Hora de cenar [Vanessa Johnson]

Nunca me había gustado acompañar a mi padre a sus interminables cenas de negocios y, ese día, no era una excepción. Por algún motivo que no llegaba a comprender mi padre había insistido en que le acompañase pese a saber que yo tenía intenciones de asistir al estreno de una nueva ópera en el teatro y, al final, no había tenido otra opción que dejar de lado la ópera y asistir con él a la cena en la mansión de los Rousseau. Nada más descender del coche de caballos, un mayordomo nos recibió y poco después aparecieron los dueños de la casa. Una señora bella y de aspecto agradable fue la primera en recibirnos y, poco después un hombre muy apuesto apareció captando mi atención. Mientras mi padre les saludaba a ambos yo permanecí un paso por detrás de él, junto a mi madre. El hombre que mi padre saludó como si de un buen amigo se tratase, besó después la mano de mi madre y después se acercó a besar la mía.

- Señorita... -murmuró.

- Ella es mi hija menor Vanessa, señor Rousseau. -me presentó mi padre.- Me hubiese gustado que alguno de mis otros hijos asistiese, pero sus ajetreadas vidas no se lo han permitido. -dijo excusándoles. "Mentira" -pensé yo.- "Lo que pasa es que a ellos siempre les dejas hacer lo que quieren y a mí siempre tienes que tenerme controlada. Odio ser la menor."

- Es un placer conocerle, señor Rousseau. Mi padre habla mucho de usted en casa. Por lo visto es un gran hombre del mundo de los negocios. - dije sonriendo al caballero a la vez que me inclinaba ligeramente para saludarle.

-Ella es mi hija menor Vanessa, señor Rousseau. –Su padre me la presentó, si hubiese conocido mis intencione ...- Me hubiese gustado que alguno de mis otros hijos asistiese, pero sus ajetreadas vidas no se lo han permitido. -dijo excusándoles.

- Es un placer conocerle, señor Rousseau. Mi padre habla mucho de usted en casa. Por lo visto es un gran hombre del mundo de los negocios. – Dijo sonriéndome a la vez que se inclinaba ligeramente.
Intente no mostrar mucho interés en ella para disimular la verdadera situación. Una de las sirvientas bajo del salón principal y nos indico que todo estaba listo.

-Una hija encantadora Joseph – Dije educadamente y Mina coincidió conmigo.
-Por favor acompañadme por aquí, ya podemos acudir al salón donde podemos hablar más tranquilos y después pasar al comedor – Dijo Mina y guió a nuestros invitados por las escaleras principales, yo me quede en la cola justo detrás de Vanessa.

-He oído decir a vuestro padre que tocáis muy bien el piano…- Prácticamente susurre en su oído.
Mientras subíamos las escaleras Mina hablaba sobre todos los cuadros y artículos de decoración, en los que se había gastado gran parte de mi dinero, orgullosa de su buen gusto y como no…presumiendo, uno de sus tantos defectos de aristócrata.

Mis desganas por asistir a esa cena iban disminuyendo. La presencia del señor Rousseau me tenía... distraida, por así decirlo. Murmuró algo sobre que era una hija encantadora y no pude evitar dejar aflorar una leve sonrisa. La dama nos indicó que podíamos proceder a pasar al salón y abrió el camino seguida por mis padres y por mi a algo más de distancia. Hasta que habló no me percaté de la presencia del señor Rousseau.

-He oído decir a vuestro padre que tocáis muy bien el piano… -susurró casi en mi oido.

- Mi padre siempre exagera ante mis habilidades señor Rousseau. Yo no me atrevería a considerarme muy buena en la práctica del piano. - mentía. La verdad es que era buena y lo sabía, pero mi madre siempre me había insistido en el hecho de que había que ser humildes y podía más ese recuerdo que mi vanidad y el deseo de sentirme halagada. De repente lo entendí. Mi padre había querido traerme por eso, sin duda tenía la intención de hacer que tocase para el Sr. Rousseau en un intento por ablandarle o convencerle más facilmente de que aceptase el trato que le proponía.

Mientras tanto mis padres escuchaban las explicaciones que la dama, llamada Mina, les ofrecia sobre los cuadros y los motivos decorativos que adornaban la casa.

Una vez llegamos arriba de las escaleras el caballero seguía insistiendo respecto al piano y, como debía admitir que me resultaba altamente atractivo, me sentí más que dispuesta a responder afirmativamente a su propuesta.

-Sería tan amable de acompañarme al piano antes de cenar? Me gustaría comprobar si es usted muy modesta.

- Si tantas ganas tiene de comprobar mi habilidad, le acompañaré encantada. Espero no hacer que se sienta defraudado. Pero antes... -en otro tipo de circunstancias habría ido con él sin más, pero ese día tenía que ser la hija perfecta, asi que me acerqué a mi padre para hacerle una pregunta. - Padre, el señor Rousseau parece interesado en ver mi talento musical. ¿Podría acompañarle al piano?

- Claro que sí, hija. -respondió sonriente. "Para eso te he traido... No lo dices, pero sé que es lo que piensas." -decía mi cabeza.

- De acuerdo. Entonces señor Rousseau, le acompañaré.

Me condujo hasta el piano con muy buenas formas y me pidió que le llamase Leonardo. Mientras íbamos al piano me parecío captar una mirada un tanto extraña por parte de la mujer de Leonardo, aunque no supe ver si iba dirigida a mi o a su esposo. Me senté en la banqueta del piano y él se sentó a mi lado después.

– Empieza y yo te sigo... -murmuró.

No tenía mucha idea de que tocar, así que decidí dejar que mis dedos volasen. Puse los dedos sobre las teclas, cerré los ojos y empecé a improvisar una melodía de ritmo pausado pero que se iba acelearando lentamente. Mis dedos se movían deprisa y sin asomo de duda sobre aquellas teclas produciendo un sonido del todo embriagador y melódico.

[b]Comenzó a tocar y deje que siguiera hasta que encontrara el ritmo. Cuando estableció una continua melodía puse mis dedos sobre el teclado pero con tonos graves y más lentos que los suyos, muchas veces nuestras se cruzaban. Intenté seguir su música en canon con los tonos de mi lado del piano, no me resulto difícil pero temía distraerla así que continúe siguiendo sus dedos, acoplándome a las notas. La vi disfrutar con aquello y yo sinceramente también lo hacía, había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien me acompaño al piano. Prefería tocar solo.

-Sois muy buena, no deberías ser tan modesta- Dije mientras entrelazaba mis dedos con los suyos con mucho cuidado de no entorpecerla, era algo realmente difícil que solo se podía conseguir con ciertas habilidades…

En el salón solo se escuchaba hablar al piano, sus padres y Mina estaban absortos al igual que nosotros pero de una forma distinta. Solo entonces me di cuenta de que cada vez mi deseo por ella aumentaba “esa bella juventud y su dulce miel serán para mi” pensaba mientras la miraba sonriendo torcidamente

Al contrario que sucedía con Leonardo, yo no estaba al tanto de las dotes musicales de éste y me sorprendió de manera agradable el ver y escuchar como iba siguiendo mi melodía de manera perfecta, cosa realmente difícil debido a que me estaba limitando a improvisar. Su talento era infinitas veces superior al mío, de eso estaba segura y la forma en que sus manos y sus dedos se cruzaban con los míos sin entorpecerme en manera alguna me tenía francamente sorprendida. Traté de no dejar salir a relucir esa sorpresa y seguir tocando pero me costaba. Me sabía el piano de memoria y podía tocar sin mirar por lo que ni me di cuenta del momento en que dejé de mirar las teclas o al frente y empecé a mirarle a él. No respondí a su alusión a mi habilidad o mi modestia y seguí tocando con una leve sonrisa dibujada en mi rostro. No sabía el tiempo que llevábamos tocando pero decidí que iba siendo hora de ponerle fin a mi interpretación y comencé una sucesión de notas que me encaminaron a tal fin. Una vez terminé la pieza me quedé sentada y quieta con las manos sobre el regazo.

Eché de menos algún aplauso en el tenso silencio que se instauró por unos segundos en la sala hasta que Leonardo lo rompió alabando mi actuación y pidiéndome que tocase algo yo sola. Se levantó y fue a sentarse al lado de su esposa que parecía enojada. Seguramente había captado mis miradas hacia su esposo y eso la había hecho enojar. Bajé la mirada algo avergonzada al pensar eso y cuando escuché que ella también me pedía que tocase algo más asentí.

- Claro, lo haré si así lo desean. -dije volviendo a levantar la vista para sonreir y después volver a mirar el piano. Durante varios segundos medité sobre lo que podía tocar y al final me decidí por un fragmento de una pieza de un compositor que estaba adquiriendo un gran renombre en la época. Sin más posé las manos en el piano y empecé a tocar la Sonata para piano nº7 de Beethoven.

No sé bien por qué pero, al escuchar como Leonardo aplaudía y halagaba mi interpretación, me sonrojé. Normalmente no me pasaban esas cosas, nada más lejos. Los halagos y los aplausos me gustaban y los disfrutaba, pero aquella noche. "Por Dios, Vanessa, ¿qué te pasa?" -pensé con la mirada baja mientras oía los comentarios de mis padres.

- Muy bonito, hija. Bien hecho. -decía mi padre aplaudiendo también con gesto sonriente.

- Precioso. -fue lo único que atinó a decir mi madre que aplaudía y me miraba con expresión de "has tenido un par de fallos pero ya hablaremos en casa".

- Gracias. Me alegra que les gustara mi interpretación. -dije levantándome del banco del piano y haciendo una ligera reverencia antes de ir a sentarme al lado de mi madre. Suponía que no tardarían en hacernos pasar al comedor y durante el tiempo que tardasen en avisarnos debía procurar no mirar al señor Rousseau, aunque estaba segura de que me costaría bastante.

Apenas acababa de sentarme en el sofá cuando uno de los sirvientes apareció en la sala y anunció que todo estaba dispuesto para la cena. Mientra abría las puertas que conectaban el salón con el comedor, Leonardo se puso en pie tendiendo la mano a su esposa y mis padres y yo nos levantamos al escucharle decir que podíamos ir a cenar. Por un momento envidié a la mujer de Leonardo. Yo adoraba las atenciones y hacía mucho que no obtenía ese tipo de atenciones de un hombre y ese caballero... Me sentía hipnotizada por él, aunque trataba de no dejar salir a relucir esos sentimientos. Siguiendo con la actitud obediente y refinada que había decidido tener ese día seguí a mis padres y a los señores Rousseau al comedor y nos sentamos a la mesa.

Nos sentamos a la mesa y observé todos los platos y bandejas dispuestas sobre la mesa. La verdad era que había bastante variedad y en una cantidad ligeramente excesiva, aunque debía reconocer que todo tenía un aspecto y un aroma estupendo. Mientras Leonardo comentaba la decisión de su esposa de emplear a un chef francés para la ocasión, mi madre, bastante silenciosa hasta el momento, halagaba dicha elección.

- Desde luego, si sabe tan bien como huele, me veré en la obligación de pedirle el nombre del chef para adquirir sus servicios en alguna ocasión...

Mi padre por su parte observaba los platos de manera despreocupada. Aunque se hallase hambriento, cosa que desconocía, se notaba más su excitación y sus ganas por comenzar a hablar de negocios. Le dediqué una mirada fugaz en la que dejé entrever lo poco que me gustaba que mi padre actuase de esa forma, pero enseguida desvíe la vista hacia Leonardo y su esposa, ahora mismo con sus manos unidas sobre la mesa. Había captado ciertas miradas entre ambos que me desconcertaban, además de que percibía también la manera "especial" en que él me miraba. No sabía bien que pensar.

- Oh, sería estupendo. Gracias señora Rousseau. Y hablando de chefs, a menudo cuento con los servicios de uno que...

El intercambio de palabras entre mi madre y la esposa de Leonardo me traía sin cuidado por lo que me abstraje de todo aquello y traté de dedicar mi atención a otras cosas. Cogí descuidadamente los cubiertos y volví a mirar a mi padre que ya se disponía a atacar la comida. Antes de volver la mirada a mi plato levanté la vista en la dirección contraria para encontrarme con los ojos de Leonardo mirando hacia mí. No pude evitar dedicarle una pequeña sonrisa. Ese hombre me gustaba, no podía negarlo. Desde que lo vi aparecer para recibirnos me sentí atraida por él y, por las palabras, las miradas y los casi inexistentes roces durante el momento compartido al piano, tenía la sensación de que él sentía la misma atracción. Pero... él era un hombre casado. ¿Debía aceptar sus atenciones?

- Que aproveche. -dijo levantando la copa y dando un sorbo.

Aquellas palabras fueron las que dieron formalmente inicio a la cena. El ruido de los cubiertos y las copas moviéndose eran interrumpidos solamente por observaciones culinarias de mi madre y las respuestas de la esposa de Leonardo. Yo me limité a comer en silencio tratando de no levantar la vista del plato, aunque siempre que lo hacía era para buscar los ojos de Leonardo.

Me había mantenido apartada de las charlas banales e intrascendentes que se dieron durante la cena y, al parecer, Leonardo había sido consciente de este hecho, ya que, acabados los platos principales y, en espera del postre, me interrogó a este respecto. Tras limpiarme disimuladamente la boca con la servilleta la dejé sobre mi regazo y, sintiendo las miradas de todos respondí a su pregunta.

- Oh, mi mutismo no tiene que ver con que me desagrade el tema si no más bien con que no soy muy entendida en él. Pero si pregunta por mis intereses, soy una gran aficionada a la cultura. Todo lo que tenga que ver con la música, el teatro o la literatura me apasiona. -sonreí y después miré a la señora Rousseau.- Una cena exquisita, por cierto.

Pusieron un plato con el postre ante mí, pero apenas lo miré y mucho menos lo toqué, ahora estaba mucho más interesada en la conversación que en la ya casi finalizada cena.

- Sí? Eso me complace…yo también soy un aficionado al teatro y la literatura. Cual es vuestra obra favorita hasta el momento?

Medité mi respuesta unos segundos antes de responder. Podría empezar a enumerar una serie de obras con las que había disfrutado sobre manera, pero preferí concretar un poco y hablar sólo de la obra de un gran autor.

- La verdad es que la obra de Shakespeare me resulta de lo más atractiva. He tenido ocasión de leer gran parte de su obra y de disfrutar de varias representaciones teatrales de algunas de ellas y podría decirle que, mis favoritas, son "El sueño de una noche de verano" y "Romeo y Julieta". Cada una en su estilo me resultan muy atrayentes. ¿Qué me dice de usted?