¿De nuevo entre los vivos?

-¿Te falta mucho... Mefisto?- escuché que me susurraba cerca del oído. No, la verdad es que ya sentía un cosquilleo en mi entrepierna, prueba de que estaba a punto de correrme.
Pero estaba claro que ella estaba buscando una respuesta.

-Contigo…- gemí mientras aumentaba las sacudidas todo lo que podía permitirme físicamente. La explosión de placer llegó al instante. Mi semen la llenó entera mientras gemía de placer.
Me agarraba con fuerza a su cuerpo mientras los últimos espasmos me recorrían. A continuación, me dejé caer a su lado.
Recuperé el aliento al instante y miré al techo.
El primer impulso que tuve fue levantarme, coger mi ropa, vestirme y salir fuera a fumarme un cigarrillo… eso no, malo.
Tenía que quedarme, si hacía falta, todo el día.
Me las ingenie para remover las sábanas y tapar nuestros cuerpos con ella.
Abracé el cuerpo de Katrina bajo las sábanas, dejando una mano en su vientre y acariciándola con ¿cariño?

-Deberías descansar…- propuse- ha sido un día demasiado largo…

-Sé que no te gusta mucho ese tipo de contacto... Buenas noches Mefistófeles...- Aquello no podía quedar así de frio, no me cuadraba. Estaba claro que no podía terminar con un te quiero ni nada por el estilo… eso ya sería muy, pero que muy, muy raro. Todo lo contrario de un abrazo, era más soportable. Así que actué.
Tomé uno de los brazos de Katrina y la impulsé para que dejara de darme la espalda y acabara poyando su cabeza en mi pecho, pasando un brazo tras ella y abrazándola para que no se despegara.

-Que descanses Katrina…- dije simplemente, acariciándole el pelo, suponiendo que aquel acto la tranquilizaría.

Mi hijo seguía creciendo en su vientre, no veía el día en que naciera por fin el bebe.
Poco a poco dejé que mi cuerpo descansara con el sueño, recuperando las energías perdidas.

Los rayos del sol me despertaron, pues la ventana estaba completamente abierta y éstos me incidían completamente en la cara.
Katrina seguía durmiendo sobre mi pecho, como si no se hubiera movido en toda la noche.
Dormida tenía cierto toque de inocencia… cosa que perdía en cuanto se despertaba. Y hablando de despertar, esperaría a que abriera los ojos para comenzar a moverme… es lo que haría un amante humano ¿no?

-Hola...- dijo cuando despertó. Por extraño que pareciera, aún despierta no había perdido su halo de inocencia.
Se incorporó cubriéndose con la sabana, estaba mejor sin ella- ¿Cómo has dormido?
Tal vez si hubiera dormido en una cama para mí solo hubiera dormido mejor, pero no me quejaba. El contacto humano parecía agradar a mi recipiente.

-Muy bien, aunque se nota que tú has dormido mucho mejor, dormilona…- dije con una sonrisa amistosa. Si seguía sonriendo de aquella manera, se me desencajaría la mandíbula. No sé como los humanos soportan estar siempre con la misma sonrisa para guardar las apariencias… es una tortura- Me gusto mucho lo que hicimos la noche anterior, fue… diferente- “mentí”, ya que disfrutar sí que disfrute, pero fue demasiado sentimental para mi gusto.

Me levanté un poco hasta coger su mentón y atraer sus labios a los míos, dándole un pequeño beso.

-Espero que a ti también te gustara- y volví a besarla pero esta vez fue un beso más largo y apasionado que el anterior, consiguiendo que Katrina quedara tumbada de lado junto a mi.

-¿Era una mujer justa? Si hubiera sucumbido, ¿el sello que mantiene encerrado a Lucifer se habría roto?- enarqué una ceja y me la quedé mirando. Era más lista de lo que creía… no tenía pinta de rata de biblioteca, pero las apariencias engañan.

-¿Conoces a caso los 600 sellos que encierran a Lucifer?- pregunté sentándome junto a ella- Son 66 los sellos que hay que romper para que la cárcel de nuestro señor sea rota. Y el primer sello sería roto, como tú misma has dicho, “Cuando un hombre justo derrame sangre en el infierno” Los demás sellos caerían detrás de ese- Cogí su mano para cerrarla entre las mías- Lo siento, cariño, pero tú no ibas a ser quien rompiera el primer sello. Estamos esperando a la persona indicada… a ese hombre justo…- besé su mano con “cariño”- Pero tú no te preocupes ahora por eso. Aún no estamos preparados para comenzar con el Apocalipsis y aún pasarán unos cuantos años antes de que los 66 sellos caigan y nuestro señor sea liberado. Lo más seguro es que tu no estés aquí para verlo- mierda, esa última coletilla se me había escapado, había dejado de ser el caballero para que el demonio retornara… bueno, no podía ser perfecto y seguro que Katrina ya estaba acostumbrada a mis comentarios.

Me quedé un poco confuso cuando Katrina se deshizo de mis manos con brusquedad ¿Había dicho algo malo? Pero si me estaba comportando asquerosamente bien. Esta mujer era imposible.
Me paseé por a casa apuntándome en una lista mental todos los desperfectos que había que arreglar.
Katrina tardaba demasiado en volver de su paseo por el bosque y un mal presentimiento me recorrió por todo el cuerpo.

Salí corriendo de casa yendo en la dirección al lugar donde encontré a Katrina la última vez que se perdió por el bosque.
Llegué a tiempo para ver su cobriza cabellera hundirse en el lago. ¿Pero qué coño?

Me dio el tiempo justo para quitarme la chaqueta y los zapatos. Me lancé al agua nadando todo lo rápido que pude.
Lo que había que hacer… joder. Su cuerpo se hundía en el lago, acercándose poco a poco al fondo.
Pasé un brazo por su cintura para sostenerla y con el otro brazo nadé de nuevo hasta la superficie. La arrastré hasta la orilla, tumbándola boca arriba.
Acerqué la oreja a su boca. No respiraba.
Mierda, mierda, mierda… será idiota. Con mi poder telequinético, y mucha concentración, saqué poco a poco el agua que llenaban los pulmones de Katrina.
La cazadora tosió, expulsando el resto de agua que quedaba y recuperaba el aire.
Cogí mi chaqueta que estaba tirada en el suelo y cubrí a Katrina con ella.
Será estúpida… había estado a punto de matar a mi hijo… aunque aún no estaba segura su vida.

-¿Qué demonios estabas haciendo Katrina?- dije mientras aplicaba un poco de calor con mi poder, sin llegar a quemarla- Esa ha sido la peor de todas tus locuras ¿Querías dejarme solo aquí? No sé… no sé lo que haría sin ti si tu no estuvieras…- dije bajando poco a poco la voz. Lo dije con toda la sinceridad que era capaz de actuar. Aunque no era del todo mentira. Katrina me atraía mucho y sentiría muchísimo su pérdida… más aún cuando tenía el fruto de mi sangre en su vientre.

-¿Por qué has hecho eso? Quería morir, ya no aguanto este mundo... ya no aguanto a nada ni a nadie...- que deprimente. Entraban ganas de pasarle un cuchillo para que acabara ya de una vez por todas. Pero por favor ¿Por qué tenía que ser tan negativa? Katrina llegaba a ser algo estresante… era parte de su encanto.
La alcé del suelo, cogiéndola en brazos y llevándola de vuelta a casa.

-Vamos, aquí fuera hace mucho frio y podrías coger algún catarro- le dije mirando al frente. Estaba claro que no estaba haciendo bien mi papel de amante. Aquello lo había hecho porque estaba convencida de que no la quería. Estos humanos… ¿por qué buscan amor cuando tienen atracción y sexo sin compromiso? No podías llegar a comprenderlos.
Abrí la puerta, que quedaba entreabierta, de una suave patada.
A Katrina la deje en el salón, cerca de la chimenea. La encendí al momento utilizando algunos troncos y papel como combustible. A continuación le traje una gruesa manta con la que podría taparse.
Me acuclille delante de ella para poder mirarla mejor a los ojos, de forma cariñosa.

-¿Puedo hacer algo más por ti? Tu solo pídemelo si quieres estar más cómoda.

Agaché la cabeza, abatido.
Que difícil lo ponía la mujer.
Verla en aquel estado de embobamiento era algo demasiado deprimente, incluso para mi.
No lo entiendo: Había escapado del infierno, tiene la oportunidad que muchos desearían en el infierno, tiene la oportunidad de volver a vivir… y pese a todo, se deprime por un insignificante niño.
Subí al piso de arriba, donde entré en una de las habitaciones de la casa donde jamás había estado. Sobre un mueble había un reluciente Stradivarius. Reconocí al instante aquel instrumento, yo mismo lo toqué una vez.

Cogí el instrumento y lo coloqué en mi cuello, apretándolo con el mentón. El arco rasgó las cuerdas y la melodía nació.

-Tocas muy bien…- escuché la voz de Katrina. Cuando me giré, la vi colocada en el umbral de la puerta. Estaba hecha unos zorros… aunque acababa de salvar la vida hacía apenas unos minutos.

-¿Con quién aprendiste?...

-Oh, me siento ofendido, mi vida. No me escuchas cuando hablo ¿No te acuerdas de aquella noche? La melodía que acabas de escuchar es una de las partes de la sonata de Giuseppe Tartini: El trino del Diablo. Giuseppe vendió su alma a cambio de esta sonata, que el mismo diablo le tocó en sueños. Esto nos viene de serie- dije riendo siniestramente mientras volvía a rascar las cuerdas con el arco- El diablo le ofreció a Tartini el violín con el que le enseñó la sonata, como prueba de que no se trataba de un sueño… el violín del diablo. Muchos músicos buscan esa pieza… pobres ingenuos- Ese violín jamás estaría en manos humanas, no dejaría que aquello ocurriese.

Ver a Katrina tan deprimida me molestaba un tanto… aunque pareciera mentira, me apetecía verla feliz

-Ven, acércate- le pedí- con este instrumento en casa, no puedo permitir que no sepas tocarlo. Vamos, acércate que no muerdo… si noquieres claro.

Nos pasamos casi toda la noche con el violín. No es que aprendiera rápido pero tampoco lo hacía lento.
Al menos conseguí lo que me proponía: Deshacerme del halo de tristeza que envolvía a Katrina. Al menos había vuelto a reír.
La noche comenzó a llegar y tuvimos que dejar el violín a un lado.
Katrina bajó al piso de abajo y fue a coger dos piezas de fruta. Vaya, yo pensaba que se pondría a cocinar y a preparar una buena cena… pero bueno.
La seguí hasta el salón donde nos sentamos en el sofá.

-Cuéntame algo…- ¿Qué le contase algo? Y qué quería que le contase ¿mi plan de robarle al niño? Si claro y después prepararía la cara para recibir un buen tortazo, incluso abriría la boca para que me hiciera tragar agua bendita…

Cogí sus piernas e hice que las apoyara encima de las mías. Tomé sus piececitos entre mis manos y comencé a masajearlos, aplicando cierta fuerza en sus plantas. Lo que había que hacer por la madre de mi hijo.

-Qué podría contarte… mejor aún ¿Pensamos ya el nombre del bebe? Quedan aún unos 8 meses para que nazca… pero podríamos pensarlo ya.

-Sí... lo primero, no sabemos si va a ser niña o niño, así que... Por ambas probabilidades, vamos a pensar en los dos casos... Para niña... Anne Marie, mm... Te parecerá raro pero a mí me gustan nombres de la antigua Grecia, de musas y diosas... Atenea, Afrodita... Bueno, para chico... Alexander, es el nombre que siempre quise poner a uno de mis hijos...

-Alexander… me gusta el nombre- Sí, sería un buen nombre para mi vástago en caso de que naciera chico. Y si naciera chica…

-Así que nombres de diosas griegas…- Atenea… no, Afrodita… ni pensarlo. Tenía que ser un nombre bonito al oído y a la vez con un significado para la naturaleza de su especie- Qué te parece… Persephone- Si, ese nombre es perfecto. La reina del inframundo es el nombre perfecto para mi hija…

Alexander o Persephone… sí ¿Por qué no?
Sin quererlo, en mi boca se había dibujado una sonrisa que parecía ¿Alegría? La borré al instante, desviando la mirada y cambiando de pie para masajear.

Katrina se separó de mí para después sentarse en mi regazo. Pasé las manos por su cintura y ahí las dejé.

-¿De verdad no tienes nada más que contarme...? Necesito mantenerme ocupada. ¡Ah, sí! Una pregunta, ¿tratarás bien a tu hijo? Porque como te pases de listo, te las verás conmigo...- ¿Eso era una amenaza? La llevaba clara si pensaba que me iba a achantar ante eso. Mis planes no iban a cambiar por mucho que intentara meterme miedo.

-La trataré como un pequeño príncipe, o una pequeña princesa- dije. Esta vez no mentía. Si quería que el niño hiciera todo lo que le pedía, tenía que mimarlo para que se sintiera querido y así metérmelo en el bolsillo.

Mis manos seguían en su cintura, no estaba mal mi idea de quedarme junto a ella… tenía grata compañía y en la cama… mmm

-No podrás mantener para siempre a nuestro hijo oculto, Lilith se enterará algún día... ¿qué piensas decirle si ocurriese?- Suerte que la mentira era mi vida y que las trolas salían de mi boca con grata facilidad.

-Lilith se enterará antes de lo que piensas. Sospechará por mi repentina marcha, pero si me quedo con ella, aún le será más fácil descubrir la existencia del niño. No, lo que tenemos que hacer es ocultarnos hasta el parto, una vez que haya nacido el bebe, Lilith ya no querrá destruirlo. La conozco y sé que si fracasa en su intento de evitar el parto, Lilith dejará vivir al niño…- la miré con “tristeza”- Puedes imaginarte a cambio de que… sin en un futuro ella lo necesitara, pediría su ayuda sin rechistar… Ella es la reina de los demonios, y es madre de una de las partes de nuestro hijo… no puede desobedecer- aquello sabía que no la iba a gustar, pero era la mejor mentira. Katrina no se creería que de repente Lilith dejara a nuestro hijo en paz. Tenía que convencerla de que nuestro hijo no estaría a salvo siempre… eso era más creíble que la benevolencia de Lilith- Pero yo lo protegeré. No permitiré que Lilith lo llevé hacia una muerte segura y sin con mi vida consigo salvarlo, la daré con mucho gusto- Toma ya, ni el caballero más valiente lo hubiera hecho mejor. Solo me faltaba el corcel blanco, la armadura brillante y una puesta de sol a mis espaldas. Qué bonito por dios.