Baile inglés a las ocho (Libre)
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Baile inglés a las ocho (Libre)
Recuerdo del primer mensaje :
-Hasta que comprendí que... ¡Me habían golpeado en la cabeza! - desperté de mi ensimismamiento de inmediato, siendo consciente de la conversación que se desarrollaba justo a mi lado. Era inevitable no escuchar a Van Ewen, explotar en una enorme carcajada pavorosa. Puse los ojos en blanco, ante semejante comportamiento. Ni siquiera sabía de lo que estaban hablando. Posiblemente fuera una anécdota aburrida, que sólo hace gracia si llevas tres copas de más. Ridículos...
Aquel baile estaba resultando de lo más aburrido, para mi gusto. Todos eran empresarios, demasiado pagados de si mismos; sin complejos salvo el de, quién gana menos dinero al año.
Las lámparas, demasiado ostentosas, colgaban del techo, sobre el gran salón. Los caballeros ya habían sacado al resto de las damas a bailar y se movían de un lado a otro, bajo una danza extraña, que nunca entenderé. De fondo sonaba John Blow, antiguo y pasado de moda. Pero a los invitados eso, les daba igual, mientras tuvieran donde mirar y una copa de la que beber.
-¿Bailáis Milady? - uno de los amigos de Van Ewen, me sonreía de forma soez ¿Pretendía conseguir algo de mí esa noche? pues lo llevaba claro...
-Me temo que soy demasiado patosa, monsieur - contesté, ocultando mi asco hacia él -No quisiera dejaros sin dedos en los pies - porque le faltaría tierra para correr, si se le ocurría tocarme las narices... pensé -Creo que daré una vuelta. Les dejo ocupados con sus anécdotas - al hacer una reverencia y desligarme del grupo, respiré aliviada ¿Cómo conquistar a Van Ewen, si no podía soportar estar con él?
Nunca creí, que un baile fuera tan... tan, tan... ¡Aburrido!
-Hasta que comprendí que... ¡Me habían golpeado en la cabeza! - desperté de mi ensimismamiento de inmediato, siendo consciente de la conversación que se desarrollaba justo a mi lado. Era inevitable no escuchar a Van Ewen, explotar en una enorme carcajada pavorosa. Puse los ojos en blanco, ante semejante comportamiento. Ni siquiera sabía de lo que estaban hablando. Posiblemente fuera una anécdota aburrida, que sólo hace gracia si llevas tres copas de más. Ridículos...
Aquel baile estaba resultando de lo más aburrido, para mi gusto. Todos eran empresarios, demasiado pagados de si mismos; sin complejos salvo el de, quién gana menos dinero al año.
Las lámparas, demasiado ostentosas, colgaban del techo, sobre el gran salón. Los caballeros ya habían sacado al resto de las damas a bailar y se movían de un lado a otro, bajo una danza extraña, que nunca entenderé. De fondo sonaba John Blow, antiguo y pasado de moda. Pero a los invitados eso, les daba igual, mientras tuvieran donde mirar y una copa de la que beber.
- John Blow:
-¿Bailáis Milady? - uno de los amigos de Van Ewen, me sonreía de forma soez ¿Pretendía conseguir algo de mí esa noche? pues lo llevaba claro...
-Me temo que soy demasiado patosa, monsieur - contesté, ocultando mi asco hacia él -No quisiera dejaros sin dedos en los pies - porque le faltaría tierra para correr, si se le ocurría tocarme las narices... pensé -Creo que daré una vuelta. Les dejo ocupados con sus anécdotas - al hacer una reverencia y desligarme del grupo, respiré aliviada ¿Cómo conquistar a Van Ewen, si no podía soportar estar con él?
Nunca creí, que un baile fuera tan... tan, tan... ¡Aburrido!
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
- Mensajes : 454
Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
-No, Bandido... más bien lloro – Sonreí amargamente, ciertamente era para llorar. Después su atención cambió de rumbo, sí…bajo mis pantalones, qué peligro, pero yo lo estaba deseando. Me volví loco, a penas presté atención a lo que dijo, tenía mucha facilidad para desconcentrarme y ella dio en el clavo. -"Reinara mansa quietud y el dueño será bendito….Si nosotros, vanas sombras, los hemos ofendido, piensen solo esto: que se han quedado aquí durmiendo mientras han aparecido esas visiones. Y esta débil y humilde ficción no tendrá sino la inconsciencia de un sueño….” – Ahogué un gemido cuando su mano encontró lo que venía buscando desde hacía rato. Pareciese que aquel día estuviéramos inspirados por la misma Musa. El corazón se me detuvo cuando, Alma se giró, y así pude ver que alguien había entrando sorprendiéndonos, qué oportuno, pensé irónico.
-¿Qué hacen ustedes aquí? – ¡Pero bueno! ¿Qué mal estábamos haciendo? ¿Es que no es obvio? Mi típica frase se quedó en la punta de mi lengua, recluida bajo llave, no era momento de recordar quién era.
-La cosa se pone emocionante... – Puse los ojos en blanco, qué fácil era divertirla. Esperaba que aquello no se pasase de castaño a oscuro, porque no me apetecía reñir con el encargado del local por un calentón... -¡Apollon! ¡Axel! – Ya sí que nos la hemos cargado. Pensé sin soltar a la joven ¡Por fin! Parecía que se alarmaba un poco de la situación, me ayudó a abrocharme la camisa, maldije estar tan…”sensible” ¿cómo ocultaba aquello? Al asomarme de nuevo pude ver a dos bigardos en la puerta. –Genial…- murmuré cansado.
-¡Quitadlos de mi vista! ¡Y que no vuelvan! – ¡Pero vamos a ver, vamos a ver! Que no hace faltar usar la violencia, que yo con gusto me marcho para terminar lo que había empezado, en otro lugar, pero ¡no! ¡Claro que no! Había que darle más emoción, arrancando a Alma de mis brazos. Me quedé boquiabierto ¿cómo se atrevían? Me estaba empezando a cabrear progresivamente. Di un tirón cuando uno de ellos me agarró. Solo pude escuchar la risa de mi perdición. Cómo deseé hacerla callar, ni de asomo se imaginaba lo que podría pasar si no teníamos cuidado.
-¡Si le pones un dedo encima te corto en rebanadas! – Intranquilo, giré la cabeza hacia ella. Los dos energúmenos empezaron a reírse. Negué con la cabeza, era mejor que me dejase las cosas a mí.
-¿Te has fijado como la tigresa protege a su cría?- preguntó el que me tenía inmovilizado. A mí me estaban entrando los cuatro males. –Ya lo creo… ¿No querrías divertirte un poco, Axel?- ¿Qué de divertido tenía aquello?
–Pues mira…me encantaría, una oportunidad como ésta no se tiene todos los días.- vi la amenaza en sus palabras. Acto seguido nos arrastraron a la parte trasera del local, donde tiraban los desperdicios.
-¡Ni te atrevas!- le increpé, fuera de mí. Como pude pisé al que me retenía, con la esperanza de que me soltase, y así rematarle… pero en cambio, el puñetazo que recibí en el estómago, me supo a gloria. –Parece que la cría enseña las uñas…- me echó la cabeza hacia atrás, asiéndome de los cabellos. –Hijo de…- antes de que fuera capaz de terminar la frase, me propinó un cabezazo, haciéndome caer al suelo. La visión se me nubló, solo pude escuchar lo que ocurría.
–Has visto lo que le ha pasado a tu amiguito por no contribuir. – la carcajada que escuché me heló la sangre, y más aún cuando sentí como algo me apuntaba. –Pero guarda eso Axel…solo queremos pasárnoslo bien. Mira, sí ya está preparada y todo. ¡Gracias amiguito! – poco a poco fui recobrando la visión, alcé la cabeza, y lo que vi me llenó de ira ¡La estaba manoseando! -¿Quieres vernos? ¿A que sí?- preguntó el muy cabrón. –Suéltala.- murmuré rabioso, empujando a ese tal Axel. -¡Ya te gustaría!- Nos encontrábamos en un momento crítico. – ¡Ábrela de piernas, a qué esperas!- Les mataría a los dos… -¡Qué prisas! ¿Qué más te da? si es para mí… - De eso nada… Me envalentoné levantándome del suelo, agarré con fuerza el armario de dos puertas que estaba frente a mí y descargué un rodillazo en su entrepierna. -¡Mátalo! ¡Mátala!- le escuché balbucear, le clavé contra la esquina del cubo de basura, y le quité el arma que llevaba en las manos.
Los apunté, fatigado como estaba. –Yo que tu no me lo pensaría mucho.- Nunca había matado a nadie, pero… ¿Qué sería capaz de hacer con tal de liberarla?
-¿Qué hacen ustedes aquí? – ¡Pero bueno! ¿Qué mal estábamos haciendo? ¿Es que no es obvio? Mi típica frase se quedó en la punta de mi lengua, recluida bajo llave, no era momento de recordar quién era.
-La cosa se pone emocionante... – Puse los ojos en blanco, qué fácil era divertirla. Esperaba que aquello no se pasase de castaño a oscuro, porque no me apetecía reñir con el encargado del local por un calentón... -¡Apollon! ¡Axel! – Ya sí que nos la hemos cargado. Pensé sin soltar a la joven ¡Por fin! Parecía que se alarmaba un poco de la situación, me ayudó a abrocharme la camisa, maldije estar tan…”sensible” ¿cómo ocultaba aquello? Al asomarme de nuevo pude ver a dos bigardos en la puerta. –Genial…- murmuré cansado.
-¡Quitadlos de mi vista! ¡Y que no vuelvan! – ¡Pero vamos a ver, vamos a ver! Que no hace faltar usar la violencia, que yo con gusto me marcho para terminar lo que había empezado, en otro lugar, pero ¡no! ¡Claro que no! Había que darle más emoción, arrancando a Alma de mis brazos. Me quedé boquiabierto ¿cómo se atrevían? Me estaba empezando a cabrear progresivamente. Di un tirón cuando uno de ellos me agarró. Solo pude escuchar la risa de mi perdición. Cómo deseé hacerla callar, ni de asomo se imaginaba lo que podría pasar si no teníamos cuidado.
-¡Si le pones un dedo encima te corto en rebanadas! – Intranquilo, giré la cabeza hacia ella. Los dos energúmenos empezaron a reírse. Negué con la cabeza, era mejor que me dejase las cosas a mí.
-¿Te has fijado como la tigresa protege a su cría?- preguntó el que me tenía inmovilizado. A mí me estaban entrando los cuatro males. –Ya lo creo… ¿No querrías divertirte un poco, Axel?- ¿Qué de divertido tenía aquello?
–Pues mira…me encantaría, una oportunidad como ésta no se tiene todos los días.- vi la amenaza en sus palabras. Acto seguido nos arrastraron a la parte trasera del local, donde tiraban los desperdicios.
-¡Ni te atrevas!- le increpé, fuera de mí. Como pude pisé al que me retenía, con la esperanza de que me soltase, y así rematarle… pero en cambio, el puñetazo que recibí en el estómago, me supo a gloria. –Parece que la cría enseña las uñas…- me echó la cabeza hacia atrás, asiéndome de los cabellos. –Hijo de…- antes de que fuera capaz de terminar la frase, me propinó un cabezazo, haciéndome caer al suelo. La visión se me nubló, solo pude escuchar lo que ocurría.
–Has visto lo que le ha pasado a tu amiguito por no contribuir. – la carcajada que escuché me heló la sangre, y más aún cuando sentí como algo me apuntaba. –Pero guarda eso Axel…solo queremos pasárnoslo bien. Mira, sí ya está preparada y todo. ¡Gracias amiguito! – poco a poco fui recobrando la visión, alcé la cabeza, y lo que vi me llenó de ira ¡La estaba manoseando! -¿Quieres vernos? ¿A que sí?- preguntó el muy cabrón. –Suéltala.- murmuré rabioso, empujando a ese tal Axel. -¡Ya te gustaría!- Nos encontrábamos en un momento crítico. – ¡Ábrela de piernas, a qué esperas!- Les mataría a los dos… -¡Qué prisas! ¿Qué más te da? si es para mí… - De eso nada… Me envalentoné levantándome del suelo, agarré con fuerza el armario de dos puertas que estaba frente a mí y descargué un rodillazo en su entrepierna. -¡Mátalo! ¡Mátala!- le escuché balbucear, le clavé contra la esquina del cubo de basura, y le quité el arma que llevaba en las manos.
Los apunté, fatigado como estaba. –Yo que tu no me lo pensaría mucho.- Nunca había matado a nadie, pero… ¿Qué sería capaz de hacer con tal de liberarla?
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
-¿Te has fijado como la tigresa protege a su cría?- ¿Cómo se atrevían a reírse de mí? ¿Acaso osaban dudar de mis palabras? Yo les enseñaría... –Ya lo creo… ¿No querrías divertirte un poco, Axel?- intenté zafarme del melenas de Apollón, pero me fue imposible.
–Pues mira…me encantaría, una oportunidad como ésta no se tiene todos los días.- Miré a Tristán ¿Por qué estaba tan alarmado? Nos arrastraron hasta la parte trasera del local. Yo pisé al tal Apollon, unas cuantas veces. Pero pareció no hacerle efecto ¿Tenía los pies de hormigón a caso? -¡Ni te atrevas!- horrorizada, vi como golpeaban a Tristán. Ambos nos llevaríamos una paliza si seguíamos así. Demasiado inquietos como para retenernos, en contra de nuestra voluntad -Parece que la cría enseña las uñas…- yo te voy a sacar los ojos como sigas llamándole cría, maldito bastardo... el tipo no dejaba de toquetearme. Que asco de verdad... –Hijo de…- sin poder hacer nada, vi como recibía otro golpe ¡Lo iban a matar, si seguían así! intenté volver a escaparme, para impedir que volviesen a golpearle, pero me fue imposible ¿Tenía los brazos de acero?
Tristán permaneció en el suelo, incapaz de moverse. El corazón me latía tan fuerte, que pensé que se me salía del pecho disparado. Sin poder contenerme, las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas. Apollon me sostuvo por los hombros y sacudió mi cuerpo, mareándome -Has visto lo que le ha pasado a tu amiguito por no contribuir. – no podía ni hablar. Algo que nunca me sucedía -Pero guarda eso Axel…solo queremos pasárnoslo bien - al volver la vista, el tipo apuntaba a Tristán con una pistola en la cabeza. Dios santo... Arañé al bastardo que me sujetaba. Patadas, empujones y demás, salieron propinados por todas partes, incapaz de liberarme para salvar a Tristán. Pero no surgió efecto. El tipo se partía de risa y consiguió sin esfuerzo, estamparme contra un muro, cerca de los desechos de basura. Luego, el muy cerdo, metió la mano por debajo de mi falda. Quise arrancarle la mano de cuajo -Mira, sí ya está preparada y todo. ¡Gracias amiguito! – para mi consuelo, Tristán alzó la cabeza. No estaba muerto... le miré intentando tranquilizarme, con los ojos llorosos, sin apenas poder respirar -¿Quieres vernos? ¿A que sí?- hijo de perra, cuando te quite los ojos, no verás una mierda... –Suéltala.- negué con la cabeza para que se callase, retirando con fuerza la mano que me estaba manoseando -¡Ya te gustaría! ¡Ábrela de piernas, a qué esperas!- ¿Cómo? que ni se le pasara por la cabeza... -¡Qué prisas! ¿Qué más te da? si es para mí… -
-En cuanto mis manos te toquen, antes de que puedas decir una sola palabra más... estarás muerto - le amenacé con los ojos enrojecidos -Ya has hablado demasiado -
-¡Mátalo! ¡Mátala!- giré el rostro con rapidez. Tristán estaba de pie y apuntaba a Apollon, con la pistola del otro maromo. El idiota de Axel, estaba junto a los contenedores apestando a pescado y demás residuos poco agradables para el olfato –Yo que tu no me lo pensaría mucho.- escuché a mi bandido. El maromo tapaba mi visión, para mi desconcierto. Pero se dio la vuelta despacio, soltándome poco a poco. Respiré al ver que sus manos me liberaban -No nos pongamos nerviosos. Creo que ha habido un malentendido ¿Por qué no sueltas eso, muchacho? - caminaba hacía Tristán con las manos ligeramente en alto. Que no se fiase de él... estaba mintiendo como un bellaco.
No podía arriesgarme. Tampoco quería que Tristán cometiese ningún delito. Así que, sin más dilación. Saqué el cuchillo, desprendiéndolo de mi liga, cogí al hombre de la melena y, antes de que dijera palabra alguna; le rebané el cuello sin ningún tipo de reparo. La garganta quedó abierta en canal. La sangre salía a borbotones, en cascada, empapándole el cuello de la camisa hasta llegar al pecho. Los ojos se le cerraron y dejé que callera al suelo como un saco de estiércol; que es lo que era...
Mis manos estaban llenas de sangre. Ni siquiera miré el cuerpo. Mis ojos estaban fijos en Tristán, incapaces de moverse en otra dirección. El tipo con el olor pestilente, miraba horrorizado a su compañero muerto. Tristán estaba sangrando y respiraba de forma agitada, con la pistola aún en las manos.
–Pues mira…me encantaría, una oportunidad como ésta no se tiene todos los días.- Miré a Tristán ¿Por qué estaba tan alarmado? Nos arrastraron hasta la parte trasera del local. Yo pisé al tal Apollon, unas cuantas veces. Pero pareció no hacerle efecto ¿Tenía los pies de hormigón a caso? -¡Ni te atrevas!- horrorizada, vi como golpeaban a Tristán. Ambos nos llevaríamos una paliza si seguíamos así. Demasiado inquietos como para retenernos, en contra de nuestra voluntad -Parece que la cría enseña las uñas…- yo te voy a sacar los ojos como sigas llamándole cría, maldito bastardo... el tipo no dejaba de toquetearme. Que asco de verdad... –Hijo de…- sin poder hacer nada, vi como recibía otro golpe ¡Lo iban a matar, si seguían así! intenté volver a escaparme, para impedir que volviesen a golpearle, pero me fue imposible ¿Tenía los brazos de acero?
Tristán permaneció en el suelo, incapaz de moverse. El corazón me latía tan fuerte, que pensé que se me salía del pecho disparado. Sin poder contenerme, las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas. Apollon me sostuvo por los hombros y sacudió mi cuerpo, mareándome -Has visto lo que le ha pasado a tu amiguito por no contribuir. – no podía ni hablar. Algo que nunca me sucedía -Pero guarda eso Axel…solo queremos pasárnoslo bien - al volver la vista, el tipo apuntaba a Tristán con una pistola en la cabeza. Dios santo... Arañé al bastardo que me sujetaba. Patadas, empujones y demás, salieron propinados por todas partes, incapaz de liberarme para salvar a Tristán. Pero no surgió efecto. El tipo se partía de risa y consiguió sin esfuerzo, estamparme contra un muro, cerca de los desechos de basura. Luego, el muy cerdo, metió la mano por debajo de mi falda. Quise arrancarle la mano de cuajo -Mira, sí ya está preparada y todo. ¡Gracias amiguito! – para mi consuelo, Tristán alzó la cabeza. No estaba muerto... le miré intentando tranquilizarme, con los ojos llorosos, sin apenas poder respirar -¿Quieres vernos? ¿A que sí?- hijo de perra, cuando te quite los ojos, no verás una mierda... –Suéltala.- negué con la cabeza para que se callase, retirando con fuerza la mano que me estaba manoseando -¡Ya te gustaría! ¡Ábrela de piernas, a qué esperas!- ¿Cómo? que ni se le pasara por la cabeza... -¡Qué prisas! ¿Qué más te da? si es para mí… -
-En cuanto mis manos te toquen, antes de que puedas decir una sola palabra más... estarás muerto - le amenacé con los ojos enrojecidos -Ya has hablado demasiado -
-¡Mátalo! ¡Mátala!- giré el rostro con rapidez. Tristán estaba de pie y apuntaba a Apollon, con la pistola del otro maromo. El idiota de Axel, estaba junto a los contenedores apestando a pescado y demás residuos poco agradables para el olfato –Yo que tu no me lo pensaría mucho.- escuché a mi bandido. El maromo tapaba mi visión, para mi desconcierto. Pero se dio la vuelta despacio, soltándome poco a poco. Respiré al ver que sus manos me liberaban -No nos pongamos nerviosos. Creo que ha habido un malentendido ¿Por qué no sueltas eso, muchacho? - caminaba hacía Tristán con las manos ligeramente en alto. Que no se fiase de él... estaba mintiendo como un bellaco.
No podía arriesgarme. Tampoco quería que Tristán cometiese ningún delito. Así que, sin más dilación. Saqué el cuchillo, desprendiéndolo de mi liga, cogí al hombre de la melena y, antes de que dijera palabra alguna; le rebané el cuello sin ningún tipo de reparo. La garganta quedó abierta en canal. La sangre salía a borbotones, en cascada, empapándole el cuello de la camisa hasta llegar al pecho. Los ojos se le cerraron y dejé que callera al suelo como un saco de estiércol; que es lo que era...
Mis manos estaban llenas de sangre. Ni siquiera miré el cuerpo. Mis ojos estaban fijos en Tristán, incapaces de moverse en otra dirección. El tipo con el olor pestilente, miraba horrorizado a su compañero muerto. Tristán estaba sangrando y respiraba de forma agitada, con la pistola aún en las manos.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Bien, parecía que mi farol estaba dando resultado ¿Estaba acojonado? No es el momento de ponerse gallito, sí lo estaba, pero tenía que hacer como que no. Miré aliviado a Alma cuando éste la dejó libre. Me distraje, y sería mi error… -No nos pongamos nerviosos.- Ni si quiera me estaba dando cuenta que estaba avanzando hacia mí ¡maldita sea!- Creo que ha habido un malentendido- Me encontraba atrapado, e incapaz de razonar.- ¿Por qué no sueltas eso, muchacho? – ¿Qué lo soltase? No podía hacer eso…nada me garantizaba nuestra propia seguridad. Desquiciado como estaba no me percaté de los movimientos de Alma, solo pude ver como el gigante expresaba su sorpresa ante algo inesperado. Me quedé de blanco como el papel al ver como comenzaba a emanar abundante sangre de su cuello ¿Qué estaba pasando? Fue horrible presenciarlo, el cuerpo cayó y pude ver a Alma, ella era la que blandía el cuchillo, el tiempo se detuvo. Ella no parecía estar tan perturbada como lo estaba yo, quizá por el shock, no lo sé... La mano con la que sostenía el arma cedió por el peso, pero aún mis dedos apretaban con fuerza la culata de madera. –Alma…- murmuré sin poder creérmelo. ¿Qué has hecho Alma? Aquella pregunta no llegó a salir. Tenía que saber cómo estaba, me acerqué a ella, sin ningún temor, le quité el cuchillo ensangrentado, en un movimiento fortuito ¿qué íbamos a hacer ahora? No podía dejar allí tirado el puñal del delito…el tipo me daba absolutamente igual. Oí gruñir a mi antiguo opresor. Apresé el cuchillo con mi cinturón, ya me encargaría de arrojarlo en algún lugar. Me limpié la mano con ayuda de mi pantalón, por suerte eran oscuro. Ahora con la mano limpia abracé con un brazo el cuerpo de Alma, no podía evitar sentir lo que sentía por ella a pesar de lo que acaba de hacer, es más puede que yo hubiese hecho lo mismo de no adelantárseme…por lo tanto ella se arriesgo ¿por mí? -¿Cómo estás?- pregunté, aún sabiendo la respuesta, pues estaría fatal ¿cómo iba a estar? La apreté con fuerza contra mi pecho, y pensar que estuve a punto de perderla y de perderme a mí mismo. –Olvidaremos esto.- murmuré con la voz de pronto serena. No estaba seguro de poder olvidarlo, pero haría lo posible para que así fuese.
-¡Bruja!- aquella palabra revotó entre los contenedores de basura. Miré al testigo del homicidio. Él intento levantarse. Apunté al hombre con la pistola. -¿¡Qué estás haciendo!? ¡Te has vuelto loco!- de un balazo su cuerpo salió despedido hacía atrás cayendo de nuevo entre la porquería. La bala se había quedado incrustada en su pecho. La luz de sus ojos fue apagándose poco.
–Adiós.- Sorprendentemente la mano que cometió tal atrocidad en ningún momento me vaciló, el valor sólo lo saqué al pensar en el futuro de Alma si ese hombre seguía vivo. Teníamos que largarnos de allí, quise pensar que todo había sido una mala pesadilla… La cogí de la mano y anduvimos apresuradamente por los callejones, su mano me resbalaba entre los dedos. Me dolía el cuerpo pero tenía que seguir…tenía que ponerla a salvo…quizá dejarla en su casa ¡Sí! Eso debía hacer… Lo que no sabía es que ya me había condenado, aquella noche nos había unido más de lo que podíamos desear. Todo pareció volverse negro por cada paso que daba. ¿Cómo sería capaz de levantarme por las mañanas sin que la conciencia me carcomiera? ¿Y mi carrera musical? ¿Estaba acabado? Eché un vistazo hacia atrás, Alma continuaba conmigo, ella solo se defendió…pero ¿Yo? Yo fui el verdugo de aquel hombre. “pero se lo merecía ¡bien lo sabes!” ¿Y quién soy yo para juzgar eso? Me quedé apoyado contra un muro, recobrando el aire, y pensando qué hacer…Quizá debía marcharme de Inglaterra…era una opción razonable. -¿Qué he hecho…?- me pregunté a mi mismo.
Mis manos estaban tan manchadas como las suyas.
-¡Bruja!- aquella palabra revotó entre los contenedores de basura. Miré al testigo del homicidio. Él intento levantarse. Apunté al hombre con la pistola. -¿¡Qué estás haciendo!? ¡Te has vuelto loco!- de un balazo su cuerpo salió despedido hacía atrás cayendo de nuevo entre la porquería. La bala se había quedado incrustada en su pecho. La luz de sus ojos fue apagándose poco.
–Adiós.- Sorprendentemente la mano que cometió tal atrocidad en ningún momento me vaciló, el valor sólo lo saqué al pensar en el futuro de Alma si ese hombre seguía vivo. Teníamos que largarnos de allí, quise pensar que todo había sido una mala pesadilla… La cogí de la mano y anduvimos apresuradamente por los callejones, su mano me resbalaba entre los dedos. Me dolía el cuerpo pero tenía que seguir…tenía que ponerla a salvo…quizá dejarla en su casa ¡Sí! Eso debía hacer… Lo que no sabía es que ya me había condenado, aquella noche nos había unido más de lo que podíamos desear. Todo pareció volverse negro por cada paso que daba. ¿Cómo sería capaz de levantarme por las mañanas sin que la conciencia me carcomiera? ¿Y mi carrera musical? ¿Estaba acabado? Eché un vistazo hacia atrás, Alma continuaba conmigo, ella solo se defendió…pero ¿Yo? Yo fui el verdugo de aquel hombre. “pero se lo merecía ¡bien lo sabes!” ¿Y quién soy yo para juzgar eso? Me quedé apoyado contra un muro, recobrando el aire, y pensando qué hacer…Quizá debía marcharme de Inglaterra…era una opción razonable. -¿Qué he hecho…?- me pregunté a mi mismo.
Mis manos estaban tan manchadas como las suyas.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Presenciar una cosa así, tiene que ser duro para una persona normal. Ahora podía verme tal y como era. Una mujer sin escrúpulos. Ni siquiera me tembló el pulso. Pero no me quedó más remedio. Así tenía que ser. Y sus manos jamás quedarían manchadas.
–Alma…- no daba crédito el pobre... Mi corazón rugió sin darme un minuto de aliento al ver su rostro. Pasé la mano por una mejilla. Estaba tan húmeda, como la piel del muerto, empapada de sangre ¿Por qué se acercó a mí? ¿Es que no se daba cuenta de mí verdadero yo? Cerré los ojos, nada más sentir el cálido tacto de sus dedos. Me quitó el cuchillo que tanta sangre había derramado a lo largo de los años. Instantes fugaces pero imborrables en realidad. Tristán sólo era consciente de ese momento en concreto. Cuando se limpió la mano, no entendí nada ¿Pretendía tocarme? Sí... eso pretendía. En lo que dura un suspiro, estuve entre sus brazos. Recostada en una nube familiar y confortable. Cálida... todo un hogar de acogida. Demasiado disparatada es mi forma de ser, como para que se de cuenta de quien soy. Una asesina mortal entre sus brazos que le acababa de salvar la vida. Me habría reído, si no fuese porque, aún estaba asustada. Por un momento, creí perderle -¿Cómo estás?- Ahora todo está bien..., pensé acariciándole el pecho.
No conforme con el llanto, mis ojos seguían derramando lágrimas, descendiendo hasta mis labios. Amargo... Hundí el rostro en su pecho, sin poder soltarle ¿Merecía ese abrazo? Dudaba de ello... –Olvidaremos esto.- yo sí. ¿Pero tú...? Tú nunca... Si se hubiese dado otra circunstancia, por nada del mundo hubiese alzado el rostro, para mirarle. Porque no hubiese visto rastro de compasión ni de dolor. Ni siquiera un mísero arrepentimiento. Nada... sólo la cara desvergonzada del asesino sin escrúpulos, puro y duro. Me sentí rara de pronto ¿Por qué no podía parar de llorar?
-¡Bruja!- Axel... le olvidé por completo. La realidad se distorsionaba tendida entre los brazos de Tristán. Supe que tendría que matar, al tipo también. Pero necesitaba que hiciese algún movimiento poco inteligente. Un ataque, para desligar el cuchillo del cinturón de Tristán, y aparentar la inevitable defensa ¿Decirle algo que le enfureciese? Me puse en marcha...
Pero antes tenía que retirar al bandido para que no sufriera ningún encontronazo por error -¿¡Qué estás haciendo!? ¡Te has vuelto loco!- escuché de boca de Axel, perdida sin entender los motivos de su alarma. Cual fue mi sorpresa al ver lo que vino a continuación. Axel salió disparado hacia atrás por culpa de una bala, de lo más acertada, justo en su asqueroso corazón. Al ver a Tristán, descubrí el arma, firme entre sus manos. la pistola humeaba, candente por la pólvora. El hombre estaba muerto y mi bandido, había sido el culpable del delito.
–Adiós.- noté una presión de lo más molesta en el pecho, incapaz de deshacerse; como un nudo "Bachmann" de doble lazo -Tristán... - articulé conmocionada ¿De donde sacó las fuerzas para apretar el gatillo? Estaba magullado y con los ojos idos. Teníamos que salir de allí, tan rápido como pudiéramos. Ya no me preocupaba la policía. El punto de mira, estaba fijo en el dueño del local ¿Qué clase de hombre tendría una escolta semejante? Un tipo nada legal... pensé de inmediato.
Agarré su mano con fuerza, cuando me sacó de allí con rapidez. Su paso era acelerado. Demasiado alarmado. Menos mal que no había ni Dios en la calle, porque hubiésemos levantado sospechas. Más estando cubiertos de sangre hasta los topes ¿Qué pretendía? Lo último que deseaba era que fuese presa del pánico. Yo le protegería...
Nos detuvimos en una de las calles. Mi corazón se volvió loco en cuanto le vi apoyarse contra la pared de forma desesperada. Mi dulce príncipe... -¿Qué he hecho…?- dejé caer el cuerpo sobre el suyo y acaricie su mandíbula, nada más hundir la cabeza en el cuello del bandido, ladrón de almas -Tú no has hecho nada malo - me sentí culpable de inmediato. Fue idea mía ir a ese local. -Los dos bastardos, se enzarzaron en una pelea y salieron mal parados. La cantidad de hombres a los que habrán torturado. Mujeres a las que habrán violado- Me vi sin quererlo, juzgando a los verdugos. La menos indicada... -Me has salvado la vida... - susurré ahogando el llanto entre sus labios. Ahora la amargura, también cubriría su boca. Era ridículo... pero necesitaba tranquilizar a mi bandido -Te llevaré a casa - articulé perdida aún, entre sus labios -Todo saldrá bien... - agarré su mano y caminé buscando sin demora al cochero. Di gracias de que estuviese lo bastante oscuro, como para no ver, la sangre de nuestras ropas. Yo escondí las manos subiéndome al carruaje.
Normalmente Tristán se sentaba frente a mí. Pero me quedé a su lado, apoyando la cabeza en uno de sus hombros, sin dejar de soltar su mano ¿Cómo se estaría sintiendo?
Charles debía estar durmiendo. Mejor... No quería despertarle. Así que cogí una llave de debajo de un macetero blanco y abrí la puerta de entrada, guiando a Tristán hasta mi dormitorio. Increíble tenerle allí... Dejé que se recostara, mirándole desde arriba. Quizás tuviese que curarle la herida de la cabeza con ayuda del botiquín de la despensa, así que bajé como un rayo a por la caja. La última vez que corrí tanto, fue cuando uno de sus compañeros casi se saca un ojo; temerosa de que mi músico favorito no tocase. Me inquietó estar tan preocupada. Pero no podía evitarlo... -No te muevas... - murmuré limpiando su herida. Ahora el pulso, sí que me temblaba. Estaba siendo la noche más rara de mi vida...
–Alma…- no daba crédito el pobre... Mi corazón rugió sin darme un minuto de aliento al ver su rostro. Pasé la mano por una mejilla. Estaba tan húmeda, como la piel del muerto, empapada de sangre ¿Por qué se acercó a mí? ¿Es que no se daba cuenta de mí verdadero yo? Cerré los ojos, nada más sentir el cálido tacto de sus dedos. Me quitó el cuchillo que tanta sangre había derramado a lo largo de los años. Instantes fugaces pero imborrables en realidad. Tristán sólo era consciente de ese momento en concreto. Cuando se limpió la mano, no entendí nada ¿Pretendía tocarme? Sí... eso pretendía. En lo que dura un suspiro, estuve entre sus brazos. Recostada en una nube familiar y confortable. Cálida... todo un hogar de acogida. Demasiado disparatada es mi forma de ser, como para que se de cuenta de quien soy. Una asesina mortal entre sus brazos que le acababa de salvar la vida. Me habría reído, si no fuese porque, aún estaba asustada. Por un momento, creí perderle -¿Cómo estás?- Ahora todo está bien..., pensé acariciándole el pecho.
No conforme con el llanto, mis ojos seguían derramando lágrimas, descendiendo hasta mis labios. Amargo... Hundí el rostro en su pecho, sin poder soltarle ¿Merecía ese abrazo? Dudaba de ello... –Olvidaremos esto.- yo sí. ¿Pero tú...? Tú nunca... Si se hubiese dado otra circunstancia, por nada del mundo hubiese alzado el rostro, para mirarle. Porque no hubiese visto rastro de compasión ni de dolor. Ni siquiera un mísero arrepentimiento. Nada... sólo la cara desvergonzada del asesino sin escrúpulos, puro y duro. Me sentí rara de pronto ¿Por qué no podía parar de llorar?
-¡Bruja!- Axel... le olvidé por completo. La realidad se distorsionaba tendida entre los brazos de Tristán. Supe que tendría que matar, al tipo también. Pero necesitaba que hiciese algún movimiento poco inteligente. Un ataque, para desligar el cuchillo del cinturón de Tristán, y aparentar la inevitable defensa ¿Decirle algo que le enfureciese? Me puse en marcha...
Pero antes tenía que retirar al bandido para que no sufriera ningún encontronazo por error -¿¡Qué estás haciendo!? ¡Te has vuelto loco!- escuché de boca de Axel, perdida sin entender los motivos de su alarma. Cual fue mi sorpresa al ver lo que vino a continuación. Axel salió disparado hacia atrás por culpa de una bala, de lo más acertada, justo en su asqueroso corazón. Al ver a Tristán, descubrí el arma, firme entre sus manos. la pistola humeaba, candente por la pólvora. El hombre estaba muerto y mi bandido, había sido el culpable del delito.
–Adiós.- noté una presión de lo más molesta en el pecho, incapaz de deshacerse; como un nudo "Bachmann" de doble lazo -Tristán... - articulé conmocionada ¿De donde sacó las fuerzas para apretar el gatillo? Estaba magullado y con los ojos idos. Teníamos que salir de allí, tan rápido como pudiéramos. Ya no me preocupaba la policía. El punto de mira, estaba fijo en el dueño del local ¿Qué clase de hombre tendría una escolta semejante? Un tipo nada legal... pensé de inmediato.
Agarré su mano con fuerza, cuando me sacó de allí con rapidez. Su paso era acelerado. Demasiado alarmado. Menos mal que no había ni Dios en la calle, porque hubiésemos levantado sospechas. Más estando cubiertos de sangre hasta los topes ¿Qué pretendía? Lo último que deseaba era que fuese presa del pánico. Yo le protegería...
Nos detuvimos en una de las calles. Mi corazón se volvió loco en cuanto le vi apoyarse contra la pared de forma desesperada. Mi dulce príncipe... -¿Qué he hecho…?- dejé caer el cuerpo sobre el suyo y acaricie su mandíbula, nada más hundir la cabeza en el cuello del bandido, ladrón de almas -Tú no has hecho nada malo - me sentí culpable de inmediato. Fue idea mía ir a ese local. -Los dos bastardos, se enzarzaron en una pelea y salieron mal parados. La cantidad de hombres a los que habrán torturado. Mujeres a las que habrán violado- Me vi sin quererlo, juzgando a los verdugos. La menos indicada... -Me has salvado la vida... - susurré ahogando el llanto entre sus labios. Ahora la amargura, también cubriría su boca. Era ridículo... pero necesitaba tranquilizar a mi bandido -Te llevaré a casa - articulé perdida aún, entre sus labios -Todo saldrá bien... - agarré su mano y caminé buscando sin demora al cochero. Di gracias de que estuviese lo bastante oscuro, como para no ver, la sangre de nuestras ropas. Yo escondí las manos subiéndome al carruaje.
Normalmente Tristán se sentaba frente a mí. Pero me quedé a su lado, apoyando la cabeza en uno de sus hombros, sin dejar de soltar su mano ¿Cómo se estaría sintiendo?
Charles debía estar durmiendo. Mejor... No quería despertarle. Así que cogí una llave de debajo de un macetero blanco y abrí la puerta de entrada, guiando a Tristán hasta mi dormitorio. Increíble tenerle allí... Dejé que se recostara, mirándole desde arriba. Quizás tuviese que curarle la herida de la cabeza con ayuda del botiquín de la despensa, así que bajé como un rayo a por la caja. La última vez que corrí tanto, fue cuando uno de sus compañeros casi se saca un ojo; temerosa de que mi músico favorito no tocase. Me inquietó estar tan preocupada. Pero no podía evitarlo... -No te muevas... - murmuré limpiando su herida. Ahora el pulso, sí que me temblaba. Estaba siendo la noche más rara de mi vida...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Temí por mi vida, por todo aquello que había conseguido, gracias a mi esfuerzo y a una lucha constante contra el mundo. ¿Se había acabado el mundo acaso? Si la vergüenza que pasé semanas atrás me había marcado…esto ya ¡me superaba! Algunos pensaran que estoy dramatizando, pero hay que verse en esta situación para saber lo que se siente. Recordé lo que aún me quedaba, y que la lucha aún no había acabado, que debía encontrar las fuerzas para continuar, pero era pronto para maquinar de manera tan fría. Muy reciente estaba lo sucedido. Abracé a Alma cuando la sentí junto a mí, estaba desconsolado, y ella tan cálida, ¿era yo el único que se había quedado helado?
-Tú no has hecho nada malo – Sí, sí lo había hecho, era irremediable. -Los dos bastardos, se enzarzaron en una pelea y salieron mal parados. La cantidad de hombres a los que habrán torturado. Mujeres a las que habrán violado- Ya… pero aún con todo ¿quién era yo para tomarme la venganza por mi mano?
-Me has salvado la vida... – Me destrozó oírla, ¿de verdad la había salvado? Yo pensé que había condenado su vida, que si lo ocurrido salía a la luz…sabía perfectamente lo que nos esperaba…no eran precisamente benevolentes con los asesinos. Moví los labios entre los suyos como pude, fue más que un beso una caricia. -Te llevaré a casa – Yo…yo la dejaría en su casa, pensaba atontado. -Todo saldrá bien... – Dios te oiga. La seguí sin darme cuenta de por dónde íbamos, estaba tan desorientado. Al parecer nos habíamos subido al carruaje, “¿Trastornado?” Absolutamente… Perdido entre la realidad y la ficción. Alma no se separaba de mi en ningún momento, y era de agradecer, pues más que nunca la necesitaba, de estar sólo no sé qué habría sido de mí, quizá me habría entregado a la policía, ¿debía hacerlo o era una locura si quiera pensarlo? Le di vueltas ese punto durante todo el trayecto. Jodidísimo, es poco. Como puede darte un vuelco la vida, sin darte una oportunidad de racionar. Me encontraba en un túnel infinito, lleno de recuerdos y vivencias, todo se emborronaba en sangre cuando quería pasar página. Lo más curioso es que no estaba soñando. Cuando logré algo más de lucidez, volví a la realidad, encontrándome sentado en una cama ¿cómo en una cama? “Estás en su casa…no como habrías deseado…pero lo estás.” Me acomodé un poco, con los ojos en otra parte, levanté la mano desesperado cuando vi que Alma me abandonaba, quise gritar, suspiré angustiado ¿por qué se habría ido? ¿Aún estaba despierto? No tenía fuerzas para seguirlas, me había anclado en aquella cama. Cerré los ojos, queriendo olvidarme de todo, los volví a abrir cuando sentí que me escocía la frente ¿estaba ardiendo en el infierno? Estaba mareado, y desvariando (como de costumbre).
-No te muevas... – ¿Cómo no me iba a mover? Odiaba el proceso de curación, habría deseado mil veces que me hubiese matado a pasar por esta tortura. ¡Oh! Pero si era Alma… y estaba conmigo después de todo, cuidándome…como nunca creí que la vería. –No me dejes, por favor.- La miré con los ojos llorosos. –No puedo soportarlo.- arrugué la frente abatido. Al querer sentarme en el colchón sentí tal punzada en el estomago que me volví a quedar tumbado, revolviéndome del dolor. Tragué saliva despacio. -¿Está mal confesar que no me arrepiento de lo que hice? ¿Está mal?- volví a repetir sin desviar los ojos de los suyos. -¿Está mal reconocer…que volvería a hacerlo las veces que hicieran falta solo por…ti?- alcé la mano pasando mi pulgar por sus rosadas mejillas, estaban aún húmedas. –Creí volverme loco cuando…cuando vi cómo te ultrajaban…No pude hacer nada ¡Dios!- fue la peor experiencia de mi vida. –No me tiembla el pulso cuando se trata de ti…- mi mano cayó inerte sobre su regazo. –Y ahora estás aquí…estamos aquí…- en cambio había dos personas que no volverían hoy a sus casas ¿Había algo que lamentar?
Quise alejar todo peligro de su lado… marcharme al hotel, quizá, pero recordé el dolor que sentí al incorporarme. No quería incomodarla quedándome allí, en semejante estado ¿qué pensaría la gente? ¡No te importa eso! ¿Y por qué ahora sí? ¡Porque estaba asustado! ¿Y quién no? Asustado por el rumbo que tomaría mi vida a partir de ese día, crucial. Desenvainé el cuchillo del pantalón dejándolo a tientas en la mesilla de noche. No quise decir nada más, sería una lamentación detrás de otra, y tampoco quería empeorar las cosas, además ella también había sufrido mi misma experiencia, ella también era una víctima. Abrí los brazos porque lo único que deseaba en ese momento era quedarme abrazo a ella, hasta ser descubierto.
-Tú no has hecho nada malo – Sí, sí lo había hecho, era irremediable. -Los dos bastardos, se enzarzaron en una pelea y salieron mal parados. La cantidad de hombres a los que habrán torturado. Mujeres a las que habrán violado- Ya… pero aún con todo ¿quién era yo para tomarme la venganza por mi mano?
-Me has salvado la vida... – Me destrozó oírla, ¿de verdad la había salvado? Yo pensé que había condenado su vida, que si lo ocurrido salía a la luz…sabía perfectamente lo que nos esperaba…no eran precisamente benevolentes con los asesinos. Moví los labios entre los suyos como pude, fue más que un beso una caricia. -Te llevaré a casa – Yo…yo la dejaría en su casa, pensaba atontado. -Todo saldrá bien... – Dios te oiga. La seguí sin darme cuenta de por dónde íbamos, estaba tan desorientado. Al parecer nos habíamos subido al carruaje, “¿Trastornado?” Absolutamente… Perdido entre la realidad y la ficción. Alma no se separaba de mi en ningún momento, y era de agradecer, pues más que nunca la necesitaba, de estar sólo no sé qué habría sido de mí, quizá me habría entregado a la policía, ¿debía hacerlo o era una locura si quiera pensarlo? Le di vueltas ese punto durante todo el trayecto. Jodidísimo, es poco. Como puede darte un vuelco la vida, sin darte una oportunidad de racionar. Me encontraba en un túnel infinito, lleno de recuerdos y vivencias, todo se emborronaba en sangre cuando quería pasar página. Lo más curioso es que no estaba soñando. Cuando logré algo más de lucidez, volví a la realidad, encontrándome sentado en una cama ¿cómo en una cama? “Estás en su casa…no como habrías deseado…pero lo estás.” Me acomodé un poco, con los ojos en otra parte, levanté la mano desesperado cuando vi que Alma me abandonaba, quise gritar, suspiré angustiado ¿por qué se habría ido? ¿Aún estaba despierto? No tenía fuerzas para seguirlas, me había anclado en aquella cama. Cerré los ojos, queriendo olvidarme de todo, los volví a abrir cuando sentí que me escocía la frente ¿estaba ardiendo en el infierno? Estaba mareado, y desvariando (como de costumbre).
-No te muevas... – ¿Cómo no me iba a mover? Odiaba el proceso de curación, habría deseado mil veces que me hubiese matado a pasar por esta tortura. ¡Oh! Pero si era Alma… y estaba conmigo después de todo, cuidándome…como nunca creí que la vería. –No me dejes, por favor.- La miré con los ojos llorosos. –No puedo soportarlo.- arrugué la frente abatido. Al querer sentarme en el colchón sentí tal punzada en el estomago que me volví a quedar tumbado, revolviéndome del dolor. Tragué saliva despacio. -¿Está mal confesar que no me arrepiento de lo que hice? ¿Está mal?- volví a repetir sin desviar los ojos de los suyos. -¿Está mal reconocer…que volvería a hacerlo las veces que hicieran falta solo por…ti?- alcé la mano pasando mi pulgar por sus rosadas mejillas, estaban aún húmedas. –Creí volverme loco cuando…cuando vi cómo te ultrajaban…No pude hacer nada ¡Dios!- fue la peor experiencia de mi vida. –No me tiembla el pulso cuando se trata de ti…- mi mano cayó inerte sobre su regazo. –Y ahora estás aquí…estamos aquí…- en cambio había dos personas que no volverían hoy a sus casas ¿Había algo que lamentar?
Quise alejar todo peligro de su lado… marcharme al hotel, quizá, pero recordé el dolor que sentí al incorporarme. No quería incomodarla quedándome allí, en semejante estado ¿qué pensaría la gente? ¡No te importa eso! ¿Y por qué ahora sí? ¡Porque estaba asustado! ¿Y quién no? Asustado por el rumbo que tomaría mi vida a partir de ese día, crucial. Desenvainé el cuchillo del pantalón dejándolo a tientas en la mesilla de noche. No quise decir nada más, sería una lamentación detrás de otra, y tampoco quería empeorar las cosas, además ella también había sufrido mi misma experiencia, ella también era una víctima. Abrí los brazos porque lo único que deseaba en ese momento era quedarme abrazo a ella, hasta ser descubierto.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Respiré con alivio cuando la sangre cesó. Taponé la herida con una venda, cubriéndole la parte superior de la cabeza para que no se soltase. Intenté hacerlo con delicadeza. Sólo faltaba que cayese desmayado por el mareo. Apoyé su cabeza con cuidado de nuevo sobre la almohada e inquirí en el resto de su cuerpo, sabiendo que alguna magulladura le quedaba –No me dejes, por favor.- me quedé mirándole con la boca abierta. Nunca antes vi a un hombre llorar. Me impactó –No puedo soportarlo.- tan pronto intentó incorporarse, se percató de que no iba a ser posible. No me dio tiempo a ayudarle a tumbarse. Prácticamente calló sobre el colchón, dolorido. Me llevé una mano al pecho asustada.
Recordé una vez más el incidente. Lo peor de todo; ese hombre sabría a quien culpar de la muerte de sus secuaces. Y no llamaría a la policía precisamente...
Odié el local, les odie a ellos, incluso me odié a mi misma, por dejar que ocurriese. Porque ahora todo era irreversible. De nuevo me vi envuelta en lágrimas, sin querer imaginarme que pensaría, al conocerme a fondo. Si se sentía sin fuerzas, el ser más rastrero del mundo porque, en el fondo, era una buena persona pese a su personalidad ¿Cómo se sentiría al saber quien era yo? ¿Cómo reaccionaría? La respuesta era simple y cruda. Ni siquiera lo pensé. No era la primera vez que le dejaba marchar. En realidad siempre lo hice por su bien. No podía cometer excepciones esta vez. Por mucho que nos desnudásemos aquella noche. Si iba a protegerle... que mejor forma que alejarle de mí.
-¿Está mal confesar que no me arrepiento de lo que hice? ¿Está mal?- claro que no mi amor... Su camisa estaba cubierta de sangre, pero desconocía de quien era -¿Está mal reconocer…que volvería a hacerlo las veces que hicieran falta solo por…ti?- maldición... agarré su mano cuando me acarició la mejilla, en un anhelo por querer sentirle durante más tiempo, junto a mí. Aunque fuese por última vez –Creí volverme loco cuando…cuando vi cómo te ultrajaban…No pude hacer nada ¡Dios!- yo creí morirme cuando le destrozaron contra el suelo. Cuando creí no volver a oír su voz –No me tiembla el pulso cuando se trata de ti…- solté la mano de inmediato. Y esta cayó sobre mi regazo. Me quedé mirándola en un estado de hipnotismo, hasta volver a oírle –Y ahora estás aquí…estamos aquí…- por poco tiempo... pensé.
Desabroché su camisa despacio, sin decir nada. Y dejé al descubierto su torso para comprobar que no estuviese herido. Por desgracia, tenía dos morados en los costados. Pasé los dedos por encima con delicadeza para no causarle más dolor. Y me incline para besarle cada centímetro de la piel dañada.
Luego me quité el vestido manchado y lo dejé caer sobre la moqueta. Me metí en la cama tumbándome pegada a él y pasé los dedos por su mandíbula mirándole con añoranza. Como si ya no estuviese allí conmigo.
-Nunca nadie hizo tal cosa por mí. Y te estaré eternamente agradecida - pegué el rostro junto al suyo con gesto de desesperación, convenciéndome de que no nos pertenecíamos -Es curioso... - recordé sus palabras -A ti no te tiembla el pulso y a mí sí - si hubiese tenido fuerzas, habría reído. Que sufriera, era lo único que me generaba pavor. Me odié por ser tan vulnerable. Pero no tenía sentido negar la evidencia -No quiero que te vayas nunca. Y... sin embargo, deberías marcharte para siempre- se que él no entendería mis palabras y que era cobarde hablarle sin conocimiento de su significado. Pero nunca me consideré valiente en ese sentido. Dicen que la gente que daña, es porque se siente inferior al resto. Desconocía que fuese cierto. Pero en aquel instante me sentí peor que una garrapata.
Deslicé las manos a lo largo de su cuerpo, deteniéndome en su antebrazo. Entrelacé las piernas entre las suyas y le besé una y otra vez en la mandíbula -¿Crees que eso es el...? - amor... dije mentalmente, sin ser capaz de pronunciarlo en alto. El corazón me latía deprisa, en un arrebato inesperado, por aprovechar el momento. Le abracé con fuerza, notando la calidez de su cuerpo. Su tacto... Y, de forma rastrera y egoísta, sin comerlo ni beberlo, pensé en opciones. Fugarnos del país... sobornar al propietario... librarnos del problema, para tenerle cerca siempre ¿Y dónde quedaban todos los contras? -Aunque parezca una broma de mal gusto; no lo es, si te digo que la noche ha cobrado sentido, desde el momento en que me sostuve entre tus brazos - ahora no podía pensar en los contras. Me nublaba la codicia. Porque era pura avaricia desearle con tanto fervor. Cuando la noche se fuese, todo se aclararía. Tomaría la elección más acertada. Si... eso pensé.
Recordé una vez más el incidente. Lo peor de todo; ese hombre sabría a quien culpar de la muerte de sus secuaces. Y no llamaría a la policía precisamente...
Odié el local, les odie a ellos, incluso me odié a mi misma, por dejar que ocurriese. Porque ahora todo era irreversible. De nuevo me vi envuelta en lágrimas, sin querer imaginarme que pensaría, al conocerme a fondo. Si se sentía sin fuerzas, el ser más rastrero del mundo porque, en el fondo, era una buena persona pese a su personalidad ¿Cómo se sentiría al saber quien era yo? ¿Cómo reaccionaría? La respuesta era simple y cruda. Ni siquiera lo pensé. No era la primera vez que le dejaba marchar. En realidad siempre lo hice por su bien. No podía cometer excepciones esta vez. Por mucho que nos desnudásemos aquella noche. Si iba a protegerle... que mejor forma que alejarle de mí.
-¿Está mal confesar que no me arrepiento de lo que hice? ¿Está mal?- claro que no mi amor... Su camisa estaba cubierta de sangre, pero desconocía de quien era -¿Está mal reconocer…que volvería a hacerlo las veces que hicieran falta solo por…ti?- maldición... agarré su mano cuando me acarició la mejilla, en un anhelo por querer sentirle durante más tiempo, junto a mí. Aunque fuese por última vez –Creí volverme loco cuando…cuando vi cómo te ultrajaban…No pude hacer nada ¡Dios!- yo creí morirme cuando le destrozaron contra el suelo. Cuando creí no volver a oír su voz –No me tiembla el pulso cuando se trata de ti…- solté la mano de inmediato. Y esta cayó sobre mi regazo. Me quedé mirándola en un estado de hipnotismo, hasta volver a oírle –Y ahora estás aquí…estamos aquí…- por poco tiempo... pensé.
Desabroché su camisa despacio, sin decir nada. Y dejé al descubierto su torso para comprobar que no estuviese herido. Por desgracia, tenía dos morados en los costados. Pasé los dedos por encima con delicadeza para no causarle más dolor. Y me incline para besarle cada centímetro de la piel dañada.
Luego me quité el vestido manchado y lo dejé caer sobre la moqueta. Me metí en la cama tumbándome pegada a él y pasé los dedos por su mandíbula mirándole con añoranza. Como si ya no estuviese allí conmigo.
-Nunca nadie hizo tal cosa por mí. Y te estaré eternamente agradecida - pegué el rostro junto al suyo con gesto de desesperación, convenciéndome de que no nos pertenecíamos -Es curioso... - recordé sus palabras -A ti no te tiembla el pulso y a mí sí - si hubiese tenido fuerzas, habría reído. Que sufriera, era lo único que me generaba pavor. Me odié por ser tan vulnerable. Pero no tenía sentido negar la evidencia -No quiero que te vayas nunca. Y... sin embargo, deberías marcharte para siempre- se que él no entendería mis palabras y que era cobarde hablarle sin conocimiento de su significado. Pero nunca me consideré valiente en ese sentido. Dicen que la gente que daña, es porque se siente inferior al resto. Desconocía que fuese cierto. Pero en aquel instante me sentí peor que una garrapata.
Deslicé las manos a lo largo de su cuerpo, deteniéndome en su antebrazo. Entrelacé las piernas entre las suyas y le besé una y otra vez en la mandíbula -¿Crees que eso es el...? - amor... dije mentalmente, sin ser capaz de pronunciarlo en alto. El corazón me latía deprisa, en un arrebato inesperado, por aprovechar el momento. Le abracé con fuerza, notando la calidez de su cuerpo. Su tacto... Y, de forma rastrera y egoísta, sin comerlo ni beberlo, pensé en opciones. Fugarnos del país... sobornar al propietario... librarnos del problema, para tenerle cerca siempre ¿Y dónde quedaban todos los contras? -Aunque parezca una broma de mal gusto; no lo es, si te digo que la noche ha cobrado sentido, desde el momento en que me sostuve entre tus brazos - ahora no podía pensar en los contras. Me nublaba la codicia. Porque era pura avaricia desearle con tanto fervor. Cuando la noche se fuese, todo se aclararía. Tomaría la elección más acertada. Si... eso pensé.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Creí estar cruzando a un mundo paralelo a éste. Porque todo se tornó distinto, quizá siempre lo fuera, y no fui capaz de verlo como en realidad era, por mi propio egoísmo. No me gustó la novedad, nunca me gustaron realmente los cambios drásticos, acostumbrado siempre a mi modo de vida, tan enfocado en mi persona. Cuán caprichoso puede ser este mundo, con sus subidas, y sus repentinas y estrepitosas bajadas. Horrible. Alma bridaba de besos mis heridas, todo era asquerosamente deprimente. Las palabras se habían quedado muy lejos de expresar lo que realmente sentía. Al girar la cabeza vi como se había quitado el vestido, recogí su cuerpo con desesperada devoción. Ni si quiera me atreví a mirarla directamente a los ojos, yo mismo tendría que pasar por aquello, y mejor sería que lo pasase sólo.
-Nunca nadie hizo tal cosa por mí. Y te estaré eternamente agradecida – Quizá ahora dijera eso, quién sabe lo que diría mañana, o dentro de un mes. Cerré los ojos protegiéndome a mí mismo, cuando su rostro apareció ante mí. -Es curioso... A ti no te tiembla el pulso y a mí sí – Ni fuerzas para sonreír por las dos partes. Era normal que a ella le temblara el pulso, ahora se daba cuenta de lo que había hecho, de lo que ambos habíamos hecho, Alma…Alma, Alma, repetí en mi cabeza como una triste plegaria. -No quiero que te vayas nunca. Y... sin embargo, deberías marcharte para siempre- Tenía razón, debía marcharme…para no volver, y quizá ella también tendría que hacerlo, cada uno por su lado, quién sabe. Sus caricias y el cariño que me trasmitía me confundían ¿Cómo habíamos llegado hasta aquí? Cuántas veces repetiré ésta pregunta a lo largo de mi vida. No negaré que me consolaba en cierta forma, y quise que el tiempo se detuviese ¡por una maldita vez! Dándome un respiro, mañana ya podría ser el fin del mundo, que éste momento nadie nos los quitaría…absolutamente nadie.
-¿Crees que eso es el...? – Rodeé su cuerpo con mis brazos, sin ejercer ninguna presión. Sin saber de qué me estaba hablando. La pregunta podría terminar de distintas maneras, según lo vieras. No estaba muy por la labor de sonsacárselo, no en ese momento. Cuando me abrazó con fuerza, no pude evitar la mueca de dolor en mis facciones, no se dio cuenta, si quiera. Escuchaba su corazón, habría pagado montañas de oro por sentirlo hasta que mis días llegaran a su fin.
-Aunque parezca una broma de mal gusto; no lo es,- ¿No?- si te digo que la noche ha cobrado sentido, desde el momento en que me sostuve entre tus brazos – Una de mis manos se perdió por sus cabellos, al darme cuenta de la profundidad de sus palabras. Besé su frente conteniendo las ganas de echar todo lo que se me había quedado dentro, no llores Tristán, no llores. ¿De qué otra forma podría desahogarme? Suspiré entrecortadamente. No conseguí decir nada, quizá los silencios fueran mucho más confortantes que las mismas palabras. Sé que de haber abierto la boca…habría dicho algo, de lo que quizá después me arrepintiese. Sé que tenía esas dos palabras en la punta de la lengua, temí decirlas, las temí hasta cansarme. Tenía la cabeza demasiado sobresaturada, y no quería que aquello saliese movido por algo externo a mí, o por la presión del momento. Era el momento de cerrar los ojos y descansar, retomar las fuerzas, pues respiraba bajo mínimos. Es curioso que la primera noche que pasase en su casa, nos quedásemos dormidos, resguardándonos de nosotros mismos. Decepcionante para muchos, pero para mí significó mucho más que el mero hecho de acostarme con ella, ya que en ese instante supe que los pequeños momentos en la vida eran mucho más significativos, que noches infatigables de sexo desenfrenado. No hizo falta decir más, estaba demasiado agotado, caí en un profundo sueño, impreciso y borroso.
A la mañana siguiente me desperté sobresaltado, no me había movido en toda la noche, y aún tenía en mis brazos el cuerpo de mi... de…Alma. Nada fue un sueño. Intenté revolverme un poco, soltándome de su lazo, lo conseguí con gran esfuerzo, me dolía todo, me quedé sentado en el borde de la cama, las manos sostenían mi cabeza, me pesaba, al mirar al suelo vi el vestido ensangrentado de Alma, y la realidad se vino encima; me levanté para ir al baño, allí hice lo que tenía que hacer, y aparte me lavé la cara, no tuve el valor de mirarme en el espejo, ni de lejos. Volví a la cama despacio, y volví quedar bajo las sabanas, deseaba mecer su cuerpo entre mis brazos, y eso hice. Su rostro dormido era lo más bello que había visto en mi vida, y he visto muchas cosas, y muchas mujeres, quizá estaba influido…por otro condicionante que no diré, porque aún no lo había aceptado. Pasé uno de mis brazos por su cintura, y dejé mi frente pegada a la suya, esperaría a que se despertase, quizá fuera la última vez que nos viéramos. No, eso no puede ser verdad… De nuevo con esa sensación de vacío asfixiante.
-Nunca nadie hizo tal cosa por mí. Y te estaré eternamente agradecida – Quizá ahora dijera eso, quién sabe lo que diría mañana, o dentro de un mes. Cerré los ojos protegiéndome a mí mismo, cuando su rostro apareció ante mí. -Es curioso... A ti no te tiembla el pulso y a mí sí – Ni fuerzas para sonreír por las dos partes. Era normal que a ella le temblara el pulso, ahora se daba cuenta de lo que había hecho, de lo que ambos habíamos hecho, Alma…Alma, Alma, repetí en mi cabeza como una triste plegaria. -No quiero que te vayas nunca. Y... sin embargo, deberías marcharte para siempre- Tenía razón, debía marcharme…para no volver, y quizá ella también tendría que hacerlo, cada uno por su lado, quién sabe. Sus caricias y el cariño que me trasmitía me confundían ¿Cómo habíamos llegado hasta aquí? Cuántas veces repetiré ésta pregunta a lo largo de mi vida. No negaré que me consolaba en cierta forma, y quise que el tiempo se detuviese ¡por una maldita vez! Dándome un respiro, mañana ya podría ser el fin del mundo, que éste momento nadie nos los quitaría…absolutamente nadie.
-¿Crees que eso es el...? – Rodeé su cuerpo con mis brazos, sin ejercer ninguna presión. Sin saber de qué me estaba hablando. La pregunta podría terminar de distintas maneras, según lo vieras. No estaba muy por la labor de sonsacárselo, no en ese momento. Cuando me abrazó con fuerza, no pude evitar la mueca de dolor en mis facciones, no se dio cuenta, si quiera. Escuchaba su corazón, habría pagado montañas de oro por sentirlo hasta que mis días llegaran a su fin.
-Aunque parezca una broma de mal gusto; no lo es,- ¿No?- si te digo que la noche ha cobrado sentido, desde el momento en que me sostuve entre tus brazos – Una de mis manos se perdió por sus cabellos, al darme cuenta de la profundidad de sus palabras. Besé su frente conteniendo las ganas de echar todo lo que se me había quedado dentro, no llores Tristán, no llores. ¿De qué otra forma podría desahogarme? Suspiré entrecortadamente. No conseguí decir nada, quizá los silencios fueran mucho más confortantes que las mismas palabras. Sé que de haber abierto la boca…habría dicho algo, de lo que quizá después me arrepintiese. Sé que tenía esas dos palabras en la punta de la lengua, temí decirlas, las temí hasta cansarme. Tenía la cabeza demasiado sobresaturada, y no quería que aquello saliese movido por algo externo a mí, o por la presión del momento. Era el momento de cerrar los ojos y descansar, retomar las fuerzas, pues respiraba bajo mínimos. Es curioso que la primera noche que pasase en su casa, nos quedásemos dormidos, resguardándonos de nosotros mismos. Decepcionante para muchos, pero para mí significó mucho más que el mero hecho de acostarme con ella, ya que en ese instante supe que los pequeños momentos en la vida eran mucho más significativos, que noches infatigables de sexo desenfrenado. No hizo falta decir más, estaba demasiado agotado, caí en un profundo sueño, impreciso y borroso.
A la mañana siguiente me desperté sobresaltado, no me había movido en toda la noche, y aún tenía en mis brazos el cuerpo de mi... de…Alma. Nada fue un sueño. Intenté revolverme un poco, soltándome de su lazo, lo conseguí con gran esfuerzo, me dolía todo, me quedé sentado en el borde de la cama, las manos sostenían mi cabeza, me pesaba, al mirar al suelo vi el vestido ensangrentado de Alma, y la realidad se vino encima; me levanté para ir al baño, allí hice lo que tenía que hacer, y aparte me lavé la cara, no tuve el valor de mirarme en el espejo, ni de lejos. Volví a la cama despacio, y volví quedar bajo las sabanas, deseaba mecer su cuerpo entre mis brazos, y eso hice. Su rostro dormido era lo más bello que había visto en mi vida, y he visto muchas cosas, y muchas mujeres, quizá estaba influido…por otro condicionante que no diré, porque aún no lo había aceptado. Pasé uno de mis brazos por su cintura, y dejé mi frente pegada a la suya, esperaría a que se despertase, quizá fuera la última vez que nos viéramos. No, eso no puede ser verdad… De nuevo con esa sensación de vacío asfixiante.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Igual que el gato que ronronea cuando le hacen una carantoña, cerré los ojos reconfortada por sus caricias. No dijo nada. Sólo besó mi frente, calentándola con sus carnosos labios. Esos que tantos suspiros habían conseguido arrancarme, a lo largo del tiempo. Intenté que se tranquilizara, acariciando su abdomen afectuosamente, porque su forma de respirar no me estaba gustando nada. No hizo falta que hablase. Suficiente era que aún permaneciese allí. Le vi cerrar los ojos, muerto de cansancio. Y me encontré sola de nuevo, inundada por el silencio de la habitación.
Pestañeé, intentado que no se me cerrasen los ojos y cerciorándome de que aún me sujetaba con el brazo. No quise que se hiciese de día, porque tendría que hacer frente a todo lo que dije. ¿Como podía reírme de la muerte y sin embargo, temer sentir algo más profundo por él? Era ridículo o yo era ridícula, pero ambas cosas estaban desbordadas. Mis párpados caían lentamente, sabiendo que no podría aguantar despierta durante más tiempo. Y si mañana al despertarme, todo era distinto. Y si yo no volvía a ser la misma con él. Nunca pretendí atarle, no era mi estilo. Ni tampoco quería que cambiase su forma de comportarse conmigo. Y me convencí de que nunca ocurriría. De que se marcharía por la mañana, mientras yo dormía y de que desaparecería para siempre. O si no, tendría que ser yo la que lo hiciese. Y sin poder soportar más, me quedé profundamente dormida.
Sabía que era de día, porque la luz matinal me despertó recordándome todo lo que había pasado. Era inevitable, la cabeza me dolía horrores, pidiéndome a gritos que dejase de beber. Menuda resaca...
Tenía algo pegado a la frente. Era Tristán ¿Estaba dormido? ¿Qué hacia aún allí? Alejé el rostro para mirarle los ojos. Para comprobar si estaban cerrados. Pero estaba consciente, dándose cuenta de mi ligera retirada. Me quedé mirándole, sin saber que decirle. Mi respiración se agitó sin avisarme siquiera, mientras recorría su rostro observándole con detenimiento. Desde la frente, bajando hasta sus cejas y sus ojos. Incluso las sienes, los pómulos, la nariz... siempre perfectamente afeitado. Me quedé absorta, como atrapada en sus labios, sin llegar nunca a alcanzar la barbilla -Ahora es cuando te vas - dije sin inmutarme. Parecía una frase hecha manida y sin sentido para mí. Pero tenía que hacer algo. No quería causarle más desbarajustes y desatinos -Quizás no debimos conocernos nunca - murmuré con pesar, contando las líneas de su boca. Intenté contener el llanto y coger aliento para ser lo más convincente posible. Necesitaba hablarle con seriedad y sangre fría. Si no, no podría -Coge el primer barco que salga a primera hora de la mañana, vaya a donde vaya. Y ocúltate unos meses si tan aterrado estás. Pero te aseguro que no hará falta. Yo me ocuparé de todo. Y tu vida nunca se verá afectada por este incidente. Tampoco por mí, te lo prometo - besé sus labios sin poder resistirme, con rapidez. Como si temiera que alguien me viese hacerlo y me levanté de la cama para ponerme una bata. En realidad, no tenía frío, pero no quería ver como se marchaba. Prefería darle la espalda mientras se vestía. Así todo sería menos doloroso. O de eso intenté convencerme.
Pestañeé, intentado que no se me cerrasen los ojos y cerciorándome de que aún me sujetaba con el brazo. No quise que se hiciese de día, porque tendría que hacer frente a todo lo que dije. ¿Como podía reírme de la muerte y sin embargo, temer sentir algo más profundo por él? Era ridículo o yo era ridícula, pero ambas cosas estaban desbordadas. Mis párpados caían lentamente, sabiendo que no podría aguantar despierta durante más tiempo. Y si mañana al despertarme, todo era distinto. Y si yo no volvía a ser la misma con él. Nunca pretendí atarle, no era mi estilo. Ni tampoco quería que cambiase su forma de comportarse conmigo. Y me convencí de que nunca ocurriría. De que se marcharía por la mañana, mientras yo dormía y de que desaparecería para siempre. O si no, tendría que ser yo la que lo hiciese. Y sin poder soportar más, me quedé profundamente dormida.
Sabía que era de día, porque la luz matinal me despertó recordándome todo lo que había pasado. Era inevitable, la cabeza me dolía horrores, pidiéndome a gritos que dejase de beber. Menuda resaca...
Tenía algo pegado a la frente. Era Tristán ¿Estaba dormido? ¿Qué hacia aún allí? Alejé el rostro para mirarle los ojos. Para comprobar si estaban cerrados. Pero estaba consciente, dándose cuenta de mi ligera retirada. Me quedé mirándole, sin saber que decirle. Mi respiración se agitó sin avisarme siquiera, mientras recorría su rostro observándole con detenimiento. Desde la frente, bajando hasta sus cejas y sus ojos. Incluso las sienes, los pómulos, la nariz... siempre perfectamente afeitado. Me quedé absorta, como atrapada en sus labios, sin llegar nunca a alcanzar la barbilla -Ahora es cuando te vas - dije sin inmutarme. Parecía una frase hecha manida y sin sentido para mí. Pero tenía que hacer algo. No quería causarle más desbarajustes y desatinos -Quizás no debimos conocernos nunca - murmuré con pesar, contando las líneas de su boca. Intenté contener el llanto y coger aliento para ser lo más convincente posible. Necesitaba hablarle con seriedad y sangre fría. Si no, no podría -Coge el primer barco que salga a primera hora de la mañana, vaya a donde vaya. Y ocúltate unos meses si tan aterrado estás. Pero te aseguro que no hará falta. Yo me ocuparé de todo. Y tu vida nunca se verá afectada por este incidente. Tampoco por mí, te lo prometo - besé sus labios sin poder resistirme, con rapidez. Como si temiera que alguien me viese hacerlo y me levanté de la cama para ponerme una bata. En realidad, no tenía frío, pero no quería ver como se marchaba. Prefería darle la espalda mientras se vestía. Así todo sería menos doloroso. O de eso intenté convencerme.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Y se despertó… ¿Por qué no habría seguido durmiendo? ¿Por qué no fingí estarlo? “Cobarde.” Me quedé cautivo del silencio, sin desviar los ojos de los suyos, aunque éstos correteaban por mi rostro, y fue en ese mismo momento, cuando sin ninguna compasión pronunció las palabras mágicas. Y sabía que desde lo más profundo de mí ser quería que las dijera, -Ahora es cuando te vas – pero no por ello dejaba de doler. Esas palabras me abrieron los ojos, se me clavaron hasta hacerme sangrar ¡las muy putas! Me indigné conmigo mismo. -Quizás no debimos conocernos nunca – “Vale, ya está, no digas más.”
-Coge el primer barco que salga a primera hora de la mañana, vaya a donde vaya. Y ocúltate unos meses si tan aterrado estás. Pero te aseguro que no hará falta. Yo me ocuparé de todo. Y tu vida nunca se verá afectada por este incidente. Tampoco por mí, te lo prometo – No correspondí su beso fugitivo, no, permanecí estoico, tropecientos pensamientos me asaltaron de pronto. De primeras yo mismo sabría qué era lo mejor para mí, ¡¿si tan aterrado estaba?! Lo que hay que oír. Me estaba descomponiendo sólo al quedar de nuevo sentado, sin mirar nada en concreto. ¿Por qué quería encargase de todo esto sola? Me abroché la camisa, qué agrio, por Dios. Me levanté de la cama terminándome de vestir, escondí las manchas de sangre de la camisa con la cazadora. Bien podría haberme ido justo cuando desperté, pero no lo hice ¿me arrepentía? No. ¿Me habría gustado escuchar algo distinto? Sí. ¿Pero sabías que esto pasaría? Claro. Quizá pareciera estúpido, pero quería estirar el tiempo que fuera posible, para estar con ella. Estiré, y estiré que al final se rompió, saltándome en la cara. Ella, quedaba de espaldas en el otro lado de la habitación. No quería ni verme.
– Esto es una despedida.- comencé a decir, altamente amargado, mientras me iba acercando a la puerta. –Sí, estoy seguro que eres lo suficientemente fuerte como para encargarte de todo por ti misma.- En mi caso no sabía cómo sería mi vida a partir de ahí, lo tendría que ir averiguando.- Siempre sola ¿no es así?- recordé sus palabras. –Tomaré tu ejemplo. No te preocupes.- agaché la cabeza tomando aire, ella no podía verme así que…-Dejaré de saber de ti, como tú de mí.- De eso se trataba ¿no? De protegernos. –Alma…- miré a todos lados, lo estaba volviendo todo muy difícil. –Mi vida ya no tiene arreglo.- “desde que te conocí.” Corregí mis pasos, aproximándome donde ella estaba, quedándome a un paso de su cuerpo. – Esa promesa no se sostiene.- Odio esa promesa. –Bueno, ya da igual.- No diría nada más… ¿no debía que marcharme?- Cuídate mucho.- Ya que yo no podría hacerlo. Aunque velaría por ella, como fuera. Hice el intento de tocarla, pero simplemente no lo hice, mi mano cayó sin más. No quería que aquello pareciera una súplica. Me di la vuelta, con el rumbo fijo, y comencé a girar el pomo de la puerta, qué lento me volví de repente. – Y qué ocurría…si te dijera…que- murmuré inseguro. “no, no digas tonterías.” -te quiero.- La urgencia se apoderó de mí, la abrí. –Perdóname.- crucé el umbral, cerrando la puerta a mi paso. No sabía lo que decía, no sabía lo que decía…y aún así ya estaba dicho…bueno qué importa, ya no nos vamos a ver más…la olvidaré…la olvidaré…y como quien oye llover. Bajé las escaleras topándome de bruces con un hombre, no sé quién...o sí, le miré confuso, y salí por la puerta, tenía que ir al hotel…y hacer el equipaje...sí, eso, rápido.
-Coge el primer barco que salga a primera hora de la mañana, vaya a donde vaya. Y ocúltate unos meses si tan aterrado estás. Pero te aseguro que no hará falta. Yo me ocuparé de todo. Y tu vida nunca se verá afectada por este incidente. Tampoco por mí, te lo prometo – No correspondí su beso fugitivo, no, permanecí estoico, tropecientos pensamientos me asaltaron de pronto. De primeras yo mismo sabría qué era lo mejor para mí, ¡¿si tan aterrado estaba?! Lo que hay que oír. Me estaba descomponiendo sólo al quedar de nuevo sentado, sin mirar nada en concreto. ¿Por qué quería encargase de todo esto sola? Me abroché la camisa, qué agrio, por Dios. Me levanté de la cama terminándome de vestir, escondí las manchas de sangre de la camisa con la cazadora. Bien podría haberme ido justo cuando desperté, pero no lo hice ¿me arrepentía? No. ¿Me habría gustado escuchar algo distinto? Sí. ¿Pero sabías que esto pasaría? Claro. Quizá pareciera estúpido, pero quería estirar el tiempo que fuera posible, para estar con ella. Estiré, y estiré que al final se rompió, saltándome en la cara. Ella, quedaba de espaldas en el otro lado de la habitación. No quería ni verme.
– Esto es una despedida.- comencé a decir, altamente amargado, mientras me iba acercando a la puerta. –Sí, estoy seguro que eres lo suficientemente fuerte como para encargarte de todo por ti misma.- En mi caso no sabía cómo sería mi vida a partir de ahí, lo tendría que ir averiguando.- Siempre sola ¿no es así?- recordé sus palabras. –Tomaré tu ejemplo. No te preocupes.- agaché la cabeza tomando aire, ella no podía verme así que…-Dejaré de saber de ti, como tú de mí.- De eso se trataba ¿no? De protegernos. –Alma…- miré a todos lados, lo estaba volviendo todo muy difícil. –Mi vida ya no tiene arreglo.- “desde que te conocí.” Corregí mis pasos, aproximándome donde ella estaba, quedándome a un paso de su cuerpo. – Esa promesa no se sostiene.- Odio esa promesa. –Bueno, ya da igual.- No diría nada más… ¿no debía que marcharme?- Cuídate mucho.- Ya que yo no podría hacerlo. Aunque velaría por ella, como fuera. Hice el intento de tocarla, pero simplemente no lo hice, mi mano cayó sin más. No quería que aquello pareciera una súplica. Me di la vuelta, con el rumbo fijo, y comencé a girar el pomo de la puerta, qué lento me volví de repente. – Y qué ocurría…si te dijera…que- murmuré inseguro. “no, no digas tonterías.” -te quiero.- La urgencia se apoderó de mí, la abrí. –Perdóname.- crucé el umbral, cerrando la puerta a mi paso. No sabía lo que decía, no sabía lo que decía…y aún así ya estaba dicho…bueno qué importa, ya no nos vamos a ver más…la olvidaré…la olvidaré…y como quien oye llover. Bajé las escaleras topándome de bruces con un hombre, no sé quién...o sí, le miré confuso, y salí por la puerta, tenía que ir al hotel…y hacer el equipaje...sí, eso, rápido.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Los muelles de la cama resonaron, anticipándome su marcha inminente. Los botones de la prenda ya estaban abrochados y aun así, seguí sosteniéndolos como si no lo estuviesen.
–Esto es una despedida.- le escuché decir. Giré el rostro de perfil, sin llegar a mirarle. Preferí perder la vista en la ventana, para no echarme a llorar. Hacía sol y sentía la habitación oscura, empequeñeciéndose tan rápido, que creí notarle justo a mi lado. O quizás fuese un deseo incondicional y así ignorar su cuerpo junto a la puerta. –Sí, estoy seguro que eres lo suficientemente fuerte como para encargarte de todo por ti misma.- su voz sonó extrañamente ruda mezclado con tintes de amargura -Siempre sola ¿no es así?- ¿Por qué estiraba tanto el momento? Lo único que conseguía, era abrir más la herida, hundiendo el dedo con vehemencia –Tomaré tu ejemplo. No te preocupes.- yo nunca quise eso... que yo tuviese que permanecer aislada eternamente, nunca quiso decir que él también pasase por lo mismo. Seguro que encontraría a la mujer adecuada. Tenía labia suficiente para hacerlo -Dejaré de saber de ti, como tú de mí.- no lo digas más veces... apreté la mandíbula con fuerza, aguantando la congoja, hiriéndome a mi misma por la presión ¿Lo último que deseaba? que me viese llorar en ese momento. Alcé el brazo a la altura de mi cara, fingiendo colocarme la manga. En realidad estaba secando mis lágrimas –Alma…- Noté algo diferente en su voz. Alcé una ceja ¿Qué pretendía ahora? –Mi vida ya no tiene arreglo.- bien lo sabía... – Esa promesa no se sostiene.- Si... la habitación menguaba, porque escuché su voz justo en mi espalda, el aire golpeó mis hombros, cálido; atravesando la tela. Pero no fue en lo único que penetró –Bueno, ya da igual.- suspiré cerrando los ojos ¿Cuándo terminaría este suplicio? - Cuídate mucho.- lo mismo digo, bandido...
Empecé a recoger mi cabello con ayuda de unas horquillas, sin dejar de mirar la cómoda bajo ninguna circunstancia. Sus pasos volvieron a retroceder. La puerta abierta. Vete ya...
– Y qué ocurría…si te dijera…que- mi corazón sintió un pinchazo... -te quiero.- ...creyendo desvanecerme sobre el suelo por el impacto. No era posible escuchar tales palabras. Esa frase no salio de él. No podía salir de él ¿Por qué me hacía esto? –Perdóname.- imposible, eso nunca. Jamás le perdonaría por ello. Cerró la puerta. Yo dejé caer las manos sobre la mesa, respirando por la boca. Los ojos desorbitados. Y sin quererlo hice... lo más estúpido que creí hacer nunca. El peor error cometido. Me fustigaría por ello, tirándome de los pelos, golpeándome contra las paredes e insultándome frente al espejo.
Bajé las escaleras a trompicones, pisando mal el último escalón. Caí contra una cómoda sujetándome para no tocar el suelo. Pude ver su silueta, a través de las vidrieras de la puerta de entrada. Sujete el pomo... y nada más. Me quedé mirándolo sin llegar a girarlo ¿Qué pretendía? Decirle que le quería... siendo egoísta, como siempre y condenándome a mi misma y sentenciándole a él y destruyendo mi vida y aniquilando la suya y ultrajando mis principios y mostrándole mis fragilidades... Porque flaqueaba por su culpa y me odiaba por la amargura, de no volver a tenerle cerca, de odiarle y quererle al mismo tiempo, sin un mínimo segundo de alivio ¿Haría tal cosa?
Abrí la puerta. Salí corriendo. Joder... encima en bata. Le busqué sin demora, pero no le vi ¿Dónde estaba? miré a mi alrededor desesperada -Tristán - susurré ahogada, detenida en medio de la calle -¡Tristán! - grité, desgarrándome la garganta. Miles de sensaciones desfilaron dentro de mí, sin llegar a ser consciente de cual era mi estado. Estaba desgañitándome, alzando su nombre sin pudores ni recatos. Me daba igual que la gente me viese, sólo quería decirle que... Entonces le vi. Y me quedé helada sin poder dar un paso. Moví la cabeza, impulsándome por la fuerza de esta, para dar el gran salto. Estúpida, estúpida, estúpida... eso es lo que eres...
–Esto es una despedida.- le escuché decir. Giré el rostro de perfil, sin llegar a mirarle. Preferí perder la vista en la ventana, para no echarme a llorar. Hacía sol y sentía la habitación oscura, empequeñeciéndose tan rápido, que creí notarle justo a mi lado. O quizás fuese un deseo incondicional y así ignorar su cuerpo junto a la puerta. –Sí, estoy seguro que eres lo suficientemente fuerte como para encargarte de todo por ti misma.- su voz sonó extrañamente ruda mezclado con tintes de amargura -Siempre sola ¿no es así?- ¿Por qué estiraba tanto el momento? Lo único que conseguía, era abrir más la herida, hundiendo el dedo con vehemencia –Tomaré tu ejemplo. No te preocupes.- yo nunca quise eso... que yo tuviese que permanecer aislada eternamente, nunca quiso decir que él también pasase por lo mismo. Seguro que encontraría a la mujer adecuada. Tenía labia suficiente para hacerlo -Dejaré de saber de ti, como tú de mí.- no lo digas más veces... apreté la mandíbula con fuerza, aguantando la congoja, hiriéndome a mi misma por la presión ¿Lo último que deseaba? que me viese llorar en ese momento. Alcé el brazo a la altura de mi cara, fingiendo colocarme la manga. En realidad estaba secando mis lágrimas –Alma…- Noté algo diferente en su voz. Alcé una ceja ¿Qué pretendía ahora? –Mi vida ya no tiene arreglo.- bien lo sabía... – Esa promesa no se sostiene.- Si... la habitación menguaba, porque escuché su voz justo en mi espalda, el aire golpeó mis hombros, cálido; atravesando la tela. Pero no fue en lo único que penetró –Bueno, ya da igual.- suspiré cerrando los ojos ¿Cuándo terminaría este suplicio? - Cuídate mucho.- lo mismo digo, bandido...
Empecé a recoger mi cabello con ayuda de unas horquillas, sin dejar de mirar la cómoda bajo ninguna circunstancia. Sus pasos volvieron a retroceder. La puerta abierta. Vete ya...
– Y qué ocurría…si te dijera…que- mi corazón sintió un pinchazo... -te quiero.- ...creyendo desvanecerme sobre el suelo por el impacto. No era posible escuchar tales palabras. Esa frase no salio de él. No podía salir de él ¿Por qué me hacía esto? –Perdóname.- imposible, eso nunca. Jamás le perdonaría por ello. Cerró la puerta. Yo dejé caer las manos sobre la mesa, respirando por la boca. Los ojos desorbitados. Y sin quererlo hice... lo más estúpido que creí hacer nunca. El peor error cometido. Me fustigaría por ello, tirándome de los pelos, golpeándome contra las paredes e insultándome frente al espejo.
Bajé las escaleras a trompicones, pisando mal el último escalón. Caí contra una cómoda sujetándome para no tocar el suelo. Pude ver su silueta, a través de las vidrieras de la puerta de entrada. Sujete el pomo... y nada más. Me quedé mirándolo sin llegar a girarlo ¿Qué pretendía? Decirle que le quería... siendo egoísta, como siempre y condenándome a mi misma y sentenciándole a él y destruyendo mi vida y aniquilando la suya y ultrajando mis principios y mostrándole mis fragilidades... Porque flaqueaba por su culpa y me odiaba por la amargura, de no volver a tenerle cerca, de odiarle y quererle al mismo tiempo, sin un mínimo segundo de alivio ¿Haría tal cosa?
Abrí la puerta. Salí corriendo. Joder... encima en bata. Le busqué sin demora, pero no le vi ¿Dónde estaba? miré a mi alrededor desesperada -Tristán - susurré ahogada, detenida en medio de la calle -¡Tristán! - grité, desgarrándome la garganta. Miles de sensaciones desfilaron dentro de mí, sin llegar a ser consciente de cual era mi estado. Estaba desgañitándome, alzando su nombre sin pudores ni recatos. Me daba igual que la gente me viese, sólo quería decirle que... Entonces le vi. Y me quedé helada sin poder dar un paso. Moví la cabeza, impulsándome por la fuerza de esta, para dar el gran salto. Estúpida, estúpida, estúpida... eso es lo que eres...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Comencé a buscar nervioso la pitillera; no podía creerme lo que acababa de pasarme hace unos segundos, es que era de locos, nada improvisado. Nunca me consideré alguien que se calla las cosas, y no me iría a la tumba tranquilo si no lo soltaba; Además estaba paranoico perdido, porque al levantar la vista del suelo y ver el rostro de los transeúntes estaba seguro de que sabían lo que había hecho la noche anterior, en mi cabeza me señalaban con el dedo, gritando ¡criminal, criminal! Horrible. Deseaba encerrarme en algún lugar y no salir hasta que pasase un tiempo, creí estar perdiendo el norte. Quedaba un trecho hasta el hotel, qué duro se me estaba haciendo.
Las voces de mi cabeza se hicieron más nítidas todavía. -¡Tristán! –Sí, ese era yo…o quizá no. Me pasé la mano por la cabeza, qué fatiga. Cuando volví a escuchar mi nombre, me detuve, girándome un poco sobre mí mismo. Recorrí toda la acera con los ojos hasta llegar a una visión de mi subconsciente, o eso creí en un principio. Entrecerré los ojos enfocando la figura que quedaba en medio de la calle. ¿Alma? Imposible. Se me disparó el pulso, apreté el paso en su dirección, hasta darme cuenta de que estaba corriendo, sin importarme absolutamente nada. Ella también se aproximaba hacia mí, era ella, seguro, se había vuelto loca, tanto como yo. Como si dos trenes colisionaran en la misma vía, mis brazos la levantaron por los aires, estrechándola contra mí cuerpo, creí caerme hacia atrás, pero conseguí estabilizarme. Busqué sus labios con necesidad, fácilmente di con ellos, poco a poco fui dejándola en el suelo, sin dejar de besarla en ningún momento. Me había enamorado de ella, como un idiota, pero me daba igual. Empecé a asumirlo. Separé mis labios de los suyos, para mirarla, era increíble. Había cubierto su cuerpo con mis brazos para que nada pudiera insinuarse atreves de la bata, ella era mía. ¿Cómo había tenido el valor de salir así a buscarme?
–Estás loca, cariño.-¿cariño? Volví a besarla, con inusitada fuerza en mis movimientos, me la iba a comer allí mismo. Fui caminando poco a poco, hasta quedar pegados a la verja de su casa.
-¿A qué se debe esto?- deslicé mis manos por su espalda, mientras la obligaba a subir los escalones de la entrada. –Me ha gustado ese beso de despedida, mucho la verdad.- porque era eso ¿no? La puerta de su casa había quedado abierta de par en par. Tenía que ocultarla de las miradas indiscretas. Junté mis manos con las suyas, volviendo a recobrar el aire. –Odio tener que irme…odio dejarlo todo así, y tengo miedo a perderte.- agaché la cabeza pesaroso. Nada iba a ser bonito, estaba claro. Porque nunca presté atención a los cuentos de hadas que mi madre le leía a mi hermana pequeña, hace años ya. Porque hay cosas que no pueden ser. –Dime que me vaya y me iré.- cerré los ojos, aguantando la embestidas del desastre natural que me estaba destrozando en ese mismo instante. –Haré lo que me digas.
Las voces de mi cabeza se hicieron más nítidas todavía. -¡Tristán! –Sí, ese era yo…o quizá no. Me pasé la mano por la cabeza, qué fatiga. Cuando volví a escuchar mi nombre, me detuve, girándome un poco sobre mí mismo. Recorrí toda la acera con los ojos hasta llegar a una visión de mi subconsciente, o eso creí en un principio. Entrecerré los ojos enfocando la figura que quedaba en medio de la calle. ¿Alma? Imposible. Se me disparó el pulso, apreté el paso en su dirección, hasta darme cuenta de que estaba corriendo, sin importarme absolutamente nada. Ella también se aproximaba hacia mí, era ella, seguro, se había vuelto loca, tanto como yo. Como si dos trenes colisionaran en la misma vía, mis brazos la levantaron por los aires, estrechándola contra mí cuerpo, creí caerme hacia atrás, pero conseguí estabilizarme. Busqué sus labios con necesidad, fácilmente di con ellos, poco a poco fui dejándola en el suelo, sin dejar de besarla en ningún momento. Me había enamorado de ella, como un idiota, pero me daba igual. Empecé a asumirlo. Separé mis labios de los suyos, para mirarla, era increíble. Había cubierto su cuerpo con mis brazos para que nada pudiera insinuarse atreves de la bata, ella era mía. ¿Cómo había tenido el valor de salir así a buscarme?
–Estás loca, cariño.-¿cariño? Volví a besarla, con inusitada fuerza en mis movimientos, me la iba a comer allí mismo. Fui caminando poco a poco, hasta quedar pegados a la verja de su casa.
-¿A qué se debe esto?- deslicé mis manos por su espalda, mientras la obligaba a subir los escalones de la entrada. –Me ha gustado ese beso de despedida, mucho la verdad.- porque era eso ¿no? La puerta de su casa había quedado abierta de par en par. Tenía que ocultarla de las miradas indiscretas. Junté mis manos con las suyas, volviendo a recobrar el aire. –Odio tener que irme…odio dejarlo todo así, y tengo miedo a perderte.- agaché la cabeza pesaroso. Nada iba a ser bonito, estaba claro. Porque nunca presté atención a los cuentos de hadas que mi madre le leía a mi hermana pequeña, hace años ya. Porque hay cosas que no pueden ser. –Dime que me vaya y me iré.- cerré los ojos, aguantando la embestidas del desastre natural que me estaba destrozando en ese mismo instante. –Haré lo que me digas.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Creí desencajarme las rodillas, si corría más rápido. Pero... es que... ¡No podía parar! Me acercaba a él. O él se acercaba a mí, no lo se. Pero me vi inmersa en la locura sin ser consciente de lo que supondría, en un después. Choqué contra su pecho, agarrándome con fuerza. Sus brazos incandescentes, magníficos... me rodearon. Creí tocar las nubes por el impulso. Llegar a otra dimensión, ascendiendo por encima de la tierra, traspasando cada capa de ella, cuando nos fundimos en un beso calcinador. Todo fuego. Mis pies tocaron el suelo sin abandonar sus labios. Le abracé tan fuerte que creí romperle en mil pedazos. Perdí las manos de vista, recorriendo cada parte de su cuerpo. No quise pasar ninguna por alto –Estás loca, cariño.- Nunca nadie se dirigió a mí, con tal apelativo. Respiré con impedimentos. Me deshice en cada beso. Me vas a destrozar... -¿A qué se debe esto?- Ni me di cuenta de que estábamos en la entrada de mi morada. Le seguí subiendo las escaleras y apoyé el rostro contra el suyo, presa de las caricias que conseguían dejarme extasiada –Me ha gustado ese beso de despedida, mucho la verdad.- De despedida... Eso debía ser. Entrelazó sus manos a las mías. Yo las recibí gustosa. Pero era incapaz de separarme de él –Odio tener que irme…odio dejarlo todo así, y tengo miedo a perderte.- yo me pierdo si tú desapareces –Dime que me vaya y me iré.- por primera vez le miré, sabiendo lo que tenía que hacer –Haré lo que me digas. - y sin ninguna explicación, me escurrí hasta la pared, sin soltar sus manos para que me siguiese. Y sin ninguna explicación, puse una de ellas sobre el muro y la otra, sobre una de mis piernas. Y sin explicaciones, llevé las mías hasta su torso. Aquella escena era familiar. Una recreación absoluta del momento en el que, mi vida se vio interrumpida por su aparición.
-La primera vez que te vi, - me costaba hablar, respirando con dificultad. Pero debía seguir, aunque terminase ahogada -supe que sería diferente. - nunca me comporté igual con nadie -Eras tan inusual, mezquino, listo - Sí, muy listo. Porque nunca le engañé -Y siempre ganabas, siempre... y masacrabas mis intentos, impidiéndome quedar por encima. Siempre pequeña e indefensa. Siempre idiota - no podía pedirle que se quedase. Pero si podía permitirme decirle lo mucho que le necesitaba -Y nunca huiste de mí. Y te odiaba por ello. Es difícil combatir contra un hombre incapaz de rendirse. Pero eso es bueno - sostuve su rostro mirándole con ternura -Lo supe tarde. Cuando me di cuenta de que te quería - dicho y hecho. Le besé por última vez, sosteniéndole por las mejillas. Nunca deseé tanto estar contra una pared sabiendo que era él, quien me aprisionaba sin escapatoria -No soy una buena persona. Y será la primera vez que actúe como tal - no llores... -Te dejo que te vayas - le solté con pesar, apartándome de él -Confía en mi por una vez, si te digo que es por tu bien - Ahora ambos seríamos desdichados, empatados. ¿Lo peor de todo? Nunca amé a nadie. Y nunca querré a otro.
-La primera vez que te vi, - me costaba hablar, respirando con dificultad. Pero debía seguir, aunque terminase ahogada -supe que sería diferente. - nunca me comporté igual con nadie -Eras tan inusual, mezquino, listo - Sí, muy listo. Porque nunca le engañé -Y siempre ganabas, siempre... y masacrabas mis intentos, impidiéndome quedar por encima. Siempre pequeña e indefensa. Siempre idiota - no podía pedirle que se quedase. Pero si podía permitirme decirle lo mucho que le necesitaba -Y nunca huiste de mí. Y te odiaba por ello. Es difícil combatir contra un hombre incapaz de rendirse. Pero eso es bueno - sostuve su rostro mirándole con ternura -Lo supe tarde. Cuando me di cuenta de que te quería - dicho y hecho. Le besé por última vez, sosteniéndole por las mejillas. Nunca deseé tanto estar contra una pared sabiendo que era él, quien me aprisionaba sin escapatoria -No soy una buena persona. Y será la primera vez que actúe como tal - no llores... -Te dejo que te vayas - le solté con pesar, apartándome de él -Confía en mi por una vez, si te digo que es por tu bien - Ahora ambos seríamos desdichados, empatados. ¿Lo peor de todo? Nunca amé a nadie. Y nunca querré a otro.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
- Mensajes : 454
Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Me vi pendiendo de un hilo. ¿Qué camino tomar? Complicaciones y más complicaciones. Alma se acorraló a sí misma, entre mis brazos. Si quería quedarse con esa última imagen de mi persona ¿quién era yo para negárselo? Fui acariciando la exquisitez de su pierna de arriba a abajo, dominándome, difícil, pero la ocasión lo requería. Quién sabe, quizá fuese la última vez. Me arrimé a su cuerpo, lo justo como para no perder la cabeza. Sus manos descansaban en mi pecho ¿Qué intentaba? Deseé que la casa se nos viniera encima, y así no tener que pasar la angustia que me provocaba el tener que separarme de ella.
Por un momento, tuve la esperanza de oír de sus labios un “quédate conmigo”, solo dos palabras, y me tendría por siempre, pero finalmente no fue así. -La primera vez que te vi, - Me estaba costando carros y carretas mantener el tipo. Yo nunca esperé tropezarme con alguien como ella en un callejón oscuro. -supe que sería diferente. - ¿Diferente? ¿Con qué clase de tipos se había topado? -Eras tan inusual, mezquino, listo – Sonreí débilmente, qué piropos. Lo sigo siendo, pensé aguantándome la risa. -Y siempre ganabas, siempre...- No, no siempre, amor.- y masacrabas mis intentos, impidiéndome quedar por encima. Siempre pequeña e indefensa. Siempre idiota – No estaba de acuerdo. Me estremecí de pies a cabeza al entender lo que estaba haciendo, se estaba despidiendo de mí. -Y nunca huiste de mí.- se me iban a saltar las lágrimas de un momento a otro.-Y te odiaba por ello.- cerré los ojos abatido, mordiéndome sutilmente el labio.- Es difícil combatir contra un hombre incapaz de rendirse. Pero eso es bueno - ¿Y por qué ahora me rendía? ¿Por qué no luchaba por ella? Sus manos enmarcaron mi rostro, yo simplemente no podía más. Habría preferido que no dijese nada. Todo lo que dijera, me perseguiría hasta en sueños. -Lo supe tarde. Cuando me di cuenta de que te quería – ¿Me qué…? ¿Me había muerto ya? ¿Escuché lo quise oír? Al instante me hallé besándola con la desesperación que nunca creí sentir “que no termine.” repetí una y otra vez, pero no me vi bendecido. Mis labios se frustraron, al ver partir los únicos que encajaban. -No soy una buena persona.- calla, por favor.- Y será la primera vez que actúe como tal. Te dejo que te vayas – Destrozado, dejé caer la frente sobre el muro, haciéndome hasta daño. Me enfurecí como un animal enjaulado. Su cuerpo se escabulló, dejándome más solo que la una.-Por favor…- Me vi incapaz de moverme, paralizado. -Confía en mí por una vez, si te digo que es por tu bien – Fruncí el ceño afligido.
–No digas que esto es por mi bien.- logré darme la vuelta, con los ojos enrojecidos. –No tienes por qué protegerme de ti ¿Crees que no sé cómo eres?- cogí impulso, dando unos pasos, hasta coger su muñeca. – Habría estado dispuesto a quedarme, y superar esto juntos, si me lo hubieras pedido, que no se te olvide nunca.- Que no se le olvidase. Me iba porque ella me lo pedía, no porque yo quisiera. –Dentro de un tiempo volveré, para llevarte conmigo.- deslicé mi mano libre por su sedoso cuello. –Te lo prometo.- No tenía por qué ser el final de la obra, solo era el fin del cuarto acto. –Las adversidades no me detendrán ¿Me esperarás?- ¿Por qué iba a esperarme? ¿Por qué iba a hacerle pasar por eso? –Nunca encontraré a nadie que me apriete las tuercas como tú. – Me obligué a sonreír. Y terminé por abrazarla. –Ten por seguro que no caerás en el olvido. Contaré los días hasta que nos volvamos a ver.- besé su frente repetidas veces. Con solo una mirada expresé lo mucho que la quería.
Me fui separando de ella. Tenía que ser capaz de cruzar el umbral, y adentrarme en la nueva aventura que representaba el huir de mis actos. Salí de allí, forzándome hasta límites insospechados por no echar la vista atrás. No sé dónde iría, no sé cuándo volvería, pero me prometí a mi mismo que el quinto y último acto estaba por comenzar...
[Off: x__DD Se cierra el telón]
Por un momento, tuve la esperanza de oír de sus labios un “quédate conmigo”, solo dos palabras, y me tendría por siempre, pero finalmente no fue así. -La primera vez que te vi, - Me estaba costando carros y carretas mantener el tipo. Yo nunca esperé tropezarme con alguien como ella en un callejón oscuro. -supe que sería diferente. - ¿Diferente? ¿Con qué clase de tipos se había topado? -Eras tan inusual, mezquino, listo – Sonreí débilmente, qué piropos. Lo sigo siendo, pensé aguantándome la risa. -Y siempre ganabas, siempre...- No, no siempre, amor.- y masacrabas mis intentos, impidiéndome quedar por encima. Siempre pequeña e indefensa. Siempre idiota – No estaba de acuerdo. Me estremecí de pies a cabeza al entender lo que estaba haciendo, se estaba despidiendo de mí. -Y nunca huiste de mí.- se me iban a saltar las lágrimas de un momento a otro.-Y te odiaba por ello.- cerré los ojos abatido, mordiéndome sutilmente el labio.- Es difícil combatir contra un hombre incapaz de rendirse. Pero eso es bueno - ¿Y por qué ahora me rendía? ¿Por qué no luchaba por ella? Sus manos enmarcaron mi rostro, yo simplemente no podía más. Habría preferido que no dijese nada. Todo lo que dijera, me perseguiría hasta en sueños. -Lo supe tarde. Cuando me di cuenta de que te quería – ¿Me qué…? ¿Me había muerto ya? ¿Escuché lo quise oír? Al instante me hallé besándola con la desesperación que nunca creí sentir “que no termine.” repetí una y otra vez, pero no me vi bendecido. Mis labios se frustraron, al ver partir los únicos que encajaban. -No soy una buena persona.- calla, por favor.- Y será la primera vez que actúe como tal. Te dejo que te vayas – Destrozado, dejé caer la frente sobre el muro, haciéndome hasta daño. Me enfurecí como un animal enjaulado. Su cuerpo se escabulló, dejándome más solo que la una.-Por favor…- Me vi incapaz de moverme, paralizado. -Confía en mí por una vez, si te digo que es por tu bien – Fruncí el ceño afligido.
–No digas que esto es por mi bien.- logré darme la vuelta, con los ojos enrojecidos. –No tienes por qué protegerme de ti ¿Crees que no sé cómo eres?- cogí impulso, dando unos pasos, hasta coger su muñeca. – Habría estado dispuesto a quedarme, y superar esto juntos, si me lo hubieras pedido, que no se te olvide nunca.- Que no se le olvidase. Me iba porque ella me lo pedía, no porque yo quisiera. –Dentro de un tiempo volveré, para llevarte conmigo.- deslicé mi mano libre por su sedoso cuello. –Te lo prometo.- No tenía por qué ser el final de la obra, solo era el fin del cuarto acto. –Las adversidades no me detendrán ¿Me esperarás?- ¿Por qué iba a esperarme? ¿Por qué iba a hacerle pasar por eso? –Nunca encontraré a nadie que me apriete las tuercas como tú. – Me obligué a sonreír. Y terminé por abrazarla. –Ten por seguro que no caerás en el olvido. Contaré los días hasta que nos volvamos a ver.- besé su frente repetidas veces. Con solo una mirada expresé lo mucho que la quería.
Me fui separando de ella. Tenía que ser capaz de cruzar el umbral, y adentrarme en la nueva aventura que representaba el huir de mis actos. Salí de allí, forzándome hasta límites insospechados por no echar la vista atrás. No sé dónde iría, no sé cuándo volvería, pero me prometí a mi mismo que el quinto y último acto estaba por comenzar...
[Off: x__DD Se cierra el telón]
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Baile inglés a las ocho (Libre)
Siempre supe que esto terminaría así. Debí frenarlo desde el principio. De se modo, la pequeña bola de nieve habría dejado de crecer; a medida que bajaba por la cuesta, sin detenerse. Ahora era tan grande... imposible de sujetar, sin ser aplastado por ella. Tristán reposaba la cabeza sobre la pared. Un gesto desesperado que logró arrancarme las lágrimas de cuajo –No digas que esto es por mi bien.- presión en mi pecho. Angustia sofocante...
–No tienes por qué protegerme de ti ¿Crees que no sé cómo eres?- ese es el maldito problema... creer conocerme. No quise mirarle, a pesar de notar su agarre justo en mi muñeca. Me indigné a fastidiarlo más –Habría estado dispuesto a quedarme, y superar esto juntos, si me lo hubieras pedido, que no se te olvide nunca.- giré el rostro con lentitud, encontrando similitudes entre ambos. La misma cara desesperada. Enrojecidos los ojos, sin poder aguantar más. Te dejo... eso dije. Que no es lo mismo que "vete". No quería que se marchase. Pero abusé de egoísmo al decirle que le quería. Pegué mi cuerpo a él, casi sin darme cuenta. Acariciaba mis cabellos. Y la única opción que manejaba mi raciocinio poco entrado en razones, era volver a besarle.
–Dentro de un tiempo volveré, para llevarte conmigo.- negué con los ojos cerrados y apoyé la frente en su mejilla, en un intento por suplicarle que parase. Me hubiese gustado que existiese un mundo mejor, que no se pareciese a este. Un lugar en el que podríamos ser felices, dejando atrás quienes éramos, donde sólo viviésemos él y yo. Sólo nuestros cuerpos y lo que sentíamos el uno por el otro. Que lo demás diese igual –Te lo prometo.- no prometas... –Las adversidades no me detendrán - las adversidades son mayores de las que a simple vista crees -¿Me esperarás?- retiré despacio el rostro para mirarle, melancólica. Cuanto deseé "no ser". Hallarme en otra vida, con otra identidad y otras ambiciones. Una chiquilla alegre y nada más, con un pasado y presente normal. De ese modo, ahora no estaríamos aquí llorando. De pronto, idealicé una escena ficticia; me rodeaba con sus brazos, perdidos entre las sábanas. Estábamos destrozados, invadidos por una pasión capaz de cegarnos. Y enlazados, nos fundíamos sin cesar, hasta que las primeras luces del día nos iluminaban.
–Nunca encontraré a nadie que me apriete las tuercas como tú. – sonrió con desgana para luego cubrirme con un abrazo agridulce. Incapaz de contestarle a nada... –Ten por seguro que no caerás en el olvido. Contaré los días hasta que nos volvamos a ver.- No deberíamos volver a vernos... pensé muda, sujetándole por los hombros sin ser consciente. Como si algo en mi interior se activase cada vez que me tocaba. Besó mi frente con calidez. Ocho conté. Habría preferido perder la cuenta. Era duro saber que no me los merecía. Aún más sentir como me miró, antes de dejarme. Deseé tanto cada parte de él, que creí volverme loca.
Solté el agarre con pesar y se dio la vuelta, dejándome apoyada sobre el marco de la puerta ¿Cuándo dejé de pensar con la cabeza? Temí que cumpliese su promesa. Que regresase para buscarme. No se si me encontraría con fuerzas de volver a decirle que no. No cerré la puerta hasta que le vi desaparecer de la calle.
Las piernas me temblaron al subir las escaleras, teniendo que apoyarme sobre la barandilla. Me tiré sobre la cama despejándome la cara. Tenía que comprobar que Tristán estuviese fuera de peligro. Conocía a un tipo de confianza. Era el hombre que hacía el trabajo sucio por mí, la mayoría de las veces. Seguir a algún ricachón, conseguir información sobre alguien... un matón de los que ya no quedan. Cobraba poco, pero yo siempre le pagaba de más. Era un encanto... Resolvería mis problemas en el caso de que existiesen. Luego, cogería las maletas y desaparecería del país. Desconocía que destino tomar. Pero cualquier lugar sería acertado, sabiendo que Tristán no podría encontrarme. Porque me odiaría si no era capaz de contenerme débilmente; nada más le viese. Me tocase. Sin esperanzas y sin fuerzas, para decirle que no.
[off: que tristeza ¡Por Deu!]
–No tienes por qué protegerme de ti ¿Crees que no sé cómo eres?- ese es el maldito problema... creer conocerme. No quise mirarle, a pesar de notar su agarre justo en mi muñeca. Me indigné a fastidiarlo más –Habría estado dispuesto a quedarme, y superar esto juntos, si me lo hubieras pedido, que no se te olvide nunca.- giré el rostro con lentitud, encontrando similitudes entre ambos. La misma cara desesperada. Enrojecidos los ojos, sin poder aguantar más. Te dejo... eso dije. Que no es lo mismo que "vete". No quería que se marchase. Pero abusé de egoísmo al decirle que le quería. Pegué mi cuerpo a él, casi sin darme cuenta. Acariciaba mis cabellos. Y la única opción que manejaba mi raciocinio poco entrado en razones, era volver a besarle.
–Dentro de un tiempo volveré, para llevarte conmigo.- negué con los ojos cerrados y apoyé la frente en su mejilla, en un intento por suplicarle que parase. Me hubiese gustado que existiese un mundo mejor, que no se pareciese a este. Un lugar en el que podríamos ser felices, dejando atrás quienes éramos, donde sólo viviésemos él y yo. Sólo nuestros cuerpos y lo que sentíamos el uno por el otro. Que lo demás diese igual –Te lo prometo.- no prometas... –Las adversidades no me detendrán - las adversidades son mayores de las que a simple vista crees -¿Me esperarás?- retiré despacio el rostro para mirarle, melancólica. Cuanto deseé "no ser". Hallarme en otra vida, con otra identidad y otras ambiciones. Una chiquilla alegre y nada más, con un pasado y presente normal. De ese modo, ahora no estaríamos aquí llorando. De pronto, idealicé una escena ficticia; me rodeaba con sus brazos, perdidos entre las sábanas. Estábamos destrozados, invadidos por una pasión capaz de cegarnos. Y enlazados, nos fundíamos sin cesar, hasta que las primeras luces del día nos iluminaban.
–Nunca encontraré a nadie que me apriete las tuercas como tú. – sonrió con desgana para luego cubrirme con un abrazo agridulce. Incapaz de contestarle a nada... –Ten por seguro que no caerás en el olvido. Contaré los días hasta que nos volvamos a ver.- No deberíamos volver a vernos... pensé muda, sujetándole por los hombros sin ser consciente. Como si algo en mi interior se activase cada vez que me tocaba. Besó mi frente con calidez. Ocho conté. Habría preferido perder la cuenta. Era duro saber que no me los merecía. Aún más sentir como me miró, antes de dejarme. Deseé tanto cada parte de él, que creí volverme loca.
Solté el agarre con pesar y se dio la vuelta, dejándome apoyada sobre el marco de la puerta ¿Cuándo dejé de pensar con la cabeza? Temí que cumpliese su promesa. Que regresase para buscarme. No se si me encontraría con fuerzas de volver a decirle que no. No cerré la puerta hasta que le vi desaparecer de la calle.
Las piernas me temblaron al subir las escaleras, teniendo que apoyarme sobre la barandilla. Me tiré sobre la cama despejándome la cara. Tenía que comprobar que Tristán estuviese fuera de peligro. Conocía a un tipo de confianza. Era el hombre que hacía el trabajo sucio por mí, la mayoría de las veces. Seguir a algún ricachón, conseguir información sobre alguien... un matón de los que ya no quedan. Cobraba poco, pero yo siempre le pagaba de más. Era un encanto... Resolvería mis problemas en el caso de que existiesen. Luego, cogería las maletas y desaparecería del país. Desconocía que destino tomar. Pero cualquier lugar sería acertado, sabiendo que Tristán no podría encontrarme. Porque me odiaría si no era capaz de contenerme débilmente; nada más le viese. Me tocase. Sin esperanzas y sin fuerzas, para decirle que no.
[off: que tristeza ¡Por Deu!]
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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