R0deado de Cadáveres ^[Libre]^

Mientras hundía la pala y extraía la tierra arrojándola a un lado, mi cabeza volaba en todas direcciones.
La túnica negra tapaba todo mi cuerpo y la capucha, echada sobre mi cabeza, la cara para evitar que miradas curiosas pudieran reconocerme.
Ésta era la peor parte de ser Nigromante, buscar especímenes para continuar con los experimentos. Y por eso me encontraba yo en aquel cementerio, buscando cadáveres recientes que pudieran ser aptos para ayudarme en mis investigaciones.
Esto antes, cuando era aprendiz, no sucedía. Era el maestro quien se encargaba de traer los cadáveres u otras criaturas para impartir sus clases.
Sin querer, me vi transportado a los recuerdos de mi pasado. Yo no era el único aprendiz del maestro, él era tutor de 6 alumnos bien cualificados… sólo tres fuimos consagrados como verdaderos hechiceros. Los tres que faltan… uno se marchó al no poder soportar los riesgos que se corrían al utilizar la magia; otro murió a causa de un hechizo mal formulado que se volvió en su otra; y el último murió de causas naturales (ya que para el maestro, un cuchillo clavado en el corazón acababa naturalmente con la vida de cualquiera)
En conclusión, solo Devir, Masoj y yo quedamos como aprendices. Luego yo acabé con la vida de aquel estúpido mago que creía ser superior a tres hechiceros.
Gracias a él conocí la rama de la nigromancia, era verdad, y como agradecimiento me valí de su tostado cadáver para experimentar en la rama oscura de la hechicería.
Ahora aquellos días felices habían quedado en el pasado y ya no quedaban maestros que pudieran enseñarme nada ni alumnos que retrasaran mi avance… era todo perfecto exceptuando la búsqueda de especímenes.
-Más te vale que sirvas para algo, Baltus Van Tassel… No me gusta gastar energía para nada- dije retomando la tarea de exhumación

La pala seguía cargando tierra y lanzándola contra un montón que se había acumulado ya.
Clavé la pala en el suelo y me apoyé sobre el mango intentando recuperar algo de aliento. De los pliegues de la túnica saqué un pañuelo con el que me sequé la frente bañada en sudor. Qué trabajo más agotador era ser Nigromante, y no estaba remunerado. Vivía de las joyas que robaba a los cadáveres cuando los desenterraba y de algún que otro negocio en el que había invertido un poco de dinero. Pese a todo, vivía la mar de bien y no podía quejarme.
Suspiré sonoramente y volví a empuñar la pala. La arena se iba acumulando y el nicho se iba haciendo más y más profundo. Por fin, el metal de la pala tocó madera.
Sonreí satisfecho y me dispuse a apartar la poca arena que incomodaba mi trabajo. Luego con la misma pala, asesté un golpe contra el ataúd y rompí la tapa. Del interior brotó un desagradable olor a putrefacción, no hice ninguna mueca ni señal de haberlo percibido.
Al muerto aún le quedaba algo de piel y músculo, suficiente para que pudiera moverse cuando le influyera la vida.
Señalé al cadáver con el dedo índice y luego a la apertura del nicho y éste salió volando hasta la superficie. Seguí su recorrido levitando hasta posarme de nuevo en el exterior del agujero.
Agachándome junto al cadáver, comencé la rutina de buscar objetos de valor. Luego, colocando la mana sobre la cara del muerto, me dispuse a comenzar con el hechizo que le daría la vida. Pero me detuvo al momento.
No me sentía a gusto y no me sentía a gusto cuando estaba rodeado de gente.
-Quién va- grité a la noche. Al no obtener respuesta, cerré los ojos y susurré: Balahj-na…- de la nada, apareció un cuervo que fue a posarse en mi hombro. Sus ojos se clavaron en mi y en ellos se podían ver un rastro de inteligencia que ningún animal normal podría tener- Sé mis ojos… encuentra al intruso- Y como si entendiera mi orden a la perfección, grazno y aleteó comenzando el vuelo.
Voló haciendo círculos sobre mi cabeza, y para mi sorpresa, se lanzó en picado hacia un lugar cercano de mi posición, prueba de que ya había encontrado al intruso.

Vi a una silueta oscura correr a gran velocidad entre las tumbas de los muertos cuando el cuervo que había invocado dio con ella. La velocidad a la que corría aquel ser era increíble, casi me costaba seguirla con la mirada pero estaba seguro que había visto ondular los volantes de una falda.
-No la pierdas- ordené a mi familiar. A través de un vínculo mágico, era capaz de ver a través de los ojos del cuervo que volaba acechando a la intrusa.
Moviéndome con agilidad entre las sepulturas, seguía el rastro que me dejaba el cuervo.
La criatura siguió a la mujer hasta un mausoleo donde se encerró a cal y canto, ya era mía.
El cuervo graznaba con fuerza indicándome el lugar donde se había posado.
Giré unas cuantas veces hasta encontrar el lugar donde se había escondido la presa.
El cuervo voló hasta posarse en mi hombro y esperó nuevas órdenes.
Solo una puerta me separaba de mi objetivo. Una simple puerta que no tenía trampas ni seguros mágicos… me lo había puesto demasiado fácil- Hir-oka’n- y la puerta estalló en pedazos, levantando polvo y lanzando escombros por todas partes.
Me acerqué con cuidado a la apertura que había quedado, preparando unos cuantos hechizos por si el personaje que esperaba ahí dentro fuera hostil- ¡Quién Va!- volví a gritar con fuerza, intentando ver algo entre la nube de humo que parecía que nunca iba a desaparecer- No pienso volver a preguntar, si en 5 segundos nadie a contestado, prenderé fuego al lugar en un santiamén.

El pánico se hizo presa de mí justo cuando le escuché llegar. Antes de que pudiera parpadear la puerta que me “protegía” voló por los aires, destrozándolo todo, fue ensordecedor, una humareda se interponía entre aquel individuo y yo ¿Sería suficiente para huir? Pero...¿Cómo había conseguido hacer tal cosa? ¿Con la ayuda de qué? Ahora me tenía atrapada, o eso creí de primeras, pues inmediatamente vi una posibilidad de salida, con tal de quedar libre haría lo que fuera.

- ¡Quién Va!- Gritó, ¿por qué gritaría siempre? -No pienso volver a preguntar, si en 5 segundos nadie ha contestado, prenderé fuego al lugar en un santiamén.

Se me resbalaron las tijeras de las manos, cayendo al suelo. No parecía que estuviese mintiendo, su amenaza era tajante. Si había sido capaz de hacer eso a la puerta…y… lo que hizo escasos minutos, con aquel muerto... se me pone la piel de gallina al recordarlo ¿Qué sería capaz de hacer conmigo?
Atravese la capa de humo que él había ocasionado sin perder de vista la silueta que se lograba distinguir en la plena y más terrible oscuridad. Pasé a su lado sin hacer ruido, intentando pasar desapercibida a sus ojos.
Salí de allí con tranquilidad quedando a sus espaldas. Comencé a sacudirme la ropa, y el pelo.
– Qué desastre…- Me lamenté. Dándole una importancia mayor a mi aspecto que a lo que me podría pasar al delatar mi posición. Levanté la cabeza asustándome de pronto, me había metido en un buen lío.
– Pasaba por aquí…- Comencé a justificarme con una sonrisa nerviosa, dejando más espacio entre los dos, a punto de retomar la carrera. El cazador cazado ¿no se dice así?

La polvareda que se había levantado después de la explosión no me permitía ver nada dentro del mausoleo.
Intenté deshacer la nube de polvo moviendo los brazos, pero nada.
Cuando la nube se disipó, quedé decepcionado al ver que estaba totalmente vació ¿Cómo podía ser? El familiar no podía haberse equivocado… ¿Qué clase de criatura es capaz de zafarse de una criatura mágica y de desaparecer de un recinto talmente cerrado y con una sola salida?

– Qué desastre…- brinqué al escuchar una voz femenina a mis espaldas. Cuando me dí la vuelta reconocí la falda que antes había visto puesta a la silueta que corría entre las tumbas alejándose de mí. Pero había entrado en el mausoleo, yo lo había visto a través de los ojos del cuervo ¿Cómo había conseguido salir sin que yo me percatara? La curiosidad nació en mi – Pasaba por aquí…- comenzó a justificarse la pálida mujer, pues su tez no parecía tener color alguno, solo se reflejaba un blanco enfermizo. Sus ojos parecían brillar en la oscuridad con un toque de color esmeralda. Sus cabellos eran oscuros como la noche y gozaba de un escultural cuerpo debido a su aparente juventud. Podía sacarse la simple conclusión de que era una mujer atractiva y que sus brillantes ojos guardaban más de un secreto.

-Pasabas por aquí… ¿Y qué se te ha perdido en el cementerio? ¿Por qué corrías? ¿Has visto algo que te haya podido asustar?- en su mirada podía leer las respuestas. Su mirada confundida y acongojada me decía que no era capaz de etiquetar lo que había visto de una forma racional, propia de la época. Pero ¿y yo? Yo también había visto cosas esta noche, en realidad lo que no había visto era lo que me confundía y acongojaba ¿Qué era ella?

Aguante sus acusaciones con el mismo porte. Cruzado de brazos, con el semblante serio y la mirada fija en ella.
Mi cabeza iba trabajando, intentando desvelar las incógnitas que la mujer levantaba, y a la vez escuchaba todo lo que me tenía que decir.

-Solo me gusta perseguir a las jóvenes muchachas entrometidas que no saben hacer otra cosa que meter las narices donde no les llaman- acusé sin levantar la voz ni con tono recriminador- Y no me da vergüenza ninguno de mis actos. A la muerte hay que respetarla, pero lo que deja a su paso son solo restos materiales de lo que una vez fue la vida ¿Hay que tener respeto a un saco de carne y huesos en proceso de descomposición? Yo solo les estoy dando una utilidad, no hay nada vergonzoso en eso.

-¿Y qué clase de truco es este?- acusó de nuevo señalando la puerta del mausoleo, hecha añicos bajo la influencia de mi hechizo.

-Una puerta frágil- no conseguía encontrar la respuesta mis preguntas. Las criaturas no eran lo mío. Jamás me interesé por criaturas sobrenaturales porque la inmensa mayoría estaban extinguidas, me parecía una perdida de tiempo invertir estudios en ellos. Ahora me arrepentía. Si hubiera estudiado un poco sobre el tema, tal vez ahora no me encontraría tan a la defensiva.
Levanté hechizos defensivos por si acaso, la “piel de piedra” me protegería de golpes físicos y el “velo” de ataques mentales. También, y aunque me pareciese demasiado exagerado, preparé un hechizo ofensivo- Sabes que no puedo dejarte marchar así porque sí…- compadecí. Tenía que saber antes que habían visto sus ojos y si lo que había visto suponía un problema hacia mi persona.

-Tienes la lengua demasiado afilada, y tu impaciencia puede costarte la vida- sus palabras me habían ofendido. Nadie se había atrevido a hablarme de aquella manera y mi orgullo estaba por los suelos.
Pero si aquel ser quería ver un poco más de magia, yo se lo daría.
Comencé con una suave letanía, luego unos cuantos símbolos formados por mis manos y el viento se levantó por arte de magia. Mi túnica ondulaba mientras, con los ojos cerrados, terminaba con la letanía acabando así el hechizo.
A simple vista no pareció cambiar nada. El viento había dejado de soplar y el cementerio estaba en calma. Aún así en mis labios estaba dibujada una sonrisa satisfecha.- No se que eres, pero te crees mucho más superior a mí… Debes medir mejor a tus contrincantes y no hablar hasta saber a que te estás enfrentando- La tierra bajo los pies de la mujer se agitó, pero ella aún no se percató, seguía con la mirada puesta en mi, esperando a que algo apareciera detrás de mi o de mi propia persona. No podía imaginarse que el peligro apareciera de debajo.
Una mano esquelética apareció debajo del ser y sus huesudos dedos, que aún conservaban piel y músculos, aferraron con fuerza los tobillos de la mujer. Se escuchó un chillido de sorpresa y una segunda mano apareció para agarrar el segundo tobillo.
La cabeza apareció a continuación, mitad calavera y mitad descomposición…era repugnante al igual que bello.
El muerto siguió sujetando a su presa mientras sacaba su cuerpo a la superficie- Te presento al pequeño Byron, aunque creo que tu ya lo conocías… creo que tus atenciones le han devuelto a la vida- El muerto quedó desenterrado de cintura para arriba y cuando la mujer quiso deshacerse del cadáver con sus brazos, un segundo muerto apareció por su espalda para inmovilizarla- Y ese es Sir Baltus Van Tassel, me parece que también le conocías- reí como nunca al ver su cara de espanto y confusión- ¿Estás ya satisfecha o te apetece ver algo más? El cementerio es muy grande y puedo despertar a mucho amiguitos putrefactos…- mi rostro jovial se volvió más serio- me vas a tomar ya más enserio o voy a tener que resucitar a todo este maldito cementerio.

Caí al suelo cuando aquel ser me liberó de su fuerte apretón.
Me palpé el cuello y note como la piel de piedra estaba casi rota en los lugares donde ella había ejercido presión ¿Pero qué demonios? Aquel hechizo hubiera aguantado el golpe de un martillo sin inmutarse y aquella mujer casi lo había roto con una mano.
Renové el hechizo y los lugares rotos volvieron a sanar.
Me levanté del suelo sin darle la espalda.

-¿A caso hay algo normal en ti? Me da que ambos somos igual de raros- los zombis que gemían, lo dejaron de hacer, desplomándose en el lugar donde se habían quedado parados. Los restos de los muertos que estaban sujetos al ser dejaron de hacer presión y cayeron al suelo. Con una fuerza como la suya, mantener despiertos a los muertos me hacía perder una energía que era necesaria en estos momentos- Caninos afilados largos y afilados como cuchillas, piel pálida, fuerza sobrehumana y velocidad superior… dime que te alimentas de sangre y ya tendré toda la información necesaria para determinarte- vampiro era la respuesta correcta. Ahora me arrepentía de haber salido de casa. Apreté los puños con fuerza y de estos comenzaron a brotar llamas rodeándolos por completo- Me gustaría conocer tu nombre… es costumbre conocer el nombre de la persona a la que te enfrentas- pedí- A mi puedes llamarme Virgilio- mantuve a raya las llamas de mis manos esperando a que la vampira me diera su nombre, así tendría algo que poner en la etiqueta del tubo de ensayo.