Entre muertos... ((Libre))

Era medianoche y la Luna Llena iluminaba el cementerio. Caminaba entre las tumbas, sigilosa, sin saber qué hacía allí ni a qué lugar exacto me dirigía... Mi rostro estaba cubierto por una capa oscura y larga. Mis manos sostenían un cuaderno, una pluma de cuervo y un tarro que contenía sangre. Fue entonces cuando lo vi... a lo lejos... El mausoleo que había mandado construir mi padre cuando acusaron a mi madre de bruja. Allí estaba ella.

Me acerqué con paso lento, nerviosa. Me arrodillé frente a él y reprimí un sollozo.

-Madre... -murmuré con la voz quebrada por el llanto que intentaba contener.

Estuve largo rato mirando la tumba, recordando el día que la quemaron. Me obligaron a estar presente en la ejecución... Entonces, abrí el cuaderno y comencé a escribir con la sangre los hechizos que mi madre me había enseñado de niña... apenas me acordaba de ellos... ¡Claro! Por eso había venido hasta aquí... para recordarlos con su ayuda... Al menos, eso creí yo... y eso me bastó para no detenerme.

Sabía el peligro que corría al estar escribiendo con sangre... cualquier vampiro, o cualquier licántropo, podría acercarse a mí al oler la sangre, aún más puesto que era sangre humana... Pero poco me importaba en esos momentos... No tenía ningún miedo, me sentía segura junto a las cenizas de mi madre, encerradas en el mausoleo familiar. Además, me adoraba escribir con sangre; aún no sabía si lo hacía por alguna tradición de brujas o por el simple olor que desprendían el papel y la sangre al escribir...

Había pasado más de dos horas acompañando a mi madre, mis tías y mis primas mientras velábamos la tumba de mi abuela materna. Ese tipo de cosas me desagradaban sobre manera, pero si me hubiese quedado en casa me habría tocado soportar una inmensidad de futuros reproches, asi que allí estaba, en el cementerio a altas horas de la noche. En cuanto comprobé que ya nadie me prestaba atención me escabullí del grupo de mujeres llorosas y somnolientas y me puse a caminar sin rumbo determinado por el cementerio.

La noche era bastante clara, ya que una inmensa luna llena daba un aspecto blanco a todo lo que me rodeaba. Tumbas, panteones, mausoleos, estatuas... todo parecía brillar ante el influjo de la luz de esa luna. Caminaba con la mirada baja hasta que desemboqué en una zona llena de panteones y, al levantar la vista, vi una figura que parecía la de una mujer arrodillada frente a uno de los panteones.

- "Habrá perdido a alguien recientemente. Pobre..." -pensé.

Pretendía detener mis pasos o redirigirlos, pero no lo hice y continué acercándome a la figura con lentitud sin casi darme cuenta.

Escuché pasos que se me acercaban. Me volví y dejé caer la capucha de mi cara.

Era una mujer.

Cerré el cuaderno y me lo escondí bajo la capa.

-Buenas noches... -dije seria, aunque pretendiendo ser lo más amable posible. No esperaba a nadie a esas horas de la noche.

Me incorporé en mi lugar para poder mirarla mejor desde mi altura. Parecía alguien de clase alta, fue lo que pude deducir al ver sus ropas y su comportamiento.

-¿Qué hace una señorita como usted en este sitio y a estas horas? -le pregunté con notable curiosidad. Ella podía hacerme la misma pregunta, pero me importaba bien poco.

No me había dado cuenta de que me había acercado tanto a la mujer hasta que ésta se giró y me habló.

- Buenas noches. -saludé a la mujer que me había dirigido la palabra a la vez que la observaba.

Desde luego no era de mi clase, pero en ese lugar era complicado encontrarnos, y estaba harta del mutismo impuesto del velatorio, asi que en contra de los principios que siempre seguía, le dirigió más de las dos palabras necesarias para la respuesta de rigor.

- Paseaba tratando de olvidar el motivo de mi visita a este desolador lugar que, supongo, será el mismo que la trae a usted aquí...

La miré un instante algo desconcertada. Luego cambié mi expresión con una sonrisa amable, aunque algo falsa, puesto que no me encontraba muy alegre en esos momentos. Aún así, lo hice por cortesía.

-Venía a visitar la tumba de mi madre... hace tiempo que no vengo a este lugar... -dije aclarándole el tema de mi llegada al mausoleo de mi familia.


La observé con curiosidad. Entonces me di cuenta del motivo de su visita: había perdido a un ser querido y lo estaban velando en aquel mismo instante.

-Lo siento... -dije bajando un poco la voz y la mirada, borrando de mi rostro la sonrisa que ahora me parecía estúpida.

Pese a notar que ella no se sentía tan bien como pretendía, forzó una sonrisa y explicó el motivo de su estancia en ese lugar en concreto, cosa que agradecí interiormente. Le devolví la sonrisa con franqueza pese a lo inapropiado del lugar y el momento.

- Gracias, pero no hace falta que diga nada. Apenas conocía a la mujer que debería estar velando... Pese a ser mi abuela, la había visto solo en un par de ocasiones y sólo vine porque sentí que debía acompañar a mi madre. Por cierto, siento lo de la suya. ¿Pasó hace mucho? - No tenía ni idea de porque se interesaba por esa mujer, pero lo estaba haciendo.

-Entonces, lamento que no la hubiese conocido... -dije, sintiendo que esa señorita no hubiese aprovechado el tiempo con su abuela. Si yo la hubiese tenido conmigo, lo aprovecharía al máximo.


-¿No la echarán de menos en el velatorio? -le pregunté, aunque, en el fondo, esperaba que la respuesta fuese negativa. No quería estar sola en esos momentos duros.

Negué con la cabeza. La única que podría darse cuenta de que no estaba era mi madre pero estaba tan cansada y rodeada de gente que no creo que notase mi ausencia.

- No hay por qué preocuparse por eso. Creo que me he ganado el derecho a un rato de soledad. -la miré y gracias a la luz de la luna pude notar huellas de lágrimas en sus mejillas.- Vos no parecéis estar bien para nada... ¿Precisáis de un poco de compañía?

Asentí con la cabeza. No quería estar sola. Aún así, tuve que decirle:

-Si necesita estar a solas, puedo irme... creo que ya he hecho lo que tenía que hacer.


Aunque me costase gran esfuerzo, debía comprender que no todo el mundo quiere compañía en momentos difíciles.

Negué con la cabeza logrando que un mechón de mi pelo fuese a parar a mi cara. Lo aparté y respondí.

- No debéis preocuparos por mí. Estoy mucho más entera que vos. -me acerqué algo más a ella.- Quizá sería buena idea que me contase cómo se siente. Eso le haría desahogarse y seguro que cuando lo haga se siente más a gusto. Si no quiere seguir parada ante la tumba de su madre podemos pasear... Aunque este no sea el sitio más adecuado. - le propuse para distraerla.

Asentí a su proposición.

-Será lo mejor... -dije mientras comenzaba a caminar despacio junto a la dama.

-Mi nombre es Meredith... -me presenté tras un leve silencio.


Luego levanté la mirada, esperando que la joven dama, a la que agradecía enormemente su compañía, me dijese su nombre.

- Encantada, Meredith. Mi nombre es Vanessa. -dijo presentándose a la vez que hacía un gesto a la muchacha para que se pusiesen en marcha.

Caminaron en silencio durante una decena de metros en los cuales Vanessa se dedicó a observar de soslayo a aquella mujer sin llegar a aventurar ninguna conclusión sobre ella.

- Bueno, Meredith. Contadme que os aflije. Por lo que he visto al mirar la placa de la tumba frente a la que estábais vuestra madre falleció hace ya un tiempo... ¿Qué os ha traido aquí precisamente hoy? ¿Se cumplen años de su fallecimiento o simplemente es una fecha especial para ella o para vos? -preguntó Vanessa con bastante curiosidad.

Le sonreí al escuchar su nombre.

-Igualmente, Vanessa.

Caminábamos en silencio, sin decir una palabra más... hasta que ella me hizo una pregunta que no sabía cómo contestar.

-No es nada de eso... creo que es como si ella me hubiese traído aquí. -dije sin darme cuenta de lo que decía y sin saber cómo se lo tomaría esa dama. Miraba hacia la luna llena, que iluminba el camposanto de una manera un poco siniestra.

No entendía del todo a lo que se refería pero no sabía si sería buena idea preguntarle al respecto por lo que me mantuve en silencio unos instantes con las manos cruzadas sobre mi abdomen. Al final mi naturaleza curiosa pudo más que mi sentido común.

- Perdona pero... no he entendido muy bien lo que acaba de decir. ¿Cómo pudo ella atraerle hasta aquí? No me parece que tenga mucho sentido... aunque quizá para ti si lo tenga...

La miré un instante, buscando las palabras exactas para que no malinterpretase nada y no sospechase que yo era una bruja.

-Bueno... es una forma de hablar... -dije con una leve sonrisa. -En realidad no sé por qué he llegado hasta aquí, aunque no me arrepiento de que mis pasos me trajesen.

No volví a pronunciar palabra alguna. Si la joven dama, la cual acababa de conocer, sospechaba que yo era bruja, podrían quemarme.

Asentí con la cabeza ante su explicación y ambas entramos en un estado de mutismo que terminó por volverse incómodo en nuestro paseo.

- Umm, Meredith... ¿por qué no me habláis de vuestra madre? A lo mejor recordar las cosas buenas y los momento felices pasados por ella te ayuda a alegrarte un poco. Aunque entenderé que no os apetezca hacerlo... en cuyo caso podéis preguntarme lo que más os apetezca. No me apetece caminar en silencio por éste lúgrube lugar.

Asentí, dudando sobre qué hacer.

-Entiendo su incomodidad... es un sitio demasiado silencioso para que también nosotras callemos. -dije con una leve sonrisa.

Luego dirigí mi mirada al suelo, buscando las palabras con las que contar los buenos ratos que pasé de niña con mi madre.

-Mi madre fue asesinada cuando tenía yo 10 años... ante mi propia mirada, sin que ni mi padre ni yo lo pudiésemos evitar... -mi voz sonaba levemente quebrada. Intentando no llorar, ocultaba mi rostro de Vanessa, escondiendo las lágrimas que salían de mis ojos sin yo poder evitarlo.

Esa chica era de lo más comprensiva, al menos eso era lo que yo sentía. Esperé pacientemente a que empezase a hablar de su madre pero lo que dijo de ella no era lo que yo esperaba.

- Oh, Dios mío... -murmuré.- Lo... lo siento de verás. Tuvo que ser horrible...

Normalmente yo reuía cualquier tipo de contacto. No me gustaba que me abrazaran, me besaran, me acariciaran... Ni siquiera soportaba que me tocaran el pelo, por lo que normalmente me peinaba yo misma pero... en ese momento sentí que Meredith necesitaba un gesto de cariño. Me acerqué a ella y puse mi mano en su hombro dándole un ligero apretoncito.

- Nadie debería ver algo así. -en ese momento me di cuenta de que estaba llorando.- No llores, por favor. -dije apretando más su hombro y acercándome más para confortarla.- Siento haber sacado este tema. Quizá debí quedarme callada. -me disculpé.

Negué con la cabeza al ver cómo se disculpaba.

-No tiene importancia... usted no sabía nada de lo que le sucedió. -dije mientras me secaba las lágrimas del rostro. La miré mientras cogía la mano que tenía apoyada sobre mi hombro.

Mostré una leve sonrisa triste.

Cogió mi mano y yo le sonreí. Quería decirle algo que la animase, pero era pésima para ese tipo de cosas por lo que me limité a apretar su mano y volver a sonreirle.

- Tengo la impresión de que os hace mal estar en este sitio. Si queréis podemos ir a dónde se encuentra mi familia y puede pedirle al conductor del coche de caballos que os lleve hasta vuestra casa. Nosotras estarémos aquí hasta el alba y él tendría tiempo de sobra de llevaros a casa y volver. - le propuse.- Aunque si preferís seguir aquí no os obligaré a marcharos.

Le volví a sonreír.

-Creo que le acompañaré un rato en el velatorio, si no es molestia. -dije algo más relajada. -Luego me puedo ir caminando...

Quería acompañarla en el velatorio para agradecerle lo amable que había sido al escucharme. Pero necesitaba irme sola a casa; no quería que nadie me acompañase a ésta.

Asentí con la cabeza y señalé en la dirección por la que deberíamos ir si queríamos volver con mi familia.

- Podéis acompañarnos si así lo deseáis. Pero... ¿de verdad queréis iros sola a casa? Estás horas tan intempestivas no son las mejores para volver andando por las calles... -comenté mientras andábamos de vuelta al lugar dónde se encontraba mi familia.

De verdad esa mujer era de lo más extraña, pero si no quería hablar por algun motivo, ni decir nada sobre su vida, no iba a obligarla.

-Puedo defenderme sola. -murmuré mientras comenzábamos a caminar por el cementerio con tranquilidad.

-Le agradazco la amabilidad con la que me trata, pese a ser una desconocida.

Le sonreí agradecida.

- No debéis darme las gracias. Mis padres me educaron para mostrarme siempre amable en este tipo de situaciones y, además, me habéis caido bien. -dije sonriéndole.

Mientras charlábamos llegamos al fin al lugar dónde mi familia se encontraba velando a mi abuela. Una de mis primas mayores me vio y se alejó de la familia con disimulo para acercarse.

- ¿Dónde te has metido? -murmuró a mi oido.- Tu madre ha preguntado por ti dos veces. ¡Anda con ella!

Haciéndole caso me acerqué a dónde estaba mi madre bajando la cabeza.

Caminé tras ella hacia el velatorio. Si alguien le regañaba a ella, también debían regañarme a mí, pues me sentía culpable de ello.

-Lo lamento, ha sido todo culpa mía, señora... -dije mirando a la madre de Vanessa con cara de culpabilidad. -Si tienen que regañarle a alguien, es a mí... -murmuré. Acto seguido bajé la mirada, esperando la regañina que, posiblemente, iba a caer sobre mí.