Baile inglés a las ocho (Libre)
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Baile inglés a las ocho (Libre)
-Hasta que comprendí que... ¡Me habían golpeado en la cabeza! - desperté de mi ensimismamiento de inmediato, siendo consciente de la conversación que se desarrollaba justo a mi lado. Era inevitable no escuchar a Van Ewen, explotar en una enorme carcajada pavorosa. Puse los ojos en blanco, ante semejante comportamiento. Ni siquiera sabía de lo que estaban hablando. Posiblemente fuera una anécdota aburrida, que sólo hace gracia si llevas tres copas de más. Ridículos...
Aquel baile estaba resultando de lo más aburrido, para mi gusto. Todos eran empresarios, demasiado pagados de si mismos; sin complejos salvo el de, quién gana menos dinero al año.
Las lámparas, demasiado ostentosas, colgaban del techo, sobre el gran salón. Los caballeros ya habían sacado al resto de las damas a bailar y se movían de un lado a otro, bajo una danza extraña, que nunca entenderé. De fondo sonaba John Blow, antiguo y pasado de moda. Pero a los invitados eso, les daba igual, mientras tuvieran donde mirar y una copa de la que beber.
-¿Bailáis Milady? - uno de los amigos de Van Ewen, me sonreía de forma soez ¿Pretendía conseguir algo de mí esa noche? pues lo llevaba claro...
-Me temo que soy demasiado patosa, monsieur - contesté, ocultando mi asco hacia él -No quisiera dejaros sin dedos en los pies - porque le faltaría tierra para correr, si se le ocurría tocarme las narices... pensé -Creo que daré una vuelta. Les dejo ocupados con sus anécdotas - al hacer una reverencia y desligarme del grupo, respiré aliviada ¿Cómo conquistar a Van Ewen, si no podía soportar estar con él?
Nunca creí, que un baile fuera tan... tan, tan... ¡Aburrido!
Aquel baile estaba resultando de lo más aburrido, para mi gusto. Todos eran empresarios, demasiado pagados de si mismos; sin complejos salvo el de, quién gana menos dinero al año.
Las lámparas, demasiado ostentosas, colgaban del techo, sobre el gran salón. Los caballeros ya habían sacado al resto de las damas a bailar y se movían de un lado a otro, bajo una danza extraña, que nunca entenderé. De fondo sonaba John Blow, antiguo y pasado de moda. Pero a los invitados eso, les daba igual, mientras tuvieran donde mirar y una copa de la que beber.
- John Blow:
-¿Bailáis Milady? - uno de los amigos de Van Ewen, me sonreía de forma soez ¿Pretendía conseguir algo de mí esa noche? pues lo llevaba claro...
-Me temo que soy demasiado patosa, monsieur - contesté, ocultando mi asco hacia él -No quisiera dejaros sin dedos en los pies - porque le faltaría tierra para correr, si se le ocurría tocarme las narices... pensé -Creo que daré una vuelta. Les dejo ocupados con sus anécdotas - al hacer una reverencia y desligarme del grupo, respiré aliviada ¿Cómo conquistar a Van Ewen, si no podía soportar estar con él?
Nunca creí, que un baile fuera tan... tan, tan... ¡Aburrido!
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Otra estúpida invitación, para otro estúpido baile. Pero debía que ir, no podía hacer un feo más a mis compañeros, que habían empezado a hablarme pocos días antes. Esa noche yo no tocaría, pero tenía que estar presente. Me puse el traje que solía ponerme para estos casos, con un pañuelo blanco atado en el cuello, no tenía nada de ganas, pero había que hacer de tripas corazón.
Entré solo en aquel salón de baile, con la cabeza en otra parte, no miré a nadie, ni a las resultonas. Los asistentes como siempre me reconocieron, y cómo no, sabían lo que había sucedido semanas atrás, ¿ahora quién confiaría en mí? Hinché los pulmones, tomando fuerzas. Lo mejor era pasar sin pena ni gloria por allí, nada de bailes, nada de coqueteos, ningún espectáculo. ¿Y esa música? No podía estar más tiempo allí. Todo me resultó pedante hasta doler.
-¡Señor Evans!- Será otro Evans… Larguémonos de aquí. - ¡Pero bueno, qué alegría y qué honor!-Entonces debo ser yo. Me detuve para girarme, abrí los ojos sorprendido al ver a… “no me acuerdo de tu nombre.” Miré a su alrededor, como buscando algo, y respiré aliviado al no encontrarlo.
-¡Ah! Qué casualidad.- Estreché su mano forzando una sonrisa. “Mierda… ¿cómo puede ser Londres tan pequeño?”
-¿Cómo está? Hace tanto que no sé de usted.- Metete en tus asuntos…
-Ya, bueno, me di un descanso. Estoy genial.- Solté su mano ya que se veía que él no la despegaba.
-¿Tocará algo esta noche?- Joder…
- No, he venido como un invitado más.
-Oh… qué terrible noticia.
-Terrible.- repetí, negando con la cabeza. –Bueno… tengo que…
-Oh, claro, no se preocupe. ¡Por cierto! ¿Se acuerda de la señorita Dupont?- Se me detuvo el corazón en ese momento. – Si la ve, dígale que quiero decirle algo.
Me había quedado muerto “¿Está aquí?”, me giré sin decir nada. Me faltaba el aire. Salí a toda prisa de la sala de baile sin mirar a nadie. Entre en otra, allí solo habían unos empresarios hablando de sus negocios, sonreí de puro gusto al encontrar un camarero. Al final me daría a la bebida...
–Espere, espere. Yo le sujeto la bandeja.- “¿Qué ‘sujeto’ ni que hostias? Me la llevo toda.”
Se la robe con una sonrisa confidencial. Miré la habitación buscando un lugar donde poder beberme aquellas copas de cava con tranquilidad. ¡Ahí! Me senté en uno de los cómodos sillones, y comencé con la primera copa. - ¡Para dentro!- Los caballeros que allí había se giraron para mirarme. - ¿Qué?- Pregunté sin entender a qué venían esas miraditas. Ellos como respuesta abandonaron la habitación.
–Muy bien…- Murmuré para mí.
Entré solo en aquel salón de baile, con la cabeza en otra parte, no miré a nadie, ni a las resultonas. Los asistentes como siempre me reconocieron, y cómo no, sabían lo que había sucedido semanas atrás, ¿ahora quién confiaría en mí? Hinché los pulmones, tomando fuerzas. Lo mejor era pasar sin pena ni gloria por allí, nada de bailes, nada de coqueteos, ningún espectáculo. ¿Y esa música? No podía estar más tiempo allí. Todo me resultó pedante hasta doler.
-¡Señor Evans!- Será otro Evans… Larguémonos de aquí. - ¡Pero bueno, qué alegría y qué honor!-Entonces debo ser yo. Me detuve para girarme, abrí los ojos sorprendido al ver a… “no me acuerdo de tu nombre.” Miré a su alrededor, como buscando algo, y respiré aliviado al no encontrarlo.
-¡Ah! Qué casualidad.- Estreché su mano forzando una sonrisa. “Mierda… ¿cómo puede ser Londres tan pequeño?”
-¿Cómo está? Hace tanto que no sé de usted.- Metete en tus asuntos…
-Ya, bueno, me di un descanso. Estoy genial.- Solté su mano ya que se veía que él no la despegaba.
-¿Tocará algo esta noche?- Joder…
- No, he venido como un invitado más.
-Oh… qué terrible noticia.
-Terrible.- repetí, negando con la cabeza. –Bueno… tengo que…
-Oh, claro, no se preocupe. ¡Por cierto! ¿Se acuerda de la señorita Dupont?- Se me detuvo el corazón en ese momento. – Si la ve, dígale que quiero decirle algo.
Me había quedado muerto “¿Está aquí?”, me giré sin decir nada. Me faltaba el aire. Salí a toda prisa de la sala de baile sin mirar a nadie. Entre en otra, allí solo habían unos empresarios hablando de sus negocios, sonreí de puro gusto al encontrar un camarero. Al final me daría a la bebida...
–Espere, espere. Yo le sujeto la bandeja.- “¿Qué ‘sujeto’ ni que hostias? Me la llevo toda.”
Se la robe con una sonrisa confidencial. Miré la habitación buscando un lugar donde poder beberme aquellas copas de cava con tranquilidad. ¡Ahí! Me senté en uno de los cómodos sillones, y comencé con la primera copa. - ¡Para dentro!- Los caballeros que allí había se giraron para mirarme. - ¿Qué?- Pregunté sin entender a qué venían esas miraditas. Ellos como respuesta abandonaron la habitación.
–Muy bien…- Murmuré para mí.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Tercera copa que tragaba, directa al gaznate. Esquivé a los invitados hastiada del salón, de sus risas y de sus bailes. De momento, no me había llevado a nadie por delante, con lo cual, no estaba tan perdida. Lo peor era que, mirase a donde mirase, todo... me recordaba al bandido. Me quedé absorta, delante de un cuadro. Era la imagen de un barco, arrastrado por el mar bajo una terrible tormenta. Fue inevitable no acordarme de la gira con Tristán. Y cuarta copa que tragaba, directa al gaznate. El cerdo me llamó amargada, una vez. Si, estaba borracha. Pero eso daba igual ya.
-Tú... si que estás amargado, amigo - señalé el cuadro, con el dedo y seguí a uno de los camareros, en busca de otra copa. Este, me llevó hasta una salita donde, un puñado de empresarios, discutían sobre quien tenía la maquinaría más pesada ¡A los cincuenta años, la maquinaría se oxida! me dieron ganas de decir. Uno de ellos llevaba un pequeño broche en la solapa de la camisa ¡Un saxofón! ¿Pero qué...? Incluso creí ver al bandido entre la multitud. Y quinta copa que tragaba, directa al gaznate.
Estaba desquiciada. ¿Lo peor? no podía sacarme su rostro de la cabeza. Me llevé las manos al pelo, haciendo que el contenido de... no se que copa... perdí la cuenta; se desparramase sobre el suelo. ¿Cuanto tiempo aguantaría en pie? lo desconocía...
Salí de allí, encontrando otra sala, de la cual, salía una triste melodía. Caminé en procesión, descubriendo a un pianista acariciando las teclas del instrumento. Salvo una pareja, nadie más se encontraba allí. Era... ¡Una biblioteca! ¿A quién se le ocurriría meter un piano aquí?
Me senté en una de las sillas, apoyando los codos sobre la mesa, sin soltar la bebida, presa de mis manos. Escuché el sonido del piano, inmersa en una nebulosa. Si caía dormida, estaba bien tener algo donde apoyarme ¿Y que me importaba Van Ewen? ¿Y qué me importaba a mí, Tristán? Perdida, en el vago recuerdo de mi travesía con él, dejé de escuchar la melodía triste.
-Por qué os detenéis - farfullé en un hilo de voz, con los ojos entrecerrados.
-Perdonar, señorita. Pero la canción ha terminado.
-Da igual. Volved a tocarla - vi que me miraba dubitativo y no me apetecía levantarme para obligarle a tocar. Así que, le miré con cara de pocos amigos, mientras le pegaba otro trago al champán.
El pianista inició la canción a regañadientes, deleitándome. Contemple la biblioteca, la cantidad de libros que poblaban cada una de las estanterías. La luz era tenue, aunque ¿Quién iba a leer en una fiesta? pues... si me apuras... lo pensé con más detenimiento. Seguro que sería muchísimo más interesante. Recordé haberme llevado libros al viaje, por si me cansaba. Pero con el bandido, era imposible aburrirse ¿Por qué, por qué y un millón de veces más, por qué? me maldije.
Me propuse olvidarle, tacharle de mi mente, ocultándole bajo un negro garabato. De nuevo sentí el silencio en la sala. El pianista terminó por segunda vez la canción.
-Volved a tocarla - susurré melancólica. Y otra copa que tragaba, directa al gaznate.
-Tú... si que estás amargado, amigo - señalé el cuadro, con el dedo y seguí a uno de los camareros, en busca de otra copa. Este, me llevó hasta una salita donde, un puñado de empresarios, discutían sobre quien tenía la maquinaría más pesada ¡A los cincuenta años, la maquinaría se oxida! me dieron ganas de decir. Uno de ellos llevaba un pequeño broche en la solapa de la camisa ¡Un saxofón! ¿Pero qué...? Incluso creí ver al bandido entre la multitud. Y quinta copa que tragaba, directa al gaznate.
Estaba desquiciada. ¿Lo peor? no podía sacarme su rostro de la cabeza. Me llevé las manos al pelo, haciendo que el contenido de... no se que copa... perdí la cuenta; se desparramase sobre el suelo. ¿Cuanto tiempo aguantaría en pie? lo desconocía...
Salí de allí, encontrando otra sala, de la cual, salía una triste melodía. Caminé en procesión, descubriendo a un pianista acariciando las teclas del instrumento. Salvo una pareja, nadie más se encontraba allí. Era... ¡Una biblioteca! ¿A quién se le ocurriría meter un piano aquí?
Me senté en una de las sillas, apoyando los codos sobre la mesa, sin soltar la bebida, presa de mis manos. Escuché el sonido del piano, inmersa en una nebulosa. Si caía dormida, estaba bien tener algo donde apoyarme ¿Y que me importaba Van Ewen? ¿Y qué me importaba a mí, Tristán? Perdida, en el vago recuerdo de mi travesía con él, dejé de escuchar la melodía triste.
-Por qué os detenéis - farfullé en un hilo de voz, con los ojos entrecerrados.
-Perdonar, señorita. Pero la canción ha terminado.
-Da igual. Volved a tocarla - vi que me miraba dubitativo y no me apetecía levantarme para obligarle a tocar. Así que, le miré con cara de pocos amigos, mientras le pegaba otro trago al champán.
El pianista inició la canción a regañadientes, deleitándome. Contemple la biblioteca, la cantidad de libros que poblaban cada una de las estanterías. La luz era tenue, aunque ¿Quién iba a leer en una fiesta? pues... si me apuras... lo pensé con más detenimiento. Seguro que sería muchísimo más interesante. Recordé haberme llevado libros al viaje, por si me cansaba. Pero con el bandido, era imposible aburrirse ¿Por qué, por qué y un millón de veces más, por qué? me maldije.
Me propuse olvidarle, tacharle de mi mente, ocultándole bajo un negro garabato. De nuevo sentí el silencio en la sala. El pianista terminó por segunda vez la canción.
-Volved a tocarla - susurré melancólica. Y otra copa que tragaba, directa al gaznate.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
¿Quién dijo que el cava no se te sube a la cabeza? Cuando hube terminado la bandeja me levanté mareado del sofá. -¿Ya se ha acabado la fiesta?- Pregunté a…nadie. -¡Eh! Haced el favor.- Señalé al mismo camarero mis copas vacías.
– Creo que ya ha bebido más de la cuenta.- Se atrevió a decir.
-¡No digáis tonterías!- Me acerqué al hombre apoyándome en las mesas que había entre éste y yo.
-¡Soy un invitado más!- ¿Tanto cuesta de entender? Agarré uno de las copas que llevaba sobre su bandeja y me la bebí de un trago. Aquel día no tenía fondo, y seguiría bebiendo hasta que lo echase todo como una fuente, no pensé en la mala imagen que daría de mi persona, la verdad es que no pensaba en nada, para variar.
–Creo que me llevaré otra para el camino.- Reí entrecortadamente, alejándome de allí.
Al pasar al lado de una pareja se me escapó un: -¿Cuándo nos hemos subido a un barco?- Sí, una imagen lamentable, pero ya era tarde. A mí alrededor pude escuchar risas y comentarios, pero no fui capaz de descifrar los labios de la gente, necesitaba sentarme, porque el suelo ya empezaba a llamarme.
Me asomé por una de las puertas. Entré, alzando la copa de cava, nadie me miró, qué mal educados.
Avancé por las mesas, ¿por qué había tanto libros? El piano del fondo del salón llamó especialmente mi atención. ¿Dónde estaba el pianista? Justo ahí. Me daba la espalda, y parecía que discutía con alguien, escuché que no tocaría más, menudo gilipollas, esa es la palabra, y no me retracto.
Dejé la copa en el borde del piano, y me senté en la banqueta. Las teclas se me antojaron deformes y me bailaban ¿cómo iba a tocar así? ¡Da igual! –Va por ustedes.- Murmuré dándome ánimos.
Pulsé el Do, y lo sostuve hasta que no quedó nada de él. Con la mano que tenía libre cogí la copa, cuando me la llevé a los labios, el pianista estaba delante de mi… ¿se habría enfadado?:
-¿Quién os ha dado permiso…?- ¡Qué permiso ni que ocho cuartos!
-Sssshhh ¡Se calla! ¿No sabe quién soy yo?- Alcé la voz, levantando la copa. El tipo se me quedó mirando, y al momento abrió los ojos sorprendido, como si hubiese caído en la cuenta. – Sí, ese mismo. No hace falta que os diga que tocaré con o sin vuestro permiso.
-Lo lamento, maestro.- Le hice una señal para que desapareciera de mi vista. Cuando se movió de donde estaba mis ojos encontraron lo que su cuerpo tapaba. Mis dedos pulsaron sin querer no sé qué teclas, provocando un sonido estridente. Abrí la boca sin poder contenerme. Tierra trágame.
En un vago intento de usar la lógica, pensé que eran imaginaciones mías (aunque sabía que no podía ser), que efectivamente había bebido demasiado. ¿Cómo sino tendría tan mala suerte?
Sonreí al espejismo, terminándome el contenido de la copa. ¿Podría ser que alguien me hubiese castigado? Miré hacia abajo, colocando mentalmente las teclas, pero no supe cómo empezar, me había quedado bloqueado. Apoyé los brazos en la dura madera, mejor sería no estropear más mi reputación.
Agaché la cabeza, descansandola en uno de mis brazos. Mis ojos seguían fijos en…Alma, y no comprendí por qué mi cerebro me hacía esa jugarreta.
–Alma…- Musité como atontado.
– Creo que ya ha bebido más de la cuenta.- Se atrevió a decir.
-¡No digáis tonterías!- Me acerqué al hombre apoyándome en las mesas que había entre éste y yo.
-¡Soy un invitado más!- ¿Tanto cuesta de entender? Agarré uno de las copas que llevaba sobre su bandeja y me la bebí de un trago. Aquel día no tenía fondo, y seguiría bebiendo hasta que lo echase todo como una fuente, no pensé en la mala imagen que daría de mi persona, la verdad es que no pensaba en nada, para variar.
–Creo que me llevaré otra para el camino.- Reí entrecortadamente, alejándome de allí.
Al pasar al lado de una pareja se me escapó un: -¿Cuándo nos hemos subido a un barco?- Sí, una imagen lamentable, pero ya era tarde. A mí alrededor pude escuchar risas y comentarios, pero no fui capaz de descifrar los labios de la gente, necesitaba sentarme, porque el suelo ya empezaba a llamarme.
Me asomé por una de las puertas. Entré, alzando la copa de cava, nadie me miró, qué mal educados.
Avancé por las mesas, ¿por qué había tanto libros? El piano del fondo del salón llamó especialmente mi atención. ¿Dónde estaba el pianista? Justo ahí. Me daba la espalda, y parecía que discutía con alguien, escuché que no tocaría más, menudo gilipollas, esa es la palabra, y no me retracto.
Dejé la copa en el borde del piano, y me senté en la banqueta. Las teclas se me antojaron deformes y me bailaban ¿cómo iba a tocar así? ¡Da igual! –Va por ustedes.- Murmuré dándome ánimos.
Pulsé el Do, y lo sostuve hasta que no quedó nada de él. Con la mano que tenía libre cogí la copa, cuando me la llevé a los labios, el pianista estaba delante de mi… ¿se habría enfadado?:
-¿Quién os ha dado permiso…?- ¡Qué permiso ni que ocho cuartos!
-Sssshhh ¡Se calla! ¿No sabe quién soy yo?- Alcé la voz, levantando la copa. El tipo se me quedó mirando, y al momento abrió los ojos sorprendido, como si hubiese caído en la cuenta. – Sí, ese mismo. No hace falta que os diga que tocaré con o sin vuestro permiso.
-Lo lamento, maestro.- Le hice una señal para que desapareciera de mi vista. Cuando se movió de donde estaba mis ojos encontraron lo que su cuerpo tapaba. Mis dedos pulsaron sin querer no sé qué teclas, provocando un sonido estridente. Abrí la boca sin poder contenerme. Tierra trágame.
En un vago intento de usar la lógica, pensé que eran imaginaciones mías (aunque sabía que no podía ser), que efectivamente había bebido demasiado. ¿Cómo sino tendría tan mala suerte?
Sonreí al espejismo, terminándome el contenido de la copa. ¿Podría ser que alguien me hubiese castigado? Miré hacia abajo, colocando mentalmente las teclas, pero no supe cómo empezar, me había quedado bloqueado. Apoyé los brazos en la dura madera, mejor sería no estropear más mi reputación.
Agaché la cabeza, descansandola en uno de mis brazos. Mis ojos seguían fijos en…Alma, y no comprendí por qué mi cerebro me hacía esa jugarreta.
–Alma…- Musité como atontado.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
-Señorita... la he tocado seis veces - estaba cabreado. Una lástima... y a mí... que me habían parecido, sólo tres...
-Os pagaré -contesté con dificultad, sacando un fajo de mi bolsillo -No me molesta. No, no, no... - moví el dedo de un lado a otro, borracha como una cuba - Tengo dinero de sobra, tranquilo... - Luego, no se que dijo, porque creí morirme encima de la mesa. No me desagradó la idea. Aunque esperé que, al hacerme la autopsia, a ninguno de los médicos se les ocurriese fumar cerca de mí ¡Y ahora que lo pensaba! un cigarrillo, no estaría nada mal...
Deposité el fajo sobre la mesa. Muy generosa, la verdad. Por lo menos, cuarenta dólares... y todo por una canción. Busqué el tabaco, hallándolo en el bolsillo y encendí el cigarro sin importarme que la gente viese, cómo era partícipe del vil comportamiento.
–Va por ustedes.- ¿Cambiaron de pianista? bueno... quizás él quisiese tocar mi canción.
-Al final... he aprendido a ser humilde - le dije a la pareja de la biblioteca, como si llevásemos hablando una hora de un tema en común. Ellos no podían entenderlo. Pero en esos momentos, mi cerebro pensaba que estaba siendo coherente.
Me apoyé de nuevo en la mesa, con fuerza. Muerta de risa, agarré mi brazo dolorido. Hacía años... que no me ponía así. Olvidaba que perdía la percepción de las intensidades. Me acordé, cuando noté un profundo dolor en el codo.
-¿Quién os ha dado permiso…?- giré el rostro con tanta rapidez, que la cabeza me dio vueltas ¿Los dos pianistas estaban discutiendo? Enfoqué la mirada perdida. Pero no veía una mierda. Bah... sacudí la mano, sin darles importancia.
-Nunca me ha querido nadie. Y cuando digo nadie, quiero decir...- los ojos se me cerraban -nadie - la pareja empezó a levantarse, incómoda por mis continuas interrupciones. Pero él aún tenía el pájaro escondido y ella no parecía de las que se abren de piernas, a la primera de cambio, así que... ¡Qué más les daba! -Siempre sola. Es mi sino - suspiré, diciéndoselo a la nada. Ellos no querían escucharme.
Y sin previo aviso, un sonido horrible, inundó la sala ¿Eso... era el piano?
-No, no. Así no, así no... - imploré llevándome las manos a la cara y dejándolas caer hasta mi cuello, de pura desesperación -Debéis acariciar la nota - susurré medio ida, como si fuese algo evidente -Como si fuera única en el mundo - quise llorar, haciendo chocar la cabeza contra la mesa. Lo último que dije fue:
-Volved a tocarla - entre sollozos de desesperación.
-Os pagaré -contesté con dificultad, sacando un fajo de mi bolsillo -No me molesta. No, no, no... - moví el dedo de un lado a otro, borracha como una cuba - Tengo dinero de sobra, tranquilo... - Luego, no se que dijo, porque creí morirme encima de la mesa. No me desagradó la idea. Aunque esperé que, al hacerme la autopsia, a ninguno de los médicos se les ocurriese fumar cerca de mí ¡Y ahora que lo pensaba! un cigarrillo, no estaría nada mal...
Deposité el fajo sobre la mesa. Muy generosa, la verdad. Por lo menos, cuarenta dólares... y todo por una canción. Busqué el tabaco, hallándolo en el bolsillo y encendí el cigarro sin importarme que la gente viese, cómo era partícipe del vil comportamiento.
–Va por ustedes.- ¿Cambiaron de pianista? bueno... quizás él quisiese tocar mi canción.
-Al final... he aprendido a ser humilde - le dije a la pareja de la biblioteca, como si llevásemos hablando una hora de un tema en común. Ellos no podían entenderlo. Pero en esos momentos, mi cerebro pensaba que estaba siendo coherente.
Me apoyé de nuevo en la mesa, con fuerza. Muerta de risa, agarré mi brazo dolorido. Hacía años... que no me ponía así. Olvidaba que perdía la percepción de las intensidades. Me acordé, cuando noté un profundo dolor en el codo.
-¿Quién os ha dado permiso…?- giré el rostro con tanta rapidez, que la cabeza me dio vueltas ¿Los dos pianistas estaban discutiendo? Enfoqué la mirada perdida. Pero no veía una mierda. Bah... sacudí la mano, sin darles importancia.
-Nunca me ha querido nadie. Y cuando digo nadie, quiero decir...- los ojos se me cerraban -nadie - la pareja empezó a levantarse, incómoda por mis continuas interrupciones. Pero él aún tenía el pájaro escondido y ella no parecía de las que se abren de piernas, a la primera de cambio, así que... ¡Qué más les daba! -Siempre sola. Es mi sino - suspiré, diciéndoselo a la nada. Ellos no querían escucharme.
Y sin previo aviso, un sonido horrible, inundó la sala ¿Eso... era el piano?
-No, no. Así no, así no... - imploré llevándome las manos a la cara y dejándolas caer hasta mi cuello, de pura desesperación -Debéis acariciar la nota - susurré medio ida, como si fuese algo evidente -Como si fuera única en el mundo - quise llorar, haciendo chocar la cabeza contra la mesa. Lo último que dije fue:
-Volved a tocarla - entre sollozos de desesperación.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
- Mensajes : 454
Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
No podría contar con exactitud los vasos que había sobre su mesa ¿diez?… Estaba hecha un Cristo, más que yo incluso.
-No, no. Así no, así no... – La escuché decir… o más bien, suplicar. Supuse que no me había reconocido, aunque otra opción sería que ya me había olvidado, bien, ella al menos lo habría conseguido.
Su imagen reflejaba su desamparo, ¿Cómo había acabado así? “No es tú problema, nunca lo ha sido.”
Los pocos que quedaban en la habitación comenzaron a marcharse, les miré con un inesperado odio.
Volví la cabeza hacia la joven. -Debéis acariciar la nota – ¿Ahora me vas a dar clases? -Como si fuera única en el mundo.
Me levanté de la banqueta, cuando escuché cómo se había golpeado con la mesa “¿Qué haces? Déjala sola…es lo que se merece, lo que ella quiere”. -Volved a tocarla – Tuve que dejar de lado todo mi resentimiento, hasta la última gota.
Me senté en la silla que había a su lado. Esto era lo último. Levanté la mano, inseguro, no sabía qué hacer. Con la otra mano le quité el cigarrillo de los dedos, y lo dejé sobre el cenicero.
– Alma.- La nombré con tranquilidad. Al ver que no respondía tomé su cabeza con ambas manos, hallando algo muy distinto, algo totalmente desolado, se me encogió el estomago.
Un poco más y habría pasado a un coma etílico. –Alma, mírame.- Le exigí pasando una de mis manos por su frente colorada. Me estaba preocupando.
– Soy Tristán ¿Me reconoces?- ¿Cómo saber si ella estaba allí conmigo? – Di algo… lo que sea, y tocaré lo que tú quieras, te lo prometo.- Miré sus ojos con nerviosismo. Solo borracho haría tal cosa, me convencía. Dejé su cabeza sobre mi hombro para levantar despacio su cuerpo de aquella silla, podría caerse a la primera de cambio. Muy lentamente me dirigí a los sofás tapizados de esa biblioteca-bar. Me estaba mareando, pero tenía que asegurarme de que estaba bien...y así...olvidarlo.
Me senté con ella sobre mí, no me importó.
-Venga… no querrás que llame a tu amiguito. – tenía que volver en sí con eso ¿con qué sino? Podría probar… Alcé con delicadeza su mentón hacia mí. Esto solo lo hago por ti, gatita. Mis labios contactaron con los suyos, haciendome perder el norte, cerré los ojos, saboreando el momento, algo que no creí que volvería a repetirse "Idiota".
-No, no. Así no, así no... – La escuché decir… o más bien, suplicar. Supuse que no me había reconocido, aunque otra opción sería que ya me había olvidado, bien, ella al menos lo habría conseguido.
Su imagen reflejaba su desamparo, ¿Cómo había acabado así? “No es tú problema, nunca lo ha sido.”
Los pocos que quedaban en la habitación comenzaron a marcharse, les miré con un inesperado odio.
Volví la cabeza hacia la joven. -Debéis acariciar la nota – ¿Ahora me vas a dar clases? -Como si fuera única en el mundo.
Me levanté de la banqueta, cuando escuché cómo se había golpeado con la mesa “¿Qué haces? Déjala sola…es lo que se merece, lo que ella quiere”. -Volved a tocarla – Tuve que dejar de lado todo mi resentimiento, hasta la última gota.
Me senté en la silla que había a su lado. Esto era lo último. Levanté la mano, inseguro, no sabía qué hacer. Con la otra mano le quité el cigarrillo de los dedos, y lo dejé sobre el cenicero.
– Alma.- La nombré con tranquilidad. Al ver que no respondía tomé su cabeza con ambas manos, hallando algo muy distinto, algo totalmente desolado, se me encogió el estomago.
Un poco más y habría pasado a un coma etílico. –Alma, mírame.- Le exigí pasando una de mis manos por su frente colorada. Me estaba preocupando.
– Soy Tristán ¿Me reconoces?- ¿Cómo saber si ella estaba allí conmigo? – Di algo… lo que sea, y tocaré lo que tú quieras, te lo prometo.- Miré sus ojos con nerviosismo. Solo borracho haría tal cosa, me convencía. Dejé su cabeza sobre mi hombro para levantar despacio su cuerpo de aquella silla, podría caerse a la primera de cambio. Muy lentamente me dirigí a los sofás tapizados de esa biblioteca-bar. Me estaba mareando, pero tenía que asegurarme de que estaba bien...y así...olvidarlo.
Me senté con ella sobre mí, no me importó.
-Venga… no querrás que llame a tu amiguito. – tenía que volver en sí con eso ¿con qué sino? Podría probar… Alcé con delicadeza su mentón hacia mí. Esto solo lo hago por ti, gatita. Mis labios contactaron con los suyos, haciendome perder el norte, cerré los ojos, saboreando el momento, algo que no creí que volvería a repetirse "Idiota".
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Floté... perdida en algún lugar. Quizás el limbo. No lo se...
Estaba plácidamente relajada, sólo preocupada de... de nada. Nada me preocupaba ya, salvo un constante movimiento a mi alrededor, que poco despertaba mis sentidos. Y que no supe, de donde vino.
Escuché palabras sueltas. Palabras como; Soy... reconoces... lo que tú quieras.... prometo... Y poco más...
Luego mi cabeza se recostó sobre algo, aliviando mis mareos. Me acomodé en aquel lugar nuevo para mí, plácidamente. Era cálido y agradable al tacto. Incluso familiar. Pero ahora, no conseguía acordarme de nada. Incluso creí ahogarme en un agujero profundo y húmedo.
Moví los labios, succionando la humedad, deseando que me empapase, que me llevase. Era tan... agradable.
Mis mejillas se sonrojaron por el esfuerzo, alzando la mano, para retener lo que fuese que me empujase.
Abrí los ojos lentamente, intentando fijar la mirada. Y, como en el desierto se cree ver un manantial; yo creí ver al bandido ¿Estaba soñando? ¿Tanto deseaba, que estuviese allí conmigo?
Apoyé la cabeza en su pecho, sujetándome con fuerza a sus hombros, para no caerme. Mi rostro quedó cubierto por la espesura de mis cabellos. Mejor que no me viese la cara... Era vergonzoso.
Aunque, si era una ensoñación... ¿Qué importaba, lo que hiciese con él?
No me lo pensé dos veces. Escalé con ayuda de las manos por su cuerpo, hasta encontrarme con sus ojos ¿Cómo estarían los míos?
-Te odio... - susurré de forma casi inaudible. Y sin poder resistirme, hundí el rostro en su cuello, acariciándole la espalda con delicadeza. Deseé perderme sobre su cuerpo. Algo que me excitaba de sobremanera. Si no estaba soñando y aquel hombre era Tristán, lo sabría enseguida. Sólo tendría que maldecir o responderme con otro te odio. Porque, en mi cabeza, él no me odiaba, ni me quería ver muerta. En mi cabeza... todo era perfecto.
Estaba plácidamente relajada, sólo preocupada de... de nada. Nada me preocupaba ya, salvo un constante movimiento a mi alrededor, que poco despertaba mis sentidos. Y que no supe, de donde vino.
Escuché palabras sueltas. Palabras como; Soy... reconoces... lo que tú quieras.... prometo... Y poco más...
Luego mi cabeza se recostó sobre algo, aliviando mis mareos. Me acomodé en aquel lugar nuevo para mí, plácidamente. Era cálido y agradable al tacto. Incluso familiar. Pero ahora, no conseguía acordarme de nada. Incluso creí ahogarme en un agujero profundo y húmedo.
Moví los labios, succionando la humedad, deseando que me empapase, que me llevase. Era tan... agradable.
Mis mejillas se sonrojaron por el esfuerzo, alzando la mano, para retener lo que fuese que me empujase.
Abrí los ojos lentamente, intentando fijar la mirada. Y, como en el desierto se cree ver un manantial; yo creí ver al bandido ¿Estaba soñando? ¿Tanto deseaba, que estuviese allí conmigo?
Apoyé la cabeza en su pecho, sujetándome con fuerza a sus hombros, para no caerme. Mi rostro quedó cubierto por la espesura de mis cabellos. Mejor que no me viese la cara... Era vergonzoso.
Aunque, si era una ensoñación... ¿Qué importaba, lo que hiciese con él?
No me lo pensé dos veces. Escalé con ayuda de las manos por su cuerpo, hasta encontrarme con sus ojos ¿Cómo estarían los míos?
-Te odio... - susurré de forma casi inaudible. Y sin poder resistirme, hundí el rostro en su cuello, acariciándole la espalda con delicadeza. Deseé perderme sobre su cuerpo. Algo que me excitaba de sobremanera. Si no estaba soñando y aquel hombre era Tristán, lo sabría enseguida. Sólo tendría que maldecir o responderme con otro te odio. Porque, en mi cabeza, él no me odiaba, ni me quería ver muerta. En mi cabeza... todo era perfecto.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Nunca me cansaría de besarla, creo que hasta lo echaba de menos, qué cosas. Aún con todo parecía que estaba surgiendo efecto, pues me atrajo a ella, por mi no hay problema.
Vale, ahora era el momento de volver a la realidad, temí su reacción. Sus ojos habían recuperado su inteligencia, o al menos un poco de ella. No sonreí cuando se me quedó mirando, ya me estaba imaginando otro numerito de los suyos: “¡No necesito que me ayudes! ¡Cómo te atreves! ¡Saco de mierda!” O algo de la misma vertiente…lo último lo añado yo, porque soy así de original. Ya estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios por su parte, si no fuera porque tengo autoestima y seguridad en mi mismo… no sé cuán mal parado habría quedado. Tenía que resignarme a recibir esos malos tratos, bueno yo…tampoco es que me quedara corto, también es verdad.
Esperé a que se diera cuenta de la situación y comenzase a echar demonios por esa boca. Pero pude respirar tranquilo, la coloqué mejor entre mis brazos cuando ella apoyó la cabeza en mi pecho, escondiéndose de mis ojos ¿escucharía lo hiperactivo que estaba mi corazón? Es por el cava. “Sí, ya, por el cava.”
Como si creyese que me iba a desvanecer, sus brazos me agarraron con fuerza, yo también hice presión con el brazo que la rodeaba la espalda. No te vas a caer.
Al rato me di cuenta de que me estaba mirando, iba a decir algo cuando de sus labios leí un:
-Te odio... – No me sorprendí, simplemente cerré los ojos cuando sentí su rostro en mi cuello, deje mi mano derecha en su nuca. Y miré al frente asintiendo con la cabeza, es la misma, no ha cambiado nada. Lo malo es que yo sí lo había hecho, aunque hubiese sido solo un cinco por ciento aprecié los cambios ¡Qué asco! Me calmé al sentir sus manos en mi espalda.
– Lo sé.- Era lo único que sabía. Su odio hacia mí. Pero nunca entendí qué hice para merecer su odio. Además no supe porqué razón aún estaba ahí sujetandola, cuando el perjudicado de toda esta historia era yo, cuando ella me había hecho tanto mal. Respiré profundamente.
–Puedes odiarme todo lo que quieras.- Murmuré con fingida indiferencia. -¿Por qué iba a importarme?- Dejé que mi mano descendiera con suavidad por su espalda hasta llegar a su muslo. Las reacciones de mi cuerpo no daban credibilidad a mis palabras ¡demonios! Estaba perdiendo facultades.
– Es tu extraña manera de querer alejarme de ti.- Que no se preocupase, cuando pudiera ponerme de pie, desparecería por esa puerta, de una vez por todas.
Vale, ahora era el momento de volver a la realidad, temí su reacción. Sus ojos habían recuperado su inteligencia, o al menos un poco de ella. No sonreí cuando se me quedó mirando, ya me estaba imaginando otro numerito de los suyos: “¡No necesito que me ayudes! ¡Cómo te atreves! ¡Saco de mierda!” O algo de la misma vertiente…lo último lo añado yo, porque soy así de original. Ya estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios por su parte, si no fuera porque tengo autoestima y seguridad en mi mismo… no sé cuán mal parado habría quedado. Tenía que resignarme a recibir esos malos tratos, bueno yo…tampoco es que me quedara corto, también es verdad.
Esperé a que se diera cuenta de la situación y comenzase a echar demonios por esa boca. Pero pude respirar tranquilo, la coloqué mejor entre mis brazos cuando ella apoyó la cabeza en mi pecho, escondiéndose de mis ojos ¿escucharía lo hiperactivo que estaba mi corazón? Es por el cava. “Sí, ya, por el cava.”
Como si creyese que me iba a desvanecer, sus brazos me agarraron con fuerza, yo también hice presión con el brazo que la rodeaba la espalda. No te vas a caer.
Al rato me di cuenta de que me estaba mirando, iba a decir algo cuando de sus labios leí un:
-Te odio... – No me sorprendí, simplemente cerré los ojos cuando sentí su rostro en mi cuello, deje mi mano derecha en su nuca. Y miré al frente asintiendo con la cabeza, es la misma, no ha cambiado nada. Lo malo es que yo sí lo había hecho, aunque hubiese sido solo un cinco por ciento aprecié los cambios ¡Qué asco! Me calmé al sentir sus manos en mi espalda.
– Lo sé.- Era lo único que sabía. Su odio hacia mí. Pero nunca entendí qué hice para merecer su odio. Además no supe porqué razón aún estaba ahí sujetandola, cuando el perjudicado de toda esta historia era yo, cuando ella me había hecho tanto mal. Respiré profundamente.
–Puedes odiarme todo lo que quieras.- Murmuré con fingida indiferencia. -¿Por qué iba a importarme?- Dejé que mi mano descendiera con suavidad por su espalda hasta llegar a su muslo. Las reacciones de mi cuerpo no daban credibilidad a mis palabras ¡demonios! Estaba perdiendo facultades.
– Es tu extraña manera de querer alejarme de ti.- Que no se preocupase, cuando pudiera ponerme de pie, desparecería por esa puerta, de una vez por todas.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
– Lo sé.- si hubiese tenido fuerzas, me habría levantado, para comprobar quien era. Entonces... ¿Estaba soñando? o... ¿Estaba en manos de otro hombre? Sabía como él, olía como él. Incluso lo sentí junto a mí, como le sentí un millar de veces a él. No podía entender ¿Cuando desaparecerían los efectos del alcohol? Tener tan poca estabilidad, empeoraba las cosas –Puedes odiarme todo lo que quieras.- No... no quiero que digas eso, pensé negando en su cuello -¿Por qué iba a importarme?- apreté los labios contra su piel, con la esperanza de que quedasen doloridos por la presión. El dolor siempre terminaba despertándote. Su mano descendió, posándose en uno de mis muslos. Oh mon amour... – Es tu extraña manera de querer alejarme de ti.- calculé las veces que le había puteado. Infinitas... reproduje en mi cerebro.
-¿Puedo haceros una pregunta? - no supe si podría entender mis palabras. Estaba totalmente hundida en su garganta y mis manos se perdían entre sus ropas. Subían y bajaban sin rumbo, como si acariciasen algo preciado y delicado, a lo largo de su abdomen -En Amsterdam... - intenté articular, apartándome ligeramente de él, hasta dejar caer la frente sobre su barbilla -Dijiste que... - ¿qué dijo? Sabía que, para mí, era importante. Quizás sólo fuese una chorrada. Un chiste de mal gusto. Ni siquiera recordé, de que hablábamos en ese momento. Sólo aquella frase -Dijiste que te guardabas una pregunta personal, para otra ocasión - suspiré aliviada al recordarlo. Y al instante, volví a sentir esa incertidumbre horrorosa. Si, esa era la frase... -Me morí de ganas por saberlo - confesé aturdida, sin despegar mis manos de él -Y aún muero... - suspiré bajo un decaimiento atroz --Quizás, este... tampoco sea el momento oportuno. Pero, quería que supueses que... me gustaría saberlo - necesitaba aire fresco, eso seguro... y estar sobre sus rodillas, no mejoraba nada. El calor me asfixiaba.
-¿Puedo haceros una pregunta? - no supe si podría entender mis palabras. Estaba totalmente hundida en su garganta y mis manos se perdían entre sus ropas. Subían y bajaban sin rumbo, como si acariciasen algo preciado y delicado, a lo largo de su abdomen -En Amsterdam... - intenté articular, apartándome ligeramente de él, hasta dejar caer la frente sobre su barbilla -Dijiste que... - ¿qué dijo? Sabía que, para mí, era importante. Quizás sólo fuese una chorrada. Un chiste de mal gusto. Ni siquiera recordé, de que hablábamos en ese momento. Sólo aquella frase -Dijiste que te guardabas una pregunta personal, para otra ocasión - suspiré aliviada al recordarlo. Y al instante, volví a sentir esa incertidumbre horrorosa. Si, esa era la frase... -Me morí de ganas por saberlo - confesé aturdida, sin despegar mis manos de él -Y aún muero... - suspiré bajo un decaimiento atroz --Quizás, este... tampoco sea el momento oportuno. Pero, quería que supueses que... me gustaría saberlo - necesitaba aire fresco, eso seguro... y estar sobre sus rodillas, no mejoraba nada. El calor me asfixiaba.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
-¿Puedo haceros una pregunta? – Creí oír. ¿Había algo que preguntar? Demasiado que me estaba conteniendo aun padeciendo su persistente tacto, me estaba acalorando. -En Ámsterdam... – Fruncí el ceño con disgusto. No quería recordar ese viaje. ¿Por qué lo mencionaba ahora? ¿Qué interés había en hablar de ello? Era algo que quería dejar en el olvido. -Dijiste que... – Dije tantas cosas… Nada se cumplió. -Dijiste que te guardabas una pregunta personal, para otra ocasión – Apreté la mandíbula hasta hacerme daño. -Me morí de ganas por saberlo. Y aún muero... – Estuve a punto de cortarla como yo solo sabía, pero me mordí el labio, aguantando. -Quizás, este... tampoco sea el momento oportuno.- Correcto.- Pero, quería que supieses que... me gustaría saberlo – Durante largo rato me quedé sin decir nada.
- ¿Y qué importa ahora?- Murmuré con seriedad, seguramente estuviera desvariando. En fin, habían pasado muchas cosas desde que yo dije eso, desde que yo realmente me interesé por ella. Pero ahora el contexto había cambiado radicalmente, incluso mis sentimientos. Quizá yo ya no quería saber nada de ella, ya sé demasiado, porque ya no tenía sentido, ni razón de ser.
Llevé ambas manos a su rostro para que me mirase. La decepción aún estaba allí. Comencé a colocar sus cabellos, sin decir nada. Dejé mi mano sobre su frente sintiendo su calor.–Tienes fiebre Alma.- Era de esperar. ¿Cómo sino se recordaría ese tipo de cosas? – Será mejor que nos vayamos de aquí. Sujétate.- Volví a levantarla en brazos. Aún no me explico el porqué.
Caminé sorteando los invitados, evitando las multitudes. Aún así:
-¡Alma! ¿Qué os ha pasado?- Me tuve que parar cuando aquel hombre me bloqueó el paso. –Estáis horrible.- Dijo aquello sin importarle que la gente nos estuviera rodeando. Bebió de nuevo un trago de lo que llevaba en las manos. Al levantar la vista y verme sonrió. -¡Hombre! Señor Evans, la habéis encontrado.- Asentí.
–Querida ¿queréis que os lleve al médico?- Preguntó asomándose un poco para verla. Di un paso hacia delante.
–Ahora mismo no puede hablar, yo mismo la llevaré.- Me ofrecí. El hombre me dejó el abrigo de Alma sobre el hombro con una gran sonrisa.
– Lo dejo en vuestras manos.- Que fácil resulta a veces desprenderse de los problemas.
Al salir encontré un coche de caballos en la puerta. Entré en éste dejando a la joven recostada en uno de los asientos. Le indiqué las señas al cochero, y me senté delante de Alma, cogiéndola de la muñeca para tomarle el pulso.
- ¿Y qué importa ahora?- Murmuré con seriedad, seguramente estuviera desvariando. En fin, habían pasado muchas cosas desde que yo dije eso, desde que yo realmente me interesé por ella. Pero ahora el contexto había cambiado radicalmente, incluso mis sentimientos. Quizá yo ya no quería saber nada de ella, ya sé demasiado, porque ya no tenía sentido, ni razón de ser.
Llevé ambas manos a su rostro para que me mirase. La decepción aún estaba allí. Comencé a colocar sus cabellos, sin decir nada. Dejé mi mano sobre su frente sintiendo su calor.–Tienes fiebre Alma.- Era de esperar. ¿Cómo sino se recordaría ese tipo de cosas? – Será mejor que nos vayamos de aquí. Sujétate.- Volví a levantarla en brazos. Aún no me explico el porqué.
Caminé sorteando los invitados, evitando las multitudes. Aún así:
-¡Alma! ¿Qué os ha pasado?- Me tuve que parar cuando aquel hombre me bloqueó el paso. –Estáis horrible.- Dijo aquello sin importarle que la gente nos estuviera rodeando. Bebió de nuevo un trago de lo que llevaba en las manos. Al levantar la vista y verme sonrió. -¡Hombre! Señor Evans, la habéis encontrado.- Asentí.
–Querida ¿queréis que os lleve al médico?- Preguntó asomándose un poco para verla. Di un paso hacia delante.
–Ahora mismo no puede hablar, yo mismo la llevaré.- Me ofrecí. El hombre me dejó el abrigo de Alma sobre el hombro con una gran sonrisa.
– Lo dejo en vuestras manos.- Que fácil resulta a veces desprenderse de los problemas.
Al salir encontré un coche de caballos en la puerta. Entré en éste dejando a la joven recostada en uno de los asientos. Le indiqué las señas al cochero, y me senté delante de Alma, cogiéndola de la muñeca para tomarle el pulso.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
- ¿Y qué importa ahora?- para mí, era más importante de lo que él se pensaba. Pero si pretendía olvidarlo todo... adelante. Yo no sería menos. Zanjado y redicho. Y que le den por culo...
Para mi sorpresa, sujetó con ambas manos mis mejillas. Cerré los ojos, al sentir su tacto en mi frente –Tienes fiebre Alma.- Y qué importa eso... Quise largarme. Dejarle en aquella biblioteca, como si fuese un libros más, apilado en una de las estanterías. Otro pobre idiota, cogiendo polvo en algún resquicio de mi cerebro ¿Cómo se llamaba, aquel mísero pordiosero? No puedo recordarlo... sonreí, intentando consolarme a mí misma, en aquel torrente de desvaríos e ilusiones - Será mejor que nos vayamos de aquí. Sujétate.- por acto reflejo, me sostuve en su hombro, deseando que aquel momento, terminase lo antes posible.
-¡Alma! ¿Qué os ha pasado?- el carcamal de Van Ewen... imposible no reconocer su voz perjudicada por los puros -Estáis horrible.- ¿Cómo? ¡Tú tienes un pie en la tumba, amigo! -¡Hombre! Señor Evans, la habéis encontrado. Querida ¿queréis que os lleve al médico?- no me toques asqueroso...
-No gracias. Tengo a mi matasanos personal. Se ha comprometido a examinarme. Ya me entendéis... - señalé con la mirada turbia, indicando a Tristán.
–Ahora mismo no puede hablar, yo mismo la llevaré.- Sí, no podía... sólo decía incoherencias ¿Cuánto podría disimular Tristán?
– Lo dejo en vuestras manos.- pero que ser más insensible. Otro al que le importaba un bledo, que terminase tirada en medio de la calle. Asco de hombres...
-Dice que me deja en tus manos - reí a carcajada limpia -Eso es peligroso ¿Verdad, bandido? - acaricié mis cabellos, insinuándome, descocada total.
Me apetecía muchísmo bailar ¿Por qué nos marchábamos ya de la fiesta? Con lo bien que me lo estaba pasando... Como ya dije, con el bandido... nunca te aburres.
De golpe, caí sobre un asiento mullido. Al subir la cabeza, vi a Tristán frente a mi. Ya a casa. Tan pronto... serían las nueve o así. Que triste... Apoyé la cabeza sobre el respaldo y cerré los ojos, notando el movimiento del carruaje, como algo lejano y externo a mí. Luego unos dedos sostuvieron mi muñeca.
-Aún respiro. No te daré ese gusto... - dije, lo primero que se me ocurrió -Sois todo un caballero. Quien lo diría... - murmuré sin entender por qué hacia tal esfuerzo por mí -No quiero ir a casa. Es demasiado deprimente - acerqué el rostro a la ventana, para que el aire golpeara mi cara, despejándome de la nebulosa -Mañana no recordaré nada. Y esto sólo habrá sido un mal sueño - pasé las manos por mi rostro, para cerciorarme de que estaba allí. Sentí que el mareo desaparecía por momentos. Tomar el aire, siempre fue el mejor remedio para un alcohólico.
Para mi sorpresa, sujetó con ambas manos mis mejillas. Cerré los ojos, al sentir su tacto en mi frente –Tienes fiebre Alma.- Y qué importa eso... Quise largarme. Dejarle en aquella biblioteca, como si fuese un libros más, apilado en una de las estanterías. Otro pobre idiota, cogiendo polvo en algún resquicio de mi cerebro ¿Cómo se llamaba, aquel mísero pordiosero? No puedo recordarlo... sonreí, intentando consolarme a mí misma, en aquel torrente de desvaríos e ilusiones - Será mejor que nos vayamos de aquí. Sujétate.- por acto reflejo, me sostuve en su hombro, deseando que aquel momento, terminase lo antes posible.
-¡Alma! ¿Qué os ha pasado?- el carcamal de Van Ewen... imposible no reconocer su voz perjudicada por los puros -Estáis horrible.- ¿Cómo? ¡Tú tienes un pie en la tumba, amigo! -¡Hombre! Señor Evans, la habéis encontrado. Querida ¿queréis que os lleve al médico?- no me toques asqueroso...
-No gracias. Tengo a mi matasanos personal. Se ha comprometido a examinarme. Ya me entendéis... - señalé con la mirada turbia, indicando a Tristán.
–Ahora mismo no puede hablar, yo mismo la llevaré.- Sí, no podía... sólo decía incoherencias ¿Cuánto podría disimular Tristán?
– Lo dejo en vuestras manos.- pero que ser más insensible. Otro al que le importaba un bledo, que terminase tirada en medio de la calle. Asco de hombres...
-Dice que me deja en tus manos - reí a carcajada limpia -Eso es peligroso ¿Verdad, bandido? - acaricié mis cabellos, insinuándome, descocada total.
Me apetecía muchísmo bailar ¿Por qué nos marchábamos ya de la fiesta? Con lo bien que me lo estaba pasando... Como ya dije, con el bandido... nunca te aburres.
De golpe, caí sobre un asiento mullido. Al subir la cabeza, vi a Tristán frente a mi. Ya a casa. Tan pronto... serían las nueve o así. Que triste... Apoyé la cabeza sobre el respaldo y cerré los ojos, notando el movimiento del carruaje, como algo lejano y externo a mí. Luego unos dedos sostuvieron mi muñeca.
-Aún respiro. No te daré ese gusto... - dije, lo primero que se me ocurrió -Sois todo un caballero. Quien lo diría... - murmuré sin entender por qué hacia tal esfuerzo por mí -No quiero ir a casa. Es demasiado deprimente - acerqué el rostro a la ventana, para que el aire golpeara mi cara, despejándome de la nebulosa -Mañana no recordaré nada. Y esto sólo habrá sido un mal sueño - pasé las manos por mi rostro, para cerciorarme de que estaba allí. Sentí que el mareo desaparecía por momentos. Tomar el aire, siempre fue el mejor remedio para un alcohólico.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
-Aún respiro. No te daré ese gusto... – Alcé poco a poco la cabeza con intención de fulminarla, aun retenía su muñeca entre mis dedos. No, no podía mirarla ahora, me delataría. -Sois todo un caballero. Quien lo diría... – Nadie lo diría. Siempre usando su hiriente ironía “¿Cuántas pruebas más necesitas? Ella te destrozará.” Me advertía una parte de mí. Ella lo ignora, respondí soltándole la mano, ella ignora muchas cosas. -No quiero ir a casa. Es demasiado deprimente – Yo seguía debatiéndome contra mí mismo. -Mañana no recordaré nada. Y esto sólo habrá sido un mal sueño – Eso es.
Creo que en ese momento empecé a ponerme histérico, y el alcohol que nadaba en mi sangre ayudaba, y bienvenido era. Al acomodarme en el asiento, observé como dejaba que le diera el viento en el rostro, yo no estaba muy seguro de que aquello fuera lo mejor teniendo fiebre, así que de pronto cerré la ventana, el cristal a punto estuvo de romperse en mil pedazos del golpe.
- ¿Me dejas decirte algo? ¿Para qué pediré permiso siempre?- rectifiqué rápidamente sonriendo como un absurdo. –Eres…- Me contuve la respiración para no gritarlo a los cuatro vientos. – eres idiota ¿Lo sabías? Eso de primeras ¿Qué más da lo que diga si mañana no recordarás nada?- Yo esperé con todas mis fuerzas que a mí me pasase lo mismo, porque sino lo llevaba crudo.
– Todas…- Comencé a decir dándome carrerilla.- todas las malditas mañanas intento convencerme de que he despertado de esta pesadilla, pero siempre descubro que no es así. He intentado por todos los medios… - La miré con ojos vidriosos.- olvidarte. Me he ido al quinto coño – Perdonad la expresión, es que debo ser un barriobajero. – para lograrlo.- Me llevé desesperado las manos a la cara, estaba a nada de explotar. – Y lo más deprimente de todo esto, es que no lo he conseguido. Ya no puedo hacer nada. Toda la culpa es mía.- Me quedé mirando en silencio por la ventana, recordando nuestras fuertes disputas. –Y luego me vienes… con lo de Ámsterdam. ¿Qué cojones pretendes? Si tanto me odias, joder… échame de tu vida.- Me froté los ojos con una mano.
–Porque yo no he podido hacerlo.- confesé sintiéndome el tío más desdichado del mundo.
[oooooh xDDDDDDDDDDD]
Creo que en ese momento empecé a ponerme histérico, y el alcohol que nadaba en mi sangre ayudaba, y bienvenido era. Al acomodarme en el asiento, observé como dejaba que le diera el viento en el rostro, yo no estaba muy seguro de que aquello fuera lo mejor teniendo fiebre, así que de pronto cerré la ventana, el cristal a punto estuvo de romperse en mil pedazos del golpe.
- ¿Me dejas decirte algo? ¿Para qué pediré permiso siempre?- rectifiqué rápidamente sonriendo como un absurdo. –Eres…- Me contuve la respiración para no gritarlo a los cuatro vientos. – eres idiota ¿Lo sabías? Eso de primeras ¿Qué más da lo que diga si mañana no recordarás nada?- Yo esperé con todas mis fuerzas que a mí me pasase lo mismo, porque sino lo llevaba crudo.
– Todas…- Comencé a decir dándome carrerilla.- todas las malditas mañanas intento convencerme de que he despertado de esta pesadilla, pero siempre descubro que no es así. He intentado por todos los medios… - La miré con ojos vidriosos.- olvidarte. Me he ido al quinto coño – Perdonad la expresión, es que debo ser un barriobajero. – para lograrlo.- Me llevé desesperado las manos a la cara, estaba a nada de explotar. – Y lo más deprimente de todo esto, es que no lo he conseguido. Ya no puedo hacer nada. Toda la culpa es mía.- Me quedé mirando en silencio por la ventana, recordando nuestras fuertes disputas. –Y luego me vienes… con lo de Ámsterdam. ¿Qué cojones pretendes? Si tanto me odias, joder… échame de tu vida.- Me froté los ojos con una mano.
–Porque yo no he podido hacerlo.- confesé sintiéndome el tío más desdichado del mundo.
[oooooh xDDDDDDDDDDD]
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
De pronto un brazo, surgió de la nada, cerrando en mis narices, el compartimento que me daba el aire ¿Por qué? Le miré confusa - ¿Me dejas decirte algo? ¿Para qué pediré permiso siempre?- tenía la sensación de que, me dijese lo que me dijese, no sería nada bueno –Eres…- ya va... – eres idiota ¿Lo sabías? Eso de primeras ¿Qué más da lo que diga si mañana no recordarás nada?- antes de que se le ocurriese mencionar la segunda, ya estaría muerto ¿Cómo se atrevía a insultarme? No estaba para discutir, en esos momentos... Aún intentaba mantener la cabeza en su sitio. – Todas…- me crucé de brazos, poniendo los ojos en blanco, como si me diese igual lo que estuviese diciendo. Como cuando escuchas llover. Pero mi mandíbula presionaba un diente contra otro, casi rechinando - todas las malditas mañanas intento convencerme de que he despertado de esta pesadilla, pero siempre descubro que no es así. He intentado por todos los medios… - que... -olvidarte. Me he ido al quinto coño – mi mandíbula dejó de apretar, dolorida – para lograrlo.- se llevó las manos a la cara, ante mi mirada pasmosa. Así que... a fin de cuentas... lo había logrado ¡Bien por él! ¡Nunca le pedí que me recordase! ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Y doble maldición! como le odiaba... – Y lo más deprimente de todo esto, es que no lo he conseguido. Ya no puedo hacer nada. Toda la culpa es mía.- que demonios... agaché la mirada, posándola sobre mis piernas. Estaba conmocionada. Después de todo lo que le hice (y aún le hago) ¿Cómo era posible? Cualquiera querría desterrarme del país –Y luego me vienes… con lo de Ámsterdam. ¿Qué cojones pretendes? Si tanto me odias, joder… échame de tu vida.- acobardada, mantuve mi posición, temiendo desintegrarme. –Porque yo no he podido hacerlo.- yo tampoco... pensé, temerosa de haberlo dicho en alto. Pero al alzar el rostro, Tristán seguía hecho polvo.
Suspire débilmente, sin saber que decir. Esta conversación quedaba fuera de mi alcance ¿Qué se decía en estos casos? no... aquella palabra nunca saldría de mi boca. Ni si quiera la pienses -Si te sirve de consuelo... - perdida, me concentré en el asiento frente a mí, en su tapicería. Justo por encima del hombro de Tristán -Eres el único al que torturo - confesé, como si fuese un halago -Siéntete importante. A nadie le concedo ese placer - era inútil negar que Tristán llamaba mi atención a gritos -Yo tampoco puedo olvidarte - eres ridícula... -Y no veas como te odio... - maldije con una sonrisa -Pero... mis esfuerzos se reducen a la nada, en cuanto apareces. Y luego deseo que desaparezcas. Y cuando te has ido, añoro que estés de nuevo conmigo - sentí que era incapaz de frenar. El lagrimal ya estaba húmedo ¿Sería verdad? era la tercera vez que lloraba por su culpa. Intenté retenerlas y ocultarlas con una de mis manos -¿Que por qué te pregunté sobre Amsterdam? - solté el aire, imitando un pequeño bufido y moví la cabeza desesperada. Trágico... -Porque esperé, que no fuese ningún tipo de pregunta soez o poco ortodoxa. Una de esas preguntas que hacen que una chica común se sonroje. Y una chica como yo, ría por fuera - le aclaré. Osea... Una guarrada - Pero por dentro... esta última chica... por dentro siempre desea, que le digan otra cosa. Algo nuevo... - murmuré con deliberada tristeza -Te pregunté sobre Amsterdam, con la esperanza de que, aquella pregunta, fuese diferente. Algo que me hiciese creer, que yo te importaba - sentí morirme. Y no por el alcohol. Sino de pena -No andas mal encaminado. Tienes razón... -sonreí ligeramente, como una muñeca sin sonrisa - Soy una idiota -
Quizás debí bajarme del carruaje en marcha. Darme a la fuga. Posiblemente mis palabras no significaran nada. Tristán siempre pensaría, que soy una mentirosa. Hubiese sido mejor, pedir perdón. Maldición... me fustigué por pensar en tal palabra. Aún siendo sincera, seguía mintiéndole porque él... desconocía cómo era yo. Una viuda negra.
[OFF: en camino, caja de pañuelos XDDDDD]
Suspire débilmente, sin saber que decir. Esta conversación quedaba fuera de mi alcance ¿Qué se decía en estos casos? no... aquella palabra nunca saldría de mi boca. Ni si quiera la pienses -Si te sirve de consuelo... - perdida, me concentré en el asiento frente a mí, en su tapicería. Justo por encima del hombro de Tristán -Eres el único al que torturo - confesé, como si fuese un halago -Siéntete importante. A nadie le concedo ese placer - era inútil negar que Tristán llamaba mi atención a gritos -Yo tampoco puedo olvidarte - eres ridícula... -Y no veas como te odio... - maldije con una sonrisa -Pero... mis esfuerzos se reducen a la nada, en cuanto apareces. Y luego deseo que desaparezcas. Y cuando te has ido, añoro que estés de nuevo conmigo - sentí que era incapaz de frenar. El lagrimal ya estaba húmedo ¿Sería verdad? era la tercera vez que lloraba por su culpa. Intenté retenerlas y ocultarlas con una de mis manos -¿Que por qué te pregunté sobre Amsterdam? - solté el aire, imitando un pequeño bufido y moví la cabeza desesperada. Trágico... -Porque esperé, que no fuese ningún tipo de pregunta soez o poco ortodoxa. Una de esas preguntas que hacen que una chica común se sonroje. Y una chica como yo, ría por fuera - le aclaré. Osea... Una guarrada - Pero por dentro... esta última chica... por dentro siempre desea, que le digan otra cosa. Algo nuevo... - murmuré con deliberada tristeza -Te pregunté sobre Amsterdam, con la esperanza de que, aquella pregunta, fuese diferente. Algo que me hiciese creer, que yo te importaba - sentí morirme. Y no por el alcohol. Sino de pena -No andas mal encaminado. Tienes razón... -sonreí ligeramente, como una muñeca sin sonrisa - Soy una idiota -
Quizás debí bajarme del carruaje en marcha. Darme a la fuga. Posiblemente mis palabras no significaran nada. Tristán siempre pensaría, que soy una mentirosa. Hubiese sido mejor, pedir perdón. Maldición... me fustigué por pensar en tal palabra. Aún siendo sincera, seguía mintiéndole porque él... desconocía cómo era yo. Una viuda negra.
[OFF: en camino, caja de pañuelos XDDDDD]
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
-Si te sirve de consuelo... – Negué con la cabeza, ya no tengo consuelo. Había caído en el fango, le había confesado una verdad que llevaba ocultando ¡ni se sabe cuándo!, no lograba ponerme de pie, al intentarlo solo conseguía darme de lleno, pringándome hasta las cejas. Era humillante haber quedado así delante de esta mujer. -Eres el único al que torturo – Arreglar las cosas nunca fue su fuerte. -Siéntete importante. A nadie le concedo ese placer – Joder, encima tenía que darle las gracias, manda cojones. Es absurdo hablar enserio contigo.-Yo tampoco puedo olvidarte – Se burlaba de mí. Seguro que disfrutaba mucho al acordarse de sus avances y sus retrocesos. Al acordarse de la cara de estúpido que se me quedaba una y otra vez. Para olvidarse. -Y no veas cómo te odio... – Repítelo, si total, el daño ya está hecho. Me gustaría ser el insensible que era hasta que te topaste en mi vida, me gustaría odiarte de la misma manera. Pensaba mientras intentaba sostenerle la mirada. Debía quedarme para terminar con todo esto. -Pero... mis esfuerzos se reducen a la nada, en cuanto apareces.- Si ya lo había dicho, la culpa la tengo yo.- Y luego deseo que desaparezcas. Y cuando te has ido, añoro que estés de nuevo conmigo – Agaché la cabeza incapaz de dar crédito a lo que estaba escuchando ¿Cómo era podía ser cierto después de todo lo que había pasado? Entonces lo comprendí, el alcohol ¿qué sino? -¿Que por qué te pregunté sobre Ámsterdam?- Sí, eso quise saber.- Porque esperaba que no fuese ningún tipo de pregunta soez o poco ortodoxa. Una de esas preguntas que hacen que una chica común se sonroje. Y una chica como yo, fría por fuera. Pero por dentro... por dentro deseé que le digan otra cosa.- Levanté la cabeza apoyándola en el respaldo.- Algo nuevo... Te pregunté sobre Ámsterdam, con la esperanza de que, aquella pregunta, fuese diferente. Algo que me hiciese creer, que yo te importaba.- La miré sin expresión, volviendo a patinar sobre ese fango que parecía no desparecer. -No andas mal encaminado. Tienes razón... Soy una idiota – No tuve que pensar mucho antes de sentarme a su lado, porque ¿qué tenía que perder? No encontré qué era eso que me quedaba. Me giré encontrando su rostro apenado ¿yo era la razón de su pena?, quise de algún modo consolarla, pero ¿quién me consolaba a mí?
–La idiotez es contagiosa.- comenté como en un susurro, mirando a un punto indefinido de su vestido.
-¿Para qué querrías saber si me importas?- Pregunté mientras algo me comía la oreja “¿para qué va a ser? Para mofarse de lo débil que puedes llegar a ser” -¿Te gustaría saberlo? – Pregunté volviendo a colisionarme con sus ojos. –Sí…sí me importas…y mucho además.- “Fracaso ¿cómo va a importarte? Solo te importas a ti mismo”
-Y creo que ese es mi error.- Murmuré mirando al techo. –No he sabido evitarte como debería haber hecho, y dime ¿qué he conseguido?- moví las manos con desgana. -¿El consuelo de tu odio? Qué feliz me siento.- expresé abatido.
–Te propuse lo del viaje para ayudarte… y ya ves cómo salió.- Cerré los ojos ahogándome en los recuerdos.- La manera en la que echaste por tierra todo el esfuerzo que estaba haciendo…- Abrí los ojos, pues ya estaban llorosos, mierda de alcohol. Alcé su rostro con una mano.- ¿Y aún te preguntas si me importas? ¿De qué manera hay que demostrarte las cosas? ¿Quieres saber lo que te iba a preguntar? Siempre me pregunté qué tan malo te habría pasado en la vida…algo lo suficientemente duro para justificarte, pues deseaba hacerlo. Deseaba que todo tuviera una razón, pero no lo sabré ¿verdad?- dejé caer mi mano, cuando algo húmedo resbaló por mi mejilla.
– Solo me queda pedirte perdón por lo que fuera que hiciera para estropearlo.
[Off: Me parto con las tontunas que me salen. Telenovela]
–La idiotez es contagiosa.- comenté como en un susurro, mirando a un punto indefinido de su vestido.
-¿Para qué querrías saber si me importas?- Pregunté mientras algo me comía la oreja “¿para qué va a ser? Para mofarse de lo débil que puedes llegar a ser” -¿Te gustaría saberlo? – Pregunté volviendo a colisionarme con sus ojos. –Sí…sí me importas…y mucho además.- “Fracaso ¿cómo va a importarte? Solo te importas a ti mismo”
-Y creo que ese es mi error.- Murmuré mirando al techo. –No he sabido evitarte como debería haber hecho, y dime ¿qué he conseguido?- moví las manos con desgana. -¿El consuelo de tu odio? Qué feliz me siento.- expresé abatido.
–Te propuse lo del viaje para ayudarte… y ya ves cómo salió.- Cerré los ojos ahogándome en los recuerdos.- La manera en la que echaste por tierra todo el esfuerzo que estaba haciendo…- Abrí los ojos, pues ya estaban llorosos, mierda de alcohol. Alcé su rostro con una mano.- ¿Y aún te preguntas si me importas? ¿De qué manera hay que demostrarte las cosas? ¿Quieres saber lo que te iba a preguntar? Siempre me pregunté qué tan malo te habría pasado en la vida…algo lo suficientemente duro para justificarte, pues deseaba hacerlo. Deseaba que todo tuviera una razón, pero no lo sabré ¿verdad?- dejé caer mi mano, cuando algo húmedo resbaló por mi mejilla.
– Solo me queda pedirte perdón por lo que fuera que hiciera para estropearlo.
[Off: Me parto con las tontunas que me salen. Telenovela]
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Se sentó a mi lado. Mi corazón fue el primero en notar el contacto –La idiotez es contagiosa.- y tú serías mi idiota preferido... -¿Para qué querrías saber si me importas?- giré el rostro, conteniendo el llanto ¿Tan difícil era de creer? Sí... me susurró el monstruito -¿Te gustaría saberlo? – me muero de ganas, joder... –Sí…sí me importas…y mucho además.- entonces le miré, sin creer ver nada más, salvo a él -Y creo que ese es mi error.- ambos cometíamos un error. Tristán no era para mí. Ni yo podía merecer un hombre como él –No he sabido evitarte como debería haber hecho, y dime ¿qué he conseguido?- Increíble que fuésemos iguales en esta triste historia -¿El consuelo de tu odio? Qué feliz me siento.- apreté los labios con fuerza, retorciéndome el vestido –Te propuse lo del viaje para ayudarte… y ya ves cómo salió.- ambos sabíamos que aquello no pintaba bien, desde el momento que se mencionó ¿Por qué le sorprendía tanto? ¿Tenía alguna esperanza en mí? pobre iluso... chisté al ser para que se callase. Su vocecita me desconcentraba - La manera en la que echaste por tierra todo el esfuerzo que estaba haciendo…- cierto... se contuvo todo el tiempo y nunca entendí el por qué. ¡Ah! si... me abalancé sobre el unas... ¿cien mil veces? cómo una gata en celo. Pero eso era culpa suya - ¿Y aún te preguntas si me importas? ¿De qué manera hay que demostrarte las cosas? ¿Quieres saber lo que te iba a preguntar? - ¿Me lo iba a contar? Acerqué el rostro para oírle mejor, quedando hipnotizada por el movimiento de su boca al hablar -Siempre me pregunté qué tan malo te habría pasado en la vida…algo lo suficientemente duro para justificarte, pues deseaba hacerlo. Deseaba que todo tuviera una razón, pero no lo sabré ¿verdad?- Así que... era eso. Mis ojos se abrieron, presa de una extraña fascinación – Solo me queda pedirte perdón por lo que fuera que hiciera para estropearlo - Ser amable. Eso hizo... Y yo estúpida.
Aún fija en su boca, intenté abrir la mía para hablar. Pero el corazón me estaba jugando una mala pasada, recordándome lo que Tristán dijo.
-¿Qué importa eso? - contesté medio ida. Lo importante era, que se preocupaba por mí -En realidad... es una escusa inútil. Y la misma historia de siempre. La triste infancia. Qué si no... Mi padre era un tirano y yo su conejillo de indias - no deseaba contarle con detalle toda mi vida, estando borracha. Posiblemente acabase diciendo cosas, que posteriormente lamentaría. Además... él me odiaría por ser quien soy y por desvelárselo -Así ha salido la hija... - susurré con decaimiento en la voz. Como si yo fuese un trasto viejo tirado en el suelo; y alguien se habiese dado cuenta de que estaba allí, tras pisarlo por error -No quiero aburrirte. Ni siquiera creo que estés preparado para oír el resto. Es espantoso... Incluso delirante - me apoyé en su hombro cómodamente. -Llévame a bailar - murmuré. Ni siquiera dije nada más por mi parte, en respuesta a su sinceridad. Así no se sentiría tan culpable. Así podría olvidar todo lo que dijo, como si no hubiese pasado. Era extraño ver mostrar sentimientos a un hombre tan cerrado. No quise que se sintiese inferior. Una vez le llamé Don Juan. Se rió de mí... yo reí en ese instante, recordándolo -Necesito música de verdad... Bourbon... Creo que hay una fiesta mucho más entretenida cerca de aquí ¿Te cuelas conmigo?
Aún fija en su boca, intenté abrir la mía para hablar. Pero el corazón me estaba jugando una mala pasada, recordándome lo que Tristán dijo.
-¿Qué importa eso? - contesté medio ida. Lo importante era, que se preocupaba por mí -En realidad... es una escusa inútil. Y la misma historia de siempre. La triste infancia. Qué si no... Mi padre era un tirano y yo su conejillo de indias - no deseaba contarle con detalle toda mi vida, estando borracha. Posiblemente acabase diciendo cosas, que posteriormente lamentaría. Además... él me odiaría por ser quien soy y por desvelárselo -Así ha salido la hija... - susurré con decaimiento en la voz. Como si yo fuese un trasto viejo tirado en el suelo; y alguien se habiese dado cuenta de que estaba allí, tras pisarlo por error -No quiero aburrirte. Ni siquiera creo que estés preparado para oír el resto. Es espantoso... Incluso delirante - me apoyé en su hombro cómodamente. -Llévame a bailar - murmuré. Ni siquiera dije nada más por mi parte, en respuesta a su sinceridad. Así no se sentiría tan culpable. Así podría olvidar todo lo que dijo, como si no hubiese pasado. Era extraño ver mostrar sentimientos a un hombre tan cerrado. No quise que se sintiese inferior. Una vez le llamé Don Juan. Se rió de mí... yo reí en ese instante, recordándolo -Necesito música de verdad... Bourbon... Creo que hay una fiesta mucho más entretenida cerca de aquí ¿Te cuelas conmigo?
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Todo lo que dije no ayudó a apaciguar mi estado de ánimo, creo que…más bien, lo agravó.
-¿Qué importa eso? – ¿Cómo que qué importa? Me pasé distraídamente la mano por los ojos, ¿dónde se ha visto tal cosa? -En realidad... es una escusa inútil.- ¿Cómo?- Y la misma historia de siempre. La triste infancia.- ¿Y eso era suficiente para justificarla? Porque lo decía como si fuera lo más normal del mundo…- Qué si no... Mi padre era un tirano y yo su conejillo de indias – Había algo que no me estaba contando… Genial, empezamos bien…siempre terminan ocultándome lo importante ¿Cuándo aprenderé? “Ya será demasiado tarde…” - Así ha salido la hija... – Mis ojos surcaron su rostro procurando encontrar eso que había dado por perdido… ¿me contaría las cosas? “Deja de esperar nada de nadie…” -No quiero aburrirte.- “¿Ves? Tu gozo en un pozo…como de costumbre.”
- Ni siquiera creo que estés preparado para oír el resto.- La desesperanza me destrozó. Después de haberle abierto mi corazón, a mi manera… ¿ahora esto?- Es espantoso... Incluso delirante – ¿Más espantoso de lo que llevaba viendo hasta ahora? Apreté el puño, incapaz de controlarme, cuando se posó en mi hombro. Intenté respirar con normalidad, porque lo último que me faltaba era que me diera un ataque de ansiedad.
-Llévame a bailar – Giré la cabeza en su dirección. ¿Ahora quería bailar? ¿De dónde sacaba las ganas? Después la escuché reír ¿de qué? No lo sé ¿De mí? -Necesito música de verdad... Bourbon... Creo que hay una fiesta mucho más entretenida cerca de aquí ¿Te cuelas conmigo?
Mis músculos se destensaron lentamente. Hice el amago de sonreír, el resultado no sé cuál fue.
Sí había escuchado algo sobre esa fiesta, lo que me extraño fue que ella también lo hubiese hecho, pues era algo así como clandestino, me encogí de hombros.
Pero tenía que asegurarme de algo antes, volví a dejar la mano sobre su frente, estaba menos caliente que antes. – Iré donde quieras que vaya.- “Olvídate de mí” me gritó mi conciencia, escuché sus pasos al alejarse. Acaricié su cálida mejilla con los dedos sin dejar de mirarla. – Pero… no habrá más bourbon para ti.- Sonreí afectuosamente mientras la abrazaba con cariño, como nunca. Me salió solo, no fue nada planeado.
Luego avisé al cochero del cambio de rumbo. Al llegar, me asomé por la ventana. Y la miré antes de salir para comprobar si estaba presentable, bueno ¿qué importa? Seguro que yo tampoco tengo la mejor cara.
Salí de allí esperando que ella saliese. En el local no para de entrar gente ¿no le importaría que le vieran conmigo? - ¿Podrás?- Dejé la mano extendida, por si la necesitaba.
-¿Qué importa eso? – ¿Cómo que qué importa? Me pasé distraídamente la mano por los ojos, ¿dónde se ha visto tal cosa? -En realidad... es una escusa inútil.- ¿Cómo?- Y la misma historia de siempre. La triste infancia.- ¿Y eso era suficiente para justificarla? Porque lo decía como si fuera lo más normal del mundo…- Qué si no... Mi padre era un tirano y yo su conejillo de indias – Había algo que no me estaba contando… Genial, empezamos bien…siempre terminan ocultándome lo importante ¿Cuándo aprenderé? “Ya será demasiado tarde…” - Así ha salido la hija... – Mis ojos surcaron su rostro procurando encontrar eso que había dado por perdido… ¿me contaría las cosas? “Deja de esperar nada de nadie…” -No quiero aburrirte.- “¿Ves? Tu gozo en un pozo…como de costumbre.”
- Ni siquiera creo que estés preparado para oír el resto.- La desesperanza me destrozó. Después de haberle abierto mi corazón, a mi manera… ¿ahora esto?- Es espantoso... Incluso delirante – ¿Más espantoso de lo que llevaba viendo hasta ahora? Apreté el puño, incapaz de controlarme, cuando se posó en mi hombro. Intenté respirar con normalidad, porque lo último que me faltaba era que me diera un ataque de ansiedad.
-Llévame a bailar – Giré la cabeza en su dirección. ¿Ahora quería bailar? ¿De dónde sacaba las ganas? Después la escuché reír ¿de qué? No lo sé ¿De mí? -Necesito música de verdad... Bourbon... Creo que hay una fiesta mucho más entretenida cerca de aquí ¿Te cuelas conmigo?
Mis músculos se destensaron lentamente. Hice el amago de sonreír, el resultado no sé cuál fue.
Sí había escuchado algo sobre esa fiesta, lo que me extraño fue que ella también lo hubiese hecho, pues era algo así como clandestino, me encogí de hombros.
Pero tenía que asegurarme de algo antes, volví a dejar la mano sobre su frente, estaba menos caliente que antes. – Iré donde quieras que vaya.- “Olvídate de mí” me gritó mi conciencia, escuché sus pasos al alejarse. Acaricié su cálida mejilla con los dedos sin dejar de mirarla. – Pero… no habrá más bourbon para ti.- Sonreí afectuosamente mientras la abrazaba con cariño, como nunca. Me salió solo, no fue nada planeado.
Luego avisé al cochero del cambio de rumbo. Al llegar, me asomé por la ventana. Y la miré antes de salir para comprobar si estaba presentable, bueno ¿qué importa? Seguro que yo tampoco tengo la mejor cara.
Salí de allí esperando que ella saliese. En el local no para de entrar gente ¿no le importaría que le vieran conmigo? - ¿Podrás?- Dejé la mano extendida, por si la necesitaba.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Tuve miedo de que negara mi propuesta. El miedo es algo extraño. A veces, no sabes; cuánto te asusta, poder perder algo. Y eso si que es una putada. Y cometes un millón de estupideces. Y dices un montón de sandeces. Y todo, por pavor, a creer que no volverás a verlo jamás. Es extraño el miedo. Sobre todo a perder algo que nunca tuviste. Es extraño y triste. Incluso cuando el hombre que tanto te ha hecho sufrir, te toma la temperatura de la frente, comprobando que estés bien ¿Deliraba? ¿Tan disparatado sonaba, todo lo que decía o lo que pensaba?
– Iré donde quieras que vaya.- quise abrazarle, para cerciorarme de que no se marchaba. – Pero… no habrá más bourbon para ti.- Retenerle de forma egoísta y mimada. Pero él lo hizo por mí. Me acomodé entre sus brazos, con el dulce tacto de su mano en mi mejilla, aún presente. Era encantador... increíble.
El cochero quedó avisado del cambio de rumbo, para mi agrado. ¿Cuantas cosas me concedería esa noche? A veces me sentía como una niña consentida. Pero que me concediera los caprichos, no me ayudaba a ser menos egoístas. Sin embargo, me hacía sentir querida. Algo nuevo para mí y desconocido. Sí. El miedo es algo extraño.
El coche se detuvo frente al local de los barrios bajos. Era la primera vez que acudía a un sitio así - ¿Podrás?- giré el rostro para ver a Tristán, tenderme la mano. Para mi sorpresa, se la cogí, a pesar de poder salir sin ayuda. Apreté sus dedos con fuerza, apresándolos con ímpetu.
Cuanta gente... abrí los ojos sorprendida, al contemplar la entrada. Aquí nadie me conocería ¿Tan terrible era ser otra persona por una noche? ¿Tener otra vida? Yo creo que no...
Entré al establecimiento, asegurándome de no soltar su mano. Incluso me reí, ante semejante comportamiento. Como si fuera una chiquilla de trece años. Que ridícula podía llegar a ser...
La gente reía y bailaba al ritmo de una melodía tocada por músicos, sobre un pequeño escenario. Que alegría se respiraba allí dentro. No escuché conversaciones pretenciosas, ni discusiones absurdas sobre empresas o maquinaria. Tampoco miradas de desprecio. La gente perdía las formas sin pudores ¿Era el paraíso? ¿Cuántos sitios así conocería Tristán?
-Me gusta este lugar... - susurré en su oído, cogiéndole del pañuelo del cuello, para arrastrarle hasta la pista. Apoyé la cabeza sobre su hombro e hice que sus manos rodeasen mi cintura. Incluso extendí los brazos en torno a su espalda, cerrando los ojos como si... ¿Cómo se llamaba ese cuento infantil? ¡Ah! sí... "La bella durmiente" -¿Puedo haceros yo una pregunta? - articulé pegada a su garganta -En realidad... es similar a la tuya - le miré a los ojos para intentar leer lo que pasaba en ese momento por su cabeza. Difícil saberlo, la verdad -¿Qué te hizo a ti ser así... exactamente? - o puede que... fuese otra cosa. Escruté con descaro el rostro frente a mí -O debería decir... ¿Quién? ¿Es eso? Déjame adivinar... - me llevé los dedos a la boca, como si tocase las teclas de un piano en ellos -¿Una "zorrita"? - sonreí convencida de mi acierto ¿Qué si no? sus padres eran un encanto. Y él su querido hijo prodigio. Solo podía existir otro motivo posible -Sí... -susurré melancólica -Alguien te hizo "pupita". Estoy segura - murmuré bajando la mirada. Yo no debí ser, la única mujer que jugó con él. Me sentí poco original. Incluso triste ¿Por eso me temía tanto? Sí... El miedo es algo extraño.
– Iré donde quieras que vaya.- quise abrazarle, para cerciorarme de que no se marchaba. – Pero… no habrá más bourbon para ti.- Retenerle de forma egoísta y mimada. Pero él lo hizo por mí. Me acomodé entre sus brazos, con el dulce tacto de su mano en mi mejilla, aún presente. Era encantador... increíble.
El cochero quedó avisado del cambio de rumbo, para mi agrado. ¿Cuantas cosas me concedería esa noche? A veces me sentía como una niña consentida. Pero que me concediera los caprichos, no me ayudaba a ser menos egoístas. Sin embargo, me hacía sentir querida. Algo nuevo para mí y desconocido. Sí. El miedo es algo extraño.
El coche se detuvo frente al local de los barrios bajos. Era la primera vez que acudía a un sitio así - ¿Podrás?- giré el rostro para ver a Tristán, tenderme la mano. Para mi sorpresa, se la cogí, a pesar de poder salir sin ayuda. Apreté sus dedos con fuerza, apresándolos con ímpetu.
Cuanta gente... abrí los ojos sorprendida, al contemplar la entrada. Aquí nadie me conocería ¿Tan terrible era ser otra persona por una noche? ¿Tener otra vida? Yo creo que no...
Entré al establecimiento, asegurándome de no soltar su mano. Incluso me reí, ante semejante comportamiento. Como si fuera una chiquilla de trece años. Que ridícula podía llegar a ser...
La gente reía y bailaba al ritmo de una melodía tocada por músicos, sobre un pequeño escenario. Que alegría se respiraba allí dentro. No escuché conversaciones pretenciosas, ni discusiones absurdas sobre empresas o maquinaria. Tampoco miradas de desprecio. La gente perdía las formas sin pudores ¿Era el paraíso? ¿Cuántos sitios así conocería Tristán?
-Me gusta este lugar... - susurré en su oído, cogiéndole del pañuelo del cuello, para arrastrarle hasta la pista. Apoyé la cabeza sobre su hombro e hice que sus manos rodeasen mi cintura. Incluso extendí los brazos en torno a su espalda, cerrando los ojos como si... ¿Cómo se llamaba ese cuento infantil? ¡Ah! sí... "La bella durmiente" -¿Puedo haceros yo una pregunta? - articulé pegada a su garganta -En realidad... es similar a la tuya - le miré a los ojos para intentar leer lo que pasaba en ese momento por su cabeza. Difícil saberlo, la verdad -¿Qué te hizo a ti ser así... exactamente? - o puede que... fuese otra cosa. Escruté con descaro el rostro frente a mí -O debería decir... ¿Quién? ¿Es eso? Déjame adivinar... - me llevé los dedos a la boca, como si tocase las teclas de un piano en ellos -¿Una "zorrita"? - sonreí convencida de mi acierto ¿Qué si no? sus padres eran un encanto. Y él su querido hijo prodigio. Solo podía existir otro motivo posible -Sí... -susurré melancólica -Alguien te hizo "pupita". Estoy segura - murmuré bajando la mirada. Yo no debí ser, la única mujer que jugó con él. Me sentí poco original. Incluso triste ¿Por eso me temía tanto? Sí... El miedo es algo extraño.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Entramos allí cogidos de la mano ¿Cómo? Como te lo cuento. Una pena que mucho de lo que sucediese esa noche a la mañana siguiente fuese olvidado, así son las cosas, no todo sería color de rosa. Fue desear demasiado. Pero nada se nos puede echar en cara… a mí por lo menos, tengo la conciencia muy tranquila.
El ambiente se sentía más cargado a medida que avanzábamos entre el gentío, nada de lo que no estuviera acostumbrado ya. Eché un vistazo rápido al grupo que tocaba esa noche, les hice una señal con la cabeza a modo de saludo, el viejo Ben, siempre tan vivaracho. Miré a Alma con curiosidad. No sabía si aquella situación acabaría terminando con su frágil paciencia, sacando así, el demonio que a veces me atacaba dejándome en el sitio, pero… para mi sorpresa y alegría ella parecía de lo más normal, moviéndose entre las multitudes con gran soltura, si es que en realidad la adoraba.
Se acercó hasta mí, para susurrarme algo en el oído: -Me gusta este lugar... – Reí campante, cuando me llevó a la pista de esa manera que la caracterizaba. ¿Quería bailar? Pues yo le daría baile. Descansó su cabeza en mi hombro, llevando mis manos atrás de su espalda, sonreí ante tanto consentimiento, ella bien sabía que no hacía falta, que yo haría lo que quisiera al final. Apoyé el mentón sobre su cabeza, comenzando a balancearme, pensé que estaría mimosa… el alcohol hacía milagros con ella.
-¿Puedo haceros yo una pregunta? – ¿Otra pregunta? ¿No habíamos venido a bailar? -En realidad... es similar a la tuya – Eché la cabeza hacia atrás cuando me miró ¿similar a la mía? -¿Qué te hizo a ti ser así... exactamente? – Desvié la atención hacia otro lugar del recinto, pensativo. - O debería decir... ¿Quién? ¿Es eso? Déjame adivinar... – No Alma, esto no es un jodido juego para que te pongas a adivinar. -¿Una "zorrita"? – Sonreí de medio lado, sin dar indicios de su acierto o desatino en mi rostro. -Sí... Alguien te hizo "pupita". Estoy segura – Arqueé una ceja cuando ocultó sus ojos.
–Bueno… La misma historia de siempre ¿No?- casi reí al repetir las palabras que ella usó en el carro. La apreté contra mí para que no se ofendiera. Solo que no tenía intención de hablar sobre ello, no esa noche. – Aunque no creo que fuera solo por eso, sería hipócrita por mi parte echarle las culpas.- Suspiré con desgana.
– Son muchas cosas las que me hicieron ser así, querida.
Me solté de su lazo tomando sus manos con rapidez, y así poder mover las caderas un poco, estaba deseando ver cómo se desenvolvía.
– Para gusto de muchas… y para tormento de otros.- Reí por la broma, aunque en realidad no lo era. – La música también tuvo que ver, claro.- Y lo terriblemente terco que era, a parte de ambicioso, prepotente, altivo, soberbio, atrevido… una lista interminable.
- ¿Por qué? ¿Tan insoportable soy que tengo que tener una escusa?- Aprisioné su cuerpo entre mis manos y dejé que se deslizaran por las curvas de su cuervo hasta agarrarse a sus caderas. – ¡Ah! Perdición.- suspiré al quedar escasos centímetros de sus labios, me separé girándola sobre sí misma, por poco... .
–Creo que eres la persona que mejor me conoce.- Aprecié abstraído, joder…pues es cierto…Asentí sin poder creérmelo.
El ambiente se sentía más cargado a medida que avanzábamos entre el gentío, nada de lo que no estuviera acostumbrado ya. Eché un vistazo rápido al grupo que tocaba esa noche, les hice una señal con la cabeza a modo de saludo, el viejo Ben, siempre tan vivaracho. Miré a Alma con curiosidad. No sabía si aquella situación acabaría terminando con su frágil paciencia, sacando así, el demonio que a veces me atacaba dejándome en el sitio, pero… para mi sorpresa y alegría ella parecía de lo más normal, moviéndose entre las multitudes con gran soltura, si es que en realidad la adoraba.
Se acercó hasta mí, para susurrarme algo en el oído: -Me gusta este lugar... – Reí campante, cuando me llevó a la pista de esa manera que la caracterizaba. ¿Quería bailar? Pues yo le daría baile. Descansó su cabeza en mi hombro, llevando mis manos atrás de su espalda, sonreí ante tanto consentimiento, ella bien sabía que no hacía falta, que yo haría lo que quisiera al final. Apoyé el mentón sobre su cabeza, comenzando a balancearme, pensé que estaría mimosa… el alcohol hacía milagros con ella.
-¿Puedo haceros yo una pregunta? – ¿Otra pregunta? ¿No habíamos venido a bailar? -En realidad... es similar a la tuya – Eché la cabeza hacia atrás cuando me miró ¿similar a la mía? -¿Qué te hizo a ti ser así... exactamente? – Desvié la atención hacia otro lugar del recinto, pensativo. - O debería decir... ¿Quién? ¿Es eso? Déjame adivinar... – No Alma, esto no es un jodido juego para que te pongas a adivinar. -¿Una "zorrita"? – Sonreí de medio lado, sin dar indicios de su acierto o desatino en mi rostro. -Sí... Alguien te hizo "pupita". Estoy segura – Arqueé una ceja cuando ocultó sus ojos.
–Bueno… La misma historia de siempre ¿No?- casi reí al repetir las palabras que ella usó en el carro. La apreté contra mí para que no se ofendiera. Solo que no tenía intención de hablar sobre ello, no esa noche. – Aunque no creo que fuera solo por eso, sería hipócrita por mi parte echarle las culpas.- Suspiré con desgana.
– Son muchas cosas las que me hicieron ser así, querida.
Me solté de su lazo tomando sus manos con rapidez, y así poder mover las caderas un poco, estaba deseando ver cómo se desenvolvía.
– Para gusto de muchas… y para tormento de otros.- Reí por la broma, aunque en realidad no lo era. – La música también tuvo que ver, claro.- Y lo terriblemente terco que era, a parte de ambicioso, prepotente, altivo, soberbio, atrevido… una lista interminable.
- ¿Por qué? ¿Tan insoportable soy que tengo que tener una escusa?- Aprisioné su cuerpo entre mis manos y dejé que se deslizaran por las curvas de su cuervo hasta agarrarse a sus caderas. – ¡Ah! Perdición.- suspiré al quedar escasos centímetros de sus labios, me separé girándola sobre sí misma, por poco... .
–Creo que eres la persona que mejor me conoce.- Aprecié abstraído, joder…pues es cierto…Asentí sin poder creérmelo.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
–Bueno… La misma historia de siempre ¿No?- ¡El bandido se animaba! y no me refiero sólo a hablar... solté una pequeña carcajada irónica, cuando le oí pronunciar mis propias palabras – Aunque no creo que fuera solo por eso, sería hipócrita por mi parte echarle las culpas.- Así que... ¿Había algo más? ¿Qué sería? de nuevo la incertidumbre ¡Pero que rabia, por Dios! y me dio igual mencionar el nombre de Dios en vano. Yo no era la virgen María y el momento lo requería – Son muchas cosas las que me hicieron ser así, querida - me cogió de una mano para... ¿mover las caderas? ¡Que divertido! Me tapé la boca con la otra mano, escondiendo la sonrisa, mirándole muerta de vergüenza. Yo, bailar. Quien lo diría.... Sólo bailaba sola, en casa. Donde nadie me veía. Además, me estaba distrayendo de la conversación – Para gusto de muchas… y para tormento de otros.- solté un enorme "ja" despectivo, acompañando su broma. A mis ojos, era el hombre más interesante que jamás creí conocer. Y ambos sabíamos que los miramientos nunca fueron propios en nuestras camas. En eso también nos parecíamos, supongo – La música también tuvo que ver, claro.- si... bufé achicando los ojos. Todos los artistas, creen ser genios... Dibujé una leve sonrisa, acercándome de nuevo a él ¿Estaba contoneándome? ¡No puede ser! - ¿Por qué? ¿Tan insoportable soy que tengo que tener una escusa?- Insoportable, no era la palabra... me arrastró hacia él, llegando a creer, que sus manos pudiesen fundirse en mis curvas. No me sueltes... grité cuando mis labios quedaron a escasos centímetros de los suyos ¿Era cosa mía o se veían más jugosos que nunca? cerré los ojos, esperando encontrar al culpable de mis desvaríos pero... – ¡Ah! Perdición.- ¡se apartó! ¿Cómo? reí presa de la euforia al rodearme por detrás. Me recosté sobre su pecho ¿Me estaba haciendo de rabiar? se iba a enterar... reí maliciosa, mirándole de perfil –Creo que eres la persona que mejor me conoce.- eso le dije yo una vez ¿Nos quitábamos las máscaras entonces?
Pasé una mano por detrás, acariciando su nuca, sin dejar de balancearme de un lado a otro, sobre su pecho. Con la otra mano, atrapé uno de los brazos que me rodeaba ¿Cuanto tiempo me quedé mirándole así? No lo se... pero el tiempo se detuvo.
-Ese es tu encanto ¿No? - alcé una ceja mirándole de forma arrebatadora -¿O estoy loca por encontrar encantador a un hombre como tú? En realidad tendría que darte una patada en el culo, por ser tan cruel conmigo - acerqué su rostro al mío, sin poder resistirme más -Porque es cruel tal comportamiento - pronuncié las palabras con suma lentitud, rozando sus labios. Estaba apunto de perderme por completo -sabiendo el efecto que provoca en mí - y sin detenerme más, me estrellé contra su boca, saboreando cada resquicio de está. No se que me preocupó más. Si Sentir que mi lengua no era capaz de enredarse lo suficiente. O mis manos no ser capaces de controlarse. O mi cuerpo empezar a parecer un hervidero.
Me separé de el, mordiendo su labio inferior. En realidad quise llevármelo de un mordisco. Pero temí hacerle daño. Y ya iba suficientemente escaldado.
-¿Ves? - le miré con los ojos entrecerrados, mostrando la evidencia de mis actos. Para mi desgracia fue demasiado corto. Tampoco quería tirarme en sus brazos a la primera de cambio. Pero hubiese deseado que los labios me doliesen, sin poder soportarlo -Esto es lo que consigues.
Pasé una mano por detrás, acariciando su nuca, sin dejar de balancearme de un lado a otro, sobre su pecho. Con la otra mano, atrapé uno de los brazos que me rodeaba ¿Cuanto tiempo me quedé mirándole así? No lo se... pero el tiempo se detuvo.
-Ese es tu encanto ¿No? - alcé una ceja mirándole de forma arrebatadora -¿O estoy loca por encontrar encantador a un hombre como tú? En realidad tendría que darte una patada en el culo, por ser tan cruel conmigo - acerqué su rostro al mío, sin poder resistirme más -Porque es cruel tal comportamiento - pronuncié las palabras con suma lentitud, rozando sus labios. Estaba apunto de perderme por completo -sabiendo el efecto que provoca en mí - y sin detenerme más, me estrellé contra su boca, saboreando cada resquicio de está. No se que me preocupó más. Si Sentir que mi lengua no era capaz de enredarse lo suficiente. O mis manos no ser capaces de controlarse. O mi cuerpo empezar a parecer un hervidero.
Me separé de el, mordiendo su labio inferior. En realidad quise llevármelo de un mordisco. Pero temí hacerle daño. Y ya iba suficientemente escaldado.
-¿Ves? - le miré con los ojos entrecerrados, mostrando la evidencia de mis actos. Para mi desgracia fue demasiado corto. Tampoco quería tirarme en sus brazos a la primera de cambio. Pero hubiese deseado que los labios me doliesen, sin poder soportarlo -Esto es lo que consigues.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
¿Cuándo comenzó a desmadrarse la situación? Me había quedado embelesado por el suave movimiento de su cuerpo, que me incitaba a más no poder. La sostuve sobre mis brazos, mientras ella me acariciaba la nuca, debilitándome. El suelo vibraba peligrosamente bajo mis pies, y no era capaz de darme cuenta, porque yo solo tenía ojos para una persona, Alma. En esa noche nada más importaba.
-Ese es tu encanto ¿No? – Me entraron ganas de perder los estribos, de empotrarla como tantas veces contra lo primero que viese. En mis ojos se prendió esa chispa, carbonizándolo todo. -¿O estoy loca por encontrar encantador a un hombre como tú?- Sonreí sin saber cómo tomarme esa pregunta.- En realidad tendría que darte una patada en el culo, por ser tan cruel conmigo – ¡Uy! Me gustaría ver cómo lo intentas… Sonreí como un bellaco cuando atrajo mi rostro hasta el suyo ¿iba a morderme? -Porque es cruel tal comportamiento – Más cruel eres tú, petite diable. Estaba jugando con fuego puro, al tentarme de esa manera. -sabiendo el efecto que provoca en mí – Pero si… Antes de que acabase de pensar nada, la pasión detonó, y ¡de qué manera! Algo se accionó dentro de mí anulando la música, anulándome hasta la respiración. Mi ‘Salud mental’ se tambaleaba queriéndose aferrar a la ‘Cordura’ que se había tomado su tiempo, al abandonarme. Recobré el aliento cuando se separó, dejándome con su sabor, hambre, eso fue lo que sentí. - ¿Ves? – Ya lo creo… -Esto es lo que consigues.- Me humedecí los labios ¡intentando pensar! ¿Por qué me era tan difícil?
-¿Esto es lo que consigo al ser cruel?- Pregunté con voz etérea. Una de mis manos se paseó por su cuello, recreándose con su tacto sedoso, con su calor palpable ¿era posible que fuese yo la causa de su fiebre? Me aseguré de tenerla bien sujeta de la cintura, por si le daba por desmayarse. – Creo que… he conseguido más siéndolo.- Bromeé mientras dejaba que uno de mis dedos descendiera por su escote agitado. –Y permíteme decir que no pienso perderlo.- susurré en su oído, la calidez de mis palabras debió atravesarla. – No es la locura la causa de todos tus males.- mi dedo siguió descendiendo por su torso hasta llegar a su vientre, abrí la boca juguetón, como si desease comérmela. -¿Me merezco esa patada en el culo?- Sonreí dejando que ese dedo errara más todavía, me estaba excitando yo solo sin quererlo ni beberlo. -¿Sí?- Susurré travieso en su cuello, esos juegos siempre me gustaron. Miré de reojo lo que nos rodeaba, para saber si alguien nos estaba espiando, y efectivamente así era, no se puede pasar desapercibido nunca. Antes de desarmarla por completo me separé tomándola de las manos. – Soy más bueno de lo que piensas.- reí, volviendo a retomar el ritmo de la melodía que tan vivamente sonaba. – ¿Sabrás guardar el secreto?- Pregunté soltando una de sus manos. -¿O tendré que matarte?- Me contuve la risa para parecer amenazador.
-Ese es tu encanto ¿No? – Me entraron ganas de perder los estribos, de empotrarla como tantas veces contra lo primero que viese. En mis ojos se prendió esa chispa, carbonizándolo todo. -¿O estoy loca por encontrar encantador a un hombre como tú?- Sonreí sin saber cómo tomarme esa pregunta.- En realidad tendría que darte una patada en el culo, por ser tan cruel conmigo – ¡Uy! Me gustaría ver cómo lo intentas… Sonreí como un bellaco cuando atrajo mi rostro hasta el suyo ¿iba a morderme? -Porque es cruel tal comportamiento – Más cruel eres tú, petite diable. Estaba jugando con fuego puro, al tentarme de esa manera. -sabiendo el efecto que provoca en mí – Pero si… Antes de que acabase de pensar nada, la pasión detonó, y ¡de qué manera! Algo se accionó dentro de mí anulando la música, anulándome hasta la respiración. Mi ‘Salud mental’ se tambaleaba queriéndose aferrar a la ‘Cordura’ que se había tomado su tiempo, al abandonarme. Recobré el aliento cuando se separó, dejándome con su sabor, hambre, eso fue lo que sentí. - ¿Ves? – Ya lo creo… -Esto es lo que consigues.- Me humedecí los labios ¡intentando pensar! ¿Por qué me era tan difícil?
-¿Esto es lo que consigo al ser cruel?- Pregunté con voz etérea. Una de mis manos se paseó por su cuello, recreándose con su tacto sedoso, con su calor palpable ¿era posible que fuese yo la causa de su fiebre? Me aseguré de tenerla bien sujeta de la cintura, por si le daba por desmayarse. – Creo que… he conseguido más siéndolo.- Bromeé mientras dejaba que uno de mis dedos descendiera por su escote agitado. –Y permíteme decir que no pienso perderlo.- susurré en su oído, la calidez de mis palabras debió atravesarla. – No es la locura la causa de todos tus males.- mi dedo siguió descendiendo por su torso hasta llegar a su vientre, abrí la boca juguetón, como si desease comérmela. -¿Me merezco esa patada en el culo?- Sonreí dejando que ese dedo errara más todavía, me estaba excitando yo solo sin quererlo ni beberlo. -¿Sí?- Susurré travieso en su cuello, esos juegos siempre me gustaron. Miré de reojo lo que nos rodeaba, para saber si alguien nos estaba espiando, y efectivamente así era, no se puede pasar desapercibido nunca. Antes de desarmarla por completo me separé tomándola de las manos. – Soy más bueno de lo que piensas.- reí, volviendo a retomar el ritmo de la melodía que tan vivamente sonaba. – ¿Sabrás guardar el secreto?- Pregunté soltando una de sus manos. -¿O tendré que matarte?- Me contuve la risa para parecer amenazador.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
-¿Esto es lo que consigo al ser cruel?- ahora conocía el secreto ¿Cómo pude ser tan estúpida, de revelárselo? El champán era la respuesta. ¡Tenía que serlo! recé para que lo fuese. Porque lo único que obtenía contándole aquello, era darle más alas – Creo que… he conseguido más siéndolo.- Ese es el maldito problema, amigo... Comprobé como uno de sus dedos descendía hasta mi escote, acelerando mí pulso. Ahora él marcaría el ritmo –Y permíteme decir que no pienso perderlo.-
-¿No? - susurré con voz temblorosa. Mis ojos se hallaban cerrados. Mi boca abierta, buscando el aire, que con tan mala suerte se había esfumado. La palabra "ilegal" acudió a mi mente. ¿Ilegal él? ¿O ilegal yo? tras el acto que cometería la señorita aquí presente, si seguía por ese camino – No es la locura la causa de todos tus males.- tenía razón. Toda la razón. La locura sólo era uno de los muchos efectos secundarios que sufría por su culpa. Su dedo siguió deslizándose lentamente, hasta mi vientre; haciendo un recorrido perfecto. Mi respiración estaba a punto de llegar a la meta, ganándole en la carrera -¿Me merezco esa patada en el culo?-
-Si... - se escapó de mi boca, tras un leve suspiro. No fue buena idea contener la respiración.
-¿Sí?- joder... si... grité en mis adentros excitada, olvidándome de la sala. El aire ejecutor de tales palabras, golpeaba con suavidad mi cuello. el dulce calor, consiguió estremecerme de los pies a la cabeza. Note una especie de flojera en las muñecas. Otra en los tobillos ¿Cuanto aguantaría quieta? la idea de rebozarnos sobre la pista, parecía coherente ¡Tenía que serlo! – Soy más bueno de lo que piensas.- seguro... con esas intenciones, pretendía dárselas de mártir conmigo.
De inmediato, todo se desvaneció. La música tronaba, la gente reía y bailaba. Y estábamos separados de nuevo, devolviéndome a la realidad ¿Qué pasó? ¿Por qué se apartó de mí? – ¿Sabrás guardar el secreto?- ¿Qué...? perdí la conversación ¿De qué estábamos hablando? Le miré recuperando la serenidad. Incluso sonreí, como si nada hubiese sucedido -¿O tendré que matarte?- ¿matarme? casi lo consigues, hace escasos segundos. En todo caso, rematarme. Fue curioso que mencionase la palabra "matar", teniendo en cuenta cual era mi... llamémoslo "ocupación".
-Soy una tumba - dije intentando recuperar la compostura - Metafóricamente hablando - sonreí con descaro, aclarando posibles malentendidos -Soy muy joven para eso. Y no me gustaría morir a manos de "un buenazo" - giré sobre su brazo, enrollando mi cintura en él, para llegar a sus labios de nuevo. Los rocé ligeramente con los míos. Y sólo por unos instantes. En seguida me desligué, sin llegar a cometer allanamiento -Sería demasiado para mi orgullo - confesé muerta de risa. Agarré el pañuelo de su cuello y tiré de él, poco a poco, arrastrándole hacia mí. Me sentí coqueta. Incluso juguetona. Y no para aventurarme a la clase de juegos, a los que estábamos acostumbrados. Aquella noche todo era distinto.
Solté el pañuelo para cogerle de la barbilla. Y con una mirada perversa, tiré de ella suavemente, para hacerle entender que deseaba que me siguiera. Pude ver una puerta a lo lejos de hierro, con paradero desconocido ¿Qué nos depararía? Deseé que estuviese más solitaria que la pista. Así que... caminé hacia atrás. Tirando de su mandíbula, sujetándole con la otra mano, por la chaqueta; para que no se escapase -Estoy algo mareada - bromeé sobreactuada acompañándome de un pequeño puchero -¿Te importa si nos vamos a otra parte? Seguro que no - contesté de inmediato, tras una sonrisa pícara -Porque, ya que la noche es joven ¡y yo me quiero divertir! - comencé a recitar las palabras con carrerilla, sin parar de dibujar caras en cada frase y tonos de lo más disparatados -Ya sabes.... ¡yo soy vulnerable! tú eres un buenazo... - moví su barbilla como si fuese un niño, para luego soltarla. Mi paso se apresuró, tomando a Tristán con más fuerza de la chaqueta. -Y llegamos a la conclusión de que somos insoportables, caraduras y orgullosos, En realidad intento justificarme de alguna manera ¡más a mí que a ti! ¿Me entiendes? seguro que sí... - sonreí nerviosa, presa de la emoción, sin dejarle contestar -Porque me temo que lo que va a pasar esta noche va a ser apoteósico - y tras pronunciar aquello, con deliverado cachondeo; me di de lleno contra la puerta, abriéndola con la espalda, sin soltar a mí Dick Turpin personal.
Cuando se hizo el silencio, observé el lugar. Tenía pinta de ser un despacho. Posiblemente el despacho del dueño del local. Y, aparentemente... no había nadie.
-¿No? - susurré con voz temblorosa. Mis ojos se hallaban cerrados. Mi boca abierta, buscando el aire, que con tan mala suerte se había esfumado. La palabra "ilegal" acudió a mi mente. ¿Ilegal él? ¿O ilegal yo? tras el acto que cometería la señorita aquí presente, si seguía por ese camino – No es la locura la causa de todos tus males.- tenía razón. Toda la razón. La locura sólo era uno de los muchos efectos secundarios que sufría por su culpa. Su dedo siguió deslizándose lentamente, hasta mi vientre; haciendo un recorrido perfecto. Mi respiración estaba a punto de llegar a la meta, ganándole en la carrera -¿Me merezco esa patada en el culo?-
-Si... - se escapó de mi boca, tras un leve suspiro. No fue buena idea contener la respiración.
-¿Sí?- joder... si... grité en mis adentros excitada, olvidándome de la sala. El aire ejecutor de tales palabras, golpeaba con suavidad mi cuello. el dulce calor, consiguió estremecerme de los pies a la cabeza. Note una especie de flojera en las muñecas. Otra en los tobillos ¿Cuanto aguantaría quieta? la idea de rebozarnos sobre la pista, parecía coherente ¡Tenía que serlo! – Soy más bueno de lo que piensas.- seguro... con esas intenciones, pretendía dárselas de mártir conmigo.
De inmediato, todo se desvaneció. La música tronaba, la gente reía y bailaba. Y estábamos separados de nuevo, devolviéndome a la realidad ¿Qué pasó? ¿Por qué se apartó de mí? – ¿Sabrás guardar el secreto?- ¿Qué...? perdí la conversación ¿De qué estábamos hablando? Le miré recuperando la serenidad. Incluso sonreí, como si nada hubiese sucedido -¿O tendré que matarte?- ¿matarme? casi lo consigues, hace escasos segundos. En todo caso, rematarme. Fue curioso que mencionase la palabra "matar", teniendo en cuenta cual era mi... llamémoslo "ocupación".
-Soy una tumba - dije intentando recuperar la compostura - Metafóricamente hablando - sonreí con descaro, aclarando posibles malentendidos -Soy muy joven para eso. Y no me gustaría morir a manos de "un buenazo" - giré sobre su brazo, enrollando mi cintura en él, para llegar a sus labios de nuevo. Los rocé ligeramente con los míos. Y sólo por unos instantes. En seguida me desligué, sin llegar a cometer allanamiento -Sería demasiado para mi orgullo - confesé muerta de risa. Agarré el pañuelo de su cuello y tiré de él, poco a poco, arrastrándole hacia mí. Me sentí coqueta. Incluso juguetona. Y no para aventurarme a la clase de juegos, a los que estábamos acostumbrados. Aquella noche todo era distinto.
Solté el pañuelo para cogerle de la barbilla. Y con una mirada perversa, tiré de ella suavemente, para hacerle entender que deseaba que me siguiera. Pude ver una puerta a lo lejos de hierro, con paradero desconocido ¿Qué nos depararía? Deseé que estuviese más solitaria que la pista. Así que... caminé hacia atrás. Tirando de su mandíbula, sujetándole con la otra mano, por la chaqueta; para que no se escapase -Estoy algo mareada - bromeé sobreactuada acompañándome de un pequeño puchero -¿Te importa si nos vamos a otra parte? Seguro que no - contesté de inmediato, tras una sonrisa pícara -Porque, ya que la noche es joven ¡y yo me quiero divertir! - comencé a recitar las palabras con carrerilla, sin parar de dibujar caras en cada frase y tonos de lo más disparatados -Ya sabes.... ¡yo soy vulnerable! tú eres un buenazo... - moví su barbilla como si fuese un niño, para luego soltarla. Mi paso se apresuró, tomando a Tristán con más fuerza de la chaqueta. -Y llegamos a la conclusión de que somos insoportables, caraduras y orgullosos, En realidad intento justificarme de alguna manera ¡más a mí que a ti! ¿Me entiendes? seguro que sí... - sonreí nerviosa, presa de la emoción, sin dejarle contestar -Porque me temo que lo que va a pasar esta noche va a ser apoteósico - y tras pronunciar aquello, con deliverado cachondeo; me di de lleno contra la puerta, abriéndola con la espalda, sin soltar a mí Dick Turpin personal.
Cuando se hizo el silencio, observé el lugar. Tenía pinta de ser un despacho. Posiblemente el despacho del dueño del local. Y, aparentemente... no había nadie.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
-Soy una tumba. Metafóricamente hablando – Claro amor, ¿cómo iba a ser literalmente? - Soy muy joven para eso.- y tanto que sí.- Y no me gustaría morir a manos de "un buenazo" – Qué pizpireta. Recogió su cintura a lo largo de mi brazo, yo la aferré con soltura, nuestros labios volvieron a saludarse, para luego musitar un: Au revoir. -Sería demasiado para mi orgullo – ¡pero bueno! Agarró mi pañuelo haciéndome olvidar lo que había dicho. Me atrajo hacia ella, yo reí risueño. Como si aquello no le bastase ahora había sujeto mi mentón ¡cómo si me fuera a escapar! Bien, ya estaba maniatado a ella desde hacía mucho. ¿Qué estaría pasando por su cabecita en ese momento? Se podría pensar que me estaba doblegando ¡y qué si así era! Por una noche no pasaba nada ¿no? Me llevó donde quiso, yo no puse resistencia, me había lavado las manos hace tiempo respecto a ese tema. Se aseguro, agarrando mi chaqueta con la otra mano…realmente se la estaba ganando.
-Estoy algo mareada – Era evidente que no iba enserio. Sencillamente sonreí, siguiéndole la broma. -¿Te importa si nos vamos a otra parte?- ¿tengo elección?- Seguro que no – En absoluto… -Porque, ya que la noche es joven ¡y yo me quiero divertir! – Se me escapó una suave risotada al escucharla. -Ya sabes.... ¡yo soy vulnerable! tú eres un buenazo... – Estás fatal de la cabeza, querida. Aparté la cabeza de su presa, y ahora lo que me faltaba…que se comportase como una psicópata. La seguí por no desequilibrarme. -Y llegamos a la conclusión de que somos insoportables, caraduras y orgullosos. En realidad intento justificarme de alguna manera ¡más a mí que a ti! ¿Me entiendes? seguro que sí... Porque me temo que lo que va a pasar esta noche va a ser apoteósico – ¿Y por qué lo temía? ¿Qué final era ese? Su espalda chocó contra la puerta, abriéndola. Yo no estaba muy seguro de lo que quería exactamente. Miré lo que nos rodeaba tomando las manos de Alma entre las mías, para que así me soltase.
– Muy traviesa…ya lo creo que sí.- murmuré mirándola de reojo. –No intentes justificarme…preocúpate de ti.- hice que pasase su brazos por encima de mis hombros. –Aunque estoy seguro de que ya lo haces.- pasé mis brazos por su cintura, atrayéndola a mí, la deseé tanto, que es imposible de imaginar. –Es más lo que acabas de hacer lo haces más por ti que por mí.- Por su propio provecho eso seguro. –Ya sabes…traerme aquí…para que pierda los estribos, para que te de…- me acerqué a su oído, para susurrar con lentitud: -eso que tanto necesitas, eso que tus ojos me piden a gritos.- aspiré su perfume cerrando los ojos.- Y yo…sí, soy bueno…pero no tanto.- sonreí perverso. – He llegado a la conclusión de que te excita llevarme a sitios prohibidos.- Tomé una de sus manos para llevarla a el lugar donde mi corazón latía como loco, dejé su mano allí por largo rato. –Esto es lo que tú provocas en mí.- le descubrí con seriedad. Aparté su mano de mi pecho, por miedo a que pensase que aquello significaba más para mí que para ella, que naturalmente así era. –Hemos quedado en que no morirás entre mis brazos…- sonreí, pegando mis labios a su frente. -¿Estás segura de ello?...Porque…hay muchas maneras de morir.- fui subiendo poco a poco con ambas manos su falda. –Pero creo que eso ya lo sabes.- Acaricié la piel que iba quedando al descubierto, me mordí el labio sin poder evitarlo ¿Cómo olvidar a sus amiguitas? Sonreí de medio lado al dar con ellas. –Por si las moscas ¿Eh?- aferré mis manos en su sinuoso trasero, bien firme, como tiene que ser. –No sé…no sé… ¿de qué manera podríamos divertirnos?- tanteé el lugar. –Sin obligarte a hacer nada que no quieras…pues qué remedio. No quisiera aprovecharme de tu vulnerabilidad.- reí mientras jugaba con su lencería. Yo para variar, ya estaba que me las traía ¿qué voy a hacerle? ¿La destrozo…o no la destrozo? Me debatí mirándola a los ojos, muy fácil…demasiado. La cogí de la mano para dirigirme hasta la mesa que quedaba a poca distancia, rodeé ésta para sentarme en el gran sillón, solo una pequeña llama oscilaba en el candil, suficiente para ver lo que tenía ante mis ojos. Perfecto, cómodo. Cerré las piernas para que Alma se sentara encima de mí, haciendo que sus muslos quedarán a cada lado. Arrimándose a mí, volví a estar acalorado, y horrorosamente excitado. Llevé mis manos a su rostro, acercándolo al mío con pasión, lo que dije después no tiene explicación: -Sólo tú Alma…sólo tú.- Me arruiné en sus labios…como siempre, solo que ahora todo era distinto.
-Estoy algo mareada – Era evidente que no iba enserio. Sencillamente sonreí, siguiéndole la broma. -¿Te importa si nos vamos a otra parte?- ¿tengo elección?- Seguro que no – En absoluto… -Porque, ya que la noche es joven ¡y yo me quiero divertir! – Se me escapó una suave risotada al escucharla. -Ya sabes.... ¡yo soy vulnerable! tú eres un buenazo... – Estás fatal de la cabeza, querida. Aparté la cabeza de su presa, y ahora lo que me faltaba…que se comportase como una psicópata. La seguí por no desequilibrarme. -Y llegamos a la conclusión de que somos insoportables, caraduras y orgullosos. En realidad intento justificarme de alguna manera ¡más a mí que a ti! ¿Me entiendes? seguro que sí... Porque me temo que lo que va a pasar esta noche va a ser apoteósico – ¿Y por qué lo temía? ¿Qué final era ese? Su espalda chocó contra la puerta, abriéndola. Yo no estaba muy seguro de lo que quería exactamente. Miré lo que nos rodeaba tomando las manos de Alma entre las mías, para que así me soltase.
– Muy traviesa…ya lo creo que sí.- murmuré mirándola de reojo. –No intentes justificarme…preocúpate de ti.- hice que pasase su brazos por encima de mis hombros. –Aunque estoy seguro de que ya lo haces.- pasé mis brazos por su cintura, atrayéndola a mí, la deseé tanto, que es imposible de imaginar. –Es más lo que acabas de hacer lo haces más por ti que por mí.- Por su propio provecho eso seguro. –Ya sabes…traerme aquí…para que pierda los estribos, para que te de…- me acerqué a su oído, para susurrar con lentitud: -eso que tanto necesitas, eso que tus ojos me piden a gritos.- aspiré su perfume cerrando los ojos.- Y yo…sí, soy bueno…pero no tanto.- sonreí perverso. – He llegado a la conclusión de que te excita llevarme a sitios prohibidos.- Tomé una de sus manos para llevarla a el lugar donde mi corazón latía como loco, dejé su mano allí por largo rato. –Esto es lo que tú provocas en mí.- le descubrí con seriedad. Aparté su mano de mi pecho, por miedo a que pensase que aquello significaba más para mí que para ella, que naturalmente así era. –Hemos quedado en que no morirás entre mis brazos…- sonreí, pegando mis labios a su frente. -¿Estás segura de ello?...Porque…hay muchas maneras de morir.- fui subiendo poco a poco con ambas manos su falda. –Pero creo que eso ya lo sabes.- Acaricié la piel que iba quedando al descubierto, me mordí el labio sin poder evitarlo ¿Cómo olvidar a sus amiguitas? Sonreí de medio lado al dar con ellas. –Por si las moscas ¿Eh?- aferré mis manos en su sinuoso trasero, bien firme, como tiene que ser. –No sé…no sé… ¿de qué manera podríamos divertirnos?- tanteé el lugar. –Sin obligarte a hacer nada que no quieras…pues qué remedio. No quisiera aprovecharme de tu vulnerabilidad.- reí mientras jugaba con su lencería. Yo para variar, ya estaba que me las traía ¿qué voy a hacerle? ¿La destrozo…o no la destrozo? Me debatí mirándola a los ojos, muy fácil…demasiado. La cogí de la mano para dirigirme hasta la mesa que quedaba a poca distancia, rodeé ésta para sentarme en el gran sillón, solo una pequeña llama oscilaba en el candil, suficiente para ver lo que tenía ante mis ojos. Perfecto, cómodo. Cerré las piernas para que Alma se sentara encima de mí, haciendo que sus muslos quedarán a cada lado. Arrimándose a mí, volví a estar acalorado, y horrorosamente excitado. Llevé mis manos a su rostro, acercándolo al mío con pasión, lo que dije después no tiene explicación: -Sólo tú Alma…sólo tú.- Me arruiné en sus labios…como siempre, solo que ahora todo era distinto.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
El silencio reinaba y Tristán volvió a captar mi atención, al apartar mis manos de su chaqueta.
– Muy traviesa…ya lo creo que sí.- una de mis cejas cobró vida, alzándose –No intentes justificarme…preocúpate de ti.- ¿Lo dudas? Pero únicamente retiró mis manos, para dejarlas caer sobre sus hombros –Aunque estoy seguro de que ya lo haces.- así me gusta... y atrapó mi cintura en un periquete, acercándome a su guarida. Un vaquero de manos rápidas como yo, demasiado inquieto para mi pobre perdición –Es más lo que acabas de hacer lo haces más por ti que por mí.- ahí le has dado forastero... Mis manos se perdieron entre sus cabellos, sin dejarme opciones de salida; "Sólo él y yo, en este mano a mano". –Ya sabes…traerme aquí…para que pierda los estribos, para que te de…- "candela..." Era evidente que deseaba tanto como yo, el contacto físico -eso que tanto necesitas, eso que tus ojos me piden a gritos.- susurró en mi oído, volviéndome frenética. Su voz le delató de inmediato, dispuesto a enzarzarse conmigo en la pelea. "Confirmó hora..." - Y yo…sí, soy bueno…pero no tanto.- "...y lugar" – He llegado a la conclusión de que te excita llevarme a sitios prohibidos.- eso ya lo sabemos... sonreí juguetona –Esto es lo que tú provocas en mí.- muerta y abatida. Así me hallé, alcanzada por los latidos de su corazón, demasiado rápidos como para esquivarlos.
Respiré aliviada cuando apartó mi mano de su pecho. Le miré exactamente igual que él a mí. Mi corazón latía al mismo ritmo. Pero fui incapaz de demostrárselo –Hemos quedado en que no morirás entre mis brazos…- pero si sobre tus labios... suspiré a golpes, notándolos en mi frente, cálidos. Una maravilla... -¿Estás segura de ello?...Porque…hay muchas maneras de morir.- Y se las sabía todas. Estoy segura. Aunque... yo conocía unas cuantas... Pero que subiese mi falda, no entraba dentro de mis conjeturas. Sus manos se deslizaron ligeras. Todo un artista, maestro Tristán... –Pero creo que eso ya lo sabes.- Acaricié su cuello sin poder remediarlo, deslizando un dedo hasta el principio de su camisa –Por si las moscas ¿Eh?- se topó con mis hermanas, amigas del alma y conquistó mi trasero –No sé…no sé… - ¿Aún se lo pensaba? -¿de qué manera podríamos divertirnos? - Cómo si tu no lo supieses... -Sin obligarte a hacer nada que no quieras…pues qué remedio. No quisiera aprovecharme de tu vulnerabilidad.- reí con él, sin poder evitarlo. Tuve que admitir, que era ingenioso. Sus dedos estaban interesados en mi lencería. Su mirada en la mía. Aquello me arrasó. Pude leer sus intenciones de inmediato. No me negaría a perderme en sus brazos por completo. No esa noche.
Me llevó hasta el sillón. Se sentó. Yo le miré, incapaz de sostenerme en pie. Necesitaba acomodarme... y él lo hizo por mí. Me sostuvo sobre sus rodillas. Mis piernas quedaron a ambos lados. Estaba excitado. Y yo empapada. Quise morir cuando atrajo mi rostro al suyo -Sólo tú Alma…sólo tú.- Quise lanzarle todos los piropos habidos y por haber. Hacer tronar su nombre en alto, como un ser supremo. Me entregué débil, a merced de su boca. Era imposible contenerse. No aferrarse a la perfección de sus abdominales. Estrellé mi pecho contra el suyo, sincronizando nuestros latidos. Dulce tentación, que placer de lengua... pensé, al toparme con ella. Apreté los muslos con fuerza, separándome de él, en un impulso feroz por destrozarle la boca. Pero sólo para decirle, entre gemidos de agitación, aniquilando mi persona, que...
-Eres el hombre que siempre necesité... y eso me destroza por dentro - y así era... El destino es extraño a veces. Volví a aferrarme a sus labios predilectos, con encarecida dulzura; alzándome por encima, para quitarle la chaqueta con extremada lentitud, deslizándola hacia atrás, con las mangas aún adheridas a sus brazos; temerosa de que no me dejase. No sería la primera vez que me frenase. Me aparté paulatinamente para mirarle. En ese instante, fui consciente de mis palabras, dejando caer la frente sobre la suya, desabrochando con dilación cada botón de su camisa. Cerré los ojos al palpar lo que esta escondía. Ni siquiera me atreví a mirar... Su cuerpo me llamaba a gritos. En su lugar, desabroché las tiras de mi corsé. Sólo un par de ellas, para que pudiese ver como se agitaban mis pechos con sólo su presencia -Y así me siento, las veinticuatro horas, cada vez que te veo - se escapó de mis labios en un susurro, siendo partícipe del delirio. Muy débil. Sí. Así me sentí.
– Muy traviesa…ya lo creo que sí.- una de mis cejas cobró vida, alzándose –No intentes justificarme…preocúpate de ti.- ¿Lo dudas? Pero únicamente retiró mis manos, para dejarlas caer sobre sus hombros –Aunque estoy seguro de que ya lo haces.- así me gusta... y atrapó mi cintura en un periquete, acercándome a su guarida. Un vaquero de manos rápidas como yo, demasiado inquieto para mi pobre perdición –Es más lo que acabas de hacer lo haces más por ti que por mí.- ahí le has dado forastero... Mis manos se perdieron entre sus cabellos, sin dejarme opciones de salida; "Sólo él y yo, en este mano a mano". –Ya sabes…traerme aquí…para que pierda los estribos, para que te de…- "candela..." Era evidente que deseaba tanto como yo, el contacto físico -eso que tanto necesitas, eso que tus ojos me piden a gritos.- susurró en mi oído, volviéndome frenética. Su voz le delató de inmediato, dispuesto a enzarzarse conmigo en la pelea. "Confirmó hora..." - Y yo…sí, soy bueno…pero no tanto.- "...y lugar" – He llegado a la conclusión de que te excita llevarme a sitios prohibidos.- eso ya lo sabemos... sonreí juguetona –Esto es lo que tú provocas en mí.- muerta y abatida. Así me hallé, alcanzada por los latidos de su corazón, demasiado rápidos como para esquivarlos.
Respiré aliviada cuando apartó mi mano de su pecho. Le miré exactamente igual que él a mí. Mi corazón latía al mismo ritmo. Pero fui incapaz de demostrárselo –Hemos quedado en que no morirás entre mis brazos…- pero si sobre tus labios... suspiré a golpes, notándolos en mi frente, cálidos. Una maravilla... -¿Estás segura de ello?...Porque…hay muchas maneras de morir.- Y se las sabía todas. Estoy segura. Aunque... yo conocía unas cuantas... Pero que subiese mi falda, no entraba dentro de mis conjeturas. Sus manos se deslizaron ligeras. Todo un artista, maestro Tristán... –Pero creo que eso ya lo sabes.- Acaricié su cuello sin poder remediarlo, deslizando un dedo hasta el principio de su camisa –Por si las moscas ¿Eh?- se topó con mis hermanas, amigas del alma y conquistó mi trasero –No sé…no sé… - ¿Aún se lo pensaba? -¿de qué manera podríamos divertirnos? - Cómo si tu no lo supieses... -Sin obligarte a hacer nada que no quieras…pues qué remedio. No quisiera aprovecharme de tu vulnerabilidad.- reí con él, sin poder evitarlo. Tuve que admitir, que era ingenioso. Sus dedos estaban interesados en mi lencería. Su mirada en la mía. Aquello me arrasó. Pude leer sus intenciones de inmediato. No me negaría a perderme en sus brazos por completo. No esa noche.
Me llevó hasta el sillón. Se sentó. Yo le miré, incapaz de sostenerme en pie. Necesitaba acomodarme... y él lo hizo por mí. Me sostuvo sobre sus rodillas. Mis piernas quedaron a ambos lados. Estaba excitado. Y yo empapada. Quise morir cuando atrajo mi rostro al suyo -Sólo tú Alma…sólo tú.- Quise lanzarle todos los piropos habidos y por haber. Hacer tronar su nombre en alto, como un ser supremo. Me entregué débil, a merced de su boca. Era imposible contenerse. No aferrarse a la perfección de sus abdominales. Estrellé mi pecho contra el suyo, sincronizando nuestros latidos. Dulce tentación, que placer de lengua... pensé, al toparme con ella. Apreté los muslos con fuerza, separándome de él, en un impulso feroz por destrozarle la boca. Pero sólo para decirle, entre gemidos de agitación, aniquilando mi persona, que...
-Eres el hombre que siempre necesité... y eso me destroza por dentro - y así era... El destino es extraño a veces. Volví a aferrarme a sus labios predilectos, con encarecida dulzura; alzándome por encima, para quitarle la chaqueta con extremada lentitud, deslizándola hacia atrás, con las mangas aún adheridas a sus brazos; temerosa de que no me dejase. No sería la primera vez que me frenase. Me aparté paulatinamente para mirarle. En ese instante, fui consciente de mis palabras, dejando caer la frente sobre la suya, desabrochando con dilación cada botón de su camisa. Cerré los ojos al palpar lo que esta escondía. Ni siquiera me atreví a mirar... Su cuerpo me llamaba a gritos. En su lugar, desabroché las tiras de mi corsé. Sólo un par de ellas, para que pudiese ver como se agitaban mis pechos con sólo su presencia -Y así me siento, las veinticuatro horas, cada vez que te veo - se escapó de mis labios en un susurro, siendo partícipe del delirio. Muy débil. Sí. Así me sentí.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Se volvió más que húmeda aquella colisión fatal, se volvió incluso delirante. Las amarguras nunca podrían contrarrestar el gozo que sentí por el simple roce de los labios del Alma mía. Me bastaba todo lo ocurrido con poder llamarla mía. Delirar a su lado era el mayor de mis pasatiempos, ocioso hasta para esto. Mis manos habían perdido consistencia, se evaporaron al entrar en contacto con el fuego de su piel, entreabrí los ojos sin poder creérmelo, desconocedor aún de mi suplicio. Se estaba entregando a mí, mis manos quedaron llenas, al igual que las suyas ¿Qué más podría pedir? Su boca hirió la mía al separarse, ¿tan solo eso quedó herido? ¿Quería hablar? Impedírselo no quisiera.
-Eres el hombre que siempre necesité... y eso me destroza por dentro – Miré sus ojos asombrado de sus palabras, antes del esperado rencuentro. Mi mente me estaba jugando una mala pasada, ¿pero qué ganaba inventándome nada? Ni me di cuenta de que intentaba quitarme la chaqueta, un títere tenía más movilidad que yo en ese momento, aún recordando sus palabras. Declararse, para algunos era un alivio y síntoma de felicidad, pero… a nosotros nos provocaba un gran pesar, lo entendí.
Al volver a abrir los ojos me encontré con los de ella, no logré descifrarlos, demasiado oscuro para gusto. Mis manos se habían quedado inmóviles en sus muslos, mientras ella me desabrochaba la camisa. Al parecer nos podíamos tirar la noche entera desnudándonos, parecía que no corría prisa, aún estando en el sitio menos indicado, en el sillón que presidía todo el despacho, pero si nos pillaban ¡que nos pillaran bien! Aún en las malas, al entrar creí haber visto una ventana… suspiré para recobrar la calma…nada inútil, sus delicadas manos no me dejaban ni un segundo, mis músculos de mi abdomen se contrajeron al ser estimulados de esa manera. Qué táctica, qué ingenio, qué soltura ¡qué calor abrasador! Más al ver como deshacía las tiras del corsé, lo suficiente para que se me nublara la vista. -Y así me siento, las veinticuatro horas, cada vez que te veo – Escuché fijando mi vista en el constante movimiento de su pecho, sonreí tiernamente, como si una doncella fruto de su virginidad me diera su bendición, ¿cómo podía desbocarse así por mí? ¿Qué significaba yo para ella? Yo me consideraba un truhán de bandera, por qué arriesgarse conmigo.
Creí que el culpable de que me estuviera quedando sin aire era el pañuelo de lino que aún vestía mi cuello, me lo quité con lentitud para luego anudárselo en su muñeca. Volviendo la vista a mi doncella, me acerqué a su rostro, pasando mis manos por su espalda, mis labios recorrieron su rostro, idolatrando su existencia, escondí sus pupilas, acariciando sus largas pestañas. –Tú eres para mí, como yo soy para ti.- murmuré para tranquilizarla, era doloroso arrancarse la coraza, me quedé a flor de piel.
Sus manos aún tanteaban mi torso, me habría quedado así hasta que el amanecer diera con nosotros, me gustaba lo que veía en sus ojos. Nunca me había tomado más molestias por una mujer, hasta el momento en el que mis labios se abrieron, comenzando a recitar unos versos de una tragedia muy sonada:
-“Mucho da que hacer aquí el odio, pero…más el amor.- tomé aire recogiendo lo necesario.- Por tanto, pues, ¡oh amor pendenciero! ¡Oh odio amoroso! ¡Oh suma de todo, primer engendro de la nada! ¡Oh pesada ligereza, grave frivolidad!- El alcohol soltó mi lengua sin piedad, dándole el significado apropiado.- ¡Informe caos de seductores formas! ¡Pluma de plomo, humo resplandeciente, fuego helado, robustez enferma, sueño en perpetua vigilia,- Pasé mis dedos por sus cabellos.- que no es lo que es! Tal es el amor que siento, sin sentir es tal amor, amor alguno.- sonreí con resignación, y por último:- ¿No te ríes?”- ¿Cómo se tomaría aquellas palabras? ¿Debía esperarme lo peor?
-Eres el hombre que siempre necesité... y eso me destroza por dentro – Miré sus ojos asombrado de sus palabras, antes del esperado rencuentro. Mi mente me estaba jugando una mala pasada, ¿pero qué ganaba inventándome nada? Ni me di cuenta de que intentaba quitarme la chaqueta, un títere tenía más movilidad que yo en ese momento, aún recordando sus palabras. Declararse, para algunos era un alivio y síntoma de felicidad, pero… a nosotros nos provocaba un gran pesar, lo entendí.
Al volver a abrir los ojos me encontré con los de ella, no logré descifrarlos, demasiado oscuro para gusto. Mis manos se habían quedado inmóviles en sus muslos, mientras ella me desabrochaba la camisa. Al parecer nos podíamos tirar la noche entera desnudándonos, parecía que no corría prisa, aún estando en el sitio menos indicado, en el sillón que presidía todo el despacho, pero si nos pillaban ¡que nos pillaran bien! Aún en las malas, al entrar creí haber visto una ventana… suspiré para recobrar la calma…nada inútil, sus delicadas manos no me dejaban ni un segundo, mis músculos de mi abdomen se contrajeron al ser estimulados de esa manera. Qué táctica, qué ingenio, qué soltura ¡qué calor abrasador! Más al ver como deshacía las tiras del corsé, lo suficiente para que se me nublara la vista. -Y así me siento, las veinticuatro horas, cada vez que te veo – Escuché fijando mi vista en el constante movimiento de su pecho, sonreí tiernamente, como si una doncella fruto de su virginidad me diera su bendición, ¿cómo podía desbocarse así por mí? ¿Qué significaba yo para ella? Yo me consideraba un truhán de bandera, por qué arriesgarse conmigo.
Creí que el culpable de que me estuviera quedando sin aire era el pañuelo de lino que aún vestía mi cuello, me lo quité con lentitud para luego anudárselo en su muñeca. Volviendo la vista a mi doncella, me acerqué a su rostro, pasando mis manos por su espalda, mis labios recorrieron su rostro, idolatrando su existencia, escondí sus pupilas, acariciando sus largas pestañas. –Tú eres para mí, como yo soy para ti.- murmuré para tranquilizarla, era doloroso arrancarse la coraza, me quedé a flor de piel.
Sus manos aún tanteaban mi torso, me habría quedado así hasta que el amanecer diera con nosotros, me gustaba lo que veía en sus ojos. Nunca me había tomado más molestias por una mujer, hasta el momento en el que mis labios se abrieron, comenzando a recitar unos versos de una tragedia muy sonada:
-“Mucho da que hacer aquí el odio, pero…más el amor.- tomé aire recogiendo lo necesario.- Por tanto, pues, ¡oh amor pendenciero! ¡Oh odio amoroso! ¡Oh suma de todo, primer engendro de la nada! ¡Oh pesada ligereza, grave frivolidad!- El alcohol soltó mi lengua sin piedad, dándole el significado apropiado.- ¡Informe caos de seductores formas! ¡Pluma de plomo, humo resplandeciente, fuego helado, robustez enferma, sueño en perpetua vigilia,- Pasé mis dedos por sus cabellos.- que no es lo que es! Tal es el amor que siento, sin sentir es tal amor, amor alguno.- sonreí con resignación, y por último:- ¿No te ríes?”- ¿Cómo se tomaría aquellas palabras? ¿Debía esperarme lo peor?
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Desnuda frente a su mirada, sin poder dar crédito a mis palabras. ¿Cómo fui capaz de decir algo así? Me sentí viva, optimista, entusiasta, ufana. O lo que es lo mismo, en su definición; yo llevaba una buena cogorza...
Retiró su pañuelo ¿Tenía calor? ya éramos dos... Observé mi muñeca. Sus dedos entrelazando el complemento a ella. Y me quedé mirando el pedazo de tela, ida; encontrándome atada.
De una cosa estaba segura: no había futuro para nosotros. Ni siquiera podía permitirme tener un futuro con alguien. La palabra amor no existía en mi vocabulario. De primeras, porque no lo conocía. De segundas, porque era un lujo que no me podía permitir.
A pesar de tener frente a mí, en ese instante, momento crucial de mi vida, al único hombre interesado, en una zorra como yo; todo lo que sucediera aquella noche, no serviría absolutamente, para nada. Porque la espeluznante verdad, no estaba tan alejada de la realidad; yo mataba a mis maridos y era incapaz de matarle a él, si aquello conseguía dar sus frutos. Es más... yo era de clase alta y él de clase media. Además ¿Querría dejarse llevar, arrastrar, por una asesina como yo? ¿Qué cara pondría al conocer la farsa? Y es más... ¿Yo soportaría ver, como se marcha mi dinero sabiendo que, cuando ya no quede nada, no tendré nuevos ingresos? ¿A una persona tan avariciosa... como yo? Demasiado complicado... demasiados factores en contra. Suerte que mi apodo, le caracterizaba. Suerte que, al día siguiente, me encontraría con fuerzas de ejercer de nuevo mi liderazgo, siendo una vez más; el iceberg.
Perdida con la vista aún en el pañuelo, sentí como sus manos volvían a recorrer mi espalda. Luego acarició con la punta de sus labios, cada centímetro de mi piel haciendo que, mi mano atada, cayera muerta. Era de una exquisitez, digna de un chef. Me quedé sin respiración. La mano incapaz de despegarse de sus abdominales, me temblaba sin remedio. –Tú eres para mí, como yo soy para ti.- abrí los ojos con dificultad, aún presa de sus caricias. Repetí su frase una y otra vez en mi cabeza, como si fuese una melodía perfecta. Música en mis oídos, triste hasta la médula. La situación empeoraba... Mis manos no paraban quietas, recreándose con el tacto sus formas. Me atreví a mirar su figura, intentando controlar la agitación que aun sufría mi pecho ¿Podía existir un hombre más perfecto? Quise perderme una vez más en sus labios. El daño ya estaba hecho. Pero su voz me distrajo, impidiendo mis arrebatos:
-“Mucho da que hacer aquí el odio, pero…más el amor. Por tanto, pues, ¡oh amor pendenciero! ¡Oh odio amoroso! ¡Oh suma de todo, primer engendro de la nada! ¡Oh pesada ligereza, grave frivolidad! ¡Informe caos de seductores formas! ¡Pluma de plomo, humo resplandeciente, fuego helado, robustez enferma, sueño en perpetua vigilia, que no es lo que es! Tal es el amor que siento, sin sentir es tal amor, amor alguno.- me aparté para escrutarle estupefacta -¿No te ríes?”- Sí. Definitivamente la noche empeoraba. Pero no era muy consciente de las consecuencias.
-No, Bandido... más bien lloro - reí con ímpetu y ardor, tirando por tierra lo dicho. Y sin más dilación, como si de una obra shakesperiana se tratase, entre focos y aplausos, entre versos y actos; metí la mano por debajo de sus pantalones y mordisqueé uno de los lóbulos de su oreja entre palabrería, sumida en la calma de la noche:
-"Reinara mansa quietud y el dueño sera bendito….Si nosotros, vanas sombras, los hemos ofendido, piensen solo esto: que se han quedado aquí durmiendo mientras han aparecido esas visiones. y esta débil y humilde ficción no tendrá sino la inconsciencia de un sueño….” - murmuré con una sonrisa, llegando a tocar el dulce manjar escondido. Cuando la puerta del despacho se abrió, y apareció un hombre trajeado, no di crédito ¿Era una visión? Nuestros cuerpos parecían sombras difusas, únicamente iluminadas por una tenue luz. ¿Alguien osaba interrumpirnos?
-¿Qué hacen ustedes aquí? - vociferó malhumorado, dando un paso al frente.
-La cosa se pone emocionante... - sonreí juguetona alzando una ceja, mostrándome de lo más temeraria. Que me pillaran con las manos en la masa me encantaba... -¡Apollon! ¡Axel! - gritó a pleno pulmón ¿Quienes eran esos tipos?
Me incorporé de inmediato, abrochándome las tiras del corsé y ayudando a Tristán a abrocharse la camisa. Mi mano anheló tener de nuevo entre los dedos eso que tanto quería. Mis labios tendrían que darse un descanso antes de retomar los suyos, hasta que nos sangrasen.
De pronto, unos tipos de unos tres metros de estatura, acudieron a la llamada, colocándose a su lado.
-¡Quitadlos de mi vista! ¡Y que no vuelvan! - intuí que aquel hombre era el dueño del local.
Los dos muchachos se acercaron con decisión y cara de pocos amigos hacia nosotros. Me cogieron del brazo. A Tristán por la chaqueta. Yo no podía parar de reír a pesar de la escena. Era la primera vez que me echaban de alguna parte ¡Que divertido! Luego mi humor se tornó alarmado, cayendo en un detalle de lo más inoportuno. Yo era una señorita y las manos de aquellos caballeros no osarían tocarme un pelo. Pero... ¿Y a Tristán?
-¡Si le pones un dedo encima te corto en rebanadas! - grité como una descosida, intentos vanos por zafarme de su agarre. Sólo le torturo yo..., pensé.
Retiró su pañuelo ¿Tenía calor? ya éramos dos... Observé mi muñeca. Sus dedos entrelazando el complemento a ella. Y me quedé mirando el pedazo de tela, ida; encontrándome atada.
De una cosa estaba segura: no había futuro para nosotros. Ni siquiera podía permitirme tener un futuro con alguien. La palabra amor no existía en mi vocabulario. De primeras, porque no lo conocía. De segundas, porque era un lujo que no me podía permitir.
A pesar de tener frente a mí, en ese instante, momento crucial de mi vida, al único hombre interesado, en una zorra como yo; todo lo que sucediera aquella noche, no serviría absolutamente, para nada. Porque la espeluznante verdad, no estaba tan alejada de la realidad; yo mataba a mis maridos y era incapaz de matarle a él, si aquello conseguía dar sus frutos. Es más... yo era de clase alta y él de clase media. Además ¿Querría dejarse llevar, arrastrar, por una asesina como yo? ¿Qué cara pondría al conocer la farsa? Y es más... ¿Yo soportaría ver, como se marcha mi dinero sabiendo que, cuando ya no quede nada, no tendré nuevos ingresos? ¿A una persona tan avariciosa... como yo? Demasiado complicado... demasiados factores en contra. Suerte que mi apodo, le caracterizaba. Suerte que, al día siguiente, me encontraría con fuerzas de ejercer de nuevo mi liderazgo, siendo una vez más; el iceberg.
Perdida con la vista aún en el pañuelo, sentí como sus manos volvían a recorrer mi espalda. Luego acarició con la punta de sus labios, cada centímetro de mi piel haciendo que, mi mano atada, cayera muerta. Era de una exquisitez, digna de un chef. Me quedé sin respiración. La mano incapaz de despegarse de sus abdominales, me temblaba sin remedio. –Tú eres para mí, como yo soy para ti.- abrí los ojos con dificultad, aún presa de sus caricias. Repetí su frase una y otra vez en mi cabeza, como si fuese una melodía perfecta. Música en mis oídos, triste hasta la médula. La situación empeoraba... Mis manos no paraban quietas, recreándose con el tacto sus formas. Me atreví a mirar su figura, intentando controlar la agitación que aun sufría mi pecho ¿Podía existir un hombre más perfecto? Quise perderme una vez más en sus labios. El daño ya estaba hecho. Pero su voz me distrajo, impidiendo mis arrebatos:
-“Mucho da que hacer aquí el odio, pero…más el amor. Por tanto, pues, ¡oh amor pendenciero! ¡Oh odio amoroso! ¡Oh suma de todo, primer engendro de la nada! ¡Oh pesada ligereza, grave frivolidad! ¡Informe caos de seductores formas! ¡Pluma de plomo, humo resplandeciente, fuego helado, robustez enferma, sueño en perpetua vigilia, que no es lo que es! Tal es el amor que siento, sin sentir es tal amor, amor alguno.- me aparté para escrutarle estupefacta -¿No te ríes?”- Sí. Definitivamente la noche empeoraba. Pero no era muy consciente de las consecuencias.
-No, Bandido... más bien lloro - reí con ímpetu y ardor, tirando por tierra lo dicho. Y sin más dilación, como si de una obra shakesperiana se tratase, entre focos y aplausos, entre versos y actos; metí la mano por debajo de sus pantalones y mordisqueé uno de los lóbulos de su oreja entre palabrería, sumida en la calma de la noche:
-"Reinara mansa quietud y el dueño sera bendito….Si nosotros, vanas sombras, los hemos ofendido, piensen solo esto: que se han quedado aquí durmiendo mientras han aparecido esas visiones. y esta débil y humilde ficción no tendrá sino la inconsciencia de un sueño….” - murmuré con una sonrisa, llegando a tocar el dulce manjar escondido. Cuando la puerta del despacho se abrió, y apareció un hombre trajeado, no di crédito ¿Era una visión? Nuestros cuerpos parecían sombras difusas, únicamente iluminadas por una tenue luz. ¿Alguien osaba interrumpirnos?
-¿Qué hacen ustedes aquí? - vociferó malhumorado, dando un paso al frente.
-La cosa se pone emocionante... - sonreí juguetona alzando una ceja, mostrándome de lo más temeraria. Que me pillaran con las manos en la masa me encantaba... -¡Apollon! ¡Axel! - gritó a pleno pulmón ¿Quienes eran esos tipos?
Me incorporé de inmediato, abrochándome las tiras del corsé y ayudando a Tristán a abrocharse la camisa. Mi mano anheló tener de nuevo entre los dedos eso que tanto quería. Mis labios tendrían que darse un descanso antes de retomar los suyos, hasta que nos sangrasen.
De pronto, unos tipos de unos tres metros de estatura, acudieron a la llamada, colocándose a su lado.
-¡Quitadlos de mi vista! ¡Y que no vuelvan! - intuí que aquel hombre era el dueño del local.
Los dos muchachos se acercaron con decisión y cara de pocos amigos hacia nosotros. Me cogieron del brazo. A Tristán por la chaqueta. Yo no podía parar de reír a pesar de la escena. Era la primera vez que me echaban de alguna parte ¡Que divertido! Luego mi humor se tornó alarmado, cayendo en un detalle de lo más inoportuno. Yo era una señorita y las manos de aquellos caballeros no osarían tocarme un pelo. Pero... ¿Y a Tristán?
-¡Si le pones un dedo encima te corto en rebanadas! - grité como una descosida, intentos vanos por zafarme de su agarre. Sólo le torturo yo..., pensé.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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