Caminando al atardecer [libre]

No podía más. Las cosas en casa estaban siendo demasiado difíciles los últimos días. Mi padre estaba más gruñón que de costumbre, sobre todo desde que inicié mis clases de piano y aprovechaba cada nimio motivo para hacerme reproches, con o sin razón. Mi madre, normalmente mi amiga y mi confidente, en lugar de apoyarme se ponía de su lado. Sentía que ya no tenía nadie en quien confiar ni con quien hablar para desahogarme.

Esa tarde y, tras una bronca monumental causada por una petición inocente para ir a cenar a casa de una buena amiga, mi mente y mi cuerpo no lo soportaron más. Salí del salón dando un portazo y oyendo de fondo los gritos de mi padre. Agarré mi abrigo y salí de casa aguantando las lágrimas. En cuanto alcancé la calle principal, no aguanté más y rompí a llorar. Nunca había vivido nada parecido en casa. Como menor y única chica, siempre había sido la más mimada, pero ahora parecía ser yo la que se comía todas las broncas. "¿Por qué tiene que pasarme esto? ¿Acaso les he dado motivos para desconfiar de mí?" Caminaba con la cabeza baja para que nadie pudiese fijarse en las lágrimas que recorrían mis mejillas, pero eso tenía un inconveniente, que no me fijaba por dónde iba y terminé chocando con alguien.

- Lo siento. -me disculpé dispuesta a seguir caminando.

Si había algo a lo que me había acostumbrado en todos aquellos interminables años de agonía había sido la soledad. Siempre igual, sola, sin nadie en quién confiar, nadie a quien contarle mis penurias, mis inquietudes, nadie con quien compartir gratos momentos, ni ese abrazo protector que jamás me dieron... odiaba autocompadecerme, pero en ese momento, esa tarde-noche comenzada por un oscuro crepúsculo me sentí poco alentada, deprimida... ¿sería lo mismo el resto de mi existencia?

Avanzaba de manera lenta, se trataba de un paseo para refrescar mi mente, y entre mis cavilaciones mentales y la oscuridad de recién entrada noche no pude divisar a una muchacha que, sin quererlo -o eso pensé por su disculpa-, chocó contra mi pequeño cuerpo, mi imagen física de los trece años inocentes en los que me había quedado atrapada.

- No os preocupéis. -Respondí con esa vocecilla de niña pequeña con la que debía cargar el resto de mis días.- Disculpadme.

^Al oír la voz de la persona con la que había chocado me di cuenta de que era apenas una niña de aspecto frágil. No vi a nadie con ella, cosa que me extrañó. Era raro que alguien de su edad caminase sola por las calles a esa hora. Mi forma de ser no me animaba a hablar con ella ya que no parecía mucho menos perteneciente a mi clase social, pero tenía cierto instinto... llamémosle maternal que me decía lo contrario.

- ¿Estás bien? Iba distraída y no te he visto. ¿Estás sola? -le pregunté interesándome por ella. Últimamente mis esquemas estaban un poco alterados y hasta mis principios parecían estar cambiando.

¿Atacarla? No... al menos nos por ahora, yo solo atacaba a aquellas personas que me inspiraban algún tipo de amenaza, desconfianza en exceso e incluso repulsión, pero aquella chica parecía realmente preocupada por mi seguridad y mi integridad.
Asentí con la cabeza a su primera pregunta, ya que ella siguió hablando para finalizar con otra cuestión. Sola... sí, desde hacía ya sesenta y cinco años, lo que podría ser un chiste para un vampiro veterano, pero no para una humana.

- Sí... me he perdido. -Solté lo primero que se me pasó por la cabeza.- Igualmente, no tengo a dónde ir... -Agaché un poco la cabeza. No trataba de darle pena ni nada, pero tampoco iba a mentirle.

"Oh, Dios mío. Pobre niña." -pensé.- "¿Podría hacer algo para ayudarla?" Mi mente empezó a dar vueltas en busca de algo que poder decirle o que poder ofrecerle, pero no se me ocurría nada. "No puedo irme sin más y dejarla así... Eso sería demasiado cruel."

- Oh, cuanto lo siento. Si puedo ayudarte en algo... -con suerte lograría endulzar ligeramente la vida de esa chica que no parecía haber tenido mucha suerte en la vida. -¿Tienes al menos un lugar dónde pasar la noche? Porque podría acompañarte a alguna posada y darte dinero para que puedas pasar la noche allí. -me ofrecí amablemente. Su dulce rostro me inspiraba mucha ternura. ¿Qué podía perder por ayudarla?

Esa chica... me estaba pudiendo. Su amabilidad era demasiada y yo no podía hacer nada, no sabía qué decirle. Podía pasarme todas las noches que quisiera por las calles, no enfermaría, ni tendría frío, no iba a matarme nadie -en todo caso acabaría con la vida del indeseable que lo intentara-, y no podía decirle que yo era un vampiro, con la de rumores que corrían por la calle acerca de nuestra especie... ¿intentaría matarme ella? Bueno, lo mejor sería responderle con otra cosa.

- Por favor, no os preocupéis, encontraré algún lugar en el que establecerme, siempre hay algún humilde posadero que me permite hospedarme una noche gratuita en una de sus habitaciones. -Hice una ligera reverencia, le debía respeto tanto por ser de una clase social más alta como por el interés que había mostrado.- De todas formas, agradezco vuestra compasión, señorita. Si hay algo que pueda hacer por vos a cambio de su ofrecimiento, puede pedírmelo.

Por tal y como habló la chica parecía que hubiese vivido toda su vida en la calle, aunque me alegró escucharla decir que podría arreglárselas por si misma y encontrar a algun posadero que la hospede gratis. Pese a su apariencia y a la clase a la que pertenecía, hablaba y se comportaba como si supiese tratar con gente de mi nivel social. Fue entonces cuando se ofreció a hacer algo por mí y me quedé unos segundos sin saber que responder. ¿Qué era lo que buscaba cuando me marché de casa? Sólo alejarme de mis padres y hacer que se preocuparan.

- La verdad es que me vendría bien algo de compañía por un rato. No me apetece nada andar sola por la ciudad. ¿Me acompañarías mientras doy un paseo? Aunque si no puedes no pasa nada. No quiero que te sientas obligada a hacerlo... -le respondí mostrando una sonrisa agradable en el rostro.

Normalmente mi desconfianza me creaba una tendencia a no fiarme de nadie, pero en aquella situación parecía que esa chica estaba siendo sincera conmigo, seguramente ni fuese consciente de aquellos rumores que recorrían las calles de París, entre la plebe... seres inmortales, hijos de la oscuridad y enemigos de la luminiscencia. No. Nunca había escuchado a ningún noble hablar sobre aquellas criaturas que a sus ojos eran cuentos fantásticos para asustar a los niños malos.
Por ello, asentí con la cabeza y mostré a la vez una pequeña sonrisa complementando así mi afirmativa.

- Os acompañaré, será agradable compartir un paseo con vos. -Respondí verbalmente y esperé a que ella comenzara a caminar, ella debía elegir hacia dónde quería andar, yo la seguiría, como bien le había indicado.

Asintió con la cabeza y sonrío levemente mientras aceptaba acompañarme. "Bien, así les daré tiempo para que reflexionen. Después de esto no voy a dejar pasar ni una. Terminarán respetándome sí o sí."

- Gracias. -respondí con una sonrisa y haciendo un mínimo ademán con la mano para que nos moviésemos. Elegí consciente o inconscientemente una ruta por las calles más transitadas. Supongo que mi subconsciente recordaba todos los consejos de mi madre sobre los peligros de salir sola a esas horas. "Desaparece" -le dije a la imagen mental de mi madre que había aparecido en mi cabeza. "Ah, diantres. Demasiadas preocupaciones. Quizá hablarlo con alguien me siente bien. Pero ella... no es más que una niña. ¿Sabrá entenderme?" Sacudí ligeramente la cabeza con la preocupación y la duda pintadas en el rostro.

Acaté el movimiento del ademán de la chica y anduve junto a ella bajo la oscuridad de la noche, que no era peligrosa, ya que habíamos tomado una dirección por la que abundaban los transeúntes, aunque no podíamos fiarnos del todo de eso. Los peligros de las calles no se reducían a los seres del pecado, también a los ladrones y demás, pero por algo estaba yo allí, ¿no? Si alguien osaba tocar a la señorita lo pagaría caro.
A todo esto... ella... no conocía su nombre, pero tampoco podía permitirme tantas libertades de preguntárselo, seguramente ni pudiésemos ser amigas, al fin y al cabo yo me había quedado estancada en la apariencia física de una niña, además de clase baja, y ella era más mayor, además de noble, quizás alta nobleza, a juzgar por sus atuendos.

- Disculpad la intromisión, lo más seguro es que no sea de mi incumbencia pero... ¿os ha sucedido algo? Parecéis preocupada...

La chica que caminaba a mi lado me miraba de vez en cuando y, puesto que mi cara reflejaba lo que sentía, terminó dándose cuenta. La miré con una especie de sonrisa triste y respondí.

- Sí, si que lo hay. Últimamente ha habido ciertos problemas en casa que me tienen alterada. Mis padres me tratan como si tuviese doce años... Eso me recuerda que no sé vuestro nombre ni vuestra edad... -dije interrumpiendo mi relato.- Yo me llamo Vanessa, aunque puedes llamarme Nessa mientras dure el paseo. Lo prefiero. -dije con una sonrisa. Después de todo a lo mejor se lo contaba. Me vendría bien...

¿Problemas con sus padres? ¿Cómo era eso? ¿Era posible? Bueno... supuse que como hay problemas entre amigos y demás, fácilmente podrían haberlos con los parientes...

- Un placer... Nessa -me costó decir su diminutivo... ella lo prefería así, pero yo me sentía un poco incómoda, quizás estaba tomándome demasiadas confianzas y libertades, pero ya me avisaría ella si veía algo que no le gustaba.-, mi nombre es Odette Abby Levine, podéis llamarme como queráis -sonreí-, tengo trece años. -Finalicé e hice una breve pausa.- Podéis contármelo si así os sentís mejor, hay momentos en los que las personas necesitan contar sus preocupaciones o sus problemas.

- Odette... Bonito nombre. -comenté devolviéndole la sonrisa. Para tener solo 13 años, como acababa de decirme parecía muy madura ya que sus palabras así me lo hacían pensar. Aunque ella no hubiese dicho nada se lo habría contado de todas formas. Ya lo había decidido. Resoplé ligeramente y entonces di comienzo a mi historia. - Es algo largo de contar, pero lo resumiré cuanto pueda. Verás Odette, yo soy la menor de cuatro hermanos y la única chica. Desde siempre, mis padres me han protegido en exceso y, en los últimos meses, mi padre está más insoportable de lo normal. ¡Parece no recordar que ya no soy una niña! Ya teníamos roces anteriormente, pero todo se ha multiplicado desde que empecé a dar clases de piano con un músico muy bueno que conocí en una cafetería...

Sonreí de manera tímida ante el elogio de Vanessa hacia mi nombre. Era la primera vez que me decían algo así, básicamente porque los únicos que tuvieron constancia de mi nombre fueron mis amigos, los que yo misma aniquilé sin quererlo hacía ya sesenta y cinco años atrás.
Escuché con interés el problema de la joven noble, si bien no conocía el remedio a las disputas entre la familia, intentaría hacer todo lo que estuviese en mi mano. Dicen siempre que las opiniones subjetivas ayudan más que las objetivas... ¿no?

- ¿Un músico de una cafetería? ¿Queréis decir que se trata de un plebeyo? -Quizás ese era el inconveniente que veían los padres de Vanessa, al fin y al cabo, no estaba bien visto que un campesino y una noble se viesen, aunque fuese solo para tomar unas inocentes clases de piano.- Supongo que lo habréis hablado con vuestros padres...

Negué con la cabeza ante su pregunta. No tenía constancia oficial de la clase a la que pertenecía, pero por sus maneras, su forma de vestir y el lugar en el que habitaba, yo diría que estaba más cerca de ser de mi clase que de ser un plebeyo.

- No, nada de eso. Es un tipo que viste bien, habla de manera educada y parece vivir con comodidad. Además, el problema no viene por ahi. Mis padres ni siquiera le conocen. "Y en realidad prefiero que siga siendo así" Creo que el mayor problema que ven es que es hombre y mayor que yo. Deben pensar que él busca algo más que ser mi instructor o que sé yo... ¿Piensan que no soy capaz de cuidarme sola? - mi tono seguía reflejando mi enfado, pero hablar de ello estaba logrando disminuir los niveles de ira de mi cuerpo.

Así que parecía vestir bien, que no era de la clase baja a la que yo pertenecía... y ella no lo había hablado con sus padres, quiero decir, que no le conocían... ¿superficialidad? Seguramente, y también había un grave problema de sobreprotección, como Nessa me había dicho... ¿qué se podía hacer respecto a ello?

- Quizás puede sonaros un disparate, pero... ¿habéis pensado en casaros? -No sabía muy bien cómo iba aquello, había escuchado que el prometido de la hija se establecía mediante el criterio del padre, pero a lo mejor podía hacerse de otra manera.- ¿No hallaríais la libertad si contraéis matrimonio?

Su propuesta me dejó anonadada. ¿Casarme yo? Desde luego eso haría realmente feliz a mi padre... sobre todo si era con algun candidato de su elección. Pero ahora lo que menos quería era eso. No, mi padre tendría que sufrir. Si decidía casarme, cosa que no tenía intención de hacer en un futuro próximo, no sería con ninguno de los hombres que él propusiese.

- ¿Contraer matrimonio? La verdad es que eso es algo que no haya pasado por mi mente... Supongo que será porque aun no he encontrado ningún pretendiente de mi agrado... -hice una breve pausa y a mi mente vino cierta persona y cierto beso. No, eso era imposible. Él ya estaba casado.

Había sido bastante brusca al decirle una propuesta tan repentina, sobre todo desconociendo parte del tema sobre el que hablaba... no hablaba del todo con propiedad, pero no se me ocurría otra forma de la que Vanessa fuese libre.

- ¿No hay alguna otra forma de escapar de vuestros padres? -Pregunté. Al ser de la clase baja y haber sido huérfana desconocía si había alguna forma de ser libre, sin tener que depender de la decisión del varón de la familia.

¿Escapar? ¿Decirle que escapara y que viviese como yo? No... sería algo muy peligroso para una humana, había visto morir a miles de personas con mi estatus social ante mis ojos. Además, seguro que esa disputa familiar tenía algún acuerdo que tanto Vanessa y sus padres gustarían de pactar.

¿Alguna otra forma? Ojalá, pero con la de tiempo que había dedicado a pensar en este problema las última semanas, de haber existido esa forma la habría encontrado.

- No creo que la haya. Además, tampoco estoy segura de querer librarme de ellos. Sólo quiero que... me gustaría que... me entiendan. Nunca antes me ha interesado nada del mismo modo que me interesa ahora la música. Mi maestro opina que podría llegar lejos si sigo preparándome de la forma en la que lo estoy haciendo pero... ellos no quieren ni oir hablar de algo así. Mi padre cree que debería casarme con alguno de sus socios más jóvenes o el hijo de alguno de los más viejos para asegurarse que su empresa siga funcionando bien y con éxito; y mi madre... antes me apoyaba. Fue ella quien implantó en mí el gusanillo de la música, la que me enseñó a tocar... por lo que me cuesta mucho más entender su reticencia. -volví a sacudir la cabeza.- Discúlpame por agobiarte con todas estas cosas. Eres demasiado joven para tener que escuchar mis problemas... Es solo que... estoy hecha un lío. Perdona Odette, y gracias por escucharme. -dije tras girarme para mirarla y esbozar una sonrisa leve.

Cómo me gustaría saber ayudarla... pero la vida de la nobleza era tan limitada... así, sabiendo ese tipo de cosas, tenía claro que nunca me hubiese gustado vivir como una noble. Los pueblerinos siempre andaban chismorreando cuán felices serían viviendo como nobles, con las riquezas, un pan del que comer cada día... pero no. Vale que siempre tenían alimento, pero luego estaban el tipo de problemas que recaía sobre Vanessa, las obligaciones y las normas por pertenecer a un alto cargo social. Realmente agobiante para una niña, que no me refería a mí, claro, sino a ella, que seguramente había sido retenida de muchas otras cosas en su infancia.

- No os preocupéis, Nessa, no me agobiáis... simplemente, me gustaría saber hacer algo para ayudaros, pero veréis, nunca he sabido cómo lidiar con asuntos como este... -Bajé un poco la cabeza.- Mis disculpas.

Me paré un momento para mirar a la chica. Era un encanto y producía en mí una sensación de ternura que no lograba comprender. Vi como bajaba la cabeza y agarré su barbilla con suavidad para que volviese a subirla y me mirase.

- No hace falta que te disculpes, Odette. La verdad es que me sorprendería que supieses hacerlo. Además, no te lo he contado para que le busques solución, sino para desahogarme. Esto es algo a lo que tendré que enfrentarme sola pero, como tú misma dijiste antes, ayuda bastante contar las preocupaciones a alguien. - sonreí.- Ya me encuentro mucho mejor. Gracias. Empieza a ser tarde. ¿Tienes hambre? Podríamos ir a cenar algo... -la invité.

Me detuve cuadno comprobé que Nessa había parado su andar y la miré cuando alzó mi cabeza, retornándola a su posición original, cuando me tomó por la barbilla. Asentí a lo primero que me dijo, aunque a mí me hubiese gustado saber cómo ayudarla.
¿Comer? ¿Podría comer? Lo cierto era que no sabía qué podía pasarme si comía comida humana, solo había sentido necesidad de beber sangre humana, pero no pensaba que pudiese pasarme algo malo si comía un poco.

- Muchísimas gracias, Nessa. -Acepté su invitación junto a un nuevo asentimiento con la cabeza con la felicidad que se suponía que debía tener una niña de mi edad muerta de hambre.

Con cara de inmensa felicidad aceptó mi propuesta. Yo levanté la vista y reanudé mis pasos. Conocía un lugar cerca dónde, pese a no haber estado nunca, sabía que podríamos comer bien y por no demasiado dinero. Debía tener en cuenta que, al salir precipitadamente de la casa, no había cogido mi bolso habitual y por tanto no llevaba demasiado dinero encima. Unos metros más adelante vi el lugar al que me refería. Era un pequeño local que, visto desde fuera, no resaltaba demasiado.

- Mira, ahí es dónde comeremos. -dije sonriente y señalándole el lugar.- Vamos. -tiré de su brazo con suavidad y cruzamos la puerta.- Por dentro todo cambiaba. Pese a estar escasamente decorado el ambiante era hogareño. Las mesas estaban cubiertas por tapetes de cuadros blancos y rojos, los platos y cubiertos dispuestos en las mesas y un solo camarero parecía encargarse de la zona. Nos sentamos a una mesa alejada de la puerta. El camarero se acercó y nos entregó una hoja en la que aparecían los posibles menús.- Elige el que más te guste. -le dije mientras le pasaba la hoja.

Seguí a Nessa, ya que ella me había tomado de mi pequeño brazo con suavidad y me indicaba por donde debía caminar para llegar a nuestro destino: un restaurante que podría pasar desapercibido perfectamente dada su impresión exterior, pero que por dentro atraería a cualquier persona. Muy atractivo.
Un camarero nos ofreció una mesa, nos dejó unas cartas y yo cogí la mía después de que me la ofreciese Nessa. Nunca había estado en un restaurante, por lo que no supe bien qué es lo que había que hacer hasta que vi a otras personas que acababan de llegar leyendo aquello. Al menos sí que sabía leer, así que miré la carta y leí algunos nombres desconocidos, otros conocidos, así que el que más me sonó, lo escogí.

- Gracias. -Agradecí de nuevo con una sonrisa.- Me pediré... me pediré un filete. -Dije finalmente.

Ojeé el menú mientras ella lo hacía también aunque ya había decidido que tomaría lo mismo que tomase ella. No tardó mucho en decidirse y con un gesto hice acercarse al camarero.

- Traiganos dos buenos filetes con puré de acompañamiento y una ensalada. Para beber, agua. - Me pareció lo más correcto ya que ella era bastante pequeña y yo no solía beber casi nunca. El camarero recogió los menús y se marchó asintiendo ligeramente con la cabeza.- Odette... no me gustaría importunarte con mis preguntas pero... ¿puedo saber que les pasó a tus padres?