Resurgir (Alma Dupont)
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Resurgir (Alma Dupont)
Recuerdo del primer mensaje :
Estúpido cazador ¿de donde salían tantos? ¿De debajo de las piedras? Mi pequeña Persephone, más les valía a Lilith y a Ruby cuidar bien de ellas.
Desde que nació la pequeña, nacieron en mis sentimientos que antes relacionaba con la debilidad de los humanos. Una sensación de sobreprotección hacia la pequeña me llevaba a preocuparme cada dos por tres por ella, por eso intentaba alejarme de vez en cuando de casa, no me gustaba sentirme débil.
Desde que arrebaté a mi hija de los brazos de su madre, los cazadores parecieron demasiado interesados hacia mi persona y mis paseos matutinos se veían constantemente interrumpidos por esos desgraciados cuyo final siempre era el mismo: Darse un baño eterno en las aguas oscuras de Támesis.
Pero este último atacante se había acercado demasiado. Ahora me sentía entumecido por culpa de un exorcismo fallido y reinaba en mi cuerpo un malestar general. Necesitaba una buena copa.
-A quien hay que cepillarse para que le sirvan una buena copa de Whisky…- dije irritado palmeando la barra. Al momento, un vaso se deslizó sobre la superficie de madera hasta detenerse justo enfrente de mi-… vaya, si que ha sido un polvo rápido- cogí el vaso con una mano y lo vacié de un trago. Al alcohol quemó durante unos segundos la garganta, luego la sensación de escozor desapareció. Desde el nacimiento de Persephone la vida de bendita lujuria y muerte a mí alrededor había desaparecido casi por completo… desgraciadamente por completo y los antiguos retos que me marcaba antiguamente habían desaparecido. Mi vaso volvió a estar lleno al momento, pero antes de volver a vaciarlo, me entretuve contemplando los haces de luz que se reflejaban en el cristal.
Me había descuidado demasiado y era el momento de resurgir como mi antiguo yo.
Como si de una transformación se tratase, alisé mis ropas que habían quedado alborotadas por el combate anterior y en mis labios apareció mi querida sonrisa juguetona.
Estúpido cazador ¿de donde salían tantos? ¿De debajo de las piedras? Mi pequeña Persephone, más les valía a Lilith y a Ruby cuidar bien de ellas.
Desde que nació la pequeña, nacieron en mis sentimientos que antes relacionaba con la debilidad de los humanos. Una sensación de sobreprotección hacia la pequeña me llevaba a preocuparme cada dos por tres por ella, por eso intentaba alejarme de vez en cuando de casa, no me gustaba sentirme débil.
Desde que arrebaté a mi hija de los brazos de su madre, los cazadores parecieron demasiado interesados hacia mi persona y mis paseos matutinos se veían constantemente interrumpidos por esos desgraciados cuyo final siempre era el mismo: Darse un baño eterno en las aguas oscuras de Támesis.
Pero este último atacante se había acercado demasiado. Ahora me sentía entumecido por culpa de un exorcismo fallido y reinaba en mi cuerpo un malestar general. Necesitaba una buena copa.
-A quien hay que cepillarse para que le sirvan una buena copa de Whisky…- dije irritado palmeando la barra. Al momento, un vaso se deslizó sobre la superficie de madera hasta detenerse justo enfrente de mi-… vaya, si que ha sido un polvo rápido- cogí el vaso con una mano y lo vacié de un trago. Al alcohol quemó durante unos segundos la garganta, luego la sensación de escozor desapareció. Desde el nacimiento de Persephone la vida de bendita lujuria y muerte a mí alrededor había desaparecido casi por completo… desgraciadamente por completo y los antiguos retos que me marcaba antiguamente habían desaparecido. Mi vaso volvió a estar lleno al momento, pero antes de volver a vaciarlo, me entretuve contemplando los haces de luz que se reflejaban en el cristal.
Me había descuidado demasiado y era el momento de resurgir como mi antiguo yo.
Como si de una transformación se tratase, alisé mis ropas que habían quedado alborotadas por el combate anterior y en mis labios apareció mi querida sonrisa juguetona.
Mefistófeles- Demonio
- Mensajes : 537
Fecha de inscripción : 03/10/2010
Re: Resurgir (Alma Dupont)
William siguió mi juego a la perfección, haciéndome estallar en una terrible carcajada, que bien podía parecer una burla ¿Hacía quién? Hacia las dos pobres almas que descansaban ahora sobre el suelo. -Hasta el fin del mundo, amada Savannah- Bonita corbata Mychal... Suerte que nuestro destino no estaba tan lejos en realidad. Y de camino, no pude dejar de pensar en algo que dijo. Inevitable pasarlo por alto. Nuestros senderos parecían cruzarse en la misma dirección y me pregunté cual era su excusa para comportarse como un auténtico psicópata. Yo tenía mis propias justificaciones. Aun que... ¿Por qué ha de haber siempre un motivo para todo? Hay personas malas, personas buenas y personas cobardes. Prefiero ser una maldita arpía a ser una asquerosa cobarde. ¿Qué quienes son esos cobardes? Los que no se decantan ni por un bando ni por el otro. Los que están en tierra de nadie. Eso sí que es patético.
-Que comience la fiesta…- sonreí a mi acompañante colocándome el cabello con esmero, nada más llegar a la puerta de entrada. Mi mansión era mucho más grande que esta -Que cutres ¿No? - murmuré con la ceja alzada. Pero el mayordomo de la morada, anclado al ladito de la puerta, logró escucharme. Me miró con cierta prepotencia. Habrá se visto... La clase baja me supera. Posiblemente le pagaran una miseria por sus servicios. Estúpido estirado... ¿Por qué siempre me invade el odio más demencial en apenas unas milésimas de segundo? Menos mal que allí estaba William para encauzarme, devolviéndome a la realidad - El señor Mychal Tolley y la señorita Savannah Avner…- esos éramos nosotros. Hice una reverencia con gran educación, mientras mi cara mostraba el más horrible de los desprecios. Luego saqué unos billetes de mi bolso de mano y se los di al mayordomo -Para que se compre unos zapatos nuevos - bien falta le hacían. También que alguien le contara las cuarenta . Y no se me daba nada mal humillar a la gente, más siendo escoria ¿Quién diablos se creía mirándome así? ¡Él se lo buscó!
Pasé a su lado con la cabeza bien alta. Cuando entramos al salón quede un tanto sorprendida.
Desde fuera la casa no era gran cosa. Mejorable, ya digo, mejor la mía. Pero lo que encontré dentro, fue mucho mas gratificante. Un bonito salón repleto de gente. Las lámparas de araña colgaban del techo resplandecientes y la comida rebosaba todas las mesas. Algunos invitados se habían animado a bailar dejando sus conversaciones de lado, mientras una orquesta modesta tocaba una melodía que reconocí en infinidad de fiestas. La música de moda, si es que a este siglo se le puede decir que tiene buena música y que está a la última. - Resulta cómico y excitante lo que unos bonitos trajes y unos trozos de papel robado son capaces de hacer ¿Verdad Savannah?
-Totalmente de acuerdo, monsieur Mychal - contesté aún fingiendo. Esperé que los verdaderos invitados no fuesen importantes para la fiesta. Porque iba a ser decepcionante que no apareciesen. Solté su brazo para cogerle de ambas manos. Quise arrastrarle hasta el centro del salón, donde todos danzaban emparejados -¿Bailas? - pregunté mirando a mi alrededor. Y empecé a seguir el paso del resto de las damas. No era muy difícil el movimiento. Repetitivo incluso. Hasta un papanatas podría bailarlo -¿Sabes? - le observé pensativa cuando nuestros cuerpos volvieron a juntarse -Nunca creí encontrar a una persona como tú - pues la noche había sido descabellada a más no poder. Y sin embargo, parecía el pan nuestro de cada día -¿Acostumbras a hacer esto con regularidad? - no le acusaba de nada. Simplemente quise conocerle mejor. Me separé de nuevo para coger dos copas de la bandeja de un camarero que pasó por nuestro lado. Una se la tendí a William. La otra me la bebí de un trago -He de admitir que estoy sorprendida - y no me refería al champán que acababa de beberme -Juraría que sois un espejismo - murmuré dejando la copa sobre otra bandeja que pasó como un rayo. Y pasmada, estiré los brazos para enlazarme sobre sus fuertes hombro. Qué hombre tan peculiar... Estudié su rostro con detenimiento ¿Conseguiría ver alguna flaqueza? -¿Desaparecerás si me quedo mirándote demasiado rato? - buena pregunta. Porque no parecía real.
-Que comience la fiesta…- sonreí a mi acompañante colocándome el cabello con esmero, nada más llegar a la puerta de entrada. Mi mansión era mucho más grande que esta -Que cutres ¿No? - murmuré con la ceja alzada. Pero el mayordomo de la morada, anclado al ladito de la puerta, logró escucharme. Me miró con cierta prepotencia. Habrá se visto... La clase baja me supera. Posiblemente le pagaran una miseria por sus servicios. Estúpido estirado... ¿Por qué siempre me invade el odio más demencial en apenas unas milésimas de segundo? Menos mal que allí estaba William para encauzarme, devolviéndome a la realidad - El señor Mychal Tolley y la señorita Savannah Avner…- esos éramos nosotros. Hice una reverencia con gran educación, mientras mi cara mostraba el más horrible de los desprecios. Luego saqué unos billetes de mi bolso de mano y se los di al mayordomo -Para que se compre unos zapatos nuevos - bien falta le hacían. También que alguien le contara las cuarenta . Y no se me daba nada mal humillar a la gente, más siendo escoria ¿Quién diablos se creía mirándome así? ¡Él se lo buscó!
Pasé a su lado con la cabeza bien alta. Cuando entramos al salón quede un tanto sorprendida.
Desde fuera la casa no era gran cosa. Mejorable, ya digo, mejor la mía. Pero lo que encontré dentro, fue mucho mas gratificante. Un bonito salón repleto de gente. Las lámparas de araña colgaban del techo resplandecientes y la comida rebosaba todas las mesas. Algunos invitados se habían animado a bailar dejando sus conversaciones de lado, mientras una orquesta modesta tocaba una melodía que reconocí en infinidad de fiestas. La música de moda, si es que a este siglo se le puede decir que tiene buena música y que está a la última. - Resulta cómico y excitante lo que unos bonitos trajes y unos trozos de papel robado son capaces de hacer ¿Verdad Savannah?
-Totalmente de acuerdo, monsieur Mychal - contesté aún fingiendo. Esperé que los verdaderos invitados no fuesen importantes para la fiesta. Porque iba a ser decepcionante que no apareciesen. Solté su brazo para cogerle de ambas manos. Quise arrastrarle hasta el centro del salón, donde todos danzaban emparejados -¿Bailas? - pregunté mirando a mi alrededor. Y empecé a seguir el paso del resto de las damas. No era muy difícil el movimiento. Repetitivo incluso. Hasta un papanatas podría bailarlo -¿Sabes? - le observé pensativa cuando nuestros cuerpos volvieron a juntarse -Nunca creí encontrar a una persona como tú - pues la noche había sido descabellada a más no poder. Y sin embargo, parecía el pan nuestro de cada día -¿Acostumbras a hacer esto con regularidad? - no le acusaba de nada. Simplemente quise conocerle mejor. Me separé de nuevo para coger dos copas de la bandeja de un camarero que pasó por nuestro lado. Una se la tendí a William. La otra me la bebí de un trago -He de admitir que estoy sorprendida - y no me refería al champán que acababa de beberme -Juraría que sois un espejismo - murmuré dejando la copa sobre otra bandeja que pasó como un rayo. Y pasmada, estiré los brazos para enlazarme sobre sus fuertes hombro. Qué hombre tan peculiar... Estudié su rostro con detenimiento ¿Conseguiría ver alguna flaqueza? -¿Desaparecerás si me quedo mirándote demasiado rato? - buena pregunta. Porque no parecía real.
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/09/2010
Edad : 36
Re: Resurgir (Alma Dupont)
Mi acompañante, algo descontenta con el aspecto poco glamuroso que gozaba la fachada de la casa, pareció un poco más animada al ver el ambiente que reinaba en su interior.
No habíamos llegado los primeros, tampoco los últimos porque no dejaban de adelantarnos recién llegados que “corrían” por buscar un lugar en el salón.
-¿Bailas?- me preguntó Regina después de haberme arrastrado hasta el centro del salón donde múltiples parejas se entretenían bailando al son de la música que tocaba una orquesta.
-Por descontado- contesté juntándome a ella para comenzar a bailar.
-¿Sabes? Nunca creí encontrar a una persona como tú- No hay nadie como yo, solo hombres que aspiran a ser demonios -¿Acostumbras a hacer esto con regularidad?
-Podría hacerlo cada noche de mi vida y seguro que jamás me cansaría. Mentir no me agota, tampoco moverme por instinto. En realidad no conozco otra forma de vivir que no sea esta… una vida sin riesgo es como un gato sin uñas, incompleta. Pero sí, es la primera vez que hago esto con una mujer tan hermosa como tú- a cada palabra me iba acercando más a su boca y cuando creí que por fin la alcanzaba, Regina se separó para coger dos copas de champagne de un camarero que pasaba cerca de nosotros. Me mordí el labio inferior mientras la miraba y cogía una de las copas que ella me ofrecía. Regina se la bebió de un trago, yo hice lo propio y no tardé en vaciarla de nuevo
-He de admitir que estoy sorprendida. Juraría que sois un espejismo- su comentario me hizo gracia y para ocultar mi sonrisa, me giré para dejar la copa en uno de los bolsillos de la chaqueta de un hombre que bailaba con su pareja. Con tan buena mano hice la jugarreta que el bailarín no se dio cuenta del peso añadido a su chaqueta.
Cuando me volví a mi acompañante, esta pasó sus brazos por mis hombros y su mirada se clavó en la mía ¿Me estaría analizando? Que lo hiciera. Si adivinaba el enigma que planteaba mi persona ganaría un jugoso premio. -¿Desaparecerás si me quedo mirándote demasiado rato?- otra pregunta que me hizo gracia y esta vez no le oculté mi sonrisa.
-Lo dudo… tal vez lo haga si decides dejar de mirarme- y siguiendo el son de la música la guié en la danza que se volvía más y más rítmica prueba de que la orquesta pronto haría un alto para cambiar de canción. Como predije, la orquesta terminó la canción y el salón rompió a aplaudir. Pero ni Regina y yo quitamos las manos de sus respectivos lugares: Las de ella rodeando mis hombros y las mías por su cintura.
Ambos nos mirábamos como solo dos cómplices pueden hacer y nuestras sonrisas eran maliciosas.
Que divertida estaba siento nuestra noche ¿se pondría mejor?
No habíamos llegado los primeros, tampoco los últimos porque no dejaban de adelantarnos recién llegados que “corrían” por buscar un lugar en el salón.
-¿Bailas?- me preguntó Regina después de haberme arrastrado hasta el centro del salón donde múltiples parejas se entretenían bailando al son de la música que tocaba una orquesta.
-Por descontado- contesté juntándome a ella para comenzar a bailar.
-¿Sabes? Nunca creí encontrar a una persona como tú- No hay nadie como yo, solo hombres que aspiran a ser demonios -¿Acostumbras a hacer esto con regularidad?
-Podría hacerlo cada noche de mi vida y seguro que jamás me cansaría. Mentir no me agota, tampoco moverme por instinto. En realidad no conozco otra forma de vivir que no sea esta… una vida sin riesgo es como un gato sin uñas, incompleta. Pero sí, es la primera vez que hago esto con una mujer tan hermosa como tú- a cada palabra me iba acercando más a su boca y cuando creí que por fin la alcanzaba, Regina se separó para coger dos copas de champagne de un camarero que pasaba cerca de nosotros. Me mordí el labio inferior mientras la miraba y cogía una de las copas que ella me ofrecía. Regina se la bebió de un trago, yo hice lo propio y no tardé en vaciarla de nuevo
-He de admitir que estoy sorprendida. Juraría que sois un espejismo- su comentario me hizo gracia y para ocultar mi sonrisa, me giré para dejar la copa en uno de los bolsillos de la chaqueta de un hombre que bailaba con su pareja. Con tan buena mano hice la jugarreta que el bailarín no se dio cuenta del peso añadido a su chaqueta.
Cuando me volví a mi acompañante, esta pasó sus brazos por mis hombros y su mirada se clavó en la mía ¿Me estaría analizando? Que lo hiciera. Si adivinaba el enigma que planteaba mi persona ganaría un jugoso premio. -¿Desaparecerás si me quedo mirándote demasiado rato?- otra pregunta que me hizo gracia y esta vez no le oculté mi sonrisa.
-Lo dudo… tal vez lo haga si decides dejar de mirarme- y siguiendo el son de la música la guié en la danza que se volvía más y más rítmica prueba de que la orquesta pronto haría un alto para cambiar de canción. Como predije, la orquesta terminó la canción y el salón rompió a aplaudir. Pero ni Regina y yo quitamos las manos de sus respectivos lugares: Las de ella rodeando mis hombros y las mías por su cintura.
Ambos nos mirábamos como solo dos cómplices pueden hacer y nuestras sonrisas eran maliciosas.
Que divertida estaba siento nuestra noche ¿se pondría mejor?
Mefistófeles- Demonio
- Mensajes : 537
Fecha de inscripción : 03/10/2010
Re: Resurgir (Alma Dupont)
Se reía... Y puede que mi comentario pareciese una broma. Pero yo lo dije totalmente en serio.
-Lo dudo… tal vez lo haga si decides dejar de mirarme- pues en ese caso, le sería difícil marcharse. Puedo ser... ¿Cómo decirlo? Muy insolente. -Lo dudo... - sonreí, como toda una sinvergüenza; reiterando sus propias palabras con cierto soniquete -Jamás he visto a un hombre como tú - Retomamos el baile y mis brazos se aferraron com más fuerza a su espalda, ancladas igual que un barco sin intención de zarpar. Parecía que estuviésemos solos en la pista. ¿O estábamos a la deriva ya? Nos rodeaba una disociación, ajena a nosotros.
Nuestros cuerpos danzaron a cien mil millas de distancia. Los secretos se narraron a través de nuestras pupilas, que corrían veloces, adelantándose a nuestros partícipes pies. Superé sin esfuerzos la velocidad de la luz. Quizás me detuve antes de tiempo. Quizás ya no escuchase el bullicio de las multitudes. ¿Me tomé muy a la tremenda eso de no quitarle la vista? Y un millar de aplausos fueron despertándome del ensimismamiento sufrido, sin apenas darme cuenta. De aquí no se va nadie.
-Espero estar cumpliendo tus deseos. Te recuerdo que en mi hoja de asuntos pendientes, escribí tu nombre el primero - bromeé deslizando las manos por sus brazos; ahora torres marmóreas, que me rodeaban sin escapatoria. Y fue mi nombre el que surgió de la nada, recordando mis mentiras ¿Se enfadaría? -En cuanto al mío... no es Regina ¿Te sorprende que, en un primer momento, me inundara la desconfianza? - ahora todo daba igual. Los males ya estaban hechos, el baile finalizó ya hace tiempo y no fiarme de él, sería hipócrita, a estas alturas. Deslicé un dedo hasta el cuello de su camisa y acaricié el primer botón de esta, con la mirada perdida en aquella estúpida acción. ¿Ansiosa? A veces creo que los impulsos me devoran zozobrantes. Y el salón comenzaba a revolverme el estómago con tanto ruido asfixiándome -Cotilleemos un rato - susurré en su oído, emocionada por la idea de perdernos por la casa ¿Encontraría interesante mi sugerencia? -¿Le importará al dueño? - Reí melodiosa separándome de él, dirigiéndome al Hall. Me pareció ver unas inmensas escaleras centrales, que subían a un segundo piso. Y sin perderle la vista a William, subimos por ellas esquivando la mirada del mayordomo. Fácil tarea, pues se estaba quedando frito, apoyado sobre una columna. Abrí la primera puerta que encontré, tras comprobar que el pasillo estuviese despejado. Y me llevé una mano al pecho, dibujando una sonrisa de lo más gratificante tras encender la luz y contemplar una mesa de billar en aquella pequeña salita. También un minibar muy bien equipado ¡Qué descubrimiento!
Me acerqué a la mesa y acaricié el tapiz verdoso. Hacía años que no veía una. Miré a William ante la expectativa de echarle una partida ¿Sabría jugar? No encontraba un divertimento tan emocionante desde el Póker -Tentador ¿No crees? - a mi me llamaba a gritos -Te reto a una partida, William - cogí uno de los tacos colgado de uno de los enganches de la pared y "empolvé la punta" con decisión -¿O temes perder contra una mujer? - le desafié. Quería poner a prueba su autoestima. Pero sobre todo, su hombría ¿Hacerle de rabiar? ¡Por supuesto! Pero sin maldad. Quería esa partida...
-Lo dudo… tal vez lo haga si decides dejar de mirarme- pues en ese caso, le sería difícil marcharse. Puedo ser... ¿Cómo decirlo? Muy insolente. -Lo dudo... - sonreí, como toda una sinvergüenza; reiterando sus propias palabras con cierto soniquete -Jamás he visto a un hombre como tú - Retomamos el baile y mis brazos se aferraron com más fuerza a su espalda, ancladas igual que un barco sin intención de zarpar. Parecía que estuviésemos solos en la pista. ¿O estábamos a la deriva ya? Nos rodeaba una disociación, ajena a nosotros.
Nuestros cuerpos danzaron a cien mil millas de distancia. Los secretos se narraron a través de nuestras pupilas, que corrían veloces, adelantándose a nuestros partícipes pies. Superé sin esfuerzos la velocidad de la luz. Quizás me detuve antes de tiempo. Quizás ya no escuchase el bullicio de las multitudes. ¿Me tomé muy a la tremenda eso de no quitarle la vista? Y un millar de aplausos fueron despertándome del ensimismamiento sufrido, sin apenas darme cuenta. De aquí no se va nadie.
-Espero estar cumpliendo tus deseos. Te recuerdo que en mi hoja de asuntos pendientes, escribí tu nombre el primero - bromeé deslizando las manos por sus brazos; ahora torres marmóreas, que me rodeaban sin escapatoria. Y fue mi nombre el que surgió de la nada, recordando mis mentiras ¿Se enfadaría? -En cuanto al mío... no es Regina ¿Te sorprende que, en un primer momento, me inundara la desconfianza? - ahora todo daba igual. Los males ya estaban hechos, el baile finalizó ya hace tiempo y no fiarme de él, sería hipócrita, a estas alturas. Deslicé un dedo hasta el cuello de su camisa y acaricié el primer botón de esta, con la mirada perdida en aquella estúpida acción. ¿Ansiosa? A veces creo que los impulsos me devoran zozobrantes. Y el salón comenzaba a revolverme el estómago con tanto ruido asfixiándome -Cotilleemos un rato - susurré en su oído, emocionada por la idea de perdernos por la casa ¿Encontraría interesante mi sugerencia? -¿Le importará al dueño? - Reí melodiosa separándome de él, dirigiéndome al Hall. Me pareció ver unas inmensas escaleras centrales, que subían a un segundo piso. Y sin perderle la vista a William, subimos por ellas esquivando la mirada del mayordomo. Fácil tarea, pues se estaba quedando frito, apoyado sobre una columna. Abrí la primera puerta que encontré, tras comprobar que el pasillo estuviese despejado. Y me llevé una mano al pecho, dibujando una sonrisa de lo más gratificante tras encender la luz y contemplar una mesa de billar en aquella pequeña salita. También un minibar muy bien equipado ¡Qué descubrimiento!
Me acerqué a la mesa y acaricié el tapiz verdoso. Hacía años que no veía una. Miré a William ante la expectativa de echarle una partida ¿Sabría jugar? No encontraba un divertimento tan emocionante desde el Póker -Tentador ¿No crees? - a mi me llamaba a gritos -Te reto a una partida, William - cogí uno de los tacos colgado de uno de los enganches de la pared y "empolvé la punta" con decisión -¿O temes perder contra una mujer? - le desafié. Quería poner a prueba su autoestima. Pero sobre todo, su hombría ¿Hacerle de rabiar? ¡Por supuesto! Pero sin maldad. Quería esa partida...
Alma Dupont- Humano - Clase Alta
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