Romeus and Juliet , theater Bankside `[Vanessa Johnson]

Aquel día me había levantado con un ánimo envidiable. Mi rostro estuvo todo el día adornado con una pequeña sonrisa que tanto mi madre como mi padre notaron y por la que ambos preguntaron. Les dije lo mismo a ambos, pero la verdad a ninguno de ellos. Estaba segura de que podrían malinterpretar el motivo de mi felicidad y no quería darles razones para que después pudieran prohibirme asistir a mi cita de la noche.

Durante toda la mañana y la tarde fue una hija modelo. Hice sin rechistar ni una sola vez todo lo que mi madre me pidió; evité a toda costa discutir con mi padre, cosa que se estaba volviendo cada vez más frecuente; y cuando vi que la hora marcada se acercaba, me fui a mis aposentos a prepararme. Me di un baño largo con sales aromáticas dejando mi piel limpia y perfumada y tras salir y secarme me fui a vestirme. Para la ocasión había elegido un atuendo que era a la vez provocador y elegante, un vestido en tonos esmeralda ceñido al cuerpo por un corsé de un tono algo más oscuro que resaltaba mis formas femeninas y un abrigo ligero de color negro. Peiné mis cabellos y los recogí en un moño no demasiado complicado de hacer pero bonito y por último me maquillé un poco. Bajé al salón ya perfectamente arreglada para informar a mis padres de que me marchaba ya.

- Vuelve del teatro directamente a casa. Si hace falta Richard se quedará esperando a la puerta del teatro en el coche de caballos. -dijo mi padre sin perder su gesto serio.

- Tranquilo padre. Volveré pronto, pero no hace falta que Richard me espere. Estoy segura de que a los Rousseau no les importará traerme después. Y ahora, me marcho. Padre, madre, qué tengáis una buena noche. -tras despedirme salí del salón y monté en el coche de caballos que me esperaba ya en la puerta. Richard me condujo hasta la puerta del teatro y, tras bajar, traté de localizar a Leonardo y su esposa.

Al final fue Leonardo el que me encontró a mí y cuando me di cuenta de su presencia, ya estaba prácticamente a mi lado. Mi gesto se tornó pura felicidad al verle aparecer. Poseía un porte increíble que inmediatamente me fascinó. Todo en él era clase y elegancia. Me resultaba de lo más atractivo y, aunque posiblemente no estaría dispuesta a reconocerlo en voz alta, había sido incapaz de olvidar aquel breve momento en que sus labios habían entrado en contacto con los míos. Aún me temblaban las piernas al recordarlo. Se inclinó para besar mi mano con suavidad.

- A mí también me alegra verle, señor Rousseau. -dije correspondiendo su saludo con una ligera reverencia.- He de admitir que esperaba ansiosa que llegase este día. -miré hacia los lados y hacia el lugar por el que le había visto llegar.- ¿Dónde está su esposa? ¿Acaso nos espera ya dentro? -le pregunté volviendo a fijar mi vista en él aún esbozando una tenue sonrisa.

- Lamentablemente Mina no ha podido asistir… sufría de malestar, me pidió que la excuséis, ella también estaba emocionada por venir.- dijo Leonardo disculpando a su mujer. - Vaya, lo lamento mucho. Espero que se ponga bien pronto. - mostré en mi rostro una ligera expresión de pena aunque, en realidad, me alegré por el hecho de poder disfrutar de Leonardo para mí sola. Sugirió que entrásemos ya que la representación estaba por comenzar y me ofreció su brazo para que me agarrase.

- De acuerdo, entremos. Seguro que la obra merecerá la pena. -sonreí cogiéndome a él y sintiendo una pequeña descarga eléctrica recorrerme al hacerlo. Él no hizo mención alguna de lo que había ocurrido en su hogar, pero yo lo tenía muy presente mientras seguíamos a los últimos asistentes al teatro a su interior. Era la primera vez que iba a ese teatro en particular y la verdad es que era de lo más encantador. Mientras yo observaba cada rincón de aquel lugar fascinada, le dejé guiarme hasta el lugar dónde veríamos la obra, un pequeño y bien situado palco privado.

Le miré asintiendo ligeramente y sonriéndole. - Claro que sí, señor Rousseau. Es de mi completo agrado. -le dije mientras acomodaba bien mi vestido. Eché un rápido vistazo a la parte inferior. A juzgar por la cantidad de gente que aún seguía moviéndose, la obra tardaría un poco en empezar. Giré un poco el rostro para mirarle a la vez que escuchaba su pregunta.

- Pues ha habido un poco de todo, la verdad. Antes de visitar su casa conocí a un músico bastante experimentado que se ofreció a darme clases para ayudarme a perfeccionar mi habilidad con el piano. -le conté para ponerle en antecedentes.- Por un tiempo, pensé en no aceptar su oferta, pero al final cambié de opinión y comencé con las clases un par de días después de la cena celebrada en vuestra casa. Cómo podréis suponer, mi padre no se ha tomado esto de muy buen grado. Lleva insoportable desde entonces. -dije con cierto tono de resignación.- Todo lo que digo o hago le parece mal. Tanto que llegué a dudar que me permitiera acudir a esta cita. Pero al final no ha sido así. -comenté volviendo a sonreír.- Imagino que usted habrá estado de lo más ocupado con sus negocios...

- Un nuevo maestro? Tengo motivos para estar celoso? - preguntó girándose para mirarme con una sonrisa en su rostro. Por el tono en el que hizo la pregunta terminé soltando una pequeña risotada.- ¿Y por qué habríais de sentiros celoso? Se trata solo de unas clases de piano. Música nada más. -sonreí.- ¿Acaso os gustaría que os hubiese escogido a vos como instructor? - dije con un pequeño tono de broma. Cada vez me sentía más cómoda con él, aunque si pensaba en lo sucedido entre ambos en su hogar los nervios volvían a invadirme. - Hubiera sido una lástima que rechazase mi invitación, tenía ganas de veros señorita Jonhson.

Sin ser consciente apenas de ello, me sonrojé al escucharle. Las luces comenzaron a bajar de intensidad en el teatro y la obra parecía estar por comenzar. - Me han hablado bastante bien de la compañía que representa la obra. Estoy segura de que disfrutaremos bastante de la representación. - Las luces seguían bajando y mis nervios aumentaban al mismo ritmo que éstas se apagaban. Crucé las manos sobre mi regazo y apreté la tela de mi vestido de manera algo nerviosa.

Se río al escucharme hablar y yo me quedé preguntándome qué de lo que había dicho le habría parecido tan gracioso como para eso, pero pronto me lo aclaró. - No me refería a los celos de compartir música con vos sino a los de compartir vuestros besos. - En ese momento estuve segura de que el ligero rubor que cubría mis mejillas se había extendido por todo mi rostro. Giré la cabeza ligeramente en un vano intento porque él no se percatase de aquello pero entonces sentí su mano apartando con suavidad un mechón de pelo de mi cuello y después una tenue caricia y me estremecí. Pese a lo mucho que deseaba sentir de nuevo la agradable sensación de sus labios sobre los míos, los nervios me carcomían. Quería decirle que entre mi profesor y yo no había sucedido ni sucedería nada similar pero entonces las luces del escenario se encendieron y la primera escena del primer acto de la obra dio comienzo.

Fijé mi vista en el escenario tratando de distraer así mi atención, pero desgraciadamente estaba más pendiente de quién tenía al lado que de lo que allí sucedía. En mi mente recreaba situaciones en las que los dos dejábamos que nuestros instintos nos dominasen y... "Por Dios y por todos los santos... Vanessa, ¿en qué estás pensando? Esto no está bien. ¡Es un hombre casado!" Giré ligeramente el cuello para lanzarle una mirada de soslayo, pero al hacerlo mis ojos se encontraron con los suyos y me quedé totalmente colgada de ellos. Mi corazón empezó a latir de manera desenfrenada mientras el transcurso de la obra seguía inoxerable.

El coro salio a escena y nos puso en situación:

En la hermosa Verona, donde ponemos nuestra escena, dos familias, semejantes en dignidad, inician una nueva discordia por un antiguo agravio, en que sangre de ciudadanos manchan sangre de ciudadanos.[...]

Comence a escuchar los latidos de Vanessa de forma enloquecedora, se había puesto muy nerviosa. Sonreí de lado enseñando levemente un colmillo, anque ella no lo llegaría a ver. Note como aparto ligeramente su cara, quiza intentando esconder su rojeza, pero era inutil que lo intentase...su corazón la delataba. Aun así no me contesto, no hizo el menor de los comentarios, frunci el ceño.

-No me contestáis por que si tengo motivos o por verguenza?-Pregunte en un tono bajo, ya que la representación seguia su curso. Los primeros personajes salieron a escena.

"Entran Sansón y Gregorio, de la casa de los Capuleto con espadas y escudos"

Me preguntaba que pasaría por sus pensamientos en aquellos momentos, parecia estar intentando centrarse en el escenario, pero no me creía que fuese capaz de eso. En aquel momento nuestras miradas se cruzaron, sentí su corazón desenfrenado, era tan difícil para mi controlarme en aquellos momentos....controlar aquellos instintos más básicos que me pedian a gritos entrar en su cuerpo y recibir la ardiente vitalidad que la recorria.

Estaba costándome horrores, pero me esforzaba por prestar atención al coro cuando, para colmo de males, oí la voz de Leonardo preguntándome por el motivo de mi silencio ante su pregunta. - ¿Por qué tenéis que preguntarlo? -murmuré sin girarme del todo. Seguía notándome ruborizada y aquella pregunta no me ayudaba.- ¿Acaso pensáis que voy por ahí besando o dejándome besar por cualquiera? - Mi tono reflejaba un ligero disgusto. No sabía si sentirme enojada con él por pensar que yo podía haber tenido algo con mi instructor o halagada porque el hecho de que pudiese ser así, le hubiese inquietado. - Si lo que esperáis es que os dé una respuesta firme, os diré que no tenéis motivos para sentir celos. Nadie en mucho tiempo, a excepción de vos, a tenido ocasión de rozar si quiera mis labios. "Ni deseo que lo hagan" -añadí mentalmente.

Abajo, en el escenario Sansón y Gregorio continuaban con su diálogo apareciendo dis nuevos personajes en escena, Gaspar y Baltasar, y tras un breve intercambio de frases empezaban a pelear a espada, añadiéndose poco a poco más gente a la trifulca. Ésta fue finalmente interrumpida con la aparición del príncipe.

La obra que continuaba desarrollándose en el escenario me resultaba en ese momento completamente irrelevamente pese a que le dedicaba alguna que otra mirada debido a mi incapacidad de mantener la mirada a mi acompañante.

- Discúlpeme señorita si os he ofendido con mi pregunta y mi insistencia. Mi intención era saber si aun recordaba aquella noche. Veo que sí la recuerda. -dijo mientras seguía con su mirada fija en mí. "¿Y cómo iba a olvidarla? ¿Cómo olvidar esa sensación y ese ardor que su beso había despertado en mi interior?" Su tono de voz bajó a la vez que se acercaba más a mí hasta dejar sus labios pegados a mi oreja. - Pero aun quiero saber una última cosa... - Un ligero estremecimiento me recorrió. "¿Qué más queréis de mí?" -era lo que mi mente quería que le preguntase. En lugar de hacerlo centré mi mirada en Romeo que apareció entonces en el escenario tratando de atender a su diálogo.

- Aquella vez no hubo tiempo de reaccionar… Aun desconozco si me merezco una bofetada por aquello, os pille por sorpresa y me lo tengo merecido, se que en aquel momento no os di tiempo de reaccionar... - ¿Darle una bofetada? Eso era algo que en ningún momento había pasado por mi cabeza. - No negaré que todo aquello me pilló bastante de sorpresa, pero la idea de abofetearos no llegó si quiera a rondar mi mente. -confesé imitando su bajo tono y con la voz entrecortada por los nervios que atenazaban mi estómago.- Fue algo muy arriesgado lo que hicisteís pero, me dejásteis muda y... lográsteis vuestro objetivo. No creo que olvide fácilmente lo que pasó en vuestra casa. - Abajo, la siguiente escena cobraba vida.

"Lady Capuleto y la nodriza entran en escena seguidas poco después por Julieta. La conversación que se mantiene entre ellas versa sobre la disposición de Julieta al matrimonio y el hecho de que el joven Paris la pretenda. La charla se ve interrumpida por la entrada de un criado que las insta a acudir prontamente a la cena."

- Bien… ahora que sé que no corro peligro de ser abofeteado intentaré robarle otro beso.- dijo aún susurrando junto a mi oído.- Cuando menos se lo espere. - Las palabras que salieron de sus labios me pusieron aún más nerviosa. "Estupendo. Ahora seguro que no voy a poder disfrutar para nada de la obra." -pensé a la vez que una de mis manos volvía a apretar nerviosamente la tela de mi vestido. Aunque mi vista seguía fija en los actores que representaban su papel en el escenario mi mente aceleraba los acontecimientos y trataba de imaginar el momento en que él se acercase a mí y rodeándome con sus brazos cumpliese con su amenaza y obsequiase a mis deseosos labios con otro beso.

"Comienza la escena V, la fiesta está en su apogeo y, por fin, Romeo y Julieta están teniendo su primer encuentro, dando como resultado que ambos queden hechizados por el otro."

Habían transcurrido casi dos escenas enteras con un absoluto silencio entre ambos, cosa que me había facilitado el relajarme, aunque aún seguía lanzándole alguna que otra mirada furtiva a mi acompañante. En ninguna de las ocasiones que lo hice llegué a toparme con su mirada. ¿Se estaba haciendo de rogar? ¿Quería que hiciese yo algún movimiento? Ya no sabía que pensar.

Su pregunta, planteada en el pequeño descanso que era necesario entre el primer y segundo acto para los cambios necesarios de decorado me hizo volver a mirarle. No dudé demasiado antes de responderle.

- Yo creo que sí. Cierto es que en esta obra las cosas no suceden cómo los protagonistas podrían desear pero, a fin de cuentas las cosas en la vida real nunca suceden como en los libros. Aunque la verdad es que siempre me he considerado una romántica... ¿Acaso vos no pensáis que pueda acabar bien? - pregunté devolviéndole la pregunta de esa forma. El segundo acto empezó en ese momento.- ¿No lo pensábais cuando os casásteis con vuestra esposa? - dije formulando una nueva pregunta y arrepintiéndome inmediatamente de haberla formulado. "¿Cómo se te ha podido ocurrir mencionar ahora a su mujer? Eres la mejor destrozando momentos, Vanessa." -me reprochaba interiormente mientras en escena Benvolio y Mercurio contemplaban como Romeo se escabullía de su casa.

- Bueno, digamos que el amor es algo relativo y demasiado subjetivo. Cuando me case con Mina no fue por amor, sino más bien por pasión confundida con amor. - Sentimientos confundidos... Cuán típico de la literatura era eso también. Se podría decir que en cierta forma su respuesta me agradó. ¿Por qué? No sabría decirlo. ¿Veía en aquello la posibilidad de que existiese el amor? No me lo había planteado pero, no, eso no era lo que sentía en ese momento. Aquello era simple y llanamente deseo. Deseo de poseer aquello que me debería estar negado, aquello que estaba prohibido. -Supongo que la juventud te hace cometer errores, - en ese momento depositó un ligero beso en mi mejilla – Se que puede resultar incomodo que un hombre casado os provoque… pero no puedo evitarlo señorita Johnson. -dijo mirándome a los ojos, de nuevo incapaces de desviarse un ápice de su figura.

- Sé que sería lo lógico que me sintiese incómoda por la situación pero... incomodez no sería el término que yo utilizaría. -me detuve un momento para poder elegir bien las palabras que iba a utilizar.- Me siento halagada por recibir sus atenciones, a la vez que ansiosa por saber cuanto durará este... juego. No es usted el primer caballero que busca obtener mi atención, pero sí el primero que lo logra. -aquellas palabras que no quería haber pronunciado en su presencia, ya que ponían de manifiesto la debilidad que sentía por él, habían salido de mis labios sin que pudiese controlarlas.

- Unos breves momentos pueden hacer estragos. – le miré de medio lado, incapaz de definir que había querido decir con aquello. Me encogí ligeramente de hombros determinada a dejar pasar el comentario cuando sus siguientes palabras me hicieron abrir mucho los ojos. – Supongo que alguien vendrá a buscarla cuando acabe la obra… - de nuevo nuestras miradas se encontraron y fui capaz de mantenerla. - Se que puede sonar disparatado pero… ¿le parecería bien que nos marchásemos ahora y desfrutar de la noche londinense?

En verdad yo le había insistido a mi padre sobre el hecho de que Leonardo y su esposa me acompañarían, antes de saber, claro, que mi cita sería sólo con Leonardo. Al bajar del coche de caballos yo había hecho volver a Richard pero...- A buen seguro que mi padre enviará a Richard por mí, sí. -comenté. Lo que ni mi padre, ni Richard, ni el propio Leonardo sabían, era que había mentido sobre la duración de la obra de teatro. Me hice un poco de rogar antes de responder definitivamente a su pregunta, aunque su sonrisa ladeada ya me había convencido de aceptar.- En cuanto a su propuesta, no me parece del todo disparatada. He de admitir que su presencia a mi lado me distrae y no estoy prestando demasiada atención a la obra, así que quizá sea más provechoso salir a pasear... -dije al fin respondiéndole de esa manera.