Una visita [Luca]

Todos en el castillo se habían ido a dormir ya. Yo me hice a la dormida cuando mi madre entro en mi habitación a asegurarse de que todo iba bien , en cuanto salio me levante de la cama y saque el abrigo verde de terciopelo , no tenía tiempo para ponerme un vestido así que me lo puse sobre el camisón. Me calce y abri la ventana de mi habitación, hacia viento y la nieve cubria una parte de mi jardín. El invierno me gustaba porque era el anuncio de la privamera. No era la primera vez que salia de casa a escondidas por la noche así que me conocia un camino por el tejado seguro. LLegue al suelo pero en el camino me hice algo de daño en el pie, intente no hacer ruido para que nadie me descubriese y sali corriendo en dirección al cementerio de Montmartre. Me llevo un tiempo llegar hasta allí pero llegue al fin, camine entre los laberintos de lapidas sin temor, solia ir de vez en cuando y ya estaba acostumbrada, por fin encontre el mausoleo de la familia, me acerque y busque la llave de las rejas en mi abrigo pero por más que buscaba no conseguia encontrarla.
-No puede ser...estoy casi segura de que las traje!-Proteste para mi

No comprendía que hacía aquí… era tan mala idea ir a cementerios, aun mas en el que esperaba mi amado. Camine tranquila entre las lapidas, sin atender el sentimiento de rechazo que me causaban estos lugares. Algo me llamaba, quizá el viento, o simplemente el deseo de estar donde no debía.
No sentí aroma alguno, por lo que camine relajada, mis manos descansando sobre mi vestido corto.
-No puede ser...estoy casi segura de que las traje!-
Me pare en seco, con los instintos trabajando rápidos. La voz no tenía un toque extraño, pero si peculiar.
Mis pies me guiaron por si solos al origen de la queja.

Parecía ser una humana común, pero de todas formas debía asegurarme. Mi nariz confirmo lo que mis ojos ya notaban. Era solo una humana, bastante simple para ser francos, cosa que era justamente su atractivo. Cabello oscuro en la oscuridad y pálida piel. Su aroma era sencillo.
Pero parecía tener problemas…
–¿Necesita ayuda señorita? –dije, mirando a su lado.

Me había quedado vagando por otro cementerio, por alguna extraña o misteriosa razón, esos lugares siempre me resultaban atrayentes y atractivos. Paseaba entre las tumbas y mausoleos preguntándome si algún día yo lograría terminar así, vivjendo en la eternidad de la muerte. Todo parecía tener una abstracta sencillez que me cautivaba.
Hallandome alí desde temprana hora y luego de cazar, había presenciado cómo el cementerio moría, como todos los humanos se retiraban a sus hogares o lugares de trabajo, hasta quedar tan vacío como la eternidad a la que estaba condenado. Pero no era un vacío espectral, sino que era uno etéreo e incompleto. Yo estaba allí.
Hubo un momento en que sentí una nueva presencia, alguien que no había seguido las leyes de su propia especie -la humana- y había escapado a este lugar. Supuse que sería una humana. No sería la primera vez. No esperaba compañía pero tampoco me vendría mal, a veces me agradaba contemplar a los humanos que pretendían ser diferentes del resto. Por eso me acerqué.
A unos cuantos metros, otra presencia perturbó mis sentidos, y definitivamente, esta no era una presencia humana, pero tampoco vampírica. Detuve mis pasos, atento a cualquier movimiento. Una escencia salvaje y luego un par de voces femeninas fueron lo que capté.
La escena que me imaginé fue casi graciosa: una humana, una licántropa y un vampiro juntos. Me acerqué, jamás había tenido temor ni receo de los licántropos, ni me molestaba su presencia. Quizás mi peor compañía sería otra criatura de mi misma especie.
Apenas ambas "mujeres" entraron en mi campo de visión y sus voces eran totalmente audibles, salí de las sombras, observándolas con curiosidad y una cortés sonrisa en el rostro.
-Buona notte, señoritas... -saludé, inclinándome y haciendo una pequeña reverencia.

El desconcierto y miedo de la humana era casi palpable, sus acciones la delataban. La licántropa, por su parte, al enseñarme los dientes me dejó en claro su recelo, yo sólo le dirigí una apenada mirada cargada de sentimiento, no le haría daño, por supuesto, a ninguna de las dos. No tenía por qué hacerlo.

-Tranquila, señorita, no le haremos daño, está segura ahora... -le dije a la humana, con una sincera sonrisa esperando tranquilizarla- Si así lo desea, puedo acompañarla a su hogar, descuide. Y si no confía en las palabras de un extraño, permítame presentarme antes usted, mi nombre es Luca Andreini.

Luego las palabras, mejor dicho, preguntas de la licántropa, me hicieron volver el rostro para observarla más fijamente. Más que nada su acento, familiar, me llamó bastante la atención. "¿Italia?", me pregunté.

-Sé que es extraño para un caballero encontrarse a estas horas en un cementerio, mas no para un artista que ha perdido la inspiración, señorita -le respondí, escuchando luego su comentario, casi retórico- Puede que ambas señoritas, ustedes, tengan sus motivos personales para encontrarse aquí.

Una vez dicho eso aguardé en silencio, mientras la licántropa se disculpaba frente a la humana, fingiendo otra vez y como cada noche, que era mortal... Y hoy aún más, pues debía estar alerta frente a la licántropa al mismo tiempo, quien parecía que en cualquier momento saltaría sobre mí, ¿o eran imaginaciones mías? Sus siguientes reacciones me lo dirían...

– ¿No creéis que es extraño que un caballero este a estas horas en un cementerio? –Pero tampoco es bueno que dos jovencitas estén solas por estos lugares.
La chica se dirigió al recién llegado y después dirigió su mirada a mí.
–Mis disculpas si he sido descortés, pero me ha dado la impresión de que necesitabais ayuda.


Me dijo y aunque ella parecía inofensiva no me fiaba de ninguno de los dos…estar a esas horas en un cementerio era muy raro y ninguno de los dos tenía aspecto de ir a visitar a algún familiar…


-Tranquila, señorita, no le haremos daño, está segura ahora... –Me dijo con una sonrisa pero ese “ahora” me hizo dudar, a qué se refería con “ahora”? quizá estuviese planeando algo. - Si así lo desea, puedo acompañarla a su hogar, descuide. Y si no confía en las palabras de un extraño, permítame presentarme antes usted, mi nombre es Luca Andreini.

“Si claro y qué más?¿” me dije, no llevaría a un desconocido que acababa de conocer en un cementerio a media noche a mi casa, tan imprudente no era, a pesar de que era un chico innegablemente guapo . Comenzaba a estar más paranoica de lo normal, ciertamente aquel encuentro me había sorprendido bastante y aun no estaba del todo en mi misma.

-Sé que es extraño para un caballero encontrarse a estas horas en un cementerio, mas no para un artista que ha perdido la inspiración, señorita-le dijo a la otra chica y aquellas palabras me hicieron sonreír, “es un artista…ahora entiendo su estilo desarreglado” dije en mi mente y después me dispuse a hablar


-Bu..Bueno…yo…he perdido algo, lo estaba buscando pero ya es igual…-claro que no era igual, más tarde o mañana por la mañana la buscaría hasta encontrarla-Es muy gentil por su parte Monsieur Andreini pero no hace falta que me acompañe…y señorita yo también he sido algo descortés con ambos, es que me he llevado una gran sorpresa…mi nombre es Samantha, un placer

Suspiré por la desconfianza de la humana, pero ya era algo a lo que uno termina por acostumbrarse, ¿no? Siempre había sido así, aunque de todas formas me había ganado la confianza de unos pocos, tal vez por mis aspecto inocente o mis propias palabras sinceras... no lo sabía. La licántropa, estaba seguro de que no eran imaginaciones mías, en cualquier momento saltaría sobre mí develando nuestra verdadera identidad ante la humana, lo sentía como un presentimiento que me hizo temblar levemente.

Aunque noté que ambas sonrieron cuando mencioné que era un artista, ¿acaso eso me volvía algo especial? ¿Me daba algún pretexto, realmente? Yo creo que no... Sus sonrisas, aunque muy distintas unas de otras, hicieron que la tensión del momento se desvaneciera un poco, era algo que se notaba en la atmósfera y en sus propios rostros y expresiones.

-Descuide, Mademoiselle -le dije a la humana, con un leve acento francés que ya no podría dejar atrás luego de tantos años, y el cual solía mezclar con mi natal italiano- Un piacere conocerlas a ambas, señoritas -dije, sonriéndoles aunque cuidando de no mostrar mis colmillos, aunque fuera poco probable que la humana los viera en la oscuridad de la noche- Si quiere puedo ayudarle a buscar lo que ha perdido, Mademoiselle Samantha... Tengo buena vista.