Encuentro por casualidad [ Natasha y Libre]

-váyanse ahora, ella y yo los alcanzaremos después, no se preocupen, no dejare que le suceda algo, ahora váyanse- "¿Quién le dijo a este vampiro loco que él también iba a ir con ellos?, no recuerdo haberlo invitado a mi hogar…" pensé echándole una mirada severa de la que no se percató en su distracción porque en ese momento lo mandaron a volar.

-gracias por destrozarlo, ya estaba arto de sus ordenes absurdas- El par de bestias poco inteligentes no se habían percatado de algo esencial que yo no pensaba dejar de lado, el otro vampiro estaba casi hecho trizas pero si no lo quemaban regresaría para vengarse, bueno eso decía el libro que leí, por algo hice arder al del cementerio; además ni siquiera le cortó la cabeza.

El que el otro le diera órdenes implicaba que este probablemente era más débil, Raymond siguió alardeando como ya me había acostumbrado a que lo hiciera, se veía deplorable, este engendro podía estar cayéndose en pedazos y seguir diciendo que era el mejor… ¡Hombres!

-¿Trae fósforos caballero? Tengo frío – Le dije sarcástica volteando al vampiro en el piso que se seguía moviendo, por suerte las heridas eran graves. Pude ver en su mirada que me entendió, no era la persona más inteligente del planeta pero tampoco un simio. Esperaba que hiciera sus truquitos de las bolas de fuego; me alegraba que los vampiros fueran tan inflamables porque no sabía de donde sacar combustible.
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El espécimen de pelo rubio se estaba reponiendo del golpe que se dio en las tuberías e iba nuevamente sobre Raymond, eso no le daría tiempo para incendiar al otro sujeto lo cual implicaría una peor situación. – ¡Oiga, usted! No sabía que cualquier producto salido de la parte trasera de un caballo podía convertirse en vampiro; que mal están los tiemp…- Herirle el orgullo a un hombre siempre funcionaba así fuera con un insulto torpe de mujer de clase alta. Cambió de dirección para atacarme a mí; todavía no terminaba la frase cuando ya lo tenía encima.

Si le clavaba la espada sólo la perdería, lo que tenía que hacer era distraerlo. El arma estaba afilada como me gustaba; se había confiado pensando que era una inocente chica humana al parecer, porque trató de presumir que detendría mi golpe con una mano, eso le costó tres dedos y la mitad de la palma, me encantó verlo sangrar. La mala noticia fue que se enfureció más todavía.

Podía sentir la rabia saliendo de él y sus desesos de hacerme pedazos pero para su mala suerte Raymond ya lo había hecho caer al suelo, eso me dió tiempo para apartarme - Veo madame que le gusta rebanar vampiros, córtele la cabeza al otro, no está en condiciones para defenderse – No era tan mala idea, daba lo mismo que uno o el otro adelantara el trabajo.

Corrí a donde estaba el otro vampiro, odiaba tener que terminar de rematar a la presa de otro, era como si me dejaran las sobras de un plato delicioso; podía saborearlo un poco, sin embargo seguían siendo sólo los desechos de alguien más. Le clavé la espada por la nuca, justo en medio, quería que me durara más.

Su brazo me alcanzó una pierna, para cuando me di cuenta ya había caído al suelo, eso me pasaba por jugar con él. La espada se había quedado clavada en el, tuve que estirarme para alcanzarla mientas ya tenía sus fauces mordiéndome la pantorrilla, - ¡ahhg! – exclamé sin poder aguantarme el dolor, a la vez logre alcanzar el arma la cual sólo tuve que hacer a los lados para que saliera rodando su cabeza.

La herida me ardía pero me puse de pie, se veía mucho peor de lo que era, si lo hubiera dejado estar sobre mi más tiempo ya no tendría un buen pedazo de carne. Un golpe en seco me distrajo, era la cabeza de Raymond siendo golpeada con un tubo, después pude apreciar como el vampiro se lo clavaba en el pecho, en otras condiciones tal vez me habría divertido; me cubrí la boca con la mano, estaba asustada.

Cuando se levantó y empezó a avanzar hacia mí, no sabía si me aliviaba porque significaba que no terminaría de rematar a Raymond, sin embargo definitivo no era una bella situación. Recogí rápido la espada del piso, era obvio que esta vez no iba a confiarse; su mirada llena de odio pretendía intimidarme, en lugar de voltearme clavé mis ojos en los suyos.

Mi acompañante se levantó también, vaya que tenía energía; “eso le dolerá mañana” pensé al verlo sangrando tanto-. Te cocinare maldito- dijo, esa era sin querer una advertencia de que debía ver hacia otro lado; ya tenía suficiente con semejante pelea como para ponerme nerviosa con el fuego. Pude escuchar el sonido de las llamas destrozando la repugnante carne del espectro, me imaginaba el espectáculo.

-Le falta uno- Señalé todavía dándole la espalda, me daría mucho gusto que el maldito monstruo que me mordió sucumbiera en las flamas como si fuera el infierno. Cuando escuché que se acercaba, tiré la espada, caminé hacia a él y le dí una gran bofetada con toda la fuerza que tenía, era la segunda del día y muy bien merecida –. Necio...

Estaba furiosa.

La función había terminado; el par de vampiros ahora sólo eran polvo que se llevaría el viento, para la mañana nadie se daría cuenta si quiera que alguna vez existieron. Abandonar el mundo sin dejar huella alguna era tan sencillo que asustaba.

Estuve tentada a irme del lugar cuando Raymond estaba ocupado deshaciéndose del cuerpo que faltaba, mas sería de muy mal gusto; en mi cabeza se estaba librando una pelea privada entre mi educación y mi ira, la última iba ganando, quizá debería quedarme a terminarlo de insultar, así aprendería el muy insensato a evitar los problemas.

Sentí algo extraño en mi mejilla y traté de quitarlo con la mano, cuando me di cuenta de que era sangre lo dejé por la paz, sólo terminaría manchando más cosas, no era como si estuviera muy limpia; le debía un vestido nuevo a mi sirvienta, aprovechando tener que comprarlo quizá conseguiría unos propios para evitar pedirlos prestados. Ya había comprobado su utilidad como camuflaje.

Caminó hacia a mí. Con la adrenalina abajo y sin la preocupación de que fueran a arrancarme los miembros, pude verlo mejor y percatarme de lo lastimado que estaba; cayó de rodillas frente a mí, preguntarle si se encontraba bien sería una tontería-. Hace bien en postrarse y pedirme perdón- quise bromear pero mi voz seguía oyéndose molesta.

Cuando comenzó a tardar en curarse lo cual pensaba que haría con presteza como por arte de magia, comprendí que algo no iba bien – ¿Puedo ayudarlo con algo? – cuestioné dudosa de mis palabras. Ahora me encontraba enojada por tener que preocuparme por él, sabía que fraternizar con el enemigo no concluiría apropiadamente.

- Antes de que diga cualquier cosa espero que sepa que no me simpatiza pero le agradezco haberse preocupado por… los perros, sólo por eso quiero auxiliarlo- Los vocablos me quemaban la garganta, yo pensaba que los “gracias” ya ni siquiera estaban en mi repertorio para los seres de obscuridad-. Le recomiendo que no se acostumbre.

Excepto por la abundante sangre que estaba tirada por el callejón, cualquiera que nos hubiera visto podría haber pensado muy mal; un hombre y una mujer solos en un rincón, el caballero con los labios puestos en la pantorrilla de ella, lamiéndola sin prisas… Tal vez yo era la única que pensaba de más.

El calor corporal de mi cuerpo subió, podía sentir en mis mejillas e incluso mi pecho un pequeño golpe de incandescencia pero era muy distinto del que el sol del verano provocaba, cerré los ojos y cada respiro que salió de mis pulmones se volvió profundo, como si el aire no fuera suficiente pero pasaba todo lo contrario, respiraba magníficamente y mi corazón latía al ritmo de un tambor tocado con fuerza.

-Listo su herida desapareció – anunció pero yo quería que continuara, más que eso: lo necesitaba vehementemente. Me di cuenta que a punto de perder la compostura me encontraba, en un callejón de mala muerte pero con un disfraz perfecto, curiosamente era más fácil desear hacer algo cuando la gente se sentía encubierta. Representando un papel que no era el suyo. Pasaron minutos para que me tranquilizara, mismos que por suerte el ocupó en curarse, mientras tenía los ojos cerrados no pude dejar de observarlo -Demonios mi ropa quedo inservible.

-Es cierto – Respondí como si fuera la primera mirada que le daba después de la pelea y con un gesto de poca importancia; “Destrozada y llena de sangre… que conveniente” pensé recordando los detalles de su musculatura que había visualizado entre los agujeros, siguió sentado pero no iba a ser tan obvia como para hipnotizarme con su figura, volteé a otra parte.

-Sabe, una de las cosas que mas me gustan de usted es ese orgullo enorme que tiene –manifestó, “si supiera lo que en este instante me gusta de usted” reflexioné divertida. “Un momento…que demonios me pasa, es un estúpido vampiro” opiné finalmente; casi quería golpearme a mi misma, llegando me daría un buen baño para quitarme los restos de él que pudiera traer encima.

-A mí lo que me gusta de usted es, mmm déjeme meditarlo… ¡Ah claro!, nada – Dije todavía molesta por lo que se me había ocurrido pensar los minutos anteriores, tendría que estar volviéndome loca – Veo que está mejor, así que me largo.

-Como guste pero su canasta sigue ahí arriba- dijo como si la necesitara en verdad, algo era cierto, había que bajarla era muy extraño que estuviera en el techo, igual no tenía nada que me comprometiera. La bajo en instantes sin ningún esfuerzo - Tome, aquí están sus cosas.

Ahora comía pan, que vendría después: unas deliciosas donas con relleno de sangre en lugar de mermelada. -Vaya, ¡esta rico!, ¿donde lo compro?- No me sabía el domicilio con exactitud, ya reconocía a Londres más por instinto que por calles; recordaba que era por la zona del mercado pero como sólo fue una coartada para verme con el hombre que nunca apareció...

Lo observe severa; no tenía porque responderle. -¿Me regala otro antes de irse?-preguntó como si no entendiera que estaba molesta; “Mujer + Enojo = Peligro”, me costaba creer que no pudiera intuir algo tan simple; “¿lo estará haciendo intencionalmente?” me cuestioné.

-Buen hombre quédese la canasta no hay problema – Sonreí como si estuviera siendo bondadosa al tiempo que devolvía el objeto a sus manos, gesto que lo dejó confundido. Acto seguido, lo barrí notoriamente de cabeza a pies para después volver la mirada a sus azules ojos y decir burlescamente – Es obvio que usted la necesita mucho más por esa facha de pordiosero.

Dí media vuelta y caminé tratando de relajarme, seguro la servidumbre se habría asustado al ver llegar a los perros solos, no quería que fueran a reportarme desaparecida y se armara un escándalo.