Cita con Lorette [PRIVADO]

Tras las indicaciones mentales que me proporcionó Marius hacía tres noches atrás en aquella taberna donde nos conocimos, después de escaparme de mi querida y nueva hermana Bereice con una piadosa mentira, a media noche me encaminé hasta una gran biblioteca. Nada más entrar a dicha biblioteca, me guiaron hasta donde se encontraba mi cita de aquella noche, agradecida despaché al velador y me dirigí en busca de Marius.

Las pasadas noches me atosigaba a mi misma con dudas, ¿por qué interesaba tanto a Marius?, no entendía su insistencia con mi ¿historia? podría llamarla así, aun que yo no la consideraba precisamente eso. Tal vez sea mejor pensar que con él puedo aclarar algunas dudas, antes de creer que pueda llenarme de más, eso sería insoportable para mí.
-¿Hola?...- Me aventuré a decir al no ver a nadie tras entrar en la amplia habitación donde él me esperaba. Admito que estaba ansiosa y algo desconcertada con respecto a aquel hombre, para mi todo era una aventura, o más bien una pesadilla, ya no estaba segura de muchas cosas, la locura terminaría por carcomerme tarde o temprano.

Marius apareció de detrás de las estanterías, se apresuró hasta mi y me cogio la mano para besarme, yo quedé muda escuchando sus palabras, ¿tenía miedo de que no llegase?, lo miré interrogada y lo seguí hasta unas sillas donde me indicó que tomara siento.

-¿Has estado estos tres días?, yo he aprovechado para ver los últimos rincones que me quedaban de Italia antes de volver a mi hogar, en Grecia. Es más, hoy es la última noche que paso aquí. En cuanto termine con usted volaré hasta alcanzar mi destino- dijo él tras tomar asiento, ¿volar? lo miré con más extrañeza aún pero me limité a responder su pregunta, - estuve en el baile de los Di Martino, donde conocí a una nueva amiga con quien comparto bastante ahora - dije cortada mirando mis manos, había estado retorciendo un pedazo de tela desde que me adentré a la habitación a causa de los enrvios - pero permitame la duda Marius, ¿podemos volar? - clavé mi mirada en la suya llena de dudas, no tenía idea de las cosas que podíamos hacer nosotros los inmortales, y su frase quedaba marcada en mi cabeza desconcertándome pero con unas ganas de saber como hacerlo, me ahorraría tantas cosas si aquel hombre me guiara gentilmente. Poder volar, que ideal sería.

"Nuestra sangre se vuelve más y más concentrada y se convierte en un objeto de deseo para los bebedores de sangre más jóvenes, porque si se hicieran con ella y bebieran hasta saciarse, sus poderes aumentarían sin tener que esperar siglos". Esas palabras pesaron más de lo que tendrían que hacerlo en mi, ¡cuantas cosas más necesitaba saber! ¡ah! odié aún más que aquel hombre me abandonase tras mi creación. Vaya fiasco tener que esperar para volar, hice una mueca de desagrado, pero volvía mirar a Marius y mi rostro se volvió sereno de nuevo.

-No os preocupéis, todo cuanto decís es realmente importante para mi, creerme - realmente podía aprender mucho de aquel hombre, mucho más de lo que yo pretendía, solo quedaba esperar que él también esté dispuesto. Mi curiosidad transcienden los límites, para mi todo era novedoso y estaba dispuesta a saberlo todo, pero nunca me encontré con nadie que tuviera las respuestas de mis dudas, solo más y más dudas, como si el mundo se opusiera a mi libertad, sí, libertad, para mi el hecho de encontrar respuestas significaba libertad.

-Dígame Marius, cual es la razón por la que estamos hoy aquí, aún no lo tengo muy claro.

- ¿ como puede intentar escrutar en mi mente algo que ni siquiera yo recuerdo?. Usted no sabe las noches que he pasado delirando, intentando recordar algo que se me haya olvidado, algo que parece nunca haber pasado, la confusión y el miedo me carcomen, pero antes de volverme loca del todo deseo saber la razón por la cual me hicieron esto...- llevé mis manos a la cabeza y la sostuve fuertemente, como si esta fuera capaz de caerse si yo no la sostenía, quería acurrucarme en un rincón y llorar, pero aquel no era el momento ni el lugar.

Mi desesperación iba en aumento cada vez que intentaba recordarlo, cada vez que volvía al pasado, deseaba tanto entender tantas cosas pero a la vez deseaba poder hacer caso omiso de todo aquello, vivir mi nueva vida, ya no puedo cambiar lo que soy, como bien me dijo un amigo, pero puedo buscar al creador, al escritor de mi tragedia, aun que no sabría ya para qué, ¿pedir respuestas? ¿buscar venganza?, no lo tenía claro y tenía miedo, mucho miedo.
- ¿Cree que esto puede llevarme a la locura pronto?, ¿acaso está mal pedir respuestas a algo que no entiendes?... callé, miré la pequeña bolsa de tela que había traído y de su interior saqué tres papeles los cuales estaban escritos con una perfecta caligrafía, algunos en francés y otros en un italiano poco común, se los pasé a Marius con sumo cuidado, como si de mi vida se tratase.
Recordaba cada palabra escrita en esos papeles, el más arrugado era el que me había encontrado en aquel pajar tras mi transformación, todo estaba guardado en mi mente como si de un perfecto retrato detallado se tratase.
"Piccoli Loretta, esta será tu nueva vida, no la desperdicies que no doy segundas oportunidades. Tu familia en francia no te aceptaría, tu vida sería una desdicha eterna y antes de verte convertida en una mujer despreciada y amargada prefiero que tomes lo que te doy y vivas eternamente bella.
He enviado tus cosas a una pequeña residencia en Napoli, allí donde pasabas los veranos con tus padres, allí estarás mejor. Recuerda la sed te atormentará, tus instintos sabran hacerte actuar, a media noche te espera el carruaje que te llevará a Nápoles, será un largo viaje asi que alimentate bien antes de marchar, cinco dias en ayuno para tí será demasiado, no obstante no dudo de tu fuerza.
Algún día nos conoceremos en persona, te lo prometo Piccoli e Bella Lorette, aún no es el momento para mi. Aguardate de los males pero sobretodo de la Luz del buen Dios Apolo, el sol." ese papel marcaba mi completa perdición a la locura, los otros dos solo eran simples esquelas con sellos de diversos países, su contenido no iba más allá de preguntas banales curioso por como me encontraba, aun que no dejara dirección para responderla. Solo una frase la destacaba para mi en uno de ellos, "yo seré tu guardián y te guardaré como un tesoro, pero el odio, tu odio será mi culpa y lo llevaré con dolor". Me preguntaba si Marius lo entendería, tal vez no signifiquen nada, y yo dé demasiado peso al asunto.

-Créame que lo intento, pero cada vez que me olvido del asunto, que intento sumirme en otras cosas vuelve a aparecer una carta de esas corrompiendo mi tranquilidad, intento entrenarme en conocer mi naturaleza, bailo como lo hacía de humana pero con más soltura y limpieza, lo olvido todo por momentos pero vuelven a aparecer. ¿Tal vez desee volverme loca, no lo cree?- y si era así lo estaba consiguiendo, ¡oh! que vacío sentí de repente en mi pecho. Las manos de Marius seguían guardando las mías mientras yo miraba con desprecio aquellas cartas. Si los recuerdos pudieran ser capaces de borrarlos, si la mente tuviera ese poder yo no dudaría un segundo más en hacerlo.

Berenice tenía razón, no necesitábamos a nadie más mientras nos tuviéramos a nosotras, bajé la cabeza y una risita tonta se asomó por mis labios al recordarla, ella me hacía reír y juntas nos divertíamos de la manera más tonta pero al fin y al cabo sobrellevábamos el dolor y la desesperación provocada por la soledad.

- La confusión es grande, y la curiosidad aún más, podría intentarlo, pero ¿a caso no os dáis cuenta de lo débil que soy?, aveces hasta creo que lo busco para recibir un poco de amor o algún sentimiento similar, pero luego lo pienso y solo deseo no saber nada, olvidarlo todo y sumirme en mi misma. Todo es tan frustrante que los sentimientos que deberían ser normales en mi, se hacen más y más grandes, como si lo abarcara todo, y eso... ¿eso os parece normal?-

Su mano fría recorrió mi rostro y no pude aguantar más, las lágrimas escarlatas brotaron de mis ojos como gruesos mantos de seda. La idea de basar mi vida en la búsqueda no me gustaba, pero peor sentía el nunca saber de él, de ese ser que desconocía pero anhelaba encontrar. Miré confusa a Marius, me sentía una niña pequeña relatando la pérdida de su muñeco favorito a su padre, aquello me llenó de un sentimiento tan común en mi desde la pérdida de mi padre, dolor. Por mucho que lo niegue, seguía siendo una niña perdida en un oscuro bosque, y si no lograba escapar sería comida para lobos. - Tengo miedo...

-Marchémonos, la oscuridad me agobia y ver tantos libros que ya he leído me cansa- me estiró del brazo sutilmente tras secar mis lágrimas con sus dedos, fuimos hacia la ventana y de un salto elegante caímos en la acera de la calle, me así a su brazo y empezamos a caminar, con su perfecta calma volvió a decir: - No debéis depender tanto de ese ser que afirma ser vuestro creador. Yo sí que conocí al vampiro que me dio el don oscuro pero no pasé junto a él ni una noche. Las relaciones creador – creado fallan en la mayoría de veces. El silencio mental que se produce entre padre e hijo es tan exasperante que en la totalidad de los casos ocurren disputas tontas que acaban haciendo más daño de lo que uno cree. Cree mis palabras Lorrette, yo viví eso con mi hija- lo miré desconcertada, sus ojos denotaban una profunda tristeza, la cual yo no quería revivir en él, su calma y serenidad producían el mismo efecto en mi.

-¿Dices que somos incapaces de escuchar los pensamientos de nuestro creador?, desconocía, bueno en realidad desconozco tantas cosas...- bajé la mirada, me sentía torpe e ingenua por ser tan ignorante en mi misma naturaleza que no quise mirarlo a la cara.
-Yo seguiré vuestro consejo Marius, no dejaré que domine mi vida, aun que me cueste una eternidad...-volví mis ojos a los suyos, su bondad profesaba un cariño inmenso hacia aquel hombre sabio, su mirada serena hacía que me sienta en un entorno familiar, cosa que casi he olvidado del todo.

Sus palabras provocaron una sonrisa en mis labios, un pensamiento tonto pasó por mi cabeza, deseaba tanto que Marius hubiese sido mi creador, al menos él se había preocupado por mi ligeramente, mucho más de lo que lo han hecho desde que soy vampira, me sonrojé, sabía que leería mis pensamientos, era lo único que no me terminaba de agradar del todo, que escuchen lo que pienso.

- Dime Marius, ¿a ti la eternidad no te asusta?, por que cuanto más lo pienso más me atormento; no puedo entender por que las cosas simples me atormentan tanto...- volví a decir bajando la mirada, era algo que no me había quedado claro, ¿por qué me atormentaban infinitamente los sentimientos más comunes, convirtiéndose en pesadillas?, no quería que vea la vergüenza en mis ojos, me sabía mal preguntar tanto, yo misma debería conocer mi propia naturaleza, pero el hacerlo del todo me quebrantaba.

Empezaba a entender por que todos mis sentimientos me parecían caóticos, sus palabras me tranquilizaban bastante pero cuando dijo: -mi respuesta es: Vive tu eternidad. Olvídate del tiempo y solo haz las cosas que en vida no pudiste hacer. Pero por lo que más quieras, no caigas en tristeza… así solo encontraras el fin en una hoguera.
Esas palabras se clavaron en mi, mi respiración se agitó levemente. "Acabar en la hoguera", el simple hecho de pensarlo me daba escalofríos.

-Yo no busco morir, no quiero ni pensarlo.- Mis ojos se tornaron en la nada, mis palabras sonaron temblorosas, un final así sería el peor de los finales y no querría que ese fuese el mío.

Sonreí. Él sentía algo familiar en mi, no pude entender eso, puesto que nunca me había pasado, pero intenté no darle más vueltas al asunto, eso era recordar mi la causa de mi tormento, y lo que deseaba era olvidar.
- Ahora cuéntame ¿en serio conseguiste sobrevivir con las pocas indicaciones que te dio tu creador en las cartas?- preguntó curioso, yo lo miré algo extrañada y ladeando la cabeza ligeramente hacia un lado.
- Me envió a la vieja cabaña de mis padres, en Nápoles, por alguna extraña razón él sabía que yo amaba aquel lugar con todo mi ser, puesto que mis mejores recuerdos con mi familia provienen de aquel lugar. Cerré las ventanas de una habitación prohibiendo el paso así de la luz del sol y ubiqué mis aposentos en el profundo armario de la misma habitación, así si alguien entrase no se daría cuenta de nada, puesto que la puerta lleva un cierre de madera y piedras, hechas por mis propias manos e incapaz de ser abierta por algún humano - dije con la mirada clavada en la suya pero los pensamientos en mi bella Nápoles- aun que te soy sincera, la soledad no me gusta- bajé la mirada y me mordí los labios, me tomaría por una niña tonta, pero era la realidad, no había dejado de serlo y era la primera vez que dependía de mi misma, no lo llevaba tan mal hasta que empecé a pensar en que la pasaría así durante mi eternidad.
"Cuando dejas de ser una simple chiquilla dependiente de tus padres y de tus sirvientes, para pasar a ser una solitaria vampira no tiene mucho merito, al menos para mi", pensé, era incapaz de pronunciar esas palabras, pensaba que se burlaría de mi; aun que sabía perfectamente que él lo oiría.

-Querida, a nadie le gusta estar solo y menos si ese alguien vive eternamente. Ni si quiera yo, que decidí crear un retiro voluntario, conseguí estar solo por mucho tiempo. Incluso tarde más de mil años en crear a un segundo hijo… total para que después me lo arrebataran…

Lo miré casi con sorpresa, no pude evitar interesarme en el tema, pero no quería que mi tonta curiosidad causara dolor a Marius, coloqué una mano sobre la que tenía libre con la mirada fija en su rostro.
- Cuanto me hubiese gustado que tú hayas sido mi creador- dije bajando la mirada a nuestras manos y sonrojandome, no pude evitarlo, un sentimiento casi fraternal se había despertado en mi al conocer a aquel hombre, tan seguro de sí mismo y tan comprensivo. Me preguntaba si cuando yo hubiese vivido tantos años como él empezaría a caerme mejor el hecho de la eternidad...
No lo sé, de momento solo me queda seguir viviendo para averiguarlo, levanté ligeramente la mirada sin levantar la cabeza y me encontré con sus ojos, tan llenos de seguridad, era una maravilla poder observarlo, no pude evitar que se me escapara una pequeña risita casi tonta, él iba a volver a estallar en carcajadas y yo era presa de la vergüenza.

Sus brazos me rodearon unos segundos, me pareció muy tierno de su parte aun que no pude evitar la cara de sorpresa ligeramente.
- He vivido mucho pero no he creado a muchos vampiros. Para ser exactos solo he creado a dos, Pandora y Armand. Pandora me la arrebató una absurda discusión… doscientos años de vida conjunta desaparecieron en una nube de rabia y orgullo. A Armand me lo arrebataron a la fuerza… no pude hacer nada. Puedes ver que no soy tan buen padre como piensas.

Esas palabras hicieron que entreabriera ligeramente la boca, no creí que el orgullo pudieran separar a las personas...
-Yo... lo siento, no quería... - callé, si decía algo más quedaría como una idiota. Me sonrojé, que tonta me sentí en ese momento, no quería hacerle recordar cosas dolorosas comparándome con sus hijos, no tenia ese derecho y por mucho que deseara yo no tuve la suerte de ser du pupila.