas regresarían al escenario a hacer su reverencia y ser adorados por su público. A pesar de que me encantaba la forma en que dieron vida a la obra de Shakespeare, me levanté como un resorte de mi asiento, todos saldrían pronto y no quería ver a nadie. Necesitaba irme antes de que lo hicieran los demás y me viera obligada a saludarlos.

- Ha sido una magnifica velada caballero pero me temo que he de retirarme – Olvidé ofrecerle la mano para que la besara en señal de despedida pero sí hice una pequeña inclinación – Espero tener la oportunidad de verlo pronto; con su permiso.