A la sombra de Atenas [Libre]
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A la sombra de Atenas [Libre]
Recuerdo del primer mensaje :
Bajamos del navío que nos dejaba en tierra ¡por fin! ¡Qué viaje más largo!, había logrado convencer a Roger para que me acompañase en uno de mis viajes, por lo que estaba ¿contenta? Sí.
-Mi señora ya no estoy para estos viajes.- Protestó mi querido mayordomo a mi espalda.
-No te va a defraudar, verás que no.- musité con una sonrisa mientras indicaba a los pescadores que había por allí que dejaran mi equipaje en el carruaje. Me acomodé un momento el vestido de tonos terrosos.
– Lancaster está seguro, créeme.- murmuré dándome la vuelta para ver el rostro del anciano que estaba intranquilo, no solía salir de Inglaterra, y en cierta forma era mi culpa, pero yo necesitaba movimiento para despejarme, y además quería ampliar mi colección de estatuaría ateniense, y sabía que aquí estaban las mejores escuelas.
-¡¿Y los gatos?!- exclamó Roger llevándose las manos a la cabeza, yo me eché a reír.
–No te preocupes más. Son criaturas que saben cuidarse por ellos mismos… ¡Vamos! Tenemos toda la noche por delante, y no dejaré que me la chafes.- Me así a su brazo y bajamos la cuesta que nos llevaba al carruaje.
Salimos de allí, y pasamos por el hotel, Roger en el último momento decidió pasar el resto de la noche allí descansado del viaje y del mareo, “pobre…” lo comprendí, recordaba cómo era esa sensación. Así que me fui yo misma a revisitar la ciudad.
Quería detenerme un rato en la Acrópolis, aunque muchos de los restos estuviesen en el Museo Británico. Siempre era entretenido rodearse de otras culturas, y yo de esta había leído mucho, artísticamente es el germen.
Caminé con calma por las calles, intentando retrotraerme en el tiempo, la historia de Atenas era realmente apasionante, esperé que jamás se perdiera en el tiempo. Pensaba en esto mientras subía la larga escalinata que daba acceso a los Propileos, eran apenas restos de lo que en su día fue, pero yo tenía en mente los grabados que había visto en diversas Bibliotecas.
Al llegar arriba me quedé parada observando el Partenón me llevé la mano a los labios emocionanda, “sencillamente impresionante.”
Pensé ignorando a la gente que había a mi alrededor, que al igual que yo visitaba aquel tesoro de piedra.
-Mi señora ya no estoy para estos viajes.- Protestó mi querido mayordomo a mi espalda.
-No te va a defraudar, verás que no.- musité con una sonrisa mientras indicaba a los pescadores que había por allí que dejaran mi equipaje en el carruaje. Me acomodé un momento el vestido de tonos terrosos.
– Lancaster está seguro, créeme.- murmuré dándome la vuelta para ver el rostro del anciano que estaba intranquilo, no solía salir de Inglaterra, y en cierta forma era mi culpa, pero yo necesitaba movimiento para despejarme, y además quería ampliar mi colección de estatuaría ateniense, y sabía que aquí estaban las mejores escuelas.
-¡¿Y los gatos?!- exclamó Roger llevándose las manos a la cabeza, yo me eché a reír.
–No te preocupes más. Son criaturas que saben cuidarse por ellos mismos… ¡Vamos! Tenemos toda la noche por delante, y no dejaré que me la chafes.- Me así a su brazo y bajamos la cuesta que nos llevaba al carruaje.
Salimos de allí, y pasamos por el hotel, Roger en el último momento decidió pasar el resto de la noche allí descansado del viaje y del mareo, “pobre…” lo comprendí, recordaba cómo era esa sensación. Así que me fui yo misma a revisitar la ciudad.
Quería detenerme un rato en la Acrópolis, aunque muchos de los restos estuviesen en el Museo Británico. Siempre era entretenido rodearse de otras culturas, y yo de esta había leído mucho, artísticamente es el germen.
Caminé con calma por las calles, intentando retrotraerme en el tiempo, la historia de Atenas era realmente apasionante, esperé que jamás se perdiera en el tiempo. Pensaba en esto mientras subía la larga escalinata que daba acceso a los Propileos, eran apenas restos de lo que en su día fue, pero yo tenía en mente los grabados que había visto en diversas Bibliotecas.
Al llegar arriba me quedé parada observando el Partenón me llevé la mano a los labios emocionanda, “sencillamente impresionante.”
Pensé ignorando a la gente que había a mi alrededor, que al igual que yo visitaba aquel tesoro de piedra.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 493
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
En ningún momento salí a la superficie, ya no tenía que aparentar nada. La fuerza de las olas azotaba mi rostro sin piedad, pero no me detuve, el dolor físico no significaba nada para mí. Me había olvidado de lo que se sentía al bucear: desconectas del mundo por completo, es fantástico.
Debí llegar la primera a la orilla, pues me encontré sola, miré hacia atrás buscando a Keiran, estaría al llegar. Me volví a escurrir el pelo mientras esperaba que apareciese ¿tendría algún tipo de toalla en su bolsa? No me atreví a husmear entre sus cosas.
Al segundo le vi surgir de las aguas, todo un titán, su visión era particularmente portentosa, sonreí como una quinceañera al recorrer su anatomía con los ojos.
-Ha sido una noche interesante – Le di la razón. Aunque para mí fue más ‘sorprendente’. Noté cierta inseguridad cuando se acercó a mí, me culpé por ello, seguro que se estaría acordando de mi error, agaché la cabeza sin poder contener mi decepción. -Os daré el vestido. Creo que... – Quiere que me vaya… pensé sin levantar la vista de la arena. -está allí – Allí…se puede quedar. Levanté un poco la vista, observando cómo me lo traía. - Creo que ya puedo permitirme, llamarte por tu nombre – Incliné imperceptiblemente la cabeza con una sonrisa amistosa en los labios. –Kory.- En ocasiones me volvía tímida, esta sin duda fue una de ellas.-Es un nombre muy original.
Me encogí de hombros inocentemente, cuando me fui acercando a él con paso lento ¿se echaría hacia atrás...otra vez?
Todo su cuerpo estaba salpicado de pequeñas gotitas saladas, que iban deslizándose por cada una de las curvas de sus bien formados músculos. Alcé el rostro, al ser consciente de mi distracción.
–Te lo permito.- sonreí aguantándome una carcajada un tanto lisonjera. Muy pocos eran los que podían tutearme. –Keiran.- Murmuré guiñándole un ojo. Tomé el vestido que reposaba en sus manos, dandome un segundo para desviar el interés que estaba causando ese hombre en mí. –Gracias.- Era tan amable… En toda la noche no había flaqueado ¡ni una sola vez! Solo yo había quedado como lo que en realidad era, una depredadora cegada por la sed de sangre.
Le di la espalda, mientras meditaba sobre ello, qué mal me sentí ¡Era una vergüenza por mi parte! -¿Aún quieres quedarte conmigo?- Di unos cuantos pasos hasta sentarme en la arena, con el vestido todavía en mis brazos, no iba a ponérmelo, al menos no todavía, esperaría a secarme un poco. Miré al frente con los ojos vacíos. -¿Cómo logras controlarte? ¿Qué te diferencia de mí?- Volví la cabeza hacia Keiran. ¿Acaso los vampiros éramos más impulsivos…más elementales? ¿Más inhumanos? No tenía mucha idea sobre los licántropos, empecé a creer que existían cuando me convertí en lo que soy, desde ese día creí que todo era posible. –Somos…completamente opuestos ¿no?- Achiqué los ojos, girando la cabeza a otro lado. Eran tantas mis lagunas, era tanto mi desconocimiento sobre la materia. Encima, nunca tuve a nadie que me parase los pies cuando la Bestia se adueñaba de mis facultades, más de una vez estuve a punto de matar a mí querido mayordomo. La falta de un maestro, ese era mi fallo. Solo mi amor exacerbado por el arte, me vinculaba a los mortales, solo ese amor me hacía respetar…sí, contadas vidas. En el día en que dejase de creer en el arte, todo habría acabado.
Levanté la cabeza estudiando las pocas estrellas que quedaban, el tiempo iba en mí contra. Tuve que aceptarlo, no podía permanecer allí todo el tiempo que hubiese deseado. La cuenta atrás había empezado, le miré con preocupación. Aquello no podía terminar.
–He aquí la tragedia. – Sonreí, por no llorar.
Debí llegar la primera a la orilla, pues me encontré sola, miré hacia atrás buscando a Keiran, estaría al llegar. Me volví a escurrir el pelo mientras esperaba que apareciese ¿tendría algún tipo de toalla en su bolsa? No me atreví a husmear entre sus cosas.
Al segundo le vi surgir de las aguas, todo un titán, su visión era particularmente portentosa, sonreí como una quinceañera al recorrer su anatomía con los ojos.
-Ha sido una noche interesante – Le di la razón. Aunque para mí fue más ‘sorprendente’. Noté cierta inseguridad cuando se acercó a mí, me culpé por ello, seguro que se estaría acordando de mi error, agaché la cabeza sin poder contener mi decepción. -Os daré el vestido. Creo que... – Quiere que me vaya… pensé sin levantar la vista de la arena. -está allí – Allí…se puede quedar. Levanté un poco la vista, observando cómo me lo traía. - Creo que ya puedo permitirme, llamarte por tu nombre – Incliné imperceptiblemente la cabeza con una sonrisa amistosa en los labios. –Kory.- En ocasiones me volvía tímida, esta sin duda fue una de ellas.-Es un nombre muy original.
Me encogí de hombros inocentemente, cuando me fui acercando a él con paso lento ¿se echaría hacia atrás...otra vez?
Todo su cuerpo estaba salpicado de pequeñas gotitas saladas, que iban deslizándose por cada una de las curvas de sus bien formados músculos. Alcé el rostro, al ser consciente de mi distracción.
–Te lo permito.- sonreí aguantándome una carcajada un tanto lisonjera. Muy pocos eran los que podían tutearme. –Keiran.- Murmuré guiñándole un ojo. Tomé el vestido que reposaba en sus manos, dandome un segundo para desviar el interés que estaba causando ese hombre en mí. –Gracias.- Era tan amable… En toda la noche no había flaqueado ¡ni una sola vez! Solo yo había quedado como lo que en realidad era, una depredadora cegada por la sed de sangre.
Le di la espalda, mientras meditaba sobre ello, qué mal me sentí ¡Era una vergüenza por mi parte! -¿Aún quieres quedarte conmigo?- Di unos cuantos pasos hasta sentarme en la arena, con el vestido todavía en mis brazos, no iba a ponérmelo, al menos no todavía, esperaría a secarme un poco. Miré al frente con los ojos vacíos. -¿Cómo logras controlarte? ¿Qué te diferencia de mí?- Volví la cabeza hacia Keiran. ¿Acaso los vampiros éramos más impulsivos…más elementales? ¿Más inhumanos? No tenía mucha idea sobre los licántropos, empecé a creer que existían cuando me convertí en lo que soy, desde ese día creí que todo era posible. –Somos…completamente opuestos ¿no?- Achiqué los ojos, girando la cabeza a otro lado. Eran tantas mis lagunas, era tanto mi desconocimiento sobre la materia. Encima, nunca tuve a nadie que me parase los pies cuando la Bestia se adueñaba de mis facultades, más de una vez estuve a punto de matar a mí querido mayordomo. La falta de un maestro, ese era mi fallo. Solo mi amor exacerbado por el arte, me vinculaba a los mortales, solo ese amor me hacía respetar…sí, contadas vidas. En el día en que dejase de creer en el arte, todo habría acabado.
Levanté la cabeza estudiando las pocas estrellas que quedaban, el tiempo iba en mí contra. Tuve que aceptarlo, no podía permanecer allí todo el tiempo que hubiese deseado. La cuenta atrás había empezado, le miré con preocupación. Aquello no podía terminar.
–He aquí la tragedia. – Sonreí, por no llorar.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/04/2010
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Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Caminó hacia mí, como en innumerables ocasiones, aunque esta vez sus intenciones parecían diferentes. Esperé aque llegase hasta mí, sin mover un músculo. Incluso sonreí ligeramente, confiado de que no volvería a atacarme. –Te lo permito.- tragué saliva cuando se me quedó mirando –Keiran.- reí llevándome la mano al estómago para controlarme, desde el momento en que la vi, guiñarme un ojo. Ella muy coqueta. Luego tomó el vestido. Di gracias de que fuese a ponérselo. No quería cometer ninguna imprudencia. A veces el cuerpo tiende a reaccionar por si solo, sin remedio –Gracias.- me quedé allí parado, con las manos entrelazadas y los brazos pegados a mis costados, como si tuviese frío. Luego miré al suelo, cuando ella se dio la vuelta ¿Pero que más daba, si ya había visto a Kory en camisón? Que estúpido... -¿Aún quieres quedarte conmigo?- alcé la mirada con impulsividad ¿Ella quería marcharse? Seguro que era eso. Ya se cansaba de mí. Puedo ser un coñazo a veces.
Aún estaba en ropa interior y se sentó sobre la arena ¿O pensó que tendría miedo de ella? En realidad, me aterró más, su escrutinio bajo la luz de la farola que, aquel ataque hacia mi brazo.
-Si tú no quieres... yo no me voy. ¡Es decir...! - puse una mueca de desesperación, maldiciéndome por semejante respuesta y sin saber explicarme mejor ¿Tienes siete años? Menuda frase... Obvié mi propio comentario y me senté junto a ella, con la vista perdida en el océano. -¿Cómo logras controlarte? ¿Qué te diferencia de mí?- entendí a lo que se refería. Quizás fuese capaz de hilar al menos dos frases para explicárselo.
-Yo nací así - mi mueca fue algo como... "que remedio" -Y a los quince, no entendía por qué me salían patas en vez de granos - tampoco quería aburrirle contándole mi vida. Pero todo lo dicho, era cierto -Así que... maduré deprisa - jugueteé con la arena entre mis piernas, haciendo una pequeña montaña -E intenté mantener mi cordura el máximo tiempo posible, a pesar de no tener remedio para mi locura - hice un agujero en el montículo, justo en el centro -Siempre deseé controlar mis impulsos, mientras otros jugaban a la pelota. Estaba perdido, sin saber lo qué era. Y por qué, lo era - destruí furioso el montículo, sacudiéndome la tierra de las manos, con sumo cuidado - Supongo que... un vampiro no es un licántropo. Pero te aseguro que somos más cascarrabias que vosotros. O por lo menos yo. No he conocido a ningún otro - ni siquiera sonreí tras el comentario. Estaba invadido por una sensación nostálgica de lo más extraña.
–Somos…completamente opuestos ¿no?- no pude ver su rostro, pero aún así la miré.
-Me temo que sí - contesté dubitativo ¿Lo éramos? En el fondo sabía que algún rastro humano debía quedar en cada espécimen.
–He aquí la tragedia. – miré al cielo. Sólo quedaban un puñado de estrellas, que temblaban horrorizadas, por la partida. ¿O era yo el que temblaba?
-No quiero que me dejes - susurré como un crío -Retiro... lo que he dicho. No somos tan diferentes - cogí su rostro inseguro -Son nuestros actos los que marcan la diferencia. Bueno... en este caso el parecido - sonreí ¿Me entendería? no me entendía ni yo... Pero las prisas se apoderaron de mí -Yo no soy tan fuerte. Pero eso ya lo habrás comprobado esta noche - y débil, sucumbí sin darme cuenta. Acercándome a su boca, para besarla una última vez. Enredé la lengua en la suya, descubriendo su dulce sabor, concienciándome de que, en algún momento, tendría que despegarme.
Aún estaba en ropa interior y se sentó sobre la arena ¿O pensó que tendría miedo de ella? En realidad, me aterró más, su escrutinio bajo la luz de la farola que, aquel ataque hacia mi brazo.
-Si tú no quieres... yo no me voy. ¡Es decir...! - puse una mueca de desesperación, maldiciéndome por semejante respuesta y sin saber explicarme mejor ¿Tienes siete años? Menuda frase... Obvié mi propio comentario y me senté junto a ella, con la vista perdida en el océano. -¿Cómo logras controlarte? ¿Qué te diferencia de mí?- entendí a lo que se refería. Quizás fuese capaz de hilar al menos dos frases para explicárselo.
-Yo nací así - mi mueca fue algo como... "que remedio" -Y a los quince, no entendía por qué me salían patas en vez de granos - tampoco quería aburrirle contándole mi vida. Pero todo lo dicho, era cierto -Así que... maduré deprisa - jugueteé con la arena entre mis piernas, haciendo una pequeña montaña -E intenté mantener mi cordura el máximo tiempo posible, a pesar de no tener remedio para mi locura - hice un agujero en el montículo, justo en el centro -Siempre deseé controlar mis impulsos, mientras otros jugaban a la pelota. Estaba perdido, sin saber lo qué era. Y por qué, lo era - destruí furioso el montículo, sacudiéndome la tierra de las manos, con sumo cuidado - Supongo que... un vampiro no es un licántropo. Pero te aseguro que somos más cascarrabias que vosotros. O por lo menos yo. No he conocido a ningún otro - ni siquiera sonreí tras el comentario. Estaba invadido por una sensación nostálgica de lo más extraña.
–Somos…completamente opuestos ¿no?- no pude ver su rostro, pero aún así la miré.
-Me temo que sí - contesté dubitativo ¿Lo éramos? En el fondo sabía que algún rastro humano debía quedar en cada espécimen.
–He aquí la tragedia. – miré al cielo. Sólo quedaban un puñado de estrellas, que temblaban horrorizadas, por la partida. ¿O era yo el que temblaba?
-No quiero que me dejes - susurré como un crío -Retiro... lo que he dicho. No somos tan diferentes - cogí su rostro inseguro -Son nuestros actos los que marcan la diferencia. Bueno... en este caso el parecido - sonreí ¿Me entendería? no me entendía ni yo... Pero las prisas se apoderaron de mí -Yo no soy tan fuerte. Pero eso ya lo habrás comprobado esta noche - y débil, sucumbí sin darme cuenta. Acercándome a su boca, para besarla una última vez. Enredé la lengua en la suya, descubriendo su dulce sabor, concienciándome de que, en algún momento, tendría que despegarme.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Me contó que había nacido así, eso no lo comprendí ¿pero qué había que entender? La razón a veces no tiene cabida, aunque nos empeñemos en buscar la quinta pata al gato, es inútil.
Simplemente me quedé en silencio escuchando lo que tenía que decir, porque para mí era importante. Siempre se me dio mejor escuchar, a lo largo de mi vida había escuchado grandes historias, todas dignas de ser escritas, algún día quizá lo estén, llenando estantes enteros con las memorias de todos y cada uno de ellos.
Ahora resultaba que caer en la locura era algo que ambas naturalezas combatíamos, con más o menos efectividad, solo los fuertes resistirían ¿seríamos uno de ellos? Quién sabe. Aunque pensándolo bien… un loco nunca está solo… puede que… ¡No! Creo que mi cabeza estaba cambiando de tema a una velocidad pasmosa. No se puede estar a mil cosas a la vez. Su vida era adversa ¿y aún me atrevía a quejarme de la mía? Lo egoístas que llegamos a ser…es deplorable. Él llevaba soportando el tormento del cambio, completamente solo. Supe entonces que él sería uno de los fuertes. Al estudiarle con detenimiento deduje que él era más mayor que yo. Me dieron ganas de abrazarle, pero imaginé que se espantaría al hacerlo, no quería ver más el temor reflejado en sus ojos. Solo esperé que algún día encontrara más seres de su especie, yo lo había hecho, me pareció injusto que él vagara solo por el mundo. Apresuradamente corregí mis pensamientos, Keiran ya no estaba solo.
Como sospeché me esclareció lo dispares que ambos éramos, era obvio ¿por qué tendría que haber dudado de ello? ¿Qué debía hacer ahora? ¿Lo correcto? ¿Y qué es?
-No quiero que me dejes – Negué con la cabeza, al escuchar su ruego. -Retiro... lo que he dicho.- Estaba confusa.- No somos tan diferentes – ¿No? Me embargó una extraña sensación cuando le miré. -Son nuestros actos los que marcan la diferencia. Bueno... en este caso el parecido – Sonreí débilmente.
Simplemente me quedé en silencio escuchando lo que tenía que decir, porque para mí era importante. Siempre se me dio mejor escuchar, a lo largo de mi vida había escuchado grandes historias, todas dignas de ser escritas, algún día quizá lo estén, llenando estantes enteros con las memorias de todos y cada uno de ellos.
Ahora resultaba que caer en la locura era algo que ambas naturalezas combatíamos, con más o menos efectividad, solo los fuertes resistirían ¿seríamos uno de ellos? Quién sabe. Aunque pensándolo bien… un loco nunca está solo… puede que… ¡No! Creo que mi cabeza estaba cambiando de tema a una velocidad pasmosa. No se puede estar a mil cosas a la vez. Su vida era adversa ¿y aún me atrevía a quejarme de la mía? Lo egoístas que llegamos a ser…es deplorable. Él llevaba soportando el tormento del cambio, completamente solo. Supe entonces que él sería uno de los fuertes. Al estudiarle con detenimiento deduje que él era más mayor que yo. Me dieron ganas de abrazarle, pero imaginé que se espantaría al hacerlo, no quería ver más el temor reflejado en sus ojos. Solo esperé que algún día encontrara más seres de su especie, yo lo había hecho, me pareció injusto que él vagara solo por el mundo. Apresuradamente corregí mis pensamientos, Keiran ya no estaba solo.
Como sospeché me esclareció lo dispares que ambos éramos, era obvio ¿por qué tendría que haber dudado de ello? ¿Qué debía hacer ahora? ¿Lo correcto? ¿Y qué es?
-No quiero que me dejes – Negué con la cabeza, al escuchar su ruego. -Retiro... lo que he dicho.- Estaba confusa.- No somos tan diferentes – ¿No? Me embargó una extraña sensación cuando le miré. -Son nuestros actos los que marcan la diferencia. Bueno... en este caso el parecido – Sonreí débilmente.
– Quizá tengas razón.- Su corazón aleteaba sin pausa. -Yo no soy tan fuerte.- No quise replicarle, pero sabe Dios dónde estaría yo al aguantar su misma suerte.- Pero eso ya lo habrás comprobado esta noche.
Me quedé mirando sus labios antes de que éstos se perdieran con los míos. Creí evaporarme mientras me dejaba guiar por él, mientras dejaba a un lado mi incertidumbre indestructible. Caer en la locura era una posibilidad agradable cuando le tenía así de cerca. Mis manos se movieron por su cuerpo sin reservas. Ese inocente beso en un principio fue desatando algo muy peligroso, pero me negué a reconocerlo. Pero innegable era la atracción tan arrebatadoramente febril que estaba padeciendo por su culpa. –No estás solo.- Conseguí decir al escaparme un segundo de sus garras, sonreí volviéndome a fundir en su labios, y en su resbaladiza lengua, que tanto luchaba por descontrolarme. Me había quedado de rodillas, pegada a él mientras alzaba su rostro hacia arriba con ambas manos, para poder mirarle a los ojos, sublime. – Aplacar la pasión contigo es imposible. – Reí, abrazándome a su cuerpo. Me costaba horrores contener mis instintos más primarios, destrozarle por el ímpetu de mis movimientos.
– No dejes nunca que esto se nos escape de las manos.- susurré mirando al Acrópolis, que allí permanecía espectador de mis devaneos. – Será mejor que me ponga el vestido.- Me desligué de su cuerpo, sintiéndolo imprevistamente frío. Me lo puse por encima, sacudiendo la arena que había cogido.
Me lo abroché sin dejar de mirar a Keiran, después volví a arrodillarme junto a él con una lozana sonrisa en el rostro. Antes de irme al hotel, debía alimentarme.
Mis dedos habían dado con algo liso al meterse en mis bolsillos, saqué una de las tarjetas donde está grabada la dirección de mi castillo en Inglaterra. Besé sus labios sin poder contenerme, mientras dejaba aquella cartulina en una de sus manos. Aquel besó acabó, solo me despegué unos centímetros.
–Me encantaría volver a verte y jamás dejarte.- Murmuré con la mirada gacha. ¿Quién me aseguraba a mí que volvería a verle? ¿Quién me aseguraba no recaer en la eterna espera?
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/04/2010
Edad : 138
Localización : Castillo Lancaster (Inglaterra)
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
Recibir su boca con tanta determinación, fue lo más maravilloso que creí probar. Sujeté su rostro entre mis manos, como si fuese algo delicado. Era incapaz de dejar que se marchara. Cuando me quise dar cuenta, mis labios estaban en su cuello, perpetrando lo que en un principio no me vi capaz, sin poder contenerme más. Busqué una segunda vez, la boca de la mujer que me incitaba a cometer tales actos. Que sus manos estuviesen heladas, era una mera minucia. Recorrieron mi cuerpo desencadenando mi vértigo. Mis manos descendieron por su espalda, hasta caer presas en su cintura. Quedé fascinado por sus formas de inmediato. –No estás solo.- consiguió librarse por unos segundos de mis labios. Pero no de mis ojos. Estos se veían incapaces de apartarle la mirada. Por lo visto, ella también fue incapaz de volver a demolerme con uno de sus besos. Interpreté aquello como una promesa. O eso quise que fuese. Era hermoso soñar. Esperanzador creer que volvería a verla. Me quedé a expensas, cuando alzó mi rostro en alto, para mirarme directamente a los ojos – Aplacar la pasión contigo es imposible. – "En ese caso, que no la aplacase". Retiré uno de los cabellos que ocultaban la mejilla de la joven. El tacto de su piel era increíble. Suave tentación para un bruto como yo, de manos ásperas y rudas. -Imposible - susurré perdido. Kory se abalanzó hacia mí entre risas. Reí con ella envolviéndola con mis brazos. De nuevo ese dulce olor. Acerqué la nariz para aspirar el aroma de sus cabellos. "Pero que preciosidad" Imploré que no me dejase. Pero sabía que aquel deseo era imposible, convirtiéndose en inevitable - No dejes nunca que esto se nos escape de las manos.- quise reír, pero temí que malinterpretara mi reacción ¿Volvería a verla? ¿A eso se refería? La imaginación volvió a jugarme una mala pasada. De no ser así, acabaría estrellándome tras caer por un desfiladero – Será mejor que me ponga el vestido.- "será lo mejor", pensé arrastrando la bolsa hasta mi lado, para poder ponerme la camisa. La busqué entre el cacharrerío, tardando siglos en encontrarla. Todo porque Kory no dejaba de mirarme, poniéndome nervioso de nuevo. Abroché mi camisa de forma torpe. "Con una única mano sana, era lo más natural".
Giré el rostro al ver que Kory aún seguía allí. Se sentó justo a mi lado y sacó algo de un bolsillo. Alcé la vista curioso, mientras me hacía un nudo de lo más raro con la corbata y me quedé con cara de tonto cuando volvió a besarme, soltando las manos del nudo y dejándolas en alto, como si estuviese detenido. En mis dedos, la señorita dejó una especie de cartulina. O eso creí tocar. Estaba confuso -Me encantaría volver a verte y jamás dejarte.- alcé las cejas, arrugando mi frente con gesto de asombro. No podía ser que aquello me estuviese sucediendo a mí, precisamente a mí. Y que mi vida se viese interrumpida, por una mujer como esta. Precisamente esta.
"Su dirección". Vivía en inglaterra. Mire la tarjeta con detenimiento. Luego a ella. Luego la tarjeta. Y de nuevo a ella ¿Me invitaba a su casa? no podía ser...
-Th..Te... - tartamudeé. "Vamos Keiran... ahora no". Me puse serio cogiendo una enorme bocanada de aire, envalentonándome -Te buscaré - conseguí decir, depositando esta vez yo un beso en su nariz y abriendo la sonrisa con ojos de idiotez risueña -Aún sin haberme dado tu dirección, te buscaría. Y puedo asegurarte que te encontraría en un abrir y cerrar de ojos - era experto en la búsqueda de objetos perdidos. Eso me recordó algo ¿Y Tara? mi rostro se cubrió de espanto. Me mataría... -¡Tengo que irme Kory! - cogí la bolsa deprisa y corriendo. Se me cayó unas cuatro o cinco veces, por las prisas -¿Aún recuerdas lo que te he dicho? - sonreí de lejos, caminando a paso ligero, sin perderla de vista -¡Te buscaré! - repetí emocionado y encantado de haberla conocido. Presentí que aquella mujer era diferente. Que no acabaría destrozando mi corazón como el resto. Que sabría tratarme. Soportar mi nerviosismo y mis ridiculeces. De nuevo me hallé soñando, sin quererlo.
Giré el rostro al ver que Kory aún seguía allí. Se sentó justo a mi lado y sacó algo de un bolsillo. Alcé la vista curioso, mientras me hacía un nudo de lo más raro con la corbata y me quedé con cara de tonto cuando volvió a besarme, soltando las manos del nudo y dejándolas en alto, como si estuviese detenido. En mis dedos, la señorita dejó una especie de cartulina. O eso creí tocar. Estaba confuso -Me encantaría volver a verte y jamás dejarte.- alcé las cejas, arrugando mi frente con gesto de asombro. No podía ser que aquello me estuviese sucediendo a mí, precisamente a mí. Y que mi vida se viese interrumpida, por una mujer como esta. Precisamente esta.
"Su dirección". Vivía en inglaterra. Mire la tarjeta con detenimiento. Luego a ella. Luego la tarjeta. Y de nuevo a ella ¿Me invitaba a su casa? no podía ser...
-Th..Te... - tartamudeé. "Vamos Keiran... ahora no". Me puse serio cogiendo una enorme bocanada de aire, envalentonándome -Te buscaré - conseguí decir, depositando esta vez yo un beso en su nariz y abriendo la sonrisa con ojos de idiotez risueña -Aún sin haberme dado tu dirección, te buscaría. Y puedo asegurarte que te encontraría en un abrir y cerrar de ojos - era experto en la búsqueda de objetos perdidos. Eso me recordó algo ¿Y Tara? mi rostro se cubrió de espanto. Me mataría... -¡Tengo que irme Kory! - cogí la bolsa deprisa y corriendo. Se me cayó unas cuatro o cinco veces, por las prisas -¿Aún recuerdas lo que te he dicho? - sonreí de lejos, caminando a paso ligero, sin perderla de vista -¡Te buscaré! - repetí emocionado y encantado de haberla conocido. Presentí que aquella mujer era diferente. Que no acabaría destrozando mi corazón como el resto. Que sabría tratarme. Soportar mi nerviosismo y mis ridiculeces. De nuevo me hallé soñando, sin quererlo.
Keiran Cooke- Licántropo- Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 19/10/2010
Edad : 240
Re: A la sombra de Atenas [Libre]
¿Por qué se sorprendería tanto? ¿Qué había de malo? Pensé que no sería difícil de entender. Me quedé en silencio, con una sutil sonrisa en los labios, esperando otra reacción por su parte.
-Th..Te... –¿Nervioso? Aferré su mano sana con firmeza. ¿Tanto le costaba aceptar mi invitación? ¿Tan terrible era? Que lo dijese… no pasaría nada ¿verdad? -Te buscaré – Creí ver que el cielo se me abría solo para mí cuando escuché esas dos simples palabras, era lo que yo quería escuchar, no cabe duda. Dejó un afectuoso beso en mi nariz, yo sonreí tímidamente, mirándole completamente subyugada. -Aún sin haberme dado tu dirección, te buscaría. Y puedo asegurarte que te encontraría en un abrir y cerrar de ojos – Mi sonrisa se ensanchó volviéndose picara por momentos.
–Quizá debiera haberte puesto las cosas más difíciles.- murmuré mirando a un lado de la playa. -¡Tengo que irme Kory!– Volví la cabeza hacia él sobresaltada. Claro que tiene que irse…al igual que tú, me dije. Observé como hacía el intento de sostener su bolsa, que se divertía dejándose caer una y otra vez al suelo, las prisas nunca fueron buenas. -¿Aún recuerdas lo que te he dicho? – Yo aún continuaba arrodillada en el suelo aceptando su marcha. -¡Te buscaré!
Sonreí tiernamente agitando suavemente la mano a modo de despedida. –Hasta siempre.- musité nostálgica, perdiendo la vista en la figura que se alejaba de mí, hasta que llego a desaparecer, permanecí estática recordándole. El cielo comenzó a clarear, era necesario que me alimentase, imprescindible más bien. Había aguantado demasiado el hambre.
Me levanté de allí cogiendo el abrigo que aún permanecía sobre la arena, me lo puse rápidamente, y comencé la búsqueda de mi presa, no había tiempo para escoger a capricho, no había tiempo de misericordia ¿alguna vez lo hubo? Sí…debió de haberlo.
Acabé con la vida de un trabajador del hotel, un inocente joven con toda la vida por delante, enternecedor para cualquiera, pero no para la Bestia que habitaba en mi interior, esa es la realidad, y eso fue contra lo que luché toda la noche en presencia de Keiran.
Veloz como el viento llegué a la puerta de mi habitación, la cual estaba preparada para mis menesteres. Roger, dormía como un angelito en la habitación contigua. Estaba deseando coincidir con él para contarle lo que me había acontecido en esas últimas horas, estaba tan ilusionada. ¿No hay un refrán que dice que la mancha de mora con otra verde se quita? Yo no sé si sería verdad… y no pude asegurar si aquello solo me llevaría a pringarme más todavía, pero podría intentarlo…total, tenía toda la vida para hacerlo.
Mañana sería otro día. Cerré con llave la puerta de mi habitación, ahora debía descansar.
-Th..Te... –¿Nervioso? Aferré su mano sana con firmeza. ¿Tanto le costaba aceptar mi invitación? ¿Tan terrible era? Que lo dijese… no pasaría nada ¿verdad? -Te buscaré – Creí ver que el cielo se me abría solo para mí cuando escuché esas dos simples palabras, era lo que yo quería escuchar, no cabe duda. Dejó un afectuoso beso en mi nariz, yo sonreí tímidamente, mirándole completamente subyugada. -Aún sin haberme dado tu dirección, te buscaría. Y puedo asegurarte que te encontraría en un abrir y cerrar de ojos – Mi sonrisa se ensanchó volviéndose picara por momentos.
–Quizá debiera haberte puesto las cosas más difíciles.- murmuré mirando a un lado de la playa. -¡Tengo que irme Kory!– Volví la cabeza hacia él sobresaltada. Claro que tiene que irse…al igual que tú, me dije. Observé como hacía el intento de sostener su bolsa, que se divertía dejándose caer una y otra vez al suelo, las prisas nunca fueron buenas. -¿Aún recuerdas lo que te he dicho? – Yo aún continuaba arrodillada en el suelo aceptando su marcha. -¡Te buscaré!
Sonreí tiernamente agitando suavemente la mano a modo de despedida. –Hasta siempre.- musité nostálgica, perdiendo la vista en la figura que se alejaba de mí, hasta que llego a desaparecer, permanecí estática recordándole. El cielo comenzó a clarear, era necesario que me alimentase, imprescindible más bien. Había aguantado demasiado el hambre.
Me levanté de allí cogiendo el abrigo que aún permanecía sobre la arena, me lo puse rápidamente, y comencé la búsqueda de mi presa, no había tiempo para escoger a capricho, no había tiempo de misericordia ¿alguna vez lo hubo? Sí…debió de haberlo.
Acabé con la vida de un trabajador del hotel, un inocente joven con toda la vida por delante, enternecedor para cualquiera, pero no para la Bestia que habitaba en mi interior, esa es la realidad, y eso fue contra lo que luché toda la noche en presencia de Keiran.
Veloz como el viento llegué a la puerta de mi habitación, la cual estaba preparada para mis menesteres. Roger, dormía como un angelito en la habitación contigua. Estaba deseando coincidir con él para contarle lo que me había acontecido en esas últimas horas, estaba tan ilusionada. ¿No hay un refrán que dice que la mancha de mora con otra verde se quita? Yo no sé si sería verdad… y no pude asegurar si aquello solo me llevaría a pringarme más todavía, pero podría intentarlo…total, tenía toda la vida para hacerlo.
Mañana sería otro día. Cerré con llave la puerta de mi habitación, ahora debía descansar.
Kory Bouguereau- Vampiro - Clase Alta
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