Hora de cenar [Vanessa Johnson]

Para mi sorpresa y agrado, Leonardo me invitó a acompañarles a él y a su esposa a la representación del próximo fin de semana de Romeo y Julieta. Me pareció notar cierta duda en una parte de su invitación pero la verdad es que no le di demasiada importancia. Francamente me hacía ilusión saber que podría volver a verle. Miré a mi padre con gesto suplicante.

- Oh, padre. Me encantaría acompañarles. Ya sabes cuanto me gusta esa obra... ¿Me das tu permiso? - para asegurarme que diría que sí recurrí a una de mis mejores caras de niña buena. Cuando ponía esa expresión nunca me negaba nada.

- No sé... Sabes que no me gusta que vayas sola al teatro aunque... bueno, supongo que el señor Rousseau y su esposa serán una grata compañía. (Y si él y yo vamos a entrar en negocios me conviene estar a buenas con él) De acuerdo hija, puedes ir con ellos.

- Gracias, padre. De verdad. - tras las palabras de mi padre miré a Leonardo con una amplia sonrisa.- Bueno, conseguido el permiso. Será un auténtico placer acompañarles.

- De acuerdo, estaré preparada para no hacerles esperar. Gracias por la invitación. -sonreí ante lo que dijo la señora Rousseau.- Me encantará conocer a sus amigas, seguro que son tan agradables como usted.

La verdad es que mentí al hacer ese comentario. Por alguna extraña razón, la señora Rousseau que, al inicio de la noche me había causado buena impresión, ahora me resultaba bastante irritante e, incluso, detestable. Había algo en ella que... no sé, pero no me gustaba. Aunque claro, no iba a expresar esos sensaciones en voz alta. Mi padre me había llevado allí para que causara buena impresión y eso era lo que estaba procurando hacer, aunque ahora tuviese también el objetivo de volver a ver a Leonardo.

El tiempo del postre fue corto, pronto todos hubimos terminado y durante un par de minutos se mantuvo una pequeña charla entre mi madre y Mina sobre la cena. Al parecer hablaban sobre llamar al chef para que viniese. Mi padre por otro lado, parecía ansioso por dejar la mesa. Al final, rompió su silencio.

- Leonardo... ¿cree que podríamos dedicar unos minutos a hablar de negocios?

"Estupendo, me va a tocar quedarme a escuchar una entretenida conversación sobre comida francesa... Que divertido."

Con cierta desilusión por mi parte observé como mi padre y el señor Rousseau se levantaban de la mesa y salían rumbo al estudio. Forzando una sonrisa traté de meterme en la conversación para no quedar aislada aunque poco después y por sugerencia de la señora Rousseau volvíamos al salón. Mientras tanto...

Joseph y Leonardo habían llegado al estudio y sentados frente a frente con sólo la mesa de despacho entre ambos, la conversación empezaba.

- Bueno, hora de ponerse serios. -dijo Joseph.- Tengo varias propuestas que hacerle. La primera es de lo más simple. Supongo que conoce bien a qué se dedica mi empresa y el alcance que tiene... Últimamente y viendo que nuestros beneficios llevan un tiempo sin aumentar, he estado consultando con mis asesores sobre la idea de expandir los horizontes de mi empresa, y no me refiero precisamente a exportar más lejos. Lo que había pensado es... empezar a exportar textiles. Su empresa es la primera en la que pensé ya que fabrica productos de calidad y que tienen una gran aceptación entre los consumidores... Es fácil suponer que se venderán bien fuera del país. ¿Estaría interesado?

En cuanto Leonardo terminó de pronunciar sus palabras un ligero golpe en la puerta precedió la aparición del mayordomo con una bandeja que dejó en la mesa junto a la que nos encontrábamos y en la que había una selección de 3 licores, un par de vasos, hielo y una caja de puros. En cuanto el mayordomo volvió a salir cambiando su gesto serio por uno más amistoso, Joseph volvió a hablar.

- Me alegra mucho escuchar eso, Leonardo. Mis asesores han redactado un borrador de contrato que seguro encontrará adecuado, aun así sólo se trata de un borrador, por lo que si hay algo que quiera proponer o modificar estaría dispuesto a hablarlo. Creo que cerrar ese trato será de lo más beneficioso para ambos. Me ocuparé de que mañana mismo le hagan llegar el contrato. ¿Prefiere que se lo mande a casa o a sus oficinas? -Joseph miraba a Leonardo, aunque de vez en cuando sus miradas se desviaban a los licores y la caja de puros.

Después de que Leonardo cogiese y encendiese un puro, Joseph hizo lo mismo dando un par de caladas con satisfacción.

- Unos puros excelentes. -murmuró mientras escuchaba la respuesta de su futuro socio de negocios.- De acuerdo, mañana a primera hora los tendrá de camino a su casa. Espero que el acuerdo sea de tu agrado y no tengas que modificar demasiadas cosas. -dijo cogiendo la copa que el mayordomo había servido y ahora les ofrecía.- Claro, brindemos.- dijo levantando la copa también.- Porque nuestros negocios sean duraderos y beneficiosos para ambos.

Mientras tanto en el salón, Mina y mi madre charlaban muy animadas. Saltaban de un tema a otro como si nada y yo sentía que apenas me daban ocasión a intervenir. Además de eso, notaba las miradas no muy amistosas que Mina me dirigía esporádicamente. Con la mirada baja rezaba porque mi padre y Leonardo regresasen rápido a ver si así cambiaba un poco el ambiente.

- Bueno, pasemos a temas menos serios, veo que tiene una familia maravillosa... -comentó Leonardo.

- ¿Así lo cree? Pues muchas gracias, Leonardo. Me siento muy orgulloso de la familia que he formado.

La charla informal continuó durante al menos un par de copas más hasta que al final fue Leonardo el que sugirió volver al salón con las damas.

- ¿En serio? No tenía ni idea de que hubiesen abierto un local como ese. Iré a comer allí en cuanto pueda. Gracias por la sugerencia, querida. -decía mi madre en animada charla. En ese momento, mi padre y el señor Rousseau hicieron su reaparición en el salón, hecho que logró hacerme sonreír.

- Hemos vuelto señoras y señorita, veo que habéis estado entretenidas.

- Oh, sí, bastante. Su esposa es del todo encantadora. -dijo mi madre sonriendo abiertamente a Mina y Leonardo. Al parecer yo era la única que no había disfrutado del interludio tras la cena.- ¿Qué tal se ha dado la charla, cariño? -le preguntó a mi padre.

- De maravilla. Prácticamente podemos decir que ya somos socios. ¿Verdad, Leonardo? Pero bueno, lo mejor es dejar ese tema ya. ¿De qué hablábais por aquí?

- Pues de un nuevo restaurante o algo parecido. Un tema realmente aburrido. -esa última parte debía haberla dicho sólo mentalmente, pero después de tanto rato incapaz de meter baza en la conversación entre mi madre y Mina, no fui capaz de controlar mi lengua.

- ¡Vanessa! - dijo mi padre mirándome sorprendido y con gesto inquisitivo.- ¡Discúlpate ahora mismo por eso que acabas de decir!

- Eh, yo... -traté de empezar a disculparme pero las palabras no salían de mis labios. No tenía ni idea de como salir del lio en el que mi estúpida lengua y yo misma nos habíamos metido y para colmo empezaba a notar como el rubor iba subiendo a mis mejillas.

Cuando entramos Joseph pregunto por el tema de conversación a lo que Vanessa contesto con soltura.

-Pues de un nuevo restaurante o algo parecido. Un tema realmente aburrido. –Dijo y al parecer se le había escapado aquello.

No pude evitar soltar una carcajada sincera, aquella que llevaba reteniendo toda la noche, mi esposa solo por lo bajo lo mal educada que era Vanessa pero creo que yo fui el único que la escuchó, lo cual aumento mi risa. Mina se llevo la mano al pecho fingiendo “horror”

- ¡Vanessa! – dijo su padre regañándola.- ¡Discúlpate ahora mismo por eso que acabas de decir!

- Eh, yo... –Se no taba que no quería disculparse y entonces yo pare de reírme, ya que tampoco era apropiado que lo hiciese de esa manera.

-No te preocupes Vanessa…tu sinceridad se agradece –Me acerque y di unas palmaditas en su hombro suave y desnudo cuando pase por detrás de su sillón para sentarme después junto a Mina. -Quizá la próxima vez te incluyamos en nuestros temas de negocios, a lo mejor eso te aburre menos-Sonreí aun divertido

Mina al ver que la dejaba sola en aquello decidió disimular- Si querida, no te preocupes, las niñas se aburren con facilidad-Sonrió y me cogió de la mano apretándola yo me limite a ignorarla[/b]

Para colmo de males, lo que dije provocó que Leonardo se echara a reir de manera escandalosa y mi cara terminó de enrojecer del todo. Me entraron unas ganas enormes de levantarme del sillón y salir corriendo, lástima que no estuviese en mi casa y pudiese hacerlo para ir a refugiarme a mi cuarto. En ese momento Leonardo dejó de reirse y habló.

- No te preocupes Vanessa…tu sinceridad se agradece. Quizá la próxima vez te incluyamos en nuestros temas de negocios, a lo mejor eso te aburre menos.

- Lo siento, de verdad. -murmuré bajando la mirada justo antes de que la esposa de Leonardo hiciese su apunte para hacerme sentir aun peor.

- Si querida, no te preocupes, las niñas se aburren con facilidad.

Ese comentario fue la gota que colmó el vaso para mí. Ahora ya no solo no me daba buena espina sino que también empezaba a odiarla con todas mis fuerzas. Me mordí la lengua para no responderle y causar más problemas y decidí mantenerme en silencio un par de minutos hasta calmarme.

- Tranquila, hija. Olvidemos ese desafortunado comentario e iniciemos una nueva conversación sobre algo que nos resulte más atractivo a todos, ¿de acuerdo? - intervino con cierta fortuna mi madre para dar por zanjado el tema.

Desde que mi padre y Leonardo volvieron al salón, noté algo raro en la forma que actuaba mi padre. No estaba muy segura pero... parecía como si le molestase la forma en que me comportaba y como actuaba Leonardo. Y también noté un aumento considerable en el número de miradas que él me dirigía. Empezaba a quedarme claro que estaba mostrando bastante interés por mí, cosa que me encantaba y me hacía sentir halagada. Un rato después, observé como se levantaba y venía hacia mí.

- Señorita, me acompañaría unos minutos? Hay algo que quiero enseñarle. Si a Joseph le parece bien, claro. -dijo tendiéndome la mano y mirando a mi padre en espera de su respuesta.

- Umm... Sí, claro. No hay objecciones por mi parte. Pero regresad pronto, de acuerdo? No creo que tardemos mucho en irnos a casa. Tengo que preparar algunas cosas para mañana.

No me creí para nada la excusa de mi padre. Él odiaba trabajar de noche y nunca dejaba nada para el último momento. Por algun motivo estaba tratando de evitar un encuentro prolongado. Encogiéndome ligeramente de hombros, tomé la mano de Leonardo y me levanté.

- Le acompañaré con gusto. Tengo curiosidad por ver que quiere mostrarme. - aunque realmente tenía mas curiosidad por ver como actuaba él en cuanto saliésemos del radio de visión de mi padre y su esposa.

Nada más salir del salón cerró la puerta tras nosotros con un fuerte resoplido. Al escucharle hablar me hice la soprendida, pero sus palabras me sorprendieron menos de lo que dejé entrever realmente. Podía parecer tonta o cortada en algunos momentos, pero sus miradas no me habían pasado desapercibidas y, para que mentir, yo también tenía ganas de salir de esa sala, y más si era con él.

- Para nada. Yo también quería salir de ahí. Mi desliz de antes me estaba haciendo sentir muy incómoda. Siento que debo darle incluso las gracias. -dije dedicándole una cálida sonrisa.

Él empezó a andar por los pasillos y yo le seguí a escasa distancia aprovechando el momento para admirar el porte, la elegancia y el inmenso atractivo que emanaba hasta de espaldas. Sentía que estaba a un par de segundos de perder las formas. En pocos minutos entrábamos a la biblioteca.

Capté el tono de su voz y supuse que iba a ir directamente al grano, pero en el último momento pareció pensárselo mejor y sólo me pidió un tema de conversación entretenido. No sé si él llegaría a notarlo, pero en el fondo me decepcionó un poco que hiciese eso. Yo ya me había hecho ilusiones y, desde luego, no estaba acostumbrada a dar el primer paso.

- Pues podemos hablar de esa obra de teatro a la que tan gentilmente me invitó usted. Aunque... ahora que lo pienso, no dijo que obra era exactamente, ¿o me equivoco? -le pregunté con gesto curioso.- No puedo esperar a que llegue ese día aunque... ¿puedo serle sincera respecto a algo... delicado? - dije mordiéndome suavemente el labio en un gesto bastante propio de mi mientras le miraba de medio lado.

[b]Vi cierta decepción en su mirada, eso me gusto y me hizo que soltara una pequeña risa entre dientes. Deje la lámpara en una de las mesas.

- Pues podemos hablar de esa obra de teatro a la que tan gentilmente me invitó usted. Aunque... ahora que lo pienso, no dijo que obra era exactamente, ¿o me equivoco? –Me pregunto con gesto curioso aunque yo recordaba habérselo comentado.- No puedo esperar a que llegue ese día aunque... ¿puedo serle sincera respecto a algo... delicado? –Dijo mordiéndose el labio

-Siéntese conmigo Vanessa-Dije sacando una silla y poniéndosela para que se siente- Creo habérselo mencionada…es una representación de Romeo y Julieta hecha por una nueva compañía que está dando mucho que hablar en las ciudades en las que se han presentado-Comente mientras yo me sentaba. Vi como se mordía el labio, ese gesto en las féminas era de lo más sensual y encantador, al menos en mi forma de verlo. Sonreí por aquello estaba claro que no era el único interesado y ella me estaba siguiendo el juego.--Por supuesto, puede tener confianza conmigo..

Respondió a mi pregunta sobre la obra y asentí mientras me sentaba en la silla que me había ofrecido. Después se sentó y me dijo con una sonrisa que podía ser sincera con él. Dejando en paz mi labio, tomé una bocanada de aire y tras pensármelo un par de segundos volví a hablar.

- Verá... desde la cena no puedo evitar tener la sensación de que... le desagrado a su esposa. Ah, y creo que no la hecho ninguna gracia que usted me invite a acompañarles al teatro. ¿Cree que hice mal en aceptar su proposición? Porque aun está usted a tiempo de cambiar de idea... Además, creo que mi padre también se está replanteando las cosas. No puedo dejar de pensar que me estoy perdiendo algo. -dije haciéndome totalmente la despistada, aunque tenía una ligera idea del motivo de esa actitud.

Su forma de comportarse, sus maneras tan pausadas y "correctas"... Sus intenciones hacía rato que me habían quedado claras, pero tanto él como yo parecíamos disfrutar de ese juego. Un ligero estremecimiento me recorrió cuando alargó su mano para apartar un mechón de pelo de mi rostro.

- Si insiste de esa manera, no puedo negarme. Le acompañaré gustosa. -hice una pausa breve durante la cual volví a morderme el labio.- Tengo que admitir que a mi también me apetece volver a verle, aunque no sea apropiado reconocerlo en voz alta. Dios, mi padre habría montado en cólera de haber escuchado lo que acabo de decir. -añadí.

Definitivamente ambos habíamos admitido que había un mutuo interés y, ahora sí, yo que extrañamente me ponía nerviosa, empezaba a estarlo, y bastante. No tenía ni idea de si iba a pasar algo en esa biblioteca pero, aunque lo deseaba bastante, también temía que pasase. Por otro lado estaba el hecho de que sabía que pronto volvería a casa.

Sonreí levemente al escuchar su comentario sobre lo que tampoco era apropiado y, durante varios minutos ambos nos limitamos a observarnos. Por unas décimas de segundo creí que se iba a acercar para besarme, pero no lo hizo. En lugar de eso, urdió lo que sería nuestra "cohartada" para esa escapada a la biblioteca.

- Lástima, esa será una excusa que ya no podremos utilizar en caso de una futura y probable visita. -dije en tono ligeramente juguetón. Cuando se levantó lo hizo para volver con un libro que me ofreció. Esa mirada que me dedicó me cautivó por completo. ¿Pero qué me estaba pasando? Con la de pretendientes que había rechazado quien iba a pensar que él pudiese hacerme sentir estas cosas con tan poco. Cogí el libro devolviéndole la sonrisa. - Muchas gracias, señor Rousseau. Lo conservaré. Además estoy segura de que disfrutaré de su contenido.