Mascarade [Marius]
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Mascarade [Marius]
- Atuendo:
La vida en Francia en el último siglo había sido terriblemente aborrecida, excepto a sus finales. La revolución francesa había hecho de Francia un caos irremediable, que aún en la actualidad se reconocía a simple vista.
Aunque la aristocracia francesa… comenzaba a ser repetitiva e insulsa. Pero siempre podías encontrar un buen bocado entre la multitud. Daba gracias a un Dios – del que no sabía su existencia – de que toda Europa no fuese igual que Francia. Todos los lugares que había visitado hacían palidecer la belleza de ésta – aunque siempre estaré enamorada de mi querida París.
Une mascarade, eso era lo que necesitaba. Me gustaba ser el centro de atención, era algo que me complacía. Las lascivas miradas de los hombres me divertían sobremanera.
Quería alimentarme y aquella era la manera más atrayente para mí. Me informé de que la noche siguiente habría una mascarada en el Palais Royal. Perfecto, acudiría sin excepción.
Me desperté muy temprano, cuando aún el sol se escondía tras el horizonte. Saqué uno de mis mejores vestidos, uno de tonos rosas y salmones. Primero me puse toda la ropa de interior, incluido el corset. Finalmente me puse el vestido sin ninguna dificultad. Me hice un recogido propio de los aristócratas con tirabuzones que caían por mi espalda y hombros. Dejé mi rostro tal cual, ya era lo suficientemente hermosa, y nadie preguntaría por mi palidez aunque fuese más de lo normal. La palidez nos hacía más hermosas.
Tenía una máscara perfecta, de media cara, que conjuntaba perfectamente con el vestido y no dudé en cogerla. Un carruaje me llevó al Palacio.
Sin ningún obstáculo pude adentrarme en el interior de palacio, mi hermosura dejaba atónito a cualquier mayordomo, y mis atuendos no harían falta para preguntar por mi nombre.
Me encantaban esos bailes, ocultando los rostros de los que se hallaban en su interior. Me fascinaban, sus movimientos, sus corazones palpitantes tras los lujosos trajes y... su debilidad. Eran hermosos a mis ojos. Unos bailaban, otros reían sentados en mesitas a los lados de la sala. Paseé entre los mortales ocultando mi rostro con la máscara. A lo mejor algún hermoso mortal me invitaba a bailar. No lo rechazaría, de eso estaba segura [sonrisa maliciosa].
Última edición por Katherine Lefevre el Dom Ene 02, 2011 3:20 pm, editado 1 vez
Re: Mascarade [Marius]
¿Por qué volvía siempre a Francia? Mi querido Armand, ahora retornas a abrir los ojos de nuevo. Bendito Lestat, jamás podría agradecerte todo lo que hiciste por mi querido querubín.
Pese al gran cambio que había sufrido Armand en su vida, no me atrevía a presentarme ante su persona. Le dejaría vivir su propia eternidad y que fuera el destino el que hiciera que nuestros caminos se vuelvan a unir.
Las solapas de mi levita roja ondularon mientras mi cuerpo caía al vació con lentitud hasta que mis pies, enfundados en botas de media caña, tocaron el suelo.
Desde que Lestat se marchó de la isla me daban cuenta de lo pesada que comenzaba a resultarme la eternidad. ¿Pesada? No exactamente… quería volver a compartir mi tiempo con alguien, aunque fuera solo una noche.
Irónicamente las calles de París estaban totalmente desiertas y el eco de mis botas recorría la calle rompiendo el silencio de la noche.
París, bella ciudad… la higiene deja mucho que desear pero la suciedad no consigue eclipsar la hermosura de sus gentes y monumentos. Hablando de gentes ¿Dónde estaba todo el mundo? No era tan tarde como para que reinara tal silencio.
Mi pregunta fue respondida cuando mi rostro fue iluminado por las luces que escapan de las vidrieras del Palais Royal. En la puerta se agrupaban múltiple coches triados a caballo y del carruaje bajaban nobles elegantemente ataviados y provistos de máscaras que ocultaban sus rostros.
-Oh, una masquerade- comenté risueño mientras echaba la mirada atrás, donde perdido entre los múltiples edificios, se encontraba el Théâtre des Vampires. Un paseo por el salón de baile no iba a descubrir mi tapadera.
Necesitaba un poco de esa ficción que creaban las exquisitas máscaras que ocultaban a su portador dejándole el libre albedrío de ser quien quiera durante una noche.
Me hice con una máscara de un pobre despistado que no sabía guardar sus pertenencias como tocaba y colándome con naturalidad en la fiesta, vague entre la muchedumbre exhibiendo una máscara que ocultaría el asesino que era por naturaleza.
Pese al gran cambio que había sufrido Armand en su vida, no me atrevía a presentarme ante su persona. Le dejaría vivir su propia eternidad y que fuera el destino el que hiciera que nuestros caminos se vuelvan a unir.
Las solapas de mi levita roja ondularon mientras mi cuerpo caía al vació con lentitud hasta que mis pies, enfundados en botas de media caña, tocaron el suelo.
Desde que Lestat se marchó de la isla me daban cuenta de lo pesada que comenzaba a resultarme la eternidad. ¿Pesada? No exactamente… quería volver a compartir mi tiempo con alguien, aunque fuera solo una noche.
Irónicamente las calles de París estaban totalmente desiertas y el eco de mis botas recorría la calle rompiendo el silencio de la noche.
París, bella ciudad… la higiene deja mucho que desear pero la suciedad no consigue eclipsar la hermosura de sus gentes y monumentos. Hablando de gentes ¿Dónde estaba todo el mundo? No era tan tarde como para que reinara tal silencio.
Mi pregunta fue respondida cuando mi rostro fue iluminado por las luces que escapan de las vidrieras del Palais Royal. En la puerta se agrupaban múltiple coches triados a caballo y del carruaje bajaban nobles elegantemente ataviados y provistos de máscaras que ocultaban sus rostros.
-Oh, una masquerade- comenté risueño mientras echaba la mirada atrás, donde perdido entre los múltiples edificios, se encontraba el Théâtre des Vampires. Un paseo por el salón de baile no iba a descubrir mi tapadera.
Necesitaba un poco de esa ficción que creaban las exquisitas máscaras que ocultaban a su portador dejándole el libre albedrío de ser quien quiera durante una noche.
Me hice con una máscara de un pobre despistado que no sabía guardar sus pertenencias como tocaba y colándome con naturalidad en la fiesta, vague entre la muchedumbre exhibiendo una máscara que ocultaría el asesino que era por naturaleza.
Re: Mascarade [Marius]
Las notas salían del piano y violines produciendo un sonido exquisito y envolviendo a la mágica oscilación de los cuerpos en el centro de la sala de baile. El agitado respirar de aquellos que bailaban al son de la dulce música. Mis ojos buscaban a la presa que tanto ansiaba. El reloj de alguien se acercaba a su nefasto final. Tic tac tic tac... Mi víctima estaba a poca distancia de mí.
Todo un hombre de unos 26 años, en la flor de la vida. Un hombre al que le atraía el pecado carnal, que se entregaba a los brazos de la madre lujuria. Pero no solo eso... su peor crimen era el desprecio. Las mujeres eran para él, el propio gozo. No servían nada más que para el provecho sexual de los hombres. Las tenía en mente como la afección de la sociedad. Él las pactaba como estúpidas e ignorantes.
Atrayente... ¿verdad? Aquel hombre me atraía, y no de un modo sentimental o físico. No. Aquel era el elegido para caer en los brazos de una mujer, para acabar con su inmunda reflexión.
Mis gráciles movimientos me llevaron hacia aquella congregación de hombres que tenían a mi víctima en un pedestal. ¿Cómo podía haber tanta estupidez en el mundo?
Como supuse, mi persona llamó la atención a los hombres que se hallaban en el selecto grupo de "el aborrecible pensar de las féminas".
-Bonsoir, petite beauté- pronunció en un exquisito francés- Me hago llamar Clément ¿Cómo os llamáis vos?- Agaché un poco la cabeza en modo de saludo, con una reluciente sonrisa en mis labios.
-Katherine Lefevre, monsieur...- respondí con una voz dulce y titilante.
-Oh, mademoiselle Lefevre, un nombre precioso y perfecto para vos que poseéis buenos atributos...- una risotada se escapó de sus labios mientras miraba a sus compañeros que hacían el amago de reír como él.
-¡Qué presuncia!- contesté con una dulce voz.
-¿Cómo decís? Creo no haber escuchado bien, descansad esa preciosa cabecita loca, no vaya a ser que de tanto pensar os salgan arrugas- y de nuevo aquella risotada.
Mi pequeño transeúnte francés comenzaba a quemarse con el fuego. Sus palabras llegaban a resultar hirientes, ¡claro que sí! ¿Y mi afección? No aparecía en mi rostro. Mi mente era demasiado impetuosa como para dejar que unas palabras tan cargantes me llegasen a afectar.
-Claro, ¡por qué iba yo a pensar!- mi voz se volvió sarcástica y animosa.
-Bien sûr, mademoiselle Lefevre. Las preciosidades como vos no deben forzar a la mente, puede ser peligroso- sus presuntuosas palabras me daban un mayor incentivo para acabar con su vida- Bailad conmigo, s'il vous plaît.- Tendió su mano hacia mí elegantemente. Así su mano como respuesta.
Clément me condujo hacia el interior de la sala. Desde hacía rato notaba una presencia distinta en la sala. Sí, lo sabía bien. Había un vampiro más entre la multitud. ¿Armand? ¿Un aliado de Armand? Las dos descartadas. Conocía bien el aroma de Armand, y aquel vampiro era demasiado antiguo para ser uno de sus aliados o actores.
De momento no le di importancia. Bailé con aquel ejemplar lascivo. Su mirada se posaba lujuriosa en distintas partes de mi cuerpo, y sus pensamientos no me indicaban lo contrario. Sabía lo que quería y todo aquello me divertía sobremanera.
La preciosa sonata terminó, al igual que nuestro baile.
-¿Me permitís llevaros a un lugar más cómodo?- sonreí satisfecha, no se andaba con rodeos.
-Bien sûr chéri.- Así su mano de nuevo.
Mientras me guiaba no pude evitar girar un poco la cabeza hacia la figura de aquella presencia vampírica en el Palais Royal. Le sonreí al desconocido delicadamente y volví a mirar al frente.
El muchacho me presentó una sala vacía del Palais Royal. Unos aposentos de lo más lujoso. Estaba claro. Un hombre adinerado podría cubrir de lujos y engaños cualquier deseo profundo.
-Mademoiselle Lefevre, habéis hecho que sienta por vos lo que nunca una mujer había conseguido.
Ya comenzábamos. Pero no mentía. Sentía esa terrible y deliciosa atracción que un humano siente al estar cerca de un vampiro. Mi hermosura, mi figura, mi aroma, mi personalidad… aunque la última opción no estuviera presente en este caso. Sonreí como una muchacha enamoradiza.
-¿De veras?- mi voz se calcó de un tono seductor, mis pasos nos acercaban más uno al otro.
-¿Por qué iba a mentiros?- acortando todo lo posible nuestra separación, pasó una mano tras mi cintura y me atrajo a él todo lo que podía permitirle.
Su mano libre subió desde mi vientre, pasando por mi escote y llegando a la máscara. Dejó mi cara libre y sus pensamientos me hicieron ver el camino para actuar. Pero fue Clément quien lo hizo. Me besó con una lujuria desesperada, no le rechacé el beso, simplemente fue cambiando de lugar… Pasé por sus mejillas, su cuello… Se me hacía la boca agua… Y mis colmillos rasgaron su piel, dejando que los preciosos rubíes entraran en mi cuerpo. Parecía disfrutar de aquello, pero el momento final llegaría. Sostenía su exánime cuerpo entre mis brazos. Yo, paralizada al beber hasta su última gota, adquiría un color menos pálido y sentía un placer adictivo.
Dejé su cadáver en la cama, con los ojos cerrados y unas monedas sobre sus ojos. ¿Quién era yo para impedirle poder pagar a Caronte? Luego juzgarían su alma, no soy quién para hacerlo.
De nuevo, me coloqué con suma perfección la máscara y salí de aquella magnífica habitación, volviendo por donde había venido. El baile… de nuevo el baile. Me sentía viva de nuevo.
Todo un hombre de unos 26 años, en la flor de la vida. Un hombre al que le atraía el pecado carnal, que se entregaba a los brazos de la madre lujuria. Pero no solo eso... su peor crimen era el desprecio. Las mujeres eran para él, el propio gozo. No servían nada más que para el provecho sexual de los hombres. Las tenía en mente como la afección de la sociedad. Él las pactaba como estúpidas e ignorantes.
Atrayente... ¿verdad? Aquel hombre me atraía, y no de un modo sentimental o físico. No. Aquel era el elegido para caer en los brazos de una mujer, para acabar con su inmunda reflexión.
Mis gráciles movimientos me llevaron hacia aquella congregación de hombres que tenían a mi víctima en un pedestal. ¿Cómo podía haber tanta estupidez en el mundo?
Como supuse, mi persona llamó la atención a los hombres que se hallaban en el selecto grupo de "el aborrecible pensar de las féminas".
-Bonsoir, petite beauté- pronunció en un exquisito francés- Me hago llamar Clément ¿Cómo os llamáis vos?- Agaché un poco la cabeza en modo de saludo, con una reluciente sonrisa en mis labios.
-Katherine Lefevre, monsieur...- respondí con una voz dulce y titilante.
-Oh, mademoiselle Lefevre, un nombre precioso y perfecto para vos que poseéis buenos atributos...- una risotada se escapó de sus labios mientras miraba a sus compañeros que hacían el amago de reír como él.
-¡Qué presuncia!- contesté con una dulce voz.
-¿Cómo decís? Creo no haber escuchado bien, descansad esa preciosa cabecita loca, no vaya a ser que de tanto pensar os salgan arrugas- y de nuevo aquella risotada.
Mi pequeño transeúnte francés comenzaba a quemarse con el fuego. Sus palabras llegaban a resultar hirientes, ¡claro que sí! ¿Y mi afección? No aparecía en mi rostro. Mi mente era demasiado impetuosa como para dejar que unas palabras tan cargantes me llegasen a afectar.
-Claro, ¡por qué iba yo a pensar!- mi voz se volvió sarcástica y animosa.
-Bien sûr, mademoiselle Lefevre. Las preciosidades como vos no deben forzar a la mente, puede ser peligroso- sus presuntuosas palabras me daban un mayor incentivo para acabar con su vida- Bailad conmigo, s'il vous plaît.- Tendió su mano hacia mí elegantemente. Así su mano como respuesta.
Clément me condujo hacia el interior de la sala. Desde hacía rato notaba una presencia distinta en la sala. Sí, lo sabía bien. Había un vampiro más entre la multitud. ¿Armand? ¿Un aliado de Armand? Las dos descartadas. Conocía bien el aroma de Armand, y aquel vampiro era demasiado antiguo para ser uno de sus aliados o actores.
De momento no le di importancia. Bailé con aquel ejemplar lascivo. Su mirada se posaba lujuriosa en distintas partes de mi cuerpo, y sus pensamientos no me indicaban lo contrario. Sabía lo que quería y todo aquello me divertía sobremanera.
La preciosa sonata terminó, al igual que nuestro baile.
-¿Me permitís llevaros a un lugar más cómodo?- sonreí satisfecha, no se andaba con rodeos.
-Bien sûr chéri.- Así su mano de nuevo.
Mientras me guiaba no pude evitar girar un poco la cabeza hacia la figura de aquella presencia vampírica en el Palais Royal. Le sonreí al desconocido delicadamente y volví a mirar al frente.
El muchacho me presentó una sala vacía del Palais Royal. Unos aposentos de lo más lujoso. Estaba claro. Un hombre adinerado podría cubrir de lujos y engaños cualquier deseo profundo.
-Mademoiselle Lefevre, habéis hecho que sienta por vos lo que nunca una mujer había conseguido.
Ya comenzábamos. Pero no mentía. Sentía esa terrible y deliciosa atracción que un humano siente al estar cerca de un vampiro. Mi hermosura, mi figura, mi aroma, mi personalidad… aunque la última opción no estuviera presente en este caso. Sonreí como una muchacha enamoradiza.
-¿De veras?- mi voz se calcó de un tono seductor, mis pasos nos acercaban más uno al otro.
-¿Por qué iba a mentiros?- acortando todo lo posible nuestra separación, pasó una mano tras mi cintura y me atrajo a él todo lo que podía permitirle.
Su mano libre subió desde mi vientre, pasando por mi escote y llegando a la máscara. Dejó mi cara libre y sus pensamientos me hicieron ver el camino para actuar. Pero fue Clément quien lo hizo. Me besó con una lujuria desesperada, no le rechacé el beso, simplemente fue cambiando de lugar… Pasé por sus mejillas, su cuello… Se me hacía la boca agua… Y mis colmillos rasgaron su piel, dejando que los preciosos rubíes entraran en mi cuerpo. Parecía disfrutar de aquello, pero el momento final llegaría. Sostenía su exánime cuerpo entre mis brazos. Yo, paralizada al beber hasta su última gota, adquiría un color menos pálido y sentía un placer adictivo.
Dejé su cadáver en la cama, con los ojos cerrados y unas monedas sobre sus ojos. ¿Quién era yo para impedirle poder pagar a Caronte? Luego juzgarían su alma, no soy quién para hacerlo.
De nuevo, me coloqué con suma perfección la máscara y salí de aquella magnífica habitación, volviendo por donde había venido. El baile… de nuevo el baile. Me sentía viva de nuevo.
Re: Mascarade [Marius]
El ambiente festivo me envolvió nada más dar esquinazo a los mayordomos que controlaban la entrada.
Los colores dorados y plateados eran los destacados en el salón, avivados por la luz de las velas que estaban sujetas en los candelabros y en las lámparas de araña que, decoradas con decenas de cristales, titilaban y producían un dulce sonido que solo mi fino oído podía escuchar.
Me movía entre los caballeros y las damas que hablaban en grupo sobre grandes negocios, espléndidos regalos y el futuro de Francia con la dirección del caudillo Napoleón. La política fue algo que me interesó en vida, incluso los primeros años que fui Vampiro. Cuanta decepción sufrí cuando la capital del Imperio fue trasladada a Constantinopla, dejando a Roma sin su esplendor. Para mi la política dejó de tener sentido en aquel momento.
Me aparté de los grupos para bordear la zona de baile, pasando delante de múltiples jóvenes que esperaban ansiosas a un príncipe que les pusiese su zapatito de cristal.
Pese a la máscara, no conseguía pasar desapercibido bajo las atentas miradas que deseaban arrebatarme la máscara para poder ver la cara de aquel hombre que se movía con tanta gracia entre las personas.
Por diversión tal vez hubiera dejado que mi máscara se escurriese para poder ver sus caras de asombro, no quiero ser egocéntrico pero feo no soy, más mi atención estaba centrada den la presencia de un bebedor de sangre cómo yo.
La alarma se disparó en mi cabeza y huir era la manera más rápida de apagarla. Respiré tranquilo cuando mis ojos entraron en contacto con ella. Una belleza altiva que se movía con una gracia superior a la mía entre los hombres que dejaban un reguero de babas a su paso. Su pelo cobrizo ondulado flotaba en el aire con cada paso grácil que daba la vampira.
No había visto a toda la comitiva de actores del Théâtre des Vampires, pero sabía que ella no era uno de ellos. Su forma de moverse me trasmitía una seguridad que un vampiro al servicio de otro no podía si quiera pensar.
La vampira se detuvo ante un grupo de solteros que miraban viciosos a las mujeres del salón, al menos antes de fijar la mirada en la seductora bebedora de sangre.
-Ah joven Clément, aunque te resulte fácil cazar esta presa, no serás capaz de ver que has cogido a un lobo disfrazado de cordero- dije cuando el historial del hombre me fue presentado tanto por sus pensamientos como por las intenciones de la vampira que en su cabeza ya había trazado un perfecto plan.
-Bonsoir, petite beauté. Me hago llamar Clément ¿Cómo os llamáis vos?
-Katherine Lefevre, monsieur...
-Oh, mademoiselle Lefevre, un nombre precioso y perfecto para vos que poseéis buenos atributos…
-¡Qué presuncia!
-¿Cómo decís? Creo no haber escuchado bien, descansad esa preciosa cabecita loca, no vaya a ser que de tanto pensar os salgan arrugas- ¿En serio este muchacho era un don Juan? ¿Pero que clase de mujeres eran sus víctimas? O no tenían demasiado amor por ellas mismas o solo eran tontas.
-Claro, ¡por qué iba yo a pensar!
-Bien sûr, mademoiselle Lefevre. Las preciosidades como vos no deben forzar a la mente, puede ser peligroso. Bailad conmigo, s'il vous plaît
Ambas figuras se trasladaron hasta el centro de la sala donde se unieron al baile. Tendrías que haberlo llevado a disfrutar de su última cena, pensé.
-¿Me permitís llevaros a un lugar más cómodo? -Tu rapidez te ha costado la vida, amigo.
-Bien sûr chéri.
Y mientras se alejaban, la vampira giró su rostro para sonreírme, prueba de que mi presencia no había pasado inadvertida tampoco para ella. Agaché levemente la cabeza para saludarle y me di la vuelta para seguir con mi visita al lugar.
Admiré las tallas de las columnas, los acertados colores del papel tapiz que recubrían las paredes, las pinceladas de los cuadros que colgaban de las mismas paredes y de la sangre aristocrática… A mi parecer en la sala no encontraba a ningún humano que mereciera la muerte, tuve que conformarme con pequeños sorbos del cuello de algunas doncellas que sacaba a bailar, que sin comprenderlo, tenían que sentarse al momento pues habían perdido su vivaz energía.
Conseguido un poco de color y color, volví a dar una última vuelta al Palais Royal dispuesto a marcharme en cuanto diera de nuevo con el pasillo de entrada. Pero mi paseo me llevó de nuevo ante la vampira. Había sufrido un pequeño cambio en su físico. La palidez había desaparecido un poco. El tono de sus mejillas era algo más fuerte que el de toda la cara, era un detalle que solo el ojo de un vampiro podía detectar, dándole el toque de una tierna muñeca de porcelana sonrojada.
-Buona notte- dije en italiano, imaginándome que la vampira me entendería y sabiendo que así nuestra conversación no sería captada por los múltiples oyentes- Parece que la noche a comenzado para vos… le deseo que sea larga y entretenida. Mi nombre es Marius- me presenté.
Los colores dorados y plateados eran los destacados en el salón, avivados por la luz de las velas que estaban sujetas en los candelabros y en las lámparas de araña que, decoradas con decenas de cristales, titilaban y producían un dulce sonido que solo mi fino oído podía escuchar.
Me movía entre los caballeros y las damas que hablaban en grupo sobre grandes negocios, espléndidos regalos y el futuro de Francia con la dirección del caudillo Napoleón. La política fue algo que me interesó en vida, incluso los primeros años que fui Vampiro. Cuanta decepción sufrí cuando la capital del Imperio fue trasladada a Constantinopla, dejando a Roma sin su esplendor. Para mi la política dejó de tener sentido en aquel momento.
Me aparté de los grupos para bordear la zona de baile, pasando delante de múltiples jóvenes que esperaban ansiosas a un príncipe que les pusiese su zapatito de cristal.
Pese a la máscara, no conseguía pasar desapercibido bajo las atentas miradas que deseaban arrebatarme la máscara para poder ver la cara de aquel hombre que se movía con tanta gracia entre las personas.
Por diversión tal vez hubiera dejado que mi máscara se escurriese para poder ver sus caras de asombro, no quiero ser egocéntrico pero feo no soy, más mi atención estaba centrada den la presencia de un bebedor de sangre cómo yo.
La alarma se disparó en mi cabeza y huir era la manera más rápida de apagarla. Respiré tranquilo cuando mis ojos entraron en contacto con ella. Una belleza altiva que se movía con una gracia superior a la mía entre los hombres que dejaban un reguero de babas a su paso. Su pelo cobrizo ondulado flotaba en el aire con cada paso grácil que daba la vampira.
No había visto a toda la comitiva de actores del Théâtre des Vampires, pero sabía que ella no era uno de ellos. Su forma de moverse me trasmitía una seguridad que un vampiro al servicio de otro no podía si quiera pensar.
La vampira se detuvo ante un grupo de solteros que miraban viciosos a las mujeres del salón, al menos antes de fijar la mirada en la seductora bebedora de sangre.
-Ah joven Clément, aunque te resulte fácil cazar esta presa, no serás capaz de ver que has cogido a un lobo disfrazado de cordero- dije cuando el historial del hombre me fue presentado tanto por sus pensamientos como por las intenciones de la vampira que en su cabeza ya había trazado un perfecto plan.
-Bonsoir, petite beauté. Me hago llamar Clément ¿Cómo os llamáis vos?
-Katherine Lefevre, monsieur...
-Oh, mademoiselle Lefevre, un nombre precioso y perfecto para vos que poseéis buenos atributos…
-¡Qué presuncia!
-¿Cómo decís? Creo no haber escuchado bien, descansad esa preciosa cabecita loca, no vaya a ser que de tanto pensar os salgan arrugas- ¿En serio este muchacho era un don Juan? ¿Pero que clase de mujeres eran sus víctimas? O no tenían demasiado amor por ellas mismas o solo eran tontas.
-Claro, ¡por qué iba yo a pensar!
-Bien sûr, mademoiselle Lefevre. Las preciosidades como vos no deben forzar a la mente, puede ser peligroso. Bailad conmigo, s'il vous plaît
Ambas figuras se trasladaron hasta el centro de la sala donde se unieron al baile. Tendrías que haberlo llevado a disfrutar de su última cena, pensé.
-¿Me permitís llevaros a un lugar más cómodo? -Tu rapidez te ha costado la vida, amigo.
-Bien sûr chéri.
Y mientras se alejaban, la vampira giró su rostro para sonreírme, prueba de que mi presencia no había pasado inadvertida tampoco para ella. Agaché levemente la cabeza para saludarle y me di la vuelta para seguir con mi visita al lugar.
Admiré las tallas de las columnas, los acertados colores del papel tapiz que recubrían las paredes, las pinceladas de los cuadros que colgaban de las mismas paredes y de la sangre aristocrática… A mi parecer en la sala no encontraba a ningún humano que mereciera la muerte, tuve que conformarme con pequeños sorbos del cuello de algunas doncellas que sacaba a bailar, que sin comprenderlo, tenían que sentarse al momento pues habían perdido su vivaz energía.
Conseguido un poco de color y color, volví a dar una última vuelta al Palais Royal dispuesto a marcharme en cuanto diera de nuevo con el pasillo de entrada. Pero mi paseo me llevó de nuevo ante la vampira. Había sufrido un pequeño cambio en su físico. La palidez había desaparecido un poco. El tono de sus mejillas era algo más fuerte que el de toda la cara, era un detalle que solo el ojo de un vampiro podía detectar, dándole el toque de una tierna muñeca de porcelana sonrojada.
-Buona notte- dije en italiano, imaginándome que la vampira me entendería y sabiendo que así nuestra conversación no sería captada por los múltiples oyentes- Parece que la noche a comenzado para vos… le deseo que sea larga y entretenida. Mi nombre es Marius- me presenté.
Re: Mascarade [Marius]
Caminé por la sala hasta encontrarme de frente al vampiro morador del Palais Royal.
-Buona notte. Parece que la noche a comenzado para vos… le deseo que sea larga y entretenida. Mi nombre es Marius- agaché la cabeza en modo de saludo.
Estaba claro que era italiano. Me fijé más en su persona puesto que anteriormente no pude hacerlo. Sus cabellos eran de un rubio platino que reflejaba la luz dándole un brillo encantador. Podía percibir con suma perfección el color de sus ojos tras la máscara. Eran de un azul grisaceo con ese peculiar brillo sobrenatural. Y su figura podría dejar exhausta a cualquier dama de la sala. Resultaba un vampiro hermoso. ¿Existirían vampiros de excasa hermosura? Cuánto lo dudaba.
-Buona notte monsieur Marius. Yo soy Katherine, enchanté...- hice una reverencia agarrando mi vestido e inclinándome un poco. ¿Qué podían decirle los malditos a los malditos? Sonreí.- Es extraño ver a un extranjero por aquí...- no me agradaba hablar en italiano, prefería el francés en todo su esplendor... Era caprichosa.- Acompañadme...- Así a Marius de la mano.
Le llevé hacia las amplias escaleras del Palais Royal. Eran magníficas, al igual que el resto del edificio. En aquel lugar no había nadie, todos preferían estar en el salón de baile. Me quité la máscara y me puse frente a él. Mi expresión era de pocos amigos, aunque discreta y calmada.
-¿Cómo os atrevéis a entrar en mi territorio? No suelo ser muy amigable con los visitantes...- mi voz se convirtió en una más tenebrosa.- ¿Qué os ha traído hasta aquí, monsieur?
-Buona notte. Parece que la noche a comenzado para vos… le deseo que sea larga y entretenida. Mi nombre es Marius- agaché la cabeza en modo de saludo.
Estaba claro que era italiano. Me fijé más en su persona puesto que anteriormente no pude hacerlo. Sus cabellos eran de un rubio platino que reflejaba la luz dándole un brillo encantador. Podía percibir con suma perfección el color de sus ojos tras la máscara. Eran de un azul grisaceo con ese peculiar brillo sobrenatural. Y su figura podría dejar exhausta a cualquier dama de la sala. Resultaba un vampiro hermoso. ¿Existirían vampiros de excasa hermosura? Cuánto lo dudaba.
-Buona notte monsieur Marius. Yo soy Katherine, enchanté...- hice una reverencia agarrando mi vestido e inclinándome un poco. ¿Qué podían decirle los malditos a los malditos? Sonreí.- Es extraño ver a un extranjero por aquí...- no me agradaba hablar en italiano, prefería el francés en todo su esplendor... Era caprichosa.- Acompañadme...- Así a Marius de la mano.
Le llevé hacia las amplias escaleras del Palais Royal. Eran magníficas, al igual que el resto del edificio. En aquel lugar no había nadie, todos preferían estar en el salón de baile. Me quité la máscara y me puse frente a él. Mi expresión era de pocos amigos, aunque discreta y calmada.
-¿Cómo os atrevéis a entrar en mi territorio? No suelo ser muy amigable con los visitantes...- mi voz se convirtió en una más tenebrosa.- ¿Qué os ha traído hasta aquí, monsieur?
Re: Mascarade [Marius]
-Buona notte monsieur Marius. Yo soy Katherine, enchanté...- Se presentó la dulce Vampira en francés. Me descolocó su cambio de idioma pero su saludo era la prueba de que entendía el italiano- Es extraño ver a un extranjero por aquí… Acompañadme...
-Bien sûr- contesté mientras su mano estiraba la mía para que la siguiera a un lugar más apartado. Con aquella belleza que ocultaba tras la máscara no me importaba convertirme en una víctima más.
Me llevó hasta las escaleras del Palais Royal que estaban completamente desiertas.
Allí, y después de asegurarse de que no había nadie, se quitó la máscara y mis sospechas quedaron verificadas. Era una belleza de mujer que había recibido la sangre oscura en la flor de la vida. Pero su expresión no iba relacionada con la dulzura de su voz-¿Cómo os atrevéis a entrar en mi territorio? No suelo ser muy amigable con los visitantes...- reí irónico ante aquella degradante acusación ¿Se creía que alguien como yo hacía caso de estúpidos territorios? Si pensaba eso estaba en la cierto… el único territorio que respetaba era el mío, y por causas mayores. Pero en cuanto se trataba de los demás, iba y venía por donde quería. Eran los propios dueños del territorio quien se escondían de mí, no osaban acercarse a un vampiro antiguo.
Pero esta joven de pelo cobrizo osaba plantarme cara y creer que me perdonaba la vida por entrar en su supuesto territorio. Tal vez, como estaba encerrando mi esencia en mi mismo para no alertar a las huestes de Armand, la vampira no se daba cuenta de con quien estaba hablando en realidad. Pero no mostré pruebas de mi alteración, no quiero pecar de vanidoso pero Katherine no estaba hablando con cualquiera y su falta de tacto hería mi orgullo -¿Qué os ha traído hasta aquí, monsieur?
Me quité la máscara y mostré una mirada serena y una sonrisa tranquila.
-Lo que me haya traído aquí es solo asunto mío, mademoiselle Katherine Lefevre. Y creía que París estaba bajo el control de Armand y sus huestes del Théâtre des Vampires. Es más ni si quiera me suena su nombre. De todos los viajes que he hecho a París, es la primera vez que oigo hablar de vos… no deberías ser tan presuntuosa mademoiselle- era un golpe al orgullo de la dama, que si de verdad se daba a conocer como la jefa del territorio, de seguro que dolería.
-Bien sûr- contesté mientras su mano estiraba la mía para que la siguiera a un lugar más apartado. Con aquella belleza que ocultaba tras la máscara no me importaba convertirme en una víctima más.
Me llevó hasta las escaleras del Palais Royal que estaban completamente desiertas.
Allí, y después de asegurarse de que no había nadie, se quitó la máscara y mis sospechas quedaron verificadas. Era una belleza de mujer que había recibido la sangre oscura en la flor de la vida. Pero su expresión no iba relacionada con la dulzura de su voz-¿Cómo os atrevéis a entrar en mi territorio? No suelo ser muy amigable con los visitantes...- reí irónico ante aquella degradante acusación ¿Se creía que alguien como yo hacía caso de estúpidos territorios? Si pensaba eso estaba en la cierto… el único territorio que respetaba era el mío, y por causas mayores. Pero en cuanto se trataba de los demás, iba y venía por donde quería. Eran los propios dueños del territorio quien se escondían de mí, no osaban acercarse a un vampiro antiguo.
Pero esta joven de pelo cobrizo osaba plantarme cara y creer que me perdonaba la vida por entrar en su supuesto territorio. Tal vez, como estaba encerrando mi esencia en mi mismo para no alertar a las huestes de Armand, la vampira no se daba cuenta de con quien estaba hablando en realidad. Pero no mostré pruebas de mi alteración, no quiero pecar de vanidoso pero Katherine no estaba hablando con cualquiera y su falta de tacto hería mi orgullo -¿Qué os ha traído hasta aquí, monsieur?
Me quité la máscara y mostré una mirada serena y una sonrisa tranquila.
-Lo que me haya traído aquí es solo asunto mío, mademoiselle Katherine Lefevre. Y creía que París estaba bajo el control de Armand y sus huestes del Théâtre des Vampires. Es más ni si quiera me suena su nombre. De todos los viajes que he hecho a París, es la primera vez que oigo hablar de vos… no deberías ser tan presuntuosa mademoiselle- era un golpe al orgullo de la dama, que si de verdad se daba a conocer como la jefa del territorio, de seguro que dolería.
Re: Mascarade [Marius]
-Lo que me haya traído aquí es solo asunto mío, mademoiselle Katherine Lefevre.- ¡Qué desconsiderado! Era un nómada en las tierras de Francia y ni si quiera era capaz de decir qué le traía aquí- Y creía que París estaba bajo el control de Armand y sus huestes del Théâtre des Vampires. Es más ni si quiera me suena su nombre. De todos los viajes que he hecho a París, es la primera vez que oigo hablar de vos… no deberías ser tan presuntuosa mademoiselle.- Enarqué una ceja y en mis labios se dibujó una sonrisa socarrona durante unos instantes.
Parecía que el desconocido conocía la situación de los bebedores de sangre en París. Me resultó extraño, inconcebible. ¿Presuntuosa yo? Sí, bueno, aceptaba que en ocasiones lo era, pero en aquellos momentos…
-¿De veras?- una pregunta retórica formulada con una voz dulce y suave- Por supuesto que Armand y el Théâtre des Vampires gobiernan París. Sí, y no soy yo, ¿por qué entonces lo digo? Si contestase como vos lo habéis hecho, os diría que no es de vuestra incumbencia… pero tengo modales.- Mostré tranquilidad en todas mis palabras, cuantiosos sucesos habían ocurrido…- Mi vocación es tener Francia en sumo orden, sí un bebedor de sangre está causando el caos, yo lo impediría… Con Armand es distinto. Estuve durante un siglo durmiendo, en mi despertar descubrí nuevos huéspedes en mi querida París. Santino era su líder. Pudiera ser que mis poderes fueran mayores que los suyos, pero tenía a todo un ejército tras él. Las palabras no fueron suficientes para aquel vampiro arrogante, las amenazas me echaron atrás. Solo un pacto. Podría quedarme en París, e incluso en la propia Francia, si me convertía en una sombra de la sociedad, si no me inmiscuía en ningún asunto… ¡qué barbaridad!- le miré con gesto triunfante- No hice caso de ninguna de las dos. Parece que me teme más que yo a él, la idea no me desagrada. Armand… parecía un chiquillo con posibilidades, con buenos ideales inculcados, de haber tenido a un buen mentor… pero Santino lo redujo todo a cenizas. Convirtió al pequeño vampiro en un líder afán de lucro y poder. Era horrible lo que hacían para poder aceptar a un humano recién convertido en vampiro… Su vida en las catacumbas me provocaba un deseo irrefrenable de entrar y sacar a aquel muchacho. Poder inculcarle buenos ideales y arreglar aquella mente demacrada por Santino. Pero no me atreví, soy demasiado cobarde, tanto que ni pude ayudar a un niño a vivir su propia eternidad.- Me quedé en silencio durante un momento, aquel recuerdo me proporcionó daño ajeno, pero la historia se vuelve algo feliz- Hasta que Lestat y su madre llegaron a la ciudad. No sé qué hicieron con Armand, pero hoy en día, es un vampiro nuevo, en comparación a lo que era antes. Le cedió su mansión e incluso su teatro, hicieron maravillas.
No soy yo quien gobierna París por respeto a Armand, y porque, de momento, no ha habido ninguna queja de mi parte. En cuanto a esto, no tengo por qué no hacer nada por mi ciudad. Y en cuanto Santino… le busco, ha desaparecido, y me pregunto el por qué…- me quedé pensativa unos instantes. Era cierto que aquel descorazonador vampiro no estaba en Francia, ¿dónde se hallaba? En ocasiones intentaba buscarlo, pero siempre lo perdía. ¿Por qué se iba ahora? ¿Qué tenía que perder?- En todo caso, espero haberos aclarado la situación. Mientras no hagáis de Francia un desastre, no os la veréis conmigo, suficiente ha tenido el país con la Revolución Francesa. Siento si os he molestado, no volveré a hacerlo. Si me disculpáis, tened buena residencia aquí, es hora de partir… Au revoir monsieur Marius.
Me di la vuelta para salir del Palais Royal, parecía haber tenido suficiente por aquella noche. Me sentía mal por las palabras del visitante, ojalá fuera tan valiente como para, en su momento, haberme llevado a Santino a la tumba. Era un gran defecto mío, no atreverme a actuar, pero sí a juzgar… Gracias a aquel malnacido había perdido para siempre el poder sumo de París.
Parecía que el desconocido conocía la situación de los bebedores de sangre en París. Me resultó extraño, inconcebible. ¿Presuntuosa yo? Sí, bueno, aceptaba que en ocasiones lo era, pero en aquellos momentos…
-¿De veras?- una pregunta retórica formulada con una voz dulce y suave- Por supuesto que Armand y el Théâtre des Vampires gobiernan París. Sí, y no soy yo, ¿por qué entonces lo digo? Si contestase como vos lo habéis hecho, os diría que no es de vuestra incumbencia… pero tengo modales.- Mostré tranquilidad en todas mis palabras, cuantiosos sucesos habían ocurrido…- Mi vocación es tener Francia en sumo orden, sí un bebedor de sangre está causando el caos, yo lo impediría… Con Armand es distinto. Estuve durante un siglo durmiendo, en mi despertar descubrí nuevos huéspedes en mi querida París. Santino era su líder. Pudiera ser que mis poderes fueran mayores que los suyos, pero tenía a todo un ejército tras él. Las palabras no fueron suficientes para aquel vampiro arrogante, las amenazas me echaron atrás. Solo un pacto. Podría quedarme en París, e incluso en la propia Francia, si me convertía en una sombra de la sociedad, si no me inmiscuía en ningún asunto… ¡qué barbaridad!- le miré con gesto triunfante- No hice caso de ninguna de las dos. Parece que me teme más que yo a él, la idea no me desagrada. Armand… parecía un chiquillo con posibilidades, con buenos ideales inculcados, de haber tenido a un buen mentor… pero Santino lo redujo todo a cenizas. Convirtió al pequeño vampiro en un líder afán de lucro y poder. Era horrible lo que hacían para poder aceptar a un humano recién convertido en vampiro… Su vida en las catacumbas me provocaba un deseo irrefrenable de entrar y sacar a aquel muchacho. Poder inculcarle buenos ideales y arreglar aquella mente demacrada por Santino. Pero no me atreví, soy demasiado cobarde, tanto que ni pude ayudar a un niño a vivir su propia eternidad.- Me quedé en silencio durante un momento, aquel recuerdo me proporcionó daño ajeno, pero la historia se vuelve algo feliz- Hasta que Lestat y su madre llegaron a la ciudad. No sé qué hicieron con Armand, pero hoy en día, es un vampiro nuevo, en comparación a lo que era antes. Le cedió su mansión e incluso su teatro, hicieron maravillas.
No soy yo quien gobierna París por respeto a Armand, y porque, de momento, no ha habido ninguna queja de mi parte. En cuanto a esto, no tengo por qué no hacer nada por mi ciudad. Y en cuanto Santino… le busco, ha desaparecido, y me pregunto el por qué…- me quedé pensativa unos instantes. Era cierto que aquel descorazonador vampiro no estaba en Francia, ¿dónde se hallaba? En ocasiones intentaba buscarlo, pero siempre lo perdía. ¿Por qué se iba ahora? ¿Qué tenía que perder?- En todo caso, espero haberos aclarado la situación. Mientras no hagáis de Francia un desastre, no os la veréis conmigo, suficiente ha tenido el país con la Revolución Francesa. Siento si os he molestado, no volveré a hacerlo. Si me disculpáis, tened buena residencia aquí, es hora de partir… Au revoir monsieur Marius.
Me di la vuelta para salir del Palais Royal, parecía haber tenido suficiente por aquella noche. Me sentía mal por las palabras del visitante, ojalá fuera tan valiente como para, en su momento, haberme llevado a Santino a la tumba. Era un gran defecto mío, no atreverme a actuar, pero sí a juzgar… Gracias a aquel malnacido había perdido para siempre el poder sumo de París.
Re: Mascarade [Marius]
Escuché toda su historia sin moverme, hablar ni inmutarme. No podía dejar que los sentimientos afloraran en mis gestos ni mis facciones. Armand había sido mi niño y Santino el demonio que me lo arrebató. Eran parte de una historia que no quería compartir con nadie.
-Siento si os he molestado, no volveré a hacerlo. Si me disculpáis, tened buena residencia aquí, es hora de partir… Au revoir monsieur Marius.- incliné la cabeza despidiéndome también de ella.
Cuando su vestido desapareció entre la multitud, me sobrecogió un sentimiento de culpa atroz. No había sido del todo sincero con aquella vampira y ella se había abierto a mi sin esperar nada a cambio, no era justo por mi parte despedirme de una forma tan fría.
La seguí hasta el exterior. La cogí justo cuando bajaba las escaleras de la entrada.
-Señorita Katherine, espere- rogué mientras bajaba las escaleras para colocarme a su lado- Yo también debo disculparme por mi mala educación. Lo siento, no estoy acostumbrado a que me diga por donde tengo que ir ni nada por el estilo. Siento si la he ofendido- ella continuó bajando las escaleras y yo me quedé quieto- Si le sirve de consuelo, vos no podíais hacer nada por Armand. Estaba perdido irremediablemente desde el momento que Santino lo adoptó. Le influencio con falsas esperanzas y creencias oscuras típicas de una secta. Lestat pudo deshacer la secta porque cuando los conoció, ésta ya estaba desapareciendo por si sola. Lestat solo tuvo que dar un pequeño empujón- volví a bajar los escalones que nos separaban- No dejemos que la noche se estropeé por unos malos modales. Volveré a presentarme- hice una gran reverencia- Mi nombre es Marius de Romanus y aunque mis asuntos sigas siendo privados, no quiere decir que tenga que ser maleducado con la señora de París- y tomé su mano para besarla. Luego me erguí y esperé un acto de perdón por parte de la anfitriona pues Armand podría ser el señor de París pero Katherine podría ser la señora que reinaba en el lugar.
-Siento si os he molestado, no volveré a hacerlo. Si me disculpáis, tened buena residencia aquí, es hora de partir… Au revoir monsieur Marius.- incliné la cabeza despidiéndome también de ella.
Cuando su vestido desapareció entre la multitud, me sobrecogió un sentimiento de culpa atroz. No había sido del todo sincero con aquella vampira y ella se había abierto a mi sin esperar nada a cambio, no era justo por mi parte despedirme de una forma tan fría.
La seguí hasta el exterior. La cogí justo cuando bajaba las escaleras de la entrada.
-Señorita Katherine, espere- rogué mientras bajaba las escaleras para colocarme a su lado- Yo también debo disculparme por mi mala educación. Lo siento, no estoy acostumbrado a que me diga por donde tengo que ir ni nada por el estilo. Siento si la he ofendido- ella continuó bajando las escaleras y yo me quedé quieto- Si le sirve de consuelo, vos no podíais hacer nada por Armand. Estaba perdido irremediablemente desde el momento que Santino lo adoptó. Le influencio con falsas esperanzas y creencias oscuras típicas de una secta. Lestat pudo deshacer la secta porque cuando los conoció, ésta ya estaba desapareciendo por si sola. Lestat solo tuvo que dar un pequeño empujón- volví a bajar los escalones que nos separaban- No dejemos que la noche se estropeé por unos malos modales. Volveré a presentarme- hice una gran reverencia- Mi nombre es Marius de Romanus y aunque mis asuntos sigas siendo privados, no quiere decir que tenga que ser maleducado con la señora de París- y tomé su mano para besarla. Luego me erguí y esperé un acto de perdón por parte de la anfitriona pues Armand podría ser el señor de París pero Katherine podría ser la señora que reinaba en el lugar.
Re: Mascarade [Marius]
-Señorita Katherine, espere. Yo también debo disculparme por mi mala educación. Lo siento, no estoy acostumbrado a que me diga por donde tengo que ir ni nada por el estilo. Siento si la he ofendido- escuché la voz del visitante, al menos tenía sentimientos, un paso era un paso. Me alcanzó, pero mi paso no se detuvo.- Si le sirve de consuelo, vos no podíais hacer nada por Armand.- me paré en seco, ¿acaso sabía algo que yo no sabía? Escuché- Estaba perdido irremediablemente desde el momento que Santino lo adoptó. Le influenció con falsas esperanzas y creencias oscuras típicas de una secta. Lestat pudo deshacer la secta porque cuando los conoció, ésta ya estaba desapareciendo por sí sola. Lestat solo tuvo que dar un pequeño empujón- ¿En serio? Esa parte me la perdí. No tenía ni idea de que el poder de Santino estaba desapareciendo de Armand. ¿La rutina? ¿El descubrir el mundo como lo veía Lestat? Pudiera ser. Marius bajó las escaleras hasta ponerse a mi altura.- No dejemos que la noche se estropeé por unos malos modales. Volveré a presentarme- le miré. Hizo una gran reverencia.- Mi nombre es Marius de Romanus y aunque mis asuntos sigan siendo privados, no quiere decir que tenga que ser maleducado con la señora de París- Vaya… ya lo has comprendido mon chér…
Por respeto, o simplemente por formalidad, le devolví la reverencia.
-Estoy conforme. Ahora… decidme, ¿cómo conocéis tanto la historia de Armand? Nunca os he sentido aquí en París, sin embargo, parece emanar de vuestro interior gran soltura en cuanto al tema se refiere…
La gente comenzaba a bajar las escaleras del Palais Royal, puesto que la noche había transcurrido notablemente. Les miraba de reojo, me llevé algún que otro empujón sin inmutarme lo más mínimo.
-¡Quel cauchemar, Mon Dieu! Si deseáis, podríamos entablar una conversación en ma maison…- esperé su respuesta, asentí con la cabeza tras su aceptación- Seguidme.- Elevé una de mis manos para que el visitante la tomase.
Mi hogar no estaba lejos, ni mucho menos, pero aquella era mi forma de ser, tampoco iba a perderse por las calles parisinas, de eso estaba segura. Mis andares eran gráciles, como una mariposa en volandas, en aquella estrellada noche de verano. Las calles comenzaban a vaciarse por momentos, cuando entraba la noche, París se convertía en una ciudad fantasma, excepto para los que morábamos entre las sombras.
Mi pequeña maison se abría ante nuestros ojos con magnificencia. Una preciosa mansión victoriana digna de un bebedor de sangre. Los jardines eran extensos y con flores espectaculares entre los matorrales, el jardinero siempre hacía un buen trabajo.
-Siempre saliendo sin avisar, ¿sabéis el disgusto que me he llevado al no veros en vuestros aposentos?- me mordí el labio y me di la vuelta despacio. Allí se posaba con las manos en las caderas y con semblante serio y preocupado. Era mi ama de llaves, Francine, tenía 626 años y aún se preocupaba por mí… no lo haría si supiese quien soy de verdad- ¡Y traéis caballeros a casa! Si no os tuviera el respeto que os tengo, ¡diría que sois una bohemia!- encantadora.- Y ahora querréis que despierte a las doncellas ¿me equivoco?
-Francine… Siento no haberos avisado. No os preocupéis, no despertéis a nadie, sé valérmelas por mí misma. Volved a la cama, por favor.
“¿Valérosla por vos misma? Que Dios nos coja confesados…”, su pensamiento se clavó en mi mente, tenía un sentido del humor muy cuantificado. Finalmente asintió con la cabeza, no dejaba de mirar a Marius con desconfianza, siempre tenía que montar un numerito, pero eso me encantaba, me hacía reír ocasionalmente. Pronto, la figura de Francine subía las escaleras, aún con pensamientos de lo más graciosos, sobreprotectores, maternales… ¿Pero cómo no iba a tenerlos? Les daba todo lo que necesitaban, aunque Francine nunca pensó en lo material…
-Por favor, no se lo tengáis en cuenta- miré a Marius un tanto avergonzada, puede que me encantasen sus numeritos, pero me ponía en evidencia- Pasad y sentaros- le indiqué con una mano. Le mostré el salón al entrar, de nuevo le indiqué que se sentase en uno de los asientos.- Si me permitís, voy a ponerme más cómoda, no me gusta estar en casa vestida de gala- sonreí e incliné la cabeza en modo de pequeña despedida.
Subí las escaleras rumbo a mi habitación. Tras abrir la puerta me encontré a Francine con los brazos cruzados sentada en mi cama, aunque se levantó al instante.- ¿Qué hacéis aquí Francine?
-Os conozco como a mí misma, en casa no podéis estar con esas ropas, no lo soportáis… ¿No iréis a poneros uno de vuestros modelitos, verdad?- al ver la expresión de mi cara…- ¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡¿Pero que se os pasa por la cabeza?! Ahí abajo hay un hombre, y tanto vos como yo sabemos qué tienen en la cabeza los hombres.
-Francine… no os preocupéis más por mí, sé lo que hago, ese hombre no es peligroso- lo era, y mucho, pero no cómo se podía imaginar Francine.- Salid de mi habitación y acostaros de una vez- dije mientras la cogía del brazo y pasaba una mano tras su cintura acompañándola a la puerta de la habitación.- Ni un pero más… ve.
Cerré la puerta, y me tumbé en la cama, que agotamiento llegaba a dar aquella mujer. Me quité toda la ropa que llevaba puesta, e incluso solté mi pelo, dejándolo caer hasta la cintura. Me puse uno de mis “conjuntitos especiales” como los llamaba Francine, pero a mí me parecía de lo más normal. Antiguamente, cuando bailaba o actuaba, llevaba ropa similar, sí, bueno… en actuaciones privadas. Cuando cogí el conjunto vi unos zapatos que me recordaban a mis días de bailarina, no sabía que los tenía ahí. Me los puse también, me traían buenos recuerdos. Bajo el corset me coloqué una pequeña falda de bailarina que caía lacia hasta la mitad de mis muslos.
-Siento la tardanza, tuve un pequeño problema…- sabía que él sabría qué problema, así que no le di más vueltas. Me senté en un diván. Más que sentarme, me recosté, con la cabeza apoyada en una mano, cuyo brazo estaba apoyado en una pila de cojines.- ¿Contestaréis mi pregunta, monsieur?- flexioné una rodilla, quedándose levantada, mientras que la otra pierna descansaba en el diván.
Por respeto, o simplemente por formalidad, le devolví la reverencia.
-Estoy conforme. Ahora… decidme, ¿cómo conocéis tanto la historia de Armand? Nunca os he sentido aquí en París, sin embargo, parece emanar de vuestro interior gran soltura en cuanto al tema se refiere…
La gente comenzaba a bajar las escaleras del Palais Royal, puesto que la noche había transcurrido notablemente. Les miraba de reojo, me llevé algún que otro empujón sin inmutarme lo más mínimo.
-¡Quel cauchemar, Mon Dieu! Si deseáis, podríamos entablar una conversación en ma maison…- esperé su respuesta, asentí con la cabeza tras su aceptación- Seguidme.- Elevé una de mis manos para que el visitante la tomase.
Mi hogar no estaba lejos, ni mucho menos, pero aquella era mi forma de ser, tampoco iba a perderse por las calles parisinas, de eso estaba segura. Mis andares eran gráciles, como una mariposa en volandas, en aquella estrellada noche de verano. Las calles comenzaban a vaciarse por momentos, cuando entraba la noche, París se convertía en una ciudad fantasma, excepto para los que morábamos entre las sombras.
Mi pequeña maison se abría ante nuestros ojos con magnificencia. Una preciosa mansión victoriana digna de un bebedor de sangre. Los jardines eran extensos y con flores espectaculares entre los matorrales, el jardinero siempre hacía un buen trabajo.
- Maison:
-Siempre saliendo sin avisar, ¿sabéis el disgusto que me he llevado al no veros en vuestros aposentos?- me mordí el labio y me di la vuelta despacio. Allí se posaba con las manos en las caderas y con semblante serio y preocupado. Era mi ama de llaves, Francine, tenía 626 años y aún se preocupaba por mí… no lo haría si supiese quien soy de verdad- ¡Y traéis caballeros a casa! Si no os tuviera el respeto que os tengo, ¡diría que sois una bohemia!- encantadora.- Y ahora querréis que despierte a las doncellas ¿me equivoco?
-Francine… Siento no haberos avisado. No os preocupéis, no despertéis a nadie, sé valérmelas por mí misma. Volved a la cama, por favor.
“¿Valérosla por vos misma? Que Dios nos coja confesados…”, su pensamiento se clavó en mi mente, tenía un sentido del humor muy cuantificado. Finalmente asintió con la cabeza, no dejaba de mirar a Marius con desconfianza, siempre tenía que montar un numerito, pero eso me encantaba, me hacía reír ocasionalmente. Pronto, la figura de Francine subía las escaleras, aún con pensamientos de lo más graciosos, sobreprotectores, maternales… ¿Pero cómo no iba a tenerlos? Les daba todo lo que necesitaban, aunque Francine nunca pensó en lo material…
-Por favor, no se lo tengáis en cuenta- miré a Marius un tanto avergonzada, puede que me encantasen sus numeritos, pero me ponía en evidencia- Pasad y sentaros- le indiqué con una mano. Le mostré el salón al entrar, de nuevo le indiqué que se sentase en uno de los asientos.- Si me permitís, voy a ponerme más cómoda, no me gusta estar en casa vestida de gala- sonreí e incliné la cabeza en modo de pequeña despedida.
Subí las escaleras rumbo a mi habitación. Tras abrir la puerta me encontré a Francine con los brazos cruzados sentada en mi cama, aunque se levantó al instante.- ¿Qué hacéis aquí Francine?
-Os conozco como a mí misma, en casa no podéis estar con esas ropas, no lo soportáis… ¿No iréis a poneros uno de vuestros modelitos, verdad?- al ver la expresión de mi cara…- ¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡¿Pero que se os pasa por la cabeza?! Ahí abajo hay un hombre, y tanto vos como yo sabemos qué tienen en la cabeza los hombres.
-Francine… no os preocupéis más por mí, sé lo que hago, ese hombre no es peligroso- lo era, y mucho, pero no cómo se podía imaginar Francine.- Salid de mi habitación y acostaros de una vez- dije mientras la cogía del brazo y pasaba una mano tras su cintura acompañándola a la puerta de la habitación.- Ni un pero más… ve.
Cerré la puerta, y me tumbé en la cama, que agotamiento llegaba a dar aquella mujer. Me quité toda la ropa que llevaba puesta, e incluso solté mi pelo, dejándolo caer hasta la cintura. Me puse uno de mis “conjuntitos especiales” como los llamaba Francine, pero a mí me parecía de lo más normal. Antiguamente, cuando bailaba o actuaba, llevaba ropa similar, sí, bueno… en actuaciones privadas. Cuando cogí el conjunto vi unos zapatos que me recordaban a mis días de bailarina, no sabía que los tenía ahí. Me los puse también, me traían buenos recuerdos. Bajo el corset me coloqué una pequeña falda de bailarina que caía lacia hasta la mitad de mis muslos.
- Vestimenta:
-Siento la tardanza, tuve un pequeño problema…- sabía que él sabría qué problema, así que no le di más vueltas. Me senté en un diván. Más que sentarme, me recosté, con la cabeza apoyada en una mano, cuyo brazo estaba apoyado en una pila de cojines.- ¿Contestaréis mi pregunta, monsieur?- flexioné una rodilla, quedándose levantada, mientras que la otra pierna descansaba en el diván.
Re: Mascarade [Marius]
-Estoy conforme. Ahora… decidme, ¿cómo conocéis tanto la historia de Armand? Nunca os he sentido aquí en París, sin embargo, parece emanar de vuestro interior gran soltura en cuanto al tema se refiere…- una oleada de sensaciones me recorrieron cuando la vampira preguntó sobre mi relación con Armand. Podría decirle que fui yo quien le convirtió pero las palabras no podían salir de mi boca.
Para mi suerte, los invitados a la fiesta salieron en grandes grupos cortando así nuestra conversación. Katherine pareció molesta con el gentío.-¡Quel cauchemar, Mon Dieu! Si deseáis, podríamos entablar una conversación en ma maison…
-Será todo un placer- acepté la invitación y su mano para que me guiara. No podía ni pensar el haber rechazado su invitación ¿y si la hubiera ofendido?
Como dos fantasmas nos movíamos en las desiertas calles de París. Ella con gráciles movimientos que hacían que cada paso pareciera una danza. Yo, solo una estatua móvil que disfrutaba de los andares de la vampiresa.
-Mon douce accueil…- dijo Katherine cuando llegamos a una espléndida mansión con un enorme jardín-Pasad, no seáis tímido.- y la seguí por la puerta abierta hasta el interior de la mansión. Allí nos dio la bienvenida una mujer con cara de pocos amigos, sobre todo cuando me miraba a mi ¿Molestaba mi presencia?
-Siempre saliendo sin avisar, ¿sabéis el disgusto que me he llevado al no veros en vuestros aposentos? ¡Y traéis caballeros a casa! Si no os tuviera el respeto que os tengo, ¡diría que sois una bohemia! Y ahora querréis que despierte a las doncellas ¿me equivoco?- No, estaba claro que no le hacía mucha gracia.
Después de unas disculpas y una invitación al salón donde podía sentarme, cosa que no rechacé, esperé a que Katherine volviera de cambiarse.
En aquella mansión podía escucharse de todo. Desde el latir de una decena de corazones hasta la conversación que tenía la señora de la casa con su ama de llaves.
En silencio y sin intentar prestar atención a la conversación, me entretuve contemplando las decoraciones de la casa: los muebles, un par de cuadros que colgaban de las paredes, las lámparas… todo daba una sensación de comodidad para la mente y el buen gusto.
Katherine apareció momentos después ataviada con un corsé y una pequeña falda que dejaba al descubierto sus hombros, brazos y piernas. Me levanté como buen caballero y me senté cuando ella se recostó en el diván que tenía al lado.
-Siento la tardanza, tuve un pequeño problema…
-No os disculpéis, la demora ha valido la pena- dije tranquilamente
-¿Contestaréis mi pregunta, monsieur?- la esperanza de que se hubiera olvidado del tema desapareció. Sonreí desarmado y me recosté en el sillón.
-He vivido muchos años señorita Katherine, tantos que el don Oscuro me ha dado poderes que jamás os podáis imaginar- los años y la sangre de Akasha claro está- Ha habido muchas épocas que no he querido vivir y he dormido cientos de años. Mientras duermo, a mi oído vienen las voces de todo el mundo y espero hasta que algo consiga hacerme despertar. Sé quien es Armand porque mis ojos han visto el amanecer de su secta, su nacimiento… y me parecía tan detestable que no he dejado de estar pendientes de ellos ni por un momento, hasta que se disolvió. Por eso conozco toda la historia, incluyendo a Lestat…- ¿era vergüenza lo que me impedía contarle la verdad? Sí.
Cuando me recuperé de mis quemaduras, habían pasado tantos años que cuando quise ir a buscar a Armand, este se había transformado por completo… ya no era el querubín que yo había rescatado de la muerte y no tenía fuerzas para volver a aparecerme ante él… Lo abandoné- Por eso me pareció extraño saber de su existencia. No sabía que llegasteis a un trato con Santino ni os obligara a uniros a su secta- como hizo conmigo. Mi negativa y su humillación me costaron mi magnífica casa en Venecia junto a mis pupilos- Fue un gran alivio que aquel parasito, no hay otra forma de llamar a la secta, desapareciera de una vez por todas. Sus huestes eran de lo más irracionales, al igual que su religión. Lo único que puede salvarse de esas creencias es su arte… me encanta entrar en las iglesias para admirar los ángeles y las vírgenes retratadas en los lienzos… bellisimo
Para mi suerte, los invitados a la fiesta salieron en grandes grupos cortando así nuestra conversación. Katherine pareció molesta con el gentío.-¡Quel cauchemar, Mon Dieu! Si deseáis, podríamos entablar una conversación en ma maison…
-Será todo un placer- acepté la invitación y su mano para que me guiara. No podía ni pensar el haber rechazado su invitación ¿y si la hubiera ofendido?
Como dos fantasmas nos movíamos en las desiertas calles de París. Ella con gráciles movimientos que hacían que cada paso pareciera una danza. Yo, solo una estatua móvil que disfrutaba de los andares de la vampiresa.
-Mon douce accueil…- dijo Katherine cuando llegamos a una espléndida mansión con un enorme jardín-Pasad, no seáis tímido.- y la seguí por la puerta abierta hasta el interior de la mansión. Allí nos dio la bienvenida una mujer con cara de pocos amigos, sobre todo cuando me miraba a mi ¿Molestaba mi presencia?
-Siempre saliendo sin avisar, ¿sabéis el disgusto que me he llevado al no veros en vuestros aposentos? ¡Y traéis caballeros a casa! Si no os tuviera el respeto que os tengo, ¡diría que sois una bohemia! Y ahora querréis que despierte a las doncellas ¿me equivoco?- No, estaba claro que no le hacía mucha gracia.
Después de unas disculpas y una invitación al salón donde podía sentarme, cosa que no rechacé, esperé a que Katherine volviera de cambiarse.
En aquella mansión podía escucharse de todo. Desde el latir de una decena de corazones hasta la conversación que tenía la señora de la casa con su ama de llaves.
En silencio y sin intentar prestar atención a la conversación, me entretuve contemplando las decoraciones de la casa: los muebles, un par de cuadros que colgaban de las paredes, las lámparas… todo daba una sensación de comodidad para la mente y el buen gusto.
Katherine apareció momentos después ataviada con un corsé y una pequeña falda que dejaba al descubierto sus hombros, brazos y piernas. Me levanté como buen caballero y me senté cuando ella se recostó en el diván que tenía al lado.
-Siento la tardanza, tuve un pequeño problema…
-No os disculpéis, la demora ha valido la pena- dije tranquilamente
-¿Contestaréis mi pregunta, monsieur?- la esperanza de que se hubiera olvidado del tema desapareció. Sonreí desarmado y me recosté en el sillón.
-He vivido muchos años señorita Katherine, tantos que el don Oscuro me ha dado poderes que jamás os podáis imaginar- los años y la sangre de Akasha claro está- Ha habido muchas épocas que no he querido vivir y he dormido cientos de años. Mientras duermo, a mi oído vienen las voces de todo el mundo y espero hasta que algo consiga hacerme despertar. Sé quien es Armand porque mis ojos han visto el amanecer de su secta, su nacimiento… y me parecía tan detestable que no he dejado de estar pendientes de ellos ni por un momento, hasta que se disolvió. Por eso conozco toda la historia, incluyendo a Lestat…- ¿era vergüenza lo que me impedía contarle la verdad? Sí.
Cuando me recuperé de mis quemaduras, habían pasado tantos años que cuando quise ir a buscar a Armand, este se había transformado por completo… ya no era el querubín que yo había rescatado de la muerte y no tenía fuerzas para volver a aparecerme ante él… Lo abandoné- Por eso me pareció extraño saber de su existencia. No sabía que llegasteis a un trato con Santino ni os obligara a uniros a su secta- como hizo conmigo. Mi negativa y su humillación me costaron mi magnífica casa en Venecia junto a mis pupilos- Fue un gran alivio que aquel parasito, no hay otra forma de llamar a la secta, desapareciera de una vez por todas. Sus huestes eran de lo más irracionales, al igual que su religión. Lo único que puede salvarse de esas creencias es su arte… me encanta entrar en las iglesias para admirar los ángeles y las vírgenes retratadas en los lienzos… bellisimo
Re: Mascarade [Marius]
-He vivido muchos años señorita Katherine, tantos que el don Oscuro me ha dado poderes que jamás os podáis imaginar- eso aún estaba por ver. Puede que seáis poderoso, pero no debéis presumir de ello…- Ha habido muchas épocas que no he querido vivir y he dormido cientos de años. Mientras duermo, a mi oído vienen las voces de todo el mundo y espero hasta que algo consiga hacerme despertar. Sé quién es Armand porque mis ojos han visto el amanecer de su secta, su nacimiento… y me parecía tan detestable que no he dejado de estar pendientes de ellos ni por un momento, hasta que se disolvió. Por eso conozco toda la historia, incluyendo a Lestat…- Cierto, había nombrado a Lestat como si le conociera. Era increíble que durmiendo pudiera escuchar un gran acontecimiento como fue la llegada de Santino y Armand a París, yo no escuché ni un murmullo… Toda una pena. Y mi querido Lestat, todo un príncipe mal criado. Cuánto añoraba no volver a verle, hacía ya mucho tiempo de su partida a Nueva Orleans.- Por eso me pareció extraño saber de su existencia. No sabía que llegasteis a un trato con Santino ni os obligara a uniros a su secta- ¿Obligar? Nadie obligaba a Katherine Lefevre, no me gustaba tener ningún dueño. Yo vivía por mí y para mí, puede que resulte egocéntrica, pero hazañas pasadas me han hecho tal y como era.- Fue un gran alivio que aquel parasito, no hay otra forma de llamar a la secta, desapareciera de una vez por todas. Sus huestes eran de lo más irracionales, al igual que su religión. Lo único que puede salvarse de esas creencias es su arte… me encanta entrar en las iglesias para admirar los ángeles y las vírgenes retratadas en los lienzos… bellísimo.- Sonreí con un asentimiento.
-No me obligó a entrar en su secta, o al menos ese es mi parecer, fue un comentario suelto… Parece que no le caigo muy bien… Una lástima.- Dije con sarcasmo- El cristianismo… un burdo golpe para las antiguas religiones. Las religiones pueden tener sentidos para unos u otros, se refugian en ellas por miedo a lo desconocido. Creo que eso fue lo que le sucedió a Santino. Quizás tenía miedo a lo que era, quería creerse una especie de salvación para los bebedores de sangre, ¿debemos juzgarle por eso? Puede que su religión fuese destructiva, pero las demás ¿no lo son? ¿Cuántos hombres buenos han perecido bajo el filo de la espada de Dios? No justifico sus acciones, lo que ha hecho con algunos vampiros es imperdonable, pero ¿deberíamos ser benevolentes?...- me encogí de hombros. Esa pregunta podría responderse de mil maneras.- Yo era pagana según la Iglesia. Y aún lo sigo siendo, quizás sea similar a Santino. Necesito creer en algo, pero eso no recrimina que para los bebedores de sangre sea nuestro destino. No sé lo que nos depararía tras la muerte, ¿el infierno?, ¿la nada? Son preguntas que no sé responder. Como lo es nuestro origen. ¿Quién es la fuente de toda esta maldad? No he tenido el placer de saberlo, sí, se escuchan historias de los más antiguos, pero en mi opinión… creo que no tienen ni idea. He oído infinidad de incoherencias.- Me quedé pensativa durante unos instantes, podía recordar cuando danzaba para los dioses del Olimpo, para Zeus, Poseidón, Atenea, Afrodita, ¡y qué demonios! Incluso para Hades.- Recuerdo, cuando era niña haber ido a Grecia, contemplar la magnificencia del Templo de Zeus, el Partenón… poco queda ya de la religión de los Dioses Griegos… los cristianos se encargaron bien de ello. Y recuerdo las adoraciones, danzando con impecables vestidos blancos, con miles de flores en el suelo, en el aire… y el aroma del incienso.- cerré los ojos, envolviéndome en aquel recuerdo que añoraba tanto- Lo siento, me he emocionado- reí finalmente- ¿Vos creéis en algo?
-No me obligó a entrar en su secta, o al menos ese es mi parecer, fue un comentario suelto… Parece que no le caigo muy bien… Una lástima.- Dije con sarcasmo- El cristianismo… un burdo golpe para las antiguas religiones. Las religiones pueden tener sentidos para unos u otros, se refugian en ellas por miedo a lo desconocido. Creo que eso fue lo que le sucedió a Santino. Quizás tenía miedo a lo que era, quería creerse una especie de salvación para los bebedores de sangre, ¿debemos juzgarle por eso? Puede que su religión fuese destructiva, pero las demás ¿no lo son? ¿Cuántos hombres buenos han perecido bajo el filo de la espada de Dios? No justifico sus acciones, lo que ha hecho con algunos vampiros es imperdonable, pero ¿deberíamos ser benevolentes?...- me encogí de hombros. Esa pregunta podría responderse de mil maneras.- Yo era pagana según la Iglesia. Y aún lo sigo siendo, quizás sea similar a Santino. Necesito creer en algo, pero eso no recrimina que para los bebedores de sangre sea nuestro destino. No sé lo que nos depararía tras la muerte, ¿el infierno?, ¿la nada? Son preguntas que no sé responder. Como lo es nuestro origen. ¿Quién es la fuente de toda esta maldad? No he tenido el placer de saberlo, sí, se escuchan historias de los más antiguos, pero en mi opinión… creo que no tienen ni idea. He oído infinidad de incoherencias.- Me quedé pensativa durante unos instantes, podía recordar cuando danzaba para los dioses del Olimpo, para Zeus, Poseidón, Atenea, Afrodita, ¡y qué demonios! Incluso para Hades.- Recuerdo, cuando era niña haber ido a Grecia, contemplar la magnificencia del Templo de Zeus, el Partenón… poco queda ya de la religión de los Dioses Griegos… los cristianos se encargaron bien de ello. Y recuerdo las adoraciones, danzando con impecables vestidos blancos, con miles de flores en el suelo, en el aire… y el aroma del incienso.- cerré los ojos, envolviéndome en aquel recuerdo que añoraba tanto- Lo siento, me he emocionado- reí finalmente- ¿Vos creéis en algo?
Re: Mascarade [Marius]
-En la razón querida Katherine. Puede que cuando estuviera vivo tuviera que ofrecer ofrendas a Zeus, pero eso cambió cuando nací en la oscuridad. Verá, la razón de que abriera los ojos y me volviera un tanto escéptico fue mi propia transformación- mis recuerdos volaron por la habitación para que Katherine pudiera captarlos, para que mis palabras fueran completadas con las imágenes de lo ocurrido- Los últimos días de las religiones bárbaras estaban por terminar. Pocos druidas quedaban para continuar con la religión de la naturaleza y sus dioses iban muriendo poco a poco. Yo fui apresado para convertirme en uno de sus dioses, en el dios del Roble, decían ellos. Incluso para un ateo, es demasiado blasfemo comparar a un simple humano con un Dios. Pero aún así, me cuidaron, me dieron de comer, me dejaron crecer el pelo y me afeitaron para parecer lo más pulcro posible pues mi imagen no cambiaría en toda la eternidad. Cual fue mi sorpresa que su dios del Roble solo era un viejo vampiro que se estaba muriendo… y yo era el sucesor. En ese momento entendí que la religiones solo eran excusas para mover masas con más facilidad. Sin darse cuenta, los humanos habían creado la más poderosa de las armas: Capaz de matar gente, de causar miedo y ganar respeto. Yo simplemente abrí los ojos y comprendí que con lo único que no podía vivir la gente era sin razón- los recuerdos dejaron de volar cortando la imagen de un vampiro calcinado que me obsequiaba, con su poca sangre, con el don Oscuro- Yo he visto el nacer de los primeros levantamientos Cristianos y escuché todas las historias del Nazareno… pero jamás le vi. Ni tampoco supe sobre su crucifixión… ¿Qué clase de semidios aparece de repente, con una nueva religión que hace tambalear los cimientos del olimpo? Un humano que se hizo pasar por el hijo de dios y que nadie lo conoció en vida consiguió cambiar el mundo de la noche a la mañana… junto a ese libro que supuestamente relataba la vida de el humano relatada por sus discípulos ¿Quién era ese Jesús? No pude saberlo porque cuando me llegaron las primeras noticias suyas él ya estaba muerto y había resucitado para unirse con su padre en el cielo. Esas historias carecen de razón, por lo que yo me aparto para que no me peguen su irracionalidad- Había hablado yo en todo momento, con los ojos azules de Katherine fijos en mí, sin pestañear. Su mirada me turbaba pero seguí hablando- En cuanto a Santino, me abordó por el año 1482. Hacía poco que había despertado de un largo sueño y visitaba Roma para poder ver con mis propios ojos los cambios que había sufrido. Allí, bajo las estrellas, el joven Santino me abordó. Me tuteo diciendo que hacía ya un siglo que había oído hablar de mi y que mi iniciación en su secta haría que los pilares de su religión se afianzasen. Yo me negué y después de acusarme de entrar en iglesias, pues nuestro origen para el es satánico y debemos residir en las iglesias, me imploro que…- desvié la mirada y evité pensar en el recuerdo de Santino para que Katherine no leyera lo que el vampiro me preguntó en realidad-… me imploró que reconsiderara lo oferta… Me vi obligado a humillarlo para que me dejara en paz y así lo hice. Hubiera detenido mi mano si hubiera sabido lo que me ocurriría en el futuro. Pero eso es algo que se aleja en demasía de su pregunta. Dígame ¿Cómo se sintió cuando su religión fue perseguida y destruida por los cristianos? ¿Sigue adorando a los olímpicos en secreto?
Re: Mascarade [Marius]
Relató un capítulo de su vida. Según, al ser humano le secuestraron y le prepararon para ser un Dios. Estaba de acuerdo con él, de que hasta la persona más atea que exista diría que eso era una barbaridad. Había oído historias de los druidas puestas en boca de mi padre, nuestra familia se había cimentado en las antiguas religiones, distintas ramas a lo largo del tiempo. Marius me había proporcionado la visión de su historia, viendo cada detalle, observando, procurándome una segunda opinión.
Pretendí comentar algo, pero estaba absorta en sus palabras, en su voz. Ahora llegaba el turno al Cristianismo. Si decía no haber visto nunca a Jesús, quería decir que su edad era muy elevada. En ese aspecto no podía opinar, no había nacido en la época en la que se dice que nació Jesús, si era cierto.
Nombraba a Santino, no me equivocaba que le había conocido en persona. ¿Quería que Marius entrase en su secta? Gracias a Dios que aquello no había ocurrido, entonces, sí que habría tenido unos buenos cimientos para aterrorizar a la civilización vampírica. Aquello no era más que sartas de estupideces, ¿cuánto miedo tendría Santino? Algo le hizo a Marius, algo que no quiso contarme.
-Dígame ¿Cómo se sintió cuando su religión fue perseguida y destruida por los cristianos? ¿Sigue adorando a los olímpicos en secreto?
-¿Sentirme? No nací en la época en la que los dioses del Olimpo cayeron, pero sí puedo deciros que el sentimiento que me embargaba por su desaparición y persecución por la Iglesia era el odio, incluso la ira. Se necesita ser muy ignorante para llevar a cabo algo así. ¿Acaso los Cristianos, la Iglesia, ha divisado a Dios? No. ¿Por qué entonces deben acabar con otra religión? Ambos estarían ciegos, no saben si en realidad existe un ser supremo, o varios. Hay relatos de la religión de los dioses del Olimpo, tales como los semidioses, Aquiles, Perseo, Prometeo, Herakles… infinidad de historias, de seres mágicos. Los relatos del Dios Cristiano se basan en la Biblia y en la glorificación de un humano, Jesús, el hijo de Dios. ¿Y quién puede asegurar que ambos relatos sean ciertos? Cuentos, leyendas… Quién sabe…- aún siendo creyente del Olimpo, no podía asegurar su existencia, no era escéptica, pero tampoco dogmática, unas veces anteponía una idea y otras la posterior idea.- Y sí, sigo adorando a los dioses del Olimpo, no tanto como antaño, ni con tanto énfasis y entusiasmo. Tantos años en el mundo te hacen reflexionar sobre tus creencias, la realidad y el mañana. No puedo decir que haya otra vida tras la muerte, ni que nos espere el tormento eterno, sinceramente, yo no conozco el Infierno.- Mi mirada se clavó en la suya, pero la desvié al instante. ¿Quién podía asegurarnos que estábamos condenados? Era una pregunta sin respuesta, al menos, hasta que alguien dé una con algo de coherencia, que parecía, que en aquellos tiempos, faltaba- Recuerdo que adoraba los actos de veneración a los dioses, ponía todo el empeño posible, me divertía danzando en el templo de Zeus junto a mis semejantes. Claro que, había que tener mucho cuidado. Las infames cruzadas acabaron con la vida de muchos de mis amigos, mi padre… paganos, musulmanes, judíos, daba igual de la religión que fueras, si no eras cristiano, debías recibir el filo de la espada de los guerreros como la salvación, el Infierno.- Recordé aquella escena, mi madre y yo, al estar lejos de los demás, nos escondimos tras una puerta secreta en el templo de Zeus, vimos cómo asesinaban a todos nuestros seres queridos, a nuestros amigos… Bárbaros. Una lágrima de sangre corrió por mi mejilla, al instante la limpié con mis dedos- Pero eso fue hace mucho tiempo… ¿Vos fuiste el Dios del Roble? ¿Cumpliste su cometido o por el contrario, les tachaste de ignorantes?
Pretendí comentar algo, pero estaba absorta en sus palabras, en su voz. Ahora llegaba el turno al Cristianismo. Si decía no haber visto nunca a Jesús, quería decir que su edad era muy elevada. En ese aspecto no podía opinar, no había nacido en la época en la que se dice que nació Jesús, si era cierto.
Nombraba a Santino, no me equivocaba que le había conocido en persona. ¿Quería que Marius entrase en su secta? Gracias a Dios que aquello no había ocurrido, entonces, sí que habría tenido unos buenos cimientos para aterrorizar a la civilización vampírica. Aquello no era más que sartas de estupideces, ¿cuánto miedo tendría Santino? Algo le hizo a Marius, algo que no quiso contarme.
-Dígame ¿Cómo se sintió cuando su religión fue perseguida y destruida por los cristianos? ¿Sigue adorando a los olímpicos en secreto?
-¿Sentirme? No nací en la época en la que los dioses del Olimpo cayeron, pero sí puedo deciros que el sentimiento que me embargaba por su desaparición y persecución por la Iglesia era el odio, incluso la ira. Se necesita ser muy ignorante para llevar a cabo algo así. ¿Acaso los Cristianos, la Iglesia, ha divisado a Dios? No. ¿Por qué entonces deben acabar con otra religión? Ambos estarían ciegos, no saben si en realidad existe un ser supremo, o varios. Hay relatos de la religión de los dioses del Olimpo, tales como los semidioses, Aquiles, Perseo, Prometeo, Herakles… infinidad de historias, de seres mágicos. Los relatos del Dios Cristiano se basan en la Biblia y en la glorificación de un humano, Jesús, el hijo de Dios. ¿Y quién puede asegurar que ambos relatos sean ciertos? Cuentos, leyendas… Quién sabe…- aún siendo creyente del Olimpo, no podía asegurar su existencia, no era escéptica, pero tampoco dogmática, unas veces anteponía una idea y otras la posterior idea.- Y sí, sigo adorando a los dioses del Olimpo, no tanto como antaño, ni con tanto énfasis y entusiasmo. Tantos años en el mundo te hacen reflexionar sobre tus creencias, la realidad y el mañana. No puedo decir que haya otra vida tras la muerte, ni que nos espere el tormento eterno, sinceramente, yo no conozco el Infierno.- Mi mirada se clavó en la suya, pero la desvié al instante. ¿Quién podía asegurarnos que estábamos condenados? Era una pregunta sin respuesta, al menos, hasta que alguien dé una con algo de coherencia, que parecía, que en aquellos tiempos, faltaba- Recuerdo que adoraba los actos de veneración a los dioses, ponía todo el empeño posible, me divertía danzando en el templo de Zeus junto a mis semejantes. Claro que, había que tener mucho cuidado. Las infames cruzadas acabaron con la vida de muchos de mis amigos, mi padre… paganos, musulmanes, judíos, daba igual de la religión que fueras, si no eras cristiano, debías recibir el filo de la espada de los guerreros como la salvación, el Infierno.- Recordé aquella escena, mi madre y yo, al estar lejos de los demás, nos escondimos tras una puerta secreta en el templo de Zeus, vimos cómo asesinaban a todos nuestros seres queridos, a nuestros amigos… Bárbaros. Una lágrima de sangre corrió por mi mejilla, al instante la limpié con mis dedos- Pero eso fue hace mucho tiempo… ¿Vos fuiste el Dios del Roble? ¿Cumpliste su cometido o por el contrario, les tachaste de ignorantes?
Re: Mascarade [Marius]
Mientras Katherine narraba su historia con la religión, en sus recuerdos pude ver las imágenes de un templo atacado donde una pequeña Katherine huía junto a su madre dejando atrás un baño de sangre que los propios cristianos estaban causando. Pero las imágenes desaparecieron enseguida.
-Pero eso fue hace mucho tiempo… ¿Vos fuiste el Dios del Roble? ¿Cumpliste su cometido o por el contrario, les tachaste de ignorantes?- pregunto para cambiar de tema.
-¿Tacharles de ignorantes? Eso hice nada más me raptaron. No, no cumplí mi cometido como “Dios” del Roble. Ni si quiera el antiguo Dios me dejó quedarme. Fue él quien me dio las ideas para marcharme de aquel lugar. Vivir encerrado en un maldito árbol durante meses, sin poder alimentarte, sin poder ver las estrellas ni la vida crecer a tu alrededor… solo de pensar que aquel vampiro había sufrido eso me entristecía. Vos habéis visto las imágenes en mis recuerdos, habéis contemplado el estado en que se encontraba aquel vampiro… era un pellejo de carne quemada que apenas le corría sangre por las venas. Aún así, aunque pareciese un monstruo, yo ame a aquel padre oscuro y quise llevármelo conmigo pero no podría seguirme… A los dioses del bosque no se les permite salir del árbol asignado. Allí los sacerdotes acuden cada poco tiempo para pedirle al dios consejo… y al paso de los meses te ofrecen unos cuantos sacrificios para poder recuperar fuerzas. No podía permitir que me sucediera eso.
Una vez hice presa de mis primeros sacrificios, utilicé mis poderes para asustarlos y luego saltar a las ramas altas de los árboles para poder escapar. Tuve que pasar mi primer amanecer bajo tierra, idea de mi padre oscuro- cuando hablaba, los ojos de Katherine no se inmutaban y si no fuera que de vez en cuando movía sus pies, cualquiera hubiera dicho que parecía una estatua. Sofocado por su penetrante mirada, me levanté del sillón y estiré las piernas- Cada inmortal tiene una excitante historia sobre su conversión, unas son bonitas, otras trágicas y deprimentes ¿Cuál es la suya, Katherine? Qué le ocurrió a vos y a su madre cuando escaparon del templo de Zeus?
-Pero eso fue hace mucho tiempo… ¿Vos fuiste el Dios del Roble? ¿Cumpliste su cometido o por el contrario, les tachaste de ignorantes?- pregunto para cambiar de tema.
-¿Tacharles de ignorantes? Eso hice nada más me raptaron. No, no cumplí mi cometido como “Dios” del Roble. Ni si quiera el antiguo Dios me dejó quedarme. Fue él quien me dio las ideas para marcharme de aquel lugar. Vivir encerrado en un maldito árbol durante meses, sin poder alimentarte, sin poder ver las estrellas ni la vida crecer a tu alrededor… solo de pensar que aquel vampiro había sufrido eso me entristecía. Vos habéis visto las imágenes en mis recuerdos, habéis contemplado el estado en que se encontraba aquel vampiro… era un pellejo de carne quemada que apenas le corría sangre por las venas. Aún así, aunque pareciese un monstruo, yo ame a aquel padre oscuro y quise llevármelo conmigo pero no podría seguirme… A los dioses del bosque no se les permite salir del árbol asignado. Allí los sacerdotes acuden cada poco tiempo para pedirle al dios consejo… y al paso de los meses te ofrecen unos cuantos sacrificios para poder recuperar fuerzas. No podía permitir que me sucediera eso.
Una vez hice presa de mis primeros sacrificios, utilicé mis poderes para asustarlos y luego saltar a las ramas altas de los árboles para poder escapar. Tuve que pasar mi primer amanecer bajo tierra, idea de mi padre oscuro- cuando hablaba, los ojos de Katherine no se inmutaban y si no fuera que de vez en cuando movía sus pies, cualquiera hubiera dicho que parecía una estatua. Sofocado por su penetrante mirada, me levanté del sillón y estiré las piernas- Cada inmortal tiene una excitante historia sobre su conversión, unas son bonitas, otras trágicas y deprimentes ¿Cuál es la suya, Katherine? Qué le ocurrió a vos y a su madre cuando escaparon del templo de Zeus?
Re: Mascarade [Marius]
Escuché con atención la historia de su secuestro para llegar a convertirse en el Dios del Roble. Al parecer no solo yo les tachaba de ignorantes, sino que él, desde el momento en el que le raptaron, les acusó de serlo. La vida que Marius relataba para un dios druida me parecía cruel e incomprensible. Matarles de hambre y después conseguir consejo a cambio, irracional. Pobres insensatos, Marius hizo lo correcto, lo que cualquier vampiro con cabeza habría hecho, ¿por qué ser un dios con ese trato?, mil veces mejor era la vida sin cadenas. Marius se levantó de su asiento, le seguí con la mirada.
-Cada inmortal tiene una excitante historia sobre su conversión, unas son bonitas, otras trágicas y deprimentes ¿Cuál es la suya, Katherine? ¿Qué le ocurrió a vos y a su madre cuando escaparon del templo de Zeus?- aquello fue como meter el dedo en la llaga.
Respiré con tranquilidad, desvié la mirada hacia un lugar de la habitación – mirando al vacío – y me interné en los sucesos que me había preguntado. No eran ni bonitos, ni esperanzadores, ni nada que me guste relatar, pero no iba a ser descortés tras haberme contado la suya.
-Mi madre y yo nos refugiamos en Atenas, no voy a internarme en detalles, tan solo digo que la vida fue dura con nosotras. Pasaron tres años, mi madre estaba enferma, murió de fiebre. Yo tuve que buscarme la vida. Volví a París tras hacerme con el dinero suficiente. En el camino de vuelta encontré un grupo de actores alemanes que daban una función en París. Me invitaron a unirme a ellos, ocasión que no desaproveché. Al principio creí que aquel no era mi mundo, pero una vez interna, no quería salir. Aprendí a tocar el violín como acompañamiento de coreografías y ensayos. Estuve años con aquellos actores ambulantes, he hecho de bailarina, titiritera… hasta que me dieron la oportunidad de actuar como actriz. Aquel mundo me apasionaba, me divertía, disfrutaba actuando, pero mi camino se cruzó con un ser que sabía mis profundos deseos y anhelos. Sabía que deseaba volver a ser la princesa que era para mis padres, vivir en un castillo como tal, internarme en bosques mágicos y tenebrosos, bailar para los dioses bajo la luz de la luna… todo. Él prometió dármelo todo, nunca más sería una desgraciada en un mundo que no era para mí – según él. Ese insufrible ser era un vampiro. Sí, yo quería cumplir todos mis sueños, pero no a costa de mi humanidad. Él eligió por mí, François me hizo a su imagen y semejanza convirtiéndome en una sanguinaria asesina. Al principio todo fue bien, pero el remordimiento, la imagen de todos aquellos a quienes quitaba la vida sin siquiera pensar un momento en sus vidas se me aparecía, esperaban que les acompañara, que me uniera a ellos. Huí de él, pero casi me mata por hacerlo – si no era de él no iba a ser de nadie más. No quería que viviera mi eternidad a mi manera, quería que lo hiciera a la suya. Cruel e inhumano bastardo…- mi posición en el diván había cambiado durante toda la historia, ahora estaba sentada, mirando a la nada y con los ojos brillosos de ira- De él solo aprendí a ser malévola, fría y cuidadosa. Ahora esos caracteres los uso a mi manera, y de seguro, son más provechosos de de la suya. Estoy de acuerdo contigo, algunas historias de conversión son bonitas, pero en mi caso es trágica, deprimente, indignante… Le odio con todo mi corazón, pero no puedo evitar sentirme culpable al sentir lástima, incluso cariño por él. Desearía que mi vida hubiese transcurrido de otra manera, pero esas cosas no se desean, solo transcurren… como el frío suspirar del viento…
-Cada inmortal tiene una excitante historia sobre su conversión, unas son bonitas, otras trágicas y deprimentes ¿Cuál es la suya, Katherine? ¿Qué le ocurrió a vos y a su madre cuando escaparon del templo de Zeus?- aquello fue como meter el dedo en la llaga.
Respiré con tranquilidad, desvié la mirada hacia un lugar de la habitación – mirando al vacío – y me interné en los sucesos que me había preguntado. No eran ni bonitos, ni esperanzadores, ni nada que me guste relatar, pero no iba a ser descortés tras haberme contado la suya.
-Mi madre y yo nos refugiamos en Atenas, no voy a internarme en detalles, tan solo digo que la vida fue dura con nosotras. Pasaron tres años, mi madre estaba enferma, murió de fiebre. Yo tuve que buscarme la vida. Volví a París tras hacerme con el dinero suficiente. En el camino de vuelta encontré un grupo de actores alemanes que daban una función en París. Me invitaron a unirme a ellos, ocasión que no desaproveché. Al principio creí que aquel no era mi mundo, pero una vez interna, no quería salir. Aprendí a tocar el violín como acompañamiento de coreografías y ensayos. Estuve años con aquellos actores ambulantes, he hecho de bailarina, titiritera… hasta que me dieron la oportunidad de actuar como actriz. Aquel mundo me apasionaba, me divertía, disfrutaba actuando, pero mi camino se cruzó con un ser que sabía mis profundos deseos y anhelos. Sabía que deseaba volver a ser la princesa que era para mis padres, vivir en un castillo como tal, internarme en bosques mágicos y tenebrosos, bailar para los dioses bajo la luz de la luna… todo. Él prometió dármelo todo, nunca más sería una desgraciada en un mundo que no era para mí – según él. Ese insufrible ser era un vampiro. Sí, yo quería cumplir todos mis sueños, pero no a costa de mi humanidad. Él eligió por mí, François me hizo a su imagen y semejanza convirtiéndome en una sanguinaria asesina. Al principio todo fue bien, pero el remordimiento, la imagen de todos aquellos a quienes quitaba la vida sin siquiera pensar un momento en sus vidas se me aparecía, esperaban que les acompañara, que me uniera a ellos. Huí de él, pero casi me mata por hacerlo – si no era de él no iba a ser de nadie más. No quería que viviera mi eternidad a mi manera, quería que lo hiciera a la suya. Cruel e inhumano bastardo…- mi posición en el diván había cambiado durante toda la historia, ahora estaba sentada, mirando a la nada y con los ojos brillosos de ira- De él solo aprendí a ser malévola, fría y cuidadosa. Ahora esos caracteres los uso a mi manera, y de seguro, son más provechosos de de la suya. Estoy de acuerdo contigo, algunas historias de conversión son bonitas, pero en mi caso es trágica, deprimente, indignante… Le odio con todo mi corazón, pero no puedo evitar sentirme culpable al sentir lástima, incluso cariño por él. Desearía que mi vida hubiese transcurrido de otra manera, pero esas cosas no se desean, solo transcurren… como el frío suspirar del viento…
Re: Mascarade [Marius]
-Nadie tiene derecho a decirte cómo y de que manera tienes que vivir. Hay leyes, es verdad, pero éstas no influyen la personalidad de cada persona. Su maestro intentó crear una copia de si mismo sin preveer que su pupila explotaría al no poder aguantar más aquella situación- Volví de nuevo a la comodidad del sillón. Había creído que de pie estaría más cómodo bajo la atenta mirada de Katherine, pero lo único que conseguía era no estarme quieto y recorrer la habitación de arriba a bajo- ¿Quiere que le sea sincero? Durante todos los años que he vivido, me he dado cuenta de una cosa: Somos los vampiros transformados contra nuestra voluntad, los que tenemos historias tristes, los que llevamos mejor la inmortalidad y no sucumbimos bajo el fuego de una hoguera, locos al no poder convivir con nuestra nueva naturaleza y no soportar la eternidad- mis manos acariciaban los reposabrazos en n intento de mantenerme entretenido y centrar mi atención en otra parte que no fuera la pálida piel de la dueña de la casa- Yo la comprendo. Pese a lo que sufrí por culpa de los druidas y lo que me hizo aquel ser en el árbol hueco, durante los pocos minutos que pasé con aquel vampiro sentí un gran amor por él. Aún sigo sintiendo nostalgia por aquel padre que me dejó después de devolverme una nueva vida. Los que no nos conocen creen que nuestra maldición es beber sangre para poder sobrevivir, estúpidos, nuestra maldición son los sentimientos que se apoderan de nosotros. Los vampiros somos capaces de amar a nuestras víctimas mientras nos alimentamos, pese a lo que haya echo el pobre elegido durante su vida. Somos seres que sentimos más que los humanos- aquella reflexión se la había hecho todo vampiro al darse cuenta que las lágrimas, ahora de color rubí, caían con más facilidad; que el mundo le parecía más bello que nunca y era más fácil amar y odiar que en otros tiempos. Todos los bebedores de sangre habíamos pasado por la misma etapa- Sé que una parte de vos desea volver a ver a aquel vampiro. Seguro que ya se habrá imaginado como será ese futuro encuentro y que rumbo tomara… pero recuerde, nada sucede como uno piensa.
Re: Mascarade [Marius]
Cierto. Nadie tenía derecho a dictar cómo debía vivir, no era ningún títere al que moviesen las cuerdas y le ordenaran hacer una cosa u otra. Pero durante tres décadas lo fui. Fui una muñequita de porcelana, hermosa, que hablaba cuando ordenaban, que callaba si no quería que la castigasen. Esas tres décadas parecieron siglos, ahora bien lo sabía. El vivir día a día era un sufrimiento incesante.
-¿Quiere que le sea sincero? Durante todos los años que he vivido, me he dado cuenta de una cosa: Somos los vampiros transformados contra nuestra voluntad, los que tenemos historias tristes, los que llevamos mejor la inmortalidad y no sucumbimos bajo el fuego de una hoguera, locos al no poder convivir con nuestra nueva naturaleza y no soportar la eternidad.
-Eso me trae algo de consuelo- sonreí un poco, mirando aquel mar que tenía por ojos- Sufrí tres décadas junto a François, era fuerte, más física que psicológicamente. La única manera que tenía de mostrar mis sentimientos era con pensadas palabras que hicieran daño a su mente y le hicieran pensar. Pero siempre acababa callándome por sus dulces medios. Llegué a comprenderle de una manera especial, su infancia fue traumática, su conversión y maestro también, solo aprendió a golpes y desdichas. Pero eso no tenía por qué hacérmelo a mí, debía comprender él también. Si él fue infeliz en su vida, ¿por qué no podía ser feliz conmigo siendo como siempre quiso ser? Pero él era feliz de aquella manera. Como os dije antes, intenté huir. La situación de su castillo era nefasta. El bosque parecía detenerme por cada paso. Recuerdo haber llegado al borde de un pequeño precipicio, bajo él, el lago parecía iluminar mi camino pues la luna se reflejaba sobre él, una ciudad medieval estaba a la otra orilla del lago. Los árboles me avisaron del funesto futuro. François estaba furioso, acabó lanzándome a las frías aguas del lago. Una danza épica que acabó con mi consciencia. Era demasiado poderoso, no podía con él… Aún así sentía amor hacia él. ¿Era tonta, inconsciente, masoca? Aún no sé responder la pregunta…
Escuché sus palabras, ¿me comprendía? Ínfimamente… o quizás más de lo que yo creía. ¿Todos sentíamos amor hacia aquel que nos dio aquella vida de condena? Pudiera ser. Estaba de acuerdo con él, cada vez que matamos sentimos un amor inteligible por nuestra víctima, la primera vez llegué a derramar lágrimas, ¿pena, amor, remordimiento? De todo un poco. El mundo se abrió a mis ojos en todo su esplendor. No se puede describir la belleza con que nuestros ojos vampíricos diferenciaban cada detalle, cada átomo de esplendor.
-Sé que una parte de vos desea volver a ver a aquel vampiro. Seguro que ya se habrá imaginado como será ese futuro encuentro y que rumbo tomara… pero recuerde, nada sucede como uno piensa.
-Sí, claro que sí… ¿Vos creéis que deseo encontrarme con él? Su fatídico final estuvo a escasos milímetros de mí. Sí por un casual le encontrase, su ira volcaría contra mí. Veréis… no terminé toda la historia. Aquel endemoniado vampiro me chupaba la sangre incansablemente, cada día era un infierno para mí. Sabía que físicamente no podría vencerle y ser libre, por lo que opté a ser, de una vez por todas, como él. Le obedecí, le cubrí todos sus caprichos, fui su musa de sangre… Pero nadie puede predecir las armas de una mujer.- Reí dulcemente- Jugué con él como nunca lo había hecho, la sensualidad de mi persona le dejaba embobado. Unos cuantos mordiscos, juguetona iba absorbiendo su sangre poco a poco. Evitaba que él hiciese lo mismo, pues estaría perdida. El juego acabó en un beso inmortal que le dejó casi sin sangre. Imploraba el perdón, yo ya no podía dárselo, me desvanecí de aquel lugar y huí sin mirar atrás. Vos pues, ¿creéis que me cubriría con su benevolencia? Creo que no. Tras seiscientos años no he sabido nada de él, tampoco espero saberlo, quizás me tenga miedo y evite cruzarse con mi persona, aunque lo dudo a horrores. Juzgadme como deseéis, pero el tormento al que fui sometida era peor que la muerte. Nunca debes subestimar a tu contrincante, él me subestimó y mira cómo acabó. No sé dónde estará, lo único que sé con certeza es que está bien, igual o más poderoso que antes, hermoso y fiel caminante de la inmortalidad. ¿Le habrá cambiado mi respuesta a todos sus tormentos? Ojalá haya sido así… Y sí, aunque no deseé encontrarme con él, he llegado a imaginar ese encuentro. Un encuentro, con mi asombro, feliz. Como vos decís… nada sucede como uno piensa…
Desvié la mirada al reloj de cuco de la sala. ¿Cuánto tiempo llevábamos hablando? Se me hizo fugaz como la vida de un mortal. Me levanté del diván y actué cortésmente.
-Decidme, ¿tenéis lugar dónde cobijaros de la luz del sol? Si queréis podéis pasar el día aquí, no será ninguna molestia, tengo sitio de sobra.- Sonreí con amabilidad.
-¿Quiere que le sea sincero? Durante todos los años que he vivido, me he dado cuenta de una cosa: Somos los vampiros transformados contra nuestra voluntad, los que tenemos historias tristes, los que llevamos mejor la inmortalidad y no sucumbimos bajo el fuego de una hoguera, locos al no poder convivir con nuestra nueva naturaleza y no soportar la eternidad.
-Eso me trae algo de consuelo- sonreí un poco, mirando aquel mar que tenía por ojos- Sufrí tres décadas junto a François, era fuerte, más física que psicológicamente. La única manera que tenía de mostrar mis sentimientos era con pensadas palabras que hicieran daño a su mente y le hicieran pensar. Pero siempre acababa callándome por sus dulces medios. Llegué a comprenderle de una manera especial, su infancia fue traumática, su conversión y maestro también, solo aprendió a golpes y desdichas. Pero eso no tenía por qué hacérmelo a mí, debía comprender él también. Si él fue infeliz en su vida, ¿por qué no podía ser feliz conmigo siendo como siempre quiso ser? Pero él era feliz de aquella manera. Como os dije antes, intenté huir. La situación de su castillo era nefasta. El bosque parecía detenerme por cada paso. Recuerdo haber llegado al borde de un pequeño precipicio, bajo él, el lago parecía iluminar mi camino pues la luna se reflejaba sobre él, una ciudad medieval estaba a la otra orilla del lago. Los árboles me avisaron del funesto futuro. François estaba furioso, acabó lanzándome a las frías aguas del lago. Una danza épica que acabó con mi consciencia. Era demasiado poderoso, no podía con él… Aún así sentía amor hacia él. ¿Era tonta, inconsciente, masoca? Aún no sé responder la pregunta…
Escuché sus palabras, ¿me comprendía? Ínfimamente… o quizás más de lo que yo creía. ¿Todos sentíamos amor hacia aquel que nos dio aquella vida de condena? Pudiera ser. Estaba de acuerdo con él, cada vez que matamos sentimos un amor inteligible por nuestra víctima, la primera vez llegué a derramar lágrimas, ¿pena, amor, remordimiento? De todo un poco. El mundo se abrió a mis ojos en todo su esplendor. No se puede describir la belleza con que nuestros ojos vampíricos diferenciaban cada detalle, cada átomo de esplendor.
-Sé que una parte de vos desea volver a ver a aquel vampiro. Seguro que ya se habrá imaginado como será ese futuro encuentro y que rumbo tomara… pero recuerde, nada sucede como uno piensa.
-Sí, claro que sí… ¿Vos creéis que deseo encontrarme con él? Su fatídico final estuvo a escasos milímetros de mí. Sí por un casual le encontrase, su ira volcaría contra mí. Veréis… no terminé toda la historia. Aquel endemoniado vampiro me chupaba la sangre incansablemente, cada día era un infierno para mí. Sabía que físicamente no podría vencerle y ser libre, por lo que opté a ser, de una vez por todas, como él. Le obedecí, le cubrí todos sus caprichos, fui su musa de sangre… Pero nadie puede predecir las armas de una mujer.- Reí dulcemente- Jugué con él como nunca lo había hecho, la sensualidad de mi persona le dejaba embobado. Unos cuantos mordiscos, juguetona iba absorbiendo su sangre poco a poco. Evitaba que él hiciese lo mismo, pues estaría perdida. El juego acabó en un beso inmortal que le dejó casi sin sangre. Imploraba el perdón, yo ya no podía dárselo, me desvanecí de aquel lugar y huí sin mirar atrás. Vos pues, ¿creéis que me cubriría con su benevolencia? Creo que no. Tras seiscientos años no he sabido nada de él, tampoco espero saberlo, quizás me tenga miedo y evite cruzarse con mi persona, aunque lo dudo a horrores. Juzgadme como deseéis, pero el tormento al que fui sometida era peor que la muerte. Nunca debes subestimar a tu contrincante, él me subestimó y mira cómo acabó. No sé dónde estará, lo único que sé con certeza es que está bien, igual o más poderoso que antes, hermoso y fiel caminante de la inmortalidad. ¿Le habrá cambiado mi respuesta a todos sus tormentos? Ojalá haya sido así… Y sí, aunque no deseé encontrarme con él, he llegado a imaginar ese encuentro. Un encuentro, con mi asombro, feliz. Como vos decís… nada sucede como uno piensa…
Desvié la mirada al reloj de cuco de la sala. ¿Cuánto tiempo llevábamos hablando? Se me hizo fugaz como la vida de un mortal. Me levanté del diván y actué cortésmente.
-Decidme, ¿tenéis lugar dónde cobijaros de la luz del sol? Si queréis podéis pasar el día aquí, no será ninguna molestia, tengo sitio de sobra.- Sonreí con amabilidad.
Re: Mascarade [Marius]
La trágica historia parecía tener bonito final. Eso es lo que pensaría cualquier humano si escuchara la narración “¿Un final en que la princesa se libra de su cruel captor? Eso es un final feliz en esta realidad y en las otras” Hubiera dicho el ignorante humano. “No para los vampiros” hubiera contestado yo “Jamás sería un final feliz abandonar a la persona que te ha confiado la inmortalidad, ya sea por propia avaricia o crueldad. Nunca es fácil dejar a un padre… ni aun hijo” Oh Pandora, cuantas noches me habré arrepentido de mis actos.
-El tiempo cura todas las heridas, Katherine- sentencié. Hacía muchos siglos que el enfado hacia Pandora había desaparecido sin dejar huella, ahora solo esperaba el reencuentro.
-Decidme, ¿tenéis lugar dónde cobijaros de la luz del sol? Si queréis podéis pasar el día aquí, no será ninguna molestia, tengo sitio de sobra.- abrí mucho los ojos y fui presa del pánico. Había olvidado que tenía que volver al Santuario antes de que el sol saliera por el horizonte. Ahora era demasiado tarde pero la invitación de mi anfitriona me había salvado de un apuro.
-Con mucho gusto aceptaré vuestra invitación- me levanté de nuevo tendiendo la mano a Katherine para que la tomara y así que me guiara. Suponiendo la relación con sus sirvientes, dudaba que los humanos conocieran la verdadera naturaleza de su ama. Supuse que bajaríamos al sótano o a las bodegas para pasar el día sin contratiempos de ninguna clase- No quiero abusar de su buena fe, pero me agradaría que mañana siguiéramos compartiendo historias. Nos hemos conocido tarde y no he tenido la oportunidad de contarle todo lo que me hubiera gustado- sabía que a ella tampoco le molestaba mi compañía y que cuando hablábamos, las imágenes volaban haciéndonos desaparecer de la habitación para transportarnos a épocas pasadas que marcaron un antes y un después en neutras vidas.
-El tiempo cura todas las heridas, Katherine- sentencié. Hacía muchos siglos que el enfado hacia Pandora había desaparecido sin dejar huella, ahora solo esperaba el reencuentro.
-Decidme, ¿tenéis lugar dónde cobijaros de la luz del sol? Si queréis podéis pasar el día aquí, no será ninguna molestia, tengo sitio de sobra.- abrí mucho los ojos y fui presa del pánico. Había olvidado que tenía que volver al Santuario antes de que el sol saliera por el horizonte. Ahora era demasiado tarde pero la invitación de mi anfitriona me había salvado de un apuro.
-Con mucho gusto aceptaré vuestra invitación- me levanté de nuevo tendiendo la mano a Katherine para que la tomara y así que me guiara. Suponiendo la relación con sus sirvientes, dudaba que los humanos conocieran la verdadera naturaleza de su ama. Supuse que bajaríamos al sótano o a las bodegas para pasar el día sin contratiempos de ninguna clase- No quiero abusar de su buena fe, pero me agradaría que mañana siguiéramos compartiendo historias. Nos hemos conocido tarde y no he tenido la oportunidad de contarle todo lo que me hubiera gustado- sabía que a ella tampoco le molestaba mi compañía y que cuando hablábamos, las imágenes volaban haciéndonos desaparecer de la habitación para transportarnos a épocas pasadas que marcaron un antes y un después en neutras vidas.
Re: Mascarade [Marius]
-Con mucho gusto aceptaré vuestra invitación- asió mi mano, sonreí- No quiero abusar de su buena fe, pero me agradaría que mañana siguiéramos compartiendo historias. Nos hemos conocido tarde y no he tenido la oportunidad de contarle todo lo que me hubiera gustado.
-Claro que sí Marius, todas las que deseéis- dije mientras le guiaba por la oscuridad del sótano.
El sótano era extenso, pero yo quería llegar a otro lugar. Una pequeña puerta cuyo paradero era la bodega. La abrí con sumo cuidado, dejé que pasara él primero, tras pasar yo, cerré la puerta con llave.
-Lo que temo no es que me encuentren, hecho que es imposible, sino que acaben con el arsenal de vinos, ya me pasó una vez- reí con dulzura.
Sin duda les dejaba coger todo lo que deseaban, pero algunos llegaban a ser demasiado obsesivos, veían infinidad de obsequios y los cogían todos a la vez sin pensar en las consecuencias, que todos se les caerían de las manos. En este caso, la regañina de la señora de la casa. De nuevo, así la mano de Marius, en las paredes habían lamparillas de aceite que encendía cada noche, iluminando débilmente el lugar. Aquella bodega era un laberinto, en el que algunas paredes parecían no estar quietas… Una pared se movió de su lugar, echándose a un lado, gracias a un interruptor cubierto por un botijo de vino vacío. Apareció una sala, lujosa, no era cálida pero tampoco fría como la bodega. La pared estaba decorada con un exquisito papel pintado, el suelo por una suave moqueta de color azul. En el techo colgaba una preciosa lámpara de araña iluminada pero con poca intensidad. En el centro de la sala reposaba un ataúd abierto con sumo lujo de detalles: el interior estaba forrado de terciopelo azul, había dos cojines como almohadas con múltiples detalles bordados de azul oscuro, claro y blanco.
-Espero que sea de tu gusto, no suelo tener visitas especiales. Aquí nadie te encontrará, nadie podrá molestar tu sueño. Siento no tener prendas de su clase… Si fuerais mujer lo tendría mucho más fácil.- Reí débilmente.- Descansad.- Me alejé de él, bajé la cabeza como despedida y le sonreí antes de que la pared volviera a su posición inicial.
Me dirigí como todas las noches a mi lugar de descanso. Se encontraba unos pasillos más allá. La sala era similar a la de Marius, solo que los colores predominantes eran el amarillo y el beige, y poseía más cosas. Como pasaba la mayor parte del tiempo allí cuando estaba en casa, tenía un armario y un baúl donde guardaba mis pertenencias, y las vestimentas que me pondría el día siguiente. Tenía un espejo que cubría la pared de fondo, en el que me encantaba mirarme bailando, o haciendo tonterías. Aún teniendo 626 años, en mí permanecía cierta inocencia, poca, pero que era necesario sacar de vez en cuando. Me introduje en el ataúd, cerrándolo tras de mí e internándome en un sueño que duraría toda la noche.
Me desperté temprano, el sol estaría desapareciendo por el horizonte. Salí de mi ataúd, y me quedé de pie frente al espejo. Sí, ya lo recordaba. La noche anterior había conocido a Marius, un bebedor de sangre con el que podía conversar tranquilamente, disfrutando de sus múltiples historias y relatos. Sonreí. Aquella noche esperaba escuchar más, ansiaba saber más. Sin ninguna prisa arreglé mi cabello, las vestimentas que me puse aquel día, un vestido londinense de color rojo, acabado en pico en espalda y escote. Los zapatos de tacón eran del mismo color del vestido. Mi peinado era un recogido simple y de poco pelo, por lo que dejaba numerosos mechones de mi cabello caer por mi espalda. Mi piel, como todas las noches, era impecable, de un blanco marmóreo bellísimo, con las mejillas ligeramente encendidas y los labios, levemente rosados, como todas las mañanas.
¿Marius se habría despertado? Esperaba que sí, deseaba verle de nuevo. Caminé por los pasillos, ahora apagados por la consumición del aceite, en busca de la sala de Marius. Esperé fuera, no quería entrar e incomodarle, saldría cuando estuviese preparado.
-Claro que sí Marius, todas las que deseéis- dije mientras le guiaba por la oscuridad del sótano.
El sótano era extenso, pero yo quería llegar a otro lugar. Una pequeña puerta cuyo paradero era la bodega. La abrí con sumo cuidado, dejé que pasara él primero, tras pasar yo, cerré la puerta con llave.
-Lo que temo no es que me encuentren, hecho que es imposible, sino que acaben con el arsenal de vinos, ya me pasó una vez- reí con dulzura.
Sin duda les dejaba coger todo lo que deseaban, pero algunos llegaban a ser demasiado obsesivos, veían infinidad de obsequios y los cogían todos a la vez sin pensar en las consecuencias, que todos se les caerían de las manos. En este caso, la regañina de la señora de la casa. De nuevo, así la mano de Marius, en las paredes habían lamparillas de aceite que encendía cada noche, iluminando débilmente el lugar. Aquella bodega era un laberinto, en el que algunas paredes parecían no estar quietas… Una pared se movió de su lugar, echándose a un lado, gracias a un interruptor cubierto por un botijo de vino vacío. Apareció una sala, lujosa, no era cálida pero tampoco fría como la bodega. La pared estaba decorada con un exquisito papel pintado, el suelo por una suave moqueta de color azul. En el techo colgaba una preciosa lámpara de araña iluminada pero con poca intensidad. En el centro de la sala reposaba un ataúd abierto con sumo lujo de detalles: el interior estaba forrado de terciopelo azul, había dos cojines como almohadas con múltiples detalles bordados de azul oscuro, claro y blanco.
-Espero que sea de tu gusto, no suelo tener visitas especiales. Aquí nadie te encontrará, nadie podrá molestar tu sueño. Siento no tener prendas de su clase… Si fuerais mujer lo tendría mucho más fácil.- Reí débilmente.- Descansad.- Me alejé de él, bajé la cabeza como despedida y le sonreí antes de que la pared volviera a su posición inicial.
Me dirigí como todas las noches a mi lugar de descanso. Se encontraba unos pasillos más allá. La sala era similar a la de Marius, solo que los colores predominantes eran el amarillo y el beige, y poseía más cosas. Como pasaba la mayor parte del tiempo allí cuando estaba en casa, tenía un armario y un baúl donde guardaba mis pertenencias, y las vestimentas que me pondría el día siguiente. Tenía un espejo que cubría la pared de fondo, en el que me encantaba mirarme bailando, o haciendo tonterías. Aún teniendo 626 años, en mí permanecía cierta inocencia, poca, pero que era necesario sacar de vez en cuando. Me introduje en el ataúd, cerrándolo tras de mí e internándome en un sueño que duraría toda la noche.
Me desperté temprano, el sol estaría desapareciendo por el horizonte. Salí de mi ataúd, y me quedé de pie frente al espejo. Sí, ya lo recordaba. La noche anterior había conocido a Marius, un bebedor de sangre con el que podía conversar tranquilamente, disfrutando de sus múltiples historias y relatos. Sonreí. Aquella noche esperaba escuchar más, ansiaba saber más. Sin ninguna prisa arreglé mi cabello, las vestimentas que me puse aquel día, un vestido londinense de color rojo, acabado en pico en espalda y escote. Los zapatos de tacón eran del mismo color del vestido. Mi peinado era un recogido simple y de poco pelo, por lo que dejaba numerosos mechones de mi cabello caer por mi espalda. Mi piel, como todas las noches, era impecable, de un blanco marmóreo bellísimo, con las mejillas ligeramente encendidas y los labios, levemente rosados, como todas las mañanas.
- Spoiler:
¿Marius se habría despertado? Esperaba que sí, deseaba verle de nuevo. Caminé por los pasillos, ahora apagados por la consumición del aceite, en busca de la sala de Marius. Esperé fuera, no quería entrar e incomodarle, saldría cuando estuviese preparado.
Re: Mascarade [Marius]
Me guió por aquel laberinto subterráneo. Memoricé el camino deseando poder volver a la superficie y así admirar un poco la casa en la que vivía mi anfitriona. Se podía conocer a una persona observando su querido hogar.
Aquel laberinto, además de su perfección a la hora de proteger, escondía secretos tras sus paredes que parecían hacer enrojecer de vergüenza el subterráneo de mi Castillo. La pared se echó a un lado abriendo una puerta hacia una nueva habitación.
El calor se escapó de aquella cámara. Me fijaría más tarde en los detalles de la habitación.
-Espero que sea de tu gusto, no suelo tener visitas especiales. Aquí nadie te encontrará, nadie podrá molestar tu sueño. Siento no tener prendas de su clase… Si fuerais mujer lo tendría mucho más fácil
-No os preocupéis por eso. Me conformaré con lo que llevo. Que durmáis bien, hasta mañana- conseguí despedirme antes de que se cerrara de nuevo la pared.
Lo primero que hice, fue buscar con ímpetu una apertura o un mecanismo para que el muro volviera a moverse.
Lo descubrí oculto bajo el papel tapiz, una leve deformación que apenas era detectable. Satisfecho, pude darme la vuelta con tranquilidad y por fin pude fijarme mejor en la habitación que pensaba ocupar.
Tenía las necesidades justas para vida cuotidiana: Un sitio para dormir, un baúl donde poder dejar unas pocas pertenencias, un espejo con un tocador y poco más.
La levita se deslizó por mis brazos y la dejé sobre el respaldo de la silla que había enfrente del tocador. Como no tendría otra ropa para el día siguiente, me desnudé y doblé la ropa con cuidado para que no arrugase.
Desnudo, entré en al baúl y este se cerró solo sumiéndome en la oscuridad.
Había tenido suerte al haber encontrado a Katherine en París, me alegraba conocer a una bebedora de sangre Francesa que no perteneciera al grupo de Armand. Me era grato poder conversar con alguien que no me conocía y que no parecía interesarle las leyendas de los que deben ser guardados,
Después de echar un ojo al santuario de los Padres, pude descansar tranquilo sabiendo que todo estaba bien.
Volví a vestirme cuando me recupere después de la desorientación que había sufrido cuando había salido del ataúd. Recordé lo que había sucedido la noche anterior y lo primero que hice después de cambiarme y arreglarme, fue buscar el interruptor que movería el mecanismo que me dejaría libre.
Recorrí el laberinto de memoria hasta salir de la bodega y después del sótano.
Me tomé la libertar de vagabundear por la mansión observando los cuadros que decoraban las habitaciones. Tenía gusto a la hora de elegir las escenas pictóricas para decorar sus paredes.
La habitación se iluminó súbitamente.
Una mujer con un candelabro en la mano apareció en la habitación donde yo me había quedado absorto analizando las pinceladas que el autor había dado a su obra.
-Me habéis dado un susto de muerto, señor. No le he oído entrar- manifestó la ama de llaves llevándose una mano a su corazón agitado.
-Discúlpeme, puedo llegar a ser muy silencioso- me disculpé.
-Ya me he dado cuenta de eso… pienso que sois de la misma especie que mi señora- dijo ella burlona, ahora que creía que su ama no podía oírla.
-No lo sabe usted bien, mi señora- y me volví a dar la vuelta para mirar una última vez el cuadro
Aquel laberinto, además de su perfección a la hora de proteger, escondía secretos tras sus paredes que parecían hacer enrojecer de vergüenza el subterráneo de mi Castillo. La pared se echó a un lado abriendo una puerta hacia una nueva habitación.
El calor se escapó de aquella cámara. Me fijaría más tarde en los detalles de la habitación.
-Espero que sea de tu gusto, no suelo tener visitas especiales. Aquí nadie te encontrará, nadie podrá molestar tu sueño. Siento no tener prendas de su clase… Si fuerais mujer lo tendría mucho más fácil
-No os preocupéis por eso. Me conformaré con lo que llevo. Que durmáis bien, hasta mañana- conseguí despedirme antes de que se cerrara de nuevo la pared.
Lo primero que hice, fue buscar con ímpetu una apertura o un mecanismo para que el muro volviera a moverse.
Lo descubrí oculto bajo el papel tapiz, una leve deformación que apenas era detectable. Satisfecho, pude darme la vuelta con tranquilidad y por fin pude fijarme mejor en la habitación que pensaba ocupar.
Tenía las necesidades justas para vida cuotidiana: Un sitio para dormir, un baúl donde poder dejar unas pocas pertenencias, un espejo con un tocador y poco más.
La levita se deslizó por mis brazos y la dejé sobre el respaldo de la silla que había enfrente del tocador. Como no tendría otra ropa para el día siguiente, me desnudé y doblé la ropa con cuidado para que no arrugase.
Desnudo, entré en al baúl y este se cerró solo sumiéndome en la oscuridad.
Había tenido suerte al haber encontrado a Katherine en París, me alegraba conocer a una bebedora de sangre Francesa que no perteneciera al grupo de Armand. Me era grato poder conversar con alguien que no me conocía y que no parecía interesarle las leyendas de los que deben ser guardados,
Después de echar un ojo al santuario de los Padres, pude descansar tranquilo sabiendo que todo estaba bien.
Volví a vestirme cuando me recupere después de la desorientación que había sufrido cuando había salido del ataúd. Recordé lo que había sucedido la noche anterior y lo primero que hice después de cambiarme y arreglarme, fue buscar el interruptor que movería el mecanismo que me dejaría libre.
Recorrí el laberinto de memoria hasta salir de la bodega y después del sótano.
Me tomé la libertar de vagabundear por la mansión observando los cuadros que decoraban las habitaciones. Tenía gusto a la hora de elegir las escenas pictóricas para decorar sus paredes.
La habitación se iluminó súbitamente.
Una mujer con un candelabro en la mano apareció en la habitación donde yo me había quedado absorto analizando las pinceladas que el autor había dado a su obra.
-Me habéis dado un susto de muerto, señor. No le he oído entrar- manifestó la ama de llaves llevándose una mano a su corazón agitado.
-Discúlpeme, puedo llegar a ser muy silencioso- me disculpé.
-Ya me he dado cuenta de eso… pienso que sois de la misma especie que mi señora- dijo ella burlona, ahora que creía que su ama no podía oírla.
-No lo sabe usted bien, mi señora- y me volví a dar la vuelta para mirar una última vez el cuadro
Re: Mascarade [Marius]
Katherine, ¿qué demonios haces ahí parada apoyada contra la pared?
Marius no se hallaba en su cuarto. Cerré los ojos, mi menté escapó de mi cuerpo unos segundos, escuchando cada palabra y sonido que hubiese por la casa. No escuchaba nada… ¿Se habría ido sin despedirse? ¡Qué desconsiderado! Maquiavélico, ofrecerle refugio a un vampiro y obtener como agradecimiento un Adiós no pronunciado. Hasta qué…
“-Me habéis dado un susto de muerto, señor. No le he oído entrar.
-Discúlpeme, puedo llegar a ser muy silencioso.
-Ya me he dado cuenta de eso… pienso que sois de la misma especie que mi señora.
-No lo sabe usted bien, mi señora.”
No pude evitar reír por los comentarios de Francine… Siempre resultaba tan… encantadora. Caminé por los penumbrosos pasillos de la bodega hasta encontrar la salida de ésta. Abrí la puerta con suma facilidad, girando la llave y empujando. Podría hacerlo con la mente pero pudiéndolo hacer manualmente, ¿por qué iba a renunciar a ello? Caminé por el sótano hasta encontrar las escaleras que me llevarían a la puerta del comedor, allí no estaba. Estaba más arriba. Subí las escaleras grácilmente, como un fantasma caminé por el pasillo. Una puerta estaba abierta, escuchaba voces, ya estaría Francine hablando mal de mí, ¡seguro! Al entrar vi a Marius observando un cuadro, mientras que mi ama de llaves comentaba.
-Es raro que aún no haya llegado, suele llegar a las 9 de la noche exactamente…- puse una mano en el hombro de Francine, ésta saltó de su sitio pegando un chillido.
Me eché hacia atrás, más asustada que ella. ¿Qué le ocurría? Tenía los ojos completamente abiertos, mirándola mientras se recomponía, Marius se había girado para mirar.
-¿Cómo me hacéis esto? ¡Vais a acabar conmigo! Es cuestión de tiempo que me dé un infarto, o me caiga en mala posición y me mate. Siempre vais en silencio, parecéis un fantasma.
-¿Lo siento?- pregunté con cara de disculpas.
-No os preocupéis, acabaré acostumbrándome, ya lo veréis…- dijo mientras caminaba hacia la salida, me giré para mirarla- ¿Saldréis esta noche?- “¿Por qué preguntas? Sabes la respuesta…”
-Aún no lo sé Francine, no te mantengas despierta, descansa…- Asintió saliendo finalmente de la habitación. Me di la vuelta para mirar a Marius- Ella acabará matándome a mí con esos chillidos que salen de su garganta, ¡Mon Dieu!- me acerqué a él y observé el cuadro al que hacía un momento Marius contemplaba- ¿Te gusta? Lo pinté yo hace… dejémoslo en mucho tiempo- sonreí- ¿Qué deseáis hacer? ¿Seguir charlando o salir a las calles parisinas?
Marius no se hallaba en su cuarto. Cerré los ojos, mi menté escapó de mi cuerpo unos segundos, escuchando cada palabra y sonido que hubiese por la casa. No escuchaba nada… ¿Se habría ido sin despedirse? ¡Qué desconsiderado! Maquiavélico, ofrecerle refugio a un vampiro y obtener como agradecimiento un Adiós no pronunciado. Hasta qué…
“-Me habéis dado un susto de muerto, señor. No le he oído entrar.
-Discúlpeme, puedo llegar a ser muy silencioso.
-Ya me he dado cuenta de eso… pienso que sois de la misma especie que mi señora.
-No lo sabe usted bien, mi señora.”
No pude evitar reír por los comentarios de Francine… Siempre resultaba tan… encantadora. Caminé por los penumbrosos pasillos de la bodega hasta encontrar la salida de ésta. Abrí la puerta con suma facilidad, girando la llave y empujando. Podría hacerlo con la mente pero pudiéndolo hacer manualmente, ¿por qué iba a renunciar a ello? Caminé por el sótano hasta encontrar las escaleras que me llevarían a la puerta del comedor, allí no estaba. Estaba más arriba. Subí las escaleras grácilmente, como un fantasma caminé por el pasillo. Una puerta estaba abierta, escuchaba voces, ya estaría Francine hablando mal de mí, ¡seguro! Al entrar vi a Marius observando un cuadro, mientras que mi ama de llaves comentaba.
-Es raro que aún no haya llegado, suele llegar a las 9 de la noche exactamente…- puse una mano en el hombro de Francine, ésta saltó de su sitio pegando un chillido.
Me eché hacia atrás, más asustada que ella. ¿Qué le ocurría? Tenía los ojos completamente abiertos, mirándola mientras se recomponía, Marius se había girado para mirar.
-¿Cómo me hacéis esto? ¡Vais a acabar conmigo! Es cuestión de tiempo que me dé un infarto, o me caiga en mala posición y me mate. Siempre vais en silencio, parecéis un fantasma.
-¿Lo siento?- pregunté con cara de disculpas.
-No os preocupéis, acabaré acostumbrándome, ya lo veréis…- dijo mientras caminaba hacia la salida, me giré para mirarla- ¿Saldréis esta noche?- “¿Por qué preguntas? Sabes la respuesta…”
-Aún no lo sé Francine, no te mantengas despierta, descansa…- Asintió saliendo finalmente de la habitación. Me di la vuelta para mirar a Marius- Ella acabará matándome a mí con esos chillidos que salen de su garganta, ¡Mon Dieu!- me acerqué a él y observé el cuadro al que hacía un momento Marius contemplaba- ¿Te gusta? Lo pinté yo hace… dejémoslo en mucho tiempo- sonreí- ¿Qué deseáis hacer? ¿Seguir charlando o salir a las calles parisinas?
Re: Mascarade [Marius]
Presencié divertido el diálogo entre el ama de llaves y la señora de la casa. Jamás soñaría tener un trato tan personal con mis sirvientes. Ellos sabían de sobra que no era humano. Ya en Venecia creían que era un excéntrico mago que odiaba la luz del sol. Yo no gastaba mi tiempo en verificar o tachar de falsos los rumores, no me daban problemas ni me molestaban.
-¿Te gusta? Lo pinté yo hace… dejémoslo en mucho tiempo- dijo Katherine con una encantadora sonrisa.
-No es mi estilo de pintura preferido, pero en cada pincelada veo sentimiento… me gusta mucho el cuadro, para que mentir- y le devolví la sonrisa.
-¿Qué deseáis hacer? ¿Seguir charlando o salir a las calles parisinas?- preguntó. Me sentí alagado al dejar que fuera yo quien eligiera el plan para esta noche.
-No se puede conversar con el estómago vacío y yo hace un par de meses que no me cobro ninguna vida para saciarme. Estoy cansado del pequeño sorbo- Y enredando nuestros brazos salimos de la mansión dejando aquel magnífico cuadro a nuestras espaldas.
La noche era tranquila, como la anterior y la brisa veraniega bajaba las altas temperaturas que había sufrido el día.
La primera víctima me la cobré cerca de la casa de Katherine. Para no causarla problemas, cargué el cuerpo un par de manzanas más para que no relacionasen el cuerpo con su casa.
A la segunda la di caza en la esquina de un burdel. Su sangre estaba manchada con litros de alcohol que mi sangre purifico al entrar en mi. El cuerpo calló sin vida y noté mis labios manchados de sangre. No me importó mucho.
-A veces olvido durante mucho tiempo la sed de sangre. A ratos la añoro, otras veces me veo libre de su desagradable quemazón… ero jamás consigo deshacerme del placer que me provoca- con el dedo pulgar, limpié parte de la sangre que manchaba mis labios y luego lo lamí con mi lengua- Era un parea, un desecho social, nadie lo echará de menos ni lloraran su muerte. Pero yo siento tristeza… tanta gente en este mundo y muchos estamos solos- volví a entrelazar nuestros brazos y nos alejamos del cadáver que ya comenzaba a descomponerse… algo que solo un vampiro ya podía detectar- Ha sido muy amable al ofrecerme cobijo en París, no me habría dado tiempo a regresar a mi hogar… además de dejarme disfrutar de tu compañía- A todo esto, mientras caminábamos, procuraba mantenerme alejado de Armand y los suyos. Tenía suerte de que no solían salir demasiado del teatro y eso era una baza a mi favor. Recé porque Katherine no se diese cuenta de mis sutiles cambios de rumbo- Dime Katherine, la habitación donde he dormido podía distinguirse un poco de abandono y su comentario sobre las visitas especiales me hacen entender que hace mucho que no compartís vuestra eternidad ¿hace cuanto no tenéis acompañante?
-¿Te gusta? Lo pinté yo hace… dejémoslo en mucho tiempo- dijo Katherine con una encantadora sonrisa.
-No es mi estilo de pintura preferido, pero en cada pincelada veo sentimiento… me gusta mucho el cuadro, para que mentir- y le devolví la sonrisa.
-¿Qué deseáis hacer? ¿Seguir charlando o salir a las calles parisinas?- preguntó. Me sentí alagado al dejar que fuera yo quien eligiera el plan para esta noche.
-No se puede conversar con el estómago vacío y yo hace un par de meses que no me cobro ninguna vida para saciarme. Estoy cansado del pequeño sorbo- Y enredando nuestros brazos salimos de la mansión dejando aquel magnífico cuadro a nuestras espaldas.
La noche era tranquila, como la anterior y la brisa veraniega bajaba las altas temperaturas que había sufrido el día.
La primera víctima me la cobré cerca de la casa de Katherine. Para no causarla problemas, cargué el cuerpo un par de manzanas más para que no relacionasen el cuerpo con su casa.
A la segunda la di caza en la esquina de un burdel. Su sangre estaba manchada con litros de alcohol que mi sangre purifico al entrar en mi. El cuerpo calló sin vida y noté mis labios manchados de sangre. No me importó mucho.
-A veces olvido durante mucho tiempo la sed de sangre. A ratos la añoro, otras veces me veo libre de su desagradable quemazón… ero jamás consigo deshacerme del placer que me provoca- con el dedo pulgar, limpié parte de la sangre que manchaba mis labios y luego lo lamí con mi lengua- Era un parea, un desecho social, nadie lo echará de menos ni lloraran su muerte. Pero yo siento tristeza… tanta gente en este mundo y muchos estamos solos- volví a entrelazar nuestros brazos y nos alejamos del cadáver que ya comenzaba a descomponerse… algo que solo un vampiro ya podía detectar- Ha sido muy amable al ofrecerme cobijo en París, no me habría dado tiempo a regresar a mi hogar… además de dejarme disfrutar de tu compañía- A todo esto, mientras caminábamos, procuraba mantenerme alejado de Armand y los suyos. Tenía suerte de que no solían salir demasiado del teatro y eso era una baza a mi favor. Recé porque Katherine no se diese cuenta de mis sutiles cambios de rumbo- Dime Katherine, la habitación donde he dormido podía distinguirse un poco de abandono y su comentario sobre las visitas especiales me hacen entender que hace mucho que no compartís vuestra eternidad ¿hace cuanto no tenéis acompañante?
Re: Mascarade [Marius]
-No se puede conversar con el estómago vacío y yo hace un par de meses que no me cobro ninguna vida para saciarme. Estoy cansado del pequeño sorbo- asentí.
Entonces iríamos fuera. Me agarré a su brazo, me hacía gracia, me recordaba a las dulces parejas que salían a la calle, de vez en cuando con niños revoloteando alrededor. Esa imagen, desde que era inmortal, se había distanciado, era mucho más normal bajo la luz del sol.
Aquella noche era cálida, propio del verano, el viento soplaba levemente y el cielo permanecía completamente despejado.
Marius y yo caminábamos, no habíamos recorrido mucho camino cuando decidió quién sería su primera víctima. Le dejé actuar, le miré, un extraño sentimiento se apoderó de mí, entre lástima por el mortal y la excitación de verle arrebatar una vida. Aquello me recordaba a épocas pasadas. Decidió cargar a la víctima unas dos manzanas para no meterme en problemas. Tampoco me harían muchas preguntas, y si insistían demasiado no saldrían bien parados.
Eligió a su segunda víctima, al lado de un burdel. Evité mirarle, no quería que ese sentimiento volviera a embargarme.
-A veces olvido durante mucho tiempo la sed de sangre. A ratos la añoro, otras veces me veo libre de su desagradable quemazón… pero jamás consigo deshacerme del placer que me provoca- mi mirada se posó ahora en él. Le observé, su color había cambiado notablemente tras las dos ingieras de sangre. La sangre aún se mostraba en sus labios. Era una imagen de la hermosura de un vampiro. Sonreí.
-Y jamás conseguiremos deshacernos del placer que te cautiva.
-Era un parea, un desecho social, nadie lo echará de menos ni lloraran su muerte. Pero yo siento tristeza… tanta gente en este mundo y muchos estamos solos.- Cuánta razón tenía. Aquellas personas que estaban destinadas a estar solas en el mundo me daban lástima, nadie merecía la soledad, todos debían tener un mañana. Nos alejamos de allí, cogidos de nuevo.- Ha sido muy amable al ofrecerme cobijo en París, no me habría dado tiempo a regresar a mi hogar… además de dejarme disfrutar de tu compañía.- Marius cambiaba de rumbo disimuladamente, parecía no querer ir hacia un lugar en especial… No le di importancia, aún.
-¿Por qué no iba a daros cobijo? Ya tenemos algo en común, a los dos nos gusta la compañía del otro. Disfruto mucho conversando con vos si os soy sincera.
-Dime Katherine, la habitación donde he dormido podía distinguirse un poco de abandono y su comentario sobre las visitas especiales me hacen entender que hace mucho que no compartís vuestra eternidad ¿hace cuanto no tenéis acompañante?
-Oh… comprendo. Hace… unos… ¿60 años? Sí. Veréis, he acabado por desquiciarme. He tenido cuatro compañeros en mi vida contando a mi maestro… Y todos acaban en la desgracia. Éste último fue Nicolas. Le encontré en Inglaterra y me enamoré de él. Pero nuestros caracteres chocaban constantemente, las peleas eran legendarias. Puede que después de días de enfado nos perdonásemos, pero ya no podíamos seguir así. Fue mutuo acuerdo, yo volví a París y él se quedó en Liverpool. Es como si un ser amado creado por ti no fuese a ser nunca un amor puro, la necesidad de saber qué piensa o qué siente me es necesario, y con tus propios hijos es imposible. Y vos, ¿tenéis compañero?
Entonces iríamos fuera. Me agarré a su brazo, me hacía gracia, me recordaba a las dulces parejas que salían a la calle, de vez en cuando con niños revoloteando alrededor. Esa imagen, desde que era inmortal, se había distanciado, era mucho más normal bajo la luz del sol.
Aquella noche era cálida, propio del verano, el viento soplaba levemente y el cielo permanecía completamente despejado.
Marius y yo caminábamos, no habíamos recorrido mucho camino cuando decidió quién sería su primera víctima. Le dejé actuar, le miré, un extraño sentimiento se apoderó de mí, entre lástima por el mortal y la excitación de verle arrebatar una vida. Aquello me recordaba a épocas pasadas. Decidió cargar a la víctima unas dos manzanas para no meterme en problemas. Tampoco me harían muchas preguntas, y si insistían demasiado no saldrían bien parados.
Eligió a su segunda víctima, al lado de un burdel. Evité mirarle, no quería que ese sentimiento volviera a embargarme.
-A veces olvido durante mucho tiempo la sed de sangre. A ratos la añoro, otras veces me veo libre de su desagradable quemazón… pero jamás consigo deshacerme del placer que me provoca- mi mirada se posó ahora en él. Le observé, su color había cambiado notablemente tras las dos ingieras de sangre. La sangre aún se mostraba en sus labios. Era una imagen de la hermosura de un vampiro. Sonreí.
-Y jamás conseguiremos deshacernos del placer que te cautiva.
-Era un parea, un desecho social, nadie lo echará de menos ni lloraran su muerte. Pero yo siento tristeza… tanta gente en este mundo y muchos estamos solos.- Cuánta razón tenía. Aquellas personas que estaban destinadas a estar solas en el mundo me daban lástima, nadie merecía la soledad, todos debían tener un mañana. Nos alejamos de allí, cogidos de nuevo.- Ha sido muy amable al ofrecerme cobijo en París, no me habría dado tiempo a regresar a mi hogar… además de dejarme disfrutar de tu compañía.- Marius cambiaba de rumbo disimuladamente, parecía no querer ir hacia un lugar en especial… No le di importancia, aún.
-¿Por qué no iba a daros cobijo? Ya tenemos algo en común, a los dos nos gusta la compañía del otro. Disfruto mucho conversando con vos si os soy sincera.
-Dime Katherine, la habitación donde he dormido podía distinguirse un poco de abandono y su comentario sobre las visitas especiales me hacen entender que hace mucho que no compartís vuestra eternidad ¿hace cuanto no tenéis acompañante?
-Oh… comprendo. Hace… unos… ¿60 años? Sí. Veréis, he acabado por desquiciarme. He tenido cuatro compañeros en mi vida contando a mi maestro… Y todos acaban en la desgracia. Éste último fue Nicolas. Le encontré en Inglaterra y me enamoré de él. Pero nuestros caracteres chocaban constantemente, las peleas eran legendarias. Puede que después de días de enfado nos perdonásemos, pero ya no podíamos seguir así. Fue mutuo acuerdo, yo volví a París y él se quedó en Liverpool. Es como si un ser amado creado por ti no fuese a ser nunca un amor puro, la necesidad de saber qué piensa o qué siente me es necesario, y con tus propios hijos es imposible. Y vos, ¿tenéis compañero?
Re: Mascarade [Marius]
Crucé los dedos deseando que no me devolviera la pregunta. No sirvió para nada, ahí estaba la dichosa pregunta que me tendría que haber guardado para mí.
-No, no tengo compañero. Estoy en una etapa de mi inmortalidad que no… puedo- esa era la palabra exacta pues querer lo deseaba- tener a nadie conmigo- no podía dejar que nadie más conociera mi pequeño gran secreto. Solo alguien de mucha confianza sería capaz de conocer mi verdadera historia- Y no estoy de acuerdo contigo en una cosa Katherine: Sí se puede encontrar el amor puro en un ser creado por ti. El silencio es desquiciante sí, pero es parte del encanto. Esa intimidad que no puedes gozar con otro de tu especia… Sé que las peleas no surgieron por culpa del silencio, lo sé porque tu relato me ha llevado a recordar a mi amada Pandora- miré al cielo durante unos segundos y luego la miré sonriente- Cuando volvamos a casa, os contaré nuestra historia. No he tenido muchos hijos, compañeros menos… he pasado casi toda la eternidad rodeado por humanos, evitando su contacto durante mucho tiempo por miedo a enamorarme de ellos y convertirlos egoístamente. Soy un ermitaño, poco me falta para estar loco- y finalicé la exageración con una pequeña carcajada- Pandora fue una mujer que conocí cuando aún era humano y que volví a ver cuando ya era vampiro… puedes imaginarte que sucedió después pero yo prefiero relatártelo. Teníamos disputas, muchas, pero había amor también… mucho amor. Te aviso, Katherine, que nuestro final no es tan bonito como el tuyo con Nicolás. Volvamos, ardo en deseos de volver a sentarme en ese sillón de tu casa y verte descansar recostada sobre el diván, tu imagen me hace sentirme de nuevo en casa, cuando aún era humano… y si puede ser cerca de una chimenea, mejor. Me da igual que los sirvientes piensen raro, quiero sentarme junto fuego en verano.
Concédeme estos deseos, querida Katherine y yo te recompensaré con una historia importante de mi vida… vamos Katherine, volvamos a casa
-No, no tengo compañero. Estoy en una etapa de mi inmortalidad que no… puedo- esa era la palabra exacta pues querer lo deseaba- tener a nadie conmigo- no podía dejar que nadie más conociera mi pequeño gran secreto. Solo alguien de mucha confianza sería capaz de conocer mi verdadera historia- Y no estoy de acuerdo contigo en una cosa Katherine: Sí se puede encontrar el amor puro en un ser creado por ti. El silencio es desquiciante sí, pero es parte del encanto. Esa intimidad que no puedes gozar con otro de tu especia… Sé que las peleas no surgieron por culpa del silencio, lo sé porque tu relato me ha llevado a recordar a mi amada Pandora- miré al cielo durante unos segundos y luego la miré sonriente- Cuando volvamos a casa, os contaré nuestra historia. No he tenido muchos hijos, compañeros menos… he pasado casi toda la eternidad rodeado por humanos, evitando su contacto durante mucho tiempo por miedo a enamorarme de ellos y convertirlos egoístamente. Soy un ermitaño, poco me falta para estar loco- y finalicé la exageración con una pequeña carcajada- Pandora fue una mujer que conocí cuando aún era humano y que volví a ver cuando ya era vampiro… puedes imaginarte que sucedió después pero yo prefiero relatártelo. Teníamos disputas, muchas, pero había amor también… mucho amor. Te aviso, Katherine, que nuestro final no es tan bonito como el tuyo con Nicolás. Volvamos, ardo en deseos de volver a sentarme en ese sillón de tu casa y verte descansar recostada sobre el diván, tu imagen me hace sentirme de nuevo en casa, cuando aún era humano… y si puede ser cerca de una chimenea, mejor. Me da igual que los sirvientes piensen raro, quiero sentarme junto fuego en verano.
Concédeme estos deseos, querida Katherine y yo te recompensaré con una historia importante de mi vida… vamos Katherine, volvamos a casa
Re: Mascarade [Marius]
¿Podía encontrarse el amor puro por alguien convertido por ti mismo? Yo, al menos, no lo había encontrado, ya llegaría el día… Quizás.
-Volvamos, ardo en deseos de volver a sentarme en ese sillón de tu casa y verte descansar recostada sobre el diván, tu imagen me hace sentirme de nuevo en casa, cuando aún era humano… y si puede ser cerca de una chimenea, mejor. Me da igual que los sirvientes piensen raro, quiero sentarme junto fuego en verano. Concédeme estos deseos, querida Katherine y yo te recompensaré con una historia importante de mi vida… vamos Katherine, volvamos a casa.
Parecía eufórico, sonreí y asentí con la cabeza. Tenía curiosidad por su historia, ¿tan trágica sería? Me extrañaba que algo así pudiera existir. Pandora… aquella fue su compañera. Quería escuchar su historia, quería comprobar si era cierto lo que decía. Por eso me di prisa en llegar a casa. Estaba tranquila, tan solo iluminada en la entrada, como siempre. Cerré la puerta tras de mí y encendí las lámparas del salón. Me resultaba extraño encender la chimenea en verano, aunque para nosotros, era reconfortante. El calor proveniente de cualquier lugar nos reconfortaba. De rodillas ante la chimenea la encendí, echando más leña para que prendiese todo perfectamente. Después indiqué a Marius que tomase asiento. Yo, como él me pidió, me medio tumbé en el diván, mirándole como el día anterior.
-Vos me diréis Marius… ¿Cómo es vuestra historia con Pandora?
-Volvamos, ardo en deseos de volver a sentarme en ese sillón de tu casa y verte descansar recostada sobre el diván, tu imagen me hace sentirme de nuevo en casa, cuando aún era humano… y si puede ser cerca de una chimenea, mejor. Me da igual que los sirvientes piensen raro, quiero sentarme junto fuego en verano. Concédeme estos deseos, querida Katherine y yo te recompensaré con una historia importante de mi vida… vamos Katherine, volvamos a casa.
Parecía eufórico, sonreí y asentí con la cabeza. Tenía curiosidad por su historia, ¿tan trágica sería? Me extrañaba que algo así pudiera existir. Pandora… aquella fue su compañera. Quería escuchar su historia, quería comprobar si era cierto lo que decía. Por eso me di prisa en llegar a casa. Estaba tranquila, tan solo iluminada en la entrada, como siempre. Cerré la puerta tras de mí y encendí las lámparas del salón. Me resultaba extraño encender la chimenea en verano, aunque para nosotros, era reconfortante. El calor proveniente de cualquier lugar nos reconfortaba. De rodillas ante la chimenea la encendí, echando más leña para que prendiese todo perfectamente. Después indiqué a Marius que tomase asiento. Yo, como él me pidió, me medio tumbé en el diván, mirándole como el día anterior.
-Vos me diréis Marius… ¿Cómo es vuestra historia con Pandora?
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