Cena a la carta [Libre]
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Cena a la carta [Libre]
Mi cabello se alboroto con el viento. Era de noche y me hallaba sola, en medio de la calle. Alcé la vista mirando al cielo despejado de nubes. El cielo siempre era igual en todas partes. Observé el suelo con gran detalle y conté las líneas divisorias, formando cada pedazo de piedra. Pero un ser ínfimo, quedó atrapado en una de esas líneas.
-Una mariquita -exclamé en susurro. La cogí con los dedos y dejé que anduviese por la palma de mi mano. Era tan pequeñita... vulnerable y perdida como yo. Me acerqué tanto al insecto, que me puse bizca, con los ojos muy abiertos -No te preocupes. Te dejaré en un sitio seguro, para que nadie te pise -y eso hice. Coloqué a la mariquita en el alfeizar de una ventana. Ya no correría peligro.
No sabía donde ir, hasta que una voz despertó en mi la curiosidad. Metí las manos en los bolsillos de mi abrigo y seguí el sonido hasta un pequeño callejón. Estaba muy oscuro. Sólo diferencié dos siluetas al lado de un cubo de basura de hojalata.
-¡Mira lo que tenemos aquí! - escuché una voz masculina. Un gato gris, asustado por el eco que produjo su alarido dentro del callejón, salió disparado de entre unas cajas. Un animal tan temerario, no debería sobrecogerse por culpa de un mortal. Hice caso omiso de su comentario y me agaché, llamando con ternura al gato gris. Estire los dedos "misi, misi..." susurré indicándole el camino. La segunda sombra soltó una tímida carcajada varonil. Acaricié al gato con mucho cuidado, sintiendo su suave pelaje.
En menos de un segundo mi cerebro asimiló la situación: hombres. Dos. Edad: entre 25 y 30 años. Cantidad de alcohol en el cuerpo: excesiva. Estabilidad y equilibrio: dudables. Grado de estupidez: máximo.
Dejé marchar al animal, despidiéndome de él, con ayuda de una mano. Escuché el sonido de sus pisadas tras de mí. Estarían a dos metros de distancia. Uno de ellos, patinó ligeramente, pero sin llegar a caer sobre el suelo.
-¿Quieres jugar, preciosa? - me di la vuelta, enseñándoles mi mejor sonrisa, noblemente. Me quité el abrigo y lo dejé sobre una de las cajas, para que no se manchara -Así me gusta... cuanto antes te desnudes, antes empezaremos la diversión - entendí con dificultad. El habla quedaba contagiado por culpa del alcohol.
No me hacía falta respirar. Pero me gustaba sentir el aire. Notar como entraba ligero, dentro de mis pulmones. Una pestilencia horrible, procedente de una de las alcantarillas, me distrajo ¿Habría algo muerto? Los caballeros se acercaron a mí, entre risas. Uno de ellos, pegó la nariz junto a mi pelo y acarició mi cintura -Que bien oléis... - alcé el rostro, encontrándome con él. Altura: 1,75 -Siento no poder decir lo mismo de vos -susurré de modo musical, dejando el final de la frase, suspendido en un extraño falsete. El hombre volvió a reír, borracho como una cuba, al escuchar mi comentario. El otro caballero, apoyó la espalda en uno de los muros y acompañó a su amigo, riéndose sin ninguna explicación -Déjame que te quite esto - sus manos desabrocharon uno de mis botones superiores, dejando a la vista mi cuello. Sólo un botón. El hombre no pudo hacer nada más.
Todo ocurrió muy deprisa:
Flemática, rompí sus dedos con un movimiento sutil de mano. Agarré su cabeza, estampándola contra el suelo. Le arranqué media melena. Hundí el tacón en la palma de su mano rota y, entre alaridos de dolor, mordí su muñeca, alimentándome de él. "No creo que merezca un mordisco en el cuello". Lástima que se desmayase antes de arrebatárle, la columna vertebral de cuajo.
El otro caballero, quedó preso del pánico. Sus ojos no parecían entender lo que acababa de pasar. Tardó unos segundos en reaccionar, antes de salir corriendo, dando tumbos por la pared. Pero no consiguió salir del callejón airoso. Caminé sonriente tras él, contemplando como se caía. Terminó arrastrándose por el suelo, mirándome con espanto. Sus ojos se apagaron en cuanto mis manos atraparon su cabeza, desraizándola del cuello.
Acto seguido, recogí los cuerpos, abrí la alcantarilla y los metí dentro. Dedos rotos: 4. Cabezas cercenadas: 1. Luego saqué un pañuelo y limpié mi rostro. Narices rotas: 1, tendones atravesados: 2. Pelos de la cabeza extirpados: unos 57. Abroché el botón de mi vestido y me puse el abrigo encima con sumo cuidado. Cuando me dispuse a salir de allí, volví a escuchar algo. Unos pasos discretos, cerca de mi zona ¿Quién sería?
-Una mariquita -exclamé en susurro. La cogí con los dedos y dejé que anduviese por la palma de mi mano. Era tan pequeñita... vulnerable y perdida como yo. Me acerqué tanto al insecto, que me puse bizca, con los ojos muy abiertos -No te preocupes. Te dejaré en un sitio seguro, para que nadie te pise -y eso hice. Coloqué a la mariquita en el alfeizar de una ventana. Ya no correría peligro.
No sabía donde ir, hasta que una voz despertó en mi la curiosidad. Metí las manos en los bolsillos de mi abrigo y seguí el sonido hasta un pequeño callejón. Estaba muy oscuro. Sólo diferencié dos siluetas al lado de un cubo de basura de hojalata.
-¡Mira lo que tenemos aquí! - escuché una voz masculina. Un gato gris, asustado por el eco que produjo su alarido dentro del callejón, salió disparado de entre unas cajas. Un animal tan temerario, no debería sobrecogerse por culpa de un mortal. Hice caso omiso de su comentario y me agaché, llamando con ternura al gato gris. Estire los dedos "misi, misi..." susurré indicándole el camino. La segunda sombra soltó una tímida carcajada varonil. Acaricié al gato con mucho cuidado, sintiendo su suave pelaje.
En menos de un segundo mi cerebro asimiló la situación: hombres. Dos. Edad: entre 25 y 30 años. Cantidad de alcohol en el cuerpo: excesiva. Estabilidad y equilibrio: dudables. Grado de estupidez: máximo.
Dejé marchar al animal, despidiéndome de él, con ayuda de una mano. Escuché el sonido de sus pisadas tras de mí. Estarían a dos metros de distancia. Uno de ellos, patinó ligeramente, pero sin llegar a caer sobre el suelo.
-¿Quieres jugar, preciosa? - me di la vuelta, enseñándoles mi mejor sonrisa, noblemente. Me quité el abrigo y lo dejé sobre una de las cajas, para que no se manchara -Así me gusta... cuanto antes te desnudes, antes empezaremos la diversión - entendí con dificultad. El habla quedaba contagiado por culpa del alcohol.
No me hacía falta respirar. Pero me gustaba sentir el aire. Notar como entraba ligero, dentro de mis pulmones. Una pestilencia horrible, procedente de una de las alcantarillas, me distrajo ¿Habría algo muerto? Los caballeros se acercaron a mí, entre risas. Uno de ellos, pegó la nariz junto a mi pelo y acarició mi cintura -Que bien oléis... - alcé el rostro, encontrándome con él. Altura: 1,75 -Siento no poder decir lo mismo de vos -susurré de modo musical, dejando el final de la frase, suspendido en un extraño falsete. El hombre volvió a reír, borracho como una cuba, al escuchar mi comentario. El otro caballero, apoyó la espalda en uno de los muros y acompañó a su amigo, riéndose sin ninguna explicación -Déjame que te quite esto - sus manos desabrocharon uno de mis botones superiores, dejando a la vista mi cuello. Sólo un botón. El hombre no pudo hacer nada más.
Todo ocurrió muy deprisa:
Flemática, rompí sus dedos con un movimiento sutil de mano. Agarré su cabeza, estampándola contra el suelo. Le arranqué media melena. Hundí el tacón en la palma de su mano rota y, entre alaridos de dolor, mordí su muñeca, alimentándome de él. "No creo que merezca un mordisco en el cuello". Lástima que se desmayase antes de arrebatárle, la columna vertebral de cuajo.
El otro caballero, quedó preso del pánico. Sus ojos no parecían entender lo que acababa de pasar. Tardó unos segundos en reaccionar, antes de salir corriendo, dando tumbos por la pared. Pero no consiguió salir del callejón airoso. Caminé sonriente tras él, contemplando como se caía. Terminó arrastrándose por el suelo, mirándome con espanto. Sus ojos se apagaron en cuanto mis manos atraparon su cabeza, desraizándola del cuello.
Acto seguido, recogí los cuerpos, abrí la alcantarilla y los metí dentro. Dedos rotos: 4. Cabezas cercenadas: 1. Luego saqué un pañuelo y limpié mi rostro. Narices rotas: 1, tendones atravesados: 2. Pelos de la cabeza extirpados: unos 57. Abroché el botón de mi vestido y me puse el abrigo encima con sumo cuidado. Cuando me dispuse a salir de allí, volví a escuchar algo. Unos pasos discretos, cerca de mi zona ¿Quién sería?
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 02/12/2010
Edad : 854
Localización : Montmartre
Re: Cena a la carta [Libre]
No me pensé demasiado lo de marcharme a las Américas, es más me fui solo (como a mí me gustaba hacer).
Quería dejar las cosas en su sitio, todo bien amoblado, no dar ningún paso precipitado sobre lo que me estaba ocurriendo en estas últimas semanas, pensaba dejar las clases de la señorita Johnson a un lado, y a Alma de otro, bueno ella es otro punto, demasiado complicado de explicar.
Por lo que desaparecer por unos días sería la mejor opción, para mí y para el resto, en cualquier caso ¿alguien me echaría de menos? Realmente me da igual. No esperé marchar con mi grupo al Nuevo Mundo, no, porque mentalmente ya estaba agotado, de ellos y del mundo.
Tardé largos días en llegar a mi destino: el puerto de Nueva York.
Finalmente me vi a mi mismo caminando por las calles de Brooklyn, sin más compañero que mi saxo y mi pequeña maleta, he de reconocer que no me había preparado concienzudamente para el viaje ¿qué vamos a hacerle?
La noche cubría los tejados, los gatos saltaban ágilmente de una ventana a otra, las chimeneas humeaban imposibilitándote la visión de las estrellas, ¿y qué importa? Como si alguna vez hubiese tenido tiempo para hacer tal cosa, pues las estrellas para mí están en la tierra.
Deseaba dejar el equipaje en el hotel para inspeccionar un poco la ciudad. Antes de salir de mi habitación (muy reducida de espacio, por cierto) me quedé mirando el Revólver que me había comprado antes de salir de Londres, era de las primeras unidades, no estaba muy convencido de su efectividad, pero necesitaba cubrirme las espaldas. Estaba bien cargada por ocho balas. Escondí la pistola en la parte de atrás de mis pantalones, asegurándome del continuo contacto, esperé que aquello no se accionase solo, porque sería la risa.
Salí de allí y me estanqué en la primera taberna que vi, no pretendí emborracharme pero sí olvidar. No sé cuánto estuve, pues me quedé dormido, al despertar tenía la cabeza sobre mi brazo, y aún había gente parloteando en el antro. Salí de allí muerto de asco.
Me iba abrochando la cazadora a medida que mis pasos me alejaban de allí, iba cabizbajo, tambaleándome, sí, allí nadie me conocía.
Me asomé por uno de los callejones apoyando el peso de mi cuerpo en uno de los muros, siempre he sido muy temerario. Di unos pasos sin dejar de sostenerme en el muro, a lo lejos pude ver la figura de una mujer, indudablemente, maldita sea, cuánto me recordaba esa escena al encuentro con 'la gatita' en aquel callejón londinense, lo primero que pensé en mi propio delirio es que sería ella, pero eso era un estupidez.
Al acercarme más, la joven se giró, abrí los ojos sin entender por qué demonios la juventud de hoy en día se dedica a pasear a estas horas de la noche, en lugares como estos, pero no dije nada, estaba yo muy jodido con lo mío, como para meterme en una más gorda.
Pasé de largo, cruzando las cajas. ¿Para qué seguir? No muy lejos de dónde había visto ese espejismo, me senté en una escalera metálica, cerré los ojos, porque para lo que había que ver.
No quise moverme, ni volver al hotel, a ese cuchitril, esperaría a la mañana allí sentado, como si fuese un vagabundo, pues no estaba lejos de la realidad, yo vagaba por el mundo, incapaz de quedarme en un sitio. –La vida es una mierda…- Murmuré muy por lo bajo.
Unos gatos callejeros se subieron por mi misma escalera, mirándome con curiosidad, yo no les presté atención.
Quería dejar las cosas en su sitio, todo bien amoblado, no dar ningún paso precipitado sobre lo que me estaba ocurriendo en estas últimas semanas, pensaba dejar las clases de la señorita Johnson a un lado, y a Alma de otro, bueno ella es otro punto, demasiado complicado de explicar.
Por lo que desaparecer por unos días sería la mejor opción, para mí y para el resto, en cualquier caso ¿alguien me echaría de menos? Realmente me da igual. No esperé marchar con mi grupo al Nuevo Mundo, no, porque mentalmente ya estaba agotado, de ellos y del mundo.
Tardé largos días en llegar a mi destino: el puerto de Nueva York.
Finalmente me vi a mi mismo caminando por las calles de Brooklyn, sin más compañero que mi saxo y mi pequeña maleta, he de reconocer que no me había preparado concienzudamente para el viaje ¿qué vamos a hacerle?
La noche cubría los tejados, los gatos saltaban ágilmente de una ventana a otra, las chimeneas humeaban imposibilitándote la visión de las estrellas, ¿y qué importa? Como si alguna vez hubiese tenido tiempo para hacer tal cosa, pues las estrellas para mí están en la tierra.
Deseaba dejar el equipaje en el hotel para inspeccionar un poco la ciudad. Antes de salir de mi habitación (muy reducida de espacio, por cierto) me quedé mirando el Revólver que me había comprado antes de salir de Londres, era de las primeras unidades, no estaba muy convencido de su efectividad, pero necesitaba cubrirme las espaldas. Estaba bien cargada por ocho balas. Escondí la pistola en la parte de atrás de mis pantalones, asegurándome del continuo contacto, esperé que aquello no se accionase solo, porque sería la risa.
Salí de allí y me estanqué en la primera taberna que vi, no pretendí emborracharme pero sí olvidar. No sé cuánto estuve, pues me quedé dormido, al despertar tenía la cabeza sobre mi brazo, y aún había gente parloteando en el antro. Salí de allí muerto de asco.
Me iba abrochando la cazadora a medida que mis pasos me alejaban de allí, iba cabizbajo, tambaleándome, sí, allí nadie me conocía.
Me asomé por uno de los callejones apoyando el peso de mi cuerpo en uno de los muros, siempre he sido muy temerario. Di unos pasos sin dejar de sostenerme en el muro, a lo lejos pude ver la figura de una mujer, indudablemente, maldita sea, cuánto me recordaba esa escena al encuentro con 'la gatita' en aquel callejón londinense, lo primero que pensé en mi propio delirio es que sería ella, pero eso era un estupidez.
Al acercarme más, la joven se giró, abrí los ojos sin entender por qué demonios la juventud de hoy en día se dedica a pasear a estas horas de la noche, en lugares como estos, pero no dije nada, estaba yo muy jodido con lo mío, como para meterme en una más gorda.
Pasé de largo, cruzando las cajas. ¿Para qué seguir? No muy lejos de dónde había visto ese espejismo, me senté en una escalera metálica, cerré los ojos, porque para lo que había que ver.
No quise moverme, ni volver al hotel, a ese cuchitril, esperaría a la mañana allí sentado, como si fuese un vagabundo, pues no estaba lejos de la realidad, yo vagaba por el mundo, incapaz de quedarme en un sitio. –La vida es una mierda…- Murmuré muy por lo bajo.
Unos gatos callejeros se subieron por mi misma escalera, mirándome con curiosidad, yo no les presté atención.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Cena a la carta [Libre]
Mis sentidos se agudizaron al instante. Con los ojos muy abiertos, contemplé la figura de un hombre, bajo la luz de una farola. Se quedó mirándome, pasmado. No entendí por qué.
Se sentó en un pequeño escalón. Su cuerpo se curvó con la mirada perdida. Un humano triste y sólo. Como todos... Dijo algo, en voz baja. Pero fue como si lo hubiese susurrado justo, en mi diminuto oído.
-La vida es una mierda…- ¡Una palabrota! Me tapé la boca con la mano y me acerqué a él, con sigilo. Mis labios y mis ojos eran incapaces de cerrarse, presos de la expectación. Uno no debería sentenciar la vida, tan a la ligera. Nunca sabes cuando se va a acabar. Y para un humano, es más fugaz de lo que se piensa. Como una estrella...
Me arrodillé sobre mis piernecitas, alzando su rostro con una de mis manos.
Hombres: uno. Temperatura: elevada. Estado: deprimido. En reposo. A 70 latidos por minuto. Cantidad de alcohol en la sangre: indefinida.
-Creo que estáis borracho, Monsieur - susurré en bajito, sin pestañear y poniendo la boca en forma de puchero. Recorrí con la mirada su rostro hasta dar con la vena de su cuello. Me quedé ensimismada, por el sonido de su latido. A pesar de haberme alimentado, mi piel aún estaba templada. Pero al apartar la mano, noté la palma cálida. Era curioso volver a sentirse humana por unos segundos, hasta que la calidez se desvanecía. Sentía morir una y otra vez, cuando tocaba a un ser vivo -¿Cómo os llamáis? - pregunté con voz melodiosa y fisgona, acercándome al humano, para ver su rostro de cerca de forma intrusa. Sus líneas faciales se marcaban de forma varonil -Oléis de maravilla - Había cerrado los ojos, para aspirar su esencia. Pero algo cubrió el delicado perfume, por un momento. Pólvora... ¡Un hombre armado! La sonrisa se dibujó en mi semblante, por vez primera ¿Sería un capo de la mafia? - Que emocionante... - abrí los ojos fascinada.
Se sentó en un pequeño escalón. Su cuerpo se curvó con la mirada perdida. Un humano triste y sólo. Como todos... Dijo algo, en voz baja. Pero fue como si lo hubiese susurrado justo, en mi diminuto oído.
-La vida es una mierda…- ¡Una palabrota! Me tapé la boca con la mano y me acerqué a él, con sigilo. Mis labios y mis ojos eran incapaces de cerrarse, presos de la expectación. Uno no debería sentenciar la vida, tan a la ligera. Nunca sabes cuando se va a acabar. Y para un humano, es más fugaz de lo que se piensa. Como una estrella...
Me arrodillé sobre mis piernecitas, alzando su rostro con una de mis manos.
Hombres: uno. Temperatura: elevada. Estado: deprimido. En reposo. A 70 latidos por minuto. Cantidad de alcohol en la sangre: indefinida.
-Creo que estáis borracho, Monsieur - susurré en bajito, sin pestañear y poniendo la boca en forma de puchero. Recorrí con la mirada su rostro hasta dar con la vena de su cuello. Me quedé ensimismada, por el sonido de su latido. A pesar de haberme alimentado, mi piel aún estaba templada. Pero al apartar la mano, noté la palma cálida. Era curioso volver a sentirse humana por unos segundos, hasta que la calidez se desvanecía. Sentía morir una y otra vez, cuando tocaba a un ser vivo -¿Cómo os llamáis? - pregunté con voz melodiosa y fisgona, acercándome al humano, para ver su rostro de cerca de forma intrusa. Sus líneas faciales se marcaban de forma varonil -Oléis de maravilla - Había cerrado los ojos, para aspirar su esencia. Pero algo cubrió el delicado perfume, por un momento. Pólvora... ¡Un hombre armado! La sonrisa se dibujó en mi semblante, por vez primera ¿Sería un capo de la mafia? - Que emocionante... - abrí los ojos fascinada.
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 02/12/2010
Edad : 854
Localización : Montmartre
Re: Cena a la carta [Libre]
Yo seguí con lo mío, que no era mucho, así que cuando algo o alguien, alzó mi cabeza, por poco me da algo ¡era la joven de antes!, arrodillada delante de mí “¿Qué demonios?” No sé qué clase de mueca puse, de susto supongo.
“Qué atrevidas son las americanas…” pensé parpadeando sin comprender a quién se le ocurría.
Ahora bien ¿Por qué me miraba así? ¿Qué intentaba? ¿Qué diantres le pasaba? ¿Qué se le había perdido? ¿Estaba soñando? ¿Qué me habían metido en la bebida? Por el amor de Dios…
- Creo que estáis borracho, Monsieur - ¡Guau! Qué observadora. ¿Y qué tenía de malo que estuviera borracho? ¿Hacía algún mal a alguien? ¿La calle era suya? ¿Qué? ¿Por qué era tan rara? Bueno… quizá el raro era yo, no lo sé. Apartó su mano, yo ladeé la cabeza, cansada ya de sostenerse.
-¿Cómo os llamáis?- Asentí levemente con una sonrisa de suficiencia en el rostro. Se creía que se lo iba a decir, iba lista. Se acercó aún más a mí, yo miré a todos lados, me estaba cohibiendo, -Oléis de maravilla - ¡Esa tía estaba loca! Hazme caso ¡Dejadme tranquilo! Me dije a mi mismo incapaz de decirlo en alto.
¡Me estaba oliendo! Después pude ver una sonrisa asomándose, ¿y ahora qué le pasa? Debe ser una desquiciada de la vida… - Que emocionante... – Enarqué una ceja incrédulo. Se me escapó una risotada, no había visto cosa igual…vamos, jamás.
-Sí ¿eh? No quepo en mí de lo emocionante que está siendo…esto.- Mi sonrisa se torno agria, la miré con tranquilidad, no parecía mala chica, pero no entendí por qué se paraba delante de un desconocido ¡encima borracho! ¡Podría aprovecharme de ella! ¿Eso no le pasó por la cabeza? ¿No me temía? O ¿qué pasa?
–No iréis a pensar que os voy a decir mi nombre así por las buenas ¿verdad?- Criatura inocente. - ¿Necesitáis compañía? – Eso era lo que parecía, la eché un vistazo superficialmente. - Alma cándida.- Suspiré entrecortadamente. –No creo que mi compañía sea la que estáis buscando… no os lo recomiendo.- Apoyé mi cabeza en el muro, mirándome una de mis manos.
–En cualquier caso… ¿qué os ocurre? ¿qué queréis de mí?- pregunté por curiosidad.
“Qué atrevidas son las americanas…” pensé parpadeando sin comprender a quién se le ocurría.
Ahora bien ¿Por qué me miraba así? ¿Qué intentaba? ¿Qué diantres le pasaba? ¿Qué se le había perdido? ¿Estaba soñando? ¿Qué me habían metido en la bebida? Por el amor de Dios…
- Creo que estáis borracho, Monsieur - ¡Guau! Qué observadora. ¿Y qué tenía de malo que estuviera borracho? ¿Hacía algún mal a alguien? ¿La calle era suya? ¿Qué? ¿Por qué era tan rara? Bueno… quizá el raro era yo, no lo sé. Apartó su mano, yo ladeé la cabeza, cansada ya de sostenerse.
-¿Cómo os llamáis?- Asentí levemente con una sonrisa de suficiencia en el rostro. Se creía que se lo iba a decir, iba lista. Se acercó aún más a mí, yo miré a todos lados, me estaba cohibiendo, -Oléis de maravilla - ¡Esa tía estaba loca! Hazme caso ¡Dejadme tranquilo! Me dije a mi mismo incapaz de decirlo en alto.
¡Me estaba oliendo! Después pude ver una sonrisa asomándose, ¿y ahora qué le pasa? Debe ser una desquiciada de la vida… - Que emocionante... – Enarqué una ceja incrédulo. Se me escapó una risotada, no había visto cosa igual…vamos, jamás.
-Sí ¿eh? No quepo en mí de lo emocionante que está siendo…esto.- Mi sonrisa se torno agria, la miré con tranquilidad, no parecía mala chica, pero no entendí por qué se paraba delante de un desconocido ¡encima borracho! ¡Podría aprovecharme de ella! ¿Eso no le pasó por la cabeza? ¿No me temía? O ¿qué pasa?
–No iréis a pensar que os voy a decir mi nombre así por las buenas ¿verdad?- Criatura inocente. - ¿Necesitáis compañía? – Eso era lo que parecía, la eché un vistazo superficialmente. - Alma cándida.- Suspiré entrecortadamente. –No creo que mi compañía sea la que estáis buscando… no os lo recomiendo.- Apoyé mi cabeza en el muro, mirándome una de mis manos.
–En cualquier caso… ¿qué os ocurre? ¿qué queréis de mí?- pregunté por curiosidad.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
Localización : La Clave de Sol
Re: Cena a la carta [Libre]
Me reí como una boba, acompañándole en su risotada. Retumbó en el callejón, quedando por encima de la suya.
-Sí ¿eh? No quepo en mí de lo emocionante que está siendo…esto.- pestañeé dos veces, ensimismada, con la boca abierta. Estaba anonadada. Sus palabras significaron, mucho para mí. Era de sumo grado, saber que había contribuido, a sacar al chico, de su ensimismamiento.
–No iréis a pensar que os voy a decir mi nombre así por las buenas ¿verdad?- asentí con la cabeza, dándole la razón. Era mucho más divertido, adivinar como se llamaba. Llevé las manos a mi boca, pensativa. Tenía cara de... Ronald ¡No! espera, espera. De... Henry ¡Caramba! ¡Qué difícil! - ¿Necesitáis compañía? – ¿En que estaba pensando? Bueno, es igual ¿Se estaba ofreciendo? ¡Qué amable! Sonreí con entusiasmo, asintiendo con la cabeza. Era mi respuesta a su pregunta. Quise espachurrarle los mofletes pero, temí desencajarle la mandíbula en el intento. A veces, me costaba controlar la fuerza, debido a mi impulsividad - Alma cándida.- entonces le miré con recelo, por una vez. Yo no tenía alma -No creo que mi compañía sea la que estáis buscando… no os lo recomiendo.- observé su rostro, cejijunta, sin comprender ¿Me acompañaba aquella noche? O, al final ¿No, me acompañaba aquella noche? Se miró una mano ¿Por qué? ¿Tenía algo en ella? Herido no estaba. Lo hubiese olido a dos kilómetros de distancia -En cualquier caso… ¿qué os ocurre? ¿qué queréis de mí?-
Mis ojos se encontraban fijos en un único punto, llegando a no controlar el impulso de inclinar mi cabeza hacia delante, para poder ver aquel lugar de cerca. Cogí su mano y cotilleé, recorriendo las líneas de la palma con esmero. Era extraño, llamativo, su comportamiento. La volví del revés y del derecho un millar de veces, buscando sin demora. Pero no había nada. Quizás fuese el brazo... ¿Le pasaba algo en el brazo? -Os llamáis Memphis... Y sois vos, quien necesitáis compañía - dije desabrochando el puño de su camisa -Yo me ofrezco a acompañaros esta noche - chasqueé la lengua al retirar la manga y ver: cero. Quizás fuese el hombro... -A mí... no me ocurre nada. Y lo único que quiero saber, es... - fui incapaz de llegar al hombro. Quizás si lo intentaba por arriba... Por el cuello de su camisa. ¡Uy! no. El cuello, no. Crucé los brazos muy molesta. Que rabia me daba. -¿Qué diantres os pasa en la mano? - recórcholis...
-Sí ¿eh? No quepo en mí de lo emocionante que está siendo…esto.- pestañeé dos veces, ensimismada, con la boca abierta. Estaba anonadada. Sus palabras significaron, mucho para mí. Era de sumo grado, saber que había contribuido, a sacar al chico, de su ensimismamiento.
–No iréis a pensar que os voy a decir mi nombre así por las buenas ¿verdad?- asentí con la cabeza, dándole la razón. Era mucho más divertido, adivinar como se llamaba. Llevé las manos a mi boca, pensativa. Tenía cara de... Ronald ¡No! espera, espera. De... Henry ¡Caramba! ¡Qué difícil! - ¿Necesitáis compañía? – ¿En que estaba pensando? Bueno, es igual ¿Se estaba ofreciendo? ¡Qué amable! Sonreí con entusiasmo, asintiendo con la cabeza. Era mi respuesta a su pregunta. Quise espachurrarle los mofletes pero, temí desencajarle la mandíbula en el intento. A veces, me costaba controlar la fuerza, debido a mi impulsividad - Alma cándida.- entonces le miré con recelo, por una vez. Yo no tenía alma -No creo que mi compañía sea la que estáis buscando… no os lo recomiendo.- observé su rostro, cejijunta, sin comprender ¿Me acompañaba aquella noche? O, al final ¿No, me acompañaba aquella noche? Se miró una mano ¿Por qué? ¿Tenía algo en ella? Herido no estaba. Lo hubiese olido a dos kilómetros de distancia -En cualquier caso… ¿qué os ocurre? ¿qué queréis de mí?-
Mis ojos se encontraban fijos en un único punto, llegando a no controlar el impulso de inclinar mi cabeza hacia delante, para poder ver aquel lugar de cerca. Cogí su mano y cotilleé, recorriendo las líneas de la palma con esmero. Era extraño, llamativo, su comportamiento. La volví del revés y del derecho un millar de veces, buscando sin demora. Pero no había nada. Quizás fuese el brazo... ¿Le pasaba algo en el brazo? -Os llamáis Memphis... Y sois vos, quien necesitáis compañía - dije desabrochando el puño de su camisa -Yo me ofrezco a acompañaros esta noche - chasqueé la lengua al retirar la manga y ver: cero. Quizás fuese el hombro... -A mí... no me ocurre nada. Y lo único que quiero saber, es... - fui incapaz de llegar al hombro. Quizás si lo intentaba por arriba... Por el cuello de su camisa. ¡Uy! no. El cuello, no. Crucé los brazos muy molesta. Que rabia me daba. -¿Qué diantres os pasa en la mano? - recórcholis...
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/12/2010
Edad : 854
Localización : Montmartre
Re: Cena a la carta [Libre]
Bien, el revólver estaba en su sitio ¿acaso pensaba usarla contra ella? Pero si no me estaba haciendo nada, solo incomodándome ¿no es suficiente?... Tal vez…
Me cogió de la mano impulsivamente, estiré un poco de ella para dejárselo más fácil, con este tipo de gente no hay que ponerse receloso.
La frialdad de sus manos me tensó, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, como si de un látigo se tratase, vaya.
Estudió concienzudamente cada detalle de mi mano ¿qué buscaba?, esperé que no le diera por crujirme los dedos, o ¡yo qué sé qué! Mis pulsaciones se dispararon al pensar esa posibilidad.
-Os llamáis Memphis...- Por ejemplo…- murmuré con una sonrisa tensa. -Y sois vos, quien necesitáis compañía.- ¿Eh? No, espera, espera… ¡me estaba desabrochando el puño de la camisa! ¿De dónde demonios había salido esta criatura? - Yo me ofrezco a acompañaros esta noche – Mi brazo quedó al descubierto. Yo la miré desconcertado ¿su compañía? Soy un imán para las locas ¿qué voy a hacerle? Es algo innato.
-A mí... no me ocurre nada.- Segurísimo que no… ¿cómo pude pensar que le ocurría algo? ¡Hombre, por favor! -Y lo único que quiero saber, es...- me estaba subiendo más y más la camisa junto con la cazadora, haciéndome daño.
Sus manos se movieron rápidas, intentando ¿QUÉ? Me puso nervioso ¿quería desnudarme y no sabía cómo? ¿Era eso? Porque si era eso… ¡que lo dijese!, bajé la manga hasta el puño con el ceño fruncido, era como tratar con una cría.
Después se cruzó de brazos desencantada, su gesto me provocó risa. -¿Qué diantres os pasa en la mano?- Abrí la boca mostrando una sonrisa ¿tierna? No sé, algo parecido.
–No me pasa nada en la mano, no te preocupes más.- Me levanté despacio de aquella escalera, agarrando a la joven de los brazos para que se pusiera de pie. – Así que pensáis…que necesito…compañía. Y os ofrecéis, vaya mi suerte, a darme la vuestra. – Me quedé mirando su inocente expresión con atención. Bueno quizá podía alejarla de allí, llevándola a un lugar seguro, donde el tránsito de personas fuera abundante.
– Me siento tan, tan afortunado.- sonreí creíblemente ofreciéndola mi brazo.
-¿Cómo…cómo debo llamaros a vos?...Ehm ¿California? Sííí…- reí agarrando suavemente su brazo para avanzar por aquel oscuro callejón.
–Vamos, seguro que encontraremos un lugar más agradable donde charlar.- ¿Charlar? Bueno…quien dice charlar, dice…dejarla allí e irse como quien no quiere la cosa. Me reí por lo bajo. – California ¿Qué les dais a los mininos para que nos asedien de esta manera?- ¡Madre mía! No paraban de venir felinos a nuestro paso.
Me cogió de la mano impulsivamente, estiré un poco de ella para dejárselo más fácil, con este tipo de gente no hay que ponerse receloso.
La frialdad de sus manos me tensó, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, como si de un látigo se tratase, vaya.
Estudió concienzudamente cada detalle de mi mano ¿qué buscaba?, esperé que no le diera por crujirme los dedos, o ¡yo qué sé qué! Mis pulsaciones se dispararon al pensar esa posibilidad.
-Os llamáis Memphis...- Por ejemplo…- murmuré con una sonrisa tensa. -Y sois vos, quien necesitáis compañía.- ¿Eh? No, espera, espera… ¡me estaba desabrochando el puño de la camisa! ¿De dónde demonios había salido esta criatura? - Yo me ofrezco a acompañaros esta noche – Mi brazo quedó al descubierto. Yo la miré desconcertado ¿su compañía? Soy un imán para las locas ¿qué voy a hacerle? Es algo innato.
-A mí... no me ocurre nada.- Segurísimo que no… ¿cómo pude pensar que le ocurría algo? ¡Hombre, por favor! -Y lo único que quiero saber, es...- me estaba subiendo más y más la camisa junto con la cazadora, haciéndome daño.
Sus manos se movieron rápidas, intentando ¿QUÉ? Me puso nervioso ¿quería desnudarme y no sabía cómo? ¿Era eso? Porque si era eso… ¡que lo dijese!, bajé la manga hasta el puño con el ceño fruncido, era como tratar con una cría.
Después se cruzó de brazos desencantada, su gesto me provocó risa. -¿Qué diantres os pasa en la mano?- Abrí la boca mostrando una sonrisa ¿tierna? No sé, algo parecido.
–No me pasa nada en la mano, no te preocupes más.- Me levanté despacio de aquella escalera, agarrando a la joven de los brazos para que se pusiera de pie. – Así que pensáis…que necesito…compañía. Y os ofrecéis, vaya mi suerte, a darme la vuestra. – Me quedé mirando su inocente expresión con atención. Bueno quizá podía alejarla de allí, llevándola a un lugar seguro, donde el tránsito de personas fuera abundante.
– Me siento tan, tan afortunado.- sonreí creíblemente ofreciéndola mi brazo.
-¿Cómo…cómo debo llamaros a vos?...Ehm ¿California? Sííí…- reí agarrando suavemente su brazo para avanzar por aquel oscuro callejón.
–Vamos, seguro que encontraremos un lugar más agradable donde charlar.- ¿Charlar? Bueno…quien dice charlar, dice…dejarla allí e irse como quien no quiere la cosa. Me reí por lo bajo. – California ¿Qué les dais a los mininos para que nos asedien de esta manera?- ¡Madre mía! No paraban de venir felinos a nuestro paso.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
–No me pasa nada en la mano, no te preocupes más.- me ayudó a incorporarme ¡Que amable! pocas veces la gente se portaba así conmigo ¿Por qué todo el mundo terminaba huyendo de mí? nunca lo comprenderé... – Así que pensáis…que necesito…compañía. Y os ofrecéis, vaya mi suerte, a darme la vuestra. – se quedó mirando mi rostro. Me producía una tremenda dulzura. A mi percepción, Memphis era un buen hombre. No me corrigió, con lo cual, deduje que... ¡Había acertado! Estaba presa por la sorpresa ¡Mis sentidos vampíricos se estaban desarrollando a ritmo vertiginoso!
– Me siento tan, tan afortunado.- me deshice cuando sonrió de oreja a oreja. Era todo un caballero -¿Cómo…cómo debo llamaros a vos?...Ehm ¿California? Sííí…- negué con la cabeza entristecida. No acertó mi nombre. Que lastimita. Dejé que me guiara fuera del callejón, sintiendo su brazo enlazado al mío.
-No - negué con la cabeza -Yo me llamo Eva - asentí con lentitud, frunciendo los labios, como si sintiese muchísimo su fallo.
–Vamos, seguro que encontraremos un lugar más agradable donde charlar.- ¿Dónde? ¡Qué emocionante! sonreí de puro gozo. Quería saltar, brincar, chillar ¿Donde íbamos? me moría por descubrir la sorpresa – California ¿Qué les dais a los mininos para que nos asedien de esta manera?- mi gesto cambió de inmediato, tornándose receloso. Con gran seriedad, observé a los gatos, a nuestro alrededor, sabiendo la razón.
-He dicho... que me llamo Eva... - le taladré con la mirada, para que quedase claro. Cuando uno falla... ¡Debe seguir adivinando! y yo... no iba a decírselo -Y los gatitos se están volviendo locos con el olor de la alcantarilla - los cadáveres se pudrían lentamente bajo las calles americanas.
Caminamos hasta llegar a una plaza. La primavera era una época excelente, para dar largos paseos por las noches -¿Y donde me lleváis, monsieur ¡No puedo imaginarlo! ¿Y si nos subimos al ático de un edificio? - reí apoyando la cabeza sobre su hombro, incapaz de contener la carcajada -¿De donde sois, monsieur? ¿Americano? seguro que si... - sonreí coqueta -Parecéis americano ¿Cómo lo hacéis? yo siempre quise ser americana - comenté muy segura de mí misma -Pero me tocó nacer en Francia ¿No os ocurre? Si hubieseis podido desear donde nacer ¿donde sería? A mí, me pasa muchas veces. También con el color del cabello - pasamos por delante de una floristería ¡Gardenias, margaritas, lilas, magnolias y dalias! eran preciosas... -Monsieur, comprarme una flor, por favor - supliqué, tirando de su brazo, para arrastrarle hasta el lugar.
– Me siento tan, tan afortunado.- me deshice cuando sonrió de oreja a oreja. Era todo un caballero -¿Cómo…cómo debo llamaros a vos?...Ehm ¿California? Sííí…- negué con la cabeza entristecida. No acertó mi nombre. Que lastimita. Dejé que me guiara fuera del callejón, sintiendo su brazo enlazado al mío.
-No - negué con la cabeza -Yo me llamo Eva - asentí con lentitud, frunciendo los labios, como si sintiese muchísimo su fallo.
–Vamos, seguro que encontraremos un lugar más agradable donde charlar.- ¿Dónde? ¡Qué emocionante! sonreí de puro gozo. Quería saltar, brincar, chillar ¿Donde íbamos? me moría por descubrir la sorpresa – California ¿Qué les dais a los mininos para que nos asedien de esta manera?- mi gesto cambió de inmediato, tornándose receloso. Con gran seriedad, observé a los gatos, a nuestro alrededor, sabiendo la razón.
-He dicho... que me llamo Eva... - le taladré con la mirada, para que quedase claro. Cuando uno falla... ¡Debe seguir adivinando! y yo... no iba a decírselo -Y los gatitos se están volviendo locos con el olor de la alcantarilla - los cadáveres se pudrían lentamente bajo las calles americanas.
Caminamos hasta llegar a una plaza. La primavera era una época excelente, para dar largos paseos por las noches -¿Y donde me lleváis, monsieur ¡No puedo imaginarlo! ¿Y si nos subimos al ático de un edificio? - reí apoyando la cabeza sobre su hombro, incapaz de contener la carcajada -¿De donde sois, monsieur? ¿Americano? seguro que si... - sonreí coqueta -Parecéis americano ¿Cómo lo hacéis? yo siempre quise ser americana - comenté muy segura de mí misma -Pero me tocó nacer en Francia ¿No os ocurre? Si hubieseis podido desear donde nacer ¿donde sería? A mí, me pasa muchas veces. También con el color del cabello - pasamos por delante de una floristería ¡Gardenias, margaritas, lilas, magnolias y dalias! eran preciosas... -Monsieur, comprarme una flor, por favor - supliqué, tirando de su brazo, para arrastrarle hasta el lugar.
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
Pues bien, la joven con la que hablaba se hacía llamar Eva, y cada vez me llamaba más la atención, para mi fastidio. -He dicho... que me llamo Eva... – Qué carácter. Asentí dándole la razón, porque lo último que quería era que se pusiera a chillar. Cuidado con las bromas, me apunté. - Y los gatitos se están volviendo locos con el olor de la alcantarilla – Puse una mueca de asco, arrepintiéndome de haber preguntado nada. Seguimos la caminata, evité pensar en mi desgracia profesional mientras paseábamos, y por suerte ahí estaba la chiquilla para sacarme de mis mundanos pensamientos. - ¿Y dónde me lleváis, Monsieur? ¡No puedo imaginarlo!- Yo tampoco hija, yo tampoco.- ¿Y si nos subimos al ático de un edificio? – Reí nervioso, sin explicarme el por qué. Qué cosas se le ocurrían, me dieron ganas de darle unas palmaditas en el brazo. -¿De dónde sois, monsieur? ¿Americano? seguro que si... – Si le decía la verdad se iba a desilusionar ¡seguro! Levanté las cejas sin saber cuándo sería mi turno para hablar. -Parecéis americano ¿Cómo lo hacéis? yo siempre quise ser americana – Miré hacia otro lado con los ojos bien abiertos, no me pude creer lo que estaba haciendo. Al final me iba a volver loco.-Pero me tocó nacer en Francia ¿No os ocurre? Si hubieseis podido desear donde nacer ¿donde sería? A mí, me pasa muchas veces. También con el color del cabello – Se me escapó una carcajada tras su comentario, no supe cómo calificarla, era un espécimen de lo más extravagante, en el más amplio sentido de la palabra. –Sí…soy americano, de Mississippi.- “¿De Mississippi?” ¿Qué? A mí me gusta. ¡Joder! No tenía acento americano, más bien inglés, por los años que había pasado en Inglaterra. “¿Y qué me dices de tu alemán?” Ahí está, recubierto de telarañas. Hacía tanto, tanto tiempo que no pisaba mi tierra natal. -¿Dónde me habría gustado nacer?- Carraspeé un poco pensando un lugar adecuado. –Ahmm… No encuentro un lugar mejor dónde poder haber nacido, soy muy patriota.- Y ya está, me quitaba el muerto de encima como yo solo sabía. Levanté la mano para seguir hablando, borracho hablaba más de la cuenta, cuando me detuvo su brazo. -Monsieur, comprarme una flor, por favor.
-¿Qué? ¿Una flor?- Pregunté aturdido. Me obligó a quedar frente a la floristería, que yo había ignorado por completo al pasar. No le voy a comprar una maldita flor. “¡Cómprale la flor! ¿Qué te cuesta?” Sonreí forzosamente, casi cerrando los ojos. Joder…lo que hay que hacer… pensé sacándome un par de dólares ¿Qué flor sería su preferida? Miré al propietario. –Elige la que más te guste.- A mi me daba realmente igual, las flores nunca fueron mi punto fuerte, ni mi debilidad, en cambio había otras flores…que… Vale, vale. Esperé a que escogiese alguna, esperaba que no fuera muy caprichosa, aunque algo me decía que lo sería. -¡No! Escogeré yo.- Tampoco me quería estar ahí toda la noche esperando a que se decidiera. Señale a una en concreto. –Sí, esa ¿Cuánto es?- ¡Cinco dólares!, ¿a cambio de qué? “¿De alejarte de esta muchacha?” Exactamente. Dejé la azucena blanca en sus manos. –Para que recuerdes esta noche.- Murmuré muy por lo bajo, Dios, me había sajado cinco dólares por la cara, por una simple planta. Por cinco dólares me habría comprado una bolsa de tabaco ¡del bueno! Suspiré, retomando el camino. – ¿Sabéis? Podéis ser de dónde queráis. Para mi seréis americana, si así lo deseáis, Eva. No importa dónde nacisteis, sino de dónde os sintáis.- Comenté con sinceridad, yo me sentía “un bala perdida”, así que mi caso no cuenta. Interrumpí mis pasos, mirando uno de los escaparates. -¿Qué queréis hacer?- Al preguntar aquello, me eché a temblar (no literalmente), antes se le había ocurrido subirnos a un ático, y estaba seguro que por su cabecita pasaban tropecientas locuras ¿y yo estaba dispuesto a seguirla? ¿Tenía algo mejor que hacer? “Bueno…ya has cumplido, has hecho lo que dijiste que harías…tienes la opción de irte solo.” Pero eso sonaba muy aburrido… un poco de acción… Seguramente a la mañana siguiente no recordaría nada, así que ¿qué más da?
-¿Qué? ¿Una flor?- Pregunté aturdido. Me obligó a quedar frente a la floristería, que yo había ignorado por completo al pasar. No le voy a comprar una maldita flor. “¡Cómprale la flor! ¿Qué te cuesta?” Sonreí forzosamente, casi cerrando los ojos. Joder…lo que hay que hacer… pensé sacándome un par de dólares ¿Qué flor sería su preferida? Miré al propietario. –Elige la que más te guste.- A mi me daba realmente igual, las flores nunca fueron mi punto fuerte, ni mi debilidad, en cambio había otras flores…que… Vale, vale. Esperé a que escogiese alguna, esperaba que no fuera muy caprichosa, aunque algo me decía que lo sería. -¡No! Escogeré yo.- Tampoco me quería estar ahí toda la noche esperando a que se decidiera. Señale a una en concreto. –Sí, esa ¿Cuánto es?- ¡Cinco dólares!, ¿a cambio de qué? “¿De alejarte de esta muchacha?” Exactamente. Dejé la azucena blanca en sus manos. –Para que recuerdes esta noche.- Murmuré muy por lo bajo, Dios, me había sajado cinco dólares por la cara, por una simple planta. Por cinco dólares me habría comprado una bolsa de tabaco ¡del bueno! Suspiré, retomando el camino. – ¿Sabéis? Podéis ser de dónde queráis. Para mi seréis americana, si así lo deseáis, Eva. No importa dónde nacisteis, sino de dónde os sintáis.- Comenté con sinceridad, yo me sentía “un bala perdida”, así que mi caso no cuenta. Interrumpí mis pasos, mirando uno de los escaparates. -¿Qué queréis hacer?- Al preguntar aquello, me eché a temblar (no literalmente), antes se le había ocurrido subirnos a un ático, y estaba seguro que por su cabecita pasaban tropecientas locuras ¿y yo estaba dispuesto a seguirla? ¿Tenía algo mejor que hacer? “Bueno…ya has cumplido, has hecho lo que dijiste que harías…tienes la opción de irte solo.” Pero eso sonaba muy aburrido… un poco de acción… Seguramente a la mañana siguiente no recordaría nada, así que ¿qué más da?
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
-¿Qué? ¿Una flor?- parecía confuso por mi propuesta. Yo lo estaba más aún.
- Claro. Una flor - ¿Qué si no? Estábamos delante de una floristería. El chico, no tenía muchas luces... puede que fuera por culpa de la borrachera que traía. Le miré, como cuando te mira tu madre, por un despiste. Y me incliné para oler las flores que se extendían a lo largo del carrito -Doux parfum... - susurré con los ojos entre cerrados.
-Elige la que más te guste.- qué pasa... insípida, levanté el rostro con lentitud. Incluso alcé la cabeza para quedar por encima, a pesar de ser más bajita ¿Es que no iba, a escogerme la flor? - ¡No! Escogeré yo.- Ah, bueno. Cambié el gesto, riendo de forma tonta, tapándome los ojos para no mirar. Así la sorpresa sería mayor -Sí, esa ¿Cuánto es?- escuché decirle al tendero. Ya quedaba menos. Di saltitos presa de la emoción -Para que recuerdes esta noche.- aparté con lentitud, las manos de mis ojos. Si tuviese corazón, latiría a cien por hora.
-¡Me encanta, monsieur! - dije nada más descubrir el regalo. Olí su perfume, embriagada, sin apartar la mirada del joven -Es preciosísima... - me la puse en la cabeza, justo detrás de la oreja con sumo cuidado y con gesto gracioso, para que no se rompiese. Luego retomé el camino, cogiéndole con ímpetu del brazo - ¿Sabéis? Podéis ser de dónde queráis. Para mi seréis americana, si así lo deseáis, Eva. No importa dónde nacisteis, sino de dónde os sintáis.- me detuve, en medio de la calle. Estaba anonadada. Nunca antes, nadie, y digo nadie, me dijo algo tan... profundo ¿De donde había salido este humano? Supuse que haría tal comentario, por ser todo un patriota. Eso dijo antes. Es bueno saber, que la gente venera los colores de su bandera. Que proclama a los cuatro vientos, el amor por su patria ¿Sería soldado? empecé a caminar despacio, sin dejar de pensar en sus palabras -¿Qué queréis hacer?- entonces, volví a mirarle, aun con la boca abierta.
-No sabría deciros, monsieur. En estos momentos... - mi ojos cayeron al suelo, con una mano en el pecho, sin parar de pestañear -me siento aturdida - concluí, encontrando la palabra. Nunca me he considerado una mentirosa. Y quería que supiese, que fuese consciente, de la grandeza de sus versos. Porque... eran grandes, hermosos, divinos. Capaces de seducirme, de alguna forma. -¿Entonces... fuisteis a la guerra? - me invadió una terrible tragedia. Apreté la mano que reposaba en mi pecho, rasgando el abrigo por la fuerza de mis uñas -Espero que no os hiciesen daño, monsieur - maldije furiosa -La guerra es extraña ¿No creéis? - seguí caminando pensativa, con la mirada perdida -Hombres matando a hombres ¿Puede existir algo más ridículo? Las especies deberían convivir en armonía - no contesté a su pregunta, pero la tomé en cuenta, llevándole por donde yo quería.
-Yo... - escruté sus ojos con la boca abierta -me siento en conexión, con todo lo vivo - ya que estaba muerta, aquello me hacía creer, que aún podía respirar -Las plantas... los animales... las personas... - y como si fuese una política, seguí narrándole todos mis pensamientos, con las manos cruzadas delante de mí -con todo lo vivo - volví a repetirme, para cerciorarme de que me entendía, mostrando la evidencia en mi voz -Con todo lo vivo - retiré su cabello hacia atrás, como si fuese un niño indefenso. En cierta manera lo era. Y él, estaba vivo. La tragedia se apoderó de mi, anhelando estar caliente de nuevo. Respirar, comer natillas y chocolate. Solté con delicadeza su pelo, dejando a un lado la melancolía - Una vez, - cruzamos una de las calles hasta llegar a un parque -leí en un libro, - conocía un viejo estanque en el que la gente montaba en canoas. Pero yo nunca podría salir a la luz del día y montar en canoa. Por otro lado, me apetecía tumbarme en medio del césped, observar las estrellas, ser presa de la noche... -que... - recité las palabras con graciosa musicalidad. Como cuando recitas la tabla del nueve -"Aquel que tiene un porque para vivir, puede enfrentarse a todos los cómos" y que... - cogí aliento, para disimular - "Los que más han amado al hombre, le han hecho siempre el máximo daño" porque siempre se exige lo imposible ¿Entendéis? - observé al joven, dubitativa. No sabía si él sería capaz de entenderme. Y menos aún estando borracho. Pero siempre escuché por las calles, verdaderas poesías salir de las bocas de los borrachos. Otros, terminaban estrepitosamente en una alcantarilla, para su mala suerte.
Recordé como maldecía su vida con anterioridad, de mala manera ¿Querría morir? ¿Tan perdido estaba? -Pero en realidad, todos acabamos perjudicados, matando una parte de nosotros, creyendo que así nos sentiremos mejor. En vuestro caso el hígado. Todo porque... se exige demasiado. Y pataleamos, y lloramos, y maldecimos y... - como no... -y matamos. Todos matamos. Con palabras, con silencios, con desprecios. Ensañándonos hasta más no poder, destruyendo la esencia del otro - la oscuridad turbó mi rostro. Yo no era humana, pero no nos diferenciábamos tanto de ellos -La vida es dura. Pero tienes que volverte como la roca, para no romperte en el intento -
- Claro. Una flor - ¿Qué si no? Estábamos delante de una floristería. El chico, no tenía muchas luces... puede que fuera por culpa de la borrachera que traía. Le miré, como cuando te mira tu madre, por un despiste. Y me incliné para oler las flores que se extendían a lo largo del carrito -Doux parfum... - susurré con los ojos entre cerrados.
-Elige la que más te guste.- qué pasa... insípida, levanté el rostro con lentitud. Incluso alcé la cabeza para quedar por encima, a pesar de ser más bajita ¿Es que no iba, a escogerme la flor? - ¡No! Escogeré yo.- Ah, bueno. Cambié el gesto, riendo de forma tonta, tapándome los ojos para no mirar. Así la sorpresa sería mayor -Sí, esa ¿Cuánto es?- escuché decirle al tendero. Ya quedaba menos. Di saltitos presa de la emoción -Para que recuerdes esta noche.- aparté con lentitud, las manos de mis ojos. Si tuviese corazón, latiría a cien por hora.
-¡Me encanta, monsieur! - dije nada más descubrir el regalo. Olí su perfume, embriagada, sin apartar la mirada del joven -Es preciosísima... - me la puse en la cabeza, justo detrás de la oreja con sumo cuidado y con gesto gracioso, para que no se rompiese. Luego retomé el camino, cogiéndole con ímpetu del brazo - ¿Sabéis? Podéis ser de dónde queráis. Para mi seréis americana, si así lo deseáis, Eva. No importa dónde nacisteis, sino de dónde os sintáis.- me detuve, en medio de la calle. Estaba anonadada. Nunca antes, nadie, y digo nadie, me dijo algo tan... profundo ¿De donde había salido este humano? Supuse que haría tal comentario, por ser todo un patriota. Eso dijo antes. Es bueno saber, que la gente venera los colores de su bandera. Que proclama a los cuatro vientos, el amor por su patria ¿Sería soldado? empecé a caminar despacio, sin dejar de pensar en sus palabras -¿Qué queréis hacer?- entonces, volví a mirarle, aun con la boca abierta.
-No sabría deciros, monsieur. En estos momentos... - mi ojos cayeron al suelo, con una mano en el pecho, sin parar de pestañear -me siento aturdida - concluí, encontrando la palabra. Nunca me he considerado una mentirosa. Y quería que supiese, que fuese consciente, de la grandeza de sus versos. Porque... eran grandes, hermosos, divinos. Capaces de seducirme, de alguna forma. -¿Entonces... fuisteis a la guerra? - me invadió una terrible tragedia. Apreté la mano que reposaba en mi pecho, rasgando el abrigo por la fuerza de mis uñas -Espero que no os hiciesen daño, monsieur - maldije furiosa -La guerra es extraña ¿No creéis? - seguí caminando pensativa, con la mirada perdida -Hombres matando a hombres ¿Puede existir algo más ridículo? Las especies deberían convivir en armonía - no contesté a su pregunta, pero la tomé en cuenta, llevándole por donde yo quería.
-Yo... - escruté sus ojos con la boca abierta -me siento en conexión, con todo lo vivo - ya que estaba muerta, aquello me hacía creer, que aún podía respirar -Las plantas... los animales... las personas... - y como si fuese una política, seguí narrándole todos mis pensamientos, con las manos cruzadas delante de mí -con todo lo vivo - volví a repetirme, para cerciorarme de que me entendía, mostrando la evidencia en mi voz -Con todo lo vivo - retiré su cabello hacia atrás, como si fuese un niño indefenso. En cierta manera lo era. Y él, estaba vivo. La tragedia se apoderó de mi, anhelando estar caliente de nuevo. Respirar, comer natillas y chocolate. Solté con delicadeza su pelo, dejando a un lado la melancolía - Una vez, - cruzamos una de las calles hasta llegar a un parque -leí en un libro, - conocía un viejo estanque en el que la gente montaba en canoas. Pero yo nunca podría salir a la luz del día y montar en canoa. Por otro lado, me apetecía tumbarme en medio del césped, observar las estrellas, ser presa de la noche... -que... - recité las palabras con graciosa musicalidad. Como cuando recitas la tabla del nueve -"Aquel que tiene un porque para vivir, puede enfrentarse a todos los cómos" y que... - cogí aliento, para disimular - "Los que más han amado al hombre, le han hecho siempre el máximo daño" porque siempre se exige lo imposible ¿Entendéis? - observé al joven, dubitativa. No sabía si él sería capaz de entenderme. Y menos aún estando borracho. Pero siempre escuché por las calles, verdaderas poesías salir de las bocas de los borrachos. Otros, terminaban estrepitosamente en una alcantarilla, para su mala suerte.
Recordé como maldecía su vida con anterioridad, de mala manera ¿Querría morir? ¿Tan perdido estaba? -Pero en realidad, todos acabamos perjudicados, matando una parte de nosotros, creyendo que así nos sentiremos mejor. En vuestro caso el hígado. Todo porque... se exige demasiado. Y pataleamos, y lloramos, y maldecimos y... - como no... -y matamos. Todos matamos. Con palabras, con silencios, con desprecios. Ensañándonos hasta más no poder, destruyendo la esencia del otro - la oscuridad turbó mi rostro. Yo no era humana, pero no nos diferenciábamos tanto de ellos -La vida es dura. Pero tienes que volverte como la roca, para no romperte en el intento -
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
Mi elección fue todo un acierto, le encantó, y eso que para mí no tenía mucha importancia, pero he de reconocer que le quedaba fantásticamente bien. No sé qué habría pasado de regalarle algo mil veces mejor, se habría tirado a mis brazos, sí ¿por qué no?
De nuevo se detuvo, ¿íbamos a estar así todo el trayecto? No avanzaríamos nunca. Me giré para saber qué demonios quería ahora, pero retomó la marcha ¡menos mal! Pero qué mujer más desconcertante. -No sabría deciros, monsieur. En estos momentos... me siento aturdida – ¿Ella sola? Bueno…yo no tenía muchas luces esa noche, imagino que sería eso. -¿Entonces... fuisteis a la guerra? – ¡Oh por Dios! ¡Un soldado honorable! Si hubiese insinuado que había pisado la luna, estaba seguro que diría que sí. Dándole la razón a todo perdería mi credibilidad, pero si la chiquilla era feliz pensando que era un tipo respetable…pues ¿quién era yo para negarle nada? Tristán Evans a la guerra ¿Dónde se ha visto eso?- Espero que no os hiciesen daño, monsieur – Yo negué con la cabeza, con gesto solemne, colgándome las medallas. Nuestra extraña conversación se estaba volviendo un disparate. -La guerra es extraña ¿No creéis?- Tengo mejores cosas en las que pensar… Asentí de todos modos.- Hombres matando a hombres- Es como todo… Los grandes imperios se sustentaron sobre la sangre, de unos y de otros. Pese a todo, fingí indignación.- ¿Puede existir algo más ridículo? Las especies deberían convivir en armonía – Yo era más del pensamiento de Hobbes. Era imposible ese mundo utópico que acababa de exponer con tanta ingenuidad, algo muy gordo tendría que pasar para que la propia naturaleza del hombre cambiase tan radicalmente. La armonía solo existe en mis partituras. Y a todo esto… no había respondido a mi pregunta ¿se le habría pasado? ¡A saber! Tenía que estar más atento.
-Yo... – Volví la cabeza hacia ella, sonreí sin saber por qué.- me siento en conexión, con todo lo vivo – Mmmmh… Si digo que la entiendo…estaría mintiendo. -Las plantas... los animales... las personas... con todo lo vivo – ¿Y qué? Quise decir. -Con todo lo vivo – ¿Por qué me repetía tanto eso? Su mano se acercó a mi cabeza, qué… ¿estaba despeinado? Me ponía nervioso, quise apartar su mano, pero ella lo hizo antes. - Una vez, leí en un libro, - Miré a mí alrededor, para saber dónde me estaba llevando. -que... "Aquel que tiene un porque para vivir, puede enfrentarse a todos los cómos" y que... – Fruncí el ceño, agachando la cabeza. Yo tenía un ‘porqué’ muy grande por el que vivir - "Los que más han amado al hombre, le han hecho siempre el máximo daño" porque siempre se exige lo imposible ¿Entendéis? – Ladeé la cabeza para mirarla, ¿a qué venían eso? ¿Era por el tema de la guerra? -Pero en realidad, todos acabamos perjudicados,- No me gustaban los derroteros por los que estaban desembocando sus palabras.- matando una parte de nosotros, creyendo que así nos sentiremos mejor.- ¿Y qué hay de malo?- En vuestro caso el hígado. Todo porque... se exige demasiado.- Me tengo que exigir lo máximo.- Y pataleamos, y lloramos, y maldecimos y...y matamos. Todos matamos.- No. Yo no mato.- Con palabras, con silencios, con desprecios. Ensañándonos hasta más no poder, destruyendo la esencia del otro. La vida es dura. Pero tienes que volverte como la roca, para no romperte en el intento.
Posé mi dedo índice sobre sus labios. No quería oír nada más. Evité exteriorizar lo que sucedía en mi interior. – La roca no es inmune. Se va erosionando poco a poco.- Expliqué sin mirarla. La maldita roca, se despedaza sin previo aviso. – No me importa la esencia del otro… me importa la ¡mía!- ¡Ala! Ya empezaba. -¿Entiendes? Solo la mía.- No me di cuenta ni con quién estaba hablando, necesitaba desahogarme… o tal solo decirlo en alto.- Y no dejaré que nadie me destruya. Que la vida es una mierda ¡Sí! Y lo repetiré las veces que hagan falta.- Me fui separando de ella, con un nudo en la garganta. –Y no te entiendo…esa conexión que dices tener con… lo vivo… ¡no me cabe en la cabeza!- exclamé apoyándome en un árbol, estaba harto de andar, estaba harto de ser quien ella creía que era. –Mira, yo, aquí donde me ves, la vida me ha pasado factura, y soy lo que soy, porque la vida me ha hecho así.- terminé cayendo bajo el árbol.- Cada uno se tiene a sí mismo ¿Eso lo sabes, verdad?- Esperé que al menos eso lo entendiera. –Y no hay más.- Eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.-Aunque suene triste…solo tengo una razón para levantarme por las mañanas, solo una, y me siento un equilibrista con un pie fuera.
De nuevo se detuvo, ¿íbamos a estar así todo el trayecto? No avanzaríamos nunca. Me giré para saber qué demonios quería ahora, pero retomó la marcha ¡menos mal! Pero qué mujer más desconcertante. -No sabría deciros, monsieur. En estos momentos... me siento aturdida – ¿Ella sola? Bueno…yo no tenía muchas luces esa noche, imagino que sería eso. -¿Entonces... fuisteis a la guerra? – ¡Oh por Dios! ¡Un soldado honorable! Si hubiese insinuado que había pisado la luna, estaba seguro que diría que sí. Dándole la razón a todo perdería mi credibilidad, pero si la chiquilla era feliz pensando que era un tipo respetable…pues ¿quién era yo para negarle nada? Tristán Evans a la guerra ¿Dónde se ha visto eso?- Espero que no os hiciesen daño, monsieur – Yo negué con la cabeza, con gesto solemne, colgándome las medallas. Nuestra extraña conversación se estaba volviendo un disparate. -La guerra es extraña ¿No creéis?- Tengo mejores cosas en las que pensar… Asentí de todos modos.- Hombres matando a hombres- Es como todo… Los grandes imperios se sustentaron sobre la sangre, de unos y de otros. Pese a todo, fingí indignación.- ¿Puede existir algo más ridículo? Las especies deberían convivir en armonía – Yo era más del pensamiento de Hobbes. Era imposible ese mundo utópico que acababa de exponer con tanta ingenuidad, algo muy gordo tendría que pasar para que la propia naturaleza del hombre cambiase tan radicalmente. La armonía solo existe en mis partituras. Y a todo esto… no había respondido a mi pregunta ¿se le habría pasado? ¡A saber! Tenía que estar más atento.
-Yo... – Volví la cabeza hacia ella, sonreí sin saber por qué.- me siento en conexión, con todo lo vivo – Mmmmh… Si digo que la entiendo…estaría mintiendo. -Las plantas... los animales... las personas... con todo lo vivo – ¿Y qué? Quise decir. -Con todo lo vivo – ¿Por qué me repetía tanto eso? Su mano se acercó a mi cabeza, qué… ¿estaba despeinado? Me ponía nervioso, quise apartar su mano, pero ella lo hizo antes. - Una vez, leí en un libro, - Miré a mí alrededor, para saber dónde me estaba llevando. -que... "Aquel que tiene un porque para vivir, puede enfrentarse a todos los cómos" y que... – Fruncí el ceño, agachando la cabeza. Yo tenía un ‘porqué’ muy grande por el que vivir - "Los que más han amado al hombre, le han hecho siempre el máximo daño" porque siempre se exige lo imposible ¿Entendéis? – Ladeé la cabeza para mirarla, ¿a qué venían eso? ¿Era por el tema de la guerra? -Pero en realidad, todos acabamos perjudicados,- No me gustaban los derroteros por los que estaban desembocando sus palabras.- matando una parte de nosotros, creyendo que así nos sentiremos mejor.- ¿Y qué hay de malo?- En vuestro caso el hígado. Todo porque... se exige demasiado.- Me tengo que exigir lo máximo.- Y pataleamos, y lloramos, y maldecimos y...y matamos. Todos matamos.- No. Yo no mato.- Con palabras, con silencios, con desprecios. Ensañándonos hasta más no poder, destruyendo la esencia del otro. La vida es dura. Pero tienes que volverte como la roca, para no romperte en el intento.
Posé mi dedo índice sobre sus labios. No quería oír nada más. Evité exteriorizar lo que sucedía en mi interior. – La roca no es inmune. Se va erosionando poco a poco.- Expliqué sin mirarla. La maldita roca, se despedaza sin previo aviso. – No me importa la esencia del otro… me importa la ¡mía!- ¡Ala! Ya empezaba. -¿Entiendes? Solo la mía.- No me di cuenta ni con quién estaba hablando, necesitaba desahogarme… o tal solo decirlo en alto.- Y no dejaré que nadie me destruya. Que la vida es una mierda ¡Sí! Y lo repetiré las veces que hagan falta.- Me fui separando de ella, con un nudo en la garganta. –Y no te entiendo…esa conexión que dices tener con… lo vivo… ¡no me cabe en la cabeza!- exclamé apoyándome en un árbol, estaba harto de andar, estaba harto de ser quien ella creía que era. –Mira, yo, aquí donde me ves, la vida me ha pasado factura, y soy lo que soy, porque la vida me ha hecho así.- terminé cayendo bajo el árbol.- Cada uno se tiene a sí mismo ¿Eso lo sabes, verdad?- Esperé que al menos eso lo entendiera. –Y no hay más.- Eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.-Aunque suene triste…solo tengo una razón para levantarme por las mañanas, solo una, y me siento un equilibrista con un pie fuera.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
Puse cara de circunstancia al notar su dedo sobre mi boca. Quizás había hablado demasiado. Pero lo mejor sería que, lo apartase de mis labios. No quisiese que, en un arrebato, terminase en mi estómago – La roca no es inmune. Se va erosionando poco a poco.- aquel era un ejemplo perfecto de ser humano. Las personas desaparecen. Quizás lo enfoqué desde el punto de vista de un vampiro. Le miré trágicamente, siendo consciente de mi error – No me importa la esencia del otro… me importa la ¡mía!-que ser tan... egoísta. Escruté su rostro con los ojos sumamente abiertos -¿Entiendes? Solo la mía.- le entendía, perfectamente - Y no dejaré que nadie me destruya -
-¡Yo tampoco lo permitiré, monsieur! - grité a pleno pulmón, como el soldado que se presenta ante un pelotón.
-Que la vida es una mierda ¡Sí! Y lo repetiré las veces que hagan falta.- Volvió a decir lo que empieza por "eme". Deduje que era de clase media... tirando a baja. Hablaba como la gente de la calle –Y no te entiendo…esa conexión que dices tener con… lo vivo… ¡no me cabe en la cabeza!- cómo iba a entenderlo... un vampiro sabría a lo que me refiero. Nosotros veíamos el mundo con otros ojos. Cosas... que ellos jamás creerían ver. No darían crédito. Es más, gracias a la sangre de los vivos, nuestra piel era cálida por unas horas –Mira, yo, aquí donde me ves, la vida me ha pasado factura, y soy lo que soy, porque la vida me ha hecho así.- se apoyó contra un árbol, hasta dejarse caer -Cada uno se tiene a sí mismo ¿Eso lo sabes, verdad?- Yo no quería tenerme a mí misma. Siempre estuve sola, sin nadie con quien compartir la vida ni la muerte ¿Y ahora este humano, destruía mis ilusiones sin ser consciente de las consecuencias? –Y no hay más.- remató para mi mala suerte. Miré al suelo, presa de una regañina. Apreté con fuerza los labios para no explotar, en un chillido ensordecedor. Él no parecía ser consciente de mi estado. De hecho, parecía que no estuviese en el mismo parque que yo. Eso me enfureció más -Aunque suene triste…solo tengo una razón para levantarme por las mañanas, solo una, y me siento un equilibrista con un pie fuera. - levanté una ceja. Entonces... ¿Había un por qué?
-No hace falta que os enojéis, monsieur - fruncí el ceño, disgustada con él ¿Por qué la pagaba conmigo? -¿Por qué estáis tan alterado? No creo que os haya dado motivos - puse cara de incomprensión -Y he de admitiros, que me irrito con facilidad. Y yo soy todo un Basalto ¡No! ¡Es más! soy un diamante - sonreí emocionada, pronunciando con lentitud -Cuando vos no sois más, que una calcita - caminé hacia él, con sumo cuidado. Reposaba el cuerpo sobre un robusto árbol. Podía ver su rostro en la oscuridad, claro como el agua cristalina ¿A qué sabría su sangre? ¿Con que facilidad atravesarían mis colmillos su tersa piel? Se me hacía la boca agua. Era inevitable. Y mi enfado no ayudaba en su indulto - Como veis, no estamos hechos de la misma materia. Por eso, no podeís entenderme. Y yo, no puedo comprenderos a vos - me quité el abrigo, botón a botón, perdiendo la vista en el paisaje. Ni un alma... nadie.
Hombres: uno. Aún era uno. Estado: encrespado. Incluso, excitado. Alcohol en sangre: menguando a ritmo lento. Ritmo cardíaco: de 78 a 100 latidos por minuto.
Dejé el abrigo con delicadeza sobre el césped, retirando mi mirada sibilina. Y me acomodé sobre la hierva, observando las estrellas, con gesto neutro -¿Por qué no os tumbáis, monsieur? - susurré, golpeando con suavidad, el espacio vacío, a mi lado.
-¡Yo tampoco lo permitiré, monsieur! - grité a pleno pulmón, como el soldado que se presenta ante un pelotón.
-Que la vida es una mierda ¡Sí! Y lo repetiré las veces que hagan falta.- Volvió a decir lo que empieza por "eme". Deduje que era de clase media... tirando a baja. Hablaba como la gente de la calle –Y no te entiendo…esa conexión que dices tener con… lo vivo… ¡no me cabe en la cabeza!- cómo iba a entenderlo... un vampiro sabría a lo que me refiero. Nosotros veíamos el mundo con otros ojos. Cosas... que ellos jamás creerían ver. No darían crédito. Es más, gracias a la sangre de los vivos, nuestra piel era cálida por unas horas –Mira, yo, aquí donde me ves, la vida me ha pasado factura, y soy lo que soy, porque la vida me ha hecho así.- se apoyó contra un árbol, hasta dejarse caer -Cada uno se tiene a sí mismo ¿Eso lo sabes, verdad?- Yo no quería tenerme a mí misma. Siempre estuve sola, sin nadie con quien compartir la vida ni la muerte ¿Y ahora este humano, destruía mis ilusiones sin ser consciente de las consecuencias? –Y no hay más.- remató para mi mala suerte. Miré al suelo, presa de una regañina. Apreté con fuerza los labios para no explotar, en un chillido ensordecedor. Él no parecía ser consciente de mi estado. De hecho, parecía que no estuviese en el mismo parque que yo. Eso me enfureció más -Aunque suene triste…solo tengo una razón para levantarme por las mañanas, solo una, y me siento un equilibrista con un pie fuera. - levanté una ceja. Entonces... ¿Había un por qué?
-No hace falta que os enojéis, monsieur - fruncí el ceño, disgustada con él ¿Por qué la pagaba conmigo? -¿Por qué estáis tan alterado? No creo que os haya dado motivos - puse cara de incomprensión -Y he de admitiros, que me irrito con facilidad. Y yo soy todo un Basalto ¡No! ¡Es más! soy un diamante - sonreí emocionada, pronunciando con lentitud -Cuando vos no sois más, que una calcita - caminé hacia él, con sumo cuidado. Reposaba el cuerpo sobre un robusto árbol. Podía ver su rostro en la oscuridad, claro como el agua cristalina ¿A qué sabría su sangre? ¿Con que facilidad atravesarían mis colmillos su tersa piel? Se me hacía la boca agua. Era inevitable. Y mi enfado no ayudaba en su indulto - Como veis, no estamos hechos de la misma materia. Por eso, no podeís entenderme. Y yo, no puedo comprenderos a vos - me quité el abrigo, botón a botón, perdiendo la vista en el paisaje. Ni un alma... nadie.
Hombres: uno. Aún era uno. Estado: encrespado. Incluso, excitado. Alcohol en sangre: menguando a ritmo lento. Ritmo cardíaco: de 78 a 100 latidos por minuto.
Dejé el abrigo con delicadeza sobre el césped, retirando mi mirada sibilina. Y me acomodé sobre la hierva, observando las estrellas, con gesto neutro -¿Por qué no os tumbáis, monsieur? - susurré, golpeando con suavidad, el espacio vacío, a mi lado.
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
-No hace falta que os enojéis, monsieur – Abrí los ojos, sin intención de contestarla. -¿Por qué estáis tan alterado?- Alterado ¿yo?- No creo que os haya dado motivos. Y he de admitiros, que me irrito con facilidad.- No estoy para soportar las irritaciones de nadie… pensaba mientras la escuchaba, era imposible no oírla.- Y yo soy todo un Basalto ¡No! ¡Es más! soy un diamante – Loca de remate.-Cuando vos no sois más, que una calcita.
- Me gusta ser una calcita.- Murmuré con sinceridad - Como veis, no estamos hechos de la misma materia.- Desde luego.- Por eso, no podéis entenderme. Y yo, no puedo comprenderos a vos – Giré la cabeza para mirarla, con una extraña tranquilidad en el rostro. Prefiero que no me comprendas, será lo mejor. Comenzó a quitarse el abrigo ¿tenía calor…o qué intentaba? ¿Seducirme? Sonreí inocentemente mirando hacia arriba, estaba desvariando. Ella se sentó no muy lejos de donde estaba.
-¿Por qué no os tumbáis, monsieur? – ¿Tumbarme? ¡No quiero tumbarme! La miré aturdido, y como si la gravedad pesase sobre mis hombros, me tumbe a su lado, mirando las estrellas. ¿Qué más da?
– Así, se está bien...- Murmuré mirándola con una cándida sonrisa. Cómo si recordase algo, metí la mano en el bolsillo sacando mi pitillera, al abrirla vi que estaba vacía, maldije haberme gastado esos cinco dólares. La cerré, metiéndola de nuevo en el bolsillo de mi cazadora.
– Túmbese junto a mí.- Di unas palmaditas, como ella antes, a uno de mis lados. – O si lo prefiere…puede…- Di unos toques a mi abdomen, y me eché a reír. – Solo si quiere, a mí no me importa.- A mi no me importa nada. Volví la vista al cielo, pasando uno de mis brazos tras mi cabeza, y suspiré. Menuda noche extraña. –Yo no sé que hace un diamante mezclándose con una calcita…malas compañías señorita, hágame caso.- Moví el dedo índice como si le estuviera advirtiendo algo.
-¿Puedo preguntaros algo?- ¡Bah! Iba a preguntar de todas maneras. -¿Qué… os ha llevado a venir a América, vivís aquí?- ¿Y a mí qué me importa dónde viva esta muchacha...pero dijo que era francesa?
- Me gusta ser una calcita.- Murmuré con sinceridad - Como veis, no estamos hechos de la misma materia.- Desde luego.- Por eso, no podéis entenderme. Y yo, no puedo comprenderos a vos – Giré la cabeza para mirarla, con una extraña tranquilidad en el rostro. Prefiero que no me comprendas, será lo mejor. Comenzó a quitarse el abrigo ¿tenía calor…o qué intentaba? ¿Seducirme? Sonreí inocentemente mirando hacia arriba, estaba desvariando. Ella se sentó no muy lejos de donde estaba.
-¿Por qué no os tumbáis, monsieur? – ¿Tumbarme? ¡No quiero tumbarme! La miré aturdido, y como si la gravedad pesase sobre mis hombros, me tumbe a su lado, mirando las estrellas. ¿Qué más da?
– Así, se está bien...- Murmuré mirándola con una cándida sonrisa. Cómo si recordase algo, metí la mano en el bolsillo sacando mi pitillera, al abrirla vi que estaba vacía, maldije haberme gastado esos cinco dólares. La cerré, metiéndola de nuevo en el bolsillo de mi cazadora.
– Túmbese junto a mí.- Di unas palmaditas, como ella antes, a uno de mis lados. – O si lo prefiere…puede…- Di unos toques a mi abdomen, y me eché a reír. – Solo si quiere, a mí no me importa.- A mi no me importa nada. Volví la vista al cielo, pasando uno de mis brazos tras mi cabeza, y suspiré. Menuda noche extraña. –Yo no sé que hace un diamante mezclándose con una calcita…malas compañías señorita, hágame caso.- Moví el dedo índice como si le estuviera advirtiendo algo.
-¿Puedo preguntaros algo?- ¡Bah! Iba a preguntar de todas maneras. -¿Qué… os ha llevado a venir a América, vivís aquí?- ¿Y a mí qué me importa dónde viva esta muchacha...pero dijo que era francesa?
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
– Así, se está bien...- dejé caer la mejilla contra el césped. Y como si le conociese de siempre, sonreí tiernamente en respuesta.
¿Era mi impresión o... aquella noche el cielo estaba plagado de estrellas? No sabía el nombre de ninguna, a pesar de mirarlas con regularidad. Cerré los ojos, disfrutando de la noche y odiando no poder sentir el aire al suspirar y dejarlo marchar.
– Túmbese junto a mí.- indicó el camino. Qué gracioso... le miré con ojos curiosos, dibujando poco a poco una sonrisa en el semblante. Hizo el mismo gesto que yo. Eso era bueno. No quería que me marchase. Arrastré la espalda graciosamente por la hierva hasta llegar a su lado, chocándome contra su hombro – O si lo prefiere…puede…- ¿Encima de él? No se si debo... nada me gustaba más que comerme a un chico en esa posición – Solo si quiere, a mí no me importa.-
-No debería - sonreí malévola, negando con la cabeza. Si hubiese sido humana, mis mejillas estarían teñidas.
–Yo no sé que hace un diamante mezclándose con una calcita…malas compañías señorita, hágame caso.- me advirtió. Me quedé mirando su dedo, como si fuese un pequeño mosquito, con la boca en forma de o -¿Puedo preguntaros algo?- me coloqué de lado, con una mano apoyada en la cabeza y el codo sobre la hierva, mirando su rostro con detalle ¿Qué querría preguntarme? -¿Qué… os ha llevado a venir a América, vivís aquí?-
-La comida americana - puse ojos de fugaz asombro -Es deliciosa... - pasé la lengua por encima de mis labios con lascivia. ¿Donde... hincar... el diente? ¿En su muñeca? ¿En su cuello? ¿En sus pectorales? De inmediato, dejé de acariciarme el labio, para negar con la cabeza. ¿Después de lo educado que estaba siendo conmigo... iba a morderle? -Perdonadme, monsieur - seguí negando con los ojos cerrados. Me tumbé perdiendo la vista en las estrellas -Es que... oléis demasiado bien. No puedo evitarlo... - susurré, ahogándome en el torrente líquido de sus arterias -Se que vos, tampoco podéis controlarlo - él, no tenía la culpa -Yo... tampoco puedo, monsieur ¿Por qué no me habláis de algo? Lo que queráis. Necesito... - apreté los puños con fuerza, conteniéndome -Necesito distracciones - ¿Me perdonaría, si llegaba a morderle? que rabia, de verdad. Ya podría haber sido un ridículo humano. Así no tendría que controlar el hambre.
Si no conseguía salir del apuro, siempre podía comerme una ardilla - ¡Si! ¡Una ardilla! - vociferé pensando en alto. Yo estaba conectada con todo lo vivo. Animales... plantas... -No, plantas no - Pero ardillas sí. No habría problema.
¿Era mi impresión o... aquella noche el cielo estaba plagado de estrellas? No sabía el nombre de ninguna, a pesar de mirarlas con regularidad. Cerré los ojos, disfrutando de la noche y odiando no poder sentir el aire al suspirar y dejarlo marchar.
– Túmbese junto a mí.- indicó el camino. Qué gracioso... le miré con ojos curiosos, dibujando poco a poco una sonrisa en el semblante. Hizo el mismo gesto que yo. Eso era bueno. No quería que me marchase. Arrastré la espalda graciosamente por la hierva hasta llegar a su lado, chocándome contra su hombro – O si lo prefiere…puede…- ¿Encima de él? No se si debo... nada me gustaba más que comerme a un chico en esa posición – Solo si quiere, a mí no me importa.-
-No debería - sonreí malévola, negando con la cabeza. Si hubiese sido humana, mis mejillas estarían teñidas.
–Yo no sé que hace un diamante mezclándose con una calcita…malas compañías señorita, hágame caso.- me advirtió. Me quedé mirando su dedo, como si fuese un pequeño mosquito, con la boca en forma de o -¿Puedo preguntaros algo?- me coloqué de lado, con una mano apoyada en la cabeza y el codo sobre la hierva, mirando su rostro con detalle ¿Qué querría preguntarme? -¿Qué… os ha llevado a venir a América, vivís aquí?-
-La comida americana - puse ojos de fugaz asombro -Es deliciosa... - pasé la lengua por encima de mis labios con lascivia. ¿Donde... hincar... el diente? ¿En su muñeca? ¿En su cuello? ¿En sus pectorales? De inmediato, dejé de acariciarme el labio, para negar con la cabeza. ¿Después de lo educado que estaba siendo conmigo... iba a morderle? -Perdonadme, monsieur - seguí negando con los ojos cerrados. Me tumbé perdiendo la vista en las estrellas -Es que... oléis demasiado bien. No puedo evitarlo... - susurré, ahogándome en el torrente líquido de sus arterias -Se que vos, tampoco podéis controlarlo - él, no tenía la culpa -Yo... tampoco puedo, monsieur ¿Por qué no me habláis de algo? Lo que queráis. Necesito... - apreté los puños con fuerza, conteniéndome -Necesito distracciones - ¿Me perdonaría, si llegaba a morderle? que rabia, de verdad. Ya podría haber sido un ridículo humano. Así no tendría que controlar el hambre.
Si no conseguía salir del apuro, siempre podía comerme una ardilla - ¡Si! ¡Una ardilla! - vociferé pensando en alto. Yo estaba conectada con todo lo vivo. Animales... plantas... -No, plantas no - Pero ardillas sí. No habría problema.
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
-La comida americana - ¿La comida? -Es deliciosa... – Al mirarla, vi que se relamía, giré la cabeza al lado opuesto, inmediatamente. No pasa nada, no pasa nada. Me repetí. -Perdonadme, monsieur – ¿Por qué iba a perdonarle ahora?
Lo que dijo después no tenía sentido, aunque ya lo mencionó hace rato. -Es que... oléis demasiado bien.- Me llevé la mano al cuello de la camisa, y olí…huelo como siempre, algo avinagrado quizá por el alcohol, yo qué sé... - No puedo evitarlo... – ¿Pero que no puede evitar el qué? ¡Por el amor de Dios! Abrí los ojos espantado. -Se que vos, tampoco podéis controlarlo – Me llevé la mano a la cara, negando con la cabeza. Huelo así de serie, tan fácil como eso.
¿Pero qué tiene que ver con que le guste la comida americana? - Yo... tampoco puedo, Monsieur.
Lo dejé como un imposible. Mejor sería dejar el tema tal que así.- ¿Por qué no me habláis de algo?- ¿De qué quiere que le hable ahora? ¿De mis gestas en la guerra? Sonreí mordiéndome la mano.
- Lo que queráis. Necesito... Necesito distracciones – ¡Dios! Cómo odiaba cuando me consideraban una mera distracción, era algo que no aguantaba.
- ¡Si! ¡Una ardilla! – Me sobresalté al escucharla. -¿Qué coj…?- Murmuré llevándome la mano al lado izquierdo de mi pecho. -No, plantas no – Sin quererlo una carcajada salió disparada desde mis entrañas.
-¡Qué plantas ni que niño muerto! ¿En qué estáis pensando?...- Pregunté con una sonrisa curiosa.
-¡No! No quiero saberlo…no estoy preparado. Creo que aún me cuesta asimilar lo de antes…- miré la copa del árbol aún con la sonrisa impresa en los labios. – Poco a poco, Tristán…- Me dije, sin darme cuenta de que lo había dicho en alto. Me llevé la mano a la boca.
Esa chiquilla me estaba perjudicando seriamente a la cabeza, y no andaba yo muy avispado.
– ¿Sabe algo? Me he propuesto no bañarme por las mañanas…así…no sé… todo sería más fácil.- Me reí girando la cabeza en su dirección, ahora decía cosas incoherente ¿pero y qué?
La señalé con el dedo al descubrir algo que había pasado por alto desde que la vi. –Tu nombre…sin ir más lejos…Oh maldita sea.- cerré los ojos con fuerza, al recordar a alguien que me había propuesto borrar de mi memoria. Esa mujer… Ebba se llamaba, ojalá arda en el infierno como la fulana que es.
–Juguemos a algo…- Logré decir al abrir los ojos de nuevo, me aclaré la garganta incorporándome un poco. -¿Cómo te gustaría llamarte?- Me quedé a la expectativa esperando lo peor, continuamente se me olvidaba con quién estaba hablando.
Lo que dijo después no tenía sentido, aunque ya lo mencionó hace rato. -Es que... oléis demasiado bien.- Me llevé la mano al cuello de la camisa, y olí…huelo como siempre, algo avinagrado quizá por el alcohol, yo qué sé... - No puedo evitarlo... – ¿Pero que no puede evitar el qué? ¡Por el amor de Dios! Abrí los ojos espantado. -Se que vos, tampoco podéis controlarlo – Me llevé la mano a la cara, negando con la cabeza. Huelo así de serie, tan fácil como eso.
¿Pero qué tiene que ver con que le guste la comida americana? - Yo... tampoco puedo, Monsieur.
Lo dejé como un imposible. Mejor sería dejar el tema tal que así.- ¿Por qué no me habláis de algo?- ¿De qué quiere que le hable ahora? ¿De mis gestas en la guerra? Sonreí mordiéndome la mano.
- Lo que queráis. Necesito... Necesito distracciones – ¡Dios! Cómo odiaba cuando me consideraban una mera distracción, era algo que no aguantaba.
- ¡Si! ¡Una ardilla! – Me sobresalté al escucharla. -¿Qué coj…?- Murmuré llevándome la mano al lado izquierdo de mi pecho. -No, plantas no – Sin quererlo una carcajada salió disparada desde mis entrañas.
-¡Qué plantas ni que niño muerto! ¿En qué estáis pensando?...- Pregunté con una sonrisa curiosa.
-¡No! No quiero saberlo…no estoy preparado. Creo que aún me cuesta asimilar lo de antes…- miré la copa del árbol aún con la sonrisa impresa en los labios. – Poco a poco, Tristán…- Me dije, sin darme cuenta de que lo había dicho en alto. Me llevé la mano a la boca.
Esa chiquilla me estaba perjudicando seriamente a la cabeza, y no andaba yo muy avispado.
– ¿Sabe algo? Me he propuesto no bañarme por las mañanas…así…no sé… todo sería más fácil.- Me reí girando la cabeza en su dirección, ahora decía cosas incoherente ¿pero y qué?
La señalé con el dedo al descubrir algo que había pasado por alto desde que la vi. –Tu nombre…sin ir más lejos…Oh maldita sea.- cerré los ojos con fuerza, al recordar a alguien que me había propuesto borrar de mi memoria. Esa mujer… Ebba se llamaba, ojalá arda en el infierno como la fulana que es.
–Juguemos a algo…- Logré decir al abrir los ojos de nuevo, me aclaré la garganta incorporándome un poco. -¿Cómo te gustaría llamarte?- Me quedé a la expectativa esperando lo peor, continuamente se me olvidaba con quién estaba hablando.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
-¡Qué plantas ni que niño muerto! - sobresaltada, sólo pude decir ¡Dónde! Tras el susto, me incorporé alarmada, sujetándome la cara con las manos ¡Un niño! ¡Que horror! -¿En qué estáis pensando?...- debió ser una broma. Pues menuda broma de mal gusto... Lo deduje por su sonrisa. Volví a tumbarme, cerciorándome de no ver a ningún niño tirado a la intemperie, intentando borrar el pavor, con una sonrisa. Que... más parecía una cara de espanto. -¡No! No quiero saberlo…no estoy preparado. Creo que aún me cuesta asimilar lo de antes…- a mi también me estaba costando asimilar ciertas cosas. Me descolocaba. Cada dos por tres, cambiaba de conversación – Poco a poco, Tristán…- le oí decir. Luego se llevó una mano a la boca ¿Iba a vomitar? – ¿Sabe algo? Me he propuesto no bañarme por las mañanas…así…no sé… todo sería más fácil.- No creo que eso, borrara su maravilloso olor. El tufo acariciaba mi nariz, atravesando cada capa de su piel.
El joven paró de reír, para señalarme con el dedo. Me toqué la cara, temerosa de que algún resto de sangre quedara reseca, en mi fachada –Tu nombre…sin ir más lejos…Oh maldita sea.- noté mi labio inferior tambalearse, tembloroso. No entendí por qué maldecía mi nombre, ni por qué me señalaba con el dedo, ni por qué cerraba los ojos con tanto ahínco ¿Pretendía desaparecer? ¿Esfumarse como un mago, con ayuda de sus poderes mentales?
–Juguemos a algo…- ¿Ahora quería jugar? pestañeé sin comprender. El labio aún me temblaba -¿Cómo te gustaría llamarte?- moví los ojos de un lado a otro, pensativa, hasta encontrar el nombre perfecto para mí.
-Eva - ¿Por qué querría llamarme, de otro modo? -Si me cambio el nombre y la nacionalidad... ¿Qué quedará de mí? - le miré sin llegar a creer, que pudiese entenderme. Luego recordé que, ¡le pedí que me distrajese! -¡Ay! ¡No! ¡Que estropeo el juego! - volví a pensar concienzudamente -Entonces... ¡Emmanuelle! como mi madre... - mi mamá... Ahora estaría en el cielo -¿Cómo sigue el juego, monsieur? - repliqué en un susurro. No me gustaba acordarme de mi madre. Y sentí que la tristeza cubría mis ojos. Odié al humano, por recordármela. Su vida pendía de un hilo -Mejor... "Flor de primavera" -
El joven paró de reír, para señalarme con el dedo. Me toqué la cara, temerosa de que algún resto de sangre quedara reseca, en mi fachada –Tu nombre…sin ir más lejos…Oh maldita sea.- noté mi labio inferior tambalearse, tembloroso. No entendí por qué maldecía mi nombre, ni por qué me señalaba con el dedo, ni por qué cerraba los ojos con tanto ahínco ¿Pretendía desaparecer? ¿Esfumarse como un mago, con ayuda de sus poderes mentales?
–Juguemos a algo…- ¿Ahora quería jugar? pestañeé sin comprender. El labio aún me temblaba -¿Cómo te gustaría llamarte?- moví los ojos de un lado a otro, pensativa, hasta encontrar el nombre perfecto para mí.
-Eva - ¿Por qué querría llamarme, de otro modo? -Si me cambio el nombre y la nacionalidad... ¿Qué quedará de mí? - le miré sin llegar a creer, que pudiese entenderme. Luego recordé que, ¡le pedí que me distrajese! -¡Ay! ¡No! ¡Que estropeo el juego! - volví a pensar concienzudamente -Entonces... ¡Emmanuelle! como mi madre... - mi mamá... Ahora estaría en el cielo -¿Cómo sigue el juego, monsieur? - repliqué en un susurro. No me gustaba acordarme de mi madre. Y sentí que la tristeza cubría mis ojos. Odié al humano, por recordármela. Su vida pendía de un hilo -Mejor... "Flor de primavera" -
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
No había utilizado las mejor palabras (como de costumbre), y se me habían escapado otras con claro desatino, todo explotaría en mi cara de un momento a otro. -Eva – Apreté los labios indignado. Pero era entendible lo que dijo ¿qué esperaba? -Si me cambio el nombre y la nacionalidad... ¿Qué quedará de mí? – Déjame que piense… a ver, a ver… ¡Una chiflada, tal vez! “Qué cruel eres” ¡Es que es la verdad!
-¡Ay! ¡No! ¡Que estropeo el juego! – Me sacudí la cabeza exasperado. -Entonces... ¡Emmanuelle! como mi madre... – ¡Hala! Para qué queremos más, oculté una sonrisa como fui capaz, no fui fácil. Me daba por muerto si se pensaba que me reía de eso, hay mujeres extremadamente sensibles. -¿Cómo sigue el juego, monsieur? – Me quedé pensativo mirándola, pero ¿qué veían mis ojos? ¿Estaba a punto de llorar?
- Mejor... "Flor de primavera"
Apoyé mis brazos en el césped para cotillear un poco. - ¿Se os ha metido algo en los ojos…?- Me quedé de rodillas delante de ella, dispuesto a curiosear en algo que ni me iba ni me venía, pero esta joven no me conocía en absoluto, ni si quiera mi nombre verdadero, aún habiéndoseme escapado.
– Bueno, el juego era… una simple escusa…para…- “No le cuentes tu vida”.- porque la de vueltas que da la vida ¿No?- Me volví a quedar tumbado en la tierna hierba. – Tendría que haberme preparado.- “¿Te das cuenta de que ella no se está enterando de nada?” – Digo… porque pensé que jamás volvería a escuchar vuestro nombre. Es muy bonito y todo lo que usted quiera…No tengo nada en contra vuestra.- Dije rápidamente. Solo que estás un poco pirada…pero no voy a hacer leña del árbol caído.
–Ya sabe… ¿Qué se espera escuchar de un pobre borracho?- Me encogí de hombros resignándome. Tenía que alagarla de algún modo, me quedé mirando la flor que antes le había comprado. –No os hace justicia para nada, la flor me refiero.- Lo dije de la manera más creíble que pude.
Tenía una histeria revolviéndose en mi interior, o quizá fueran las ganas de vomitar no lo sé. Pero sentí como si la lengua me fuera sola, grave error. - ¿Dónde está vuestra familia?- Pregunta importante, que se formuló en alto sin yo pretenderlo.
-¡Ay! ¡No! ¡Que estropeo el juego! – Me sacudí la cabeza exasperado. -Entonces... ¡Emmanuelle! como mi madre... – ¡Hala! Para qué queremos más, oculté una sonrisa como fui capaz, no fui fácil. Me daba por muerto si se pensaba que me reía de eso, hay mujeres extremadamente sensibles. -¿Cómo sigue el juego, monsieur? – Me quedé pensativo mirándola, pero ¿qué veían mis ojos? ¿Estaba a punto de llorar?
- Mejor... "Flor de primavera"
Apoyé mis brazos en el césped para cotillear un poco. - ¿Se os ha metido algo en los ojos…?- Me quedé de rodillas delante de ella, dispuesto a curiosear en algo que ni me iba ni me venía, pero esta joven no me conocía en absoluto, ni si quiera mi nombre verdadero, aún habiéndoseme escapado.
– Bueno, el juego era… una simple escusa…para…- “No le cuentes tu vida”.- porque la de vueltas que da la vida ¿No?- Me volví a quedar tumbado en la tierna hierba. – Tendría que haberme preparado.- “¿Te das cuenta de que ella no se está enterando de nada?” – Digo… porque pensé que jamás volvería a escuchar vuestro nombre. Es muy bonito y todo lo que usted quiera…No tengo nada en contra vuestra.- Dije rápidamente. Solo que estás un poco pirada…pero no voy a hacer leña del árbol caído.
–Ya sabe… ¿Qué se espera escuchar de un pobre borracho?- Me encogí de hombros resignándome. Tenía que alagarla de algún modo, me quedé mirando la flor que antes le había comprado. –No os hace justicia para nada, la flor me refiero.- Lo dije de la manera más creíble que pude.
Tenía una histeria revolviéndose en mi interior, o quizá fueran las ganas de vomitar no lo sé. Pero sentí como si la lengua me fuera sola, grave error. - ¿Dónde está vuestra familia?- Pregunta importante, que se formuló en alto sin yo pretenderlo.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
- ¿Se os ha metido algo en los ojos…?- el joven se acercó a mí -Una motita - mentí ¿Por qué se acercaba tanto? hmmm... su olor... – Bueno, el juego era… una simple escusa…para…- osea que... ¿ya no había juego? Pues... menuda birria de juego. Eso no mejoró mi estado. Sólo lo empeoró - porque la de vueltas que da la vida ¿No?- se tumbó en la hierva, bajo mi mirada incomprensiva ¿Nos conocíamos de algo? Yo no recordaba haberle visto antes. Aunque soy bastante despistada – Tendría que haberme preparado.- quizás lo dijera por mi respuesta. El nombre de mi madre solía causar ese efecto. Demasiado hermoso para los oídos. Y su nombre hacía justicia a su rostro – Digo… porque pensé que jamás volvería a escuchar vuestro nombre. Es muy bonito y todo lo que usted quiera…No tengo nada en contra vuestra.- ¡Ah! ¡No! era mi nombre... Sus empeños por no dejar marchar tal pensamiento, fuese cual fuere, reteniéndolo sin opciones, fue lo que más llamó mi atención. Porque, parecía negarse, a dejar pasar por alto mi nombre. Pero el muchacho tenía un lio de nombre terrible en la cabeza...
–Ya sabe… ¿Qué se espera escuchar de un pobre borracho?- ¿Cuándo se pasarían los efectos? estaba un poco cansada de hablar con alguien incoherente –No os hace justicia para nada, la flor - De primavera, solté en medio de su frase -me refiero.- para que no se olvidase. - ¿Dónde está vuestra familia?- esa pregunta era fácil.
-Muerta - contesté impasible. Al segundo pregunté -¿Quién es Eva? - y supe que otro juego se había puesto en marcha. Pero puede que este fuese un tanto... más peligroso.
–Ya sabe… ¿Qué se espera escuchar de un pobre borracho?- ¿Cuándo se pasarían los efectos? estaba un poco cansada de hablar con alguien incoherente –No os hace justicia para nada, la flor - De primavera, solté en medio de su frase -me refiero.- para que no se olvidase. - ¿Dónde está vuestra familia?- esa pregunta era fácil.
-Muerta - contesté impasible. Al segundo pregunté -¿Quién es Eva? - y supe que otro juego se había puesto en marcha. Pero puede que este fuese un tanto... más peligroso.
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
-Muerta – Mierda…como se me ponga melodramática ¡me voy! -¿Quién es Eva? – La miré atónito. Moví la mano intentando elegir las palabras.
–Es…fue…- Nulo. – Era…- me planteé la opción de mentir, ya que todo era una farsa ¿qué más daría? – Mi niñera…- “¿Tu niñera? ¿Aún te sientes mareado del viaje?” ¡Déjame divertirme! – Ella… me cuesta hablar de ello…ella… se aprovechó de mí.- Eh…bueno…estaba tergiversando un poco la realidad ¿quién lo notaría? –Yo… aunque era un crío… no tuvo reparos de…- comencé a fingir que aquello me entristecía, me cubrí los ojos con una mano, mientras negaba con la cabeza. – hacer conmigo… lo que quiso.- Temblé de la propia risa que me estaba entrando. –Perdóname… no quiero aguarte la noche. Lo estábamos pasando tan bien.- me disculpé con voz aguda ¿eso se hacía no? Con la otra mano me metí los dedos en los ojos, lo suficiente para dejarlos llorosos. Y toda esa parafernalia ¿para no decir la verdad? ¡Nadie quiere oír la verdad!
La realidad fue que: esa mujer estaba próxima a la menopausia y se fijo en mí, pensando que le daría la vida que ella estaba perdiendo Recuerdo como una vez me dijo que "lo dejaría todo por mí". Yo desconocía que seguía casada…y para colmo de males ¡con hijos! Aguanté siendo su amante unos dos años… pero no pude soportarlo más. La abandoné, sin dejar rastro… nunca volví a saber nada de la señora Von Engels. Hacía tanto que no pensaba en ella… Ella fue la primera, pero para su desgracia no sería la última.
–No…no sienta pena por mí…- teatralicé aquello con una facilidad pasmosa. –Tengo que ser fuerte...y superarlo.- me aparté la mano de los ojos para mirarla. ¿Había colado?
–Es…fue…- Nulo. – Era…- me planteé la opción de mentir, ya que todo era una farsa ¿qué más daría? – Mi niñera…- “¿Tu niñera? ¿Aún te sientes mareado del viaje?” ¡Déjame divertirme! – Ella… me cuesta hablar de ello…ella… se aprovechó de mí.- Eh…bueno…estaba tergiversando un poco la realidad ¿quién lo notaría? –Yo… aunque era un crío… no tuvo reparos de…- comencé a fingir que aquello me entristecía, me cubrí los ojos con una mano, mientras negaba con la cabeza. – hacer conmigo… lo que quiso.- Temblé de la propia risa que me estaba entrando. –Perdóname… no quiero aguarte la noche. Lo estábamos pasando tan bien.- me disculpé con voz aguda ¿eso se hacía no? Con la otra mano me metí los dedos en los ojos, lo suficiente para dejarlos llorosos. Y toda esa parafernalia ¿para no decir la verdad? ¡Nadie quiere oír la verdad!
La realidad fue que: esa mujer estaba próxima a la menopausia y se fijo en mí, pensando que le daría la vida que ella estaba perdiendo Recuerdo como una vez me dijo que "lo dejaría todo por mí". Yo desconocía que seguía casada…y para colmo de males ¡con hijos! Aguanté siendo su amante unos dos años… pero no pude soportarlo más. La abandoné, sin dejar rastro… nunca volví a saber nada de la señora Von Engels. Hacía tanto que no pensaba en ella… Ella fue la primera, pero para su desgracia no sería la última.
–No…no sienta pena por mí…- teatralicé aquello con una facilidad pasmosa. –Tengo que ser fuerte...y superarlo.- me aparté la mano de los ojos para mirarla. ¿Había colado?
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
–Es…fue…- ahora tartamudeaba – Era…- su pulso se aceleró. Sospechoso... ¿Por qué los humanos son tan embusteros? – Mi niñera…- me incorporé, apoyando la mano sobre mis rodillas, escuchando su historia imaginaria – Ella… me cuesta hablar de ello…ella… se aprovechó de mí.- Primero se niega a decirme su nombre. Luego se enfada y se cree en el derecho de criticar el mío. Y ahora se piensa que soy tonta. Mi semblante permaneció neutro, sin gesto –Yo… aunque era un crío… no tuvo reparos de…- sólo murmuré un mínimo -ya... - y sacudí las pequeñas piedrecitas que quedaban en mis manos al apoyarme con anterioridad en la hierva, mirándole de vez en cuando, de forma fugaz – hacer conmigo… lo que quiso.- suspiré ligeramente, deseosa de que terminara de hablar. Pero, por lo visto, aún le quedaba un conejo más en la chistera. Todo un mago, lleno de trucos. –Perdóname… no quiero aguarte la noche. Lo estábamos pasando tan bien.- ¿Y ahora... qué hacía? ¿Pretendía sacarse los ojos? –No…no sienta pena por mí…- Eso no sería posible aquella noche. El joven estaba gastando su último cartucho. Y no me refiero a las balas de la pistola
-Siento desilusionaros. Me dais una pena terrible – contesté impasible. Como quien dice la hora. Porque iba a morir... abrí los ojos de forma fugaz, para entornarlos de nuevo. Ya me estaba levantando, cuando le escuché decir una última cosa –Tengo que ser fuerte...y superarlo.- al apartarse la mano de la cara ¿Cuál sería su sorpresa?
Agarré al chico por el cuello de la camisa y alcé su cuerpo en alto, mirándole desde abajo.
-¿Os reís de mí, monsieur? - taladré su mirada con recelo ¿Por quién me tomaba? -Antes os oí maldecir vuestra vida – le recordé –Ni se me ocurriría mencionar la palabrota que dijisteis – cerré los ojos, apretando la boca con fuerza. Mi mandíbula cobró un nuevo sentido. Estaba disgustada por su vocabulario -Pero ese no es el caso – intenté borrar el taco de mi mente -Porque... ¿Si tan deprimente es vuestra vida, tanto que tenéis que inventar sucias mentiras, quizás pueda haceros un favor? - un favor que para mí, sólo sería un banquete más. Le bajé despacio, al notar los pétalos de la flor junto a mi oreja. ¿Iba a condenarlo por un mísero error? No. ¡Pero espero que esto le sirva de lección! -Quiero montar en canoa, monsieur – sonreí cuando le deposité en el suelo con brusquedad. En realidad, se me escapó de las manos -¡Vamos! - tiré de su brazo, arrastrándole hasta la charca.
-Siento desilusionaros. Me dais una pena terrible – contesté impasible. Como quien dice la hora. Porque iba a morir... abrí los ojos de forma fugaz, para entornarlos de nuevo. Ya me estaba levantando, cuando le escuché decir una última cosa –Tengo que ser fuerte...y superarlo.- al apartarse la mano de la cara ¿Cuál sería su sorpresa?
Agarré al chico por el cuello de la camisa y alcé su cuerpo en alto, mirándole desde abajo.
-¿Os reís de mí, monsieur? - taladré su mirada con recelo ¿Por quién me tomaba? -Antes os oí maldecir vuestra vida – le recordé –Ni se me ocurriría mencionar la palabrota que dijisteis – cerré los ojos, apretando la boca con fuerza. Mi mandíbula cobró un nuevo sentido. Estaba disgustada por su vocabulario -Pero ese no es el caso – intenté borrar el taco de mi mente -Porque... ¿Si tan deprimente es vuestra vida, tanto que tenéis que inventar sucias mentiras, quizás pueda haceros un favor? - un favor que para mí, sólo sería un banquete más. Le bajé despacio, al notar los pétalos de la flor junto a mi oreja. ¿Iba a condenarlo por un mísero error? No. ¡Pero espero que esto le sirva de lección! -Quiero montar en canoa, monsieur – sonreí cuando le deposité en el suelo con brusquedad. En realidad, se me escapó de las manos -¡Vamos! - tiré de su brazo, arrastrándole hasta la charca.
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
Sin que me diera tiempo a reaccionar estaba suspendido por los aires, la causante: aquella lunática. Realmente me entró risa ¿cómo…cómo lo estaba haciendo? ¿Qué truco era ese? -¿Os reís de mí, monsieur?- Nada que ver… Interioricé mis impulsos, mejor me callo. -Antes os oí maldecir vuestra vida – Maldigo tanto… –Ni se me ocurriría mencionar la palabrota que dijisteis – Cuando cerró los ojos una sonrisa se formó en mi semblante. ¿Y a esta tía que le pasa? Aún seguía a unos centímetros del suelo, yo no comprendía, tampoco le buscaba la lógica, iba borracho… por suerte.-Pero ese no es el caso. Porque... ¿Si tan deprimente es vuestra vida,- suspiré cansado.- tanto que tenéis que inventar sucias mentiras,- ¡Pero y tú qué sabes!-quizás pueda haceros un favor? – Entorné los ojos, balanceando mis pies. Bien, ya se había dado cuenta de su locura, fue bajando la mano que me aferraba el cuello de la camisa. -Quiero montar en canoa, monsieur – ¿Perdona?
-¡¿En can…?!- caí al suelo, por poco se me torció el tobillo. - ¿…oa?- me sentí estúpido. -¡Vamos! – No pude negarme me estaba llevando a su antojo por aquel parque, sí, había una maldita charca a unos metros…pero yo no quería montar en una maldita canoa ¡Maldigo todo!
Nada…que esa mujerzuela me llevó hasta las barcas ¡como si nada hubiese pasado! -¿Montar en canoa…este es el favor al que os referíais?- Pregunté incrédulo señalándolas con la mano. -¡Venga hombre! ¡Y qué más!- exclamé soltándome de su brazo. Puse los brazos en jarra con la mirada fija en las tenebrosas aguas, seguro que esto a la luz del día se ve más seguro. “¿Tienes miedo?” ¡Qué miedo…ni que miedo!
–Mire…pasaré por alto lo de antes…- por no calentarme la cabeza.-pero ¿esto? ¡Esto! ¡Já! Y ahora querrá la señorita, que reme como todo un campeón ¿verdad? – solté una carcajada limpia. Miré su rostro observando los cambios tan fugaces que sufría. -¿Verdad que sí?- volví a preguntar estúpidamente. –Solo oigo “quiero…quiero…quiero…”- la imité con bastante elocuencia. -¡No soy un samaritano! ni hago obras de caridad, por si no lo sabe ya.- Le expliqué asomándome por la pasarela de madera, no me da buena espina no…- Así que dígame… ¿qué gano con todo esto?- Siempre tan interesado…lo sé.
-¡¿En can…?!- caí al suelo, por poco se me torció el tobillo. - ¿…oa?- me sentí estúpido. -¡Vamos! – No pude negarme me estaba llevando a su antojo por aquel parque, sí, había una maldita charca a unos metros…pero yo no quería montar en una maldita canoa ¡Maldigo todo!
Nada…que esa mujerzuela me llevó hasta las barcas ¡como si nada hubiese pasado! -¿Montar en canoa…este es el favor al que os referíais?- Pregunté incrédulo señalándolas con la mano. -¡Venga hombre! ¡Y qué más!- exclamé soltándome de su brazo. Puse los brazos en jarra con la mirada fija en las tenebrosas aguas, seguro que esto a la luz del día se ve más seguro. “¿Tienes miedo?” ¡Qué miedo…ni que miedo!
–Mire…pasaré por alto lo de antes…- por no calentarme la cabeza.-pero ¿esto? ¡Esto! ¡Já! Y ahora querrá la señorita, que reme como todo un campeón ¿verdad? – solté una carcajada limpia. Miré su rostro observando los cambios tan fugaces que sufría. -¿Verdad que sí?- volví a preguntar estúpidamente. –Solo oigo “quiero…quiero…quiero…”- la imité con bastante elocuencia. -¡No soy un samaritano! ni hago obras de caridad, por si no lo sabe ya.- Le expliqué asomándome por la pasarela de madera, no me da buena espina no…- Así que dígame… ¿qué gano con todo esto?- Siempre tan interesado…lo sé.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
Ya casi habíamos llegado. Rodeé la charca hasta encontrar la zona de las canoas. Habría unas... ocho, grandes y bonitas, flotando. El agua un poquito sucia, la verdad ¿Quién las habría pintado con colores tan llamativos? Un artista posiblemente. Un artista de canoas. Que curioso. -¿Montar en canoa…este es el favor al que os referíais?- Uy... el favor queda muy lejos. Su dedo apuntó a las barcas -¡Venga hombre! ¡Y qué más!- se zafó de mi mano, soltándose con agresividad. De nuevo estaba enfadado ¿Era su estado natural? –Mire…pasaré por alto lo de antes…- Yo también... Fingiré que no sois un mentiroso. -pero ¿esto? ¡Esto! ¡Já! Y ahora querrá la señorita, que reme como todo un campeón ¿verdad?- Si se ofrecía... -¿Verdad que sí?- me asomé por la barandilla. El agua estaba en calma. Todo estaba en calma en realidad. Todo salvo... aquel joven y un extraño ruido, que procedía de entre las canoas ¿Qué sería? Era como... como si se estuviesen golpeando dos de ellas entre sí. Pero... pero todas estaban quietas, amarradas a un poste de madera. Que raro... –Solo oigo “quiero…quiero…quiero…”- fruncí el ceño y empecé a olisquear. La voz del chico sonaba de fondo. Pero mi interés estaba centrado en otro lugar ¿Qué olía tan mal?
-¿No oléis eso, Monsieur? - arrugué la nariz, como un ratoncito -Huele como... - horrible... Pero el joven no pareció escucharme. Su cabeza estaba en otra parte. La mía en sentido contrario.
-¡No soy un samaritano! ni hago obras de caridad, por si no lo sabe ya.- Observé el suelo. Quizás alguien tirase basura. Pero no vi nada sospechoso. Salvo... Oh Dios mío...
-Disculpad... - susurré muerta de miedo. No se de que me hablaba. Llevaba un buen rato sin prestarle atención. Pero fuera lo que fuese, puede que mi comentario le sirviese de algo, con suerte. Mi pánico aumentaba por momentos, caminando hacia atrás, con las manos en posición de defensa. - Así que dígame… ¿qué gano con todo esto?- el terror reencarnado. Uno de mis mayores enemigos. Hay cosas que deberían estar muertas, en lugar de vivas. Yo era incapaz de conectar con una de ellas: cucarachas...
De un salto, me abalancé sobre el chico, agarrándome con fuerza a su cabeza. Fue tal el impulso, que caímos sin remedio por encima de la varadilla. Nuestra siguiente parada fue la charca.
Nos zambullimos en el agua, moviendo las canoas por la caída. En menos de un segundo, conseguí salir a la superficie. La profundidad del lago resultó ser menor, de lo que a simple vista parecía.
Me quedé de pie con el agua por la cintura y las manos caídas a ambos lados de mi cuerpo, con los codos ocultos.
La flor que el chico me había comprado, flotaba surcando el agua con un leve movimiento, ante mis ojos.
Mi labio inferior comenzó a temblar, aguantando la tristeza.
-Mi flor... - susurré compungida. Estaba empapada. Rota.. que mal... Miré al joven con rapidez, con la esperanza de que me comprase otra. Ahora las canoas, si se chocaban entre sí, cesando con lentitud su movimiento, en medio del silencio.
Entonces, aquello que tanto me intrigaba, ese olor descomunal, se manifestó físicamente, flotando cerca de nosotros. Surcaba las aguas exactamente igual, que mi flor. Sólo que, su aspecto, era muchísimo peor: un cadáver.
Me quedé mirando el cuerpo en silencio, medio bizca. El labio aún me temblaba.
-Eso no es mío... - confesé, observando el cadáver de un hombre en plena descomposición. Confundido con el agua de la charca, no fui capaz de reconocer su aroma a tiempo. Que rabia...
-¿No oléis eso, Monsieur? - arrugué la nariz, como un ratoncito -Huele como... - horrible... Pero el joven no pareció escucharme. Su cabeza estaba en otra parte. La mía en sentido contrario.
-¡No soy un samaritano! ni hago obras de caridad, por si no lo sabe ya.- Observé el suelo. Quizás alguien tirase basura. Pero no vi nada sospechoso. Salvo... Oh Dios mío...
-Disculpad... - susurré muerta de miedo. No se de que me hablaba. Llevaba un buen rato sin prestarle atención. Pero fuera lo que fuese, puede que mi comentario le sirviese de algo, con suerte. Mi pánico aumentaba por momentos, caminando hacia atrás, con las manos en posición de defensa. - Así que dígame… ¿qué gano con todo esto?- el terror reencarnado. Uno de mis mayores enemigos. Hay cosas que deberían estar muertas, en lugar de vivas. Yo era incapaz de conectar con una de ellas: cucarachas...
De un salto, me abalancé sobre el chico, agarrándome con fuerza a su cabeza. Fue tal el impulso, que caímos sin remedio por encima de la varadilla. Nuestra siguiente parada fue la charca.
Nos zambullimos en el agua, moviendo las canoas por la caída. En menos de un segundo, conseguí salir a la superficie. La profundidad del lago resultó ser menor, de lo que a simple vista parecía.
Me quedé de pie con el agua por la cintura y las manos caídas a ambos lados de mi cuerpo, con los codos ocultos.
La flor que el chico me había comprado, flotaba surcando el agua con un leve movimiento, ante mis ojos.
Mi labio inferior comenzó a temblar, aguantando la tristeza.
-Mi flor... - susurré compungida. Estaba empapada. Rota.. que mal... Miré al joven con rapidez, con la esperanza de que me comprase otra. Ahora las canoas, si se chocaban entre sí, cesando con lentitud su movimiento, en medio del silencio.
Entonces, aquello que tanto me intrigaba, ese olor descomunal, se manifestó físicamente, flotando cerca de nosotros. Surcaba las aguas exactamente igual, que mi flor. Sólo que, su aspecto, era muchísimo peor: un cadáver.
Me quedé mirando el cuerpo en silencio, medio bizca. El labio aún me temblaba.
-Eso no es mío... - confesé, observando el cadáver de un hombre en plena descomposición. Confundido con el agua de la charca, no fui capaz de reconocer su aroma a tiempo. Que rabia...
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
Agotado era poco. ¡Una detrás de otra, una detrás de otra! ¿Qué hice para merecer esto?
-¿Y ahora qué?- pregunté a mi suerte. Aquella criatura se abalanzó sobre mí con el terror reflejado en su rostro, no tuve tiempo de reaccionar.- ¡Qué…qué!- Casi grité. ¡Qué demonios ocurría! Al abrir los ojos me encontré metido hasta arriba en la ¡Maldita charca! ¡Maldita mi suerte! Apreté los puños a punto de reventar. El humo debía estarme saliendo por la cabeza. Mi primer día en América ¡y toma! “Sí, vuelve cuando quieras…” te diré quién va a volver…yo te diré.
-Mi flor... – Giré la cabeza como si al hacerlo el cuello me crujiese, o simplemente estuviese oxidado. Mi gesto era bastante duro… ¡y qué! La estúpida flor…la estúpida charca… Estaba tan, tan inapetente que mi único interés era desaparecer, dejar allí a la loca, si hacía falta ¡lo haría!
-Eso no es mío... -¡Y aún tenía algo que decir! ¡Se iba a enterar! Me giré para increpar su desatino, cuando mis ojos se quedaron fijos en un bulto que flotaba sobre las aguas. -¡Qué cojones!- exclamé abriendo la boca formando una mueca de repulsión ¡digna de ver! Me empecé a encontrar mal, el cadáver ¡porque eso era! comenzó a acercarse a mi persona. -¡Joder! ¡Joder!- grité, salpicándole con el agua para que se alejase de mí, di uno pasos hacia atrás.
Era difícil andar allí, por lo que los zapatos se me quedaron atrapados entre las rocas, la estúpida charca, las estúpidas rocas. -¡El estúpido cadáver! ¡Aparta eso de mí!- Estaba desesperado, y muerto de asco, no quería que aquello me rozase si quiera.
Moví mis piernas con rabia, me iba a volver loco. Cuando conseguí zafarme de las rocas salí despavorido de la charca, arrastrándome por la tierra, como si aquello me persiguiera con ánimo de trastornarme, si no lo estaba ya. Me llevé las manos a la cara estremecido, me di asco hasta de mi mismo por haber estado en contacto en esa charca contaminada.
Comencé a quitarme la chaqueta, como si ésta apestase, después la camisa. - ¡Contraer una enfermedad! ¡Lo que me faltaba!- murmuraba como loco mientras me desabotonaba, me quité los zapatos, luego los pantalones, estuve a muy poco de quedarme en cueros si no fuera porque reparé en la chiquilla, pero inmediatamete me encogí de hombros e igualmente me los bajé.
Hice una bola a la ropa y la dejé bajo un árbol. Quizá no había pensado muy bien lo que acababa de hacer, pero qué más daba. Busqué alterado una fuente.
–Una…una fuente…fuente…- repetí andando de allí para allá sin ningún tipo de pudor.
-¿Y ahora qué?- pregunté a mi suerte. Aquella criatura se abalanzó sobre mí con el terror reflejado en su rostro, no tuve tiempo de reaccionar.- ¡Qué…qué!- Casi grité. ¡Qué demonios ocurría! Al abrir los ojos me encontré metido hasta arriba en la ¡Maldita charca! ¡Maldita mi suerte! Apreté los puños a punto de reventar. El humo debía estarme saliendo por la cabeza. Mi primer día en América ¡y toma! “Sí, vuelve cuando quieras…” te diré quién va a volver…yo te diré.
-Mi flor... – Giré la cabeza como si al hacerlo el cuello me crujiese, o simplemente estuviese oxidado. Mi gesto era bastante duro… ¡y qué! La estúpida flor…la estúpida charca… Estaba tan, tan inapetente que mi único interés era desaparecer, dejar allí a la loca, si hacía falta ¡lo haría!
-Eso no es mío... -¡Y aún tenía algo que decir! ¡Se iba a enterar! Me giré para increpar su desatino, cuando mis ojos se quedaron fijos en un bulto que flotaba sobre las aguas. -¡Qué cojones!- exclamé abriendo la boca formando una mueca de repulsión ¡digna de ver! Me empecé a encontrar mal, el cadáver ¡porque eso era! comenzó a acercarse a mi persona. -¡Joder! ¡Joder!- grité, salpicándole con el agua para que se alejase de mí, di uno pasos hacia atrás.
Era difícil andar allí, por lo que los zapatos se me quedaron atrapados entre las rocas, la estúpida charca, las estúpidas rocas. -¡El estúpido cadáver! ¡Aparta eso de mí!- Estaba desesperado, y muerto de asco, no quería que aquello me rozase si quiera.
Moví mis piernas con rabia, me iba a volver loco. Cuando conseguí zafarme de las rocas salí despavorido de la charca, arrastrándome por la tierra, como si aquello me persiguiera con ánimo de trastornarme, si no lo estaba ya. Me llevé las manos a la cara estremecido, me di asco hasta de mi mismo por haber estado en contacto en esa charca contaminada.
Comencé a quitarme la chaqueta, como si ésta apestase, después la camisa. - ¡Contraer una enfermedad! ¡Lo que me faltaba!- murmuraba como loco mientras me desabotonaba, me quité los zapatos, luego los pantalones, estuve a muy poco de quedarme en cueros si no fuera porque reparé en la chiquilla, pero inmediatamete me encogí de hombros e igualmente me los bajé.
Hice una bola a la ropa y la dejé bajo un árbol. Quizá no había pensado muy bien lo que acababa de hacer, pero qué más daba. Busqué alterado una fuente.
–Una…una fuente…fuente…- repetí andando de allí para allá sin ningún tipo de pudor.
Tristán Evans- Mensajes : 355
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Re: Cena a la carta [Libre]
La cantidad de palabrotas que salieron por esa boquita. Y todo... todo... al ver a un pobre hombre muerto ¿No tenía sentimientos? ¿No le preocupaba cómo había terminado ese señor allí? ¿lleno de magulladuras? ¿de cortes? ¿Con el cuello rebanado? ¿A falta de un ojo? ¿Y quizás un dedo? muy poco considerado, la verdad.
-¡Qué cojones! ¡Joder! ¡Joder!- movió las piernas para alejar el cuerpo.
-¡No hagáis eso, monsieur! ¡Lo único que hacéis es acercarlo más a vos! - exclame con horror, intentando ayudar de algún modo.
-¡El estúpido cadáver! ¡Aparta eso de mí!- caminé por el agua, sobre las rocas intentando ayudarle a cruzarlas. El vestido me pesaba muchísimo y el joven, no parecía prestarme atención.
-¡De verdad que yo no he sido! ¡Os lo juro por el niño Jesusito! ¡De verdad que no! - salimos de la charca. Yo no podía parar de seguirle, excusándome aún con el llanto a flor de piel. El labio no cesaba, temblándome como a un animalito desvalido -¡Monsieur! - sollocé llamándole para que me hiciese caso -¡Monsieur! - grité más fuerte creyendo morirme si no me miraba. - ¡Contraer una enfermedad! ¡Lo que me faltaba!- Hasta que se quitó la ropa, quedándose en cueros, delante de mí -¿Monsieur? - alcé una ceja, pasmada. Me tapé los ojos de inmediato y me di la vuelta -¡Por favor monsieur, os lo suplico! ¡No os enfadéis conmigo! - el joven pasó delante de mí en pelota picada, para dejar la ropa mojada bajo un árbol. Así que volví a darle la espalda, mirando en otra dirección -¡Monsieur! - grité de forma deliberada. Mis pataletas de niña, eran mucho más serenas que esta. Me sacudí el agua y caminé hasta el árbol, cogiendo su ropa. Aún murmuraba -Una…una fuente…fuente…- buscaba una fuente ¿Para qué? Menos mal que no hacía frio. Porque habría cogido una pulmonía -¡Menphis! - quizás así me hiciese caso. Sostuve la ropa en alto, tapando mi rostro con ella, para no verle. Iría allí donde fuese -¿Creéis que ese hombre ha sido víctima de un atraco? Es sospechoso el corte del cuello. Como... como... - no me salía la palabra ¿Cómo se decía? -¡Como si hubiesen saldado una deuda con su muerte! - exclamé asombrándome de mí misma. Nunca me planteé ser detective. Pero presentí que no se me daba nada mal -¿Vos qué pensáis? Olía como.. como... - alcé con mayor ímpetu la ropa al creer ver los atributos del joven -¡Cómo a cloroformo o algo así! -
-¡Qué cojones! ¡Joder! ¡Joder!- movió las piernas para alejar el cuerpo.
-¡No hagáis eso, monsieur! ¡Lo único que hacéis es acercarlo más a vos! - exclame con horror, intentando ayudar de algún modo.
-¡El estúpido cadáver! ¡Aparta eso de mí!- caminé por el agua, sobre las rocas intentando ayudarle a cruzarlas. El vestido me pesaba muchísimo y el joven, no parecía prestarme atención.
-¡De verdad que yo no he sido! ¡Os lo juro por el niño Jesusito! ¡De verdad que no! - salimos de la charca. Yo no podía parar de seguirle, excusándome aún con el llanto a flor de piel. El labio no cesaba, temblándome como a un animalito desvalido -¡Monsieur! - sollocé llamándole para que me hiciese caso -¡Monsieur! - grité más fuerte creyendo morirme si no me miraba. - ¡Contraer una enfermedad! ¡Lo que me faltaba!- Hasta que se quitó la ropa, quedándose en cueros, delante de mí -¿Monsieur? - alcé una ceja, pasmada. Me tapé los ojos de inmediato y me di la vuelta -¡Por favor monsieur, os lo suplico! ¡No os enfadéis conmigo! - el joven pasó delante de mí en pelota picada, para dejar la ropa mojada bajo un árbol. Así que volví a darle la espalda, mirando en otra dirección -¡Monsieur! - grité de forma deliberada. Mis pataletas de niña, eran mucho más serenas que esta. Me sacudí el agua y caminé hasta el árbol, cogiendo su ropa. Aún murmuraba -Una…una fuente…fuente…- buscaba una fuente ¿Para qué? Menos mal que no hacía frio. Porque habría cogido una pulmonía -¡Menphis! - quizás así me hiciese caso. Sostuve la ropa en alto, tapando mi rostro con ella, para no verle. Iría allí donde fuese -¿Creéis que ese hombre ha sido víctima de un atraco? Es sospechoso el corte del cuello. Como... como... - no me salía la palabra ¿Cómo se decía? -¡Como si hubiesen saldado una deuda con su muerte! - exclamé asombrándome de mí misma. Nunca me planteé ser detective. Pero presentí que no se me daba nada mal -¿Vos qué pensáis? Olía como.. como... - alcé con mayor ímpetu la ropa al creer ver los atributos del joven -¡Cómo a cloroformo o algo así! -
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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Re: Cena a la carta [Libre]
Necesitaba una fuente con urgencia, agua limpia por lo menos ¡y sus gritos no me dejaban pensar! ¿No le bastaba con haberme tirado a esa maldita y putrefacta charca? ¡Venga hombre! -¡Menphis! – ¡Qué no! Me asomé por un tronco, verificando que no pasaba nadie…nadie pasaba ¡qué horas serían! Ni idea. Aún así pude escucharla. -¿Creéis que ese hombre ha sido víctima de un atraco? -¡Es su problema!-Es sospechoso el corte del cuello. Como... como... – Suspiré fuertemente, girando la cabeza en su dirección ¿Por qué se tapaba con mis ropas? ¿Le daba vergüenza? ¿No había visto a ningún hombre desnudo antes? –Como…-¡Como si hubiesen saldado una deuda con su muerte! – Agotado, eché la cabeza hacia atrás. No me gustó que me comiese la cabeza de esa manera, tanta muerte, tanta muerte… -¿Vos qué pensáis?- Ya iba a comentar que aquello me parecía una soberana estupidez, pero ella continuó hablando. Se estaba emocionando ella sola hablando del tema.- Olía como... como... – Reí cuando se cubrió aún más, tendría que estar agradecida. -¡Cómo a cloroformo o algo así!
Me quedé delante de ella con los brazos en jarra. –No sé lo que será, no sé a qué demonios olerá.- Aunque quizá olía a cloroformo a leguas de distancia, y yo no lo había percibido si quiera. -¿Y qué pienso? ¿De verdad quieres saber lo que pienso? Angelito.- Solo sea por molestar, pero quería divertirme un rato a su costa, quizá quitándole mi ropa de las manos. –Si ese tipo está muerto… así tenía que ser…- me quedé pensativo. –Y si al tirarme a la charca… nos ha encontrado,- recordarlo me daba nauseas.- imagino que así tenía que ser. – Claro que sí. –pero… ¿No crees que es algo que no nos atañe? ¿Piensas llamar a la policía? ¡Tú sabes lo que puede significar eso! Te lo diré… ¡Más problemas!- le quité la camisa de las manos para escurrirla en condiciones. –No pretendo ser acusado…y menos aquí.- me estaba poniendo nervioso, mientras estrujaba la tela.
- Miles de personas mueren por los alrededores cada mes… ¿por qué molestarse? Y no te ofendas…pero es verdad… ¿Crees que hay una historia apasionante tras su muerte? Yo sinceramente…lo dudo mucho. Es uno de tantos. Los porqués no los sé, dormiré tranquilo desconociéndolo…- le quité los pantalones de las manos para escurrirlos, sin fijarme en la cara que pondría. –Piensa lo que quieras de mí…pero tengo razón, y si fueras una niña buena me harías caso.- sonreí divertido. Poniéndome la ropa interior.
Esperaba que mis palabras hubieran hecho el efecto deseado, y dejará el tema…por su bien y por el mío.
Me quedé delante de ella con los brazos en jarra. –No sé lo que será, no sé a qué demonios olerá.- Aunque quizá olía a cloroformo a leguas de distancia, y yo no lo había percibido si quiera. -¿Y qué pienso? ¿De verdad quieres saber lo que pienso? Angelito.- Solo sea por molestar, pero quería divertirme un rato a su costa, quizá quitándole mi ropa de las manos. –Si ese tipo está muerto… así tenía que ser…- me quedé pensativo. –Y si al tirarme a la charca… nos ha encontrado,- recordarlo me daba nauseas.- imagino que así tenía que ser. – Claro que sí. –pero… ¿No crees que es algo que no nos atañe? ¿Piensas llamar a la policía? ¡Tú sabes lo que puede significar eso! Te lo diré… ¡Más problemas!- le quité la camisa de las manos para escurrirla en condiciones. –No pretendo ser acusado…y menos aquí.- me estaba poniendo nervioso, mientras estrujaba la tela.
- Miles de personas mueren por los alrededores cada mes… ¿por qué molestarse? Y no te ofendas…pero es verdad… ¿Crees que hay una historia apasionante tras su muerte? Yo sinceramente…lo dudo mucho. Es uno de tantos. Los porqués no los sé, dormiré tranquilo desconociéndolo…- le quité los pantalones de las manos para escurrirlos, sin fijarme en la cara que pondría. –Piensa lo que quieras de mí…pero tengo razón, y si fueras una niña buena me harías caso.- sonreí divertido. Poniéndome la ropa interior.
Esperaba que mis palabras hubieran hecho el efecto deseado, y dejará el tema…por su bien y por el mío.
Tristán Evans- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 17/09/2010
Edad : 41
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Re: Cena a la carta [Libre]
–No sé lo que será, no sé a qué demonios olerá.- ¿Aún tenía agua en las orejas? ¡Se lo acababa de decir! A... ¡A cloroformo! Fruncí el ceño, molesta. Seguía sin escucharme -¿Y qué pienso?- sí. Eso quise saber -¿De verdad quieres saber lo que pienso? Angelito - ¿Angelito? reí por lo bajo y asentí con la cabeza, sin saber de antemano su respuesta, a pesar de que el joven no podía verme la cara –Si ese tipo está muerto… así tenía que ser…- ¿Así tenía que ser? me quedé pensativa –Y si al tirarme a la charca… nos ha encontrado,- pero entonces... -Pero.. - no pude hablar - imagino que así tenía que ser. – me interrumpió -¡Pero...! - lo intenté una vez más, acordándome de algo –pero… ¿No crees que es algo que no nos atañe? - ¡Recórcholis! abrí los ojos como un sapo -¿Piensas llamar a la policía? - ¡Yo no! ¡Pero quizás alguien lo haga! Estábamos metidos en un problemón... -¡Tú sabes lo que puede significar eso! Te lo diré… ¡Más problemas!- Me quitó la camisa para escurrirle el agua. La torre de ropa que sujetaba, desaparecería de mis manos en cualquier momento. Pero si a él, no le importaba que le viese sin ropa...
El chico estaba muy pero que muy, alterado. Y aún no era consciente de la gravedad del asunto. Menos mal que yo estaba allí para ayudarle –No pretendo ser acusado…y menos aquí.- ¡Yo tampoco quería! -¡Monsieur! - llamé al joven alarmada ¿Es qué no se daba cuenta del problema?
- Miles de personas mueren por los alrededores cada mes… ¿por qué molestarse? Y no te ofendas…pero es verdad… ¿Crees que hay una historia apasionante tras su muerte? - ya me daba igual lo que sucediese -Yo sinceramente…lo dudo mucho. Es uno de tantos. Los porqués no los sé, dormiré tranquilo desconociéndolo…- Los porqués se malinterpretarían, si la policía llegaba a... ¡Caramba! ¡Qué superdotado! me quitó la ropa que quedaba y pude verle con claridad. Este chico era todo un partido... norteamericano, patriota, valiente, detallista... un poco mentirosillo la verdad. Pero todo un partido, pese a las pequeñas cosas –Piensa lo que quieras de mí…pero tengo razón, y si fueras una niña buena me harías caso.- ¿Niña? ¡Pero si tengo 840 años! ¿Por qué todo el mundo me trata igual? A pesar de todo lo que dijo e hizo, soy muy buena vampira y le ayudaría.
-¡Pero no os dais cuenta monsieur! - No. No se daba cuenta. Su sonrisa me dio la pista. Le ayudé a ponerse con rapidez la ropa interior. Por error le toqué alguna que otra cosa. Pero bueno. A él parecía darle igual enseñármelo todo, así que... Luego le calcé con rapidez los pantalones. Incluso le alcé en alto para ir más rápido. Yo tenía mucha fuerza... -¿No echáis en falta algo? - me quité de inmediato el vestido. Si tenía que meterme de nuevo en la charca, no podría buscar bien el objeto, con la ropa puesta. Pesaba demasiado... -¡Tenemos que volver! - le cogí del cuello de la camisa y le arrastré hasta la charca de nuevo, en ropa interior -¡Yo la buscaré, monsieur! - exclamé con entusiasmo. Al fin y al cabo, la culpa había sido mía. La pistola que llevaba esa noche, debía estar escondida entre las rocas o entre la tierra de la laguna, si entre su ropa no estaba ¿No? si... claro que sí..., deseé. Si la policía encontraba el arma y descubría a quien pertenecía... ¡Puede que le culpasen! ¿Y si el cadáver tenía algún balazo...? Qué... ¡Le meterían en la carcel!
El chico estaba muy pero que muy, alterado. Y aún no era consciente de la gravedad del asunto. Menos mal que yo estaba allí para ayudarle –No pretendo ser acusado…y menos aquí.- ¡Yo tampoco quería! -¡Monsieur! - llamé al joven alarmada ¿Es qué no se daba cuenta del problema?
- Miles de personas mueren por los alrededores cada mes… ¿por qué molestarse? Y no te ofendas…pero es verdad… ¿Crees que hay una historia apasionante tras su muerte? - ya me daba igual lo que sucediese -Yo sinceramente…lo dudo mucho. Es uno de tantos. Los porqués no los sé, dormiré tranquilo desconociéndolo…- Los porqués se malinterpretarían, si la policía llegaba a... ¡Caramba! ¡Qué superdotado! me quitó la ropa que quedaba y pude verle con claridad. Este chico era todo un partido... norteamericano, patriota, valiente, detallista... un poco mentirosillo la verdad. Pero todo un partido, pese a las pequeñas cosas –Piensa lo que quieras de mí…pero tengo razón, y si fueras una niña buena me harías caso.- ¿Niña? ¡Pero si tengo 840 años! ¿Por qué todo el mundo me trata igual? A pesar de todo lo que dijo e hizo, soy muy buena vampira y le ayudaría.
-¡Pero no os dais cuenta monsieur! - No. No se daba cuenta. Su sonrisa me dio la pista. Le ayudé a ponerse con rapidez la ropa interior. Por error le toqué alguna que otra cosa. Pero bueno. A él parecía darle igual enseñármelo todo, así que... Luego le calcé con rapidez los pantalones. Incluso le alcé en alto para ir más rápido. Yo tenía mucha fuerza... -¿No echáis en falta algo? - me quité de inmediato el vestido. Si tenía que meterme de nuevo en la charca, no podría buscar bien el objeto, con la ropa puesta. Pesaba demasiado... -¡Tenemos que volver! - le cogí del cuello de la camisa y le arrastré hasta la charca de nuevo, en ropa interior -¡Yo la buscaré, monsieur! - exclamé con entusiasmo. Al fin y al cabo, la culpa había sido mía. La pistola que llevaba esa noche, debía estar escondida entre las rocas o entre la tierra de la laguna, si entre su ropa no estaba ¿No? si... claro que sí..., deseé. Si la policía encontraba el arma y descubría a quien pertenecía... ¡Puede que le culpasen! ¿Y si el cadáver tenía algún balazo...? Qué... ¡Le meterían en la carcel!
Eva Lavant- Vampiro - Clase Alta
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