Resurgir (Alma Dupont)
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Resurgir (Alma Dupont)
Estúpido cazador ¿de donde salían tantos? ¿De debajo de las piedras? Mi pequeña Persephone, más les valía a Lilith y a Ruby cuidar bien de ellas.
Desde que nació la pequeña, nacieron en mis sentimientos que antes relacionaba con la debilidad de los humanos. Una sensación de sobreprotección hacia la pequeña me llevaba a preocuparme cada dos por tres por ella, por eso intentaba alejarme de vez en cuando de casa, no me gustaba sentirme débil.
Desde que arrebaté a mi hija de los brazos de su madre, los cazadores parecieron demasiado interesados hacia mi persona y mis paseos matutinos se veían constantemente interrumpidos por esos desgraciados cuyo final siempre era el mismo: Darse un baño eterno en las aguas oscuras de Támesis.
Pero este último atacante se había acercado demasiado. Ahora me sentía entumecido por culpa de un exorcismo fallido y reinaba en mi cuerpo un malestar general. Necesitaba una buena copa.
-A quien hay que cepillarse para que le sirvan una buena copa de Whisky…- dije irritado palmeando la barra. Al momento, un vaso se deslizó sobre la superficie de madera hasta detenerse justo enfrente de mi-… vaya, si que ha sido un polvo rápido- cogí el vaso con una mano y lo vacié de un trago. Al alcohol quemó durante unos segundos la garganta, luego la sensación de escozor desapareció. Desde el nacimiento de Persephone la vida de bendita lujuria y muerte a mí alrededor había desaparecido casi por completo… desgraciadamente por completo y los antiguos retos que me marcaba antiguamente habían desaparecido. Mi vaso volvió a estar lleno al momento, pero antes de volver a vaciarlo, me entretuve contemplando los haces de luz que se reflejaban en el cristal.
Me había descuidado demasiado y era el momento de resurgir como mi antiguo yo.
Como si de una transformación se tratase, alisé mis ropas que habían quedado alborotadas por el combate anterior y en mis labios apareció mi querida sonrisa juguetona.
Desde que nació la pequeña, nacieron en mis sentimientos que antes relacionaba con la debilidad de los humanos. Una sensación de sobreprotección hacia la pequeña me llevaba a preocuparme cada dos por tres por ella, por eso intentaba alejarme de vez en cuando de casa, no me gustaba sentirme débil.
Desde que arrebaté a mi hija de los brazos de su madre, los cazadores parecieron demasiado interesados hacia mi persona y mis paseos matutinos se veían constantemente interrumpidos por esos desgraciados cuyo final siempre era el mismo: Darse un baño eterno en las aguas oscuras de Támesis.
Pero este último atacante se había acercado demasiado. Ahora me sentía entumecido por culpa de un exorcismo fallido y reinaba en mi cuerpo un malestar general. Necesitaba una buena copa.
-A quien hay que cepillarse para que le sirvan una buena copa de Whisky…- dije irritado palmeando la barra. Al momento, un vaso se deslizó sobre la superficie de madera hasta detenerse justo enfrente de mi-… vaya, si que ha sido un polvo rápido- cogí el vaso con una mano y lo vacié de un trago. Al alcohol quemó durante unos segundos la garganta, luego la sensación de escozor desapareció. Desde el nacimiento de Persephone la vida de bendita lujuria y muerte a mí alrededor había desaparecido casi por completo… desgraciadamente por completo y los antiguos retos que me marcaba antiguamente habían desaparecido. Mi vaso volvió a estar lleno al momento, pero antes de volver a vaciarlo, me entretuve contemplando los haces de luz que se reflejaban en el cristal.
Me había descuidado demasiado y era el momento de resurgir como mi antiguo yo.
Como si de una transformación se tratase, alisé mis ropas que habían quedado alborotadas por el combate anterior y en mis labios apareció mi querida sonrisa juguetona.
Mefistófeles- Demonio
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Fecha de inscripción : 03/10/2010
Re: Resurgir (Alma Dupont)
Había transcurrido un año, desde el fallecimiento de mi tercer marido; Robert. Y fui discreta respecto a la ejecución de su asesinato. Acudí al cementerio cada mes, para callar las habladurías. Y me mantuve soltera, durante una buena temporada, interpretando a la mujer compungida.
Maldije el día en el que, a un miembro de la policía inglesa, Steven Marshall; se le ocurrió posar sus ojos en mí, sospechando de mi crimen. Posiblemente la tuviese pequeña y fuese un amargado de la vida. Tan deprimente y aburrido, como para seguirme allí donde fuese. Porque fui incapaz de engañar a su inocencia.
Sólo había una forma de acabar con el problema. Limpia y fácil...
Miré la carta de vinos del local, intentando decidir que pedirme. De vez en cuando, alzaba el rostro por encima de la carta, para observar a mi persecutor. Yo sabía que era él, a pesar de no conocerle. Disimulaba fatal, apartando la mirada hacia otra dirección, cada vez que nuestras pupilas coincidían.
Qué hacer... pensé. Dejando la carta sobre la mesa indecisa.
- A quien hay que cepillarse para que le sirvan una buena copa de Whisky…- escuché a un hombre decir. Menuda carácter..., sonreí de forma interna. El caballero se sentaba justo detrás de mí. Noté su silla chocar ligeramente, cuando la camarera le trajo el Whisky, que con tanto fervor, le hacía falta -… vaya, si que ha sido un polvo rápido- vaya... mi mente empezaba a ponerse en marcha...
El camarero se acercó a mi mesa;
-¿Deseaba algo señorita? - reparó en la carta -¿Quizás un vino semi-dulce? - me sugirió, dibujando una sonrisa cordial.
-Mejor un semi-seco. Gracias - contesté con cierto "rintintín", tan seca como el vino. Que no le engañase mi rostro. Me gustaba la bebida peleona. Y aquella noche yo estaba más que guerrera, dispuesta a utilizar los puños, si hacía falta.
Abrí sobre mis rodillas, el bolso de mano. Saqué un pequeño papel. Era el recibo de uno de mis modistos, con la tinta casi borrada. Le di la vuelta, tapándolo con la carta, como si siguiese eligiendo vinos. Luego saqué una pequeña pluma.
El camarero me trajo de inmediato mi pedido. Ni le miré... cogí la copa, pegué un sorbo deleitándome con su sabor y la escondí tras la carta que aún sujetaba. Llevé la punta de la pluma al contenido de la copa y empecé a escribir sobre el papel; poblándolo de letras rojas:
Me hallo en una situación de vida o muerte. Necesito que me haga un favor. Reúnase conmigo en el tocador. Se lo ruego.
Tras terminar el mensaje, soplé para secarlo, lo oculté en una de mis mangas y me levanté discreta, para dejar la nota sobre la mesa del caballero; justo al lado de su Whisky. Pero antes, giré el rostro, capitaneando la mirada, hacia la zona donde Steven Marshall se sentaba. Apartó los ojos de mí muy disimulado, una vez más; y así... no vio mi intrusión, mi mensaje de auxilio, depositado en la mesa de aquel joven. Luego, me encaminé al lugar acordado. Sólo quedaba esperar...
Maldije el día en el que, a un miembro de la policía inglesa, Steven Marshall; se le ocurrió posar sus ojos en mí, sospechando de mi crimen. Posiblemente la tuviese pequeña y fuese un amargado de la vida. Tan deprimente y aburrido, como para seguirme allí donde fuese. Porque fui incapaz de engañar a su inocencia.
Sólo había una forma de acabar con el problema. Limpia y fácil...
Miré la carta de vinos del local, intentando decidir que pedirme. De vez en cuando, alzaba el rostro por encima de la carta, para observar a mi persecutor. Yo sabía que era él, a pesar de no conocerle. Disimulaba fatal, apartando la mirada hacia otra dirección, cada vez que nuestras pupilas coincidían.
Qué hacer... pensé. Dejando la carta sobre la mesa indecisa.
- A quien hay que cepillarse para que le sirvan una buena copa de Whisky…- escuché a un hombre decir. Menuda carácter..., sonreí de forma interna. El caballero se sentaba justo detrás de mí. Noté su silla chocar ligeramente, cuando la camarera le trajo el Whisky, que con tanto fervor, le hacía falta -… vaya, si que ha sido un polvo rápido- vaya... mi mente empezaba a ponerse en marcha...
El camarero se acercó a mi mesa;
-¿Deseaba algo señorita? - reparó en la carta -¿Quizás un vino semi-dulce? - me sugirió, dibujando una sonrisa cordial.
-Mejor un semi-seco. Gracias - contesté con cierto "rintintín", tan seca como el vino. Que no le engañase mi rostro. Me gustaba la bebida peleona. Y aquella noche yo estaba más que guerrera, dispuesta a utilizar los puños, si hacía falta.
Abrí sobre mis rodillas, el bolso de mano. Saqué un pequeño papel. Era el recibo de uno de mis modistos, con la tinta casi borrada. Le di la vuelta, tapándolo con la carta, como si siguiese eligiendo vinos. Luego saqué una pequeña pluma.
El camarero me trajo de inmediato mi pedido. Ni le miré... cogí la copa, pegué un sorbo deleitándome con su sabor y la escondí tras la carta que aún sujetaba. Llevé la punta de la pluma al contenido de la copa y empecé a escribir sobre el papel; poblándolo de letras rojas:
Me hallo en una situación de vida o muerte. Necesito que me haga un favor. Reúnase conmigo en el tocador. Se lo ruego.
Tras terminar el mensaje, soplé para secarlo, lo oculté en una de mis mangas y me levanté discreta, para dejar la nota sobre la mesa del caballero; justo al lado de su Whisky. Pero antes, giré el rostro, capitaneando la mirada, hacia la zona donde Steven Marshall se sentaba. Apartó los ojos de mí muy disimulado, una vez más; y así... no vio mi intrusión, mi mensaje de auxilio, depositado en la mesa de aquel joven. Luego, me encaminé al lugar acordado. Sólo quedaba esperar...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Resurgir (Alma Dupont)
En mi cuerpo ya había niveles de alcohol suficientes para tumbar a un hombre a dormir la mona durante un día entero, a mí ni me temblaba la voz ni se me nublaba la vista ¿Qué se sentiría al estar borracho? Bah, en que tonterías se piensan cuando no hay nada que hacer… pero espera, si que tenía algo que hacer: Divertirme. Pero como.
Cuando fui a coger de nuevo mi vaso medio vacío, o medio lleno para cualquier tiquismiquis, vi un papel doblado que antes no había.
Enarcando una ceja lo cogí con sumo cuidado y lo desdoblé.
Me hallo en una situación de vida o muerte. Necesito que me haga un favor. Reúnase conmigo en el tocador. Se lo ruego
Leí la nota varias veces antes de arrugarla y metérmela en el bolsillo. Una buena pista para encontrar mí codiciada diversión.
Vacié el contenido de mi vaso y me levanté.
-Señor, la cuenta- tendió el camarero que me había servido muy bien, hasta ahora.
-¿Le he dicho en algún momento que me voy?
-No, per…
-Pues cállese- dije irritado.
Me arreglé el traje y caminé tranquilo analizando las caras de todos los humanos que había en el local. Siempre podría tratarse de una trampa.
Antes de entrar en el tocador, me asomé con cuidado para explorar el suelo y el techo… nada sospechoso. Entre un pie y al ver que no me quedaba paralizado entré por completo.
Allí me esperaba una mujer rubia de claros ojos y mirada serena. Todos los poros de su piel inspiraban peligro. Podría haberme relamido pues era un tipo de mujer que me atraía… peligrosas, de esas quedaban pocas.
Saqué la nota del bolsillo y se la mostré.
-¿Es usted la autora de esta nota?- pregunté, arrugándola y lanzándola después a un lado- ¿En qué puede servirla este humilde caballero?
Cuando fui a coger de nuevo mi vaso medio vacío, o medio lleno para cualquier tiquismiquis, vi un papel doblado que antes no había.
Enarcando una ceja lo cogí con sumo cuidado y lo desdoblé.
Me hallo en una situación de vida o muerte. Necesito que me haga un favor. Reúnase conmigo en el tocador. Se lo ruego
Leí la nota varias veces antes de arrugarla y metérmela en el bolsillo. Una buena pista para encontrar mí codiciada diversión.
Vacié el contenido de mi vaso y me levanté.
-Señor, la cuenta- tendió el camarero que me había servido muy bien, hasta ahora.
-¿Le he dicho en algún momento que me voy?
-No, per…
-Pues cállese- dije irritado.
Me arreglé el traje y caminé tranquilo analizando las caras de todos los humanos que había en el local. Siempre podría tratarse de una trampa.
Antes de entrar en el tocador, me asomé con cuidado para explorar el suelo y el techo… nada sospechoso. Entre un pie y al ver que no me quedaba paralizado entré por completo.
Allí me esperaba una mujer rubia de claros ojos y mirada serena. Todos los poros de su piel inspiraban peligro. Podría haberme relamido pues era un tipo de mujer que me atraía… peligrosas, de esas quedaban pocas.
Saqué la nota del bolsillo y se la mostré.
-¿Es usted la autora de esta nota?- pregunté, arrugándola y lanzándola después a un lado- ¿En qué puede servirla este humilde caballero?
Mefistófeles- Demonio
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Fecha de inscripción : 03/10/2010
Re: Resurgir (Alma Dupont)
Le di una propina a la doncella del tocador, tras perfumarme, para que se marchase. No me hubiese gustado que oyese mi conversación, si aquel caballero se dignaba a aparecer. Al inclinarme sobre una mesa, apoyé los brazos con fuerza. Necesitaba controlar el nerviosismo de algún modo. En ese momento se abrió la puerta. Me di la vuelta de inmediato, a pesar de tener el espejo delante. De poder ver su rostro reflejado con claridad. Pero el arrebato me pudo.
Mi rostro se tornó decepcionado al ver que... ¡era una dama! ¿Donde estaba el caballero? ¿No iba a venir? La joven se pintó los labios sonriéndome. Yo la miré por encima del hombro, a través del reflejo. Qué hacer... pensé, al mismo tiempo que volvía a quedarme sola, perdida en mi propia imagen.
-¿Es usted la autora de esta nota?- pegué un pequeño respingo tras ver al caballero. Mi corazón volvió a latir a ritmo lento, tranquilizándose pausadamente. No estaba todo perdido...
Me di la vuelta con lentitud, recreando la tragedia en mis ojos. La mueca rota en mi mandíbula. El drama preparado en los labios, para mentir al joven -Así es -
-¿En qué puede servirla este humilde caballero? - recogí la nota del suelo, cuando le vi tirarla. No podían hallar pruebas. Y volví a leer el contenido, con el rostro afligido. Luego la guardé en mi bolso de mano.
-Siento haberos importunado, monsieur - me acerqué a él con calma -Pero me siento acorralada. Y no he sabido a quién acudir - tenía una cara de lo más noble, a pesar de haber oído su comentario con anterioridad. Posiblemente estuviese borracho. El alcohol te hace decir cosas que no quieres. Yo era experta en ese campo -Hay un hombre... - dejé caer una mano sobre su hombro, para inclinarme con deliberación y susurrar en su oído -me acosa, me persigue, esta loco. Completamente loco - le miré a los ojos de reojo -quiere matarme... - sentencié con aplomo -Y esta aquí... - susurré, como si alguien más pudiese escucharnos -Necesito que le distraigáis, para poder huír. No es mucho lo que os pido, como veis - me aparté de él. No quería intimidarle y tampoco podía saber si aquel acercamiento le resultaba molesto. Por precauciones... mejor no tentar a la suerte. No fuese a ser, que desapareciese -Os pagaré - mi mentira había sido contundente, exquisita, inmaculada. La mujer perseguida por el amante celoso. Perfecto...
Mi rostro se tornó decepcionado al ver que... ¡era una dama! ¿Donde estaba el caballero? ¿No iba a venir? La joven se pintó los labios sonriéndome. Yo la miré por encima del hombro, a través del reflejo. Qué hacer... pensé, al mismo tiempo que volvía a quedarme sola, perdida en mi propia imagen.
-¿Es usted la autora de esta nota?- pegué un pequeño respingo tras ver al caballero. Mi corazón volvió a latir a ritmo lento, tranquilizándose pausadamente. No estaba todo perdido...
Me di la vuelta con lentitud, recreando la tragedia en mis ojos. La mueca rota en mi mandíbula. El drama preparado en los labios, para mentir al joven -Así es -
-¿En qué puede servirla este humilde caballero? - recogí la nota del suelo, cuando le vi tirarla. No podían hallar pruebas. Y volví a leer el contenido, con el rostro afligido. Luego la guardé en mi bolso de mano.
-Siento haberos importunado, monsieur - me acerqué a él con calma -Pero me siento acorralada. Y no he sabido a quién acudir - tenía una cara de lo más noble, a pesar de haber oído su comentario con anterioridad. Posiblemente estuviese borracho. El alcohol te hace decir cosas que no quieres. Yo era experta en ese campo -Hay un hombre... - dejé caer una mano sobre su hombro, para inclinarme con deliberación y susurrar en su oído -me acosa, me persigue, esta loco. Completamente loco - le miré a los ojos de reojo -quiere matarme... - sentencié con aplomo -Y esta aquí... - susurré, como si alguien más pudiese escucharnos -Necesito que le distraigáis, para poder huír. No es mucho lo que os pido, como veis - me aparté de él. No quería intimidarle y tampoco podía saber si aquel acercamiento le resultaba molesto. Por precauciones... mejor no tentar a la suerte. No fuese a ser, que desapareciese -Os pagaré - mi mentira había sido contundente, exquisita, inmaculada. La mujer perseguida por el amante celoso. Perfecto...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Resurgir (Alma Dupont)
Enarqué ambas cejas y mientras la desesperada mujer me narraba su desgracia, yo me encendía un cigarrillo para mi disfrute.
No me dí cuenta que había acabado por fin de tanto bla bla bla.
-Haber que me aclare… ¿Me ha levantado de la mesa, por esto? Unas monedillas- en mi cabeza resonó un gran “aburrido”- Si su vida, de verdad está en peligro, me esperaba algo más- me apoyé en la mesa que había en la habitación y fui directo al grano- No se que imagen habrá creado de mi pero no me identifico con los caballeros de blanca armadura que protegen a las doncellas de los dragones… yo siempre soy el dragón- cansado ya del cigarrillo, lo apagué sobre la mesa y me crucé de brazos- Si se ha juntado con personas que no debía y ahora le toca pagar las consecuencias, es solo asunto suyo…. A mi no me importa ni tres cuartos. Lo único que me interesa es el pago. ¿Dinero? Tengo mucho, mis necesidades son pocas y me es muy fácil conseguir ahorrillos- me alejé de la mesa para colocarme de nuevo delante de ella- Piense bien su pago, destaco por ser perezoso… y si además me contáis la verdadera historia, haré el trabajo con mucho más gusto- al ver su cara de Poker, me encogí de hombros- No puede engañar a un mentiroso, es antinatural.
No me dí cuenta que había acabado por fin de tanto bla bla bla.
-Haber que me aclare… ¿Me ha levantado de la mesa, por esto? Unas monedillas- en mi cabeza resonó un gran “aburrido”- Si su vida, de verdad está en peligro, me esperaba algo más- me apoyé en la mesa que había en la habitación y fui directo al grano- No se que imagen habrá creado de mi pero no me identifico con los caballeros de blanca armadura que protegen a las doncellas de los dragones… yo siempre soy el dragón- cansado ya del cigarrillo, lo apagué sobre la mesa y me crucé de brazos- Si se ha juntado con personas que no debía y ahora le toca pagar las consecuencias, es solo asunto suyo…. A mi no me importa ni tres cuartos. Lo único que me interesa es el pago. ¿Dinero? Tengo mucho, mis necesidades son pocas y me es muy fácil conseguir ahorrillos- me alejé de la mesa para colocarme de nuevo delante de ella- Piense bien su pago, destaco por ser perezoso… y si además me contáis la verdadera historia, haré el trabajo con mucho más gusto- al ver su cara de Poker, me encogí de hombros- No puede engañar a un mentiroso, es antinatural.
Mefistófeles- Demonio
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Fecha de inscripción : 03/10/2010
Re: Resurgir (Alma Dupont)
Pero... qué se había creído ese... ¡Hombre del demonio! Y yo pensando que era todo un caballero. Pues si era el dragón, yo era la bruja piruja ¡Qué se andara con cuidado!
-Creo que le sigo... - achiqué los ojos, con un dedo sobre la barbilla; como si acabase de dar con la clave del delito -Es muy sencillo - endurecí el gesto. Él perdió las formas. Para qué seguir aparentando. Eso si, no pensaba decirle, que la policía me perseguía. No sería cauto. Aunque no sabía como me las iba a apañar delante de todo un embaucador -Vos me decís como queréis que os pague el favor... y todos contentos ¿No? - sonreí con cierto desdén -A no ser... que seáis demasiado perezoso - bromeé secándome las lágrimas imaginarias con una de las manos -No quiero meterle en líos. Mi vida es demasiado complicada - me alejé unos centímetros de él, para observarle con detenimiento ¿Estaría cuerdo? -Muchos son mis pecados y no creo que vos podáis solventarlos con un movimiento de mano - al menos eso era cierto. Era consciente de cada uno de ellos.
Demasiado avariciosa, el dinero nunca dejaba de saciarme y cualquier persona que osase retarme, sería testigo de mi ira. Envidiaba la vida de los ricos, sus lujos y sus caprichos. Cosa me que había convertido en la asesina más letal de la historia de Inglaterra. Y eso sin saberlo ellos. Soberbia...
Saciaba mi hambre de poder, cada vez que mi cuchillo desgarraba la piel de algún pobre iluso. Y todas las noches, infinidad de caballeros acudían a mi cama para colmar mi lujuria. Yo no era ninguna "joyita" y me daba pereza andarme por las ramas.
-Creo que le sigo... - achiqué los ojos, con un dedo sobre la barbilla; como si acabase de dar con la clave del delito -Es muy sencillo - endurecí el gesto. Él perdió las formas. Para qué seguir aparentando. Eso si, no pensaba decirle, que la policía me perseguía. No sería cauto. Aunque no sabía como me las iba a apañar delante de todo un embaucador -Vos me decís como queréis que os pague el favor... y todos contentos ¿No? - sonreí con cierto desdén -A no ser... que seáis demasiado perezoso - bromeé secándome las lágrimas imaginarias con una de las manos -No quiero meterle en líos. Mi vida es demasiado complicada - me alejé unos centímetros de él, para observarle con detenimiento ¿Estaría cuerdo? -Muchos son mis pecados y no creo que vos podáis solventarlos con un movimiento de mano - al menos eso era cierto. Era consciente de cada uno de ellos.
Demasiado avariciosa, el dinero nunca dejaba de saciarme y cualquier persona que osase retarme, sería testigo de mi ira. Envidiaba la vida de los ricos, sus lujos y sus caprichos. Cosa me que había convertido en la asesina más letal de la historia de Inglaterra. Y eso sin saberlo ellos. Soberbia...
Saciaba mi hambre de poder, cada vez que mi cuchillo desgarraba la piel de algún pobre iluso. Y todas las noches, infinidad de caballeros acudían a mi cama para colmar mi lujuria. Yo no era ninguna "joyita" y me daba pereza andarme por las ramas.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Creo que le sigo... Es muy. Vos me decís como queréis que os pague el favor... y todos contentos ¿No? A no ser... que seáis demasiado perezoso. No quiero meterle en líos. Mi vida es demasiado complicada. Muchos son mis pecados y no creo que vos podáis solventarlos con un movimiento de mano- comentó la bella desconocida.
-¿Y para qué ibas a querer deshacerte de ellos? Los pecados son el pan de cada día. Nuestras acciones son las que marcan nuestra personalidad, querer deshacerse de ellas es un insulto hacia ti misma. Pero no hay nada imposible en este mundo… si se sabe donde buscar- en ella podía sentir avaricia y ansias de tener todo lo que su vista llega a contemplar. Era la mujer perfecta que tanto deseaba para volver a la nueva vida. Su alma me resultaba apetitosa y ansiaba tenerla…- ¿Acaso el dinero que posees ya no te satisface? ¿Quieres más?- La luz de las velas titiló durante unas milésimas de segundo, unas milésimas de segundo que nos rodeó oscuridad y que yo utilicé para colocarme a su espalda.
Mis manos recorrieron su cintura- El poder te estremece y deseas obtenerlo a cualquier precio ¿verdad? Lo quieres todo y no habrá nada que te impida conseguirlo… Yo puedo darte todo lo que desees-susurré en su oído. Cuando la luz volvió a titilar, volví a mi lugar original, separado por unos cuantos pasos del cuerpo de la dama- Qué es lo que quieres y que estás dispuesta a darme por ello…
-¿Y para qué ibas a querer deshacerte de ellos? Los pecados son el pan de cada día. Nuestras acciones son las que marcan nuestra personalidad, querer deshacerse de ellas es un insulto hacia ti misma. Pero no hay nada imposible en este mundo… si se sabe donde buscar- en ella podía sentir avaricia y ansias de tener todo lo que su vista llega a contemplar. Era la mujer perfecta que tanto deseaba para volver a la nueva vida. Su alma me resultaba apetitosa y ansiaba tenerla…- ¿Acaso el dinero que posees ya no te satisface? ¿Quieres más?- La luz de las velas titiló durante unas milésimas de segundo, unas milésimas de segundo que nos rodeó oscuridad y que yo utilicé para colocarme a su espalda.
Mis manos recorrieron su cintura- El poder te estremece y deseas obtenerlo a cualquier precio ¿verdad? Lo quieres todo y no habrá nada que te impida conseguirlo… Yo puedo darte todo lo que desees-susurré en su oído. Cuando la luz volvió a titilar, volví a mi lugar original, separado por unos cuantos pasos del cuerpo de la dama- Qué es lo que quieres y que estás dispuesta a darme por ello…
Mefistófeles- Demonio
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-¿Y para qué ibas a querer deshacerte de ellos? Los pecados son el pan de cada día. Nuestras acciones son las que marcan nuestra personalidad, querer deshacerse de ellas es un insulto hacia ti misma. Pero no hay nada imposible en este mundo… si se sabe donde buscar- en eso tenía toda la razón. Pero yo nunca deseé deshacerme de ellos. Básicamente porque... me era imposible. Incluso a pesar de haberlo intentado en presencia de Tristán, era condenadamente difícil.
- ¿Acaso el dinero que posees ya no te satisface? ¿Quieres más?- me pregunté: ¿Cómo demonios sabría algo así? ¿Tan predecible era? Posiblemente... en esta época tienes que ser alguien para poder moverte. Y sin dinero... poco llamas la atención de la gente.
Mi corazón empezó a latir, como si de un galope se tratase, al ritmo del tintineo de las velas que nos rodeaban. Para ser un tocador, era de lo más íntimo... El caballero, muy fiel a su palabra de "embaucador desvergonzado" cosa que agradecí, en este mundo la sinceridad escasea; se tomó la libertad de rodear mi cintura con sus manos. Sólo pude sentirlo, pues le perdí de vista. De forma silenciosa, se colocó tras mi espalda.
Giré el rostro para observarle de reojo. Era embelesadora su forma de hablar -El poder te estremece y deseas obtenerlo a cualquier precio ¿verdad? Lo quieres todo y no habrá nada que te impida conseguirlo… Yo puedo darte todo lo que desees- ¿Todo lo que deseé? No me lo digas dos veces. Cerré los ojos, presa del susurro. En ese momento no supe a lo que se refería. Con la cabeza repleta de ideas y sin moverme apenas, eché un vistazo a sus manos firmes, asediadas a mis formas. La luz cobró vida de nuevo. Y con ella, el caballero abandonó la fortaleza que había rodeado segundos antes. Como si se tratase de una huella, sus manos aún parecían estar presentes sobre mi piel - Qué es lo que quieres y que estás dispuesta a darme por ello… - estaba claro que no iba a decírmelo él. Así que, sin dilaciones, fui franca por una vez. Me daba en la nariz, que no iba a ofenderse.
-¿Sabéis cual es el problema? - sonreí con ojos turbios. Ennegrecidos por la más terrible de las perversiones -Que no me porto nada bien - remarqué ese "nada" con aplomo y saña, para que quedase claro -Y ese.... como decirlo... - pensé con un dedo en la boca, buscando un nombre para Mr. Marshall. Luego volví a fijar la mirada en sus ojos, preguntándome que desearía de mí, el misterioso caballero -...hedor nauseabundo, engendro de la naturaleza; ese tipo, no parece ser partidario de mis hábitos - me acerqué a él y, con la mayor de las sutilezas; susurré en su oído, acariciándole con la punta de los labios, cada una de las palabras -Pero... - dejé caer una mano, deslizándola por su pecho, sin recato alguno -...por el contrario, tengo la sensación de que vos, no estaréis en desacuerdo - con la otra mano, metí los dedos por debajo de mi falda, hasta asir el puñal que reposaba enganchado en una de las ligas; deseoso de salir -Tú... - le tuteé -...le tiras algo encima. Yo salgo sin que me vea. Y cuando se marche del local, mi "amiguito" - pasé el puñal por su pecho, haciendo el mismo recorrido que la palma de mi mano hizo con anterioridad -le da un dulce "buenas noches" - me aparté del caballero, para ver su reacción. No parecía sorprendido. Así que... me fie de él. La gente sin escrúpulos debe sostenerse sobre sus semejantes. De esa forma, nunca hay juicio -Y yo prometo hacerte el vendito favor que se te ocurra. Ojo por ojo, - reí flojamente - como se dice - sentencíe, guardando el puñal -¿Qué te parece? -
- ¿Acaso el dinero que posees ya no te satisface? ¿Quieres más?- me pregunté: ¿Cómo demonios sabría algo así? ¿Tan predecible era? Posiblemente... en esta época tienes que ser alguien para poder moverte. Y sin dinero... poco llamas la atención de la gente.
Mi corazón empezó a latir, como si de un galope se tratase, al ritmo del tintineo de las velas que nos rodeaban. Para ser un tocador, era de lo más íntimo... El caballero, muy fiel a su palabra de "embaucador desvergonzado" cosa que agradecí, en este mundo la sinceridad escasea; se tomó la libertad de rodear mi cintura con sus manos. Sólo pude sentirlo, pues le perdí de vista. De forma silenciosa, se colocó tras mi espalda.
Giré el rostro para observarle de reojo. Era embelesadora su forma de hablar -El poder te estremece y deseas obtenerlo a cualquier precio ¿verdad? Lo quieres todo y no habrá nada que te impida conseguirlo… Yo puedo darte todo lo que desees- ¿Todo lo que deseé? No me lo digas dos veces. Cerré los ojos, presa del susurro. En ese momento no supe a lo que se refería. Con la cabeza repleta de ideas y sin moverme apenas, eché un vistazo a sus manos firmes, asediadas a mis formas. La luz cobró vida de nuevo. Y con ella, el caballero abandonó la fortaleza que había rodeado segundos antes. Como si se tratase de una huella, sus manos aún parecían estar presentes sobre mi piel - Qué es lo que quieres y que estás dispuesta a darme por ello… - estaba claro que no iba a decírmelo él. Así que, sin dilaciones, fui franca por una vez. Me daba en la nariz, que no iba a ofenderse.
-¿Sabéis cual es el problema? - sonreí con ojos turbios. Ennegrecidos por la más terrible de las perversiones -Que no me porto nada bien - remarqué ese "nada" con aplomo y saña, para que quedase claro -Y ese.... como decirlo... - pensé con un dedo en la boca, buscando un nombre para Mr. Marshall. Luego volví a fijar la mirada en sus ojos, preguntándome que desearía de mí, el misterioso caballero -...hedor nauseabundo, engendro de la naturaleza; ese tipo, no parece ser partidario de mis hábitos - me acerqué a él y, con la mayor de las sutilezas; susurré en su oído, acariciándole con la punta de los labios, cada una de las palabras -Pero... - dejé caer una mano, deslizándola por su pecho, sin recato alguno -...por el contrario, tengo la sensación de que vos, no estaréis en desacuerdo - con la otra mano, metí los dedos por debajo de mi falda, hasta asir el puñal que reposaba enganchado en una de las ligas; deseoso de salir -Tú... - le tuteé -...le tiras algo encima. Yo salgo sin que me vea. Y cuando se marche del local, mi "amiguito" - pasé el puñal por su pecho, haciendo el mismo recorrido que la palma de mi mano hizo con anterioridad -le da un dulce "buenas noches" - me aparté del caballero, para ver su reacción. No parecía sorprendido. Así que... me fie de él. La gente sin escrúpulos debe sostenerse sobre sus semejantes. De esa forma, nunca hay juicio -Y yo prometo hacerte el vendito favor que se te ocurra. Ojo por ojo, - reí flojamente - como se dice - sentencíe, guardando el puñal -¿Qué te parece? -
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Alcohol, muerte, sangre y seguro que sollozos y súplicas… ¿Qué me parece? Que va a ser una noche fantástica- acepté su proposición, sería divertido. Quedamos fuera del local. Cuando yo derramara el contenido de mi vaso sobre el famoso hombre, ella aprovecharía para largarse. Yo tenía que asegurarme que el hombre no tardara mucho en salir.
La mujer señaló mi objetivo con disimulo y yo, acercándome primero a la barra, pedí que me sirvieran un vaso de lo que fuera. Lo tomé en mis manos y me lo bebí, tendría que pedir otro para cumplir los planes estipulados.
Armado con mi segundo vaso, actué un tropieza y el contenido del recipiente fue a parar a la camisa de aquel hombre. Éste, sorprendido, se levantó tirando la silla al suelo y mirándome con furia.
-Maldito sea, mire lo que ha hecho. Me ha estropeado un traje que me costó pagar.
-Cuanto lo siento mi lord, pero tampoco lo desfavorece tanto, evita que la gente se fije demasiado en su cara de cascarrabias- me burlé apoyándome en una silla que había cerca
-Habrase visto. Me destroza el traje y encima se burla y me falta al respeto.
-No le falto al respeto, solo le quito peso al asunto. ¿Tanto le importa el traje? -Saqué del bolsillo un buen fajo de billetes y se los lancé a la cara- Aquí tiene suficiente dinero para comprarse 10 como estos- Me giré y comencé a alejarme de allí, pero antes giré el cuello para mirarle- Ahora sí que le he faltado al respeto- el pobre hombre estalló con la furia de un volcán.
-Espéreme fuera mi buen señor, le exijo una retribución por esta ofensa. Usted y yo solos, sin testigos- dijo mirando a todo el bar- Y sin placa ni pistola- dejó la pistola y algo que supuse que sería la placa, sobre la mesa. Vaya, vaya, la humanita de verdad necesitaba mi ayuda… interesante.
Me reí y seguí mi trayecto hasta la salida del local.
La mujer señaló mi objetivo con disimulo y yo, acercándome primero a la barra, pedí que me sirvieran un vaso de lo que fuera. Lo tomé en mis manos y me lo bebí, tendría que pedir otro para cumplir los planes estipulados.
Armado con mi segundo vaso, actué un tropieza y el contenido del recipiente fue a parar a la camisa de aquel hombre. Éste, sorprendido, se levantó tirando la silla al suelo y mirándome con furia.
-Maldito sea, mire lo que ha hecho. Me ha estropeado un traje que me costó pagar.
-Cuanto lo siento mi lord, pero tampoco lo desfavorece tanto, evita que la gente se fije demasiado en su cara de cascarrabias- me burlé apoyándome en una silla que había cerca
-Habrase visto. Me destroza el traje y encima se burla y me falta al respeto.
-No le falto al respeto, solo le quito peso al asunto. ¿Tanto le importa el traje? -Saqué del bolsillo un buen fajo de billetes y se los lancé a la cara- Aquí tiene suficiente dinero para comprarse 10 como estos- Me giré y comencé a alejarme de allí, pero antes giré el cuello para mirarle- Ahora sí que le he faltado al respeto- el pobre hombre estalló con la furia de un volcán.
-Espéreme fuera mi buen señor, le exijo una retribución por esta ofensa. Usted y yo solos, sin testigos- dijo mirando a todo el bar- Y sin placa ni pistola- dejó la pistola y algo que supuse que sería la placa, sobre la mesa. Vaya, vaya, la humanita de verdad necesitaba mi ayuda… interesante.
Me reí y seguí mi trayecto hasta la salida del local.
Mefistófeles- Demonio
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Alcohol, muerte, sangre y seguro que sollozos y súplicas… ¿Qué me parece? Que va a ser una noche fantástica- reí con malicia. Al pastel no le faltaba ni una guinda. Que suerte encontrar a un hombre de tales dimensiones. Porque me pareció grandioso, inimaginable que se comportase tal y como yo deseaba. Me caía bien el tipo. Incluso tenía su encanto ¿O es que la gente de negro corazón, no puede ser divertido?
-Entonces... no se hable más - salí con rapidez del tocador, dándome la vuelta para sonreírle por última vez. Era maravilloso tener un cómplice...
Me senté en la mesa y llevé la copa de vino hasta mis labios, esperando a que mi compinche apareciese. No tardó mucho en hacer su entrada triunfal. Me miró, supuse que para indicarle quien era el bastardo. Yo le señalé poniendo uno de los cuchillos sobre la mesa, en su dirección. Dicen que da mala suerte apuntar con tal cubierto. Su destino no iba mal encaminado... reí por lo bajo.
Me acomodé para ser partícipe del espectáculo. En lo que se tarda en decir "adiós", el joven echó el contenido del recipiente encima de Marshall, en un "descuido". Tuve que taparme la boca de forma disimulada para no estallar en una vil carcajada.
-Maldito sea, mire lo que ha hecho. Me ha estropeado un traje que me costó pagar - gritó sobresaltando a la dama de atrás. Que no se echase flores. El traje era de segunda mano sin lugar a dudas, porque parecía un vendedor de seguros amargado.
-Cuanto lo siento mi lord, pero tampoco lo desfavorece tanto, evita que la gente se fije demasiado en su cara de cascarrabias- escuché al caballero, frunciendo la boca para no reír y acercándome a ellos por uno de los extremos, para salir del bar. Ni me vio... estaba demasiado ocupado discutiendo con mi salvador.
Por suerte, el bar estaba situado en un callejón con única salida. Pero para salir a la plaza, debías recorrer una serie de callejuelas y antes, doblar una esquina escondida casi para el ojo humano. A estas horas no había nadie por allí, que pudiese presenciar el asesinato. Así que, me escondí tras unos contenedores, tapándome la nariz para no oler la pestilencia y esperé ansiosa a que saliese, con el cuchillo en la mano izquierda. El metal estaba ardiendo al ser transportado en mi interior; durante tanto tiempo, en contacto con mi piel. Incluso olía a mi perfume. Esa noche, le intoxicaría con mi olor y le destrozaría con el filo abrasador, sin la mínima compasión.
El corazón empezó a latirme por la emoción al escuchar unos pasos acercarse a mi puesto de mando. Hacía mucho que no mataba a nadie y necesitaba liberar tensiones. Además, de ese modo mataría dos pájaros de un tiro. Porque me libraría del maldito, quedándome tranquila. Pero algo me desconcertó. No parecía una sola persona la que se acercaba; más bien dos. Que raro...
El primer rostro que vi, fue el del caballero. Y, de cerca, le seguía Marshall ¿Venía para ver como le daba muerte? No entendía nada. Puede que fuese más masoquista de lo que pensaba.
Puse el pie estirado sobre el suelo para hacerle la zancadilla. El idiota cayó, entre gemidos de dolor por el golpe. Si hubiese formado parte de una obra teatral, habría sido un bufón estupendo.
-Marshall ¿Verdad? - alcé una ceja pisándole una mano. Se retorció sin poder levantarse, mirándome sin entender. El caballero, muy educado, me ayudó a mantenerle contra el suelo -Es un placer - murmuré irónica perdida, frunciendo con agresividad los labios.
-Pero qué... - intentó articular, no se muy bien qué. Porque corté su voz, alzando la mía por encima. No me apetecía escucharle y dudaba que dijese algo inteligente.
-No se si conocéis los artes japoneses. Pero he de advertiros que soy una admiradora devota - me agaché, colocando una pierna a cada lado de su cadera; escondiendo el cuchillo en todo momento, tras mi espalda ¿Qué estaría pensando el caballero? -Y hay uno en concreto, que... - sonreí maliciosa, descubriendo el arma homicida, para alzarlo en alto con las dos manos; clavándoselo con fuerza, justo en el estómago. Marshall soltó un grito desgarrador, que ahogué con la palma de mi mano. Respiraba con dificultada, con la boca inundada en sangre -Le llaman "Haraquiri". Los guerreros se suicidan tras creer cometer una ofensa. Pero como sois un ser nauseabundo e inútil, incapaz de saber que me habéis deshonrado; ya lo hago yo por vos... - susurré en su oído, girando con fuerza el cuchillo, para retorcerle las tripas. No le di tiempo a decir nada. Una lástima... Supe que estaba muerto porque dejó de respirar. Sus ojos aún permanecían abiertos, reteniendo en las pupilas la última visión; a mí...
Me incorporé con rapidez y miré al caballero. Habría sonreído, pero no sabía hasta que punto estaba loco. Mi grado es difícil de alcanzar, incluso para un maniaco.
-Ayudarme a meterlo en el contenedor - le pedí arrastrando el cadáver por los pies y depositándolo dentro. Luego me quité la sangre de las manos, limpiándome con un pañuelo que luego guardé junto al cuchillo, en un lado de mi bolso. De menudo peso me había librado... me mentalicé, pasando una mano por mi frente.
-Entonces... no se hable más - salí con rapidez del tocador, dándome la vuelta para sonreírle por última vez. Era maravilloso tener un cómplice...
Me senté en la mesa y llevé la copa de vino hasta mis labios, esperando a que mi compinche apareciese. No tardó mucho en hacer su entrada triunfal. Me miró, supuse que para indicarle quien era el bastardo. Yo le señalé poniendo uno de los cuchillos sobre la mesa, en su dirección. Dicen que da mala suerte apuntar con tal cubierto. Su destino no iba mal encaminado... reí por lo bajo.
Me acomodé para ser partícipe del espectáculo. En lo que se tarda en decir "adiós", el joven echó el contenido del recipiente encima de Marshall, en un "descuido". Tuve que taparme la boca de forma disimulada para no estallar en una vil carcajada.
-Maldito sea, mire lo que ha hecho. Me ha estropeado un traje que me costó pagar - gritó sobresaltando a la dama de atrás. Que no se echase flores. El traje era de segunda mano sin lugar a dudas, porque parecía un vendedor de seguros amargado.
-Cuanto lo siento mi lord, pero tampoco lo desfavorece tanto, evita que la gente se fije demasiado en su cara de cascarrabias- escuché al caballero, frunciendo la boca para no reír y acercándome a ellos por uno de los extremos, para salir del bar. Ni me vio... estaba demasiado ocupado discutiendo con mi salvador.
Por suerte, el bar estaba situado en un callejón con única salida. Pero para salir a la plaza, debías recorrer una serie de callejuelas y antes, doblar una esquina escondida casi para el ojo humano. A estas horas no había nadie por allí, que pudiese presenciar el asesinato. Así que, me escondí tras unos contenedores, tapándome la nariz para no oler la pestilencia y esperé ansiosa a que saliese, con el cuchillo en la mano izquierda. El metal estaba ardiendo al ser transportado en mi interior; durante tanto tiempo, en contacto con mi piel. Incluso olía a mi perfume. Esa noche, le intoxicaría con mi olor y le destrozaría con el filo abrasador, sin la mínima compasión.
El corazón empezó a latirme por la emoción al escuchar unos pasos acercarse a mi puesto de mando. Hacía mucho que no mataba a nadie y necesitaba liberar tensiones. Además, de ese modo mataría dos pájaros de un tiro. Porque me libraría del maldito, quedándome tranquila. Pero algo me desconcertó. No parecía una sola persona la que se acercaba; más bien dos. Que raro...
El primer rostro que vi, fue el del caballero. Y, de cerca, le seguía Marshall ¿Venía para ver como le daba muerte? No entendía nada. Puede que fuese más masoquista de lo que pensaba.
Puse el pie estirado sobre el suelo para hacerle la zancadilla. El idiota cayó, entre gemidos de dolor por el golpe. Si hubiese formado parte de una obra teatral, habría sido un bufón estupendo.
-Marshall ¿Verdad? - alcé una ceja pisándole una mano. Se retorció sin poder levantarse, mirándome sin entender. El caballero, muy educado, me ayudó a mantenerle contra el suelo -Es un placer - murmuré irónica perdida, frunciendo con agresividad los labios.
-Pero qué... - intentó articular, no se muy bien qué. Porque corté su voz, alzando la mía por encima. No me apetecía escucharle y dudaba que dijese algo inteligente.
-No se si conocéis los artes japoneses. Pero he de advertiros que soy una admiradora devota - me agaché, colocando una pierna a cada lado de su cadera; escondiendo el cuchillo en todo momento, tras mi espalda ¿Qué estaría pensando el caballero? -Y hay uno en concreto, que... - sonreí maliciosa, descubriendo el arma homicida, para alzarlo en alto con las dos manos; clavándoselo con fuerza, justo en el estómago. Marshall soltó un grito desgarrador, que ahogué con la palma de mi mano. Respiraba con dificultada, con la boca inundada en sangre -Le llaman "Haraquiri". Los guerreros se suicidan tras creer cometer una ofensa. Pero como sois un ser nauseabundo e inútil, incapaz de saber que me habéis deshonrado; ya lo hago yo por vos... - susurré en su oído, girando con fuerza el cuchillo, para retorcerle las tripas. No le di tiempo a decir nada. Una lástima... Supe que estaba muerto porque dejó de respirar. Sus ojos aún permanecían abiertos, reteniendo en las pupilas la última visión; a mí...
Me incorporé con rapidez y miré al caballero. Habría sonreído, pero no sabía hasta que punto estaba loco. Mi grado es difícil de alcanzar, incluso para un maniaco.
-Ayudarme a meterlo en el contenedor - le pedí arrastrando el cadáver por los pies y depositándolo dentro. Luego me quité la sangre de las manos, limpiándome con un pañuelo que luego guardé junto al cuchillo, en un lado de mi bolso. De menudo peso me había librado... me mentalicé, pasando una mano por mi frente.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
Al hombre que se suponía que tenía que entretener para que la mujer escapara, me seguía por el callejón por donde se entraba al bar.
Que divertido ¿creería que iríamos a pelear o algo por el estilo? Pobrecito, comienza a darme pena esta cucarachita.
Escuché un golpe a mi espalda y me giré para ver al hombre manchado que intentaba levantarse. Al lado, la mujer que había pedido mis servicios.
-Ah, estás ahí. Ya creía que te habías largado- y fui a colocar el pie sobre el pecho del futuro para evitar que se levantara- Cariño, podrías haber elegido un lugar más… limpio- miraba con repugnancia los contenedores que teníamos al lado- ahora saldremos del callejón oliendo a fritanga.
Admiré el trabajo que hacía la dama, haciéndose de rogar y asustando al hombre caído.
Cuando clavo el cuchillo en el estomago, aparté el pie del pecho para no verme salpicado de sangre. Las convulsiones del cuerpo, el retorcer del cuchillo segando los órganos que encontraba a su paso… música para mis oídos.
-Ayudarme a meterlo en el contenedor
-Estás de broma
Pero al ver que no lo estaba, entre los dos cogimos el cuerpo y lo metimos en el contenedor.
Que desagradable olor, teníamos que salir de allí ya.
-Trabajo cumplido con éxito. He sido un niño bueno y quiero mi premio- Pasé uno de mis brazos por detrás de su cintura y la obligué a andar hasta salir a la plaza. Allí ya no olía tan mal- Una cena- dije simplemente- Ese va a ser mi pago por tan buenos servicios, ya hablaremos de cómo vas a comprar mi silencio- me miró sorprendida y yo a ella con confusión- ¿Creías que iba ayudarte y a mantenerme calladito con un solo pago? Acuérdate preciosa, yo soy el dragón- me reí y la llevé hasta un restaurante cercano donde iba de vez en cuando a calzarme algún buen tentempié.
Nos dieron mesa enseguida y después de ayudar a sentarse a la dama, como buen caballero, me senté justo en frente.
-¿Tiene nombre esta joven asesina? Yo soy William Mall, mucho gusto.
Que divertido ¿creería que iríamos a pelear o algo por el estilo? Pobrecito, comienza a darme pena esta cucarachita.
Escuché un golpe a mi espalda y me giré para ver al hombre manchado que intentaba levantarse. Al lado, la mujer que había pedido mis servicios.
-Ah, estás ahí. Ya creía que te habías largado- y fui a colocar el pie sobre el pecho del futuro para evitar que se levantara- Cariño, podrías haber elegido un lugar más… limpio- miraba con repugnancia los contenedores que teníamos al lado- ahora saldremos del callejón oliendo a fritanga.
Admiré el trabajo que hacía la dama, haciéndose de rogar y asustando al hombre caído.
Cuando clavo el cuchillo en el estomago, aparté el pie del pecho para no verme salpicado de sangre. Las convulsiones del cuerpo, el retorcer del cuchillo segando los órganos que encontraba a su paso… música para mis oídos.
-Ayudarme a meterlo en el contenedor
-Estás de broma
Pero al ver que no lo estaba, entre los dos cogimos el cuerpo y lo metimos en el contenedor.
Que desagradable olor, teníamos que salir de allí ya.
-Trabajo cumplido con éxito. He sido un niño bueno y quiero mi premio- Pasé uno de mis brazos por detrás de su cintura y la obligué a andar hasta salir a la plaza. Allí ya no olía tan mal- Una cena- dije simplemente- Ese va a ser mi pago por tan buenos servicios, ya hablaremos de cómo vas a comprar mi silencio- me miró sorprendida y yo a ella con confusión- ¿Creías que iba ayudarte y a mantenerme calladito con un solo pago? Acuérdate preciosa, yo soy el dragón- me reí y la llevé hasta un restaurante cercano donde iba de vez en cuando a calzarme algún buen tentempié.
Nos dieron mesa enseguida y después de ayudar a sentarse a la dama, como buen caballero, me senté justo en frente.
-¿Tiene nombre esta joven asesina? Yo soy William Mall, mucho gusto.
Mefistófeles- Demonio
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Fecha de inscripción : 03/10/2010
Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Trabajo cumplido con éxito. He sido un niño bueno y quiero mi premio- le miré atónita. Salvo por el asco que le producía el olor de la basura, estaba más feliz que una lombriz de tierra. Amarró mi cintura atrayéndome hacia él, como si fuese una jaca y salimos del callejón hasta llegar a la plaza - Ese va a ser mi pago por tan buenos servicios, ya hablaremos de cómo vas a comprar mi silencio- ¿Perdona? Pues si que me iba a salir cara la broma... - ¿Creías que iba ayudarte y a mantenerme calladito con un solo pago? Acuérdate preciosa, yo soy el dragón- llamarle embaucador era poco. No tenía ni idea de a donde me llevaba, hasta que entramos en un restaurante ¿Quería que le pagase la cena? Nos dieron mesa. El desconocido, muy caballeroso y sin entender por qué, me ofreció un asiento -¿Tiene nombre esta joven asesina? Yo soy William Mall, mucho gusto.
-Regina Falange, un placer – sonreí moviendo las pestañas con soltura. Su presencia me resultaba incómoda. Odiaba sentirme observada y desconocer hacia donde se dirigía todo. Imposible fiarse de un hombre así. El camarero vino de inmediato para tomar nota del vino -Oporto – contesté antes de que preguntara nada. Quería ir al grano, porque la incertidumbre me estaba matando. Asintió con la cabeza y se marchó en busca del pedido. Yo ya me estaba inclinando hacia el centro de la mesa, con los brazos extendidos -No os preguntaré que clase de hombre sois. Es evidente que estáis tan loco como yo ¡O quizás en un nivel superior al resto de la humanidad! - sonreí pagada de mi misma, girando el rostro de perfil, como si posara para un pintor -Los locos no saben que lo están. Así que... - oscurecí la mirada, no quería andarme con rodeos -¿Cual es la penitencia? - Intrigada acerqué todo lo que pude mi rostro con expectación. Pero cuando el caballero estaba a punto de hablar, el camarero nos interrumpió trayendo el vino a la mesa. Volví a mi sitio y sonreí falsamente mientras observaba como vertía el vino en las copas
-¿Ya saben lo que van a pedir? - agarré la carta con desgana, deseando pedir para que se marchase de nuevo. Pero mi estómago rugió de pronto. Estaba hambrienta. Matar siempre me da hambre -Un bistec. No estamos en cuaresma ¿no? - sonreí juguetona a mi cómplice. Supuse que no sería católico.
-Regina Falange, un placer – sonreí moviendo las pestañas con soltura. Su presencia me resultaba incómoda. Odiaba sentirme observada y desconocer hacia donde se dirigía todo. Imposible fiarse de un hombre así. El camarero vino de inmediato para tomar nota del vino -Oporto – contesté antes de que preguntara nada. Quería ir al grano, porque la incertidumbre me estaba matando. Asintió con la cabeza y se marchó en busca del pedido. Yo ya me estaba inclinando hacia el centro de la mesa, con los brazos extendidos -No os preguntaré que clase de hombre sois. Es evidente que estáis tan loco como yo ¡O quizás en un nivel superior al resto de la humanidad! - sonreí pagada de mi misma, girando el rostro de perfil, como si posara para un pintor -Los locos no saben que lo están. Así que... - oscurecí la mirada, no quería andarme con rodeos -¿Cual es la penitencia? - Intrigada acerqué todo lo que pude mi rostro con expectación. Pero cuando el caballero estaba a punto de hablar, el camarero nos interrumpió trayendo el vino a la mesa. Volví a mi sitio y sonreí falsamente mientras observaba como vertía el vino en las copas
-¿Ya saben lo que van a pedir? - agarré la carta con desgana, deseando pedir para que se marchase de nuevo. Pero mi estómago rugió de pronto. Estaba hambrienta. Matar siempre me da hambre -Un bistec. No estamos en cuaresma ¿no? - sonreí juguetona a mi cómplice. Supuse que no sería católico.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-No os preguntaré que clase de hombre sois. Es evidente que estáis tan loco como yo ¡O quizás en un nivel superior al resto de la humanidad!- No lo sabes tu bien, a veces me tachan de “Demonio”- Los locos no saben que lo están. Así que… ¿Cual es la penitencia?- Estuve a punto de contestar pero el camarero nos cortó preguntando si teníamos ya claro lo que queríamos cenar- Un bistec. No estamos en cuaresma ¿no?
-Y si lo estamos nos tomaremos un buen bistec en honor al altísimo. Que sean dos- el camarero se largo y me eché hacia delante para continuar charlando con la mujer- Loco no es una palabra que me guste demasiado… me gusta más “Especial”. Soy un hombre especial en un mundo de raros. Porque ¿Cómo sabemos que los locos son los verdaderos dementes y no los cuerdos los enfermos de verdad? Me gusta pensar que yo soy uno de los pocos cuerdos del mundo. Ahora bien, tu Regina ¿serás loca o cuerda? Está claro que tu eres de los míos. Por qué detenernos en nuestro camino hacia la meta por culpa de un saco de carne que se interpone en nuestro camino. Si sucede eso, ambos lo apartamos como sea, sin detenernos a pensar si eso el legal o no
Del bolsillo interior de mi traje, saqué una pitillera metálica y saqué un cigarrillo. Lo sujeté con los labios y ofrecí uno a Regina, que pareció agradarle mi presente. Encendí su cigarro con un fósforo y luego prendí el mío.
-Somos especiales, Regina. Especiales en un mundo de raros
Trajeron los dos bistec y lo dejaron cada uno delante nuestra.
-Estarás intrigada por mi segundo pago ¿verdad? No lo estés, voy a darte la oportunidad de que seas tu quien lo elija. Yo me tomaré la libertad de aceptarlo o rechazarlo. Adelante, soy todo oídos, escucho tus propuestas.
-Y si lo estamos nos tomaremos un buen bistec en honor al altísimo. Que sean dos- el camarero se largo y me eché hacia delante para continuar charlando con la mujer- Loco no es una palabra que me guste demasiado… me gusta más “Especial”. Soy un hombre especial en un mundo de raros. Porque ¿Cómo sabemos que los locos son los verdaderos dementes y no los cuerdos los enfermos de verdad? Me gusta pensar que yo soy uno de los pocos cuerdos del mundo. Ahora bien, tu Regina ¿serás loca o cuerda? Está claro que tu eres de los míos. Por qué detenernos en nuestro camino hacia la meta por culpa de un saco de carne que se interpone en nuestro camino. Si sucede eso, ambos lo apartamos como sea, sin detenernos a pensar si eso el legal o no
Del bolsillo interior de mi traje, saqué una pitillera metálica y saqué un cigarrillo. Lo sujeté con los labios y ofrecí uno a Regina, que pareció agradarle mi presente. Encendí su cigarro con un fósforo y luego prendí el mío.
-Somos especiales, Regina. Especiales en un mundo de raros
Trajeron los dos bistec y lo dejaron cada uno delante nuestra.
-Estarás intrigada por mi segundo pago ¿verdad? No lo estés, voy a darte la oportunidad de que seas tu quien lo elija. Yo me tomaré la libertad de aceptarlo o rechazarlo. Adelante, soy todo oídos, escucho tus propuestas.
Mefistófeles- Demonio
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Y si lo estamos nos tomaremos un buen bistec en honor al altísimo. - que pícaro... no pude contener la carcajada, echando hacia atrás la cabeza -Que sean dos - en cuanto el camarero se marchó, ambos nos inclinamos hacia delante clavándonos la mirada. Parecía que hubiésemos pactado el mismo movimiento -Loco no es una palabra que me guste demasiado… me gusta más “Especial”. Soy un hombre especial en un mundo de raros. - Este tipo... me caía bien -Porque ¿Cómo sabemos que los locos son los verdaderos dementes y no los cuerdos los enfermos de verdad? Me gusta pensar que yo soy uno de los pocos cuerdos del mundo. - Si era feliz así... -Ahora bien, tu Regina ¿serás loca o cuerda? - ¿No quedó claro, o su pregunta ocultaba un doble sentido?
-Insólita... - susurré correspondiendo a su descripción, a la perfección que tenía de este mundo incierto, en el que nos hallábamos.
-Está claro que tu eres de los míos. Por qué detenernos en nuestro camino hacia la meta por culpa de un saco de carne que se interpone en nuestro camino. Si sucede eso, ambos lo apartamos como sea, sin detenernos a pensar si eso el legal o no. - No supe si me enfrentaba a otro asesino. Nunca me topé con ningún otro -Somos especiales, Regina. Especiales en un mundo de raros - Yo lo llamaba anti-héroes.
Los bistecs estuvieron en nuestra mesa en un periquete. Cogí los cubiertos cuando la boca ya se me estaba haciendo agua con solo mirarlo. Otra presa que pretendía zamparme sin miramientos.
-Estarás intrigada por mi segundo pago ¿verdad? - alcé la vista de inmediato -No lo estés, voy a darte la oportunidad de que seas tu quien lo elija. Yo me tomaré la libertad de aceptarlo o rechazarlo. Adelante, soy todo oídos, escucho tus propuestas. - enarqué una ceja, dibujando una sonrisa de lo más maliciosa ¿Quería jugar? Bien... Porque si no conseguía dar con la palabra mágica, presentí que la noche sería muy, pero que muy larga...
-Os dais cuanta de que es una tarea ardua ¿Verdad? Si no se, nada de vos ¿Cómo adivinaré cuales son vuestras prioridades? No a todo el mundo se le paga con la misma moneda. Pero por probar... - achiqué los ojos, escrutando al hombre con descaro -Ya me dejasteis claro que el dinero no os satisface. Con lo cual... intuyo que las drogas vos mismo podéis pagarlas. Sois un hombre atractivo, no creo que que el sexo sea una de las cosas que escaseé en vuestra vida. Y... ¿Cuál podría ser la ambición del hombre que lo tiene todo? ¿Algo insólito? ¿Cómo yo? - me señale con un dedo en el pecho, muy astuta -Si... insólita es la palabra - empecé a partir el bistec. La carne parecía mantequilla... -¿A qué os dedicáis? - quise saber. Sus ambiciones puede que me dieran la pista. E intuí que una de sus muchas pasiones fuese torturar a la gente. Por que suponía todo un martirio no saber lo que querría ¿Qué es lo más importante para un ser humano? ¿Su integridad? Porque yo no pensaba arrastrarme, que le quedase claro...
-Insólita... - susurré correspondiendo a su descripción, a la perfección que tenía de este mundo incierto, en el que nos hallábamos.
-Está claro que tu eres de los míos. Por qué detenernos en nuestro camino hacia la meta por culpa de un saco de carne que se interpone en nuestro camino. Si sucede eso, ambos lo apartamos como sea, sin detenernos a pensar si eso el legal o no. - No supe si me enfrentaba a otro asesino. Nunca me topé con ningún otro -Somos especiales, Regina. Especiales en un mundo de raros - Yo lo llamaba anti-héroes.
Los bistecs estuvieron en nuestra mesa en un periquete. Cogí los cubiertos cuando la boca ya se me estaba haciendo agua con solo mirarlo. Otra presa que pretendía zamparme sin miramientos.
-Estarás intrigada por mi segundo pago ¿verdad? - alcé la vista de inmediato -No lo estés, voy a darte la oportunidad de que seas tu quien lo elija. Yo me tomaré la libertad de aceptarlo o rechazarlo. Adelante, soy todo oídos, escucho tus propuestas. - enarqué una ceja, dibujando una sonrisa de lo más maliciosa ¿Quería jugar? Bien... Porque si no conseguía dar con la palabra mágica, presentí que la noche sería muy, pero que muy larga...
-Os dais cuanta de que es una tarea ardua ¿Verdad? Si no se, nada de vos ¿Cómo adivinaré cuales son vuestras prioridades? No a todo el mundo se le paga con la misma moneda. Pero por probar... - achiqué los ojos, escrutando al hombre con descaro -Ya me dejasteis claro que el dinero no os satisface. Con lo cual... intuyo que las drogas vos mismo podéis pagarlas. Sois un hombre atractivo, no creo que que el sexo sea una de las cosas que escaseé en vuestra vida. Y... ¿Cuál podría ser la ambición del hombre que lo tiene todo? ¿Algo insólito? ¿Cómo yo? - me señale con un dedo en el pecho, muy astuta -Si... insólita es la palabra - empecé a partir el bistec. La carne parecía mantequilla... -¿A qué os dedicáis? - quise saber. Sus ambiciones puede que me dieran la pista. E intuí que una de sus muchas pasiones fuese torturar a la gente. Por que suponía todo un martirio no saber lo que querría ¿Qué es lo más importante para un ser humano? ¿Su integridad? Porque yo no pensaba arrastrarme, que le quedase claro...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Os dais cuenta de que es una tarea ardua ¿Verdad? Si no se, nada de vos ¿Cómo adivinaré cuales son vuestras prioridades? No a todo el mundo se le paga con la misma moneda. Pero por probar... – exacto, pro probar no se pierde nada… que aburrido sería si no se jugara un poco. -Ya me dejasteis claro que el dinero no os satisface. Con lo cual... intuyo que las drogas vos mismo podéis pagarlas. Sois un hombre atractivo, no creo que el sexo sea una de las cosas que escaseé en vuestra vida. Y... ¿Cuál podría ser la ambición del hombre que lo tiene todo? ¿Algo insólito? ¿Cómo yo? Si... insólita es la palabra- cuando ella comenzó a cenar, yo hice otro tanto, cortando con el cuchillo el bistec que habían dejado delante de mí-¿A qué os dedicáis?
-A mentir, a confundir, a salirme con la mía, pisar cabezas por una buena tajada… soy un hombre de negocios- sentencié llevándome un trozo de bistec a la boca y a continuación apagar el cigarrillo en el cenicero- Aunque en mi tiempo libre me gusta condenar almas al infierno- ¿Cómo se lo tomaría? En realidad mi vida giraba en torno a los negocios, pero no en la clase de negocios que ella se imaginaria, en los míos se jugaba con almas humanas- Dinero tengo de sobra. Sexo… nunca hay suficiente. Drogas, las que yo quiera y cuando quiera. Puede decirse que lo tengo todo, pero a la vez nada… ¿tarea difícil verdad? En que aprieto te he puesto, Regina. Soy un hombre fácil de contentar… pero nunca me gusta salir perdiendo- Eso nunca, yo era el que debía salir victorioso a toda costa, y siempre lo conseguía. Podría haberle pedido que me diera su alma… condenarla al infierno y que al cabo de los años renaciera como demonio, sería perfecta. Le llego a pedir eso y me lanza el bistec a la cara y comenzaría a reírse y a tacharme de loco, más de lo que creería que estaba ya. Me llevé otro bocado y esperé a que la mujer que tenía en frente continuara hablando.
-A mentir, a confundir, a salirme con la mía, pisar cabezas por una buena tajada… soy un hombre de negocios- sentencié llevándome un trozo de bistec a la boca y a continuación apagar el cigarrillo en el cenicero- Aunque en mi tiempo libre me gusta condenar almas al infierno- ¿Cómo se lo tomaría? En realidad mi vida giraba en torno a los negocios, pero no en la clase de negocios que ella se imaginaria, en los míos se jugaba con almas humanas- Dinero tengo de sobra. Sexo… nunca hay suficiente. Drogas, las que yo quiera y cuando quiera. Puede decirse que lo tengo todo, pero a la vez nada… ¿tarea difícil verdad? En que aprieto te he puesto, Regina. Soy un hombre fácil de contentar… pero nunca me gusta salir perdiendo- Eso nunca, yo era el que debía salir victorioso a toda costa, y siempre lo conseguía. Podría haberle pedido que me diera su alma… condenarla al infierno y que al cabo de los años renaciera como demonio, sería perfecta. Le llego a pedir eso y me lanza el bistec a la cara y comenzaría a reírse y a tacharme de loco, más de lo que creería que estaba ya. Me llevé otro bocado y esperé a que la mujer que tenía en frente continuara hablando.
Mefistófeles- Demonio
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
Si hubiese apostado con alguien, a que un hombre de a pie, me ayudaría a extinguir el aliento de un policía masoquista; habría perdido un millón de dólares, por lo menos... ¡Qué hallazgo! Increíble de creer. Y aún más inconcebible lo que comentó a continuación -A mentir, a confundir, a salirme con la mía, pisar cabezas por una buena tajada…- ¿Éramos hermanos separados? Las similitudes brotaban, aplastantes - soy un hombre de negocios- mejor que mejor... -Aunque en mi tiempo libre me gusta condenar almas al infierno- reí jocosamente sin poder contenerme, tapándome la boca con una mano.
-Ese es un pasatiempo de lo más entretenido - a pesar de reír, estaba desconcertada ¿Era mi sensación o confesarse las hazañas, por una vez, era sencillo? Como la seda... así transcurría nuestra conversación. Parecía que estuviésemos hablando de ópera.
-Dinero tengo de sobra. Sexo… nunca hay suficiente. Drogas, las que yo quiera y cuando quiera - yo no iba mal encaminada... -Puede decirse que lo tengo todo, pero a la vez nada… - ¿Qué querría decir eso? Quizás la vida le pareciera insustancial y vacía. Más bien... aburrida, tediosa hasta la médula. Siempre la misma gente a tu alrededor, los mismas charlas y coloquios -Puedo imaginar a lo que os referís - agaché la mirada mirando el plato. Pasé por un momento de crisis hace escasos días. Recordé el instante a la perfección, como si hubiese sucedido ayer. Mis intentos de suicidio creyendo no degustar la comida, no disfrutar de los placeres de la vida; hastiada por la monotonía -¿tarea difícil verdad? - miré al caballero con incertidumbre. Si yo no había sido capaz de resolver mi problema ¿Cómo resolvería el suyo? -En que aprieto te he puesto, Regina. - no lo sabes tú bien... -Soy un hombre fácil de contentar… pero nunca me gusta salir perdiendo- dejé los cubiertos y volví a inclinarme hacia el centro de la mesa, captándole mejor la mirada.
-Aremos una cosa - malévolamente, mi sonrisa afloraba por la idea -Esta noche nos comportaremos tal y como somos - una liberación en cierto modo. Él entendería mi posición. Estaba arta de poner buenas caras a todo el mundo. Un ser salvaje debe asumir su naturaleza, dejarla aflorar para no ahogarse en su propio vómito, del asco -Os llevaré a donde queráis y nos reiremos un rato - cogí la copa de vino y vacié todo el contenido en mi boca. Siempre estoy más lúcida cuando bebo, a pesar de que parezca un disparate -Os regalo mi tiempo. Y compartiré pasatiempos con vos - pocas veces, me sentí tan generosa. Cosa rara...
-Ese es un pasatiempo de lo más entretenido - a pesar de reír, estaba desconcertada ¿Era mi sensación o confesarse las hazañas, por una vez, era sencillo? Como la seda... así transcurría nuestra conversación. Parecía que estuviésemos hablando de ópera.
-Dinero tengo de sobra. Sexo… nunca hay suficiente. Drogas, las que yo quiera y cuando quiera - yo no iba mal encaminada... -Puede decirse que lo tengo todo, pero a la vez nada… - ¿Qué querría decir eso? Quizás la vida le pareciera insustancial y vacía. Más bien... aburrida, tediosa hasta la médula. Siempre la misma gente a tu alrededor, los mismas charlas y coloquios -Puedo imaginar a lo que os referís - agaché la mirada mirando el plato. Pasé por un momento de crisis hace escasos días. Recordé el instante a la perfección, como si hubiese sucedido ayer. Mis intentos de suicidio creyendo no degustar la comida, no disfrutar de los placeres de la vida; hastiada por la monotonía -¿tarea difícil verdad? - miré al caballero con incertidumbre. Si yo no había sido capaz de resolver mi problema ¿Cómo resolvería el suyo? -En que aprieto te he puesto, Regina. - no lo sabes tú bien... -Soy un hombre fácil de contentar… pero nunca me gusta salir perdiendo- dejé los cubiertos y volví a inclinarme hacia el centro de la mesa, captándole mejor la mirada.
-Aremos una cosa - malévolamente, mi sonrisa afloraba por la idea -Esta noche nos comportaremos tal y como somos - una liberación en cierto modo. Él entendería mi posición. Estaba arta de poner buenas caras a todo el mundo. Un ser salvaje debe asumir su naturaleza, dejarla aflorar para no ahogarse en su propio vómito, del asco -Os llevaré a donde queráis y nos reiremos un rato - cogí la copa de vino y vacié todo el contenido en mi boca. Siempre estoy más lúcida cuando bebo, a pesar de que parezca un disparate -Os regalo mi tiempo. Y compartiré pasatiempos con vos - pocas veces, me sentí tan generosa. Cosa rara...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Aremos una cosa- su sonrisa me gustó. Me volví a inclinar para captar mejor su mensaje- Esta noche nos comportaremos tal y como somos- Gran idea ¿pero estaba segura de eso? Su proposición me venía de perlas ¿Acaso momentos antes yo no estaba pidiendo un resurgimiento? ¿Qué mejor forma de comenzarlo sino es quitándose la máscara que tenía que llevar día tras día por obligación?- Os llevaré a donde queráis y nos reiremos un rato. Os regalo mi tiempo. Y compartiré pasatiempos con vos.
-Tu tiempo debe ser el bien más preciado que pueda recibir… y estaría loco si no lo aceptara. Disfrutaremos de lo que nos queda de cena y luego ¿iremos a donde a mi me plazca? Interesante…-¿y dónde ir? La ciudad era muy grande y el entretenimiento escaso… o no. Dos bien aventurados como nosotros podríamos encontrar diversión donde nos diese la gana. Y yo ya había recordado un lugar donde podría encontrar un poco de diversión: el bolsillo interior de mi chaqueta.
Metí la mano y saqué una caja metálica, parecida a una pitillera y la abrí para mostrársela a la preciosa Regina. En su interior había una sola jeringuilla de cristal llena, las otras dos ya las había consumido. Era morphium (morfina) se utilizaba para medicina para aliviar dolores pero en realidad era una potente droga que llegaba a ser adictiva. La conseguía de un cirujano amigo que mi envase ya conocía y que yo utilizaba para que me suministrase cosas como estas.
La jeringuilla que quedaba en la cajita tenía morfina suficiente para los dos, así le daríamos más alegría a la noche.
-Podemos compartirla si quiere, tengo para los dos y ya te digo por experiencia que sus efectos son increíbles. Vale la pena el dinero invertido en esta preciosidad de cristal. Estoy dispuesto a compartirla contigo si quieres… no voy a obligarte- y le acerqué un poco más la cajita para que viera el contenido de más de cerca- ¿Qué me dices Regina?
-Tu tiempo debe ser el bien más preciado que pueda recibir… y estaría loco si no lo aceptara. Disfrutaremos de lo que nos queda de cena y luego ¿iremos a donde a mi me plazca? Interesante…-¿y dónde ir? La ciudad era muy grande y el entretenimiento escaso… o no. Dos bien aventurados como nosotros podríamos encontrar diversión donde nos diese la gana. Y yo ya había recordado un lugar donde podría encontrar un poco de diversión: el bolsillo interior de mi chaqueta.
Metí la mano y saqué una caja metálica, parecida a una pitillera y la abrí para mostrársela a la preciosa Regina. En su interior había una sola jeringuilla de cristal llena, las otras dos ya las había consumido. Era morphium (morfina) se utilizaba para medicina para aliviar dolores pero en realidad era una potente droga que llegaba a ser adictiva. La conseguía de un cirujano amigo que mi envase ya conocía y que yo utilizaba para que me suministrase cosas como estas.
La jeringuilla que quedaba en la cajita tenía morfina suficiente para los dos, así le daríamos más alegría a la noche.
-Podemos compartirla si quiere, tengo para los dos y ya te digo por experiencia que sus efectos son increíbles. Vale la pena el dinero invertido en esta preciosidad de cristal. Estoy dispuesto a compartirla contigo si quieres… no voy a obligarte- y le acerqué un poco más la cajita para que viera el contenido de más de cerca- ¿Qué me dices Regina?
Mefistófeles- Demonio
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Tu tiempo debe ser el bien más preciado que pueda recibir… y estaría loco si no lo aceptara - Yo que tú... no me negaría, amigo. Pocas veces estoy de buen humor -Disfrutaremos de lo que nos queda de cena y luego ¿iremos a donde a mi me plazca? Interesante…- por un momento creí lamentarme del acuerdo que, yo misma impuse. Por muy simpático que pareciese el tipo, sabía que no debía fiarme de alguien tan especial. Cuando menos te lo esperas, te meten la puñalada.
Observé de reojo el movimiento de su mano. Sacó algo del bolsillo ¿Qué se proponía? ¿Otro cigarro? No... no era eso. Pero sacó una caja de metal y abrió la tapa, enseñándome su contenido. Tres jeringuillas. A excepción de una, las otras dos estaban vacías. Así que... no era la única persona que llevaba sus vicios encima. A saber que sería. Es más ¿De dónde lo sacaría? Un hombre de recursos, supuse.
Incliné la cabeza, para mirar el objeto con mas detalle. La curiosidad se apoderó de mis pupilas. Y en menos que canta un gallo, me vi en un dilema. Nunca antes se me pasó por la cabeza meterme algo de semejante calibre en el cuerpo. Pero siempre hay una primera vez para todo.
-Podemos compartirla si quiere, tengo para los dos y ya te digo por experiencia que sus efectos son increíbles. Vale la pena el dinero invertido en esta preciosidad de cristal. Estoy dispuesto a compartirla contigo si quieres… no voy a obligarte- me incitaba de manera sutil, ligeramente imperceptible - ¿Qué me dices Regina? - ¿Te crees que no hay narices? miré a William con la ceja alzada. Algo petulante quizás. Pero odiaba que me tomasen por cobarde.
-Me parece que vamos a ir pidiendo la cuenta - sonreí, dándole a entender que me agradaba la idea. Cerré la tapa -¿Quedamos en que, este es el postre? - golpeé el objeto con un dedo, juguetona. Luego lo empujé hacia él, con lentitud; para que lo guardase en su sitio, a buen recaudo, llegado el momento. Inmediatamente después le hice un pequeño gesto al camarero para que se acercara. Pedí la cuenta y pagué yo. Nunca me gustó que me invitasen... Me resulta vergonzoso. Tampoco creí que a William le importase. Llámalo orgullo, no me importa.
Al salir del restaurante, nos alejamos de la entrada, llegando hasta un pequeño callejón. Me pegué a la pared de ladrillo y arrastré a William hacia mí. Mis ojos se tornaron felinos, como de costumbre. Y sin pensármelo dos veces, metí la mano en su bolsillo para asir la caja metálica. Saqué la jeringa -¿Serías tan amable? - se la di, para que me ayudase. Luego, estiré el brazo contrario; suponiendo que era en esa parte específica del cuerpo, donde debía clavarme la punta. ¿Qué pensaría cuando viera cómo introducía la otra mano por debajo de mi falda? En uno de mis muslos reposaba la petaca de Bourbon. Pero él no podía saberlo. Liberé el frasco de la liga y mostré mi vicio delante de sus ojos, desenroscando la tapa con las puntas del dedo índice y pulgar. Luego bebí y cedí un trago al caballero. Supuse que lo que había a nuestra derecha, era un club de alterne. Me llamó la atención el cartel A bene placito. O lo que es lo mismo; A buen placer. Tenía una pinta nauseabunda. Cualquier persona, se replantearía más de dos veces entrar en ese sitio. Solté una pequeña carcajada. El alcohol comenzaba a manifestarse, muy puntual él...
Apoyé la cabeza sobre el muro y me quedé mirando a William. Como maniobraba para inyectarme aquel producto que, con un poco de suerte, conseguiría catapultarme a una irrealidad imaginaria y grotesca; ajena al mundo.
Primero un pinchazo. Luego el líquido entró en mi vena, ligero produciéndome un tremendo adormecimiento en los brazos. Paz...
Observé de reojo el movimiento de su mano. Sacó algo del bolsillo ¿Qué se proponía? ¿Otro cigarro? No... no era eso. Pero sacó una caja de metal y abrió la tapa, enseñándome su contenido. Tres jeringuillas. A excepción de una, las otras dos estaban vacías. Así que... no era la única persona que llevaba sus vicios encima. A saber que sería. Es más ¿De dónde lo sacaría? Un hombre de recursos, supuse.
Incliné la cabeza, para mirar el objeto con mas detalle. La curiosidad se apoderó de mis pupilas. Y en menos que canta un gallo, me vi en un dilema. Nunca antes se me pasó por la cabeza meterme algo de semejante calibre en el cuerpo. Pero siempre hay una primera vez para todo.
-Podemos compartirla si quiere, tengo para los dos y ya te digo por experiencia que sus efectos son increíbles. Vale la pena el dinero invertido en esta preciosidad de cristal. Estoy dispuesto a compartirla contigo si quieres… no voy a obligarte- me incitaba de manera sutil, ligeramente imperceptible - ¿Qué me dices Regina? - ¿Te crees que no hay narices? miré a William con la ceja alzada. Algo petulante quizás. Pero odiaba que me tomasen por cobarde.
-Me parece que vamos a ir pidiendo la cuenta - sonreí, dándole a entender que me agradaba la idea. Cerré la tapa -¿Quedamos en que, este es el postre? - golpeé el objeto con un dedo, juguetona. Luego lo empujé hacia él, con lentitud; para que lo guardase en su sitio, a buen recaudo, llegado el momento. Inmediatamente después le hice un pequeño gesto al camarero para que se acercara. Pedí la cuenta y pagué yo. Nunca me gustó que me invitasen... Me resulta vergonzoso. Tampoco creí que a William le importase. Llámalo orgullo, no me importa.
Al salir del restaurante, nos alejamos de la entrada, llegando hasta un pequeño callejón. Me pegué a la pared de ladrillo y arrastré a William hacia mí. Mis ojos se tornaron felinos, como de costumbre. Y sin pensármelo dos veces, metí la mano en su bolsillo para asir la caja metálica. Saqué la jeringa -¿Serías tan amable? - se la di, para que me ayudase. Luego, estiré el brazo contrario; suponiendo que era en esa parte específica del cuerpo, donde debía clavarme la punta. ¿Qué pensaría cuando viera cómo introducía la otra mano por debajo de mi falda? En uno de mis muslos reposaba la petaca de Bourbon. Pero él no podía saberlo. Liberé el frasco de la liga y mostré mi vicio delante de sus ojos, desenroscando la tapa con las puntas del dedo índice y pulgar. Luego bebí y cedí un trago al caballero. Supuse que lo que había a nuestra derecha, era un club de alterne. Me llamó la atención el cartel A bene placito. O lo que es lo mismo; A buen placer. Tenía una pinta nauseabunda. Cualquier persona, se replantearía más de dos veces entrar en ese sitio. Solté una pequeña carcajada. El alcohol comenzaba a manifestarse, muy puntual él...
Apoyé la cabeza sobre el muro y me quedé mirando a William. Como maniobraba para inyectarme aquel producto que, con un poco de suerte, conseguiría catapultarme a una irrealidad imaginaria y grotesca; ajena al mundo.
Primero un pinchazo. Luego el líquido entró en mi vena, ligero produciéndome un tremendo adormecimiento en los brazos. Paz...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Me parece que vamos a ir pidiendo la cuenta- su respuesta me dejó satisfecho. Tenía que reconocer que en un principio me miraría extrañada y me gritaría ofendida por mi respuesta. ¿Pero qué digo? Veía en Regina el carácter de todo un demonio. Era increíble que un humano viviera con tanta oscuridad en su interior y que ésta aun no la hubiera consumido.-¿Quedamos en que, este es el postre?- golpeó la cajita de metal con las jeringuillas. Se me estaba poniendo la piel de gallina con solo pensar la fiesta que íbamos a montar en cuanto saliéramos del restaurante. Asentí respondiendo a su pregunta retórica mientras guardaba nuestro pequeño secreto en el bolsillo interior de mi chaqueta.
Regina levantó la mano pidiendo la cuenta. Qué suerte había tenido. Compañía de una humana con un cuerpo privilegiado, sangre de un asesinato y una buena cena… todo en una noche y además gratis ¿Qué más podía pedir? Más diversión, claro está.
Cuando salimos del restaurante, corrimos a escondernos en uno de los callejones, el más oscuro que pudiéramos encontrar.
Mirándome con ojos felinos, Regina cogió la caja de las jeringuillas para sacar la única que contenía droga. -¿Serías tan amable?- preguntó, tendiéndome la jeringa y estirando el brazo.
Mientras preparaba la inyección, me anime al ver que introducía una de sus manos bajo la falda. Menuda fiesta iba a ser esta. Quedé decepcionado al ver que lo único que buscaba era una petaca oculta en la liga. Dio un largo trago al frasco y luego me lo tendió para que yo hiciera lo mismo.
Bebí de aquel al alcohol y a continuación, administré la droga a Regina.
Le introduje media jeringuilla, la otra media era para mí. La guja perforó mi piel, llegando a la vena e insuflando la morfina. El efecto en mi no sería demasiado fuerte, aunque me dejaría algo adormilado y “contentillo”
Los ojos de Regina, mirando al cielo pero sin llegar a verlo. La droga había comenzado a surtir efecto en los dos.
Mis brazos tuvieron que rodearla para que no se tambaleara y ambos acabamos la petaca entre risas tontas.
Me vino un ligero mareo que tuve que contrarrestar apoyándome también en el muro.
Qué pena que no quedaran más jeringuillas llenas. La noche merecía un verdadero descontrol y una diversión sin parangón.
¿Hacía cuanto no me divertía de esta manera? Desde mucho antes que naciera Persephone, seguro.
Como tontos, Regina y yo seguimos riendo sin motivo alguno. Mirándonos pero a la vez sin llegar a vernos. Que malas podían llegar a ser las drogas y alcohol, pero muy divertidas a la vez.
Regina levantó la mano pidiendo la cuenta. Qué suerte había tenido. Compañía de una humana con un cuerpo privilegiado, sangre de un asesinato y una buena cena… todo en una noche y además gratis ¿Qué más podía pedir? Más diversión, claro está.
Cuando salimos del restaurante, corrimos a escondernos en uno de los callejones, el más oscuro que pudiéramos encontrar.
Mirándome con ojos felinos, Regina cogió la caja de las jeringuillas para sacar la única que contenía droga. -¿Serías tan amable?- preguntó, tendiéndome la jeringa y estirando el brazo.
Mientras preparaba la inyección, me anime al ver que introducía una de sus manos bajo la falda. Menuda fiesta iba a ser esta. Quedé decepcionado al ver que lo único que buscaba era una petaca oculta en la liga. Dio un largo trago al frasco y luego me lo tendió para que yo hiciera lo mismo.
Bebí de aquel al alcohol y a continuación, administré la droga a Regina.
Le introduje media jeringuilla, la otra media era para mí. La guja perforó mi piel, llegando a la vena e insuflando la morfina. El efecto en mi no sería demasiado fuerte, aunque me dejaría algo adormilado y “contentillo”
Los ojos de Regina, mirando al cielo pero sin llegar a verlo. La droga había comenzado a surtir efecto en los dos.
Mis brazos tuvieron que rodearla para que no se tambaleara y ambos acabamos la petaca entre risas tontas.
Me vino un ligero mareo que tuve que contrarrestar apoyándome también en el muro.
Qué pena que no quedaran más jeringuillas llenas. La noche merecía un verdadero descontrol y una diversión sin parangón.
¿Hacía cuanto no me divertía de esta manera? Desde mucho antes que naciera Persephone, seguro.
Como tontos, Regina y yo seguimos riendo sin motivo alguno. Mirándonos pero a la vez sin llegar a vernos. Que malas podían llegar a ser las drogas y alcohol, pero muy divertidas a la vez.
Mefistófeles- Demonio
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
Que risa más tonta me entró. Me pesaba el cuerpo horrores pero parecía importarme bien poco. Miré al caballero. Mi viva imagen. Me sostuvo de pronto entre sus brazos ¿Me caí? -Como tartamudeaba el muy idiota... - recordé entre carcajadas, nuestro encontronazo con el policía -¿Y cuando te pedí que me ayudaras a meterlo en el contenedor? - me llevé la petaca a la boca ¡Estaba vacía! ¿Cuándo se acabó? -"¿Estás de broma?" - imité a William sin parar de reír, recreando aquel instante. ¿Era cosa mía o todo me resultaba muy divertido? Era maravilloso sentirse así. Como si nada más importase.
-¿Quieres que te lleve a otro sitio? - susurré juguetona, sosteniendo la cabeza sobre su hombro. Porque sentí que si no apoyaba la frente en alguna parte, terminaría en el suelo. Nuestros cuerpos oscilaban de un lado a otro sin moverse casi del sitio. Como dos ramas empujadas por el viento. Que poético... -Cierra los ojos - le pedí, levantando la cabeza y pasando una mano por su rostro bronceado, para que sus párpados cayesen. No me fue difícil. Hacía rato que, la tarea de mantenernos despiertos, se había convertido en una labor harto complicada. Me sostuve sobre él, apretándole contra mí, tanto... que creí hacerle trizas. A veces no me doy cuenta de lo bruta que soy -No... - Era tan atractivo... -...los abras - no negaré que los hombres me volvían loca, trayéndome de cabeza. Y clasificaba a cada uno de ellos en base a sus patrones de conducta respecto a la zorra aquí presente; Estaban los que no podían soportarme. No les culpo. Asumo que es difícil tratar conmigo. Luego estaban los hombres que deseaban controlarme. Algo imposible si tratas con una salvaje. Puedes intentar domar a una pantera. Pero luego no te lamentes, si te arranca la mano de un mordisco. También existían los que moderaban mi comportamiento sin yo quererlo. Los odiaba y pocas veces me encontraba con ellos. Pero bien sabía que era lo que me hacía falta, para acallar la bicha que llevaba por dentro. Y sin embargo este hombre, este hombre en en concreto...
Nunca me topé con alguien que me incitase. Porque... ¿Hasta dónde podrían llegar mis salvajadas? ¿Y las suyas? Eso habría que verlo -¿Donde prefieres ir? ¿Te inclinas más por los lugares fríos? - me aparté ligeramente de él. Y fue un gran error porque casi caigo al suelo. Aún no me acordaba de lo escasa que era mis estabilidad. Reí sin medida, volviendo a caer sobre él. Luego sólo tuve que deslizar un dedo por sus labios, abriéndolos por primera vez, sin que sirviese de precedente la palabra -¿O prefieres los cálidos?
-¿Quieres que te lleve a otro sitio? - susurré juguetona, sosteniendo la cabeza sobre su hombro. Porque sentí que si no apoyaba la frente en alguna parte, terminaría en el suelo. Nuestros cuerpos oscilaban de un lado a otro sin moverse casi del sitio. Como dos ramas empujadas por el viento. Que poético... -Cierra los ojos - le pedí, levantando la cabeza y pasando una mano por su rostro bronceado, para que sus párpados cayesen. No me fue difícil. Hacía rato que, la tarea de mantenernos despiertos, se había convertido en una labor harto complicada. Me sostuve sobre él, apretándole contra mí, tanto... que creí hacerle trizas. A veces no me doy cuenta de lo bruta que soy -No... - Era tan atractivo... -...los abras - no negaré que los hombres me volvían loca, trayéndome de cabeza. Y clasificaba a cada uno de ellos en base a sus patrones de conducta respecto a la zorra aquí presente; Estaban los que no podían soportarme. No les culpo. Asumo que es difícil tratar conmigo. Luego estaban los hombres que deseaban controlarme. Algo imposible si tratas con una salvaje. Puedes intentar domar a una pantera. Pero luego no te lamentes, si te arranca la mano de un mordisco. También existían los que moderaban mi comportamiento sin yo quererlo. Los odiaba y pocas veces me encontraba con ellos. Pero bien sabía que era lo que me hacía falta, para acallar la bicha que llevaba por dentro. Y sin embargo este hombre, este hombre en en concreto...
Nunca me topé con alguien que me incitase. Porque... ¿Hasta dónde podrían llegar mis salvajadas? ¿Y las suyas? Eso habría que verlo -¿Donde prefieres ir? ¿Te inclinas más por los lugares fríos? - me aparté ligeramente de él. Y fue un gran error porque casi caigo al suelo. Aún no me acordaba de lo escasa que era mis estabilidad. Reí sin medida, volviendo a caer sobre él. Luego sólo tuve que deslizar un dedo por sus labios, abriéndolos por primera vez, sin que sirviese de precedente la palabra -¿O prefieres los cálidos?
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
Las carcajadas eran contagiosas. Cuando uno paraba, al momento retornaba a reír con solo mirar al otro.
¡Qué noche! ¡Magnífica noche!
-Como tartamudeaba el muy idiota...- ¿Tartamudeaba? ¿Quién tartamudeaba? ¿Yo tartamudeaba? No, se refería al policía… pobre cerdo ensartado -¿Y cuando te pedí que me ayudaras a meterlo en el contenedor? "¿Estás de broma?"- y me imitó entre risas.
No podía aguantar las carcajadas, comenzaba a dolerme el estómago.
Buena compañera de jeringuilla me había buscado.
-¿Y cómo intentaba chillar con el cuello rajado?- volví con el policía- el cerdito no lo vió venir por ningún lado- y volvimos a romper a reír.
-¿Quieres que te lleve a otro sitio?- propuso Regina- Cierra los ojos – me pidió, pasando una de sus delicadas manos de asesina por mi rostro. Obedecí. Si fuera un humano, estaría loco obedeciendo a una mujer que acababa de asesinar a un policía a sangre fría. Siendo inmortal, podía permitirme el lujo de confiar en aquella mujer. -No... Los abras.
-No los abriré entonces…
-¿Donde prefieres ir? ¿Te inclinas más por los lugares fríos?- y se separó un de mi. Mala idea, tuve que manotear un poco para no perder el equilibrio y caer. Respiré hondo y me mantuve en el sitio. Volvió a caer sobre mí mientras reía y a continuación acarició mis labios con sus finos dedos- ¿O prefieres los cálidos?
Tomé su mano y besé la punta de sus dedos. Como había pedido que no abriera los ojos, visualicé con mis manos. Podía estar mareado, eso no iba a privarme del privilegio de acariciar su cintura y espalda con mis manos.
Que porte y silueta tenía la bella asesina.
-Prefiero los lugares cálidos, son más reconfortantes y la compañía…- mis manos siguieron por su cintura, fueron tras su cuerpo y cerré mis manos en sus dos nalgas, atrayéndola más a mi- se disfruta mucho mejor.
¡Qué noche! ¡Magnífica noche!
-Como tartamudeaba el muy idiota...- ¿Tartamudeaba? ¿Quién tartamudeaba? ¿Yo tartamudeaba? No, se refería al policía… pobre cerdo ensartado -¿Y cuando te pedí que me ayudaras a meterlo en el contenedor? "¿Estás de broma?"- y me imitó entre risas.
No podía aguantar las carcajadas, comenzaba a dolerme el estómago.
Buena compañera de jeringuilla me había buscado.
-¿Y cómo intentaba chillar con el cuello rajado?- volví con el policía- el cerdito no lo vió venir por ningún lado- y volvimos a romper a reír.
-¿Quieres que te lleve a otro sitio?- propuso Regina- Cierra los ojos – me pidió, pasando una de sus delicadas manos de asesina por mi rostro. Obedecí. Si fuera un humano, estaría loco obedeciendo a una mujer que acababa de asesinar a un policía a sangre fría. Siendo inmortal, podía permitirme el lujo de confiar en aquella mujer. -No... Los abras.
-No los abriré entonces…
-¿Donde prefieres ir? ¿Te inclinas más por los lugares fríos?- y se separó un de mi. Mala idea, tuve que manotear un poco para no perder el equilibrio y caer. Respiré hondo y me mantuve en el sitio. Volvió a caer sobre mí mientras reía y a continuación acarició mis labios con sus finos dedos- ¿O prefieres los cálidos?
Tomé su mano y besé la punta de sus dedos. Como había pedido que no abriera los ojos, visualicé con mis manos. Podía estar mareado, eso no iba a privarme del privilegio de acariciar su cintura y espalda con mis manos.
Que porte y silueta tenía la bella asesina.
-Prefiero los lugares cálidos, son más reconfortantes y la compañía…- mis manos siguieron por su cintura, fueron tras su cuerpo y cerré mis manos en sus dos nalgas, atrayéndola más a mi- se disfruta mucho mejor.
Mefistófeles- Demonio
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
Justo en la punta de mis dedos ejecutó los besos que con tanto ardor quise aferrar. Esperanzas vanas pues un beso no se puede coger por mucho que tu imaginación lo conciba -Prefiero los lugares cálidos, son más reconfortantes y la compañía…- la compañía qué... sonreí rozando su barbilla - se disfruta mucho mejor. - me tiraba los tejos ¡Culpa mía! yo empecé primero -Dime con quien andas y te diré quien eres - murmuré aquella frase redicha y resabida, que encajó a la perfección en aquel puzle que forjábamos pieza a pieza. Idílico...
Sus manos me atravesaban por los costados. También se aferraban a mi médula espinal, poniéndome la carne de gallina. Bien sabía de que madera estaban hechos los hombres. Y bien sabía de que materia procedía este. La sensación de peligro era constante entre sus brazos. Y no negaré que me gustaba sentirla, atravesando cada poro de mi piel ¿Ahora veía estrellitas flotar a nuestro alrededor? Pues sí que se me estaba yendo la cabeza...Lo supe cuando mi mano empezó a descender a la zona sur del caballero. Dijo que prefería los lugares cálidos ¿no? Le miré de reojo con cierta picardía. ¡Premio para la más pilla! Aunque mis intenciones se detuvieron antes de cruzar su cadera, pues un parloteo lejano llegó a mis oídos, procedente de la calle.
Asomé la cabeza por encima del hombro de William, vislumbrando a una bonita pareja. Iban bien vestidos y parecían más que enamorados. Y no sólo ante mis ojos. El contacto entre ellos era escaso al contrario que el nuestro. Y aún así, las hormonas flotaban a su alrededor igual que las nuestras en forma de estrella -Vaya, vaya... - murmuré, poniendo mi mente en marcha -¡Que vestido más hermoso! - exageré entre risas mirando a mi caballero ¿Abriría los ojos? ¿Pensaría que le tomaba el pelo? ¡Divertido sería! -Y el traje de ese hombre... - achiqué la mirada, haciendo resonar la lengua -A ti te sentaría muchísimo mejor... - eso seguro. Su figura era mucho más esbelta. Seguí observando a la pareja, envidiando cada cosa que veía. Como si desease que todo lo que poseyesen fuese nuestro -Creo que lo que llevan en la mano son invitaciones para algo - hice un puchero más que falso -Y nosotros sin ser invitados - suspiré agotada ¿Adivinaría mis intenciones? -Que groseros - dije con esmerada injundia refiriéndome a quien fuese, a quien se le ocurriese privarnos de semejante velada. Aún más estando nosotros tan dispuestos a divertirnos.
-Perdonen la interrupción - el hombre se acercó a nosotros con el papel en la mano -Creo que nos hemos perdido - sonrió con una mirada cómplice a la dama que le acompañaba. Dos inocentes en medio de la noche. Que mala suerte haberse topado con nosotros, justo con nosotros entre un millar de habitantes. Desgraciada fortuna -¿Saben donde queda Downing Street? - ¡Como caído del cielo! miré a William -Pero si está aquí al lado - contesté como si fuese una locura que se perdiesen. Mi mentira se sostuvo, tangible sólo para nosotros. Quería ese vestido y quería ir a esa fiesta. Y sin darme cuenta, vi al bastardo de mi padre y a la humilde de mi madre reflejados en mí. Ellos en su juventud hacían este tipo de cosas. Hacerse pasar por otras personas introduciéndose en los salones de los grandes palacios. Que ironía.
Sus manos me atravesaban por los costados. También se aferraban a mi médula espinal, poniéndome la carne de gallina. Bien sabía de que madera estaban hechos los hombres. Y bien sabía de que materia procedía este. La sensación de peligro era constante entre sus brazos. Y no negaré que me gustaba sentirla, atravesando cada poro de mi piel ¿Ahora veía estrellitas flotar a nuestro alrededor? Pues sí que se me estaba yendo la cabeza...Lo supe cuando mi mano empezó a descender a la zona sur del caballero. Dijo que prefería los lugares cálidos ¿no? Le miré de reojo con cierta picardía. ¡Premio para la más pilla! Aunque mis intenciones se detuvieron antes de cruzar su cadera, pues un parloteo lejano llegó a mis oídos, procedente de la calle.
Asomé la cabeza por encima del hombro de William, vislumbrando a una bonita pareja. Iban bien vestidos y parecían más que enamorados. Y no sólo ante mis ojos. El contacto entre ellos era escaso al contrario que el nuestro. Y aún así, las hormonas flotaban a su alrededor igual que las nuestras en forma de estrella -Vaya, vaya... - murmuré, poniendo mi mente en marcha -¡Que vestido más hermoso! - exageré entre risas mirando a mi caballero ¿Abriría los ojos? ¿Pensaría que le tomaba el pelo? ¡Divertido sería! -Y el traje de ese hombre... - achiqué la mirada, haciendo resonar la lengua -A ti te sentaría muchísimo mejor... - eso seguro. Su figura era mucho más esbelta. Seguí observando a la pareja, envidiando cada cosa que veía. Como si desease que todo lo que poseyesen fuese nuestro -Creo que lo que llevan en la mano son invitaciones para algo - hice un puchero más que falso -Y nosotros sin ser invitados - suspiré agotada ¿Adivinaría mis intenciones? -Que groseros - dije con esmerada injundia refiriéndome a quien fuese, a quien se le ocurriese privarnos de semejante velada. Aún más estando nosotros tan dispuestos a divertirnos.
-Perdonen la interrupción - el hombre se acercó a nosotros con el papel en la mano -Creo que nos hemos perdido - sonrió con una mirada cómplice a la dama que le acompañaba. Dos inocentes en medio de la noche. Que mala suerte haberse topado con nosotros, justo con nosotros entre un millar de habitantes. Desgraciada fortuna -¿Saben donde queda Downing Street? - ¡Como caído del cielo! miré a William -Pero si está aquí al lado - contesté como si fuese una locura que se perdiesen. Mi mentira se sostuvo, tangible sólo para nosotros. Quería ese vestido y quería ir a esa fiesta. Y sin darme cuenta, vi al bastardo de mi padre y a la humilde de mi madre reflejados en mí. Ellos en su juventud hacían este tipo de cosas. Hacerse pasar por otras personas introduciéndose en los salones de los grandes palacios. Que ironía.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
El asunto se ponía más y más interesante con el paso de sus acontecimientos. La dirección que estábamos tomando era interesante y sería una pena que no llegara a buen destino. Y buen destino era el que tenía la mano de la humana, capaz de hacerme estremecer. Pena que se quedó a mitad camino.
Algo la había interrumpido, una conversación lejana pero que iba acercándose a nosotros.
Regina fuer la primera en vislumbrar a la pareja ya que se encontraban detrás de mi. Tardé en darme la vuelta pues era Regina la que poseía el centro de mi atención y no un par de humanos que parecían haberse perdido.
-Vaya, vaya... – Regina sí que parecía interesada en ellos, por lo que me giré para mirarlos. Una pareja normal y corriente. Que amor podía verse entre ellos y que estúpidos parecían -¡Que vestido más hermoso!- comentó Regina. Nada más mirarla, le mostré una sonrisa cómplice. -Y el traje de ese hombre... A ti te sentaría muchísimo mejor...
-¿Tú crees? Sí que parece que gastemos la misma talla… y el vestido de la mujer tú lo lucirías con más esplendor que ella- la idolatré.
-Creo que lo que llevan en la mano son invitaciones para algo. Y nosotros sin ser invitados. Que groseros
-¿Groseros? No pensemos mal Regina… tal vez se les ha olvidado invitarnos ¿qué te parece si les recordamos que existimos?- la miré con malicia y a continuación a la pareja que se acercaba peligrosamente a nosotros. ¿A caso no tenían instinto? Si os acercáis más será vuestra perdición.
-Perdonen la interrupción. Creo que nos hemos ¿Saben dónde queda Downing Street?
-Pero si está aquí al lado- contestó Regina, mostrando incredulidad fingida.
-Cariño, no seas así, estos callejones son como un laberinto si no los conoces bien- actué con Regina. Me acerqué al hombre, con un movimiento raro saqué una de las jeringuillas del bolsillo interior de mi chaqueta, la llené de aire y pasé un brazo por encima de los hombros de la futura víctima- Venga mi buen señor, le enseñaré el camino- la jeringuilla había pasado inadvertida y cuando nos alejamos unos pasos, la clavé en su cuello con sutileza, provocándole un sutil pinchazo- ¿Ve la salida? Pues una vez hayan llegado tuerza a la derecha, siga la avenida durante tres o cuatro manzanas, gire a la derecha de nuevo a la izquierda. No tiene pérdida- le di una palmadita en el hombro y este se dio la vuelta para ir en busca de su mujercita.
-Cariño, ya sé el ca…- se cogió el pecho con una mano y a continuación cayó al suelo redondo.
-¡Mi vida!- gritó la mujer, que corrió en pos de su marido. La cogí con fuerza del brazo y la detuve. Luego mi mano fue a su cuello.
-Qué pena que tengáis una ropa tan bonita…- apreté la mano y se escuchó un crujido. Le había roto el cuello sin dificultad- Creo que nuestros disfraces están listos… también nuestras invitaciones- dije cogiendo los dos papeles.
Algo la había interrumpido, una conversación lejana pero que iba acercándose a nosotros.
Regina fuer la primera en vislumbrar a la pareja ya que se encontraban detrás de mi. Tardé en darme la vuelta pues era Regina la que poseía el centro de mi atención y no un par de humanos que parecían haberse perdido.
-Vaya, vaya... – Regina sí que parecía interesada en ellos, por lo que me giré para mirarlos. Una pareja normal y corriente. Que amor podía verse entre ellos y que estúpidos parecían -¡Que vestido más hermoso!- comentó Regina. Nada más mirarla, le mostré una sonrisa cómplice. -Y el traje de ese hombre... A ti te sentaría muchísimo mejor...
-¿Tú crees? Sí que parece que gastemos la misma talla… y el vestido de la mujer tú lo lucirías con más esplendor que ella- la idolatré.
-Creo que lo que llevan en la mano son invitaciones para algo. Y nosotros sin ser invitados. Que groseros
-¿Groseros? No pensemos mal Regina… tal vez se les ha olvidado invitarnos ¿qué te parece si les recordamos que existimos?- la miré con malicia y a continuación a la pareja que se acercaba peligrosamente a nosotros. ¿A caso no tenían instinto? Si os acercáis más será vuestra perdición.
-Perdonen la interrupción. Creo que nos hemos ¿Saben dónde queda Downing Street?
-Pero si está aquí al lado- contestó Regina, mostrando incredulidad fingida.
-Cariño, no seas así, estos callejones son como un laberinto si no los conoces bien- actué con Regina. Me acerqué al hombre, con un movimiento raro saqué una de las jeringuillas del bolsillo interior de mi chaqueta, la llené de aire y pasé un brazo por encima de los hombros de la futura víctima- Venga mi buen señor, le enseñaré el camino- la jeringuilla había pasado inadvertida y cuando nos alejamos unos pasos, la clavé en su cuello con sutileza, provocándole un sutil pinchazo- ¿Ve la salida? Pues una vez hayan llegado tuerza a la derecha, siga la avenida durante tres o cuatro manzanas, gire a la derecha de nuevo a la izquierda. No tiene pérdida- le di una palmadita en el hombro y este se dio la vuelta para ir en busca de su mujercita.
-Cariño, ya sé el ca…- se cogió el pecho con una mano y a continuación cayó al suelo redondo.
-¡Mi vida!- gritó la mujer, que corrió en pos de su marido. La cogí con fuerza del brazo y la detuve. Luego mi mano fue a su cuello.
-Qué pena que tengáis una ropa tan bonita…- apreté la mano y se escuchó un crujido. Le había roto el cuello sin dificultad- Creo que nuestros disfraces están listos… también nuestras invitaciones- dije cogiendo los dos papeles.
Mefistófeles- Demonio
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Re: Resurgir (Alma Dupont)
-Cariño, no seas así, estos callejones son como un laberinto si no los conoces bien- ¿Y ahora que debía hacer? ¡ah! sí... hacerme la sumisa, esposa despistada. Sonreí a mi ocurrente amigo mientras observaba lo que se proponía a continuación. Nada bueno cuando la jeringuilla volvió a cobrar importancia, nada más salir de su bolsillo - Venga mi buen señor, le enseñaré el camino- quise llamar la atención de la dama y así llenarla de distracciones para que perdiese de vista a su esposo o lo que fuese. Bien sabía, que poco me importaba.
-¿Son forasteros? - me acerqué a ella examinándola con interés. No tenía acento inglés ¿El colgante de su cuello era de rubíes? Sonreí jocosa poseída por el éxtasis. He de admitir que este tipo de divertimentos no son actos para cardiacos.
-Sí, mi señora. Venimos desde Carolina del Norte - Pues si que debía ser una fiesta importante, tanto como para cruzar el Atlántico. La dama se retiró de mí desconfiada, con cierto temor. No se si por mi acercamiento o por las tinieblas que se cernían sobre mis ojos. Pero intuí que no le estaba gustando un pelo mi compañía. O quizás fuese la oscuridad de la calle. Londres es hermosa, pero por las noches puede ser la más espeluznante de las ciudades. Calles silenciosas llenas de recovecos por donde los rateros se mueven mientras todos duermen.
William regresó a los pocos minutos junto con el caballero, que no pudo recorrer ni dos metros, antes de caer demolido. Lo último que dijo fue -Cariño, ya sé el ca…- y ya está. Se derrumbó contra el suelo golpeándose en toda la cara. Dudé que le doliera. Ya estaba muerto antes de caer.
-¡Mi vida!- gritó la mujer llena de espanto -Qué pena que tengáis una ropa tan bonita…- Si porque sus destinos estaban sentenciados, solo por la ropa que llevaban ¿Capricho? Todos somos egoístas. Que más da un caprichito de más. Y ni un sonido más emitió, pues William degolló con sus propias manos a la escandalosa dama. El crujir de aquel cuello, fue música para mis oídos. Expresé un profundo suspiro de gratificación tras ser la espectadora de sus dotes extraordinarias. Un aplauso para el señor Mall - Creo que nuestros disfraces están listos… también nuestras invitaciones- y que detalle no utilizar un arma blanca, pues los trajes se hubiesen manchado -Al final has abierto los ojos - comenté bromista, con los festejos de una gran fiesta en mi interior. Estaba llena de emoción, sobrecogida por la expectativa. Me acerqué somnolienta al cuerpo y deshice las tiras del corsé para quitárselo. Cuando lo tuve entre mis manos tomé también sus zapatos y empecé a desabrocharme el vestido para disfrazarme -Te pediría que no mirases. Pero es una promesa que te resulta difícil mantener - dije quedándome en ropa interior y metiéndome el nuevo vestido. Si que me lo estaba pasando bien... William realizó el mismo procedimiento. Desde luego y por descontado que a nosotros nos sentaba mucho mejor ¿Pagada de mí misma? Siempre... -¿Me permites? - me acerqué al caballero tomando las entradas para verlas -Yo soy... Savannah Avner - cohibí una pequeña risotada para poder seguir leyendo -Y tú... Mychal Tolley - se las devolví -¿De dónde sale esta gente? - mascullé con extrañeza jocosa. Parecían sacados de una novela romántica llena de moñeces. Luego me agarré de su brazo y con fingida educación y aires de norteamericana dije -Mychal, llévame a esa fiesta.
-¿Son forasteros? - me acerqué a ella examinándola con interés. No tenía acento inglés ¿El colgante de su cuello era de rubíes? Sonreí jocosa poseída por el éxtasis. He de admitir que este tipo de divertimentos no son actos para cardiacos.
-Sí, mi señora. Venimos desde Carolina del Norte - Pues si que debía ser una fiesta importante, tanto como para cruzar el Atlántico. La dama se retiró de mí desconfiada, con cierto temor. No se si por mi acercamiento o por las tinieblas que se cernían sobre mis ojos. Pero intuí que no le estaba gustando un pelo mi compañía. O quizás fuese la oscuridad de la calle. Londres es hermosa, pero por las noches puede ser la más espeluznante de las ciudades. Calles silenciosas llenas de recovecos por donde los rateros se mueven mientras todos duermen.
William regresó a los pocos minutos junto con el caballero, que no pudo recorrer ni dos metros, antes de caer demolido. Lo último que dijo fue -Cariño, ya sé el ca…- y ya está. Se derrumbó contra el suelo golpeándose en toda la cara. Dudé que le doliera. Ya estaba muerto antes de caer.
-¡Mi vida!- gritó la mujer llena de espanto -Qué pena que tengáis una ropa tan bonita…- Si porque sus destinos estaban sentenciados, solo por la ropa que llevaban ¿Capricho? Todos somos egoístas. Que más da un caprichito de más. Y ni un sonido más emitió, pues William degolló con sus propias manos a la escandalosa dama. El crujir de aquel cuello, fue música para mis oídos. Expresé un profundo suspiro de gratificación tras ser la espectadora de sus dotes extraordinarias. Un aplauso para el señor Mall - Creo que nuestros disfraces están listos… también nuestras invitaciones- y que detalle no utilizar un arma blanca, pues los trajes se hubiesen manchado -Al final has abierto los ojos - comenté bromista, con los festejos de una gran fiesta en mi interior. Estaba llena de emoción, sobrecogida por la expectativa. Me acerqué somnolienta al cuerpo y deshice las tiras del corsé para quitárselo. Cuando lo tuve entre mis manos tomé también sus zapatos y empecé a desabrocharme el vestido para disfrazarme -Te pediría que no mirases. Pero es una promesa que te resulta difícil mantener - dije quedándome en ropa interior y metiéndome el nuevo vestido. Si que me lo estaba pasando bien... William realizó el mismo procedimiento. Desde luego y por descontado que a nosotros nos sentaba mucho mejor ¿Pagada de mí misma? Siempre... -¿Me permites? - me acerqué al caballero tomando las entradas para verlas -Yo soy... Savannah Avner - cohibí una pequeña risotada para poder seguir leyendo -Y tú... Mychal Tolley - se las devolví -¿De dónde sale esta gente? - mascullé con extrañeza jocosa. Parecían sacados de una novela romántica llena de moñeces. Luego me agarré de su brazo y con fingida educación y aires de norteamericana dije -Mychal, llévame a esa fiesta.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Resurgir (Alma Dupont)
Ambos nos hicimos con los respectivos trajes que íbamos a utilizar y que por descontado, llevaríamos con mayor lustre que sus antiguos dueños.
-Te pediría que no mirases. Pero es una promesa que te resulta difícil mantener- comentó mientras dejaba su espectacular cuerpo en ropa interior.
-Unas horas, unos pocos asesinatos y parece que nos conocemos mejor que nadie ¿Sera el destino?- y reí desabotonándome el cuello de la camisa y me deshacía de toda la ropa para enfundarme el nuevo traje- Buen gusto- le comenté al hombre muerto- debería haberte preguntado donde lo confeccionaron antes de matarte- suspiré y me guardé las invitaciones en el bolsillo del pecho. Luego me alejé del cadáver y me acerqué a Regina, que ya estaba cambiada y espléndida.
-¿Me permites?- y cogió las invitaciones que me acababa de guardar- Yo soy... Savannah Avner… Y tú... Mychal Tolley- cogí las invitaciones que ella me devolvía. Quería cerciorarme de lo que había leído estaba bien.
-¿Mychal Tolley? ¿Qué clase de nombre es ese? Merecía morir desde que lo bautizaron- y volví a guardar las entradas.
Regina me cogió del brazo y con fingida educación dijo:
-Mychal, llévame a esa fiesta.
-Hasta el fin del mundo, amada Savannah- actué junto a ella y aún cogidos del brazo, salimos de las estrechas callejuelas para pasear por las grandes avenidas rumbo a la fiesta de nuestras vidas.
Tuvimos suerte de que Downing Street no quedara lejos, a unos 10 minutos andando.
La fiesta tenía lugar en una mansión de tamaño mediano. No muy esplendorosa pero tampoco pasaba desapercibida.
-Que comience la fiesta…- sonreí con picardía y nos acercamos al mayordoma que aguardaba en la puerta- El señor Mychal Tolley y la señorita Savannah Avner…- entregué las invitaciones y el mayordomo las reviso. Luego dio media vuelta y nos anunció como el protocolo pedía- Resulta cómico y excitante lo que unos bonitos trajes y unos trozos de papel robado son capaces de hacer ¿Verdad Savannah?
-Te pediría que no mirases. Pero es una promesa que te resulta difícil mantener- comentó mientras dejaba su espectacular cuerpo en ropa interior.
-Unas horas, unos pocos asesinatos y parece que nos conocemos mejor que nadie ¿Sera el destino?- y reí desabotonándome el cuello de la camisa y me deshacía de toda la ropa para enfundarme el nuevo traje- Buen gusto- le comenté al hombre muerto- debería haberte preguntado donde lo confeccionaron antes de matarte- suspiré y me guardé las invitaciones en el bolsillo del pecho. Luego me alejé del cadáver y me acerqué a Regina, que ya estaba cambiada y espléndida.
-¿Me permites?- y cogió las invitaciones que me acababa de guardar- Yo soy... Savannah Avner… Y tú... Mychal Tolley- cogí las invitaciones que ella me devolvía. Quería cerciorarme de lo que había leído estaba bien.
-¿Mychal Tolley? ¿Qué clase de nombre es ese? Merecía morir desde que lo bautizaron- y volví a guardar las entradas.
Regina me cogió del brazo y con fingida educación dijo:
-Mychal, llévame a esa fiesta.
-Hasta el fin del mundo, amada Savannah- actué junto a ella y aún cogidos del brazo, salimos de las estrechas callejuelas para pasear por las grandes avenidas rumbo a la fiesta de nuestras vidas.
Tuvimos suerte de que Downing Street no quedara lejos, a unos 10 minutos andando.
La fiesta tenía lugar en una mansión de tamaño mediano. No muy esplendorosa pero tampoco pasaba desapercibida.
-Que comience la fiesta…- sonreí con picardía y nos acercamos al mayordoma que aguardaba en la puerta- El señor Mychal Tolley y la señorita Savannah Avner…- entregué las invitaciones y el mayordomo las reviso. Luego dio media vuelta y nos anunció como el protocolo pedía- Resulta cómico y excitante lo que unos bonitos trajes y unos trozos de papel robado son capaces de hacer ¿Verdad Savannah?
Mefistófeles- Demonio
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