Acto de contrición [Raymond y libre]

Me tomó mucho tiempo decidirme a confesarme, llevaba años sin hacerlo pero necesitaba sentirme perdonada por alguien, además se suponía que lo que dijera en confesión no lo sabría nadie más. No creía del todo en los sacerdotes pero estaba segura de que hablar con Dios no era una alternativa; podía orar cuanto quisiera y no escuchar su voz dándome la absolución. Todo lo que deseaba era que alguien me dijera que no iba a irme al infierno.

Realicé minuciosamente el examen de conciencia; me espantaba repasar mi vida e imaginaba como sonaría para otros. Me estaba arriesgando demasiado a que me acusaran de posesión satánica pero confiaba en que las señales de mi arrepentimiento sirvieran para no traer de vuelta la inquisición.

Caminé por la catedral de San Pablo nerviosa como los días anteriores; desde pequeña me habían enseñado que no existía una sola cosa que no pudiera ser perdonada cuando lo lamentabas desde el fondo del corazón. De cualquier forma mis pasos parecían las de un asesino condenado a muerte que ya puede sentir la navaja de la guillotina sobre su cuello sin siquiera mirarla. Este día era especial porque al fin encontraba el confesionario sin una larga fila de gente y me sentía más decidida que las ocasiones anteriores; llevaba toda la semana buscando la oportunidad perfecta.

Llegué al pequeño habitáculo de madera, por un minuto pensé que estaba vacío y tendría que irme de nuevo, sin embargo escuché un ruido que me indicó que el cura sí estaba ocupándolo; me puse de rodillas y esperé a que dijera el Ave María purísima como señal de que debía comenzar. Volteé alrededor, había personas orando pero lo suficientemente lejos como para no oírme.

-No querida, el se fué ese es el motivo de mi mala cara, no me dio tiempo a confesarme como era debido.- Dijo Catalina levantando una de sus obscuras cejas; era una verdadera lastima pero ya me lo encontraría en otra ocasión.

-Que extraño, a mí no me fue mal. Ah! Lo que pasa es que se escuchaba como una persona ya mayor, seguramente quería dormir – Traté de disculparlo pero al no conocerlo no podía hacerlo demasiado-. Quizá estaba cansado.

Torcí un poco la boca y encogí los hombros, no encontraba una excusa convincente; cuando un alma tenía la inquietud de confesarse era justo que los sacerdotes le dieran esa tranquilidad pero no había que olvidar que seguían siendo hombres con necesidades propias como todos-. ¿Puedo yo ayudarla en algo?, A veces el simple hecho de desahogarse es bueno.

Salimos justo a tiempo, aunque no hubiera interrumpido mi rezo pronto me habrían sacado de la capilla porque era la hora de cerrar; nos sentamos en una banca mientras veíamos pasar a la gente que regresaba a sus hogares después de encontrar la serenidad en la casa de Dios.

-Tranquila querida, es solo que esta noche ha sido algo pesada para mi, por primera vez desearía no haber venido- Se notaba incomoda, era la primera vez que la veía así; en nuestros anteriores encuentros siempre me pareció una mujer nostálgica pero muy calmada.

-No todos los días pueden ser perfectos – dije tratando de consolarla aunque había algo de cierto en mis palabras, unos eran tristes y otros felices, incluso entre ellos podría haber los que pasaban sin pena ni gloria y nunca volveríamos a recordar – Las cosas pasan por algo, no vale la pena lamentarse por lo que ya ocurrió.

Como la mayoría de las personas, daba consejos que yo no sabía tomar. Una paloma estaba parada cerca de nosotras, sonreí observandola buscar en el suelo migajas, era una lastima que no trajera algo para darle. – Además a mí sí me alegra que haya venido.

-Es verdad, es solo que si hay seres perfectos... perfectos idiotas por los que sabrá Dios actuamos en contra de nuestra propia ética.- Sus palabras a pesar de ser las más fuertes de la noche curiosamente a la vez eran las más calmadas -Los tiempos de Dios son perfectos, y tienes razón todo pasa por algo, solo espero que lo que pasó hoy no sea para mal.

-Bueno o malo, lo hecho, hecho está- en el fondo le deseé que como ella decía no hubiera pasado nada que causara daños posteriores en su vida y llegaran alguna vez a estropearle el sueño en las noches.

-Natasha, disculpe la intromisión pero ¿ha usted tenido contacto con muchos de los míos?- Preguntó la hermosa morena, “¿De los suyos?” la vi con extrañeza, quizá se referiría a extranjeros, en ese caso tenía un par en la mansión pero no sabía de que país era ella, no se parecían.

-Me temo que no entiendo bien la pregunta; aunque sí hay últimamente muchos extranjeros en Londres, no he tenido el placer de hablar con ell… - Ella me observaba tan confundida como yo lo había hecho en los minutos anteriores; la observé detenidamente de nuevo, siempre sentí algo extraño en su presencia pero yo culpaba a su origen y su apariencia algo mística, ¿estaba tan acostumbrada a que los hombres fueran unas bestias que había bajado la guardia con una mujer?- ¿Quién…Qué es usted exactamente?

Julia era la única bruja que había conocido, pero Catalina no daba esa impresión; recordé sus movimientos gatunos y ágiles, sus rasgos pálidos a pesar de la hermosa piel canela, la sensación de más edad que la aparentada. Resultaba irónico que la última vez que la vi en la iglesia, había yo acusado al caballero de vampirismo mientras que de ella ni siquiera me atreví a sospechar.

Sin intención mi mirada cambio, era algo que no podía evitar, los odiaba a todos sin distinción, las brujas no porque sabía que eran humanas pero cualquier otro tipo de ser significaba un monstruo en mi vocabulario; una abominación que no tenía derecho a existir y mucho menos entrar en la casa de Dios. Me levanté de la banca sin quitarle los ojos de encima.

-¿Qué pretende?; ¿Me leyó la mente o decidió ir a escuchar como me confesaba? – Ella sabía que yo conocía a otros, de alguna manera la averiguó; no podía imaginar nada que no fuera que me espiaba o que uso algún poder sobrenatural. - ¿Mató al sacerdote o de verdad se fue como si nada?

Quizá estaba exagerando demasiado, de haberme querido matar ya lo habría hecho, no era la primera vez que nos encontrábamos; lancé un suspiro y traté de tranquilizarme. Esperé su respuesta un poco más calmada pero sin poder relajar el rostro, me preguntaba si de casualidad pensaba sacarme partido; no sería la primera vez que lo intentara uno de su especie.

Decía no se el típico monstruo que todos creen, sin embargo como creerle a alguien que pensabas conocer al menos un poco y luego acababas de darte cuenta que estabas cometiendo un error; no era fácil cambiar tus creencias en unos minutos así pudiera demostrar que yo era la equivocada.

-¿Que le han hecho?- La miré con dureza; así no me hubieran hecho nada eran unas bestias, al igual que todos los otros seres; peor incluso, manteniéndose de la sangre de los inocentes, asesinando por diversión, transformando a los mortales en criaturas malignas como ellos.

Alegó no haber escuchado mi confesión, “entonces soy como un libro abierto para esas cosas”, me dije molesta, todavía luchando en mi interior con mi ideología y sus palabras. Cambié de posición, estaba incomoda, por impulso me mordí una uña sin llegar a trozarla, meditando. Al menos sabía describirlos perfectamente.

-Nunca he matado a nadie y le juro que jamás he siquiera pensado en hacerlo.- ¿De verdad los engendros podían controlarse?, eso sí me era imposible incluso imaginarlo, que no hubiera matado a nadie desde su transformación.

-Al menos no que usted lo recuerde – No pude aguantar decir entre dientes con un tono sarcástico e hiriente; los vampiros vivían de sangre, ¿qué me iba a decir?, ¿Decidió seguir una dieta a base de vegetales?, para ser franca ni me importaba que asesinaran a las personas, simplemente odiaba lo sobrenatural y peor si quería hacerse pasar por buena Cristiana.

Se disculpó en el nombre de su especial “familia”; o era sumamente cínica o estaba ante lo más anormal que podía haberme topado en la vida. Una sanguijuela que no mordía a nadie, vaya, de ser así seguro era tachada como el borrego negro de su manada.

-¿Se mantiene a base de papas y calabazas?- Caminé un poco y quedé exactamente frente a ella, mirándola fijamente, después aparente que se me había ocurrido algo – ¡Por supuesto, sangre… y si no es de humanos debe de matar animales!.

Por la forma en que me regresó a mirada traté de interpretar que mi acusación no estaba tan errada - ¿y?, ¿me va a decir que le parece algo normal andar por allí mordiendo venas?- Me reí lo suficiente para que mis carcajadas rompieran el silencio y asustaran a la paloma que tenía detrás puesto que escuché su aleteo.

- ¿Cree que soy estúpida?, No me importa lo que se lleve a la boca en su almuerzo, aquí lo preponderante es que es un monstruo que no merece vivir porque su simple existencia ofende a Dios – Lo dije segura de mi misma, seria-. Los humanos también deberían morir como las criaturas insignificantes que son, mas los engendros como usted ni el infierno se merecen pero a algún lugar deben de ir.

-Lamento todo esto, desde lo más profundo de mi corazón siento que este mal entendido haya llegado hasta este punto, no he hecho mal a nadie, nunca he matado más de lo que vos habéis hecho para comerte un filete o un trozo de pollo, mas entiendo tu postura y la respeto. Espero que la próxima vez que nos encontremos estéis mas serena y podamos hablar, por ahora no tiene caso alguno, estamos dando el espectáculo y no quiero dejaros en mal ante vuestra sociedad.-Sus palabras me hicieron hervir más la sangre, no estaba acostumbrada a discutir con alguien que decidía mejor dar media vuelta e irse como si no tuviera la más mínima importancia. Lo que más me enfurecía es que tenía la razón, íbamos a terminar dando un espectáculo desagradable que no serviría para tranquilizarme.

-¡Como quiera! – Le grité como niña a la que le han negado un caramelo y quiere desquitarse.

-La venganza no deja más que destrucción y soledad en uno mismo, el perdonar es de las almas buenas, vos misma habéis dicho que mi naturaleza, algo que yo no pedí insulta a Dios, vos también lo insultáis con vuestro comportamiento y vuestras palabras- “Hija de su sangriento sire…entonces sí estaba escuchando” pensé enfurecida por no saber si me mentía, le eché una mirada fulminante (tipo: ya no tomaré niñas contigo xD!! Jajaja Natasha claro, su User quiere más) de que ojala la partiera un rayo. Ella me dio la espalda y caminó como si nada, “¡lo que me faltaba una vampiresa que se cree monja!".

-Ojalá algún día logréis encontrar la paz que tanto necesita vuestra alma, que podáis perdonarnos y sobre todo, que os perdonéis a vos misma.- Estaba algo lejos pero todavía escuchaba su voz como un pequeño silbido del viento; me daban ganas de aventarle un cuchillo por la espalda pero no llevaba ninguno y aunque lo trajera no era tan cobarde para semejante acción.

-¡Ya entendí, grâce!- Le advertí por si pensaba decir más de sus palabrerías de demonio arrepentido que cree que puede cambiar al mundo cuando ni siquiera puede hacer diferente su propia realidad; no andaba de humor y me darían ganas de sumergirle la cabeza en el lago más cercano.

Por supuesto como buena histérica, en cuanto me vi sola comencé a extrañarla, durante unos minutos me quede parada sin mover ni un músculo en el lugar donde me dejó. Ni siquiera podía pensar bien, quería disculparme con ella, deseaba cortarle la cabeza y anhelaba ver su rostro de nuevo por lo menos unos minutos.

Cuando por fin salí de shok y recordé que estar parada afuera de una iglesia donde podía ser perceptible a varios metros para cualquier depredador era peor que pegarme un letrero en la frente que dijera “Cómeme”; comencé el camino de regreso a la mansión, mi cara expresaba perfectamente que quien se me atravesara me las pagaría todas juntas.